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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
l presente dossier reúne tres artículos que fueron leídos en el marco del
E Coloquio Internacional sobre la obra de Francisco Izquierdo Ríos (26 y 27
de agosto 2010). En el evento conmemoramos los cien años de uno de los
escritores más importantes de la tradición literaria peruana. Se recordó su
vocación de maestro, su infinito calor de amigo, su enorme talento narrativo, su
alada palabra de poeta, su pasión aguerrida de defensor cultural, en suma, se
rindió tributo a Francisco Izquierdo Ríos, el hombre.
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la lectura en nuestro país. Considero que antes de sucumbir a los planes y
proyectos de lectura que fomenta el mercado editorial, se debería prestar
atención al variado y riquísimo material literario con el que cuenta nuestra
literatura peruana. No se debe olvidar el llamado que Francisco Izquierdo
realizara al respecto: los maestros deben distinguir entre una literatura que
forma en el niño los grandes valores y aquella otra literatura que solo busca
beneficios comerciales. Los maestros no deben olvidar que lo universal se
construye también con contenidos nacionales, por ello, se debe poner énfasis
en la literatura peruana de las distintas regiones del Perú: ―la compleja realidad
étnica y social del país ofrece un rico muestrario del tremendo drama humano,
que, sin eufemismos, debe ser conocido por los niños, según su edad‖ (1969:
24).
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el mundo para, luego, intervenir en él. La apelación a lo estético y lo bello en
Izquierdo Ríos es con plena conciencia del basamento epistemológico; por lo
mismo, la referencia teleológica por lo modal del relato infantil, define el
conocimiento e importancia de un tipo de discurso muchas veces dejado de
lado por los investigadores literarios.
BIBLIOGRAFÍA
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FRANCISCO IZQUIERDO RÍOS
Un viejo bagre, de barbas muy largas, decía con su voz ronca en el penumbroso remanso del
riachuelito: ―Yo conozco el mar. Cuando joven he viajado a él, y he vuelto‖.
Tanto oírlo, nos acercábamos los jóvenes para escucharlo, para conversar con
ese viejo bonachón y sabio que había publicado el año 1965 ―El bagrecico‖, el
cuarto y último cuento que conforma el libro El colibrí con cola de pavo real.
Nos acercábamos a él como diciendo: ―Maestro, yo también quiero ser
escritor‖.
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Viene a mi memoria la imagen de Francisco Izquierdo Ríos, autor de los
cuentos ―El bagrecico‖, ―Ladislao el Flautista‖, ―Zenón el pescador‖, entre otros,
que a través de los tiempos ha deleitado a millones de lectores de nuestro
continente y de países muy lejanos e idiomas diversos. Conocí a Francisco
Izquierdo Ríos a inicios de la década del setenta, viejo bagre recorrido, quien
luego de trajinar por las escuelas más humildes y más lejanas del país, había
recalado en la ciudad de las mil vueltas (mismo río de selva, torrentoso, turbio y
misterioso). Él laboraba entonces en el Instituto Nacional de Cultura ubicado en
el Jirón Ancash 390, frente a la iglesia de San Francisco. Pancho Izquierdo,
como lo llamábamos afectuosamente, siempre tenía la puerta de su oficina
abierta, principalmente a los jóvenes, que lo visitábamos con nuestras primeras
publicaciones, en busca de afirmación o consejo, seguros de encontrar
respuesta sincera. No satisfechos con las horas que se podía departir en tan
solemne mansión, solíamos reunirnos en el local de la Asociación Nacional de
Escritores y Artistas (ANEA), en la cuadra cuatro del jirón Puno, cerca de la
librería de don Juan Mejía Baca. Este viejo bonachón, con cara de bagre
sonriente, me refiero a Francisco Izquierdo, había recorrido peligrosos caminos,
salvando duras pruebas, riesgos, pesares, injusticia, prisión por razón de sus
ideas y todos los sinsabores con los que la vida, nos recuerda que solo somos
transeúntes. Pero su alma indomable jamás se doblegó.
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intérprete del pueblo. Quién mejor que él podría hablar del hombre de la selva,
quién mejor que él, para describir la realidad del Perú andino, de su gente
sencilla, sincera, capaz de compartir lo que no tiene. Allí están sus cuentos, sus
novelas que fluyen frescos como agua de manantial, identificando en su mundo
al hombre que no interesa a nadie más que a los de su clase.
Reingresa al magisterio y
viaja por diversos poblados de la
sierra y selva, impedido de
retornar a las ciudades, período
en el que vive el Perú olvidado,
sumergido en la miseria y la
ignorancia, sin carreteras,
medios de comunicación, locales
escolares adecuados, postas
médicas, profesionales de la
salud. Lugares donde el maestro
era todo: médico, curandero,
partero, amanuense, juez y todo
por el mismo sueldo. Pero
tampoco podemos dejar de
mencionar que el maestro era
realmente maestro. Con su
escasa economía tenía que vestir
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adecuadamente y prepararse para compartir con sus alumnos sus
conocimientos. Y Francisco Izquierdo Ríos era además de un maestro a
plenitud un artista sensible, perceptivo. Al voltear la media centuria del siglo
pasado comienza a publicar sus primeras obras: Cuentos del tío Doroteo
(1950), Papagayo, el amigo de los niños (1952), El árbol blanco (1962, por el
que obtuvo el Premio Nacional de Fomento a la Cultura ―Ricardo Palma‖ en
1963) y El colibrí con cola de pavo real (1965), libro en el que publica el famoso
―El bagrecico”.
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Activo, con ideas y proyectos bajo el brazo, siempre entusiasta, nos
recibía y aconsejaba, relatando sus inicios literarios, su amistad con su
compadre Ciro Alegría, de quien guardaba la tablilla que usó para escribir sus
novelas, y sobre su relación con José María Arguedas. Allí confluían los
escritores principalmente jóvenes, con quienes hablaban de los libros
publicados por el INC, bajo su dirección y de literatura infantil, tema sobre el
que, tuvo, ya dijimos, una visión clara de la importancia de esta categoría
literaria. Sus obras en verso y en prosa, concuerdan con su concepción de la
literatura como expresión de la belleza a través de la palabra, totalmente ajena
al concepto utilitario con fines pedagógicos o meramente instructivos o
moralizantes.
Con su apoyo, un
grupo de jóvenes
organizamos en la ANEA el
festival Ancash 31
conmemorando el primer y
segundo aniversario del
sismo que destruyó el
Callejón de Huaylas en
mayo del 1970. Allí estaban
los pintores Julio León,
Franklin Guillén, animados
por el genial Víctor
Humareda infaltable en las
tertulias; los escritores Carlos Toledo, Jesús Cabel y yo, haciendo tiempo en la
biblioteca y conversando con Pancho izquierdo, quien después nos
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acompañaba en el Ciclo de Poesía que todos los viernes reunía a la poetada
de la época.
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Escritores de Literatura Infantil el año 1982, evento que nos permitió integrar al
más selecto plantel de escritores, que estaban publicando obras que los niños
hacían suyos: Manuel Ibáñez Rosaza, Jesús Cabel, Danilo Sánchez, Milciades
Hidalgo, Lilia Meza, Carlota Flores, Magdalena García, Iván Tello, Francisco
Gonzales, Román Obregón, Eduardo de la Cruz. Es una larga lista.
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publicó el libro de cuentos Juguetes (1929); el poeta Luis Valle Goicochea, en
1933, Las canciones de Rinono y papagil y en 1939 el poeta y educador
Abraham Arias Larreta, Rayuelo. Son sin duda los pioneros de la literatura
infantil, cuya obra fue precisamente difundida posteriormente por Pancho
Izquierdo, quien no fue solo creador, sino también magnífico promotor de la
cultura e infatigable investigador de la literatura infantil.
Mucho tiempo viajó por el río más grande del planeta, pasando frente a
puertos, pueblos, haciendas, ciudades, hasta que una noche, con luna llena
enorme, redonda, llegó a la desembocadura. El río era allí extraordinariamente
ancho y penetraba retumbando más de cien leguas al mar. ―¡El mar!‖, se dijo el
bagrecico, profundamente emocionado. ―¡El mar!‖. Lo vio esa noche de luna
llena como un transparente abismo verde.
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En la costa, en la selva, en la montaña,
En la pluma, en el nido, en la cabaña,
En la figuración del educando,
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EL ÁRBOL BLANCO DE IZQUIERDO RÍOS
Jesús Cabel
Universidad Nacional de Tacna Jorge Basadre Grohmann
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primero, la puesta en marcha de una literatura infantil peruana, es decir con
temas, problemática y proyecciones que emergen de nuestra realidad y
segundo, otorgarle a los niños la posibilidad de reconocer en su país la
extraordinaria naturaleza e historia que poseen y desconocen.No hay que
olvidar que la experiencia inmediata de Izquierdo Ríos viene desde la docencia
y luego como inspector de escuela, lo que le condujo a recorrer el país durante
varias décadas, aprehendiendo del entorno natural de la selva y de su contexto
social, las alegrías y sufrimientos de sus pobladores como un acto singular,
único e intransferible que en el fondo deja entrever esa voz profunda que viene
desde el pueblo y se manifiesta en el lenguaje, las costumbres y modismos del
lugar. Si revisamos los personajes que Izquierdo Ríos nos presenta con trazos
magistrales, vamos a encontrar a un José Yataco, cuya habilidad le permite
salvar su vida, engañando al puma que lo acosaba. En otro cuento
descubrimos a Jabino y Adela luchando frente a un tigre del cual logran
salvarse arrojándole harina a los ojos. Igual sucede con Justino Ñaupari que
para defender sus ovejas ataca con una honda hiriendo de muerte al cóndor y
Jacobo Ronco que enfrenta a un puma y dos osos, logrando vencerlos, o con
Zenón, cuya curiosidad lo lleva a tocar los montoncitos de hoja y arena donde
se encuentran los huevos de los caimanes y tiene que enfrentarlos y salvarse
imitando el rugir del tigre. Un personaje de excepción es Celia que llama a los
pipitis, esos ―pájaros policías, agresivos y valientes‖ para defenderse del
gavilán. Como puede notarse se
trata de niños del pueblo que viven
en constante peligro frente a la
naturaleza, que aprenden desde
sus primeros años a maravillarse
del paisaje pero que por la
agresividad del entorno aprenden
también a luchar para sobrevivir.
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En otros cuentos, el personaje central es un animal como el que dedica
al tucán. Escribe el autor:
El tucán, por su enorme pico, toma difícilmente el agua de los ríos y de los lagos;
primero la arroja hacia arriba con la cabeza y las alas, desde la orilla, y luego la
espera con el picazo abierto. En cambio, toma difícilmente el agua de lluvia, a la
que espera del mismo modo con el picazo abierto […] Su canto es triste, como
ruego. Y canta, con la cabeza levantada al cielo, en la rama más alta del árbol más
alto de los bosques. Por eso, la gente de la selva peruana cree que el tucán pide
lluvia a Dios con su canto. (1962: 31)
Y allí está el árbol de sapote con su acogedora sombra y de tiempo en tiempo con
sus innúmeros frutos jugosos semejantes a los sacrosantos pechos de una madre.
