Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Diego Tortul
29.121.310
Cohorte 2017
Introducción
La noción de sujeto moderno es una invención cartesiana por excelencia. A partir
de su razón autosustentada este sujeto se formulará como independiente de cualquier
arraigo en alguna institucionalidad o discurso social. Descartes concibe un sujeto
consciente, cogitante y racional. A partir del surgimiento del Psicoanálisis aparece una
noción de sujeto diferente que se reconoce en la inconsciencia de sus actos, caracterizado
por un no saber sobre la razón que moviliza gran parte de sus acciones cotidianas.
En el presente trabajo ubicaré algunos puntos de la crítica a la filosofía cartesiana
desde la perspectiva que brinda Taylor en dos de sus obras (1995 - 1996), realizando una
comparación con los autores Freud-Lacan, marcando algunos puntos de coincidencias y de
disidencias entre el sujeto cartesiano y el sujeto del Psicoanálisis. Desarrollaré en primer
lugar un acercamiento general a las nociones del sujeto de Descartes y el sujeto del
Psicoanálisis, luego como interviene a racionalización propuesta en la producción de
conocimientos y por último tomaré unos de los debates planteados por Taylor en relación
al Yo, el cuerpo y su debate por la vinculación.
Arribo a la conclusión marcando la dependencia del sujeto del psicoanálisis a la
idea del sujeto cartesiano. Entendiendo que no es posible pensar en la formulación del
primero sin la irrupción del segundo.
Voy a decir - es mi función - voy a decir una vez más - porque me repito- algo que
es de mi decir, y que se enuncia: no hay metalenguaje.
Cuando digo eso, quiere decir, aparentemente, no hay lenguaje del ser. ¿Pero hay
ser? Como señalé la última vez, digo lo que no hay. El ser es, como dicen, y el no
ser no es. Hay o no hay. para mí solo es un hecho de dicho.
La palabra sujeto que yo empleo toma entonces un acento distinto. (Lacan, 2016, p.
143)
Es decir no hay un ser del psicoanálisis, no hay un ser de las esencias. Lacan
(2016b) afirmaba: “Parmenides estaba equivocado y Heráclito en lo cierto” (p. 16).
No existe nada en sí mismo. No hay un ser en Lacan como existía en Parmenides y
el sujeto del psicoanálisis es el efecto de la captura de un ser viviente por la red del
lenguaje, que preexiste al sujeto. Lacan plantea que el sujeto y el ser, que el pensamiento
y el ser, son incompatibles lo que le lleva a una radical subversión del cogito cartesiano.
Aquello que para Descartes es “je pense, donc je suis” (yo pienso, luego yo soy) en Lacan
se traduciría como “allí donde pienso no soy y allí donde soy no pienso”.
En la Clase 3 del seminario 11 de 1964, empezando a responderle a Miller su
pregunta sobre la ontología Lacan (2016a) afirma:
La No-Razón del siglo XVI formaba una especie de peligro abierto, cuyas amenazas
podían siempre, al menos en derecho, comprometer las relaciones de la
subjetividad y de la verdad. El encantamiento de la duda cartesiana parece
testimoniar que en el siglo XVII el peligro se halla conjurado y que la locura esta
fuera de pertenencia en que el sujeto conserva sus derechos a la verdad: ese
dominio que, para el pensamiento clásico, es la razón misma. En adelante la locura
está exiliada. (Foucault, 1993, p. 98)
Ser fiel a la virtud, le dice a Isabel, es tener <la firme y constante voluntad de hacer
lo que a nuestro juicio es lo mejor>, y propone la misma doctrina a Cristina de
Suecia. En el tratado de Las pasiones del alma describe a las almas recias como
aquellas <en las que la voluntad puede por naturaleza domar las pasiones con
mayor facilidad>. Un alma recia lucha contra las pasiones <con sus propias
armas>.(Taylor, 1996, p. 216)
Esta conexión fue central en la filosofía cartesiana, una de cuyas ideas rectoras fue
que la ciencia -el verdadero conocimiento- no consiste simplemente en la
