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INTER SECCIO N E S

Transformar la realidad social


desde la cultura:
planeación de proyectos culturales
para el desarrollo

ANDREA SÁNCHEZ NOGUEIRA Y


ÁNGEL PATRICIO CHAVES ZALDUMBIDE
C O L E C C I Ó N I N T E R S E C C I O N E S
34

Transformar la realidad
social desde la cultura:
planeación de proyectos
culturales para el desarrollo

ANDREA SÁNCHE Z NOGUEIR A Y ÁNGEL


PATR IC IO CHAVE S Z ALDUMBIDE

M É X I C O

201 4
Prólogo

D
esde hace ya algunas décadas, en diversos foros internacionales de
política cultural se afirma y se promueve una concepción de la cultura
que la ubica como dimensión esencial del desarrollo integral de los
pueblos y tiene como principio universal la promoción de los derechos cultu-
rales como parte fundamental de los derechos humanos, elemento ineludible
de las nuevas formas de relación de los individuos y comunidades.
El Sistema Nacional de Capacitación y Profesionalización de Promotores
y Gestores Culturales (snc) que impulsa el conaculta a través de su Di-
rección General de Vinculación Cultural desde 2001, fue concebido para
desarrollar procesos de actualización y profesionalización para la revaloración
y posicionamiento de los promotores como verdaderos agentes de transfor-
mación social a través de la cultura.
La situación de violencia que vive el país, derivada de la fragmentación
social, la inequidad de oportunidades, la criminalización de los jóvenes, la
exclusión social, el desempleo, la desintegración familiar, el consumismo y
el individualismo a ultranza, exige de todos los sectores del gobierno e insti-
tuciones educativas y culturales de la sociedad civil, fórmulas innovadoras y
eficientes para reconstituir el muy dañado tejido social y revalorar el concep-
to de “comunidad”.

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T R A N S F O R M A R L A R E A L I D A D S O C I A L D E S D E L A C U LT U R A

Ahora, quienes compartimos el privilegio de trabajar en el ámbito cul-


tural, nos encontramos ante una oportunidad formidable para demostrar
que la cultura, convertida en proyecto participativo, pertinente, sistemático,
dialógico y transformador, es capaz de incidir en el mejoramiento de las
condiciones de vida de la sociedad y de que es necesario replantear su papel
en la configuración de México en el siglo xxi.
El libro que Patricio Chaves y Andrea Barrios nos ofrecen en este nuevo
tomo de la Colección editorial “Intersecciones” contiene varias palabras cla-
ve: planeación, identidad, comunidad, cultura, desarrollo, proyecto, intercultu-
ralidad, participación, ciudadanía, creatividad, promoción y gestión cultural.
Sobre éstas, me parece oportuno compartir algunas reflexiones.
Apoyado en Clifford Geertz y en Gilberto Giménez, entendemos a las
culturas como formas de vida que permiten a los grupos humanos dar sen-
tido a su existencia, mediante la estructuración de creencias, normas, hábi-
tos, valores y prácticas simbólicas, en determinados contextos históricos y
sociales. Se refieren a procesos para desarrollar la creatividad estética, po-
tenciar habilidades, estimular la comunicación, preservar y transformar el
mundo, para configurar identidades y constituir patrimonios que permitan
la continuidad de lo humano.
La profesionalización de la promoción cultural, su especialización y apli-
cación multidisciplinaria que se viene fraguando en los últimos 15 años, ha
conducido a un nivel superior de eficiencia, impacto y calidad en relación a
la tradicional idea de promoción cultural, dando lugar a la gestión cultural,
como un proceso más complejo, integral, colectivo, experto y con un mayor
impacto en sus resultados.
La gestión cultural sustentada en el ejercicio participativo de equipos en
donde la opinión de todos es importante; donde todos inciden en las deci-
siones y son involucrados en todas las fases de la planeación; se caracteriza
por ser sistemática y siempre actualizada; se legitima permanentemente a
través de sus resultados, actitudes de respeto y apertura que la guían; se
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actualiza y diversifica en su relación entre teoría y práctica; expone sus po-


