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1. Primeros siglos.
- La imagen de los sinópticos, y Juan, como la de los Hechos y San Pablo son
testimonio histórico de cómo Cristo y los Apóstoles habían pensado la Iglesia.
- La asamblea de Jerusalén (Hch 15,1-21) indica una primera reflexión sobre la Iglesia,
su relación con el judaísmo y su misión universal.
- Aparecen varios aspectos de la Iglesia en las cartas de San Clemente, San Ignacio y
san Policarpo, el Pastor Ermas, la carta a Diogneto, los fragmentos de las Explicaciones
de los dichos del Señor de Papias. Aparece la constitución de la Iglesia (obispos,
presbíteros, diáconos, profetas, doctores, apóstoles) en la Didajé (s.II).
1 La líneas generales de esta presentación histórica, como también los comentarios escriturísticos están
sacadas de B. GHERARDINI, Chiesa, mistero e servizio, Roma 1999.
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Eclesiología - Finca (PM)
- La literatura apologética y anti-herética hace un análisis de la fe cristiana de frente
al judaísmo, al paganismo y al peligro de la herejía, por eso se tiene en vista la unidad de
la Iglesia, su tradición y su influjo, a un mismo tiempo constitutivo y normativo que tiene
la tradición para su vida y su doctrina. Se pone atención también en la comunión y en la
jerarquía: san Justino, Atenágoras (s.II), Carta a Diogneto (s.III).
San Irineo de Lyon (104-202) ‘el padre de la dogmática católica’ en sus escritos,
especialmente l.III de Adv Haer desarrolla un inicio de eclesiología en torno al principio de
la Tradición. Se asegura que la sucesión apostólica, testimoniada por la serie de obispos
que desde los apóstoles llega hasta el presente, es garantía de verdad. “La Iglesia más
grande y más antigua, conocida por todos y fundada por los Apóstoles Pedro y Pablo, la
Iglesia de Roma”, con la cual, “en razón de su más eficaz preeminencia, deberán
concordar todas las demás” (PG 7,849).
Tertuliano (160-222) es quizás el más original, de cultura excepcional, su sentido de
‘romanidad’ y su dominio de la lengua latina, junto con un genio combativo, se desvió
hacia una moral heroica montanista inficionando su eclesiología con aspectos heréticos
(De praesc. II, 21, 2; II, 32, 1; II, 36, 1; II, 37, 3). Sin embargo decía que la Iglesia poseía
las Escrituras y por ende la verdadera doctrina. Las escrituras testimonian la institución
por parte de Cristo sobre el fundamento de los Apóstoles, a los cuales, y en ellos a sus
sucesores, había sido confiado el mensaje evangélico. La cadena de sucesión es la
transmisión es la Tradición (paravdosi") por la que los obispos poseen las Escrituras y, en
consecuencia transmite la verdadera doctrina de Cristo, hasta el punto que la regla de fe
es esta misma continuidad doctrinal.
San Cipriano (quien habla de ‘Tertuliano, mi maestro’ 210-258) tenía muy presentes
los valores de la unidad y catolicidad de la Iglesia, la función de un obispo en la Iglesia
particular, la presencia de la Iglesia universal en el ‘corpus episcoporum’, y el primado
del Obispo de Roma, debido a la ‘cátedra de Pedro’, razón primera que hace de Roma la
‘Ecclesia principalis, unde unitas sacerdotalis exorta est’ (Ep 59,14; PL 3,818; Ep 33,1; PL
4,298).
Hipólito de Roma (mártir en 235) depende de San Irineo y de la Traditio, se destaca
por su celo vibrante y apasionado por la pureza inmaculada de la Iglesia y de su culto,
llegando a la intransigencia herética.
Novaciano (sacerdote romano, mártir en la persecución de Valeriano 257) su obra
más importante es el De Trinitate (c.29) trata los temas eclesiológicos hasta aquel
momento aún no desarrollados: la dependencia de la Iglesia del Espíritu Santo.
En Oriente aparecen: Orígenes (185-253) fundador de la escuela de Cesarea.
Sintetiza su reflexión eclesiológica con la noción de musthvrion y contempla en la Iglesia
la obra maestra del Creador y Redentor (kovsmo" de tou' kovsmou). Clemente compara
a la Iglesia: con una ciudad santa, que apoya sus fundamentos sobre la voluntad de Dios;
a la Esposa de cristo que juntamente es madre y asamblea de cristianos; al cuerpo
pneumático de Cristo. Eusebio de Cesarea (265-339) estudiosísimo de las sagradas
Escrituras y diligentísimo investigador, en su Historia eclesiástica da un cuadro,
principalmente apologético, de algunos aspectos de la cátedra de Pedro.
2 Cf. BOUYER, L’Eglise de Dieu, Corp du Christ et Temple de l’Esprit, París 1970, pp.40-44.
3 Cf. JALLAND, The Life and Times of saint Leo the Great, Londres-New Cork, 1941, pp.64-70, 293-295, 303-
305.
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cuerpo místico, usa el ‘nosotros’ y muestra las notas de universalidad y unidad (Etym
8,1,1; PL 82,293).
Dos ideas aparecen al fin de la reflexión patrística sobre la Iglesia:
a) la eclesiología petrina destacando su inalienable e inapelable derecho de la Sede
romana de presidir toda otra sede basados en la superioridad de Pedro sobre los otros
Apóstoles, de su presencia en Roma como obispo y la herencia romana de su ‘munus’, es
decir el derecho primacial de Roma.4
b) la visión de la Iglesia Madre, que permanecerá uno de los más frecuentes y
significativos títulos eclesiológicos, como totalidad de los creyentes y realidad salvífica
operante en la historia, Esposa de cristo, Madre de los creyentes, que engendra con su
actividad sacramental y nutre con la verdad de la Tradición (Irineo de Lyon). 5
9 Cf. CONGAR, L’Eglise chez saint Anselmo, Spicilegium Beccense, Le Bec-Hollouin-Paris 1959, pp.371-399.
10 Cf. H. DE LUBAC, L’Eucharistie et l’Eglise au Moyen Age, Paris 1949.
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Eclesiología - Finca (PM)
Santo Tomas (1225-1274) tiene una eclesiología completa y compleja, inspirada por
el ideal de una armónica articulación de coordinación y subordinación entre la Iglesia-
misterio, la Iglesia-ministerio y las relaciones entre la Iglesia y el estado.
Puntos de la reflexión escolástica sobre la Iglesia:
a) hasta Bonifacio VIII (1235) se continúa desarrollando la tesis de la plenitud de
potestad deducida de Mt 16,16-19 y sus consecuencias en el plano espiritual y temporal.
b) San Buenaventura (1221-1274) se encuentra entre los más grandes teóricos de la
monarquía papal y la conexión entre plenitud de poderes y la sede romana en base a tres
razones: la sede romana es única en tener la plenitud, y tenerla en cualquier lugar y no
sólo en Roma, y ser la fuente respecto a toda otra iglesia (In 4Sent d.19, a.3; De perf.
evang. Q.2, a.2, ad 19).
c) San Alberto (1193-1280) sin perder el aspecto de plenitud de poder, se enriquece
con la visión del cuerpo místico y la comunión de los santos, que alcanza su culmen en
Santo Tomás, quien aun cuando ni siquiera tenga una cuestión, tiene textos 11 que miran a
la función santificante y unificadora de la Iglesia mediante la fe y los sacramentos de la
fe. Su visión de la Iglesia es grandiosa, universal en el tiempo y en el espacio, en el cual
se congregan los justos de todos los tiempos, tanto de la Antigua como de la nueva Ley. 12
Original y fecunda su concepción de la causalidad instrumental de la humanidad de
Cristo Cabeza, unida a la eclesiología. 13 Para él la Iglesia es como una “Persona Mística”
desposada con Cristo.14
Juan de Torquemada (1388-1468) nace el tratado de Iglesia, y las discusiones sobre la
plenitudo potestatis de jurídicas se convierten en teológicas y en Juan encuentran un
coordinador perfecto. Escribe la Summa de Ecclesia (1453) en cuatro libros: La Iglesia en
sí, el primado de Roma, los Concilios, el cisma y la herejía.
11 Cf. In 4 Sent d.20, q.1, a.4, sol.1; De Ver 29,4; 4CG 78; STh 1, 117, 2, ad 1; 1-2,106,1 y 2; 107,1, ad 2 y 3;
111, 1 y 5, ad 1; 3, 8, 4; 63, 1, ad 1. In 1Cor 12, lc.3, In Heb 6,3, lc.1; In Symb 9.
12 STh 3,8,3; In Symb 9; In 3Sent d.19, a.1, sol.2; De ver 14, 12 y 29,7; STh 1-2, 106,1, ad 3; 2-2, 2,7; 98, ad
4; 3, 8, 3, ad 3; 68, 1.
13 De Ver 27 y 29. HAYEN, S. Tommaso e la vita della Chiesa, Milan 1966; B. GHERARDINI, Tematiche
ecclesiologico-tomistiche, en Doc Com 33 [1980] 195-209; SCHMITZ, De nexo Christum et Ecclesiam iuxta
Sanctus Thomas, en Doc Com 43 [1990] 277-287.
14 Es importante este tratado en nuestros tiempos, pues con el desarrollo homogéneo del dogma la Iglesia
ha ido explicitando cada vez más su doctrina. También la Ssma. Virgen fué considerada modelo de la Iglesia y
Sto.Tomás trata sobre Ella con ocasión del estudio de la Cristología.
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Eclesiología - Finca (PM)
los sacramentos, una Iglesia que es, ministerio pero en base a un sacerdocio universal
(donde se ataca el sacerdocio como status y se lucha contra el curialismo papal). 15
b) Trento contrapone una Iglesia en clave sacramental y ministerial, Iglesia que
administra la gracia y se organiza jerárquicamente en forma piramidal, con el papa en el
vértice.
Después del protestantismo la necesidad de un tratado dogmático sobre la Iglesia fue
tomando cada vez más fuerza, pues para los protestantes al estar caída la naturaleza
humana irremediablemente y salvarse los hombres por la sola fe en Cristo, no se admite
la mediación entre Cristo y el alma; al negar la gracia justificadora se niega el
fundamento de la Iglesia, que es la gracia para las almas.
Frente a esta concepción surgieron los tratados apologéticos (con la vía del Primado,
las notas de la verdadera Iglesia) apareciendo la Eclesiología como algo especial. Muchos
autores no se quedaron sólo en la apología sino que profundizaron el fundamento
teológico de la Iglesia, iniciando así el estudio dogmático de la misma.
De ahora en más el tratado entra dentro de las Sumas o Instituciones de teología:
Melchor Cano, De locis theologicis (espec. 4, 6, 5, Lovaina 1564); Bellarmino
(Disputationes de controversias christianae fidei 3 vol, Ingolstadt 1586-1593); Domingo
Bañez (1528-1604); Francisco Suarez (1548-1617) y Juan de Santo Tomás (1644).
J. Möhler (1796-1838) ‘la gloria más grande de la escuela de Tubinga’ auténtico genio
teológico, con erudición histórico-patrística poco común, supo unir un espíritu de fe y
visión orgánico-dinámica de la Iglesia. Entre sus producciones: Symbolik (Magunza 1832)
trata sobre la relación sacramental de la Iglesia con Cristo, del cual es ‘continuación
histórica’ [Fortsetzung], es al mismo tiempo divino-humana, y co-presencia del elemento
divino y humano, partícipe del teandrismo mismo de Cristo.
Otros que se pueden nombrar: Franzelin (1816-1886) el tratado sobre la tradición es lo
mejor de su producción, tiene también Theses de Ecclesia Christi (Roma 1887); M.
Sheeben (1835-1888) centró su enseñanza sobre la Iglesia en el binomio: Iglesia-misterio
sacramental.16 L. Billot con su De Ecclesia Christi (2 vol, Roma 1898) en conexión con su
tratado De Verbo incarnato, profundizó en la relación Iglesia- Cristo y fue varias veces
reeditado hasta época antes del Vat. II.
En el siglo pasado, con el Concilio Vaticano I, se intentó definir la naturaleza y
constitución de la Iglesia, llegándose a la elaboración de la Constitución Dogmática
“Pastor Aeternus”. Si bien con ello no se alcanzó un estudio global de la Iglesia (ya que el
Concilio fue suspendido por la guerra), sin embargo se llegó a definir la infalibilidad y la
potestad del Papa. Además, como resultado de este Concilio inconcluso, se fomentó la
profundización del estudio dogmático de la Iglesia, que desde entonces se constituyó en
capítulo especial de estudio.
También el Concilio Vaticano II se propuso el estudio dogmático de la Iglesia. Frutos
del mismo fueron la Constitución dogmática “Lumen Gentium” (documento fundamental
del Concilio), la Constitución pastoral “Gaudium et Spes” (sobre las relaciones de la
Iglesia con el Mundo), y todos los documentos conciliares que giran en torno a la Iglesia:
sus relaciones con los no cristianos, con los no creyentes, etc.
Cabe destacar un autor: C. Journet, es uno de los pocos que, permaneciendo fiel a la
eclesiología del Vat II, la integró en la línea de la gran tradición que mira la Iglesia desde
la Trinidad, la gracia y la caridad, especialmente a la luz de los principios de Santo Tomás,
por eso se puede decir el más original eclesiólogo de nuestros tiempos. 17
Ideas importantes sobre la Iglesia del Vaticano II:
15 Cf. B. GHERARDINI, La Chiesa nella storia della teologia protestante, Turino 1969.
16 B. GHERARDINI, Sheeben, teologo catolico, en Divinitas 32 (1988) 287-295.
17 L’Eglise du Verbe incarné, 1. La Hierarchie apostoloque; 2. Sa structure interne et son unité catholique,
París 1942-1951, y otras obras dedicadas al estudio de la Iglesia.
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Eclesiología - Finca (PM)
a) Eclesiología de comunión dentro y fuera (ecumenismo, religiones no cristianas, e
incluso el ateísmo);
b) el pueblo de Dios, sin prejuicio de la estructura jerárquica de la Iglesia, atiende a
todo el pueblo, común llamado a la santidad, todos peregrinos hacia el Escalón del Reino;
c) la sacramentalidad del episcopado y del colegio de obispos;
d) la autoridad como servicio.
En la actualidad quedan aún aspectos que estudiar y problemas que exigen
profundización, por ejemplo: algunos aspectos de la estructura y gobierno de la Iglesia
(Conferencia episcopal, comunidades eclesiales de base, etc.); las relaciones entre el
Magisterio y los teólogos; la extensión y grados de la infalibilidad pontificia; algunas
dificultades particulares del Ecumenismo; las relaciones de la Iglesia con el mundo (y los
consiguientes peligros de secularismo); la libertad religiosa; algunos aspectos de la
Doctrina social de la Iglesia; etc.
2) Con relación al sujeto: (docente y discente). Debe estudiarse ante todo con espíritu
de fe, pidiendo los dones del Espíritu Santo (especialmente el don de consejo) para
discernir, pues se trata de investigar y examinar proposiciones teológicas nuevas.
3) Con relación a las circunstancias históricas (nuestra época): “Esta realidad divino-
humana de la Iglesia está unida orgánicamente a la realidad divino-humana de Cristo
mismo. La Iglesia es en cierto sentido la continuación del misterio de la Encarnación
[Iglesia cuerpo de Cristo: 1Cor 12,27; Ef 1,23; Col 1,24; Jn 15,1-5]… De esta premisa se
deduce que creer en la Iglesia, pronunciar ante ella el ‘sí’ de la aceptación de la fe, es
consecuencia lógica de todo el ‘Credo’ y, en particular, de la profesión de fe en Cristo,
Hombre-Dios… que debemos tener presente principalmente en nuestros días, en que
muchos separan e, incluso, contraponen la Iglesia a Cristo, al decir, por ejemplo: Cristo
sí, Iglesia no. Esta contraposición, que no es nueva, ha sido puesta en circulación en
algunos ambientes del mundo contemporáneo” (JP II, AG, 24.07.1991, n.2). “…a menudo
el problema del sí o del no a la Iglesia se complica precisamente en este punto, porque se
niega la misma mediación de Cristo y de su Evangelio. Se trata de un no a Cristo, más
que a la Iglesia. Quien se considera cristiano, y quiere serlo, tiene que tener muy
presente este hecho. No puede ignorar el misterio de la Encarnación, por el que Dios
mismo concedió al hombre la posibilidad de establecer un contacto con Él sólo mediante
Cristo, el Verbo encarnado, [1Tim 2,5]” (JP II, AG, 24.07.1991, n.5). “… no podemos
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Eclesiología - Finca (PM)
ignorar que el ‘no a la Iglesia’ muchas veces tiene raíces más profundas, ya sea en los
individuos, ya sea en los grupos humanos y en los ambientes –sobre todo en ciertos
sectores de cultura verdadera o supuesta-, en los que no es difícil, hoy por hoy, y quizá
más que en otros tiempos, tropezar con actitudes de rechazo o, incluso de hostilidad. Se
trata, en el fondo, de una psicología caracterizada por el voluntad de autonomía total,
que nace del sentido de autosuficiencia personal o colectiva, por medio del cual el
hombre se considera independiente del Ser sobrehumano, a quien se propone –o
también se descubre en la interioridad- como autor y señor de la vida, de la ley
fundamental del orden moral, y por tanto, como fuente de distinción entre el bien y el
mal. Hay quien pretende establecer por sí mismo lo que es bueno o malo y, en
consecuencia, rehúsa ser dirigido desde fuera, ya sea por un Dios trascendente, ya por
una Iglesia que lo representa en la tierra… No tenemos que maravillarnos al observar que
una actitud de autonomía radical produce fácilmente una forma de sometimiento pero…
la dependencia de las opiniones de los demás, de los vínculos ideológicos y políticos, de
las presiones sociales, o de las propias inclinaciones y pasiones… otras formas antiguas y
nuevas de dominio del espíritu humano! Es fácil comprobar que el intento de prescindir
de Dios, o la pretensión de prescindir de la mediación de Cristo y de la Iglesia, tiene un
precio muy alto” (JP II, AG, 24.07.1991, n.6-7).
19 El Conc. Vat. II afirma que la Iglesia "es como un sacramento". También lo dice J.P.II en "Pastor bonus".
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Eclesiología - Finca (PM)
desde la luz de la fe aun cuando luego corrobore con las ciencias auxiliares; en pocas
palabras, estudia el misterio de la Iglesia.
- de la Eclesiología Canónica (o estudio jurídico de la Iglesia), propio del derecho
canónico, que también parte de la fe, pero la jurisprudencia solo es ciencia auxiliar de la
Eclesiología.
No hay una estructura definitiva. Sin embargo se puede intentar una tomando como
referencia el Tratado de Verbo Encarnado con algunos elementos del tratado sobre los
Sacramentos. “La Iglesia es Cristo extendido y comunicado” (Bossuet). Es como una
prolongación de la humanidad de Cristo, de su sacramentalidad.
Daremos un esbozo viendo primero el ser de la Iglesia y luego su vida (de modo
análogo al estudio del Verbo Encarnado que primero analiza su ser y luego su obra, es
decir los misterios de la vida de Cristo.
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E. LECTURAS:
- obligatorias:
PIO XII, Mystici Corporis Christi,
VATICANO II: Lumen Gentium; Gaudium et Spes;
PABLO VI, Credo del Pueblo de Dios, nn.19-22;
JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris Missio;
Catecismo de la Iglesia, nn. .
- recomendadas:
JOURNET, CH.: L’Eglise du Verbe Incarnée, Ed, Desclée de Brouwer, París, 1951-1969;
JUAN PABLO II, Audiencias Generales: del 10.07.1991 al 30.08.1995 (137 catequesis).
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A. NOCIÓN DE IGLESIA.
2. Sentido usual. La Escritura emplea esta expresión tanto en sentido profano como
religioso (la versión de los LXX traduce 'ecclesia' por la hebraica: ‘kahal’ [o: qehal] que
tenía el significado de asamblea 'convocada').
a) En sentido profano significa la asamblea popular, la comunidad civil o cualquier
reunión de hombres; v.g., Sal 26:5 odio la asamblea de malhechores, y al lado de los
impíos no me siento (cf. Ecli 23,34; Hch 19,32. 39-40).
b) En sentido religioso, en el AT significa la comunidad del pueblo elegido,
especialmente en el desierto (cf. Dt 4,10; Hch 7,38; Sal 22,23.26; 40,10).
En tiempos de Jesús la palabra seguía en uso. Un escrito de la secta de Qumram
referido a la guerra de los hijos de las tinieblas usa la expresión qehál 'El: 'asamblea de
Dios', en relación con las insignias militares (1QM 5,10). También Jesús usa este término
para hablar de 'su' comunidad mesiánica, la nueva asamblea convocada por la alianza en
su sangre, anunciada en el cenáculo (cf. Mt 26,28).
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Eclesiología - Finca (PM)
En el NT designa la reunión o sociedad de los fieles cristianos. A veces denota las
comunidades particulares: la que se reunía en casa de Aquila y Priscila (Ro 16, 5), la
comunidad de Jerusalén (Hch 8, 1; 11, 22), de Antioquía (Hch 13, 1; 14, 26), de Tesalónica
(1 y 2 Te 1,1). También la totalidad de los fieles cristianos (v.g.: Mt 16,18; Hch 9,31;
20,28; Gal 1,13; Ef 1,22; 5,23ss; Flp 3,6; Col 1,18; 1 Tim 3,15). Expresiones sinónimas
son: reino de los cielos (Mt), reino de Dios, casa de Dios (1 Tim 3, 15; Hb 10, 21; 1Pe 4,
17), pueblo de Dios (1Pe 2,10), los fieles (Hch 2,44).
3. Iglesia en los Hechos. Se narran los primeros pasos de la Iglesia naciente (valor
histórico) y el contenido teológico sobre la Iglesia. La 'Iglesia' no entra como parte del
'kerygma' pero es ella quien lo transmite con autoridad guardando celosamente su
pureza e integridad.
a) La Iglesia y la historia. Se trata de la Iglesia plenitud de los tiempos entre las dos
venidas del Señor. La acción de la Iglesia depende del Espíritu Santo que la hace crecer
(1,2. 5. 8; 2,4-5) no separándola de Cristo, sino asistiéndola y guiándola. Se cumple la
profecía de Joel 3,1-5.
b) Efectos de esta efusión del Espíritu: los Doce experimentan un cambio radical que
los habilita para proclamar con coraje y libertad la Palabra de Dios (4,31). Los Doce
forman el grupo de testigos por antonomasia (1,8; 2,32; 4,33; 5,32) dando testimonio del
Resucitado, no sólo por haber asistido a los eventos, sino porque lo confesarán
abiertamente (10,39). Saulo será testigo del Resucitado ante todos los hombres (22,15;
26,16).
