Acotaciones prácticas para la creación de personajes
Estilo: Presentemos a los personajes de forma sencilla,
breve, con alguna característica especial que los haga únicos y que, al mismo tiempo, nos ayude a contar la historia. No hay que detenerse en deta11es que no sean imprescindibles. Si deseamos profundizar más en los personajes, es mejor hacerlo al margen del texto del guion. En un cortometraje no hay tiempo para largas descripciones ni para honduras psicológicas.
Esquema vital: Hay que mantener un esquema mental de la vida
de los personajes. No hace falta que lo desarrollemos por escrito (en una novela o en un largometraje puede llegar a ser necesario). Pero pensemos en los tres aspectos básicos que caracterizan en sociedad a una persona: vida personal, vida profesional y vida familiar. Preguntémonos por esos tres aspectos para cada uno de los personajes, ya que van a condicionar sus acciones y su forma de expresión.
Necesidad dramática: La obra dramática se basa en el
conflicto. Definamos la necesidad dramática de nuestros personajes. ¿Qué es lo que les preocupa?, ¿qué quieren conseguir?, ¿cuáles son sus dificultades?
Acción y diálogos: Revelemos a nuestros personajes a través
de la acción y de los diálogos. Cada cosa que hagan o que digan debe encajar en la personalidad modelo (joven, viejo; hombre, mujer, y, a su vez, en la personalidad única que hemos elegido para nuestra historia. La propia narración debe ir descubriendo quién es el personaje, por qué hace lo que hace. Una de las formas clásicas de captar la atención sobre una historia consiste en que el personaje vaya averiguando cosas acerca de sí mismo a la vez que lo hace el espectador.
Puntos de giro: Generalmente, los puntos de giro introducen
un cambio brusco en la historia frente al cual los personajes deben tomar una decisión. Sus reacciones nos revelarán su modo de ser.
No decir, mostrar: No hay que contar (en nuestro caso
escribir) sentimientos abstractos que no se puedan reflejar en la pantalla, sino mostrar (en nuestro caso escribir) cómo nuestro personaje encarna dichos sentimientos. Por ejemplo, podemos decir que un personaje está preocupado. Eso no define al personaje, no ayudará casi nada al actor que tiene que interpretarlo y no nos servirá de mucho durante el rodaje. Por el contrario, podemos mostrar al personaje sentado en una silla, solo, en medio de un cuarto silencioso, con una mano en la barbilla, con los ojos perdidos, mirando hacia el vacío. En este caso, aunque el actor pueda introducir sus propios matices, ya tiene un punto de partida para interpretar. Y tanto el director como el equipo de rodaje van a comprender inmediatamente cómo es la escena y qué elementos se van a necesitar para rodarla (la silla, el silencio, etc.).
Sin redundancia: No hemos de contar sobre un personaje lo que
ya se está viendo. Por ejemplo, si utilizamos una locución para presentar al protagonista, no debemos hacer que la voz del locutor nos cuente la acción que está ejecutando el personaje, o cómo es, sino que podemos aprovechar dicha locución para ampliar la información.
Punto de vista y actitud: Los rasgos básicos de un personaje
nos proporcionan un patrón simple. A partir de ese muñeco podemos empezar a dar forma a un personaje cada vez más real. Pero debemos tener en cuenta que una verdadera personalidad tiene que desembocar en una actitud y en un punto de vista.
Un personaje bien definido muestra una actitud propia
(cobarde o valiente?, ¿reflexivo o impulsivo?) y un punto de vista personal, que es su manera de interpretar el mundo (a favor o en contra de las organizaciones no gubernamentales?, ¿qué piensa sobre el sistema monetario?).
Cambios: En una obra dramática, normalmente los personajes se
verán envueltos en dificultades, y esos problemas cambiarán en cierta medida su modo de ser. Ser capaz de reflejar tales cambios en el guion ayudará mucho a reforzar la credibilidad de los personajes.
Contradicciones: No olvidemos que todos somos un misterio
incluso para nosotros mismos. Una de las demostraciones más claras de esto son nuestras contradicciones. ¿Por qué pensamos una cosa y hacemos otra?, ¿qué nos induce a encaminarnos hacia donde no queremos ir? Un personaje sin contradicciones termina acartonado. Además, un cambio radical en la actitud que se le supone a un personaje puede resultar muy valioso en una historia, al abrir nuevas posibilidades de desarrollo dramático.