líticas y resultados públicamente para ofrecer transparencia en su ejercicio,
obtener consensos, corregir errores y legitimar sus proyectos.
Refiriéndose a políticas públicas en general, y a culturales en particular, el
desafío de la participación, eje de esta propuesta metodológica, tiene que ver
con voluntad, conciencia, reflexividad, convicción, organización, rumbo y
sentido. Todo ello, como resultado de procesos que nacen como problemas
o necesidades compartidos por una colectividad; la naturaleza gregaria de
los humanos, su imposibilidad de sobrevivencia individual, le supone el
inmenso desafío de convivir en sociedad; para resolverlo, debe acordar con
los “otros” las maneras más adecuadas de completarse y estar en condiciones
de resolver sus crecientes aspiraciones de plenitud.
De dichos acuerdos surgen las grandes y mejores invenciones humanas: el
Estado, instituciones, familia, comunidad, rituales, convenciones, lengua-
jes, servicios, proyectos, organizaciones, cosmovisiones y configuraciones
identitarias que perfilan la gran diversidad de miradas, opciones y posibi-
lidades de comprender y habitar el mundo lo más humanamente posible.
Por todo lo anterior, la participación supone un sentido (liberador, de
plenitud y asociado a la que entendemos por felicidad), un rumbo (definido
por metodologías que la hagan posible, pertinente y eficiente, que permitan
la mayor intervención de todos en los asuntos de interés colectivo, que sean
incluyentes, coherentes entre realidad, conceptos y procedimientos, que se-
pan realizar lecturas adecuadas de los contextos, que impulsen procesos via-
bles, efectivos, medibles y de mayor impacto en el beneficio colectivo), una
voluntad (crítica, reflexiva, analítica, convencida, permanentemente esti-
mulada y renovada) una organización (que dé cuerpo, pertenencia, estruc-
tura, flexibilidad, funcionalidad, canalización de liderazgos, capacidades y
distribución asertiva de inteligencia distribuida, que maximice el potencial
transformador de los individuos de cada organización para el logro de obje-
tivos comunes, en un ambiente de respeto a las diferencias).

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Sólo la participación, como la descrita líneas arriba, puede generar ciuda-


danía que hoy por hoy puede ser definida como la forma más democrática,
abierta, plural, consciente, responsable, respetuosa y efectiva de participa-
ción social para la solución de los asuntos públicos de mayor interés, con
resultados legítimos, trascendencia histórica, consensos y sentido de perte-
nencia en la apropiación social de los procesos, medios, recursos y sentido
(finalmente la cultura es la creación simbólica del sentido) para transformar
la naturaleza inacabada, contradictoria, fascinante, incierta y ambivalente
del ser humano, en novedosos procesos para construir plataformas civiliza-
torias que permitan dar vigencia a nuevas aspiraciones y concepciones de
plenitud.
La identidad de los individuos y de las comunidades, es la causa primera
de su soberanía y toda persona, por el simple hecho de nacer en una comu-
nidad humana y ser formado y educado por ella, posee una cultura determi-
nada; el desarrollo cultural es componente esencial para elevar la calidad de
vida bajo un modelo de desarrollo autodeterminado y por ello la naturaleza
de proyectos culturales que se impulsen para encarnar políticas culturales
democráticas deben sustentarse en la participación volitiva, consciente e in-
formada de individuos que expresen desde su subjetividad, la manera en que
“leen”, miran, ad–miran, comprenden y aprehenden la realidad.
En este contexto, la planeación de proyectos culturales constituye uno de
los ámbitos fundamentales de formación y capacitación en la construcción
del espacio de profesionalización de los promotores culturales. No se puede
concebir a un promotor sin proyecto cultural ya que éste genera el verdadero
proceso de construcción de los promotores culturales. Los proyectos permi-
ten que los gestores culturales puedan intervenir en su realidad a partir de
un proceso coherente, sistemático y sustentado en información relevante. La
“tríada” gestor–proyecto cultural–comunidad sustenta de manera fundamental
al desarrollo cultural, lo que explica por qué los proyectos son constitutivos
y constituyentes de las comunidades.

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Con la finalidad de avanzar en la elaboración de dicha propuesta meto-


dológica, a inicios del año 2006, la Dirección de Capacitación Cultural (de
la dgvc) del conaculta, convocó a un grupo de maestros y docentes, que
habían fungido como los instructores más relevantes en la impartición de los
talleres de planeación cultural que organizaba el snc, para reflexionar acerca
de las limitaciones que a la fecha se habían detectado en esta materia, así
como para definir un enfoque conceptual común que permitiera el diseño de
una propuesta metodológica compartida y consensada.
Los docentes, liderados por Patricio Chaves Zaldumbide y Andrea Barrios
Nogueira, nos reunimos para llevar a cabo tres talleres de 48 horas de trabajo
donde se analizaron y propusieron los criterios conceptuales para desarrollar
la propuesta metodológica que se sistematizó primeramente en un Manual
de Capacitación en Planeación de Proyectos Culturales, con el que se homoge-
neizaron las distintas maneras de enfocar esta materia.
El libro Transformar la realidad social desde la cultura que Patricio y Andrea
ponen ahora en nuestras manos, gracias a la renovada visión de la Dirección
de Capacitación Cultural del conaculta y la continuidad que le ha dado a la
colección “Intersecciones”, sintetiza enormes avances en la conceptualización
desde lo cultural para el reconocimiento del pluralismo y la necesidad de
orientar las políticas culturales hacia la interculturalidad.
La construcción de estados cada vez más democráticos que, por ello, pue-
dan legitimarse en la construcción de políticas multiculturales, podrá permi-
tir la construcción de la interculturalidad que, a diferencia del pluralismo, no
es un acto que se da como causa–efecto de la diversidad; la interculturalidad
supone procesos definidos a través de proyectos determinados; es decir, la
construcción de escenarios entre distintos actores socioculturales, que deci-
den ejercer su libertad cultural, poniendo en juego los recursos de su cultura
propia (entendida a la manera de Bonfil Batalla). Es tener la voluntad de
compartir la mesa para poner en juego los recursos de la cultura propia de
cada uno de los participantes, no sólo como portadora de recursos origina-

