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LA PERCEPCIÓN
DEL EXTENIONISTA DEL INTA Y LOS IMAGINARIOS SOCIALES”
Investigación
Argentina
Email: luciaaldana2001@hotmail.com
RESUMEN
La globalización reconstituye los aspectos productivos, tecnológicos, políticos y socioculturales,
provocando cambios territoriales generalizados. Este escenario exige la revisión de todas las escalas y
de la matriz territorial moderna en las ciencias sociales ya que establece nuevas relaciones de poder.
Este escenario redefine además el rol tradicional del extensionista agropecuario.
Un trabajo de investigación desarrollado entre 2007 y 2010 en más de cuarenta localidades de las
provincias de San Luis y La Pampa indaga sobre las percepciones que tienen de su propio rol los
extensionistas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), opinión que luego se contrasta
con las percepciones e imaginarios recogidos en el ambiente externo a la institución.
En este trabajo se presentarán los resultados obtenidos a partir de encuestas y grupos focales de
discusión realizados con extensionistas, productores, profesionales agropecuarios, representantes
institucionales, minifundistas y otros actores relevantes del territorio, a la vez que se realizará un análisis
de opinión comparado.
Palabras claves: Extensión – Globalización – Comunicación – Gestión del cambio – Territorios – Rol del
Extensionista – Percepciones – Nueva Ruralidad -
1. INTRODUCCIÓN
En la actualidad se reconoce la multiplicidad de tradiciones, de creencias y también de ciencias. La
racionalidad instrumental se metamorfosea y se habla, más bien, de subjetividades, de saberes diversos,
múltiples y heterogéneos. Las realidades son consideradas tantas como seres humanos en el mundo y,
además, emergen como contradictorias y glocalizadas (Appadurai, 1996) (1). Se podría decir, de forma
general, que el mundo de hoy se encuentra entonces fragmentado, pero aún así, es económica y
tecnológicamente pretendido como global. Un mundo, en tensión, incierto en el que los límites, en la más
amplia acepción, han dejado de ser estrictos y las fronteras se desdibujan, se vuelven difusas y móviles.
Es así que durante el primer decenio del siglo XXI, la incertidumbre es cada vez más notoria. Busso
(2001: 3) afirma que este hecho “se relaciona –aunque no exclusivamente- a condiciones de vida
alteradas en términos del acceso al empleo, ingresos, consumo, viviendas, créditos y seguridad social en
el contexto de un nuevo patrón de desarrollo que ha emergido y se ha consolidado en las décadas de
1980 y 1990. Estas percepciones se confirman, en cierto modo, con la evidencia de un mayor nivel de
exposición de los países a los impactos adversos de la coyuntura económica internacional”.
Si bien las explicaciones político-económicas tienen gran relevancia a la hora de explicar el mundo
contemporáneo, no son las únicas para dar cuenta de las transformaciones dinámicas y constantes, tanto
globales como glocales, del entramado sociocultural, político, económico y tecnológico de la nueva
ruralidad, entendida también por algunos autores, como rurbanidad (Cimadevilla y Carniglia, 2009). Estos
autores, entre otros, al proponer el concepto de rurbanidad plantean que “lo rural no se hubiese
concebido como tal sin la existencia de su contrario. Se puede suponer –argumentan-, que en un tiempo
remoto el ambiente era genéricamente uno e indiferenciado. La distinción permitió cierta clase de
categorización, sólo cuando parte del territorio se delimitó y reconoció por cumplir una función específica”
(Kenbel y Cimadevilla, 2009: 3). Además, estos autores sostienen también que “con la consolidación de
la modernidad se distinguió una dicotomía que tendió a rezagarlo, toda vez que lo urbano se hizo valer al
argumentarse como modelo, instancia evolutiva y destino civilizatorio. En pleno siglo XX, en tanto,
variados conocimientos sobre lo social se involucraron en la problemática. Entre ellos, por ejemplo, la
teoría de la modernización se asentó en una serie de tesis que configuraron ‘lo urbano’ desde una
primacía incuestionable en relación con ‘lo rural’. En los años ´90 del siglo pasado, en tanto, las lecturas
de reconocimiento de las ruralidades en plural y los procesos de urbanización de lo rural dieron lugar a la
popularización de otras categorías como rurbanidad, rururbanidad y nuevas ruralidades, hoy en pleno
proceso de estudio y discusión” (Kenbel y Cimadevilla, 2009: 3-4).
En la actualidad las transformaciones territoriales, todas ellas complejas, desafían ya no desde las
certezas modernas y exigen repensar tanto las instituciones y organizaciones que acompañan el
dinamismo de los escenarios y los procesos de transformación, como revisar y redefinir roles y funciones
tradicionales de algunos actores que intervienen en ella. Es decir que, independientemente de las
coyunturas, de tiempos y espacios específicos, puede asegurarse que el escenario internacional desafía
con exigentes y nuevas demandas productivas en pos del desarrollo sostenible y autosustentable.
América Latina no es la excepción a ello y la Argentina, con sus territorios diversos, tampoco. Puesto
que, en un mundo pretendidamente globalizado, que articula espacios regionales y locales con los
mundiales, la innovación tecnológica necesita del aporte de componentes estratégicos que actúen
coordinadamente sobre los ámbitos de intervención. Éstos, en un diseño de amplia apertura y fluida
interrelación con los diversos actores sociales. Independientemente de su tamaño, naturaleza o misión,
estos procesos deben también permitir fortalecer estructuras y sistemas para poder responder, de
manera más eficiente, a ese entorno altamente cambiante y exigente.
1
Barañaño, García, Cátedra y Devillard retoman las conceptualizaciones de Robertson (2000) sobre los términos “glocal” y
“globalización”. Este último sostiene que ambos conceptos se moldearon en la cultura japonesa en el ámbito del marketing y, en su
sencillo sentido comercial, la idea de glocalización significa la adaptación y propaganda de las mercancías y los servicios con una
base global hacia mercados locales y particulares crecientemente diferenciados. En la teoría social, sin embargo, el concepto posee
otros significados, ya que surge como contrapunto de los deslices y errores de las versiones dicotómicas e hiperglobalistas de la
relación entre lo global y lo glocal. Para este autor, la globalización ha implicado y sigue implicando de manera creciente la creación
e incorporación de la localidad, la comunidad y el hogar, procesos que, a su vez, configuran ampliamente la comprensión del mundo
como un todo. En ese sentido, al menos desde un punto de vista analítico o interpretativo, lo local no puede ser visto como
contrapunto de lo global. De hecho, afirma, lo local puede ser considerado como un aspecto de la globalización.
No obstante, la transformación institucional/organizacional y su fortalecimiento no es tarea sencilla ni
rápida. Es un proceso que se construye en el tiempo y, fundamentalmente, en conjunto entre y con los
actores de la ruralidad. Marchesán (2006: 50) sostiene que “los cambios en los tiempos actuales no
suelen alcanzarse si no se dan en contextos de transformación más profundos”. El mismo autor agrega
que “quizás la pregunta más útil ya no sea qué es necesario cambiar, sino cuál es y en qué consiste la
transformación que las organizaciones necesitan realizar”. Ahora bien, bajo este marco cabe preguntar
¿Qué ha pasado con las organizaciones/instituciones que forman parte, en general, del Sistema de
Extensión rural?
Para Larrañaga y Blanco (2007: 1807) “la generación y transferencia de tecnología en la órbita estatal de
la Argentina se ha desarrollado, históricamente, mediante la Investigación en Chacras o Estaciones
Experimentales, y su transferencia a los productores mediante la práctica de la Extensión Agropecuaria”.
