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Sevilla, 2002
Asociación para el Estudio
y la Promoción de la
Arqueología Histórica
Edades de Sevilla
Hispalis, Isbiliya, Sevilla
Coordinado por:
Magdalena Valor Piechotta
Autores:
Salvador Ordóñez Agulla
Magdalena Valor Piechotta
Miguel Angel Tabales Rodríguez
Antonio Collantes de Terán Sánchez
Víctor Fernández Salinas
Sevilla, 2002
© Área de Cultura y Fiestas Mayores. Ayuntamiento de Sevilla
© Los autores
I.S.B.N.:
84-95020-92-0
Depósito Legal:
SE2136-2002
Diseño y maquetación:
www.optika.info
Imprime:
Europrinter-ag, S.A.
Sumario
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Sevilla Romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
De Hispalis a Isbiliya . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
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Salvador Ordóñez Agulla
El primer contacto directo del solar sevillano con el mundo romano tiene lugar
en el contexto de la Segunda Guerra Púnica (218-204 a.C.), cuando el entorno de
Sevilla se convierte en escenario clave en la resolución del conflicto entre Roma y
Cartago por la hegemonía en el Mediterráneo occidental. En este entorno ya existía
anteriormente una red de grandes asentamientos de tipo urbano a orillas del
Guadalquivir controlados por unas élites que importaban productos de lujo griegos,
púnicos y romanos y que administraban la producción agrícola de las campiñas
cercanas. Por entonces Sevilla, la Spal turdetana, receptora de una tradición que se
remontaba a mediados del siglo VIII cuando los colonizadores fenicios dan inicio a
su trayectoria urbana, ya daba muestras de las ventajas de su privilegiada
ubicación, como puerto de intermediación del mineral de la Sierra Morena y junto a
unas campiñas muy fértiles. De ello se tiene un eco lejano en las estructuras
constructivas localizadas en la Cuesta del Rosario, la calle Aire y Argote de Molina.
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arruinada por la crisis agraria y los importantes contingentes de soldados que implica la
aparición del ejército profesional y que demandaban tierras tras su licencia al fin del
periodo bélico, César hubo de volverse hacia las provincias en busca de tierra pública
abundante. Se crea así el clima favorable para los asentamientos masivos de
ciudadanos romanos en tierras provinciales, entre las que la Bética proporcionaba
grandes posibilidades gracias a la presencia de comunidades indígenas sublevadas a
las que había que castigar por su beligerancia, en uso del derecho de conquista. El
establecimiento colonial supondrá la implantación de una nueva estructura organizativa
y territorial que desmantelaba el previo sistema de poder, un cambio radical en el paisaje
político y socioeconómico mediante la imposición de un aparato simbólico, unas gentes
y unas formas sociopolíticas que dislocaban todos los planos de la vida de la comunidad
indígena, suprimiendo sus usos y costumbres ancestrales, perdiendo sus tierras y
propiedades colectivas e incluso llegando a la venta como esclavos de los antiguos
habitantes. La desvertebración y el desarraigo de estas poblaciones indígenas era,
pues, el resultado de la implantación colonial, una medida punitiva y no, como suele
mantenerse desde una perspectiva deformada ideológicamente del concepto de
Romanización, el reconocimiento de un alto grado de dignidad y beneficio. Por el
contrario, el estatuto municipal reconocía la integridad territorial y el mantenimiento
de los usos y costumbres organizativas y de gobierno, y el apoyo romano a las elites
de aquellas comunidades que se habían manifestado a favor de la causa cesariana.
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La puesta en valor del solar hispalense por Roma se hace sobre la base de su
peculiar y excepcional situación geoestratégica, en el fondo del gran golfo marino
formado por el Baetis y su gran delta, junto a la llanura de inundación surcada por
numerosos canales y paleocauces fluviales que rodean al cabezo originario sobre
el que se asentaba la ciudad indígena. Como oportunamente recuerda Estrabón,
este puerto interior constituye el punto de máxima penetración de las grandes
naves marítimas y al mismo tiempo el lugar óptimo para el control de la
navegación fluvial, como punto de ruptura de carga entre la navegación fluvial y
la marítima, y centro de las comunicaciones terrestres que articulan la red de
contactos de la rica región agrícola. Hispalis se convierte así en el núcleo que
enlaza las cuencas mineras de Huelva y Córdoba, las comarcas agrícolas del
Aljarafe, Carmona y Tejada, centralizando en un segundo nivel la producción de las
campiñas sevillana y cordobesa y por extensión toda la cuenca media y baja del
río. La decisión política que supone la fundación colonial romana conseguirá que
las posibilidades que el medio geográfico ofrecía -ya en funcionamiento al menos
desde mediados del siglo VIII a.C.- se puedan aprovechar en toda su dimensión,
superando los obstáculos y desventajas -en particular el río y su dinámico y
mutable paisaje- que esa misma ubicación presentaba. En este sentido hemos de
contar con las muy probables obras de bonificación de terrenos cercanos a la
ciudad, labor imprescindible en la proyección del asentamiento como capital
económica de la provincia, como lo fue la intervención estatal mediante la
aplicación de técnicas para adecuar el cauce fluvial a la navegación, regulando los
caudales, solventando los problemas de pendientes y protegiendo los
asentamientos urbanos a las orillas del río, posibilitando de esta manera la
navegación hasta Córdoba y Écija por medio de lanchones y barcas de ribera.
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Como resultado de todo ello Sevilla se fue convirtiendo en cabeza del estuario y
gran puerto marítimo de transbordo, especialmente a partir del momento en que
con su inserción definitiva en la órbita romana, en un marco político y económico de
mayor envergadura, y con su integración plena en las estructuras sociales y
económicas imperiales, le sea adjudicada la función de aprovisionamiento y
distribución al ejército y a la propia Roma de productos agrícolas de primera
necesidad y recursos minerales, asentando las bases para su transformación
progresiva en capital económica de la provincia la que hasta entonces había sido
una comunidad más de la cuenca baja del río.
Desde el punto de vista del desarrollo urbanístico apenas hay información que
permita ilustrar este proceso. Por comparación con otras ciudades donde el registro
arqueológico es más accesible y la documentación más expresiva se sabe que la
época cesaroaugústea impulsó decididamente la monumentalización de ciertos
ámbitos edilicios de las ciudades allí donde mejor se podía expresar la imagen del
régimen y el dominio ideológico y cultural de Roma, así como de las nuevas elites
coloniales dirigentes. En lo que se refiere a la ciudad que el romano hereda no
sabemos más de lo que se ha indicado anteriormente: una sólida muralla; un puerto
que la flota romana frecuentaba y con unos astilleros especializados en la
construcción de grandes naves; un espacio libre capaz de dar alojamiento a una
legión romana sin dificultades; por fin, un conjunto de casas en donde habitaba la
población romana del lugar. De ninguno de estos espacios tenemos referencias
arqueológicas como para ubicarlos sin dudas sobre el plano. Así, el trazado de la
muralla indígena es absolutamente desconocido, no habiéndose localizado aún
ninguno de sus paramentos, y aunque no han faltado propuestas de reconstrucción
de su trazado en función de criterios diversos, generándose varias formas urbanas,
su constatación arqueológica está aún por establecer. La misma indefinición
presentan las propuestas de trazado de los ejes viarios principales así como la
ubicación del foro republicano en la intersección de las calles Bamberg y Argote de
Molina; se ha sugerido que este espacio incluiría las edificaciones más
significativas de la ciudad, un templo en Mármoles que perpetuaría una tradición
constructiva desde época ibérica y del cual se ha postulado su dedicación a
Hércules, así como otras edificaciones en Argote de Molina (basílica) y San Alberto.