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rios, sino también de aquellos de los que a través del proceso histórico, se
van apropiando y sobre los cuales van decidiendo a fin de ampliar su reper-
torio; ¿para qué compartir? para enriquecerse mutuamente desde la diversi-
dad, para contrastar, para referenciar lo propio, para crear nuevos recursos
y alternativas, para dar nuevos sentidos y formas de resolver y enfrentar
los retos del desarrollo; es decir, se construye la interculturalidad desde an-
tes de alcanzar un desarrollo equilibrado, equitativo y democrático; porque
con ella se preparan y abonan las condiciones para arribar a dicho “estado
democrático”; causa y efecto: el estado democrático genera condiciones de
equidad para ejercer la interculturalidad y ésta genera ciudadanos críticos,
participativos, comprometidos con un tipo determinado de desarrollo que
favorece la construcción de un estado democrático.
Para ejercer la interculturalidad se requiere de un método fundamental:
el diálogo que no solamente significa que todos puedan hablar, sino tam-
bién (en su sentido etimológico) que la palabra y el conocimiento de unos
atraviese a otros; que signifique al otro y lo conmueva. Para ello se requieren
dos cosas: por un lado, la palabra precisa, oportuna y respetuosa y, por el
otro, la apertura franca de la atenta escucha, condiciones que permiten a la
palabra y al conocimiento su misión transformadora. El diálogo como cons-
trucción, donde lo que predomina no es el origen étnico, la posición social o
jerárquica de quien dijo cada palabra, sino el peso, la veracidad, pertinencia
y fundamento de cada argumento.
Patricio Chaves, abogado con maestría en ciencias para la planificación
del desarrollo y doctorado en ciencias sociales, tiene una muy destacada
trayectoria profesional que lo llevó a transitar de experto en desarrollo social
a experto en desarrollo cultural, como queda claramente acreditado en este
libro. Por su parte, Andrea Barrios, es licenciada en psicología y maestra en
ciencias para la planificación del desarrollo; es consultora de organismos
internacionales para el desarrollo de proyectos sociales, educativos y cultu-
rales. Ha sido catedrática en universidades de Venezuela y México en temas

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relacionados con gestión institucional, planeación y evaluación de proyectos


culturales desde un enfoque estratégico y participativo. Ambos autores han
fundado el gesip, sc (Centro para la gestión de proyectos sociales, educati-
vos y culturales), donde investigan y trabajan sobre estas temáticas.
Lo cultural, desde la perspectiva de nuestros autores, se configura en lo
simbólico y se manifiesta como expresión y creatividad, entrañablemente
imbricadas con la identidad y la memoria: las grandes innovaciones se enraí-
zan en la tradición; la expresión del rostro, las manos, el habla y el caminar
de un individuo son propias… y heredadas, es decir, colectivas. La creación
como fenómeno individual modelado colectivamente requiere de autenti-
cidad y libertad.
Como afirmaba anteriormente, el nuevo gran reto que afronta la huma-
nidad es la reconfiguración de nuevas identidades más amplias y humanas,
menos localizadas pero arraigadas al lugar de origen; y esa construcción
pasa necesariamente por la identidad como construcción intercultural que es
espacio de creación a partir de y con el otro; expresión que cuando se pro-
duce en un marco de libertad y respeto a la diversidad, produce el milagro
más grande de la humanidad: el arte en comunión, el arte de la tolerancia,
el arte de inventar nuevas realidades y nuevos mundos, el arte de interpretar
la naturaleza, la humanidad y lo sagrado de manera independiente, creativa
y gozosa.

José Antonio Mac Gregor C.


Querétaro, octubre de 2014

15
Los proyectos culturales

El enfoque comunicativo

U
na definición realmente apropiada de los proyectos culturales re-
quiere en primera instancia y de manera muy importante de la con-
sideración en extremo cuidadosa de todos los conceptos que hemos
presentado, desarrollado y explicado en el capítulo anterior. Para tal pro-
pósito roponemos en este momento al lector un análisis de los proyectos
culturales desde un enfoque al que identificaremos como siendo de carácter
comunicativo.
Esta perspectiva se sustenta en el concepto de: “acción comunicativa”
propuesto por Jürgen Habermas, misma que: “se refiere a la interacción
15

de al menos dos sujetos capaces de lenguaje y de acción que (ya sea con
15
Nos motiva e interesan los diferentes modelos de acción social que propone este autor; i) Acción teleológica;
ii) Acción e stratégica; iii) Acción normativa; iv) Acción dramatúrgica y, iv) Acción comunicativa. Nos resul-
tan pertinentes para un análisis de los en foques de planeación social y cultural vigente s en América Latina
y las diferencias que éstos presentan a) en el nivel epistemológico, b) en el nivel conceptual y c) en el nivel
metodológico– operativo.
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medios verbales o con medios extra-verbales) entablan una relación inter-


personal. Los actores buscan entenderse sobre una situación de acción,
para así poder comunicar de común acuerdo sus planes de acción y con
ello sus acciones. El concepto central aquí, el de interpretación, se refiere
primordialmente a la negociación de definiciones de la situación suscep-
tibles de consenso”. 16

