Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Entonces podemos afirmar, y así debemos creerlo y asimilarlo, que nuestro Dios
es el Dios de todo alivio de todas nuestras penas o aflicciones o
tribulaciones o disgustos, y por medio de nuestro Señor Jesucristo
tenemos abundante consuelo, abundante alivio. Y recordemos que el
Espíritu Santo es nuestro consolador.
y como dice el
título de este fragmento de versículos: El Dios de toda consolación.
Al revisar que es aliviar, encontré que es: “Aligerar, quitar a una persona o
cosa parte de la carga o peso” y “Disminuir, mitigar una enfermedad,
una pena, una fatiga” y “Ponerse mejor de una enfermedad”
Entonces con esto en mente, hallé una palabra que sintetiza lo que
sentimos o tenemos para que existan en nosotros penas o aflicciones
o tribulaciones o disgustos: DOLOR.
Y es este dolor el que requerimos que se alivie, pero como en algunos casos de
dolores físicos solo vamos al médico (urgencias) o al odontólogo cuando ya no
aguantamos el DOLOR, y descubrimos que si hubiésemos ido antes la situación
no se hubiera empeorado o por lo menos que hubiéramos estado sin dolor por
mucho más tiempo e igualmente aprendemos que es mejor la medicina
preventiva.
2 Corintios 1:5
Pues así como participamos abundantemente en los sufrimientos de
Cristo, así también por medio de él tenemos abundante consuelo.
Cuando afrontemos una crisis, una confrontación o una catástrofe porque
hayamos tocado fondo en cualquier sentido a causa de decisiones y acciones
independientes de Dios, nuestra primera decisión debe ser no negar el
dolor y disponer nuestro ser para recibir el consuelo que Dios nos
ofrece, debemos admitir que somos incapaces y que no poseemos las
fuerzas necesarias ni apropiadas y que nuestro Padre Celestial es el
Todopoderoso y que debemos y podemos confiar en ÉL, que ÉL es real y
verdadero, que le importamos, a pesar de nuestra desobediencia, y que ÉL está
dispuesto a ayudarnos, a aliviar nuestro dolor y la fuente del dolor, y para ello
debemos creerle y recibirle con un corazón sincero y dispuesto a que lo
transforme con Su Poder.
Dios tiene puestos sus ojos sobre cada uno de nosotros no para
pillarnos cometiendo pecado, sino para velar por nosotros, para
darnos instrucciones, para mostrarnos el camino que debemos
recorrer, para darnos el consejo apropiado, para darnos
discernimiento y para consolarnos.