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En La naturaleza y el pensamiento, Bateson insiste mucho sobre las

relaciones entre las cosas, sobre su estructuración formal jerarquizada, sobre


lo que él llama «la estructura que enlaza». Ya lo hemos dicho, Butler no podía
admitir la posición materialista a la que las teorías de la evolución parecían
conducir; para él, apasionado por la dialéctica, el espíritu era una entidad
importante y misteriosa. Es dificil no ver una premonición de la búsqueda de
Bateson en estas palabras de Butler: «¿Quién puede decir -preguntaba- que la
máquina de vapor no tiene una cierta forma de conciencia? ¿Dónde comienza la
conciencia y dónde acaba? ¿Quién puede trazar la frontera? ¿Quién puede trazar
alguna frontera, sea cual fuere? ¿No está cada cosa entremezclada con todas las
otras? Las máquinas, ¿no están relacionadas con la vida animal de una infinidad de
maneras diferentes?»'
También, como Butler, Gregory Bateson será muy reacio siempre a aplicar
prematuramente sus ideas, y mantendrá una desconfianza exacerbada con respecto
a los «objetivos conscientes» del hombre (responsables, según él, de la gran crisis
ecológicas de nuestra época)'. Para Butler, como para Bateson después, los
hombres de ciencia y los religiosos acaban por encontrarse: todos a fin de cuentas
intentan imponer sus puntos de vista a la sociedad.
4. Citado en Lipset (1980), p. 7.
5. Hay que señalar que, para Bateson, el término «ecología» se ha de entender en una acepción mucho más amplia de la que se le
atribuye habitualmente. Concierne no solamente a las relaciones del hombre con su entorno, sino también al fenómeno de
coevolución tanto fisica como mental (ecología del espíritu). Para mayor precisión, véase el capítulo 10, y sobre todo Bateson
(1979a).
6. En 1964, cuando Bateson se encuentra en un momento profesional dificil, Waddington, el gran biólogo inglés, amigo desde
hacía tiempo, le ofrece un puesto de profesor de «análisis de la ciencia aplicada en la sociedad industrial» en la Universidad de
Edimburgo; él responde: «Temo que mis opiniones sobre el papel de la ciencia en la vida humana sean tan anticuadas como las
adaptaciones del dinosaurio. No consigo encontrar una sola aplicación de las ciencias, desde la invención del queso, que no se
haya revelado como destructora, sea para la ecología humana o para la ecología más amplia en la que viven los hombres. No
creo que sea esto lo que la Facultad de Edimburgo desea que yo enseñe. Creo además que, aunque lo enseñara, habría muy
pocos estudiantes que desearan aprenderlo» (citado en Lipset [1980], p. 245).

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