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TALLER DE LOS SALMOS

INTRODUCCIÓN

NOTA: Esta Introducción es del mismo autor y del mismo libro. Lo


traemos aquí por su valor. Es para leerla despacio, poco a poco,
mes a mes. Lo vamos a tener ahí y merece la pena que recurramos
a ella siempre que tengamos alguna duda GENERAL. Seguro que
a la larga agradeceremos el hecho de poner disponer de esta
Introducción. ¡Sin prisas, pero sin pausas!

1. ¿Qué son los salmos?


E1 término «salmo» proviene del griego. Significa «oración cantada y
acompañada por instrumentos musicales». Son un total de 150 y forman
el libro más extenso de la Biblia, llamado «Libro de los Salmos» (en
hebreo, el Libro de los Salmos recibe el nombre de Tehillim, es decir,
alabanzas). Algunos salmos incluyen indicaciones acerca de cómo se
cantaban algún tiempo después de que surgieran. Por ejemplo, el salmo 12
(11), 1, dice: «Del Maestro de coro. Para instrumentos de ocho cuerdas.
Salmo. De David». Se entiende fácilmente que eran cantados. Basta mirar
las indicaciones de algunos de ellos. Por ejemplo, en el salmo 22 (21), 1,
leemos: «Del maestro de coro. Según “la cierva de la aurora”. Salmo. De
David». Esto significa que, cuando se escribió, este salmo se cantaba con la
melodía de una canción conocida como «La cierva de la aurora».

Los salmos, por tanto, nacieron para ser cantados. Esto no quiere decir
que no podamos rezarlos, sino que el mejor modo de rezarlos es
cantándolos.

Se trata de la colección de oraciones más rica que conoce la humanidad.


A pesar de ser muy antiguos, los salmos son eternamente jóvenes, capaces
de hablar al alma de los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares.
Por eso podemos considerarlos como el espejo en el que nos vemos
reflejados, el espejo en el que nos movemos y existimos. Hablan de manera
tan extraordinaria de nuestra vida, de nuestras alegrías y esperanzas,
nuestros dolores y conflictos, que parecen escritos en nuestros días y para
nuestro presente caminar.

Los salmos surgieron en un contexto judío y son fruto de la espiritualidad


judía. Su lengua original es el hebreo. Pero inmediatamente se
convirtieron en patrimonio de todos cuantos creen en la vida y en la
justicia, independientemente de la raza a que pertenezcan. De ahí que, hoy
en día, estén traducidos a casi todas las lenguas que conoce la humanidad.

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Los salmos son poesía y también hay que apreciarlos como tal. Algunos
son auténticas obras de arte poética. Sin embargo, los que se detienen
solamente en su forma poética se encuentran lejos de saborear su
contenido. Es como si alguien, al recibir un regalo, se contentara con
valorar el envoltorio.

Jesús, sin duda, rezó los salmos. Todo niño judío aprendía de memoria,
desde muy pronto, estas oraciones que eran lo más preciado del tesoro
espiritual del pueblo de Dios. De hecho, desde pequeño, Jesús habría
tenido que aprender a leer y escribir; habría estudiado la historia y las
tradiciones de su pueblo y aprendido a rezar con los salmos. En los
evangelios podemos encontrar diversos pasajes en los que Jesús cita algún
salmo (véase, entre otros, Mc 12, 36; Mt 27, 46; Lc 23, 46).

Los primeros cristianos apreciaban enormemente el Libro de los Salmos.


De hecho, junto con Isaías y el Deuteronomio, este libro se encuentra entre
los más citados del Nuevo Testamento. Con el paso del tiempo, las
comunidades cristianas convirtieron este libro en su libro preferido de
oraciones. El canto gregoriano inmortalizó la alabanza a Dios por
medio de los salmos y, hoy en día, las comunidades cristianas descubren
nuevamente, una y otra vez, el agua viva que brota de esta fuente
inagotable. Esto explica que, por todas partes, surjan grupos que se reúnen
para conocer mejor los salmos, con la intención de poderlos rezar de un
modo cada vez más adecuado.

La Liturgia recurre sin cesar a los salmos, tanto en la celebración de la


Eucaristía, como en la Liturgia de las Horas. Por desgracia, en muchas
ocasiones se concede escasa importancia al salmo responsorial después de
la primera lectura de la misa. En otras, -lo que viene a ser peor-, este salmo
es sustituido por cualquier otro canto.