Alto y corpulento, con ramas cual manos sarmentosas […] En el transcurso del
tiempo, más de un siglo, los descendientes del tatarabuelo vienen cuidándolo
amorosamente, lo consideran como un miembro de la familia. (1962: 40)
Y hay otro árbol, tan amado como el anterior, con personajes entrañables:
Victoriano, Goya y su perro Runa. La aventura es insuperable y consiste en la
búsqueda del árbol blanco. En la caminata se encuentran con los Apus que les
obsequian regalos, luego ingresan a la posada del tiempo según indica un
búho, se les aparece una sirena, hay peleas con pumas, osos y cóndores; pero
la sorpresa mayor ocurre cuando llegan a una cueva y descubren una laguna
encantada y un río subterráneo. Hay tesoros que no se pueden tocar , hasta
que encuentran el árbol blanco:
Cuando tenían que descender una nueva pendiente, a las luces doradas del
crepúsculo, vieron el Árbol Blanco por entre un arcoíris que brillaba como fuego;
estaba en la falda de la montaña, al otro lado del río que corría, al fondo, en el
abismo de un valle; el arcoíris salía del río y desplegándose por la falda de la
montaña hacía marco al Árbol Blanco. (1962: 91)
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Encontrándose en plena contemplación, Victoriano se despierta y comprueba
que esa increíble aventura ha sido un sueño. En esa misma línea de destacar
los sueños, está el cuento de ―Roberto Tamarí‖, que inicia un viaje ―al país de
las maravillas‖ guiado por el ―Hada amiga de los niños‖. Al encontrarse Roberto
en plena selva, descubre que todos los animales, plantas y piedras hablan.
Entabla con ellos un diálogo ameno y aleccionador. Roberto es presentado a
cada uno y descubre particularidades de cómo viven y se reproducen, le
cuentan sus hallazgos y aventuras. La reina de la selva es una mujer de ojos y
cabellera verdes ―como las hojas‖. ―Su larga y abundante cabellera –escribe– le
cubría la espalda. Vestía falda corta, hecha de la corteza del árbol Yanchama,
adornada de plumas y flores, así como sandalias de cuero de caimán‖. Su
secretaria o acompañante era la Mariposa Azul, quien tomaba nota de todo lo
que había que hacer. Es así como él descubre la bondad y habilidad de los
animales, como por ejemplo, el del pájaro flautista:
El Pájaro Flautista tocó la flauta. Esa melodía que tiene la diáfana música del
agua, la música del suave viento mañanero en los vastos ramajes cubiertos de
flores y sol, penumbra y claridades de la floresta, delicada expresión del bosque
que al viajero que logra escucharla le hace pensar en un músico extraordinario que
estuviese tocando la flauta. Es una de las maravillas de la selva peruana. (1962:
117)
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En su largo curso serpeante por entre la selva, recibe el acervo entrañable de
numerosos afluentes minúsculos, bajo el espeso boscaje con flores, frutos,
pájaros, mariposas y aún animales malos, como víboras, avispas y arañas.
Empero presenta algunos sitios despejados, suaves pozuelas y jubilosas
corrientes, con orillas verdeantes de hierba menuda, espacios donde el sol se
prodiga. En estos espacios, orlan los bordes del riachuelo millares de mariposas
de todos los colores y tamaños, que ante un ruido o la presencia del hombre
vuelan como una lluvia de pétalos. (1962: 96)
Pero también hay animales que muestran gran apego a sus dueños, como son
los cuentos: ―Odín‖ y ―El Macho‖. En el primero, aparecen dos niños: Alejo y
Horacio que crían desde pequeño a Odín, un perrito plebeyo que termina por
ser arrojado al mar, pues su mal no tenía cura. Aquí se narran las aventuras y
desventuras de este animalito tan querido para la familia. Lo importante es
comprobar cómo los animales van formando parte de la misma familia, así
ocurre también con el caballo el Macho, que tiene que ser vendido por
necesidad. Sucede que en cierta oportunidad cuando prácticamente tenían
acorralado al padre para asesinarlo, este animal arreó a los demás animales
hacia la casa, impidiendo el paso de los soldados, igual hizo el torito Matasiete,
otro de los animales engreídos de la familia, logrando salvarlo de la balacera.
En realidad el autor destaca no solo la compenetración de los animales con sus
dueños sino la solidaridad que existe al punto de ser sacrificados por salvar a
sus amos. Asimismo, deja entrever cómo la soldadesca de entonces
prácticamente cazaba a las personas cuando éstas no estaban de acuerdo a
las posturas políticas de los dirigentes de la región.
Según Izquierdo Ríos, mamá Exsha, taita Ponciano y mamá Benja son
los más grandes cuentistas del valle de Jelach, los verdaderos brujos de la
palabra, para quienes no existen límites en la imaginación, tal como los
presenta en una de sus narraciones, con una serie de creencias que escapan a
la realidad y donde los pueblos como Bagua, Cuip, Pijuayón, Jumbilla, Silca,
Máquish, Quilayo, Lamas, Saposoa y Moyobamba, son el escenario palpitante
de un país casi desconocido y que el autor rescata, con sus graves y a veces
terribles supersticiones como ocurre a Orencio cuando decide ir al ―Cerro de los
agüelos‖, léase cementerio de los hombres milenarios; o lo que le sucede a
Cancio y Shofi, dos niños huérfanos de madre que al ser humillados por la
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madrastra, el hada amiga decide transformarlos en pajarillos, asegurándose
que solo se les escucha su canto triste pero nadie los ha podido ver.
BIBLIOGRAFÍA
Jesús Cabel.
Premio Nacional ―Poeta Joven del Perú‖, 1975 y Premio Nacional de Literatura Infantil,
1992, por su obra de ensayo. Fue becario International Jugendbibliotheck de Münich,
Alemania y de la Fundación germán Sánchez Ruipérez de Salamanca, España. Fue
jurado del Premio Casa de las Américas (Cuba) y del Premio Internacional
―Fundamartí‖ (Costa Rica). Es reconocido como uno de los estudiosos representativos
de la literatura infantil y juvenil peruana y latinoamericana. Miembro Correspondiente
de la Academia Peruana de la Lengua y Miembro de Número de la Academia Peruana
de la Literatura Infantil y Juvenil. Es docente de la Escuela de Posgrado de la
Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica. Entre sus publicaciones tenemos:
José Carlos Mariátegui. Nuevas cartas (2004); César Vallejo. Correspondencia
completa (2002).
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FRANCISCO IZQUIERDO RÍOS
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realizado es el recurrente empleo acrítico de los argumentos que plantea a
propósito de las interrogantes mencionadas. Este modo lineal de enfocar los
aportes del autor, esa repetición indiscriminada de lo mismo, ha propiciado que
las ideas se transparenten tanto hasta o casi la borradura y el ocultamiento. En
tal sentido, mi intervención pretende, a través de la explicación y ampliación de
ideas, contribuir a sistematizar los aportes de uno de los autores más
importantes y originales de la tradición literaria peruana.
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¿Qué encontramos? Evidentemente llama la atención el empleo de un conjunto
de categorías que entre ellas comparten aires de familia: ―goce estético‖,
―belleza‖. ―fe en el destino del hombre‖, ―interpretar los temas sintiéndolos‖.
Categorías que remiten al archivo disciplinario que tiene la teoría de la literatura
y la estética. Precisamente desde esta
orientación es que se conducirá la explicación
de la pregunta ¿cuál es el concepto de literatura
infantil que tiene Izquierdo Ríos? Al respecto
dos argumentos:
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no tiene nada que ver con la verdad metódica. Cuando se interroga ¿de qué
verdad hablamos en arte?, considera que la verdad que se desprende de la
experiencia de alguien al entrar en contacto con una obra es aquella que
modifica realmente su manera de ver el mundo y de posicionarse en él. Una
suerte de verdad de revelación, potente y vital como la existencia misma.
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función modelizadora que conduce a los lectores de todas las edades no solo a
conocer el mundo, sino a intervenir en él. De esta manera, las imágenes que
proyecta la literatura infantil no solo serán las primeras que modelen el modo
de comprender el mundo que tenga el niño, sino también le presentará los
primeros conocimientos del mismo.
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de Izquierdo Ríos permite superar aquellas prácticas anodinas de ver el texto
infantil como el terreno donde la fantasía prima y donde el conocimiento está
ausente.
BIBLIOGRAFÍA
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REGIONAL (ANCASH)
RELATOS CORTOS
Leoncio Robles
(Madrid, 2010)
TRAPECISTA
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insoportable tristeza. Destartalado, cobijaba al esforzado puñado de
artistas que con orgullo titánico daba una función diaria con cada
vez menos público.
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que además era bajita de estatura. Te perturbó descubrirla sin
maquillaje y sin el atuendo de trapecista. No era ella. Era otra
persona, una de las muchas mujeres del vecindario, una tendera,
una costurera, una peluquera. Mejor evitar que no se te borrara la
imagen del día del estreno, pensaste. Estaba esa noche tan
hermosamente irreal, los labios carnosos e incendiados, los
pómulos impregnados de polvo dorado… Debías luchar por
retenerla en la memoria, que no la maltratase el fuerte sol del
mediodía.
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PELUQUERÍA
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Al parecer, el chino Washi, un chiquillo de diez años, o se despistó,
o nadie le hizo la confidencia. Entró a cortarse el pelo una tarde de
sábado con la ilusionada intención de irse después a la matinée
para ver Rebelión apache, que daba el Cine Huaraz. Para su mal,
esa tarde comprobaría que el cambio de luna afectaba a Schereiber
y, en consecuencia, al oficio que desempeñaba. Así, la rutinaria
costumbre de cortarse el pelo lo colocó en una situación de hallarse
en una pesadilla sin necesidad de estar dormido. Scherieber
interrumpió la faena y abandonó a su cliente con el pelo a medio
rapar. Un momento antes había pasado por delante de la puerta un
canillita voceando los diarios que llegaban de la capital al mediodía
con los expresos Cueva y La Suiza Peruana.
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revelador de todo lo que necesito‖, leyó por inercia el pensamiento
escrito en la cartulina pegada junto al gran espejo que le devolvía
su cara abatida, el cabello a medio rapar, el paño blanco anudado a
su cuello. Sa-int-Ger-ma-in, leyó sin ganas al pie del pensamiento
escrito con caligrafía estilizada. Que pase de una vez el tiempo, se
dijo para darse ánimo, tratando de controlar el temor que le
inspiraba el peluquero Schereiber.
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MUÑECO
"...la gente dice que soy el muñeco de la ciudad, porque soy negro
negrito con la boca colorá..."
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Se soltó de su pareja, giró como si flotara en el aire y volvió a girar.
Era la jugadora de voleibol más popular de la ciudad, y a él lo
conocía de vista porque estaba en el colegio. Ambos eran ya
grandes, y cómo a mí me hubiera gustado serlo también. Extasiado,
la veía envuelta en un halo de belleza creada por el ritmo de la
Sonora Matancera, una pieza que sonaba por toda la ciudad, en los
cines antes de las funciones, o tocada por las bandas de música en
los partidos de fútbol en el Estadio Rosas Pampa, cercano a la
plazuela donde me encontraba.
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ORO
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Pero a nosotros nos proporcionaba una morbosa diversión, aunque
no ignorábamos que Foronda era un ―loco bravo‖. Ir a verlo a la
Plaza de Armas era un desafío tan atractivo como arriesgado.