A partir de esta definición, es factible ubicar el proyecto desde varias di-


mensiones. Veamos:

1. El proyecto cultural como proceso.


2. El proyecto cultural como constituyente y constitutivo de una comu-
nidad.
3. El proyecto cultural como proceso de construcción inter–subjetiva e
intercultural.
4. El proyecto cultural como proceso de construcción de la creatividad.
5. El proyecto cultural como eje operativo de las políticas culturales.

El proyecto cultural como proceso

Aquí se asume que los proyectos culturales no son instrumentos en un


proceso de planeación sino que , son fundamentalmente procesos. Esto quie-
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re decir que son un conjunto de relaciones —interacciones— que se estable-


cen entre sujetos sociales en un tiempo y una situación concreta, convocados
por la intencionalidad de lograr unos objetivos determinados. El proyecto es
un espacio, un lugar de interacción entre distintos sujetos que, con sus pro-

16
Jürgen Habermas, ibíd . p. 124.
17
Tomamos el concepto de razón inst rumental de Habermas que llevado al campo de la planeación se refiere
a la concepción de un proyecto o política vista como un medio para el logro de un determinado fin. El pro-
yecto sería un instrumento útil solamente en la medida en que permite cumplir determinados fines y generar
determinados productos. Visto así, importa más la generación de los productos finales que el proceso que lleva
a ellos. J. Habermas, loc. cit.

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pios posicionamientos y desde su propia perspectiva, intentan transformar


una determinada realidad.
Retomando la noción de lo cultural para los proyectos, es factible identifi-
car y proponer acciones de cambio a partir de procesos y relaciones sociales
respecto de los cuales se generan las manifestaciones culturales y no a partir
de un simple conjunto de actividades que generan bienes o servicios.
La gestión de los proyectos culturales se puede concebir como un proceso
constante, continuo y sistemático de planeación, ejecución, comunicación,
construcción de viabilidad y evaluación de las actividades del proyecto, des-
tinadas a generar resultados que se dirigen a ampliar las oportunidades y
las capacidades de los miembros de una comunidad, para transformarse en
sujetos de su propio desarrollo.

El proyecto cultural como constituyente y constitutivo de una


comunidad

Decíamos anteriormente que los proyectos culturales son constituyentes y


constitutivos de las comunidades. Un grupo social que ya se ha constituido en
una comunidad, al planear y ejecutar un proyecto cultural puede transformar sus
condiciones de vida, construir nuevos significados y desarrollar sus expresiones
simbólicas, resignificar, fortalecer o redimensionar sus elementos identitarios.
Del mismo modo, un grupo humano que aún no se ha conformado como
comunidad también puede, a través de un proyecto cultural, permitir que los
individuos de ese grupo construyan una identidad colectiva y se constituyan
en comunidad.
Tal como lo proponen Luis Carlos de la Mora M. y Carlos de la Mora C.
(2010) (Planeación para la gestión del desarrollo de las culturas): no hay cultu-
ra sin comunidad, ni comunidad sin cultura, no es posible la integración y
desarrollo de una comunidad sin su proyecto correspondiente; ni es posible
la existencia de un plan de integración y desarrollo comunitario, sin una comu-
nidad que lo invente, lo asuma y lo ejecute como propio.

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Ahora bien, ningún proyecto, dentro de cualquier esfera de la realidad en


la que éste se realice (de lo económico, lo cultural, lo social), puede llevarse a
efecto exitosamente como una acción externa a una comunidad.
Según estos mismos autores, llevar proyectos excelentes a los grupos sociales
más necesitados, convencer a la gente de que le conviene hacer tal o cual cosa
para mejorar, proveer de las ideas y los medios de ejecución, confieren a los
promotores el poder de controlar y distribuir los beneficios y créditos insti-
tucionales a discreción y representan a la vez otras tantas formas de ejercer y
fortalecer el paternalismo, el clientelismo y el autoritarismo.
Esta práctica de la promoción ha demostrado ser eficaz y eficiente en
la generación y el desarrollo de sociedades con una conciencia alienada,
depredadora, violenta y deshumanizante; pero no puede ser negada simple-
mente desconociendo su existencia como tal, o calificándola, como suele
suceder, de subcultura, o incultura: producto a su vez de una falsa o de una
mala promoción.
Tampoco se puede pretender modificarla desde fuera, desde el poder y por
virtud de alguna ley o decreto. De hecho, la formulación centralizada de una
política o un proyecto cultural en el ámbito público así como la definición
normativa de sus procedimientos de implementación no son garantía para la
concreción de sus acciones ni para la consecución de sus resultados. Tal como
lo señalan varios autores, la definición de un proyecto en el nivel central
18

confronta una serie de resistencias en el nivel local y territorial, las mismas que
redefinen o, incluso, imposibilitan la concreción de la misma. Estas resisten-
cias son producto de tres aspectos presentes en el ámbito local: i) Actores; ii)
Contexto; e, iii) Historicidad.
Desde el enfoque de construcción de proyectos que se propone en este
trabajo, estas resistencias son interpretadas como una expresión de los inte-
reses, expectativas, percepciones, actitudes, relaciones y experiencias de los

