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RapHae Samvei HISTORIA Y TEORLA Los historiadores no son dados, al menos en pitblico, a la intros. Peccién sobre su trabajo y, exceptuando los momentos solemnes, como las conferencias ineugurales, por ejemplo, evitan la exposicién general de sus objetivos, Tampoco intentan teotizar sus investigacio. nes. Sospechan de la ortodoxia, no les gustan les abstracciones y nada les hace més felices que poner en duda las opiniones recibidas © mul. tiplicar las excepciones a la regla. Cuando se enfrentan a dificultades conceptuales buscan instintivamente los «hechos» y, en vez de mal. gastar tiempo en especulaciones filoséficas, prefieren poner mance a In obra. Ante todo se consideran a s{ mismos como investigadores, ‘oyentes atentos y observadores minuciosos, guiados por una simpa, tia imaginativa hacia el pasado y una percepcin intuitiva de sus Vestigios manuscritos y materiales. La investigacidn se formula en ‘ézminos de los datos que se conocen més que del fendmeno que debe explicarse y Iuego se prosigue el argumento por inferencia y or medio de ilustraciones. En la medida de lo posible, la interpreta. cién toma cuerpo en los adescubrimientos»: esto es, la seleccién interpretacién. de los hechos. A éstos se les considera relativamente libres de problemas: siempre y cuando el investigador emplee suf iente diligencia en la recopilacién de los mismos, a la larga saldré 8 Ia superficie lo que ocurrié realmente». Los problemas de la his- toriogratia —es decir, de la construcciéa del conocimiento histdri- co— por lo general se dejan al cuidado de los fil6sofos, mientras ue los historiadores defienden su cause, como dijeron los fundado. tes de los Annales, eno por medio de atticulos metodolégicos y di- sertaciones tedricas, sino recurriendo a ejemplos y hechos», Detrés ‘HISTORIA ¥ TEOREA 49 de esta reticencia conceptual se encuentran a veces restos de esa suposicién eonfiada de que existe un conjunto de conocimientos con- venidos de los que cabe esperar que vayan acumuléndose con el paso del tiempo: Jo que el profesor Elton, con franco desprecio de la mutabilidad del tema, denomina chistoria comin y cortiente, sin mis. Probablemente, esa hostilidad hacia la teora que, por supuesto, tiene una antigua estirpe alcanzé su punto més alto en los afios de la guerra fria, cuando. los historiadores, 1o mismo que el conjunto de los intelectuales briténicos, Iibraron batalla contra el comunismo internacional bajo el grito de guetza de «individualismo merodolégi. co». La teorfa se equiparaba al «marxismo continental> y se descar. taba como bobadas, metafisicas © como una imposicién atbitraria de ideas «preconcebidas». Se publicaron numerosas obras revisionis. —! tas con la intencién ms 0 menos explicita de socavar Jas interpreta ciones marxistas o neomarzistas de la historia —sobre todo en el campo de los estudios del siglo xvi y de Ia revolucién industrial_— mientras que en un plano superior los histotiadores se alineaban con entusiasmo detrés de Isaiah Berlin y Kacl Popper para estigma. tizar la idea misma de las «leyes del desarrollo», ya que las conside. aban incipientemente totalitarias. Los temas de la guerra frfa se mezclaron con un profesionalisinu cada vez mis exaltado al que mo- lestaba Ia intrusién de inguietudes extracurticulares, No slo loo marzistas, sino también eruditos-radicales como, por ejemplo, Taw. ney y los Hammond, se vieron convertidos en blanco de ataques cada vez més fatiosos. El

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