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Edades de Sevilla

Hispalis, Isbiliya, Sevilla

Edades de Sevilla Hispalis, Isbiliya, Sevilla


Organiza

Colabora

Asociación para el Estudio


y la Promoción de la
Arqueología Histórica

Sevilla, 2002
Asociación para el Estudio
y la Promoción de la
Arqueología Histórica
Edades de Sevilla
Hispalis, Isbiliya, Sevilla

Coordinado por:
Magdalena Valor Piechotta

Autores:
Salvador Ordóñez Agulla
Magdalena Valor Piechotta
Miguel Angel Tabales Rodríguez
Antonio Collantes de Terán Sánchez
Víctor Fernández Salinas

Sevilla, 2002
© Área de Cultura y Fiestas Mayores. Ayuntamiento de Sevilla
© Los autores

I.S.B.N.:
84-95020-92-0

Depósito Legal:
SE2136-2002

Diseño y maquetación:
www.optika.info

Imprime:
Europrinter-ag, S.A.
Sumario

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Sevilla Romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

De Hispalis a Isbiliya . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

El Real Alcázar de Sevilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

De ciudad islámica a centro económico mundial (siglos XIII-XVII) . . . . . . . . . . . 77

Luces de modernidad. De la Sevilla amurallada a la metropolitana . . . . . . . . . 101


El Área de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Sevilla dedica una gran
atención a las publicaciones sobre la Historia de Sevilla, basta hojear el
catálogo del Servicio de Publicaciones para comprobar los muchos títulos
existentes dedicados al estudio de nuestro pasado.

En esta nueva cita con la Historia, el Área de Cultura y Fiestas Mayores en


colaboración con “Archaeologia Mediaevalis. Asociación para el Estudio y la
Promoción de la Arqueología Histórica”, organizó un ciclo de conferencias
titulado Tres Edades de Sevilla, impartido en el monasterio de San Clemente
durante los días 25, 26 y 27 de febrero. Los conferenciantes y quiénes hicieron
de presentadores en esta ocasión son profesores de la Universidad de Sevilla,
concretamente de la Facultad de Geografía e Historia. A los textos de aquellas
tres conferencias, se han añadido otros trabajos relativos a la Sevilla islámica
y a las investigaciones arqueológicas del Real Alcázar.

Este libro Edades de Sevilla quiere ser una síntesis actualizada de la


historia de la ciudad. Así, los autores exponen desde distintas perspectivas y
metodologías -la del historiador (Antonio Collantes de Terán y Salvador
Ordóñez), la del arqueólogo (Miguel Ángel Tabales y Magdalena Valor) y la del
geógrafo (Víctor Fernández)-, el resultado de sus investigaciones durante
estos últimos años. Este libro tiene como objetivo fundamental llegar al mayor
público posible, transmitiendo la imagen de la evolución de la ciudad durante
los dos últimos milenios de su existencia.

Hispalis, Isbiliya, Sevilla, una ciudad recreándose continuamente a lo largo


de los milenios de Historia, viviendo y conviviendo sobre un mismo espacio
geográfico. Ojalá que esta publicación sirva para que el sevillano de hoy
comprenda un poco mejor sus raíces históricas y su relación vital con la ciudad
que hoy podemos contemplar.

Paola Vivancos Arigita

Primera Teniente de Alcalde


Delegada de Cultura y Fiestas Mayores
Portavoz del Grupo del Partido Andalucista
Archaeologia Mediaevalis. Asociación para el Estudio de la Promoción y la
Arqueología Histórica, a pesar de tener una vida muy corta -desde febrero del
2001-, ya cuenta con un pequeño curriculum de publicaciones e informes
técnicos sobre temas relacionados con la Arqueología Medieval.

La investigación y la difusión de los resultados de ésta es la tarea que nos


interesa y la que dedicamos nuestro esfuerzo. En esta ocasión, en
colaboración con una institución tan eficaz como es el Área de Cultura del
Ayuntamiento de Sevilla, hemos coordinado y co-organizado el ciclo de
conferencias Tres Edades de Sevilla y la publicación Edades de Sevilla que hoy
prologamos.

El objetivo de esta publicación colectiva es el de difundir aquellos aspectos


más relevantes de la historia de nuestra ciudad durante los dos últimos
milenios. Sin duda, hay multitud de aspectos que se quedan en el tintero, pero
la meta que perseguimos es trazar una línea evolutiva de la ciudad tal y como
hoy en día -con los datos que tenemos- se puede interpretar. Cada capítulo
tiene también bibliografía que permitirá a los interesados profundizar sobre
tantos aspectos que apenas quedan esbozados.

Las maquetas de Sevilla construidas para el futuro Museo de la Ciudad


tienen en este libro un complemento necesario, claro y conciso a la vez.

Dra. Magdalena Valor Piechotta

Presidenta de Archaeologia Mediaevalis


Sevilla romana

Salvador Ordóñez Agulla


EDADES DE SEVILLA

Sevilla romana
Salvador Ordóñez Agulla

El primer contacto directo del solar sevillano con el mundo romano tiene lugar
en el contexto de la Segunda Guerra Púnica (218-204 a.C.), cuando el entorno de
Sevilla se convierte en escenario clave en la resolución del conflicto entre Roma y
Cartago por la hegemonía en el Mediterráneo occidental. En este entorno ya existía
anteriormente una red de grandes asentamientos de tipo urbano a orillas del
Guadalquivir controlados por unas élites que importaban productos de lujo griegos,
púnicos y romanos y que administraban la producción agrícola de las campiñas
cercanas. Por entonces Sevilla, la Spal turdetana, receptora de una tradición que se
remontaba a mediados del siglo VIII cuando los colonizadores fenicios dan inicio a
su trayectoria urbana, ya daba muestras de las ventajas de su privilegiada
ubicación, como puerto de intermediación del mineral de la Sierra Morena y junto a
unas campiñas muy fértiles. De ello se tiene un eco lejano en las estructuras
constructivas localizadas en la Cuesta del Rosario, la calle Aire y Argote de Molina.

No se puede dilucidar cuál fue el peso de Sevilla en la resolución final del


conflicto ante la ausencia de referencias a Hispalis, pero los datos arqueológicos
apuntan a que la conquista por Roma de la ciudad en 206 a.C. tuvo consecuencias
traumáticas, como refleja el nivel de incendio visible en las excavaciones
realizadas en varios puntos de la ciudad turdetana así como el brusco descenso
en el nivel de importaciones foráneas. Ambos hechos invitan a pensar que la
ciudad pasó bruscamente de manos bárcidas a romanas, y que asimismo el
asentamiento sería una más de las muchas ciudades indígenas muy punizadas
que son características del sur peninsular de la época. No debe ser casual que el
establecimiento de Itálica como primer centro de control romano del Bajo
Guadalquivir -muy cercano a los grandes cotos mineros de las sierras de Sevilla y
Huelva, los verdaderos objetivos del interés romano por entonces- esté al margen
de la realidad que debía suponer este núcleo y puerto comercial indígena.

Como consecuencia del conflicto bélico y de la fórmula legal de la rendición


(deditio) Hispalis quedaría configurada como ciuitas stipendiaria, estatuto que
describe a las ciudades formalmente autónomas en el plano político local y religioso
mediante sus órganos y oligarquías propias, y que gestionan libremente sus tierras,
pero que al mismo tiempo se encuentran sometidas al pago anual de tributo
(stipendium) y al control del gobernador romano, que garantizaba el pago de los
impuestos y la paz exterior. Por medio de este expediente Roma, carente de un
aparato burocrático desarrollado, podía controlar eficazmente el heterogéneo

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Sevilla romana

conglomerado de ciudades autónomas del sur peninsular, apoyándose en la práctica


en las oligarquías urbanas locales mediante un sistema en el que ambos poderes se
beneficiaban mutuamente. Estas condiciones, que caracterizarán a la Hispalis de
época republicana hasta mediados del siglo I a.C., darán la pauta para que la ciudad
comience a integrarse en el marco de referencia del Estado romano, mientras se
iniciaba la implantación rural a la romana en todo el entorno, coexistiendo así con las
durante un tiempo aún predominantes formas indígenas de explotación del territorio
basadas en núcleos urbanos con hábitats concentrados localizados en lugares
estratégicamente relevantes y protegidos con recintos amurallados.

El creciente impacto en las economías locales de la importación de productos


itálicos, conforme se afianza la urbanización en toda la región circundante, fue
resultado de la creación de un mercado de bienes de prestigio de alto valor
simbólico que las elites turdetanas demandaban con fruición como forma de
consolidar su posición social en unos medios progresivamente desiguales. La
recepción de las cerámicas finas de mesa de barniz negro, las ánforas vinarias y la
cerámica griega del sur de Italia refleja esta situación de forma acelerada desde
mediados del siglo II a.C., indicando el inicio de la presencia de grupos de gran
capacidad adquisitiva. Es muy posible que al calor de esta situación se asentasen
ya por entonces grupos de ciudadanos romanos e itálicos atraídos por el calor de los
intercambios y por los beneficios que posibilitaba el arrendamiento de servicios del
Estado romano, emprendedores privados cuya presencia iba a contribuir sin duda al
fermento romanizador, sin necesidad de ver por ello la presencia de nutridos
contingentes de romanos asentados en la ciudad. Por el contrario es cada vez más
patente que la evidencia arqueológica, aquí como en otros lugares, señala una
continuidad -en el ámbito material- de las formas indígenas en tradiciones
constructivas, patrón de consumo y estilos artísticos, y consiguientemente no se
detectan cambios drásticos en sus estructuras sociales y económicas.
Paralelamente la documentación arqueológica disponible parece indicar que
durante el siglo II a.C. aún el núcleo hispalense no constituía un núcleo relevante de
la trama de intercambios regionales, algo quizá vinculable con su papel secundario
en relación con otros núcleos mejor situados como el Cerro Macareno, Laelia, Ilipa o
Caura. Aún por entonces las posibilidades geoestratégicas de Sevilla no estaban en
disposición de ser explotadas a gran ritmo.

Durante la primera mitad del siglo I a.C. la situación iba a cambiar


drásticamente conforme Hispalis, asiento de inmigrantes y negociantes romanos
e itálicos, fue convirtiéndose en centro de redistribución de los productos itálicos,
acentuando la tendencia que venía de antiguo, mientras comienzan a hacerse
patentes los primeros excedentes agrícolas de la provincia, el crecimiento de la
actividad minera y el transporte del mineral. En esta tesitura la desaparición a
comienzos del siglo I a.C. del Cerro Macareno tuvo un evidente impacto en el
engrandecimiento de Sevilla, cuyo peso específico en la red de intercambios
indígena del Bajo Guadalquivir se incrementó decididamente, heredando el papel
de intermediación que aquella población tenía.

La mejor descripción del salto cualitativo que experimenta la ciudad de


Hispalis durante la primera mitad del siglo I a.C. se encuentra en el cuadro que
presentan los textos relativos a la Guerra Civil entre cesarianos y pompeyanos,
entre los años 49 y 44 a.C. Se trata del único episodio en la trayectoria romana de

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Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

Sevilla en el que ésta tiene un protagonismo importante en las fuentes literarias,


y de las que emerge con la apariencia de una gran ciudad provincial cuyo
epicentro fundamental estaba en su puerto, vital para la red de intereses romanos
de la provincia. Son varios los aspectos de índole urbanística que este conjunto de
referencias nos ha transmitido. En primer lugar el mismo grado de desarrollo
urbano que implica la posesión de unas murallas lo suficientemente sólidas como
para soportar el asedio de varias legiones, así como un espacio interno abierto
con amplitud suficiente para alojar a una legión, realidades ambas que no
necesariamente han de comprenderse bajo fórmulas y parámetros romanos, a la
vista del predominio generalizado de las formas culturales indígenas. Se señala
también la presencia de un importante contingente de ciudadanos romanos
residentes que tenían sus casas y que conformaban un barrio propio organizado
bajo fórmulas peculiares que constituyen los denominados conuentus ciuium
Romanorum. Cabe considerar a estas agrupaciones como uno de los principales
beneficiarios del emporio comercial del lugar y testimonio de la existencia
efectiva de una colonización espontánea previa a los momentos de las guerras
civiles, contribuyendo activamente a la extensión de las formas económicas
propias del mundo romano. Otro aspecto que incide en la consideración de
Hispalis como gran ciudad es el papel que se le atribuye como centro de
recaudación y almacenamiento de las contribuciones del trigo provincial así como
espacio de actuación de los arrendadores de impuestos por cuenta del Estado. En
fin, sin duda uno de los ámbitos más característicos de la ciudad es su puerto y
sus astilleros, señalados éstos por su capacidad técnica para construir barcos de
gran porte capaces de surcar los mares, y no únicamente las piraguas que hasta
entonces habían sido las embarcaciones características del río.

No sólo de cuestiones urbanísticas nos informan los textos del momento.


También nos indican que la oligarquía dirigente de la ciudad se encontraba
dividida, como ocurría en otras ciudades de la provincia, entre una facción
pompeyana, tendente a la resistencia al asedio, y otra cesariana, partidaria de la
rendición bajo negociación, un desequilibrio interno producto de la irrupción de
las formas culturales y económicas romanas y que ocasionaban conflictos
internos y desajustes sociales en las comunidades béticas. El temporal triunfo de
la facción pompeyana, con la expulsión de la guarnición y la búsqueda del apoyo
de los mercenarios lusitanos, desencadenó el episodio final de la contienda en
esta área. El resultado fue la conquista de la ciudad por César, en la que las
operaciones parecen estar guiadas por el deseo cesariano de mantener incólume
en lo posible el puerto y el emporio comercial. Es posible que la ciudad no sufriera
urbanísticamente en la misma medida que Córdoba u otros lugares donde la
conquista se hizo a sangre y fuego, y el mismo hecho de que se celebrara en
Hispalis la reunión de los notables de las ciudades indígenas de la provincia en la
que César dio rienda suelta a su rencor por la traición de los provinciales a su
persona y la sublevación contra el Pueblo Romano es una muestra indicativa de
la relevancia que la ciudad ya tenía como lugar central en la provincia.

La consecuencia fundamental del episodio de las Guerras Civiles fue la


formalización de una colonia de ciudadanos romanos en el contexto de la política de
asentamientos a gran escala impulsada por el Estado Romano como instrumento de
solución de los gravísimos problemas socioeconómicos que desde el siglo II a.C.
atenazaban a la Península Itálica. Con grandes masas de población proletarizada y

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Sevilla romana

arruinada por la crisis agraria y los importantes contingentes de soldados que implica la
aparición del ejército profesional y que demandaban tierras tras su licencia al fin del
periodo bélico, César hubo de volverse hacia las provincias en busca de tierra pública
abundante. Se crea así el clima favorable para los asentamientos masivos de
ciudadanos romanos en tierras provinciales, entre las que la Bética proporcionaba
grandes posibilidades gracias a la presencia de comunidades indígenas sublevadas a
las que había que castigar por su beligerancia, en uso del derecho de conquista. El
establecimiento colonial supondrá la implantación de una nueva estructura organizativa
y territorial que desmantelaba el previo sistema de poder, un cambio radical en el paisaje
político y socioeconómico mediante la imposición de un aparato simbólico, unas gentes
y unas formas sociopolíticas que dislocaban todos los planos de la vida de la comunidad
indígena, suprimiendo sus usos y costumbres ancestrales, perdiendo sus tierras y
propiedades colectivas e incluso llegando a la venta como esclavos de los antiguos
habitantes. La desvertebración y el desarraigo de estas poblaciones indígenas era,
pues, el resultado de la implantación colonial, una medida punitiva y no, como suele
mantenerse desde una perspectiva deformada ideológicamente del concepto de
Romanización, el reconocimiento de un alto grado de dignidad y beneficio. Por el
contrario, el estatuto municipal reconocía la integridad territorial y el mantenimiento
de los usos y costumbres organizativas y de gobierno, y el apoyo romano a las elites
de aquellas comunidades que se habían manifestado a favor de la causa cesariana.

César, pues, es el responsable de la fundación colonial de Hispalis y de la


asignación de su nombre oficial romano, Colonia Iulia Romula Hispalis, como lo
fue de Corduba, Urso y Hasta, y como además confirma explícitamente
un pasaje de Isidoro (figura 1). La temprana muerte del dictador le
impidió llevar a cabo personalmente este gran proyecto de colonización,
que seguramente desarrolló en su formulación legal y en su vertiente
práctica sobre el terreno su lugarteniente Marco Antonio en el año 44 a.C.
No es posible conocer la componente social de la fundación; cabe pensar
en que junto a los militares habría también una determinada participación
civil -los proletarii- de la propia Roma, así como algunos de los romanos del
conuentus previamente asentados, e incluso ciertos elementos de la aristocracia
indígena afectos a la causa cesariana.
Fig. 1. Retrato de Julio César
D.E.E. Kleiner. Roman Sculpture
Si esta es la situación con César, poco después, hacia 16-14 a.C., y ya bajo
New Haven - London. 1992. Augusto, se procede a un segundo asentamiento de soldados licenciados en
46 nº 27 Hispalis, como nos informa puntualmente Estrabón en un complejo pasaje de su
obra en el que se entrelazan las consecuencias beneficiosas de la navegabilidad
fluvial con las dificultades que todo proceso de colonización implica en sus
inicios. Se trató de una asignación complementaria de colonos aprovechando las
posibilidades del asentamiento y continuando las directrices puestas en práctica
por su antecesor, quien sólo tuvo tiempo de esbozar las bases del gran programa
colonizador. Si bien las necesidades inmediatas eran similares -la deducción de
soldados veteranos de las campañas de conquista del noroeste hispano- el
prisma bajo el que se enfocó el nuevo programa de colonización buscaba ahora
unas bases menos traumáticas y más estables que las de su predecesor, con
unos intereses donde lo comercial primaba especialmente, facilitado en el caso
presente por la existencia de un gran número de tierras públicas que Augusto
podía utilizar para sus fines. Se trataba de una medida más en todo un proceso de
reorganización administrativa y militar del Estado que afectó a múltiples parcelas

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Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

y que pudo ser financiado activamente gracias a la existencia de cuantiosos


fondos que proporcionaban las conquistas de Egipto, el Nórico e Hispania, en una
excepcional coyuntura económica facilitada por la inyección de fondos públicos,
los intensos movimientos de capitales y la bajada de los tipos de interés.

El proceso de colonización de Hispalis no se haría sin solventar un cúmulo de


dificultades que hubo que superar con decisión. Por una lado se ha de contar con la
previsible situación de inestabilidad propia del conflicto bélico, los problemas de
adaptación de los soldados a su nueva vida como agricultores en un medio hostil y
extraño y las dificultades poblacionales de los primeros momentos de las que se
hace eco Estrabón. Frente a este cúmulo de circunstancias adversas se encontraba
la determinación del Estado Romano de potenciar un área estratégicamente situada
y con una enorme potencialidad, como el curso de la historia se encargaría de
demostrar. La promoción de Hispalis se ha de ver en este sentido como una
respuesta a los intereses estratégicos romanos de amplio radio de acción, y que se
centraban básicamente en la creación de una gran base productiva y comercial en
Hispania que permitiera afrontar con garantías la integración de los territorios
atlánticos -Britannia, la Gallia, el Norte de África- y las rutas comerciales de
Occidente que la acción de César y Augusto iba haciendo entrar en la órbita romana.
En este esquema el control de las rutas oceánicas a través de Cádiz y su círculo
permitía el desarrollo del sistema de comunicaciones marítimas entre el norte y el
sur del imperio, lo que significaba a su vez la potenciación de la Bética y sus
campiñas, con Hispalis a la cabeza, como base de aprovisionamiento de los
suministros para las fuerzas romanas combatientes en aquellas regiones.

La puesta en valor del solar hispalense por Roma se hace sobre la base de su
peculiar y excepcional situación geoestratégica, en el fondo del gran golfo marino
formado por el Baetis y su gran delta, junto a la llanura de inundación surcada por
numerosos canales y paleocauces fluviales que rodean al cabezo originario sobre
el que se asentaba la ciudad indígena. Como oportunamente recuerda Estrabón,
este puerto interior constituye el punto de máxima penetración de las grandes
naves marítimas y al mismo tiempo el lugar óptimo para el control de la
navegación fluvial, como punto de ruptura de carga entre la navegación fluvial y
la marítima, y centro de las comunicaciones terrestres que articulan la red de
contactos de la rica región agrícola. Hispalis se convierte así en el núcleo que
enlaza las cuencas mineras de Huelva y Córdoba, las comarcas agrícolas del
Aljarafe, Carmona y Tejada, centralizando en un segundo nivel la producción de las
campiñas sevillana y cordobesa y por extensión toda la cuenca media y baja del
río. La decisión política que supone la fundación colonial romana conseguirá que
las posibilidades que el medio geográfico ofrecía -ya en funcionamiento al menos
desde mediados del siglo VIII a.C.- se puedan aprovechar en toda su dimensión,
superando los obstáculos y desventajas -en particular el río y su dinámico y
mutable paisaje- que esa misma ubicación presentaba. En este sentido hemos de
contar con las muy probables obras de bonificación de terrenos cercanos a la
ciudad, labor imprescindible en la proyección del asentamiento como capital
económica de la provincia, como lo fue la intervención estatal mediante la
aplicación de técnicas para adecuar el cauce fluvial a la navegación, regulando los
caudales, solventando los problemas de pendientes y protegiendo los
asentamientos urbanos a las orillas del río, posibilitando de esta manera la
navegación hasta Córdoba y Écija por medio de lanchones y barcas de ribera.

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Sevilla romana

Como resultado de todo ello Sevilla se fue convirtiendo en cabeza del estuario y
gran puerto marítimo de transbordo, especialmente a partir del momento en que
con su inserción definitiva en la órbita romana, en un marco político y económico de
mayor envergadura, y con su integración plena en las estructuras sociales y
económicas imperiales, le sea adjudicada la función de aprovisionamiento y
distribución al ejército y a la propia Roma de productos agrícolas de primera
necesidad y recursos minerales, asentando las bases para su transformación
progresiva en capital económica de la provincia la que hasta entonces había sido
una comunidad más de la cuenca baja del río.

Desde el punto de vista del desarrollo urbanístico apenas hay información que
permita ilustrar este proceso. Por comparación con otras ciudades donde el registro
arqueológico es más accesible y la documentación más expresiva se sabe que la
época cesaroaugústea impulsó decididamente la monumentalización de ciertos
ámbitos edilicios de las ciudades allí donde mejor se podía expresar la imagen del
régimen y el dominio ideológico y cultural de Roma, así como de las nuevas elites
coloniales dirigentes. En lo que se refiere a la ciudad que el romano hereda no
sabemos más de lo que se ha indicado anteriormente: una sólida muralla; un puerto
que la flota romana frecuentaba y con unos astilleros especializados en la
construcción de grandes naves; un espacio libre capaz de dar alojamiento a una
legión romana sin dificultades; por fin, un conjunto de casas en donde habitaba la
población romana del lugar. De ninguno de estos espacios tenemos referencias
arqueológicas como para ubicarlos sin dudas sobre el plano. Así, el trazado de la
muralla indígena es absolutamente desconocido, no habiéndose localizado aún
ninguno de sus paramentos, y aunque no han faltado propuestas de reconstrucción
de su trazado en función de criterios diversos, generándose varias formas urbanas,
su constatación arqueológica está aún por establecer. La misma indefinición
presentan las propuestas de trazado de los ejes viarios principales así como la
ubicación del foro republicano en la intersección de las calles Bamberg y Argote de
Molina; se ha sugerido que este espacio incluiría las edificaciones más
significativas de la ciudad, un templo en Mármoles que perpetuaría una tradición
constructiva desde época ibérica y del cual se ha postulado su dedicación a
Hércules, así como otras edificaciones en Argote de Molina (basílica) y San Alberto.

La escasez de excavaciones arqueológicas en estos niveles más antiguos de la


ciudad romana hace que las reconstrucciones de su urbanismo sean sumamente
precarias, sujetas como están al principio generalmente asumido de la continuidad
de las líneas maestras del urbanismo antiguo en el planteamiento del parcelario
actual -lo que ha condicionado todas las hipótesis sobre la disposición de los
conjuntos edilicios-, así como a la contingencia de la aparición de nuevos datos. Es
significativo en este sentido, por ejemplo, cómo las últimas intervenciones en el
sector de los Reales Alcázares -en su muralla norte y en el Patio de Banderas- han
puesto de relieve la presencia de materiales que remontan a fines del siglo VIII a.C.
al igual que la existencia de indicios suficientes como para plantear la existencia de
estructuras de amurallamiento en forma de talud, todo lo cual podría hacer pensar
en la extensión hasta ese sector de la terraza sobre la que se asentaba la ciudad
prerromana. Muy recientemente se han localizado restos constructivos de época
republicana, del siglo III a.C. en adelante, bajo la antigua Escuela Francesa, en el
cruce de Abades con Ángeles, lo que permite prolongar con certidumbre el
urbanismo de la ciudad indígena hasta ese sector al menos, y considerar así unas

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Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

dimensiones mínimas de ésta posiblemente superiores a las 10 hectáreas. Ello no


obstante no debiera significar, como se ha señalado anteriormente, que la forma
urbana de la ciudad previa al establecimiento colonial sea identificable con los
modelos urbanísticos romanos, dado que las formas indígenas en la cultura
material son las predominantes hasta el cambio de Era, al margen de la posible
presencia de algunos elementos más o menos cercanos o receptores del influjo
romano, que en cualquier caso la arqueología no ha detectado aún con garantías.

La imposición de la colonia romana hubo de significar notables cambios en este


apartado, como es sabido que ocurría también en estos procesos coloniales en el
territorio y el paisaje rural. En el ámbito urbano las nuevas forma políticas se
reflejaban especialmente en la panoplia de edificios públicos, que constituían el
mejor exponente de la remodelación a todos los niveles a que se sometía la ciudad.
La coyuntura económica era muy favorable y la disposición de las nuevas elites
ciudadanas a actuar como transmisoras de los intereses de la casa imperial conllevó
que las ciudades provinciales comenzaran a dotarse de las edificaciones que
reflejaban la nueva realidad sociopolítica. Es en este momento cuando
definitivamente se observa la transformación material de los asentamientos del
mundo turdetano. Conjuntos forenses con sus sectores aledaños y murallas resultan
ser por estas fechas los espacios privilegiados para la exhibición del dominio
ideológico del nuevo régimen de Roma sobre la realidad provincial y adecuado
escaparate de la voluntad de representación de las elites locales, que ven en la
monumentalización de las urbes la mejor expresión por un lado de su riqueza y
capacidad y por otro de su lealtad hacia el poder. El uso de los nuevos símbolos
culturales -como las monedas, factor fundamental en la difusión de la propaganda
monárquica (figura 2)- y la imposición del nuevo paisaje urbano acorde con la
modificación política del núcleo y la mentalidad que se iba imponiendo tenían
además importantes consecuencias en el mantenimiento del control social y la
continuidad del poder de las nuevas aristocracias. Este panorama, no obstante, es
difícil de apreciar en Sevilla. No hay indicación alguna en las fuentes del momento en Fig. 2. Moneda de Colonia
que se procedió a erigir el circuito amurallado de época imperial, una compleja Romula conmemorativa del
operación que exigía vastas inversiones, aunque a la vista del interés que en el emperador Augusto
discurso propagandístico augusteo se asignaba a las puertas y paramentos murarios y de Livia como genetrix orbis
como símbolos del prestigio cívico y la autonomía de las ciudades (la idea de la A. Burnett, M. Amandry, P. P.
muralla urbana está unida a los conceptos de Urbanitas y Romanitas) cabe pensar Ripollés.
Roman Provincial Coinage.
en que hubiese alguna intervención decidida en ese sentido. El mismo trazado London. 1992.
concreto de la muralla de época imperial solamente se encuentra refrendado en vol. I, part II, plate 6, nº 73
parte por la aparición sin control arqueológico de contados lienzos de la muralla, que
no permiten establecer ninguna acotación cronológica sobre su construcción ni
sobre su mismo trazado. Tampoco existen datos referentes a actuaciones
conducentes a la monumentalización del espacio forense que debió elevarse como
lugar central de la ciudad. La excepción la supone la construcción en estos momentos
de un importante complejo termal en la Cuesta del Rosario cuya relevancia estriba en
el papel emblemático que se otorga a los baños, como lugares de sociabilidad y
romanización, en el cambio cultural de adaptación a las formas urbanísticas
romanas. De otros espacios urbanos contemporáneos solo se tienen noticias de la
edificación de viviendas en el ámbito de Conde de Ibarra y de la dedicación a usos
industriales del área de la Plaza de la Encarnación. El resto de espacios públicos
imprescindibles, como el puerto -del que se ha postulado su ubicación al norte de la
ciudad republicana-, son absolutamente desconocidos en estos momentos.

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Sevilla romana

La planificación urbana de la colonia de Hispalis se complementó con una


intervención igualmente radical sobre el territorio de la ciudad indígena vencida.
Con la conquista militar se implantaron unas formas nuevas de ocupación del
espacio mediante la fijación de un catastro y un sistema de parcelación que
aseguraba la transformación de las campiñas y su control político mediante su
geometrización. El sesgo ideológico de esta actuación es también muy evidente
puesto que la nueva estructura catastral que construía y organizaba el espacio
dominado también era el medio de difundir ese dominio mediante la jerarquización
de caminos, vías y asentamientos rurales. El territorio fue, pues, delimitado
mediante complejos procedimientos que articulaban los campos de una manera
racional y ordenada, y que conllevaban distintas operaciones de bonificación de
tierras, fijación de redes de caminos, delimitación de los diferentes tipos de tierras
y su situación jurídica, generando una realidad muy diversa en la que coexistían
las tierras privadas otorgadas a los colonos, las tierras sagradas, los comunales, las
tierras dejadas vacantes, y, sobre todo, las tierras públicas. En este contexto de
reorganización territorial hemos de situar también la creación de la red de
infraestructuras viaria, particularmente la fluvial, en la que mediante diferentes
técnicas se realizaron obras de drenaje y se construyeron los necesarios diques y
canales que iban a permitir aprovechar la potencialidad de la navegabilidad del río
y salvaguardar las ciudades a sus orillas. De forma paralela se adecuó la red de
vías terrestres que articulaban el territorio y vinculaban la ciudad con los centros
vecinos, particularmente la Via Augusta, que la enlazaba con la capital provincial -
Córdoba- y con Cádiz, y que actuó como eje articulador de los territorios béticos
occidentales. Esta actuación material ha de ser relacionada igualmente con la
promoción de Sevilla a capital de convento jurídico, lo que suponía una medida
clave en la estabilidad del proceso de reordenación administrativa de la provincia
por la cual se creaban cuatro distritos o circunscripciones cuyas cabeceras -Écija,
Cádiz y Córdoba- se situaron en puntos estratégicos por su accesibilidad, y que
tenían también una funcionalidad religiosa de integración de las elites locales en
la ideología oficial mediante la difusión del culto imperial.

Partiendo de las condiciones jurídicas que se habían creado en el territorio en


el proceso de asignación de tierras a los colonos el paisaje rural anejo a la ciudad
experimentó cambios sustanciales centrados en la transformación radical del
modelo de asentamiento en la comarca, de forma paralela a como las estructuras
socioeconómicas de las que deriva también lo estaban haciendo. Por ello se
observa cómo desde mediados del siglo I a.C. se produce la imposición de un
modelo de poblamiento disperso, distinto del indígena de hábitats concentrados.
La consecuencia será la multiplicación de asentamientos rurales y la inserción
definitiva de la zona en las formas romanas de explotación del territorio mediante
la extensión del régimen de la uilla (explotación agrícola de vocación excedentaria)
y la creación de aglomeraciones urbanas que actúan de cabecera de los distritos
(pagos) en la ordenación rural del territorio. La emergencia del régimen de uillae en
el entorno de Sevilla, en las comarcas de la Ribera, el Campo y el Aljarafe, sentó las
bases de la masiva ocupación del campo que será la tónica característica de los
siglos I y II d.C. y que es uno de los fenómenos que están a la base de la proyección
económica de Hispalis en esas fechas. Las prospecciones arqueológicas apuntan
a que aproximadamente un tercio de las explotaciones agrícolas conocidas de
época romana surgen como tales en relación con el movimiento colonizador
cesaroaugústeo. El impacto de esta política no dejó de afectar evidentemente a las

18
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

ciudades indígenas de las comarcas circundantes, pero sobre todo a los sectores
aristocráticos coloniales, que comienzan a aprovechar en su propio beneficio,
mediante la concentración de la propiedad y las ocupaciones de tierras públicas,
las circunstancias y expectativas generadas en el proceso.

El gran proceso de colonización cesaroaugusteo creó las condiciones para la


proyección política y económica de Hispalis en la época de la dinastía julioclaudia. El
resultado fundamental de esa activa transformación del paisaje urbano y rural fue la
conversión de la provincia de la Bética en una región exportadora, a través de Sevilla, de
productos indispensables como metales, trigo, vino, pero sobre todo aceite, que por su
gran rentabilidad en los mercados exteriores iba a convertirse en el licor por excelencia
de la región. Y en relación con ello algunas medidas tomadas por los primeros
emperadores iban a favorecer sobremanera las posibilidades de esta ciudad,
particularmente la creación por Augusto del servicio administrativo encargado del
abastecimiento a Roma y a los destacamentos militares en provincias y fronteras,
especialmente a raíz de la implantación de la política de expansión atlántica. El sistema
de la Annona, que alternaba los impuestos en especie y la compra de productos de
forma obligatoria, permitió a los emperadores garantizar la provisión de estos
productos básicos que se ofrecían gratuitamente o a precios subvencionados, y en
este contexto la inserción de las provincias en una economía de mercado mundial
estable y pacificado iba a favorecer especialmente a aquellas regiones productoras,
como la Bética, consideradas imprescindibles para el sistema de suministros estatales.

Que las ventajas de Sevilla iban poniéndose en juego lo indica taxativamente


Pomponio Mela cuando nos dice que en época de Tiberio Hispalis era, tras Córdoba
y Cádiz, la tercera ciudad de la provincia. Y es que las medidas que el Estado fue
tomando para impulsar una organización eficaz del mundo del transporte pronto
tuvieron directa incidencia en estas regiones, especialmente en lo referente al
comercio del aceite, que experimentó un incremento progresivo desde el impulso
notable dado por Claudio al tráfico annonario. Ante la inexistencia de una flota de
transporte comercial propia el Estado iba a optar por el recurso a una iniciativa
privada siempre remisa a colaborar con la burocracia imperial por razones de tipo
moral -negativa consideración de la actividad mercantil a ojos de la mentalidad
aristocrática de base agrícola- y práctico -lentitud y complejidad de la burocracia
oficial, así como los riesgos que implica la navegación-. El desarrollo legislativo
romano refleja claramente la política imperial de favorecimiento a la inversión de los
capitales privados en la construcción de navíos y su puesta a disposición de la
Annona mediante la acumulación progresiva de beneficios fiscales e inmunidades
para sus poseedores. La pretensión era incentivar la inmersión de los sectores
adinerados y con capacidad económica, la elite terrateniente, en el mundo del
negotium y las inversiones productivas, frente a las tendencias morales imperantes
en la mentalidad antigua (otium) que privilegiaban la adquisición de tierras como
elemento de prestigio social. Esta política impulsada desde el poder
indudablemente repercutía en las zonas productoras, particularmente en aquellos
puertos y astilleros provinciales concebidos como cabecera de salida de la
producción de una materia considerada de primera necesidad.

De esta manera Hispalis resultó directamente beneficiada del creciente proceso


de industrialización y planificación de la producción de envases olearios a partir de
Claudio (figura 3) y del tirón de la producción que imprimía un Estado con numerosas

19
Sevilla romana

necesidades de abastecimiento por su política atlántica de conquistas en Britannia,


Mauritania y Germania así como por las necesidades de avituallamiento de la plebe
romana. Desde época flavia Hispalis, en correlación con el control que el Estado
establece sobre la producción de aceite, fue centralizando las instituciones y
corporaciones vinculadas con las actividades annonarias y las transacciones
comerciales relacionadas con este producto, combinándose los beneficios que esta
actividad reportaba con el trasiego privado de otros productos (vino, mostos cocidos,
metales, mármoles, cerámicas, productos de lujo). La consecuencia, especialmente a
partir de que con Adriano el Estado se hiciera cargo de asegurar la regularidad del
aprovisionamiento de aceite mediante un sistema de ventas forzosas de parte de la
producción, fue la conversión de Sevilla en directa beneficiaria de la demanda estatal
y de las disposiciones imperiales que favorecen a los envasadores de aceite así como
a las elites provinciales con riqueza suficiente como para poder realizar grandes
inversiones de capital en instalaciones industriales de fabricación de ánforas y en
navíos de transporte. No es casualidad, pues, que sean los senadores del círculo
del Bajo Guadalquivir quienes logren proyectar al principado a gentes de su ámbito
a fines del siglo I, ni tampoco que la expansión de Hispalis como mercado de
exportación y el traslado del eje de la producción desde la desembocadura del
Baetis hacia su cuenca media se hicieran a expensas del otro gran puerto
provincial, Gades, adelantado por Sevilla a partir de estos momentos.