2. La numeración del Libro de los Salmos


Cuando se reúne un grupo de personas para estudiar o para rezar los
salmos, inmediatamente aparecen algunas dificultades. Esto es debido a
que no todos tienen la misma edición de la Biblia. La numeración de los
salmos varía dependiendo del texto desde el que se haya traducido la
Biblia: el latín o el hebreo. Cuando nos adentramos en el texto, suelen
surgir mayores dificultades. Puede que haya traducciones totalmente
distintas entre sí.

No resulta fácil llegar a un acuerdo. Tenemos la esperanza de poder llegar


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un día a un entendimiento al respecto. ¿Por qué es diferente la numeración?


Porque manejamos traducciones hechas del hebreo y traducciones hechas
del latín. En los ocho primeros salmos no hay problemas. Tienen la misma
numeración en todas las traducciones. Pero a partir de ahí comienzan las
dificultades. Las traducciones hechas del latín -siguiendo lo que
constituye la traducción griega más antigua, llamada de los Setenta- unen
en uno solo los salmos 9 y 10 de la numeración hebrea. A partir de ahí,
hasta el salmo 113, la numeración hebrea va un número por delante de la
latina. Por ejemplo, si el salmo del buen pastor lleva, en la Biblia que usa
habitualmente el lector, el número 22, significa que tiene entre sus manos
una traducción hecha del latín. Si, por el contrario, tiene el número 23, esto
indica que esta Biblia ha sido traducida del hebreo, la lengua materna de
los salmos.

Después, los salmos 114-115 de la numeración hebrea corresponden al


salmo 113 de la numeración latina, y los salmos 114-115 de esta última
corresponden al salmo 116 de la primera. Del salmo 117 al 146, la
numeración hebrea vuelve a ir un número por delante de la latina. Las
traducciones latinas dividen en dos el salmo 147 de la numeración hebrea,
formando los salmos 146-147. Los tres últimos salmos tienen la misma
numeración en todas las traducciones.

El esquema sería el siguiente:

Numeración hebrea Numeración latina


1-8 1-8
9-10 9
11-113 10-112
114-115 113
116 114-115
117-146 116-145
147 146-147
148-150 148-150

¿Cómo orientarse en medio de esta jungla de dificultades? Hay que tener calma
y mucha paciencia. Poco a poco las personas van familiarizándose y las
dificultades se vuelven menores o incluso desaparecen. Las traducciones hechas
desde el texto latino ya han cumplido su misión. Tendrían que dejar su puesto a
traducciones más modernas, hechas del hebreo. La misma Liturgia tendría que
adaptarse a esta novedad. El hecho de que, durante siglos, se hayan utilizado la
numeración y la traducción latinas no es motivo suficiente para no cambiar en el
presente. Sería, además, un signo de respeto y de diálogo ecuménico con el
judaísmo, que ha venido compartiendo con nosotros esta herencia espiritual.

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En este estudio emplearemos siempre la numeración hebrea. Al inicio de


cada salmo conservaremos, entre paréntesis, la numeración de las traducciones
hechas del latín. Pero, al citar un salmo, siempre lo haremos según la
numeración hebrea. La traducción de los salmos que presentamos y que
seguimos en el comentario, es la que se encuentra en la Biblia Sagrada,
Edición Pastoral. Se trata de una traducción fiel y, al mismo tiempo, popular,
que el uso de la gente, en Brasil, ha consagrado como la mejor.

3. ¿Cuándo surgieron los salmos?


Es imposible saberlo. Fueron naciendo a lo largo de seiscientos años. Algunos
son muy antiguos; otros son relativamente próximos a la época de Jesús. Son
contadas las ocasiones en las que lograremos determinar, con bastante
probabilidad, un acontecimiento próximo que nos permita precisar con exactitud
el momento en que ha surgido un salmo. Este es el caso del salmo 46, que
parece haber surgido tras la retirada del ejército de Senaquerib, en el año
701 a.C. Pero, en la mayoría de los casos, no sabemos cuándo surgió tal o cual
salmo.

