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Autores:
Hilda Albano
Paula Bonorino
Mariana Cuñarro
Emiliano De Bin
Laura Ferrari
Adalberto Ghio
Mabel Giammatteo
Natalia Giollo
Andrés Kaller
Ana Marcovecchio
Carlos Muñoz Pérez
Guillermina Pagani
Augusto Trombetta
CAPÍTULO 1.
LAS CATEGORÍAS LINGÜÍSTICAS por Mabel Giammatteo
1. Introducción
Las categorías son los moldes a través de los cuales nuestra mente conceptualiza el mundo. Si
no fuera por ellas, nuestro contacto con la realidad sería caótico y
El término categoría proviene de una palabra griega que significa ‘predicación’, en el sentido
filosófico de atribuir propiedades a las cosas. En el siglo IV, desde la lógica, Aristóteles
distinguió entre la sustancia o categoría primera, que representaba al individuo o a la clase, y
las restantes categorías, denominadas, predicamentos –cualidad, cantidad, relación, lugar,
tiempo, acción, pasión2, posición y posesión-, que se le adjudicaban. En la concepción
1 En chateábamos la raíz, que es un préstamo del inglés chat, va seguida de la denominada vocal temática que
marca la clase conjugacional del verbo (v. infr. nota 8): en este caso –a, porque se trata de un verbo de primera
conjugación.
2 ‘Acción’ y ‘pasión’ hacen referencia a las dos subcategorías de ‘activo’ y ‘pasivo’, relacionadas con la
categoría de voz, que se trata, junto con el caso, en el cap. 9 de este libro.
aristotélica y su continuación en la tradición escolástica3, se asumía que las predicaciones
realizadas mediante las categorías manifestaban distinciones en el mundo real. Así, dado que
se consideraba también que la estructura del lenguaje reflejaba fielmente la del pensamiento,
se derivaba para los humanos la posibilidad de un conocimiento acabado de la realidad
circundante.
Las categorías de “ser”, “significar” y “comprender” eran congruentes entre sí; y esta
correspondencia de los tres conjuntos fue arbitrada para justificar la asociación íntima e
indisoluble de la filosofía, la gramática y la lógica. (Lyons 1968: 284).
Desde el punto de vista del lenguaje, cada una de las partes de la oración establecidas por la
gramática tradicional4 –sustantivo, verbo, adjetivo, etc.- representaba a la cosa de un ‘modo
esencial’, o sea mediante sus propiedades inherentes, y de un ‘modo accidental’, es decir,
según sus propiedades relacionales; estas últimas dadas a entender por sus diferentes
“accidentes morfológicos” –género, número, tiempo, etc.- expresados por las desinencias
flexionales de las palabras.
3 La escolástica fue la corriente filosófica dominante en la Edad Media. Se basó en los postulados de la filosofía
clásica para explicar los conceptos del cristianismo.
4 Con la denominación de gramática tradicional hacemos referencia a las teorías y planteos sobre el lenguaje
basados en los estudios de los gramáticos griegos y latinos y que se mantuvieron vigentes hasta la primera mitad
del siglo XX, en que surge la gramática estructural.
II a C), p. ej., figura una lista con ocho clases: nombre, verbo, participio, preposición,
conjunción, artículo, adverbio y pronombre.
En opinión de Bosque (1990), en todas estas gramáticas las definiciones de las clases de
palabras5 estaban basadas “en una extraña mezcla de criterios” (op.cit: 23) amalgamados de
una manera imprecisa y poco consistente. De este modo, según la preminencia de uno u otro
factor, las clasificaciones resultantes podían variar considerablemente. Así, p. ej., Aristóteles
había colocado al adjetivo en la clase de los verbos por la función común de predicación, pero
gramáticos posteriores lo incluyeron con el nombre porque manifestaba género y número.
Asimismo, dado que consideraban que las clases de palabras eran universales, los gramáticos
latinos adaptaron las clasificaciones de los alejandrinos a su lengua, sin embargo, al advertir
que, a diferencia del griego, el latín no posee artículo, decidieron incorporar la interjección a
la lista para mantener el número de clases de palabras.
Para los gramáticos clásicos, dada su vinculación con el pensamiento, las categorías se
consideraban universales, es decir, existentes en todas las lenguas y con las mismas
características. Al dar validez universal tanto a su existencia como a su manifestación por
medios formales determinados, por lo general, flexionales, la gramática tradicional no solo
reconoció un cierto número de clases de palabras para todas las lenguas, sino que también
supuso la misma relación entre las distintas clases y las categorías que manifestaban; p. ej.,
género y número con el sustantivo y el adjetivo; o bien tiempo y modo con el verbo. Esta
identificación entre clases de palabras y categorías gramaticales, no solo se encuentra en
Aristóteles sino que también se transmitió a los gramáticos alejandrinos –Aristarco (s. III a
C), Dionisio de Tracia (s. II a C) y Apolonio Díscolo (s. II d C)-, de quienes la tomaron los
romanos Donato (s. IV) y Prisciano (s. V), hasta que fue finalmente transmitida a las
gramáticas romances y quedó instalada en la tradición occidental.