congruencia entre las ideas de la mente y la realidad externa. Si el objeto de mis
meditaciones coincide con los eventos reales en el mundo, esto no me proporciona
conocimiento de ellos; la congruencia tiene que llegar a través de un método fiable
generando así una confianza bien fundada. La ciencia exige certeza y ésta sólo
puede estar basada en aquella innegable claridad denominada por Descartes
évidence. (Taylor, 1995, 23)
Las afecciones del alma, por su parte, presentan además la dificultad de si todas
ellas son también comunes al cuerpo que posee alma o si, por el contrario, hay
alguna que sea exclusiva del alma misma. La mayoría de los casos se puede
observar cómo el alma no hace ni padece nada sin el cuerpo, por ejemplo,
encolerizarse, envalentonarse, apetecer, sentir en general. No obstante, el inteligir
parece algo particularmente exclusivo de ella; pero ni esto siquiera podrá tener
lugar sin el cuerpo si es que se trata de un cierto tipo de imaginación o de algo que
no se da sin imaginación.” (Aristóteles, 2011:301. 403a-5)
A modo de conclusión
El psicoanálisis desde Freud nace bajo una constante ambigüedad respecto a los
cánones establecidos para la validación de lo científico. Freud persiguió la ambición de
posicionar al Psicoanálisis como una teoría que pueda satisfacer las exigencias de la
ciencia. Sin embargo, supo escuchar y observar aquello que la ciencia de su época dejaba
de lado. Freud investiga al sujeto, lo deja hablar, aunque no sepa lo que dice. Se focaliza
en sus errores, en los olvidos, en sus lapsus. Justo ahí donde el sujeto cartesiano nos da la
espalda. Esto marca la diferencia que demostré en la producción de conocimiento por
parte del psicoanálisis.
La terapéutica en el método freudiano aparece por decantación. Al investigar este
sujeto, el mismo se cura. Freud da lugar a su invención porque se permite transgredir los
límites que había estipulado la ciencia moderna.
Aunque pueda resultar paradójico a primera vista, se puede tener en cuenta a este
sujeto que se consolida a través del cógito cartesiano y plantear que el sujeto del
psicoanálisis no es otro que este sujeto de la ciencia moderna nacida con Descartes.
Freud supo escuchar que hay una verdad por fuera del discurso consciente y
racional, y es ahí donde se puso a escarbar sobre la particularidad del sujeto que lo
enuncia.
El descubrimiento freudiano del inconsciente claramente atenta directo al corazón
de la idea de un pensamiento transparente a todas luces de la conciencia, autogobernado
y dirigido por la razón. Esto se demuestra a través de los chistes, los sueños, los lapsus o
los actos fallidos. Sobre estos fenómenos el sujeto no puede dar cuentan de manera
consciente sobre sus motivaciones de fondo, no son localizables en la planificaciones de la
conciencia. El “yo pienso” de Descartes no marca su presencia en estos acontecimientos.
Esos fenómenos actúan y piensan a espaldas del yo.
...Freud opone la revelación de que, a nivel del inconsciente, hay algo homólogo en
todos sus puntos con lo que sucede a nivel del sujeto: eso habla y eso funciona de
manera tan elaborada como a nivel de lo consciente, el cual pierde así lo que
parecía ser privilegio suyo. (Lacan, 2016, 32)
En este seminario citado de 1964, es el mismo Lacan que señala que hay algunos
puntos en común entre Freud y Descartes respecto a los procedimientos, principalmente
en relación a la duda como un punto firme donde pararse. Es sabido que en Descartes la
duda hiperbólica lleva a la certeza de poder afirmar que si dudo de todo hay algo que
resulta indudable, y es justamente que estoy dudando. El mismo acto de dudar demuestra
que estoy pensando, y si pienso soy. Lacan en cambio afirma que la duda es para Freud el
punto de certeza de la existencia del inconsciente:
Referencias