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Buendía Delgadillo Eduardo Neftalí

Fuera del fantasma: el Ojo significante y significado

Definir el campo de estudio desde la aportación de Roland Barthes no sólo a la semiótica, sino
también a la lingüística desde unos ojos muy distintos a lo ortodoxo, se presta complicado; sin
embargo, una exploración minuciosa de sus conclusiones, llama a ver el lenguaje desde otra
perspectiva, no encerrándose en paradigmas que soportan la pragmática cotidiana que muchos
lingüistas defienden y encasillan con reglas que son posibles de romperse a través de la misma
lengua.

En la novela: Historia del ojo, escrita por Georges Bataille, es frecuente que se concluya que es
una historia que cuenta lo sucedido a los personajes que participan en ella: Simone, Marcelle y el
narrador; pero, Barthes determina que el objeto central de ésta obra, es el ojo, el cual va de un lugar
a otro presentándose durante toda la historia, interpretando el principal protagonista de la misma.

Un texto, puede jugar con las palabras y sus significantes, en ocasiones, los mismos escritores lo
hacen de algún modo, para distraer la atención del lector, incluso de confundirlo. En el caso de
Historia del ojo, es interesante el manejo de recursos, a partir de una migración metafórica: este
conjunto de combinaciones y de objetos que se relacionan de alguna forma. Objetos, cuyo parecido
se pueden definir como una representación de un mismo significante: por su aspecto, sensación,
figura geométrica, etcétera.

Roland Barthes, realizó un análisis exhaustivo de Historia del ojo, y finiquitó que cualquier objeto
dentro de esa migración metafórica puede sustituir a otro; parte de esto, lo podemos hallar en las
dos cadenas metafóricas distinguidas por el mismo Barthes: 1. OJO – Huevo – Plato de leche –
Testículos de toro – Sol (elementos globulosos), 2. OJO - Llanto – Leche de plato – Yema de huevo
– Esperma – Orina – Sol (elementos líquidos, humedad). Como ya se explicó, son elementos que
tienen una relación entre sí, todos son globulosos, circulares, de consistencias no sólidas (viscosas),
blancos.

Es justo en la migración metafórica, donde el objeto: ojo, es representado por estos otros objetos
también (Huevo, Plato de leche etc.), toma de manera paradigmática otros significantes, y,
simbólicamente va sustituyendo el objeto por cualquiera de los demás, siendo éste testigo de lo
ocurrido, y en su constante transformación, no dejar de aparecer como el único protagonista.
Podemos inferir que se desconstruye la realidad: nos muestra cómo se construye y a la vez construye
otra realidad.

Dentro de la forma en la cual nos expresamos, partiendo desde el lenguaje, existe ya un orden que
se vincula con la recepción empírica de la realidad, la lengua es un sistema normal y con éste
construimos una realidad. No nos es posible saber más allá de esa realidad, es cuando podemos
declarar que este orden no sirve. Debemos tener presente que el lenguaje deshace los objetos, “al
leer construimos y destruimos”. Nietzsche.

Esta forma, estas reglas que nos hacen tomar las palabras del paradigma, después de pasar por
el sintagma, nos ha ido envolviendo en siempre ocupar una misma estructura, de hecho los mismos
términos han reducido nuestro vocabulario, esta doxa, o sentido común, en ocasiones no permite
bajo el criterio de los estudiosos de la lengua, atravesar ese lugar común (doxa); Barthes atacaba
al sentido común, rompía con ese principio de realidad.

La imaginación novelesca, significa un puente que nos puede llevar justamente a romper ese
sentido común. La mente ya está predestinada a adoptar los recursos impuestos por la doxa; pero,
por medio de la literatura, la mente y la construcción de la realidad “ya construida” puede quedarse
a un lado, para expresar lo que realmente deseamos; o bien, hacer a un lado la realidad y escribir
desde la imaginación arreglando lo real como finalidad; “el fondo de la ‘imaginación’ es el cuerpo y
el deseo”. La imaginación novelesca, puede significar una reinvención, al fin y al cabo, los términos
de elementos “reales”, pueden combinarse para: “declararse más bajo que la garantía real (…) la
imaginación novelesca ‘probable’ (…) es eso que finalmente podría suceder (…) la novela procede
por combinaciones azarosas de elementos reales”.

