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Esther González Martín

RRII 3.1
DECONSTRUCTIN OUR DARK AGE FUTURE
MICHAEL PHILLIPS

En contra de la pléyade de teorías apocalípticas que, dando más importancia a las


amenazas, sobre todo de actores no estatales, que a las oportunidades globales,
afirman el fin de sistema westfaliano de estados, el artículo sugiere que lo que está
en declive es el papel de Estados Unidos como hegemón internacional, su habilidad
para dominar. No es el orden westfaliano lo que se está desmoronando sino la
forma en que lo pensamos. Pero, ¿en qué yerran estas explicaciones ominosas?

Por un lado el ideal del sistema de Westfalia ha sido más bien una convención, una
simplicidad teórica más que una realidad empírica. El énfasis del mismo deviene
de su papel de principio rector de la cosmovisión americana durante el periodo de
Paz Americana. En sus albores, la disciplina de Relaciones Internacionales tuvo un
fuerte desarrollo en EEUU. En estas escuelas el principio de racionalidad y el
sistema westfaliano de estados fueron las piedras angulares para explicar la
política internacional. Según ellos los tratados de 1648 suponen el origen de la
soberanía nacional y la autodeterminación, obviando por un lado que estos actores
con sus relaciones ya existían y asumiendo, por otro lado, que esta gama de
estados son igualmente soberanos lo cual es incierto (la soberanía puede definirse
de varias maneras). En contra del ideal westfaliano ni los estados tienen siempre
una soberanía ilimitada ni son todos iguales. Estas condiciones existen y existían
antes de 1648 con lo cual es más sensato hablar de desorden generalizado que de
orden westfaliano.

Por otro lado, si atendemos a los que se han descrito como principales amenazas
para la soberanía nacional, véase los actores no estatales (NSA por sus siglas en
inglés) tanto hostiles como no hostiles (según la clasificación de Phillips), no es del
todo cierto afirmar su desestatalización ni su desvinculación con intereses
estatales. La retórica que señala a estos actores como los jinetes del apocalipsis
que han llegado para quebrar la paz del sistema westfaliano están obviando su
historicidad (los actores no estatales anteceden incluso a los tratados de
Westfalia), asumiendo una falsa merma del poder estatal y olvidando las ventajas
que aportan para los estados la presencia y uso de estos actores.
En cuanto a los NSA no hostiles, tales como empresas multinacionales,
compañías militares u organizaciones no gubernamentales, cabe señalar su
potencial beneficioso para los estados (ayudan a conseguir objetivos estatales)
quienes en virtud de contratista no está perdiendo poder sino delegándolo.
Además en caso de competencia, el estado tiene mecanismos para preservar su
autoridad. Atendiendo a los NSA hostiles, se señala que en contra de su etiquetado
carácter desterritorializado, tienen una base estatal que les subvenciona. Estos
actores son una extensión de la política externa de un estado que pretende
aumentar la asimetría de poder en el contexto internacional.

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