Protegidos tras la gente o las palmeras, o parapetados tras un
automóvil, lo observábamos tratando de que no se percatara de
nuestra presencia. En una ocasión nos lanzó piedras como balas
sin ningún miramiento, pues odiaba sobre manera la presencia de
niños a su alrededor. Un día se agudizó su crisis y Foronda se
convirtió en asunto de orden público. La policía y los barchilones lo
internaron en el Hospital de Belén. Lo que dijo al salir fue algo que
hizo historia en la ciudad. Relató en la Plaza de Armas —su
escenario natural y, como era de esperar, rodeado de una
multitud—, que se remangó la camisa y se dirigió al médico que lo
atendía con estas palabras:
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voluntad de la palabra. Así, uno de esos días decretó que la
catedral que tenía delante era de oro, las palmeras de la plaza eran
de oro, la Cordillera Blanca era una cordillera de oro. Y con el dedo
pulgar señalando hacia al oeste, añadió:
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CANDIDATO
Había mucha
expectación en la
ciudad. La hora del mitin
se aplazó varias veces
durante el día. No
llegaba el candidato,
pero la gente seguía
aguardando con
paciencia en la Plaza de
Armas. Eran las
primeras elecciones a las que se presentaba Fernando Belaúnde
Terry. No era muy conocido. Las fotografías de la propaganda
electoral de su partido lo mostraban con el brazo en alto y la palma
de la mano extendida, bajo el lema de ¡Adelante! Tenía carisma,
muchos de los que esperábamos su llegada aquel mediodía no
éramos simpatizantes suyos, sin embargo deseábamos escuchar lo
que proponía el programa de gobierno de aquel joven arquitecto.
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gente y hacía mucho frío. Un rato después apareció por fin el líder,
que llegó con un equipo de gente a bordo de una camioneta
cubierta de polvo. Con el rostro fatigado y visibles muestras de frío
en el cuerpo, el candidato bajó del vehículo y saludó con el brazo en
alto. En la esquina de la calle Sucre y la Plaza de Armas, a un
costado de la catedral y bajo luces de focos improvisados, Belaúnde
subió al tabladillo y habló desde allí a sus seguidores y a los pocos
curiosos que aún quedábamos. Su voz sonaba agradable y
seductora. La cercanía de los focos parecía herirle la vista y
entrecerraba los ojos como John Wayne. Pidió disculpas por
haberse hecho esperar y dijo que se había retrasado por visitar
pueblos y caseríos que ni siquiera aparecían en los mapas.
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que medran en la sombra, desprecian el poncho porque es una
prenda que no tiene bolsillos...‖
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NACIONAL
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1927. Está dedicado a Eguren y avalado por los dos críticos literarios más
progresistas de su tiempo: Luis Alberto Sánchez y José Carlos Mariátegui,
quienes hicieron el prólogo y el colofón respectivamente.
En este sentido, nuestro análisis afronta el texto desde este punto de vista, de
elegía a Barranco y como el último poema de Lima, esa ciudad enfrentada a la
modernización. La creación de un balneario ideal, Barranco, representación de
la Lima agredida, configura un espacio utópico, asediado por el peligro
inminente que representa su proceso de anexión total a la nueva capital
propuesta por Leguía, un Barranco que iba comenzando a ser Lima
irremisiblemente, como lo es ahora.
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consigue la identificación con el espíritu limeño. Un espíritu, como se observa,
opuesto, en su carácter crítico, a esa Lima antañona que defiende José Gálvez
o a la elusión de la problemática central de la modernidad de otros poetas.
La casa de cartón, esta ―apología citadina‖, como la llamó Ortega (1986: 24) se
presenta, a nuestro juicio, como la síntesis de esas dos Limas imaginarias que
la precedieron, la Lima tradicional y popular de Palma y la Lima elemental,
telúrica de Eguren.
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Otro rasgo destacable que une a Adán y a Eguren, es la elección de Barranco
como nuevo imaginario limeño. En este sentido, Adán continúa y profundiza la
senda abierta por Eguren, la de reencontrar a Lima con su geografía elemental,
con su mar, con sus huertas, y establecer los lazos con la sensibilidad andina,
en esas zonas de tránsito que son los valles limeños.
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Desde la perspectiva planteada, entendemos su importancia como novela en
relación a una necesidad de ―narratividad‖ para poder expresar el discurso de
una modernidad avasalladora, que necesita ser explicada, para situarse en el
mundo.
Barranco expresa a Lima, porque surge justo cuando Lima empieza su largo
camino hacia el sur. Es la villa que simboliza mejor las contradicciones del
momento histórico que describe Adán, los años del Oncenio de Leguía, la
ciudad que se aburguesa, el urbanismo devorando el campo.
2. La narrativa inter-genérica
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Westphalen (―Homenaje a Martín Adán‖, 1996: 127)2 vio en los ―poemas
underwood‖ el inicio claro de un prosaísmo en la poesía peruana, texto que
expresa el complejo y paradójico proceso de modernización, ejemplo
excepcional de la correspondencia cada vez más clara entre ―narratividad‖ y
―urbe‖, y no es que la poesía no refleje y reflexione sobre la ciudad, sino que en
su empeño de dar cuenta de ella, se prosaiza3. La experiencia estética de la
modernidad lleva a la poesía hacia la ruptura con la retórica y, al mismo tiempo,
hacia una prosificación de la palabra poética.
ningún poeta que haya vivido, desde el punto de vista histórico, como una
persona rodeada de plurilingüísmo vivo, podía dejar de conocer esa sensación
y esa actitud frente a su lenguaje (en mayor o menor medida); pero éstas no
podían alcanzar un lugar en el estilo poético de su obra, sin destruir dicho
estilo, sin transformarlo en sentido prosístico (1989: 102-103).
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Prosa y poesía responden a referencias distintas, plantean la oposición, entre
lo nuevo y lo viejo, lo moderno y lo anticuado. La prosa es para Adán la forma
que adquiere la ciudad, la modernidad, la calle, lo funcional. La poesía en
cambio, está anclada en lo tradicional, es reflexión: visión de las ventanas, un
secreto de costureras en esas oscuras y amplias estancias limeñas. Pero, la
poesía guarda el encanto, el misterio, mientras la prosa no tiene ―inquietudes
estéticas‖, y la poesía es estética para Adán. Este trabajo metacrítico dentro del
texto, por el que define las diferencias entre poesía y prosa, así como la
reflexión sobre el proceso de construcción de la obra son otros rasgos
comunes que distingue a la escritura vanguardista.
El mismo hecho de que los protagonistas escapen a pasear por las calles de
Lima y se vuelvan luego a Barranco en la noche, habla de esa dependencia,
deseable o no, pero inevitable con la ciudad. Están llenos de la ciudad, de esa
oscura visión de la ciudad que los carga: ―Nos fuimos a Lima. En el asfalto
pegajoso, chisporroteaban llantas de automóviles; al fin de cada jirón, un
tramonto de raso dorado; los postes del teléfono se contraluminaban
perfectamente; [...] Volvimos a Barranco en la noche‖. (24).
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Estas líneas podrían unirse fácilmente a esas otras donde dice: ―Me gusta
andar por las calles algo perro, algo máquina,/ casi nada hombre‖. (53). Adán
crea su utopía que mira con ojos nostálgicos el mundo rural y elemental que
rodea Lima y desaparece —―Más allá del campo, la sierra […] Más allá de la
ciudad, la sima clara y tierna del mar‖. (20)—, pero lo hace enclavado en la
ciudad moderna y no al contrario, porque como él mismo declara: ―Nací en una
ciudad, y no sé ver el campo‖. (53).
Sin embargo, todo dependerá del punto de comparación, esta Lima de los años
veinte, avasalladora, oscura, concreta, leguíista, de la que habla el narrador, es
una aldea grande frente a París o Nueva York. Adán da cuenta de esto cuando
habla del viaje de Manuel a Europa:
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públicos‖, comercios, museos y la imagen de un París sinónimo de libertad
sexual, Lima expone sus ―placeres solitarios‖, su melancolía, su aislamiento, su
castración. Lima es esa dura masa de asfalto y cables telefónicos frente a
Barranco, pero es la clara estrella, la fragilidad pueblerina, frente a un París
tópico de Moulin Rouge.
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La tensión se establece entre: ―¡Ay, del que realiza su deseo!‖ y ―¡Ay de quien
no obedece al tiempo!‖, que determina una condición paralizante en la
psicología del narrador y la densidad en que se desarrolla el texto. De esta
forma Adán manifiesta la escisión entre deseo y producción que caracteriza la
experiencia de la modernidad, un estar siempre en el deseo con la seguridad
de que toda realización concreta es imposible.
Este nexo de Perú = Lima = Barranco = espacio del deseo, opuesto a espacio
de las realizaciones, nos enfrenta a una larga y angustiosa espera en pos de
un tiempo de concreciones, que toma un cambio de perspectiva con esa
pregunta que se hacía Mario Vargas Llosa en Conversación en el catedral:
―¿En qué momento se había jodido el Perú?‖. (1989: 13). Frase que parece
cortar ese largo tiempo de espera por alcanzar la madurez prometida, y que
intenta despertar de un tiempo que ya pasó, conminando a encontrar otros
caminos. Esta pregunta hace girar la perspectiva del problema, es un punto de
inflexión en el compás de espera, esa es su importancia. La respuesta no es la
solución, es la pregunta la que abre la puerta a posibles soluciones.
52
de una sociedad distinta, moderna y original, en que fundó su proyecto: ni calco
ni copia, creación heroica. O, en términos más llanos, construir otro camino
dentro del socialismo.
53
___________
Notas
3 Este fenómeno ha sido señalado desde los poetas simbolistas franceses, sobre
todo Baudelaire, que en sus Pequeños poemas en prosa expresó que éstos surgieron
de su experiencia con la ciudad moderna. La crisis de los cánones literarios es el
resultado de la experiencia de la modernidad histórica y estética, producto de los
54
cambios que introdujo la Revolución Industrial, y cuyas primeras manifestaciones se
expresaron en los cambios espirituales y conceptuales del Romanticismo.
7 ―Mi quinto amor fue una muchacha sucia con quien pequé casi en la noche,
casi en el mar [...] La suma de olores hacía de ella una verdadera tentación de
seminarista. Sucia, sucia, sucia... Mi primer pecado mortal‖. (30). Luis Loayza
considera que ―Insatisfacción es la palabra clave. Ramón cree que toda satisfacción
conduce a la muerte del espíritu. Se niega a la acción que la sociedad le propone
(servicio militar-trabajo-matrimonio) y reivindica la inacción, el puro deseo, vivo porque
no satisfecho‖. (―Martín Adán en su casa de cartón‖, 1993: 133).
55
Bibliografía
Adán, M. La casa de cartón intr., de Luis Fernando Vidal, notas de Elsa Villanueva.
Lima. Peisa, 2005.
Elmore, P. Los muros invisibles. Lima y la modernidad en la novela del siglo XX. Lima.
Mosca Azul, 1993.
Lauer, M. Los exilios interiores. Una introducción a Martín Adán. Lima. Hueso
Húmero/Mosca Azul, 1983.
Mariátegui, J. C. ―El anti-soneto‖, en Amauta, núm. 17, Lima, septiembre, 1928, p. 76.
Ortega, J. Cultura y modernización en la Lima del 900. Lima. Centro de Estudios para
el Desarrollo y la Participación, 1986.