Antes de aparecer por escrito, los salmos fueron algo vivido. Dicho con otras
palabras, al que componía un salmo no le preocupaba el hecho de ponerlo por
escrito. Simplemente expresaba ante Dios y ante la gente su situación de
sufrimiento, de alegría, de confianza, de alabanza, etc. Estas oraciones
espontáneas, nacidas de situaciones concretas de la vida, causaron un fuerte
impacto en la vida de la gente. Por eso permanecieron vivas en la memoria del
pueblo. Otra gente u otros grupos, que vivieron una experiencia similar, hicieron
propias estas mismas oraciones. Y, de este modo, los salmos se fueron
conservando de generación en generación.

Para que esta riqueza no se perdiera, mucho tiempo después, se empezó a poner
estos textos por escrito. Entraron en acción una serie de personas que sabían leer
y escribir, que hicieron adaptaciones, añadidos, que ordenaron materiales, de
modo que los salmos recibieron un nuevo ropaje, como podemos ver en nuestras
Biblias. Pero en su origen, no hay un texto escrito. Encontramos, es cierto, una
fuerte experiencia de una persona o de un grupo, experiencia que se fue
conservando y transmitiendo a generaciones sucesivas. Para que se entienda,
vamos a poner un ejemplo. Imaginemos que tenéis por costumbre rezar
espontáneamente y en voz alta a partir de la que vivís, veis y sentís. Vuestros
hijos, rezando con vosotros, van aprendiendo las oraciones que soléis hacer
espontáneamente y las transmiten a la generación posterior, adaptándolas,
corrigiéndolas, añadiendo algo. Mucho tiempo después, para que no se pierda
este tesoro, alguien decide poner estas oraciones por escrito. Ya no es posible
saber quién las ha compuesto. Se han convertido en patrimonio de todos, porque
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reflejan lo que generaciones y generaciones han experimentado cuando trataron


de expresar y traducir la propia fe. Así pues, el origen de los salmos se pierde en
la nebulosa de la historia. Pretender averiguar cuándo nacieron es una pérdida de
tiempo.

En este comentario de los salmos concederemos poca importancia a la fecha


en que hayan podido surgir. La razón es evidente: no es posible determinar el
cuándo. Es más importante explorar suficientemente el texto, para que nos
proporcione la mayor cantidad posible de información acerca de la situación
vivida por quien la compuso.

4. ¿Quién escribió los salmos?


A simple vista, la respuesta parece fácil; 73 de ellos son atribuidos a David.
Otros son de los «hijos de Coré» (11) o de «Asaf» (12); otros serían «de
Salomón», otros «de Etán» o «de Yedutún», etc. Son datos que encontramos al
inicio de muchos salmos. Algunos de ellos, atribuidos al rey David, buscan, en
la vida de este rey, una situación que se ajuste al tema del salmo. Éste es, por
ejemplo, el caso del salmo 7, 1: «Lamentación que cantó David al Señor a
propósito de Cus, el benjaminita».

¿Qué valor hay que darle a esta información? ¿Fue, de hecho, David el autor
de la mayoría de los salmos? Claro que no. El estudio que vamos a presentar
confirmará este dato, y nadie tiene por qué asustarse. En aquel tiempo y en
aquella cultura, se acostumbraba a atribuir partes de la Biblia a personajes
famosos del pasado. Por ejemplo, la Ley se le atribuía a Moisés y la Sabiduría a
Salomón. David siempre fue visto como una persona interesada por la liturgia y
por el culto. Era considerado como el hombre de la oración, el amigo de Dios.
Por eso se le atribuye la mayoría de los Salmos. Así pues, donde se lee «de
David» es mejor leer «dedicado a David» o «atribuido a David». Estos datos
que aparecen al comienzo de los Salmos fueron añadidos tiempo después por los
estudiosos que los pusieron por escrito, retocándolos, corrigiéndolos o haciendo
añadidos.

Un ejemplo, tomado de Mc 12, 35-37, puede ayudarnos a esclarecer esta


cuestión. Aquí Jesús confunde la sabiduría de los doctores de la Ley, citando el
Salmo 110, atribuido a David. Veamos el texto: «Jesús enseñaba en el templo
diciendo: “¿Cómo es que los doctores de la Ley dicen que el Mesías es hijo de
David?”. David mismo, movido por el Espíritu Santo, dice: “El Señor dijo a
mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus
pies”. Por tanto, el mismo David le llama Señor. ¿Cómo puede, entonces, ser
hijo suyo!».

