En el momento en que un hombre toma contacto con las plantas suculentas,
extraños cambios ocurren en su mente. Usualmente, esos cambios son de una naturaleza alarmante y han sido finalmente reconocidos por algunos expertos como una enfermedad de lo más fastidiosa. Cuando esas plantas suculentas son cactus, el desorden se describe como Cactomanía y a la víctima se la conoce como Cactomaníaco. Sin embargo, actualmente la Cactomanía, a pesar de su potencial gravedad, ha sido desplazada por molestias más populares como los forúnculos, las jaquecas, el pie de atleta o el mal aliento. Creo que ya va siendo hora de corregir la negligencia de las autoridades médicas sobre esta incómoda enfermedad. Así es que, para la protección de la raza humana en general, voy a levantar el velo de secretismo que ha ocultado a este demonio de nuestras miradas. Irónicamente, los que más sufren de la cactomanía no son los propios enfermos, sino sus amigos y conocidos. Por el bien de estos últimos, describiré varios síntomas para que la enfermedad pueda ser reconocida. Es imperativo captar los primeros síntomas. Estudios secretos llevados a cabo en Alemania y en el Rancho Cactus de Scottsdale, Arizona, han probado que la Cactomanía puede ser dividida, a grosso modo, en cuatro niveles principales en su desarrollo, de las cuales solo las dos primeras son curables. He aquí las diferentes etapas del progreso de la enfermedad:
NIVEL 1: Un ser humano, perfectamente normal, ve un cactus. Rápidamente
cae fascinado por esa extraña planta. Tantea sus espinas y decide que tiene que tener un cactus propio... y otro... y otro más... después quizás dos para la valla del jardín... algunos para el lateral de la casa. Este es el momento para que un amigo compasivo tome el asunto en sus manos, se siente con este enamorado de plantas tan raras y le de una charla sobre la filosofía de la vida. Hay que llegar como sea a la cabeza de esa persona que está jugando con una pistola cargada, una bomba de tiempo, UNA POTENCIALMENTE PELIGROSA Y DAÑINA SUSTANCIA. Dígale que simplemente diga ¡NO! A estas alturas, el Cactomaníaco sale a por catálogos de plantas: Compra, pide, roba y colecciona más cactus y, al cabo de tan solo un mes, compra un libro sobre el tema. Este libro le cuenta todo lo que quería saber sobre el nuevo descubrimiento de sus "Espinosos Amigos" y, para colmo, le introduce en el asunto de la reproducción asexual por esquejes. Aprende a mantener sus cactus alegres y satisfechos. Tiene ahora macetas y contenedores abarrotados con, Chumberas y Cereus, lo que motiva en él una gran alegría. Pero, más tarde, tosiendo sobre su almohada por la noche, empieza a pensar (lo que es en sí un proceso peligroso y para nada ortodoxo) y a darle vueltas a la cabeza: ¿Cómo puedo distinguir un cactus que es feliz del que no lo es? ¡El libro no lo dice! En este nivel, el Cactomaníaco todavía es curable. Agárrese al paciente y empújele muy fuerte hacia atrás de forma que aterrice, asiento de primera, en una amplia mata de espinosas Cylindropuntias. Los pinchos y gloquidios de esas plantas le infligirán un gran dolor. Cuando el paciente se calme, no pierda un solo segundo y factúrelo a cualquier sitio al norte del Círculo Polar donde deberá residir, ordinariamente, no más del resto de tiempo de vida que le quede. NIVEL 2: Ahora el Cactomaníaco posee una amplia colección de plantas que enseña orgullosamente a todo aquel que quiere verlas y oírle. Atormenta a otros coleccionistas y jardines botánicos, aburriendo a cualquiera de ellos con historias sobre sus remarcables plantas. Hace preguntas pero parece que no escucha las respuestas. Se ha apuntado a un Club de personajes similares que tienen, todos ellos, destacadas experiencias que relatar. También ahora empieza a hacer sus propias mezclas de substrato y a propagar sus plantas por esqueje. Alguien le hace llegar un sobre de ¡semillas de cactus!. Después de una profunda meditación y lucha consigo mismo, manda el primer libro que compró sobre sus "Espinosos Amigos" a la papelera, y, en su lugar, consigue un Tratado Botánico de alguna renombrada autoridad en Cactáceas. ¿Se acuerdan de aquellas adorables Chumberas y alegres Cereus que tenía? Bueno, pues ahora han pasado a segundo lugar dejando su sitio a Ferocactus, Mammillarias, Echinocactus y Pediocactus. Nuestra víctima continúa errante su avance sobre "forma de las espinas y especies" y se compra ¡una planta injertada!. A medida que se acerca al final del segundo nivel, no puedo hacer más énfasis en la necesidad de un tratamiento curativo. Este tratamiento es el mismo que en el Nivel 1, excepto que la planta sobre la cual se le empuja es un espinoso asiento de suegra y hay que hablar con la NASA para que incluyan un conserje a tiempo completo en el Laboratorio Espacial.