Un episodio relevante en la trayectoria de afianzamiento de Hispalis


como centro estratégico en la provincia radica en las disposiciones que
en 69 d.C. tomó el emperador Otón durante las primeras semanas de su
reinado, tras la muerte de Galba. Según refiere Tácito entre sus decisiones
destinadas a ganarse el apoyo de provincias y ciudades destaca la de
acrecentar la población de Emerita e Hispalis con la inclusión de nuevas
familias. Esta medida se mantenía en la línea julioclaudia de favorecer la
creación de clientelas urbanas municipales que le garantizaran prestigio y
poder financiero, bases sobre las que Augusto y sus sucesores habían construido su
edificio político. A su vez se conseguía favorecer a una comunidad que iba
convirtiéndose en un elemento imprescindible en el sistema de abastecimientos del
Fig. 3. Ánfora olearia Dr.20 Estado, tras la crisis económica que había derribado a la dinastía julio-claudia.
Dibujo de F. Salado a partir de
E. Rodríguez Almeida, Il Monte
Testaccio.
Se procedió pues a una adición suplementaria de colonos, la tercera tras las
Ambiente, storia, materiali. de César y Augusto, mediante el establecimiento de nuevos habitantes que
Roma. 1984 procedían de los sectores de indígenas avecindados desde la época de la
fundación en el territorio de la colonia, a los que se integra en estos momentos,
quizá como reconocimiento de un grado de romanización suficiente y como
medio de incrementar el número de personas sujetas a las contribuciones
fiscales en la localidad. Para ello, como ocurrió en Mérida, era preciso disponer de
tierras suficientes en manos del Estado que no habían sido asignadas en el
proceso de colonización anterior y que habían permanecido en su poder tras los
procesos de asignación previos. Particularmente se disponía de los denominados
subseciua, tierras públicas estatales bajo la administración del emperador que
muy posiblemente estaban arrendadas de antiguo a estos grupos de indígenas, y
cuya conversión ahora en colonos no afectaba los intereses ni de la colonia ni de
sus oligarquías. Con esta medida la colonia lograba incrementar su población,
acrecentando el número de habitantes sujetos a prestaciones en beneficio de la
ciudad y capaces de integrarse entre sus aristocracias rectoras.

20
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

El surgimiento de senadores en una comunidad provincial certifica la


existencia de una oligarquía propietaria de tierras y fortuna personal paralela al
prestigio, rango y antigüedad de la ciudad misma. El peso específico de los
senadores hispanos en el Senado de Roma se venía incrementando desde época
de Claudio, pero esta tendencia se acelera en la segunda mitad de siglo, como
consecuencia de la proyección económica de la provincia de la que ellos son uno
de los sectores más beneficiados: es ahora cuando tenemos noticias del primer
individuo de rango senatorial del que se pueden rastrear vinculaciones con
Hispalis, L.Helvio Agrippa, procónsul de Cerdeña en 68-69.

La política de los emperadores flavios de conceder la ciudadanía latina a las


provincias hispanas va a tener también notables repercusiones sobre el destino
de Hispalis. Desde Vespasiano la concesión del derecho latino y la trasformación
de los estatutos jurídicos de las ciudades indígenas mediante la extensión del
modelo municipal dio lugar a una gran floración de municipios, completando el
paisaje geopolítico iniciado con César y Augusto. Ello suponía el reconocimiento
por Roma de una situación de desarrollo institucional y social en esas
comunidades, que les permite integrarse sin dificultades en el sistema político
romano, en una práctica administrativa regularizada y en una auténtica vida
urbana. Con el definitivo triunfo de ésta se asiste a un incremento en las
demandas financieras sobre las elites locales, a las que se reconduce, mediante
la competitividad social, la intensificación de los programas constructivos
urbanos y el desempeño de cargos y magistraturas locales, hacia las formas de
comportamiento propias de la mentalidad urbana romana. Puesto que
únicamente la tierra podía proporcionar medios de obtención de riqueza y de
aceptación del código de valores romano, no es extraño que desde estos
momentos el campo bético conozca una creciente intensificación en la
explotación del agro, con importantes inversiones en las uillae, que se extienden
ampliamente por las campiñas. La economía del Imperio se va a ver muy
beneficiada con estos movimientos de capitales que los nuevos ciudadanos
invierten en su promoción política, en los asuntos públicos de sus ciudades y en
sus propiedades rústicas; ello repercute tanto sobre el sistema productivo de la
provincia, que incrementa su impacto en los mercados, como en la hacienda
pública, al ampliarse la base fiscal del Estado con nuevos elementos que se
integran en su mecánica y ponen en circulación grandes cantidades de riqueza. Y,
en fin, el reflejo de todo ello es determinante en los grandes y antiguos centros de
intercambio como Hispalis, beneficiados directamente del salto cuantitativo en la
capacidad productiva de la región y de la apertura de numerosas posibilidades de
inversión en los nuevos municipios. En su entorno se procede a la conversión en
municipios de un numeroso grupo de ciudades a lo largo del río Guadalquivir, lo
que constituía un signo del decidido interés estatal por potenciar una región que
cada vez más iba convirtiéndose en base logística de aprovisionamiento a las
legiones acantonadas en las fronteras.

El significado económico y político de Hispalis no dejó de acrecentarse durante


el siglo II. Con las medidas de Claudio y la repoblación de Otón, pero especialmente
cuando a partir de Adriano el Estado se haga cargo a través de la Annona del
abastecimiento en aceite a Roma y al ejército, Hispalis se convierte decididamente
en el mayor centro comercial hispano en detrimento de Gades, en el momento en que
ya las inversiones de capitales se desplazan decididamente del mercado libre propio

21
Sevilla romana

de los circuitos económicos gaditanos hacia los productos del Guadalquivir


subvencionados por el Estado. Beneficiaria directa de la política cada vez más
intervencionista del Estado en los circuitos de la producción y la distribución y con
una creciente complejidad en los sistemas organizativos, en esta etapa su puerto
alcanza el máximo en el nivel de exportaciones tanto por vía fiscal como por el
comercio privado. La arqueología extrapeninsular detecta la presencia del aceite
bético en puntos tan alejados como Escocia, Arabia, Israel, la cuenca del Egeo y
Anatolia, Alejandría, Dalmacia, la costa occidental del Mar Negro o los fortines
militares de la frontera germánica, generando una red de circuitos comerciales
cuyos nodos principales se articulaban a través de las rutas marítimas atlántica y
mediterránea, y las vías de acceso fluvial al continente a través del Garona, Ródano,
Sena, Rin o Mosela. Excepcionalmente, y ya como producto de
lujo, el aceite bético alcanzará hasta Arikamedu, en la costa
oriental de la India. Los cimientos económicos sobre los que se
había construido su preeminencia dan en este momento
claras muestras de su solidez y tienen su reflejo social y así, en
el siglo que entra los senadores procedentes del círculo del
Bajo Guadalquivir (Hispalis e Italica) serán mayoritarios frente
a los originarios de Córdoba, que aunque más antigua y
contando con unos cotos mineros que permitieron la fortuna
de sus grandes familias de comienzos del Imperio, no disponía
de la situación de Sevilla ni de la apertura al mundo del negocio
y las grandes oportunidades económicas que ello conllevaba.
Era un claro síntoma de que las potencialidades llegaban a su
madurez, por lo que el peso de sus aristocracias se iba
haciendo notar cada vez más en Roma.

Las élites provinciales que acceden a la dirección del


Estado con los Antoninos suponen el reconocimiento del
papel de la provincia bética en la apertura del comercio al
exterior, de su riqueza y de la fuerza de sus estructuras
productivas, en las que el centro capital por excelencia era
Hispalis. La base del poder económico y político de estos
sectores aristocráticos provinciales radica en la propiedad
de la tierra, el préstamo de dinero y las inversiones de
grandes capitales en las empresas marítimas cuya
Fig. 4. Ara funeraria
actividad alentaba el Estado romano, lo que generaba nuevas fortunas a través de
de D. Cutio Balbino su gestión mediante libertos, esclavos e intermediarios, gentes más
Foto S. Ordóñez emprendedoras y libres de ataduras sociales y de las restricciones ideológicas y
morales impuestas a las actividades comerciales de las elites. Únicamente estos
sectores adinerados estaban en condiciones de realizar las importantes
inversiones iniciales que requieren el comercio marítimo y la construcción y
explotación de barcos de gran tonelaje. Entre ellos están las grandes familias
senatoriales hispalenses que conocemos a través de sus inscripciones como los
Messii Rustici, originarios de la zona de Utrera e integrantes del círculo del
emperador Adriano, de uno de cuyos parientes se han conservado sendas
inscripciones erigidas en su complejo funerario (figura 4); los Fabios, uno de
cuyos integrantes, la orgullosa Fabia Hadrianilla, se jacta de ser hija, esposa,
madre y hermana de senadores, y que hace un legado testamentario a favor de
una fundación alimentaria destinada a niños hispalenses en la que se establece

22
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

la distribución entre ellos, dos veces al año, de las rentas de un capital de 50.000
sestercios, a la manera de cómo lo hacía el emperador Trajano en Italia; en fin, los
Helvii Agrippae, a uno de cuyos miembros el esplendidísimo senado de la ciudad
le decretó los máximos honores fúnebres.

La epigrafía de estos momentos muestra claramente la eclosión del mundo


de los negocios que está a la base de esa importante transformación y la
proyección social de las grandes familias. Sin duda uno de los mejores
referentes de la importancia de Hispalis está en Italica, el escaparate ideológico
de la provincia y donde con mayor evidencia, tanto material como social, se
hace patente el nivel alcanzado por las aristocracias urbanas del Bajo
Guadalquivir. Es el centro de acción de los cargos del culto imperial provincial, de
la expresión del poder y la autoridad imperial y de la ligazón de las elites locales
béticas que logran encumbrarse en el Imperio. Como sede de la aristocracia
política, de carácter conservador, es el foco de la exhibición honorífica del
prestigio de estos círculos sociales que proyectan a las más altas cúspides del
poder a algunos de sus miembros, como Trajano y Adriano. Su ascenso no puede
entenderse desligado de las condiciones favorables que ofrecía el gran centro
mercantil hispalense, con el que presenta una singular complementariedad
funcional: prueba de ello es que con el paso del tiempo, y conforme las
circunstancias políticas y económicas se iban alterando Italica fue perdiendo
peso, pasando de ser una magnífica ciudad residencial para volver a ser la
ciudad provinciana que siempre había sido.

El desarrollo económico y la vitalidad que muestra el


comercio oleícola se manifiesta en la transformación
urbanística desarrollada a partir de mediados del siglo I y
especialmente durante la segunda centuria, al calor de la
posibilidad de acumulación de capitales. Así Hispalis
vendría a reflejar la situación de madurez que en general se
aprecia en la Península Ibérica desde época flavia con
respecto a la difusión de estilos arquitectónicos y tipos
urbanos plenamente romanos. Y si bien es posible distinguir
ciertos sectores fundamentales de actuación a nivel general
(figura 5), el conocimiento preciso del desarrollo urbano de
la ciudad durante la época altoimperial está condicionado
por problemas de profundidad de los niveles arqueológicos
y de los mantos freáticos y por el grado de reutilización y
alteración de los restos monumentales en los distintos
periodos constructivos posteriores; se han de señalar, en
fin, las dificultades que presenta la epigrafía para este
cometido, dado que del conjunto de textos actualmente conocidos más del 60 %
corresponde a inscripciones que no pueden ser empleadas para la ubicación de Fig. 5. Sectores de la ciudad
espacios ni conjuntos edilicios por corresponder a reutilizaciones de época altoimperial
Elaboración propia
posterior o desconocerse el lugar concreto de hallazgo.

La disposición del trazado de la muralla de época imperial se ha realizado a


partir de algunos escasos lienzos localizados en Santa Catalina, Orfila, Villasís,
Martín Villa y Gallegos; el trazado concreto es una cuestión sujeta a discusión dado
que éste se ha establecido sobre la base de la topografía actual y el análisis del

23
Sevilla romana

parcelario. Tampoco el hecho de que esta cerca se mantuviera en uso hasta época
emiral aporta información añadida con la excepción de los nombres de algunas
puertas. La propuesta más extendida hoy día presenta una curiosa forma triangular
cuyos vértices se sitúan en la Iglesia de San Martín, Archivo de Indias y San
Esteban; en el trazado solamente Santa Catalina, San Esteban y la Plaza de la
Alianza presentan indicios de existencia de puertas. A juzgar por la reconstrucción
de su recinto murado Hispalis parece situarse entre las más grandes ciudades de
Hispania, ocupando una extensión en torno a las 65 hectáreas.

La misma indefinición presenta la disposición de las líneas maestras del


urbanismo. El cardo máximo se ha establecido sobre el recorrido de Alhóndiga, Cabeza
del Rey Don Pedro, Alfalfa, Corral del Rey y Abades-Alianza, mientras que el decumano
máximo se ha hecho discurrir por Águilas, Alfalfa, Alcaicería y el Salvador-Gallegos. Del
viario interno solo se han podido localizar en alguna ocasión algunos restos en Mateos
Gago, Abades y Palacio de San Leandro, ofreciendo este último una encrucijada viaria
de dos calles pavimentadas con su infraestructura de saneamiento y con
edificaciones porticadas flanqueándolas; en cualquier caso estos escasos
testimonios parecen apuntar a la existencia de una organización ortogonal bien
definida a partir del siglo I. En el cruce de los dos ejes viarios principales se sitúa el foro
de época imperial, construido hacia el cambio de Era, y que queda así descentrado; se
ha sugerido que el ámbito abarcado por este espacio público, de gran valor
representativo en la ciudad romana, estaría delimitado por las calles Alcaicería, Cuesta
del Rosario, Tres Caídas y Plaza del Salvador, un sector por otro lado que detentó la
primacía urbana hasta época almohade. Noticias sueltas procedentes de la Plaza de la
Pescadería y de la misma Cuesta del Rosario permiten intuir la presencia de
construcciones de calidad a juzgar por los restos de edificaciones con decoración
musivaria y pictórica en ellas encontrados, y cuya ubicación topográfica contribuye a
configurar esta área como una de las más relevantes de la ciudad romana. De todo
este conjunto solo las termas de Cuesta del Rosario presentan restos suficientes que
permitan determinar su funcionalidad y el grado de monumentalización del área
forense, en una actuación que conduce a su remodelación y ornamentación con un
repertorio de gusto adrianeo. En las inmediaciones de este conjunto, y usualmente
reutilizados, se ha localizado un conjunto de epígrafes de carácter honorífico alusivos
a magistrados de la ciudad, personajes relevantes y miembros de la familia imperial -
casi todos de los siglos II y III d.C.-, y que en buena lógica deben provenir de las
diferentes edificaciones y espacios que integraban el foro. Es en este ámbito donde se
encuentran las dedicaciones a magistrados locales como L.Blatio Ventino, que fue uno
de los primeros magistrados de la colonia; Horacio Víctor, dos veces magistrado y
honrado por el pueblo sevillano por su munificencia hacia su patria; Pomponio
Clemente, quien como pontífice del culto imperial resulta ser el único sacerdote
conocido hoy por hoy en Hispalis; en fin, Calpurnio Séneca, miembro del orden
ecuestre que en época de Adriano ostentó un alto cargo de la flota imperial en Miseno
y Rávena y a quien el senado sevillano le erige una estatua. Con excepción de las
citadas termas, del resto de la panoplia de edificios que componen un recinto forense
-según el esquema clásico de templo, plaza y basílica- no se tiene ninguna
confirmación arqueológica, por lo que sobre la base del parcelario moderno se ha
postulado la presencia de una basílica bajo la Iglesia del Salvador, un templo entre Tres
Caídas, Alfalfa, Plaza de la Pescadería y A. M.Camacho, un conjunto de tabernae
(tiendas) delimitadas por la manzana de Alcaicería y Herbolarios, mientras que la
manzana entre Huelva y Cuesta del Rosario ocuparía el espacio libre del foro.

24
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

La construcción del foro de época imperial tuvo


consecuencias importantes sobre el otro espacio privilegiado
de la ciudad, el denominado foro republicano. Tras el
abandono de la gran edificación de Argote de Molina a fines
del siglo I d.C., se procede a una importante labor de
reorganización urbanística de todo ese ámbito durante el
siglo II, bajo los Antoninos, que incluye la construcción de una
gran plaza porticada y enlosada de piedra de la que forman
parte las tres columnas de la calle Mármoles (figura 6) y las
dos que hoy se yerguen en la Alameda de Hércules, así como
la presencia de un santuario dedicado a Liber Pater, que
actuaba como local de reuniones y culto de algunas
corporaciones profesionales como los centonarii (bomberos y
transportistas) a los que encontramos honrando con una
dedicación a Antonio Pío. Es posible que durante la obra de
reorganización edilicia del viejo recinto forense republicano se
incluyera la construcción de un teatro, o su ornamentación,
con lo que se podría hablar de la existencia de un gran
complejo monumental y socio-religioso en ese sector.

En un ámbito cercano, bajo la Iglesia de San Alberto, en


una edificación de tipo monumental se ubicaba la sede de la
rama administrativa encargada de los asuntos mineros de
los dominios imperiales en Sierra Morena, a uno de cuyos gestores, el procurator
Flavio Polychryso, los confectores aeris o trabajadores del bronce le dedican una Fig. 6. Columnas de Mármoles
inscripción a comienzos del siglo II en el lugar de su residencia oficial y puerto de Arqueología urbana en Sevilla.
embarque y control fiscal de los lingotes. Un conjunto de inscripciones de 1944-1990 Sevilla 1996. 133.
funcionarios imperiales en Hispalis permiten establecer que, mientras que la sede
del gobernador estaba en Corduba, muy probablemente la administración
procuratoria de la provincia de la Bética tuviera en esta ciudad su asiento por las
facilidades que su ubicación ofrecía para el adecuado desempeño de las funciones
de aquellos. A través de un nutrido cuerpo de libertos y esclavos imperiales esta
rama de la administración gestionaba en la provincia los asuntos fiscales relativos
al patrimonio y a la res priuata del emperador. La ubicación concreta del complejo
procuratorio es desconocida aunque la localización aludida puede hacer pensar en
la Iglesia de San Alberto como lugar al efecto. En cualquier caso es seguro que en
época de Septimio Severo se erigió en él una suntuosa edificación dedicada a la
casa imperial, ornamentada con estatuas de la familia reinante y revestimientos
marmóreos, y que se conmemora en una inscripción reutilizada hallada en la calle
Gallegos y elevada por dos procuradores de la provincia, uno de ellos llamado
Lucrecio Juliano. En ese complejo desempeñarían sus funciones los funcionarios
encargados de la caja del patrimonio imperial como Félix, a quien sus vicarios le
elevaron una dedicación funeraria, o aquel Lycomedes que en 205 dedicó una
estatua a Caracalla, y quizás también Pío, un esclavo del fisco imperial encargado
de la gestión de las contribuciones de trigo procedentes de los arrendamientos de
tierras públicas a mediados del siglo II.

Las intervenciones arqueológicas permiten establecer una funcionalidad


residencial para algunos determinados sectores de la ciudad como se detecta
especialmente en la casa de la calle Guzmán el Bueno, ubicada muy cerca del foro,

25
Sevilla romana

en una tendencia conocida en las elites antiguas de localizar sus viviendas en los
lugares centrales. Se trata de una magnífica mansión (domus), muestra de la
eclosión económica de las grandes familias hispalenses, y que permite hacerse
una idea sobre el estilo de vida de estas oligarquías y la adopción de las formas
arquitectónicas y símbolos culturales romanos dentro del ámbito privado. Menos
vistosas son las edificaciones domésticas del barrio de San Bartolomé y de las
calles Laraña e Imagen, con restos de calidad constructiva y ornamental, y quizá
también en la Plaza de la Encarnación, donde la remodelación de un viejo sector
alfarero dio paso a un edificio construido a fines del siglo I aunque de funcionalidad
desconocida. Semejantes dificultades ofrecen otras edificaciones como por
ejemplo la detectada en Calle Vírgenes / Conde de Ibarra, de época tiberiana o el
edificio público monumental con pilastras adosadas localizado en un adarve de la
calle Francos, de magnífica conservación, y cuya ubicación no lejos del río
permitiría pensar en algún tipo de vinculación con el tráfico fluvial.

El ámbito meridional de la
colonia resulta ser uno de los
espacios privilegiados que
reflejan la acción en Hispalis de
ese otro gran proceso de
reordenación urbanística que
tiene lugar en el siglo II y al que
se viene denominando “segmen-
tación de los espacios públicos”,
por el que nuevas edificaciones
públicas toman el relevo en el
esfuerzo de monumentalización
de las ciu-dades tras el efectuado
durante la centuria anterior y que
afectó básicamente a foros,
templos y teatros. Ahora son termas, edificios colegiales, santuarios y zonas
Fig. 7. Mosaico de las termas del viarias frecuentadas los receptores de los programas edilicios, que conllevan una
Palacio Arzobispal con escena descentralización de la actividad constructiva. En Sevilla esto se aprecia tanto en
de pesca la citada reorganización del conjunto de Mármoles, como en la construcción del
T. Falcón Márquez, monumental complejo termal del Palacio Arzobispal / Abades, erigido en época
El Palacio Arzobispal de Sevilla antonina (figura 7). Además de ello, tanto la arqueología como la epigrafía
Sevilla. 1997. 39]
muestran un importante esfuerzo constructivo en la zona de los Alcázares, donde
la información arqueológica y epigráfica está apuntando a la presencia de un
gran complejo portuario.

Se viene señalando desde hace tiempo que el lugar idóneo para la ubicación
del puerto era la confluencia del paleocauce del río y el arroyo Tagarete. La
presencia de un espacio de funcionalidad mercantil en el sector que comprenden
la Catedral y los Reales Alcázares apoya esta localización, donde la escasas
excavaciones y los sondeos geotécnicos han podido documentar en ocasiones
estructuras interpretadas como almacenes, en consonancia con el entorno donde
se recoge la documentación relativa al tráfico fluvial y a las corporaciones con él
relacionadas, y en otras sólo atestiguar la existencia de estructuras diversas de
difícil interpretación. Se trata de un ámbito de grandes dimensiones; se ha de tener
presente que el trajín fluvial en Hispalis tuvo unas dimensiones que difícilmente

26
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

podemos imaginar hoy día, a la


vista de la capacidad de
almacenamiento de los navíos de
tipo medio, unas 2.000-3.000
ánforas, y la cantidad de envases
que se movían anualmente. Las
estimaciones que se han
realizado a partir de la exploración
reciente del Monte Testaccio en
Roma, compuesto por casi 25
millones de ánforas en un 80 %
olearias béticas, apuntan a una
media anual de 100.000 ánforas
anuales durante los 250 años de
vida de este vertedero; ánforas
que se concentraban en los muelles de Sevilla durante una parte del año, la del mar
abierto a la navegación, entre Marzo y Octubre, y a las que habría que añadir las Fig. 8. Escena de descarga de
que se distribuían para el ejército de las fronteras y las que se encauzaban por el ánforas en el puerto de Ostia
comercio libre, amén del resto de productos de comercio. Se precisaba pues un R. Meiggs, Roman Ostia
ingente número de barcos que necesitan puntos de atraque, oficinas de London-New York. 1985.
contratación de fletes, expedición y cambios, centros de recaudación de Plate XXVI
impuestos y tasas portuarias, almacenes, depósitos, hospedaje y en general todos
los servicios que se requería para el buen funcionamiento de su actividad. El
espacio implicado debió ser pues bastante amplio, algo que puede intuirse a partir
de la comparación con los grandes puertos de recepción de las mercancías béticas
como Ostia, Pozzuoli o el mismo emporio de Roma (figura 8).

Si bien algún autor antiguo indica expresamente que el Baetis estaba


canalizado por todas las ciudades a su paso, hoy por hoy las únicas áreas urbanas
de las que se tiene constancia expresa de su funcionalidad portuaria son el gran
embarcadero de pilotes de madera, con restos documentados tanto en la calle Fig. 9. Pedestal erigido por los
Sierpes como en la Plaza de San Francisco, y los varios pecios de la Plaza Nueva, scapharii qui Romulae
que permiten pensar que en estos puntos se situaban los lugares de atraque, carga negotiantur en honor del
y descarga y fondeaderos, sobre distancias considerables. Junto a estos espacios, emperador Antonio Pío
hay que señalar igualmente el embarcadero de la factoría alfarera del Hospital de las Foto J. Beltrán
Cinco Llagas. Muy recientemente se ha obtenido la confirmación epigráfica de la
existencia en Sevilla de una statio Romulensis, la sede común de las
representaciones comerciales de los colegios profesionales que se
ocupan del abastecimiento de Roma, y que posiblemente estaría situada
en el sector de los Reales Alcázares. Recientes excavaciones en este
recinto han puesto de relieve la presencia de restos constructivos y
epigráficos de gran calidad, cuyo tenor indica la ubicación en ese ámbito
del Patio de Banderas de un sector especializado en el aspecto
organizativo y fiscal del tráfico comercial, particularmente el del aceite.
De este complejo, que presenta una disposición en terrazas, pudieron
proceder las dedicaciones que los barqueros y bateleros fluviales
(scapharii y lyntrarii) que operaban en Hispalis elevaron tanto a
emperadores (figura 9) como especialmente a algunos funcionarios
imperiales responsables de la buena adecuación del río para la
navegación, piezas todas ellas halladas encastradas en la Giralda o

27
Sevilla romana

reutilizadas en el espacio ocupado primero por la mezquita


almohade y luego por la Catedral. Tales son los casos del ingeniero
militar Castricio Honorato y especialmente el de Sexto Julio Posesor,
un verdadero especialista en las tareas de organización de los
suministros oficiales, y que tras su responsabilidad en Hispalis
como “Procurador para la ribera del Baetis” entre los años 161 y 169
d.C. aún desempeñaría en Ostia y Alejandría una notable carrera en
el servicio estatal de aprovisionamientos. Previamente a su llegada
a Hispalis Posesor había sido responsable del pago de las
compensaciones a los productores que vendían su aceite al Estado
así como del abono a los armadores de los fletes del transporte
(figura 10). Es en este conjunto donde cabe situar el local en el que
a mediados del siglo II tenía su sede el splendidissimum corpus
oleariorum, corporación de envasadores de aceite que trabajan para
la Annona y a cuya cabeza estuvo M.Julio Hermesiano, honrado por
su hijo con una estatua erigida en este recinto. Una edificación que
fue ornamentada por Valerio Valente y a la que su hija Valeria añadió una estatua de
Fig. 10. Pedestal de Sexto Julio Minerva Augusta, la diosa del olivo a la que la corporación de comerciantes de aceite
Posesor, procurator ad ripam tanto debía (figura 11). La dedicación de una estatua de una divinidad en un
Baetis entorno de eminente funcionalidad comercial es algo lógico en un mundo en el que
Foto S. Ordóñez las esferas religiosa y comercial están íntimamente unidas, algo a lo que parece
apuntar también la presencia de alguna edificación dedicada a Isis en este mismo
entorno, quizá interpretable como un santuario empórico, confirmando la necesidad
de los recintos religiosos vinculados con la navegación.
Fig. 11. Inscripción relativa al La arqueología nos indica que las operaciones de reforma de todo este sector
corpus oleariorum hallada en el portuario (figura 12), al que puede considerarse plenamente como el emporio de la
Patio de Banderas
M. A. Tabales y A. Jiménez
ciudad y por tanto con una entidad urbanística claramente diferenciada con
Sancho, “Hallazgo de una nueva respecto al resto de la ciudad, tienen su comienzo desde comienzos del siglo I d.C.,
inscripción referente al cuerpo culminando en el siglo II, algo que podría también apoyarse en los testimonios
de olearios en el Alcázar de literarios y epigráficos que señalan la preocupación de Trajano y Adriano por dotar
Sevilla”, Habis 32. 2001. 379. de acueductos, infraestructura portuaria y obras de interés público a ciertas
ciudades y regiones en atención a las necesidades estratégicas y económicas del
Imperio. En cualquier caso las medidas que los emperadores de la dinastía
antonina tomaron con respecto a las necesidades del Estado en materia de
suministros, el tenor de la información epigráfica aparecida en el área, así
como la evolución del comercio oleario apuntan a estas fechas de la segunda
centuria, coincidentes en suma con la que se considera como momento de
mayor esplendor material de las ciudades de la Bética, aunque no se
puede descartar que ya desde mediados del siglo anterior la
infraestructura portuaria hispalense requiriese importantes cuidados.

La ubicación de los edificios de espectáculos de la ciudad en la


topografía urbana es por ahora irresoluble por la total ausencia de
evidencia estructurales de ningún edificio de este tipo. La única
información textual conocida es la referente a la existencia del
anfiteatro a comienzos del siglo IV, a juzgar por las actas del martirio de
Justa y Rufina. El anfiteatro es uno de los símbolos consustanciales a
una colonia militar, muy identificada con este tipo de espectáculos. Y
aunque la epigrafía aparecida en Sevilla apunta a la existencia del

28
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

anfiteatro, son sin embargo piezas controvertidas y difíciles de utilizar desde la


óptica de la reconstrucción del urbanismo antiguo. En todo caso no ha quedado
nada en absoluto de la evidencia estructural del anfiteatro, y consecuentemente
tampoco sabemos nada sobre las fechas ni el contexto de su construcción. Se le
ha venido buscando en diversos lugares de los alrededores, en la fachada oriental
del casco antiguo, hacia el oratorio de las santas Justa y Rufina, el Campo de los
Mártires y el Prado de Santa Justa, sin que se pueda aducir por ahora ninguna
prueba arqueológica en favor de esta hipótesis.

En el espacio periurbano, caracterizado por la


diversidad funcional, las necrópolis constituyen
unidades neurálgicas que conforman auténticas
ciudades de muertos. La combinación de los
hallazgos funerarios con la aparición de inscripciones
sepulcrales permite establecer la disposición de un
cinturón de áreas de enterramiento que rodea el
circuito amurallado de la ciudad por su ámbito sur,
oriental y septentrional. En la parte meridional se
sitúa la necrópolis de la Fábrica de Tabacos, San
Telmo y Prado de San Sebastián, que combinaba
enterramientos hipogeos de notable porte -como en
Roma, erigidos para ser vistos desde el río- con otros
más humildes, y que se mantiene en uso desde
comienzos del Imperio hasta época árabe. La
necrópolis este es muy mal conocida por la intensa
reutilización de los restos que se hizo en época
islámica y el grado de indefinición de la muralla por
ese ámbito. Se conoce la presencia de estructuras y epígrafes funerarios de
momentos altoimperiales en la Casa-Palacio de Mañara, Iglesia de S.Bartolomé, Fig. 12. Áreas relacionadas con
Convento de S. María de los Reyes (ss.II-III) y entorno de las calles Imperial (I-II), el sector portuario
Santiago y Leoncillos. Esta área parece que se extiende a ambos lados del curso Elaboración propia
del Tagarete a juzgar por la aparición de algunas piezas epigráficas en S.Bernardo
y S.Benito y de alguna tumba de comienzos del siglo I d.C. Pero sin duda el área
funeraria mejor definida corresponde al sector septentrional de la ciudad, donde,
en atención a la disposición de los restos resulta factible pensar en la existencia
a partir de la puerta de Santa Catalina de una gran zona funeraria que se
articularía mediante dos “Gräberstrassen” o calles funerarias, dispuesta una a lo
largo de la calle San Luis, como indican los estructuras funerarias halladas
localizadas en sus márgenes, que muestran su uso desde mediados del siglo I
d.C., o las estructuras constructivas, ornamentales e hidráulicas detectadas en
diferentes puntos de todo ese área, usualmente tenidas por uillae suburbanae,
y que pueden responder bien al modelo de proastia y cepotaphia (huertos y
jardines funerarios rodeados de muros y estructuras para el culto, y cuyos
productos sirven para financiar el mantenimiento de éste) que se ve en otros
lugares del mundo romano. Por su parte la otra vía, con restos documentados a
partir de comienzos del siglo I en un posible mausoleo en la calle Matahacas,
parece insinuar su curso a lo largo de la calle Sol, según indican los hallazgos de
inscripciones en Enladrillada, S.Lucía, y Bazar España, extendiéndose hacia el
este extramuros de la muralla islámica a tenor de lo que indican los epígrafes
funerarios del Colegio de la Trinidad y calle Arroyo.

29
Sevilla romana

También forman parte de los


espacios periurbanos más cercanos a
las murallas los vertederos y
escombreras, de los que existen
testimonios en los conventos de Santa
María de los Reyes y de San Agustín y,
desde época muy temprana, en la
Diputación Provincial. En lo que
respecta a las áreas de funcionalidad
industrial se conoce por ahora la
existencia de talleres de artesanos de
vidrio y hueso en el sector oriental de la
ciudad (calles Imperial y Lanza), así
como alfarerías en la Plaza de la
Encarnación, en momentos previos a
su urbanización en el siglo I d.C. Se
desconoce, por el contrario, la ubicación de las industrias en las que operan los
Fig. 13. Reconstrucción del negociantes de hierro -como aquel T.Rufonio Broccino que se avecindó en Hispalis-
conjunto alfarero del o los trabajadores del bronce que nos mencionan las inscripciones. Sin duda el área
Parlamento de Andalucía
M. A. Tabales Rodríguez,
industrial mejor representada es el gran centro alfarero recientemente detectado
“Algunas aportaciones bajo el Parlamento de Andalucía y Don Fadrique, que funciona desde época de
arqueológicas para el Claudio conformando un complejo industrial de talleres, almacenes y vertederos de
conocimiento urbano de los hornos de fabricación de ánforas para almacenar aceite, vino, mostos cocidos y
Hispalis”, derivados de la uva y quizá también conservas saladas (figura13). Se trata de un
Habis 32. 2001. 393 conjunto especialmente importante porque supone la confirmación del papel
económico de Hispalis no solo como estación fiscal y puerto de exportación e
importación, sino también desde el punto de vista de la producción, lo cual aún no
contaba en esta ciudad con un adecuado refrendo arqueológico.

Poca información de las condiciones imperantes en la ciudad tenemos a


partir del siglo III. Desde Septimio Severo el sistema annonario se generaliza en
una clara tendencia a su conversión en impuesto regular, y con ello la relación de
las municipalidades frente al poder central se va alterando progresivamente en
beneficio de una cada vez mayor injerencia de éste frente a aquellas y de un
incrementado grado de responsabilidad de cada ciudad. Es claro que ante esta
tesitura Hispalis, por sus relaciones de tipo oficial con el poder, estaba ubicada en
mejor situación que otras comunidades del entorno cuyas aristocracias parecen
haber sufrido de forma más radical las confiscaciones y cambios de propiedad de
tierras, barcos y fortunas que tuvieron lugar a raíz del ascenso al poder de la
dinastía Severa, si atendemos a la práctica desaparición de las familias
senatoriales tradicionales. Las posibilidades que ofrecía Sevilla ante la nueva
coyuntura de aparición de una flota imperial para el transporte de los productos
hubo de beneficiar directamente a la misma ciudad y a parte de su aristocracia.

No obstante, la situación, en diversos niveles, se iba degradando. El peso cada


vez mayor de la financiación del ejército profesional, la plebe frumentaria de Roma
y la compleja burocracia funcionarial, el aumento progresivo de la presión
impositiva y especialmente el fin de la expansión territorial y la incapacidad
tecnológica de aumentar los niveles productivos para generar excedentes son
fenómenos que expresan claramente el desarrollo desigual de unas estructuras

30
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

políticas de perfiles modernos cuyo ritmo de evolución divergía ya


sustancialmente de las económicas, más arcaicas. Así el poder estatal comenzó a
dar muestras de su preocupación por la economía ciudadana y la propiedad
pública mediante el envío de funcionarios de control de las finanzas locales, de
alguno de los cuales se tiene noticias en Hispalis, de igual manera que el cambio
de status de la provincia a mediados de siglo, de senatorial a imperial, parece estar
reflejando alteraciones sustanciales en las estructuras administrativas del
Imperio. El comercio interprovincial se reduce progresivamente a la par que los
productos oficiales y fiscales van ganando terreno al comercio privado por las
acuciantes necesidades militares del Estado y la ampliación del aparato estatal,
que progresivamente va dejando de ser un conglomerado de ciudades autónomas
para ir evolucionando hacia un estado de corte moderno. Así durante el siglo III,
paralelamente a la creciente competencia del aceite africano, los niveles de
exportación del aceite bético se reducen considerablemente. El Estado intentará
en vano reconducir la situación por medio del sistema coercitivo aplicando, ya bajo
Galieno, las propiedades inmuebles de los transportistas a la prestación
navicularia; también la protección legal y las ventajas jurídicas concedidas a los
armadores hispanos adscritos al servicio de la Annona iba encaminada en ese
sentido de garantizar el aprovisionamiento estatal a Roma, al ejército y a la
burocracia imperial. La aristocracia hispalense pudo ser una de las grandes
beneficiadas por las medidas imperiales tomadas desde Marco Aurelio, y herederas
de las determinadas por Adriano, que garantizaban la exención de las cada vez más
onerosas y pesadas obligaciones municipales a aquellos elementos que ponían a
disposición de la Annona barcos que desplazasen 400 toneladas o más.
Posteriormente, bajo Constantino, se ampliarán las ventajas fiscales -y el control-
concedidas a mercaderes y armadores hispanos para asegurar el abastecimiento
del Estado, en un intento de estimular el cambio de mentalidades de aquellos que
disponían de recursos suficientes como para encuadrarse al servicio de Roma.
Una de las consecuencias de esta política será la concesión del rango ecuestre a
los implicados en el servicio de la Annona, lo que no hacía sino aumentar de hecho
los grandísimos privilegios fiscales de que ya disfrutaban y parejamente venía a
refrendar la zanja social que se venía abriendo entre los más pudientes y esos
otros sectores que aparecen denominados como humiliores. Ello puede a su vez
contribuir a entender en cierta manera la desaparición progresiva de Itálica como
escenario de las manifestaciones del prestigio de la aristocracia de la zona; junto a
ello fenómenos de tipo político con repercusiones sociales como la represión
severiana de la vieja aristocracia senatorial bética pudo coadyuvar a alterar aquella
situación de simbiosis en beneficio de una Sevilla mejor dispuesta que la vieja
colonia para la nueva situación y en la que era posible la vinculación del otium cum
dignitate con el negotium que proponía el Estado con su legislación. Para ello la
obligatoriedad de poseer y mantener una flota para el transporte por parte de los
armadores cuyas fincas estaban adscritas al abastecimiento de Roma debió de
tener un peso no desdeñable en ese cambio favorable a Hispalis.

