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INVESTIGACIÓN
Alejandro E. Parada*
Resumen
Abstract
This paper studies the libraries development at present Argentine territory with an
historical and librarianship perspective. First, it provides the theoretical framework
of the search within the History of the Culture, and the Reading. Later, the different
libraries that emerged in Argentina from the Colonial period to the present time are
identified, and their characteristics and context are presented. Finally, the new
bibliographical tendencies on the History of the Libraries are indicated.
Los conceptos divulgados por Roger Chartier (1999), concernientes a las "prácticas
y representaciones culturales" de los lectores en el momento de apoderarse de la
imposición tipográfica, han sido determinantes para la reconfiguración de la Historia
del Libro y de las Bibliotecas. A esto debe agregarse la intensa búsqueda que
planteó Robert Darnton (1993), al enfocar sus trabajos, en el área de la Historia
Cultural francesa durante el Antiguo Régimen, en torno a la necesidad de conocer
"las respuestas de los lectores" ante el fenómeno de leer. Numerosos
investigadores acompañaron a estos autores, tales como Guglielmo Cavallo en
colaboración con Chartier (1998), Armando Petrucci (1999), Peter Burke (1993),
Carlo Ginzburg (1999) y Michel de Certeau (2000), entre otros. La Bibliografía no
permaneció ajena a estos novedosos procesos de apropiación de la cultura impresa.
En este caso, un bibliógrafo merece una cita especial: nos referimos a D. H.
McKenzie (2005). Este notable académico desde "la sociología de los textos" y la
Bibliografía analítica, demostró que las formas editoriales construyen a quienes leen
tanto como los autores.
De este modo, antes de desarrollar el mundo de las bibliotecas en la Argentina, se
vuelve determinante conceptualizar su evolución en dicho marco teórico. La Historia
de las Bibliotecas, en la esfera de nuestra contemporaneidad, debe analizarse en
conjunto con la Historia de la Edición general de un país o región y, en particular,
en su íntima imbricación con la Historia de la Lectura. Inmersa en un proceso de
larga duración donde se manifiestan las profundas particularidades de los procesos
de urbanización de las materialidades y los registros culturales, el relato "en
construcción" de la biósfera bibliotecaria en su vasta dimensión temporal,
constituye la manifestación instrumental de una nueva ciudadanía con plenos
derechos democráticos para el uso de los libros. En este campo, pues, la Historia de
las Bibliotecas traza un profundo surco al saldar la deuda socialmente contraída con
el acceso público de sectores postergados a las dimensiones de la lectura y la
escritura. Escribir y leer fueron gestos plenos de sectores privilegiados y, en
consecuencia, el resultado de estas prácticas, es decir, el depositar, preservar y
difundir los impresos en lugares denominados "bibliotecas", resultaron hechos
gestados por el poder político. Los procesos de secularización masiva de la cultura
impresa debilitaron la preponderancia de estos segmentos que detentaban la
exclusividad del universo escrito: la Iglesia, las elites de dominio y decisión, el
Estado normalizador (Cicerchia, 1998). La Historia de las Bibliotecas se afinca, sin
duda, en poner en escena la imperiosa necesidad de dirimir su discurso dentro de
los procesos que implican la construcción de una ciudadanía más amplia. Las
bibliotecas, pautadas por sus propias características (tipologías de uso, aspectos
regionales, etc.), tienden a ser una morada de encuentro entre lo individual, la
privacidad, lo público y su publicidad, y el reconocimiento de la diversidad y la
alteridad. Este largo proceso que parte desde la propiedad de los libros por unos
pocos hasta el compartir su materialidad comunitaria, constituye el enfoque
medular de la Historia de las Bibliotecas.