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Jesús puso en un atolladero a los doctores de la Ley. Pero hay una solución. Si
admitimos que el salmo 110 no es de David, sino de una persona relacionada
con el palacio real, todo se aclara. El amigo del rey afirma: «Dijo el Señor
(Dios) a mi Señor (el rey de Judá)». Aunque no sea exactamente este el
razonamiento de Jesús en Mc 12, 35-37a, este ejemplo sirve para mostrar que
David no es el autor de los salmos. Le fueron atribuidos los salmos porque se le
consideraba el hombre de la oración.

¿Y los otros “autores”? El criterio sigue siendo el mismo. Nunca sabremos quién
compuso los salmos, pues nacieron espontáneamente y de forma oral a partir de
lo que algunas personas y grupos sentían y experimentaban. Se pusieron por
escrito mucho tiempo después. Algunos fueron atribuidos o dedicados a David,
Moisés, Salomón, Asaf, etc; otros se incorporaron a himnarios, como los salmos
que, en el encabezamiento, llevan el título “Del maestro de coro” (véase, por
ejemplo, el salmo 54), o el conjunto de los salmos 120-134, conocidos como
“Cánticos de las subidas” o “Salmos graduales”. Después de ponerse por
escrito, estos 15 cortos salmos ciertamente formaron parte de un librito para los
peregrinos que subían a Jerusalén. Antes, sin embargo, fueron experiencias
concretas de personas o grupos. Sólo en un momento posterior alguien los puso
por escrito. Y así acabaron convirtiéndose en parte del librito de cánticos para
los peregrinos.

Por tanto, si queremos responder a la pregunta: “¿Quién escribió los salmos?”,


tenemos que decir que fue el pueblo en sus luchas, en sus alegrías y sus
esperanzas, en sus certezas y sufrimientos. En una palabra, fue el pueblo que
siempre sintió a Dios como aliado en la lucha por la vida y por la justicia.
De hecho, los que todavía creen hoy en ese Dios sienten que los salmos son
como un resumen de todo el Antiguo Testamento. Sienten también que el pueblo
de antaño tenía las mismas esperanzas que alientan a los hombres y mujeres de
hoy en la medida en que sueñan con un mundo mejor y luchan por él. Y Dios es
siempre un aliado que no deja a nadie en la estacada.

5. Los salmos no son todos iguales


Descubrir que los salmos no son todos iguales supone una gran ventaja para
quien se dispone a profundizar en ellos con objeto de rezarlos de una manera
más adecuada. Esto significa que cada salmo estuvo provocado por una
situación y que esta situación puede no coincidir con la que vivimos en el
momento presente. Por eso es importante conocer lo que hay detrás de cada
salmo para poder descubrir su sentido.

Podemos dividir los salmos en 14 tipos diferentes. Estos 14 tipos se pueden


agrupar en 5 familias.
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La primera es la familia de los HIMNOS. Esta familia tiene tres «hijos»:


Himnos de alabanza; Salmos de la realeza del Señor; Cánticos de Sión. Los
Himnos de alabanza son veinte. Por ejemplo, el salmo 8 y el salmo 146 son
himnos de alabanza. Su característica principal es la alabanza a Dios por su
intervención en la historia, creando, liberando, etc. Los Salmos de la realeza
del Señor son seis. Pertenecen a este tipo aquellos salmos que afirman o
proclaman insistentemente la expresión «el Señor es Rey». Por ejemplo, los
salmos 98 y 99. Los Cánticos de Sión son siete. Reciben esta denominación
aquellos salmos que tienen como tema central la ciudad de Jerusalén,
también llamada Sión. Por ejemplo, los salmos 46 y 84.

La segunda familia es la de los SALMOS INDIVIDUALES. También esta


familia tiene tres «hijos»: Súplica individual; Acción de gracias individual;
Confianza individual. Los salmos de Súplica individual son los más numerosos;
un total de treinta y nueve. Esto es muy importante para una nueva visión de
los salmos, como trataremos de mostrar en las páginas sucesivas. En estos
salmos, una persona clama a Dios a causa de la injusticia. Por ejemplo, los
salmos 140 y 141. Los salmos de Acción de gracias individual son once. En
ellos, una persona después de haber expuesto su queja y haber sido
escuchada, da gracias a Dios. Por ejemplo, los salmos 30 y 32. Los salmos de
Confianza individual son nueve. En ellos, una persona expresa su absoluta
confianza en Dios. Por ejemplo, los salmos 23 y 27.

