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NOTA OBLIGADA
Una vez más otra, el antisemitismo está de moda. Pocos saben, sin embargo,
que tal "antisemitismo" no es más que un arma hábilmente esgrimida por el
judaísmo mundial con el objeto de desinformar y reeducar la opinión pública
mundial.
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(Apfelbaum); Andropov (Lieberman); Kamenev (Rosenfeld); Trotsky
(Bronstein); Kruschev (Pearlmutter), etc), la gran prensa mundial, medios de
comunicación en general y la Meca del cine, Hollywood.
Este pequeño libro ha de servir de iniciación sobre tan importante tema, del
que apenas se encuentra información seria en ningún lugar. Ahora que el
arma propagandística denominada "antisemitismo" vuelve a ser esgrimida a
nivel mundial para justificar leyes antieuropeas en nuestros propios países o
el comportamiento despótico de los judíos en Israel y otros países del mundo
hay que coger al toro por los cuernos y leer de una vez por todas la versión
que sobre el antisemitismo tienen los "antisemitas" (!?), rompiendo de una
vez por todas el monopolio informativo que sobre el "antisemitismo" nos
ofrecen los judíos.
EL ANTISEMITISMO ACTUAL
Supuesto previo
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los árabes, si considerásemos acertado el término de «antisemitismo»,
vamos al absurdo de que los antisemitas son semitas. Sería, pues, más
conveniente hablar de «antijudaísmo» o «antisionismo». No obstante,
recogeremos la de «antisemitismo» por el uso generalizado que de ella se
hace.
¿Cómo hemos de considerar el vínculo que, une a los judíos? ¿Es de tipo
racial, o más bien religioso? Los judíos discuten sobre esto, y naturalmente
los antisemitas no podrán decidir por sí mismos la disputa. Parece más
razonable estimar que los judíos, más que confesión religiosa, representan
un pueblo, con unos rasgos físicos y espirituales muy acusados.
Dos Investigadores israelíes, el doctor Leo Sachs, del Instituto Weizmann, y
el doctor M. Bat-Miriam, del Instituto Israelí de Investigaciones Biológicas,
llegaron, hace tres años, a la conclusión de que los judíos del mundo entero
pertenecen a una vieja raza mediterránea con factores genéticos comunes.
Este resultado lo obtuvieron tras estudiar las huellas digitales de 4.000 judíos
procedentes de Irak, Polonia, Alemania, Egipto, Marruecos, Yemen y
Turquía, que viven actualmente en Israel. Con los 40.000 rasgos
característicos, y basándose en las líneas de los nudos, remolinos y curvas,
formaron unas series de valores numéricos. Tras compararlas con huellas de
no judíos llegaron a la conclusión de que los judíos mostraban unos rasgos
inconfundibles. Las huellas dactilares, escogidas por ambos investigadores,
por no estar subordinadas a los llamados factores selectivos, distinguen
perfectamente a los judíos de aquellos que no lo son y con los cuales han
convivido durante siglos.
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“¿Quién puede atreverse, pues, a afirmar que los judíos no son una
raza? La sangre es la base y el símbolo de la idea de raza, y ningún
pueblo del mundo puede reclamar con tanto derecho la pureza y
uniformidad de su sangre como el judío”.
Este predominio de lo biológico: explica la creación del Estado dé Israel en
pleno siglo XX. Basándose en los abuelos y bisabuelos vivieron en esas
tierras hace dos mil años, los judíos han logrado reinstalarse en ellas, y no
son pocos los árabes y antisemitas que prevén que tratarán de recuperar toda
la Palestina apoyándose en las mismas razones.
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respecto en unas pocas palabras: el judío es insociable, y, además, le resulta
simpático todo lo que tiende a disolver las sociedades tradicionales.
Esta puede ser una explicación para el histórico problema. Recordemos que
los antisemitas siempre han afirmado que su actitud no respondía a un afán
de persecución u odio hacia los judíos, sino más bien a un sentimiento de
autodefensa.
A este propósito, ha escrito Rénán:
«Quería las ventajas de las naciones, sin ser una nación, sin participar
en las obligaciones de las naciones. Ningún pueblo ha podido tolerar
eso..., no es justo reclamar los derechos de miembro de la familia en
una casa que no se ha ayudado a edificar, como hacen esos pájaros que
se instalan en un nido que no es el suyo, o como esos crustáceos que
toman el caparazón de otra especie.»
Sólo así podría explicarse el sentimiento despectivo con el que nos hablan de
los judíos numerosos pensadores (Séneca, Tácito, Lutero, Voltaire, Goethe,
etc.), cuando podrían contarse con los dedos de la mano los testimonios
favorables a la idiosincrasia hebrea.
Durante tres mil años se han hecho infinidad de intentos para resolver el
problema judío: segregación, Conversión, expulsión, asimilación, “progroms”,
etc., y apenas se resolvió nada.
Roudinesco, Lazare, Steed y otros insisten en que el aislamiento del judío ha
sido fomentado además por el triunfo de sus rabinos. Al lograr éstos que sus
fieles se ciñesen al Talmud abandonando en parte la Torah, les encerraron
en estrechas prácticas rituales y en el fariseísmo, anulándoles la fraternidad
con los otros pueblos.
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predestinación ha derivado el desprecio hacia los demás pueblos, que, a su
vez, y por este motivo, le han despreciado a él.
Resulta, por ello, curioso cómo un autor judío, Leon Uris, en su obra «Exodo»
pone las siguientes palabras en labios del personaje David Ben Ami: «Fíjate
en los descendientes de los judíos españoles, Durante la Inquisición
simulaban convertirse al catolicismo y rezaban las oraciones latinas en voz
alta, pero al final de cada frase susurraban por lo bajo una oración hebrea»
No percibe el novelista que precisamente esa mentalidad aumentó a la
judería sus tribulaciones, ya que para los otros pueblos en general lo noble
ha sido siempre lo contrario, tal como atestiguan los millares de mártires
cristianos que en épocas de persecuciones prefirieron perder la vida a negar
su fe.