Palma, R. Tradiciones peruanas ed. a cargo de Julio Ortega y Flor María Rodríguez-
Arenas. Madrid. ALLCA XX, Col. Archivos, núm. 23, 1ª reimp., 1997.
Peña Barrenechea, R. Obra poética completa, tomos I-II, edición a cargo de Ricardo
Silva-Santisteban. Lima. PUCP, Col. El manantial oculto, 2005.
Sánchez, L. A. La vida del siglo, comp., pról., y notas de Hugo García Salvattecci,
cronología y bibliografía de Marlene Polo Miranda. Caracas. Ayacucho, 1988.
Westphalen, E. A. Escritos varios sobre arte y poesía. Lima. Tierra Firme/FCE, 1996.
56
Roberto Reyes Tarazona*
57
cincuenta, es ―El niño de junto al cielo‖ (1954), de Enrique Congrains y ―Los
gallinazos sin plumas‖ (1955), de Julio Ramón Ribeyro.
En el cuento ―Lima, hora cero‖ (1954), del libro de Enrique Congrains, del
mismo título, se reproduce en la ficción la ―conquista‖ de un espacio en la
ciudad. El narrador, en primera persona participante, empieza situando el
escenario a manera de informe-testimonio:
58
valores humanos y sus ansias de vivir, organizándose y formando sus propias
normas.
Cabe resaltar, en relación a este punto, que las ideas que exponía el narrador
eran novedosas y aventuradas en esos años, aunque hoy la realidad ha
rebasado todo lo que pudo soñar el visionario Congrains de entonces. Pero,
además, es necesario resaltar la frase con la que se cierra la cita del párrafo
anterior: ―no somos plantas para que nos desarraiguen así, porque sí‖.
Y es que esta frase muy bien podría servir de epígrafe a uno de los cuentos
más logrados de Julio Ramón Ribeyro: ―Al pie del acantilado‖. En él se puede
59
advertir, desde el primer párrafo, en un sentido metafórico, la misma necesidad
de arraigo del hombre marginado y sus denodados esfuerzos para superar
todas las adversidades.
Nosotros somos como la higuerilla, como esa planta salvaje que brota y se
multiplica en los lugares más amargos y escarpados. Véanla cómo crece en el
arenal, sobre el canto rodado, en las acequias sin riego, en el desmonte,
alrededor de los muladares. Ella no pide favores a nadie, pide tan sólo un
pedazo de espacio para sobrevivir. No le dan tregua ni el sol ni la sal de los
vientos del mar, la pisan los hombres y los tractores, pero la higuerilla sigue
creciendo, propagándose, alimentándose de piedras y de basura. Por eso digo
que somos como la higuerilla, nosotros, la gente del pueblo. Allí donde el
hombre de la costa encuentra una higuerilla, allí hace su casa porque sabe que
allí podrá también él vivir. (Ribeyro, 1973: 7)*.
*
El autor sostiene que el cuento aparece por primera vez en el libro Tres historias sublevantes, en 1964, mientras que Carlos E.
Zavaleta, lo ficha en 1959. N. del E.
60
en tanto que Ribeyro es un escritor que está forjando un estilo, que prefiere
siempre la sugestión y el empleo de imágenes literarias, aun en sus cuentos
más realistas.
En ―El niño de junto al cielo‖, de Congrains, éste utiliza como telón de fondo,
reiterativamente, la imagen de la ciudad como el monstruo ―con un millón de
cabezas‖. Este ―monstruo‖, a través de uno de sus apéndices —un niño
acriollado— le hará una jugarreta a un niño inmigrante, morador de una
barriada en un cerro e ignorante de las reglas de sobrevivencia que exige la
vida en la ciudad. En ―Los gallinazos sin plumas‖, Ribeyro presenta la historia
de dos niños que viven de recoger desperdicios con que alimentar un cerdo,
obligados por el abuelo de ambos. El drama se origina cuando éste pretende
obligarlos a continuar con esta tarea a pesar de la grave enfermedad de uno de
ellos. Se suceden acciones que culminan con la huida de los niños del lugar y,
entonces, la ciudad ―despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca
mandíbula‖; obviamente, aludiendo a un monstruo que devora a sus víctimas,
imagen recurrente en la literatura urbana del siglo veinte.
61
debía extirparse, por tratarse en su mayoría de delincuentes reales o
potenciales, tal como se llegó a sostener en más de una ocasión.
Al respecto, son los sectores medios empobrecidos quienes mejor reflejan tales
contradicciones, en tanto que sus integrantes oscilan entre sus grandes
aspiraciones sociales y sus escasas posibilidades reales, entre sus
posibilidades de ascenso social y el peligro de empeorar de condición. Julio
Ramón Ribeyro explotará magistralmente esta veta narrativa en muchos de sus
cuentos de la época.
En fin, limeños, aquí estamos, aquí vivimos ahora, mañana también viviremos
aquí. El cielo está azul y los campos en nuestro torno, parecen más verdes que
nunca. Ayer fue treinta y todos hemos recibido nuestra quincena. Aparte de los
62
gastos normales, habituales, los gastos de siempre, este mes voy a comprar
unas alfombras para la sala y varios discos. Sobran algunos soles y creo que
vale la pena que vayamos mejorando nuestra casa. Me he levantado y hacía
tiempo que no veía una mañana tan hermosa. Limeños, soy un hombre feliz.
Feliz soy, en esta casa; feliz soy, entre paredes tan agradablemente coloreadas
[…] Hubiera sido un hombre verdaderamente feliz, pero ha sucedido algo
desagradable. Hija vino hasta mí e hizo una pregunta perturbadora:
—Papá —dijo con esa voz cristalina y pura, tan grata a mi oído—, ¿y si la
viejita de las gallinas, una noche, después de mucho hambre, frío, lluvia,
enfermedades, se mete aquí y, despacio, nos mata a todos…? (Congrains,
154-155).
63
Fuera de este sueño estaban también, aunque muchas veces no lo vieran así,
los criollos pobres que vivían en los callejones, solares y quintas de los barrios
populares de la capital.
64
Las viviendas que pinta Ribeyro en los otros cuentos de su primer libro: Los
gallinazos sin plumas son, de alguna manera una ampliación de esta postura, o
se derivan de este concepto. En algunos casos, las viviendas son lugares
sórdidos, escenarios propiciatorios de los pequeños o grandes dramas de los
humildes. Así ocurre con los corralones (como en ―Mientras arde la vela‖), los
callejones (―Interior L) y los cuartuchos (―La tela de araña‖). En otros casos,
cuando las viviendas son cómodas y acogedoras, el resultado final es que
éstas, o son espejismos o son escenarios del que muy pronto son arrancados o
expulsados los personajes (el ya mencionado ―La tela de araña‖, ―Mar afuera‖,
―Junta de acreedores‖).
...Ramón se sintió deprimido, como cada vez que recorría esos barrios
populares, sin historia, nacidos hace veinte años por el arte de alguna
especulación, muertos luego de haber llenado algunos bolsillos ministeriales,
pobremente enterrados entre la gran urbe y los lujosos balnearios del Sur. Se
veían chatas casitas de un piso, calzadas de tierra, pistas polvorientas, rectas
calles brumosas donde no crecía un árbol, una yerba. La vida en esos barrios
palpitaba un poco en las esquinas, en el interior de las pulperías, traficados por
caseros y borrachines. (Ribeyro, 241).
65
Este enfoque de la narrativa de Ribeyro ha sido estudiado por diversos críticos,
lo mismo que en el caso de Congrains, aunque en menor medida. En cambio,
muy pocos han prestado atención a la preocupación de Congrains y Reynoso
por personajes de sectores medios, y sus problemas respecto a sus
necesidades de un lugar donde vivir, de manera acorde con sus expectativas
sociales.
—Se fueron porque tenían que irse. Sucede que la mujer, la señora Palomino,
enfermó de los riñones, había necesidad urgente de operarla, y el hombre, un
chofer de taxi, andaba mal. Había tenido un carro propio, ganaba bien, pero un
día, hace meses, lo chocó. Chocó contra el carro de un ingeniero, salió en los
periódicos —advirtió haciendo un gesto con la mano—, y se metió en un
enredo judicial. Mientras esperaba arreglar el asunto del carro se presentó lo
de su mujer y se halló sin dinero. Supongo que trató de conseguirlo en
diferentes formas, pero nada, nada. Yo, por mi parte, estaba aburrido con las
seis libras durante quince años y, bueno, el hombre necesitaba tres mil soles
para la operación y yo se los di a cambio de que me desocupara la casa. Eso
es todo, mi amigo. Ahora voy a alquilarla en unos mil soles y en menos de
medio año recupero lo que invertí… —calló un momento y luego consultó—:
¿Es justo o no es justo lo que he hecho…? (Congrains, 94).
Oswaldo Reynoso
66
Señor de los Milagros, tienes que darnos una casita, no puedes olvidarte de
nosotros, este barrio es un infierno: Carlitos ya está perdiéndose, los vagos de
la esquina no me lo dejan tranquilo, no lo dejan estudiar, le enseñan malas
costumbres. Señor, sácanos de este barrio. Bety ya está señorita y necesita
otra clase de relaciones: ¡ayúdanos!, que Lucho consiga casa en un barrio
decente: un solo milagro, Señor. Con el hábito y el cordón en la mano cruza la
habitación y entra a su dormitorio: cueva triste, oscura, sin ventanas…
(Reynoso, 1973: 52).
Si usted supiera todo lo que he caminado en busca de casa. Claro que hay,
pero carísimas, no estoy en condición de pagar un alquiler por encima de los
mil, ni puedo llevar a mi familia a una barriada ni a un barrio de maleantes.
Gano poco y el gasto es fuerte, mi situación social no me permite vivir de
cualquier modo, tengo mis compromisos, mi hija ya está señorita y necesita un
ambiente adecuado. Hace más de veinte años que vivo en la quinta y siempre
he cumplido con pagar el alquiler por adelantado, ya estamos acostumbrados a
vivir en esa casita, tiene que haber alguna solución, doctor.
Y así como a Don Lucho, mañana, a ti, también, pueden sacarte los muebles a
la calle. Será como abrirte el estómago y dejar, a la mirada pública, tus
intestinos: lo más íntimo que tienes. Entonces, después de muchos años de
trabajo, comprenderás que nunca tuviste un pedacito de tierra para vivir, que
todo lo tuyo fue ajeno, que ni siquiera eres dueño de tu patria. Y todos estarán
contra ti: los pobres sólo verán, desde lejos, tu desgracia; los ricos dirán que
67
fuiste un hombre sin voluntad, que te faltó energías para conquistar un sitio en
tu país. Y si reclamas, las fuerzas del orden te acusarán de rebeldía y,
violentos, te enseñarán los deberes de todo buen ciudadano. La iglesia te
aconsejará paciencia, humildad… (Ibid., 222).
___________
68
Bibliografia
Congrains M., E. Lima, hora cero [1954]. Lima. Círculo de novelistas peruanos, 1955.
Ribeyro, J. R. La palabra del mudo. Tomo II. Lima. Milla Batres, 1973.