La diaconía, (6,1-6), el servicio y la unidad en la comunidad: un sólo corazón y una
sola alma (4,32); estaban unidos en el mismo plano, todo ponían en común... no había
pobres en medio de ellos (2,44; 4,34).
El ‘nosotros’, preordenados por Dios a proclamar la salvación: No podemos no decir lo
que hemos visto y oído... De esto somos testigos con el Espíritu Santo... No se manifestó
a todo el pueblo, sino a algunos testigos predestinados por Dios, a nosotros nos mandó
predicar a todo el pueblo y a dar testimonio de que Él ha sido constituido por Dios juez
de vivos y muertos (4,20; 5,32; 10,41-42; 22,15; 23,11).
4. Iglesia en San Pablo. Las cartas de Pablo tienen gran importancia pues nos
permiten ver el desarrollo del pensamiento cristiano después de 14 años (año 50). Tiene
especial importancia las 2 a Tes.
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Eclesiología - Finca (PM)
a) Comunidad consciente de ser elegida por Dios (1Ts 1,3) ordenados no a la cólera,
sino a la adquisición de la salvación por medio de Cristo Jesús (1Ts 5,9), y desde el inicio
os eligió para la salvación (2Ts 2,13).
b) Se destaca el amor fraterno. Hermanos de toda extracción social, tanto los que
presiden (1Ts 5,12) como los que viven y obran como subalternos (1Ts 1,4).
También comunidad de gozo, oración y acción de gracias (5,16-18), que incluye
también pusilánimes, débiles, maldicientes (5,14-15).
c) La Iglesia es cuerpo de Cristo, organismo viviente, cuya unidad de vida y de obrar
depende de la adherencia de sus miembros a Cristo Jesús considerado como el principio
vital (1Cor 10,16; Ro 12,4-5); es el pleroma o plenitud de la vida divina que enriquece la
Iglesia (Col 2,2).
d) Existe una jerarquía diferenciada (1Ts 1,17 y Tt 3,8.14) a cuyo vértice están los Doce
de Jerusalén. Incluso la exhuberancia carismática de dones permanentes y transeúntes
(1Cor 12) debe ser discernido por los responsables de la Iglesia: examinad todo y
quedaos con lo bueno (1Ts 5,21).
• Ef 1,4-6. Dios nos ha elegido de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de
Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia
con la que nos agració en el Amado (1, 4.6). Y en Ro 8,29: Pues a los que de antemano
conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el
primogénito entre muchos hermanos.
Se trata del 'misterio de la Iglesia' escondido desde siglos en Dios para que sea ahora
manifestado a los Principados y las Potestades en los cielos, mediante la Iglesia,
conforme al previo designio eterno que realizó [Dios] en Cristo Jesús, Señor nuestro (Ef
21 Actualmente se utiliza una expresión: 'Ecclesia de Trinitate', donde el 'de' no sólo denota derivación de la
Trinidad, sino de participación y de imitación analógica en el plano del ser y del obrar. En la latinidad clásica
el 'de' no siempre y no necesariamente indica proveniencia, sino también imitación y participación de
carácter ontológico: que sean uno como tu, Padre, estás en mi y yo en tí (Jn 17,21). Los Padres hablan de
'Iglesia pneumática': "tanto la Biblia de los profetas cuanto la de los apóstoles afirman que la Iglesia
pertenece no sólo a nuestro tiempo, sino que lo precede; en efecto era pneumática como nuestro Señor, más
tarde hizo su aparición en el tiempo para nuestra salvación" (Segunda de Clemente, 14, Funk 1,200); "creada
antes de todas las cosas [pavnta prwvth ejktivsqh]" (Hermas, vis. 2,41; Funk 1,428).
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Eclesiología - Finca (PM)
3,9-11). Se desprende de este texto que la Iglesia forma parte del plan cristocéntrico que
está en el designio de Dios Padre, desde toda la eternidad.
"Los mismos textos paulinos se refieren al destino del hombre elegido y llamado a ser
hijo adoptivo de Dios, no sólo en la dimensión individual de la humanidad, sino también
en la comunitaria. Dios piensa, crea y llama a sí a una comunidad de personas. Este
designio de Dios es enunciado más explícitamente en Ef 1,9-10: Según el benévolo
designio que en él [Cristo] se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los
tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está
en la tierra. En el designio eterno de Dios la Iglesia como unidad de los hombres en
Cristo-Cabeza se inserta en un plano que abraza a toda la creación, en un plano
'cósmico', el de unir todas las cosas en Cristo-Cabeza. El primogénito de toda la creación
se convierte en el principio de 'recapitulación' de esta creación, para que Dios pueda ser
todo en todo (1Cor 15,28). Cristo, por consiguiente, es la clave de lectura del universo. La
Iglesia, cuerpo viviente de quienes se adhieren a él como respuesta a la vocación de hijos
de Dios, está asociada a él, como participe y administradora, en el centro del plan de
redención universal " (JP II, Au Gral 31.07.1991, n.2-3).
Esta Alianza con Dios da un carácter religioso a todo el pueblo de Dios. Eso explica que
la Biblia llama a Israel comunidad de Dios ('qehal Elohim' cf. Neh 13,1); y, más a menudo,
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Eclesiología - Finca (PM)
'qehal Yahvéh' (cf. Dt 23,2. 4. 9). Seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos...
Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa (Ex 19,5.6).22
3. Cristo instituye la Iglesia. 'Instituir' o 'fundar' la Iglesia quiere decir que Cristo
fue quien puso los fundamentos sustanciales de la misma en cuanto a su doctrina, su
culto y su constitución.
Tesis 1: La Iglesia fue fundada por Jesucristo, el Verbo encarnado (de fe).
22 En el pueblo del Antiguo Testamento, por motivos del gran respeto que sentían hacia el
nombre propio de Dios, 'qehal Yahvéh' se leía como 'qehal Adonai', o sea, la 'asamblea del Señor'.
Por eso, también en la versión griega de los Setenta se encuentra traducida por 'ekklesia tou
Kyriou': podríamos decir 'la Iglesia del Señor'.
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Eclesiología - Finca (PM)
• Según san Pablo, Cristo es la piedra angular sobre la que está construido el edificio
espiritual, que constituyen todos los fieles (Ef 2,20), el fundamento que ha sido puesto y
sobre el cual tienen que seguir edificando los mensajeros de la fe en su misión apostólica
(1Cor 3,11). Cristo es la cabeza de la Iglesia (Ef 5,23; Col 1,18). La Iglesia es propiedad
suya, pues la adquirió con su sangre (Hch 20,28); es su esposa, que É1 amó y por quien
se entregó a fin de santificarla y hacerla gloriosa (Ef 5,25-27). Fieles al encargo de Cristo,
los apóstoles predicaron su Evangelio a judíos y gentiles y crearon comunidades
cristianas. Estas se hallaban unidas entre sí por la confesión de una misma fe y por la
celebración de un mismo culto bajo el gobierno de los apóstoles; cf. Hechos y Cartas.
Por todo esto no es extraño que la Iglesia se separase de la Sinagoga (cf. Hch 15, 1ss.).
4. Manifestación. Si bien la Iglesia nace del costado de Cristo es bajo el influjo del
Espíritu Santo que comienza la predicación del Evangelio manifestándose a todos los
hombres: «cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue
enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la
Iglesia» (LG 4).
Por ser la Iglesia el lugar de “convocación” de todos los hombres, ya que Dios quiere
que todos los hombres se salven, resulta que es misionera por su misma naturaleza: «La
Iglesia... recibe la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo
y de Dios» (cf. Mt 28, 19-20; AdG 2. 5-6). Es el Espíritu Santo quien la «construye y dirige
con diversos dones jerárquicos y carismáticos» (LG 9).
Nota: San Gregorio magno habla de: "los santos anteriores a la Ley, y los que
estuvieron bajo la Ley, y los que están bajo la gracia. Todos estos, en cuanto forman el
cuerpo del Señor, son constituidos miembros de la Iglesia" (Ep 18; PL 77,740).
Santo Tomás sostiene que hay tres estados y tres tiempos de la humanidad: "el
primero el de la antigua Ley, el segundo el de la nueva ley, y el tercer estado no
sucederá en esta vida, sino en la patria" (STh 1-2, 106, 4, ad 1); "tres son los estados del
género humano: primero antes de la ley, el segundo bajo la ley, el tercero bajo la gracia"
(4CG 55); "el estado de la Iglesia es medio entre el estado de la Sinagoga y el estado de
la Iglesia triunfante. El Antiguo testamento fue figura del nuevo, y el antiguo junto con el
nuevo son figura del celestial" (Quod 7, q.6, a.2 c). Alusiones a la Iglesia compuesto por
los hombres que existieron desde el principio del mundo: STh 3, 8, 3, ad 3; 1-2, 101, 4, ad
1 y 4; 3,60, 3 y 6; 61, 3c.
21
Eclesiología - Finca (PM)
También Lutero cuya contestación a la Iglesia 'papista' no le impidió una interesante
visión eclesiológica: "el pueblo de Dios desde la primera a la última hora, desde el primer
al último hombre" (Enarr ps 90, 1534-1535; W 40/III, 505.
D. IMÁGENES DE LA IGLESIA.
Dios fue revelando la naturaleza íntima de la Iglesia mediante diversas imágenes
tomadas de la vida pastoril, de la agricultura, de la edificación, como también de la
familia y de los esponsales. Esas imágenes fueron utilizadas y aplicadas por Cristo y sus
Apóstoles a diversos aspectos de la realidad de la Iglesia. Todas las imágenes y símbolos
hay que “leerlos” a la luz de estas dos ideas fundamentales: la Iglesia como Pueblo de
Dios y la del Cuerpo (Místico) del mismo Cristo.
2°) Imágenes agrícolas. 'Viña' como preparación de la Iglesia. De Israel se dice que
es la Viña de Dios. Is 5,1-7. También Os 10,1 y Jer 2,21; 5,10; 6,9; 12,10; y Ez 15,1-8;
17,3-10; 19,10-14; y Sal 80,9-19 y en Is 27,2-5. Cristo lo aplica en Mt.21,33-44 (viñadores
homicidas) y en Jn 15 muestra la koinonía entre la vid y los sarmientos.
'Higuera' maldita: Mt 21,18-29 se hace alusión a la reprobación de Israel.
'Olivo' en Rm 11,17 Israel es un olivo añoso cuyas ramas estériles han sido cortadas y
se le injerta un olivo joven (los gentiles) en el mismo tronco: es la continuidad con el
nuevo Israel. Cuando Israel se convierta, se re-injertarán las ramas arrancadas.
3º) Las imágenes de la construcción. 'Piedra Angular' Sal 117,22: la piedra que
desecharon los arquitectos ha sido puesta por Piedra Angular. Cf. Is 8,14; 28,16. Simeón
pone a Cristo como Piedra de escándalo para caída de algunos y edificación de otros (Lc
2,34). En Mt 21,42 Jesús se aplica con las parábolas de los viñadores homicidas, cita Sal
118 sobre la reprobación de Israel y el nuevo Pueblo de Dios. 23 San Pedro lo aplica a
Cristo en Hch 4,11: Este Jesús es la Piedra que vosotros habéis rechazado y ahora es la
Piedra Angular. Cf. 1Pe 2,7.
23 San Pablo también en Rm 9-11 hace referencia al tema. Cf. 9,32; 11,9.
22
Eclesiología - Finca (PM)
Sobre Cristo, “piedra angular”, se edifica la Iglesia (1Cor 3,11), apoyados en esta
piedra, se realiza la edificación: Ef 2,19.22; Ap 21,3 y 1Pe 2,5.
Nueva Jerusalén, la Ciudad nueva, venida de arriba, libre (cf. Ap 21,2).
Nuevo Templo: Jesús que sustituye al Templo de Salomón y Herodes el grande: Jn 2,18-
22 y 4,20. Cf. Mc 14,57; Mt 27,39; Mt 12,6. En Jn 10 fiesta de la dedicación del Templo
Cristo dice que el Padre lo ha consagrado a él y lo ha enviado.
Cada cristiano es Templo del Espíritu Santo y de Cristo: 1Cor 3,17; Ef 2,22 y 2Cor 6,16.
En Ef 2,14-22 y 4,2-16 se conjuga la imagen de cuerpo y de edificación; cf. 1Pe 2,4-6.
4º) Imágenes de la vida familiar. Madre nuestra (Ga 4,26). Esposa inmaculada del
Cordero inmaculado (Ap 19,7). El rol de Cristo es definido allí como el de aquel que la
amó y se entregó por ella para santificarla (Ef 5,15-26); se une a ella indisolublemente y
de modo permanente y sin cesar la alimenta y la cuida (Ef 5,29).
__________________________
E. CUESTIONARIO: ¿Qué se entiende por Iglesia? ¿Qué significa Kahal o qehal?
Indica las características de la Iglesia en los Evangelios.
Indica las características de la Iglesia en los Hechos. ¿Cómo presenta la Iglesia el IV
Evangelio?
¿Cómo presenta San Pablo a la Iglesia en sus cartas?
¿Quién fundó la Iglesia? Muestra su institución en la Sag Esc.
_________________________
(F. TEXTOS selectos: NC 758-769. Resumen 777-778).
----------------------------------
Es propio del bien ser difusivo, es propio de Dios, Bondad por esencia, comunicarse en
sumo grado. Dios en la encarnación comunicó a los hombres su misma vida, y mediante
la Iglesia comunica o participa al hombre la koinonia de su vida intratrinitaria, de modo
que la Iglesia 'recibe' una participación de esa vida, y también el poder de comunicarla a
los hombres. En su sabiduría Dios ordenó todo para que la comunión del hombre con Dios
(reditus) así como se hace por Cristo, también se realice por la Iglesia.
'Mysterion' o 'sacramentum' significan y expresan el signo visible de la realidad oculta
de la salvación. Cristo es el 'misterio' de salvación, pues "pues no hay otro misterio fuera
de Cristo" (SAN AGUSTÍN, Ep 187, 11,34; PL 33,845). La obra salvífica de su humanidad
santa y santificante es el sacramento de salvación que se manifiesta en los sacramentos
de la Iglesia. Los siete sacramentos son signos e instrumentos mediante los cuales el
Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo (Cabeza), en la Iglesia que es su cuerpo. La
Iglesia es también al modo de un 'sacramento' en cuanto contiene y comunica la gracia
invisible que ella significa. Cf. LG 1.
• El fin objetivo primario de todas las obras “ad extra” de Dios (“finis operis”: fin que radica en
la misma obra), es la manifestación de las perfecciones divinas con la subsiguiente glorificación de
Dios. El fin 'secundario' es colmar de beneficios a las criaturas y, sobre todo, hacer felices a las
criaturas racionales.
La gloria que dan las criaturas a Dios se denomina gloria 'externa'. 'Objetiva': la tributan todas
las criaturas, sin excepción, por el hecho de su mera existencia, en cuanto que las perfecciones de
las criaturas reflejan las perfecciones del Creador; cf. Sal 18,2: Los cielos pregonan la gloria de
Dios; Dan 3,52; Sal 148. La gloria 'formal': la rinden únicamente las criaturas intelectuales con su
entendimiento y voluntad por conocer y reconocer la perfección de Dios; cf. Sal 146-150.
23
Eclesiología - Finca (PM)
Conforme nos enseña la Sagrada Escritura, Dios no solamente es el “alfa” sino también la
“omega”; no es únicamente el principio sino también el fin y la meta de todas las cosas; Ap 1,8: Yo
soy el alfa y la omega [principio y fin], dice el Señor Dios; cf. Ro 11,36: De Él y por Él y para Él son
todas las cosas.
Esto no es egoísmo de parte de Dios (Descartes, Hermes y Gunther) el pretender su propia
honra como fin de la creación. Por un lado las criaturas no pueden acrecentar la perfección y
felicidad de Dios; y por otro, la actividad divina, como perteneciente al supremo Bien, ha de
ordenarse por fuerza al fin supremo, que no es sino la gloria misma de Dios.
• El fin secundario de la creación es colmar de beneficios a las criaturas y, sobre todo, hacer
felices a las criaturas racionales. La Sagrada Escritura pone de relieve que el mundo creado debe
servir al hombre, pero no considera la felicidad del hombre como fin autónomo, antes bien lo
subordina a la gloria de Dios; cf. Gen 1, 28 ss; Sal 8; Ap 4,11. El concilio Vaticano I enseñó que Dios
creó el mundo «para manifestar su perfección» (fin primario) «por los bienes que distribuye entre
las criaturas» (fin secundario).
Estos dos fines se hallan inseparablemente unidos entre sí: glorificar a Dios conociéndole y
amándole constituye la suprema felicidad de las criaturas racionales. 24
1. La misión de Cristo. La revelación nos enseña que Cristo vino al mundo para
salvar a los hombres, para redimirlos de sus pecados.
Tesis 2: el Hijo de Dios se hizo hombre para redimir a los hombres (de fe).
24 ¿Cómo la gloria externa de Dios (algo finito) puede ser el fin último de la creación? Conviene distinguir
entre el 'finis qui' (fin objetivo) es aquello que se pretende y el 'finis quo' (fin formal) es aquello por lo cual se
alcanza lo pretendido. El fin objetivo de la obra de la creación es la interna bondad de Dios, que se identifica
con su esencia. El fin por el cual se alcanza es la participación de las criaturas en la bondad de Dios, que
constituye al mismo tiempo la felicidad de las criaturas. Las perfecciones de las criaturas son reflejos de las
perfecciones del Creador (gloria objetiva); la consideración de las perfecciones de lo creado conduce a las
criaturas racionales a conocer y reconocer las perfecciones del Creador (gloria formal).
24
Eclesiología - Finca (PM)
• El símbolo niceno-constantinopolitano profesa: "Qui propter nos homines et propter
nostram salutem descendit de coelis et incarnatus est" (Dz 86); cf. LG 3.
Tesis 3: Cristo instituyó la Iglesia para continuar en todos los tiempos su obra salvadora
(de fe).
25 Cf. B. GHERARDINI, La Chiesa e sacramento, 157-200; La Chiesa misterio e servizio, Roma 3 1994, 109-123.
26
Eclesiología - Finca (PM)
San Agustín habla de 'misterio' primordial que es el Verbo del Padre y sus divinas
irradiaciones son la Escritura, la encarnación y la Iglesia. La Iglesia puede ser definida
como misterio o como sacramento. Sheeben habla de "das sakramentale Mysterium".
Etimológicamente sacramento viene de 'sacer': algo relacionada con Dios, y 'mentum':
tanto en sentido activo como pasivo, el instrumento de esa relación o acción. Así
sacramentum significó el juramento (religioso y público) que los soldados hacían como
signo de fidelidad a la bandera o al jefe, o a la 'cautio' depositada en lugar sagrado antes
del inicio de un proceso. Así se usó sacramento con el contenido semántico de mysterium
(Tertuliano) mientras la res: el proyecto divino, se asocia a la transmisión de esa res. Así
mysterio es la res significada y comunicada, el sacramentum el valor instrumental que lo
significa. Por eso se unió y se usó sacramentum como 'signum-sacrum' donde 'signo'
manifiesta la realidad sensible, instrumental y manifestativa del misterio; 'sacrum'
significa el don de Dios (la 'res' sobrenatural). Lo utiliza el Aquinate poniendo la
sacramentalidad en el orden de la salvación, y esta salvación operante en el simbolismo
del sacramento y de su causalidad físico-instrumental: "signum rei sacrae quatenus
homines sanctificat" (STh 3,60, 2c; cf. 1-2, 101, 4c; 3,64, 2-3). La 'res sacra' de la cual el
sacramento es 'signum', es la redención de Cristo: "signum rememorativum passionis
Christi, et divinae gratiae demonstrativum, et futurae gloriae prognosticum" (STh 3, 60,
3c).
También la Iglesia se empezó a llamar sacramento, donde 'misterio' hacía referencia al
proyecto de esa presencia, y sacramento al signo que contiene esa presencia. Möhler
habla de la Iglesia como una "continuada encarnación del Hijo de Dios, su permanente
aparición, órgano y manifestación de lo divino"; "el Hijo de Dios que continuamente se
manifiesta, se renueva y se vigoriza en forma humana en medio de los hombres"
(Symbolik, p.333). Se desarrolla la idea de la Iglesia como órgano y manifestación de Dios
que culmina con la Expresión Iglesia-sacramento. Journet reconocía en Cristo el
Sacramento de la vida divina en su fuente y la Iglesia el sacramento de la vida
comunicada (cf. L'Eglise; en Nova et Vetera 3/1 (1974) 161-223).
En el Vat II: LG 1 donde se habla del Iglesia como (veluti) un sacramento. Se trata de
un término analógico donde se predica la mismo (sacramentum) con razones distintas:
mientras los sacramentos se hacen, son ritos, constan de materia y forma, la Iglesia no.