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ciudades indígenas de las comarcas circundantes, pero sobre todo a los sectores
aristocráticos coloniales, que comienzan a aprovechar en su propio beneficio,
mediante la concentración de la propiedad y las ocupaciones de tierras públicas,
las circunstancias y expectativas generadas en el proceso.
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la distribución entre ellos, dos veces al año, de las rentas de un capital de 50.000
sestercios, a la manera de cómo lo hacía el emperador Trajano en Italia; en fin, los
Helvii Agrippae, a uno de cuyos miembros el esplendidísimo senado de la ciudad
le decretó los máximos honores fúnebres.
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parcelario. Tampoco el hecho de que esta cerca se mantuviera en uso hasta época
emiral aporta información añadida con la excepción de los nombres de algunas
puertas. La propuesta más extendida hoy día presenta una curiosa forma triangular
cuyos vértices se sitúan en la Iglesia de San Martín, Archivo de Indias y San
Esteban; en el trazado solamente Santa Catalina, San Esteban y la Plaza de la
Alianza presentan indicios de existencia de puertas. A juzgar por la reconstrucción
de su recinto murado Hispalis parece situarse entre las más grandes ciudades de
Hispania, ocupando una extensión en torno a las 65 hectáreas.
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en una tendencia conocida en las elites antiguas de localizar sus viviendas en los
lugares centrales. Se trata de una magnífica mansión (domus), muestra de la
eclosión económica de las grandes familias hispalenses, y que permite hacerse
una idea sobre el estilo de vida de estas oligarquías y la adopción de las formas
arquitectónicas y símbolos culturales romanos dentro del ámbito privado. Menos
vistosas son las edificaciones domésticas del barrio de San Bartolomé y de las
calles Laraña e Imagen, con restos de calidad constructiva y ornamental, y quizá
también en la Plaza de la Encarnación, donde la remodelación de un viejo sector
alfarero dio paso a un edificio construido a fines del siglo I aunque de funcionalidad
desconocida. Semejantes dificultades ofrecen otras edificaciones como por
ejemplo la detectada en Calle Vírgenes / Conde de Ibarra, de época tiberiana o el
edificio público monumental con pilastras adosadas localizado en un adarve de la
calle Francos, de magnífica conservación, y cuya ubicación no lejos del río
permitiría pensar en algún tipo de vinculación con el tráfico fluvial.
El ámbito meridional de la
colonia resulta ser uno de los
espacios privilegiados que
reflejan la acción en Hispalis de
ese otro gran proceso de
reordenación urbanística que
tiene lugar en el siglo II y al que
se viene denominando “segmen-
tación de los espacios públicos”,
por el que nuevas edificaciones
públicas toman el relevo en el
esfuerzo de monumentalización
de las ciu-dades tras el efectuado
durante la centuria anterior y que
afectó básicamente a foros,
templos y teatros. Ahora son termas, edificios colegiales, santuarios y zonas
Fig. 7. Mosaico de las termas del viarias frecuentadas los receptores de los programas edilicios, que conllevan una
Palacio Arzobispal con escena descentralización de la actividad constructiva. En Sevilla esto se aprecia tanto en
de pesca la citada reorganización del conjunto de Mármoles, como en la construcción del
T. Falcón Márquez, monumental complejo termal del Palacio Arzobispal / Abades, erigido en época
El Palacio Arzobispal de Sevilla antonina (figura 7). Además de ello, tanto la arqueología como la epigrafía
Sevilla. 1997. 39]
muestran un importante esfuerzo constructivo en la zona de los Alcázares, donde
la información arqueológica y epigráfica está apuntando a la presencia de un
gran complejo portuario.
Se viene señalando desde hace tiempo que el lugar idóneo para la ubicación
del puerto era la confluencia del paleocauce del río y el arroyo Tagarete. La
presencia de un espacio de funcionalidad mercantil en el sector que comprenden
la Catedral y los Reales Alcázares apoya esta localización, donde la escasas
excavaciones y los sondeos geotécnicos han podido documentar en ocasiones
estructuras interpretadas como almacenes, en consonancia con el entorno donde
se recoge la documentación relativa al tráfico fluvial y a las corporaciones con él
relacionadas, y en otras sólo atestiguar la existencia de estructuras diversas de
difícil interpretación. Se trata de un ámbito de grandes dimensiones; se ha de tener
presente que el trajín fluvial en Hispalis tuvo unas dimensiones que difícilmente
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Por su parte la línea que incide en las novedades y rupturas con respecto a la
tradición permite señalar un conjunto de fenómenos que terminarán por alterar
sustancialmente la imagen urbana de las ciudades romanas en estas fechas
tardías. Por un lado el desmantelamiento y desaparición de conjuntos edilicios de
los centros monumentales al perder su funcionalidad y sentido cívico originarios,
y poco más tarde, a partir del siglo V, la desaparición del poder político romano,
traerán como consecuencia urbanística la innecesariedad de basílicas, templos y
curias, y en general la pérdida de significado de los conjuntos forales y de otros
tipos de construcciones. Nuestra realidad es por ahora modesta y difícil de
cualificar: es el caso del edificio del Corral de Tromperos de época tiberiana,
desmontado en el siglo III y que conocerá otra fase constructiva en el VI. También
las edificaciones de Argote de Molina del siglo II, de carácter público, son
abandonadas en estos momentos, para esperar a la construcción de otro edificio,
probablemente de carácter doméstico, a mediados del V, como ocurre igualmente
con las construcciones del siglo I del Mercado de la Encarnación y con la domus
de Guzmán el Bueno. Es también el caso de algunas zonas de necrópolis que son
abandonadas, como la detectada en c/ Matahacas, que pasa a ser un vertedero
durante el siglo III. Otro de los fenómenos característicos es el de los
enterramientos intramuros, testimonio de la quiebra de la norma que separaba
tajantemente a los vivos de los muertos en el Alto Imperio: esto se ha constatado
en Sevilla en el Palacio del Conde de Ibarra en la Plaza de S.Leandro, con tumbas
de inhumación de los siglos III y IV, en este caso combinado además con otro
rasgo común en las ciudades tardoimperiales, el de la amortización de espacios
públicos mediante la privatización del viario urbano, pues se construye un
edificio de sillares sobre la vieja calle altoimperial. Mucho más tarde, a mediados
del siglo VI, las crónicas de los reyes visigodos indican que se erigen edificaciones
para acoger las dependencias de representación de la realeza, como el palacio en
que el rey Teudiselo fue asesinado durante un banquete.