Se ha transmitido usualmente una visión pesimista y deformada de la realidad


urbana de los siglos III y IV en Hispania proveniente de una valoración sesgada de los
restos arqueológicos que privilegia un panorama desolador de colapso y ruina de la
vida ciudadana en contraste con el sistema altoimperial, identificando la
transformación de la cultura material con la falsa idea de la desaparición del concepto
de ciudad y del sentido cívico. Desde diferentes ámbitos se viene insistiendo en la

31
Sevilla romana

necesidad de modificar la extendida imagen de decadencia urbana que caracteriza a la


ciudad tardorromana, para lo que se hace preciso evaluar grados y ritmos de
adaptación de la vida urbana, de sus funciones y espacios, a las nuevas condiciones
históricas, y determinar la consiguiente alteración del modelo de ciudad proveniente
del siglo I d.C. Como reflejo de los cambios políticos y socioeconómicos de la época, las
ciudades van a ir dejando de ser los centros de representación de las elites ciudadanas,
con lo que se genera un conjunto de fenómenos de notable impacto en la imagen de
las ciudades a través de los cuales se produce la modificación paulatina de los hitos
urbanísticos fundamentales sobre los que se había erigido el modelo altoimperial, sin
que ello implique su desaparición o ruina completa. Como reflejo de esta redefinición
de la ciudad es posible detectar expresiones de la continuidad y mantenimiento de
usos y sectores urbanos de momentos anteriores, mientras de forma paralela se
conforman nuevos modelos urbanos que responden al fuerte cambio de las
estructuras ideológicas y a las nuevas necesidades del hombre de la época.

Este auténtico “renacimiento urbano” sobre nuevas bases


se produce básicamente en el siglo IV, aunque hunde sus raíces
en la centuria anterior, y es difícil de apreciar con nitidez en
Hispalis. Así, si en líneas generales los grandes espacios públicos
continuaron en uso hasta el siglo V, aunque progresivamente
perdiendo peso con respecto a otros conjuntos edilicios, en Sevilla
los núcleos forenses parecen mantener su continuidad como
centros de representación durante todo el siglo III y comienzos del IV
a juzgar por las dedicaciones de inscripciones al emperador
Aureliano en Cuesta del Rosario y al tetrarca Constancio en la zona
foral de Mármoles/Abades, donde la república hispalense elevó una
estatua a su numen y majestad (figura 14). Bajo la iglesia del
Salvador unos monumentales restos localizados en el siglo XVII se
han relacionado con la basílica del foro, quizá adaptada al culto
cristiano en época teodosiana. La evidencia arqueológica y
musivaria muestra que el edificio termal de Cuesta del Rosario
continuó en uso hasta fines del siglo V, mientras que por su lado el
conjunto termal de Abades/Palacio Arzobispal, aunque irá
experimentando cambios importantes a lo largo del siglo IV, aún
estará en funcionamiento bajo Teodosio. La continuidad de
ambos edificios y su funcionalidad es un claro síntoma de la
vitalidad de la vida ciudadana. Se aprecia también la continuidad
Fig. 14. Pedestal del emperador de ciertos ámbitos residenciales como los ubicados en la zona de San Bartolomé
Constancio J. Laso de la Vega, y Aire, mientras que áreas de servicio y producción como los vertederos del
“Extracto de la disertación Cuartel de Intendencia, los edificios de producción de vidrio en c/ Imperial o el
escrita con motivo de una conjunto alfarero del Hospital de las Cinco Llagas mantienen su funcionamiento
inscripción antigua descubierta hasta fines del siglo III y probablemente continúan en el siguiente. De forma
en Sevilla”,
Memorias Literarias de la Real
análoga ciertas áreas de enterramiento como las necrópolis de San Telmo, San
Academia Sevillana de Buenas Agustín (con tumbas de los siglos V y VI ), la Buhayra, el Colegio de la Trinidad o
Letras I. 1773. 80 las mismas calles funerarias de San Luis y Sol, que prolongan su uso en algún
caso hasta los siglos V-VI, mantendrán su funcionalidad desde época altoimperial.
En fin, y a pesar de que se desconozca su ubicación, las actas del martirio de
Justa y Rufina permiten saber que el anfiteatro, uno de los espacios capitales en
la vida comunitaria y que ya por entonces había suplantado en popularidad al
teatro y a los juegos escénicos, se mantenía en uso a fines del siglo III.

32
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

Por su parte la línea que incide en las novedades y rupturas con respecto a la
tradición permite señalar un conjunto de fenómenos que terminarán por alterar
sustancialmente la imagen urbana de las ciudades romanas en estas fechas
tardías. Por un lado el desmantelamiento y desaparición de conjuntos edilicios de
los centros monumentales al perder su funcionalidad y sentido cívico originarios,
y poco más tarde, a partir del siglo V, la desaparición del poder político romano,
traerán como consecuencia urbanística la innecesariedad de basílicas, templos y
curias, y en general la pérdida de significado de los conjuntos forales y de otros
tipos de construcciones. Nuestra realidad es por ahora modesta y difícil de
cualificar: es el caso del edificio del Corral de Tromperos de época tiberiana,
desmontado en el siglo III y que conocerá otra fase constructiva en el VI. También
las edificaciones de Argote de Molina del siglo II, de carácter público, son
abandonadas en estos momentos, para esperar a la construcción de otro edificio,
probablemente de carácter doméstico, a mediados del V, como ocurre igualmente
con las construcciones del siglo I del Mercado de la Encarnación y con la domus
de Guzmán el Bueno. Es también el caso de algunas zonas de necrópolis que son
abandonadas, como la detectada en c/ Matahacas, que pasa a ser un vertedero
durante el siglo III. Otro de los fenómenos característicos es el de los
enterramientos intramuros, testimonio de la quiebra de la norma que separaba
tajantemente a los vivos de los muertos en el Alto Imperio: esto se ha constatado
en Sevilla en el Palacio del Conde de Ibarra en la Plaza de S.Leandro, con tumbas
de inhumación de los siglos III y IV, en este caso combinado además con otro
rasgo común en las ciudades tardoimperiales, el de la amortización de espacios
públicos mediante la privatización del viario urbano, pues se construye un
edificio de sillares sobre la vieja calle altoimperial. Mucho más tarde, a mediados
del siglo VI, las crónicas de los reyes visigodos indican que se erigen edificaciones
para acoger las dependencias de representación de la realeza, como el palacio en
que el rey Teudiselo fue asesinado durante un banquete.

Las más recientes intervenciones arqueológicas en Sevilla han introducido en


su metodología la aplicación de análisis geoarqueológicos y sedimentológicos
que han puesto de relieve la necesidad de valorar adecuadamente la incidencia
del factor ecológico en la transformación de la ciudad tardorromana. De resultas
de ello se ha sugerido la existencia de una regresión urbana en ciertos ámbitos de
la ciudad producto de la reactivación de la dinámica fluvial en los siglos IV y V con
el consiguiente incremento de las inundaciones y el grosor de los depósitos de
limos. Esta circunstancia se aprecia especialmente en los sectores oriental -
afectado por el Tagarete- y meridional, donde en el área de los Reales Alcázares,
Catedral y Plaza Virgen de los Reyes, se ha podido constatar el abandono de
importantes zonas que habían constituido espacios nucleares de la ciudad
altoimperial, en particular el complejo edilicio portuario del Patio de Banderas.
También en el sector norte parece insinuarse el abandono generalizado de
amplios sectores funerarios a partir del siglo IV que no serán reocupados hasta
época islámica.

Sin duda uno de los fenómenos más trascendentales en la mutación de la


ciudad antigua y en la perturbación de su fisonomía es el que acertadamente se ha
denominado “cristianización de la topografía urbana”, que origina el surgimiento de
edificaciones religiosas y espacios sacrales cristianos cuando desde Teodosio la
nueva fe se convierta en el credo oficial del Imperio. El cristianismo llenará de

33
Sevilla romana

nuevas funciones y revalorizará la vida comunitaria sobre bases diferentes con la


generación de nuevos focos de atracción urbana, sean intraurbanos o extramuros:
basílicas, martyria e iglesias pasarán a constituir los puntos nodales en torno a los
que se articularán las nuevas relaciones sociales, especialmente cuando una nueva
figura, el obispo, se incorpore como personaje relevante en la vida urbana como
intermediario entre los fieles y los santos patrones, y con ello se coloquen las bases
sobre las que se va a erigir el predominio ideológico y sociorreligioso de las
oligarquías ciudadanas de época visigoda. En Sevilla el primer obispo conocido es
Sabino, al que vemos acudiendo en representación de su sede al concilio de Elvira
en los primeros años del siglo IV y que aparece mencionado por las mismas fechas
en el acta del martirio de Justa y Rufina procediendo al enterramiento de la primera
de ellas “en el cementerio hispalense”. Estos dos episodios muestran la efectiva
consolidación de una importante comunidad cristiana durante el siglo III, que solo se
mostrará activa en el ámbito urbanístico a partir de fines del siglo IV o comienzos
del V, cuando se construye un edificio basilical extramuros, en el Patio de Banderas
de los Reales Alcázares, con una piscina bautismal que es reformada en dos
ocasiones durante época visigoda en función de los cambios de rito. Hay que
señalar no obstante que no existe unanimidad sobre la consideración de estos
restos como pertenecientes a una basílica, y recientemente se ha señalado que su
imagen cuadraría mejor con la de una domus. En Sevilla la transformación física se
testimonia además en la aparición de una serie de espacios cristianos de los que
tenemos noticias literarias durante los siglos VI y VII sin refrendo arqueológico. Así,
la sede catedralicia de la Santa Jerusalén, donde se celebraron los concilios de 590
y 619, y que disponía de un atrio, se ha buscado tradicionalmente bajo la iglesia del
Salvador. La basílica de San Vicente, profanada por el rey vándalo Gunderico en 428,
se ha situado en ocasiones en el Alcázar, en el Patio de Banderas, mientras que de
una tercera iglesia dedicada a Rufina se tienen noticias a través de las fuentes
árabes, que indican que a inicios del siglo VIII, ya convertida en mezquita y
residencia de uno de los hijos de Musa, se situaba en las cercanías de Sevilla,
dominando el campo sevillano. También en sus inmediaciones, pero cruzando el río,
se situaba la basílica de San Geroncio, que visitó Fructuoso de Braga hacia 650 d.C.
y que quizá era el centro de un arrabal suburbano, otra variante de la
transformación física de la ciudad tardoantigua. En esta línea el surgimiento de
monasterios y comunidades suburbanas dedicadas a la observación de sus reglas
resulta ser otra de las novedades urbanísticas que contribuyen al cambio de la
imagen urbana. En Sevilla la correspondencia de Leandro nos informa de la
existencia de un monasterio en algún lugar indeterminado en los aledaños de ésta
a fines del siglo VI, y en el que profesaba su hermana Florentina.

Durante toda la época tardorromana Hispalis continuó siendo la metrópoli del


área rural circundante, mientras el poblamiento rural certifica el mantenimiento de
un dinamismo bastante similar en líneas esenciales al de épocas anteriores. Y
aunque ocasionalmente algún gobernador se encuentre en la ciudad en el momento
de recibir las leyes -como fue el caso del vicario A.Tiberiano en 336- y no se pueda
considerar, como a veces se ha mantenido, a Hispalis como capital administrativa de
la diócesis de las Españas en el siglo IV, ello no significa que la ciudad no mantuviera
e incluso incrementara su peso específico a nivel regional. Diferentes estudios han
mostrado cómo existe una situación ambivalente en esta centuria en la que las
grandes capitales y ciudades, símbolo de la ciuilitas y asiento de comodidades y
ventajas tanto para clases superiores como proletarios, ven crecer su población y su

34
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

peso específico en la región, en perjuicio de las pequeñas ciudades, amenazadas por


la despoblación y la falta de asistencia, y tal esquema puede vislumbrarse en la
provincia bética y en el Bajo Guadalquivir. A ello contribuyó, como en otros lugares, la
presencia de la Iglesia, que toma ahora el relevo de las instituciones imperiales en la
función redistributiva y en la protección de los más débiles: las ciudades con
comunidades cristianas importantes se convierten así en un foco de atracción y en
un marco nuevo de integración y promoción de las aristocracias. En el caso de
Sevilla estamos muy mal informados de las uillae suburbanas de carácter lujoso que
se situaban en cinturones alrededor de la ciudad, habiéndose detectado
establecimientos en Huerta del Rey (necrópolis del siglo V), La Corza (necrópolis del
siglo VII), Miraflores, La Fontanilla, La Cartuja (necrópolis de los siglos IV-V), Colegio
Paulo Orosio (necrópolis del siglo III) y Hacienda Su Eminencia. La conocida
ruralización de la Bética por estas fechas no es incompatible con el mantenimiento
de una floreciente vida urbana en ciertas capitales, si bien bajo presupuestos ya un
tanto diferentes, puesto que las ciudades pasan a ser escenario del poder de los
honestiores y potentiores de base rural nacidos del cambio social y de la
concentración de la riqueza y la propiedad rural en menos manos.

En la tardorromanidad, se hacen patentes la reducción de los intercambios


comerciales en el Estado y la restricción y detraimiento de las actividades
económicas conforme la gestión centralizada se iba deteriorando, con la
consecuencia del desplazamiento de los ejes comerciales y económicos al
interior peninsular, en una situación en la que prima la atención a la producción
frente a la distribución. Con todo, si bien nunca se alcanzarán los niveles de las
dos primeras centurias y la reducción del volumen de comercialización es
evidente, la producción olearia para la exportación se mantiene en la Bética hasta
la conquista bizantina del SE peninsular a comienzos del siglo VI, y
consecuentemente el puerto de Hispalis continuará ocupando, aunque sobre
bases diferentes y menos articuladas, un lugar relevante entre las grandes
metrópolis peninsulares. Su función como puerto encauzador del comercio y las
relaciones exteriores del mediodía peninsular se mantiene a la par que su
importancia geopolítica se acrecía como queda de manifiesto en su activa
presencia en las estrategias de los distintos soberanos germanos, su función de
sede real en ciertos momentos de la etapa visigoda y la presencia de un potente
episcopado muy activo en el ámbito intelectual y eclesiástico. Todo ello justifica
la consideración de Hispalis como uno de los puntos fundamentales de acceso a
la Península de los grandes comerciantes orientales, los transmarini negotiatores
mencionados en la legislación visigoda. Menudean a lo largo de los siglos IV al VIII
las noticias que confirman la vitalidad del puerto hispalense y el mantenimiento
de las viejas redes marítimas de relaciones tanto con las zonas más inmediatas,
caso del Norte de África, como con el extremo oriental del Mediterráneo. Es el caso
de la presencia de una comunidad de comerciantes extranjeros, sirios y griegos
fundamentalmente, cuya presencia, que se puede remontar según los
testimonios de epígrafes griegos al siglo II, está bien testimoniada desde fines del
III en la existencia de cultos de origen sirio que se practicaban públicamente en
Sevilla, tal como demuestra el episodio del martirio de Justa y Rufina con
respecto a Baal y la fiesta de las Adonías. A estos activos grupos pertenecía aquel
Aurelio Heliodoro procedente de Tarso y residente en Sevilla a fines del siglo IV, y
que vino a morir en Tarragona. La actividad marinera de la Hispalis de época
visigoda está avalada por la existencia de la evidencia material que supone el

35
Sevilla romana

hallazgo de un ancla de un pecio bizantino localizado en la Plaza Nueva, como es


muy factible que sus astilleros fuesen empleados para aprestar la flota que
Geiserico y sus vándalos asdingos utilizaron para pasar a África, lo que significa
que las capacidades de movilizar una flota de gran calibre eran aún muy notables.

El contacto con Oriente por vía marítima está atestiguado tanto


arqueológicamente, en la recepción de aceite bético en Judea a mediados del siglo
V, como por la literatura, que nos refiere la llegada al puerto de Hispalis de
comerciantes orientales que en 456 arriban con la noticia de la victoria del
emperador Marciano sobre los caucásicos lazas, lo que supone que la ciudad
estaba al tanto de lo que ocurría en las lejanas fronteras del imperio. La
persistencia de los contactos de la ciudad con el norte de África para fechas de
mediados del siglo VI queda señalada en el testimonio de Procopio de Cesarea en
el que se menciona a comerciantes de Cartago que se dirigen a la sede de Teudis.
Y fue precisamente la voluntad de la monarquía visigoda por controlar el Estrecho
de Gibraltar una de las razones que explican el interés del poder real por hacerse
presente en Sevilla desde mediados del siglo V, que llegó a plasmarse cuando con
Teudis, Teudiselo y Atanagildo Sevilla se convierte en una de las sedes regiae del
reino, cuya importancia se reforzará cuando los bizantinos creen la provincia de
Spania a lo largo de las costas meridionales de la península. El viaje de Leandro de
Sevilla en 582 a Constantinopla en búsqueda del apoyo del emperador Tiberio para
Hermenegildo y la nutrida correspondencia que resultó de su amistad con el futuro
Papa Gregorio, confirman el mantenimiento de los ejes de comunicación con el
Mediterráneo central y oriental, como asimismo lo corrobora el intercambio de
correspondencia entre los papas Simplicio y Felix con el obispo hispalense Zenón
en fechas poco anteriores (fines del V), y más tarde, a principios del VII (619), la
presencia en el II Concilio de Sevilla de un obispo monofisita sirio que arriba a
Hispalis por vía marítima para asistir a la reunión. La existencia de una activa
colonia de comerciantes orientales es un testimonio relevante del mantenimiento
de las bases comerciales que habían hecho la fortuna de Sevilla en momentos
anteriores, y que a pesar de los grandes cambios operados en el Estado que las
había generado mostraba aún su vitalidad como centro mercantil y de exportación.

El Ajbar Maymu'a recuerda la grandeza de Sevilla en el momento de la conquista


musulmana: Después marchó Muça a Sevilla, que era la mayor y más importante
de las ciudades de España, notabilísima por sus edificios y monumentos. Antes de
la invasión de los godos había sido capital del reino, hasta que, vencedores éstos,
trasladaron la sede a Toledo, quedando, sin embargo, en Sevilla, la nobleza romana
y los jurisconsultos y sabios en letras sagradas y profanas. El pasaje es un claro
testimonio de la existencia en los momentos finales de la monarquía visigoda de
una potente aristocracia de origen romano, epígonos de la vieja nobleza senatorial
bética tardorromana, como aquellas Paula y Ceruella, clarissimae feminae
enterradas en la necrópolis de San Bernardo en el siglo VI (figura 15), o Aurelia
Proba, de su mismo rango, por no mencionar la potentísima familia de Severiano,
con sus hijos Isidoro, Leandro y Florentina, emigrados desde Cartagena ante la
invasión bizantina. En fin, el activo papel que la sede sevillana desempeñó en los
concilios toledanos refleja el definitivo trasvase de la antigua aristocracia senatorial
del Bajo Guadalquivir a Sevilla y su conversión en centro cultural y religioso donde
se hace efectiva la fuerza de los poderes locales autónomos. El creciente
protagonismo que mostraron estas noblezas urbanas hispanoromanas a partir del

36
Salvador Ordoñez Agulla EDADES DE SEVILLA

Fig. 15. Necrópolis de San


Bernardo, con los sepulcros
visigodos de Paula y Ceruella y
otros romanos
Iconografía de Sevilla 1650-
1790.
Madrid. 1989. 12, fig.4,
recreación decimonónica
del original de G.Hoefnagel en
Civitates Orbis Terrarum, 1572.

siglo V se apoyó especialmente en el control de las sedes episcopales de las


grandes ciudades como Sevilla, en los símbolos urbanos de su poder (murallas y
santos locales) y en el dominio territorial que ejercían a través de los grandes
centros señoriales rurales de tipo fortificado y con ejércitos personales propios
reclutados entre el campesinado dependiente.

Cuando en 409 suevos, vándalos asdingos y silingos y alanos irrumpieron en


Hispania inauguraron un período de inestabilidad y confusión política, derivadas
del debilitamiento de la presencia imperial romana. Sevilla, situada en una zona
de alto valor estratégico para los diferentes contendientes, comenzó desde 425
a experimentar las consecuencias propias de una época de transformaciones
radicales, cuyo resultado fundamental fue la desvinculación de la provincia bética
de la estructura estatal romana. Ante la ciudad, libre ahora de un poder estatal
fuerte que reprimiera las ansias expansivas de sus aristocracias, ansias parejas
a su celosa independencia, se abría un período nuevo.

37
Sevilla romana

BIBLIOGRAFÍA
J. L. Escacena - A. Padilla, El poblamiento romano en las márgenes del antiguo estuario del
Guadalquivir. Écija. 1992.
G. Chic García, La navegación por el Guadalquivir entre Córdoba y Sevilla en época
romana. Écija. 1990.
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1989.
S. Ordóñez Agulla, Primeros pasos de la Sevilla romana. Sevilla. 1998.
S. Ordóñez Agulla, “El puerto romano de Hispalis”, IV Jornadas de Arqueología
Subacuática. Valencia (en prensa).
M. A. Tabales Rodríguez, “Algunas aportaciones arqueológicas para el conocimiento
urbano de Hispalis”, Habis 32. 2001, 387-423.

38
De Hispalis a Isbiliya

Magdalena Valor Piechotta


EDADES DE SEVILLA

De Hispalis a Isbiliya
Magdalena Valor Piechotta

La ciudad de Sevilla fue durante cinco siglos y medio una ciudad musulmana.
Desde el año 711 ó 712 hasta 1248 fue una ciudad que sufrió un proceso de
islamización, para de nuevo después de la conquista cristiana de 1248 sufrir un
nuevo proceso de cristianización.

Los cinco siglos y medio de la etapa islámica, en los que la ciudad se llamó
Isbiliya, los podemos dividir en dos grandes etapas cronológicas, que son, desde
la conquista musulmana (711 ó 712) hasta el año 1147(año de la ocupación de la
ciudad por los Almohades), y desde 1147 hasta 1248, centuria en que Isbiliya
estuvo dominada por los Almohades (dinastía norteafricana).

La reconstrucción de estas dos grandes etapas de la ciudad andalusí es


posible gracias al estudio de las fuentes escritas (árabes y castellanas), a la
historiografía, la iconografía (planimetría, dibujos, grabados, etc.) y la
investigación arqueológica. Es evidente el gran desequilibrio que existe entre las
dos etapas mencionadas.

La primera etapa, abarca algo más de cuatro siglos, mientras que la segunda
sólo un siglo. Durante esos cuatro primeros siglos se suceden distintas
situaciones políticas: Emirato dependiente de Damasco (712-756),
Emirato omeya (756-931), Califato de Córdoba (931-1023), Reinos
de Taifas (1023-1091), Almorávides (1091-1147). Es impensable
que en un periodo tan dilatado estemos hablando de una única fase
en Isbiliya. Sin embargo, la carencia de datos, tanto procedentes de
las fuentes escritas como de los vestigios arqueológicos, no nos
permiten diferenciar con claridad cuestiones vitales, como son: el
proceso de islamización de la ciudad, el grado de conservación de
la muralla de Hispalis, la transformación de la cerca urbana, el
crecimiento de la ciudad, la transformación de la red de calles y
otras tantas cuestiones que esperamos conocer en el futuro a
través de la arqueología urbana. [figura 1]
Fig. 1. Isbiliya entre el 712
Actualmente, estamos en condiciones de afirmar que de forma general la y 1147
ciudad romana subsiste en la ciudad islámica al menos hasta el año 1000 y que la ciudad de la cota 14
es a partir de los Reinos de Taifas cuando se produce una transformación decisiva
del urbanismo y del caserío, así como del Alcázar o castillo urbano.

41
De Hispalis a Isbiliya

La segunda etapa arranca desde 1147 y supone una renovación tan radical de
la ciudad, que su influencia se puede ver con claridad todavía hoy. De este
momento fue la gran ampliación de las murallas, la reconstrucción de un
acueducto antiguo, la construcción de una nueva mezquita aljama (mezquita
mayor o mezquita de los viernes), una nueva alcaicería, nuevos baños y nuevos
recintos murados palatinos. Ello supuso una gran operación urbanística que se
produjo desde mediados del siglo XII hasta comienzos del siglo XIII.

La ciudad medieval que nosotros percibimos hoy es fundamentalmente la


Isbiliya almohade y la gótico-mudéjar de los siglos XIV y XV.

ISBILIYA PRE-ALMOHADE
Apenas tenemos información sobre las características de la ciudad en estas
fechas. Los temas que debemos tener en cuenta son: la muralla urbana, los
palacios, las mezquitas, el centro comercial, las viviendas, las infraestructuras
(baños, atarazanas, puentes, muelles, abastecimiento de agua, alcantarillado, las
necrópolis), y el urbanismo.

LA CERCA URBANA
No conocemos con seguridad el trazado de la muralla romana, ni tampoco el
de la muralla pre-almohade. La hipótesis que todavía hoy continua vigente fue la
propuesta por el Prof. Francisco Collantes de Terán en su tesis doctoral del año
1957, publicada en 1977. Este autor traza un recinto amurallado de forma
triangular que abarca aproximadamente la zona del casco histórico por encima de
los 12 m de altura. Varios han sido los puntos donde se han localizado restos de
esta muralla que corresponden a materiales constructivos diversos: sillares,
tapial y aparejos mixtos.
En las fuentes escritas se mencionan hasta siete puertas, de las que sólo
podemos localizar cuatro:
- Bab Hamida en el oeste
- Bab al-Hadid y Bab Qarmuna en el este.
- Bab al-Najil y Bab al-Faray en el sur.

Tampoco sabemos nada de la tipología de estas puertas, salvo en el caso de


Bab Qarmuna, donde la crónica de Ibn Hayyan nos describe un acceso
flanqueado por dos torres y precedido por una explanada.

LOS PALACIOS
En época omeya podemos diferenciar dos palacios, el palacio del gobernador
que se hallaba inmediato a la mezquita aljama; y, el palacio del príncipe que se
encontraba en la periferia de la ciudad.

El palacio del gobernador estaba junto al flanco meridional de la mezquita de


Ibn Adabbas, en la zona que conocemos hoy como Cuesta del Rosario. En el año
889/890 como resultado de una revuelta, el gobernador de la ciudad decidió
amurallar su palacio abarcando buena parte de la sala de oración (haram) de la
mezquita. Este recinto conectaba con el exterior por el oeste y tenía una única
puerta llamada Bab Hamida. De todo ello, no queda nada, salvo los textos
cronísticos en lengua árabe.

42
Magdalena Valor Piechotta EDADES DE SEVILLA

El palacio del príncipe se encontraba en un extremo de la ciudad, que puede ser


o bien el área en torno a la Cartuja y el monasterio de San Clemente o, el primer recinto
del Real Alcázar de Sevilla (alcázar fundacional). En el segundo emplazamiento
posible, recientes excavaciones arqueológicas han datado este recinto como la Dar
al-Imara (casa de gobierno) construida por Abd al-Rahman III a comienzos del siglo X.
En cuanto a las fuentes de época Taifa, las poesías del rey abbadí al-Mutamid
mencionan numerosos palacios, de los que apenas se habían propuesto algunas
hipótesis y que sólo hace pocos años se han detectado vestigios materiales en
las excavaciones del Real Alcázar de Sevilla. Se mencionan diversos palacios cuya
identificación, hoy por hoy, es pura hipótesis, caso de Qasr al-Mubarak, Hisn al-
Zahir, Qasr al-Mukarram, Qasr al-Wahid, Qasr al-Zahi y Dar al-Muzayna. No sería
de extrañar, teniendo en cuenta la costumbre de yuxtaponer palacios en el Islam,
que algunos de ellos estuvieran en los recintos amurallados que conformaban el
primitivo Alcázar de Sevilla.

LAS MEZQUITAS
Tampoco tenemos muchos datos de las mezquitas de esta etapa pre-
almohade, aunque gracias al hallazgo del epígrafe fundacional de la mezquita de Fig. 2. Alminar de Ibn Adabbas
Ibn Adabbas, situada en el emplazamiento de la actual iglesia del Divino Salvador, según F. Hernández Jiménez
sabemos que ésta era la mezquita mayor de Sevilla desde el año 829 hasta el
1182 fecha en que el sermón de la jutba pasó a pronunciarse en la nueva
mezquita aljama almohade, actual catedral de Sevilla.

El templo fue construido durante la égida del emir omeya Abd al-Rahman II
(año 214H/829). El epígrafe fundacional labrado en un fuste de mármol gris, es el
más antiguo de los encontrados en al-Andalus, y dice así:
Dios tenga misericordia de Abd al-Rahman b. al-Hakam, el emir justo, el bien
guiado por Dios, el que ordenó la constrcción de esta mezquita, bajo la dirección de
Umar Ibn Adabbas, qadi de Sevilla en el año 214 (11 de marzo de 829/27 de febrero
de 830). Y ha escrito Abd al-Barr b. Harun. [Traducción de M. Ocaña Jiménez].

En la incursión vikinga del año 844 en Sevilla, esta mezquita fue duramente
atacada con flechas incendiarias. Al no haber logrado que ardiera, el templo
adquirió un halo de santidad que lo convirtió en un lugar venerado en la ciudad y
fuera de ella. Ello explica la atención que los diferentes monarcas le prestaron y
las distintas reparaciones que conocemos a través de la epigrafía y de las
crónicas. Así, bajo el reinado de al-Mutamid en el año 472H/1079-1080 se reparó
la parte alta del alminar que se había desplomado como consecuencia de un
terremoto; algo más de un siglo después, 592H/ 1196-1197 bajo la égida del
califa almohade Abu Yusuf Yaqub, se reparó la techumbre del haram y se
adosaron contrafuertes a los muros perimetrales del templo, también se soló el
patio de abluciones (sahn) y se reparó todo lo que amenazaba ruina. Esta
mezquita fue demolida en el año 1671 para construir en su solar la iglesia barroca
que conocemos con el nombre de Divino Salvador. No obstante, del antiguo
templo subsistieron algunas columnas y capiteles situados en el patio al norte de
la iglesia y el alminar, junto a la puerta principal de acceso al mencionado patio.

El alminar [figura 2] es de planta cuadrada, en la actualidad es la torre-


campanario de la iglesia, superponiéndose en ella tres fases constructivas
diferentes, que son:

43
De Hispalis a Isbiliya

- Los primeros 11,5 m de altura (2 m permanecen soterrados) corresponden al


alminar emiral de 5,85 m de lado. Es de sillería, tiene un machón central circular sobre el
que se desarrolla la escalera en forma de cañón rampante.
- La torre se cristianiza y a partir de una cornisa perimetral se construye un
cuerpo de campanas que datamos como Alfonsí (1248-1284).
- La última fase corresponde al campanario actual, que es barroco y por tanto
coetáneo a la obra del templo.

En cuanto a los capiteles y las columnas del patio, corresponden a materiales


de acarreo que debieron ser reutilizados ya en la mezquita omeya. Los capiteles
son fechados como tardo-romanos y visigodos y probablemente procedían del
entorno inmediato -la Alfalfa- donde se supone debió estar el foro de Hispalis.

Otra evidencia de mezquita pre-almohade la encontramos en la torre-


campanario de la actual iglesia de Santa Catalina. De nuevo es una torre de planta
cuadrada, en la que se perciben tres fases constructivas diferentes: La base, que
gira en torno a un machón circular y que tiene una cubierta en forma de cañón
rampante; una segunda etapa constructiva en la que la escalera se desarrolla en
torno a un machón central de planta cuadrada con cubierta en formas de
pequeñas bóvedas escalonadas; y, finalmente el campanario cristiano.

La conclusión más destacable en este epígrafe es la cronología tan avanzada


en la que se construyó la mezquita aljama de una de las ciudades más
importantes del al-Andalus omeya, como fue Sevilla. Había pasado más de un
siglo desde la conquista musulmana ¿dónde habían orado hasta entonces los
musulmanes? Debemos suponer que al igual que en Córdoba se había llegado a
un acuerdo en el uso compartido de las iglesias para ambos cultos, siempre
teniendo en cuenta que los cristianos rezaban orientados hacia el este y que lo
musulmanes en al-Andalus desde el principio debieron hacerlo hacia el sur.

LOS MERCADOS
No tenemos evidencias físicas de un aspecto tan transcendental de una
ciudad andalusí como es el área comercial y artesanal, sin embargo se conserva
una fuente del mayor interés que es el tratado de hisba (de mercado) de Ibn
Abdun. Obra en la que encontramos multitud de referencias a este tema.
Sabemos que extramuros de la ciudad se encontraban mercados de carácter
periódico (productos del campo, ganado, carbón). También extramuros ordena Ibn
Abdun que se instalen los artesanados que generan polución (alfarerías) y malos
olores o suciedad (tenerías, tintorerías).

En cuanto a los mercados intramuros, el principal tenía lugar en torno a la


mezquita mayor. Ibn Abdun menciona p.e., las alhóndigas que correspondían a
edificios de planta centrada en torno a un patio donde se almacenaba y se
vendían productos de primera necesidad (cereales, sal, etc).

LAS INFRAESTRUCTURAS
Precisamente a raíz de la incursión de los vikingos en el año 844 comenzó la
reconstrucción de la muralla de la ciudad y se construyó también una atarazana
(astillero) para fabricar “grandes” navíos.

44
Magdalena Valor Piechotta EDADES DE SEVILLA

El abastecimiento de agua lo conocemos a través del tratado de Ibn Abdun y en


él vemos que, el principal sistema era el de la captación de aguas del río o de algún
manantial que eran transportada a lomos de caballería. Pozos y cisternas aparecen
documentados en las excavaciones urbanas.

En cuanto a la eliminación de aguas sucias, en el tratado de hisba se


mencionan pozos negros, alcantarillas a cielo abierto; encontrándose también
cloacas de origen antiguo reutilizadas todavía en época almohade, en las
excavaciones arqueológicas.

Las necrópolis en las ciudades islámicas se encuentran normalmente


extramuros de la ciudad. A comienzos del siglo XII, según Ibn Abdun, Isbiliya
contaba con dos cementerios, que eran: el de la ciudad y el situado junto a la
mezquita de los Alfareros. En algunas fuentes se mencionan otros topónimos,
cuya localización desconocemos.

En el Museo Arqueológico de Sevilla se conservan dos epígrafes funerarios pre-


almohades [figura 3], uno es de procedencia desconocida y otro se encontró en la
actual Plaza Nueva, en lo que fue la huerta del convento de San Francisco, éste último
datado en el año 1022. En este mismo lugar en el año 1982 se localizaron unos
potentes paquetes de desechos de testar (cerámicas mal cocidas, rotas y pasadas
de horno) que cegaban el antiguo cauce del río, donde a una profundidad de 11 m por
debajo de la cota actual se localizó un ancla fechada como bizantina. Probablemente
en esta zona debía encontrarse la antes mencionada mezquita de los Alfareros.
Fig. 3. Epígrafe funerario del
fatá Safi
ISBILIYA ENTRE EL 1147 Y 1248 Museo Arqueológico Provincial
de Sevilla.
No cabe duda de que desde el primer califa almohade, Abd al-Mumin, se Foto A. Torres Barranco
prestó un gran interés a las obras públicas. Las crónicas de la época destacan la
renovación de cercas urbanas, de mezquitas, mercados, la construcción de
barrios enteros extramuros y la dotación de las infraestructuras urbanas más
avanzadas de la época, al tiempo que la reordenación de los territorios del Imperio
con la erección de numerosas fortificaciones. Esta actividad constructiva fue
especialmente intensa durante los califatos de Abu Yaqub Yusuf y Abu Yusuf Fig. 4. Sevilla entre 1147 y 1248
Yaqub (1163-1199). No obstante, en el caso de Isbiliya, la definida como etapa de según F. Collantes de Terán
decadencia del Imperio Almohade (1199-1229) -desde el punto de vista histórico, Delorme
sin embargo significó la construcción de importantes elementos defensivos para
la ciudad. (figura 4).

Sevilla es un ejemplo significativo de expansión urbana


pleno medieval, no sólo a nivel del Magreb, sino también
de la Europa Occidental, dónde especialmente desde la
segunda mitad del siglo XII, las ciudades registran un
proceso de crecimiento tan radical que va a ocasionar
la necesidad de construir nuevas murallas, castillos
urbanos, templos y edificios públicos. Proceso que
finalmente va a desembocar en núcleos urbanos
totalmente renovados que en numerosos casos han
sobrevivido hasta hoy constituyendo los cascos
históricos actuales.

45
De Hispalis a Isbiliya

La operación urbanística que tuvo lugar en la Isbiliya de la segunda mitad del


siglo XII fue tan importante que no se puede equiparar más que con
intervenciones de pleno siglo XX, es decir a las llevadas a cabo a propósito de la
Exposición Iberoamericana de 1929 o a la Exposición Universal de 1992. Esta
afirmación la podemos fundamentar en las crónicas, tanto árabes como
castellanas; en la arquitectura monumental que prevalece y en los hallazgos
fruto de las intervenciones arqueológicas.

Las crónicas de la época mencionan el programa de obras, que lo podemos


esquematizar de la siguiente manera:
En la medina:
- La nueva cerca urbana, mencionándose explícitamente la muralla del lado
del río y el muro de la puerta de Yahwar.
- La adición de nuevos recintos amurallados a la Dar al-Imara omeya y abbadí.
Cercas que las fuentes denominan alcazabas.
- La construcción de la nueva mezquita aljama y de su alminar. Obra en la que
los califas Abu Yaqub y Abu Yusuf no sólo edificaron un templo que en su tamaño era
equiparable a la aljama cordobesa, sino que además significó un desplazamiento
del centro religioso y comercial hacia el área meridional de la ciudad.
- Rehabilitación de edificios importantes de la medina, caso de la mezquita de
Ibn Adabbas (aljama pre-almohade).
- Modernización del bazar, siguiendo las últimas tendencias del Oriente. Se
trata de la nueva alcaicería que formaba un conjunto de calles con cuatro puertas
de acceso.
Fig. 5. La cerca urbana de época
almohade
La periferia urbana, registra también un nuevo ordenamiento que se concreta en:
según M. Valor Piechotta - La construcción de puentes: la obra más importante es la del puente sobre
el río Guadalquivir, el puente de barcas; a la que hay que añadir la construcción de
puentes sobre el río Tagarete.
- Las calzadas a ambos lados del río Guadalquivir.
- La construcción de residencias en las afueras de la medina,
caso de la Buhayra en tiempos de Abu Yaqub y del Hisn al-Faray
en tiempos de Abu Yusuf.
- La traída de aguas desde Qalat Yabir, el acueducto
llamado Caños de Carmona.