18
J. Ezpeleta y E. Weiss, Cambiar la escuela rural. Evaluación cualitativa del programa para abatir el rezago
educativo, México, Cinvestav, 2000.

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actores involucrados y no pueden ser calificadas como negativas a priori. La


expresión de los intereses como resistencia, es producto de las limitaciones
para establecer una interacción constructiva entre actores que se reconozcan
como diversos, que cuenten con los espacios y recursos para desarrollar y
formular sus propios intereses, y que sobre esa base, identifiquen terrenos
comunes sobre los cuales elaborar proyectos de cambio. En definitiva, son
resistencias que expresan el carácter político de un proceso de construcción
de las políticas y de los proyectos culturales.
En ese sentido, consideramos a partir de esta propuesta que un proyecto
cultural será eficiente, exitoso y cumplirá el objetivo de ser un proceso trans-
formador de la realidad de los grupos sociales y de las comunidades cuando
se construya desde, con y por los sujetos a los que les es pertinente la transfor-
mación socio–cultural. Es decir, un proyecto como una práctica comunitaria
que, partiendo de la recuperación crítica de la experiencia histórica de esos
sujetos, se torne capaz de formular y realizar las nuevas hipótesis y paradig-
mas de un proyecto cultural alternativo.

El proyecto cultural como proceso de construcción intersubjetiva e


inter–cultural

El proyecto cultural como proceso de construcción intersubjetiva hace


referencia a las relaciones de un conjunto de individuos que, a partir de
su subjetividad, identifican, analizan e intentan transformar dinámicas so-
ciales y culturales, buscando constituirse en sujetos sociales, que desean 19

desplegar la subjetividad social; y, por lo tanto, animar la dinámica cultural


de la comunidad.
La misma identificación de problemáticas y la propuesta de transfor-
mación de ellas debe necesariamente ser un proceso que se realice con la

19
Tal como lo plantea el Informe sobre Desarrollo Humano en Chile: 2002, texto antes citado, “Un sujeto es
aquel que se tiene a sí mismo como origen y fuente de sentido de sus acciones sobre el mundo, y que dispone
de las condiciones colectivas para imaginarlas y realizarlas”, p. 37.

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participación de los actores y los sujetos involucrados en el proyecto. La


participación hace referencia a la idea de comunicación, de construcción
de consensos, de negociación, pero con base en el respeto a la diversidad y
a la libertad cultural.
Desde una perspectiva operativa, el proyecto cultural es mucho más que
un documento o una sistematización documental. Se expresa, se concreta y
toma vida en un equipo de trabajo.
Si bien la coherencia de la formulación y su adecuada sistematización en
un documento son necesarias sobre todo para hacer viable su financiamien-
to, es preciso asumir que un proyecto es un grupo de sujetos sociales que, con
base en reglas de juego claras, con una finalidad expresa y considerando los
recursos con los que cuentan, interactúan creativamente para transformar su
realidad y construir nuevas subjetividades sociales.
Si recordamos la dimensión ideológica y política de la inter–culturali-
dad, entonces se puede entender que la gestión de los proyectos culturales
no es solamente un proceso técnico, es un proceso técnico–político. En la
gestión de los proyectos culturales convergen diversos actores con posicio-
namientos e intereses propios y diversos que pueden coincidir o, incluso,
ser contradictorios. Entre esos sujetos se establecen relaciones que casi
nunca son simétricas o equitativas, pues cada uno de ellos ostenta distin-
tos niveles y grados de poder, por lo que la asimetría en las relaciones es
una característica de la interacción de los actores en el juego de la gestión
cultural.
Por lo tanto, en la gestión cultural está en juego una lógica de relaciones de
poder, de interacción entre esos actores con posicionamientos e imaginarios
distintos. De manera que, el éxito de los proyectos culturales no depende,
exclusivamente, de la buena voluntad del gestor cultural, o incluso de su
destreza técnica e instrumental. Depende de las dinámicas políticas, las rela-
ciones de poder que están en juego, las mismas que requieren ser explicitadas
para avanzar en el logro de sus objetivos.