Pero en cuanto signo e instrumento del proceso salvífico sí, con la distinción que Iglesia
es la fuente y el principio secundario de la sacramentalidad, mientras que el principio
primario es Cristo y sólo El. También en LG 8a, se subraya la visibilidad e invisibilidad de
la única y misma Iglesia. La Iglesia visible e institucional significa y media la gracia. Dos
excesos se pueden dar: el monoficista que resuelve la Iglesia en lo divino y espiritual, y el
nestoriano que separa lo divino de lo humano, lo terreno y lo social de lo espiritual, lo
visible de lo invisible. LG 1, 9c, 48b se refiere a la Iglesia como sacramento de unidad. Se
trata de la unidad en Cristo, en su Espíritu, en su Reino que llegará a plenitud en la nueva
creación, pero que viene anunciada y preparada en el presente.
b) El otro contexto de koinonía es eucarístico (cf. Hch 2,46): 1 Cor 10,16-21. Se agrega
a la idea de koinonía la de “tener parte” (metevcein). San Pablo llama la atención sobre el
gesto de bendecir y partir que da continuidad histórica a la ofrenda sacrificial de Cristo:
ofrenda de su cuerpo y de su sangre. La comunidad con este gesto, entra en comunión
con la muerte sacrificial del Cordero inmaculado, con su sangre que es vida, y con su
cuerpo, y por ende con la persona misma de Cristo y con el misterio de su muerte y
resurrección. Los vv. 17-21, la contraposición de lo sacrificios paganos con el sacrificio
cristiano, miran a oponer los efectos de la comunión con los mismos: quien come lo
ofrecido por el culto pagano se pone en relación con los demonios; quien come el Cuerpo
de Cristo y bebe su Sangre comulga con Él, y a través de Él, con todos los miembros de la
comunidad, que por Él y en Él se unen en un sólo cuerpo. (San Pablo parece suponer
algunas ideas paganas: la comunión con la divinidad se realizaba por la participación en
la ofrenda sacrificial y en su consumación. La ofrenda se convierte en propiedad de Dios
y, comiéndola, el hombre se une a Él).
1. Las distintas nociones de pueblo de Dios. Hay varias nociones hebreas que
expresan la idea de pueblo: gojim, ‘am YHVH, qahal, ‘edha. Los pueblos que no son Israel y que,
respecto a Israel, son extranjeros, se los llama gojim. En el uso de tal vocablo es claro el intento de
dar a la palabra un significado peyorativo 27. Pero esa palabra se utiliza para Israel mismo, de modo
que se hace resaltar la libre gracia de la Elección y de la Alianza, con la cual Dios los rescata y los
constituye su pueblo (cfr. 1 Cron 17,21). Los 70 traducen con frecuencia goj como eqno" uniendo
en la misma traducción griega la palabra hebrea le’hom (pl. le’hummim) que es una designación
poética de pueblo y de estirpe.
Por otra parte el AT. no indica el pueblo de Dios ni con goj, ni con le’hom sino más bien con ‘am
YHVH. Aún cuando ‘am no presenta un sentido muy diferente de goj ambos se especifican por el
uso. Con ‘am se indica no sólo toda agrupación homogénea por lo cual le compete el nombre de
pueblo, sino también y principalmente al pueblo singularísimo que debe esta singularidad al
misterio de la Elección y de la Alianza. Los 70 lo traducen como lao".
Qahal nunca es sinónimo de ‘am o de goj. Su razón de ser no es ni la raza ni la cultura, sino la
llamada. En efecto qahal es una convocación, sea por motivos bélicos (Num 22,4; 1 Sam 17,47) o
por intereses comunitarios (1 Re 12,3) o con el fin del culto (Ex 12,6; Lev 4,13-16; Num 16,33;
17,12; Dt 23,2-8; 1 Rey 8,4-22; Sal 22,23-26). La traducción de los 70 qahal se convierte en
ekklesia.
En la tradición sacerdotal del Pentateuco, existe otro término que designa el carácter jurídico
religioso de la comunidad israelita: ‘edha (Jos 9,21; 20,9). Los 70 lo traducen como sinagwgh.
Podemos concluir diciendo que Isra’el, el nombre elegido por el mismo Yahveh (Gen 32,29), es
el conjunto de las tribus reunidas en torno al Arca y unificadas por el mismo culto a Yahveh, y es
‘am, el lao", el pueblo que, en cuanto convocado y reunido en asamblea, se dice qahal o ekklesia.
Y ekklesia es el término neotestamentario del cual deriva Iglesia. Si bien esta palabra ekklesia es
rara en los Evangelios (cfr. Mt 16,18; 18,17) sin embargo el concepto de convocación reproduce
todo el contenido de la palabra del AT. Y en este sentido las referencias son muchas. Todo el nuevo
pueblo de Dios está compuesto de elegidos, llamados (eklektoi Mt 22,14; Col 3,12; Tt 1,1; 1 Pd
1,1) es decir elegidos, predestinados son aquellos que el Eterno preordenó desde siempre para la
Iglesia (Rom 8,30; 9,24) y llamó después a unirse a su Hijo (1Cor 1,9), en la unidad de su cuerpo
(Col 3,15). Los llamados, eklektoi los convocados, son aquellos que Dios o el Señor convocó (Mt
10,1; 15,32; 20,25; Mc 3,13; 6,7; 7,14) en la comunidad de santos. Eklesiai y ekkalein se unen
para determinar el concepto de Iglesia, o mejor de aquellos elegidos y llamados que forman parte,
y que Dios ha preelegido en Cristo (Ef 1,4) para constituirlos en su pueblo (1 Cor 6,16).
La conclusión de todo esto es que la misma línea semántica une la noción vetero-testamentaria
de pueblo con la neo-testamentaria. Cuando la revelación habla de pueblo en términos religiosos,
no en sentido político social, transmite un concepto preciso, que no se puede confundir con una
multitud cualquiera, una tribu o una nación (eqno", lao"). Lo que determina es su relación con
Dios. Es pueblo en cuanto es de Dios. El pueblo que Dios se eligió (ekklesia Dt 4,37; Jn 15,16) y
que está consagrado a Él (Dt 7,6; Rm 15,16). El pueblo está sostenido no por una razón de estirpe,
sino por la gracia y por la fe (Gal 3,26).
26 En la LG 4, la Iglesia se presenta como pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Dichas palabras indican claramente que Iglesia es ante todo un misterio radicado en Dios Trinidad. Un
misterio cuya primera y más fundamental dimensión es trinitaria. En relación con la Trinidad, como externa
fuente de la cual nace, la Iglesia se presenta como un pueblo. Ella es el pueblo de Dios.
27 El AT. distingue entre extranjero y extranjero. Los nokrim son los extranjeros de paso, a los cuales no se
niega hospitalidad (Gn 18,2-9; Jdt 19,10-21; 2 Rey 4,8). Los gerim son los extranjeros residentes que, con la
hospitalidad, reciben también el amor (Lev 19,34) porque Dios vela sobre ellos (Lev 19,10; 23,22). A unos no
se los puede admitir, a otros se los asimila y en gran parte son integrados al pueblo (Dt 1,16; Lev 20,2; Ex
47,22). Los gojim son gentiles en antítesis a Israel, los paganos, los perversos (Sal 9,6).
30
Eclesiología - Finca (PM)
2. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Dios no quiso santificar o salvar a
los hombres individualmente, sin alguna unión entre ellos, sino que quiso constituir un
pueblo que lo reconociese en verdad y lo sirviese fielmente (cfr. LG 9). Este designio de
Dios comenzó a manifestarse desde la historia de Abraham: de tí haré un gran pueblo y
te bendeciré (Gen 12,1-2). Esta promesa se confirmó con una Alianza (Gen 15,18; 17,1-
14) y fue proclamada solemnemente después del sacrificio de Isaac. Abraham, siguiendo
el pedido de Dios, estaba dispuesto a sacrificarle su único hijo (dado en su vejez y en la
de Sara). Pero lo que Dios intentaba era poner a prueba la fe de Abraham, en efecto Isaac
continuó viviendo. Pero Abraham había consentido en su corazón al sacrificio, y este
sacrificio del corazón era una prueba magnífica de su fe y le obtuvo la promesa de una
innumerable descendencia (cfr. Gen 22,16-17).
La realización de la promesa hecha a Abraham comprendía diversas etapas. Abraham
debía convertirse en “padre de todos los creyentes” (cfr. Gen 15,6; Gal 3,6-7; Rm 4,16-
17). La primera etapa se realizó en Egipto, donde los hijos de Israel crecieron y se
multiplicaron (cfr. Ex 1,7). La estirpe de Abraham se había convertido en el pueblo de los
hijos de Israel (cfr. Ex 1,9). Se encontraban en una situación humillante de esclavitud.
Dios, fiel a la promesa con Abraham, llama a Moisés (Ex 3,7-8.10) para que condujese a
su pueblo fuera de Egipto. Moisés era sólo el ejecutor del plan de Dios, instrumento de su
poder, ya que era Dios mismo el que conducía a Israel fuera de la esclavitud de Egipto
(Os 11,1). Israel es pues el pueblo de la predilección divina: no porque seáis el más
numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahveh de vosotros y os ha elegido, pues
sois el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que os tiene y por
guardar el juramento hecho a vuestros padres, por eso os ha sacado Yahveh con mano
fuerte y os ha librado de la casa de servidumbre, del poder de Faraón, rey de Egipto (Dt
7,7-8). El hecho que Israel es el pueblo de Dios, no surge de sus cualidades humanas,
sino que la iniciativa es sólo de Dios.
La iniciativa divina, su elección soberana de Señor, asume la forma de Alianza. Así
sucedió respecto a Abraham. Así sucede también después de la liberación de Israel de la
esclavitud de Egipto. El mediador de aquella Alianza al pie del Sinaí es Moisés: vino pues,
Moisés y refirió al pueblo todas las palabras de Yahveh y todas sus normas. Y todo el
pueblo respondió a una “cumpliremos todas las palabras que ha dicho Yahveh”. Moisés
escribió todas las palabras del Señor, después se alzó de madrugada y construyó un altar
a los pies del monte, con doce piedras por las 12 tribus de Israel. Se ofrecieron sacrificios
y Moisés versó sobre el altar la sangre de las víctimas. Tomó después el libro de la
Alianza y lo leyó ante el pueblo, que respondió: “Obedeceremos y haremos todo cuanto
ha dicho Yahveh”. Y con el resto de la sangre roció al pueblo diciendo “esta es la sangre
de la Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros” (cfr. Ex 24,3-8).
En el libro del Dt se explica el significado de ese acontecimiento: has hecho decir a
Yahveh que él será tu Dios – tú seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus
mandamientos y sus normas, y escucharás su voz – Y Yahveh te ha hecho decir hoy que
serás su pueblo propio (cfr. Dt 26,17-18 ). La Alianza con Dios es para Israel una
particular “elevación”. De este modo Israel se convierte en un pueblo consagrado al
Señor su Dios (Dt 26,19). Lo que significa una particular pertenencia a Dios; se trata de
una pertenencia recíproca: entonces Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo (Jer
7,23). Esta es la disposición divina. Dios se compromete a sí mismo en la Alianza. Todas
las infidelidades por parte del pueblo, en las distintas etapas de su historia, no destruyen
la fidelidad a la Alianza por parte de Dios. Más bien abren en cierto modo el camino para
la nueva Alianza: esta será la Alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de
aquellos días – oráculo de Yahveh – pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la
escribiré, y Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo (Jer 31,33).
31
Eclesiología - Finca (PM)
Es decir, en virtud de la iniciativa divina, un pueblo se convierte en el Pueblo de Dios, y
como tal santo, es decir consagrado al Señor: en efecto tú eres un pueblo consagrado al
Señor (Dt 7,6; cfr. Dt 26,19). En este sentido se aclaran también las palabras del Ex
(19,6): vosotros seréis para mi un reino de sacerdotes y una nación santa. Aún cuando en
el curso de la historia aquel pueblo cometa muchos pecados, no deja de ser el Pueblo de
Dios. Por eso, reclamándose a la fidelidad del Señor a su alianza por él mismo
establecida, Moisés se dirige a Dios con la súplica: no destruyas a tu pueblo, tu heredad
(Dt 9,26). A su vez Dios no cesa de dirigirse a su pueblo con su palabra. Les habla
muchas veces por medio de los profetas. El mandamiento principal es el del amor de Dios
sobre todas las cosas (cfr. Dt 6,5). A este mandamiento se une el mandamiento del amor
al prójimo (cfr. Lev 19,12-13.18).
Otro elemento emerge de los textos bíblicos: el Dios que establece la Alianza con Israel
quiere estar presente en medio de su pueblo, presente de un modo particular. Tal
presencia se expresa durante la peregrinación por el desierto, mediante la tienda de
reunión. Luego se expresará mediante el templo que el rey Salomón construirá en
Jerusalén. Cfr. Ex 33,8-11, el don de tal presencia divina era un signo particular de la
elección divina, que se manifestaba en modo simbólico y que presagia en cierto modo
una realidad futura: la alianza de Dios con su nuevo pueblo, la Iglesia.
28 CICERON, De Republica 1,25.39: “Non omnis hominum coetus quoquo modo congregatus, sed coetus
multitudinis iuris consensu et utilitatis communione sociatus”. Actualmente la definición ciceroniana no es
bien acogida. Se prefiere hablar de pueblo basado en la constante de la unidad, de lengua, de la libertad y la
conciencia de sí.
33
Eclesiología - Finca (PM)
utilizada por los máximos exponentes del pensamiento cristiano 29. Interesa notar que en dicha
definición el constituirse de cada pueblo no depende de su deseo o de su decisión de superar la
común condición de vulnerabilidad o debilidad, sino más bien de una inclinación natural. El pueblo,
en último análisis, es del hombre; el valor del derecho y la moral está dado no por las leyes, sino
por la misma naturaleza del hombre. Y la naturaleza es no sólo un conjunto de principios
constitutivos del ser, sino también una cierta relación a Dios (o creación pasiva), producida y
sostenida por Dios mismo, y es la razón por la cual la definición ciceroniana de “pueblo” recibe
ciudadanía cristiana30.
Una noción exacta de pueblo implica una noción exacta de hombre, una antropología en la cual
la metafísica del ser esté abierta a la relación, más aún, la exija. Ante esta antropología se reveló
el innatural individualismo exagerado del s.XVI y XVII. Por otra parte no toda reacción contra dicho
individualismo, y en especial las reacciones que terminaron en el formalismo social y el
colectivismo, no representan una reacción adecuada e iluminante. Si como guía de tal reacción se
invocan los aforismos de K. Marx (“no es la conciencia de los hombres lo que determina su ser,
sino que es la existencia social la que determina su conciencia”; “el hombre no es una abstracción
individual, en su realidad se encuentra un conjunto de reacciones sociales”) entonces el nuevo
error es más grave que el primero (cfr. Mt 27,64). El resultado de esto es un consorcio social y
cuyos sujetos no son tales, sino son efecto de una acción extrínseca y mecánica.
Para ser auténticamente humano el hecho social debe partir de la persona humana, respetarla,
promoverla, no ahogarla. Lamentablemente en la cultura moderna parece prevalecer lo contrario.
La palabra pueblo se convierte en un gran equívoco, y un análisis histórico se vuelve difícil, si no
imposible. La noción de pueblo se historiciza, y se llega a personalizar el pueblo con la Volksseele
(alma del pueblo) de Herder o con el Volsgeist (espíritu del pueblo) de Hegel. De la personalidad
del pueblo a la nacionalidad (Volkstum= nacionalidad) y al nacionalismo hay sólo un paso. En
tiempos del absolutismo, el pueblo es el complejo de súbditos, no falta quien lo confunde con el
Estado, que es la organización política del pueblo. ¿Es este el sentido en el cual la Iglesia puede
llamarse pueblo de Dios?
Volvemos a la definición ciceroniana, que la Iglesia sea una congregación de hombres ninguno
lo rechaza. Pero la Iglesia no es una congregación natural de hombres. No es un natural proceso
de agregación, sino que de un principio trascendente (la gracia, la elección, la Alianza, la
salvación) que se incrusta en la historia del hombre y la convierte en historia de la salvación,
asociando en ella miembros de diversa extracción etnicultural “de toda tribu, lengua, pueblo y
nación” (Ap 5,9).
La Iglesia también tiene su código de comportamiento y ordena todas sus elecciones al bien
común, pero su código nace de Cristo y en Él se inspira, más aún Él es como la ley (1 Cor 9,21). Y
su fin no es la promoción humana, sino primero y principal es la salvación de las almas. La Iglesia
tiene además una alma y es una sociedad personalizada, pero su alma es la gracia de Cristo y es
una persona mystica (STh 3,19, 4c; 3,48, 2, ad 1; 3, 49, 1; De Ver 29,7, ad 11).
Entre el sustantivo “pueblo” y su especificación “de Dios” no existe una relación de
necesidad. Su unión hace que la indeterminación de “pueblo” reciba un rostro, se definan
sus rasgos. Así pueblo de Dios se convierte en la expresión de quienes, desde el justo
Abel hasta la Parusía, son incorporados en la Elección y en la Alianza. Pueblo de Dios
indica algo bien determinado, típico de la esfera religiosa, dotado de significado
teológico, no traducible en un lenguaje puramente filosófico o sociológico. El pueblo de
Dios es sencillamente la Iglesia.
29 Cfr. S. AGUSTIN, De Civ Dei 2,21,2; PL 41,67: “populus est coetus multitudinis rationalis, rerum quas diligit
corcordi communione sociatus”; S. TOMAS, STh 1-2, 105, 2c.
30 S. TOMAS, De Pot 3,3; STh 1,45, 3; 2 CG 18.
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Eclesiología - Finca (PM)
abierta al mundo y a la historia, ella realiza ahora, en acto el pueblo de Dios 31. E incluso
para el mañana, en el cual el mundo entero, con todos sus pueblos y su culturas sean
integrados en la Iglesia como un sólo rebaño bajo un sólo pastor, el pueblo de Dios no
serán hombres o razas extrañas a la Iglesia, sino solamente la Iglesia que habrá abrazado
en sí toda cultura, toda civilización y todo pueblo.
El primado de la gracia (de la elección y llamada divina) por el cual la Iglesia se llama
pueblo “de Dios” no es una pura metáfora, sino que revela y subraya el valor
sobrenatural que preside la vida de la Iglesia, la informa de sí, la condiciona
intrínsecamente, la santifica ininterrumpida y radicalmente. Así la Iglesia que nació en el
tiempo, y circunscripta en el espacio, rompe las fronteras espacio temporales. Su
dependencia de la Elección y de la Alianza connota su trascendencia. La Iglesia no es por
tanto, un pueblo entre otros, sino el “de Dios”.
Es por eso que la Alianza encuentra en este pueblo, y sólo en él, su definitivo
cumplimiento. El pueblo de los tiempos escatológicos, el que Dios ha constituido por la
Sangre de Cristo, y que Dios en Cristo por su Espíritu ha prometido fidelidad y la
obediencia de la fe (Rom 1,5).
Ex 19,5 definía a los privilegiados (literalmente la propiedad personal de Yahveh) a los
miembros del antiguo pueblo de Dios. El versículo siguiente (v.20) traía su consecuencia
lógica, la relación de pertenencia de Israel a su Creador y Señor: vosotros seréis un reino
de sacerdotes, nación santa. La afirmación, no sólo es válida también para los miembros
del nuevo pueblo de Dios, sino que se realiza plena y solamente en el nuevo pueblo de
Dios. De allí que en 1 Pd 2, 9-10 aplique Ex 19,6 a la Iglesia. Esto significa que la
pertenencia de la Iglesia a Dios como pueblo de su elección es una certeza, confirmada
también por Tt 2,14, donde el sacrificio de Cristo es considerado en función de aquel
pueblo periosio" (de posesión) que ya en 1 Pd 2,9 se había caracterizado con la expresión
pueblo “de adquisición” o pueblo adquirido, es decir redimido. Es decir que con la Sangre
de su Unigénito, Dios adquirió para sí su comunidad escatológica (Hch 20,28) que
recuerda la imagen de Is 43,21, como la del gran pastor en Sal 74,1. Antiguamente Dios
eligió y rescató a su pueblo, liberándolo de la esclavitud de Egipto; ahora rescata su
comunidad de la esclavitud de Satanás y del pecado, haciéndola definitivamente suya
mediante la Sangre de su Unigénito. Y esta comunidad se convierte de tal modo en suya
que, para el pensamiento post-cristiano h ekklhssia tou qeou no es otra cosa que el
pueblo de Dios.
Esto se confirma también en Tt 2,14: (Jesucristo) se entregó por nosotros a fin de
rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo , que se refiere
a Ez 37,23: los salvaré de las infidelidades por las que pecaron, los purificaré, y serán mi
pueblo y yo seré su Dios. La idea de la comunidad escatológico a menudo es formulada
con la expresión del Dt “pueblo de adquisición”, como indicando la propiedad exclusiva
de Dios. Propiedad de Dios, su pueblo, son todos los redimidos por Cristo.
Para concluir se puede afirmar que el complemento “de Dios” especifica el sustantivo
“pueblo”, en cuanto designa un pueblo que: no se pertenece, no siendo ni su causa
eficiente ni su causa final; pertenece sólo a Dios, por su origen (elección, convocación,
Alianza), por su fin remoto (la gloria de Dios) y por su fin inmediato (el cumplimiento del
designio de Dios y de su divina voluntad).
31 Al tiempo del Concilio se decía (y aún se repite), lo cual constituye un error, que para ser pueblo de Dios,
era suficiente cualquier tipo de relación con Cristo, y aún la humanidad misma después de la encarnación del
Verbo. Tampoco es válida la noción de pueblo de Dios como si se extendiera a todos los creyentes, a todos los
cristianos, incluyendo también a los hebreos.
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Eclesiología - Finca (PM)
La Iglesia es el pueblo de Dios, pueblo que Dios se adquirió por la sangre de Cristo.
Veamos ahora la Iglesia bajo otro aspecto, como el Cuerpo de Cristo, como su cuerpo
místico tal como aparece en el NT.
32 Pablo no pone el artículo (no el cuerpo, sino swma) indicando el dinamismo de esta incorporación. Sobre
este aspecto retorna en Rm 12,5: todos somos un sólo cuerpo en Cristo (en swma esmen en Kristw) y
singularmente somos miembros los unos de los otros.
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Eclesiología - Finca (PM)
Notas. 1°. “Cuerpo de Cristo” es una descripción usando una metáfora que se funda
en la realidad. Se puede hablar tanto de la Iglesia como pueblo de Dios o como cuerpo
místico de Cristo, ambas son expresiones bíblicamente fundadas, por tanto legítimas y a
la vez complementarias. La Iglesia como cuerpo de Cristo es el fruto más maduro de la
concepción eclesiológica neotestamentaria.
2°. Respecto a algunos textos del Aquinate: In 4 Sent d.12 y 13; STh 3, 73, 1 y 3; 83,
4, ad 9; 83, 4 y 5; In 3 Sent d.13, q.2, a.2, sol.2; STh 3, 8, 1, ad 2.