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BIBLIOGRAFÍA
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Subacuática. Valencia (en prensa).
M. A. Tabales Rodríguez, “Algunas aportaciones arqueológicas para el conocimiento
urbano de Hispalis”, Habis 32. 2001, 387-423.
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De Hispalis a Isbiliya
De Hispalis a Isbiliya
Magdalena Valor Piechotta
La ciudad de Sevilla fue durante cinco siglos y medio una ciudad musulmana.
Desde el año 711 ó 712 hasta 1248 fue una ciudad que sufrió un proceso de
islamización, para de nuevo después de la conquista cristiana de 1248 sufrir un
nuevo proceso de cristianización.
Los cinco siglos y medio de la etapa islámica, en los que la ciudad se llamó
Isbiliya, los podemos dividir en dos grandes etapas cronológicas, que son, desde
la conquista musulmana (711 ó 712) hasta el año 1147(año de la ocupación de la
ciudad por los Almohades), y desde 1147 hasta 1248, centuria en que Isbiliya
estuvo dominada por los Almohades (dinastía norteafricana).
La primera etapa, abarca algo más de cuatro siglos, mientras que la segunda
sólo un siglo. Durante esos cuatro primeros siglos se suceden distintas
situaciones políticas: Emirato dependiente de Damasco (712-756),
Emirato omeya (756-931), Califato de Córdoba (931-1023), Reinos
de Taifas (1023-1091), Almorávides (1091-1147). Es impensable
que en un periodo tan dilatado estemos hablando de una única fase
en Isbiliya. Sin embargo, la carencia de datos, tanto procedentes de
las fuentes escritas como de los vestigios arqueológicos, no nos
permiten diferenciar con claridad cuestiones vitales, como son: el
proceso de islamización de la ciudad, el grado de conservación de
la muralla de Hispalis, la transformación de la cerca urbana, el
crecimiento de la ciudad, la transformación de la red de calles y
otras tantas cuestiones que esperamos conocer en el futuro a
través de la arqueología urbana. [figura 1]
Fig. 1. Isbiliya entre el 712
Actualmente, estamos en condiciones de afirmar que de forma general la y 1147
ciudad romana subsiste en la ciudad islámica al menos hasta el año 1000 y que la ciudad de la cota 14
es a partir de los Reinos de Taifas cuando se produce una transformación decisiva
del urbanismo y del caserío, así como del Alcázar o castillo urbano.
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La segunda etapa arranca desde 1147 y supone una renovación tan radical de
la ciudad, que su influencia se puede ver con claridad todavía hoy. De este
momento fue la gran ampliación de las murallas, la reconstrucción de un
acueducto antiguo, la construcción de una nueva mezquita aljama (mezquita
mayor o mezquita de los viernes), una nueva alcaicería, nuevos baños y nuevos
recintos murados palatinos. Ello supuso una gran operación urbanística que se
produjo desde mediados del siglo XII hasta comienzos del siglo XIII.
ISBILIYA PRE-ALMOHADE
Apenas tenemos información sobre las características de la ciudad en estas
fechas. Los temas que debemos tener en cuenta son: la muralla urbana, los
palacios, las mezquitas, el centro comercial, las viviendas, las infraestructuras
(baños, atarazanas, puentes, muelles, abastecimiento de agua, alcantarillado, las
necrópolis), y el urbanismo.
LA CERCA URBANA
No conocemos con seguridad el trazado de la muralla romana, ni tampoco el
de la muralla pre-almohade. La hipótesis que todavía hoy continua vigente fue la
propuesta por el Prof. Francisco Collantes de Terán en su tesis doctoral del año
1957, publicada en 1977. Este autor traza un recinto amurallado de forma
triangular que abarca aproximadamente la zona del casco histórico por encima de
los 12 m de altura. Varios han sido los puntos donde se han localizado restos de
esta muralla que corresponden a materiales constructivos diversos: sillares,
tapial y aparejos mixtos.
En las fuentes escritas se mencionan hasta siete puertas, de las que sólo
podemos localizar cuatro:
- Bab Hamida en el oeste
- Bab al-Hadid y Bab Qarmuna en el este.
- Bab al-Najil y Bab al-Faray en el sur.
LOS PALACIOS
En época omeya podemos diferenciar dos palacios, el palacio del gobernador
que se hallaba inmediato a la mezquita aljama; y, el palacio del príncipe que se
encontraba en la periferia de la ciudad.
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LAS MEZQUITAS
Tampoco tenemos muchos datos de las mezquitas de esta etapa pre-
almohade, aunque gracias al hallazgo del epígrafe fundacional de la mezquita de Fig. 2. Alminar de Ibn Adabbas
Ibn Adabbas, situada en el emplazamiento de la actual iglesia del Divino Salvador, según F. Hernández Jiménez
sabemos que ésta era la mezquita mayor de Sevilla desde el año 829 hasta el
1182 fecha en que el sermón de la jutba pasó a pronunciarse en la nueva
mezquita aljama almohade, actual catedral de Sevilla.
El templo fue construido durante la égida del emir omeya Abd al-Rahman II
(año 214H/829). El epígrafe fundacional labrado en un fuste de mármol gris, es el
más antiguo de los encontrados en al-Andalus, y dice así:
Dios tenga misericordia de Abd al-Rahman b. al-Hakam, el emir justo, el bien
guiado por Dios, el que ordenó la constrcción de esta mezquita, bajo la dirección de
Umar Ibn Adabbas, qadi de Sevilla en el año 214 (11 de marzo de 829/27 de febrero
de 830). Y ha escrito Abd al-Barr b. Harun. [Traducción de M. Ocaña Jiménez].
En la incursión vikinga del año 844 en Sevilla, esta mezquita fue duramente
atacada con flechas incendiarias. Al no haber logrado que ardiera, el templo
adquirió un halo de santidad que lo convirtió en un lugar venerado en la ciudad y
fuera de ella. Ello explica la atención que los diferentes monarcas le prestaron y
las distintas reparaciones que conocemos a través de la epigrafía y de las
crónicas. Así, bajo el reinado de al-Mutamid en el año 472H/1079-1080 se reparó
la parte alta del alminar que se había desplomado como consecuencia de un
terremoto; algo más de un siglo después, 592H/ 1196-1197 bajo la égida del
califa almohade Abu Yusuf Yaqub, se reparó la techumbre del haram y se
adosaron contrafuertes a los muros perimetrales del templo, también se soló el
patio de abluciones (sahn) y se reparó todo lo que amenazaba ruina. Esta
mezquita fue demolida en el año 1671 para construir en su solar la iglesia barroca
que conocemos con el nombre de Divino Salvador. No obstante, del antiguo
templo subsistieron algunas columnas y capiteles situados en el patio al norte de
la iglesia y el alminar, junto a la puerta principal de acceso al mencionado patio.
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LOS MERCADOS
No tenemos evidencias físicas de un aspecto tan transcendental de una
ciudad andalusí como es el área comercial y artesanal, sin embargo se conserva
una fuente del mayor interés que es el tratado de hisba (de mercado) de Ibn
Abdun. Obra en la que encontramos multitud de referencias a este tema.