LA CERCA URBANA
Las defensas de Isbiliya fueron erigidas durante el
califato Almohade. El circuito de muralla que es representado
por primera vez en el año 1771 tenía unos 7.000 m de
perímetro, de los que se conservan hoy emergentes y
exentos no más de 2.000 m. Esta cerca tiene en común el
material constructivo -que es el tapial-, la tipología de las
torres-técnica constructiva, cubiertas, vanos, verdugadas de
ladrillo- y el trazado de la planta adaptado a la topografía.
Este segundo recinto plenomedieval que abarca 273 Hc,
supone la delimitación de una espacio urbano tan amplio que
no llegará a colmatarse prácticamente hasta la
contemporaneidad. De este recinto prevalecen numerosos
vestigios a lo largo de la ciudad. [figura 5]

46
Magdalena Valor Piechotta EDADES DE SEVILLA

- A partir de la toma de la ciudad por los almohades (1147), casi de inmediato


comienzan las intervenciones en la cerca de Sevilla. Así, en el año 1150 hay un
texto en el que expresamente se cita la construcción de una alcazaba para
mantener apartados a los nuevos dueños de al-Andalus de los sevillanos.
- Las siguientes referencias con las que contamos corresponden ya al
momento en el que el antiguo gobernador de Isbiliya Abu Yaqub es proclamado
califa, con el objetivo de convertirla en la capital indiscutible de al-Andalus, este
amir al-muminin emprende una intensa labor constructiva en la ciudad. Las
crónicas de Ibn Sahib al-Sala y de Ibn Abi Zar nos informan con un nivel de detalle
excepcional de la importante operación urbanística que se inició en Sevilla bajo la
égida del califa Abu Yaqub y que terminó durante el reinado de su hijo el califa Abu
Yusuf. Estas obras consistieron, entre otros, en la reconstrucción de la muralla
urbana por el lado del río y de las puertas o zalaliq (con rampas cubiertas).
Muralla que los textos nos informan que estaba hecha de guijarros y cal viva.
Además se construyeron hasta cuatro alcazabas, trasladándose de forma
definitiva la zona palatina de la ciudad al sector meridional.

En los años de decadencia del imperio almohade en al-


Andalus (1212-1229), todavía se producen importantes obras
en Isbiliya como en la restauración de las murallas, la
construcción del antemuro y del foso alrededor de todo el
perímetro fortificado, y la edificación de la torre del Oro.

En cuanto a los elementos de las murallas que podemos


destacar, habría que hacer referencia a los siguientes:
El muro de la puerta de Yahwar
Se localiza entre la puerta de la Carne y la “Torre del Agua
o del Enlace”, situada en el límite meridional del segundo
recinto del Alcázar (abbadí).

Este lienzo mide aproximadamente 379 m de longitud,


de él se conservan visibles unos dos tercios solamente. Se
trata de cuatro torres y cuatro lienzos. Estructura de tapial,
que presenta en su composición abundantes guijarros.
Especialmente destacables son las “verdugadas” de ladrillo
que recorren las torres desde el arranque de la cámara
hasta el coronamiento [figura 6].

La muralla por el lado del río Fig. 6. Torre con verdugadas


Corresponde al flanco oeste de la cerca urbana, es decir, desde el postigo del de ladrillo del muro
Carbón hasta la puerta de Bib-Arragel. Esta muralla fue (re-) construida en dos de la puerta de Yahwar
ocasiones, la primera en el 564H/1168-1169 después de una gran riada y la Foto M. Valor Piechotta
segunda en 1201, como resultado también de una inundación.

En 1998 tuvo lugar una intervención arqueológica en la puerta de la


Macarena, en esta ocasión aparecieron dos líneas de muralla; una al sur,
fundamentada en sillares reutilizados, y, otra al norte de tapial desde la base de
obra muy sólida y de gran dureza. La primera es la más antigua, que podemos
datar bajo el gobierno de Abu Yaqub.

47
De Hispalis a Isbiliya

La ampliación del recinto amurallado hacia el norte y hacia el oeste,


probablemente en los años en que Abu Yaqub fue gobernador de Sevilla (1156-
1171), significó la incorporación de unos espacios palustres donde había
lagunas y humedales y fue la construcción de esta muralla la que propició las
condiciones necesarias de aislamiento del río que permitirían algún tiempo
después su plena urbanización.

Las puertas de la cerca urbana


De las doce puertas que había en la cerca urbana, se conservan en un estado
muy próximo al original dos, que son: la Puerta de Córdoba y el llamado “Postigo
del Aceite”.
Puerta de Córdoba [figura 7]: Responde al tipo de puerta en recodo simple en
torre saliente. El cuerpo de escalera se encuentra en el lado norte de la torre y
desde ella se accede al terrado que cuenta con un adarve perimetral con parapeto
y paradós, desde este punto se flanquea el patio.
Fig. 7. Arco exterior de la Puerta El material constructivo es el tapial y los arcos de la puerta son de piedra. Se
de Córdoba trata de arcos túmidos con alfiz muy alto que termina en la imposta; las puertas
Foto M. Valor Piechotta
cuentan con doble mocheta. Estos arcos son idénticos a los que se conservan en
el sahn (patio de abluciones) de la mezquita mayor almohade, en la zona
levantada por Abu Yaqub. Esta puerta actualmente no conserva decoración
externa ni interna alguna.
“Postigo del Aceite” [figura 8]: Se trata de una puerta de estructura totalmente
distinta. Un arco central -hoy ensanchado y por tanto irreconocible- flanqueado
por dos torres. Las torres de la puerta conservan una cámara cada una a la altura
del adarve. También en este caso las torres tienen las “verdugadas” de ladrillo en
su fachada exterior.
Puerta de la Macarena [figura 9], totalmente alterada en el siglo XVI hoy es
irreconocible su aspecto original. Parece tratarse de un tipo similar a la puerta de
Córdoba, por tanto, puerta en recodo simple donde además el antemuro obligaba
a realizar un segundo quiebro para entrar.
Fig. 8. Postigo del Aceite
según Gerencia Municipal de La muralla entre las puertas de la Macarena y Córdoba
Urbanismo
Se trata del único ejemplo que se conserva de cerca urbana entre dos
puertas. 536 m de muralla que tienen un trazado sinuoso y que se compone
de ocho torres, nueve lienzos y dos puertas (Macarena y Córdoba) más el
antemuro que se conserva en la totalidad del recorrido [figura 10].

Las torres, dependiendo del emplazamiento que tengan, tienen una


estructura diferente. Aquellas que están retranqueadas, o bien no tienen
cámara o tienen una a la altura del adarve; las torres en posición adelantada,
tienen dos cámaras superpuestas. Todas ellas tienen la característica
decoración a base de “verdugadas” de ladrillo.
En cuanto a las fases constructivas, en lo que podemos ver, hay que
hablar de dos momentos distintos, que son:
- La muralla, de construcción almohade y fecha indeterminada en la
segunda mitad del siglo XII.
- El antemuro, recrecido de la muralla (en cuatro tapiales) y el foso. Todo
ello datado por las fuentes árabes en 1220/1221. El foso es el único elemento
que no pervive y del que prácticamente no hay testimonios iconográficos,
por tanto ignoramos absolutamente su forma y profundidad.

48
Magdalena Valor Piechotta EDADES DE SEVILLA

Las torres monumentales


Los ejemplos que nosotros podemos observar actualmente no son más que
un número reducido, teniendo en cuenta que apenas subsiste un tercio de la
muralla de la ciudad. Esto significa que se han perdido numerosos testimonios y
que nuestra visión no deja de ser parcial. En cuanto a los diferentes tipos de
torres en la cerca sevillana habría que insistir en que a pesar de la similitud de los
materiales y técnicas constructivas hay una variedad de soluciones en lo que se
refiere a su desarrollo vertical -sin cámara, con una cámara con dos cámaras
superpuestas. La decoración exterior en todos los casos es a base de
“verdugadas” de ladrillo, haciéndose especialmente compleja esta decoración en
el llamado “muro del Agua” o “muro de Yahwar” y en la llamada “torre Blanca”.

En la muralla de Isbiliya hay cuatro torres que por su peculiaridad merecen un


tratamiento específico, se trata de: Fig. 9. Puerta de la Macarena
Foto M. Valor Piechotta
Torre del convento de Santa Marta [figura 11]. Estructura embutida en un
convento de clausura, de la cual sólo podemos ver su parte superior, que está
Fig. 10. Lienzo de la Macarena
muy encalada. Esta torre estaba incardinada en el lienzo de muralla que partía Foto G.M.U.
desde el alcázar y que entestaba en el alminar de la mezquita mayor almohade.
Es el muro que dividía la explanada de Ibn Jaldun.
El remate superior de esta torre conserva una decoración de arcos ciegos de
medio punto, que en la misma Sevilla podemos ver en el Patio de Crucero de la
Casa de Contratación y que en Jerez de la Frontera en una torre del alcázar.

“Torre de la Plata” [figura 12], de planta octogonal, experimentó una profunda


reforma en tiempos de Alfonso X lo que hace difícil reconocer su estructura
almohade. La torre contaba con tres cámaras superpuestas. La más baja a la
altura del suelo (del siglo XII), la segunda algo más baja que el adarve y la tercera
sobre él. Las dos cámaras superiores debieron hundirse y fueron reconstruidas
en la segunda mitad del siglo XIII con una cubierta de bóvedas de crucería, del
más puro estilo gótico.
La única cámara que conserva la estructura almohade es la inferior. Se trata
de un pilar central ochavado del que parten ocho arcos fajones que sostienen
bóvedas de arista triangulares. La cámara tiene los muros de mampostería y
sillarejo hasta la altura de la imposta del arco fajón, a partir de aquí es de tapial y
sillares en las esquinas. Esta cámara no tiene vanos hoy reconocibles, por lo que
su función debió ser seguramente de calabozo o aljibe. El conjunto del recinto en
que se inscribe parece tener un papel esencialmente militar, ya que se trata de
los muros más anchos de las fortificaciones de Sevilla y los únicos que tienen
parapeto y paradós con merlatura y saeteras.
Los vanos de arco de medio punto de la cámara superior, pertenecen a la
reconstrucción gótica, éstos daban acceso a balcones amatacanados de madera,
que conocemos a través de la iconografía (grabados y óleos).

La “torre Blanca”: Es con diferencia la torre de mayor tamaño del conjunto de


la cerca urbana que hoy se conserva (las torres de la Plata y del Oro formaban
parte de las murallas del alcázar). Edificio concebido como un auténtico fortín,
defendía el acceso a la ciudad desde el norte, ya que la puerta de la Macarena
estaba desplazada hacia el oeste con respecto a la antigua vía romana.
La torre es de proporciones monumentales, cada una de sus dos plantas está

49
De Hispalis a Isbiliya

concebida con saeteras que cuentan con unas


cámaras de tiro amplias, de las que sólo
encontramos paralelos en la torre del Oro. Tanto en
el exterior como en el interior cuenta con vestigios
de una decoración muy cuidada, aunque ya casi
imperceptibles, se trata de:
- Al exterior: restos de aparejo falso, que
todavía se detectan en el lado este. Y,
“verdugadas” de ladrillo que recorren en el exterior
las dos cámaras de la torre.
- En el interior: vestigios de un enlucido que
oculta las llagas verticales de los ladrillos,
habiendo por el contrario un rehundimiento en las
Fig. 11. Torre en el convento de llagas horizontales. Conjunto de imposta en nacela de yeso que tiene por debajo
Santa Marta decoración de lacería también en yeso.
Foto M. Valor Piechotta
La torre del Oro [figura 13]: Es en sí misma un castillo, tratándose junto con el
llamado “Arquillo de Mañara” y la torre Blanca de los tres únicos ejemplos de
arquitectura militar de carácter monumental que se conserva en Sevilla. La torre,
que es albarrana, tiene cuatro cámaras superpuestas:
- La inferior cegada después del terremoto de Lisboa (1755), sólo hemos
sabido de su existencia a través de unos sondeos geo-técnicos practicados en el
año 1976. Esta cámara se encontraba a la altura del suelo. La cota de la ciudad
actual ha subido en este punto unos 12 m.
Fig. 12. Torre de la Plata
Foto M. Valor Piechotta
- La cámara a la que se accede desde la calle está a la altura del adarve. Su
estructura consiste en un cuerpo central hexagonal donde queda inscrita la
escalera, quedando el espacio entre muro maestro y
escalera cubierto con bóvedas de arista cuadradas y
triangulares.
- Esta misma estructura la encontramos en las tres
cámaras, aunque las bóvedas se hacen algo más complejas
a medida que ganan altura.
- El segundo cuerpo de la torre es una prolongación del
cuerpo de escalera. Aunque muy restaurado, está decorado
con arcos ciegos y geminados que apoyan sobre columnas
y capiteles de barro cocido, junto con una decoración de
cerámica aplicada en las albanegas, hoy totalmente
reconstruida.

Los recintos amurallados palatinos


Este aspecto es tratado de forma monográfica en otro
artículo de este libro. No obstante estimamos necesario
incluir un breve comentario para transmitir la importancia
de los Almohades desde el punto de vista urbanístico en la
ciudad de Sevilla.
En el momento en el que Abu Yaqub efectúa las obras de
explanación y reurbanización del área meridional de la
ciudad a inicios de los setenta del siglo XII, el centro militar y
palatino se trasladó definitivamente hacia la zona que hoy
ocupa el Real Alcázar. Es posible que durante un siglo

50
Magdalena Valor Piechotta EDADES DE SEVILLA

(períodos abbadí y almorávide) la antigua fortaleza situada


en el centro desde el emirato omeya, permaneciera con
algún uso pese a sus múltiples transformaciones. Sin
embargo la reurbanización almohade terminará por hacer
desaparecer cualquier vestigio de ésta. En el sur, y sobre el
importante núcleo palatino culminado por al-Mutamid, se
van a edificar nuevas alcazabas, siguiendo un complicado
programa de superposiciones en el que en pocos años
desaparecerá cualquier vestigio de edificios previos (salvo
las murallas) para surgir en su lugar un elevado número de
palacios regidos por principios urbanísticos diferentes a los
que primaban hasta entonces.
El resultado, a mediados del siglo XIII, tras una dinámica
ininterrumpida de continuas incorporaciones y amplia-
ciones, sería la de una complejidad tan solo comparable a la
de otras ciudades importantes del imperio almohade, como
Marrakech o Rabat.

Conclusión
Las fortificaciones de Isbiliya debieron ser el paradigma
de la fortificación en al-Andalus, la mayor parte de las obras
se efectuaron desde 1156 hasta 1184 (desde que Abu Yaqub
Yusuf fue gobernador hasta que murió como califa). Durante el reinado de Abu
Yusuf Yaqub -hijo del anterior- (1184-1198) se completan algunos proyectos y se
Fig. 13. Torre del Oro
inicia en Marrakech y en Rabat un nuevo programa de arquitectura militar Foto M. Valor Piechotta
monumental que tendrá una enorme influencia a partir del siglo XIII, tanto en al-
Andalus (dinastía nazarí), como en el Magreb (dinastía meriní). Las
características generales que habría que destacar son:
- El material constructivo: que es el tapial. Ciertamente a lo largo de los casi
7.000 metros de muralla se observan calidades distintas tanto por la propia tierra
(cuyo abastecimiento era a pie de obra), como por la proporción de cal usada
(dependiendo de la mayor o menor proximidad al río). Los cajones de tapial tienen
una altura media entre 0,80 y 0,85 m. y una longitud variable que alcanza como
máximo los 2,50 m. El ladrillo se usa para las cubiertas y enmarcando los vanos
(saeteras y puertas).
- La tipología de la cerca. Las torres, en los lienzos que se conservan
emergentes, se distribuyen a una distancia rítmica. Son en la mayor parte de los
casos de planta cuadrada y sólo hay algunas excepciones que son: la Torre Blanca
(octógono irregular), la Torre de Santo Tomás (hexagonal), la Torre de la Plata
(octogonal) y la Torre del Oro (dodecagonal). Las cubiertas de las torres son a
base de bóvedas de cañón, arista o vaídas. También en las torres de más de
cuatro lados vemos soluciones semejantes a base de bóvedas de arista
triangulares y arcos fajones (torre Blanca y torre del Oro).
El otro elemento común son las “verdugadas” de ladrillo que recorren las
torres a la altura de las almenas, del pavimento de la terraza y, en los casos más
complejos enmarcando las saeteras.
- La muralla islámica pervivió como límite de la ciudad hasta pleno siglo XX. En
el momento de la conquista cristiana, 1248, ya existían tres barrios extramuros
que eran: Triana, la Macarena y Benialofar (aproximadamente San Bernardo). En
los años 20 del siglo pasado apenas se habían sobrepasado estos límites,

51
De Hispalis a Isbiliya

consolidándose la urbanización del espacio a partir de la ciudad en torno a la


Exposición Iberoamericana del año 1929.

La muralla almohade fue adaptándose a los nuevos tiempos que le tocó vivir.
Durante la Baja Edad Media no debieron ser necesarias grandes obras y lo que sí
encontramos son reparaciones y adaptaciones a nuevas necesidades o gustos,
este es el caso de: la torre de la Plata, el “arquillo de Mañara” en la segunda mitad
del siglo XIII; también las obras de tiempo de Pedro I para la construcción del
nuevo palacio (1364) y la transformación de algunas torres del Alcázar, como la
torre del Agua. También a la Baja Edad Media debe corresponder el forrado de
ladrillo de algunas torres con el objetivo de consolidarlas. Un primer cambio
decisivo se produjo en el siglo XVI, cuando muchas de las puertas fueron
alteradas ampliándose los arcos o convirtiéndose puertas en recodo en acceso
directo. Ejemplo de estos dos casos lo tenemos en el “postigo” del Aceite y en la
puerta de la Macarena. También el antemuro quedó absorbido o fue demolido,
desapareciendo en buena parte de su recorrido en una fecha tan temprana.
La muralla a partir del siglo XVIII tenía sentido como protección frente a las
riadas, aunque también en diferentes conflictos bélicos de la modernidad
recuperó su antiguo papel como defensa militar. Desde mediados del siglo XIX y
en aras de la renovación comenzaron a caer bajo la piqueta las puertas de la
muralla, algunos lienzos y muchos otros que quedaron embutidos entre el
caserío.
Desde los años 80 del siglo XX, la Gerencia Municipal de Urbanismo del
Ayuntamiento de Sevilla desarrolla una destacable actuación para recuperar,
consolidar y poner en valor todos aquellos lienzos embutidos en el caserío, al tiempo
que restaurar aquellos otros que se encuentran exentos.

LA NUEVA MEZQUITA ALJAMA


Las obras de la nueva mezquita aljama comenzaron en
el año 1172, en cuatro años ya estaba construido el haram
(sala de oración). Las obras quedaron interrumpidas cuando
el califa volvió a Marrakech y sólo seis años después (1182)
se instauró este templo como mezquita aljama de la
flamante capital de al-Andalus, el primer sermón o jutba se
pronunció el viernes 30 de abril de 1182. [figuras 14 y 15]

En 1184 se reanudaron las obras, quedando la sala de


oración integrada en una de las alcazabas del área palatina
y, construyéndose el alminar (Giralda) en la confluencia de la muralla con el
Fig. 14. Vestigios de la mezquita templo en el lado este del edificio. El califa Abu Yaqub murió ese mismo año,
aljama almohade en la catedral quedando paralizadas las obras.
de Sevilla.
según M. Vera Reina Su sucesor Abu Yusuf, reemprendió la construcción de la aljama en el 1188, a
partir de esta fecha se completó el alminar y el sahn (patio de abluciones),
además se repararon las naves este, norte y oeste del oratorio, ordenándose
también el exterior del edificio.
En el año 1196, el califa Abu Yusuf mandó ensanchar el patio de abluciones,
ya que para entonces parece que el oratorio se había quedado pequeño y la gente
sólo podía asistir a la oración en el patio. Dos años después, las obras estaban
definitivamente concluidas.

52
Magdalena Valor Piechotta EDADES DE SEVILLA

La crónica de Ibn Sahib al-Sala, además de múltiples detalles en torno a la


construcción de este edificio, nos informa también de los arquitectos que
intervinieron en sus dos etapas constructivas almohades. Se trata de Ahmad b.
Baso en tiempos de Abu Yaqub y de Alí Gomarí durante el reinado de Abu Yusuf.
En cuanto a las evidencias de este templo excepcional, hoy en día se
conserva de forma parcial el sahn -patio de los Naranjos- y el alminar -Giralda-; la
sala de oración subsiste debajo del templo gótico.
La mezquita estaba orientada de norte a sur. La qibla (muro que orienta la
oración) se encontraba en el muro meridional, hallándose el mihrab (nicho) debajo
de la actual capilla de Ntra. Sra. de la Antigua. Las naves estaban separadas por
pilares muy potentes, de los que se conservan varios
ejemplares idénticos en el patio de abluciones.
El sahn conserva las galerías (riwaq) originales en los
lados este y norte, del lado septentrional se encuentran los
pilares recrecidos en restauraciones del siglo XX y, la galería
oeste sobre la que se construyó en época moderna la
parroquia del Sagrario.
La galería oriental es doble y está formada por siete
arcos gemelos de herradura túmidos apoyados sobre
pilares. En restauraciones recientes se han encontrado en
algunos de ellos restos de las yeserías originales que
debieron cubrir sus muros. Este flanco tiene tres puertas,
dos de ellas cegadas en la actualidad.
El flanco septentrional tiene una sola galería,
encontrándose en el eje axial del edificio almohade, una
puerta de carácter monumental que se llama, la puerta del
Perdón [figura 16]. La fachada externa no es la original, sin
embargo los arcos interiores conservan yeserías
almohades. La puerta de madera chapada en bronce
también es original de la mezquita.
Bajo el patio hay un gran aljibe, que se abastecía de
agua a través de un ramal procedente del acueducto de la
ciudad los llamados Caños de Carmona, que a través del
Alcázar llegaba hasta aquí.

En cuanto al alminar, es un edificio excepcional no sólo por sus dimensiones, Fig. 15. Vista aérea de la
que en el momento de su construcción era prácticamente único, sino también por catedral de Sevilla
su originalidad artística que ejemplifica un cambio estético radical en este época. Foto Banco Atlántico
La base de la torre de sillares, es atribuida a Ahmad b. Baso, mientras que el
resto es de ladrillo, a Ali Gomarí. El alminar estaba rematado por un yamur
formado por cuatro bolas de oro.

Una vez conquistada la ciudad por los cristianos en el año 1248, la mezquita
mayor se convirtió en templo catedral, llamándose iglesia de Santa María. La
conversión de mezquita a iglesia significó:
- La eliminación de todos los objetos muebles propios del culto musulmán,
esto es, maqsura, mimbar, coranes, etc.
- El templo cambió su orientación, que originalmente era norte-sur y que
cambió a este-oeste. El edificio quedó dividido en dos partes: la mitad este
convertida en capilla real y la mitad oeste en parroquia.

53
De Hispalis a Isbiliya

- Otros cambios significativos fueron: la creación de


capillas en las naves extremas del oratorio y del patio, la
pintura de muros y pilares donde fueron representados
santos, vírgenes y personajes venerados.
El único elemento que no se cristianizó hasta fecha
avanzada fue el alminar, donde la estructura permaneció igual
hasta que en el año 1356 se cayeron las manzanas del remate a
causa de un terremoto. Las campanas del templo cristiano
habían estado en diversos puntos del oratorio, y sólo a mediados
del siglo XV pasaron a la torre.

En cuanto al resto de las mezquitas de Isbiliya, el


número total de topónimos que conocemos después de
cinco siglos y medio de historia andalusí no rebasa las
veinticinco. Tampoco sabemos la localización de las
mismas, salvo en el caso de las dos aljamas sucesivas (Ibn
Adabbas desde el 829 al 1182 y la aljama almohade desde
1182 a 1248).
La información más abundante sobre esta cuestión la
encontramos en la documentación posterior a la conquista
cristiana, ya que las mezquitas fueron donadas en bloque -
salvo tres- a la recién constituida Iglesia de Sevilla. Los
mejores templos fueron dedicados a iglesias parroquiales,
produciéndose cambios similares a los antes descritos: eliminación de objetos
Fig. 16. Puerta del Perdón. muebles del culto musulmán, cambio de orientación, erección de altar en el este,
Patio de los Naranjos
Foto M. Valor Piechotta
pinturas, capillas, etc. No obstante, de aquellas mezquitas apenas quedan
evidencias en la actualidad y es que a partir de mediados del siglo XIV se produjo
una renovación sistemática de estos edificios. Por tanto, el único medio de
descubrir este precedente constructivo es a través del estudio arqueológico
tanto del subsuelo como de los vestigios emergentes.

LOS MERCADOS, LOS BAÑOS Y LAS VIVIENDAS


La información con la que contamos por el momento es muy escasa, esto se
debe a que los estudios que hasta ahora se han realizado proceden básicamente
de crónicas y como única excepción nos encontramos con el tratado de hisba de
Ibn Abdun, de comienzos del siglo XII, es decir, del período almorávide.
Los datos sobre la época almohade son por ahora muy escasos. Sabemos que
a la hora de construir el sahn de la nueva mezquita aljama tuvieron que demoler
un pequeño mercado de barrio (suwaiqa) que se hallaba en este punto.
La única estructura de mercado que detectamos con claridad es la nueva
alcaicería erigida frente a la fachada norte del patio de abluciones de la mezquita
mayor. Según el cronista de la época, al-Sala:
(...) se construyeron los mercados y las tiendas (...) Con la más sólida obra
y el más hermoso estilo de su clase, para admiración y novedad de los tiempos.
Se le colocaron cuatro puertas grandes, que lo cerraban por los cuatro lados. Las
mayores eran las de oriente y del norte, que se enfrentan con la puerta norte de
la mezquita.
Cuando se terminó la construcción de estos mercados con sus tiendas, se
trasladaron a ellos el mercado de los perfumistas y de los comerciantes de telas
y de los marcatín y de los sastres [Trad. A. Huici (1969), 203].

54
Magdalena Valor Piechotta EDADES DE SEVILLA

La alcaicería almohade de Sevilla se conserva todavía hoy,


aunque muy parcialmente. La razón de esto es que este lugar
continuó con la misma función aún después de la conquista
cristiana (1248) y que sólo fue a fines del siglo XVII cuando
entró en un proceso de degradación y abandono irreversible.

Este mercado de productos de lujo se localizaba en el


rectángulo definido por las calles actuales de: Alemanes,
Álvarez Quintero, Rodríguez Zapata, Cabo Noval y Florentín.
Formaban un recinto de aproximadamente 65 x 55 m, por lo
tanto 3.575 m2 de superficie. Este espacio estaba subdividido
en calles, que funcionaban como suqs, con un eje central
más amplio que es la calle actual de Hernando Colón. Si
tomamos un plano de la Sevilla actual y nos fijamos en este
sector detectamos un parcelario trazado prácticamente a
cordel partiendo del eje central que es la Puerta del Perdón
del sahn de la antigua mezquita, hoy catedral [figura 17].

Tampoco las fuentes árabes son muy explícitas en lo que


a los baños se refiere. Conocemos los nombres de dos hamman, que son el de al-
Rakkakin y el de al-Sattara. No obstante, a través de las fuentes castellanas y Fig. 17. La Alcaicería de la Seda
especialmente de los vestigios que subsisten podemos añadir algo más. Nos según M. Valor Piechotta
consta la subsistencia de cinco baños, de algunos de los cuales conocemos los
topónimos medievales. Se trata de:
- Los baños de la Reina Mora, que se encuentran en la confluencia de la
calle Baños con la calle Jesús de la Veracruz. Edificio que desde mediados
del siglo XVI se dedicó a convento, hasta que en 1886 se trasformó en la Fig. 18. PLanta de los baños
Comandancia de Ingenieros. Desalojado desde 1976, se han realizado en él de García Jofre
diversas campañas arqueológicas a partir del año 1983. (actual Bar Giralda)
El edificio es de tapial, los vanos y bóvedas de ladrillo y las columnas y según M. Valor Piechotta
capiteles de mármol. Se compone de un amplio espacio central porticado,
rodeado de galerías perimetrales cubierto con bóvedas de cañón
horadadas por lumbreras en la clave. El conjunto del edificio es datado
en época almohade teniendo en cuenta los capiteles del patio y una
decoración en forma de sebka en una se las salas que preceden este
espacio que corresponde a la sala templada del baño.
El baño es de planta centrada, es uno de los mayores que se
conservan; así, los únicos paralelos están en el palacio de Villar-
dompardo en Jaén y en el Bañuelo de Granada.

- Baños de García Jofre en calle Mateos Gago (actual bar Giralda)


[figura 18]. Su tamaño es mucho menor que los baños de la Reina Mora.
Se conserva lo que debió ser la sala templada del baño y otra sala
adyacente cubierta con bóveda de cañón. La sala central conserva un
interesante programa de bóvedas, aunque los antiguos soportes -pilares
probablemente- fueron sustituidos por columnas genovesas.

- Baños de la Judería en la calle Mesón del Moro. Se conserva una


sala longitudinal que podemos interpretar como sala caliente y dos
alhanías donde hay sendas piletas con agua.

55
De Hispalis a Isbiliya

- Baños de Santa María la Blanca, en la calle del mismo nombre. En el sótano


del mesón el Cordobés prevalecen dos salas longitudinales cubiertas por bóveda
de cañón que debieron formar parte de los baños mencionados en las fuentes
castellanas medievales.

Son muy numerosas las viviendas excavadas en el casco histórico de Sevilla


datadas en época almohade. Por citar algunos ejemplos publicados en el libro
Sevilla Almohade, habría que mencionar: el palacio Arzobispal (actual hotel Los
Seises), diversas intervenciones en el barrio de San Bartolomé (palacio de
Altamira, casa de Miguel de Mañara, Conde de Ibarra nº 18), palacio bajo el
monasterio de San Clemente, calle Imperial nº 41-45.

Todos estos edificios tienen en común los materiales


constructivos, que en los muros son habitualmente de acarreo,
por tanto de mampostería, sillares y sillarejo, ladrillos de
diversos módulos y tapial. Estos paramentos están revestidos
de argamasa fina y en ocasiones conservan restos de pintura
roja (almagra) y amarilla (calamocha) [figura 19]. Los
pavimentos son de argamasa, de cal, de ladrillos colocados a
palma o a tresbolillo y en los exteriores de cantos rodados.

Las viviendas están organizadas en torno a un patio,


cuyo espacio está ajardinado. El agua es la protagonista de
estos patios en forma de surtidor, canalizaciones y alberca. Los patios tenían
Fig. 19. Pintura de alberca pórticos sustentados por pilares, situados normalmente en los lados norte y sur.
en barrio de San Bartolomé Un ejemplo de estos patios puede ser el de los Andenes encontrado bajo la casa de
Foto R. Ojeda Calvo
Miguel de Mañara, que situado al oeste del solar ocupaba una superficie de 48 m2.

LA REORDENACIÓN DE LA PERIFERIA URBANA


Aspecto poco tratado que ofrece un campo de investigación impresionante,
teniendo en cuenta que la importancia de un núcleo urbano también la podemos
Fig. 20. Plano topográfico de medir teniendo en cuenta su área de influencia en el entorno inmediato. Las
Sevilla y sus cercanías. 1832 crónicas árabes recogen diversas intervenciones que podemos interpretar como
la nueva ordenación de una gran ciudad. La intervención en el espacio
extramuros se inicia al mismo tiempo que las obras de la medina, el califa
Abu Yaqub dispone en el 1171 la construcción de dos infraestructuras
que debían ser absolutamente necesarias para la mejora de la
ciudad [figura 20], que eran:

- El puente de barcas sobre el río Guadalquivir. La


necesidad de su construcción está justificada por el
movimiento de tropas hacia Cáceres y Badajoz y por la
comunicación con el Aljarafe, que constituye el iqlim (distrito)
que abastece a la ciudad de gran parte de los productos
agrícolas. Este puente continuó en uso hasta el reinado de
Isabel II, en que fue sustituido por el actual de piedra y hierro.

Los otros puentes a los que se refieren las crónicas debieron


construirse sobre el arroyo Tagarete que rodeaba la ciudad por el este y el
sur. También las “pontanillas”, se construyeron en los caminos que salían

56
Magdalena Valor Piechotta EDADES DE SEVILLA

desde las puertas de la muralla. Muchos de ellos los


conocemos a través de la iconografía, especialmente de
los grabados; no obstante el año 1996 se descubrió uno
de ellos sobre el Tagarete en la Huerta de Miraflores,
puente de ladrillo datado por sus descubridores como del
siglo XVII [figura 21].

- La traída de aguas desde Alcalá de Guadaira


hasta Sevilla. Tipo de obra hidráulica a las que los
almohades prestaron gran atención, como nos consta
también en el Magreb. Se trata de 17 km de acueducto
en el que unos 10 km transcurren subterráneos, unos
5,30 km en forma de canal a cielo abierto -una gran
curva que permite el desarrollo de espacios irrigados- y un tramo final de 1,7 km
sobre arcos, que van ganando altura a medida que nos aproximamos a la ciudad. Fig. 21. Puente de Miraflores
Foto M. Valor Piechotta
- Las residencias de recreo erigidas por los califas almohades fueron dos; una
de ellas al este de la ciudad que es la Buhayra y otra en el borde del Aljarafe, al
oeste de la medina. Las dos tienen un carácter completamente distinto.
La primera, la Buhayra, corresponde a una almunia asociada a una huerta de
gran tamaño, que debió tener además el papel de jardín botánico. Es un gran
jardín organizado en torno a una alberca de 43 x 43 m. de lado, a la que está
asociado un pequeño pabellón de 6,77 x 6,77 m. en su lado meridional [figura 22].

Hisn al-Faray es un caso completamente distinto.


Se trata de un castillo con alcázar, construido en el
borde del Aljarafe al oeste de la capital, situado en una
eminencia desde la que se domina el acceso a la
ciudad por el río, la dehesa de Tablada y la propia
ciudad de Sevilla. La planta del edificio es
prácticamente rectangular, aprovecha una plataforma
explanada semi-artificial. También asociado a este
lugar se desarrollaban huertas y jardines con norias,
que llegaban hasta el río.

Todos estos elementos descritos contribuyeron


sin duda a articular la periferia de la ciudad. Ámbito
extramuros que a través de la documentación
cristiana posterior a la conquista (1248) sabemos que contaba con: Fig. 22. Vista aérea de la
- Una serie de espacios irrigados, entre las puertas de la Macarena y del Sol y Buhayra
en Triana. Foto C. Delgado López
- La creación de la Buhayra a partir de un ramal que parte desde los Caños de
Carmona.
- Huertas y molinos hidráulicos que se desarrollan especialmente en el lado
meridional del canal a cielo abierto de los Caños de Carmona.
- A ello hay que añadir el llamado Prado de Santa Justa, Prado de San
Sebastián y Dehesa de Tablada. Espacios que pasaron al nuevo concejo sevillano
con un uso de carácter comunal.
- También las fuentes castellanas nos informan de la existencia de tres
arrabales extramuros, que son el de Triana, la Macarena y Benialofar.

57
De Hispalis a Isbiliya

BIBLIOGRAFÍA
J. Bosch Vilá. La Sevilla islámica. 712-1248. Sevilla. 1988.
F. Collantes de Terán Delorme. Contribución al estudio de la topografía sevillana en la
Antigüedad y la Edad Media. Sevilla. 1977.
Sevilla Almohade. Ed. M. Valor, A. Tahiri. Madrid. 1999.
Sevilla a comienzos del siglo XII. El tratado de Ibn Abdun. Ed. y Trad. E. García Gómez, E.
Levi Provençal. Sevilla. 1981.
Ibn Sahib al-Sala. Al-Mann bil-Imama. Trad. A. Huici Miranda. Valencia. 1969.

58
El Real Alcázar de Sevilla

Miguel Ángel Tabales Rodríguez


EDADES DE SEVILLA

El Real Alcázar de Sevilla


Miguel Ángel Tabales Rodríguez

La palabra alcázar para el español de a pie rezuma romanticismo y


sensaciones épicas; en sí misma resume gran parte de nuestra historia política
pues son muchas las ciudades que hunden sus cimientos en hechos bélicos,
conflictos fratricidas o misterios ancestrales acaecidos entre los muros
medievales de sus antiguas fortalezas.

Desde el punto de vista militar el alcázar se fundamenta en una concepción


del urbanismo que refleja una sociedad militar y atomizada en constante fricción;
algo habitual en la Edad Media Hispana pero también en otros momentos de
nuestra protohistoria.

En los tratados de poliorcética el término alcázar tiene un sentido más


sociológico que arquitectónico, enfatizándose su condición de morada para
personas de calidad sin aportar precisión alguna sobre sus características o
cualidades defensivas. Debe entenderse por tanto que se le atribuya a esta
fortificación palaciega la denominación de alcázar al haber sido residencia real
durante cientos de años aunque sus estructuras más bien deberían identificarse
de manera más correcta con el término alcazaba que designa un recinto
amurallado, parte de un núcleo urbano mayor al que suele dominar en altura, con
accesos a los aproches y a la ciudad aunque sea a través de corachas o
albacaras y que habitualmente sirve de núcleo administrativo y reducto
poliorcético, según el Prof. Mora-Figueroa.

El conjunto militar y palatino del Real Alcázar de Sevilla se ubica en el extremo


meridional de la ciudad histórica. Su monumental presencia se manifiesta al
viandante de un modo confuso y sorprendente debido sobre todo a su inserción en
un entorno urbano envolvente y sinuoso que llena el sector de encanto pero dificulta
la comprensión de un sistema de murallas notablemente conservado; miles de
turistas y tal vez de sevillanos penetran cotidianamente en su interior dejándose
atrapar por una sugerente profusión de palacios y jardines cargados de arte, embrujo
y leyendas. Sin embargo pocos, a pesar de los esfuerzos pedagógicos emprendidos,
captan la entidad militar y el volumen de lienzos, torres, adarves, antemuros,
corachas y puertas que aún hoy se mantienen en pie satinando la mayor parte del
centro monumental hispalense, desde la Giralda a la torre de Oro. La confusión es
mayor todavía a causa del carácter visitable que tiene tan sólo una parte de lo que
antaño fuera alcazaba de la capital del imperio almohade, lo cual provoca una

61
El Real Alcázar de Sevilla

disociación natural entre el monumento turístico y unas estructuras militares


circundantes descontextualizadas y atrapadas por un caserío que las fagocita y
anula visualmente. Muchos son los que identifican la torre del Oro o la Giralda con la
ciudad de Sevilla, pero pocos los que comprenden su vinculación con el sistema
defensivo islámico para el que fueron creadas. Torres como las de la Plata, Abdel Aziz,
murallas del Cabildo o de Santo Tomás, puertas de la judería, arquillo de la Plata, etc..
son elementos de ese sistema que solo algunos asocian al alcázar.

