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KIM DOTCOM: EL MEGA-HÉROE

Kim Dotcom parece cualquier cosa menos lo que es. Tiene aires de rapero, usurero y mafioso
presumido. A sus 42 años de edad es, al mismo tiempo, un empresario exitoso y la caricatura de
ese empresario. Un superhéroe con apariencia de villano. Un Joker de Internet.
Pero el mundo lo recordará siempre por ser el fundador de Megaupload, el gigantesco sitio web de
alojamiento virtual. Megaupload permitía a sus usuarios hospedar y descargar contenido en los
servidores mediante un sencillo proceso de registro libre de costo. A pesar de que la inscripción
era gratuita, los usuarios Premium pagaban una cuota fija para descargar sin límite de velocidad,
sin restricciones por el tamaño del contenido, y con muchos privilegios para consumir videos
streaming por períodos de tiempo indeterminados. Con este sencillo esquema de negocio, Dotcom
hizo una gran fortuna que acabó atrayendo la atención del FBI, quien lo obligó a cerrar la página
por supuestas violaciones al derecho de autor.
Kim pasó algunas temporadas en la cárcel y cuando salió, lo primero que hizo fue crear otro sitio
idéntico al primero, pero con un sistema de encriptación de archivos mejorado y un nombre
mucho más atractivo: Mega. Al parecer, la cárcel le permitió meditar y rectificar (algunos de) sus
errores.
Desde entonces ha estado involucrado en tantos juicios que hasta parece disfrutarlo. Mega, como
su creador, ha sufrido también muchos problemas legales. Ha funcionado intermitentemente y por
momentos ha tenido que cerrar. Dotcom, que parece no aprender la lección (o haberla aprendido
demasiado bien) anunció que en 2017 estará disponible una nueva versión del sitio. El próximo
objetivo de Kim es construir una red que sea la sucesora de Internet, para la cual ya escogió el
nombre. Sí, ese mismo: Meganet.

SAVATER
El mundo de Internet —es decir, ese mundo dentro del mundo que parece confirmar el dictamen
del poeta Eluard: “Hay otros mundos, pero están en éste”— se ha visto conmocionado por el
suicidio de Aaron Swartz. Tenía solamente veintiséis años, pero ya era muy conocido en las redes
por sus innovaciones en materia de programación, su destacada colaboración con la Open Library
y con Wikipedia así como su activismo contra SOPA, la ley norteamericana contra el fraude en
internet y en defensa de la propiedad intelectual. En 2011 fue acusado de haberse descargado del
JSTOR, una entidad sin ánimo de lucro ligada al MIT, casi cinco millones de artículos científicos,
reseñas y publicaciones protegidas por el copyright para compartirlos gratuitamente con otros
sitios de descargas. En el proceso que estaba abierto contra él podría haber llegado a ser
condenado a 35 años de prisión y más de un millón de dólares de multa, aunque la fiscal Carmen
Ortiz (que ya se ha convertido en la bruja mala de este cuento) ha apuntado después de su muerte
que el asunto podría haberse arreglado con seis meses de prisión menor, según un acuerdo
rechazado en principio por la defensa del joven.
En cualquier caso, la tensión del proceso y la amenaza penal parecen haber sido demasiado para
Swartz, que ya había tenido episodios depresivos durante años. Y sólo cabe lamentar que todo este
asunto tuviese un desenlace trágico evidentemente desproporcionado con la gravedad del daño
que este “hackerbueno” —como le denominan sus numerosos partidarios— hubiera podido
cometer. Aunque también es posible que el suicidio no se deba al proceso judicial sino a los
problemas psíquicos constantes de Aaron, como sostiene su amigo el periodista Cory Doctorow en
el homenaje póstumo que le dedicó. Sea lo que fuere, pues con ese tipo de muerte nunca se sabe
nada de cierto, Aaron Swartz se ha convertido ya en un mártir de cierta idea de libertad total en
internet para Anonymous y muchos ciberactivistas, que han aprovechado el drama para atacar al
Departamento de Justicia (especialmente a la fiscal Ortiz, por su intransigencia) y hacer un
llamamiento popular a la reforma de la legislación sobre delitos informáticos.
Pero la cruel fiscal Ortiz, sean cuales fueren sus excesos de celo, dijo algo perfectamente
razonable al sustentar su acusación: “Robar es robar, sea lo robado una cartera o un archivo
informático y tanto si se roba con una ganzúa como con un ordenador”. Impecable. Añado: y tanto
si se roba para repartirlo entre los pobres, a lo Robin Hood, como para lucrarse. Amigos y
familiares de Swartz aseguran que él repetía que lo único que quería era “cambiar el mundo”.
Admirable idealismo aunque en sí mismo encierra una amenaza, porque el mundo puede cambiar
para mejor o para peor: nadie menos de fiar que quien cree que todo cambio es bueno por ser
cambio, advirtió hace tiempo el filósofo Odo Marquard. Ahí tenemos por ejemplo a un hacker de
indudable peso, Kim Dotcom, cuyo idealismo presenta más dudas que el de Aaron Swartz. Sin
embargo, él también nos anuncia que su nuevo sistema de almacenamiento MEGA “cambiará el
mundo”. Significativa coincidencia del gángster y el desprendido profeta. Tal parece que ambos
creyeron que la transformación del mundo que viene se basa en que el robo deje de ser robo,
maldita sea la fiscal Ortiz: la diferencia es que para Aaron Swartz habría de convertirse en virtud y
para Kim Dotcom me temo que en vicio impune…
En esas estamos, entre Swartz y Dotcom, aunque ambos me parecen igual de equivocados. Los
dos tienen muchísimos seguidores en internet y puede que, a pesar de ser moralmente tan
diferentes, compartan la mayoría de ellos. Les llaman “genios”: yo sigo considerando que los
genios aportan contenidos y no sistemas para aprovecharse de lo imaginado por otros. Anticuado
que es uno. Por cierto, no entiendo por qué los mismos que se indignan de la corrupción de los
políticos son tan tolerantes con los corruptores de la red…