Los primeros libros impresos en Europa que conocieron estas orillas fueron traídos
por el adelantado Pedro de Mendoza durante la conquista del Río de la Plata
(Furlong, 1944: 23). El papel relevante en la gestación de las primeras bibliotecas,
al igual que en toda la América española, estaba reservado al poder evangelizador
de la Iglesia Católica y a su brazo ejecutor: las diversas órdenes religiosas. En
primer término, pues, se ubican las colecciones más destacadas del período
colonial: "las bibliotecas de instituciones o corporaciones religiosas". Muchas de sus
"librerías" (conventos, colegios, monasterios, misiones) fueron de gran importancia
en la historia de nuestra cultura bibliotecaria. A modo ilustrativo citaremos las
bibliotecas de los jesuitas, dominicos, mercedarios, agustinos y franciscanos, cuyas
colecciones, esparcidas en el espacio colonial (Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe,
Mendoza, Tucumán, Salta, Santiago del Estero), llegaron a sumar una cantidad de
libros nada desdeñable (Sarmiento, 1930; Furlong, 1944 y 1969; Draghi Lucero,
1949; Lértora Mendoza, 1991; Rípodas Ardanaz, 1999yMaeder, 2001).
Para tener un panorama de este tipo de bibliotecas, es suficiente con señalar los
propietarios que tuvieron los mayores acervos bibliográficos durante el interregno
hispánico. Ellos son, en líneas generales, los siguientes: Manuel de Azamor y
Ramírez (1.069 obras), Juan Baltasar Maziel (423), Facundo de Prieto y Pulido
(336), Francisco Pombo de Otero (200), Claudio Rospigliosi (166), Manuel Gallego
(159), José Cabeza Enríquez (131), Juan Manuel de Labardén (126), Mariano
Izquierdo (110), entre otros (Rípodas Ardanaz, 1982: 89-92).
Antes de finalizar esta primera etapa que se extiende, tal como se ha propuesto,
desde los inicios coloniales hasta 1852 con la caída del gobierno de Juan Manuel de
Rosas, es oportuno mencionar dos acontecimientos relacionados con el universo de
las bibliotecas. En primer término, la apertura de la Librería Argentina (1833-1838)
del educador, bibliotecario y librero Marcos Sastre, quien en 1835 inauguró el
Gabinete de Lectura de mayor influencia intelectual de esa época, pues dicho
gabinete constituyó la base bibliográfica del famoso Salón Literario de 1837,
también gestado por iniciativa de Sastre y del cual surgiría la primera generación
romántica de escritores argentinos (Parada, 2008). Y en segunda instancia, la labor
llevada a cabo por la figura del napolitano Pedro de Angelis en los años del
gobierno de Rosas (Sabor, 1995). De Angelis logró reunir una de las bibliotecas
particulares más importantes de primera mitad del siglo XIX (actualmente en el
Brasil) y, además, a él se debe la inauguración de los estudios bibliográficos en la
Argentina con la edición cumbre de ese período: la Colección de obras y
documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la
Plata (1836-37). Debido a conflictos internos (enfrentamientos entre unitarios y
federales) y externos (intervenciones de potencias europeas), el mundo del libro y
de las bibliotecas sufrieron un retroceso significativo al promediar el siglo XIX. Las
librerías y las imprentas mermaron, y el periodismo se encontró reducido a escasas
expresiones debido a esta situación. Las luchas internas fueron pocos propicias para
el desarrollo bibliotecario.
3. El período 1852-1916
En la década de 1870 se concretó uno de los períodos más importantes del impulso
bibliotecario de ese entonces, tanto en sus ideas de concienciación pública de la
necesidad de estas instituciones como en la concreción de diversos
emprendimientos. El ambiente epocal fue propicio en todo tipo de realizaciones en
torno al universo del libro. Las librerías, las nuevas imprentas, las apariciones de
las publicaciones periódicas especializadas, las tertulias político literarias y las casas
editoriales alentaron el incremento de la circulación de obras de distinta temática y,
lentamente, fueron llegando a las demandas de diferentes lectores. Entre otros, es
posible citar a algunas personalidades que formaron parte de este circuito de la
cultura impresa: el librero, editor e imprentero Carlos Casavalle, con su famosa
Imprenta y Librería de Mayo (1862); la figura del español Benito Hortelano, quien
había fundado el Casino Bibliográfico (1855); la labor de Luis Jacobsen, animador
de la Librería Europea (1869); y las actividades desempeñadas por editores como
Pablo Emilio Coni, Guillermo Kraft, Jacobo Peuser, Félix Lajouane, Ángel de Estrada,
etcétera. A lo que debe unirse, tal como se detalla en el período de concienciación
bibliotecaria, la aparición de un conjunto de destacados bibliófilos y bibliógrafos
representados por Mitre, Gutiérrez, Antonio Zinny, Andrés Lamas, entre otros.