En Historia del ojo, la migración del hombre se añade con el lenguaje, pero rompe con la recepción
empírica de la realidad. Se desvincula. Es ahí donde la poesía, también funge como un camino
positivo para destruir la doxa y hablar desde lo fantasmático, que es todo aquello que no obliga a la
razón a hablar por nosotros, simplemente dejar que hable el cuerpo, en Historia del ojo, es posible
notar esa composición poética ya que llama a despertar la imaginación; a despegarnos del orden
real; sin embargo, se nota imposible dar el salto a saber más allá de la realidad, la creación de
imágenes acústicas al leer ésta novela, no es una construcción fuera de lo real; más bien, es un
paréntesis, una edificación dentro de nuestra misma realidad.

Dentro de una construcción poética, podemos hacer uso de distintos recursos, el hecho de que
Barthes agreda a la lingüística moderna afirmando que Historia del ojo es un poema en prosa,
exaltaría a cualquiera que está familiarizado con las formas lineales que nos dicen por fuerza que un
poema es un conjunto de versos, que debe tener rima, ritmo; y es aquí, donde empata perfectamente
con la poesía, pues además de llamar a la imaginación y al despegue de la realidad, Historia del ojo,
cuenta con una rítmica propia de la poesía. Desarmando lo pensado comúnmente y persuadiendo a
los demás con la naturalidad.

Desde los significante ocupados por Georges Bataille, en esta novela, nos lleva a distinguir a partir
de Saussure, la combinación metonimia y la selección metafórica. Cuando hablamos, siempre
estamos seleccionando palabras, las tomamos del paradigma y el sintagma; el sentido común, nos
hace regirnos por un modelo, y al jugar con el paradigma y el sintagma, nos permite romper con el

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fascismo de la lengua. Esta ruptura presente en la obra de Bataille (Historia del ojo). En la selección
metafórica, comprende ocupar el eje paradigmático; metáfora es una transportación, sustituir un
elemento por otro, esa selección se realiza con términos que tengan similitudes, sólo ahí podemos
encontrar una metáfora.

Bataille entrega después de su obra, pequeños acontecimientos biográficos, se puede aclarar esa
metáfora completamente redonda, pues cada término ocupado es un significante, el ojo predomina
en los otros términos (Plato de leche, Huevo, Sol, Testículos de toro etc.) y formaron parte de alguna
experiencia que inconscientemente el plasma en esta obra.

En el caso de los testículos de toro “de blancura nacarada”: que nace dentro de la novela en una
corrida taurina, el mismo Bataille comparte una corrida a la que acude, donde le toca presenciar la
muerte de un torero a manos de una cornada que ataca el rostro del mismo, dejándolo sin vida. En
la novela, habla de la pasión despierta por Simone cuando pide a Sir. Edmond haga que le envíen
los huevos del toro; es la parte donde el significante de los testículos de toro, más allá de lo literal,
los compara con el ojo: por su blancura nacarada. Lo mismo va ocurriendo con los demás
significantes, elementos por su: liquidez, humedad, color, aspecto, viscosidad etc.

La metáfora está explícita, no se esconde en ningún momento, dejando fuera cualquier intento de
jerarquizar estos elementos, es una transparencia total, ya que no guarda ningún aspecto oculto, por
el contrario: “lo que hay es una significación sin significado”.