La tercera familia es la de los SALMOS COLECTIVOS. Sigue el mismo


esquema que la anterior y también tiene tres «hijos»: Súplica colectiva; Acción
de gracias colectiva; Confianza colectiva. Los salmos de Súplica colectiva son
dieciocho. Se trata del clamor de un grupo ante las injusticias. Son, por
ejemplo, los salmos 12 y 44. Los salmos de Acción de gracias colectiva son tan
sólo seis. Un grupo da gracias a Dios por la superación de un conflicto o por
un don recibido. Por ejemplo, los salmos 65 y 66. Los salmos de Confianza
colectiva sólo son tres. En ellos, un grupo de personas confiesa su total
confianza en Dios. Son los salmos 115, 125 y 129.

La cuarta familia es la de los SALMOS REALES o REGIOS. Se llaman así


porque su personaje central es la persona del rey en acción. Se trata de salmos
cargados de ideología, pues defienden la monarquía como institución divina.
Más aún, el rey es presentado como hijo de Dios (2, 7). En total, los salmos
reales son once. A esta familia pertenecen, por ejemplo, los salmos 2 y 110.

La última familia es la de los SALMOS DIDÁCTICOS. Tiene cuatro «hijos»:


Liturgias; Denuncias proféticas; Históricos; Sapienciales. Sólo tres pertenecen
al tipo de Salmos litúrgicos. Reciben este nombre porque presentan un
fragmento de una antigua celebración litúrgica de la que poco o nada se sabe.
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Son los salmos 15, 24 y 134. Los salmos de Denuncia profética son siete. Son
esos salmos con un lenguaje duro parecido al de los «profetas incendiarios»,
como Amós, Miqueas y otros, cuya preocupación principal fue denunciar
las injusticias. Por ejemplo, los salmos 52 y 53. Los salmos Históricos son
solamente tres: el 78, el 105 y el 106 (algunos Himnos de alabanza también
pueden ser considerados históricos: 111, 114, 135 y 136). Se llaman así porque
cuentan la historia del pueblo de Dios. Después del salmo 119, son los más
largos (para contar la historia hace falta mucho tiempo). Es interesante señalar,
desde ahora, que cada uno de ellos tiene una visión particular de la historia:
optimista + pesimista (78), optimista (105), pesimista (106). Finalmente,
tenemos los Salmos Sapienciales. Son un total de once. Se trata de salmos
preocupados por las cuestiones existenciales más importantes: el sentido de
la vida, la felicidad, la vanidad de las riquezas, la vida que pasa, etc.
Abordan, en definitiva, esas preocupaciones que nos visitan cuando atravesamos
la línea que marca la mitad de la vida, época en la que se nos invita a producir
sabiduría, esto es, a dar un sentido a todo lo que hacemos, tenemos y somos.

Muchos sitúan el Libro de los Salmos dentro del bloque de los Sapienciales.
Pero, estrictamente hablando, sólo once salmos pueden calificarse, sin ningún
tipo de duda, como sapienciales.

Acabamos de ver que los salmos no son todos iguales. Existen, al menos, 14
tipos diferentes. Pero no siempre los salmos son «puros» desde el punto de vista
del tipo al que pertenecen. ¿Por qué? Pues porque a quien componía un salmo
no le importaba el tipo. Simplemente abría el corazón y el alma, exponiendo la
situación en que vivía. Algunos salmos mezclan, por ejemplo, la súplica con la
acción de gracias. Por eso si sumamos el número de salmos que presentamos
para cada tipo nos saldrían más de 150.

6. Una importante clave de lectura


Entre las muchas claves que hay para leer los salmos, hay una de capital
importancia. Se trata del conflicto que dio lugar a cada uno de ellos. Vamos a
ver esto más de cerca. Si sumamos los salmos de Súplica individual (39) con
los de Súplica colectiva (18) tendremos 57; es decir, más de un tercio del
Libro de los Salmos está compuesto por un inmenso clamor; por lo general
en contra de la injusticia. Si a esto añadimos los salmos de Acción de gracias
individual (11) y los de Acción de gracias colectiva (6), tendremos 74, es decir,
casi la mitad del Libro. Conviene tener presente lo siguiente: los salmos de
acción de gracias tuvieron su origen en la superación de un conflicto. El
conflicto, por tanto, también está presente en ellos de alguna manera. Si
prestamos atención a los salmos, nos daremos cuenta de que todos ellos
revelan un conflicto. En unas ocasiones se trata de un conflicto abierto, una
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TALLER DE LOS SALMOS