Sabemos que extramuros de la ciudad se encontraban mercados de carácter
periódico (productos del campo, ganado, carbón). También extramuros ordena Ibn
Abdun que se instalen los artesanados que generan polución (alfarerías) y malos
olores o suciedad (tenerías, tintorerías).
LAS INFRAESTRUCTURAS
Precisamente a raíz de la incursión de los vikingos en el año 844 comenzó la
reconstrucción de la muralla de la ciudad y se construyó también una atarazana
(astillero) para fabricar “grandes” navíos.
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LA CERCA URBANA
Las defensas de Isbiliya fueron erigidas durante el
califato Almohade. El circuito de muralla que es representado
por primera vez en el año 1771 tenía unos 7.000 m de
perímetro, de los que se conservan hoy emergentes y
exentos no más de 2.000 m. Esta cerca tiene en común el
material constructivo -que es el tapial-, la tipología de las
torres-técnica constructiva, cubiertas, vanos, verdugadas de
ladrillo- y el trazado de la planta adaptado a la topografía.
Este segundo recinto plenomedieval que abarca 273 Hc,
supone la delimitación de una espacio urbano tan amplio que
no llegará a colmatarse prácticamente hasta la
contemporaneidad. De este recinto prevalecen numerosos
vestigios a lo largo de la ciudad. [figura 5]
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Conclusión
Las fortificaciones de Isbiliya debieron ser el paradigma
de la fortificación en al-Andalus, la mayor parte de las obras
se efectuaron desde 1156 hasta 1184 (desde que Abu Yaqub
Yusuf fue gobernador hasta que murió como califa). Durante el reinado de Abu
Yusuf Yaqub -hijo del anterior- (1184-1198) se completan algunos proyectos y se
Fig. 13. Torre del Oro
inicia en Marrakech y en Rabat un nuevo programa de arquitectura militar Foto M. Valor Piechotta
monumental que tendrá una enorme influencia a partir del siglo XIII, tanto en al-
Andalus (dinastía nazarí), como en el Magreb (dinastía meriní). Las
características generales que habría que destacar son:
- El material constructivo: que es el tapial. Ciertamente a lo largo de los casi
7.000 metros de muralla se observan calidades distintas tanto por la propia tierra
(cuyo abastecimiento era a pie de obra), como por la proporción de cal usada
(dependiendo de la mayor o menor proximidad al río). Los cajones de tapial tienen
una altura media entre 0,80 y 0,85 m. y una longitud variable que alcanza como
máximo los 2,50 m. El ladrillo se usa para las cubiertas y enmarcando los vanos
(saeteras y puertas).
- La tipología de la cerca. Las torres, en los lienzos que se conservan
emergentes, se distribuyen a una distancia rítmica. Son en la mayor parte de los
casos de planta cuadrada y sólo hay algunas excepciones que son: la Torre Blanca
(octógono irregular), la Torre de Santo Tomás (hexagonal), la Torre de la Plata
(octogonal) y la Torre del Oro (dodecagonal). Las cubiertas de las torres son a
base de bóvedas de cañón, arista o vaídas. También en las torres de más de
cuatro lados vemos soluciones semejantes a base de bóvedas de arista
triangulares y arcos fajones (torre Blanca y torre del Oro).
El otro elemento común son las “verdugadas” de ladrillo que recorren las
torres a la altura de las almenas, del pavimento de la terraza y, en los casos más
complejos enmarcando las saeteras.
- La muralla islámica pervivió como límite de la ciudad hasta pleno siglo XX. En
el momento de la conquista cristiana, 1248, ya existían tres barrios extramuros
que eran: Triana, la Macarena y Benialofar (aproximadamente San Bernardo). En
los años 20 del siglo pasado apenas se habían sobrepasado estos límites,
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La muralla almohade fue adaptándose a los nuevos tiempos que le tocó vivir.
Durante la Baja Edad Media no debieron ser necesarias grandes obras y lo que sí
encontramos son reparaciones y adaptaciones a nuevas necesidades o gustos,
este es el caso de: la torre de la Plata, el “arquillo de Mañara” en la segunda mitad
del siglo XIII; también las obras de tiempo de Pedro I para la construcción del
nuevo palacio (1364) y la transformación de algunas torres del Alcázar, como la
torre del Agua. También a la Baja Edad Media debe corresponder el forrado de
ladrillo de algunas torres con el objetivo de consolidarlas. Un primer cambio
decisivo se produjo en el siglo XVI, cuando muchas de las puertas fueron
alteradas ampliándose los arcos o convirtiéndose puertas en recodo en acceso
directo. Ejemplo de estos dos casos lo tenemos en el “postigo” del Aceite y en la
puerta de la Macarena. También el antemuro quedó absorbido o fue demolido,
desapareciendo en buena parte de su recorrido en una fecha tan temprana.
La muralla a partir del siglo XVIII tenía sentido como protección frente a las
riadas, aunque también en diferentes conflictos bélicos de la modernidad
recuperó su antiguo papel como defensa militar. Desde mediados del siglo XIX y
en aras de la renovación comenzaron a caer bajo la piqueta las puertas de la
muralla, algunos lienzos y muchos otros que quedaron embutidos entre el
caserío.
Desde los años 80 del siglo XX, la Gerencia Municipal de Urbanismo del
Ayuntamiento de Sevilla desarrolla una destacable actuación para recuperar,
consolidar y poner en valor todos aquellos lienzos embutidos en el caserío, al tiempo
que restaurar aquellos otros que se encuentran exentos.
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En cuanto al alminar, es un edificio excepcional no sólo por sus dimensiones, Fig. 15. Vista aérea de la
que en el momento de su construcción era prácticamente único, sino también por catedral de Sevilla
su originalidad artística que ejemplifica un cambio estético radical en este época. Foto Banco Atlántico
La base de la torre de sillares, es atribuida a Ahmad b. Baso, mientras que el
resto es de ladrillo, a Ali Gomarí. El alminar estaba rematado por un yamur
formado por cuatro bolas de oro.
Una vez conquistada la ciudad por los cristianos en el año 1248, la mezquita
mayor se convirtió en templo catedral, llamándose iglesia de Santa María. La
conversión de mezquita a iglesia significó:
- La eliminación de todos los objetos muebles propios del culto musulmán,
esto es, maqsura, mimbar, coranes, etc.
- El templo cambió su orientación, que originalmente era norte-sur y que
cambió a este-oeste. El edificio quedó dividido en dos partes: la mitad este
convertida en capilla real y la mitad oeste en parroquia.
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BIBLIOGRAFÍA
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Ibn Sahib al-Sala. Al-Mann bil-Imama. Trad. A. Huici Miranda. Valencia. 1969.
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Sobre las ruinas de este inmueble, que se extendía muy al interior del actual
alcázar, se edificó un templo paleocristiano, identificado por algunos como la
basílica de San Vicente, uno de los tres templos principales durante la época
visigoda; de él se conservan algunos muros y un baptisterio bajo el Patio de
Banderas, así como un pedestal romano dedicado a Minerva y reconvertido como
mesa de altar que fue localizado a escasos metros en la cercana puerta del
Alcázar. Otros restos procedentes tal vez de la misma iglesia fueron localizados
dentro del alcázar, como la lápida del obispo Honoratus, hoy en la Catedral o
algunos capiteles y fustes visigodos del palacio de Pedro I.