Las costumbres judías tampoco han sido muy propicias para fomentar la
comprensión por otros pueblos. Juvenal nos refiere cómo en el sábado el
judío no es capaz de mover un dedo, ni siquiera por humanidad. Durante las
veinticuatro horas del sábado no se podía realizar el menor trabajo, ni siquiera
hacer un nudo, coser dos puntadas, escribir dos letras ó andar más de dos
mil pasos. Los rabinos llegaron incluso a discutir si era lícito comer un huevo
puesto en sábado, pues evidentemente la gallina había trabajado en día
prohibido.
Alberto Vidal en su libro “Tras las huellas de San Pablo”, (Madrid, 1963),
recoge algunas de las prohibiciones del Talmud (Trat. Shabbath):
Aun hoy en día, el judío no gasta un céntimo en sábado. Los más severos ni
siquiera fuman, pues en la Biblia se dice que no encenderán fuego. El judío
ortodoxo—refería recientemente la conocida revista «Der Spiegel »—se
niega incluso a avisar en sábado a una ambulancia o a los bomberos.
El nuevo Estado de Israel señalan los antisemitas es la mejor prueba del
exclusivismo de sus fundadores. Conocida es la resonancia mundial que
tuvieron las leyes raciales de Nuremberg, durante el III Reich, y con arreglo a
las cuales se prohibía el matrimonio de germanos con judíos. Pues bien, las
víctimas de entonces, siguiendo los preceptos del Talmud, han establecido
en el nuevo Israel una ley que prohibe terminantemente los matrimonios
mixtos, es decir, con no judíos.
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Los hebreos que huyeron a Palestina de Europa y de las persecuciones del
III Reich, tampoco demostraron tener hacia los árabes la clemencia que para
sí mismos habían reclamado. El acuchillamiento de toda la población árabe
de Deir Yassin en abril de 1948, el asesinato del Conde Bernadotte, las
matanzas de Nasirud-din, Wadi Araba, Qibiah, Deir Ayub, etc., y la expulsión
de casi un millón de árabes de sus tierras, han motivado que un notable
historiador, Arnold Toynbee, tras recordar que «lo más trágico en la vida
humana es el que los hombres que han sufrido hagan sufrir a otros», haya
comentado este hecho del siguiente modo:
«Las iniquidades cometidas por los sionistas judíos contra los árabes
palestinos pueden compararse a los crímenes contra los judíos por los
nazis.»
Recordemos asimismo que una vez pasado el peligro, los judíos europeos
tampoco demostraron tener agradecimiento hacia los países que les
ayudaron durante la guerra mundial. Tal fue el caso de España. Veamos lo
sucedido En marzo de 1942. Gracias a la intervención de la España en Vichy,
las autoridades alemanas reconocieron la protección española sobre los
3.000 sefardíes residentes en Francia. En 1943, el mariscal Antonescu
accedía igualmente, y con carácter excepcional, a que los sefarditas de
Rumania quedaran bajo la protección del Gobierno español. Medidas
similares fueron adoptadas por España en otros países. Isaac Weisman,
delegado del Congreso Mundial Judío en Lisboa, manifestaría posteriormente
ante una asamblea de esta organización en Atlantic City:
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embajador nos informó que el Gobierno español había determinado
proteger a los judíos en cuestión y había comunicado a los alemanes
este propósito suyo. De esta manera los cuatrocientos judíos sefarditas
del campo de Haidari fueron salvados de la deportación a Polonia. Las
gestiones emprendidas por nuestra parte obtuvieron también del
Gobierno español la decisión de tomar bajo su protección a todos los
judíos sefarditas de origen español de los países ocupados, tanto si
estuviesen en posesión de documentación española como si careciesen
de ella.”
Años después, muchas de las personas salvadas por España olvidarían los
peligros pasados. En mayo de 1949, al discutirse en la Asamblea de la ONU
la propuesta hispanoamericana favorable a España, el delegado de Israel,
Mr. Evan, cuyo voto resultó de excepcional importancia, manifestó en un
discurso:
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podríamos señalar la impresionante vida del filósofo Spinoza. Que los
grandes perseguidores de la judería, de Torquemada a Heydrich, hayan sido
judíos constituye otro insondable misterio de la Historia. Recientemente, el
«gran dragón» del Ku-Klux-Klan de Nueva York, Daniel Burros, se suicidó al
divulgar el “New York Times”, que era judío y había estudiado durante varios
años en la escuela de la sinagoga de Queens, en Nueva York. No menos
curioso es el hecho de que en el pasado mes de octubre, James H. Madole,
jefe de la organización antisemita norteamericana «Renacimiento nacional»
anunciara en Nueva York que varios judíos forman parte de su asociación.
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«... Por fin tenemos perfecto conocimiento de cuán indignamente tolera
esta raza perversa el nombre de Cristo, cuán peligroso sea para todos
los que llevan este nombre, y con qué engaños busca poner asechanzas
contra sus vidas. En vista de éstas y otras gravísimas cosas y movidos
por la gravedad de los crímenes que diariamente aumentan para
malestar de nuestras ciudades, y considerando, además, que la dicha
gente, fuera de algunas provisiones que traen de Oriente, de nada sirven
a nuestra república ... »
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fueron Nápoles, Rusia, Sicilia, Francia, Brasil, Estados Pontificios, Bélgica,
etc. Recientemente, uno de los hombres de confianza de Rothschild, René
Mayer, fue presidente de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero
(CECA) y otro, el señor Pompidou, es jefe del Gobierno francés.
Sería muy prolijo reseñar la intervención de los judíos en la economía
contemporánea, y para ello remitimos al lector a una obra del destacado
catedrático de Economía de la Universidad de Berlín, Werner Sombart,
titulada «Los judíos y la vida económica». En ella se pone de manifiesto la
influencia hebrea en la creación del capitalismo, y cómo sin ella no se podría
explicar este régimen económico.