Sin duda, este fenómeno de absorción de estructuras militares se ha


producido frecuentemente en aquellos centros históricos de ciudades con un
crecimiento económico continuo en períodos posteriores, pero son muy pocas las
que, manteniendo en pie una gran parte de los recintos originales, han perdido
todo su recuerdo, pasando éstos a formar parte de medianeras y traseras de
nuevos palacios y espacios que a su vez han gozado de la categoría de
monumentos. Otros amurallamientos de la alcazaba yacen perdidos bajo metros
de relleno y de cimientos de edificios como la Catedral, el Archivo de Indias o la
Casa de la Moneda, determinando no ya con su presencia pero sí con su recuerdo
las orientaciones y niveles que hoy sorprenden al visitante.

El primer alcázar fue levantado en las afueras de la antigua ciudad romana de


Hispalis, junto al rio Baetis y a la via Augustea, arterias vitales para la existencia
de la urbe desde tiempos inmemoriales. Se ubicó al Sur, junto al río, que siempre
fue el lugar de donde vinieron los ataques más feroces (vándalos, visigodos,
vikingos, cordobeses, almorávides, almohades, castellanos). En el siglo X todavía
se mantenía en pie, aunque muy desfigurada por siglos de rapiña y acarreo, gran
parte de la estructura urbana romana altoimperial; el mismo río debía
encontrarse muy cerca de la muralla, en las inmediaciones de la actual catedral y
Archivo de Indias. La elección de esta zona portuaria y comercial como solar para
una fortificación resulta sorprendentemente lógica desde el punto de vista
estratégico por lo que no deja de extrañar que no existiera allí ninguna fortaleza
hasta las postrimerías del emirato omeya, máxime si tenemos en cuenta la
importancia militar de Hispalis en el Bajo Imperio y durante el reino visigodo.

Sin embargo los resultados de las excavaciones arqueológicas hasta el


momento parecen confirmar la ausencia de estructuras de carácter militar
anteriores al siglo X. En su lugar aparecen restos de ocupación humana desde el
siglo VIII a.C., dibujándose una sorprendente topografía definida por un brusco
desnivel que nada tiene que ver con la horizontalidad actual y que separaba en
dos zonas el área del actual alcázar; una de ellas, al nordeste, mucho más alta,
mantenía cierta vinculación con el interior de la ciudad desde la Protohistoria; la
otra, extramuros, fue ganando terreno al río con el paso de los siglos,
urbanizándose y abandonándose en algunos períodos de declive. Estaban
separadas en el centro del Patio de Banderas por una muralla de la cual ignoramos
todo salvo su existencia, recientemente constatada mediante pruebas físicas.

No podemos descartar la posibilidad, mantenida desde antaño, de una


presencia militar romana y visigoda en el más alto de los sectores citados pero las
excavaciones realizadas hasta ahora en dicha zona apuntan hacia otro tipo de
función, tal vez comercial; han salido a la luz los restos de un gran edificio del siglo
I d.C. probablemente relacionado con el influyente Colegio de Olearios hispalense.

62
Miguel Ángel Tabales Rodríguez EDADES DE SEVILLA

Sobre las ruinas de este inmueble, que se extendía muy al interior del actual
alcázar, se edificó un templo paleocristiano, identificado por algunos como la
basílica de San Vicente, uno de los tres templos principales durante la época
visigoda; de él se conservan algunos muros y un baptisterio bajo el Patio de
Banderas, así como un pedestal romano dedicado a Minerva y reconvertido como
mesa de altar que fue localizado a escasos metros en la cercana puerta del
Alcázar. Otros restos procedentes tal vez de la misma iglesia fueron localizados
dentro del alcázar, como la lápida del obispo Honoratus, hoy en la Catedral o
algunos capiteles y fustes visigodos del palacio de Pedro I.

LA EVOLUCIÓN DEL ALCÁZAR


Proceso: 1. Fundación omeya
Cronología: 914
Justificación: Alcazaba
Descripción: Recinto cuadrangular fortificado
Vinculación urbana: Extramuros, “tal vez” añadido a la muralla romana

Proceso: 2. Ampliación abbadí


Cronología: s. XI
Justificación: Alcazaba-Palacio Real
Descripción: Duplicación del primer recinto.Cambio de acceso. Ampliación
muralla urbana
Vinculación urbana: Determina ampliación urbana al Este

Proceso: 3. Ampliación norteafricana


Cronología: 1/2 s. XII
Justificación: Recinto militar añadido
Descripción: Añadido del Recinto III al oeste. Subida de cotas. Sustitución de
edificios previos
Vinculación urbana: Reurbanización del sector englobado

Proceso: 4. Reconstrucción almohade


Cronología: Segunda mitad del s. XII
Justificación: Refundación palatina y ampliación militar
Descripción: Destrucción completa de todos los palacios previos. Subida de
cotas. Cambio de accesos y tránsitos. Ampliación de recintos. Levantamiento
de una decena de nuevos palacios
Vinculación urbana: Cambio de orientaciones en el interior y en el entorno
ampliación muralla urbana

Proceso: 5. Reconstrucción parcial alfonsí


Cronología: Segunda mitad del s. XIII
Justificación: Sustitución del palacio principal
Descripción: Destrucción completa del sector palatino habitacional principal
Elevación de cotas y creación de palacio gótico
Vinculación urbana: Sin cambios respecto a organización almohade

Proceso: 5. Reconstrucción parcial de Pedro I


Cronología: 1366
Justificación: Construcción de un nuevo palacio principal

63
El Real Alcázar de Sevilla

Descripción: Destrucción de cuatro palacios almohades.Subida de cotas y


construcción del palacio mudéjar
Vinculación urbana: Cambio de orientación del sector occidental del alcázar y
de su entorno

La alcazaba omeya
Sin descartar algún tipo de presencia militar
menor en esta zona durante el I milenio d.C., lo cierto
es que la primera piedra del alcázar actual fue
colocada por orden de Abd el Rahman III en el año 913.
Los motivos fueron varios aunque el más importante
pudo ser el mantenimiento de una guarnición que
controlase a la rebelde población sevillana, recién
derrotada y humillada con la destrucción de sus
murallas. Se ha querido retrotraer la fundación seis
décadas, justificando su levantamiento como
consecuencia del saqueo e incendio provocado por los
vikingos en el año 844, pero las cerámicas extraídas
Fig. 1. Murallas de la alcazaba de sus cimientos parecen afianzar la primera atribución. (figuras 1 y 2)
omeya Dentro de esta fortificación existirían dependencias no demasiado
destacadas adosadas a los muros mientras que caballerizas, almacenes y
cuarteles completarían un panorama arquitectónico poco significativo. En
excavaciones recientes se exhumaron algunos muros de mampuesto que
reflejaban una disposición ortogonal respecto a los lienzos exteriores.

La casa del gobierno o dar al-Imara omeya, se


asemejaría bastante a otras fortificaciones urbanas
altomedievales como la de Mérida; su forma sería
cuadrangular, de unos cien metros de lado,
conservándose en la actualidad los frentes norte y oeste.
Respondería al esquema omeya clásico de torres
macizas hasta el adarve, estrechas y altas, con
evidencias de la existencia de escarpas poco
pronunciadas en sus primeras hiladas, etc.. lienzos y
torres permanecerían unidos por el adarve sin cámaras ni
merlatura. Los muros primitivos eran de sillares de roca
alcoriza dispuestos en hiladas horizontales con aparejo
irregular y tizones intercalados dentro de una tónica
general de sogas. El único acceso conocido lo garantizaba una puerta situada bajo
Fig. 2. Planta hipotética del la casa nº 16 del Patio de Banderas, es decir hacia el este. Estaba formada por un
alcázar omeya arco, del que se conserva la jamba norte, luego reutilizado como paso directo
dentro del intrincado recodo creado en el siglo XI. Estaba flanqueada por una
extraña torre maciza adaptada a la muralla urbana que disponía de un raro
achaflanamiento.

El alcázar Abbadí
La pérdida del control cordobés sobre Isbiliya tras la fitna supuso una
transformación de la taifa de los Banu Abbad en una dinastía real con rápida
implantación en la mayor parte de al-Andalus; la nueva monarquía tradujo sus
pretensiones en una notable actividad constructiva cuyo exponente máximo fue

64
Miguel Ángel Tabales Rodríguez EDADES DE SEVILLA

la ampliación de la alcazaba hacia el sur y el este duplicando el espacio previo.


Contará con un nuevo acceso en recodo que sustituirá al anterior, abierto en la
cara oriental, para lo cual se levantó un castillete de control presidido por una
doble puerta de herradura.

La idea de la existencia de un segundo recinto al


sur de la alcazaba antigua no está presente en la
tradición historiográfica. Así, algunos autores (Tubino,
Guerrero, Manzano, Valor, Comes) extienden el palacio
omeya hasta los jardines; otros como Jiménez que sí
advierten la cuadratura de éste, uniformizan el área
situada entre la judería y el arquillo de la Plata dentro de
un gran recinto que coincidiría con el alcázar de la
bendición cantado por al Mutamid (figuras 3, 4, 5 y 6).

De la muralla occidental de esta segunda alcazaba


se mantienen en pie una parte de la torre central y el
segundo lienzo, que se conserva en alzado en la cara oeste del patio del palacio
gótico. Su fábrica refleja un aparejo pétreo tosco e irregular algo distinto al del Fig.3. Planta hipotética del
recinto primitivo. alcázar abbadí

Desde el punto de vista formal la ampliación al sur no significa realmente la


creación de una nueva área cerrada, ya que el límite sur debió desaparecer a
juzgar por la uniformidad del nuevo frente oriental, levantado originalmente en
tapial. Lo más importante tal vez de esta operación es la ampliación de la cerca Fig. 4. La Primitiva puerta
abbadí
urbana hacia el sur, datable a finales del siglo XI o inicios del XII.

El alcázar resultante comenzó a colmatarse con estructuras


palatinas de reducidas dimensiones; innumerables unidades
habitacionales abigarradas por todo el conjunto; probablemente no
existirían espacios abiertos a juzgar por los restos detectados en
el Patio de Banderas y en otras zonas. Salvando el nuevo y
complejo acceso en recodo del extremo nororiental, el resto del
espacio conformaría una suerte de qasba sin demasiada
representatividad arquitectónica, si exceptuamos el posible
palacio principal, situado según creemos -provisionalmente- bajo
el actual palacio gótico.

Las excavaciones confirman un nuevo proceso de ampliación


hacia el oeste de las murallas, en el sector ocupado en la
actualidad por el Patio de la Montería, jardines del Príncipe y
palacio mudéjar. Se elevaron en los momentos centrales del siglo
XI varios edificios palatinos tal vez identificables como el “alcázar
Mubarak” o de la Bendición, imaginado por Guerrero Lovillo en los
años setenta. Bajo el pavimento del patio de la Montería, fue
localizado un gran edificio con patios y albercas de este período;
en él aparecieron pinturas de lacería roja muy arcaicas y un
epígrafe marmóreo alusivo al rey al-Mutamid. Disponía de un patio con
andenes, arriates y pila lateral, y de otro alargado con una alberca con una
hornacina decorada con almagra y líneas blancas.

65
El Real Alcázar de Sevilla

El acceso a este
recinto es una doble
puerta con cuatro jambas,
construida en un período
posterior o coetáneo al
reinado de Abd el Rahman
III. La herradura está
conformada por dovelas
pétreas con trasdós e
intradós no concéntricos,
lo que podría situarla
teóricamente en un
período avanzado o
posterior al califato. Por su
parte el centro de la herradura está a un tercio de radio sobre la línea de imposta y
Fig. 5 y 6. La Primitiva puerta las dovelas apuntan levemente sobre dicha horizontal, lejos en cualquier caso del
abbadí centro del arco. Se trata de un arco muy estilizado y con una luz excesivamente
corta en relación a la flecha. Por su parte, la altura de la bóveda de medio cañón
situada entre las dos herraduras es superior a lo normal.

La reorganización almohade
Tras dos siglos de existencia el alcázar islámico había sufrido ya dos
grandes ampliaciones que respondían a impulsos prioritariamente civiles y
palatinos y en menor medida militares. El tercer proceso de ampliación, desde
el punto de vista militar, se produce a mediados del siglo XII y para ello se
suprimen los múltiples edificios taifas
preexistentes, estableciéndose un programa
edilicio que culmina con la erección de varios
palacios perfectamente ordenados (figura 7).

La nueva alcazaba se formó uniendo la torre


sudeste del recinto II -hoy bajo el palacio gótico-
con la torrecilla hexagonal de Abd el Aziz, situada
en la Avenida de la Constitución; en este lienzo se
abrió tal vez en ese momento el arquillo de la
Plata, constituido como acceso principal. Al Norte,
el recinto estaba formado por la coracha de Santo
Tomás, muro que partía de la segunda torre del
lado occidental del alcázar primitivo. Para
penetrar en el área palatina debía salvarse el
apeadero (Patio del León) en el que se abría una gran portada monumental con
Fig. 7. Plano de la ciudad
almohade y su alcázar
dos accesos diferentes en recodo que repartían el tránsito hacia el sector
antiguo (palacios Omeya y abbadí) y hacia el nuevo (palacios de la Contratación,
Montería, Asistente, Príncipe y los dos situados bajo el del Rey Don Pedro).

En los momentos de esplendor almohade, bajo los califas Abu Yaqub y Abu
Yusuf a fines del siglo XII, apenas quedaban algunas estructuras aisladas como
recuerdo de la primera alcazaba. En su interior se construyó una retícula de
palacios independientes orientados con sorprendente homogeneidad; una
decena de núcleos palatinos distribuidos en torno a patios de crucero deprimidos

66
Miguel Ángel Tabales Rodríguez EDADES DE SEVILLA

formando parte de un programa prefijado que supuso la destrucción casi


completa de cualquier vestigio previo salvo las murallas. Sus dimensiones eran
muy similares, incluidos los de la Montería y el del Crucero, destacando entre
ellos el del Caracol, o de los Baños de Doña María, sin duda el mayor y más
importante, localizado en el segundo recinto del alcázar. Las comunicaciones
entre los distintos palacios se realizaban mediante pasajes alargados y
estrechos así como de recodos y a veces participando de naves comunes.

En el interior del nuevo recinto amurallado bajo el patio de la Montería se


erigió un magnífico conjunto palatino compuesto por un palacio con patio de
crucero completo y parte de otro, hoy bajo el edificio mudéjar. En el extremo
occidental de ambos se definía una potente alineación junto a la que discurría un
estrecho pasillo de un metro separándolos de otros edificios situados en la zona
oeste del alcázar.

En el espacio hoy ocupado por el Patio de la Montería se levantaba un amplio


edificio construido sobre las ruinas del palacio abbadí. Esta gran obra de nueva
planta fue comenzada a mediados del siglo XII, sufriendo desde entonces múltiples
reformas que culminarían con su amortización definitiva en 1356 al construirse el
palacio mudéjar del Rey Don Pedro que, aunque sólo afectó físicamente a otro
núcleo palatino contiguo, supuso su derribo para crear un patio escénico acorde
con su fachada. Se trata de un patio de crucero cuadrangular -hoy inscrito en el
centro de la Montería- de 16'70 x 18 mts. al que abren sus puertas cuatro estancias
alargadas que ocupan cada flanco. Se orientaba ortogonalmente de manera
idéntica a los palacios de la Contratación y el Asistente.

El conjunto limita al oeste con un pasillo longitudinal al que abriría una


pequeña puerta. Al norte, los vestíbulos laberínticos de acceso en recodo a la
Contratación y el Yeso; al este cocinas y letrinas aprovechaban los ámbitos
irregulares. Los tres límites citados coinciden en lo básico con los del patio actual,
lo que evidencia que la creación del patio mudéjar consistió en una eliminación
unitaria por parte del rey Pedro I del citado palacio almohade, a la par que
mantenía en pie los restantes.
Fig. 8. Plano del alcazar
Sin embargo, al sur, y manteniendo la misma organización, fábrica, cota y almohade
orientaciones, se localizaba otro núcleo palacial dispuesto también mediante
estancias alargadas con alhanías o alcobas
entorno a un patio con andenes que penetra bajo
la fachada del palacio mudéjar con orientación
antagónica a la de éste. Aquí también, junto a la
antigua muralla pétrea y a la torre localizada al
este del palacio mudéjar, los muros corregían la
irregularidad adaptándose a lo preexistente, lo
que provocaría una morfología poligonal en
algunas dependencia de esta zona.

El patio del palacio excavado bajo la Montería


disponía de un andén perimetral de 1'40 mts de
anchura en los lados sur, este y oeste, mientras que
al norte se estrechaba hasta los 0'50; su pavimento,

67
El Real Alcázar de Sevilla

a base de losas rectangulares de 19 x 28 cms apareció retocado,


al igual que los muros, en el tercio norte del patio, en lo que debió
ser una gran reestructuración de ese sector quizá ya en época
cristiana. Junto al andén, y también de manera perimetral, aunque
a una cota levemente inferior discurría un canalillo con baquetón
hidráulico; en las esquinas los conductos remataban en una media
caña de gran anchura que bajaba casi un metro bajo la cota del
andén. El agua, por tanto, discurría sin trabas por el canalillo, que
se alimentaba desde un sistema de tuberías de plomo en la
esquina noroeste, procedente del sector del palacio de la
Contratación, donde quizá existiese alguna noria. Desaguaba
finalmente por la esquina sudeste, donde se localizan las letrinas,
a las que podría alimentar (figuras 8 y 9)
En el centro de cada andén un pequeño puente de 0'80 mts
de anchura salvaba el canal perimetral y bajando mediante
Fig. 9. Palacio almohade de la cinco peldaños daba paso a paseos normales que dividían en cuatro arriates
Montería iguales el espacio interior ajardinado. El resultado era un gran patio de crucero de
andenes muy pequeños y escalonados que confluían a una cota un metro menor
que la del andén perimetral; en la confluencia, en el centro del patio, debió existir
una taza de tamaño reducido, ya desaparecida.

Si el patio es relativamente
atípico, no lo son en absoluto las
estancias aledañas; se trata de
naves alargadas de 2'5 mts de
ancho en cuyos extremos se
localizan alcobas de dos metros
de fondo separadas del resto por
pilarillos de ladrillo muy bien
aparejados; éstos, estaban
adosados al muro y soportarían
bíforas, probablemente de
herradura, como sucede en el
palacio del Yeso y en la mayoría de
edificios islámicos coetáneos
(figura 10).

A la par que el alcázar se renovaba radicalmente en su interior, durante la


Fig. 10. El Patio del Yeso
segunda mitad del siglo XII se procedió a la erección de varios recintos defensivos
junto al río. El programa de ampliación urbana consistió en la incorporación de lo
que al Sala denominó alcazabas exterior e interior y que básicamente separaban,
por un lado los espacios situados entre el Recinto III y la muralla urbana
meridional, y por otro, el recinto situado hacia la medina en el que se habrían de
levantar la gran mezquita aljama y nuevos barrios adosados a sus murallas que
colmataron paulatinamente el espacio libre. El espacio meridional de la Sevilla
islámica se fortificaba hasta extremos insospechados, tal vez con 11 ó 12
recintos diferentes, configurándose al final de su constante renovación como un
complejo palatino en el que se combinan las dos prioridades del nuevo poder
califal: por un lado, la creación de una gran capital encabezada por un alcázar
militar fuerte, y, en segundo lugar, una reorganización drástica de los palacios

68
Miguel Ángel Tabales Rodríguez EDADES DE SEVILLA

interiores que incorporaba una nueva arquitectura, mucho


más ordenada que la abbadí.

El sevillano de a pie que accediera a esta ciudadela


desde el centro de su ciudad en las primeras décadas del
siglo XIII se encontraría, tras cruzar la alcaicería, con una
imponente muralla tras cuyas puertas se abría un complejo
institucional precedido por la nueva mezquita aljama que
quedaba dentro del área cercada; en la misma base de la
Giralda, su alminar, se interponía la puerta principal de
ingreso a palacio desde la urbe. En el lado del río otras
puertas complicaban el tránsito hacia el área portuaria y las
atarazanas. El visitante que intentara acceder desde el sur
(puerta de Jerez) hacia el interior de la ciudad se encontraba
al menos con tres impedimentos controlados antes de
verse liberado de los pertinentes controles fiscales y
militares; pero si quería penetrar en el núcleo de palacios del
califa, sus problemas se multiplicaban, ya que antes de
acceder a las puertas principales, situadas en la actual calle
Miguel de Mañara, debía franquear pasos angostos y
controles aún más severos. Al llegar al Patio del León,
verdadero centro neurálgico de la distribución del conjunto,
comenzaban los palacios privados sólo accesibles para un
número reducido de cortesanos y administradores.

El califa, por su parte podía permitirse el lujo de acceder directamente a la Fig.11. El Palacio Gótico
mezquita mediante un pasaje privado, el sabat, recientemente localizado tras la
fachada meridional de la Catedral, que se sitúa directamente sobre la qibla almohade.

Entre los vestigios de palacios almohades hay que destacar el Patio del Yeso,
que debe su nombre a la labor de yesería de sus paños en sebka. Es uno de los
escasos espacios mantenidos en pie desde el siglo XII en el Alcázar. En sus muros
se puede apreciar una larga historia de añadidos y transformaciones que se inicia
en el siglo XI y perdura hasta nuestros días. Otras zonas del Alcázar aún pueden
esconder bajo tapias y revocos modernos, pinturas murales y yeserías islámicas.

La yuxtaposición castellana
La conquista castellana en 1248 no se tradujo en principio en ninguna
reforma digna de mención; durante algunas décadas la corte se adecuó a los
múltiples espacios almohades. Alfonso X concentró sus esfuerzos en la
ejecución de una obra emblemática y moderna en la que se mostraría la mejor
arquitectura gótica de su tiempo. Las excavaciones realizadas en 1998
exhumaron el testero meridional del palacio islámico sobre el que luego se
elevaría el impresionante conjunto alfonsí del palacio gótico (o de Carlos V, o del
Caracol). El edificio musulmán disponía de un patio a dos alturas desde el
momento de su construcción dividiéndose en cuarteles del mismo modo que en
la actualidad pero con la superficie ajardinada a considerable profundidad; al
incorporarse el edifico gótico, sus naves se superpusieron sobre las estancias
meridionales del palacio almohade (figuras 11 y 12).

69
El Real Alcázar de Sevilla

El resultado fue un palacio fortificado sobre los restos


aterrazados del conjunto almohade principal sin opción al
reaprovechamiento ni de murallas ni de crujías previas. El
nuevo palacio se “impuso” sobre lo recién conquistado
permitiéndose incluso el sacrificio de toda la planta baja que
sería rellenada para homologar los pavimentos del antiguo
alcázar omeya. Del espectacular juego a dos niveles producidos
en el patio almohade eliminado se recuperarán previo
acondicionamiento sólo dos tercios del original.

El palacio gótico conserva en la actualidad gran parte de su


estructura original. Las principales reformas afectan al salón de
los Tapices, sus bóvedas y al pórtico, reconstruidos durante el
siglo XVIII tras el terremoto de 1755, aunque gran parte de su
apariencia se debe a la presencia del rotundo zócalo
renacentista de azulejería polícroma atribuido a Cristóbal
Augusta así como a las ménsulas modernas que soportan las nervaduras
Fig. 12. Reconstrucción originales. La apertura de los ventanales hacia los jardines en el siglo XVI eliminó
hipotética la posibilidad de contemplar el edificio bajo el prisma ambiental medieval lo cual,
del Palacio Gótico junto a la riquísima ornamentación renacentista y barroca, provoca en el
visitante una clara confusión que por lo general se traduce en una
incomprensión del modelo primitivo. Para entender el palacio medieval en su
volumen y contexto original, conformado como un gran castillo rectangular
almenado, con sus cuatro esquinas dotadas de torres con escaleras de caracol y
lienzos exteriores ribeteados por los estribos de las bóvedas, debemos alejarnos
de él y observarlo desde los jardines de la Danza o de las Damas; su inmensa
mole aparece emergiendo sobre el alcázar junto al palacio mudéjar del Rey Pedro
I, adosado a su cara occidental cien años más tarde.

En el resto de los edificios almohades del conjunto se seguirán manteniendo


las estructuras palatinas principales, aunque se advierten obras cristianas de
acondicionamiento consistentes en la tabicación y compartimentación de las
grandes alhanías, repavimentaciones, etc.

El alcázar mudéjar
Durante los cien años que siguieron a la incorporación de Sevilla a la corona
castellana, los sucesivos monarcas fueron alterando el viejo conjunto, dotándolo
de nuevas construcciones como el hermoso salón de la Justicia, levantado a
inicios del siglo XIV sobre el antiguo palacio del Yeso; sin embargo se inició con
ellos un abandono imparable del uso militar de las alcazabas reduciéndose el
área de palacio a los límites previos a la reforma almohade (en la actualidad el
conjunto visitable del alcázar es aún menor). Paulatinamente la degradación
arquitectónica de los espacios, constatada en las excavaciones, se iría
complementando con una nueva visión de los revestimientos y de los acabados
de suerte que en pocos años lo gótico sería suplantado irrefrenablemente por un
gusto islamizante, a veces fruto del influjo de los mudéjares autóctonos, pero
otras motivado por la combinación de estilos foráneos como el toledano o el
nazarí. El máximo exponente de esa nueva arquitectura será el palacio mudéjar
del Rey Pedro I, finalizado en 1366. Con su construcción se completó un ciclo de

70
Miguel Ángel Tabales Rodríguez EDADES DE SEVILLA

atenciones al alcázar de la mayor ciudad del reino que nunca, salvo obras
puntuales notables a comienzos del siglo XVI, volvería a contar con el apoyo
exclusivo de la realeza.

Lo que había sido un centro de esplendor militar, religioso y cortesano en el


imperio almohade, se redujo en un siglo a una cuarta parte de su extensión;
primero se dotó de extraños elementos góticos ajenos al ambiente musulmán
dominante pero finalmente se vio rejuvenecido en su arabismo por un desarrollo
ornamental que, a su vez, encubrió reformas drásticas al ser suprimidos un buen
número de palacios para abrir grandes espacios arquitectónicos.

Desde el punto de vista de la organización del alcázar, el establecimiento del


palacio de Pedro I supuso un notable cambio de orientación respecto al
urbanismo precedente. Al diseñar su imponente obra, el monarca optó por
adaptarse al palacio gótico, adosando sus crujías a la capilla del palacio alfonsí y
para ello simplemente destruyó los tres palacios musulmanes preexistentes,
cambiando la orientación de los edificios una vez más. En definitiva, una
impronta castellana impregnada en lo que al tránsito y los espacios se refiere
por el marchamo cristiano con su regularidad clásica, acceso directo y
visualmente prolongado en contraste con el reflejo estético hispanomusulmáan
mantenido en la decoración mudéjar interior.

El palacio mudéjar o del Rey Pedro I (figura


13) se convirtió desde el primer momento en
referencia para otros edificios palaciegos
sevillanos y andaluces. En él participaron
alarifes de diversa procedencia, destacando por
su maestría los mudéjares toledanos, sevillanos
o los procedentes del vecino y aliado reino
nazarí. Yeserías, azulejerías, artesonados,
puertas, bóvedas, arcos, etc. se conjugan de
manera magistral en una recreación idealizada
de la arquitectura andalusí, creada más para
impresionar a los embajadores de otras cortes
hispanas y europeas que para ser habitada.
Aunque en su interior, alhanias, capilla, salón de Embajadores, etc. aún se
percibe la ambientación bajomedieval, la imagen actual del gran patio de las Fig. 13. Palacio del Rey Pedro I
Doncellas, se ha visto alterada por diversas reformas entre las que destacan la
sustitución de los pilares mudéjares por columnas de mármol genovesas en
1560, la construcción del cuerpo superior, en época de los Reyes Católicos y
del emperador Carlos V, o la más reciente incorporación del alero de protección
de las yeserías, colocado por Rafael Manzano.

El alcázar actual
Las transformaciones se sucedieron ininterrumpidamente desde la reforma
mudéjar hasta fines del siglo XVIII, época en la que se dará un último retoque al
antiguo palacio del Caracol debido a los destrozos provocados por el terremoto de
Lisboa de 1755. Desde entonces y pese a continuos retoques menores el
abandono de palacios y murallas se hizo imparable hasta que a mediados del

71
El Real Alcázar de Sevilla

siglo XX se inició un lento pero inexorable programa de recuperación en el que


actualmente se halla inmerso.

En la actualidad (figura 14) ya no queda


gran cosa de la alcazaba original,
prácticamente suplantada por los palacios
taifas en el siglo XI. A su vez éstos fueron
derribados para satisfacer el proyecto califal
almohade a lo largo del siglo XII. Existe una
vigencia de las orientaciones almohades en el
ámbito de la alcazaba omeya y de su añadido
taifa (área conocida en la bibliografía como
dar al-Imara), donde se observan vestigios
de reaprovechamiento en los palacios del
Yeso, casas Toro Buiza, Becerril, Alcaide,
etc..). Lo mismo sucede en el palacio de la
Contratación, cuyo patio, recuperado por
Rafael Manzano, constituye uno de los
mejores exponentes de cruceros ornamentales. El caso más significativo es el
Fig. 14. Vista aerea del alcázar crucero del Caracol -los llamados baños de María de Padilla-, cerrado al público, y
aún por investigar a fondo, cuya estructura parece haber sufrido cambios
mínimos desde el período alfonsí.

En las murallas exteriores la perduración es casi completa a pesar de los


apósitos e invasiones del caserío reciente; es de destacar la reciente labor de
recuperación de la puerta abbadí de la calle Joaquín Romero Murube, oculta desde
el siglo XII por una edificación del Patio de Banderas. Han llegado en pie hasta
nuestros días las murallas omeyas exteriores norte y oeste (de la que se
seccionó una torre), las murallas abbadíes este y parcialmente la oeste. Se
conserva una importante representación de las murallas norteafricanas en los
distintos recintos del alcázar y del sector meridional de la ciudad.

En resumen, lo que hoy disfrutamos al visitar el alcázar no es más que un


lejano y confuso vestigio de la última organización islámica muy matizada por la
intrusión de los palacios gótico y de Pedro I. El recuerdo de la primera alcazaba
sólo se mantiene en las murallas pétreas del sector septentrional aunque el
urbanismo circundante aleja al espectador de su significado.

Pero, siendo positivos es precisamente esta serie de incongruencias


arquitectónicas, yuxtaposiciones, alteraciones incomprensibles y rupturas
continuas de perspectiva lo que convierten la visita de este monumento en algo
original y sugerente a la vez que difícil de entender; es probable que el verdadero valor
de este magnífico conjunto estribe precisamente en el embrujo de su desorden.

72
Miguel Ángel Tabales Rodríguez EDADES DE SEVILLA

BIBLIOGRAFÍA
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almohade”. Sevilla 1248. Sevilla. 2000, pp. 43-71.
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1991.

73
De ciudad islámica a
centro económico mundial
(siglos XIII-XVII)

Antonio Collantes de Terán Sánchez


EDADES DE SEVILLA

De ciudad islámica
a centro económico
mundial (siglos XIII-XVII)
Antonio Collantes de Terán Sánchez

El 23 de noviembre de 1248, después de 16 meses de asedio, se formaliza la


rendición de Isbiliya a Fernando III con la entrega del alcázar por parte de los
gobernantes andalusíes de la ciudad, mientras se iza el estandarte real en el
alminar de la mezquita mayor. A este primer acto de carácter militar, seguirá otro
de carácter religioso. Tras procederse al desalojo de los vencidos, tiene lugar la
purificación y consagración de la mezquita como catedral. Finalmente, el 22 de
diciembre, aniversario (185 años) de la traslación del cuerpo de San Isidoro
desde Sevilla a León, se lleva a cabo la entrada del monarca y de los castellanos
en la ciudad conquistada, que se rubrica con un acto en la catedral.

Es decir, con una serie de decisiones y ceremonias de claro valor simbólico


se pone fin a otra etapa en la historia de la ciudad -la de Isbiliya-, y se inicia una
nueva, la de Sevilla. Aunque el cambio aparentemente es radical, solo lo es en
parte, como ocurre en tantos procesos históricos, porque en esta nueva etapa
se conjugan factores de continuidad y de ruptura. Teniendo en cuenta el enfoque
de esta obra, hay que retener dos datos que condicionan la historia posterior:
primero, que en el aspecto físico no se parte de cero, sino que los
conquistadores ocupan una ciudad plenamente conformada y, al parecer, sin
importantes destrucciones como consecuencia del propio proceso de conquista;
segundo, la sustitución de la población vencida por otra nueva. Estos nuevos
habitantes, mayoritariamente castellanos, poseen una cultura y una religión
distinta, y configuran una sociedad con rasgos diferenciales de la andalusí, todo
lo cual contribuye a una paulatina transformación de la ciudad que han ocupado.
Ahora bien, dicho proceso de transformación, además, está condicionado por un
factor estructural de la ciudad, su condición de centro regional.

Bases socioeconómicas
Como se ha visto en los capítulos precedentes, la ciudad se ha definido
históricamente como un gran centro urbano. Dicho carácter no solo se mantiene
tras su integración en la Corona de Castilla, sino que ese valor de centralidad se
incrementa considerablemente a lo largo de las centurias posteriores gracias a
varios factores estructurales e históricos. En primer lugar, las riquezas naturales
de la región, que habían sido objeto de gran demanda internacional, demanda que
en estos siglos experimenta un notable crecimiento. En segundo lugar, su posición
estratégica; de un lado, en las conexiones comerciales entre el Mediterráneo y el
Atlántico, que a partir del siglo XIII adquirieren unas dimensiones hasta entonces
desconocidas; de otro, en las relaciones con el continente africano, primero con el

77
Sevilla Mudéjar

inmediato Magreb y luego con el África atlántica y las islas españolas y


portuguesas; en fin, el convertirse en cabecera de las relaciones con América. En
tercer lugar, el estar situada a orillas del río Guadalquivir, que al ser navegable, le
permite ser un puerto del comercio internacional, con proyección sobre gran parte
de Andalucía e incluso del resto de Castilla.

Como consecuencia de esta conjunción de factores, tras superar las


dificultades subsiguientes a la conquista castellana, Sevilla se convierte en una de
las ciudades más
importantes de la Corona
de Castilla, siendo la
mayor por el número de
habitantes, pues a fines
del siglo XIV o comienzos
del XV tiene 20.000
aproximadamente, que se
transforman en unos
40.000 a finales de la
decimoquinta centuria.
Dicha condición la
conserva hasta el siglo
XVII. Hacia 1530 cuenta
con más de 50.000
habitantes, y a partir de
dicha década, gracias a
las conexiones con
América, el crecimiento experimenta una gran aceleración, hasta alcanzar su tope
Fig. 1. Plano mandado levantar
poblacional de 125.000 más o menos al finalizar el siglo XVI [figura 1].
por el asistente Olavide. 1771
Este prolongado crecimiento de la población, unido a la acumulación de
riquezas que la ya citada función de centralidad genera, permite a miembros
de varios sectores sociales efectuar inversiones urbanas, que es uno de los
factores de transformación de la ciudad. En este cometido destacan las
diferentes élites que van a ir surgiendo. En primer lugar, una élite sociopolítica,
que comienza a configurarse tras la conquista, compuesta por una
aristocracia de orígenes nobiliario y urbano, cuyas bases económicas
descansan en su condición de grandes propietarios. Una aristocracia que, en
una proporción importante, va a saber aprovechar las ventajas económicas de
la región, y de la posición estratégica de la ciudad, incentivando los cultivos
más rentables, como son sobre todo los de olivar y viñedo, cuyos productos
tienen una gran demanda, lo que les genera rentas considerables. Pues bien,
una parte de dichas rentas las invierten en la ciudad, ya sea en la construcción
y dotación de sus residencias, ya en fundaciones piadosas, ya en otras
manifestaciones propias de sus formas de vida nobiliarias. Por otro lado, la
expansión comercial, permite la consolidación de una élite económica
integrada por gentes vinculadas al comercio, en parte extranjeros pero
también sevillanos y de otras procedencias, y aunque muchos solo
temporalmente residen en Sevilla, otros se asientan e invierten igualmente en
la ciudad. El siglo XVI es una etapa clave en la mencionada transformación,
porque a la conversión de la ciudad en centro de las relaciones con América,

78
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

con el consiguiente incremento de la riqueza, se suma la difusión de las


nuevas corrientes estéticas promovidas por el Renacimiento.

Como es rasgo dominante en los centros urbanos coetáneos, probablemente


la mayor parte de la población sevillana vive de unas actividades artesanales,
cuyos productos están destinados al consumo local y de un área más o menos
extensa. Algunos de dichos artesanos no desdeñan la aventura del comercio,
primero con Canarias y luego con América, aunque sea a una escala muy
modesta. Entre estas actividades de transformación, las relacionadas con el
tráfico comercial tienen una especial relevancia, tanto las referidas a la
construcción naval y equipamiento de los barcos, como a la fabricación de los
envases necesarios para el transporte de las mercancías. En este sentido,
aunque sea conocida la importancia de la alfarería, radicada en su mayor parte
en Triana, sin embargo, no se destaca demasiado el que una parte muy
importante de dicha producción son ánforas para el transporte de aceite, vino y
otros productos. Así mismo, el sector vinculado a los servicios se ve potenciado
por este papel de la ciudad, y en este sentido habría que destacar, por un lado,
las actividades vinculadas al transporte (patrones de barcos y marinería,
carreteros, recueros, etc.) y, por otro, las de criados y servidores, a los que
habría que añadir los esclavos.