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El Real Alcázar de Sevilla
La alcazaba omeya
Sin descartar algún tipo de presencia militar
menor en esta zona durante el I milenio d.C., lo cierto
es que la primera piedra del alcázar actual fue
colocada por orden de Abd el Rahman III en el año 913.
Los motivos fueron varios aunque el más importante
pudo ser el mantenimiento de una guarnición que
controlase a la rebelde población sevillana, recién
derrotada y humillada con la destrucción de sus
murallas. Se ha querido retrotraer la fundación seis
décadas, justificando su levantamiento como
consecuencia del saqueo e incendio provocado por los
vikingos en el año 844, pero las cerámicas extraídas
Fig. 1. Murallas de la alcazaba de sus cimientos parecen afianzar la primera atribución. (figuras 1 y 2)
omeya Dentro de esta fortificación existirían dependencias no demasiado
destacadas adosadas a los muros mientras que caballerizas, almacenes y
cuarteles completarían un panorama arquitectónico poco significativo. En
excavaciones recientes se exhumaron algunos muros de mampuesto que
reflejaban una disposición ortogonal respecto a los lienzos exteriores.
El alcázar Abbadí
La pérdida del control cordobés sobre Isbiliya tras la fitna supuso una
transformación de la taifa de los Banu Abbad en una dinastía real con rápida
implantación en la mayor parte de al-Andalus; la nueva monarquía tradujo sus
pretensiones en una notable actividad constructiva cuyo exponente máximo fue
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El acceso a este
recinto es una doble
puerta con cuatro jambas,
construida en un período
posterior o coetáneo al
reinado de Abd el Rahman
III. La herradura está
conformada por dovelas
pétreas con trasdós e
intradós no concéntricos,
lo que podría situarla
teóricamente en un
período avanzado o
posterior al califato. Por su
parte el centro de la herradura está a un tercio de radio sobre la línea de imposta y
Fig. 5 y 6. La Primitiva puerta las dovelas apuntan levemente sobre dicha horizontal, lejos en cualquier caso del
abbadí centro del arco. Se trata de un arco muy estilizado y con una luz excesivamente
corta en relación a la flecha. Por su parte, la altura de la bóveda de medio cañón
situada entre las dos herraduras es superior a lo normal.
La reorganización almohade
Tras dos siglos de existencia el alcázar islámico había sufrido ya dos
grandes ampliaciones que respondían a impulsos prioritariamente civiles y
palatinos y en menor medida militares. El tercer proceso de ampliación, desde
el punto de vista militar, se produce a mediados del siglo XII y para ello se
suprimen los múltiples edificios taifas
preexistentes, estableciéndose un programa
edilicio que culmina con la erección de varios
palacios perfectamente ordenados (figura 7).
En los momentos de esplendor almohade, bajo los califas Abu Yaqub y Abu
Yusuf a fines del siglo XII, apenas quedaban algunas estructuras aisladas como
recuerdo de la primera alcazaba. En su interior se construyó una retícula de
palacios independientes orientados con sorprendente homogeneidad; una
decena de núcleos palatinos distribuidos en torno a patios de crucero deprimidos
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Si el patio es relativamente
atípico, no lo son en absoluto las
estancias aledañas; se trata de
naves alargadas de 2'5 mts de
ancho en cuyos extremos se
localizan alcobas de dos metros
de fondo separadas del resto por
pilarillos de ladrillo muy bien
aparejados; éstos, estaban
adosados al muro y soportarían
bíforas, probablemente de
herradura, como sucede en el
palacio del Yeso y en la mayoría de
edificios islámicos coetáneos
(figura 10).
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El califa, por su parte podía permitirse el lujo de acceder directamente a la Fig.11. El Palacio Gótico
mezquita mediante un pasaje privado, el sabat, recientemente localizado tras la
fachada meridional de la Catedral, que se sitúa directamente sobre la qibla almohade.
Entre los vestigios de palacios almohades hay que destacar el Patio del Yeso,
que debe su nombre a la labor de yesería de sus paños en sebka. Es uno de los
escasos espacios mantenidos en pie desde el siglo XII en el Alcázar. En sus muros
se puede apreciar una larga historia de añadidos y transformaciones que se inicia
en el siglo XI y perdura hasta nuestros días. Otras zonas del Alcázar aún pueden
esconder bajo tapias y revocos modernos, pinturas murales y yeserías islámicas.
La yuxtaposición castellana
La conquista castellana en 1248 no se tradujo en principio en ninguna
reforma digna de mención; durante algunas décadas la corte se adecuó a los
múltiples espacios almohades. Alfonso X concentró sus esfuerzos en la
ejecución de una obra emblemática y moderna en la que se mostraría la mejor
arquitectura gótica de su tiempo. Las excavaciones realizadas en 1998
exhumaron el testero meridional del palacio islámico sobre el que luego se
elevaría el impresionante conjunto alfonsí del palacio gótico (o de Carlos V, o del
Caracol). El edificio musulmán disponía de un patio a dos alturas desde el
momento de su construcción dividiéndose en cuarteles del mismo modo que en
la actualidad pero con la superficie ajardinada a considerable profundidad; al
incorporarse el edifico gótico, sus naves se superpusieron sobre las estancias
meridionales del palacio almohade (figuras 11 y 12).
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El Real Alcázar de Sevilla
El alcázar mudéjar
Durante los cien años que siguieron a la incorporación de Sevilla a la corona
castellana, los sucesivos monarcas fueron alterando el viejo conjunto, dotándolo
de nuevas construcciones como el hermoso salón de la Justicia, levantado a
inicios del siglo XIV sobre el antiguo palacio del Yeso; sin embargo se inició con
ellos un abandono imparable del uso militar de las alcazabas reduciéndose el
área de palacio a los límites previos a la reforma almohade (en la actualidad el
conjunto visitable del alcázar es aún menor). Paulatinamente la degradación
arquitectónica de los espacios, constatada en las excavaciones, se iría
complementando con una nueva visión de los revestimientos y de los acabados
de suerte que en pocos años lo gótico sería suplantado irrefrenablemente por un
gusto islamizante, a veces fruto del influjo de los mudéjares autóctonos, pero
otras motivado por la combinación de estilos foráneos como el toledano o el
nazarí. El máximo exponente de esa nueva arquitectura será el palacio mudéjar
del Rey Pedro I, finalizado en 1366. Con su construcción se completó un ciclo de
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atenciones al alcázar de la mayor ciudad del reino que nunca, salvo obras
puntuales notables a comienzos del siglo XVI, volvería a contar con el apoyo
exclusivo de la realeza.