Otro autor, Henry Ford, ha expuesto en su libro «El judío internacional» las
peculiaridades que según él distinguen a los judíos:
Es digna de mención una carta que un judío, Baruch Levy, dirigió a Carlos
Marx:
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su religión, sino busquémosle en el judío real. ¿Cuál es el fin real del
judaísmo? La demanda práctica, el egoísmo. ¿Cuál es el culto material
del judío? La usura. ¿Cuál es su dios real? El dinero... El judío se ha
emancipado a la manera judaica, no sólo, apropiándose el poder
financiero, sino porque éste, con el judío y sin él, se ha convertido en
un poder mundial, y el espíritu práctico del judío es el espíritu práctico
de todos los pueblos de la cristiandad. La emancipación de los judíos
es la judaización de los cristianos.»
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cerebro que ya se atreve a anunciar la muerte de todas las ideologías ha
surgido el subproducto de la idea del bienestar.
Nadie parece darse cuenta de que en la alquimia capitalista el dinero produce
más dinero. El Banco, que se enriquece tanto por el préstamo como por el
interés, con un fondo relativamente pequeño puede realizar operaciones
hasta diez veces superiores. Como el dinero significa hoy poder, es inevitable
que el banquero internacional intervenga activamente en la política mundial.
No se trata, pues, de la acción aislada de algún financiero que en muchos
pueblos puede tener un carácter nacional autóctono, sino de la existencia de
una cadena internacional de carácter uniforme y cuyo poder se incrementa
paulatinamente.
Finalizaremos este capítulo recogiendo unas palabras de Bernard Baruch,
«consejero» de todos los presidentes norteamericanos desde Wilson, y que
aparecen en el llamado «testamento económico» que dio a conocer antes de
su muerte:
3. Los judíos, pueblo deicida por haber dado muerte a Cristo, no son
amigos de los cristianos.
Las relaciones entre los judíos y los cristianos nunca fueron cordiales. Así
consta por parte cristiana en los duros ataques que infinidad de santos
dirigieron hacia el pueblo que había crucificado a Jesucristo. Citemos, entre
otros, a San Hilario de Poitiers, San Gregorio, San Efraín, San Ambrosio, San
Epifanio judío de nacimiento, San Cirilo, San Juan Crisóstomo, San Agustín
y San Agobardo.
La peligrosidad de los judíos ha sido expuesta por lo menos en quince
documentos pontificios, destacando en especial los promulgados por
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Inocencio IV, Gregorio X, Juan XXII, Julio III, Paulo IV y Pío IV. Sin embargo,
los Papas siempre defendieron a los judíos cuando eran sometidos a injustas
vejaciones o a derramamientos de sangre, tal como lo reconocieron
públicamente los rabinos reunidos en París en 1807. Un buen ejemplo de ello
es el del gran Pontífice Inocencio III, que prohibió, bajo pena de excomunión,
forzar al bautismo a ningún judío o desenterrar sus cadáveres para quitarles
el dinero.
Ojeando la historia de los comienzos del cristianismo vemos que hay una
durísima lucha entre la nueva religión y la mosaica. San Justino, en su famoso
«Diálogo con el judío Trifón», nos dice que los judíos en cuanto podían
quitaban la vida a los cristianos. Tertuliano escribe: «Las Sinagogas de los
judíos son las fuentes de nuestras persecuciones.» San Basilio, refiriéndose
a lo mismo, dice que los judíos ya no luchan contra los paganos, sino que se
han unido a ellos para combatir el cristianismo. De este modo veremos a los
judíos de Esmirna en el año 155 reclamando torturas para San Policarpo, y
después harán lo mismo durante el martirio de San Poncio de Cimiez, de San
Marciano de Cesárea, etc. Es decir, y en resumen: en los principios del
cristianismo la comunidad hebrea atizó el fuego de las persecuciones contra
los seguidores de Cristo, situación que sólo cesó lógicamente cuando el
cristianismo aumentó su fuerza.
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En la controversia judeocristiana, los elementos cardinales de fricción han
sido dos: el concepto de culpabilidad colectiva y la muerte de Jesucristo.
La culpabilidad colectiva de los pueblos tiene una raigambre en el relato del
Antiguo Testamento, si bien en el Deuteronomio parece marcarse una
responsabilidad individual. ¿Cabe una culpa colectiva de los judíos en la
muerte de Cristo? En la actualidad, semejante tesis goza de poco crédito. Su
aplicación suele traer además con frecuencia odiosas consecuencias. Lo más
notable, no obstante, es que la teoría de la culpa colectiva fue remozada y
puesta en circulación en 1945 para castigar a los vencidos de la segunda
guerra mundial. Un celoso propagador de ella fue Karl Jaspers, al tratar de la
«culpabilidad colectiva» del pueblo alemán.
En septiembre de 1959, el padre Guillet, profesor de la Universidad Teológica
de Fourviére (Lyon), definía en las Conversaciones Internacionales Católicas
de San Sebastián el origen del pecado colectivo del siguiente modo:
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cristianismo. No es un argumento muy concluyente observan los antisemitas
recordar que Cristo fue hebreo, pues también lo fueron Caifás, Judas el
traidor, los que apedrearon a San Esteban, los que mataron al Apóstol
Santiago en Jerusalén, etc.
Respecto al proceso contra Jesús, el padre Marcel Mauclair afirma que tanto
los Santos Evangelios como Hechos de los Apóstoles demuestran:
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matarle: porque no solamente quebrantaba el sábado, sino también porque
decía que era Dios su Padre, haciéndose igual a Dios.» Por ello, y en
consecuencia, los judíos dirían después a Pilatos: «Nosotros tenemos una
Ley, y según esta Ley debe morir» (San Juan, 19, 7). La pugna entre los
judíos ortodoxos y los cristianos era, pues, inevitable. Y aunque no se admita,
la culpabilidad colectiva, el hecho de que cuando Pilatos preguntó qué mal
había hecho Cristo, el grupo más representativo afirmase «sea crucificado...
caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos» prueba plenamente
que ellos deseaban que el hecho tuviera consecuencias colectivas.