Completan esta radiografía de la sociedad sevillana los grupos minoritarios. De


un lado, el estamento eclesiástico, cuya presencia en la ciudad no hace más que
crecer durante todo el período aquí estudiado, en especial, por lo que se refiere a
las comunidades de religiosas y de religiosos, como se refleja en el siguiente
cuadro, en el que se recoge el número de conventos fundados en la ciudad:

Siglos Masculinos Femeninos Total


XIII 10 4 14
XIV 3 1 4
XV 2 6 8
XVI 15 16 31
XVII 16 5 21
Total 46 32 78

En cuanto a la comunidad judía, en un principio es numéricamente importante,


ocupando un barrio de grandes dimensiones. Tras el asalto sufrido por este en 1391,
su número desciende considerablemente, hasta quedar reducido a medio centenar
de familias aproximadamente a lo largo del siglo XV. Dicha reducción se debe sobre
todo a las conversiones masivas al cristianismo a raíz del citado asalto. A partir de
este momento, pierde gran parte del protagonismo financiero que dicho colectivo
había tenido, que sí conservan los judeoconversos. Finalmente, en 1483, los judíos
son puestos ante la disyuntiva de convertirse o tener que emigrar, desapareciendo
dicha comunidad. En cuanto a los mudéjares o musulmanes que residen en la
ciudad, su número es muy reducido durante estos siglos, hasta el punto de que en
1502, cuando son puestos ante la misma disyuntiva que los judíos dos décadas
antes, están en torno a las treinta familias. La mayor parte de este colectivo se
dedica a actividades relacionadas con la construcción y con el trabajo del barro.

79
Sevilla Mudéjar

Una estructura consolidada


Se sabe muy poco de cómo se distribuye y organiza la población
inicialmente, en el momento de ocupar la ciudad, pero se pueden destacar dos
rasgos: la temprana implantación de una estructura administrativa y el
comienzo de un proceso de jerarquización del espacio
urbano, vinculado a la consolidación de las áreas de
centralidad heredadas de la ciudad andalusí. (figura 2).

Probablemente, una de las primeras novedades


implantadas por los castellanos es la división de la
ciudad en una serie de unidades administrativas. Es
una novedad porque, debido a la concepción del poder
en el mundo islámico, con anterioridad carecía de ella,
al margen de que pudiesen existir barrios concretos con
caracteres socioeconómicos específicos. En esa
organización administrativa lo religioso aparece como
un factor fundamental. Un rasgo de las ciudades
medievales bastante extendido es que las parroquias
cristianas se convierten en elementos vertebradores de
la población, hasta el punto de que sobre la citada
división parroquial se organiza en muchos casos la
división administrativa de la misma. Esto es lo que
Fig. 2. Plano de Sevilla ocurre en Sevilla. El Libro del Repartimiento pone de relieve que desde los
donde se señalan todos primeros momentos la ciudad está dividida en circunscripciones o collaciones,
aquellos topónimos
mencionados en el texto
ya que sirven para el asentamiento de los nuevos pobladores, al constituirse
según A. Collantes de Terán comisiones de partidores por cada una de ellas y, a su vez, cada una designa sus
jurados. Son veinticuatro, que es el número inicial de parroquias, y además se
identifican por el nombre de sus advocaciones. La única excepción es Triana,
que, a pesar de coincidir sus límites con los de la parroquia, no utiliza el nombre
de esta. A finales del siglo XIV, tras la desaparición de la Judería en 1391, se
crean otras tres collaciones. En el caso de la de la Catedral, debido a sus
dimensiones, se subdivide en una serie de barrios (Castellanos, Francos,
Génova, Mar y, a partir de 1391, Nuevo) [figura 3].

Además de estas circunscripciones, existe el barrio de


la Judería hasta el mencionado año de 1391, a partir de
esta fecha, aunque hay varios intentos, los judíos no son
agrupados en un barrio hasta 1480, poco antes de su
expulsión, ubicándolos en el Corral de Jerez. En cuanto a
los mudéjares, aunque la historiografía tradicional y los
eruditos se han referido a un barrio mudéjar o morería, la
documentación conocida no justifica actualmente su
existencia hasta finales del siglo XV, y reducido a un
modesto adarve próximo a San Pedro, como se deduce del
escaso número de miembros con que cuenta la comunidad.

Fig. 3. Collación de Santa María Aparte de la existencia de los citados barrios, no se observa una
y Reales Alcázares diferenciación sociológica de las collaciones, más allá de la que pueda derivarse
desde la Giralda. de una localización de actividades económicas. En este sentido, conviene
Foto M. Valor Piechotta destacar el hecho de que no va a existir una concentración de las casas de la

80
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

aristocracia sevillana en barrios específicos, sino que se encuentran distribuidas


por todas las parroquias. El ejemplo más claro es que las casas-palacios de la gran
nobleza sevillana medieval están situadas fuera de las zonas centrales de la
ciudad (duque de Medina Sidonia, en la plaza del Duque de la Victoria; duque de
Arcos, en la plaza de Ponce de León; adelantado de Andalucía, en la plaza de
Pilatos; y la de su mujer, Catalina de Ribera, en la calle Dueñas), otro tanto se
puede afirmar de cargos importantes de la administración (calle del Relator). Solo
tardíamente, en los siglos XVI y XVII, como consecuencia de la promoción social de
miembros procedentes del mundo del comercio y de las finanzas, se observa una
mayor tendencia a instalar sus grandes casas en esas zonas centrales. La calle
San Isidoro es uno de los mejores ejemplos de estos comportamientos.

Esto no excluye un proceso de jerarquización de las collaciones como


consecuencia de la localización de funciones que definen áreas de centralidad.
En este sentido, la decisión de los califas almohades de construir una nueva
mezquita aljama en el extremo meridional, y crear así un nuevo centro urbano,
fue una decisión que marcó la evolución de la ciudad hasta la actualidad, porque
cuando los castellanos la conquistan no innovan en este aspecto. Desde el
primer momento, tras consagrar la mezquita al culto cristiano y convertirla en
catedral, en torno a ella se van ubicando las distintas funciones de centralidad
urbana: administrativas, culturales y económicas.

Por lo que se refiere a las funciones administrativas, las


relacionadas con la Iglesia están representadas por las casas
del Arzobispo y frente a ellas las del propio Cabildo Catedral, en
el Corral de los Olmos, hasta que en el siglo XVI se construyen
las nuevas dependencias al mediodía de la Catedral [figura 4].
A esto hay que añadir el que en sus proximidades -en la calle
de Abades y colindantes- reside una parte del clero vinculado
a la Catedral. En el lado opuesto de esta se encuentra el
conjunto conocido como Colegio de San Miguel, en el que,
además de la actividad docente, se localiza la carnicería de los
clérigos y su cementerio.
Fig. 4. Palacio arzobispal y
Casi todas las instituciones vinculadas a los poderes central y local se estructuras arquitectónicas
ubican así mismo en su entorno. El Alcázar real, a cuyas puertas, además, bajo la Plaza del Cabildo.
imparten justicia los alcaldes mayores municipales. Entre este y la Catedral Foto M. Valor Piechotta
están la Casa de la Moneda y la Herrería del rey, en el solar que hoy ocupa el
Archivo de Indias, y algo más alejadas las Atarazanas reales y, en ellas, la
Aduana. En las inmediaciones del Colegio de San Miguel se encuentra el
Almirantazgo, la sede de los oficiales y jueces de esta institución en Sevilla. El
gobierno municipal comparte residencia con el cabildo catedralicio en el Corral
de los Olmos -al que paga un alquiler anual-, hasta que en el siglo XVI se traslada
al nuevo edificio levantado en la cercana plaza de San Francisco. En esta se
instala, ya en el siglo XIII, la “cuadra” de la justicia y en la centuria decimosexta
la Audiencia; mientras que al comienzo de la calle Sierpes está la cárcel; por
tanto, las distintas instituciones vinculadas a la administración de justicia. Solo
van a quedar fuera de este espacio de centralidad el corral de los alcaldes
ordinarios y de la Hermandad, en las inmediaciones de San Pedro, y el Tribunal
de la Inquisición, en el castillo de Triana.

81
Sevilla Mudéjar

En cuanto a las funciones culturales, el centro más antiguo es el Colegio de


San Miguel, ya mencionado, al que siguen en los inicios del siglo XVI, el Colegio
Mayor de Santa María de Jesús, germen de la futura universidad, y el Colegio de
Santo Tomás, de los dominicos.

En fin, funciones y centros económicos de primera importancia se


concentran en este espacio, sobre todo los relacionados con el comercio
internacional. Un hecho que contribuye a consolidar esta centralidad económica
es su proximidad a la zona portuaria, de la que está separada solo por la calle de
la Mar (actual García de Vinuesa).

Frente a la Puerta del Perdón de la Catedral está la Alcaicería, donde tienen


sus tiendas los vendedores de artículos de alto coste, sobre todo tejidos de
seda, y artesanos relacionadas con este sector textil, así como en la inmediata
calle de Francos y Escobas (Álvarez Quintero); lindando con aquella están los
plateros. En las inmediaciones de Francos tienen sus lonjas respectivas los
mercaderes catalanes y los placentines y milaneses, y en la esquina de la calle
de la Mar los genoveses, mientras que las propias gradas
de la Catedral se convierten en la gran lonja comercial de
la ciudad, pues a ella acuden todos los mercaderes que
tienen algo que vender o comprar. Estas se hacen
famosas en el mundo entero en los siglos XVI y XVII, pero
ya cumplían dicha función en el siglo XV. Además, en el
propio patio de los Naranjos [figura 5] tiene lugar hasta
1432 una feria o mercado anual, coincidiendo con la
fiesta de la Asunción. Entre la Catedral y la plaza de San
Francisco se encuentran las tiendas de la mayor parte de
los cambiadores y de los pregoneros -encargados de las
subastas y ciertas ventas-, así como de varios escribanos públicos o notarios. El
Fig. 5. Patio de los Naranjos mercado del aceite se sitúa en el cercano postigo de su nombre, donde se vende
desde la Giralda. este artículo al por mayor, a los comerciantes que lo destinan a la exportación, y
Foto M. Valor Piechotta al por menor, para el consumo local. Junto a él, el Alfolí de la Sal, que, al igual que
el del aceite, es un mercado para el consumo local, pero que también atiende a
otras necesidades, como las de los pescadores, que adquieren aquí la que
necesitan para salar sus capturas en el mar. A todo esto hay que añadir la gran
cantidad de almacenes, en especial de aceite, en las plantas bajas de las casas
del sector entre la Catedral y el río.

Como se ha podido observar, este conjunto de funciones de centralidad se


localiza desde los primeros momentos en el entorno de la Catedral. Ahora bien, el
desarrollo de la ciudad a lo largo de los siglos bajomedievales y modernos
contribuye al crecimiento de sus instituciones y a la creación de otras nuevas, lo
que trae consigo una ampliación de este espacio de centralidad. Desde este
punto de vista, la operación de mayor envergadura tiene lugar en el extremo
meridional, porque supone la integración del mismo en la ciudad. Aquí se
encuentran una serie de recintos que habían formado parte de los complejos
palatinos levantados por los almohades. Durante la Baja Edad Media parece un
sector infrautilizado y marginal, como denuncian algunos textos. Aquí radica la
cárcel de los caballeros, se instalan hornos para la fabricación del bizcocho
destinado al abastecimiento de las flotas, y en el Corral de Jerez, en el “alcázar

82
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

viejo”, se concentra a los judíos poco años antes de su expulsión en 1483. Todo
esto cambia en el siglo XVI, con la instalación de instituciones de distinto
contenido. Primero, la creación de los colegios de Santa María de Jesús y de
Santo Tomás, así como la de la Casa de la Contratación; luego, a finales de la
centuria, la construcción del edificio de la Lonja de los Mercaderes (actual
Archivo de Indias). Esto trae consigo el traslado al emplazamiento en el que en
la actualidad se ubica el complejo de edificios de la Casa de la Moneda y el de la
Herrería Real, en la segunda mitad del siglo XVI.

Hasta aquí el área de centralidad que se organiza en torno a la Catedral, pero


próxima a esta, existe otra que también gira en torno a una iglesia, en este
caso, la del Salvador [figura 6]. Su característica esencial es ser el espacio del
mercado de abastecimiento sevillano desde el siglo XIII al XIX, ya que en las
calles del entorno -desde San Isidoro hasta la
plaza de San Francisco- se ubican las carnicerías,
los puestos de la caza, de la alfalfa, de las
hortalizas, de la fruta, los del pan, los del pescado,
etc., aparte de otras actividades de carácter
artesanal. Más hacia el norte, frente a la iglesia de
Santa Catalina, se instala la Alhóndiga, donde se
vende la mayor parte del trigo que se consume en
la ciudad; y en sus inmediaciones se consolidan
en el siglo XVI dos mercados semanales el de las
bestias en San Leandro y el del carbón en las
inmediaciones de Santa Catalina.

La única actividad económica de cierta importancia, al menos en los Fig. 6. Iglesia del Salvador
primeros momentos, que se instala fuera de este sector es el mercado semanal y Alcaicería de la Loza
de los jueves, creado en el siglo XIII, en las inmediaciones de Omnium según Gerencia Municipal de
Sanctorum, y que da nombre a la calle de la Feria. Aunque se mantiene a lo largo Urbanismo
de todos estos siglos, su papel inicial se va diluyendo. Sin embargo, en torno a él
se consolida un mercado permanente para abastecer a la población del sector
norte de la ciudad. Algo que también ocurre en otros lugares, con la
cristalización de mercados destinados a cubrir las necesidades de zonas
urbanas concretas, como Triana.

Esta confluencia de funciones administrativas y comerciales en las


collaciones de la Catedral y del Salvador, atraen hacía ellas una parte importante
del conjunto de las actividades económicas, hasta el punto de que casi todos los
sectores artesanales están aquí representados ya en los siglos medievales.
Desde el siglo XV se puede observar una tendencia a la concentración de
actividades artesanales en dichas collaciones, de lo que se benefician algunas
colindantes, como la de San Isidoro. En efecto, oficios inicialmente ubicados en
otras más al norte acaban abandonándolas para trasladarse a las citadas, como
hacen los silleros, albarderos y correeros. Otros oficios asentados en ellas de
antiguo incrementaron su presencia, como los sastres y distintas
especialidades del calzado. Todo esto trae consigo un aumento del número de
tiendas y de talleres en las partes bajas de las casas ubicadas en las
mencionadas parroquias; así mismo, la proliferación de corrales aquí
probablemente también tenga que ver con el citado fenómeno. Sólo los oficios

83
Sevilla Mudéjar

relacionados con las actividades marineras y fluviales se concentran en las


collaciones próximas al río y en Triana.

El resultado de todos estos procesos, es que se configura una ciudad


dividida en dos por una línea imaginaria que va desde la Puerta Osario a la
Puerta Real. Al sur de la citada línea se encuentran todos los centros de poder y
los económicos; además, hay una mayor concentración de la población, pues
en conjunto la densidad aquí es más alta. Por el contrario, al norte de dicha
línea, la densidad es menor, la ausencia de instituciones públicas total, y lo que
predomina es la función residencial, compaginada con cierta actividad
artesanal, que se incrementa en los siglos XVI y XVII, en la que tiene una
especial presencia la relacionada con el textil.

Esta estructuración urbana tiene su reflejo en el espacio público, y se


manifiesta fundamentalmente a través de una jerarquización del viario y de la
aparición de la “plaza mayor”.

En toda ciudad occidental medieval, esas áreas de


centralidad tienen como referente una plaza que se
configura como espacio simbólico y representativo de la
misma. En el caso de Sevilla dicha condición corresponde
a la de San Francisco [figura 7]. Se ubica en el punto
central de la mitad meridional de la ciudad en la que se
acumulan funciones administrativas, culturales y
económicas, además, sirve de elemento articulador de los
sectores de la Catedral y del Salvador. Dicha condición la
adquiere ya en el siglo XIII, quizás porque -además de su
posición central- es el único espacio amplio intramuros
debidamente urbanizado. Desde el primer momento se instala en ella la
Fig. 7. Plaza de San Francisco administración de justicia, y es el escenario de la mayor parte de las
manifestaciones de la sociabilidad pública. Aquí se celebran torneos y corridas de
toros, forma parte del recorrido de la procesión del Corpus Christi, tienen lugar los
ajusticiamientos y son expuestos los reos, y más adelante los “autos de fe”,
además de formar parte del área del mercado. De ahí que, en la transición del
siglo XV al XVI, esta actividad ya se considere impropia de su función simbólica y
se excluya de ella, como refleja Luis Peraza: “Es esta plaza la más principal que
hay en toda la cibdad. Será su longura de dos tiros de ballesta, y de un tiro de
naranja, de anchor. En ella se hacen las fiestas más principales de reyes, o
duques, o grandes señores, que hacen en Sevilla. Es toda aportalada con mui
altos y buenos portales a la redonda. Hay muchas puertas, y munchas y mui
buenas ventanas, y miradores, y azoteas de donde suelen mirar [...] Ay al un lado
de esta plaza un grande y mui hermoso pilar de agua, que sale por dos caños, y él
es muy grande, donde todos pueden ir a beber. Antiguamente se vendió en esta
plaza pan, y carne, y pescado, y hortaliza, pero viendo que era más decente estar
desocupada la más real plaza que havía en Sevilla, mandáronla estar toda vacía,
como agora está”. Para estas fechas dicha función se ha reforzado con la
construcción del nuevo edificio del Ayuntamiento. Pero, a diferencia de las plazas
mayores de muchas ciudades españolas, está no completa ese papel con una
estética adecuada a su valor de representación, pues salvo las fachadas del
Ayuntamiento y de la Audiencia, remodelada en la segunda mitad del siglo XVI, así

84
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

como la fuente monumental rematada por Mercurio, el resto de los edificios, que
son viviendas, responden a una arquitectura de tipo popular, quedando
claramente reflejado en sus fachadas la regularidad de su parcelario. Es más, los
distintos intentos de la citada centuria por hacerla más regular acaban en fracaso.

Por lo que se refiere a la jerarquización del viario, la configuración de distintas


áreas de centralidad, así como la integración de la ciudad en el territorio, permiten
identificar tres ejes principales. En primer lugar, la calle de la Mar, que comunica las
dos áreas neurálgicas de la ciudad a través de la Puerta del Arenal: su puerto y la
zona de las gradas de la Catedral; además, en la mencionada puerta desemboca,
después de cruzar el puente de barcas y el propio Arenal, el camino del Aljarafe,
comarca básica de la economía sevillana. En segundo lugar, la calle que une la
Puerta de Carmona con la zona del Salvador -la actual Águilas-, donde están los
mercados, por otro lado, la citada puerta es el punto de llegada de los caminos de
la comarca de la Campiña. Finalmente, la que parte de la Puerta de Macarena, ya
que en esta puerta desemboca la principal ruta que comunica Sevilla con la
Meseta, de ahí que sea por donde habitualmente hacen su entrada los reyes. El
último en hacerlo es Carlos V, pues Felipe II entra por la de Goles, denominada a
partir de este momento Puerta Real. Mal-lara, en su descripción de la entrada de
dicho monarca, afirma que la calle que parte de la Puerta de la Macarena hacia el
centro de la ciudad carece de condiciones para el paso del cortejo regio.

Hacia una nueva forma urbana


La incorporación de Sevilla a la Corona de Castilla, supone su inserción en
un marco cultural diferente del andalusí, con las consiguientes repercusiones
en los distintos órdenes de la actividad humana. Uno de estos órdenes es el
urbanístico. Probablemente, desde los primeros momentos, es decir, ya en el
siglo XIII, se deben de tomar una serie de medidas, cuya intención es
transformar la ciudad heredada. Otra cosa es que se haga realidad esa
intención. En cualquier caso, se trata de un proceso lento, y que nunca llegará
a ser completado, como se puede observar en el plano actual. Sin embargo, en
los espacios que no fueron urbanizados en la etapa andalusí, sí que se
adoptan desde el primer momento los rasgos de las ciudades europeas. De ahí
que, desde el punto de vista de la morfología urbana, se puedan distinguir
grosso modo dos ciudades: la que hunde sus raíces en Hispalis y en Isbiliya,
es decir, la parte más antigua, y la nueva que se configura en la zona de
expansión intramuros.

A la hora de analizar los distintos elementos que configuran la morfología de


una ciudad, el primero debe ser la muralla, porque es la que define el espacio
urbano. En el caso de Sevilla, la que la va a delimitar durante los siglos
bajomedievales y modernos es la construida en el siglo XII. Los barrios que se
forman fuera de la misma en los siglos XIV y XV (Carretería y Cestería) obedecen a
razones de naturaleza funcional, ya que surgen vinculados a la actividad portuaria,
y no porque falte espacio en el interior de la muralla. Otro tanto se puede afirmar de
Triana, vinculada al puente y al castillo que lo defiende, y que, como consecuencia
de su relación con el río, conoce uno de los crecimientos más importantes de la
ciudad desde el siglo XV. En cuanto a los nacidos o desarrollados en los siglos XVI y
XVII (Humeros, Macarena, San Bernardo y San Roque), en parte, como
consecuencia del incremento demográfico, tienen poca entidad.

85
Sevilla Mudéjar

Aunque con el paso del tiempo la muralla va perdiendo su función militar, no


por eso desaparece su importancia. En estas etapas históricas su razón de ser
no es exclusivamente militar, sino que posee otros valores y funciones: en
primer lugar, un alto valor simbólico, ya que no se concibe una ciudad sin este
elemento; en segundo lugar, su condición de límite entre el mundo urbano y el
rural: constituye la frontera entre un área privilegiada -la urbana-, y otra que
carece de ciertos privilegios; en tercer lugar, su papel fiscal, al facilitar el control
de la entrada y salida de las mercancías, por sus puertas; en fin, su función
defensiva, por un lado, frente a los constantes desbordamientos del
Guadalquivir; por otro, ante la amenaza de epidemias, pues con el cierre de las
puertas se pretende evitar que sus habitantes se contagien, aunque lo normal es
que la medida se tome demasiado tarde.

Por todas estas razones, la muralla es un elemento fundamental de la ciudad,


que es preciso conservar, si bien los cuantiosos gastos que esto implica hace que
no siempre se puedan destinar los recursos necesarios. Especialmente sensible
en este sentido es el frente del río, ya que es el más afectado por los
desbordamientos, y el que requiere más intervenciones -en varias ocasiones, las
aguas la rompen por algunos puntos-, aunque con el fin
de aminorar estos efectos se comienzan a levantar
taludes a lo largo de las orillas. Pero la degradación de las
murallas es también consecuencia de la conjunción de la
falta de control de las autoridades y de la ausencia de
espíritu cívico de los habitantes. Ambos comporta-
mientos dan como resultado que las partes exteriores,
sobre todo las más próximas a las puertas, se conviertan
en “muladares” o depósitos de basura. En ocasiones
estos alcanzan tal envergadura, que en la riada de 1435
muchos vecinos se refugian en uno existente a la afueras
de la Puerta Real, quedando a salvo de las aguas; en otros
casos, permiten burlar los controles de los agentes del
fisco apostados en las puertas, al permitir meter las
mercancías por encima de ellas.

De todas formas, la pérdida de su función defensiva


ante un enemigo exterior va a hacer que poco a poco se
vayan adosando casas [figura 8], y que acabe siendo
utilizada como medianera, algo que se denuncia en 1597.
Sin embargo, para el período aquí contemplado, este
proceso afecta sobre todo a la parte interior del
encintado, pues al menos a comienzos del siglo XVII por
el exterior dicha utilización parece un hecho puntual.
Según un informe de 1612 (AMS, Varios Antiguos, nº 385), prácticamente se
Fig. 8. Edificios adosados a la reduce al sector del Arenal, pues aparte de este, solo se cita la huerta de Colón
muralla en la calle Santander, en el sector de los Humeros, y la iglesia de San Hermenegildo, junto a la Puerta
con torre de la Plata al fondo de Córdoba, que se está levantando en el momento de redactarse el informe.

Pero si no hay edificios adosados a la muralla, sí que desde el propio siglo XIII
se está produciendo una ocupación de la periferia. Se trata de un proceso
multisecular, anárquico, que al llegar al final del período aquí analizado ofrece la

86
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

imagen de un espacio sin organizar. En el se mezclan centros eclesiásticos


dispersos por toda la periferia, que habían sido los primeros en instalarse y los
más numerosos; cementerios, algunos permanentes y otros improvisados en
años de epidemias; el “quemadero de los herejes”; instalaciones de servicios,
como el matadero, en las inmediaciones de la Puerta de la Carne, o el hospital de
las Cinco Llagas; o instalaciones industriales, como la Fundición de cañones, a
alguna distancia de la citada puerta, y la fábrica de salitre. En fin, una serie de
modestos barrios, situados en los cuatro puntos cardinales, entre los que
destacan por su población y antigüedad -desde el siglo XIV- los ubicados en las
inmediaciones del puerto. Rodeando esta variedad de edificios, sobre todo por el
norte y nordeste, se encuentra la zona de huertas, con la que lindan los prados
en el frente oriental.

Cuando Fernando III conquista la ciudad, esta muralla encierra un caserío


compacto, pero también amplios espacios palatinos y militares, que, en parte,
entran en un proceso de degradación como consecuencia del abandono de los
mismos, así como amplias zonas ocupadas por huertas, sobre todo en los sectores
que habían quedado intramuros tras la ampliación de la muralla en el siglo XII.

Comenzando por estos sectores, como se ha visto en el capítulo precedente,


se había iniciado una ocupación de los mismos, aunque solo de manera parcial. Si
las zonas correspondientes a las parroquias entre San Román y Omnium
Sanctorum están ya ocupadas cuando tiene lugar la conquista castellana, a
medida que se avanza hacia el norte y hacia el oeste, es decir, en dirección al río,
su grado de urbanización es cada vez más reducido. El hecho de que poco
después de la conquista se establezcan a lo largo del frente occidental una serie
de instituciones eclesiásticas, conventos de órdenes mendicantes y casas de
órdenes militares, y que apenas existan mezquitas, da a entender que se trata de
Fig. 9. Detalle de la Alameda de
una zona prácticamente vacía, lo que corroboran las prospecciones Hércules del plano de Olavide
arqueológicas. En cualquier caso, las características que presentan ciertos
sectores, como el situado entre la Plaza Nueva y la calle Alfonso XII, y entre la
Alameda y Feria por la Europa y Correduría, hacen
pensar en que ya en el exterior de la muralla del
siglo XI se han formado algunos barrios.

Por tanto, y con independencia de posibles


intentos o proyectos previos, es a lo largo de los
siglos XIV y XV cuando se van urbanizando
aquellos sectores como consecuencia del
crecimiento de la población sevillana. Este hecho
conlleva que su morfología sea diferente de la de
la ciudad histórica. Aquí el rasgo dominante es la
presencia de calles rectas, con una orientación
norte-sur, en el sector entre la Alameda de
Hércules y San Luis [figura 9], apoyándose en los
caminos que partían de la ciudad antigua. Por su
parte, en las collaciones de San Vicente y San
Lorenzo, esta configuración se hace mucho más regular y clara, dando a
entender procesos de planificación. Se trata de calles que se cortan en ángulo
recto, conformando manzanas rectangulares, que en San Vicente, son más

87
Sevilla Mudéjar

estrechas y alargadas, como consecuencia de una subdivisión de aquellas,


conservándose restos de un parcelario bastante uniforme. Algo similar ocurre
con los otros barrios periféricos (Carretería, Cestería, Macarena, etc.). Por lo que
se refiere al de Triana, se articula sobre dos ejes longitudinales que corren
paralelos al río, las calles Pureza y Castilla, y que, posteriormente, cuando el
crecimiento del barrio lo requiera se reproduce en Alfarería y Rodrigo de Triana.
Al finalizar el período aquí estudiado, este arrabal está definido por la “cava” que
corre a lo largo de la actual Pagés del Corro, y que se extiende aproximadamente
desde la zona de Chapina hasta las cercanías de la actual plaza de Cuba.

Frente a estas tendencias hacia la regularidad y la simetría, la ciudad


consolidada por siglos de existencia presenta una morfología totalmente
diferente, en la que la calle recta es la excepción, frente al predominio de los
quiebros y los cambios de dirección; en la que proliferan los adarves, barreras o
callejones sin salida, por lo general cortos y estrechos. Esto hace que las
manzanas de casas sean totalmente irregulares. Todo ello, producto de la lenta
configuración de una ciudad de rasgos orientales durante los siglos de
civilización islámica.

Esta forma urbana, sin lugar a dudas, choca a los castellanos, y aunque no hay
datos directos, por analogía con lo que ocurre en otras ciudades conquistadas por
los mismos años, cabe sospechar que pronto se comenzarían a tomar medidas
tendentes a la transformación de la urbe. Sin embargo, esta operación será muy
lenta, se lleva a cabo no mediante grandes operaciones urbanísticas, sino a través
de pequeñas intervenciones realizadas de forma puntual, que a pesar de su
reiteración no consiguen borrar la impronta de una ciudad orientalizada, lo cual
todavía en la actualidad es reconocible. Es más, cabría plantearse si el crecimiento
poblacional del siglo XVI no va a contribuir no solo a detener dicho proceso, sino
quizás a acentuarlo, a través de ocupaciones del espacio público por las nuevas
construcciones. En cualquier caso, en varias sesiones capitulares de finales del
siglo XVI, se plantea la necesidad de tomar medidas para ensanchar y enderezar
las calles, lo que refleja que los capitulares son conscientes de la pervivencia de las
formas heredadas.

Aparte de las medidas intuidas, las primeras documentadas, en los inicios


del siglo XV, manifiestan una preocupación por hacer más diáfanas las calles,
mediante la supresión de todo aquello que dificulta el tránsito de las personas y
la circulación del aire, lo que contribuía a la humedad de las mismas. Se alude
específicamente a arquillos, saledizos y pisos volados o que cruzan de una
acera a otra. Más de cien años después, por tanto ya entrado el siglo XVI, se
vuelven a reiterar medidas similares, pero la terminología ha cambiado. Aparte
de la mención de los saledizos, ahora se alude a balconajes y corredores, lo que
da a entender un cierto cambio en la imagen exterior de las casas. En esta
centuria se toma también otra medida de bastante importancia, la de suprimir
los soportales, cuando parece que estos constituyen un elemento característico
del paisaje urbano, sobre todo en las zonas centrales de la ciudad.

Si estos mecanismos de transformación se deben a la iniciativa pública, otros


son consecuencia de actuaciones de los particulares. Dicho protagonismo es muy
evidente en la desaparición paulatina de uno de los elementos característicos de la

88
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

ciudad andalusí, los adarves o barreras. Se trata de un proceso lento y con


avances y retrocesos, como consecuencia de la confrontación entre lo público y lo
privado, y con alternativas a lo largo de los siglos. De una parte, están los intereses
de los particulares, quienes, con los argumentos de que en ellos se acumula la
suciedad o se ofende a Dios por los atentados contra la moral, solicitan su
cerramiento y la incorporación a la vivienda, aunque a veces haya que anular
dichas autorizaciones. Así, en 1403 se pregona la siguiente orden municipal:
“Manda Sevilla, e tiene por bien, que qualquier o qualesquier persona o personas de
qualquier ley o estado o condiçión que sean que tienen fechas casas y otros
hedefiçios algunos, o çerradas calles o callejas, solares que les fueron dados por
los ofiçiales pasados que los dexen e desanparen para Seuilla”. (AMS, Sec. 16, nº17,
VIII, o). Ahora bien, a juzgar por la frecuencia con que el asunto se trata en las
reuniones capitulares a lo largo del siglo XV, parece que lo más frecuente es que los
propietarios colindantes actúen al margen de la legalidad y los incorporen sin
demandar el correspondiente permiso, a pesar de que el concejo defiende el
carácter público de los mismos. Sin embargo, en otros momentos, con el fin de
hacer frente a las penurias económicas, es el propio concejo el que toma la
iniciativa de enajenarlos, como ocurre a finales del siglo XVI, obteniendo para ello
la autorización regia. Muchos de estos adarves son aun reconocibles en la trama
viaria y en el parcelario.

Hacia una nueva imagen


En paralelo con la transformación morfológica de Sevilla tiene lugar el
cambio de imagen. Como aquella, también se escalona a lo largo de los siglos
medievales y modernos, presentando distintas fases en función de los sectores
que lo protagonizan y, por tanto, los elementos urbanos que se ven afectados
por los mismos.

Por razones de cronología, importancia y simbolismo son los relacionados


con la religión los que hay que comenzar a analizar. En la configuración de la
ciudad medieval y moderna lo religioso juega un papel de primera importancia,
de ahí que uno de los rasgos que la definen es la proliferación de edificios
destinados al culto, a acoger comunidades religiosas, o a instituciones
vinculadas a este ámbito. Sevilla no solo no va a ser la excepción, sino que, como
consecuencia de las funciones desempeñadas en estos siglos, dicha
característica se va a ver potenciada. En ella proliferan las parroquias, los
conventos, las capillas y ermitas, los hospitales, que al responder -salvo casos
excepciones- a movimientos de carácter religioso, hay que considerar en este
apartado. Como consecuencia de la proliferación de estos edificios, ningún
sector de la ciudad queda exento de dicha presencia religiosa. Incluso la zona
más meridional, la que había formado parte de los recintos palatinos andalusíes,
solo tardíamente integrada en la ciudad, dicha integración se va a iniciar
precisamente a través de la creación de los colegios mayores de Santa María de
Jesús y Santo Tomás.

Debido a la fuerte carga simbólica que comporta, hay que referirse en primer
lugar a las parroquias mudéjares. Desde el mismo siglo XIII, las mezquitas
habilitadas para acoger las funciones parroquiales, comienzan a ser sustituidas
por edificios de nueva planta y de mayores proporciones, este proceso se
acentúa entre los siglos XIV y XV. Solo dos de dichas mezquitas sobreviven a la

89
Sevilla Mudéjar

citada operación, la que se ha convertido en colegiata del


Salvador y la parroquia de San Ildefonso, derribadas en
los siglos XVII [Fig. 10] y XVIII, respectivamente. Esta
pérdida de los elementos de referencia islámicos se
completa con los cambios de uso que sufren las
restantes mezquitas que no están destinadas al culto
cristiano, y que se transforman en tiendas, almacenes,
casas, etc., además de las destinadas a sinagogas. Por
otro lado, la práctica de sepultar en sagrado hace que, a
diferencia de los que había ocurrido en las etapas
precedentes, en que las necrópolis estaban fuera de la
ciudad, ahora se habiliten espacios aledaños a las citadas
parroquias para cumplir con esta función, contribuyendo
así probablemente a la aparición de los primeros
espacios abiertos en un caserío bastante denso.

Fig. 10. Plano de Sevilla


Pero si las parroquias son importantes por su valor simbólico, las que
donde se señalan hospitales, realmente contribuyen a configurar una imagen de la ciudad medieval y
parroquias, capillas, moderna son las fundaciones conventuales, tanto por su número como por las
y casas religiosas dimensiones que llegan a alcanzar la mayor parte de estos complejos. Es
A. Collantes de Terán posible hacerse una idea de dichas dimensiones gracias a los ejemplos que
todavía quedan, a pesar de que, como consecuencia de las desamortizaciones
del siglo XIX y de otros factores, en los dos últimos siglos han desaparecido
partes a veces importantes de estos conventos. Por lo que se refiere a su
Fig. 11. Fachada del palacio extensión, hay que tener en cuenta dos factores que inciden en ella; de un lado,
del Rey don Pedro. el momento de su fundación y, de otro, su integración en la sociedad sevillana.
Dibujada por Ch. Davillier. 1874
En relación con el primer aspecto, porque según el momento en que se fundan
pueden disponer de mayor o menor espacio. Los creados en la etapa
inmediatamente posterior a la conquista de la ciudad,
cuando en esta hay amplios espacios vacíos por falta de
pobladores, las mencionadas instituciones están en
condiciones de contar con amplias extensiones; por el
contrario, los fundados intramuros en los siglos XVI y
XVII, en una ciudad densamente poblada, no tienen las
mismas posibilidades.

Esto afecta probablemente sobre todo a la


disponibilidad de espacios sin construir como huertas y
jardines en el interior de los recintos, y al número y
dimensiones de los claustros [figura 11]. Basta con
comparar el convento de San Clemente con el de las
Teresas, por ejemplo. A parte de esto, otro dato que hay
que tener en cuenta es que, sobre todo a partir del siglo
XV, al establecerse en casas de sus patronos o
fundadores, o cedidas por ellos, los compases, ese
espacio semipúblico -o semiprivado- por el que se
accede a los conventos, es también de dimensiones
mucho más reducidas que los de los creados en el siglo
XIII, como ponen de relieve los datos que se poseen de
los de San Francisco y San Pablo. Por citar algunos que

90
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

se conservan, y que pueden ser conocidos por bastantes sevillanos, existe una
considerable diferencia entre el compás de Santa Clara [figura 12] y los de San
Leandro o Santa Paula.

La abundancia de espacios dedicados a huertas en


muchos de los citados conventos permite que, como
consecuencia de la creciente demanda de viviendas a lo
largo de estos siglos, varios se embarquen en
operaciones inmobiliarias. Algunas de dichas huertas
acaban transformadas en solares destinados a
la construcción de casas, como en toda la parte
final de la Alameda hasta la Puerta de la Barqueta
o de Bibarragel, que pertenece al convento de
San Clemente.

Otro rasgo de estos complejos conventuales


es su tendencia a crecer a lo largo de estos
siglos, y lo normal es que lo hagan a costa sobre
todo del caserío de su entorno, que va quedando
integrado en aquellos. La importancia del citado
proceso en cada caso concreto está condicionada por la
capacidad que la respectiva institución tiene para
insertarse en el tejido social, ya que en la medida en que lo
consiga, le permitirá contar con un número mayor o menor
de benefactores y donaciones que posibiliten la ad-
quisición de dichos inmuebles.

Pero también la citada tendencia supone la apropiación de


espacios públicos por una doble vía. En primer lugar, mediante la
incorporación de calles o de parte de las mismas, como ocurre con
los conventos del Carmen, de Santa Inés o de San Clemente. En
segundo lugar, el de la construcción de capillas adosadas a las
iglesias, sobre todo por parte de particulares y cofradías. Este
proceso, que afecta también a las parroquias, aunque es menos llamativo que el Fig. 12. Planta del convento de
Santa Clara
precedente, sin embargo es relevante, como consecuencia del elevado número
de operaciones de esta naturaleza que se hacen a través de los siglos, y que hace
que en la mayor parte de las iglesias sevillanas la forma básica del cuerpo de las
mismas quede enmascarado por las capillas que se le adosan.