El alcázar actual
Las transformaciones se sucedieron ininterrumpidamente desde la reforma
mudéjar hasta fines del siglo XVIII, época en la que se dará un último retoque al
antiguo palacio del Caracol debido a los destrozos provocados por el terremoto de
Lisboa de 1755. Desde entonces y pese a continuos retoques menores el
abandono de palacios y murallas se hizo imparable hasta que a mediados del
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Miguel Ángel Tabales Rodríguez EDADES DE SEVILLA
BIBLIOGRAFÍA
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De ciudad islámica a
centro económico mundial
(siglos XIII-XVII)
De ciudad islámica
a centro económico
mundial (siglos XIII-XVII)
Antonio Collantes de Terán Sánchez
Bases socioeconómicas
Como se ha visto en los capítulos precedentes, la ciudad se ha definido
históricamente como un gran centro urbano. Dicho carácter no solo se mantiene
tras su integración en la Corona de Castilla, sino que ese valor de centralidad se
incrementa considerablemente a lo largo de las centurias posteriores gracias a
varios factores estructurales e históricos. En primer lugar, las riquezas naturales
de la región, que habían sido objeto de gran demanda internacional, demanda que
en estos siglos experimenta un notable crecimiento. En segundo lugar, su posición
estratégica; de un lado, en las conexiones comerciales entre el Mediterráneo y el
Atlántico, que a partir del siglo XIII adquirieren unas dimensiones hasta entonces
desconocidas; de otro, en las relaciones con el continente africano, primero con el
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Fig. 3. Collación de Santa María Aparte de la existencia de los citados barrios, no se observa una
y Reales Alcázares diferenciación sociológica de las collaciones, más allá de la que pueda derivarse
desde la Giralda. de una localización de actividades económicas. En este sentido, conviene
Foto M. Valor Piechotta destacar el hecho de que no va a existir una concentración de las casas de la
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viejo”, se concentra a los judíos poco años antes de su expulsión en 1483. Todo
esto cambia en el siglo XVI, con la instalación de instituciones de distinto
contenido. Primero, la creación de los colegios de Santa María de Jesús y de
Santo Tomás, así como la de la Casa de la Contratación; luego, a finales de la
centuria, la construcción del edificio de la Lonja de los Mercaderes (actual
Archivo de Indias). Esto trae consigo el traslado al emplazamiento en el que en
la actualidad se ubica el complejo de edificios de la Casa de la Moneda y el de la
Herrería Real, en la segunda mitad del siglo XVI.
La única actividad económica de cierta importancia, al menos en los Fig. 6. Iglesia del Salvador
primeros momentos, que se instala fuera de este sector es el mercado semanal y Alcaicería de la Loza
de los jueves, creado en el siglo XIII, en las inmediaciones de Omnium según Gerencia Municipal de
Sanctorum, y que da nombre a la calle de la Feria. Aunque se mantiene a lo largo Urbanismo
de todos estos siglos, su papel inicial se va diluyendo. Sin embargo, en torno a él
se consolida un mercado permanente para abastecer a la población del sector
norte de la ciudad. Algo que también ocurre en otros lugares, con la
cristalización de mercados destinados a cubrir las necesidades de zonas
urbanas concretas, como Triana.
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como la fuente monumental rematada por Mercurio, el resto de los edificios, que
son viviendas, responden a una arquitectura de tipo popular, quedando
claramente reflejado en sus fachadas la regularidad de su parcelario. Es más, los
distintos intentos de la citada centuria por hacerla más regular acaban en fracaso.
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Pero si no hay edificios adosados a la muralla, sí que desde el propio siglo XIII
se está produciendo una ocupación de la periferia. Se trata de un proceso
multisecular, anárquico, que al llegar al final del período aquí analizado ofrece la
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Esta forma urbana, sin lugar a dudas, choca a los castellanos, y aunque no hay
datos directos, por analogía con lo que ocurre en otras ciudades conquistadas por
los mismos años, cabe sospechar que pronto se comenzarían a tomar medidas
tendentes a la transformación de la urbe. Sin embargo, esta operación será muy
lenta, se lleva a cabo no mediante grandes operaciones urbanísticas, sino a través
de pequeñas intervenciones realizadas de forma puntual, que a pesar de su
reiteración no consiguen borrar la impronta de una ciudad orientalizada, lo cual
todavía en la actualidad es reconocible. Es más, cabría plantearse si el crecimiento
poblacional del siglo XVI no va a contribuir no solo a detener dicho proceso, sino
quizás a acentuarlo, a través de ocupaciones del espacio público por las nuevas
construcciones. En cualquier caso, en varias sesiones capitulares de finales del
siglo XVI, se plantea la necesidad de tomar medidas para ensanchar y enderezar
las calles, lo que refleja que los capitulares son conscientes de la pervivencia de las
formas heredadas.
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Debido a la fuerte carga simbólica que comporta, hay que referirse en primer
lugar a las parroquias mudéjares. Desde el mismo siglo XIII, las mezquitas
habilitadas para acoger las funciones parroquiales, comienzan a ser sustituidas
por edificios de nueva planta y de mayores proporciones, este proceso se
acentúa entre los siglos XIV y XV. Solo dos de dichas mezquitas sobreviven a la
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se conservan, y que pueden ser conocidos por bastantes sevillanos, existe una
considerable diferencia entre el compás de Santa Clara [figura 12] y los de San
Leandro o Santa Paula.
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Pues bien, este concepto de plaza comienza a cambiar en las últimas décadas
del siglo XV. Cuando el concejo decide comprar en 1480 la lonja de los placentines
y milaneses, situada frente a la Catedral, en la esquina de Placentines, para
derribarla, lo justifica “porque segund el logar do ella está, se alargaua la plaça de
las dichas Gradas, de forma que se ennobleçían las dichas Gradas e plaça della, e
la dicha calle” (AMS, Sec. 1, c. 16, nº 2). Por su parte, el ya citado procurador del
duque de Medina Sidonia se expresa en los siguientes términos al referirse a las
casas que estaban delante de la fachada de su casa-palacio: “las quales las
conpraron para que las casas de su morada, seyendo como eran de señores tan
grandes, no estouiesen enbaraçadas e syn uista con las que estaban ante ellas y
cabe ellas” (AMS, Sec. 1, nº 178). Es decir, en estos momentos a la plaza se la
empieza a otorgar un valor nuevo, el de contribuir a embellecer un espacio y la
propia ciudad, así como a realzar los edificios que tienen fachadas a ellas.
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Esto no quiere decir que todas las casas sevillanas respondan al citado
esquema, al menos por lo que se refiere a la presencia de los espacios interiores
sin construir. La ausencia de estos es algo que se observa sobre todo en las zonas
de urbanismo planificado. Por otro lado, nuevos elementos, propios de esta
sociedad castellana, se han venido a sumar a estas casas de inspiración oriental.
En unos casos, se trata de las torres de carácter militar que construyen los
miembros de la aristocracia en sus residencias urbanas; en otros, la proliferación
de soportales, sobre todo en las calles de mayor actividad económica, que se
completa con la creciente apertura de tiendas en las plantas bajas de las viviendas.