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De allí entonces, que, tal como lo proponemos en otros trabajos la gestión 20

de los proyectos culturales también es un espacio y un proceso de negociación de


sentidos e imaginarios de los actores involucrados. Pero, la negociación o el con-
senso son factibles únicamente si hacemos transparentes las contradicciones
y el conflicto.
En definitiva, la gestión del proyecto cultural es un espacio de expresión
de las diversas subjetividades y de los posicionamientos heterogéneos pero es
a su vez un proceso a partir del cual se identifican aspectos comunes y temas
de acuerdo para la construcción de un imaginario social alternativo.

El proyecto cultural como un proceso para la construcción de la


creatividad

Decíamos en líneas anteriores que el propio proyecto cultural y sus diná-


micas de construcción son procesos creativos. Primero, porque su planeación
implica fijarse nuevos objetivos, proponer ideas alternativas y plantear solu-
ciones innovadoras a problemas diversos. Segundo, porque al ser ejecutado el
proyecto —si ha sido viabilizado técnica y políticamente— produce a través
de sus resultados una transformación real de problemáticas de manera inno-
vadora y permite en forma creativa construir realidades nuevas, imaginarios
sociales alternativos.
Profundizando esta idea se puede decir que en un proyecto cultural existe
una intención expresa por transformar una problemática social o cultural. Una
problemática social es distinta a lo que algunos autores denominan proble-
mas simples. Son problemas complejos, implican una visión de largo plazo
21

que el conjunto de sujetos o actores quieren construir, una imagen colectiva


de lo que quieren lograr.

20
“La inter vención cultural como proceso. Planeación y evaluación de proyectos culturales desde la ‘acción
comunicativa’” en María Elena Figueroa Díaz, (coord.), Cultura y desarrollo humano. Visiones humanistas de la
dimensión simbólica de lo individual y social, México, conaculta. Colección Intersecciones, 2006.
21
Carlos Matus, Política, planificación y gobierno. ilpes, Fundación Altadir, Caracas, 1987.

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Por lo tanto, una problemática social no es la ausencia o carencia de bienes


o servicios. Es la expresión de una imagen colectiva que se quiere construir
a futuro. Por ello, las problemáticas sociales no se resuelven, se transforman
22

en función de la aproximación a las imágenes sociales que se desean cons-


truir, a la visión o a la imagen de futuro que se busca realizar.
En este sentido, si un proyecto es un proceso colectivo y participativo
que tanto en sus objetivos como en las dinámicas que se generan para su
consecución busca transformar problemáticas socio–culturales, entonces es
factible decir que es un proceso de construcción de creatividad. Con, desde y
en el proyecto cultural se crea, se producen dinámicas y bienes nuevos y va-
liosos, se arriba a conclusiones nuevas y se transforman problemas en forma
original.

El proyecto como eje operativo de las políticas culturales

Las políticas culturales son un conjunto de intervenciones más o menos


planificadas y sistematizadas, que ejecutan el estado, los organismos de la so-
ciedad civil, empresas privadas o simplemente comunidades —en el sentido
amplio del término al que aludíamos en páginas anteriores— cuya finalidad
es satisfacer necesidades y demandas culturales de una determinada pobla-
ción o promover el desarrollo de sus representaciones simbólicas.
Las políticas pueden ser: normas jurídicas reguladoras de las relaciones y
las acciones culturales; o, intervenciones directas en los procesos culturales:
producción, distribución, cambio o uso de un bien o servicio cultural.
Tal como lo plantea el especialista Eduardo Nivón, lo novedoso de las
políticas culturales actuales es su enfoque integrador pues, de ser una suma
de acciones sectoriales relacionadas con el arte y la educación artística, pa-
saron a ser un esfuerzo de integración de todos los agentes que intervienen

22
Aquello que se ha perdido en el debate de las ciencias sociales en América Latina, a cambio del corto plazo
y de lo coyuntural y que tiene que ver con construir un proyecto de país, una imagen de sociedad, una visión
alternativa de desarrollo.

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en el campo cultural y de sus acciones: incluye educación, salud, ciencia y


tecnología, etc.
Pero, por otro lado, la política también es un proceso de socialización y
de legitimización de un cierto orden o transformación político y social. En
ese sentido, las prácticas y los significados culturales (de grupos alternativos,
minoritarios, etc.) son fuente de procesos políticos que demandan la cons-
trucción de una política cultural.
En este marco, es preciso concebir a un proyecto en el marco estraté-
gico de una política nacional, estatal o municipal o de una determinada
“misión” institucional. En otras palabras, en la elaboración del proyecto y,
especialmente, en la identificación del problema que le da origen, es nece-
sario ubicar las prioridades de política que enmarcan la intervención cul-
tural así como las líneas estratégicas de la organización que lo implementa.
La idea es: “todo proyecto” debe tener una direccionalidad necesaria hacia
una política cultural de un gobierno (local, estatal o federal) o de una or-
ganización.