3°. La noción de “místico”. Cuerpo místico de Cristo se denominaba al misterio
eucarístico y tenía un significado sacramental (s.IX), porque el cuerpo de Cristo se
entrega misteriosamente bajo las apariencias del pan y del vino; porque nos hace
presente el cuerpo sacrificado de Cristo; porque es el hogar misterioso del cuerpo, del
cual Cristo es la Cabeza. Por la estrecha relación Eucaristía-Iglesia, también la entera
Iglesia era denominada corpus verum, distinta del cuerpo sacramental o místico. Con
Berengario (hereje) corpus verum se dijo solamente de la eucaristía haciendo referencia a
la presencia real; mientras que cuerpo místico se dijo de la Iglesia, subrayando con este
adjetivo el sentido metafórico de cuerpo. Así la Iglesia es calificada como Cuerpo místico
de Cristo, con el adjetivo mística se trata de aclarar la relación unitiva entre Cristo y los
cristianos, indicando el carácter misterioso de la comunión de gracia entre Cristo y los
fieles. La naturaleza de esta relación no es metafórica, moral o social (tal como la
entendía el falso misticismo), ni tampoco como una unión física-biológica y organológica
(tal como la entendía el pancristismo y el naturalismo puro), sino que es la unión real y
sobrenatural de la gracia.
San Pablo enseña: Cristo es la cabeza de su Iglesia y salvador de su cuerpo (Ef 5, 23).
Aun cuando es Redentor del mundo (Jn 4,42), Redentor de todos los hombres (1Tim 4,
10), sin embargo, es de manera «excelente: Redentor de todos los fieles (1Tim 4, 10),
que constituyen la Iglesia que Él adquirió con su propia sangre (Act 20, 28). Pues Cristo
no sólo redimió objetivamente la Iglesia, ofreciendo en la cruz por ella una satisfacción
vicaria y mereciéndole la gracia, sino que además la redimió también de manera
subjetiva, librándola del pecado y santificándola por medio de la aplicación de la gracia
redentora merecida en su muerte. Lo que una vez comenzó en la cruz lo continúa en la
gloria intercediendo sin cesar por nosotros; cf. Ro 8, 34; Hb 7, 25; 9, 24.
La unión de Cristo con la Iglesia es tan íntima y permanente que Cristo y la Iglesia
forman entre los dos como una sola persona mística («una persona mystica»; STh 3, 48,
2 ad 1). Cristo se identifica formalmente con la Iglesia y sus miembros cuando habla
como juez del mundo: Tuve hambre y me disteis de comer: tuve sed y me disteis de
beber (Mt 25, 35), o cuando desde el cielo dice a San Pablo: Sauso, Saulo, ¿ por qué me
persigues? (Hch 9, 4). Siguiendo este modo de hablar, San Pablo llama «Cristo» a la
Iglesia unida con Cristo: Porque así como siendo el cuerpo uno tiene muchos miembros, y
todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un cuerpo único, así es también
Cristo (1Cor 12,12)
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Dice S. AGUSTÍN: «Cristo [= la Iglesia] predica Cristo; el cuerpo predica su cabeza y la
cabeza protege al cuerpo» (Sermo 354, 1). El bautizado no solamente se convierte en
cristiano, sino que se hace Cristo: «Debemos regocijarnos y dar gracias porque no
solamente nos hemos convertido en cristianos, sino en Cristo mismo... maravillaos,
alegraos: nos hemos convertido en Cristo; pues si Él es la cabeza y nosotros los
miembros, entonces él y nosotros formamos el hombre completo» (In Jn, tr. 21, 8). El
cuerpo y la cabeza constituyen «el Cristo completo» (In 1Jn, tr. 1, 2; De unit. eccl. 4, 7).
5. Reflexión teológica. (Cf. STh 3, 8, 1). Cristo es cabeza de la Iglesia por razón de
su excelencia, de su gobierno sobre ella, por la consustancialidad de su naturaleza con
los hombres, por su plenitud de gracia y por su labor difusora de gracia.
a) Así como la cabeza ocupa el puesto supremo en el cuerpo humano, así Cristo, como
Dios-hombre ocupa un puesto de eminencia único en la humanidad. La unión hipostática
es la razón última y más profunda de la preeminencia de Cristo en la humanidad. Por ser
Dios es primogénito de la creación (Col 1,15), por ser hombre es el primogénito de entre
los muertos (Col 1,18) y por ser Dios-hombre es el único mediador entre Dios y los
hombres (1 Tim 2,5).
b) Así como la cabeza rige los demás miembros, Cristo rige y gobierna la Iglesia, sea
ilumando y fortaleciendo la mente de los hombres, sea guiando a la jerarquía instituida
por Él.
c) Así como la cabeza posee la misma naturaleza que los miembros, así Cristo, por la
encarnación tomó nuestra misma naturaleza (cf. Jn 1,14; 1 Pd 2,22).
d) Así como la cabeza es sede de todos los sentidos, mientras el resto de miembros
sólo el tacto, así Cristo posee la plenitud de gracia (cf. Jn 1,14-16); en Él habita el Espíritu
Santo en plenitud (cf. Jn 3,34); Él tiene poder sobre toda carne (cf. Jn 17,2) y en Él están
todos los tesoros de sabiduría y ciencia (Col 2,3).
e) Así como la cabeza influye, a través de los nervios, dando movimiento a todo el
cuerpo, así Cristo ilumina y santifica a los miembros de su cuerpo. Como Dios es causa
principal, y como hombre causa instrumental de la gracia (cf. Jn 1,16; 15,5).
La razón interna de esa íntima unión de Cristo con su Iglesia, que llega hasta constituir
una sola persona mística, radica, por una parte, en que Cristo transmitió su misión a los
apóstoles y a sus sucesores. Él es quien por ellos bautiza, enseña y gobierna, ata y
desata, sacrifica y es inmolado; y radica también, por otra parte, en que Cristo hace
partícipe a la Iglesia de su vida sobrenatural, empapando todo el cuerpo de la Iglesia con
su virtud divina y nutriendo y sustentando a cada uno de los miembros conforme al rango
que ocupan en su cuerpo, de la misma manera que la vid nutre y hace fecundos los
sarmientos que están unidos a ella (cf. Jn 15,1-8).
3. La Iglesia descrita por San Pablo como Esposa. Pablo utiliza la analogía del
amor nupcial en su carta a los Efesios (5,25): Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí
mismo por ella. La carta a los Efesios coloca el amor nupcial de Cristo hacia la Iglesia en
relación directa con el sacramento que une como esposos a un hombre y una mujer,
consagrando su amor. Las palabras del Apóstol quieren significar que en el matrimonio y
en el amor nupcial cristiano se refleja el amor del Redentor hacia la Iglesia, amor preñado
de poder salvífico, operante en el misterio de la gracia con la que Cristo hace a los
miembros de su Cuerpo partícipes de la vida nueva (Ef 2,25-27.32). Al desarrollar su idea,
el Apóstol recurre al pasaje del Gen que, hablando de la unión del hombre y la mujer
dice: los dos se harán una sola carne (Ef 5,31; Gen 2,24). Inspirándose en eso san Pablo
lo compara con Cristo y su Iglesia (cf. Ef 5,28-29).
El amor del marido a la mujer es participación del amor de Cristo hacia la Iglesia (cf. Ef
5,23). Cristo Esposo ha sido el primero en el amor porque ha realizado la salvación (cf.
Rom 5,6; 1 Jn 4,19), de tal modo que Cristo es Cabeza de su cuerpo, que Él salva,
alimenta y cuida con amor inefable. Esta relación entre Cabeza y cuerpo no anula la
reciprocidad nupcial, sino que la refuerza. La precedencia del Redentor respecto a los
redimidos (y por ende respecto a la Iglesia) es lo que hace posible esa reciprocidad
nupcial, en virtud de la gracia que Cristo mismo concede. Ésta es la esencia del misterio
de la Iglesia como esposa de Cristo-Redentor.
Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo
esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo (2 Cor 11,2). En este texto, Pablo se
presenta como el amigo del Esposo, cuya preocupación consiste en favorecer la fidelidad
perfecta de la esposa, por eso prosigue: temo que, al igual que la serpiente engañó a Eva
con su astucia, se perviertan vuestras mentes apartándose de la sinceridad con Cristo (2
Cor 11,3).
¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los
miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! (1Cor
6,15). Recordemos que la prostitución es el lenguaje profético para indicar la idolatría del
pueblo, es decir la infidelidad a la ley de Dios. Pablo utiliza la analogía para poner de
relieve la unión con Cristo, que es la esencia de la nueva alianza, y para precisar las
exigencias que implica para la conducta cristiana, ya que quien se une al Señor forma
con Él un sólo espíritu (cf. 1Cor 6,16-17).
Tesis 8: La Iglesia es Templo del Espíritu Santo (doctrina católica, lo contrario: error en
doct. cat.).
1. El Espíritu Santo alma de la Iglesia. Lo que se quiere indicar con esta expresión
es que así como el alma es en el cuerpo el principio del ser y de la vida, también el
Espíritu Santo lo es en la Iglesia, ya que une a los miembros entre sí y con Cristo. El
Espíritu Santo está en plenitud en la cabeza, pero también en los miembros. Toda la vida
y el crecimiento del cuerpo místico parte de ese principio de vida divina que mora en la
Iglesia (cf. LG 4. 7; Ad G 4).
El Espíritu es la surgente del agua que brota hasta la vida eterna (cf. Jn 4,14; 7,38-39).
El Padre da la vida a los hombres, muertos por el pecado. También por la potencia y la
acción del Espíritu Santo, que ha resucitado a Jesús, también resucitarán quienes se han
incorporado a Cristo (cf. Rm 8,10-11).
Es el Espíritu Santo el que dio inicio a la Iglesia (cf. LG 19) cuerpo de Cristo (cf. LG 7).
Lo que nuestro espíritu es respecto a nuestros miembros, lo es el Espíritu Santo respecto
a la Iglesia (cf. S. Ag. Sermo 269; PL 38,1232), por eso se lo denomina, alma de la misma.
Esta expresión (alma de la Iglesia) hay que entenderla en sentido analógico. El Espíritu
Santo no es la forma sustancial de la Iglesia, al modo como el alma lo es del cuerpo
humano, con el cual constituye una única sustancia: el hombre. El Espíritu Santo es
ciertamente el principio vital de la Iglesia, íntimo, pero trascendente. Él es el dador de
vida y de unidad en la línea de la causalidad eficiente, es decir como el autor y promotor
de la vida divina del Cuerpo de Cristo. Para que nos renovásemos en Cristo (cf. Ef 4,23),
nos hizo partícipes de su Espíritu que es único e idéntico en la Cabeza y en los miembros,
dando al cuerpo: vida, unidad movimiento.
Esta analogía permite comparar el proceso de formación de la Iglesia con la creación
del hombre, en modo especial la inspiración del “aliento de vida” (Gen 2,7). El término
usado en hebreo es nefesh (= ser animado por un soplo vital), pero en otros pasajes, el
soplo de vida de los seres vivientes se llama ruah, es decir “espíritu”( Gen 6,17). Según
esta analogía se puede considerar al Espíritu Santo como el soplo vital de la “nueva
creación”, que se concretiza en la Iglesia.
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Eclesiología - Finca (PM)
a) El Espíritu Santo fue enviado a la Iglesia para santificar continuamente a la Iglesia y
a los creyentes para que tuviesen así acceso al Padre en un sólo Espíritu (cf. Ef 2,18). Este
es el primer modo de semejanza del Espíritu Santo, como alma de la Iglesia, Él infunde la
santidad en la Iglesia, según el modelo de Cristo Cabeza a quien el Padre ha santificado y
enviado al mundo (cf. Jn 10,36). La santidad constituye la identidad profunda de la Iglesia
como Cuerpo de Cristo, vivificado y partícipe de su Espíritu. La santidad da la salud
espiritual al Cuerpo. La santidad es lo que da la belleza espiritual que supera toda belleza
natural y artística, porque es reflejo de la belleza de Dios mismo, de modo más esencial y
directo que toda otra belleza creada, precisamente porque se trata del Cuerpo de Cristo.
b) El Espíritu Santo también se dice alma de la Iglesia en cuanto da luz a toda la
Iglesia, la guía a toda la verdad: cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará
hasta la verdad completa pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga...
recibirá de lo mío y os anunciará a vosotros (Jn 16,13.15). Es por tanto bajo la luz del
Espíritu Santo que en la Iglesia se realiza el anuncio de la verdad revelada, y se
profundiza la fe en todos los niveles del Cuerpo místico, sea el de los Apóstoles, sea el de
sus sucesores en el Magisterio, sea también el “sentido de la fe” en todos los creyentes,
entre quienes se encuentran los catequistas, los teólogos y todos los pensadores
cristianos.
c) El Espíritu Santo es también fuente de todo el dinamismo de la Iglesia, ya se trate
del testimonio que se debe dar de Cristo ante el mundo, ya sea en la difusión del
mensaje evangélico. En el Evangelio de Lucas se insiste sobre este aspecto cuando Cristo
anuncia a sus Apóstoles el envío del Espíritu Santo: mirad que Yo voy a enviar sobre
vosotros, la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que
seáis revestidos de poder desde lo alto (Lc 24,49). Más clara aparece la conexión entre el
Espíritu Santo y la Iglesia, en los Hechos: recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que
vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samanria, y
hasta los confines de la tierra (Hch 1,8). Tanto en Lc como en los Hch la palabra griega
“fuerza” o “potencia” es dynamis = dinamismo. Se trata de una energía sobrenatural,
que de parte del hombre exige la oración, tal como lo enseña san Pablo: el Espíritu Santo
viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar
como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefable (Rom
8,26).
Por último, el rejuvenecimiento de la Iglesia proviene del Espíritu Santo que
continuamente renueva y conduce a la Iglesia a la unión con su Esposo. De allí que el
Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven! (cf. Ap 22,7; LG 4). En efecto la Iglesia entera libre de la
esclavitud de la letra sirve en un nuevo espíritu, el del Espíritu (cf. Rom 7,6). Este nuevo
régimen encuentra en el Espíritu su fuente, su continua renovación y su unidad, ya que
más potente que todas las debilidades humanas y que los pecados, está la fuerza del
Espíritu que el Amor vivificante y unificante (ver lo que se dirá sobre la unidad y santidad
de la Ig).
Los Padres dan testimonio de la intima unión del Espíritu Santo con la Iglesia. SAN
IRINEO dice: «Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de
Dios, allí está la Iglesia y toda la gracia» (Adv. haer. I, tr 24, 1). SAN AGUSTÍN compara la
acción del Espíritu Santo en la Iglesia con la del alma en el cuerpo: “Lo que es el alma
para el cuerpo del hombre, eso mismo es el Espíritu Santo para el cuerpo de Cristo, es
decir, para la Iglesia. El Espíritu Santo obra en toda la Iglesia lo que el alma obra en todos
los miembros del mismo cuerpo. Así como el alma anima a todos los miembros del cuerpo
y le confiere a cada uno una función especial, así también el Espíritu Santo anima con su
gracia a todos los miembros de la Iglesia y les confiere una actividad específica al servicio
de todo el conjunto. Por unos obra milagros, por otros anuncia la verdad; en unos
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Eclesiología - Finca (PM)
conserva la virginidad, en otros la castidad matrimonial; en unos produce estos efectos,
en otros aquéllos. Así como el alma no sigue en el miembro separado del cuerpo, de
manera parecida el Espíritu Santo no sigue morando tampoco en el miembro que se ha
separado del cuerpo de la Iglesia” (Sermo 267, 4, 4).
Magisterio: LEÓN XIII declaró en su encíclica Divinum illud (1897): “Sea suficiente
decir esta sola frase: Cristo es la eabeza de la Iglesia y el Espíritu Santo es su alma”. PÍO
XII corroboró esta misma doctrina en la encíclica Mystici Coroporis (Dz 2288). Significa
esta sentencia que, así como el alma es en el cuerpo el principio del ser y de la vida, de
manera parecida lo es también el Espíritu Santo en la Iglesia. El Espíritu es quien une
entre sí y con Cristo (su cabeza) los miembros de la Iglesia, porque se halla todo Él en la
cabeza y todo Él en los miembros del cuerpo místico. Él es quien asiste a la jerarquía
eclesiástica en el desempeño de su ministerio de enseñar, gobernar y santificar. Él es
quien mueve y acompaña con su gracia toda acción saludable de los miembros del
cuerpo místico. Toda la vida y todo el crecimiento del cuerpo místico parte de ese
principio de vida divina que mora en la Iglesia. Cf. Lumen Gentium 4. 7; Ad Gentes 4.
Nota: Santo Tomás llama al Espíritu Santo «coraz6n de la Iglesia» («cor Ecclesiae»),
pues toma como punto de partida el pensamiento aristotélico de que el coraz6n es el
órgano central, del cual fluyen sobre el cuerpo todas las fuerzas vitales. De un modo
análogo el Espíritu Santo es el principio universal del cual brotan todas las fuerzas de
vida sobrenatural, es decir, todas las gracias, sobre la Iglesia: sobre la cabeza (Cristo en
cuanto a su humanidad) y sobre los miembros. Así como el corazón y su actividad
universal resultan invisibles para la pupila, así también el Espíritu Santo y su actividad
universal vivificadora y aunadora en la Iglesia son de igual manera invisibles Por eso, es
razonable comparar al Espíritu Santo con el corazón, y a Cristo con la cabeza teniendo en
cuenta su naturaleza humana sensible (STh 3, 8, 1, ad 3); y en otros lugares dice que el
Espíritu Santo aúna, vivifica, enseña, santifica a la Iglesia, mora en ella, comunica los
bienes de unos con otros (cf. STh 2-2, 1, 9, ad 5; 3, 8, 1, ad 3; 3, 68, 9, ad 2; In 1 Cor c.12,
lc.2).
Tesis 9: Los miembros, santificados por la gracia redentora de Cristo, que pertenecen al
reino de Dios sobre la tierra y al de la vida futura, están unidos con Cristo su Cabeza, y
todos entre sí, formando una comunión de vida sobrenatural (sent. cierta).
• Los cristianos deben imitar la unidad entre Cristo y su Padre: que todos sean uno,
como tú Padre, estás en mí y yo en tí, para que también ellos sean en nosotros ( Jn
17,21). Cristo es la vid y los cristianos los sarmientos (cf Jn 15,1-8) y enseña a orar no
sólo por ellos sino por todos (Padre nuestro: Mt 6,9-11). San Pablo al hablar del cuerpo de
Cristo indica que la actividad de cada miembro redunda en bien de los demás miembros:
Dios dispuso el cuerpo dando mayor honor al que carecía de él, a fin de que no hubiera
escisiones en el cuerpo, antes todos los miembros se preocupen por igual unos de otros.
De manera que, si padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un
miembro es honrado, todos los otros a una se gozan. Pues vosotros sois miembros de
Cristo y miembros unos de otros (1Cor 12,24-27); a la manera que en un sólo cuerpo
tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma función, así
nosotros siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al
servicio de los otros miembros (Rm 12,4-5). De allí que desde el origen unas
comunidades rezaban por otros (cf. Rm 1,9-10; 15,30-31; Ef 6,18-19).
• En la tradición se encuentra desde el principio una expresión práctica de la fe en la
comunión de los santos en las oraciones y súplicas que se dirigían a Dios en los oficios
litúrgicos en favor de los vivos y los difuntos. Los santos padres exhortan repetidas veces
a los fieles a que oren por sí y por los demás. La idea de la comunión de los santos fue
estudiada por san Ag. en sus numerosos escritos que tratan del cuerpo de Cristo. El santo
cuenta como miembros de este cuerpo no sólo los miembros de la Iglesia que viven sobre
la tierra, sino también a todos los fieles difuntos e incluso a todos los justos que ha
habido desde el comienzo del mundo. Todos ellos tienen por cabeza a Cristo. El vínculo
que une a todos los miembros del cuerpo místico con Cristo, la cabeza, y que los une a
todos entre sí, es la caridad, don del Espíritu Santo que es quien anima al cuerpo de
Cristo (cf De Civ Dei l.20,9,2; Enarr in Ps 36,3,4; In Ps 137,4; Sermo 137,1,1).
La expresión “communio sanctorum” la hallamos por primera vez vinculada al símbolo,
y probablemente como integrante del mismo, en la exposición del símbolo de Niceta de
Remesiana (380): “cree por tanto, que sólo en esta Iglesia alcanzarás ser partícipe en la
posesión de los bienes santos (communio sanctorum)”. Desde mediados del siglo V, la
encontramos también en Galia (cf. Fausto de Riez).
• Enseñanzas del Magisterio. El simbolo apostólico, en su forma más reciente (siglo
v), amplía la confesión de la santa Iglesia católica con la siguiente adición: “la comunión
de los santos”. Por el contexto vemos que esta expresión se refiere a la Iglesia de este
mundo. Quiere decir que los cristianos de ia tierra, mientras no lo estorbe el pecado
mortal, se hallan en comunión de vida sobrenatural con Cristo, su Cabeza, y todos entre
si.
Según el Catecismo Romano (San Pio V), la comunión de los santos se realiza por la
posesión común de los medios de alcanzar la gracia depositados en la Iglesia, de los
dones extraordinarios de gracia concedidos a la Iglesia; y, además, por la participación de
los frutos de las oraciones y buenas obras de todos los miembros de la Iglesia: “La unidad
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del Espíritu, por la que ella [la Iglesia] es conducida, hace que todo lo que en ella se
deposite sea común” (I 10, 2); «No solamente son comunes aquellos dones que hacen a
los hombres gratos a Dios y justos, sino también los dones extraordinarios de la gracia»
(I, 10, 25); «Todo lo bueno y santo que emprende un individuo repercute en bien de
todos, y la caridad es la que hace que les aproveche, pues esta virtud no busca su propio
provecho» (I, 10, 23).
Observaciones muy parecidas a éstas las hallamos en la encíclica Mystici Corporis del
papa PÍO XII: “En él [en el cuerpo místico del Cristo] no se realiza por sus miembros
ninguna obra buena, ningún acto de virtud, del que no se aprovechen todos por la
comunión de los santos”. Por consiguiente, entre los miembros del cuerpo místico existe
una comunidad de bienes espirituales que se extiende a todos los bienes de la gracia que
Cristo nos adquirió y a las buenas obras realizadas con su gracia.