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gelosías, de mil maneras, que salen a la calle, por las infinitas damas nobles y
castas que las honran y autorizan con su graciosa presencia. [...]Los patios de
estas casas, que casi en todas los ay, tienen los suelos de ladrillos raspados, y
entre la gente más curiosa, de azulejos; con sus pilares de mármol. Ponen gran
cuidado en lavarlos y tenerlos siempre muy limpios, que con esto y con las velas
que les ponen por lo alto, no ay entrarles el sol ni el calor en verano,
mayormente por el regalo y frescor de las muchas fuentes de pie de agua de los
Caños de Carmona que hay por muchas de las casas en el medio de sus patios”.
Los tres textos aportan las dos claves de dicha transformación, que afecta
tanto al interior como al exterior. Por lo que se refiere a este, el hecho más
importante es el cambio en lo que constituye la frontera entre lo privado y lo
público de la vivienda, es decir, la fachada. En este sentido, dichos textos
transmiten la idea de cómo la mejora de las casas contribuye al “ornato” de la
ciudad. Por tanto, reflejan una concepción radicalmente distinta de la que ha
venido dominando hasta este momento.
¿Se trata solo de planteamientos estéticos o hay algo más? Hay que tener en
cuenta que en estas centurias se asiste a una elevada actividad edilicia,
estrechamente vinculada al incremento de la actividad económica y a la
promoción social de gentes relacionadas con el comercio y las finanzas, y lo más
probable es que estos quieran manifestar a través de su vivienda las cualidades
de su propietario. Curiosamente, en el coloquio de Pedro Mexía se refiere a un
comerciante y no a un aristócrata, cuando también miembros de este colectivo
en estos momentos están remodelando sus residencia. Así, la casa hermética,
como consecuencia del predominio de muro ciego, comienza a dar paso a una
fachada, es decir, a una escenografía en la que el hueco adquiere protagonismo.
Según los textos, proliferan las ventanas y balcones, y más arriba se ha aludido a
la prohibición de construir balcones y corredores. Dado que dicha prohibición
está fechado en 1538, quiere decir que por entonces esta práctica está bastante
extendida. Pero es que, además, esas fachadas se diseñan conforme a una
estética nueva. Los huecos adoptan una distribución regular y simétrica, como
se puede contemplar en la casa de los Mañara o en la de los Bucarelli. Las
ventanas se dotan de rejas y celosías, para que las mujeres puedan ver sin ser
vistas, porque la calle es ya además un escenario. Esta escenificación se
completa con la utilización del mármol en los elementos más emblemáticos de
esas fachadas, es decir, en las portadas, muchas concebidas como auténticos
arcos triunfales. Como último eslabón de esta cadena de transformaciones,
probablemente aquella torre medieval, con sus reminiscencias militares, da paso
al mirador, como ocurría en las ciudades italianas con los corredores volados.
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Esta situación se
mantiene hasta media-
dos del siglo XVII. La
epidemia de peste de
1649, a la que se
atribuye la desaparición
de casi la mitad de la
población sevillana, en
unos momentos en que
la ciudad ya no atrae
tanta población, hace que
un elevado número de
viviendas queden aban-
donadas y comiencen a
degradarse como con-
secuencia de la falta de
inquilinos. Pero, una vez
más, dicha imagen tiene su contrapunto en las nuevas realizaciones
emprendidas en el momento final de la centuria, como la construcción del nuevo Fig. 14. Casa consistorial
gran edificio de la colegiata del Salvador; la creación del Hospital de los Venerables desde la Giralda
o la gran ampliación y reforma del de la Caridad; las nuevas fundaciones Foto M. Valor Piechotta
conventuales o la construcción de sus respectivos edificios, como los clérigos
menores (actual parroquia de Santa Cruz), los Terceros, Buen Suceso o Santa
Rosalía, algunos de los cuales se terminan ya en el siglo XVIII; en fin, también
nuevas casas de la nobleza sevillana, como la de los Bucarelli o la de los Ibarburu.
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BIBLIOGRAFÍA
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Luces de modernidad.
De la ciudad amurallada
a la metropolitana
Luces de modernidad.
De la Sevilla amurallada
a la metropolitana
Víctor Fernández Salinas
Sevilla y modernidad
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siglo XXI trepando por alcores y aljarafes. Claro está que se trata de un proceso en
el que la ciudad ha dejado mucho de sí en el camino; pero también es cierto que
nadie como los habitantes de esta ciudad para consolarse simplemente con las
fotos de aquella Sevilla que fue y se nos fue. Hay ciudades imposibles, pero
Sevilla lo ha sido siempre: río y riada, pagana y cristiana; atlántica y mediterránea,
y eso por no mencionar todas las dicotomías presentes en el deporte y cofradías.
Sólo en la alegría del caos y del barroco se puede entender la personalidad de esta
ciudad sin solución.
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A falta de un plan de ensanche definido, al modo de otras ciudades Fig. 6 y 7. La estación de San
españolas, la organización de los nuevos tejidos urbanos de la Sevilla de la Bernardo antes y después de la
segunda mitad del XIX se centra en determinados ámbitos, siempre cercanos remodelación ferroviaria
al sector intramuros, y que se desarrollan con independencia unos de otros o,
en todo caso, buscando la articulación con la ronda de los nuevos
tejidos urbanos. Éste es el caso de la reordenación de la zona
externa de la puerta de Triana y de la urbanización de la antigua
plaza de Armas.
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Sevilla rompe las murallas y abre sus calles para respirar, al tiempo que
construye las modernas redes ferroviarias que se lo impedirán. Modernidad y
contradicción se contrapusieron en el primer intento serio de expansión urbana
en la ciudad del XIX.
La Sevilla del 29
Hay un antes y un después de la Exposición Ibero-Americana de 1929, aquella
que transforma la ciudad entre 1900 y 1930, y que todavía hoy sigue encarnando un
cierto espíritu urbano de personalidad inconfundible y el que más ha contribuido a la
imagen que desde el exterior se tiene de Sevilla.
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rango e incluso menores que Sevilla y que llevaban ya varios años conformando
sus ensanches (Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Gijón, San Sebastián,
Alicante, Cartagena, Tarragona, etcétera).
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Ya en el interior del casco urbano, lo que se hace patente durante estos años
de la Exposición Ibero-Americana es la sustitución de buena parte del caserío
tradicional sevillano, de corte popular y ruralizante, por otro de porte, si no más
consmopolita, sí al menos más urbano, más retórico en su lenguaje compositivo
y de sesgo regionalista; proceso al que contribuyeron en buena medida las
ordenanzas municipales aprobadas en 1900. El exponente máximo de esta
tendencia a la autocomplacencia en la imagen arquitectónica es el barrio de Santa
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Sevilla moderna
Fig. 12. Plaza de Doña Elvira Menos integrados son otros proyectos de reforma interior de la época, tales
como la urbanización del antiguo solar del convento de San Pablo (entorno de la
calle Canalejas) o las reformas de Conde de Colombí de 1914 en el
Fig. 13. Edificio de José Espiáu ensanchamiento entre la Campana y la plaza de Villasís.
en la calle Feria
esquina Cruz Verde Respecto a la propia obra arquitectónica, su coincidencia con el evento ibero-
americano y el extraordinario éxito del estilo regionalista, ya anticipado líneas
arriba, motivan los calificativos de una nueva edad de oro
sevillana. La producción de arquitectura de calidad se basa
en un grupo de profesionales de cuantiosa y valiosa obra, de
los que siempre se destaca la tríada de Aníbal González,
José Espiáu, y Juan Talavera, pero que se completa con un
vasto elenco como los Gómez Millán, Arévalo, Barris, Traver
y un largo etcétera, entre los que se incluyen verdaderas
sagas de arquitectos que, más allá de la época de la que se
habla, cubren casi todo el siglo XX (figura 13).