Una práctica que ha estado basada, en gran medida, en los postulados del paradigma difusionista, cuyo
origen se encuentra en los modelos desarrollados en Estados Unidos por Everett Rogers, entre otros, a
mediados del siglo XX, y extrapolados a los países periféricos como Argentina. En esta línea, hoy se
entiende al Sistema de Extensión y Transferencia de Tecnología como no exclusivo del ámbito público,
sino de carácter público-privado y se prioriza la gestión de los procesos de innovación, en interacción con
las distintas capacidades y demandas de los múltiples participantes sociales que conforman las redes de
innovación de la nueva ruralidad. De esta manera, el nuevo siglo comienza con “el retorno institucional de
la Extensión rural como parte de las políticas públicas para el medio rural en muchos países
latinoamericanos, y en Argentina en particular” (Alemany, 2008: 27). A su vez, “el comienzo del siglo
marcó un punto de quiebre trascendente con las visiones neoliberales de la organización de la Sociedad,
el Estado y el Mercado, que privilegiaron lo 'individual sobre el interés colectivo'” (Alemany, 2008: 27).
Mucho se ha escrito y hablado sobre el devenir de la Extensión rural y sus vaivenes teóricos
metodológicos. Teorizaciones y prácticas provenientes tanto de centros públicos como privados.
Respecto al significado y a la orientación de la Extensión rural, dice Alemany (2008:28), que “actualmente
se sigue privilegiando, tanto su rol en la intervención sistemática sobre los procesos de generación y
transferencia tecnológica; ó su acción en procesos educativos no formales capaces de cambiar
mentalidades; ó el desarrollo de sistemas locales de innovación; ó la intervención en procesos locales de
organización”. No obstante, podría decirse que a lo largo de los últimos cien años, y en Argentina a partir
de la década del 50, la historia de la Extensión, “aún salpicada con otros esfuerzos de enfoques más
participativos, ha estado dominada por una visión difusionista; historia y realidad que seguramente ha
prevalecido en la mayoría de los países de la región” (Elz y Erbetta, 2008: 57). No obstante, uno de los
poco acuerdos existente se mantiene en torno a la idea de su importancia relevante como herramienta de
intervención en procesos de desarrollo. Así, para Alemany (2008: 28) “la Extensión rural continúa siendo
percibida mayoritariamente como íntimamente vinculada a las ideas del desarrollo, y como estas son
construcciones sociales dependientes del contexto social, económico, político e intelectual en las que se
abordan, continúa existiendo una gran diversidad de formas de concebir a la Extensión rural, que
subyacen a las diferentes visiones del desarrollo rural”.
A los fines de este trabajo coincidimos con Cimadevilla (2003) cuando expresa que la Extensión rural ha
de ser considerada como una construcción social históricamente determinada, en consecuencia sin
carácter universal, y es sujeto de construcción/deconstrucción conceptual permanente. Los cambios que
puedan producirse tendrán que ver con las visiones, los valores, las normas y las reglas dominantes en
un determinado territorio, entendido este también como una construcción social cimentado sobre los
recursos naturales particulares, que pueden condicionar cierto tipo de producción, de consumo, de
interacción y de organización; y que presenta, asimismo, fuerzas culturales, sociales, económicas,
ambientales y político-institucionales propias y diferenciadas. Podría decirse entonces que hoy se transita
un momento histórico de construcción paradigmática de la Extensión rural. Las nuevas demandas
sociales, económicas, ambientales e institucionales han hecho que América Latina haya comenzado a
buscar alternativas a la actual crisis social y ambiental (Alemany, 2008). Es así que “quizás lo más
significativo del actual proceso de re-construcción de la Extensión rural Latinoamericana esté vinculado al
desarrollo de nuevas formas participativas que propugnan una nueva epistemología, que permite generar
un estilo de construcción del conocimiento apropiado y autónomo capaz de dar respuesta a las
problemáticas sociales, productivas y ambientales centrales de nuestra vida rural en América Latina”
(Sevilla Guzmán, 2006).
Tan lejos y tan cerca de los principios modernizantes y, como ya se ha mencionado,
contemporáneamente se busca respetar las identidades locales, de comprender sus cosmovisiones y
proyectos, y de desarrollar estrategias de intervención que los fortalezca y potencie a partir de facilitar la
apropiación de los resultados tanto tangibles como intangibles. En la actualidad cualquier Servicio de
Extensión y Transferencia Tecnológica debe ser socialmente co-responsable y entender y atender con
rapidez los valores, las expectativas y las demandas de públicos mucho más activos (Thornton, Lardone
y Albarracín, 2010). Bajo este marco y siguiendo a Drucker (1992) se señala que “todas las
organizaciones necesitan saber que ningún programa o actividad puede hacerse eficazmente durante
largo tiempo sin modificación y rediseño. Eventualmente toda actividad se hace obsoleta”.
Ahora bien, ¿es posible transitar hacia un nuevo paradigma con los recursos humanos, técnicos y de
apoyo acostumbrados a relacionarse con los productores bajo postulados del anterior paradigma
difusionista? ¿Desde qué perspectivas se enfrentan y desarrollan las prácticas multidimensionales
cotidianas que exige este paso? ¿Es posible una rápida capacitación y adecuación a nuevos roles y
funciones para satisfacer las demandas de la ruralidad?
Marchesán (2006: 90) afirma que puede decirse que existen, al menos, tres tipos de personas. “Quienes
observan que algo está pasando, quienes hacen que las cosas pasen y quienes se preguntan qué está
pasando. Quienes integran el primer grupo, que suele ser la mayoría, viven describiendo la realidad que
observan y raramente puedan generar algo diferente. Los segundos observan y aceptan la realidad
presente, pero viven comprometidos en crear una realidad diferente. Estos suelen ser líderes que fueron
o van adelante...”.
En 1966 Di Franco (citado por Lorca y Amtman, 1974), analizaron algunos factores que limitaban la
eficacia de la Extensión rural y señalaba que un 50% de los estudios realizados hasta esos años
indicaban que la falta de comprensión de los roles y funciones del personal, afectaba su eficiencia. Por su
parte, en 1967 Gallaher (citado por Lorca y Amtman, 1974), definía el rol del extensionista como "un
agente profesional de cambios cuyo principal interés es guiar el cambio a través de un proceso educativo
planificado". Señalaba entonces que, en general, "la principal comisión de un agente es relacionar las
fuentes de conocimiento a las necesidades de la clientela a través de un conjunto específico de roles,
pero si fracasa en la comprensión de su responsabilidad primaria, se puede considerar que el
desempeño del rol ha sido disfuncional, que desbarata la estabilidad de todo el sistema social".
Una mirada actualizada sobre el extensionista de hoy y su rol, como la de Cano Gallego (2004), afirma
que “[se visualiza] al extensionista de los tiempos que corren ante todo como un diseñador, promotor,
facilitador y acompañador de estrategias frente a los cambios en los entornos locales con visión global.
Visto así, el extensionista antes que un especialista en materias técnicas es un acompañante de actores
sociales y productivos en sus lecturas, interpretaciones y acciones frente a las señales de los entornos,
muy especialmente a las señales de los mercados internacionales y domésticos”. Como tantos otros
técnico-teóricos, Carrancio (2008:1), extensionista de la Estación Experimental Agropecuaria Oliveros del
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), se pregunta “¿cómo conciliar la percepción del
agente de desarrollo (extensionista) con la de la población con la cual [y para la cual] trabaja?”. Los
puntos centrales son entonces las percepciones y las respectivas correspondencias, o no, entre los
actores sociales involucrados.
Hasta aquí cabe reflexionar también ¿hasta dónde los cambios se aceptan y se actúa en consecuencia o
sólo se adaptan desde lo discursivo? ¿Cómo se visualizan los profesionales técnicos trabajando en las
problemáticas que requieren soluciones no sólo ni estrictamente productivas? Eric Hoffer (citado por
Marchesán, 2006: 91) expresó que “en tiempos de cambios, quienes están abiertos al aprendizaje se
adueñarán del futuro, mientras que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no
existe (…)”. ¿Estarán los extensionistas predispuesto a capacitarse para hacer frente a los cambios de
escenarios?, pero fundamentalmente, ¿qué esperan las audiencias externas de una organización
respecto al rol del extensionista? Podría decirse que ¿existe en ellas una convivencia entre una mirada
tradicional y otra aggiornada sobre el rol y la función de los extensionistas de las organizaciones que se
dedican a la Extensión rural?