Recientemente, en 1962, el judío A. Memmi ha escrito en Francia una obra
sumamente interesante: «Retrato de un judío». En ella expone el punto de
vista tradicional de la comunidad hebrea del siguiente modo:
« ¿Se dan cuenta siempre, los cristianos, de lo que el nombre de Jesús,
su Dios, puede significar para un judío?... Para el judío que no ha dejado
de creer y de practicar su propia religión, el cristianismo es la mayor
usurpación teológica y metafísica de su historia; es una blasfemia, un
escándalo espiritual y una subversión.»
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asociaciones de «Amistad judeocristiana». Monseñor de Provencheres,
obispo de Aix, al inaugurarse en esta ciudad, en enero de 1965, la avenida
Jules Isaac, afirmó que «el origen del esquema (conciliar) se encuentra en
una petición de Jules Isaac al Vaticano, estudiada por más de dos mil
obispos». Al menos, el escritor judío logró ser recibido por el Papa Juan XXIII
en junio de 1960.
Sin embargo, Isaac ha visto con gran perspicacia que el origen religioso del
conflicto secular cristianojudaico está en los cuatro Evangelistas. Esta tesis
la expone a lo largo de las páginas de su «Jesús e Israel» (París, 1959), libro
del que Rabí ha afirmado que «constituye la máquina de combate más
específica contra una enseñanza cristiana particularmente nociva». Resolver
el problema es harto difícil, pues los Evangelios para Isaac, «inicuos»,
«inverosímiles», etc. son para el cristiano Sagrada Escritura.
Isaac, según el cual el antisemitismo más peligroso es el de carácter
teológico, en la página 428 de su libro afirma textualmente lo siguiente:
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Jesucristo como a un profeta. Para los judíos, por el contrario, Jesús no es
más que «un artista en parábolas» (Klauzner), o como expone Rabí en un
reciente libro “para nosotros... la conversión al cristianismo es
necesariamente idolatría, porque representa la blasfemia suprema, es decir,
la creencia en la divinidad de un hombre”.
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Como es de suponer, a los dirigentes del judaísmo político les ha hecho poca
gracia lo sucedido. Oigamos sus quejas a través del editorial publicado en
«La Terre Retrouvée» (15 de octubre de 1965), órgano oficioso del sionismo:
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No lo comentaremos. Simplemente deseamos recordar "que al frente de la
Iglesia católica se encuentra un eminente Pontífice, colaborador íntimo de Pío
XII, y que conoce, por tanto, el verdadero fondo de los acontecimientos que
han sido y son decisivos en la gigantesca lucha subterránea entre las cuatro
o cinco fuerzas importantes que mueven al mundo y a los hombres.
Muchas han sido las acusaciones que los judíos y la extrema izquierda han
lanzado en los últimos años contra la figura de Pío XII. Para comprender la
actitud del Papa Pacelli hemos de verle en primer lugar en su época de
Nuncio, cuando en 1919 vivió en Munich la experiencia de la «república
soviética» local. Al entrar los soldados rojos en la Nunciatura para saquearla,
Pacelli en persona tuvo que hacerles frente. Unos minutos después, el
crucifijo que llevaba sobre el pecho y cuyos restos conserva hoy el cardenal
Spellman saltaba en pedazos al ser golpeado con la culata de la pistola por
el jefe de los asaltantes. Aquellos días, cierto que no debió olvidarlos. Por eso
su deseo fue siempre incluso a pesar del gobierno hitleriano el ver una
Alemania, fuerte como único muro de contención del comunismo en Europa.
Esta es la razón de que hoy se le ataque con saña.
La primera andanada que se ha lanzado contra Pío XII la disparó Rolf
Hochhut con su obra «El Vicario», pieza teatral escasamente probatoria. En
unas declaraciones sobre ella, el padre jesuita Robert Leiber, secretario
particular de Pío XII, ha afirmado:
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hitleriano. Así lo ha demostrado Gunter Levy con sus investigaciones. Es
más, cuando el padre Franz Reinisch fue detenido por haberse negado a
prestar el juramento de fidelidad al Führer, el capellán católico de la prisión le
negó incluso la Sagrada Comunión.
Esta acción conjunta contra Pío XII ha provocado una fuerte reacción por
parte del actual Pontífice. Frente, a lo que algunos pudieran pensar, parece
que la iglesia está lejos de tener vocación de víctima y de plegarse a las
presiones de fuerzas políticas, por muy poderosas que éstas sean.
Al realizar Pablo VI su viaje a Tierra Santa supo declinar cortésmente el
dudoso honor que se le hacía de encender personalmente la llama del
monumento a los seis millones de judíos muertos en Europa. El hecho no
pasó desapercibido para los enemigos de la Iglesia. La defensa que hizo en
aquellas tierras de Pío XII provocó igualmente un duro ataque de Hochhut
hacia su persona, que fue recogido por, las agencias informativas.
Transcribimos a continuación la noticia, tal como la publicó el 20 de marzo de
1964 el diario «ABC» de Madrid:
“Tel Aviv, 19. El autor de la obra teatral «El Vicario» ha criticado a Pablo
VI por la defensa que hizo durante su peregrinación a Tierra Santa de la
actuación y la figura de Pío XII El escritor judío Rolf Hochhut, atacó al
Papa en el curso de una entrevista difundida por la emisora La Voz de
Israel cuando afirmó que Pablo VI no debía haber asumido la defensa de
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Pío XII, porque «no puede ser objetivo al enjuiciar la actuación del
fallecido Pontífice», ya que fue su brazo derecho e incluso llegó a
negociar con el secretario de Estado alemán, Weiszacker.- Efe.»
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posteriormente se transformaría en la «Liga alemana de los derechos del
hombre». Ciertamente no representaban a todos los judíos, pero al llegar la
derrota en 1918 el número de éstos que militaban en los movimientos
revolucionarios era altamente significativo.