Cada término, cada significante, es posible que juegue con cualquiera de los demás, la relación en
el caso del OJO y la ORINA (cuando Simone inserta el ojo del padre en su cuerpo, el narrador se
acerca y argumenta que ve el ojo de Marcelle y lo ve derramar lágrimas en forma de orina). Podemos
declarar que existe un sintagma cruzado, el cual consiste en leer e interpretar de manera heterodoxa
lo que nos cuenta el narrador; él cual, pudo haber ocupado alguno de los otros términos sin alterar
lo que deseaba decir.

El sintagma, es una combinación que comúnmente se acepta; por ejemplo, si argumentamos que
el ojo orina en vez de llorar, por fascismo de la lengua y por romper ese sintagma común se
rechazaría lo que estamos argumentando (porque un ojo no puede orinar); o decir que el sol es
derramado hacia nosotros como llanto (el Sol no llora, sólo emite luz y calor hacia nosotros), también
estaría rechazado por la lógica, por la ortodoxia del lenguaje; pero, la lengua como sujeto, se puede
burlar cruzando el sintagma.

Dentro de las cadenas metafóricas, se encuentra una selección aleatoria destapando esa
obligación que el sintagma nos impone, de ocupar en el lenguaje una manera ordenada, este juego
que permite botar el sintagma, y los significantes mezclarlos y cruzarlos sin perder el propósito de
entendimiento para con el lector, brindando una sensación de estacionarnos en un neutro, donde
Barthes afirma que en un estado neutro no hay forma de acomodar el lenguaje en el paradigma y el
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sintagma, ya no hay un porque, y el lenguaje logra ser más transparente a la realidad, funcionando
de manera fantasmática.

Cada término, cada palabra fue colocada desde la esencia, de lo que es; sin embargo, dentro de
la obra de Bataille: el ojo, predomina, y no tiene un significado originario, ningún término es un simple
significado, porque contiene un sentido central que es desentrañado al momento que ocurre ese
reenvío, forma parte de una transgresión técnica de las formas que toma como significantes, o de
manera simbólica, o desde el mismo lenguaje.

Dentro de Historia del ojo, existe otra transgresión, y es de carácter “moral”, el erotismo como parte
fundamental del contenido en las historias y escenarios donde se encuentran los personajes, al leer
esta obra podemos afirmar que: cuenta con una carga sexual (un fantasma sexual), si pretendemos
leerla desde nuestro criterio personal con base en la religión, aceptación social, es sencillo caer en
esa interpretación. Si analizamos detenidamente, la intención de Historia del ojo es contarnos la
historia de ese objeto, como ya se había expresado.

Ese análisis debe realizarse recorriendo el objeto (ojo) y el lenguaje; así, podemos enhebrar el
verdadero propósito del texto, dejar el criterio personal (en el ámbito religioso y social), y enfrentarnos
sin esos “trajes” que solemos colocarnos para interpretar una obra. Erotismo existe, pero fuera de la
intención del ojo, “lo que importa es lo que le pasa al ojo. El ojo migra de un lugar a otro pero no deja
de ser ojo”. El ojo testigo de lo ocurrido en un plano muy distinto y fácil de confundir.

Barthes, afirma que quien escriba lo haga a partir de sus perversiones, y de esa forma podemos
concluir que Bataille escribe partiendo de su origen fantasmático, escribiendo lo que le dicta el
cuerpo, pues el deseo culmina por someter a la razón. Dejemos la mímesis coloquial y común, no
malinterpretemos con la ortodoxia que se encarga de involucrarnos en lo establecido, rompamos con
esas tarimas que encierran la mente.

“El hombre no puede reconocerse en las cadenas degradantes de la lógica, (surrealismo) sino
en la virulencia de sus fantasmas”. Hablando desde el fondo de la imaginación, esta frase nos indica
que esa virulencia forma parte de no estar sometidos a las reglas de la lingüística, o en cualquier
otro campo, es el hecho de dejar que el cuerpo, como un símil o una representación del deseo fluya
sin cadenas, encontrando una construcción de lo real más apegado y transparente a aquello llamado
realidad.

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