Este trabajo de investigación, desarrollado entre 2007 y el primer semestre de 2010 en más de cuarenta
localidades de las provincias de San Luis y La Pampa, indaga sobre las percepciones que de su propio
rol tienen quienes hoy trabajan en el Sistema de Extensión rural del INTA. No obstante, se avanza en el
estudio complementando esas percepciones con relatos representacionales y opiniones de algunos de
los actores sociales que se vinculan con la institución. Una especie de diálogo contrastante entre
percepciones, autopercepciones e imaginarios presentes en gran parte de la ruralidad de las provincias
de La Pampa y San Luis y su trama de conversaciones.
Históricamente asociada a la extensión aparece la comunicación. Una práctica central en los escenarios
dinámicos de intervención territorial que ha adquirido centralidad en los modos de organización de todos
los tiempos y que además, se ha vuelto medular en la denominada sociedad de la información y el
conocimiento2 actual. Ahora bien, cabe aclarar que si bien la comunicación juega un papel fundamental,
no es posible por ello asignarle un carácter mágico. La comunicación debe ser entendida,
primordialmente, como una práctica y proceso de intercambio dialógico de mensajes y no sólo como una
actividad de difusión unilateral o vertical de información que transversaliza tanto lo técnico productivo
como lo socio organizacional.
Es así que este trabajo se aborda desde una perspectiva multidisciplinar, con énfasis en las teorías
contemporáneas de la comunicación. Se presentan los resultados obtenidos a partir de herramientas
metodológicas como encuestas y grupos focales de discusión realizados con extensionistas, productores,
profesionales agropecuarios, representantes de instituciones, minifundistas, entre otros. Todos ellos
relevantes de y para los territorios señalados. A la vez, se realiza un análisis comparado de dichas
percepciones e imaginarios desde un enfoque multidisciplinar con énfasis en la comunicación. Bajo este
marco de procesos perceptivos, se entiende a la comunicación, entre muchas otras posibilidades de
conceptualización, como un espacio posible para la construcción y la gestión de significados, tanto para
las organizaciones y sus recursos humanos como para los distintos actores de la ruralidad externos a
ellas.
2. OBJETIVOS E HIPÓTESIS
Para la realización de la investigación, partimos de las siguientes preguntas de investigación:
- ¿Cómo fue cambiando la extensión, y por lo tanto el propio rol del extensionista a lo largo de la
historia institucional?
- ¿Cómo atraviesan esos cambios al extensionista del INTA?
- ¿Cómo han sido percibidos esos cambios por quienes hoy trabajan en el INTA y motorizan el
SER y TT?
- ¿Cómo han sido percibidos esos cambios desde el imaginario social?
- El objetivo general del trabajo es indagar las percepciones que se tienen sobre el rol del
extensionista, teniendo en cuenta los cambios experimentados en los últimos veinte años, desde
una mirada intrainstitucional y extrainstitucional.
- Los objetivos específicos son:
- Conocer los enfoques y paradigmas que le dieron identidad a la extensión y al extensionista y su
relación con la gestión del cambio.
- Analizar las percepciones que tienen de su propio rol los extensionista del INTA.
- Visualizar las percepciones sobre el rol desde el imaginario social de los actores vinculados a la
institución.
- Al mismo tiempo, se constituyen las siguientes hipótesis:
- A medida que cambian los enfoques y paradigmas institucionales, cambia la percepción sobre el
rol del extensionista.
- Los distintos estratos de productores tienen disímiles percepciones sobre el rol que cumple el
extensionista hoy.
2
Un lugar destacado lo ocupan las tecnologías de la información y la comunicación -TICs-, hoy ineludiblemente presentes en
numerosos ámbitos de la vida cotidiana. Las TICs no sólo dan cuenta de aquellas tecnologías vinculadas al estudio, desarrollo,
implementación, almacenamiento y distribución de la información, aunque conceptualmente puedan referir a ello. Generalmente
asociadas a medios y sistemas informáticos, se relacionan, imperiosamente, con la comunicación.
- No existe una visión única respecto al rol del extensionista desde la propia institución.
3. METODOLOGÍA APLICADA
Como antecedente de la metodología aplicada a la temática planteada (3) se pueden mencionar
los diagnósticos comunicacionales desarrollados por el INTA, desde el año 2007 a la fecha, en cinco de
las diez Unidades de Extensión y Desarrollo Territorial (UE y DT) que constituyen el Centro Regional La
Pampa-San Luis, cuyos resultados han sido compilados en los siguientes once documentos de uso
interno:
1. CENTENO, Matías E. (comp.); THORNTON, Ricardo D. (director); y MOLINERO, Hugo Bruno
(co-director) (2007). “Diagnóstico Comunicacional UE y DT San Luis” (informe cuantitativo).
INTA, Centro Regional La Pampa – San Luis. San Luis.
2. IACOVINO, Romina; CORNEJO, Lucía; CENTENO, Matías, y THORNTON, Ricardo D.
(director) (2008). “Diagnóstico comunicacional. Grupos focales de discusión con audiencias
de programas y proyectos de la UE y DT San Luis” (informe cualitativo). INTA, Centro
Regional La Pampa – San Luis. San Luis.
3. UEYDT SAN LUIS (2008). Plan Estratégico Comunicacional 2008 – 2009. INTA, Centro
Regional La Pampa – San Luis. San Luis.
4. CENTENO, Matías E; IACOVINO, Romina; CORNEJO, Lucía; ALBARRACIN, Belén y
THORNTON, Ricardo D. (director) (2008). “Diagnóstico Comunicacional UE y DT Concarán”
(informe cuantitativo). INTA, Centro Regional La Pampa – San Luis. San Luis.
5. ALBARRACIN, Belén, CENTENO, Matías E; CORNEJO, Lucía; IACOVINO, Romina y
THORNTON, Ricardo D. (director) (2008). “Diagnóstico comunicacional. Grupos focales de
discusión con audiencias de programas y proyectos de la UEyDT Concarán informe final”
(informe cualitativo). INTA, Centro Regional La Pampa – San Luis. San Luis.
6. UEYDT CONCARAN (2009). Plan Estratégico Comunicacional. INTA, Centro Regional La
Pampa – San Luis. San Luis.
7. CENTENO, Matías E; IACOVINO, Romina; ALBARRACIN, Belén; RODRIGUEZ BRITO,
Daniela; CORNEJO, Lucía; y THORNTON, Ricardo D. (director) (2009). “Diagnóstico
Comunicacional UE y DT Victorica” (informe cuantitativo). INTA, Centro Regional La Pampa –
San Luis. San Luis.
8. ALBARRACIN, Belén; LARDONE, Luz; LOPEZ GARCIA, Marcela; CORNEJO, Lucía;
IACOVINO, Romina; CENTENO, Matías E. y THORNTON, Ricardo D. (director) (2009).
“Diagnóstico comunicacional. Entrevistas grupales a audiencias de programas y proyectos de
la UE y DT Victorica” (informe cualitativo). INTA, Centro Regional La Pampa – San Luis. San
Luis.
9. UE y DT VICTORICA (2010). Plan Estratégico de Comunicación. INTA, Centro Regional La
Pampa – San Luis. San Luis.
10. ALBARRACIN, Belén; LARDONE, Luz; LOPEZ GARCIA, Marcela; CORNEJO, Lucía;
IACOVINO, Romina; CENTENO, Matías E. y THORNTON, Ricardo D. (director) (2010).
“Diagnóstico comunicacional UE y DT Villa Mercedes” (informe cuantitativo). INTA, Centro
Regional La Pampa – San Luis. San Luis.