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cargos en manos de un reducido grupo de traficantes de valores sería un
eficaz fermento para despertar el antisemitismo de las masas alemanas.
La proliferación de judíos entre los mayores poderes económicos del país y
en los grandes focos revolucionarios cuando los judíos apenas sumaban el
uno por ciento de la población total de Alemania permitiría a Hitler concentrar
dialécticamente el marxismo y el capitalismo en un único enemigo, cuya figura
concreta era el elemento tópico del judío. Por eso, al contar la historia de los
hermanos Moisés e Isidoro, en la etapa de lucha de su partido, solía decir:
«Moisés era banquero, Isidoro era comunista...»
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el comunista, que en 1932 contaban con 230 y 100 diputados,
respectivamente. De la lucha que se entabló entre ambos, y que no terminaría
hasta que los nazis alcanzaron el poder en la siguiente legislatura, da idea el
siguiente cuadro de bajas sufridas por los nacionalsocialistas":
«La batalla contra Alemania será entablada por todas las comunidades
judías, por todas las asambleas y congresos judíos, por las uniones
comerciales judías y por cada judío individualmente... La lucha contra
Alemania en todo el mundo, será así estimulada ideológicamente y
fomentada. El peligro para nosotros, judíos, está en toda la población
alemana, en Alemania en conjunto.»
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después al primer progrom sangriento. En la noche «de los cuchillos largos»
del nueve de noviembre fueron incendiadas 815 tiendas y 191 sinagogas.
Perdieron la vida en estos sucesos 36 judíos, lo cual aceleraría la salida de
los restantes del país.
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fronteras occidentales, pero había afirmado igualmente que no renunciaría a
que los alemanes del Este volvieran al Reich. Pedía inicialmente un plebiscito
en Danzig. Si se le negaba, lo tomaría por la fuerza.
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Llegamos así al año 1939. Tras la entrevista Beck-Hitler del 8 de enero,
parecía que Polonia estaba dispuesta a negociar sobre el pasillo polaco. Por
otra parte, el 12 de enero, el conde Potocki, embajador polaco en
Washington, escribía estas palabras:
«Para esta Internacional judía, que ante todo tiene presentes los
intereses de su raza, el encumbramiento del presidente de los Estados
Unidos a este puesto ideal de defensor de los derechos humanos fue
una jugada genial... A Roosevelt le han sido puestas en la mano las
bases para reanimar la política exterior de Norteamérica y crear
asimismo por este medio los colosales efectivos militares para la guerra
futura que fomentan los judíos con plena conciencia.»
El mes de abril, el grupo belicista inglés (Churchill, Duff Cooper, Belisha, Eden
y Vansittard) fue forzando a Chamberlain a que animara a Polonia a no
negociar con Alemania. Un conocido historiador inglés, el general J. P. C.
Fuller, ha escrito recientemente en su libro «Batallas decisivas del mundo
occidental»:
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hacia el mismo tiempo dijo a Bernard Baruch: «La guerra vendrá muy
pronto. Nosotros entraremos en ella y ellos (los Estados Unidos) lo
harán también. Usted arreglará las cosas al otro lado y yo prestaré
atención aquí.»
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de todos los judíos húngaros y que en vez de recibir ayuda fue internado, por
los ingleses en Egipto.
En la primavera de 1944, un notable filósofo judío, Martin Buber, lanzó en
Jerusalén una durísima acción contra los jefes de la judería mundial y del
sionismo, por conocer perfectamente las calamidades de Auschwitz y no decir
una palabra de ello, que hasta hubieran podido evitarlas. Denunciaba cómo
hay elementos en el sionismo que «ven su suerte en la radicalización de la
situación, y que para alcanzar sus fines están dispuestos a sacrificar vidas
humanas.» El filósofo añadía: «Y aquí acontece realmente lo más horrible: la
explotación de nuestra catástrofe. Lo que se determina con esto no es ya la
voluntad de salvación, sino la voluntad de aprovechamiento”.
Una acusación aún más concreta fue lanzada, terminado el conflicto mundial,
por el doctor Kasztner, representante de la judería húngara, que intervino en
1954, en un proceso en Jerusalén. Según él, en 1944 tuvieron lugar en Suiza
conversaciones entre representantes del Gobierno alemán y del «American
Joint Committee», con el propósito de cambiar por divisas a todos los judíos
internados en campos de concentración. Kasztner afirmó que dicho Comité
se había negado a emplear las grandes sumas recibidas de los judíos del
mundo entero para salvar a los recluidos en los campos, y lo que es aún más
grave, que el presidente del A. J.C., Saly Mayer, había intervenido ante las
autoridades suizas para que no abrieran sus fronteras a los judíos fugitivos.
El proceso no pudo terminar, pues como es fácilmente comprensible poco
después Kasztner fue encontrado muerto en la habitación de su hotel.
William S. Schlamn, importante escritor judío, observa en su libro «Wer ist
Jude?» que las calamidades que se abatían sobre los judíos en Auschwitz
eran una gran suerte para los «realpolitiker» sionistas, ya que cuanto peor les
fuera a los judíos europeos tanto más fuertes serían las exigencias sionistas
respecto a Palestina. El historiador judío Bruno Blau abunda en la misma
opinión en su trabajo «Der Staat Israel im Werden» (Frankfurter Hefte, dic.
1951), en el que sostiene:
«El Estado de Israel debe su instauración, por extraño que esto pueda
parecer, a los acontecimientos que tuvieron lugar durante los doce años
del «Reich milenario». Es muy dudoso que las Naciones Unidas
hubieran hecho realidad este Estado judío, ansiado por Theodor Herzl y
sus partidarios, sin aquellos acontecimientos.»
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absolutamente nada excepto Palestina. No porque el mar Muerto,
evaporado, pueda producir por valor de cinco trillones de dólares en
metales y metaloides; no por el significado bíblico o religioso de
Palestina; no porque el subsuelo de Palestina contenga veinte veces
más petróleo que todas las reservas combinadas de las dos Américas;
sino porque Palestina es el cruce de Europa, Asia y Africa porque
Palestina constituye el verdadero centro, del poder político mundial, el
centro estratégico militar para el control mundial.»