especie de fractura evidente; en otras, será necesario excavar con mayor


profundidad para descubrir que, en el fondo, hay una tensión que recorre el texto
por detrás. Evidentemente, cuando hablamos de conflicto, queremos decir
tensión, personal o social, relaciones sociales injustas, de opresión, de
explotación, etc. En este estudio analizaremos abundantemente este aspecto. Y
tendremos la grata satisfacción de descubrir que los salmos no nacieron de
personas alienadas, ni están destinados a personas alienadas. Todo lo
contrario. La clave del conflicto, por tanto, será fundamental en nuestra
reflexión, y sentiremos a un Dios muy próximo, aliado, compañero y
comprometido con la justicia y la libertad.

7. Formación del Libro de los Salmos


Ya hemos dicho que los salmos fueron surgiendo poco a poco, de forma oral, a
lo largo de un período de 600 años. A medida que se iban poniendo por escrito,
se realizaban en ellos algunas adaptaciones. Antes de formar parte de lo que
hoy conocemos como el Libro de los Salmos, muchas de estas oraciones
pertenecieron a colecciones menores, como la colección de las oraciones de
David que se menciona en 72, 20, la colección de Asaf (50; 73-83), la de los
hijos de Coré (42-49; 84-85; 87-88), la de las subidas (120-134) o la de Hallel
(105-107; 113-118; 135-136; 146-150).

Algunos estudiosos reunieron todas estas oraciones ya puestas por escrito y


formaron el Libro de los Salmos. Sin lugar a duda, se compusieron y se pusieron
por escrito muchos otros salmos. Sin embargo sólo estos 150 pasaron a formar
parte del Salterio.

Estos estudiosos se tomaron la molestia de poner por orden los salmos. De este
modo, el salmo 1 se colocó al inicio, pues funciona como la puerta de acceso
de todo el Libro. Algo parecido sucede con el salmo 150: se encuentra al final
por ser la llave de oro que cierra el volumen. De hecho, se trata de un solemne
himno de alabanza, una especie de sinfonía orquestada de toda la creación.
Antes de él, y preparando ya la gran conclusión, tenemos otros himnos de
alabanza (145-149).

Para que se pareciera a la Torá o Pentateuco (los cinco primeros libros de la


Biblia), estos estudiosos organizaron los salmos en cinco libros menores. Es lo
que descubrimos al leer las doxologías (breves himnos de alabanza) que se
añadieron a los salmos con que concluyen esos libros. De hecho, en 41, 14 se
dice: «¡Bendito el Señor, Dios de Israel, ahora y por siempre! ¡Amén, amén!».
Este breve himno de alabanza cierra el primero de los cinco libritos,
compuesto por los salmos 1-41. En 72, 18-20 se lee: «¡Bendito sea el Señor,
Dios de Israel, porque sólo él hace maravillas! ¡Bendito por siempre su
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nombre glorioso! ¡Que toda la tierra se llene de su gloria! ¡Amén! ¡Amén!


(Fin de las oraciones de David, hijo de Jesé)». Aquí termina el segundo
librito, compuesto por los salmos 42-72. El tercer librito comprende los
salmos 73-89 y concluye con la doxología de 89, 53: «¡Bendito el Señor por
siempre! ¡Amén! ¡Amén!». El cuarto librito está constituido por los salmos
90-106 y termina con estas palabras: «¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
desde ahora y por siempre! Y todo el pueblo diga: ¡Amén! ¡Aleluya!» (106,
48). Al último librito pertenecen los salmos restantes (107-150), el último de
los cuales -el 150- funciona todo él como himno de alabanza.

8. Nuestro comentario de los salmos


Hay muchas maneras de estudiar los salmos, y se han escrito muchos estudios.
¿Por qué, entonces, proponer uno más? No basta con ofrecer otro comentario
para añadirlo a los que ya existen. Hay que decir qué tiene de nuevo lo que se
propone.

Nuestro comentario pretende tener un carácter popular y poner en relación


los salmos con la vida de las personas del presente. Por su condición de
«popular», no se pierde en discusiones acerca del texto y sobre las posibles
formas de traducirlo. Tomamos una traducción y, basándonos en ella, la
reflexión irá creciendo, estableciendo un puente entre el pasado y el
presente, de modo que cada salmo pueda hablar al corazón de los hombres y
mujeres de nuestros días. Será un comentario preocupado por los grandes
problemas que angustian hoy al pueblo de Dios: la lucha por la tierra, la
ecología, el ecumenismo, la vida ciudadana, etc.