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Esta realidad, hace muy contrastadas las diferencias entre un centro urbano
relativamente dotado (de comercios, servicios, instituciones, lugares de ocio,
espacios simbólicos, etcétera), frente a una periferia desdotada y anónima, sin
personalidad y sin recursos para crear identidades entre sus nuevos moradores.
Además, los entramados o tejidos urbanos que se crean están desarticulados, a
menudo son producto de la rápida conversión de un espacio de huerta en barriada
sin los documentos urbanísticos adecuados; lo que provoca una ciudad que
semeja un puzzle hecho con piezas fuera de lugar, que no encajan y que en su
conjunto no ofrecen una estructura urbana reconocible.
En cuanto a los aspectos positivos, uno de los más notables del cambio
urbano sevillano de finales de los ochenta e inicios de los noventa es la revolución
en sus sistemas de comunicación: tanto en la perspectiva interna de la ciudad,
como en la exterior. Respecto a la primera, cabe señalar que la situación del
tráfico, público y privado, se había convertido en caótica dado que la estructura
viaria de la ciudad, apoyada en los tradicionales caminos de acceso y que
desembocaba invariablemente en la ronda histórica, se saturaba y se
congestionaba con enorme facilidad; al tiempo que obligaba a que buena parte del
tráfico pesado, e incluso peligroso, que atravesara la ciudad tuviera que hacerlo
por zonas muy pobladas y céntricas.
El modelo de estructura viaria que se impone, y que viene señalado por el plan
general de ordenación urbana de 1987, presenta una disposición racioconcéntrica
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Víctor Fernández Salinas EDADES DE SEVILLA
(figura 15), de forma que buena parte de los movimientos que se registran en la
ciudad o en sus inmediaciones evitan el centro mediante las nuevas rondas de
circunvalación (ronda de Los Remedios-María Auxiliadora, ronda del Tamarguillo,
SE-30, etcétera). No se trata de una idea nueva; de hecho, los planes anteriores
(1946 y 1963) ya ofrecían soluciones similares para la estructura urbana. La falta
de recursos económicos, y la ausencia de una voluntad política decidida en
acometerlas, provocó que Sevilla careciese de estas rondas hasta casi el final del
siglo. El plan se aprobó a finales de diciembre de 1987 y a principios de 1992, es
decir en poco más de cuatro años, la mayor parte de su armazón estaba completa.
La síntesis del proceso de la concreción de la estructura viaria de Sevilla es la
siguiente: 40 años en fase de proyecto y cuatro de realización.
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Una vez desplazado el río hacia el oeste, al tiempo que los sistemas de
defensa contra el mismo, la ciudad conquista la mal llamada isla de la Cartuja,
puesto que aunque sí cartuja no es tal isla. La ocupación inicial se realiza
directamente con la Exposición Universal, el último gran evento que marca la
historia de Sevilla en el siglo XX. En las abundantes 400 hectáreas del sector se
instalaron a modo de ciudad efímera pabellones, infraestructuras, sistemas
hidráulicos y dotaciones que revolucionaron la historia de la ciudad durante
unos meses. Aunque la celebración fue un empeño y compromiso de rango
estatal, la ciudadanía sevillana hizo suyo, tal vez tardíamente, el proyecto, y la
Expo se desarrolló como una larga fiesta
que, además, legó a la ciudad un sector muy
organizado y perfectamente dotado, al
menos para aquellos años, de las últimas
técnicas de la teleco-municación y los
servicios. Pero la Expo no sólo fue técnica,
fue sobre todo diseño y fantasía, un
trasunto idealizado del mundo en un espacio
reducido, y la cultura sevillana se identificó
rápidamente con el evento y con su huella.
La ciudad, una vez más, demostró que sus
épocas más radiantes son aquellas en las
que se combina lo propio con las ideas
modernizadoras externas. El genio de la
Exposición se expresa, como de ninguna otra forma, en la elegancia y casi
espiritualidad de los seis nuevos puentes (figura 18); puentes entre Sevilla y
Fig. 18. Puente del Alamillo
occidente, occidente geográfico y occidente cultural; y aunque luego, durante
mucho tiempo, algunos de ellos no han llevado a ningún sitio, porque occidente
en buena medida continúa siendo una terra incógnita para la Sevilla de acá del
Guadalquivir, marcan al menos una dirección hacia la que ir.
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La recuperación del gran patrimonio ha continuado, pero con algunos puntos Fig. 21. La plaza del Pan
negros. Entre ellos, la falta de adecuación a los principios y cartas internacionales (oficialmente de Jesús de la
en la recuperación de algunos monumentos (tales como las iglesias de San Pasión), un sábado por la
mañana
Andrés o San Vicente); también se incumple la legislación vigente de patrimonio
al permitir con mucha frecuencia los remontes de edificios en sectores del
conjunto histórico que no tienen planeamiento especial aprobado y algunas
plazas son horadadas para construir aparcamientos rotatorios en el mismo
corazón de la ciudad, como actualmente ocurre en la Encarnación y amenaza ser
construido en la Alameda. La ciudadanía sensible a su patrimonio vive siempre los
nuevos procesos de rehabilitación con un cierto recelo. El problema de los años
setenta era que no se rehabilitaba la ciudad; el problema hoy es que las
rehabilitaciones son de tal calado, o con criterios tan sui géneris, que pueden
llegar a desvirtuar la autenticidad de un bien cultural. Por eso muchos sevillanos
temblamos cuando nos hablan de la futura rehabilitación del Patio de San
Laureano o del palacio de San Telmo.
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Por otro lado, Sevilla es hoy menos distinta a otras ciudades que en el pasado. El
nuevo modelo urbano se caracteriza por el asalto de las grandes superficies
comerciales a las distintas orlas de expansión (desde la corona más inmediata a
otras más alejadas). Las nuevas pautas de ocio y consumo, unidas a una falta total
de restricciones a este tipo de instalaciones, producen una competencia entre el
centro tradicional, tanto como lugar de compra, como de ocio y paseo, con estos
nuevos enclaves comerciales a los que, como islas en el mar, sólo se puede llegar en
muchos casos mediante el transporte privado. Estos macrocentros, en un recinto
cerrado, standarizado y franquiciado, plantean el mismo modo de vida que el llevado
a cabo en Toronto, Marsella o Estocolmo; y que no es otro que la
identificación del tiempo de ocio con el tiempo de compra y el
gusto por las comidas rápidas, las marcas internacionales y las
películas norteamericanas acompañadas de palomitas.
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Asociación para el Estudio
y la Promoción de la
Arqueología Histórica
Edades de Sevilla
Hispalis, Isbiliya, Sevilla
Colabora
Sevilla, 2002