Así resulta más fácil de comprender la leyenda de los seis millones de judíos
gaseados. Por otra parte, minuciosos estudios realizados por varios
historiadores, y en especial por el resistente francés Paul Rassinier en sus
obras «El verdadero proceso Eichmann» y «La mentira de Ulises»,
demuestran que el número de muertos no pudo sobrepasar el millón. La cifra
es elevada, pero en todo caso muy inferior a la de víctimas de la población
civil alemana o polaca.
Podríamos resumir lo sucedido a los judíos en la guerra, en las declaraciones
hechas por el coronel Stepen F. Pinter a la revista norteamericana «Our
Sunday Visitor», de Huntington. Pinter, que a principios de 1946 fue a
Alemania como juez militar, con el rango de coronel, y que en la esfera de
sus funciones fue en Dachau el oficial de mayor categoría, afirma:
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Unas semanas después, el plan del judío Morgenthau, firmado por Roosevelt
y Churchill en la Conferencia, de Quebec en 1944, pasaba a su fase de
ejecución. Se trataba de desmembrar Alemania en diversas regiones y de
convertir a éstas en zonas de cultivos agrícolas. Para ello el presidente Harry
Salomón Truman firmó el 14 de mayo de 1945 la disposición JCS/1067/6
dirigida al gobernador militar norteamericano, Lucius D. Clay. Mientras tanto,
el actual general judío Haim Leskow, con los voluntarios de la Brigada judía
de Palestina, unidad del ejército británico estacionada en Alemania, formaba
unas unidades de ejecución. Estas escuadras se dedicaron durante seis
meses largos a visitar los domicilios alemanas por las noches y eliminar a
todas las personas que les desagradaban.
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Poco después de su llegada convocó una conferencia de Prensa y dio unos
«consejos» a la República Federal para que no se viera en dificultades con la
«opinión pública mundial». Uno de esos consejos fue el de que la Alemania
Federal ayudara a los judíos de los países orientales emigrados a Israel a
partir de 1953. Hasta la fecha sólo recibían indemnizaciones los que las
habían solicitado antes de 1953, por eso Goldmann pedía para los nuevos
180.000 judíos el modesto óbolo de mil millones de marcos (15.000 millones
de pesetas). De lo contrario afirmóse borraría por completo la «buena
impresión» que habían causado entre los judíos las anteriores donaciones.
El Gobierno alemán concedió dicha cantidad y una propina, todo por un total
de 1.200 millones de marcos.
En marzo de 1965, Nahum Goldmann pidió al ministro de Finanzas, Dahlgrün,
otra indemnización suplementaria por 4.500 millones de marcos. Por último,
el 26 de mayo aprobó el Bundestag la cláusula final de la Ley de
Indemnizaciones. Dahlgrün aprovechó la ocasión para dejar bien claro que
hasta ese momento la Alemania Federal había abonado 28.000 millones de
marcos, y que aún le quedaban por entregar otros 17.000 millones. Es decir,
que Alemania está pagando 45.000 millones de marcos (675.000 millones de
pesetas) a cuenta principalmente de la leyenda de los seis millones de
muertos.
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Sabido es que Israel fue creado en 1948 mediante un acto de violencia, y el
millón de árabes expulsados no recibieron un solo céntimo por ello. Raro es
el día en que no habla la Prensa de las maravillas del «vergel israelí», que
antes sólo era un erial habitado por árabes piojosos. Unicamente se silencia
que los capitales invertidos proceden de los Estados Unidos y de Alemania.
Si han podido crear o reformar 30 ciudades y 450 colonias aldeanas se debe,
por tanto, a los 7.000 millones de dólares recibidos del extranjero. Cincuenta
buques mercantes, por un total de 450.000 toneladas, y entre ellos esa
maravilla que es el «Theodor Herzl», han sido dados gratuitamente a Israel
por los alemanes. Otro tanto ha sucedido con los equipos para 500 empresas
industriales.
Como a pesar de todos los israelís viven por encima de sus posibilidades y
su balanza comercial arroja un déficit anual de 23.000 millones de pesetas,
Nahum Goldman confesó en 1964 (diario «Le Mondé» del 40 de febrero) que
«es principalmente gracias a las divisas alemanas cómo Jerusalén ha podido
eliminar los déficits crónicos en su balanza de pagos». Sólo olvidó decir que,
los israelíes mantienen un ejército de 250.000 hombres frente a los 240.000
de todos los países árabes.
Así es como se ha renovado aquella simbiosis observada por Pío Baroja entre
el mono germánico y la pulga judía. Y de ella se han derivado infinidad de
casos lamentables.
En la Ley de Indemnizaciones de 1956 se especificaban los requisitos
necesarios para solicitar una pensión como «víctima» de los nazis. Pero
varias disposiciones posteriores fueron reduciendo las pruebas
correspondientes, bastando a menudo con una simple declaración jurada.
Estas facilidades excitaron de tal modo la codicia de algunos de los hijos de
Israel, que muchos de ellos enviaron peticiones a nombre de difuntos para
vivir de éstos. El Gobierno alemán apenas prestó atención al principio. Pero
si el apetito es desmesurado, 675.000 millones de pesetas tampoco dan
mucho de sí. Por eso, en los últimos tiempos, las autoridades federales
examinaron más detenidamente las solicitudes. Se descubrieron numerosos
casos de estafa y como recogió en marzo de 1965 el semanario «Deutsche
National Zeitung»unas 20.000 peticiones de indemnización de ciudadanos
israelíes quedaron bloqueadas.
