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(IANTAR DE MIO CID
El efecto que en ambos planos busca el poeta al trazar el itinerario cidiano se advierte En cuanto a la concepción del paisaje, que es la propia de la Edad Media, se articula ALBERTO
bien contrastando los muy diversos y a veces erráticos movimientos del Rodrigo Díaz his- fundamentalmente en torno ala división entre el yermo y el p~blado, la eual constituye la MONTANER/
tórico con la coherente trayectoria del Cid literario. En efecto, el primero seguramente base de una escenografía literaria en la que el entorno sirve básicamente de telón de fondo UN CANTO
combatió en la zona del alto Henares precisamente en el contraataque frente a una algara sobre e1 que actúan los personajes y que guarda especial relación con las acciones que éstos DE FRONTERA...
toledana que fue lo que le supuso su primer destierro, mientras que no consta su paso his- llevan a cabo. Así, el yermo, ei lugar inculto y deshabitado (sea el páramo o el bosque), al
tórico por el valle del Jalón y tan sólo de forma circunstancial por el del Jiloca. En cambio, que algunos textos medievales denominan locus horroris 'el lugar del horror' y al que tam-
en el Cantar esas tres campañas enlazadas cumplen una funcign literaria perfectamente bíén se ha denominado locus terribilis 'el lugar terrible', es el ámbito propicio para la aven-
coherente, tanto en la gradación establecida entre las sucesivas victorias del Cid, como en tura, para lo inesperado, lo violento e incluso lo sobrenatural. En tanto que lugar de nega-
su desplazamiento geográfico, que permite unir de forma coherente, mediante la ficticia ción de la sociedad, es donde se retiran los marginados, sean voluntarios (como los
intervención en la comarca de Calatayud, dos escenarios, el del Henares y el del Jiloca, ermitaños) o for~ados (como los bandoleros ·o los leprosos). En tanto que espacio de los
·que en la biografía del Campeador aparecían totalmente desligados, tanto crono~óglca in~tintos desatados es el marco de la violación, pero también de la apqrición diabólica,
como factualmente, y que aquí se inscriben juntos dentro de su paulatina marcha 'hacia como la que experimentó Cristo en el desierto. Por eso el punto más bajo de la trayectoria
Valencia (Russell, 1978: 50 y 55-56). del Campeador se expresa cuando, hallándose junto a la dudad de Burgos, ha de acampat
Algo semejante sucede con la campaña de Levante, la cual tiene una base histórica, pero se en la glera...o playa pedregosa del río Arlanzón «commo si fuesse en montaña» (v. 61), es
desarrolló de forma distinta a la que describe el Cantar. Rodrigo Díaz no tuvo inicialmente decir, en el ámbito propio de un excluido de la sociedad.
la intención de conquistar Valencia, sino la de ejercer un «protectorado» sobre las pri~cipales Ahora bien, cuando el Cid y los suyos prenden posada un monte maravilloso o fuerte e
plazas del litoral, desde el delta del Ebro hasta Denia. Para ello, a partir de 1090, estableció grand, como sucede en el otero frente a Alcacer (v. 554) y en el Poyo de Mio Cid (v. 864),
pactos con diversos gobernantes islámicos, que le aseguraron el cobro de parías o «tributos de el despoblado pierde en parte su condición de tal y adquiere una consideración ambigua,
protección». Al principio, sólo ocupó determinadas plazas fuertes (Morella, Borriana, Benica- pues la calificación del lugar se .traslada simbólicamente a su ocupante o, dicho en otros
dell, Liria) que le permitían el control de la zona, pero cuando . términos, el sitio resulta digno del héroe:
los desequilibrios de la política i:nterna andalusí y la presión
almorávide hicieron peligrar la int~gridad de ese protectorado, el Otro día moviós' mio Cid el de Bivar
Campeador intensificó sus conqu,istas, que se desarrollaron en e passó a Alfama, la foz ayuso va,
. el siguiente orden cronológico: Cebolla (El Puig) en 1093, passó a Bovierca e a Teca, que es adelant,
Valencia en 1094, Olocau en 1095, Almenara en 1097 y Mur- e sobre Alcacer mio Cid iva posar,
viedro en 1098. Por su parte, el Cantar altera sustancialmente en un otero redondo, fuerte e grand;
este orden, además de citar entre las conquistas a Jérica, que sólo acerca corre Salón, agua noAI' puedent vedar.
fue tributaria del Campeador. Según Menéndez Pida! (1944- Mio Cid don Rodrigo . Alcacer cueda 1anar. (vv. 550-56).