Resulta, bajo todo punto de vista, imposible reseñar la riqueza de estas bibliotecas,
muchas de ellas vinculadas a las diversas comunidades de inmigrantes: españolas,
italianas, sirias, judías, alemanas, rusas, etcétera. Empero, dos nuevos tipos de
estas agencias tuvieron una participación determinante en la configuración de los
lectores en los espacios gregarios de las salas de lectura y en el mapa de prácticas
en el momento de leer y escribir en la Argentina de entonces: las bibliotecas
obreras (a instancias de socialistas, anarquistas y por impulso de los círculos
católicos) y las bibliotecas de las asociaciones y clubes, estas últimas, configurando
una compleja urdimbre, aunque asistemática, en todo el país. Sin embargo, la
proliferación (y su permanencia en el tiempo) de las bibliotecas dependería, tal
como aconteció, de tres factores determinantes: su íntima articulación con la
educación pública, obligatoria y laica; el marcado e irreversible proceso de
urbanización; y la paulatina concienciación de que estas agencias sociales requerían
de una organización profesional. En consecuencia, la continuación o la carencia de
instrumentalización de estos tres aspectos -imprescindibles y solidarios entre sí-
fueron, en líneas generales, los que determinaron el desarrollo de las bibliotecas
durante el período que abarca desde 1916 hasta el presente.
A partir del siglo XXI las bibliotecas universitarias y las especializadas en distintas
áreas temáticas, han llevado a cabo diversos procesos de reconversión electrónica y
virtual debido al impacto de las nuevas tecnologías de la información (TIC). Se ha
instrumentado una gran variedad de redes con afinidades temáticas y se creó una
importante "Red de redes de Información" (RECIARIA) integrada por 31 redes de
alcance nacional, 4 redes de alcance internacional que consolidan un universo de
más de 2.000 bibliotecas. RECIARA, además, cumple un rol fundamental en el
acceso a la información estratégica en la Argentina, pues opera bajo el lema y
objetivo de la "cooperación y compromiso para un Sistema Nacional de
Información". Asimismo, han surgido distintas entidades nacionales que coordinan
la gestión de la información, tal como, por citar un ejemplo, la Biblioteca Electrónica
de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación
Productiva, que permite el acceso, desde las instituciones habilitadas, a textos
completos de más de 11.000 títulos de revistas.
Luego de los años que median entre 1830 y 1869, donde los emprendimientos
bibliotecarios declinaron a consecuencia de las guerras civiles, las iniciativas
llevadas a cabo por Domingo Faustino Sarmiento a partir de 1870 gestaron una
nueva realidad: el "período de concienciación bibliotecaria". Sarmiento centró sus
actividades en tres dimensiones que resultarían relevantes durante los últimos
decenios del siglo XIX y parte del XX: la necesidad de organizar la escolaridad, el
paulatino proceso de alfabetización, y el concepto de la biblioteca como instrumento
educativo de los ciudadanos. Tal como ya hemos comentado, su principal iniciativa
en pro de la lectura pública y domiciliaria, fue la creación, a partir del compromiso
ciudadano en conjunción con el Estado, de una gran cantidad de bibliotecas
populares a lo largo y ancho de nuestra geografía (1870). Es importante señalar
que este momento de concienciación bibliotecaria también se fortaleció con el auge
de la denominada "edad de oro de la Bibliografía argentina", con bibliógrafos tan
destacados como Antonio Zinny, Bartolomé Mitre, Alberto y Enrique Navarro Viola,
y el ya citado Gutiérrez (Sabor, 1978: 194-210).
