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1. Semana:
Introducción: (Hamarteología), el pecado, términos bíblicos.
1.1. Terminología
1.1
También debemos referirnos a rasha , ser malo, actuar
maliciosamente (2 S. 22:22; Neh. 9:33); y amal, el mal hecho a otros
(Pr. 24:2; Hab. 1:13).
El principal término neotestamentario es ahthamah, que equivale
heb. a jatta’th. Se emplea en gr. clásico en el sentido de errar el blanco
o tomar un camino equivocado. Es el término neotestamentario general
para el pecado como acción concreta, como violación de la ley divina
(Jn. 8:46; Stg. 1:15; 1 Jn. 1:8). Hamarteología: la teología, o estudio,
del pecado).
En Ro. 5–8 Pablo personifica el término como principio rector de la
vida humana (cf. 5:12; 6:12, 14; 7:17, 20; 8:2).
paráptoma, aparece en contextos clásicos para un error de
medición o un desatino. El NT le confiere una connotación moral más
fuerte, como mala acción o transgresión (“muertos en …”, Ef. 2:1; Mt.
6:14s).
parábasis, es un término derivado en forma similar y con
significado parecido, “transgresión”, “ir más allá de la norma” (Ro. 4.15;
He. 2.2).
asébeia, es quizás el más profundo de los términos
neotestamentarios, y comúnmente traduce pasha , en la LXX. Implica
maldad o impiedad activas (Ro. 1:18; 2 Ti. 1:16).
Otro término es himtah, desobediencia, desprecio por la ley (Mt.
7:23; 2 Co. 6:14).
khkah y amiµeaah, son términos generales que expresan depravación
moral y espiritual (Hch. 8:22; Ro. 1:29; Lc. 11:39; Ef. 6:12). La última
de estas referencias indica la relación entre el segundo término
mencionado anteriormente y Satanás, el malo, jo ponerós, (Mt. 13:19;
1 Jn. 3:12).
adikía, es el principal término clásico para el mal que se le hace al
prójimo. Se traduce de diferentes maneras: “injusto” (Lc. 18:6),
“injusticia” (Jn. 7:18; Ro. 2:8; 9:14), “iniquidad” (2 Ti. 2:19). 1 Jn. lo
equipara con ahthamah (1 Jn. 3:4; 5:17).
También tenemos µimome, término legal que significa “culpable”
(Mr. 3:29; 1 Co. 11:27), y mmµalµeth, ‘deuda’ (Mt. 6:12).
1.2. La interpretación
1.2
característica más típica del pecado en todos sus aspectos es que está
dirigido contra Dios (cf. Sal. 51:4; Ro. 8:7).
Cualquier concepción del pecado que no ponga en primer plano la
oposición que le ofrece a Dios es una desviación de la representación
bíblica.
El concepto popular de que el pecado es egoísmo delata una falsa
apreciación de su naturaleza y gravedad.
Esencialmente el pecado está dirigido contra Dios, y sólo esta
perspectiva explica la diversidad de sus formas y actividades. Es
violación de aquello que la gloria de Dios exige, y por lo tanto, en su
esencia misma es lo que se opone a Dios.
Es precisamente esta interpretación la que predomina en el NT,
donde toda transgresión se interpreta como una ofensa contra Dios.
El concepto de Pablo en Ro. 7 es que la ley trae el conocimiento
del pecado, pero no lo puede quitar; incluso reaviva la conciencia de
pecado y hace abundar las transgresiones (7:7–11).
La ley no es, sin embargo, pecado, sino que su objeto es restringir
las transgresiones mediante la aplicación de penalidades. Por el
conocimiento de la ley, nuestra naturaleza pecaminosa ( ahthamah) es
provocada y consecuentemente nos tienta a cometer actos pecaminosos
concretos (ahahbheae).
La naturaleza pecaminosa, la forma de vida pecaminosa, la
expresa Pablo mediante referencias a la carne (ehas).
Para describir la vida salvada por Cristo, se usa la palabra
“espiritual” (aiµeth).
Bibliografía:
1.3
Anexo:
1
Buch Emmanuel, Ética Bíblica, pág. 83-85.
1.4
(Sa1.18,26; Stg.4,6; 1 P. 5,5); la ira es el reverso del amor original de
Dios. En segundo lugar, la Ley aparece como la respuesta airada de Dios
al pecado del hombre, un modo de relación impersonal y legalista lejos
de su relación original, el modo que Dios usa para enfrentarle con su
apostasía (Rom.7,7); sólo cuando el hombre es confrontado con la Ley y
sus demandas radicales puede comprenderse a sí mismo como pecador
perdido. Por último, consecuencia del pecado es la muerte que, más allá
de un fenómeno biológico, es un juicio decretado por Dios contra el
hombre en reacción a su pecado, a su responsabilidad ante el Creador
(Rom.6,23).
La respuesta cristiana al pecado y sus consecuencias pasa por la
expiación. El hombre no puede borrar por sí mismo su culpa y sólo
puede situarse al amparo de la redención que es en Jesucristo, cuya
muerte es muerte por y para todos (Rom.3,24-25). Sólo ante la cruz de
Cristo se manifiesta plenamente la magnitud de nuestro pecado, a la par
que la gracia y el amor incondicionales de Dios. Sólo desde ese
fundamento podemos emprender el proceso de reconocernos a nosotros
mismos. El pecado supone la pérdida de la verdadera condición
humana; Jesucristo es la auténtica "imago dei" que el hombre recupera
cuando es y está en Cristo por medio de la fe (Gá1.2,20). Sólo cuando
una persona entra en el amor de Dios revelado en Cristo, es plenamente
humano. En otras palabras, la verdadera existencia humana es
existencia en el amor de Dios, ser-en-el-amor-de- Dios manifestado en
Jesucristo.
1.5