1946: I, 72 y 1970: 167-68), la falta de correspondencia del
Cantar con los datos históricos se debe a la ignorancia y confu- Aguijó mio Cid,. ívas' cabadelant, (
siones del autor. Sin embargo, es obvio que el poema no inventa yfincó en un poyo que es sobre Mont Real;
los episodios sustanciales de esta campaña (frente a lo que hace alto es el poyo, maravilloso e grant,
en la del Jalón), y que, como en el caso de la batalla de Tévar, non teme guerra, sabet, a nulla part.
presenta algunas interesantes concomitancias con la Historia Metió en paria a Daroca enantes,
Roderíci, la biografía latina del Cid compuesta hacia 1185-1190, desí a Malina, que es del otra part,
especialmente la selección de topónimos (sólo Cullera no aparece la tercera Teruel, que estava delant;
en ella) y algunos detalles narrativos. Por ello, se impone ver en el ' 862-69).
en su mano tenié a Celfa la de Canal.1vv.
Cantar, junto a ]a invención de ciertos elementos, una alteración 1
de los sucesos reales, pero no arbitraria, sino deliberada. En efec- Desde estas posiciones es desde dpnde el héroe actúa,
to, frente a la diletante actuación histórica de Rodrigo Díaz, el de modo que las mismas cumplen una específica misión béli- 8 Vista de los campos
Cid épico tiene desde el principio el designio de adueñarse del ca de control del territorio en el marco d~ la lucha fronteriza, de Castilla desde la puerta cahl:
Levante, objetivo que cons.igue de modo rápido y eficaz. Para ello, desciende desde el noroeste haciendo que el carácter inicialmente hostil de la terra indomita quedÁ, en este caso, pues- de la fortaleza de Gormaz (So i
ocupando paralelamente plazas interiores (Alucant, Jérica, Onda) y costeras (Almenar, Borda- to al servicio de los intereses del protagonista. En efecto, en tanto q~e base de operacio-
na, Murviedro). Los vaieJcianos intentan en vano detener ese avance, que continúa luego nes, el asentamiento en uno de estos emplazamientos privilegiados !le permite meter en
hacia el sur, dejando aislada Valencia. En este momento, el Cid posee las dos fortalezas clave paria, es decir, someter a tributación, a un área determinada. De este!modo, la ocupación
para el dominio de la wna:¡ Murviedro y Peña Cadiella, con lo que la caída de aquella capital es de un punto estratégico permite ejercer el dominio sobre toda una ~omarca (Montaner,
sólo cuestión de tiempo. S~ trata de una estrategia clara y metódica (puesta de manifiesto por 1991). De llllevo la geopoética (cifrada en el valor simbólico de la elevación en que se
Hook, 1973, y Pardo, 197~: 62-63), que culmina con la toma de Valencia, lo que logra el efec- asienta el héroe) se alía inextricablemente con la geopolítica.
to estético de hacer seguir~ las victorias menores el triunfo principal (Deyermond, 1987: 22). Finalmente, frente al yermo, en oposición polar, está el poblado, cuya manifestación
En un plano intermedio entre la consideración «territorial» y «paisajística» del espa- más compleja es la urbs 'la ciudad'. El marco urbano es el típico de las tramas que tie-
cio, se sitúan los itinerarios, cuyo papel poético depende de tres factores: por un lado, el nen que ver con las presiones sociales, con la hipocresía y con las conveniencias, como
de dotar de credibilidad a la acción mediante una geografía posible (pero no necesaria, revelan, en el Cantar, las escenas iniciales que tienen lugar en Burgos, pero la urbe
en términos históricos); por otro, el de transmitir el ritmo del viaje (rápido en una suce- puede ser también el ámbito en el que operan adecuadamente las instituciones de una
sión i~parable, lento en una enumeración distanciada); en fin, el de aprovechar el valor sociedad armónica o, al menos, capaz de recuperar su equilibrio interno. Lo segundo
evocador de la toponimia en sí. A este respecto, cabe hablar de una «poética del nom- sucede en el lugar de la corte, presidio por el rey como administrador máximo de la jus-
bre», manifestada en la enumeración de determinados topónimos, la cual, como ya seña- ticia, según ocurre en T9ledo, donde se le hace justicia al Cid, mientras que lo primero
ló Russell (1978: 159-205), transmite una lectura estética, basada en la carga de conno- se refleja en el dominio de una sociedad de frontera idealizada, según ocurre en «Valen-
taciones que los nombres propios contenidos en tales relaciones podían producirle al cia la casa».
auditorio, como en el siguiente pasaje, que evoca precisamente el tránsito de la frontera:
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sucede, por ejemplo, cuando en la !liada todos los caudillos griegos, cada uno soberano Pesa a los de. Valencia, sabet, non les plaze;
de su propio territorio, olvidando momentáneamente sus rencillas internas, se unen para . prisieron so consejo que·!' viniessen cercar.