11. ALBARRACIN, Belén; LARDONE, Luz; LOPEZ GARCIA, Marcela; CORNEJO, Lucía;
IACOVINO, Romina; CENTENO, Matías E. y THORNTON, Ricardo D. (director) (2010).
“Focus Groups y Entrevistas Grupales con audiencias de programas y proyectos de la UE y
3
Es importante aclarar, que constituyen antecedentes en nuestro ámbito regional, lo que no quiere decir, que no existan trabajos
que aborden dicha temática en un contexto más amplio.
DT Villa Mercedes” (informe cuantitativo). INTA, Centro Regional La Pampa – San Luis. San
Luis.
4
Thornton, R. D. y colaboradores (2007), Sistema de Extensión Rural y Transferencia de Tecnología Regional con énfasis en el
desarrollo de los territorios, INTA, Centro Regional La Pampa San Luis, Santa Rosa, La Pampa.
5
Plan Tecnológico Regional. Documento organizadora del accionar institucional en cada región y elemento orientador y articulador
de diferentes estructuras programáticas.
6
Se proponen nuevas Unidades de Extensión y Desarrollo Territorial –UE y DT-, y se relocaliza una de las ya existentes.
En 1958 el extensionista boliviano Loza Montenegro afirmaba, en su trabajo de tesis, que “acontece
muchas veces que la imagen que se tiene de una persona, situación o cosa, afecta la actitud que se
tenga hacia esa persona, situación o cosa. Esto es, la actitud condiciona la percepción o representación
de una cosa”. (Loza Montenegro, 1958). Como parte de múltiples explicaciones posibles y respecto a las
propuestas de intervención que puedan surgir de las instituciones/organizaciones, dice Manucci
(2005:169) que “las personas eligen y se comprometen con las propuestas de las organizaciones, no sólo
por sus cualidades intrínsecas, sino esencialmente por la percepción global que tienen del ofrecimiento y
las posibilidades de desarrollo que les brinda”.
El mismo autor afirma entonces que “la percepción se construye a partir de la interacción. Hábitos,
creencias, actitudes, opiniones, experiencias, se entrelazan para generar una imagen de confianza y
credibilidad. Por lo tanto, las propuestas que realizan las organizaciones a sus públicos debe estar en
sintonía con estos procesos personales y simbólicos”. Al respecto Carrancio (2008:1) recupera las
conceptualizaciones de Barón (1997) quien agrega que la percepción “es la base del proceso cognitivo o
del conocimiento por medio del cual el ser humano registra información, para luego codificarla o
clasificarla en categorías delimitadas por la experiencia, el sentimiento y el pensamiento”. Esto se
complementa con lo dicho por Oviedo (2004) quien sostiene que la percepción es entendida como un
acto permanente de conceptualización, donde los eventos son organizados a través de juicios que
definen lo esencial de la realidad externa.
Por otra parte, desde una perspectiva que incorpora la comunicación, se introduce el concepto de
modelos mentales. Este autor manifiesta que “los seres humanos producimos los resultados en el mundo
de posibilidades que somos capaces de ver y creer. En ese mundo que juzgamos posible para accionar y
producir resultados nos vamos desarrollando y generando también oportunidades para otros. Tanto la
posibilidad que observamos como la oportunidad que aprovechamos y compartimos con otros, lo
hacemos conforme al modelo mental que tenemos como individuos y como organización” (Marchesán,
2005:20). En 1992 Senge (citado por Marchesán, 2006:21) definió los modelos mentales como
supuestos, generalizaciones e imágenes hondamente arraigados que influyen sobre nuestra manera de
observar el mundo y, por lo tanto, también sobre nuestra manera de actuar en él.
En congruencia con lo expuesto hasta aquí y específicamente desde la extensión, actualmente se
reconoce que, como sostiene Alemany (2002, en Thornton y Cimadevilla, 2003:205), “en el actual
contexto, el cambio de las 'reglas de juego interno' no se puede lograr sin un cambio profundo en la forma
de 'pensar y actuar', estas son las que forjan los modelos mentales individuales y los marcos
institucionales de referencia que moldean la percepción, las decisiones y las acciones colectivas”. En
este sentido, Alemany (2002 en Thornton y Cimadevilla, 2003: 206) agrega también que “la extensión del
INTA enfrenta el desafío de revisar críticamente su modo de generación y apropiación del conocimiento”.
Paralelamente, es posible afirmar, con Sánchez y otros (2002), que “en las distintas dimensiones de la
Extensión Rural confluyen los saberes de la familia, la comunidad y el territorio ampliado, donde los
actores sociales son los que definen y orientan el desarrollo “desde y para” el territorio como “patrimonio
cultural”. La Extensión rural requiere entonces de saberes y prácticas multidisciplinares que fortalezcan la
construcción de una visión integradora y superadora respecto de la tradicional y donde la comunicación,
como campo amplio de conocimiento tiene mucho por aportar. Multidisciplinariedad que permitiría
interpretar la compleja problemática sectorial y contribuir a ampliar y continuar fortaleciendo la visión
restringida de otros tiempos, donde la extensión aparecía sólo como una herramienta para transferir
conocimientos. Ahora bien, ¿cuál es la percepción, y en base a ella, cuál es la representación social, que
los productores agropecuarios se han construido sobre los extensionistas?
Serge Moscovici (7) propuso el concepto de representación social en 1961. Siguiendo a Araya Umaña
(2002: 11) “si se tiene en cuenta que cuando las personas hacen referencia a los objetos sociales, los
clasifican, los explican y, además, los evalúan, es porque tienen una representación social de ese objeto.
Esto significa, como bien lo señala Jodelet (1984), que representar es hacer un equivalente, pero no en el
sentido de una equivalencia fotográfica sino que, un objeto se representa cuando está mediado por una
figura. Y es sólo en esta condición que emerge la representación y el contenido correspondiente”. Por su
parte, Elz y Erbetta (2008: 53) afirman que “cuando digo que 'conozco' algo no lo hago como 'un espejo
que refleja la realidad tal cual es', sino que 'mi imagen' se encuentra distorsionada por mis propias
representaciones mentales y sociales, a las que llamamos 'percepción'. Esas percepciones son
traducciones del mundo exterior pero a la vez reconstrucciones cerebrales a las que Moscovici denomina
representaciones”.
Como sistemas cognitivos, las representaciones sociales, permiten identificar y reconocer la presencia de
diversos códigos, valores, lógicas clasificatorias, principios interpretativos y orientadores de las prácticas,
que definen la llamada conciencia colectiva, la cual se rige con fuerza normativa en tanto instituye los
límites y las posibilidades de la forma en que las mujeres y los hombres actúan en el mundo (Araya
Umaña, 2002). En línea con lo anterior, para Pérez Serrano (2004: 101-102) “esta representación no se
reduce a una fotocopia de la realidad, sino que está mediatizada por interacciones reales o simbólicas
con otros individuos y, por otra parte, resulta de un proceso de elaboración y transformación que está en
función de las propias capacidades psicológicas del individuo (...) El individuo trata de inscribir en los
otros esa realidad social interiorizada”. Durante la interacción, con su doble proceso de exteriorización e
interiorización, se produce un intercambio y una confrontación de las representaciones individuales
(imágenes) que cada uno de los sujetos tenían previamente, dando lugar a la elaboración de una nueva
representación, la cual es de carácter social. A su vez, también las estructuras sociales, es decir las
formas de interacción, la posición social y el reconocimiento de los otros, permiten a los sujetos dar
sentido a las situaciones en las que se ven inmersos todos los días. Los actores sociales, en términos de
Goffman (1981), al desenvolvernos en la vida cotidiana e interactuar con otras personas en situaciones
diarias en todos los escenarios, lo que hacemos, de forma consciente o inconsciente, es transmitir una
determinada impresión sobre nosotros mismos.
Actuamos, y con el fin de hacer creíble nuestra actuación, la adecuamos al contexto en el que tiene lugar.