El otro elemento configurador de la imagen de la ciudad es la volumetría de


estos edificios, tanto de las parroquias como de los complejos conventuales. La
época dorada de estos últimos, tal y como han llegado hasta la actualidad, son los
siglos XVI y especialmente el XVII, durante los cuales se transforman los
elementos fundamentales de los mismos: iglesia, claustro, refectorio,
dormitorios, etc. La importancia de este proceso en la configuración de la imagen
de la ciudad es consecuencia de la diferencia de escalas entre dichos edificios y
el caserío. Es la de una ciudad dominada por la altura de estos edificios
conventuales y parroquiales, acentuada por la verticalidad de las torres y
espadañas, frente a unas casas de una o dos plantas y, si acaso, un soberado; lo
mismo si se trata de la vivienda modesta como de la de la aristocracia.

91
Sevilla Mudéjar

Desde la perspectiva del espacio público, en la segunda mitad del siglo XV


hace su aparición en el lenguaje administrativo el término “ornato”. Cada vez
con mayor frecuencia, y de forma continuada a lo largo de los siglos siguientes,
los miembros del gobierno municipal cuando deliberan o toman decisiones que
afectan al mismo, las van a justificar recurriendo a la citada expresión, lo que
indica una nueva forma de encarar los problemas de la ciudad. A partir de aquí,
se inicia un proceso de transformación urbana que no solo se refleja en el
espacio público, sino también en el privado. Este cambio de imagen de la ciudad
se simboliza en tres procesos, cuya cronología se escalona entre las décadas
finales del siglo XV y la segunda mitad del siglo XVI: la proliferación de plazas, la
renovación de la casa y las nuevas puertas de la ciudad.

Por lo que se refiere a las plazas, la ciudad medieval se caracteriza por la


escasez de las mismas y por su vinculación al mercado. Aparte de esa “plaza
mayor” ya aludida y a los cementerios aledaños a las parroquias, pocos más
espacios abiertos se pueden encontrar. Este rasgo se acentúa en las ciudades
de pasado islámico. A este esquema responde Sevilla en la citada etapa. A su
vez, estos pocos espacios desde el punto de vista funcional se identifican con el
mercado. La relación entre plaza y mercado queda claramente expresada en el
razonamiento que, en 1502, efectúa el procurador del duque de Medina Sidonia,
para enfatizar que la plaza existente delante de sus casas no es pública sino
privada: “y es de creer que si la dicha ciudad algún derecho tuviera en la dicha
plaza y delantera della, que usara de ella como usaba y usa de las otras plazas
de la Feria, y de la Laguna, y sant Saluador, y sant Françisco, para que en ella se
vendieran y compraran cosas, como se suele hacer en las otras plazas que son
y se tiene por de la dicha ciudad.” (AMS, Sec. 1, c. 78, nº 178).

Pues bien, este concepto de plaza comienza a cambiar en las últimas décadas
del siglo XV. Cuando el concejo decide comprar en 1480 la lonja de los placentines
y milaneses, situada frente a la Catedral, en la esquina de Placentines, para
derribarla, lo justifica “porque segund el logar do ella está, se alargaua la plaça de
las dichas Gradas, de forma que se ennobleçían las dichas Gradas e plaça della, e
la dicha calle” (AMS, Sec. 1, c. 16, nº 2). Por su parte, el ya citado procurador del
duque de Medina Sidonia se expresa en los siguientes términos al referirse a las
casas que estaban delante de la fachada de su casa-palacio: “las quales las
conpraron para que las casas de su morada, seyendo como eran de señores tan
grandes, no estouiesen enbaraçadas e syn uista con las que estaban ante ellas y
cabe ellas” (AMS, Sec. 1, nº 178). Es decir, en estos momentos a la plaza se la
empieza a otorgar un valor nuevo, el de contribuir a embellecer un espacio y la
propia ciudad, así como a realzar los edificios que tienen fachadas a ellas.

Como consecuencia de esta concepción, tanto los poderes públicos como


los particulares llevan a cabo numerosas intervenciones que suponen la
proliferación de plazas. En los años finales del siglo XV tiene lugar una serie de
operaciones en esta línea: en 1487, las monjas de Madre de Dios solicitan ayuda
para adquirir unas casas con el fin de abrir una plaza delante de su convento; en
1490 se efectúa una operación similar ante la Alhóndiga. De estas mismas
fechas son las primeras operaciones de particulares conocidas, la ya
mencionada del duque de Medina Sidonia, al abrir la plaza denominada
comúnmente del Duque, y la del adelantado de Andalucía, al hacer otro tanto con

92
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

la de Pilatos. A lo largo del siglo XVI, la actividad de los particulares es incesante,


con el fin de dar realce y prestancia a las fachadas de sus casas-palacios, hasta
el punto de que Luis Peraza, que escribe aproximadamente medio siglo después
de aquellas primeras operaciones, llega a afirmar que no existe casa principal o
iglesia que no esté precedida de una plaza.

Aunque con un carácter diferente y en fecha más tardía, una intervención de


primera importancia, desde el punto de vista del espacio público, es la
urbanización de la Laguna de la Feria para convertirla en la Alameda de Hércules.
En este caso, la función de la plaza no es servir de marco sino de paseo, por tanto,
para ser usada y disfrutada por los sevillanos. La operación tiene lugar en 1574,
bajo el gobierno del asistente conde de Barajas. Se abren dos grandes zanjas a
todo lo largo del citado espacio, para recoger las aguas que antes lo convertían en
una laguna, y derivarlas hacia el río. Dichas zanjas separan tres paseos,
comunicados por medio de pasarelas, en los que, según Morgado, se plantan 1.700
árboles. Además, se instalan tres fuentes, cuya agua se trae de un manantial
extramuros (Fuente del Arzobispo). Como pórtico del nuevo paseo se trasladan
dos grandes columnas del edificio romano de la calle Mármoles, que se rematan
con las estatuas de los patronos míticos de la ciudad, Hércules y Julio César.

El segundo paso en el cambio de imagen de la ciudad es


la transformación de la casa sevillana. En un primer
momento, por razones de tiempo y de economía, la casa
heredada de la etapa andalusí es la que configura dicha
imagen. Los nuevos pobladores del siglo XIII la adoptan, y
quizás la adapten. A juzgar por referencias de otras
ciudades, en las que se conoce mejor el proceso de
poblamiento, parece que llama la atención a los recién
llegados su pequeñez, lo que unido a la ya mencionada
escasez de pobladores, llevaría a una concentración de la
propiedad, al posibilitar la unión de varias casas y,
consecuentemente, a una remodelación de las mismas. Los
pocos ejemplos de nuevas construcciones en esta primera
hora se circunscriben al ámbito del poder. Es el caso del
palacio construido por Alfonso X dentro del Alcázar, o la torre
levantada por su hermano don Fadrique [figura 13] ,
actualmente en el interior del espacio que formó parte del
convento de Santa Clara.

Pasados estos primeros momentos, siguen


manteniéndose los rasgos de la casa musulmana. Entre
ellos, la ausencia de vanos, es decir, de ventanas al exterior,
que contribuye a configurar calles formadas por muros
prácticamente ciegos, como todavía es reconocible en
algunas de pueblos sevillanos. De hecho, en descripciones de casas de finales
Fig. 13. Torre de don Fadrique
del siglo XV solo excepcionalmente se alude a dichas ventanas, normalmente
Foto M. Valor Piechotta
ubicadas en la planta superior.

Otro elemento de ese pasado es la pervivencia de los espacios no


construidos en el interior de la vivienda. En primer lugar, el hueco de patio, con

93
Sevilla Mudéjar

morfologías muy diversificadas, pues no todos están porticados, o no lo están


en todos sus frentes, ni ocupan una posición centrada. En segundo lugar, lo que
los documentos denominan corral y trascorral, que alude a la presencia de
numerosos huertos o jardines, dotados incluso con norias, en el interior de las
manzanas. A pesar del tiempo transcurrido y del incremento en la densidad de la
construcción, todavía es posible encontrar bastantes muestras de estos en el
interior del casco histórico, por ejemplo, el de la casa de los Bucarelli, por la calle
Teodosio. Por lo demás, como ya se ha señalado, se trata de casas por lo general
de una o dos plantas, con una diversidad de soluciones, pues no siempre toda la
planta superior está construida.

En esta pervivencia, al menos parcial, de la casa musulmana no hay que ver


solo razones económicas, sino también de reconocimiento de valores estéticos
y formales. De todos es conocido que Pedro I manda construir su nuevo palacio
en el Alcázar conforme a patrones mudéjares y granadinos [Figura 9], y esto
debería de influir en los sevillanos, porque cuando más de medio siglo después
se remodelan las dependencias del concejo en el Corral de los Olmos se toma
como modelo el citado palacio. Por otro lado, las excavaciones que se vienen
realizando en los últimos años están poniendo de manifiesto que las casas
construidas en los siglos XIV y XV siguen respondiendo a patrones mudéjares,
corroborando así las descripciones que se conservan de esos siglos e incluso de
comienzos del XVI.

Esto no quiere decir que todas las casas sevillanas respondan al citado
esquema, al menos por lo que se refiere a la presencia de los espacios interiores
sin construir. La ausencia de estos es algo que se observa sobre todo en las zonas
de urbanismo planificado. Por otro lado, nuevos elementos, propios de esta
sociedad castellana, se han venido a sumar a estas casas de inspiración oriental.
En unos casos, se trata de las torres de carácter militar que construyen los
miembros de la aristocracia en sus residencias urbanas; en otros, la proliferación
de soportales, sobre todo en las calles de mayor actividad económica, que se
completa con la creciente apertura de tiendas en las plantas bajas de las viviendas.

La imagen básicamente oriental que ofrece el caserío sevillano entrado el


siglo XVI va a experimentar un cambio en dicha centuria. A juzgar por las
referencias que los contemporáneos hacen al fenómeno, especialmente Luis
Peraza y Pedro Mexía, debe presentarse como una eclosión hacia el segundo
tercio de la centuria. Peraza dirá: “así las casas adornan, hermosean y hacen
graciosas las plazas, calles y viviendas..., de aquí colijo yo cuánto sea la
vivienda de la real ciudad de Sevilla alegre, por las muchas y muy buenas casas
que en ella hay”. Por su parte, Pedro Mexía, en uno de sus coloquios, se expresa
en los siguientes términos al referirse a la que está construyendo un mercader:
“Bien decís; más ¡qué buena delantera ha hecho a su casa! Cierto, en grande
manera se ha enmendado esto en Sevilla, porque todos labran ya a la calle, y de
diez años a esta parte se ha hecho más ventanas y rexas a ella que en los
treinta de antes.” Alonso Morgado, que escribe más tarde, dice: “Todos los
vezinos de Sevilla labran ya las casas a la calle, lo qual da mucho lustre a la
ciudad. Porque en tiempos passados todo el edificar era dentro del cuerpo de las
casas, sin curar de lo exterior, según que hallaron a Sevilla de tiempo de moros.
Mas ya en este hazen entretenimiento de autoridad tanto ventanaje con rejas y

94
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

gelosías, de mil maneras, que salen a la calle, por las infinitas damas nobles y
castas que las honran y autorizan con su graciosa presencia. [...]Los patios de
estas casas, que casi en todas los ay, tienen los suelos de ladrillos raspados, y
entre la gente más curiosa, de azulejos; con sus pilares de mármol. Ponen gran
cuidado en lavarlos y tenerlos siempre muy limpios, que con esto y con las velas
que les ponen por lo alto, no ay entrarles el sol ni el calor en verano,
mayormente por el regalo y frescor de las muchas fuentes de pie de agua de los
Caños de Carmona que hay por muchas de las casas en el medio de sus patios”.

Los tres textos aportan las dos claves de dicha transformación, que afecta
tanto al interior como al exterior. Por lo que se refiere a este, el hecho más
importante es el cambio en lo que constituye la frontera entre lo privado y lo
público de la vivienda, es decir, la fachada. En este sentido, dichos textos
transmiten la idea de cómo la mejora de las casas contribuye al “ornato” de la
ciudad. Por tanto, reflejan una concepción radicalmente distinta de la que ha
venido dominando hasta este momento.

¿Se trata solo de planteamientos estéticos o hay algo más? Hay que tener en
cuenta que en estas centurias se asiste a una elevada actividad edilicia,
estrechamente vinculada al incremento de la actividad económica y a la
promoción social de gentes relacionadas con el comercio y las finanzas, y lo más
probable es que estos quieran manifestar a través de su vivienda las cualidades
de su propietario. Curiosamente, en el coloquio de Pedro Mexía se refiere a un
comerciante y no a un aristócrata, cuando también miembros de este colectivo
en estos momentos están remodelando sus residencia. Así, la casa hermética,
como consecuencia del predominio de muro ciego, comienza a dar paso a una
fachada, es decir, a una escenografía en la que el hueco adquiere protagonismo.
Según los textos, proliferan las ventanas y balcones, y más arriba se ha aludido a
la prohibición de construir balcones y corredores. Dado que dicha prohibición
está fechado en 1538, quiere decir que por entonces esta práctica está bastante
extendida. Pero es que, además, esas fachadas se diseñan conforme a una
estética nueva. Los huecos adoptan una distribución regular y simétrica, como
se puede contemplar en la casa de los Mañara o en la de los Bucarelli. Las
ventanas se dotan de rejas y celosías, para que las mujeres puedan ver sin ser
vistas, porque la calle es ya además un escenario. Esta escenificación se
completa con la utilización del mármol en los elementos más emblemáticos de
esas fachadas, es decir, en las portadas, muchas concebidas como auténticos
arcos triunfales. Como último eslabón de esta cadena de transformaciones,
probablemente aquella torre medieval, con sus reminiscencias militares, da paso
al mirador, como ocurría en las ciudades italianas con los corredores volados.

Pero la renovación no es solo epidérmica, no se reduce a las fachadas, sino


que afecta también a su interior. La casa mudéjar va dando paso a la casa
renacentista. El símbolo del cambio es la sustitución del ladrillo agramilado por el
mármol. A lo largo del siglo XVI las piezas de este material llegan por docenas en
las bodegas de los barcos procedentes de los talleres italianos, a los que pronto
se suma el mármol de las canteras de Macael. Los pilares de ladrillo de los patios
son sustituidos por columnas de mármol, al tiempo que dichas arquerías se
reproducen en la planta superior, hasta ese momento inexistente en muchos
casos. Estos patios se embellecen con fuentes del mismo material, que además

95
Sevilla Mudéjar

comienza a ser empleado en las escaleras y en menor medida en las solerías de


los mencionados patios. La llamada casa del Rey Moro de la calle Sol puede servir
de ejemplo de casa mudéjar, las de Pilatos y de Dueñas representan la fase de
transición, en las que conviven formas y elementos mudéjares, góticos y
renacentistas, mientras que la de Mañara, en la calle Levíes, es un ejemplo del
final de la evolución. Obviamente, esta revolución estética no queda limitada a la
casa sino que se extiende a la arquitectura conventual, y así surgen los grandes
claustros, como los de Santa Paula o San Clemente.

La tercera fase en este cambio afecta a la propia imagen exterior de la ciudad,


a sus puertas. Llama la atención que sea la última en acometerse, pues no tiene
lugar hasta la segunda mitad del siglo XVI. Hasta este momento, y salvo casos
excepcionales, las puertas siguen presentando las características islámicas, es
decir, su forma acodada, que aun se puede observar en la única que se conserva
de aquella época, la Puerta de Córdoba, gracias a que se convirtió en capilla, pues
según la leyenda en ella estuvo preso San Hermenegildo. Su trazado en ángulo
recto dificulta el tráfico de carruajes, por lo que ya en el siglo XV en varias se
abrieron portillos en el lienzo de muralla colindante, entre otras, en la de Triana.
Con el tiempo, a las razones de carácter utilitario se suman las estéticas, como
se deduce de la orden del asistente: “se abran otras puertas de nuevo, y se
cierren las que ahora están, porque por ellas se va rodeando para salir de la
ciudad, y será más el ornato de la misma si se abren las puertas aludidas en
derecho de las calles, como está en la de Triana”. La Sevilla convertida en gran
centro mundial no puede ofrecer al viajero que se aproxima a ella esa imagen
medieval. De ahí que las puertas, como símbolos que son de la ciudad, deban
adoptar una forma acorde. En consecuencia, se emprende la tarea de sustituirlas
por entradas directas, concebidas formalmente en más de una ocasión como
arcos triunfales, que proclaman la grandeza de una de las ciudades más
notables del orbe y predisponen al visitante. Casi todas sufren dicha
transformación, si bien la riqueza de su ornato depende de la importancia de
cada una en el contexto urbano. De ahí que, en función de esos ejes de
comunicación más arriba aludidos, las más monumentales y de mayor valor
artístico son las de Triana, Arenal y Carmona.

En conclusión, a lo largo de casi un siglo -el que va de finales del XV a la


segunda mitad del XVI-, Sevilla ha emprendido una serie de actuaciones, que
suponen una nueva forma de entender y ver la ciudad, que se completan con
nuevas dotaciones, que van en la misma línea, como el proceso sistemático de
pavimentación de las calles -en unos casos, a base de ladrillo y, en otros, de
empedrados-, obras de alcantarillado y nuevas disposiciones para acometer la
limpieza pública. Sin embargo, este conjunto de iniciativas choca con la tozuda
realidad. De una parte, la conservación de las infraestructuras deja bastante que
desear, incluso en los espacios más emblemáticos de la ciudad, como la propia
plaza de San Francisco (figura 14). De otra, se asiste a un considerable
incremento de la construcción, en la que participa tanto la iniciativa privada
como instituciones eclesiásticas, hasta el punto de que a finales del siglo XVI en
las reuniones capitulares se multiplican las consideraciones sobre este hecho,
así como las alusiones al incremento del precio de los materiales de
construcción, a consecuencia de la citada demanda, al coste de la vivienda, a la
ocupación de espacios públicos, etc. Pero ese caserío, a pesar de las

96
Antonio Collantes de Terán Sánchez EDADES DE SEVILLA

innovaciones introducidas, sigue estando dominado por una arquitectura de


carácter popular, de muy poca altura, y en la que la imagen exterior solo
parcialmente ha roto con el pasado musulmán, gracias a la apertura de alguna
ventana o a sus mayores dimensiones. Las fachadas siguen presentando una
imagen totalmente asimétrica en la distribución de esos pocos huecos, como se
puede comprobar a través de los numerosos alzados de comienzos del siglo XIX,
que se conservan en el Archivo Municipal.

Esta situación se
mantiene hasta media-
dos del siglo XVII. La
epidemia de peste de
1649, a la que se
atribuye la desaparición
de casi la mitad de la
población sevillana, en
unos momentos en que
la ciudad ya no atrae
tanta población, hace que
un elevado número de
viviendas queden aban-
donadas y comiencen a
degradarse como con-
secuencia de la falta de
inquilinos. Pero, una vez
más, dicha imagen tiene su contrapunto en las nuevas realizaciones
emprendidas en el momento final de la centuria, como la construcción del nuevo Fig. 14. Casa consistorial
gran edificio de la colegiata del Salvador; la creación del Hospital de los Venerables desde la Giralda
o la gran ampliación y reforma del de la Caridad; las nuevas fundaciones Foto M. Valor Piechotta
conventuales o la construcción de sus respectivos edificios, como los clérigos
menores (actual parroquia de Santa Cruz), los Terceros, Buen Suceso o Santa
Rosalía, algunos de los cuales se terminan ya en el siglo XVIII; en fin, también
nuevas casas de la nobleza sevillana, como la de los Bucarelli o la de los Ibarburu.

97
Sevilla Mudéjar

BIBLIOGRAFÍA

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Atlas de Ciudades Históricas Europeas, I. Península Ibérica, dir. M. Guárdia, F. Monclus, A.
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98
Luces de modernidad.
De la ciudad amurallada
a la metropolitana

Víctor Fernández Salinas


EDADES DE SEVILLA

Luces de modernidad.
De la Sevilla amurallada
a la metropolitana
Víctor Fernández Salinas

Sevilla y modernidad

En algunos foros y para muchos estudiosos, parece existir una especie de


contradicción imposible entre los términos Sevilla y modernidad. Naturalmente
esto no ha sido siempre así en la evolución de la ciudad, pero sí se puede afirmar
que entre el siglo XVIII y los inicios del tercer milenio, la historia sevillana, como de
alguna forma puede extrapolarse a la historia española, ha sido una sucesión de
fuerzas contrapuestas entre el peso de la tradición y las tendencias
conservadoras, de un lado, y la continua aparición de ideas, propuestas, y
también realizaciones, modernizadoras, progresistas, incluso vanguardistas, de
otro. Éstas, aunque a menudo se estrellaron en fracasos o declives inmediatos,
dejaron a la larga un marchamo especial en la personalidad sevillana. Nuestra
ciudad es en ese sentido, como tantas ciudades amadas -Roma, Jerusalén,
Lisboa, Buenos Aires, La Habana, Oporto, Palermo...- una ciudad imposible. Sin
embargo, frente al carácter de imposible de estas ciudades, entendiendo por tal la
convivencia de una ciudad ideal y de otra real tan opuestas que se podría decir
que se habla de dos ciudades distintas; pues bien, frente a aquellas ciudades,
Sevilla es imposible porque, como diría Ortega y Gasset del conjunto de los
andaluces, sus ciudadanos han construido una ciudad paralela a base de lirismo
y que para ellos es tan real como aquella que manejan cada día de la forma más
prosaica que se pueda imaginar.

Para conocer la relación entre Sevilla y la modernidad, o mejor, para relacionar


las épocas en las que la modernidad asomó a la ciudad, se proponen los
principales fulgores de vanguardia, o al menos de renovación, que se producen
en la ciudad entre la época en que se realiza el primer plano de la ciudad (1771) y
el siglo XXI; a saber: las Sevillas de Olavide, la del ferrocarril y la de las
exposiciones: la Ibero-Americana y la Universal. En cada una de ellas se impuso
un aliento de ilustración, positivismo, racionalidad y modernización; casi siempre
traído desde el exterior, pero que siempre terminó cristalizando en un lenguaje
genuinamente sevillano. Sólo una ciudad como Sevilla podía, en menos de tres
siglos mal contados, crear un escenario urbano barroco; sacudirse, sin
conseguirlo, su endiablada trama islámica; hacer estallar el corsé de su muralla;
disfrazarse de sí misma durante los años de apogeo del regionalismo; expulsar
poco a poco al río que le dio origen y convertir el cauce antiguo en una gran calle
mayor de fachadas modernas y puentes elegantes y, finalmente, asomarse al

101
Sevilla moderna

siglo XXI trepando por alcores y aljarafes. Claro está que se trata de un proceso en
el que la ciudad ha dejado mucho de sí en el camino; pero también es cierto que
nadie como los habitantes de esta ciudad para consolarse simplemente con las
fotos de aquella Sevilla que fue y se nos fue. Hay ciudades imposibles, pero
Sevilla lo ha sido siempre: río y riada, pagana y cristiana; atlántica y mediterránea,
y eso por no mencionar todas las dicotomías presentes en el deporte y cofradías.
Sólo en la alegría del caos y del barroco se puede entender la personalidad de esta
ciudad sin solución.

Sevilla y Olavide: por fin un plano


Sevilla comienza un largo y penoso declive durante el siglo XVII que quizá tiene
su punto más terrible en la peste de 1649. Esta epidemia no sólo diezmó la
población urbana, sino que inició una época de pérdida de
protagonismo interior y exterior. En 1717 se desplaza a
Cádiz el control del comercio con América y en 1755 la
ciudad sufre las secuelas del devastador terremoto de
Lisboa, siendo afectada más de la mitad de sus casas.
Sevilla afronta pues una segunda mitad del siglo XVIII con
una población que debió de oscilar entre los 60.000 y los
80.000 habitantes, muy por debajo de los 150.000 que
habría alcanzado a finales del siglo XVI.

Sin embargo, pocos años después del sismo se


inician los síntomas de un cierto renacer urbano que se identifica con la aparición
Fig. 1. Iglesia de San Nicolás de nuevos y notables edificios, todos ellos importantes en la creación de nuevas
imágenes y perspectivas urbanas, amén del revulsivo económico que
significaron las instituciones o actividades que les dieron origen. Así, se termina
la iglesia de San Nicolás en 1758 (figura 1), aunque en realidad no se había
interrumpido la creación de grandes e importantes templos en toda la edad
moderna, o se construye la Cilla del Cabildo en 1770.

Los cambios más profundos se dan en la periferia del


inmediato extramuros. De un lado, los arrabales
medievales del puerto (Cestería, Carretería) y Triana
experimentan un notable crecimiento, al tiempo que se
consolidan como tales otros núcleos que habían tenido
una presencia urbana menos relevante: Humeros,
Macarena, San Roque y San Bernardo, éste último muy
relacionado con las instalaciones de la Real Fundición de
Artillería o de Cañones (figura 2), construida sobre una
antigua fundición de bronce en 1770, y del cuartel de
Intendencia (1780); todas ellas dependencias levantadas
en las inmediaciones de la puerta de la Carne, en donde ya se habían realizado las
Fig. 2. Vista parcial de la Real obras del matadero a finales del siglo XV (1489) y las del Rastro Viejo en el siglo XVI.
Fundición de Artillería
En 1761 se comenzó a construir, extramuros y en los aledaños del puerto,
sobre el vertedero o muladar del Malbaratillo, la Maestranza. Un año después se
termina la Real Fábrica de Salitres, también extramuros, entre las puertas del Sol
y Osario. Entre 1764 y 1765 se realiza la reforma de la Alameda, al igual que se
había hecho con los paseos entre la Barqueta y la torre del Oro; e incluso más allá

102
Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA

entre ésta y la desembocadura del Tamarguillo, donde se encontraban los jardines


o paseo de la Bella Flor. Una vez ganado el arroyo, y hasta la venta de Eritaña, se
prolongan bien al sur las zonas de asueto y ocio de los sevillanos.

No obstante, la obra que significa un cambio cuantitativo


y cualitativo más importante en la ciudad es la creación de la
Real Fábrica de Tabacos (figura 3), cuya construcción se
inició al final de los años veinte, pero que pasó por
numerosas vicisitudes hasta su terminación ya en los
inicios de la segunda mitad del XVIII. Por su volumen, función
y ubicación, la fábrica de Tabacos se constituye en un
referente urbano de primera magnitud, creando un cierto
orden en el entramado viario meridional de la ciudad y dando
lugar, desde entonces, aunque quizá con una huella más
marcada en el siglo XIX, a la aparición de un arquetipo
sevillano nuevo y de gran trascendencia en la sociología ciudadana, pero también Fig. 3. Patio central de la Real
en la leyenda de Sevilla: la cigarrera. Fábrica de Tabacos
hoy edificio central de la
Además, el espíritu optimista de la época se plasma en la creación de Universidad de Sevilla
proyectos que permitiesen recuperar la navegación del Guadalquivir para barcos
de gran calado e, incluso, de hacerlo navegable hasta Córdoba.

Pablo de Olavide tomó posesión de la asistencia de Sevilla en septiembre de


1767. Limeño de nacimiento, llega a la península en 1752 con veintisiete años.
Adquiere un gran reconocimiento como intelectual ilustrado, conocedor de primera
mano de la aportación francesa al siglo de las Luces y racional administrador
territorial como demostró en su aplicación de la política de las Nuevas Poblaciones
en Sierra Morena y otras zonas andaluzas. Estas localidades absorberán gran
parte de su tiempo y hará que alterne con ellas su dedicación a la capital del Reino
de Sevilla. Olavide es reclamado en Madrid en 1775 a causa de pleitos que contra él
había emprendido la Inquisición y ya no vuelve a Sevilla. No llega por lo tanto ni
siquiera a un decenio la relación del asistente con la ciudad, y ello además
intercalado con duraderas estancias en las Nuevas Poblaciones; sin embargo, fue
una época en la que, tras más de un siglo de decadencia, la ciudad vuelve a tener
un proyecto que la conecta con las ideas más avanzadas de Europa.

Respecto a la administración urbana, el hecho más señalado es la aparición


de la Real Cédula de 13 de agosto de 1769 que estructura la ciudad en cinco
cuarteles (cuatro en la margen izquierda del Guadalquivir y un quinto en Triana),
con sus respectivos barrios y manzanas. Con los cuarteles surgen los alcaldes de
barrio, investidos de amplias competencias y responsabilidades de orden,
seguridad y ornato público y elegidos democráticamente entre los vecinos de
cada cuartel. Si bien esta disposición fue derogada al finalizar el siglo, es de
destacar el temprano prurito democrático atribuido a la administración vecinal
que, obviamente, entró a contrapelo respecto de la estamental sociedad sevillana
y española de la época.

Otro aspecto destacado de la administración de Olavide fue el encargo del


primer plano de la ciudad. Hasta 1771 existían representaciones de la población
que la describían y que mostraban sus hitos más importantes, pero ninguna

103
Sevilla moderna

puede ser calificada de plano moderno. La necesidad de


organizar y controlar la ciudad para su mejor administración
motivó este encargo que abre un período nuevo en la historia
de la ciudad, puesto que a partir de él es más fácil establecer
los cambios y transformaciones urbanas que han devenido
finalmente en la Sevilla actual.

Entre las reformas urbanísticas más importantes


realizadas durante la asistencia de Olavide destaca el
saneamiento de la Laguna de la Pajería, en el antiguo barrio de
la Mancebía, junto a la puerta del Mar, comenzada en 1772 y
culminada en 1778. También con Olavide se realizó la
ordenación del muelle, murallón y paseo de la margen trianera
del Guadalquivir.

Después de la marcha del asistente, el siglo XVIII todavía


verá aparecer obras notables, tales como la fachada norte de
la Casa de la Moneda o la Atahona -o Atahonas- del Pumarejo,
en la plaza que lleva este nombre y que también se abre en
estos años a raíz de la construcción del palacio de Pedro
Pumarejo (figura 4).

En la segunda mitad del siglo XVIII algo comienza a


Fig. 4. Palacio del Pumarejo
moverse en Sevilla que anticipa, ya en aquellos años, lo que son las
grandes preocupaciones, proyectos y realizaciones de la Sevilla
contemporánea.

Sevilla sin murallas y con ferrocarril


En los años centrales del siglo XIX se inicia una serie de procesos
urbanos que terminará alterando y constituyendo una realidad urbana
nueva en la Sevilla que se desarrolla en los decenios
siguientes. La primera gran intervención, además de las
actuaciones previas del asistente Arjona en los paseos a lo
largo del río, será la creación de la ronda en 1840 a partir del
proyecto del arquitecto municipal Balbino Marrón. La ronda,
que ya existía en numerosos tramos, se completa, ensancha
y consolida, utilizando los múltiples nombres que la
identifican en su recorrido a lo largo de las murallas (figura
5). En la zona del puerto se adapta a los paseos junto al río,
de forma que se distancia del recorrido amurallado
englobando hacia el interior los arrabales del Arenal; hecho
éste que condicionará en lo sucesivo que la población de la
ciudad identifique estos barrios como si fuesen de origen
intramuros. También es notable la reordenación que la nueva vía impone al
Fig. 5. Detalle de la ronda en el
arrabal de San Roque segregándolo en dos.
sector nororiental de la muralla
La ronda organiza el nuevo espacio urbano y, a medida que se inicie el
derribo de las murallas, que se prolongará durante toda la segunda mitad del
siglo XIX, condicionará un tejido especial surgido del loteamiento del espacio

104
Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA

liberado y que genera una fachada urbana de características específicas a lo largo


de todo su recorrido. Es difícil imaginarse en la actualidad el impacto que supuso en
la época este cambio de imagen, sobre todo desde el exterior y para
una ciudad que, desde tiempos inmemoriales, había sido identificada
por la potente obra de sus muros defensivos.

No obstante, y de tanta importancia como el derribo de las


murallas, hasta el punto de constituirse en factor impulsor y
condicionante de buena parte de las transformaciones urbanas
desde los años centrales del siglo XIX, es la llegada del ferrocarril y su
complejo sistema de infraestructuras. Obra de gran calado, tuvo un
efecto desorganizador en la periferia inmediata de Sevilla, al tiempo
que supuso la creación de una nueva barrera construida,
paradójicamente, al tiempo que se derribaban las antiguas murallas.
La causa hay que buscarla en el hecho de que los trazados
ferroviarios y la instalación de las estaciones estuvieron muy
influidos por las vicisitudes e intereses de las compañías de
ferrocarril y de las instalaciones portuarias. Lo que pudo ser un
crecimiento planificado se convirtió en una ocupación anárquica del
espacio de expansión natural de la ciudad y en la creación de un
dogal ferroviario que constreñirá la expansión urbana de Sevilla hasta
finales del siglo XX (figuras 6 y 7).

A falta de un plan de ensanche definido, al modo de otras ciudades Fig. 6 y 7. La estación de San
españolas, la organización de los nuevos tejidos urbanos de la Sevilla de la Bernardo antes y después de la
segunda mitad del XIX se centra en determinados ámbitos, siempre cercanos remodelación ferroviaria
al sector intramuros, y que se desarrollan con independencia unos de otros o,
en todo caso, buscando la articulación con la ronda de los nuevos
tejidos urbanos. Éste es el caso de la reordenación de la zona
externa de la puerta de Triana y de la urbanización de la antigua
plaza de Armas.

Sevilla reorganiza sus bordes, aunque sea con un diseño


bastante caótico, más allá de la ronda y experimenta un refuerzo de
las actividades industriales a lo largo de buena parte de esta vía,
aunque no comparable al que se da en otras ciudades españolas y
europeas (calles Torneo, Resolana, Ronda de Capuchinos, calles
María Auxiliadora, Recaredo y buena parte de Menéndez Pelayo).

Entre tanto, intramuros, se realiza un importante proceso de


reforma interior, muy ligado a los derribos de edificios religiosos
durante el período napoleónico o después de las
desamortizaciones. Poco articulado también, generará un
importante número de plazas y ensanchamientos viarios. Durante
los años centrales del siglo XIX se abren o adecentan las plazas del
Museo, Magdalena, Santa Cruz y, sobre todo, las del Cristo de Burgos
y la Plaza Nueva.

También de la segunda mitad del siglo XIX data el inicio de la política de


alineamientos, que pretende ampliar la latitud de las calles mediante el

105
Sevilla moderna

ensanchamiento puntual que se obtiene al retranquear los edificios de nueva


planta y adaptarse éstos a los proyectos de alineación aprobados por el
Ayuntamiento. El resultado es la conocida sucesión de tacones y retranqueos en
buena parte de las calles de la ciudad.

A finales de siglo se realizan operaciones de más envergadura en la reforma


interior; así, la más significativa es la reordenación entre la Campana y la Plaza
Nueva (calles O´Donell, Velázquez y Tetuán).

Sevilla rompe las murallas y abre sus calles para respirar, al tiempo que
construye las modernas redes ferroviarias que se lo impedirán. Modernidad y
contradicción se contrapusieron en el primer intento serio de expansión urbana
en la ciudad del XIX.

La Sevilla del 29
Hay un antes y un después de la Exposición Ibero-Americana de 1929, aquella
que transforma la ciudad entre 1900 y 1930, y que todavía hoy sigue encarnando un
cierto espíritu urbano de personalidad inconfundible y el que más ha contribuido a la
imagen que desde el exterior se tiene de Sevilla.

Los valores de aquella Sevilla se basan en un nuevo optimismo que se


contrapone al desastre moral nacional del año 98. Sin embargo, no es fácil
hablar de optimismo en una ciudad que posee unas condiciones higiénicas,
sociales y urbanísticas muy difíciles; que es la capital de una región de base
económica rural y desarticulada y cuya industria, escasa y muy volcada a la
agroindustria y a la construcción, tiene graves problemas para crecer y
diversificarse. Sevilla es al comenzar el siglo XX una ciudad en la que domina
una sociedad oligárquica y conservadora, sin capacidad para articular el
capital económico, humano y social de su provincia, cuanto menos de la
región que encabeza. El paro, la marginación, la mortalidad infantil, entre otros
posibles indicadores, expresan la realidad cotidiana de la ciudad, cuya
población crecía gracias a las remesas de inmigrantes que acudían a ella. Esta
atracción no se debía tanto a la posibilidad real de mejora de la calidad de vida
en Sevilla, como a las paupérrimas condiciones de vida en la sociedad rural
andaluza y del sur de Extremadura durante aquellos años. El crecimiento
demográfico es acelerado: entre 1900 y 1930, la ciudad pasa de 148.315
habitantes a 228.789. El resultado es la expansión de la infravivienda, ya que
se contabilizaron más de 1.200 chozas en el entorno de la ciudad, viviendo en
ellas una cifra próxima a las 6.000 personas en los años anteriores a la
Exposición Ibero-Americana.

Todo esto se expresa en una gran inestabilidad en los poderes públicos


municipales, cuyo mejor dato es el hecho de que en el período que media entre
1900 y 1930, veintiséis alcaldes presidieron la corporación municipal.

Respecto al desarrollo urbanístico de la ciudad, las lecturas son múltiples y a


veces antagónicas. Ya hacía años que se habían derribado las murallas, salvo los
lienzos que se decidió mantener como testigo de su historia, y se hacía notoria la
necesidad de un nuevo modelo de crecimiento que estableciese un crecimiento
unitario y ordenado o, al menos, similar al de otras ciudades españolas del mismo

106
Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA

rango e incluso menores que Sevilla y que llevaban ya varios años conformando
sus ensanches (Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Gijón, San Sebastián,
Alicante, Cartagena, Tarragona, etcétera).