Al estudiar cada uno de los salmos, recorreremos los siguientes pasos:

1. Tras presentar el texto del salmo, veremos brevemente a cuál de los 14


tipos pertenece, de modo que, desde el principio, aparezca ante nosotros
con su colorido e identidad propios.

2. Cuando sea posible, presentaremos la estructura del salmo, el modo en


que está organizado, además de destacar las principales «imágenes»
que ha empleado el salmista para expresar lo que sentía.

3. El tercer paso es de los más importantes. Trataremos de obtener del salmo


la mayor cantidad posible de información. Le preguntaremos al texto
por lo que está sucediendo, las razones por las que surgió ese salmo,
en qué reside el conflicto, quién está enfrentado a quién y por qué
motivo. Como hemos dicho antes, la práctica totalidad de los salmos
revela u oculta un conflicto. En unas ocasiones, el conflicto es algo
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evidente; en otras, no.

4. Después de detectar el conflicto presente en cada salmo, preguntaremos


por la imagen o el «rostro» de Dios presente en ese texto: ¿Cómo se
presenta Dios? ¿De parte de quién está? Y podremos constatar que Dios
se alía siempre con los que luchan por la justicia, que siempre es el Dios
de la Alianza, el Dios compañero y comprometido. De aquí pasaremos
brevemente al Nuevo Testamento para ver si el salmo estudiado tiene
algo que ver con la vida y la práctica de Jesús. Sí, porque en él es
donde los salmos encuentran su culminación. Con razón podemos decir
que Jesús no vino a abolir los salmos, sino a darles cumplimiento (Mt 5,
17). No se trata simplemente de constatar que tal o cual salmo se cita en
este o aquel libro del Nuevo Testamento. Se trata, más bien, de ver cómo
los contenidos de cada salmo resuenan en la persona, en las palabras
y en las acciones de Jesús, si él les da cumplimiento o les imprime un
nuevo perfil.

5. Finalmente, después de estudiar cada salmo, trataremos de mostrar cómo


habla en nuestra vida presente, y cómo podríamos rezarlo con
provecho. Se trata de simples sugerencias. Cada persona o cada grupo,
después de su estudio, sabrá ciertamente encontrar pistas útiles para un
buen aprovechamiento de cada salmo.

9. Clasificación de los salmos


De la familia de los Himnos (los salmos entre paréntesis mezclan tipos
diferentes). Himnos de alabanza: 8; 19; 29; 33; 100; 103; 104; (105); 111; 113;
114; 117; 135; 136; 145; 146; 147; 148; 149; 150. Salmos de la realeza del
Señor: 47; 93; 96; 97; 98; 99. Cánticos de Sión: 46; 48; 76; 84; 87; 122; (132).

De la familia de los Salmos individuales. Súplica individual: 5; 6; 7; 10; 13;


17; 22; 25; 26; 28; 31; 35; 36; 38; 39; 42; 43; 51; 54; 55; 56; 57; 59; 61; 63; 64;
69; 70; 71; 86; 88; 102; 109; 120; 130; 140; 141; 142; 143. Acción de gracias
individual: 9; 30; 32; 34; 40; 41; 92; 107; 116; 138. Salmos de confianza
individual: 3; 4; 11; 16; 23; 27; 62; 121; 131.

De la familia de los Salmos colectivos: Súplica colectiva: 12; 44; 58; 60; 74;
77; 79; 80; 82; 83; 85; 90; 94; (106); 108; 123; 126; 137. Acción de gracias
colectiva: 65; 66; 67; 68; 118; 124. Salmos de confianza colectiva: 115; 125;
129.

De la familia de los Salmos reales: 2; 18; 20; 21.45; 72; 89; 101; 110; 132; 144.

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TALLER DE LOS SALMOS

De la familia de los Salmos didácticos: Salmos litúrgicos: 15; 24; 134.


Denuncias proféticas: 14; 50; 52; 53; 75; 81; 95. Históricos: 78; 105; 106.
Sapienciales: 1; 37; 49; 73; 91; 112; 119; 127; 128; 133; 139.

(Comentarios tomados del libro de BORTOLINI, J., Conocer y


rezar los salmos, San Pablo, Madrid, 2011, págs. 9-22)

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