Hoy resultaría imposible averiguar las cantidades que se han sacado
fraudulentamente al contribuyente alemán. Pero en 1964 la Policía descubrió
un caso sumamente curioso. Hace unos diez años regresó a Viena de la que
había emigrado en 1938 el judío Hans Deutsch. Su maleta, como abogado
especialista en indemnizaciones, estaba llena de formularios de este tipo. A
sus clientes, por la tramitación de las instancias, les solía cobrar unos
honorarios que a veces llegaban al 50 por 100. Sólo de los Rotschild recibió
cerca de un millón de francos suizos, y en total de unos 40 casos obtuvo los
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cien millones de marcos. El antiguo abogado de Tel Aviv se hizo de este modo
multimillonario.
Deutsch planeó su mejor jugada. Entró en contacto con los herederos del
barón húngaro Ferenc Hatvany, más concretamente con la viuda y la hija. De
común acuerdo y comprando dos falsos testigos reclamaron al Gobierno
alemán 400 millones de marcos en compensación por la colección de cuadros
del barón que habían incautado las S.S. en Budapest en 1944. En ella
figuraban 255 cuadros de Manet, el Greco, Renoir, etc., y 625. dibujos.
Después de arduas negociaciones, Bonn accedió a abonar por dichos
cuadros desaparecidos 35 millones de marcos. Deutsch, tras muchas
lamentaciones, aceptó la oferta. Así recibió 17 millones y medio de marcos,
es decir, 262 millones de pesetas. No pasó nada. Creó la «Fundación
Europea», con sede en Berna, y el gran filántropo estableció una serie de
premios para personas amantes de la paz y del progreso. El primero, dotado
con 50.000 francos suizos, le correspondió al español Salvador de
Madariaga.
Cuando a finales del pasado año Deutsch apareció por el ministerio alemán
de Finanzas para cobrar los 17 millones restantes, la Policía federal le recluyó
entre rejas. ¿Qué había sucedido? Sonja, la hija del difunto barón, había
recurrido a las autoridades alemanas para que no dieran un pfennig más a
Deutsch. Habían surgido disputas entre ella y el astuto hebreo al repartirse el
botín.
De este modo intervino la Policía y descubrió que la colección de cuadros del
barón había sido incautada por los rusos en 1945. Las unidades de la S.S.
mencionadas por Deutsch tampoco estuvieron en Budapest en julio de 1944.
Los falsos testigos confesaron. Como es de suponer, ni un solo diputado se
ha atrevido a mover el caso en el Bundestag. Incluso cuando la Prensa se ha
referido a él, le ha nombrado como «abogado suizo» o «austríaco». Austria
ha anulado en los últimos días su pasaporte, al comprobar que desde hace
muchos años ya posee otro israelí.
Un judío sincero, Hedzi Zoltan, cuenta en el capítulo 14 de su libro «Izrael,
Azigeretek Földje» (Israel, país de las promesas) lo sucedido a otro hebreo
húngaro con las autoridades judías. Al presentarle éstas un formulario de
indemnizaciones, el húngaro puso de relieve que él nunca había estado en
ningún campo de concentración. Ellos le replicaron que firmase, pues ya se
arreglaría lo de los testigos y todo lo demás. Para tranquilizarle le aseguraron
que gran parte de los documentos de los campos de concentración habían
sido destruidos, y que «de ello viven muchos de nuestros hermanos».
Otros casos recientes han sido dados a conocer en las últimas semanas por
el diario «Jedieth Chadashoth», de Tel Aviv. He aquí dos de las noticias al
respecto:
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«El abogado israelí Jakow Gregore, que vive actualmente en Brasil, y
sus cómplices, el trabajador de la construcción Abraham Goldberg y el
comerciante Arnold Sukar, han sido acusados ante el Tribunal de
Distrito de Tel Aviv de intentar obtener de las autoridades alemanas,
mediante la presentación de hechos falsos, 250 millones de marcos
(3.750 millones de pesetas) ... »
«La policía israelí ha iniciado una investigación contra diez abogados,
sospechosos de la falsificación de documentos y la emisión de falsas
certificaciones para las autoridades alemanas de indemnización... »
Uno de los pocos diputados del Bundestag que han lanzado una leve protesta
por lo que sucede con las indemnizaciones es el socialista Martin Hirsch. En
una entrevista concedida al periódico «Frankenpost», el 11 de marzo de 1965
afirmó:
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Inmediatamente después de ser raptado Eichmann en la Argentina, Adenauer
se entrevistó secretamente con Ben Gurión, el 14 de marzo de 1960, en el
hotel Astoria, de Nueva York. Todo cuanto ha salido a la luz en 1965 confirma
que la reunión fue un perfecto chantaje diplomático. A cambio de no
transformar el proceso que iba a tener lugar en Jerusalén en una acusación
contra todo el pueblo alemán, el Gobierno federal se comprometía a
suministrar armas - sobra decir que nadie las abonaría - por un valor de 320
millones de marcos.
Hasta finales de 1964 fueron desembarcados en el puerto de Haifa armas y
equipos de la Bundeswehr por unos 200 millones de marcos. Dicho material
estaba integrado por piezas antitanques, proyectiles dirigidos tipo «Mace»,
equipos de transmisiones, 200 baterías antiaéreas, 15 cañones, 15
helicópteros «Sikorsky CH 34», 50 aviones de caza «Fiat G91», cinco lanchas
rápidas y 200 carros de combate. De estos últimos, 150 eran
norteamericanos, del tipo M48. No menos significativo es que el Almirantazgo
inglés entregó a Israel dos submarinos «a cuenta alemana». Es decir, los
israelíes recibieron de los ingleses sus sumergibles «Turpin» y «Totem», los
rebautizaron y finalmente Alemania pagó a los ingleses el importe de ambos
submarinos.
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Gentner, catedráticos de Heidelberg, trabajan en el Instituto Weizmann de
Israel.
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Consejo decidió recomendar a sus 17 Gobiernos que tomasen las medidas
necesarias para impedir la prescripción de los «delitos» alemanes.