69
Alejandra María Huespe*
70
cuales cuentan con apartados titulados. Al finalizar la obra, el lector se
encuentra con pequeños paratextos que reúnen anécdotas escolares,
fragmentos de testimonios de habitantes del pueblo y creencias populares. La
presencia de la oralidad en su producción se convirtió en una marca de estilo
para el autor y Canto de Sirena no escapa a esta particularidad, al punto de
convertirse en objeto de la crítica.
71
Aunque la haya escrito uno solo, Gregorio Martínez, puede decirse que tiene
dos autores. El otro que la habló, después de vivirla, y se llama Candelario
Navarro. La habló y, con la voz que le devuelve, recreada, Martínez, la seguirá
hablando todo lo que dure la literatura peruana. (Martínez, 1987).
La Noticia de Coyungo
Esta dichosa villa que dicen que fue lugar de escarnio tenía y yo lo vide y me
consta uno de los mejores vinos que no es exageración si afirmo y juro que era
un vino clarísimo suave y fragancioso de uvas mollares de sombra. (1987: 13).
[Énfasis míos].
72
Al ingresar al texto el lector se enfrenta con una serie de paratextos, entre ellos
uno en particular se refiere directamente al libro y funciona como una
advertencia: ―Esto no es una historia, es un canto: en octubre, mes de los
zorros, cantan las sirenas‖. Esta advertencia contrapone dos elementos de
diferente orden: la historia y el canto. El primero apunta a un registro
institucionalizado de acontecimientos, nos vuelve al orden de la cultura letrada,
aceptada y de perspectiva europeizante. Por otro lado, el canto se relaciona
con una expresión popular vinculada más al ámbito de la oralidad. Lo llamativo
de esta advertencia es que, si bien, trata de posicionar el texto distanciado del
discurso historiográfico, en su organización estructural se incorporan tipos
discursivos propios de los estudios históricos del siglo XVI. Noticia es un
ejemplo de esta inclusión. Precede al primer capítulo y en ella se da cuenta de
un espacio determinado: Coyungo. Dentro de los tipos discursivos coloniales
(Mignolo, 1982), las Noticias se refieren al acto de nombrar aquellos lugares de
los cuales se tienen ―noticias‖ por primera vez. El narrador se construye como
testigo afirmando la veracidad de su relato y sosteniéndolo con el argumento
de que su conocimiento surge de la observación directa. Cabe destacar
además la utilización de formas arcaicas en la conjugación verbal (yo lo vide),
así como también en ciertos adjetivos utilizados en las descripciones
(fragancioso) que fueron muy utilizadas en los escritos coloniales. Estos rasgos
brindan una atmósfera particular al relato, preparando al lector para la
narración y anticipan la centralidad del espacio en los hechos narrados.
73
fenómeno de los ―lugares de la memoria‖, antes de convertirse en una
referencia para el conocimiento histórico5. Estos espacios funcionan como
indicios de rememoración, que ofrecen sucesivamente un apoyo a la memoria
que falla. Los lugares ―permanecen‖, como inscripciones, monumentos,
potencialmente como documentos, mientras que los recuerdos trasmitidos
únicamente por la vía oral, vuelan como lo hacen las palabras (2008: 62-63).
En Canto de Sirena, la construcción literaria de la geografía configura un
espacio de tensiones entre la memoria del poder y la memoria popular de la
población afroperuana de la provincia de Nazca. El testimonio de Candelario
Navarro rescata, desde la ficción, las experiencias, tradiciones, costumbres,
sujetos y paisajes del pueblo natal del escritor, en un gesto de lucha contra el
olvido impuesto por el discurso oficial.
74
La imagen de Coyungo despierta el recuerdo de ese mismo espacio pero 32
años atrás. Se evidencia entonces una división entre dos momentos de la vida
del narrador y que constituyen el cuerpo del relato. Por un lado, su vida antes
de su salida del pueblo, y por otro, lo que aconteció desde su regreso hasta el
presente en el tronco. Las condiciones de su llegada condensan su forma de
vivir: perseguido por la autoridad tras haber hecho frente a un sector que lo
oprimía (el blanco) y ebrio a causa una noche de placeres desmedidos. El
ingreso a ese territorio inaugura la etapa final de su vida y a partir de allí el
espacio se constituirá como elemento desencadenante de recuerdos. El
pasado se vislumbra como una imagen, una fotografía antigua a la que se
sonríe pero que contiene momentos a los que no se puede regresar.
75
que lo transforman en una geografía nueva, siempre cambiante, donde pasado
y presente se cruzan inevitablemente.
Cuando bajé del camión que me trajo, uno guinda y roncador, sentí otro aire, y
un desapego, hasta se me borraba de la cara la fisonomía que yo me
empecinaba en acomodarme […] pero todo era completamente distinto a como
lo dejé en 1914. [Énfasis mío]. (1987: 16).
76
identificación con el espacio desequilibra al protagonista y lo llena de
nostalgias. La melancolía lo obliga a un alejamiento, por esto construye su casa
a las afueras del pueblo. Candelario vuelve, pero no vuelve del todo. Su
pasado y su presente están separados por un abismo insondable, vacío que
intenta llenar con la pasión del cuerpo y con toda la sensualidad de la palabra.
__________
Notas
3 Gregorio Martínez y Candelario Navarro son primos. El segundo apellido del autor es
Navarro.
77
porque el sujeto recuerda ayudado por los recuerdos de otros a partir de códigos
culturales compartidos. Dentro de la matriz grupal donde se ubican los recuerdos
individuales se distinguen los marcos de la familia, la religión y la clase social.
Bibliografía
Huamán L., C. ―La ficcionalización del discurso oral popular en el testimonio erótico
novelesco de Canto de Sirena‖, en Actas de Jalla, 2006.
Melgar B., R. ―La etnoliteratura entre dos mundos imaginados: de las cenizas de la
tradición afroperuana a las mieles de la novela. Acerca de Canto de Sirena, novela
señera de Gregorio Martínez‖, en línea: <
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/html/351/35102811/35102811.html>. [15/06/2010].
78
Mignolo, W. ―Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista‖, en
Historia de la Literatura Hispanoamericana, comp., Luis Iñigo Madrigal. Madrid.
Cátedra, 1982.
79
PRESIDENTE DEL CONGRESO DE LA REPÚBLICA ENTREGA
DIPLOMA DE RECONOCIMIENTO AL GERENTE GENERAL
ANÍBAL PAREDES GALVÁN POR SU APOYO A LA
EDUCACIÓN.
Por su parte, el Presidente del Congreso Dr. César Zumaeta Flores felicitó al
Gerente General de Editorial San Marcos por su dedicación y labor incansable
para fomentar la lectura en el país.
Además dijo que la importancia de los libros en la vida de los seres humanos
es difícil de estimar, es invaluable. Agregó que la lectura es un vehículo para el
aprendizaje, la inteligencia, la cultura y la educación de la voluntad.
80
―En otras palabras, difundir la lectura e impulsar la industria nacional deben ser
partes constitutivas de una política pública dentro del fomento de la cultura‖.
81
RESEÑAS
Al parecer, los términos distopía y cacotopía fueron utilizados por primera vez
en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, durante un debate sobre la
cuestión de Irlanda, celebrado el 12 de mayo de 1868, cuando el señor John
82
Stuart Mill lanzó una profecía válida para Irlanda y para cientos de millones de
individuos de hoy en día:
Que se me permita, como alguien que junto con muchos de mis superiores
(mybetters) ha sido acusado de ser utópico, felicitar al gobierno por haberse
unido a nuestra amable compañía. Es, acaso, un encomio excesivo llamar
utópicos a los miembros del gobierno; deberían, por el contrario, llamarse dis-
tópicos o cacotópicos. Lo que comúnmente se llama utópico es algo demasiado
bueno para ser realizable; pero lo que el gobierno parece favorecer es
demasiado malo para ser realizable.
83
tabladillo de la pista de baile del prostíbulo, y se vuelve amante de Olga,
pintora, nieta de Maurice Kleimer. El pavor se actualiza en su sagaz
circularidad: en el campo de concentración de Sachsenhausen, Kleimer se
convirtió en kapo (judío colaborador de los nazis) con tal de salvar la vida de su
hija, embarazada de Olga.
La doble vida sexual del capitán Weiss atiza el amor delicioso de la sinrazón
celotípica dicha en coprolalia, sinrazón que tanto excita a los cornudos y
cornudas de este valle de lágrimas, porque ningún otro polvo supera en
intensidad al polvo de celos bien fundados. La música, el sexo y las drogas se
funden para reconstruir un Holmes imperfecto y más verosímil que el misógino
original. El eros del capitán Weiss no tiene límites terrestres: besa a Olga y le
acaricia los senos por primera vez en la morgue, al lado de los cadáveres de
TokayoshiTakashima y de Maurice Kleimer, el abuelo de ella, el kapo, cuyo
asesinato también habrán de resolver la pareja de detectives y el devoto lector.
El signo clave de toda novela detectivesca aparece en los sueños del capitán
Weiss: se trata de un ekdesh en ídish, de un sasori en japonés, de un
escorpión en castellano. El coronel KengoTanaka, juzgado en ausencia como
criminal de guerra, está en Lima y lleva en la pantorilla izquierda una marca
semejante a un escorpión. Maurice Kleimer tiene el brazo numerado y debajo
del número, un escorpión.
84
directamente formulada sino que para constituirse requiere la complicidad y
participación del lector. Es que en la novela de Goldemberg se entreteje una
realidad virtual cinemática absorbente, apasionante de principio a fin.
85
escorpión, el capitán Weiss ingresa al barrio chino de Lima, se acuesta en el
camastro de la Casa de los Sueños, sita en la calle Capón —recomiendo
visitarla—, y el señor Komt le alcanza una pipa bien taqueada de opio como
premio a sus desvelos.
¿Existe otra visión del mundo actual que la distópica? ¿Son la utopía y la
distopía los extremos de una relación dialéctica perversa por insoluble? La
respuesta parcial a esta pregunta se halla en las tenazas de la novela de Isaac
Goldemberg. Acuérdate del escorpión se ha publicado en el 2010 después de
habernos sido enviada desde 1970. Sin embargo, no me cabe duda de que
todavía está ocurriendo en aquel año: existe un pasado en plena marcha que
nos envía signos macabros. Tal es la agudeza del certero aguijonazo de un
escorpión que el lector no olvidará.
86
87
ESTAFETA
88
Pabellón de párvulos. Fernando Cueto
Chimbote. Xanta. 2010. 12 pp.
89
Rondo. Un relato andino. Miguel Garnett
Cajamarca. Martínez Compañón. 2010. 364 pp.
Sencilla pero exitosa novela que ha alcanzado ya una cuarta edición. Esta
vez Garnett nos brinda su versión final, en la cual concede protagonismo a
un personaje femenino cuya presencia en anteriores ediciones fue solo
incidental. De este modo el argumento alcanza mayor verosimilitud y la exégesis se
efectiviza.