Tipología de los proyectos culturales

En lo que sigue se presenta una clasificación básica que permite la articu-


lación entre varias formas, no excluyentes, de concebir proyectos culturales:

a. Por su naturaleza: gubernamentales, universitarios, organismos de la sociedad


civil, comunitarios, empresariales.
b. Por lenguajes expresivos: música, literatura, danza, teatro, artes plásticas y
visuales, multimedia.
c. Por públicos: trabajadores, adultos, tercera edad, niños, jóvenes, profesores,
personas y grupos con necesidades especiales, estudiantes, migrantes, comu-
nidades rurales o urbanas, etc.
d. Por espacios culturales: casas de cultura, bibliotecas, museos, auditorios,
plazas públicas, ciberespacio, etc.

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e. Por objetivos: recaudación de fondos, desarrollo de habilidades expresivas


en lenguajes artísticos o de apreciación de las artes (educación artística), cono-
cimiento y apreciación del patrimonio cultural, fomento a la lectura, rescate
del patrimonio cultural, infraestructura cultural, capacitación de promotores
o gestores culturales, administración de espacios culturales, etc.
f. Por necesidades humanas: vestido y expresión corporal, juguetes, alimen-
tación, descanso y entretenimiento, techo y edificaciones, transportación,
comunicación, religiosidad, organización social, etc.

La planeación como un momento metodológico de la gestión de los


proyectos culturales

En este texto, se propone un proceso metodológico que rebase el enfoque


lineal de la planeación instrumental de proyectos. Se requiere una visión
más dinámica, en la que el proyecto sea planeado, ejecutado y evaluado no
a través de fases o etapas, sino de momentos metodológicos, es decir, espacios
de tiempo en los cuales el equipo de trabajo enfatiza en un tema de diálogo, re-
flexión, investigación y acción.
De allí que, la planeación del proyecto cultural es un momento que no
concluye, sino que permite continuar hacia otro momento que es la ejecución
de las actividades planeadas, entendiendo a una actividad como una apuesta
que está continuamente en retroalimentación. Y esa retroalimentación, debe
permitirnos volver hacia atrás para mirar qué hemos hecho y cuestionar la
validez o no de la planeación. Esto es factible a partir de la evaluación.

La planeación de proyectos con base en metodologías integrales,


diversas, flexibles y participativas

Con base en la consideración según la cual no existen metodologías ni


instrumentos operativos que den respuesta a todos los proyectos y a todas las

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situaciones o contextos en los cuales estos se desarrollan, consideramos que


es fundamental la construcción y adopción de metodologías que tengan las
siguientes características:

a. Integrales. Deben permitir una visión “integral” completa o amplia del


fenómeno (problemática o situación) que desea transformarse. Ello implica
no sólo la identificación de los factores que están presentes en esa situación,
sino un acercamiento explicativo que permita establecer múltiples relaciones
entre esos factores y entre ellos con los actores presentes en la misma.
b. Diversas. Que permitan dar respuesta a la heterogeneidad y diversidad de los
procesos, las situaciones y los fenómenos que se pretenden transformar con-
siderando que no existe un método o herramienta “única” para dar respuesta
a cada particularidad o ámbito cultural. Lo importante es el proceso que la
herramienta metodológica desata o la calidad del resultado que produce. No
la adscripción tecnocrática a lo que está previamente diseñado.
c. Flexibles. Los instrumentos y procedimientos no deben ser prescriptivos sino
creativos, que induzcan a la innovación, a la reflexión y no al mero llenado
de formularios o formatos.
d. Participativas. Que desaten procesos de reflexión y de intervención de los
actores involucrados en el proceso de construcción y de transformación de
la situación cultural.

La planeación de proyectos como proceso modular

La planeación es un proceso dentro de una dinámica más amplia que es


la gestión integral de los proyectos; sin embargo, la planeación misma tiene di-
námicas (momentos) internas que no son necesariamente secuenciales, que
tienen cierta lógica instrumental propia y que requieren de herramientas es-
pecíficas para su concreción.
Estas dinámicas o momentos internos, los vamos a denominar módulos
metodológicos, mismos que serán presentados en el capítulo iii de este libro.

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T R A N S F O R M A R L A R E A L I D A D S O C I A L D E S D E L A C U LT U R A

¿Qué es común para todos los módulos del proceso de planeación?


El eje central del proceso metodológico está en la construcción intersub-
jetiva de cada uno de los módulos. Cada módulo propone un proceso de
reflexión–acción–retroalimentación de la acción que los actores culturales rea-
lizan colectivamente.
Así, en cada uno de los módulos, el equipo que planea el proyecto deberá
prestar atención a lo siguiente:

1. Construir códigos y acuerdos comunes. Implica llegar a un nivel de acuerdo


en la comunicación que se establece entre los actores, es decir, aquello sobre
lo que están conversando. Consiste además, en la identificación de lo que van
a hacer y van a lograr como productos en cada uno de los módulos.
2. Identificar los actores y las relaciones presentes en cada módulo. El trabajo
parte de la identificación de los actores que estarán presentes y de los que,
aun cuando no lo estén, tienen relevancia para la construcción del proceso
y del resultado de cada uno de los momentos. Consiste en explicar las re-
laciones —interacciones— que se establecen entre esos actores, prestando
atención a las características de la participación y a los factores que la facilitan
u obstaculizan.
Se trata, además, de analizar el interés y el poder que cada actor tiene para
permitir, facilitar o impedir que cada uno de los "módulos" se lleve a cabo y
se logren los resultados propuestos. Sobre estas bases se construye la viabilidad
de cada módulo.
Esto se podría realizar a partir de la reflexión acerca de:
• ¿Quiénes están presentes?, ¿quiénes deberían estar presentes?
• ¿Por qué no están presentes?
• ¿Qué interés tienen frente a lo que vamos a hacer?
• ¿Pueden impedir o facilitar lo que vamos a hacer?
• ¿Qué recursos tienen para apoyarnos o enfrentarnos?
• ¿Qué vamos a hacer con ellos?

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A N D R E A B AR R I O S N O G U E I R A Y Á N G E L PAT R I C I O C H AV E S Z A L D U M B I D E

3. Construir los compromisos de acción. Se trata de asumir responsabilidades


reales en forma participativa para llevar adelante el proceso y para lograr
los resultados propuestos en cada "módulo". Cada actor plantea los com-
promisos de acción necesarios para llevar adelante cada uno de los pasos
metodológicos o para la concreción de los resultados del módulo.
• ¿Qué estoy dispuesto a ceder, a entregar o a negociar?
• ¿Cuál es mi compromiso o compromisos para llevar adelante este "mo-
mento"?
• ¿Cómo lo voy a hacer?
• ¿Mi compromiso depende de alguien más?, ¿de quién?
• ¿Cómo se verificará el cumplimiento de mi compromiso?
4. Retroalimentar la acción. Se trata de evaluar constante, continua e inte-
gralmente los procesos y los logros de la construcción del proyecto cultural a
partir de indagaciones, reflexiones y constataciones de la comunidad con base
en algunas preguntas claves como las siguientes:
• ¿Hemos logrado lo que queríamos?, ¿se hizo lo que se iba a hacer?
• ¿Cómo se hizo?, ¿de acuerdo a lo que planificamos? ¿qué cambió de lo que
habíamos pensado?
• ¿Se cumplieron los compromisos adquiridos por los actores? Si no se cum-
plieron, ¿por qué?
• ¿Qué relaciones, prácticas, actitudes, percepciones, acciones, discursos,
hábitos, etc., se han modificado durante el desarrollo de cada "módulo" en
cada uno de los actores y en la organización?
• ¿El resultado y el proceso construido en el "módulo" repercutieron en la
organización?, ¿cómo repercutieron?
• ¿Qué hemos aprendido?
• ¿Quiénes participaron? ¿Cómo ha sido esta participación? ¿Qué podemos
hacer para mejorarla?
• ¿Qué actores de la institución ganaron o perdieron poder?, ¿qué actores
externos a la institución ganaron o perdieron poder?

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T R A N S F O R M A R L A R E A L I D A D S O C I A L D E S D E L A C U LT U R A

• ¿Quiénes nos apoyaron?, ¿quiénes nos enfrentaron?, ¿qué estrategia utiliza-


mos frente a cada uno de ellos? ¿La estrategia dio el resultado que se esperaba?

Dimensiones o miradas metodológicas del proyecto cultural

Los criterios anteriores, tanto aquellos de orden conceptual como los de


orden metodológico permiten proponer dos miradas o dimensiones metodo-
lógicas para la planeación de los proyectos culturales:

a. La mirada de profundidad
Implica el desarrollo de cuatro módulos metodológicos básicos:
Módulo i
Construcción de las condiciones iniciales para la planeación del proyecto
cultural.
Módulo ii
Diagnóstico situacional: Identificación y análisis de la problemática socio-
cultural que da origen al proyecto cultural
Módulo iii
La formulación del proyecto cultural
Módulo iv
Diseño de la evaluación del proyecto cultural
b. La mirada transversal
La gestión de los proyectos culturales reclama procesos transversales que
rebasan el trabajo de cada uno de los módulos y requieren ser observados
de manera permanente, concurrente y continua, durante todos módulos
metodológicos del proyecto cultural, con el fin de lograr los objetivos que se
propone lograr el proyecto cultural. Estos procesos son i) el de la viabilidad;
y, ii) el de la comunicación. Estos dos procesos transversales de los proyectos
culturales serán desarrollados en un apartado metodológico distinto a los
módulos arriba presentados.

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Diagnóstico situacional

• Identificación
• Análisis del problema socio-cultural
• Ámbito de gobernabilidad
• Causas críticas del problema

Diseño/formulación

Condiciones iniciales Formato de diseño:


Presentación
Objetivos
Actividades
Metas
• Equipo de trabajo
Viabilidad • Construcción de reglas de trabajo Productos
• Fuentes de origen
Viabilidad

Seguimiento y evaluación

Indicadores Fuentes de
información
Métodos/herramientas
Periodicidad

Gráfico no. 1
Las miradas o perspectivas metodológicas del proyecto cultural.

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