Sintetizando las enseñanzas del Concilio Vaticano II (cf. Lumen Gentium c.7, nn.48-51)
Pablo VI escribe en su Cedo: “Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es
decir, de todos los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de
muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una
sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el
amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a
nuestras oraciones” (n.30).
• Santo Tomás saca dos conclusiones de esta doctrina sobre la comunión de los
santos: a) el mérito redentor de Cristo, que es la cabeza, se comunica por medio de los
sacramentos a los miembros del cuerpo místico; b) cada miembro tiene participación en
las buenas obras de los demás; cf. In Symb a.10, nn.987-988. 996-998.
1. Comunión de los fieles que viven en la tierra. Sobre la Iglesia como 'koinonía'
se habló ya anteriormente (unidad 3), ahora veamos cómo se da esa comunión entre los
distintos miembros de la Iglesia.
Tesis 10: Los fieles de la tierra, mediante la oración de intercesión, pueden alcanzarse
mutuamente gracias de Dios (sent. cierta).
Tesis 11: También los fieles pueden merecer de congruo dones de Dios, mediante las
obras buenas realizadas en estado de gracia (sent. probable); y por las obras de
penitencia satisfacer por otros (sent. cierta).
• En la Sag. Esc. aparece el culto tributado a los ángeles (cf. Jos 5,14; Dan 8,17; Tob
12,16) debido a su excelencia, la cual radica en la contemplación inmediata de Dios que
ellos gozan (cf. Mt 18,10), también los santos contemplan a Dios, por lo cual son dignos
de veneración (cf. 1 Cor 13,12; 1 Jn 3,2). También se habla de la intercesión de los santos
por los fieles (cf. 2 Mac 15,11-16; Jer 15,1; Tob 12,12; Ap 5,8; 8,3; 1 Cor 13,8), de allí que
es lícito invocarles.
Nota: la invocación de los santos no perjudica la mediación de Cristo, sino que se
funda sobre ella, y el culto de los santos redunda en gloria para Cristo ya que es de su
plenitud que todos recibimos (cf. Jn 1,16).
• Históricamente, el culto a los santos aparece primeramente bajo la forma de culto a
los mártires. El testimonio más antiguo lo tenemos en el Martyrium Polycarpi (hacia el
156). El autor distingue con toda precisión entre el culto a Cristo y el culto a los mártires:
“A éste [a Cristo] le adoramos por ser el Hijo de Dios; y a los mártires los amamos con
razón como discípulos e imitadores del Señor, por su adhesión eximia a su rey y maestro”
(17, 3). Da testimonio también por vez primera de la costumbre de celebrar “el natalicio
del martirio”, es decir, el día de la muerte del mártir (18, 3). TERTULIANO (De corona mil. 3)
y SAN CIPRIANO (Ep. 39, 3) mencionan que en el aniversario de la muerte del mártir se
ofrece el sacrificio eucarístico. SAN JERÓNIMO defiende contra Vigilancio el culto y la
invocación a los santos (Et 9, 1; Contra Vigil. 6). SAN AGUSTÍN sale igualmente en defensa
del culto a los mártires refutando la objeción de que con ello se adoraba a hombres.
Propone como fin de ese culto el imitar el ejemplo de los mártires, el aprovecharse de sus
méritos y el valerse de su intercesión (Contra Faustum XX, 21).
La invocación a los santos la hallamos testimoniada por primera vez en SAN HIPÓLITO DE
ROMA, que se dirige a los tres compañeros de Daniel con la siguiente súplica: “Os suplico
que os acordéis de mi, para que también yo consiga con vosotros la suerte del martirio”
(In Dan. II 30). ORÍGENES enseña que “a los que oran como conviene, no sólo les
acompaña en su oración el Sumo Sacerdote [Jesucristo], sino también los ángeles y las
almas de los que durmieron en el Señor”. Prueba con argumentos bíblicos la intercesión
de los santos, basándose en 2 Mac 15, 14; y con argumentos especulativos, basándose
48
Eclesiología - Finca (PM)
en la continuación y consumación en la otra vida del amor al prójimo (De orat. 11; cf.
Exhort. ad mart. 20 y 38; In lib. Iesu Nave hom. 16, 5; In Num. hom. 26, 6); cf. SAN
CIPRIANO, Et. 80, 5. En las inscripciones sepulcrales paleocristianas se invoca a menudo a
los mártires y a otros fieles difuntos que se suponía en la gloria, para que intercedan por
los vivos y difuntos.
• A propósito de la veneración a las imágenes de los santos, declaró el concilio de
Trento que «el honor que a tales imágenes se tributa va dirigido a los santos que ellas
representan”; Dz 986. Y a propósito de la invocación a los santos, declaró el concilio: «Es
bueno y provechoso implorar la ayuda de los santos»; Dz 984; cf. Dz 988. Estas
declaraciones del concilio de Trento van dirigidas contra los reformadores, que rechazan
la invocación a los santos como carente de fundamento bíblico e incompatible con la
única mediación de Cristo; cf. Conf. Aug. y Atologia Conf., art. 21; Art. Smalcald., P. II, art.
2, n. 2528. En la antigüedad cristiana surgió el sacerdote galo Vigilancio como enemigo
del culto e invocación a los santos.
• La objeción de que la invocación a los santos perjudica la única mediación de Cristo
no tiene sentido. La mediación de los santos es secundaria y subordinada a la única
mediación de Cristo. El culto e invocación de los santos redunda en gloria de Cristo, que,
como Dios, dispensa la gracia y, como hombre, la mereció y coopera en la dispensación
de la misma. «Veneramos a los siervos para que los resplandores de ese culto glorifiquen
al Señor» (SAN JERÓNIMO, Et. 109, 1); cf. Cat. Rom. 111 2, 14.
Tesis 13: Es lícito y provechoso venerar las reliquias de los santos (de fe).
Con el cuerpo y sus partes, son también venerados como reliquias los objetos que
estuvieron en contacto físico con los santos.
• En la Sag Esc aparecen algunos indicios: los israelitas, cuando salen de Egipto,
llevaron consigo los huesos de José (cf Ex 13,19); por el contacto con los huesos de
Eliseo, resucitó a un muerto (cf. 1 Cron 13,21); Eliseo obró un milagro con el manto de
Elías (cf. 2 Cron 2,13-14); los cristianos de Éfeso aplicaban a los enfermos los pañuelos y
delantales del apóstol san Pablo y conseguían su curación y que se vieran libres de los
espíritus malignos (cf Hch 19,12).
• El alto aprecio del martirio indujo muy pronto a venerar las reliquias de los mártires.
El Martyrium Polycarpi refiere que los cristianos de Esmirna recogieron los huesos del
obispo mártir, “más valiosos que las piedras preciosas y más estimables que el oro” y los
depositaron en un lugar conveniente (18, 2). “Allí”, observa el autor, “nos reuniremos
siempre que sea posible, con júbilo y alegría, y el Señor nos concederá celebrar el
natalicio de su martirio» (18, 3). En la antigüedad cristiana, Vigilancio levantó la voz
contra el culto de las reliquias, muy desarrollado ya por aquel entonces, acusándolo de
idolatría. SAN JERÓNIMO refuta la acusación distinguiendo entre el culto de latría y el de
dulía, y considera la veneración a las reliquias como culto relativo, encaminado a la
persona del mártir (Ep. 109, 1; C. Vigil. 4 s); cf. TEODORETO DE CIRO, Graec. affect. curatio
8; SAN JUAN DAMASCENO, De fide orth. IV 15; STh 3, 25, 6.
• En Trento se afirma: “Los fieles deben también venerar los sagrados cuerpos de los
santos mártires y de todos los demás que viven con Cristo” Dz 985; cf. Dz 998, 440, 304.
La declaración del concilio va dirigida contra los reformadores, que juntamente con el
culto a los santos rechazaron el culto a sus reliquias como carente de todo fundamento
bíblico (cf. LUTERO, art. Smalcald., p.II, a.2, n. 22).
• Los cuerpos de los santos fueron miembros vivos de Cristo y templos del Espíritu
Santo, y un día resucitarán y serán glorificados. Además, Dios concede a los hombres por
su medio, muchos beneficios.
49
Eclesiología - Finca (PM)
Tesis 14: Es lícito y provechoso venerar las imágenes de los santos (de fe).
• La prohibición del AT. de construir y venerar imágenes (cf Ex 20,4-5) tenía por objeto
preservar a los israelitas de caer en la idolatría de sus vecinos paganos; pero también se
construían imágenes (cf. los querubines en el Arca: Ex 25,18; la serpiente de bronce: Num
21,8). Aún hoy no se debe tributar culto idolátrico a las imágenes. El honor que se tributa
a las imágenes se refiere a los modelos que ellas representan. Además hay que recordar
que en la encarnación, Dios invisible, tomó una naturaleza humana (cf. Jn 1,14) que es
imagen y semejanza de Dios (cf. Gen 1,27).
• Por efecto de esa prohibición existente en el Antiguo Testamento, vemos que el culto
cristiano a las imágenes solamente se forma una vez que el paganismo gentílico está
totalmente vencido. El sínodo de Elvira (hacia el 306) prohibió aún que en las casas de
Dios se hicieran representaciones gráficas (can. 36). Primitivamente, las imágenes no
tenían otra finalidad que la de instruir. La veneración a las mismas (por medio de ósculos,
reverencias, cirios encendidos, incensaciones) se desarrolló principalmente en la iglesia
griega desde los siglos V al Vll. Los iconoclastas de los siglos Vlll y IX consideraron este
culto como una vuelta al paganismo. Pero, contra ellos, salen en favor de la costumbre
eclesiástica de tributar culto a las imágenes San Juan Damasceno († 749), los patriarcas
de Constantinopla Germán († 733) y Nicéforo († 829) y el abad Teodoro de Estudión (†
826). Estos insisten principalmente en el carácter relativo del culto y hacen notar el valor
pedagógico de las imágenes sagradas; cf. Dz 1569.
• En Nicea (787), haciendo hincapié en la tradición, declaró contra los iconoclastas
(adversarios violentos del culto a las imágenes sagradas) de la iglesia griega que era
permitido erigir “venerables y santas imágenes” de Cristo, de la Madre de Dios, de los
ángeles y de todos los santos, y tributarles veneración obsequiosa (), aunque no la propia
y verdadera adoración (), que a sólo Dios es debida; porque el honor tributado a una
imagen va dirigido al que es representado por ella (SAN BASILIO, De Spintu S. 18, 45); Dz
302. El concilio de Trento renovó estas declaraciones frente a los reformadores, que con
el culto a los santos y las reliquias reprobaban también el culto a las imágenes. Insiste de
nuevo el concilio en el carácter relativo de semejante veneración: “El honor que se
tributa a las imágenes se refiere a los modelos que ellas representan”; Dz 986; cf. 998.
La eliminación de las imágenes en los templos cristianos, va contra el texto y el
espíritu del Concilio Vaticano II: “De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los
santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas. Las fiestas de los santos
proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la
imitación de los fieles” Sac. Conc 111. Por eso se exhorta a corregir los abusos que se
pudiesen haber introducido, “por defecto o por exceso”, Lumen Gentium 51.
Tesis 15: Los fieles vivos pueden ayudar a las almas del purgatorio (de fe).
• Según 2 Mac 12,42-46 existía entre los judíos de aquella época la convicción de que
podía ayudarse con oraciones y sacrificios a las almas de los que murieron en pecado;
atribuyendo al sacrificio el valor purificativo del pecado. San Pablo desea la misericordia
de Dios para su fiel auxiliar Onesíforo: el Señor le dí hallar misericordia en aquel día cerca
del Señor (2 Tim 1,18).
• La tradición es rica en testimonios. Entre los monumentos literarios de la antiguedad,
hallamos primeramente las actas apócrifas de Pablo y de Tecla (de fines del siglo II), las
cuales testimonian la costumbre cristiana de orar por los difuntos: la difunta Falconilla
suplica la oración de Tecla “para ser trasladada al lugar de los justos”. Tecla ora de esa
manera: “Dios del cielo, Hijo del Altísimo, concédele a ella [a Trifena, madre de la
difunta], según lo desea, que su hija Falconilla viva en la eternidad” (Acta Pauli et Theclae
50
Eclesiología - Finca (PM)
28 s). TERTULIANO, además de la oración por los difuntos, da también testimonio del
sacrificio eucarístico que se ofrecía por ellos en el aniversario de su óbito (De monogamia
10, De cor. mil. 3; De exhort. cast. 11; cf. SAN CIPRIANO, Ep. 1, 2). SAN CIRILO DE JERUSLAÉN
hace mención, en su exposición de la misa, de la oración en favor de los difuntos que
tiene lugar después de la consagración Como efecto de la misma señala la reconciliación
de los difuntos con Dios (Cat. myst. 5, 9s). El que a los fieles difuntos se les pueda ayudar
también con limosnas lo testimonian SAN JUAN CRISÓSTOMO (In Phil. hom. 3, 4) y SAN
AGUSTÍN (Enchir. 111; Sermo 172, 2, 2). Pero SAN AGUSTÍN advierte que los sufragios no
aprovechan a todos los difuntos, sino únicamente a aquellos que han vivido de tal suerte
que están en situación de que les aprovechen después de la muerte; cf. De cura pro
mortuis gerenda 1, 3; Conf. IX 11-13.
Las inscripciones sepulcrales paleocristianas de los siglos II y III contienen a menudo la
súplica de que se haga una oración por los difuntos, o el deseo de que obtengan la paz, el
refrigerio, la vida en Dios o en Cristo; cf. el epitafio de Abercio de Hierópolis (anterior al
216): “Quien se entere de esto y sea compañero de la fe, que rece una oración por
Abercio” (v.19).
• El II concilio universal de LYÓN (1274) y el concilio de FLORENCIA (Decretum pro Graecis
1439) definieron, con las mismas palabras: “Para mitigar semejantes penas, les son de
provecho [a las almas del purgatorio] los sufragios de los fieles vivos, a saber: las misas,
las oraciones y limosnas y otras obras de piedad que suelen hacer los fieles en favor de
otros fieles según las disposiciones de la Iglesia” Dz 464, 693.
El concilio de TRENTO, contra los reformadores que negaban el purgatorio, declaró que
existe el purgatorio y que las almas detenidas allí pueden ser ayudadas por las oraciones
de los fieles v principalmente por el aceptable sacrificio del altar: «animasque ibi
detentas fidelium suffragiis, potissimum vero acceptabili altaris sacrificio iuvaris; Dz 983;
cf. Dz 427, 456, 998. Por lo que se refiere a documentos más recientes, basta ver el Misal
Romano las distintas misas por los difuntos, “lex orandi, lex credendi”.
Nota. Santo Tomás no admite la intercesión e invocación de las almas del purgatorio,
por no tener noticias de las oraciones de los fieles, y por su estado de castigo (cf. STh 2-
2, 83, 11, ad 3; 83, 4, ad 3). Pero por revelación divina, pueden tener noticia de las
oraciones de los fieles, y como las almas del purgatorio son miembros del cuerpo místico
de Cristo pueden interceder por otras almas del purgatorio o los fieles de la tierra.
-----------------------------------------
F. CUESTIONARIO para orientar el estudio).
A. ¿Por qué se dice que la Iglesia es el Pueblo de Dios?
¿Se distingue de otras nociones de “pueblo”? Explica.
¿Qué expresa teológicamente la frase “pueblo de Dios”?
B. ¿Existe en los evangelios alguna alusión a la realidad del cuerpo místico?
¿Qué queremos decir con la expresión Cuerpo de Cristo?
¿Por qué Cristo es cabeza de la Iglesia?
¿Por que se lo llama “místico”?
Comenta algún texto de san Pablo sobre el cuerpo místico.
C. ¿Cuál es la prefiguración de la Iglesia como esposa en el AT.?
¿Cómo se presenta la Iglesia esposa en los Evangelios?
Comenta Ef 5,25-31.
D. ¿Qué actividad realiza el Espíritu Santo en la Iglesia?
¿En qué sentido debemos entender la expresión: “el Espíritu Santo alma de la Iglesia”?
E. ¿Qué se entiende por comunión de los santos?
¿En qué se funda la comunión de la Iglesia?
¿Qué se entiende por koinonia?
¿Por que se puede pedir la intercesión de los santos?
¿Qué podemos hacer por las almas del purgatorio?
51
Eclesiología - Finca (PM)
G. TEXTOS selectos). STh 3, 8, 1; CIgC: 781-801; resumen: 802-810.
----------------------------------------------------
Las propiedades son las características que se derivan de la naturaleza de una cosa.
Así la risibilidad es una propiedad de la naturaleza humana. La verdadera Iglesia de Cristo
tiene sus características propias que se derivan de su naturaleza. Algunas de esas
características se manifiestan al exterior y son fácilmente reconocibles: unidad, santidad,
catolicidad, apostolicidad. A estas características se las denomina como notas distintivas.
Veremos ahora, después de haber estudiado la naturaleza de la Iglesia (en la unidad
anterior) las propiedades de la Iglesia, entre las cuales se encuentran las notas.
A. INDEFECTIBILIDAD DE LA IGLESIA.
Con la palabra indefectibilidad se quiere indicar que la Iglesia durará hasta el fin del
mundo, es decir, tiene carácter imperecedero. También indica que no habrá cambio
sustancial en su doctrina, en su constitución o en su culto. No implica que desaparezcan
algunas iglesias locales, particulares, ni que no existan cambios accidentales.
Tesis 16: La Iglesia de Cristo es indefectible, es decir que permanecerá hasta el fin del
mundo como la Institución fundada por Cristo para lograr la salvación (sent. cierta).
B. INFALIBILIDAD DE LA IGLESIA.
Infalibilidad significa imposibilidad de caer en error. La infalibilidad es un carisma, en
virtud del cual la Iglesia, como institución e instrumento de salvación, no se equivoca ni
se puede equivocar en todo lo que le corresponde a su fin.
b) Tradición. Los padres en su lucha contra los errores, acentúan que la Iglesia
siempre ha conservado la verdad revelada que transmitieron los Apóstoles, y que la
conservará en el futuro. Así S. IRINEO se opone a la tesis errónea de la gnosis y asegura
que la predicación de la Iglesia es siempre la misma, porque posee el Espíritu Santo, el
Espíritu de la verdad: “Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el
Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda la gracia; y el Espíritu de la verdad” (Adv haer
3,24,1); por eso también llama a la Iglesia “morada de la verdad” (3,24,2). Esta
transmisión de la verdad está garantizada por la sucesión ininterrumpida de los obispos
que se inicia en los Apóstoles: “ellos, con la sucesión en el ministerio episcopal, han
recibido el carisma seguro de la verdad según el beneplácito del Padre” (4, 26,2). Cfr. S.
Cipriano, Ep 59,7.
TERTULIANO, decía: “supongamos que todas las comunidades cristianas se hayan
equivocado, que el Apóstol se haya engañado en transmitir a otros su testimonio; que el
Espíritu Santo, implorado precisamente enviado para esto por el Padre y por Cristo, no se
haya preocupado en conducir a ninguna verdad (a dichas comunidades); que el vicario de
Cristo y agricultor de Dios haya descuidado su oficio, permitiendo que las comunidades
entendiesen o creyesen diversamente de lo que Él mismo había revelado mediante los
Apóstoles; ahora bien ¿es verosímil que todas y tan numerosas comunidades se hayan
equivocado en la única fe? ¿O el hecho que, con ellas se haya equivocado el Espíritu
Santo, o se haya equivocado el sucesor de Pedro, por quien fue elevada la oración de
Cristo y le había sido asegurada la asistencia del Espíritu Santo?” De presc 28 (PL 2,40).
2. Objeto de la infalibilidad.
Tesis 18: El objeto primario del carisma de infalibilidad son las verdades reveladas de fe
y de la moral cristiana (de fe).
• En efecto, la Iglesia es maestra y custodia de la palabra revelada; para eso cuenta
con la asistencia de Cristo y del Espíritu Santo, para cumplir con su misión de salvación.
De tal modo que la Iglesia determina el sentido de la doctrina revelada:
- dando una interpretación auténtica de la Sagrada Escritura y de los testimonios de la
tradición.
- Además propone símbolos o fórmulas de fe (definiciones);
- y finalmente puede determinar y condenar los errores que se opongan a la verdad
revelada.
Tesis 19: Objeto secundario son las verdades que no han sido reveladas, pero que están
en íntima conexión con las verdades reveladas sobre la fe y la moral cristianas (de fe).
• Ya que el fin propio de este carisma es la custodia santa y exposición fiel del depósito
de la fe (Dz 1836). Este fin no se podría conseguir si no pudiese dar decisiones infalibles
sobre verdades y hechos que se hallan en conexión estrecha con las verdades reveladas,
ya sea explicando el modo de entenderlas, ya condenando el error opuesto (así por
ejemplo los hechos históricos –ej. resurrección de Cristo; o las verdades naturales en
conexión con las verdades reveladas –ej. la posibilidad para la razón humana de llegar a
conocer la existencia de Dios; o la canonización de los santos por la cual se declara que
un miembro de la Iglesia ha sido recibido en la vida eterna, y debe ser objeto de pública
veneración).
55
Eclesiología - Finca (PM)
3. Sujetos de la infalibilidad y el alcance de la misma. La naturaleza de la
infalibilidad del magisterio no es una infalibilidad moral (impeccabilitas), sino doctrinal,
cuyo ámbito hay que buscar en la revelación y no en la vida, ni en la virtud o ciencia de
las personas que poseen la infalibilidad.
Tesis 20: El Papa es infalible cuando habla 'ex catedra' (de fe).
• La infalibilidad (y el primado de Pedro) deriva de la voluntad de Cristo y entra en la
constitución esencial de la Iglesia. Esta voluntad se muestra en los distintos textos del
evangelio que se refieren a Cristo y su relación con Pedro y el colegio apostólico.
Cfr. Lc 22,32. La oración de Cristo es ultrapersonal. San Pedro, como los otros
apóstoles poseía el carisma de la infalibilidad personal, privilegio extraordinario e
intransmisible. Jesús no se preocupaba ni de la fe de Pedro, ni de los Apóstoles, sino que
Cristo aludía más bien a un oficio, a una autoridad ordinaria en función de un
fundamento, de explicación de la fe, de custodia de la fe desde entonces y para siempre.