Estas actuaciones reciben el nombre de rol. Los roles son construcciones históricamente determinadas y
podrían definirse como “pautas de conducta estable, constituida en el marco de reglas también estables
que determinan la naturaleza de la interacción” (Schvarstein, 1997). Pero además de la prescripción
social y de la organización en la que los actores sociales están inmersos, en el rol, influye de manera
importante la representación (imagen) que de sí mismo tiene el sujeto, y de la función que tiene que
cumplir; o sea que socialmente le es adjudicada una función y, a la vez, los actores sociales asumen un
rol respecto a esa función. Por lo cual, debemos también tener en cuenta que no todas las personas que
ostentan el mismo rol, lo desempeñan de la misma manera, sino que ésta varía de acuerdo a la
personalidad de cada uno. A su vez, de acuerdo a la imagen o representación que cada uno tiene de sí
mismo y la manera en que desempeña su rol, genera un proceso de construcción de su imagen en la
mente de los demás actores sociales con los que interactúa.
8
Una de los modelos pioneros en el desarrollo de las teorías de la información fue el trabajo de Claude Shannon. Este ingeniero de
la empresa Bell que formuló, en 1948, la teoría de la información referida a la transmisión de mensajes bajo condiciones técnicas.
La primera aparición pública de la teoría de Shannon se hizo bajo el título The Mathematical Theory of comunication, en el Bell
System Technical Journal. Este escrito original fue ampliado, un año después, por el sociólogo Warren Weaver en un articulo
titulado Recent Contributions to the Mathematical Theory of Communication. En conjunto, la unión de las producciones de ambos
autores definieron los sustentos teóricos del Modelo de Shannon y Weaver. Una de las claves de éste es que la comunicación se
entiende como un proceso de transferencia de información. El concepto de información propuesto no contemplaba la comunicación
desde una perspectiva social, así como tampoco la cultura en ninguna de sus manifestaciones (Lardone, 2009).
comunicacionales dinámicos y sostenibles pueden enraizarse en las comunidades con las que se trabaja
y fortalecerlas. Es una manera de pensar y una forma de actuar. Su fuerza reside, no exclusivamente, en
la capacidad de los comunicadores –diálogo y debate, conocimiento de la cultura, acceso a los
medios, comprensión y construcción de relaciones-, sino en el fortalecimiento de la capacidad local para
el trabajo comunicacional al momento de implementar actividades cotidianas de comunicación. ¡La
comunicación la hacemos todos!
En síntesis, la comunicación emerge como un factor estratégico clave en la producción y circulación de
significaciones que componen la trama territorial de la nueva ruralidad. Por lo tanto, puede ser
considerada como un proceso de intercambio de subjetividades, gestión de percepciones y construcción
de significados compartidos que conforma la trama de sentido (modelos mentales, paradigmas, sistemas
de creencias) con la cual las organizaciones abordan la complejidad de su realidad y la de su entorno. La
comunicación estructura el espacio en el que una organización se moviliza y actúa, es decir, permite la
dinámica procesual de la realidad emergente entre las organizaciones y sus públicos. Si es así, se hace
necesario gestionar la comunicación y hacerlo de un modo estratégico. Gestionar significa llevar adelante
un proceso y atender a la dinámica cotidiana de las decisiones y su efecto en los procesos de la
organización y las percepciones de aquellos quines están vinculados.
Asimismo, siempre en el plano del análisis cuantitativo, se consideraron otras diez encuestas realizadas a
investigadores de la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) San Luis, con base en la ciudad de Villa
Mercedes. Para el 50% de los consultados el rol de la Extensión en el INTA debe enfocarse hoy al
desarrollo de la región, sobre la base de los tres pilares que se establecen en su Plan Estratégico
Institucional (PEI) 2005:-2015: la competitividad, la sustentabilidad y la equidad social. Un 30% dice que
la Extensión debería ocuparse de la problemática socio-productiva agropecuaria, relacionándose con
instituciones de la zona; otro 10% la visualiza como una fuente de información para todos los sectores
agropecuarios, sin importar la escala; y otro 10% cree que la Extensión tendría que determinar objetivos y
problemáticas ajustadas a las necesidades de la región.
También se consultó a los investigadores acerca de sus expectativas respecto del trabajo del área de
Extensión (Gráfico 4). La mayoría se inclina por visualizar al técnico como un “doble intermediario” entre
la institución y sus audiencias, y entre éstas y los investigadores. En esta línea, según los consultados, el
extensionista del INTA debe realizar tareas de transferencia tecnológica, comunicación y difusión.
También, expresan que debe estar atento a las señales, demandas y cambios que se produzcan en el
contexto productivo y social en donde desempeñan su labor, y trasladar luego esa información al área de
investigación, a los fines de poder concretarlas en nuevas propuestas de trabajo, así como la
reprogramación o adaptación de las vigentes.
En este sentido, el 40% de los investigadores visualiza a una UE y DT como una unidad destinada a la
relación entre el INTA y los productores. Otro 30% la describe como un nexo entre las actividades de la
institución y los diversos ámbitos de la sociedad. Un 20% la define como “un lugar donde se atienden las
consultas del público en general” y, un 10% opina que se trata de “una herramienta a tener en cuenta
para lograr objetivos”.
Del análisis cualitativo, sobre la base de las percepciones expresadas, tanto de extensionistas como de
investigadores, y también del personal de apoyo de campo consultado, se percibe a Unidades de
Extensión diversificadas según perfiles profesionales, actividades y programas. También, se visualiza el
rol actual del INTA como el de “los que reparten semillas”, en clara referencia a cierta preponderancia
que podría estar logrando hoy el programa Pro-Huerta, que desde hace 20 años lleva adelante el INTA
en conjunto con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Se destaca que esta imagen es diferente
a la que se tenía hace 20 o 25 años atrás, más ligada a lo meramente productivo.
De lo expresado en los grupos focales, surge además que la Extensión está formalizada dentro de la
institución como un modo social de acción establecido y aplicado por los participantes que pertenecen al
grupo de trabajo. Esto incluye además formas de interacción comunicativa para llevar a cabo esta
práctica, que es compartida. Así se comprende a la Extensión como parte de la cultura del trabajo
organizacional desde diferentes perspectivas.
Podemos observar entonces, que en su trabajo profesional, el extensionista percibe como deber el estar
preparado para desenvolverse en actividades y situaciones para las que resulta necesaria una
capacitación básica. De acuerdo con la percepción del rol a cumplir por los técnicos extensionistas y sus
audiencias, ésta abarca un campo muy amplio que establece exponer temas desde su especialidad en
diferentes reuniones (formales e informales), con productores, funcionarios y técnicos hasta trabajos de
desarrollo organizacional que requieren competencias y habilidades para trabajar en grupos,
diagnosticar, formular y evaluar proyectos desde la comunicación y educación.
En función de lo dicho por el personal del INTA consultado, surge la construcción de un imaginario en
relación a lo que hoy es la Extensión rural, que gira en torno a cinco concepciones principales o modos
de llevarla a la práctica:
En los grupos focales, los investigadores advierten sobre la existencia de un cambio en relación a sus
prácticas y la articulación del trabajo con los extensionistas. A la hora de explicar la vinculación entre el
área de investigación y la de extensión, los consultados utilizaron un modelo que podríamos describirlo
como lineal; es decir, Investigación produce información que Extensión debe “traducir” y “transferir” para
que sea útil a los actores de la producción. Según los consultados, este circuito lineal admite hoy ciertos
“ruidos” que han obstaculizado la cadena tradicional de colaboraciones, debido a la modificación del rol
del extensionista, que enfatiza el trabajo directo con las audiencias y la preocupación por los aspectos
sociales.