ALBERTO atacar Troya en venganza por el rapto de Helena. En la Edad Media, ese enemigo externo Trasnocharon de noch, al alva de la man
MONTANER/ es por antonomasia el infiel, el pagano, que se identifica fundamentalmente con el ene- acerca de Murviedro tornan tiendas a fincar.
UN CANTO migo musulmán, aunque en el oriente europeo puedan 'ser las tribus no cristianizadas Violo mio Cid, tomós' a maravillar:
DE FRONTERA... procedentes de las estepas asiáticas (como los polovtsianos o los tártaros, en el caso de la -¡Grado a ti, Padre spirital!
poesía épica rusa). Cuando el enfrentamien;:o con el enemigo externo se hace en térmi- En sus tierras somos e fémosles todo mal,
nos de guerra santa, para derrotar al enemigo de la fe y exterminarlo o, en el mejor de los bevemos so vino e comemos el so pan;
casos, obligarlo a elegir entre la conversión o la muerte, nos encontramos con la «épica si nos cercar vienen, con derecho lo fazen.
de cruzada» (o «de yihad», desde el lado islámico), como la ,Chanson de Roland. Sin A menos de lid aquesto no·s' partirá (vv. 1098-1106).
embargo, este enfrentamiento no es siempre radical y a veces se plantea en términos de
una lucha más circunstancial, que admite cierto grado de compl-ensión y aun de admira- En consonancia con esta actitud, mientras que Carlomagno le dice al emir Baligant
ción por el enemigo. Es lo que ocurre en la «épica de frontera», propia de los territorios que «No debo dar paz ni amor a un pagano» (Roland, v. 3596), el Campeador cuenta con
limítrofes entre la Cristiandad y el Islam en ambos extremos del Mediterráneo: las pen[n• un aliado musulmán, Av:engalvón, sefior de Molina, con quien mantiene las más cordiales
sulas Ibérica y Anatólica. Precisamente a este grupo pertenece el principal poema épico relaciones, aunque siempre bajo el signo del leal servicio y del sometimiento del musul-
bizantino, el Diyenls Akritis, que ofrece una perfecta caracterización de este tipo de épica, mán al cristiano:
como expone más detenidamente Eusebi Ayensa en su contribución a este mismo núme-
ro de fNSULA. Por Santa María vós vayades passat~
En este contexto, el enfrentamienEo con «el otro» se concibe ante todo como una vayades a Malina, que yaze más adelant,
actividad económica. En efecto, la de la frontera es una «sociedad organizada para la gue- tiénela Avengalvón, mio amigo es de paz,
rra» (según la consagrada expresión de Lourie, 1966, y Powers, 1988; para lo que sigue, con otros ciento cavalleros bien vos consigrá (vv. 1462-65).
téngase en cu~nta además García Fitz, en prensa): Dicha sociedad, ante la realidad de un
límite territo~ial moldeable y móvil, adopta una constitución «violenta», es decir, articu- Don llegan los otros, a Minaya se van ha millar;
lada sobre los valores morales del guerrero, bien armada y orientada a la actividad bélica, cuando llegó Avengalvón, dont a ojo lo ha,
hasta tal punto que apenas ha:y diferencia entre la vida civil y la militar. La recurrencia de sonrisándose de la boca ívalo a abra~ar,
la guerra en este territorio es una cuenta de partida doble: por una parte arruina y por en el ombro lo saluda, ca tal es su usaje:
otra enriquece, de modo complementario y alternativo, pu_es el que hoy arrebata, mafia- -¡Tan buen día convusco, Minaxa Álbar Fáfiez! .
na puede ser a su vez saqueado. Esta concepción está bien presente en los pasajes del Traedes estas duefias por o valdre+os más,
Cantar que aluden a la guerra como fuente de ingresos cotidianl como forma de ganarse mugier del Cid lidiador e s~s fijas ¡naturales;
el pan: , 1 · ondrarvos hemos todos, ca t'al es la su auze,
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Venido m' es delicia de tierras d' allent mar, de Avengalvón en el Cantar, por más que el respeto mutuo nunca ahogue la diferencia:
entraré en las armas, non lo podré dexar; «Estamos hablando, recordemos, de dos sociedades en pugna, aunque comercian entre sí
mis fijas e mi mugier verme an lidiar, más tiempo del que guerrean, pero que se dotan qe una base literaria y folklórica de rela-
en estas tierras agenas verán las moradas cómmo se fazen, tos apologéticos, para mantener intacta la creencia en su propia superioridad, e intercam-
afarto verán por los ojos cómmo se gana el pan.- (vv. 1633-43). biar fácilmente mercancías, pero no tan fácilmente ideas que puedan minar sus identida-
des» (Corriente, 2002: 189-90).