90
INTERNACIONAL
A modo de breve
contexualización es importante
traer a la mente que el viaje por
América de Alexander von
Humboldt duró cinco años (junio
de 1799 - agosto de 1804), que
tocó los actuales países de
Venezuela, Colombia, Ecuador,
Perú, México, Cuba y Estados
Unidos, que generó treinta
volúmenes tanto de escritura
científica como de divulgación
—escritos casi en su totalidad
por Humboldt, ya que Bonpland
parece haber sido poco afecto a
la escritura—, y que posicionó a
Humboldt como una autoridad a
la hora de hablar de América: tres décadas estuvo Humboldt escribiendo,
reescribiendo y leyendo en bibliotecas europeas sobre América. Otro punto a
tener en cuenta es la financiación del viaje, ya que —a diferencia de la mayoría
de las misiones científicas europeas a América de la época—, el viaje de
Humboldt estuvo totalmente solventado por su fortuna, solicitando únicamente
91
al poder colonial español un permiso para poder circular por las posesiones
americanas de los Borbones. Esta cuestión es sustancial si nos ubicamos en el
contexto de fines del siglo XVIII, en el cual Gran Bretaña y Francia —principal
aunque no exclusivamente— financiaban este tipo de viajes buscando expandir
sus posibilidades económicas y políticas. También es significativo el hecho de
que ciertas obras de Humboldt colaboraran —probablemente no de forma
intencional— con el imperialismo del momento, como ser el caso del boom de
las inversiones británicas en minería posterior a la publicación del
Essaipolitique sur le Royaume de la NouvelleEspagne (1811). (Pratt, 1992:
232) y el descubrimiento que él realiza para Europa del guano como fertilizante.
(Ibid., 239). Por último, tampoco se debe olvidar que algunos sucesos de la
política europea impidieron que Humboldt se sumara a otras expediciones
científicas; por ejemplo, la invasión napoleónica de Egipto (1798) impidió que
se desarrollara una expedición inglesa al Nilo, a la que Humboldt y Bonpland
habían sido invitados, y la política tampoco los dejó participar de la misión
francesa que se realizó más tarde, ya sea porque las malas relaciones entre
Francia y Prusia impedían que Humboldt participara de ella o porque para
llegar a Egipto debían tomar un barco a Argelia, que acaba de prohibir el
desembarco de europeos.
Los dos elementos centrales del imaginario americano legado por Colón y la
literatura de conquista son, por un lado, una naturaleza exuberante, gigante,
rica, maravillosa y, por otro lado, un hombre americano concebido en los
términos de lo que después Rousseau denominará el ―buen salvaje‖. Es a la
vez un discurso de la abundancia y de la carencia: abundancia relacionada con
el primer elemento, y carencia producto del error de pensar haber llegado a las
Indias donde el europeo sería recibido por grandes ciudades, oro y especias. A
92
esta imagen tradicional se le suma, desde Buffon y De Pauw en el siglo XVIII,
otra que calumnia al Nuevo Mundo por sus supuestas carencias: en América el
león pierde la melena y se vuelve puma; los indígenas son lampiños, y por
ende, impotentes; los animales y plantas traídos de Europa pierden su tamaño;
las aves no saben cantar… Estos son algunos de los ataques que conformaron
la llamada ―disputa de América‖, en la que Humboldt se insertó tardíamente1.
Es así que los escritos de Humboldt discuten todo el tiempo el saber científico
sobre el continente: si América es el lugar donde se pone a prueba el saber
europeo, Humboldt es el encargado de corregir los errores científicos de sus
predecesores europeos, lo que hará, por ejemplo, mencionando fallas en las
cartas marinas o discutiendo el color del agua en la desembocadura del
Orinoco. En su descripción de América, Humboldt crea una tríada que,
simplificada en el imaginario de sus receptores, pinta a América como la suma
de selvas, montañas y llanuras (1808), o sea, que sigue siendo naturaleza. Sin
93
embargo, no por eso Humboldt deja de lado el estudio de otros aspectos que
no tienen que ver con lo natural, ya que entre su obra dedicada a América
encontramos también temas como la esclavitud (1826), la arquitectura (1810)2,
la historia y la política de México y Cuba (1811).
___________
94
investigación UBACyT F414 ―Latinoamericanismo: Historia intelectual de una geografía
inestable‖ (2008-2010), dirigido por la Dra. Marcela Croce, estudia la narrativa de los
viajeros científicos europeos de fines siglo XVIII y principios del XIX: Humboldt,
Bonpland, Darwin. El presente trabajo corresponde a un avance preliminar sobre un
aspecto de la obra americana de Alexander von Humboldt.
Notas
Bibliografía
Gerbi, A. La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica. [1955]. México. FCE,
1982.
95
_______. Essaipolitique sur l‘île de Cuba [1826]. París. Traducción al español: Ensayo
político sobre la isla de Cuba. Caracas. Biblioteca Ayacucho, 2005.
96
Gabriela Luque*
97
Ciudad visible, ciudad secreta, ciudad aparente, ciudad textual: las ciudades
reales se reinventan en la literatura y dan lugar al surgimiento de una imagen
autónoma. Esa construcción nos devuelve al momento primigenio y, con ello, a
su condición original de centro del mundo. En esta comunicación, esa ciudad
será la Santo Domingo de Pedro Henríquez Ureña. Maravilla, languidez: Santo
Domingo, la primera ciudad del Nuevo Mundo, fundada en 1496 con el nombre
de Santo Domingo del Puerto, aparece discursivamente ante nuestros ojos. De
la maravilla colombina, en esa escritura donde el Caribe se revela bajo la
retórica del locus amoenus como un objeto digno de ser mirado y admirado, a
la languidez en tanto debilidad o falta — aparente— de fuerzas, rasgo atribuido
al clima, a sus habitantes originales y, también, a su propio derrotero histórico,
tal como leemos en innumerables crónicas y textos de viajeros. De la
abundancia a la carencia, nuestro viaje por algunos de los textos que el
intelectual latinoamericano Pedro Henríquez Ureña dedicara a su Santo
Domingo, es una travesía por los espacios de la cultura. ¿Cuál es el sentido
que persigue esta reconstrucción de la mítica ciudad de la infancia de aquél
que vivió la mayor parte de su vida en el exilio? Si las ciudades pueden ser
entendidas como prácticas humanas, podremos leer los discursos que ellas
mismas generan. La ciudad puerto, dormida bajo la luz del lánguido trópico, la
que aparece evocada en sus breves Memorias, la que atraviesa, cual río
subterráneo, su Historia de la cultura y sus Corrientes literarias, ¿De qué
ciudad estamos hablando? ―País quizás el más hermoso del globo, pero que en
sus arcanos destinó la providencia de ser el más desgraciado‖, éstas son las
palabras de Washington Irving que cita Henríquez Ureña y que hace suyas, ya
que Santo Domingo/ país es Santo Domingo/ ciudad, cuando se impone la
tarea de recuperar la historia de la primera empresa colonizadora en América.
Y es esa ciudad primera la ciudad-río que empapa, con sus aguas a la vez
bellas y trágicas, la historia misma de una patria que es la historia de un linaje
familiar, la del letrado finisecular en América Latina.
98
si leemos las descripciones colombinas. En sus numerosos estudios sobre
Santo Domingo1, Pedro Henríquez Ureña se revela como un investigador de la
historia y se propone recuperar ese pasado histórico sobre la base de un
estudio minucioso y fundado en copiosa bibliografía y material documental. La
patria de origen y la ciudad natal se confunden, en su realización y
proyecciones, con la biografía personal de un sujeto letrado, que muestra las
trazas de una personalidad propia y original. La valoración del pasado histórico,
como ya volveremos a señalar más adelante, es la base sobre la que se
asienta un proyecto intelectual moderno, que se interna en el legado
hispanoamericano para proponer un modelo2.
Ahora bien, volvamos a la pregunta inicial: ¿de qué Santo Domingo estamos
hablando? No hay en los textos analizados descripciones que pongan de
relieve la fecundidad de esa tierra o la abundancia de la naturaleza caribeña.
Cuando el escritor quiere referirse a esos rasgos, cita al mismo Cristóbal Colón;
lo suyo, claro está, no es el paisaje natural. Henríquez Ureña fue, dice Arcadio
Díaz Quiñones, el gran artífice del concepto moderno de la cultura
hispanoamericana:
Digo siempre a mis amigos que nací en el siglo XVIII. En efecto, la cuidad
antillana en que nací (Santo Domingo), fines del siglo XIX era todavía una
ciudad del tipo colonial y los únicos progresos modernos que conocía eran en
su mayor parte aquellos que ya habían nacido o se habían incubado en el siglo
XVIII. (Henríquez Ureña, 2000: 385)3.
¡Amad la Catedral sin torre! ¡Sabed amar la Catedral sin torre! ¡Sabed amar la
Catedral de Santo Domingo! Grave, si no austera; solemne,si no majestuosa,
permanecerá muda, en el abatido orgullo de sus cuatro siglos, si no sabéis
admirar su vida profunda. ¡Obra típica en verdad! Como el más antiguo
monumento del dominio español en América, conserva en sus vigorosas líneas,
101
en sus masas poderosas, en su ornamentación severa, el sello del siglo XVI.
Sus vicisitudes han sido las mismas de la tierra desdichada que la sustenta. La
prematura decadencia de la colonia la dejó sin torre; los piratas le arrebataron
sus esculturas; la barbarie piadosa borró la pintura sacra de sus columnas,
destruyó la clásica sillería de su coro, manchó de amarillo sus muros exteriores
y blanqueó su interior como sepulcro de fariseo; el fanatismo por la memoria
del Descubridor la ha convertido en inartística mole de mármol... (Ibid., 1989:
452-53)6.
La ciudad resguarda así su zona sagrada, espacio del poder colonial. Sin
embargo, creemos importante detenernos en algunos de los aspectos que
aparecen destacados: la ausencia de la torre y la pobreza de su
ornamentación. En contraste con la majestuosidad de las iglesias de México y
de Perú, con su opulencia barroca, la catedral de Santo Domingo es, en la
mirada de Henríquez Ureña, la metáfora de una tierra desdichada. Pero la
carencia propia del estado mismo de languidez, traducida en destrucción, robo
y abandono, da lugar a otro tipo de abundancia, la de la vida profunda y plena.
Ninguna torre podría reclinarse sobre las aguas del Caribe con la misma
fortaleza con que se reclina esta catedral maciza, elegida por el ensayista
como postal de su ciudad. Podemos ver cómo esa languidez, atribuida al
mundo del trópico, troca en fuerza7: ―Los títulos de Santo Domingo no son
principalmente geográficos, son más bien espirituales‖. (Ibid., 2000: 373). La
ciudad de la infancia, el país familiar, el resguardo en la memoria es el espacio
condensador de la cultura.
102
páginas de su Historia de la cultura— tanto con la arquitectura barroca como
con el bohío.
103
resultante de la asociación y de la interacción de los sujetos, esta Santo
Domingo nos permite reconstruir esa red, en tanto punto de partida de un
proyecto latinoamericano, cifrado en la utopía como símbolo de la civilización.
De ese Santo Domingo, como lugar del exceso natural, acechado, sin
embargo, por la carencia, en los textos del descubrimiento y la conquista, a esa
otra imagen, la que nos devuelve la escritura de Pedro Henríquez Ureña,
donde esa fórmula se resignifica, y nos revela la abundancia, cifrada en la luz
del verdadero paraíso, el que se despliega por entre las callejuelas de la ciudad
de la cultura.
___________
Notas
2 Así dirá expresamente: ―No hubo en los siglos coloniales, se nos decía, otra
cosa que oscuridad e ignorancia. Ahora vamos trabajosamente, disipando esta
fantasía‖.
104
6 Las citas referidas al edificio de la catedral pertenecen al ensayo ―La catedral‖,
escrito en México en 1908 y recogido en Horas de estudio. París, 1910.