Para los investigadores, este rol social resignificado del extensionista “ha limitado” su capacidad de
interacción con el ambiente productivo. Es desde esta perspectiva que se lo visualiza “encerrado en una
oficina” y “desconectado” del área de investigación. Manifiestan además la necesidad de retornar a
ciertas prácticas históricas institucionales, tales como recoger información en terreno o atender consultas
que, a su criterio, no se hacen de la misma manera ni con la misma frecuencia. Algunas frases que dan
cuenta de estas miradas son las siguientes:
o “Lo que se dice cuando uno viaja a otros lugares, es `…Al extensionista le está faltando
tierra sobre el lomo…´ los ven con computadora, en las camionetas…”
o “Yo creo que el extensionista ha ido cambiando, evolucionando, adaptándose a los
momentos, pero también a los mandatos institucionales. De alguna manera, fueron
variando en el tiempo, entonces el rol del extensionista no es el mismo hoy”
o “Hay diferentes perfiles de extensionistas en la agencia: están los que transfieren, los de
pro-huerta, minifundio…”
o “…Pero ha cambiado eso…”
o “…Antes era más técnico…”
o “Pero sí tenemos que tener en claro que ellos (los extensionistas) son la imagen visible
de la institución. Por lo tanto hay una doble responsabilidad. Porque uno está escondido
en su oficina, si produce o no produce queda ahí, pero un extensionista queda expuesto.
En esto la institución debería ser más responsable. También es cierto que ha habido un
aumento de la complejidad en la sociedad. Y creo que hasta los 90 el INTA lideraba lo
tecnológico y esto se perdió hoy por hoy ¿no? Por la apertura y con el avance de los
medios, Internet, hay productores que no nos necesitan. Y al otro extremo, por debajo,
productores cuya escala predial no podemos darle respuesta, y nosotros estamos ahí
con un estrato intermedio tratando de encontrar un lugar en el mundo. Otra cosa que me
parece es que, hablamos mucho de extensión, de transferencia y creo que la
comunicación es mucho más compleja, hasta la comunicación interna...”
A partir de la preponderancia del “rol social”, dicen los investigadores, es que en ocasiones la
transferencia de la información (visualizada como tarea exclusiva del extensionista), recae sobre los
investigadores, revirtiéndose así el orden clásico de aquel circuito lineal, situación percibida como
inapropiada y muy negativa. Se observa entonces una alteración de las funciones tradicionalmente
adjudicadas a ambas áreas y se aduce la responsabilidad de este proceso a la gerencia institucional.
Igualmente, se observan posiciones intermedias que proponen un reparto compartido de la
responsabilidad, en torno a la distancia manifiesta entre investigadores y extensionistas.
Por otro lado, se perciben a los actuales proyectos regionales como el “ámbito natural de vinculación”
entre investigación y extensión. Estas articulaciones aparecen de manera personalizada y movilizadas
por cuestiones de afinidad. Se identifica “la institucionalización de las vinculaciones” como la única opción
para superar cuestiones personales. Se relatan como positivas las experiencias de vinculación
investigación-extensión que surgen a partir de la realización de ensayos en campos de productores,
campos demostrativos y acciones de capacitación conjunta en este ámbito.
Se listan a continuación algunas frases relacionadas a la actual vinculación entre Extensión e
Investigación:
o “A veces, vos ves que es como si fueran por una calle por donde ni se cruzan. Entonces
vos decís Fulanito y no tienen ni idea…”
o “Pero no es un problema de unos, de otros, es un problema del sistema. No hay una
estructura que facilite la vinculación, la discusión, como métodos de encuentro…”
o “…A eso iba. nosotros tenemos que hacer autocrítica en esto de la articulación
investigación extensión… Los extensionistas no vienen y nosotros no vamos… a
extensión. Una articulación depende de dos partes…”
o “Ahora los extensionistas derivan todo a los investigadores, antes la extensión se
articulaba con la investigación.”
o “… Teníamos más proyectos en común, el extensionista se involucraba más en la
investigación”
o “El extensionista debería involucrarse más con la investigación”
o “…Yo creo que tenemos más en común que diferencia: el trabajo cotidiano,
conocimientos, ensayos, la carrera, pero lo que yo creo es que sí. No todos somos
agrónomos pero trabajamos sobre el mismo objeto, los que hacemos investigación
hacemos investigación, investigación aplicada, experimentación adaptativa… Ahí voy a
encontrar las cosas en común, los trabajos sobre campos de productores. La mayoría
tiene campos, parcelas, ensayos sobre campos de productores. Eso me parece que es
común, que lo llevan adelante investigadores y extensionistas. En algunos casos se
hace”
o “…Tenemos objetivos comunes. Por ejemplo mejorar la competitividad, siempre asociado
a la sostenibilidad. Ambos apuntamos a eso. Lo que pasa es que nosotros generamos
conocimiento sobre algo que no se conoce y el extensionista transfiere conocimiento
para mejorar la competitividad. Ambos estamos en el mismo objetivo…”
5.2. El rol de la Extensión rural y una mirada desde los actores sociales
Para el análisis cuantitativo, se consideraron doscientas quince encuestas de audiencias consideradas
como externas al INTA. El 63% de las respuestas provinieron de hombres y el 37% de mujeres, con una
edad promedio de 49,2 años y ocupaciones diversas, aunque las más representativas son las de
productor agropecuario (28%), responsable de institución (19%), docente (13%) y médico veterinario
(4%).
El 55% dice relacionarse habitualmente o de vez en cuando con el INTA. Un 26% indica que su
vinculación es esporádica, pocas veces al año. Y un 17% no se ha comunicado nunca con la institución.
Los consultados que acceden a la información institucional la valoran positivamente, destacando sobre
todo la calidad y la confiabilidad de los datos suministrados.
Se observan roles múltiples del INTA sobre el terreno. Para el público externo consultado el fin de la
institución en la región debería enfocarse al asesoramiento y la asistencia técnica al productor (23%); a
partir de una doble lógica de extensión-investigación (14%); generando y transfiriendo información y
conocimiento (16%); organizando actividades de capacitación o sensibilización (7%); entregando insumos
(6%); y, apoyando a la producción en general y al desarrollo territorial (8%). También surgen otros roles
como trabajar con los pequeños productores (4%); relacionarse con las entidades del agro (2%);
conservar las especies y cuidar el medioambiente (2%); y, trabajar “en lo social” (2%). Este compendio de
opciones agrupa el 85% de las respuestas recibidas.
La misma tendencia de complejidad se observa al consultar sobre cuál es la función o actividad principal
desarrollada por una Unidad de Extensión. La mayoría se inclina por señalar la investigación, extensión y
experimentación (19%). El resto considera que la función de una Unidad de Extensión es: el
asesoramiento (12%); funcionar como una fuente de información y consulta (11%), dedicarse a la
agricultura familiar de autoconsumo (10%); ser un nexo productivo e institucional (7%); capacitación (4%);
y, acompañamiento al productor (4%). Otro 6% visualiza a una UE y DT simplemente como una “oficina
local del INTA”.
Un análisis general de la consulta en torno a lo que los actores externos esperan de un técnico del INTA,
conduce a concentrar una gran diversidad de respuestas (28) en tres tipos de demandas básicas (Gráfico
5): pericia técnica, capacidad de gestión y competencias -sociales. La mitad de los consultados pide a un
extensionista que sea capaz de manejar conocimientos técnicos, un 30% le exige saber gestionar y el
20% restante le demanda otras cuestiones que hacen a la calidad humana, como por ejemplo, ser
honesto y transparente.
El 19% de los consultados espera asesoramiento y apoyo técnico por parte de un extensionista del INTA,
en tanto, otro 15% lo visualiza como un referente profesional y casi el 10% circunscribe su actividad a la
administración y gestión de información técnica e institucional. Con porcentajes menores, se destacan
también otras actividades esperadas, tales como solución de problemas y necesidades (9%),
acompañamiento y comunicación directa con el productor (9%) y empatía (7%).
