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Juan Sebastián Ocampo Murillo.

Una de los aspectos más sobresalientes, si se permite la referencia a ese calificativo, que
salta a la vista en la obra de José María Samper Florencio Conde es la concordancia,
consciente o inconsciente con el esquema filosófico que propuso Hegel en la dialéctica del
amo y del esclavo. Esta fue una percepción burguesa desarrollada por el idealista alemán en
donde, efectivamente, se tuvo la consideración de que el esclavo mediante su trabajo era
capaz de aprehender el desarrollo histórico pues, mediante su accionar, se realizaba a sí
mismo en la autoconciencia y se erigiría como un sujeto histórico. Bien adujo Hegel (1983)
en su obra El sistema de eticidad que: el trabajo es “intrusión del sujeto subsumiente en la
realidad del objeto”, es la realidad misma, el movimiento.” (p.115).

En efecto, la consideración filosófica que acá se esbozó en torno a la figura del trabajo,
correspondió a un esfuerzo generalizado por parte de los pensadores del siglo XIX de
determinar qué era lo verdaderamente. La dinámica dialéctica la cual conjugó el sistema
hegeliano, comulgó con la idea de que la acción consciente, duradera en el tiempo, y con
miras teleológicas hacia el futuro que subyacía en la transformación del hombre sobre la
naturaleza, era el deslindamiento de las vicisitudes del instinto y la reconfiguración hacia el
plano racional. En la obra de José María Samper (1875), este aspecto se hace notable
cuando adujo que el trabajo mecánico ejercido por el esclavo, no era más que una tarea
netamente física, cuyo esfuerzo intelectual se veía sesgado:

Yo tengo fuerzas o facultades físicas y morales, la posesión de estas fuerzas es lo


que constituye las personas; su aplicación a producir medios de adquirir bienestar
es el trabajo. Y esta adquisición, bajo cualquier forma que sea es la propiedad.
Personalidad, actividad y propiedad, he ahí tres expresiones del hombre completo,
del hombree que posee, se gobierna y funciona como un miembro útil de la familia
social. (p.16)

Para Samper, estas ideas que son el fundamento de la ciencia social, son un estímulo
intelectual que no es propio del trabajo esclavo. Las observaciones decimonónicas llegaron
a la conclusión de que era necesario el tutelaje paternalista y la constante vigilancia para
defender estos sacros santos valores que se habían levantado como las columnas de una
forma de vida loable. En otras palabras, era menester vivir en concordancia a los modos de
producción imperantes, y no alterar las inexorables leyes de la economía, que se
presentaban asimismo igual de infalibles que las de la física mecánica.

Cabe destacar, pues, que no resultaría entonces sorprendente, que personas como Erich
Fromm, hayan caracterizado a este último cuarto del siglo XIX como una etapa en donde el
tener se volvió una condición casi irrevocable del ser. Bien, en su obra Tener y ser, trae a
colación un poema de Alfred Tennyson, donde deja entrever cómo es que se inmiscuye ese
pensamiento tecnocrático en la misma poesía:

Flor en el muro agrietado, te corté de las grietas.

Te tomo con raíces y todo, en la mano.

Flor bella… si yo pudiera comprender lo que eres,

Con raíces y todo lo demás,

Sabría qué es Dios y qué es el hombre. (pp.10-11)

La especulación intelectual radicaba en la búsqueda implacable de la posible utilidad de la


naturaleza, a partir de esta se podría revelar la esencia de Dios y del hombre como sujeto
por encima de la creación.

En concordancia con lo anterior, y en conjunción con los valores propios del liberalismo
económico, José María Samper se encargó de sustentar su fe romántica en el individuo
sobre la figura de una ética burguesa que seguía el arquetipo de la devoción al trabajo, del
artesano y el obrero como la posibilidad del ascenso social, un ímpetu industrioso tras el
ahorro, y una confianza plena en las normas abstractas que regían al mercado. Se precisa
señalar, que para este autor la cuestión ética no se hallaba sujeta a determinaciones
biológicas intrínsecas, sino al espíritu de la época que se ponía de manifiesto en las
condiciones materiales. Para ejemplificar esto, se va a traer a colación dos ejemplos de
obras diferentes, el primero de la novela sobre la cual se ha venido discutiendo, y el
segundo de su obra libro publicado en París en 1861 Ensayo sobre las revoluciones
políticas:

En que él es un hombre (se preguntaba Segundo sobre la diferencia entre él y su


amo) porque es libre y posee, y yo una cosa, una especie de bruto, porque soy
poseído… ¿Pero no podré convertirme de cosa en hombre, a fuerza de trabajar
todos los sábados y guardar lo que gano con este trabajo? (…) Es preciso, pues,
que yo tenga tanto como lo que pueda valer, para ser…sí, para ser algo. (p.17)

En Ensayo sobre las revoluciones narró la capacidad inventiva y sagaz que emanaba de los
pueblos anglosajones:

Las razas germánicas del norte son las únicas que poseen el genio de la
colonización, es decir, de la creación de sociedades civilizadas en regiones
bárbaras (…) La explicación de este fenómeno es sencilla. Las razas del norte
tienen el espíritu y las tradiciones del individualismo, y de la iniciativa personal. En
ellas el Estado es una consecuencia, no una causa, una garantía de derecho, y no la
fuente del derecho mismo, una agregación de fuerzas, y no la fuerza única. (Samper
en Jaramillo Uribe. Pp.67-68)

En contraposición señaló la diferencia con la conquista y colonización española:

El monopolio bajo todas formas posibles o imaginables: en el comercio exterior, en


la industria, en la agricultura y la minería. El abandono total de las más seguras
fuentes de riqueza, en beneficio de la minería: funesto sistema que, agravando
ciertos vicios en las costumbres, haciendo casi necesaria la conservación y el
ensanche de la esclavitud, deteniendo el vuelo de la agricultura y la industria, y
limitando la riqueza a los metales preciosos… (Samper en Jaramillo Uribe, p.63)

En el primer ejemplo, se ve un claro contraste entre la figura del amo y el esclavo, una
comparación entre vivir del trabajo ajeno (que era lo que los liberales del siglo XIX
criticaban de su legado hispano) y la pertenencia efectiva de su propio esfuerzo. El segundo
ejemplo, aunque anterior en el tiempo, sirve para demarcar la coherencia de esta
especulación, el amo jugaba el rol de los pueblos latinos que vivían de la lucha y el
heroísmo tradicional, y los pueblos anglosajones que se hacían a sí mismos desde la
voluntad individual y sobreponiéndose a los oprobios de la fortuna.

La crítica al pasado colonial también descansaba en una reflexión sobre los modos de
producción. Ya no era la riqueza vista en clave de la premisa de Colbert sobre la
apropiación y movimiento de metales preciosos, ya se apelaba a una hibridación de
conceptos que viraban entre: los fisiócratas Adam Smith, Jeremy Bentham y John Stuart
Mill. El éxito de la nación acaecía sobre una efectiva división social del trabajo en los
centros urbanos, y entre las grandes ciudades y el campo, lo que José Luis Romero llamaría
una labor civilizadora sobre el campo y una ruralización de la ciudad (Romero, p.191).

Cuando Samper se atreve en el primer ejemplo a ilustrar el pasado colonial con una serie de
atavismos, y en el segundo, ya en su rol de científico social, demuestra empíricamente el
atraso de la nación adjudicándolo al tiempo pretérito, hace demostrable la tesis del filósofo
alemán Karl Jaspers, de que la memoria no es una reconstrucción factual y fidedigna de
hechos, sino una legitimación sobre el presente. En otras palabras, la posición de Samper
sobre su raigambre ancestral, puede decir más del contexto económico-social de mediados
del siglo XIX, que del siglo XVIII. Efectivamente, puede verse clarificada esta postura de
Samper, si se ha leído la obra de personajes como Herder y Goethe, para quienes el pasado
y el espíritu de los pueblos determina su curso, estado presente y proyección al futuro.

No sería entonces fuera de lo común, que el hermano de José María Samper, Miguel
Samper, hiciese un fuerte hincapié en el sistema axiológico que propendía hacia un modo
de vida burgués, pero bajo el talante del antecedente histórico. En su ensayo de carácter
sociológico La miseria en Bogotá, adujo:

Me han entusiasmado poco las glorias de los romanos, a quienes he tenido por el
pueblo más parásito del mundo por haber arrebatado a este su libertad y riqueza.
Me pasa lo mismo con Grecia y en general con todo pueblo en donde la esclavitud
doméstica y la guerra hayan sido la base delas costumbres industriales. Mas debo
extrañar que un defensor de las artes manuales no sea en esto mi opinión, cuando
aún en Roma los plebeyos la tenían por desprecio. El que desprecia las artes no
puede ser un verdadero republicano, porque no será, de seguro, partidario de la
igualdad bien entendida, que es la qe permite levantar con altives la frente de todo
el que vive de su trabajo. (Miguel Samper en Jaramillo Uribe, pp. 282-283)

Otro de los aspectos fundamentales en la obra de Samper es la fuerte presencia de lo que se


podría denominar psicologismo. Básicamente, este consiste en que el desarrollo del ser
humano, en los diferentes estadios de la civilización, surge de una forma pre-figurativa de
unos impulsos mentales internos, individuales que se despliegan hacia el mundo en un gran
afán por apropiarse de las formas más idóneas que hay en este. Un claro ejemplo se muestra
acá:

Todos estos barrancos, todos estos peñascos, todo lo que forma estas ramblas está
lleno de oro; pero, ¿por qué he podido lavar poco oro para mí, si en los demás días
de la semana he lavado bastante para mi amo?, ¿qué me falta para lograr lo mismo
todos los sábados? (p.20)

Es pues, que se muestra al ejercicio visual e intelectivo sobre el paisaje inmediato como
algo gestado en las entrañas mismas del espíritu (trayendo a colación terminología propia
de Wilhelm Dilthey). Una predeterminación que sólo lleva a ver cómo se puede efectuar
una efectiva explotación de la tierra. Es claro que personajes como Marx inferirían al
respecto que su conciencia individual ya está encausada en una serie de condicionamientos
sociales, de ahí que su ojo perciba X o Y particularidad. Asimismo, personajes como Frege
y Husserl, advertirían que si el negro Segundo es capaz de concatenar dos ideas de forma
lógica es porque ya hay un ambiente socio-lingüístico que permite tal operatividad.

BBLIOGRAFÍA.

Fromm, Eric. Tener y ser. URL:


http://www.enxarxa.com/biblioteca/FROMM%20Tener%20y%20Ser.pdf

Hegel, G. (1983). El sistema de la eticidad. Madrid: Editora Nacional.

Jaramillo Uribe, Jaime. (1996) El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Bogotá:


editorial Planeta.

Romero, José Luis. (1978) Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Buenos Aires: siglo
XXI.

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