Bibliografía
_______. Memorias. Diario int., y notas de Enrique Zuleta Álvarez. Buenos Aires.
Academia Argentina de Letras, 1989.
_______. Ensayos ed. crítica de José Luis Abellán y Ana María Barrenechea, coords.,
Madrid. ALLCA XX. Colección Archivos, 1998.
Luque, G. y Contreras, A. C. ―Las huellas de una travesía que no cesa. Una lectura del
presente en Las corrientes literarias en la América Hispánica de Pedro Henríquez
105
Ureña‖, en Actas I Congreso Regional IILI. UNR, en línea:
<http://www.geocities.com/aularama/congreso/1.htm>, [2005].
_______. ―El río se ha vuelto turbio desde sus fuentes: Pedro Henríquez Ureña, una
mirada americana‖, en Actas II Congreso Internacional CELEHIS. CD ISBN 987-544-
200-3, 2004.
_______. ―Tras las huellas de Pedro Henríquez Ureña‖, en Revista Espacios Nueva
Serie, Nº 2, UNPA, 2006.
106
Betina Campuzano*
Nadie sabe mejor que tú, sabio Kublai, que no se debe confundir nunca la ciudad con las
palabras que la describen. Y sin embargo, entre la una y la otra hay una relación […] Tal vez no
sabes esto: que para hablar de Olivia no podría pronunciar otras palabras. Si hubiera de verdad
una Olivia de ajimeses y pavos reales, de talabarteros y tejedores de alfombras y canoas y
estuarios, sería un mísero agujero negro de moscas, y para describírtelo tendría que recurrir a
las metáforas del hollín, del chirriar de las ruedas, de los gestos repetidos, de los sarcasmos.
Italo Calvino
107
Desde estos lineamientos crítico-teóricos, Bueno Chávez, en otro artículo,
―Modernidad alternativa y debate cultural en el Perú y América Latina‖ (2001),
refuta las consideraciones acerca del fin de la historia, supuestas en la acción
globalizadora que reduce el mundo a la homogeneidad e injusticia, a la
monotonía:
108
Por su parte, José Matos Mar atiende al modo en que el ingreso migratorio
reestructura la escenografía urbana, la forma en que surge la nueva faceta de
una Lima que se bifurca entre su aspecto letrado y su lado andino. Al respecto,
dice en el prólogo de Taquile en Lima. Siete familias cuentan (1986):
109
La ciudad escindida pronto empezaría a reestructurarse físicamente, revelando
así una nueva estructura social: por un lado, la sociedad ―normalizada‖ y su
urbanidad o conjunto de reglas propio de la ciudad; por otro, la aparición de las
viviendas precarias o ―rancheríos‖, la formación de las ―villas‖ o zonas
suburbanas, el comportamiento en las calles, la aglomeración infrahumana de
varios grupos en una extensión limitada, la falta de servicios elementales.
Ambos espacios, aunque opuestos, ―están integrados y no podrían vivir el uno
sin el otro‖. (Romero, 363). Es más, dice, la escisión de la ciudad y, a la vez, su
simbiosis: ―son dos hermanos enemigos que se ven obligados a integrarse
como las sociedades que los habitan‖. (363).
México DF.
110
Tal como lo expone el epígrafe de este apartado, no debe confundirse la ciudad
con la palabra que la refiere, aunque entre ellas exista una indudable
vinculación. Es difícil hablar de Olivia o de cualquier otra ciudad sino es por
medio de metáforas, de figuras, de categorías que intentan interpretar la
heteróclita realidad de América Latina. En este sentido, resultan interesantes
las observaciones que Bueno Chávez, en Antonio Cornejo Polar y los avatares
de la cultura latinoamericana (2004), realiza a propósito del empleo de las
metáforas, sus riesgos y sus aciertos, en la tradición crítica latinoamericana:
Pude haber escrito como la gente y tener una letra preciosa, clarita, clarita, como el agua que
corre por los ríos del sur. Pero la urbe me hizo mal, la calle me maltrató, y el sexo con hache
me escupió el esfínter […] No fui cantor, les repito, pero la música fue el único tecnicolor de mi
biografía descompuesta. Aquí va este pentagrama donde la historia tambaleó su trágico ritmo.
Les guste o no, pulso aquí el play de este cancionero memorial.
Pedro Lemebel
111
Las crónicas urbanas de umbrales del siglo XXI, género en el que conviven
rasgos literarios, periodísticos y testimoniales, dan cuenta de la escisión en la
urbe de la que habla Romero o de la ciudad sumergida de Flores Galindo.
Andrea Ostrov las define como ―un tipo de escritura vinculada con los espacios
urbanos modernizados que intenta dar cuenta de la multiplicidad y de la
complejidad que caracterizan a su entramado textual‖. (2003: 100). Así, esta
crítica recupera el valor etimológico de urbs que alude a la estructura material
de la ciudad (su infraestructura y paisaje) y civitas, a sus formas de vida y de
organización institucional. Los relatos, entonces, se instalan en la intersección
de ambos términos para dar cuenta de las vinculaciones entre los espacios
periféricos y sus prácticas asociadas, en algunos casos, con el delito, el robo y
la prostitución.
112
De encontrarse en oscuridad de telarañas con un chico por ahí. De saber que
éramos dos extraños en una ciudad donde todos somos extraños, a esa hora,
cuando cae el telón enlutado de la medianoche santiaguina. Y cada calle, cada
rincón, cada esquina, cada sombra, nos parece un lugar enroscado acechando.
Porque esta urbe se ha vuelto tan peluda, tan peligrosa, que hasta la
respiración de las calles tiene ecos de asalto y filos de navaja. (Ibid., 147).
113
Pero el joven de la crónica de Lemebel, a lo largo del relato, se transforma de
acechador en acompañante y protector. Los roles se invierten respondiendo a
ciertos códigos que también se construyen en la urbe: el muchacho reconoce
en el cronista una voz que se solidariza con él y con sus espacios de
exclusiones, la cárcel y la calle. El cronista también se transforma: ya no es un
―extraño‖ sino más bien ―próximo‖.
114
que puede hallarse una ciudad ―otra‖ que se configura como el subsuelo. Así
puede leerse en la crónica ―El río Mapocho‖:
Aquí siempre me tratan bien. Todos los chilenos no piensan lo mismo, dicen
que [Lima] es una ciudad peligrosa y sucia, murmuró Joel. Eso no es así, los
115
chilenos están demasiado higiénicos, con el auge económico han perdido hasta
el olor. Miento, huele a desodorante ambiental. Ahí Joel estalló en una
carcajada y relampaguearon sus dientes blancos, achinándose sus ojitos
limeños. ¿Sabes, Joel, por qué me gusta tanto venir a Lima? No sé, me
interrogó con su mirada de lince. Porque aquí no siento vergüenza de tener los
ojos achinados. (126).
Otro texto que puede entrar en diálogo con la escritura de Lemebel, tanto por la
coexistencia de elementos discursivos correspondientes a diferentes géneros
como por su apuesta a lo testimonial, puede ser Cuando me muera quiero que
toquen cumbia. Vidas de pibes chorros (2003) de Cristian Alarcón, que
entreteje formas de la crónica y del relato de non fiction. Al igual que en los
testimonios de corte etnográfico o en las crónicas lemebelianas orales
traspasadas a la escritura, el aspecto testimonial puede observarse de modo
particular en el prólogo:
116
Quizá hubiera sido mejor revelar la identidad de un asesino, la mecánica de un
fusilamiento, un mensaje de la mafia, la red de poder de un policía corrupto, un
crimen pasional cometido con una faca bien afilada. Detrás de cada uno de los
personajes se podría ejercer la denuncia, seguir el rastro de la verdad jurídica,
lo que los abogados llaman ―autor del delito‖ y el periodismo ―prueba de los
hechos‖. Pero me vi un día intentando torpemente respetar el ritmo bascular de
los chicos ladrones de San Fernando, sentado durante horas en la misma
esquina viendo cómo jugaban al fútbol y sancionaban a las patadas al mal
zaguero central. Me vi sumergido en otro tipo de lenguaje y de tiempo, en otra
manera de sobrevivir y de vivir hasta la propia muerte. Conocí la villa hasta
llegar a sufrirla. (Alarcón, 2008: 13-14).
117
[…] [San Fernando] es la zona del país donde la brecha entre pobres y ricos es
abismal. La fortuna ajena parece al alcance de la mano: allí se da la maldita
vecindad entre el hambre y la opulencia. (Alarcón, 14).
118
Catedral de Lima
119
de la villa que reivindican la defensa de ciertos códigos: ―Mauro había influido
en Víctor con sus consejos sobre los viejos códigos, el ‗respeto‘ y la ética
delincuencial en franca desaparición‖. [Su subrayado]. (19). De esta forma, se
configura un nuevo espacio de inversiones. El delito beatifica en la medida en
que logra beneficios comunitarios:
Tenía diecisiete, y durante los últimos cuatro había vivido del robo, con una
diferencia metódica que lo volvería santo; lo que obtenía lo repartía entre la
gente de la villa: los amigos, las doñas, las novias, los hombres sin trabajo, los
niños. (26).
El Frente tenía la idea fija de que los chicos comieran yogur y no caramelos […]
Con el camión la villa se llenó de lácteos, de yogur, de leche cultivada, de
cosas que nunca habían podido tener. (51).
Incluso, este héroe tiene su propia marca que queda impresa en muros y calles
y que actúa como un elemento identificador del pibe de la villa:
Yo lo vi, vi las zapatillas que en la planta tenían grabada una ‗V` bien grande.
Era la marca que Víctor le había hecho a las zapatillas, la misma V que ahora
dibujan los creyentes en las paredes descascaradas del conurbano junto a los
cinco puntos que significan ―muerte a la yuta‖, muerte a la policía. (27).
120
la vida digna, que supone la independencia económica, encuentra una salida
en la ponderación de la violencia como un modo de acceder al consumo.
Asimismo, plantea que, ante la ausencia de un rostro que pueda asociarse al
poder y a los mecanismos de exclusión, encuentran en el de la policía la
imagen a repudiar. (2007: 220).
—¡Vos sos un atrevido! ¡Así no, loco! —respondió el Frente a uno que se había
quedado con el revólver que le había prestado un vecino de la villa.
—No, Frente, pará, por favor, pará —intentó defenderse el osado.
—Tomátela guacho, ¡no te quiero más por acá!
―Y lo agarró a cachetazos‖, cuenta Chaías sobre el atrevido que quebró esas
leyes. (48).
121
legitiman sus formas de erigirse en la urbanidad. Conviene señalar, en este
sentido, que las conceptualizaciones del historiador argentino, si bien se dan a
conocer con la primera edición de Latinoamérica. Las ciudades y las ideas
(1976), son válidas para pensar lo que un texto posterior propone en relación
con la ciudad, como sucede en esta crónica.
___________
122
Bibliografía
Alarcón, C. Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Vidas de pibes chorros.
Buenos Aires. Norma, 2008.
Matos Mar, J. Taquile en Lima. Siete familias cuentan… Lima. FIPC, 1986.
Romero, J. L. Latinoamérica. Las ciudades y las ideas. Buenos Aires. Siglo XXI, 2001.