Paralelamente, los consultados mencionan que existen actores (30) con los que la institución debería
retomar o profundizar su relación o bien establecer una nueva vinculación. Se destacan como los cinco
más mencionados: productores agropecuarios (24%); escuelas (17%); asociaciones de productores
(10%); municipios (8%); y, gobiernos provinciales (6%). Con representación porcentual menor, aparecen
también personas con capacidades diferentes; ingenieros civiles; peones de campo; empresas; centros
ganaderos; colegio de veterinarios e ingenieros agrónomos; consorcio de regantes; contratistas;
cooperativas; bibliotecas; grupos CREA; población en general; bancos y entidades de financiamiento;
clubes sociales; profesionales agropecuarios; medios de comunicación; hospitales; población NBI;
beneficiarios de planes sociales; agroindustria; exportadores agropecuarios; comisiones vecinales;
jubilados; universidades y los propios actores internos del INTA.
Del análisis cualitativo, interesa analizar dos momentos claves identificados por las audiencias al pensar
la Extensión rural hoy: uno centrado en la comparación entre la “nueva” y la “vieja” práctica extensionista;
y otro referido al desplazamiento y la tensión que va desde un rol con énfasis técnico-tradicional, a uno
que profundiza lo “social”.
- 1. ¿La Extensión de antes, la Extensión de hoy? Desde la visión de las audiencias el rol de la
Extensión parece estar sostenido por una estructura institucional fortalecida a través del tiempo,
lo cual da cuenta del dinamismo organizacional constante. Sin embargo, en algunos casos, los
informantes expresan que el trabajo o el rol del extensionista no es el mismo que el que se forjó
en el inicio de la institución, hace ya más de cincuenta años atrás. Parece haber un acuerdo en la
percepción de un cambio, de una evolución, una adaptación a las modificaciones contextuales e
institucionales. Esto es percibido como un “nueva manera de hacer Extensión”.
Este “renovado modo de ser extensionista” se asocia a la percepción de su rol como facilitador y
articulador de procesos, para el cual la comunicación se convierte en necesaria e ineludible; y favorece
así, el acompañamiento y la participación. Prácticas que refuerzan la principal diferencia con la
percepción del rol histórico de la Extensión, vinculado más a “liderar procesos”. Estos cambios en el rol,
no están exentos de tensiones: son descriptos como pujas, “tironeos”, con acuerdos, desacuerdos, dentro
y fuera de la institución. A su vez, otro de los roles que se le asigna al extensionista contemporáneo es el
de ser “nexo” entre el INTA y la “gente”, entre la institución y el “afuera”, aspecto que también aparece en
el análisis cuantitativo de las encuestas Por último, se menciona recurrentemente al extensionista como
“la cara visible del la institución”. Se detallan algunas frases relacionadas a estas últimas aseveraciones:
o “…Yo creo que la función del extensionista es un nexo entre la institución y la gente en
las calles, en las casas, en donde lo encuentren a uno ¿no? Es el nexo que une a la
gente y a la institución…”
o “…Uno se tiene que ir dando cuenta otras formas de extensión. Pero bueno, no todos
están de acuerdo. Esto es un permanente tironeo, puja interna, hay gente que no
comparte interna y externamente los mismos caminos que ha adoptado la institución.
Digamos que, desde una visión más o menos tecnológica, se ha pasado a un papel
distinto. Las capacidades de la gente también tienen que ser un poco diferentes. No digo
que tengan que ser otra gente, sino que tiene que tener otras miradas. Hoy una persona
que este fuertemente en la técnica, en el desarrollo territorial, tener una mirada del
panorama territorial y de relacionamiento con otros agentes del medio, un híbrido…”
o “…Yo creo que tienen que ver con la capacidad, la plasticidad y la pasión o flexibilidad,
haciendo referencia a las posibles habilidades del técnico, para adentro como para
afuera. Escuchar más que hablar, por ejemplo.…”
o “…Ellos (los extensionistas) son la imagen visible de la institución, por lo tanto hay una
doble responsabilidad. Porque uno está escondido en su oficina, si produce o no produce
queda ahí, pero un extensionista queda expuesto…”
Cabe decir que en algunos de los territorios trabajados se expresa, como ejemplo de esta tendencia, la
insistencia con estudios referidos a la producción ganadera, en momentos en los que la frontera agrícola
viene creciendo exponencialmente. El caso del programa Pro Huerta también se toma como
paradigmático para señalar esta situación. Sin eliminar la función social emergente, los productores
enfatizan sobre la necesidad de retornar a las “antiguas prácticas” (difusión de innovaciones, la pericia
técnica sobre todo), incrementando la presencia de los extensionistas en el campo, el contacto
interpersonal y procurando una mayor comunicación.
6. CONCLUSIONES
En estos nuevos viejos tiempos modernos (9) la complejidad de los espacios conceptualizados
tradicionalmente como rurales o, actualmente, como de la urbano ruralidad, de la nueva ruralidad, de la
rurbanidad, entre otros, requieren profundizar el aporte de marcos teóricos, metodológicos y herramientas
comunicacionales que faciliten y fortalezcan los procesos de desarrollo y la construcción de nuevos
vínculos con y entre los actores sociales que interactúan en ellos. Bajo este marco, los cambios sociales
no pueden ser sostenibles si el deseo de cambiar, las estrategias de cambio, y las herramientas
necesarias para implementar los cambios, no surgen del interior de las propias comunidades
involucradas.
En la actualidad, los problemas que afectan a los habitantes urbanos, los problemas del territorio y las
zonas agropecuarias, son objeto de atención general y llevan a buscar nuevas funciones para los
espacios rurales, que se constituyan en una vía posible de reequilibrio y desarrollo (Pérez Correa,
2001:24). En este sentido, los sistemas de extensión agropecuaria de América Latina vienen
modificando, actualizando, su cosmovisión del entorno rural, en paralelo a la fuerte impronta de la nueva
ruralidad y la redefinición de las políticas públicas nacionales, que van abandonando progresivamente la
9
Según Lardone (2009) nombrar etapas, presentes o futuras, ha sido y es habitual a lo largo de diferentes épocas de la historia de
la humanidad. El hecho de hacerlo puede tornarse tan reduccionista como, simultáneamente, generalizante e impreciso. Desde
distintas perspectivas, aunque no las únicas, se han referido a la actual época histórica, su denominación y caracterización con
argumentos teórico-conceptuales que contemplan desde la desapropiación, donde el capital borra espacios y tiempos en realidades
planetarias (Harvey, 1998), o un enfoque económico sobre los condicionantes infraestructurales (Lyotard, 1998). También, la
propuesta de Modernidad inacabada (Habermas, 1994); o aquello que queda cuando el proceso de modernización ha concluido en
el capitalismo tardío (Jameson, 2001). Además, aquello que Lash (2005) ha denominado como capitalismo tecnológico, entre
muchas otras. De esta manera, se propone el concepto de nuevos viejos tiempos modernos a partir de considerar que la
modernidad no es, necesaria y exclusivamente tardía o inacabada, sino que con una gran base tecnológica se ha resignificado en
tiempos del capitalismo tardío. Esta construcción conceptual no se formula como un simple juego de palabras. Se sustenta en una
construcción teórica que está detrás de cada conceptualización referenciada. Permite amalgamar distintas posiciones teóricas con
el objeto de significar sintéticamente que el proyecto moderno se ha cumplido, pero sólo en partes, y en consecuencia, permitiría
dar cuenta de la actualidad como una modernidad resignificada.
postura desregulada y neoliberal. En este marco, en donde cada país, a sus tiempos, con sus modos, va
introduciendo cambios o bien permanece estático, se produce una reconfiguración del modo de entender
los procesos de desarrollo, transitando un camino que va desde una lógica transferencista,
macroeconómica, integral y sistémica a una lógica de construcción endógena, particular, territorial,
competitiva y participativa.