HAMMERSTAIN
Aaron Swartz ha sido reconocido hasta por muchos académicos prestigiosos como un brillante y
comprometido joven creador de métodos tecnológicos que facilitan el acceso a la información a
millones de personas a través de las estructuras técnicas y sociales que ayudaba establecer, como
son RSS, Reddit, Open Library, Creative Commons and Demand Progress. Es de gran bajeza
moral y política el querer ocultar esta central identidad de Awartz, tal y como hace Savater, la de
haber sido un gran activista creativo al servicio de la difusión social de la información y el
conocimiento. Cuanto menos, se trata de un ejercicio de mala fe o de simple ignorancia el
pretender psiquiatrizar su memoria y compararle con "gángsters" y "parásitos" que se aprovechan
del trabajo de los demás, y al tiempo mofarse del digno propósito de Swartz de querer "cambiar el
mundo" a través del mayor acceso social a la cultura y la ciencia.
El Sr. Savater se equivoca en la más rudimentaria lógica: absolutamente nada tiene que ver el
robar una cartera a punto de pistola con el abrir miles de artículos científicos al acceso abierto. No
se trata de nada parecido a robar en el sentido usual del término, dado que cuando productos como
son un tomate o una cartera se roban, simplemente desaparecen al cambiar de manos, y con ello se
pierden también sus posibles usos y utilidades para los propietarios originales. Pero,
contrariamente, no desaparecen los artículos científicos ni el conocimiento que hay en ellos con
el acceso abierto, no se pierden sus usos posibles cuando se difunden y socializan como quería
Swartz. Con el acceso abierto no se anula ni desprecia el valor de los artículos científicos en sí
mismos ni el de sus contenidos teóricos por el simple hecho de que sean muchas más las personas
que puedan leerlos. Quizás ocurre todo lo contrario de lo que afirma Savater: los beneficios y
funciones útiles se multiplican al difundirse ampliamente y al darse a conocer, puesto que con ello
se permite la emergencia de debates nuevos que hacen avanzar la creatividad, la innovación y la
productividad en el conocimiento científico.
Además al mostrar una gran insensibilidad y una radical falta de compromiso hacia el interés
colectivo y hacia el propio avance científico, Savater se destapa con un sorprendente
desconocimiento sobre algo crucial: que la gran mayoría de los artículos científicos "liberados"
por Swartz han sido total o parcialmente financiados con dineros públicos destinados a proyectos
de investigación científica. De hecho, Savater se coloca así en contra de la "primavera académica"
impulsada por miles de académicos que están exigiendo el "acceso abierto" a los millones
artículos científicos que permanecen rehenes de la explotación comercial y el afán de lucro de
empresas privadas (con el 40% de beneficio), como son unas pocas grandes editoriales, que actúan
bajo la cobertura de legislaciones abyectas que protegen la privatización y explotación mercantil
de lo que realmente es una ciencia y un conocimiento público generado a partir de las inversiones
económicas de instituciones públicas. Además, hay algo que Savater debería conocer sobre este
ilegítimo e injusto "copago" aplicado a la producción pública de conocimiento científico: cada vez
son más las bibliotecas universitarias que son incapaces o simplemente se niegan a desembolsar
millones de euros para poder estar suscritas y recibir unas revistas académicas (monopolizadas
mundialmente por 3 grandes editoriales) cuyos artículos exigen que se paguen varias veces puesto
que han sido previamente financiados por los contribuyentes. Son ya muchas las universidades
que apoyan la campaña a favor de los derechos al acceso abierto al conocimiento científico
publicado.

CARMEN ORTIZ
Lo último: la fiscal responsable de la investigación, Carmen Ortiz, a la que la familia de Swartz
acusó directamente de provocar el suicidio del joven de 26 años, ha hablado. Y, tras extender sus
condolencias a la familia, Ortiz quiere dejar tres cosas claras.
 que no había evidencia contra Swartz de que los actos que había cometido (la descarga
masiva de artículos y documentos de la red JSTOR) los había realizado con el objetivo de
lucrarse.
 que la conducta de Swartz - aunque fuera una violación de la ley - no estaría sujeta a
penas máximas. Ni la fiscal ni su oficina, dice, en ningún momento buscaron imputarle las
penas máximas que exige la ley. La pena que recomendaban era 6 meses de reclusión en
un entorno de baja seguridad.
 que su conducta, y la de su oficina, fue apropiada.
Contradice por tanto la acusación de la familia de Swartz. Mientras, la petición popular en la
página de la Casa Blanca para forzar su dimisión ya llega casi a las 40.000 firmas (con 25.000
firmas la Casa Blanca tiene que responder a la petición). Veremos cómo se resuelve el asunto.

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