Dentro de Alemania, cuatro judíos con altos cargos hicieron eco a la campaña
exterior. Se trataba de Ludwig Rosemberg, presidente de los Sindicatos
(DGB), al que Hitler permitió abandonar el país en 1933; Fritz Bauer, fiscal
general de Hesse y organizador del proceso Auschwitz; el diputado socialista
Arndt, que movió la campaña en el Bundestag, y Max Robert M. Kempner,
hoy abogado en Francfort y en 1946 acusador norteamericano en
Nuremberg.
Toda la agitación promovida parecía responder a las palabras pronunciadas
en Nueva York, en 1950, por el juez judío Meier Steinbrink, en una sesión del
B'nai B´rith:
El mismo espíritu debió animar al individuo que en mayo de 1960 pedía por
las calles de Tel Aviv en una pancarta: «Os pedimos que reservéis una
muerte lenta para Eichmann. Torturadle ... » O más recientemente a la
organización terrorista «Los que nunca olvidan», que dio muerte en el
Uruguay al refugiado lituano Herbert Gukurs.
Esta presión extranjera dio origen en el Bundestag a unos animados debates.
Su vicepresidente, Thomas Dehler, manifestó claramente que si la
prescripción era anulada se atentaría contra la Constitución y contra las
normas usuales en un Estado de derecho. En efecto, hay normas
constitucionales, y entre ellas se encontraba la prohibición de establecer
medidas penales con efectos retroactivos, que ni siquiera pueden ser
modificadas por una mayoría parlamentaria.
Los liberales afirmaron igualmente que se debía terminar con la doble moral
de vencedores y vencidos. Es absurdo que un Estado se pretenda de derecho
cuando renuncia a perseguir todos los delitos. Sabido es que en la República
Federal nadie puede ser llevado ante, los tribunales por haber cometido
acciones criminales que hubieran podido servir de ayuda a los aliados.
En marzo, el ministro de Justicia, Bucher, decidido partidario de terminar con
las persecuciones de los nazis, afirmó ante la televisión que hasta ese
momento habían sido condenados en el país por «crímenes de guerra»
80.000 alemanes, y que entre ellos e incluso entre los ahorcados hubo una
gran cantidad de inocentes.
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El Bundestag, por puro oportunismo, decidió dar preferencia a las presiones
del exterior y en el mismo mes de marzo se prolongaron los plazos de
prescripción que expiraban el 8 de mayo. Asimismo, el Gobierno modificó por
completo su postura del mes de noviembre, si bien el ministro de Justicia
dimitió en señal de protesta.
Así es cómo en el año 2000 aún podrá haber nazis encarcelados. Y hasta
1970 los tribunales estarán tratando asuntos que se remontan de veinticinco
a treinta y siete años atrás. Actualmente se instruyen sumarios para cerca de
800 procesos contra otras 14.000 personas.
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Otro caso notable es el del ayudante de las S.S., Otto Hope, condenado en
1950 a perpetuidad por «crímenes de guerra». Un falso testigo le había
acusado del asesinato de Heinrich Seiler en un campo de concentración. Este
último, que vive en Giessen, sólo se ha enterado de lo sucedido quince años
después. El falso testigo, que vive de presentar denuncias de este tipo en los
procesos políticos, conocía perfectamente que Seiler estaba vivo.
Si todo cuanto hemos señalado tuviera la debida publicidad, posiblemente se
reduciría la influencia de Tel Aviv en la política alemana. Por eso, y siguiendo
las teorías de Paulov, las organizaciones políticas judías reavivan
gradualmente un doble reflejo condicionado: el de la «barbarie nazi» para los
alemanes y el de la «barbarie alemana» para el resto de los países. Su
principal preocupación es impedir que los alemanes de hoy lleguen a
olvidarse de ese complejo, por eso ha dicho Nahum Goldmann: «El pueblo
alemán no debiera olvidar con demasiada rapidez. Ciertos grupos lo hacen
muy fácilmente.»
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aunque el Estado de Israel - al que muchos de ellos no reconocen porque no
ha ido acompañado por la llegada del Mesías - trate de conservarlo.
Si los rabinos, por otro lado, desearan sinceramente una reconciliación, no
les resultaría difícil en una época en la que las religiones tratan de aunar sus
esfuerzos frente a la marea ascendente del ateísmo. Pero pretender que las
concesiones las hagan sólo los demás, constituye una quimera. ¿De qué
sirve que otras religiones supriman términos ofensivos hacia los judíos, si los
rabinos no expurgan en un gesto similar de buena voluntad sus propios
textos?
En los dos Talmuds, suma de la tradición oral hebrea, y cuyo volumen es
veinte veces el de la Biblia, se contienen bastantes pasajes ofensivos contra
los cristianos y otros pueblos. En «Eben Haezar», por ejemplo, se dice:
«¿Qué es una prostituta? Todas las hijas no judías, o la hija de un judío que
ha tenido ayuntamiento con alguien con el que no se puede casar.»
En el aspecto humano, la tendencia judía al retraimiento ha estado
íntimamente asociada con la tendencia a la oposición. Esto se percibe incluso
en la formación espontánea de «ghettos» judíos en los Estados Unidos. Ese
retraimiento produce angustia en los individuos, y ésta se transforma en
agresión. De todo ello se derivó la tendencia del judío a culpar al mundo
exterior en vez de culparse á sí mismo. Veía a los demás como diferentes a
él, pero como semejantes entre sí.
Nietzsche advirtió agudamente las peculiaridades anímicas de los hebreos,
al definirlas del siguiente modo:
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entonces había sido benevolente, dictó el «Decreto imperial relativo a los
judíos» de 1808. Muchos años después, en 1958, el Congreso Mundial de
Estudiantes Judíos proclamaba que un estudiante es primero judío y sólo
después francés.
Que la actitud señalada subsiste hoy en núcleos influyentes, nos lo confirma
la siguiente noticia facilitada por la agencia Efe, el 30 de diciembre de 1964:
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que el pueblo de Israel acepte que una minoría, digamos del 5 o del 10
por 100 de la población, rechace ciertas tareas o ciertas servidumbres
del Estado, que estas gentes no sean de los que plantan árboles,
construyen carreteras, etc ... »
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