Los principales planes y propuestas de transformación son:


· 1901. Enrique Lluria publica su Proyecto de Ensanche y Estación Invernal de
Sevilla. Implantación en España de los Juegos de Sport

· 1909. Aníbal González escribe su Necesidad y conveniencia del estudio de un


proyecto de Ensanche de Sevilla

· 1911. Se aprueba el proyecto de Aníbal González de urbanización del Cortijo


del Maestrescuela

· 1912. Tras el Anteproyecto presentado años antes por Aníbal González de


Reforma Interior y Ensanche de Sevilla, Miguel Sánchez Dalp plantea su Plan
General de Urbanización de los Alrededores de Sevilla y de Prolongación y
Ensanche de Algunas de sus Calles (propuesta particular)

· 1913. Se hace explícita la necesidad de contar, no ya con un plan, sino al


menos con un plano riguroso de la ciudad, documento cartográfico que no se Fig. 8. Recinto de la Exposición
conseguirá hasta la República Ibero-Americana

· 1917. Proyecto de Ensanche de Talavera

· 1924. Proyecto de Saneamiento, Mejora Parcial y Ensanche Interior de Triana


de Secundino Zuazo

· 1926. Plan General de Obras Conexas a la Exposición Iberoamericana,


impulsado en parte por Cruz Conde, y asumible en virtud de los arbitrios

107
Sevilla moderna

especiales que le fueron concedidos al Ayuntamiento de Sevilla y que se


invirtieron fundamentalmente en la reforma de la Puerta de Jerez, en la
edificación de hoteles y alojamientos para la Exposición Ibero-Americana
(Alfonso XIII, Cristina, Eritaña, Heliópolis y Ciudad Jardín), amén de obras de
pavimentación de las calles próximas al emplazamiento del certamen.

· En 1929, y por la obligación que constaba desde la aprobación del Estatuto


Municipal de 1924 de que todos los municipios con más de 10.000
habitantes debían contar con plan de ensanche, se convoca un concurso de
proyectos con tal objeto. A él se presentan el arquitecto García Mercadal, de
un lado, y, de otro, el ingeniero Eduardo Carvajal y los arquitectos Saturnino
Ularguí y Pedro Sánchez. El concurso que fue declarado desierto en 1931.

A esta nutrida iniciativa corresponden unos resultados también


importantes, aunque poco adecuados a un proyecto unitario de ciudad. Entre
estos resultados cabe destacar, sobre todo, el proceso urbanizador de la
Exposición, que tuvo sus principales escenarios en el parque de María Luisa,
sus zonas anejas e inmediaciones (destacando la plaza de España, obra
cumbre de Aníbal González, el arquitecto ganador y autor del proyecto de la
Exposición. Ver figura 8) y el Sector Sur (actual zona universitaria y aledaños de
la avenida de Reina Mercedes).

Por otro lado, se reforzó la obra hidráulica en el entorno


de Sevilla, lo que permitirá una mejor protección contra las
avenidas del río tanto del sector de Triana como de la
margen izquierda del Guadalquivir, y, sobre todo, el
resguardo del puerto al construirse la corta de Tablada,
proyecto de Luis Moliní, director de la Junta de Obras del
Puerto, que al inaugurarse en 1926 con el regreso de los
héroes del Plus Ultra señala uno de los momentos más
eufóricos de la Sevilla de la época. Sin embargo, con esta
medida, el puerto inicia un desplazamiento hacia el sur de
su centro gravitacional que lo aleja del sentir cotidiano de la ciudad y que se
Fig. 9. Imagen del
prolongará durante los decenios siguientes y del que el desmantelamiento del
puente de Hierro antes de su puente de Hierro no es sino un ejemplo más de la eliminación de los referentes
desmantelamiento portuarios históricos (figura 9).

También como resultado del antes citado proyecto de urbanización del


Cortijo del Maestrescuela, se compone una amplia pieza que, entre la vereda del
Juncal (actual avenida de Ramón y Cajal) y Luis Montoto, dará lugar al barrio de
Nervión, hoy muy transformado respecto a su configuración original. Esta
operación, que cambiará en buena medida el sector oriental de la ciudad y que
se conectará además con la construcción más allá del Juncal del barrio del
Cerro del Águila, es de iniciativa privada. No obstante, la operación urbanística
se planteó al Ayuntamiento como la fórmula para resolver el emplazamiento de
dos dotaciones fundamentales para la ciudad: el matadero y la cárcel, que se
construyeron en sus extremos. La avenida de Eduardo Dato se proyecta y
conecta al proyecto anterior en 1913 por el arquitecto municipal Antonio
Arévalo, aunque también sufre muchas modificaciones hasta 1924, año en el
que adquiere el trazado, que no la imagen, que hoy presenta.

108
Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA

Una de las tipologías residen-


ciales predominantes en el Nervión
original fue la de ciudad jardín, que
también proliferó en otros sectores
burgueses. Al margen de Heliópolis
o la Ciudad Jardín, promovidas por la
propia Exposición, se construyen
barrios como El Porvenir y, sobre
todo, la avenida de la Palmera y su
entorno (figura 10), zonas a las que
se desplazó buena parte de la
oligarquía sevillana de la época. El
cambio en lo que respecta al modelo
de vivienda es un vuelco total si se
compara esta tipología, que ya fuera
ensayada por Arturo Soria en Madrid
y luego elevada a rango de paradigma socio-urbanístico por el británico Ebenezer
Howard, con el modelo tradicional de palacio estructurado en torno a un patio Fig. 10. Chalet en la avenida
central. Sin embargo, este proceso de desplazamiento espacial de la burguesía y Manuel Siurot
aristocracia local y de extraversión del modelo residencial, se realiza con el
mismo lenguaje regionalista-historicista que se empleaba en las nuevas
construcciones del interior de la ciudad y que se comentará más adelante.

Más lenta fue la creación de grupos escolares,


mercados y otros equipamientos urbanos en la inmediata
periferia y extrarradio, si se exceptúan las ya mentadas
construcciones de la cárcel y el matadero. Uno de los
ejemplos más significativos es el mercado de la Puerta de
la Carne, siguiendo a Trillo, obra de Aurelio Gómez Millán y
Gabriel Lupiáñez que se presentaron al concurso en el año
26 y que, con alguna modificación a partir del año
siguiente, se construyó en claro contraste con el paisaje
de la zona donde se levanta, también en aquellos años, el
puente de San Bernardo (figura 11) y la estación de
Bomberos, ambos de Talavera.
Fig. 11. Puente de San Bernardo
Tampoco puede ser calificado ni siquiera de incipiente el proceso de y el mercado de la Puerta de la
construcción de viviendas obreras. La producción es tan escasa comparada con Carne
la creciente demanda de la época, que sólo puede decirse que se trató de un
conato. Las más significativas fueron las viviendas construidas a principios de
siglo en Ramón y Cajal según proyecto de Aníbal González. Presentan una
disposición lineal y siguen la tipología de casa unifamiliar adosada.

Ya en el interior del casco urbano, lo que se hace patente durante estos años
de la Exposición Ibero-Americana es la sustitución de buena parte del caserío
tradicional sevillano, de corte popular y ruralizante, por otro de porte, si no más
consmopolita, sí al menos más urbano, más retórico en su lenguaje compositivo
y de sesgo regionalista; proceso al que contribuyeron en buena medida las
ordenanzas municipales aprobadas en 1900. El exponente máximo de esta
tendencia a la autocomplacencia en la imagen arquitectónica es el barrio de Santa

109
Sevilla moderna

Cruz, donde el regionalismo alcanza incluso al diseño de los


jardines y espacios públicos (figura 12).

También en el interior, la ciudad continúa con su política


de reforma interior, prolongando hasta bien entrada la
segunda mitad del siglo XX los auspicios de propuestas
decimonónicas tales como el Proyecto General de Reformas
de José Sáez y López. Los resultados, a su vez, también son
obras segmentadas, proyectos fraccionados, en una difícil
búsqueda de la ruptura del casco histórico a la bocanada de
aire fresco que se le pretende insuflar desde la periferia. El
único proyecto que plantea una cierta presencia urbana es
el de la actual avenida de la Constitución; eje que une, a
través de la también reformada Puerta de Jerez, con los
revalorizados espacios del sur urbano y, por supuesto, con
el emplazamiento del certamen ibero-americano. Esta
avenida, aunque en buena medida solapada por la
imponente presencia de los pies de la Catedral y del Archivo
de Indias, es un espléndido muestrario del modelo de ciudad
regionalista ideado en la Sevilla de comienzos del XX.

Fig. 12. Plaza de Doña Elvira Menos integrados son otros proyectos de reforma interior de la época, tales
como la urbanización del antiguo solar del convento de San Pablo (entorno de la
calle Canalejas) o las reformas de Conde de Colombí de 1914 en el
Fig. 13. Edificio de José Espiáu ensanchamiento entre la Campana y la plaza de Villasís.
en la calle Feria
esquina Cruz Verde Respecto a la propia obra arquitectónica, su coincidencia con el evento ibero-
americano y el extraordinario éxito del estilo regionalista, ya anticipado líneas
arriba, motivan los calificativos de una nueva edad de oro
sevillana. La producción de arquitectura de calidad se basa
en un grupo de profesionales de cuantiosa y valiosa obra, de
los que siempre se destaca la tríada de Aníbal González,
José Espiáu, y Juan Talavera, pero que se completa con un
vasto elenco como los Gómez Millán, Arévalo, Barris, Traver
y un largo etcétera, entre los que se incluyen verdaderas
sagas de arquitectos que, más allá de la época de la que se
habla, cubren casi todo el siglo XX (figura 13).

Fuera de esa ciudad esbozada en los párrafos


anteriores, marcada por una incipiente y desorganizada
periferia y un casco consolidado objeto de realineaciones y
proyectos de reforma interior desarticulados, se conforma
también otra ciudad, aunque casi sería mejor denominarla
no ciudad. Es el escenario de los asentamientos
marginales, de las villalatas, de las chabolas, de la
carencia absoluta y de la vivienda que se levanta de la
noche a la mañana con materiales de desecho y cartones.
La ciudad de la miseria, que aunque concentrada en Amate
durante los años de la Exposición, volvió a expandirse en
las cuatro direcciones una vez terminada aquélla. Ésta era

110
Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA

la única posibilidad de lograr alojamiento para muchos inmigrantes


procedentes de las zonas rurales que sólo cuando alcanzaban una renta
mínima podían asentarse en los corrales y casas de vecindad modestas del
interior del casco o de los arrabales; en los que, a pesar de las malas
condiciones de habitabilidad (dado que en una o dos habitaciones se apiñaban
familias de siete, ocho o más miembros), al menos suponían una mejora
respecto a los asentamientos clandestinos por cuanto que en ellos existían
piletas de agua corriente, letrinas y un techo más estable
(figura 14). Aunque, sobre todo, lo que tenían estas casas
de vecindad era una calle y un barrio, y en consecuencia
resultaba mucho más fácil a sus inquilinos integrarse en la
vida de la ciudad, a la que aportaron el mestizaje de su
cultura rural. No es de extrañar que la personalidad actual
de Sevilla se apoye en barrios como Triana o Macarena, en
ellos existía una gran cantidad de este tipo de edificios.

Por último, y aunque ya hayan transcurrido más de


setenta años del certamen, hay que destacar que buena
parte de la magia, también se le puede llamar glamour, de la
Sevilla actual surgió precisamente de aquellos años. Sevilla
construyó en buena medida su leyenda en aquella época y
se puede afirmar que ha tenido y tiene más peso que el
recuerdo de la Exposición Universal que se celebró bastantes
años después y que se comentará en el punto siguiente. No
se trata sólo de que los pabellones del 29 sean más sólidos y
estables que la mayor parte de los construidos en el 92; es
más, para la Exposición Universal, Sevilla sí fue realmente
ordenada desde el punto de vista urbanístico y el resultado
final fue mucho más coherente que el de la Exposición
anterior; sino que se afirma a menudo que Sevilla se enamoró
de sí misma en aquel evento de confraternización con
América y, ya se sabe, nada más difícil que analizar con frialdad los recuerdos
idealizados de cualquier relación amorosa; sobre todo cuando ésta se corresponde Fig. 14. Corral de San José,
con un pasado lejano y pretendidamente feliz. calle Jimios nº22

Sevilla y la Exposición Universal de 1992


Después del período oscuro de la postguerra y autarquía, Sevilla inicia desde
finales de los años cincuenta un crecimiento descontrolado y cuantitativamente
importante. De los 312.000 habitantes de 1940 se pasa a 442.000 en 1960.
Pocos años después se supera el medio millón y, al terminar el siglo, Sevilla, sin
incluir su área metropolitana, ronda los 700.000 habitantes. La ciudad, que
hasta entonces se concentraba en sus límites históricos si se exceptúan las
zonas poco densas edificadas con motivo de la Exposición Ibero-Americana-,
ocupa con rapidez la periferia inmediata, especialmente el cinturón de huertas
más próximo, de forma que la población da entonces su primer y gran salto más
allá de sus murallas. Pero el crecimiento explosivo, que se prolonga bastante
más allá de 1970, es un crecimiento cuantitativo, que no cualitativo. Se
construyen viviendas, pero no se hace ciudad. Los nuevos barrios, en su mayor
parte, sufren un déficit o total ausencia de los servicios públicos básicos (salud,
educación, transporte, zonas verdes, etcétera).

111
Sevilla moderna

Esta realidad, hace muy contrastadas las diferencias entre un centro urbano
relativamente dotado (de comercios, servicios, instituciones, lugares de ocio,
espacios simbólicos, etcétera), frente a una periferia desdotada y anónima, sin
personalidad y sin recursos para crear identidades entre sus nuevos moradores.
Además, los entramados o tejidos urbanos que se crean están desarticulados, a
menudo son producto de la rápida conversión de un espacio de huerta en barriada
sin los documentos urbanísticos adecuados; lo que provoca una ciudad que
semeja un puzzle hecho con piezas fuera de lugar, que no encajan y que en su
conjunto no ofrecen una estructura urbana reconocible.

La Sevilla de los años ochenta, la que se prepara para


celebrar un nuevo certamen internacional, aprovecha la
ocasión para acometer un nuevo ciclo modenizador, más
integral que los anteriores, que eliminará o aminorará los
graves problemas que la ciudad ha ido acumulando a lo largo
del siglo XX: el transporte, tanto interior como exterior, la
dotación de los barrios y la recuperación de su patrimonio,
largamente olvidado y castigado. Al mismo tiempo, las obras
suponen la puesta en valor o revaloración de amplios sectores
urbanos, hasta entonces marginales o infrautilizados.

Se trata de unos años en los que Sevilla afianza su posición y control


Fig. 15. Estructura
radioconcéntrica
territorial, puesto que, además de contar de nuevo con un ayuntamiento
de la Sevilla del 92 democrático desde 1978, es designada capital de Andalucía durante el proceso de
constitución de las autonomías. La coyuntura económica, sobre todo en la
segunda mitad del decenio de los ochenta, es buena y aunque hasta entonces se
podía poner en duda, desde este momento el área metropolitana toma cuerpo y
se consolida en un amplio espacio en torno a la capital; puesto que adquiere
características de unidad funcional, de mercado de trabajo, de precios de usos del
suelo, etcétera. Sin embargo, esta expansión no es sólo un signo de prosperidad
urbana, sino que en buena medida supuso un crecimiento desordenado hacia el
Aljarafe, hacia el sur, hacia los Alcores y hacia el norte, aunque no en todas las
direcciones con la misma intensidad. El resultado práctico fue la proyección a la
periferia de los problemas, agudizados, que había sufrido la ciudad durante buena
parte del siglo XX y que pueden ser calificados como el cuarteto de las cuatros de:
desorden, déficit, despilfarro y degradación.

En cuanto a los aspectos positivos, uno de los más notables del cambio
urbano sevillano de finales de los ochenta e inicios de los noventa es la revolución
en sus sistemas de comunicación: tanto en la perspectiva interna de la ciudad,
como en la exterior. Respecto a la primera, cabe señalar que la situación del
tráfico, público y privado, se había convertido en caótica dado que la estructura
viaria de la ciudad, apoyada en los tradicionales caminos de acceso y que
desembocaba invariablemente en la ronda histórica, se saturaba y se
congestionaba con enorme facilidad; al tiempo que obligaba a que buena parte del
tráfico pesado, e incluso peligroso, que atravesara la ciudad tuviera que hacerlo
por zonas muy pobladas y céntricas.

El modelo de estructura viaria que se impone, y que viene señalado por el plan
general de ordenación urbana de 1987, presenta una disposición racioconcéntrica

112
Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA

(figura 15), de forma que buena parte de los movimientos que se registran en la
ciudad o en sus inmediaciones evitan el centro mediante las nuevas rondas de
circunvalación (ronda de Los Remedios-María Auxiliadora, ronda del Tamarguillo,
SE-30, etcétera). No se trata de una idea nueva; de hecho, los planes anteriores
(1946 y 1963) ya ofrecían soluciones similares para la estructura urbana. La falta
de recursos económicos, y la ausencia de una voluntad política decidida en
acometerlas, provocó que Sevilla careciese de estas rondas hasta casi el final del
siglo. El plan se aprobó a finales de diciembre de 1987 y a principios de 1992, es
decir en poco más de cuatro años, la mayor parte de su armazón estaba completa.
La síntesis del proceso de la concreción de la estructura viaria de Sevilla es la
siguiente: 40 años en fase de proyecto y cuatro de realización.

Paralelamente, se mejoraron los accesos desde el Aljarafe, y se ampliaron y


acondicionaron, entonces o en los años inmediatos, vías metropolitanas hacia
Dos Hermanas, Utrera y Alcalá de Guadaíra. Más allá de ellas, y ya en la escala de
la comunicación interurbana, se culminaron autopistas y se ejecutaron
desdoblamientos de numerosas vías, lo que significó una situación de
comunicación muy ventajosa, como anteriormente sólo se había disfrutado hacia
Cádiz, con Córdoba y Madrid, hacia el centro de la península; con Málaga, Granada,
el oriente andaluz y el levante; y con Huelva y Portugal hacia occidente.

Por si esto fuera poco, se renovaron todas las


infraestructuras de comunicaciones interurbanas: se
inauguró una nueva terminal aeroportuaria (figura 16), se
edificó una estación de autobuses y se reestructuró
profundamente el sistema ferroviario a su paso por la ciudad.
En efecto, la creación de la primera línea de alta velocidad
española, AVE, entre Madrid y Sevilla con ocasión de la
Exposición, llevó acompañada la creación de una estación
nueva de viajeros, la estación de Santa Justa. Esta obra de
Antonio Cruz y Antonio Ortiz mereció el Premio Nacional de
Arquitectura en 1993 y sustituyo a las antiguas estaciones de plaza de Armas y de
San Bernardo. También se reorganizó el sistema de las terminales de carga: Fig. 16. Vista parcial del
Majarabique y la Negrilla, principalmente. Sevilla no sólo se incorporó a la aeropuerto de San Pablo
vanguardia de los sistemas de comunicación ferroviarios, sino que la acompañó de
tales cambios en su disposición dentro de la ciudad, que a partir de ella se
liberaron numerosos espacios que pudieron ser incorporados al mercado
Fig. 17. Paseo del Rey
inmobiliario y se rescataron paseos, avenidas y fachadas urbanas (calle Torneo, Juan Carlos I
paseo del Rey Juan Carlos I -figura 17-, avenida Alcalde Manuel del Valle).

En lo que respecta a los espacios que se incorporan a la


ciudad, el más importante es el de la Cartuja; y esto por dos
motivos. Por un lado, porque aquí se desarrolla la propia
Exposición Universal y, por otro, porque el desplazamiento
del cauce vivo del Guadalquivir hacia la corta de la Cartuja,
inaugurada en 1984, supuso la separación definitiva entre
la ciudad y su río. La relación, que había sido difícil desde los
mismos orígenes de Sevilla, se rompió creando dos
espacios fluviales de interés: la dársena histórica, nuevo eje
articulador de la ciudad y de sus más nuevas y nobles

113
Sevilla moderna

fachadas urbanas, y el auténtico cauce del Guadalquivir, desplazado hacia el


oeste y relegado a la forma y función de un canal de desagüe atravesado por las
vías de comunicación e infraestructuras que unen la capital con el Aljarafe.

Una vez desplazado el río hacia el oeste, al tiempo que los sistemas de
defensa contra el mismo, la ciudad conquista la mal llamada isla de la Cartuja,
puesto que aunque sí cartuja no es tal isla. La ocupación inicial se realiza
directamente con la Exposición Universal, el último gran evento que marca la
historia de Sevilla en el siglo XX. En las abundantes 400 hectáreas del sector se
instalaron a modo de ciudad efímera pabellones, infraestructuras, sistemas
hidráulicos y dotaciones que revolucionaron la historia de la ciudad durante
unos meses. Aunque la celebración fue un empeño y compromiso de rango
estatal, la ciudadanía sevillana hizo suyo, tal vez tardíamente, el proyecto, y la
Expo se desarrolló como una larga fiesta
que, además, legó a la ciudad un sector muy
organizado y perfectamente dotado, al
menos para aquellos años, de las últimas
técnicas de la teleco-municación y los
servicios. Pero la Expo no sólo fue técnica,
fue sobre todo diseño y fantasía, un
trasunto idealizado del mundo en un espacio
reducido, y la cultura sevillana se identificó
rápidamente con el evento y con su huella.
La ciudad, una vez más, demostró que sus
épocas más radiantes son aquellas en las
que se combina lo propio con las ideas
modernizadoras externas. El genio de la
Exposición se expresa, como de ninguna otra forma, en la elegancia y casi
espiritualidad de los seis nuevos puentes (figura 18); puentes entre Sevilla y
Fig. 18. Puente del Alamillo
occidente, occidente geográfico y occidente cultural; y aunque luego, durante
mucho tiempo, algunos de ellos no han llevado a ningún sitio, porque occidente
en buena medida continúa siendo una terra incógnita para la Sevilla de acá del
Guadalquivir, marcan al menos una dirección hacia la que ir.

Volviendo a un lenguaje más prosaico, la ocupación de la Cartuja puede ser


interpretada como el logro más significativo en la escala urbana de la
Exposición Universal; sin embargo, hubo otros sectores urbanos que también
se incorporaron a la ciudad o que, ya formando parte de ésta, se cualificaron.
Tal es el caso de Pino Montano en el norte, Los Bermejales en el sur, y sobre
todo Sevilla-Este. Esta última gran pieza, es la que representa la principal
estrategia del Ayuntamiento de Sevilla de lanzar suelo al mercado inmobiliario
para competir con los municipios de su área metropolitana, que desde los años
ochenta ofrecían nuevas y lucrativas oportunidades urbanísticas, todas ellas
basadas en un precio del metro cuadrado bastante inferior al del municipio
central. Se obtuvieron así 900 hectáreas de suelo urbanizable que aún a
principios del siglo XXI no han sido colmatadas. Por otro lado, y con la
reorganización del ferrocarril (soterrado entre la estación de Santa Justa y la
avenida de Felipe II) se crea una larga franja, muy central dentro de la ciudad,
que alcanza en la actualidad los precios más caros por metro de cuadrado: la
avenida de la Buhayra y su entorno (figura 19).

114
Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA

De todo lo anterior, se deducen procesos creativos,


incorporación de nuevos sectores, imágenes y fachadas
urbanas recién estrenadas: la modernidad de nuevo
instalada en Sevilla. No obstante, sería muy incompleto
referirse a la etapa de la Exposición Universal sin hacer
alusión a una actividad que se desarrolló con gran impulso
sobre la Sevilla de siempre: la recuperación del patrimonio.
Muy alterados por los procesos especulativos de los años
sesenta y setenta, el casco y arrabales históricos habían
conocido un largo período de abandono y ruina,
especialmente acusada en barrios como San Bernardo, San Luis o el entorno de la
Alameda. La aparición de las leyes de patrimonio (la Ley de Patrimonio Histórico Fig. 19. Avenida de la Buhayra
Español en 1985 y la Ley del Patrimonio Histórico de Andalucía en 1991), unida a
una mayor sensibilidad social respecto de la necesaria rehabilitación de la
memoria colectiva, aprovecharon también parte de las sustanciosas inversiones
que se realizaron en la Sevilla que preparaba su Exposición. Además, muchas de
éstas rehabilitaciones, aunque no todas, han tenido como objeto edificios
públicos o que se han restaurado para un uso público. Así se recuperaron grandes
inmuebles, como el antiguo hospital de las Cinco Llagas (hoy Parlamento de
Andalucía), el monasterio de la Cartuja (sede del Instituto Andaluz del Patrimonio
Histórico -Figura 20-, del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y de la
Universidad Internacional de Andalucía), el Ayuntamiento, el convento de San
Clemente, Los Terceros -parcialmente-, la Casa de las Columnas o el cuartel de
Intendencia (hoy Diputación Provincial), entre otros.

Algunas intervenciones recuperaron edificios


pertenecientes a la arqueología industrial o de la obra
pública, indicando que también se ha consolidado un cierto
respeto en la ciudad hacia este tipo de patrimonio: la antigua
estación de Plaza de Armas fue uno de los pabellones de la
ciudad de Sevilla; los Almacenes Sínger de la calle Lumbreras
son hoy un teatro municipal; la fábrica de Enrique Ramírez y
Pérez es sede del Instituto de Fomento de Andalucía, el
antiguo Matadero Municipal de la calle Ramón y Cajal se ha
convertido en delegación provincial de Educación; la fábrica
para la Comisaría Algodonera del Estado de la calle Genaro
Parladé es Consejería de Agricultura y Pesca; y así podrían
citarse algunos ejemplos más, no muchos. Además, esta
sensibilidad creciente no ha podido evitar que se perdiesen
inmuebles industriales de gran interés.

La promoción de vivienda privada también ha rehabilitado numerosos


Fig. 20. Rehabilitación
inmuebles, aunque en esta ocasión se puede hablar de un peso excesivo de la de la Cartuja
adaptación de edificios históricos a la tipología de inmueble de apartamentos. Por
otra parte, muchas de las promociones desarrolladas en el conjunto histórico han
supuesto la prolongación hasta el final del siglo de un proceso bien conocido en la
ciudad: el desplazamiento de las clases modestas hacia los barrios del
extrarradio. Pocos son los corrales y otras tipologías de vivienda colectiva
similares, que tanto han significado en la personalidad de Sevilla de los últimos
siglos, que han llegado al siglo XXI.

115
Sevilla moderna

Por último, también cabe destacar que se mejoró la red de espacios


culturales: Teatro Maestranza, Teatro Central; amén de abrirse nuevos centros
cívicos y bibliotecas, con lo que se consolidó una oferta estable de servicios y
programación cultural en la ciudad.

Sevilla, balance y futuro


Hace casi diez años que se celebró la Exposición Universal de 1992. Al igual
que en 1929, aunque acentuado, se produjo una pulsión o crecimiento que
permite hablar, otra vez, de un antes y un después de aquel evento. No obstante,
y a pesar de este nuevo escenario, existen muchos procesos urbanos que no
parecen haber dado el mismo paso de gigante e, incluso, en otros, se puede
hablar de un cierto retroceso.

Sevilla es una ciudad que en el siglo XX creció en función de dos fuertes


excepcionalidades, en tanto que en el resto del siglo, lo hizo al albur de decisiones
menos globales, más mezquinas y especuladoras y, en cualquier caso, siendo
expresión de la escasa capacidad de la ciudad por imponer y controlar un modelo
urbanístico equilibrado y propio. La ciudad sólo ha generado estructuras y tejidos
más claros desde el punto de vista de la lectura urbanística cuando se ha visto
impulsada por proyectos e inversiones directamente, o al menos muy
mayoritariamente, promovidos por el Estado.

Por si todo esto no ofreciese ya un panorama poco optimista respecto a la


iniciativa de la ciudad, hay que señalar que después del 1992 se inicia un largo
período de ausencia de grandes inversiones estatales, de alguna forma
justificadas por el importante esfuerzo que se hizo con la Exposición.

Estructuralmente el plan de 1987 estaba hecho. Es más, estuvo hecho muy


pronto para lo que es la ejecución ordinaria de un plan general. Por esto, se habla de
un letargo prolongado después de la Exposición, del que la ciudad está despertando
en los últimos años, sobre todo a golpe de fuertes presiones urbanísticas que en
forma de recalificaciones y convenios amenazan la futura conformación urbana y
que enturbian el proceso de elaboración del nuevo plan general.
Valoración general de la aplicación del P.G.O.U. de 1987

Obras y proyectos en el Conjunto Histórico


Aspectos positivos:
- El plan dio pie a un Avance de Plan Especial para el conjunto histórico que
debe ser desarrollado por sectores
Aspectos negativos o inconclusos:
- Elaboración tardía o inexistente de planeamiento especial específico por
zonas.
- Pérdida de una importante parte del caserío tradicional, especialmente del
anterior al siglo XIX
Obras y proyectos relacionados con la reforma de las infraestructuras
de comunicaciones
Aspectos positivos:
- Consecución de una conectividad general aceptable, tanto interna como

116
Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA

externa, a través de las nuevas rondas y puentes.


- Conclusión de la tradicional saturación de la ronda histórica.
- Eliminación de muchas barreras a la expansión urbana, creando zonas de
recrecimiento urbano de gran calidad
Aspectos negativos o inconclusos:
- El desarrollo efectivo de las infraestructuras se hizo en ocasiones con
planes posteriores y con criterios de dimensión distintos

Obras y proyectos relativos a la reincorporación del río a la ciudad


Aspectos positivos:
- Creación de un arteria o calle mayor de la ciudad a lo largo del cauce histórico
Aspectos negativos o inconclusos:
- Negación de protagonismo al cauce vivo del Guadalquivir

Obras y proyectos de la urbanización de la Cartuja


Aspectos positivos:
- Espacio de representación de la ciudad durante la Expo´92
Aspectos negativos o inconclusos:
- La planificación autónoma de la Cartuja (400 hectáreas junto al centro
histórico) y sus consecuencias, que la aíslan del resto de la ciudad

En términos de la ciudad de uso cotidiano, se puede


hablar de un déficit en la gestión y mantenimiento de sus
espacios públicos. En este aspecto influye, tanto una
política bastante negligente por parte del Ayuntamiento,
que no duda en muchas ocasiones en efectuar una gran
inversión para mejorar un espacio público y que después
no efectúa un mantenimiento adecuado, como algunas
prácticas sociales ligadas a un uso excesivo del coche
privado o las movidas juveniles de los fines de semana
(figura 21). Todo ello deteriora uno de los principales
aspectos con los que se mide el bienestar urbano en la
actualidad: la calidad de los espacios públicos.

La recuperación del gran patrimonio ha continuado, pero con algunos puntos Fig. 21. La plaza del Pan
negros. Entre ellos, la falta de adecuación a los principios y cartas internacionales (oficialmente de Jesús de la
en la recuperación de algunos monumentos (tales como las iglesias de San Pasión), un sábado por la
mañana
Andrés o San Vicente); también se incumple la legislación vigente de patrimonio
al permitir con mucha frecuencia los remontes de edificios en sectores del
conjunto histórico que no tienen planeamiento especial aprobado y algunas
plazas son horadadas para construir aparcamientos rotatorios en el mismo
corazón de la ciudad, como actualmente ocurre en la Encarnación y amenaza ser
construido en la Alameda. La ciudadanía sensible a su patrimonio vive siempre los
nuevos procesos de rehabilitación con un cierto recelo. El problema de los años
setenta era que no se rehabilitaba la ciudad; el problema hoy es que las
rehabilitaciones son de tal calado, o con criterios tan sui géneris, que pueden
llegar a desvirtuar la autenticidad de un bien cultural. Por eso muchos sevillanos
temblamos cuando nos hablan de la futura rehabilitación del Patio de San
Laureano o del palacio de San Telmo.

117
Sevilla moderna

La asignatura pendiente es la del paisaje urbano. Se trata de que la mirada a


Sevilla siga siendo en la medida de lo posible amable y con perfiles tradicionales y
no que, de forma también ilegal en muchas ocasiones, las azoteas se llenen de
estaciones de telefonía móvil (figura 22), de antenas parabólicas o de paneles de
energía solar, que pueden resultar ser, estos últimos, ambientalmente correctos en
otros contextos urbanos, pero que en los sectores históricos deterioran
gravemente su aspecto. También deberían situarse con más recato los
contenedores para el reciclaje de papel o vidrio. Nadie ignora su
utilidad, pero tampoco nadie defiende que se conviertan en los
elementos protagonistas y estructurantes del escenario urbano
de plazas como las de Pilatos (figura 23) o Cristo de Burgos.

La vivienda también sigue siendo un problema importante


en la Sevilla que se abre al siglo XXI. Se construye un número
anual aproximado de 3.000, cuando para cubrir la demanda
habría que alcanzar las 4.000. Esto tiene como consecuencia
la expulsión de la población desde el municipio de Sevilla a
otros cercanos y el encarecimiento de los precios, aparte de que el déficit se
Fig. 22. Instalaciones de acumula año tras año. El plan general de 1987 preveía la construcción de unas
telefonía móvil sobre edificio de 60.000 viviendas (53.000 viviendas en suelo programado y 6.500 en no
la calle Almirante Apodaca programado), de las que se habrán construido unas 35.000. Hay pues una
reserva actual, según los cálculos del nuevo plan, de unos 25.000 hogares.

Por otro lado, Sevilla es hoy menos distinta a otras ciudades que en el pasado. El
nuevo modelo urbano se caracteriza por el asalto de las grandes superficies
comerciales a las distintas orlas de expansión (desde la corona más inmediata a
otras más alejadas). Las nuevas pautas de ocio y consumo, unidas a una falta total
de restricciones a este tipo de instalaciones, producen una competencia entre el
centro tradicional, tanto como lugar de compra, como de ocio y paseo, con estos
nuevos enclaves comerciales a los que, como islas en el mar, sólo se puede llegar en
muchos casos mediante el transporte privado. Estos macrocentros, en un recinto
cerrado, standarizado y franquiciado, plantean el mismo modo de vida que el llevado
a cabo en Toronto, Marsella o Estocolmo; y que no es otro que la
identificación del tiempo de ocio con el tiempo de compra y el
gusto por las comidas rápidas, las marcas internacionales y las
películas norteamericanas acompañadas de palomitas.

Nada contrarresta esta tendencia. El Ayuntamiento y otras


instancias ciudadanas tratan de reconducir la ilusión ciudadana
hacia proyectos como las Olimpiadas; aunque esto pueda
parece un poco contradictorio en una ciudad con tradición en
casi todo, menos en deporte. Tal vez debería plantearse una
política más modesta y realista, pero que sin duda redundaría más en la calidad de
Fig. 23. Plaza de Pilatos vida urbana: menos Sevilla ciudad del deporte en general, y a ver si se consigue, al
menos, que sea la ciudad del ciclismo. No parece muy creíble un proyecto olímpico
en una ciudad en la que no hay apenas carriles para las bicicletas.

Las capitales competidoras con Sevilla por su rango en España, Bilbao y


Valencia, han hecho un importante esfuerzo de renovación en los últimos años,
basado en buena medida en la reestructuración de su sistema de comunicaciones,

118
Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA

tanto interno (metro, mejora en las redes metropolitanas), como externo


(especialmente en sus conexiones aéreas), y, sobre todo, se apoyan en proyectos
culturales de gran talla: Guggenheim, Ciudad de las Ciencias... Sevilla necesita de
ese proyecto cultural, instrumento sin el cual es difícil desencadenar y atraer
proyectos de desarrollo de largo alcance. La experiencia de tantas ciudades
europeas así lo avala.

Casi todos los análisis sobre el futuro de la ciudad coinciden en la necesidad


de que ésta se integre como elemento protagonista bisagra entre los ejes de
dinamismo económico europeos: el arco atlántico y el mediterráneo. Los
sectores que siempre se citan son el turístico, entendiendo como tal no sólo el
tradicional, sino también el de convenciones, exposiciones y congresos; el
comercio; el ocio y la moda. La ciudad ha de hacerse pues atractiva a estos
sectores, a sus responsables, a sus clientes, a sus demandantes.

Sevilla se ha transformado repetidamente en los dos últimos siglos. Fue


compacta, después radiocéntrica, se convirtió en radioconcéntrica y hoy tiende
al modelo de ciudad difusa hacia los cuatro puntos cardinales. Las
contradicciones se mantienen en ese difícil equilibrio que mantiene entre capital
cosmopolita y ciudad provinciana; entre ciudad que está perfectamente
conectada con Madrid, pero desastrosamente con su área metropolitana; entre
ciudad con poder legislativo y político, pero de escaso alcance económico, con un
tejido empresarial incapaz de generar proyectos económicos que atajen el paro;
entre ciudad de cultura arrebatada y arrebatadora y, al mismo tiempo, sin un
proyecto cultural ambicioso y moderno.

La maqueta de la Sevilla del siglo XVIII es fácil de hacer,


de ver y comprender; la que se construya sobre la Sevilla del
XXI necesita de muchas claves para su interpretación y
además, será necesario ir bastante más allá de sus límites
municipales para referirse a ella (figura 24). Con todo, lo
más importante del ánima urbis será siempre imposible de
resumir en una maqueta. Lo que salva a una ciudad no está
en este tipo de representaciones, ni siquiera en los planos
que nos son tan queridos a los geógrafos. Lo que salva a
Sevilla, le da vida y fuerza está en la cabeza de sus
habitantes. Esta ciudad tiene tanta seguridad en sí misma
que hace siempre presentes sus momentos de gloria y
olvida con rapidez las decadencias y miserias. Esta
seguridad es un potencial que ya quisieran para sí tantas
ciudades en crisis y hace que el valor de Sevilla trascienda
su historia, su patrimonio y todas las estadísticas posibles
que sobre ella se hagan. Volviendo al principio, hay una Sevilla ideal que pesa más
que la real y la única pregunta que cabe hacerse, al margen de todos esos retos Fig. 24. El escenario de la Sevilla
grandilocuentes sobre su futuro que asaltan las portadas de los periódicos con metropolitana
regularidad, es la de si alguna vez la Sevilla tangible, la que se puede recorrer a pie
y tocar con las manos, llegará a poder compararse con la Sevilla inaprensible de
su leyenda. Con Sevilla, ciudad imposible, es difícil teorizar, o en todo caso, es
preciso hacer con ella lo mismo que con el aroma de la rosa de Juan Ramón:
apreciarla, quererla y atraparla en su sinrazón.

119
Sevilla moderna

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120
Asociación para el Estudio
y la Promoción de la
Arqueología Histórica
Edades de Sevilla
Hispalis, Isbiliya, Sevilla

Edades de Sevilla Hispalis, Isbiliya, Sevilla


Organiza

Colabora

Asociación para el Estudio


y la Promoción de la
Arqueología Histórica

Sevilla, 2002

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