Esta transferencia de riqueza se traduce en cierta movilidad social, debido a que el
esfuerzo y valía personales, que aquí equivalen a esfuerzo y valía guerreros, tienen un
peso determinante en la consideración del individuo, pero también en sus ingresos Poética de la frontera
económicos, todo lo cual repercute en su posición social. Lo expresa bien el verso
1213: «Los que fueron de pie cavalleros se fazen». Esto significa que en la Valencia del La conjunción de espacio con valor geopoético y geopolítico, por una parte, y de
Cid, los enriquecidos peones pueden adquirir el equipo de caballero, de modo que, sin ámbito de una mentalidad específica, por otra, hacen que del ethos fronterizo surja un
ser nobles de linaje, disfrutaban de exención de impuestos, mayor proporción del . modo especial de enfrentarse a la creación literaria. La frontera posee, en definitiva, su
botín y privilegios de naturaleza penal, procesal y civil, ad forum militis: «Todo hombre propia poética (Montaner, 2004). A fin de cuentas, la pasión por el límite -una variante,
que tenga un caballo de silla por valor de doscientos sueldos, así como escudo, lanza y en último término, de la irresistible atracción del abismo- ha dado pie, tanto en formu-
casco metálico, no pague ningún tributo, más que el fonsado y el apellido, mientras lación directa como figurada, unas veces para mantenerse al borde y otras para transgre-
mantenga el caballo anualmente. En caso contrario, no le valga y tribute» (traduzco dido, a innumerables argumentos literarios. Dent:ro de ellos, ocupan un papel importante
el Fuero de Teruel § 1O1 11; el Fuero de Cuenca contiene una disposición semejante en el los que identifican límite y linde. ¿Cuántos cuentos folclóricos no empiezan con la prohi-
lib. I, § 6). bición, pronto transgredida, de cruzar el lindero del bosque? En paralelo a esa simbólica
Así pues, dado que la lucha se plantea ante todo como una cuestión de supervivencia división entre cultura y naturaleza, entre territorio domefiado e indómito, la frontera
y no como un combate a todo trance, revestido de tintes más o menos místicos, el Can- entre los espacios habitados por diversos pueblos es terreno 'abonado para la imaginación,
tar desconoce radical «pa"iens unt tort», es decir, «los paganos están en el error», del en especial cuando esa línea separa dos civilizaciones distintas, dos modos de organizar la
Roland y hasta a los moros atacados se les reconoce paladinamente el derecho a defender- sociedad, dos mundos de creencias; cuando los que se encuentran allende la frontera no
se, como sefiala el propio Cid cuandolos musulmanes valencianos vienen a sitiado en son sólo súbditos de una nación diferente, sino los otros, encarnación, en definitiva, de lo
Murviedro: Otro, tan temible siempre como atrayente. No es casual, pues, que uno de los pocos
ÍNSULA 731
NOVIEMBRE 2007
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JO S É MANUEL pE d RO S A 1
Ni el Cantar de mio Cid ni ninguna otra obra del ciclo histórico-literario primitivo ~edie - Dos héroes que, según diversas tradiciones periféricas, fue~·on criados por sus
val del Cid bebieron directamente -creo yo- de la Eneida de Virgilio. Es decir, qtle fue- padres de un modo relativamente apartado de la atención pública, para evitar conflictos y
ran quienes fueran los -muchos y anónimos sujetos- que elaboraron de manera :oral y problemas derivados de lo anómalo de su nacimiento;
que pusieron luego -al final de un largo proceso- por escrito los más viejos relatos - _Dos héroes que, una vez que irrumpen de manera definitiva ~:n la escena pública,
cidianos que se conocen -el Cantar de mio Cid, las Mocedades de Rodrigo, las versiones compensan el prestigio negativo derivado de sus oscuros orígenes in ediatos y conquis-
cronísticas en latín o en castellano-, no partieron de la lectura directa ni del seguimiento tan, gracias a sus méritos personales, un gran prestigio militar y huma o, que les hace des-
servil de la gran epopeya romana. tacar entre los demás nobles y les convierte en paladines carismáticos 1calor de conflictos
Sin embargo, no es nada difícil apreciar que la epopeya latina de Virgilio y la anónima de gran violencia. Una vez desaparecido Héctor, Eneas queda como c4udillo incontestable
epopeya de la Castilla medieval comparten ideas, tópicos, estructuras narrativas -que van del ejército troyano. En las guerras civiles y étnicas de la península Ibérica, Rodrigo desta-
desde los esquemas argumentales generales hasta el diseño de determinados episodios y micro- ca también, en cuanto desaparece el rey Sancho II, como cabeza carismática de la nobleza
motivos, pasando por el p~rfil de ciertos personajes y por los modos de presentar y de dosificar militar castellana; 1
el espacio y el tiempo- llamativamente parecidos. Aunque haya que atribuir, en principio, - Dos héroes que, en esa fase feliz y positiva de rutilante progrfsión épica, se espo-
tales coincidencias a que +en mi opinión- ambas narraciones beben de un viejísimo, tradi- san (Eneas con Creúsa, Rodrigo con Jimena) y tienen descendencia (..(\.scanio en el primer
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cional, pluricultural manahtial de ideas y de representaciones comunes y patrimoniales de lo caso; doña Sol y doña Elvira en el segundo).