Cfr. Jn 21,15-17. Cristo constituye a Pedro pastor supremo universal e inmediato de la
Iglesia. Bajo la imagen del rebaño, subyace la del gobierno de la Iglesia y la de pastorear
en la fe. A su vez como la fe está ordenada a la salvación, es incompatible con el error.
Otro aspecto por aclarar es que se trata de la infalibilidad del romano pontífice, en
cuanto es el sucesor del Apóstol Pedro y por lo mismo pastor supremo y maestro de toda
la Iglesia, persona individual, pero no considerada en su aspecto “privado” sino “público”
(pastor y maestro de la Iglesia). No es una absolutización de un hombre que vacía el valor
de la Iglesia, sino un carisma en favor de ella.
Finalmente queda por aclarar los límites de la infalibilidad. No todo juicio o doctrina de
este o aquel papa pueden decirse infalibles. Si bien toda intervención papal en materia
de fe y de costumbres siempre se puede presentar en función de supremo pastor y
maestro de la Iglesia universal, no por eso se trata de una intervención infalible. Para que
se verifique el carisma de la infalibilidad papal, es necesario que el papa, al pronunciar la
sentencia o al definir una doctrina, apele a su función de pastor y doctor universal,
manifestando al mismo tiempo la intención de ejercitarla.
• En el Vaticano I (Pastor Bonus) se precisan 4 condiciones que miran al modo y objeto
de la infalibilidad papal y su ejercicio:
1°, se requiere una locutio ex cathedra o sea que el papa emplee su responsabilidad
de maestro en su sentencia o definición doctrinal delante de toda la Iglesia y a todos sus
miembros, fieles y obispos;
2° una indicación explícita a su suprema autoridad apostólica;
3° sobre la fe y la moral, en el ámbito de la revelación sea escrita, sea oral;
56
Eclesiología - Finca (PM)
4° la declaración de definir una verdad revelada en forma vinculante (dogmática) para
toda la Iglesia.
Una definición o proclamación papal, en las que se den las 4 condiciones predichas es
irreformable por sí misma y no por el consentimiento de la Iglesia, contra el parecer de H.
Küng33. La LG 25 c explicita la razón, como consecuencia de la asistencia del Espíritu
Santo, prometida al papa en la persona de Pedro.
33 H. KÜNG, Unfehlbar? Brescia 1970, 164-178. Cfr también: U. BETTI, Il Magisterio del Romano Pontefice,
L’OR, 4 abr 1970,1-2.
34 Ep 66,8; PL 4,406: “unde scire debes episcopum in Ecclesia esse et Ecclesiam in episcopo, et, si quis cum
episcopo non sit, in Ecclesia non esse.”
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Eclesiología - Finca (PM)
asignada”. Como sucesores de los apóstoles, los obispos son los pastores y maestros del
pueblo creyente (cfr. Dz 1821). Como maestros oficiales de la fe, son sujetos de la
infalibilidad prometida al magisterio de la Iglesia.
Se debe distinguir dos formas del magisterio del episcopado en pleno, uno
extraordinario, el otro ordinario.
a) Extraordinario se ejerce en el concilio universal o ecuménico. Es en las decisiones
del concilio universal donde se manifesta de forma más clara la actividad docente de
todo el cuerpo magisterial instituído por Cristo. Para que un concilio sea universal se
requiere: 1° que sean invitados todos los obispos que gobiernan actualmente diócesis; 2°
que se congreguen al menos un número tal de todos los países, que puedan ser
considerados como representantes del episcopado en pleno; 3° que el papa convoque el
concilio o que al menos apruebe con su autoridad esa reunión de los obispos y que
personalmente o por delegado tenga la presidencia y apruebe los decretos 35.
b) El magisterio infalible ordinario de los obispos, se ejerce cuando en sus respectivas
diócesis anuncian unánimemente, en unión moral con el papa, las mismas doctrinas de fe
y costumbres. Basta una conformidad moralmente universal, con el consentimiento
explícito o tácito del Papa como cabeza suprema del episcopado.
La historia de la Iglesia nos enseña que algunos miembros del episcopado han caído en
error y en herejía (p.e. Fotino, Nestorio) por eso cada obispo particular no es infalible al
anunciar la verdad revelada, sino todo el colegio. Sin embargo cada obispo en su
diócesis, por su cargo, es el maestro auténtico, autoritativo, de la verdad revelada,
mientras se halle en comunión con la Sede Apostólica y profese la doctrina universal de
la Iglesia.
Nota. Dos documentos, la Professio fidei (1989) y la instrucción Donum veritatis (24
may 1990) hablan del asentimiento a las enseñanzas del Magisterio. El primero habla del
orden de las categorías de verdades, con el diverso grado de autoridad de las doctrinas
35 Los primeros 8 Concilios universales, fueron convocados por el emperador. Los concilios universales II y V
se realizaron sin la colaboración del Papa o de sus delegados. Por eso más que concilios universales fueron
concilios plenarios (asamblea de obispos de varias regiones) del Oriente, que gracias al consentimiento
posterior del sumo pontífice, sus decretos doctrinales adquirieron validez ecuménica para toda la Iglesia.
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Eclesiología - Finca (PM)
propuestas por el Magisterio y el relativo tipo de asentimiento exigido a los fieles 36. El
segundo documento habla de la vocación eclesial del teólogo.
36 Se pueden distinguir las verdades reveladas formalmente; las que no son propuestas como formalmente
reveladas, pero necesarias para conservar y exponer fielmente el depósito de la fe. Estas segundas están
necesariamente conectadas con la revelación mediante una relación histórica o evidencian una conexión
lógica, la cual expresa una etapa en la maduración del conocimiento de la misma revelación, que la Iglesia
está llamada a recorrer. Pero ambas (las formalmente reveladas, y las necesarias) son definitivas por su
vinculación intrínseca con la verdad revelada (nn.5-7). El acto definitorio (un juicio en la forma solemne de
una definición) o no definitorio (cuando el Romano Pontífice confirma una doctrina, declarando explícitamente
que pertenece al patrimonio del depositum fidei y es enseñada por el Magisterio ordinario y universal –que
incluye necesariamente el del papa-) esa doctrina debe ser entendida como propuesta infaliblemente. Hay
diferencia en el asentimiento a ambas: en una el asentimiento se funda directamente en la autoridad de la
Palabra de Dios (doctrinas de fide credenda); en el caso de las verdades (no formalmente reveladas, pero
necesariamente conexas con ella) el asentimiento se funda sobre la fe en la asistencia del Espíritu Santo al
Magisterio y sobre la doctrina de la infalibilidad del Magisterio (doctrinas de fide tenenda). Pero no hay
diferencia en cuanto si el acto es definitorio o no definitorio, la doctrina es enseñada infaliblemente y por
tanto es definitive tenenda, aunque no sea de fide credenda.. Cfr A. GARUTI, El problema del disenso a la luz
de la nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de la “Profesio fidei”, en L’OR cast. 7 ag 1998, 5.8.
Un ejemplo de verdad definitive tenenda es la carta apóstolica Ordinatio Sacerdotalis de Juan Pablo II a los
obispos de la Iglesia Católica, sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a los hombres, del 22 may 1994,
L’OR cast. 3 jun 1994, 5. “Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres,
sea conservada por la tradición constante y universal de la Iglesia, y sea enseñada firmemente por el
Magisterio en los documentos más recientes, no obstante en nuestro tiempo y en diversos lugares se la
considera discutible, o incluso se atribuye una valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no
admitir a las mujeres a tal ordenación. Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran
importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar
en la fe a los hermanos (cfr Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguna la facultad de conferir
la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos
los fieles de la Iglesia.”
59
Eclesiología - Finca (PM)
Iglesia, por la promesa de Cristo y por la asistencia del Espíritu Santo, escucha, custodia
y expone fielmente aquella palabra (cfr DV 9-10). Es también el Espíritu Santo quien
interviene para hacer nacer la fe en el alma del hombre. A Dios que revela se debe la
obediencia de la fe (cfr Rom 16,26; 1,5; 2 Cor 10,5-6) con la cual el hombre se abandona
todo entero libremente, dándole el pleno obsequio de la inteligencia y de la voluntad.
Para esto es necesaria la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo que mueve el
corazón del hombre y lo dirige a Dios. Ya se trate de toda la fe de la Iglesia en su
conjunto, ya de cada creyente en la Iglesia; ya se trate de una correcta inteligencia de la
Revelación divina, ya de su desarrollo, es siempre la obra del Espíritu Santo (cfr Lc
2,19.51). Esperando la plena manifestación de la verdad, el Espíritu Santo prepara a la
Iglesia y a cada creyente a la venida definitiva del Señor (cfr Ap 22,17).
C. UNIDAD DE LA IGLESIA.
La analogía entre la Trinidad y la Iglesia, no sólo es una idea bonita, sino un dato que
permite profundizar en su misterio. La unidad de la Iglesia es la analogía viviente de la
unidad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta unidad no es sólo en sentido numérico o
unicidad (una sola), sino principalmente la unidad interna, es decir unión en el sentido de
indivisión. Siempre se puede crecer en esta unidad interior, a la cual se oponen las
disensiones internas.
Tesis 22: La Iglesia fundada por Cristo es única y una (de fe).
a) Los Santos Padres, en su lucha contra las herejías, insisten en la unidad de la fe;
y en su lucha contra el cisma, en la unidad de la comunión. Así SAN IRINEO: “Así como el
sol es uno mismo en todo el mundo, así también el mensaje de la verdad penetra en
todas partes e ilumina a todos los hombres que quieren llegar al conocimiento de la
verdad” (Adv Haer 1,10,2; 5,20,1).
Las verdades más importantes de la fe se sintetizaron en los símbolos de fe (credo)
con el fin de que hicieran pública profesión de la misma quienes se acercaban a recibir el
bautismo. Así S. Irineo (Adv Haer 1,10,1; 3,4,2), Tertuliano (De preasc 13; De virg vel 1;
Adv Prax 2), Orígenes (De princ 1, praef. 4).
Con ocasión de la escisión religiosa entre Cartago y Roma, San Cipriano escribió la
primera monografía sobre la unidad de la Iglesia católica. En ella niega que consigan la
salvación quienes están fuera de la Iglesia católica (De eccl cath unit 6). La unidad se
conserva por medio del vínculo de los obispos íntimamente unidos entre sí ( Ep 66,8).
Sobre la importancia del primado para conservar la unidad de la Iglesia, ver San Cipriano
(De unit 4), Optato de Milevi (De schism Donat 2,2), S. Jerónimo (Adv Iov 1,26).
S. CIPRIANO escribió, con motivo de la escisión religiosa entre Cartago y Roma, la primera
monografía sobre la unidad de la Iglesia católica. En ella niega que consigan la salvación
eterna los que se apartan de la unidad de la Iglesia católica (De eccl. unit. 6).
c) Santo Tomás enseña que la unidad de la Iglesia es causada por la unidad de la fe,
de la esperanza y de la caridad. La unidad de la fe, ya que todos los cristianos que
forman el Cuerpo de la Iglesia creen lo mismo, Ef 4,5: un solo Dios, una fe, un bautismo
(cfr. 1 Cor 1,10).
Además también la esperanza causa la unidad de la Iglesia, porque todos esperan
firmemente alcanzar la vida eterna. De allí que s. Pablo diga que un sola es la esperanza
de nuestra vocación (cfr. Ef 4,4).
61
Eclesiología - Finca (PM)
Finalmente la unidad de la Iglesia es causada por la unidad de la caridad, porque todos
los que están unidos en el amor de Dios, están unidos entre sí por el amor mutuo (cfr. Jn
17,22). Amor que se manifiesta, si es verdadero, cuando cada uno es solícito por el bien
del otro, y cuando todos se soportan pacientemente (cfr. Ef 4,15-16; In Symb a.9).
37 Varios son los documentos del Magisterio respecto al ecumenismo: Unitatis redintegratio, Directorio para
la aplicación de los principios y normas del ecumenismo, Ciudad del Vaticano 1993; Juan Pablo II: Ut Unm
Sint, 25 may 1995; y varias catequisis de los miércoles (28 jun, 14 y 26 jul, 2. 9. 23. 30 ag 1995).
62
Eclesiología - Finca (PM)
hacia la propia vocación (cfr UR 6); 2°, la conversión interior, en fidelidad más pura al
Evangelio (cfr UR 7); 3°, la oración unánime (cfr Mt 18,20; UR 8); 4°, el conocimiento
mutuo de los hermanos: de la doctrina, de la historia, de la vida espiritual y del culto, de
la psicología religiosa y de la cultura propia de los hermanos (cfr. UR 9); 5°, la formación
teológica y sobre todo las disciplinas históricas, deben empeñarse en el aspecto
ecuménico, sobre todo exponer la teología con toda exactitud, sin espíritu polémico (cfr
UR 10); 6°, la exposición de la fe católica, sin falso irenismo, con la mayor profundidad y
exactitud posibles, con una forma y lenguaje que la haga accesible a los hermanos
separados; con amor a la verdad, con caridad y con humildad; recordar que existe una
jerarquía de verdades (cfr UR 11); 7°, cooperación con los hermanos separados, por
ejemplo en el campo social (cfr UR 12).
D. LA SANTIDAD DE LA IGLESIA.
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es el sólo Santo (cfr. Lc 1,35; Mc 1,24; Lc 4,34; Jn 6,69;
Hch 3,14; Hb 7,26; 1 Jn 2,20; Ap 3,7). Cristo, el Hijo hecho carne (cfr. Jn 1,14) amó a su
Iglesia y se entregó por ella para santificarla (cfr. Ef 5,25-26), enviándole también el
Espíriu Santo (cfr. Jn 14,16-17). De tal modo que el Espíritu Santo mueve interiormente a
todos para que amen a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y
con todas las fuerzas (cfr. Mc 12,30) y se amen unos a otros como Cristo nos amó (cfr. Jn
13,34; 15,12). De allí que La Iglesia es santa y todos en ella están llamados a la santidad:
esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación (1 Ts 4,3; cfr. Ef 1,4).
1. La Iglesia santa. El Pueblo convocado por Yahveh es, precisamente por ser
llamado por Él, una asamblea santa (klhth agia, Ex 12,1-6; Lev 23,2-8; Num 28,25). Santa
es la Iglesia por la cual Cristo se ha sacrificado (ina uthn agiash) para santificarla (ina h
agia kai amwmw") para que sea santa e inmaculada (Ef 5,26-27). Santos son llamados
también los miembros, aún cuando hayan manchado el candor bautismal (cf. Rm 1,7; 1
Cor 1,2; 2 Cor 1,1; Ef 1,1; Fil 1,1; Col 1,2). Se trata de una santidad que toca en
profundidad el misterio de la Iglesia y de las almas, asimilándolas y configurándolas a
Cristo.
La raíz hebraica qds contiene la idea de la separación: qados es Yahveh en cuanto
separado, y por ende trascendente. También lo es toda persona o cosa que sean
separadas, puestas aparte, es decir consagradas al servicio de Dios. El AT. conoce
además una santidad moral (cfr. Lv 11,44-45; 19,2;20,7; Ex 20,1-17) pero la idea de
santidad en el AT. (qodes) es sobretodo la que está ligada a un estado de separación en
el cual es puesto algo o alguien mediante un acto consecratorio. Integrando esta noción
con la indicada en el NT. se hace legítima la distinción entre santidad objetiva y santidad
subjetiva, como distinción entre dicho estado de separación y la tensión ideal del
creyente.
Esta tensión está ligada a las condiciones cambiantes del sujeto, puede aumentar o
disminuir, y también desaparecer. Es decir que la santidad, como hecho subjetivo, puede
naufragar ante la irrupción del pecado y de su eficacia devastante. Pero un naufragio de
este tipo no comporta el de la santidad objetiva. El pecador permanece santo por
vocación (cfr. Rm 1,7), además la consagración bautismal y aquella propia de la
confirmación y del orden (en el caso que el pecador sea un sacerdote, permanece en él el
efecto santificante de la consagración sacerdotal). En resumen, el pecador que se pone
subjetivamente contra Dios, permanece objetivamente para Dios 38. Por eso tiene motivo
todavía de continuar formando parte de la Iglesia.
La conclusión que se sigue es clara. Como sujeto dotado de una sana personalidad, y
como objeto de la acción santificadora de Dios que le dona su Espíritu y la convierte en
reflejo trinitario, la Iglesia es santa y está capacitada para santificar. Santa porque está
revestida de la gracia de Cristo Cabeza y de la presencia santificante del Espíritu. Pero
también porque su fundador es santo, santos son sus módulos operativos, santa la
finalidad de su ser y de su obrar.
c) Santos sus módulos operativos, es decir los medios con los cuales la Iglesia
alcanza su fin: las enseñanzas de Cristo, sus mandamientos y preceptos, sus consejos, el
sacrificio Eucarístico, los sacramentos, la Liturgia, todos los dones y carismas están
ordenados a la santidad de la Iglesia.
d) Santos son muchos miembros de la Iglesia (que poseen la gracia, cfr. Flp 1,1) y
nunca han faltado en todo tiempo ejemplos de santidad heroica en tantos de sus
miembros.
Los apologistas de los primeros tiempos del cristianismo describen, en su lucha contra
el paganismo, la sublimidad de la fe y la moral cristiana e indican la transformación moral
que han logrado en sus adeptos; cf. Arístides, Homl. 15-17; Justino, Apol. I 14-17, 23-29.
Según Orígenes, «las iglesias de Dios que han tenido como maestro y educador a Cristo,
en comparación con las comunidades paganas en medio de las cuales habitan como
extranjeras, son como luminarias celestiales en el mundo» (C. Celsum III 29; cf. I 26); cf.
San Agustín, Sermo 214, 11.
La Iglesia confiesa en el símbolo apostólico: “Creo... santa Iglesia” (Dz 2). El concilio
del Vaticano I atribuye a la Iglesia “santidad eximia e inagotable fecundidad en todos los
bienes” (Dz 1794). PÍO XII comenta en la enc. Mystici Corporis: “Y esta piadosa Madre
brilla sin mancha alguna en los sacramentos, con los que engendra y alimenta a sus
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Eclesiología - Finca (PM)
hijos; en la fe que en todo tiempo conserva incontaminada; en las santísimas leyes con
que a todos manda y en los consejos evangélicos con que amonesta; y, finalmente, en los
celestiales dones v carismas con los que, inagotable en su fecundidad, da a luz
incontables ejércitos de mártires, vírgenes y confesores”.
El Vaticano II enseña que todos los miembros de la Iglesia están llamados a la
santidad: LG 39-42. PABLO VI: “el Señor Jesús forma a su Iglesia por medio de los
sacramentos que manan de su plenitud. Porque la Iglesia hace por ellos que sus
miembros participen del misterio de la muerte y la resurrección de Jesucristo, por la
gracia del Espíritu Santo, que la vivifica y la mueve. Es, pues, santa, aunque abarque en
su seno pecadores; porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus
miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida, se santifican; si se apartan de ella,
contraen pecados y manchas del alma, que impiden que la santidad de ella se difunda
radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de
librar de ellos a sus hijos por la sangra de Cristo y el don del Espíritu Santo” (Credo 20).
Los fieles de esta comunidad son santificados: 1°) como la iglesia material, cuando es
consagrada, es lavada, así también los fieles han sido lavados con la sangre de Cristo (cf.
Ap 1,5; Hb 13,12); 2°) a través de la unción, como la Iglesia es ungida, así también los
fieles son ungidos con unción espiritual, para que sean santificados, de lo contrario no
serían verdaderos cristianos, pues Cristo significa “ungido” y esa unción es la gracia del
Espíritu Santo (cf. 2Cor 1,21; 1Cor 6,11); 3°) a través de la Trinidad que habita en ellos, y
donde Dios habita, ese lugar se hace santo (cf. Sal 27,16 y 92,5); 4°) a través de la
santificación del nombre de Dios (cf. Jer 14,9), y una vez santificados, busquemos no
manchar con el pecado nuestra alma, la cual es templo de Dios (cf. 1Cor 3,17). Cf. In
Symb a.9 nn.977-981.
2. La Iglesia y el pecado.
Tesis 24: A la Iglesia no pertenecen tan sólo miembros santos, sino también pecadores
(de fe).
• En la Iglesia conviven buenos y malos, cuya separación se hará sólo al fin del mundo
(cfr. parábola de trigo y cizaña, Mt 13,24-30. peces buenos y malos, 47-50; vírgenes
prudentes y necias, 25,1-13; excluido, después de intentos de corrección, 18,15-17). Se
deja traslucir que en la comunidad de tiempos apostólicos hubo anomalías que no fueron
castigadas con la exclusión de la comunidad (1Cor 11,18ss.; 2Cor 12,20ss).
San Agustín defendió contra los donatistas la doctrina tradicional de la Iglesia
apoyándose en las parábolas de Jesús. La doctrina de que todo el que peca mortalmente
cesa de ser miembro de la Iglesia conduce a negar la visibilidad de la Iglesia, porque la
posesión o carencia del estado de gracia no es cognoscible externamente.
Pio XII en su Mystici Corporis hace la siguiente observación: “no cualquier pecado,
aunque sea una transgresión grave, aleja por su misma naturaleza al hombre del cuerpo
de la Iglesia, como lo hacen el cisma, la herejía o la apostasía”.
La permanencia del gravemente pecador en la Iglesia tiene fundamento intrínseco en
cuanto éste sigue estando unido con Cristo, cabeza del cuerpo místico, al menos por
medio de la fe y de la esperanza cristiana, cf. STh 3, 8, 3, ad 2.
66
Eclesiología - Finca (PM)
¿Puede decirse entonces que la Iglesia es pecadora? K Rahner y con él otros 39, están
convencidos que es así. Pero su argumentación no es convincente. Que la Iglesia cuente
entre sus miembros pecadores, quizás muchos, está fuera de discusión. Pero que ella
misma sea pecadora es absurdo y blasfemo.
a) Absurdo porque la Iglesia es sacramento universal de salvación y no se ve como
podría neutralizar el pecado, es decir salvar, si estuviese contaminada con el pecado.
Además la Iglesia se define no por el pecado de sus hijos, sino por la gracia a ellos
donada.
b) Blasfemo porque el pecado de la Iglesia redundaría fatalmente en Cristo, del cual
ella es cuerpo y esposa, y sobre el Espíritu que la cubre con su sombra y la llena de sí,
estableciéndose en ella como en su tempo, aún cuando no se una a la Iglesia como si
fuese su principio formal o su alma.