NIVEL 3: A estas alturas la Cactomanía es incurable y sigue su curso habitual
hasta sus últimas consecuencias. La sala de estar, el dormitorio, el sótano, la cocina y el cuarto de baño están invadidos por catálogos de distribuidores, cultivadores e importadores de cactus. Hay boletines, revistas y libros, más anotaciones en papel realizadas por el Cactomaníaco personalmente. Las horas de la comida son cosa del pasado y, ahora, los miembros de la familia de nuestro Cactomaníaco se despiertan (demasiado tarde, desgraciadamente) con el hecho de que existe algo que va ¡radicalmente mal!. Extraños personajes se dejan caer a todas horas para intercambiar maravillosas nuevas observaciones; se plantan las semillas, se hace la prueba con hormonas y vitaminas. El color de las flores y las peculiaridades de la formación de las espinas se anotan en pequeñas libretas negras. En cactus clubes y otras asociaciones parecidas de individuos semejantes, discute con interés el trabajo de notables autores sobre cactáceas. Esta es también la etapa en que se hacen numerosos descubrimientos de los que hacen época. Si el Cactomaníaco es un hombre con recursos, empieza a tomarse fines de semana de cinco días para hacer viajes a la tierra de los cactus. Como camión expedicionario tiene un Land Rover abarrotado con altímetros, prismáticos de largo alcance, cámaras carísimas y plantas comprimidas. Y, lo peor de todo, el Cactomaníaco está empezando a aprender el hecho remarcable de que las plantas de cactus no se comportan en absoluto como los libros le habían enseñado que debía ser. Con esta realidad, llega al nivel 4.
NIVEL 4: En estos momentos, el Cactomaníaco ha perdido todo sentido del
humor, si es que algún día lo tuvo. Está listo para que empiece la ¡GRAN MOVIDA! Palabras como morfología, genes, mutaciones, cromosomas y filogenética afluyen a sus labios como si realmente conociera su significado.. Está seguro de que un Echinocactus polycephalus var. xeranthamoides crece a lo largo de la ladera oeste del Eminence Break, en una comarca del río Little Colorado. Conoce todas las respuestas y admite reluctantemente que él es la máxima autoridad en cactus, botánica, biología y, probablemente, vida en general. Escribe enajenadamente tratados de enseñanza sobre cualquier materia que le venga a la mente. Como consecuencia de la Cactomanía, su mente habita en el interior del sagrado Templo de Minerva. Desde esas alturas del Olimpo, dispensa perlas de sabiduría para ser recogidas y atesoradas por la multitud de sus inferiores. Taxonomía, herencia, evolución... ¿Quién conoce las respuestas? Ciertamente no las mentes mediocres quienes, hasta ahora, han trabajado sobre estas cuestiones. ¡No! ¡La respuesta, la única y verdadera respuesta está aquí! (Estira su cuello en una pose napoleónica.) Entonces, en una magnánima muestra de altruismo, tan típica de su gran mente, decide alumbrar al género humano donando, a todo el mundo ansioso que lo esperaba, los frutos de su hercúleo trabajo mental. ES ENTONCES CUANDO ESCRIBE UN LIBRO; un libro que acaba con todos los libros. De hecho es ¡¡EL LIBRO!! La Cactomanía ha llegado ahora a la cumbre y es seguida por un rápido declive. Los editores, que pertenecen a una especie poco brillante, no aciertan a reconocer el genial trabajo que ha llegado hasta sus manos y un montón de notas rechazándolo empiezan a obstruir su buzón de correos. Acaba de comprarse un ordenador servidor de gama alta, completo con una conexión vía satélite de 48 Mb Adsl y se comunica 14 horas al día (o a la noche) con cualquier experto cactusero a nivel mundial. La factura que le llega de la empresa telefónica tiene el mismo número de dígitos que su número de teléfono con código de área incluido. Ha dedicado toda la memoria de su gigantesco computador al "Cactomanía Trivial", el título de su libro de "próxima aparición". Mientras tanto, siguen llegando notas de rechazo desde pequeñas y grandes editoriales desde todas partes del globo, algunas de ellas arrugadas y medio abiertas. Nuestra víctima ha dejado para el arrastre a 2 fotocopiadoras industriales para proveer a las editoriales, que no se lo habían pedido, con duplicados de su maravilloso trabajo. Empieza a recibir notas duplicadas de rechazo. Su cartero está ganando dinero con las horas extras que emplea ordenando las cartas de su saca, todas ellas con la dirección de "Sr. Cactus". Los hombres con las batas blancas casi no tienen problemas persuadiendo al cactomaníaco para que les "acompañe". Le enseñan a nuestro amigo ¡¡un cactus de goma!!