Los años que abarcan entre 1960 y 2010 estuvieron signados por importantes
progresos y por grandes cambios de la Bibliotecología en el ámbito internacional y
nacional (Suárez, 1990). Algunos de los acontecimientos más importantes, sólo a
modo de ejemplo ilustrativo, fueron los siguientes: la aparición y el desarrollo de la
Documentación, tanto en su enseñanza como en la difusión de sus técnicas; la
creación, en 1964, del actual Centro Argentino de Información Científica y
Tecnológica (CAICYT); la aparición de numerosas redes y sistemas de información
agrupadas por áreas específicas; la renovación constante de los planes de
enseñanza de la Bibliotecología; el rápido incremento de los procesos de
reconversión informática de las bibliotecas ante el advenimiento de las nuevas
tecnologías de información y comunicación; y la implementación en la actualidad de
los catálogos en línea y de los repositorios institucionales. Durante la década del
noventa se hicieron denodados esfuerzos para impulsar un Sistema Federal de
Bibliotecas e Información y para instrumentar un estatuto del Profesional en
Bibliotecología y Documentación, instancias que aún no se han concretado.
La tercera etapa, sin duda la más larga, se extiende desde 1910 hasta mediados de
la década del noventa del siglo pasado. En ese interregno se editó una gran masa
de trabajos de características fácticas y descriptivas. Algunas de las contribuciones
más importantes de este período fueron las siguientes: Nuestras bibliotecas desde
1810 (1910), de Amador L. Lucero; Historia del libro y de las bibliotecas
argentinas (1930), de Nicanor Sarmiento; La imprenta argentina: sus orígenes y
desarrollo (1929), de Félix de Ugarteche; Libros de derecho en bibliotecas
particulares cordobesas: 1573-1810 (1945), de Carlos A. Luque
Colombres; Bibliotecas privadas de Salta en la época colonial (1946), de Atilio
Cornejo; La biblioteca de los jesuitas de Mendoza durante la época colonial (1949),
de Juan Draghi Lucero; Historia y bibliografía de las primeras imprentas
rioplatenses (1953), de Guillermo Furlong; Bibliotecas jurídicas en el Buenos Aires
del siglo XVII (1955), de Vicente Osvaldo Cutolo; Las bibliotecas en Catamarca en
los siglos XVII, XVIIIy XIX (1955), de Ramón Rosa Olmos; Bibliotecas cuyanas del
siglo XVIII (1961), de Jorge Comadrán Ruiz; Bibliotecas en el Buenos Aires
antiguo (1965), de José Torre Revello; Historia social y cultural del Río de la Plata:
1536-1810 (1969), de Guillermo Furlong, etcétera. Sin embargo, el libro más
importante de esta etapa fue Contribución al estudio histórico del desarrollo de los
servicios bibliotecarios de la Argentina en el siglo XIX (1974-75) de María Ángeles
Sabor Riera, obra que, a pesar de los años transcurridos, posee la cualidad de
sintetizar el estado de las bibliotecas argentinas desde la época hispánica hasta
1910.
Notas
Bibliografía
Comadrán Ruiz, J. 1961 Bibliotecas cuy anas del siglo XVIII. Mendoza: Universidad
Nacional de Cuyo, Biblioteca Central. [ Links ]
Hunt, L. A. (Ed.). 1989 The New Cultural History. Berkeley, Cal.: University of
California Press. [ Links ]
Parada, A. E. 2007 Cuando los lectores nos susurran: libros, lecturas, bibliotecas,
sociedad y prácticas editoriales en la Argentina. Buenos Aires: Instituto de
Investigaciones Bibliotecológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de
Buenos Aires. [ Links ]
Rosa Olmos, R. 1955 Las bibliotecas catamarqueñas en los siglos XVII, XVIII y
XIX. Árbol, 1,11-22. [ Links ]
Sabor, J. E. 1968 Métodos de enseñanza de la Bibliote-cología. París:
UNESCO. [ Links ]
Sarmiento, N. 1930 Historia del libro y de las bibliotecas argentinas. Buenos Aires:
Impr. L. Veggia. [ Links ]
Szir, S. M. 2007 Infancia y cultural visual: los periódicos ilustrados para niños
(1880-1910). Buenos Aires: Miño y Dávila. [ Links ]
Torre Revello, J. 1965 Bibliotecas en el Buenos Aires antiguo desde 1729 hasta la
inauguración de la Biblioteca Pública en 1812. Revista de Historia de América, 59,
1-148. [ Links ]
biblioteca@vicepresidencia.gob.bo
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