heroico, más que a que la tina inspirara directamente, como modelo inmediato, a la otra. - Dos héroes que se casan por amor, pero cuyos matrimonios les resultan, sin duda,
Dicho de otro modo: ~1 Cantar de mio Cid no es, en absoluto, hijo genético de la Eneida, beneficiosos, pues contribuyen a su promoción sociopolítica y a su ingreso en los círculos
más elevados de la nobleza. Cuando Eneas se casa con Creúsa, se copvierte en yerno del
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aunque sí es, en cierto mo do, un primo lejano y bastante más joven, desgajado un milenio y
pico después del mismo gran tronco de la literatura épica universal. No es, en cualquier caso, rey Príamo (y cuando, más adelante, esposa a Lavinia, pasa a ser yerno del rey Latino).
un primo cualquiera, sino un primo que -creemos-, por caprichosa aleación de una suges- Cuando Rodrigo se casa con Jimena, emparenta con una familia nobiliaria de más poder e
tiva combinatoria de genes, nació con rasgos y con facciones sorprendentemente similares influencia (que no alcurnia) que la suya.
-más que los de la gran mayoría de las demás epopeyas- a los de su lejano pariente. - Dos héroes que, en un momento de madurez de su biografía épica -tras acceder
a la gloria militar, al matrimonio y a la generación de descendencia-, es decir, cuando
culmina o se cierra la ascensión de la mayoría de los héroes, son expulsados, de modo vio-
De la macroestructura al micro motivo lento, imprevisto, rápido y traumático, de su solar patrio; lo que les sume en un estado de
dolor y de depresión, con efusión de ayes y de lágrimas, que es intensamente subrayado
Las coincidencias entre la Eneida y el Cantar de mio Cid comienzan en la propia estructu- dentro de sus respectivas epopeyas. Eneas y Rodrigo son héroes que en su niñez hubieron
ra narrativa general de ambas epopeyas. Una estructura que podríamos denominar ascen- (por culpa de sus orígenes) de ser criados en un nada prestigioso segundo o tercer plano,
dente, porque ambas se inician en una situación que podríamos asociar al concepto de que en su juventud (por gracia de sus méritos) pasaron a la primera fila de la fama, del
carencia que consagró Vladimir Propp en su Morfología del cuento (1928), o etiquetar, honor, del prestigio, de las riquezas, y que, en plena madurez, se convirtieron, de la noche
adoptando de un modo algo libre la terminología del antropólogo norteamericano George a la mañana y del modo más dramático, en héroes despojados, tristes\ desarraigados, a los
M. Foster (a partir sobre todo de 1965), como una situación de bienes limitados. Las dos que la contemplación de las ruinas de la casa solariega que han de abandonar precipitada-
epopeyas culminan, en cualquier caso, en la satisfacción plena de la carencia inicial o, si se m~nte sume en la desesperación.
prefiere, en un estado de bienes no limitados. Recuérdense los lamentos de Eneas ante la ruina en que, en un último y dramático
Eneas y Rodrigo son, en efecto, fogonazo, ve convertida su casa:
- Dos héroes pertenecientes a linajes nobiliarios incontestables, pero relegados a una
categoría de segundones y de no soberanos en relación con las dinastías reinantes en su Voy primero al portón que en la muralla
tiempo; nos dio salida. Al desandar mis pasos,
- Dos héroes, además, de orígenes anómalos, hijos, de algún modo, de la desigual- la. vista aguzo por hallar, si puedo,
dad, e incluso, según algunas tradiciones, de la bastardía: Eneas, nacido de la unión las huellas que dejamos en la noche.