Algunos han pretendido desviar el problema hablando no de una Iglesia pecadora, sino
de estructura de pecado dentro de la Iglesia. Pero también a esta postura le falta
verdadero sentido teológico, además de faltarle claridad. Las estructuras de la Iglesia son
aquellas por las cuales es sacramento universal de salvación. Y en consecuencia, no es
estructura de pecado a menos de caer en evidente contradicción. Si por hipótesis se
encontrasen estructuras de pecado en la Iglesia, serían extrañas a la Iglesia misma, en
contraposición a su naturaleza y finalidad.
La Iglesia es por tanto santa y no pecadora. Santificada por la presencia de la Trinidad
y consagrada por la unción del Espíritu Santo. Su santidad no disminuye, aún cuando
algunas veces disminuya en algún fiel. Y cuando esto sucede: “non in se ipsa sed in nobis
vulneratur Ecclesia. Caveamus igitur ne lapsus nostrae vulnus Ecclesiae fiat” (S.
Ambrosio, De Virg 10,84; PL 16,278d); “peccatis membrorum non maculatur sanctitas
ecclesiae” (S. Agustín, Enar Ps 118,27; PL 37,1801).
Terminamos con un texto del Credo de Pablo VI (n.19): “Es, pues, santa, aunque
abarque en su seno pecadores; porque ella no goza de otra vida que de la vida de la
gracia; sus miembros, ciertamente si se alimentan de esta vida, se santifican; si se
apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma, que impiden que la santidad de
ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados,
teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la Sangre de Cristo y el don del Espíritu
Santo.”
En conclusión la Iglesia es “Santa” en un sentido ontológico, en cuanto que ella es el
gran medio –sacramento primordial- por el que Dios comunica la santidad (cfr. LG 1); y
santa en sentido moral, por la elevación y virtud heroica que connaturalmente produce
en sus miembros (cfr. DS 3013= Dz 1794).
E. LA IGLESIA ES CATÓLICA.
Otra de las propiedades Iglesia que a su vez se manifiesta al exterior y es fácilmente
conocible, y por ende es otra de sus “notas” es la catolicidad (= universalidad).
39 Cfr. K. RAHNER, La Chiesa peccatrice nei decreti del Vaticano II, en Nuovi Saggi 1, Roma 1968, 443-478;
Chiesa di peccatori, 415-441; H. KÜNG, 379-391, su tema es “Heiligkeit in der Sündhaftigkeit”, y su conclusión
es esta: “die wirkliche Kirche ist eine sündige Kirche”, y su explicación es esta: “Nicht aus dem Wesen der
Kirche geht die Sünde hervor, sondern sie bricht in sie ein”. H.U. VON BALTHASAR, Wer ist die Kirche? Friburgo
1965, 55-136, que, como si no fuese nada, define la Iglesia “die heilige Hure”; ID., Casta meretrix, en Sponsa
Verbi, 189-283; Y.M. CONGAR, Proprietá, 564-568; J. RATZINGER, Das Neue Volk Gottes. Entwürfe zu einer
Ekklesiologie, Düsseldorf 1970, 249-266.
67
Eclesiología - Finca (PM)
1. La universalidad del Pueblo de Dios. La expresión Iglesia “católica” (h kaqolikh
ekklhsia) no aparece en la Escritura, pero sí la idea 40. Al hablar de la Iglesia como el
nuevo Pueblo de Dios tuvimos oportunidad de ver este aspecto universalístico. Las
profecías hablaban de universalidad de la salvación (cfr. Is 11,10; 49,6; 55,4-5; Mal 1,11).
El cumplimiento de tales promesas se da en la Iglesia. En correspondencia con estas
profecías del AT., el NT. indica la perspectiva universalística basada: en la misión a todo el
mundo, y a todas las gentes (cfr. Mt 28,19-20; Mc 16,15); en la evangelización del mundo
entero antes que llegue el fin (cfr. Mt 24,15); en la visión de Pedro en Joppe (cfr. Hch
10,11-12); en el milagro de las lenguas en el día de Pentecostés (cfr. Hch 2,4.6.) signo
que la Iglesia abarca simultáneamente todos los pueblos de cualquier lengua y cultura;
en el número de 12 Apóstoles que se refiere a las 12 tribus de Israel. No está pues la
palabra católica, pero sí la realidad por ella designada (cfr. LG 13; 17).
40 Católico (x) significa universal. La Iglesia se designa como católica por su universalidad.
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Eclesiología - Finca (PM)
compone de tres partes: una vive sobre la tierra, otra en el Cielo, y la tercera en el
purgatorio.
2°) En sentido social, por la totalidad de las clases sociales que en ella se encuentran.
Nadie es excluido, ni el patrón ni el siervo, ni el hombre ni la mujer: ya no hay hombre ni
mujer (Gal 3,28).
3°) En sentido cronológico, por su duración universal. Algunos opinaron que la Iglesia
debía durar hasta cierto tiempo. Pero esto es falso pues la Iglesia se inició desde los
tiempos de Abel y durará hasta el fin del mundo: he aquí que estoy con vosotros hasta el
fin del mundo (Mt 28,20). Cfr. In Symb a.9.
Un problema particular se presenta al hablar de iglesias locales o particulares
(parroquias, diócesis) ¿son éstas la Iglesia, o la Iglesia es la suma de las iglesias
particulares? En las cartas de San Pablo él se dirige a la Iglesia de Dios que está en
Tesalónica, Corinto. Y este hecho se repite en cada cristiano que en su parroquia, en su
diócesis, en su nación, tiene experiencia de la Iglesia, no de las “iglesias”. Entre el cuerpo
y cada uno de los miembros, entre la ekklhsia y las comunidades existe una perfecta
comunidad, mejor aún unidad. Las iglesias locales o particulares no son partes de un
todo, sino la expresión particular o local y periférica de la Iglesia; es decir, son Iglesia, son
la Iglesia. No son comunidades múltiples y diversas entre ellas que confluyen en la
unidad y catolicidad de la Iglesia, sino la Iglesia que es siempre ella misma en cada una
de tales comunidades. Así la Iglesia son los primeros cristianos que se reunían en casa de
familia, para la Santa Cena, como quienes se reúnen bajo el esplendor de la basílica San
Pedro, como también en la choza perdida de una misión. Cf. LG 26a. Aquellos que
obrando en persona Christi, confieren a la misma comunidad las características
sacramentales de la Iglesia, que hacen un instrumento de evangelización y de
santificación, que se alimentan con la Palabra de Dios y administran los sacramentos,
presiden la vida comunitaria. De ellos depende que la comunidad sea cuerpo de Cristo y
su mística esposa. De ellos recibe lo que hace la Iglesia. Así en lugar de multiplicarse en
cada comunidad, la Iglesia es y vive en cada una de ellas. En cada una de ellas es
instrumento universal de salvación. En cada una de ellas y no en su suma, es el Pueblo
de Dios que permanece único y uno en su extenderse por todo el mundo y a lo largo de
los siglos (cfr. LG 13a).
Tesis 26: Es necesario pertenecer a la Iglesia para conseguir la salvación (de fe).
• Esta necesidad es no sólo de precepto, sino de medio 41. Pero no necesidad absoluta
sino hipotética, es decir que en circunstancias especiales, como el caso de ignorancia
invencible o de imposibilidad, la pertenencia actual a la Iglesia puede ser sustituida por el
deseo de la misma. No es necesario tampoco que este deseo sea explícito, sino que
puede también traducirse por una disposición moral para cumplir fielmente la voluntad
de Dios. En este sentido pueden alcanzar la salvación quienes se hayan de hecho fuera
de la Iglesia católica. “Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y de
su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en
cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden
conseguir la salvación. La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la
salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron a un claro conocimiento de Dios y,
sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta”
(LG 16). También hay que tener en cuenta que todo lo bueno y verdadero que hay en
ellos es preparación evangélica, y que los hombres por engaños del maligno, o por vivir
sin Dios están expuestos a la desesperación (cfr Rm 1,21.25). Por lo cual la Iglesia
recuerda el mandato de Cristo y fomenta las misiones para promover la gloria de Dios y
la salvación de todos (cfr LG 16).
41 Se dice necesario (quod non potest non esse) lo contrario de posible (potest esse et non esse). Existe una
necesidad de precepto (es decir establecida por una norma) o de medio (que se sigue por la naturaleza de las
cosas).
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Eclesiología - Finca (PM)
Orígenes: “Fuera de la Iglesia ninguno se salva”(In Iesu Nave hom 3,5; PG 12, 841). San
Cipriano: “Fuera de la Iglesia no hay salvación” (Ep 73,21; PL 3,1169A)42.
La expresión práctica de esa fe de la Iglesia primitiva, se muestra en el extraordinario
celo misional desplegado, por su prontitud para sufrir el martirio y en su lucha contra la
herejía. Ciertamente que se indicaba la posibilidad de salvarse fuera de los límites
visibles de la misma (caso del catecúmeno que muere con el deseo del bautismo).
También se hacía una distinción entre el hereje material y el formal (s. Ag. Ep 43,1, 1), y
la posibilidad de salvarse que tienen es distinta en ambos casos.
F. LA IGLESIA ES APOSTÓLICA.
Existe una unión entre la apostolicidad de la Iglesia y los sucesores de aquellos que
Cristo quiso en número de Doce, en torno a sí (Mc 3,14). Pero inmediatamente se debe
aclarar que la noción de apostolicidad no se agota aquí. No es sólo apostolicidad de
origen (es decir el vínculo genético biológico, entre la Iglesia de los orígenes y las
comunidades sucesivas) y de doctrina, sino también y sobretodo apostolicidad de
sucesión, para continuar la misma misión de Cristo. De allí que actualmente se prefiere
mirar la apostolicidad en sus dos elementos constitutivos: el ministerio y la doctrina. Por
tanto la “apostolicidad” es triple: de origen, de doctrina y de sucesión.
42 Cfr. San Jerónimo, Ep 15,2; PL 22,355; San Agustín, Serm 6, PL 43, 695; S, Fulgencio, De fide ad Petrum
3,41; 36,72; 37,78; 38,79; PL 65,692. 702. 703. 705.
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Eclesiología - Finca (PM)
mente a la inteligencia de las Escrituras (cfr. Lc 24,36-48), por lo que se refería a la
pasión, muerte y resurrección, al cambio de vida, a la remisión de los pecados, y
concluía: “vosotros seréis testigos de todas estas cosas.”
En efecto los Apóstoles deben dar testimonio de todo lo obrado por Cristo, desde la
predicación de Cristo hasta su resurrección: seréis mis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en la Samaría hasta la extremidad de la tierra (Hch 1,8). También en Hch 2,32;
5,32; 10,39.
También se debe tener en cuenta lo que enseña San Juan: Lo que existía desde el
principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos
y tocaron nuestras manos... os lo anunciamos para que también vosotros estéis en
comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo,
Jesucristo (1Jn 1,3). Juan era memoria viviente de los hechos que han condicionado su
vida, cuyo comportamiento sucesivo es la consecuencia directa: la coherencia y la
obediencia de la fe. Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura,
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado (Mc 16,15; Mt 28,18). Los Doce
acogieron esta invitación y se convirtieron en los heraldos de Cristo y de su palabra. Su
función fue doble: a) la de testimoniar los eventos de la salvación a los cuales habían
asistido directamente y proclamarlos como instrumentos infalibles de la revelación
cristiana, gracias a los carismas del Espíritu Santo. b) la función pastoral-magisterial
respecto a los bautizados.
La transmisibilidad mira a la segunda función. La primera cualificaba a los Doce
ubicándolos en un plano de excepción, pero moriría con ellos. La otra le daba el munus
pascendi Ecclesiam que sobrevive a ellos, para la continuidad de la Iglesia y es la que
asegura la continuidad del ministerio apostólico, de allí que la Iglesia misma, por su
identidad con la de los Apóstoles, está dotada de apostolicidad de ministerio.
Esta continuidad entre ministerio y doctrina continúa en los orígenes. Cuando los
apóstoles se plantean el problema del después y advierten los peligros (falsas doctrinas,
falsos profetas, el Anticristo, las divisiones internas) que sacuden a la joven Iglesia (cfr. 1
Tim 2,3-7; 1 Tim 3; 4,3-5; Hch 20,29), tratan de alejarlos no sólo en su momento, sino
también para el porvenir. Así asocian a sí colaboradores, imponiendo las manos sobre
ellos y constituyéndolos responsables de las comunidades cristianas con la obligación de
entregar el testimonio en el momento oportuno, para que la obra iniciada por ellos no
fuese interrumpida. El fin por el cual son consagrados estos colaboradores, es por un lado
conservar el bueno depósito, es decir la sana doctrina (cfr. 1 Tim 4,12-16; 2 Tim 1,13-14;
2,15; 3,14), de transmitirla (cfr. Tt 1,5; 1 Tim 4,14) e instituir presbíteros con la misma
misión, además de apacentar las comunidades particulares o locales. Hijo mío mantente
fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos
confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros (2 Tim 2,2).
Tesis 28: La Iglesia fundada por Cristo es una sociedad visible e invisible (sent. cierta).
G. TEXTOS selectos). NC. 811-812; Una: 813-822. 866; Santa: 823-829. 867; Católica: 830-856. 868;
Apostólica: 857-865. 869-870. In Symb a.9; STh 3, 8, 3.
------------------------------------------------
La Iglesia fue instituida por Cristo Jesús como una sociedad estructurada, jerárquica y
ministerial, en función del gobierno pastoral para la formación y el crecimiento continuo
de la comunidad. Los primeros sujetos de tal función ministerial y pastoral son los Doce,
elegidos por Cristo como fundamentos visibles de su Iglesia. Cfr LG 18. Según el designio
de Cristo, esta estructura jerárquica pertenece a la naturaleza misma de la Iglesia. Según
este mismo designio esta estructura jerárquica tiene un rol esencial en todo el desarrollo
de la comunidad cristiana, desde el día de Pentecostés hasta el fin de los tiempos.
Tesis 29: Cristo dio a su Iglesia una constitución jerárquica (de fe).
b) Misión de los Doce. La intención de Jesús al instituir los Doce, está indicado por
Marcos: Instituyó doce para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder
de expulsar los demonios (Mc 3,14-15). El primer elemento constitutivo de los Doce es su
estrecha unión con Cristo, se trata de personas llamadas a estar con Él, es decir seguirlo
dejándolo todo. El segundo elemento es el misional, fundado en la misión misma de Jesús
que predicaba y expulsaba demonios. La misión de los Doce es participación a la misión
de Cristo, por parte de hombres estrechamente unidos a Él como discípulos, amigos,
confidentes.
En la misión de los Apóstoles, Marcos subraya el poder de expulsar los demonios. Es
un poder sobre las potencias del mal, que en positivo significa el poder de dar a los
hombres la salvación de Cristo, que es quien echa al príncipe de este mundo (Jn 12,31).
Lucas confirma este poder al referir la autoridad que Cristo le da a sus Apóstoles:
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; Yo, por mi parte,
dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí (Lc 22,28-29). Se
subraya aquí también la perseverancia de su unión con Cristo y la autoridad concedida
en el Reino. Pero se trata de una autoridad pastoral, misión encomendada
específicamente a Pedro: apacienta mis ovejas... mis corderos (Jn 21,15-17). Pedro recibe
la autoridad suprema en la misión de pastor, participación de la autoridad del Único
76
Eclesiología - Finca (PM)
Pastor y Maestro (cfr Jn 10,11). Esta autoridad suprema de Pedro no anula la autoridad
conferida a los otros Apóstoles en el reino, sino que será una autoridad compartida por
los Doce, bajo la autoridad de un sólo Pastor universal (Pedro) representante del Único
Pastor (Cristo).
Las tareas específicas que pertenecen a la misión encomendada por Cristo a los Doce
son:
1°. La misión y el poder de evangelizar a todas las naciones (Mt 28,18-20; Mc 16,16-
18; Lc 24,45-48). Mateo subraya la relación entre el poder mesiánico de Cristo y el
mandato conferido a los Apóstoles: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes (Mt 28,19-20). Los Apóstoles podrán
desarrollar su misión gracias al poder de Cristo que se manifestará en ellos.
2°. La misión y el poder de buatizar (cfr Mt 28,29) con un bautismo en nombre de la
Trinidad, que estando ligado al misterio pascual de Cristo, se lo considera como bautismo
en el nombre de Jesús (cfr Hch 2,38; 8,16).
3°. La misión y poder de celebrar la Eucaristía: haced esto en memoria mia (Lc 22,19;
1 Cor 11,24-25). El encargo de rehacer lo que Jesús realizó en la última cena, implica un
poder altísimo, de convertir el pan en mi Cuerpo y el vino en mi Sangre.
4°. La misión y el poder de perdonar los pecados, que es una participación de los
Apóstoles al poder del Hijo del hombre de perdonar los pecados sobre la tierra (cfr Mc
2,10). Poder que Cristo había prometido a Pedro: Yo te daré las llaves del Reino de los
Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra
quedará desatado en los cielos (Mt 16,19). Poder prometido también a los Apóstoles: Yo
os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis
en la tierra quedará desatado en el cielo (Mt 18,18). Esta promesa la cumplió Cristo
después que como Sumo Sacerdote se ofreció como Víctima para el perdón de los
pecados, en el altar de la Cruz. De allí que el Domingo de resurrección, día de gozo y
alegría, en el mismo lugar donde días antes había ofrecido anticipadamente su vida en la
última Cena. En el mismo lugar donde había ordenado como sacerdotes a sus Apóstoles,
se aparece glorioso y les dice: La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también Yo
os envío. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan
retenidos (Jn 20,22-23).
Para cumplir esta misión los Apóstoles recibieron el poder y el don del Espíritu Santo:
sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Jn 20,23). Don que se manifestó
especialmente en Pentecostés, con cuya fuerza los Apóstoles comenzaron a cumplir el
mandato de evangelizar a todos los pueblos (cfr Hch 1,8).
Tesis 30: Los poderes jerárquicos concedidos a los Apóstoles se transmitieron a los
obispos (de fe).
a) Los Apóstoles y sus sucesores en el NT. La misión de los Doce comprendía un
rol único y fundamental reservado a ellos solos, que no sería transmitido a otros: el de
haber sido testigos oculares de la vida, muerte y resurrección de Cristo (cfr Lc 24,48). Los
Doce debían transmitir este mensaje a la comunidad primitiva y para toda la Iglesia. En
este sentido los Doce constituyen un grupo de importancia única (de allí que en la liturgia
se reserven celebraciones particularmente solemnes en honor de los Apóstoles).
Además de ese rol intransmisible, Jesús había conferido a los Apóstoles la misión de
evangelizar todas las gentes, lo cual requería un tiempo más o menos largo, hasta el fin
del mundo (Mt 28,20). Los Apóstoles entendieron la voluntad de Cristo y proveyeron de
sucesores como sus herederos y delegados para que pudiesen continuar con su misión.
77
Eclesiología - Finca (PM)
Establecieron obispos y diáconos en las diversas comunidades y dispusieron que otros
hombres recibiesen de ellos la sucesión en el ministerio (tal como veremos más abajo).
Así los Apóstoles se consideraban delegados de Cristo (cfr Rom 1,5), ministros de Cristo y
dispensadores de los misterios de Dios (cfr 1 Cor 4,1), como enviados a predicar y
administrar la reconciliación de los hombres con Dios (cfr 2 Cor 5,18-20). Los Apóstoles
también dieron leyes (cfr Hch 15,28-29; 1 Cor 11,34), dieron sentencias e impusieron
castigos (cfr 1 Cor 5,3-5; 4,21), bautizaron (cfr Hch 2,41; 1 Cor 1,14), celebraron la
Eucaristía (cfr Hch 2,42.46; 20,7) y confirieron poderes eclesiásticos por la imposición de
las manos (cfr Hch 6,6; 14,22; 1 Tim 4,14; 2 Tim 1,6; Tt 1,5).
1. Los Obispos.
a) Precisiones. (Por lo que se refiere al Magisterio, debemos recordar que un entero
documento del Vaticano II, está dedicado al oficio pastoral de los Obispos en la Iglesia:
Christus Dominus -CD).
78
Eclesiología - Finca (PM)
Los obispos poseen potestad ordinaria, propia e inmediata sobre sus súbditos.
Ordinaria es decir vinculada al oficio episcopal; propia, no vicaria, e inmediata es decir
que no se ejerce por encargo de un poder superior, sino en nombre propio. De allí que los
obispos no son delegados, ni vicarios, ni representantes del papa, sino pastores de la
grey confiada a ellos, aunque con subordinación al papa.
Además esta potestad ha sido instituida por Dios, tal como vimos más arriba, de tal
modo que los obispos son sucesores de los Apóstoles. Esto no quiere decir que cada
obispo sea sucesor de un apóstol, sino que los obispos en su totalidad son sucesores del
colegio apostólico.
Esta potestad se la llama potestad pastoral (la cual comprende el ejercicio del oficio
pastoral; el poder de enseñar y regir). Finalmente esta potestad es limitada (local y
objetivamente) se extiende a un determinado territorio de la Iglesia. (Cfr LG 20-21.27;
CIC can.375-411).
b) Los Obispos en el NT. La indefectibilidad querida por Cristo para su Iglesia, lleva
implícita la transmisión de los poderes jerárquicos, dados por el mismo Cristo a sus
Apóstoles. Cristo asistirá a sus Apóstoles hasta el fin del mundo (cfr Mt 28,20), lo cual
implica también que el ministerio de los Apóstoles se perpetuará en los sucesores de los
Apóstoles. Por eso los Apóstoles, conforme al mandato de Cristo, comunicaron sus
poderes a otras personas: así San Pablo a Timoteo y Tito (sus colaboradores, compañeros
– 1 Ts 1,1; 2 Cor 1,19; Rm 16,3-5): cfr 2 Tim 4,2-5; el poder de enseñar: cfr Tt 2,1; el de
regir: 1 Tim 5,19-21; Tt 2,15; y el de santificar: 1 Tim 5,22; Tt 1,5. Parece también que los
“ángeles” de las 7 Iglesias del Apocalipsis se refieren a los Obispos de esas comunidades
(cfr Ap cc.2-3).