El INTA no escapa a esta tendencia y es quizás una de las instituciones públicas agropecuarias en donde
se evidencia con fuerza una transición de paradigmas, por ejemplo a partir de la creación de programas
como el de Apoyo al Desarrollo de los Territorios (PNADT), que agrupa a proyectos con una visión de
desarrollo rural territorial, con una clara inclinación hacia el abordaje interdisciplinario de la realidad. Se
habla de transición y no de cambio radical puesto que, podría decirse, existe una especie de convivencia
paradigmática transitiva.
Desde explicaciones contextuales internacionales Oscar Burtnik (2008:22) relata respecto a las
transformaciones globales que, en este último tiempo, la agricultura pasó de ser una fuente de bienes y
servicios para la industria, a ser violentamente cambiada por el contexto de deuda internacional y de
presiones. Transformaciones que llevaron a los Estados a impulsar políticas de apertura de sus
economías, de reducción del gasto público, de aumento de la competitividad y de promoción de
exportaciones. Fue así que los planes clásicos de desarrollo se “trocaron” por programas contra la
pobreza rural y la pequeña agricultura familiar, dando lugar a dos sistemas bien diferenciados: uno
agrocomercial, moderno, y el otro sin transformación, con pobreza rural y desigualdad.
Es en estos escenarios dinámicos donde se ha desempeñado el extensionista rural del INTA. Ello se
percibe claramente en el relato de la mayoría de los informantes consultados. Aparece así un imaginario
ligado al cambio del rol del extensionista y la cultura del trabajo a nivel institucional. Los consultados
confirman también la existencia de un corrimiento de su rol tradicional-histórico –que va desde lo
meramente técnico a la “asistencia social” –, que se enmarcan dentro de los cambios paradigmáticos de
la época y se asocian a las nuevas formas de concebir hoy a los procesos de desarrollo, al menos desde
América Latina.
Este cambio está generando tensiones, tanto internas como externas a la institución. En algunos sectores
consultados, la percepción es que a partir del actual rol social, el extensionista se encuentra ahora
distanciado del sector productivo, abocado a tareas de oficina en detrimento de aquellas actividades que
antes realizaba a campo. Es así, que para algunos actores, hoy los extensionistas infieren la
problemática productiva agropecuaria, la detectan desde lejos (“encerrados en una oficina”) y, en
consecuencia, proyectan sobre ella actividades que no terminan ajustándose a las necesidades reales.
De aquí, la recurrente demanda que aparece tanto en las instancias cuantitativas como cualitativas de la
investigación: “los extensionistas tienen que volver a ir al campo y relacionarse con el productor”.
En tal sentido, reforzamos las hipótesis delineadas hacia el inicio del trabajo, en tanto se observa que a
medida que cambian los enfoques y paradigmas institucionales, cambia también la percepción sobre el
rol del extensionista, que varía incluso de acuerdo al estrato en el que se encuentre un productor. Por
ejemplo, mientras los productores medianos y grandes identifican las falencias de la inclinación hacia lo
social, los agricultores más pequeños y los minifundistas la destacan como pertinente y positiva, en tanto
se sienten beneficiarios directos de dicho enfoque. Al mismo tiempo, tanto hacia dentro como hacia fuera
del INTA, se ha identificado la co-existencia de una visión diversa respecto del rol del extensionista –
convivencia paradigmática transitiva antes mencionada-.
Muchos de los informantes expresan sus reclamos desde un lugar en donde existe “un pasado que
siempre fue mejor”. Aquí podría decirse que, esta percepción está también en línea con uno de los
rasgos característicos de estos nuevos viejos tiempos modernos: la nostalgia. Al transitar de un
paradigma de certezas hacia otro de incertidumbre, constantemente se recurre al “pasado” como refugio
ante la amenaza de lo incierto. Desde lo racional-instrumental, del paradigma de las certezas y leyes
universales, los nuevos enfoques complejos y multidimensionales, aparecen como débiles, incompletos e
imperfectos. A esta perspectiva se le suma la de un “presente que interroga”, que obliga a cambios y
mejoras continuos, que también propone una nueva arquitectura de relaciones de poder y la revisión de
viejas prácticas cotidianas instaladas que son fuente de, inevitables, conflictos y tensiones.
La combinación de los cambios exógenos y los endógenos producidos para ajustarse a realidades
cambiantes y diferenciadas pueden paralizar más que estimular. En una primera instancia “los
extensionistas” experimentan directamente los efectos de los mismos. Ya sea porque impliquen
readecuar sus prácticas de trabajo, porque modifiquen su poder de decisión o por reestructuras
organizativas producidas a partir de las modificaciones que implica trabajar en la Extensión rural
contemporánea. Prácticas que, a su vez, demandan una actitud innovadora y ello impacta sobre las
competencias de los extensionistas que, por ejemplo exige legitimar disciplinas no tradicionales.
También, se requieren nuevas aptitudes para hacer frente a un nuevo tipo de oferta y demanda, así como
disponer de información actualizada para darles respuestas. Paralelamente implica asumir nuevas
responsabilidades en el día a día, tanto como comprender una nueva estructura de redes sociales.
Por otra parte, todo ello exhorta a los extensionistas a reemplazar “el productor”, en singular, por la
segmentación de audiencias variadas, con capacidades cognitivas diferentes y otras formas de ver y
actuar en el mundo desde sus respectivas representaciones y modelos mentales. En consecuencia, se
insta a revisar las formas de recibir, distribuir y compartir el conocimiento, asociadas con las
transformaciones de los modelos y prácticas de la extensión.
Entre percepciones y autopercepciones, algunas proposiciones que pueden contribuir a buscar caminos
que favorezcan el rol del extensionista ante el cambio de paradigma se relacionan directamente con el
fortalecimiento de la inter y multidisciplinariedad en la Extensión rural. Desde ese enfoque es posible
entender más fácilmente, por ejemplo, las innovaciones como procesos técnicas-productivos y socio-
organizacionales desde la convergencia de lo tangible con lo intangible. No obstante, para ello se debe
comenzar por identificar las resistencias que generan los cambios, aún los considerados necesarios y
deseables; visualizarse como un actor más del proceso y no necesariamente como el que lo inicia y,
trabajar simultáneamente “hacia adentro” y “hacia afuera” de las organizaciones donde las fronteras son
móviles y en disputa.
En síntesis consideramos que la dicotomía pasado-presente no debería presuponer el reemplazo directo
de una extensión con énfasis exclusivo en lo técnico, por otra con énfasis exclusivo en lo social. Debería
implicar la convivencia entre ambas, perfilando a un extensionista rural “clásico” (técnico) que, en vías de
adaptarse al contexto y a los nuevos paradigmas, ahora debe incorporar competencias que le faciliten su
interacción con el ambiente social actual y sus actores desde una perspectiva dialógica y más
participativa.
A partir de esta investigación, podemos concluir que muchas de las premisas y adaptaciones
constructivas y progresivas que reclaman las actuales teorías del desarrollo, no puede producirse de
manera automática. Siguiendo a Alemany (2008:29), se podrían buscar formas dialógicas que unifiquen
las diversas potencialidades de una institución, dando “respuesta eficaz a las nuevas demandas sociales,
económicas, ambientales e institucionales que la sociedad latinoamericana ha comenzado a plantearse al
buscar las alternativas a la actual crisis social y ambiental. Si esto es efectivamente así, y el desafío es
ser actores protagónicos en la construcción de una Extensión rural adaptada a los nuevos tiempos,
deberíamos transitar ese camino lo más abiertos posibles al cambio, sin prejuicios y despojados de las
telarañas de los viejos paradigmas para alcanzar los necesarios desbordes creativos capaces de ayudar
a transformar nuestras realidades latinoamericanas”. Quizás sea cuestión, al menos, de ajustes que
busquen el equilibrio en las estructuras contemporáneas, sin por ello eliminar e invisibilizar el pasado.
Mirar hacia atrás tiene que posibilitar la comprensión del presente y proyectar las actitudes y acciones del
futuro.
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