123
Camila Domínguez Ureta*
Es por esto que propongo una lectura que ponga especial énfasis en lo que el
sujeto poético rescata y las valoraciones que realiza respecto de lo rural y de lo
urbano. A partir de ello es que se puede ver el impacto que producen los
efectos del contexto moderno en el hablante y las características identitarias
que se desprenden a partir de sus propias palabras.
125
implica un vaciamiento, un quiebre con la vida de las aldeas, lo que implica no
sólo una destrucción de los espacios sino también de los valores. El mundo
que parecía tan firme y bien constituido, de pronto se vio violentamente
vulnerado, produciendo un cierto escepticismo en cuanto ya no se podía confiar
en lo que había y en lo que parecía seguro. De esta manera, la modernidad, si
bien logra traer avances, retrocede al hacer desaparecer fríamente lo que hasta
ese momento conformaba la vida humana. ―Ser modernos —dice Berman— es
encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría,
crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo,
amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que
somos‖. (1). En relación a estos aspectos contextuales que implicó la
modernidad, se presenta un discurso crítico por parte del hablante frente a la
comunidad urbana, a partir de lo cual se pueden percibir características de la
identidad de dicho sujeto.
El hablante demuestra sentir un rechazo hacia los nuevos estilos de vida que
aparecieron y se muestra nostálgico frente a la vida aldeana del pasado. El
poema ―Daría todo el oro del mundo‖ es una demostración evidente del
profundo deseo del sujeto por recuperar su pasado en la aldea:
126
través de la descripción positiva del espacio aldeano, instaura un discurso
crítico respecto de la vida urbana. La alusión que se hace a las ―monedas‖
podría estar siendo utilizada precisamente para señalar el cambio que se ha
producido en el modelo de subsistencia. Si antes la lluvia y la vida de la aldea
eran suficientes para poder vivir dignamente, ahora lo básico parecían ser los
logros económicos, el dinero producido, las monedas. Se presenta una
desconfianza frente al mundo como consecuencia de la destrucción de lo que
inicialmente consolidaba la vida humana. No se sabe en qué confiar ni hasta
qué punto creer en lo que se ve y en lo que se tiene alrededor. Parece ser que
hasta se duda de la efectividad de los propios recuerdos:
127
se comparte y se brinda en sintonía con los amigos; mientras que los bares
urbanos están habitados por sujetos no conectados entre sí. Se plantea la idea
de una ciudad que cuenta con la existencia de individuos que no sólo no tienen
posibilidad alguna de comunicarse con la naturaleza sino que además no se
conocen, no generan vínculos entre ellos:
Acompáñennos
a nosotros que hemos visto el sol
transformarse en un girasol negro.
A nosotros que hemos sido convertidos
en hermanos de las máscaras muertas
y de las lámparas que nada iluminan
y sólo congregan sombras.
128
Estos versos, además de mostrar un hablante que ha vivenciado tales sucesos,
denotan gran negatividad frente a los cambios. El sujeto sólo ve malas
consecuencias y se muestra desesperanzado frente a la realidad. Intenta
despertar el espíritu sencillo de los seres aldeanos para luchar contra la poca
transparencia y nitidez de la actualidad. Los artefactos aludidos son descritos
como un fracaso, ya que no han generado en él ningún aporte, sólo le han
dado una vida falsa y lejana a sus ideales. Lo material que ha nacido en estos
nuevos tiempos no cumple bien su función y distancian aún más a los humanos
de la naturaleza. Así, los objetos que en la ciudad se valoran son todos
aquellos materiales artificiales y tecnológicos, de los cuales no se vislumbra
fácilmente su origen. Se produce un nivel muy alto de individualismo entre los
habitantes de la ciudad, a tal punto que no logran generar verdaderas
relaciones afectivas. El amor sincero y desinteresado que se desarrolla en la
provincia no tiene cabida en el mundo urbano que el hablante desdeña. El
espacio se muestra como un determinante fundamental para las relaciones
interpersonales, en especial las del amor. El hablante alude reiteradas veces a
situaciones entre amantes en la aldea que huyen bajo la lluvia o que se
abrazan como símbolo de un vínculo profundo. Sin embargo, a la hora de aludir
al amor presente en las ciudades, el sujeto es incapaz de verlo de manera
positiva, sino que se refiere a él como un fracaso más dentro de todos los
males que cree implica esta nueva vida: ―Donde vemos todo amor/ Como una
próxima derrota‖. (Ibid., 57).
129
carbón emanadas por los trenes, niños que caminan por los rieles, entre otros.
El tren es un elemento moderno, actúa como vínculo al interior de una nación,
implicando un avance tecnológico importante como medio de trasporte para los
seres humanos. Es, sin duda, símbolo de desarrollo y progreso de la nación.
Sin embargo, la manera en que Teillier hace uso de la referencia a los trenes
tiene una connotación diferente. El hablante se desliga de su carácter
netamente moderno y lo vincula con la vida de la aldea, adjudicándole una
carga emotiva en cuanto también logra ser un elemento aldeano, propio de su
pasado. A pesar de que el tren refleja modernidad, en los poemas adquiere una
significación diferente y eso se vislumbra a través de la melancolía con que se
alude a los trenes:
130
La presencia del tren se logra desligar de la vida meramente moderna y se
instaura como un elemento propio del recuerdo pasado del hablante, capaz de
reflejar la tranquilidad de la aldea.
Cabe destacar también la significación que pueden adquirir las estaciones y los
rieles que aparecen en Teillier. Las estaciones son lugares en los que se
espera la llegada del tren o también, en donde se toma el tren para ir a otro
lugar. Así, la estación es un lugar transitorio, que implica un cambio de espacio.
Los rieles son el camino por donde anda el ferrocarril, por lo que se puede
interpretar como el sendero dibujado que une la aldea y ciudad. De esta
manera, la imagen del tren implica, por una parte, la vida típicamente
provinciana a la cual se llega por medio de dicho transporte, y por otra, el
reflejo del umbral entre dos mundos opuestos: la ciudad y la aldea.
131
este postulado se puede ver la conformación del sujeto poético como un ser en
crisis en cuanto no se reconoce en su entorno real sino que se ha visto en la
necesidad de buscar espacios por medio de la imaginación, y así poder ser
plenamente. Este disgusto frente a los espacios modernos se presenta como
un elemento fundamental de la forma de ser del hablante. Sin duda, su
conformación como sujeto se forja en relación a la búsqueda en el pasado de
un lugar con el que sí se logra identificar.
___________
132
Bibliografía
_______. Poemas del País de Nunca Jamás. Armando Menedín, ed. Santiago de
Chile. El Viento en la Llama, 1963.
_______. Los dominios perdidos [1992] sel., Erwin Díaz. Santiago de Chile. FCE,
2002.
133
Mónica Bueno*
Platón ha dicho que una ciudad es una escritura con mayúsculas. Esa escritura
se torna biografía cuando se trata de la ciudad en la que nacimos y vivimos.
Algo de nosotros mismos se guarda secretamente en el diseño urbano: una
esquina en una mañana luminosa, el refugio de un alero esa tarde de lluvia,
aquella casa donde se esconde el misterio de la infancia. La curiosa conjunción
de la mirada y la memoria selecciona esos territorios urbanos.
Mar del Plata es una ciudad de imágenes gestadas por el recuerdo y el deseo.
Se pueden descubrir en ella, escenas fragmentarias de otras ciudades: Biarritz,
un puerto italiano, un
barrio porteño.
Siempre designada
con nombres
prestados, siempre
asociada a modelos.
En ―El Graphic‖,
periódico londinense,
el 14 de setiembre
de 1895 aparece una
nota titulada ―The
134
Brighton Argentina‖ junto con un dibujo de una escena del puerto marplatense.
Convengamos que, por otra parte, el registro de Mar del Plata se amplía y se
complica porque su historia y sus prácticas culturales traban una curiosa
combinatoria con la historia y la cultura de la Argentina. En cada trayecto
urbano es posible advertir el caleidoscópico sentido de las representaciones de
la ciudad que funcionan en el contexto de la constitución y consolidación de la
nación. Debe ser por eso que fue obligada al exotismo y la leyenda, como si
fuera mucho más antigua de lo que realmente es. Sólo pensemos en una
inscripción ficticia: el Torreón del Monje es una arquitectura apócrifa que cuenta
un relato que no existe, una leyenda inventada para ese propósito y por
encargo1.
La memoria
135
dibujo de reificación también lo es. Sin embargo, no se puede recordar todo;
Nietzsche bien lo sabía.
Decíamos antes que Mar del Plata tiene una dimensión doble que construye
relatos superpuestos de un pasado regional y nacional. Su imagen de villa
turística excluye otras caras superpuestas. Sólo hace falta mirar como el poeta
que encuentra la revolución en las inscripciones medievales. ―Amo las viejas
catedrales./ En las cuchilladas de sus troneras/ adivino a la Edad Media
fusilando al mundo‖. A la manera de Raúl González Tuñón, se puede recorrer
una escritura urbana de la memoria.
Mar del Plata, como todas las ciudades argentinas, sabe de qué se habla
cuando se dice ―desaparecido‖. Conoce el crimen de Estado, sabe de la
negación y la simulación. Al recorrer sus calles aparecen las inscripciones
veladas de una cartografía del horror. Mapa que caminaron obligados,
trescientos habitantes que portaron esa categoría fantasmal, que fueron
encarcelados en edificios con zonas ocultas (como en la ciudad doble de
Metrópolis, el mundo superior y el inferior), que fueron asesinados. En la
superficie, la complicidad de lo no dicho, en la profundidad, la entrada a un
mundo sin nombre, la antesala de la muerte. Otra cartografía se dibuja y
recuerda el acontecimiento que dio lugar a la primera. La del museo
diseminado que muestra, en las representaciones, la decisión de una forma del
relato y los modos de una política del duelo.
En este sentido, algunas instituciones más que otras han favorecido la decisión
de conmemorar. La Universidad, el Colegio de Abogados y, por supuesto, las
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo han construido un cenotafio disperso por
la ciudad que recuerda a las víctimas pero también señala la ausencia del
Juez, define la impunidad.
136
arquitectura laberíntica, que describe en su diseño, las maneras del control y
recuerda el contexto de su construcción, en los años de la Dictadura.
137
entonces no sólo a la comunidad universitaria sino también a diferentes
organizaciones de la ciudad, apuesta a la no reificación del pasado.
138
banalidad contaminante que desde su fundación —la de la villa veraniega— ha
esgrimido como definición, ha impregnado de alguna manera el relato de
identidad de sus habitantes. Entonces el crimen es aberrante tanto por la fisura
que provoca y el desconcierto que instaura cuanto por el acontecimiento en sí.
Se define la lógica del ocultamiento: que no se muestren las representaciones
del horror, que se enmascare el crimen, que se olvide, que se detenga el
recuerdo.
139
Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar
diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no
había sino detalles, casi inmediatos.
Las calles de la ciudad y los espacios universitarios marcan ese pasado que da
un lugar al muerto —como señala M. de Certeau— pero afincan en los vivos lo
posible y lo posible es una utopía: ciudad transfigurada en una nueva identidad,
todavía ambigua, aún no restañada de las heridas del horror.
___________
Nota
140
Bibliografía
Cacopardo, F. ed. Mar del Plata, ciudad e historia. Madrid-Buenos Aires. Alianza.
Universidad Nacional de Mar del Plata, 1997.
141