Esta transmisión de los Apóstoles a sus sucesores consta claramente en el libro de los
Hechos. Después de Pentecostés, las comunidades cristianas se expandieron. Las
columnas de la Iglesia (cfr Gal 2,7) eran considerados: Pedro, a quien Jesús había
constituido cabeza de los Apóstoles y pastor supremo de la Iglesia, Juan el Apóstol
predilecto, y Santiago el hermano del Señor, reconocido como cabeza de la Iglesia de
Jerusalén. Junto a los Apóstoles se mencionan los ancianos (cfr Hch 11,29-30; 15,2.4) que
constituían un primer grado subordinado de jerarquía. Los Apóstoles envían un
representante a Antioquía (Hch 11,22). Pablo después de convertido sube a Jerusalén
como centro de autoridad eclesial, para hablar con los Apóstoles, llevando ayuda para la
comunidad local (Hch 11,29). En la Iglesia de Antioquía se nombran junto a Bernabé y
Saulo, otros profetas y doctores (Hch 13,1). Bernabé y Saulo son enviados en viaje
apostólico, después de imponerles las manos (Hch 13,2-3), desde ese momento se lo
comienza a llamar Pablo (Hch 13,9). A medida que surgen las comunidades, son
constituidos los “ancianos” (Hch 14,23).
c) Misión de los Obispos. Ya vimos la misión encomendada por Cristo a los Doce y
que ellos transmitieron a sus sucesores. Esta misión corresponde al colegio episcopal en
su conjunto, pero cada obispo, en el ámbito del colegio, recibe esta herencia de Cristo y
de los Apóstoles, que ejerce en una determinada diócesis (cfr CD 11).
1°) Los obispos heraldos de la fe en la predicación del Evangelio (munus docendi cfr
LG 25). A esta función principal compete: a) proveer a la instrucción religiosa de los
jóvenes y adultos; b) predicar la verdad revelada: el misterio de Cristo en su totalidad e
integridad; c) clarificar la doctrina de la Iglesia, sobre todo en los puntos más expuestos a
duda o crítica (cfr CD 12). Doctrina que debe ser presentada con sus convenientes
adaptaciones. Entra también en el ámbito de la predicación episcopal: el verdadero valor
del hombre, de la persona, y de las cosas terrenas a la luz del misterio de Cristo.
79
Eclesiología - Finca (PM)
A la enseñanza de los obispos, los fieles deben responder adhiriéndose con espíritu de
fe. La condición esencial del valor y obligatoriedad de la enseñanza de los obispos es su
comunión con el Romano Pontífice. Cada obispo tiene su personalidad y propone la
doctrina del Señor sirviéndose de sus talentos, pero porque se trata de predicar la
doctrina del Señor confiada a la Iglesia, el obispo debe mantenerse siempre en comunión
de pensamiento y de corazón con la cabeza visible de la Iglesia. Cuando una doctrina
sobre fe o moral es enseñada como definitiva por los obispos de la Iglesia, su magisterio
goza de una autoridad infalible (cfr LG 25). De allí surge una responsabilidad de todo el
colegio unido al Romano Pontífice, la de custodiar constante y fielmente el patrimonio de
verdad confiado por Cristo a su Iglesia (cfr 1 Tim 1,3).
2°) Los obispos, ecónomos de la gracia del supremo sacerdocio (cfr LG 26). El anuncio
del Evangelio está ordenado al servicio de la gracia de los sacramentos de la Iglesia. Así
el obispo es ministro de la gracia (munus santificandi). Al centro de este servicio
sacramental está la celebración de la Eucaristía. Así el obispo debe aparecer a los ojos
del pueblo como el hombre del nuevo y eterno culto a Dios: el sacrificio de la Cruz (cfr
STh 2-2, 184, 5). El Obispo es el constructor de la Iglesia como comunión con Cristo, de
allí que debe proveer la celebración eucarística en las distintas comunidades de su
diócesis, que los enfermos reciban la eucaristía. Los obispos administran el Bautismo, son
los ministros naturales de la Confirmación, dispensadores de las órdenes sagradas (para
lo cual debe proveer a la buena disciplina de los candidatos al sacerdocio) y moderadores
de la disciplina penitencial (procurando sobre todo que los fieles tengan acceso a ese
sacramento con la disponibilidad de confesores). En este ámbito también entra la
necesidad que el obispo sea ejemplo y modelo de vida cristiana, orientado por las
virtudes teologales; y sea permeada por la oración.
3°) Los obispos en el servicio pastoral (cfr LG 27; CD 16). La autoridad tiene como fin
la edificación de la Iglesia (cfr 2 Cor 10,8; 13,10), por tanto es un servicio, un “ministerio”
que debe cumplirse con espíritu de humildad evangélica (cfr Lc 22,26; Mc 10,44-45; Mt
20,27-28) y una caridad capaz de dar la vida para el bien de su grey. A esta autoridad se
debe respeto, docilidad y obediencia, sea de parte del clero sea de los fieles en el ámbito
del gobierno eclesial. Para cada obispo, la cura pastoral comporta un habitual y cotidiano
cuidado de su grey. Como vimos, esta autoridad es propia, pero a su vez se debe ejercer
en comunión cum Petro, de parte de cada obispo y sub Petro de parte de todo el colegio
episcopal. Este estar con y bajo Pedro, no es una amenaza a la autoridad del obispo, sino
su confirmación y corroboración.
1. El primado de Pedro.
Tesis 31: Por institución de Cristo, San Pedro tendrá en todos los tiempos sucesores de
su primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia (de fe).
• Los Padres dan testimonio que la Iglesia está edificada sobre Pedro, y reconocen en
él la primacía sobre los demás. TERTULIANO: la Iglesia “fue edificada sobre él” (De Monog
8). SAN CIPRIANO: “sobre uno edifica la Iglesia” (De unit ecc 4). CLEMENTE DE ALEJANDRÍA: “el
elegido, el escogido, el primero entre los discípulos, el único por el cual, además de por sí
mismo, pagó tributo el Señor” (Quis dives salv 21,4). SAN CIRILO DE JERUSALÉN: “el sumo y
príncipe de los apóstoles” (Cat 2,19). SAN LEÓN MAGNO: “Pedro fue el único escogido entre
todo el mundo para ser la cabeza de todos los pueblos llamados, de todos los apóstoles y
de todos los padres de la Iglesia” (Serm 4,2).
• Los textos más explícitos del Magisterio son del Vaticano I: “Enseñamos, pues, y
declaramos que, según los testimonios del Evangelio, el primado de jurisdicción sobre la
82
Eclesiología - Finca (PM)
Iglesia universal de Dios fue prometido y conferido inmediata y directamente al
bienaventurado Pedro por Cristo nuestro Señor... Si alguno dijere que el bienaventurado
Pedro Apóstol no fue constituido por Cristo Señor, príncipe de todos los Apóstoles y
cabeza visible de toda la Iglesia militante, o que recibió directa e inmediatamente del
mismo Señor nuestro Jesucristo solamente primado de honor, pero no de verdadera y
propia jurisdicción, sea anatema” (Dz 1822-1823); LG 1843.
• Las razones teológicas del primado de Pedro se basa en la unidad de la Iglesia (cfr.
4 CG 76). Y se puede sintetizar diciendo: 1°. Como no hay más que una sólo Iglesia, no
tiene que haber más de una sola cabeza de todo el pueblo cristiano, del mismo modo que
no debe haber más que un sólo obispo como cabeza de la diócesis. 2°. Para conservar la
unidad de la fe, es necesario que se halle una persona que con su autoridad pueda
dirimir las cuestiones que surjan respecto a la fe. 3°. El fin del gobierno (la paz y unidad
de los súbditos) se alcanza mejor por uno sólo que dirija que por muchos. 4°. La iglesia
militante es imagen de la Iglesia triunfante en la cual uno sólo tiene la presidencia,
también la Iglesia peregrina ha de tener uno solo que esté a la cabeza de todos los fieles.
Tesis 32: Los sucesores de Pedro en el primado son los obispos de Roma (de fe).
• Los padres expresan la idea de que Pedro sigue viviendo y obrando en sus
sucesores. Dz 112: “Él (Pedro) sigue viviendo y juzgando hasta ahora en sus sucesores”.
San Pedro Crisólogo: “el bienaventurado Pedro, que sigue viviendo y presidiendo en su
sede episcopal, ofrece la fe verdadera a los que la buscan” (San León M., Ep 25,2). San
León M.: “así como perdura para siempre lo que en Cristo Pedro creyó, de la misma
manera perdurará para siempre lo que en Pedro Cristo instituyó” (Serm 3,2).
• Esta misma afirmación aparece clara en el Magisterio: “Si alguno, pues, dijere que
no es de institución de Cristo mismo, es decir, de derecho divino, que el bienaventurado
Pedro tenga perpetuos sucesores en el primado sobre la Iglesia universal; o que el
Romano Pontífice no es sucesor del bienaventurado Pedro en el mismo primado, sea
anatema” (Dz 1825). Cfr. Dz 466.694; LG
Por otra parte los sucesores de Pedro son los Obispos de Roma. Cfr. 1 Pd 5,13; Dz
694.1439; LG 22. Es opinión general que el título (es decir, que el obispo de Roma es
poseedor efectivo del primado) no es un mero hecho histórico (que Pedro muriese en
Roma), sino que descansa en la voluntad positiva de Cristo o del Espíritu Santo. Si fuese
43 En varias catequesis Juan Pablo II trató el tema del ministerio petrino: 25 nov; 2.9.16. dic 1992; 13.27
ene; 10.17 y 24 mar 1993.
83
Eclesiología - Finca (PM)
solamente una cuestión de derecho eclesiástico, será posible que el Papa o un Concilio
separara la sucesión de Pedro de la sede romana. Pero si es de derecho divino, tal como
se opina generalmente, esta separación es imposible.
Tesis 33: El Papa posee la plena y suprema potestad de jurisdicción sobre toda la Iglesia,
no solamente en cosas de fe y costumbres, sino también en la disciplina y gobierno de la
Iglesia (de fe).
Consecuencias:
a) De este poder supremo de gobernar a toda la Iglesia se sigue que el Papa tiene el
derecho de tratar libremente con todos los obispos y fieles de la Iglesia para ejercer su
ministerio. Por eso la Iglesia condena todas las ordenaciones del poder civil que
subordinan la comunicación oficial con la Santa Sede a un control civil y hacen depender
la obligatoriedad de las disposiciones pontificias de un exsequatur o visto bueno de la
autoridad civil, cf. Dz 1829.
2. Cuestiones históricas. Para terminar de ver este aspecto del primado convendrá
tener en cuenta algunas dificultades, errores, que surgieron a lo largo de la historia.
a) Pedro y Pablo. Gal 2,11: le resistí en mi cara. San Pablo no niega el primado de
Pedro, sino que censuró su conducta inconsecuente, porque estando revestido de la
supreama autoridad de la Iglesia ponía en peligro la libertad que los cristianos gentiles
tenían respecto a los preceptos de la ley mosaica.
• Los padres que a menudo equiparan a san Pedo y a San Pablo (principes
apostolorum) se refiere no al primado (ya que Pablo y todo los demás apóstoles estaban
bajo Pedro) sino a la labor de ambos, o a sus méritos, sea respecto a la Iglesia de Roma,
sea a la Iglesia universal. Por lo que se refiere al apostolado, el primado lo ha tenido
Pablo en la predicación de la fe (cfr 1 Cor 5,10), mientras que Pedro tiene el primado de
autoridad. Cfr. Dz 1091.
Tesis 34: A los laicos corresponde por propia vocación buscar el reino de Dios tratando
los asuntos temporales y ordenándolos según Dios (doct. cat.).
44 Varios documentos recientes del Magisterio están dedicados al rol de los laicos en la Iglesia. Los más
importantes son: LG 30-38; el entero decreto del Vaticano II: Apostolicam Actuositatem (AA); la exhortación
apostólica Chritifeles laici (CL) de Juan Pablo (30 dic 1988; se pueden agregar algunas catequesis: 27 oct, 3.
10. 24 nov, 1. 15. dic 1993, 26 ene, 26 feb, 2. 9. 16. 23 mar, 13. 20. 27 abr, 15. 22 jun, 6. 13. 20. 27 jul, 3.
10. 17. 31ag, 7. 21 set 1994); finalmente el Catecismo de la Iglesia Católica, especialmente nn. 897-913.
45 Debemos recordar las distintas nociones de “mundo” que se encuentran en la Sagrada Escritura.
Obviamente no hablamos aquí del mundo como el ambiente hostil a Dios y al Evangelio: mundo que no
recibe la luz (Jn 1,10) que no reconoce al Padre (Jn 17,25), ni al Espíritu de verdad (Jn 14,17); que está
encendido de odio contra Cristo y sus discípulos (Jn 7,7; 15,18-19); mundo por el cual Cristo no reza (Jn 17,9),
mundo cuyo príncipe es Satanás (Jn 12,31; 1 Jn 5,19). En este sentido los discípulos no son del mundo (Jn
17,14.16; 8,23).
Existe otra noción de “mundo” también usada en el Evangelio, es decir todos los hombres, a quienes está
destinado el mensaje de la salvación (Jn 3,16-17). Sobre este “mundo” es clara la actitud de misericordia y de
clemencia que tiene Cristo; Él es el pan que da vida al mundo (Jn 6,33.51); mundo del cual Cristo es luz (Jn
8,12; 9,5). Y sus discípulos están llamados a ser luz de este mundo (Mt 5,14), a quienes Jesús envía al mundo,
como Él fue enviado (Jn 17,18). El mundo así entendido es el campo de la evangelización, campo sumergido
en el pecado, pero en el cual también opera la fuerza de la cruz. Cfr. GS 2.15; LG 31.
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Eclesiología - Finca (PM)
Sin embargo, ninguno sin un privilegio especial, puede evitar todo pecado en esta vida,
por lo cual se debe pedir con perseverancia el perdón (cfr Mt 6,12).
Los laicos están llamados a la perfección de la caridad (Mt 5,48), poniendo los dones al
servicio de los demás (1 Pd 4,10). El modo de vivir esta llamada a la santidad es el origen
de la espiritualidad del laico. Como discípulos de Cristo estamos llamados a unirnos a
Cristo (cfr Jn 15,4-5). Existe un doble aspecto de esta unión: la presencia de Cristo en
nosotros y de nosotros en Cristo. Esta unión con Cristo es don del Espíritu, el cual lleva a
la contemplación de los misterios de Cristo, o a comunicar su luz mediante el apostolado,
sea en el ámbito personal como social. Esto requiere: la oración, a imitación de Cristo que
en medio de su actividad se retiraba para orar (cfr Lc 5,16); la recepción de la Penitencia
y de la Eucaristía (Jn 6,56), en efecto la participación a la Misa dominical debe convertirse
en la fuente de la vida espiritual del laico y de su apostolado. Esta unión con Cristo debe
estar presente en todos los aspectos de la vida terrena, de modo que todo quede
ordenado a Dios (cfr Col 3,17). La fe permite mirar todos los acontecimientos bajo una
nueva luz (cfr Hch 17,28); en efecto, todo está sujeto a la providencia del Padre celestial
(cfr Mt 6,25-34). La esperanza da una nueva energía en el compromiso temporal.
Finalmente todo debe estar informado por la caridad que el Espíritu infunde en el alma
(cfr Rm 5,5).
E. LOS RELIGIOSOS.
La vida consagrada es un aspecto particular de la consagración del Pueblo de Dios. No
forma parte de la jerarquía de la Iglesia, sino que está estrechamente unida a la santidad
de la misma. Algunos seguidores de Cristo abrazan una forma de vida, elevada, intensa,
comprometida, que actúa las exigencias y consecuencias del bautismo, por el camino de
la caridad eminente, portadora de perfección y de santidad. Cfr LG 43. Sea en
experiencias individuales, o reconocidas públicamente por parte de la Iglesia han
florecido los eremitas (vida solitaria), las comunidades monásticas y las familias religiosas
88
Eclesiología - Finca (PM)
que además de vivir los consejos evangélicos, dan a la vida consagrada estabilidad,
mejor formación doctrinal, obediencia, ayuda recíproca y progreso en la caridad. Cfr. PC
1.
Los consejos evangélicos se fundan en las palabras y el ejemplo de Cristo (cfr LG 43).
Cristo invita a algunos a vivir en intimidad con Él (cfr Jn 1,35-38) a seguirlo (Mt 8,22; 9,9;
19,21; Mc 2,14; 10,21; Lc 9,59; 18,22; Jn 1,43; 21,19). La iniciativa es de Cristo que elige
a quien quiere (Jn 15,16; Mt 10,21). Esta invitación implica la renuncia a los bienes
materiales, a la familia (cfr Lc 9,59-60; Mt 19,27). Las riquezas pueden ser impedimento
(cfr Mc 10,22). El seguimiento de Cristo asegura una recompensa, un tesoro celeste (cfr
Mt 19,29; Mc 10,30). Incluso había un grupo de mujeres que acompañaban a Jesús (cfr Lc
8,1-3; Mt 27,55; Mc 15,40-41) que era una novedad al tiempo de Cristo.
----------------------------------------------------------
(F. CUESTIONARIO para orientar el estudio).
¿Cuál fue la misión de los Doce?
¿Cuál fue el rol único de los Doce que no transmitieron a sus sucesores?
Explica algunos textos que muestren a los Doce dando poderes a sus sucesores.
Explica los textos de la Escritura por los cuales se muestra el Primado de Pedro.
¿Cuál es la misión de los obispos?
¿Es lo mismo el “colegio episcopal” y la “conferencia episcopal”? Explica.
¿Cuál es la misión del laico en la Iglesia?
(G. TEXTOS selectos). NC. Introducción: 871-873. Constitución jerárquica de la Iglesia: 874-879.
Colegio episcopal y el Papa: 880-887. a) Oficio de enseñar: 888-892. b) de santificar: 893. c) de
gobernar: 894-896.
Los fieles laicos: 897-900. a) Participación del laico en el sacerdocio de Cristo: 901-903. b) en el
oficio profético de Cristo: 904-907. c) en la realeza de Cristo: 908-913.
La vida consagrada: 914-933.
Síntesis: 934-945.
-------------------------------------------------------
46 Kirchel.Dogmat. I/1 Zollikon-Zurigo 1945, 5ª. ed., p.VIII. “Ich halte die Analogía entes für die Erfindung des
Antichrist und denke, dass man ihretwegen nicho katholisch werden kann”.
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Eclesiología - Finca (PM)
María está dentro de la Iglesia y se define respecto a ella. Aún cuando se destaque su
preeminencia, su ‘tipicidad’ y su maternidad es innegable que María está en la Iglesia y
es miembro de la Iglesia.
- ‘En previsión a los méritos de Cristo’ se extendieron a María los efectos de la
redención, por lo cual ella es una redimida entre los creyentes. 47 Y además colaboradora
en la obra de la redención: “fecunda madre del Redentor, compañera generosa, humilde
esclava del Señor: concibiendo, generando, nutriendo, presentando a Cristo al Padre en el
templo, sufriente con Cristo en la cruz, y ahora tiene cuidado de los hermanos de su Hijo
peregrinos en medio a los peligros, hasta que sean introducidos en la patria feliz” (Lumen
Gentium 61-62). Con su obediencia, fe, esperanza y ardiente caridad se adhirió al
proyecto de Dios de restaurar la vida sobrenatural en las almas.
- Pero no es ‘un simple miembro más’, sino ‘el más alto’, ‘miembro singular y del todo
excepcional’ por su cercanía con Cristo, y por eso más cercana a nosotros: ‘inter Cristum
et Ecclesiam constituta’ (SAN BERNARDO, PL 183, 432A). Lumen Gentium 53: ‘antecellit’
muestra la pre-eminencia de María en el orden de la gracia sobre toda otra criatura
(‘llena de gracia’ Lc 1,28); LG 63: ‘praecessit’: puede indicar tanto la prioridad temporal
como un primado de ejemplaridad. Ella participa en plenitud la gracia (que constituye la
Iglesia) y está ordenada a la maternidad y participación en la redención. Por eso se trata
del miembro por antonomasia de la Iglesia.
47 Cfr. PIO XII, Enc. Fulgens Corona, DS 3908-3909; Pio IX, Inef. Deus, DS 2803.
48 En alemán hay varias palabras derivadas de una misma raíz: ‘Bild’ = imagen, ‘Urbild’ = arquetipo, ideal, o
el original en comparación con la copia, ‘Abbild’ = la copia, la reproducción, calco = Nachbild. En términos
platónicos podría significar la distinción entre el mundo de los arquetipos (las ideas, la verdad, el ser) y sus
representaciones o copias, que no son el ser sino participan, y esta participación la tienen en razón de su
contingencia, de sus límites, de su multiplicidad.
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Eclesiología - Finca (PM)
imagen. En cuanto tipo de la Iglesia, María es su prefiguración; semejante a la relación
entre typo-antytipo en la Biblia: entre los personajes y hechos del AT y los personajes y
hechos del NT.
Fundamento bíblico. Se habla del semen de ella (cf. Gen 3,15) y se agrega el resto
de su descendencia (reliqui semine eius) Ap 12,17. La progenie de la Virgen madre, que
en el plano físico es sólo Cristo, en el plano de la gracia se extiende a todos aquellos para
quienes Cristo es principio de vida sobrenatural. Si son hijos de María, por tanto María es
su Madre.
Patrística. Clemente de Alejandría insiste sobre la Virgen Madre (mhvthr parqevno")
extiende sobre la Iglesia en la economía de la gracia la virginal maternidad que define e
identifica a María.49 Epifanio reconoce en María la nueva Eva y la proclama ‘madre de los
vivientes’, refiriéndose a vivientes los que han recibido la vida nueva de Cristo, y por
tanto, con referencia a la Iglesia. 50
Se la llama: ‘madre de la salvación’ (Severino), ‘madre la economía’ (Teodoro de
Ancira), ‘madre del misterio’ (Proclo de Constantinopla). Isaac de la Estrella hace un
paralelismo entre María y la Iglesia por su común esponsalidad y maternidad, pero
reconociendo que María ‘da a luz al Cristo total, en otras palabras a la Iglesia’ (Sermo 5,
PL 194,1863).
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ECLESIOLOGIA-PM
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