Aunque al principio se aceptaba que las clases identificadas para las lenguas clásicas eran
universales, con el correr del tiempo y con el conocimiento de lenguas de muy diversos
orígenes, se fue admitiendo que no en todas existen las mismas clases. Por otra parte, tampoco
5 La historia de la clasificación de las palabras en un nivel introductoria se puede consultar en Bosque 1990: §§
2.1 y 2.2.; presentaciones más detalladas son Robins (1967 [2000]) o Lyons (1968). También la Gramática de
Alcina Franch y Blecua (1975) trae una “Introducción histórica y teórica” en la que trata el tema y Auroux
(1998) incluye un Apéndice con una “Cronología de la reflexión lingüística”, muy amplia.
las categorías morfológicas que se usaban para distinguir cada clase, parecen manifestarse
universalmente de la misma manera. Así, p. ej., mientras en las lenguas romances los nombres
sólo pueden expresar género -niñ-o/ niñ-a- y número -pez/ pec-es-, en algunas otras, como
griego, latín, alemán o ruso, los nombres también expresan caso -lat. ros-a (caso nominativo
para la función de sujeto)/ rosa-m (caso acusativo para la función de objeto)-, es decir, que la
palabra cambia su desinencia para indicar la función sintáctica que desempeña. Otras lenguas,
en cambio, tienen menos variantes: p.ej. en inglés, los sustantivos no tienen género
morfológico –teacher (maestro-a)- y solo flexionan en número -teacher-s (maestros-as) y en
japonés, los nombres no manifiestan ni género ni número -sensei (maestro-a-os-as)-. En esta
última lengua, además, una de las categorías morfológicas más tradicionalmente unida al
verbo, el tiempo, puede también manifestarse en algunas clases de adjetivos -kirei (lindo)/
kirei-deshita (era lindo)-. En ruso, en cambio, el verbo, además de sus categorías propias,
también manifiesta género –dal/ dal-a/ dal-o (dio (él)/dio (ella)/dio (ello)).
En la actualidad se reconoce que no existen asociaciones constantes entre clases de palabras y
categorías morfológicas, de modo que estas correlaciones deben ser planteadas para cada
lengua. Asimismo, tampoco las clases de palabras son universales, aunque posiblemente en
todas las lenguas existan dos categorías básicas sobre las que se articula la oración, más o
menos semejantes a nombre y verbo.
Por otra parte, según veremos, no solo no existe una asociación constante y universal entre
clases de palabras y categorías, sino que, además de la tradicional manifestación flexional, las
categorías se valen de otros recursos para su expresión en las lenguas.
En las diferentes lenguas, las categorías –es decir los significados que cada una de ellas
transmite- pueden manifestarse por otros medios no morfológicos, como los sintácticos y los
léxicos. Al respecto, en español durante mucho tiempo se discutió acerca de la existencia de
una voz pasiva porque, a diferencia de las lenguas clásicas, como p.ej. el latín, que opone una
expresión morfológica de voz activa –amo (yo amo)- a otra de pasiva –amor (soy amado)-, el
español carece de pasiva morfológica. Sin embargo, la voz pasiva tiene en esta lengua una
manifestación sintáctica que se expresa a través de una forma perifrástica formada por el
verbo ser y un participio concordado con el sujeto –soy amado/a-.6
También puede suceder que una categoría no tenga manifestación en una lengua, como
6 El latín también utilizaba este recurso para los tiempos de perfectum -amatus sum (he sido amado)-.
sucede, también en español, con el caso –categoría morfológica que manifiesta la función
sintáctica de la palabra-, que no tiene en la actualidad manifestación morfológica en los
nombres y ha quedado restringida a su manifestación en los pronombres personales – p. ej. yo
(nominativo)/ me (acusativo/ dativo)/ mí (oblicuo)7-. Cuando una categoría no tiene
manifestación en una lengua determinada se dice que está encubierta (covert), por oposición a
las que se manifiestan (overt).También puede suceder que una categoría no tenga
manifestación en una lengua, como sucede, también en español, con el caso –categoría
morfológica que manifiesta la función sintáctica de la palabra-, que no tiene en la actualidad
manifestación morfológica en los nombres y ha quedado restringida a su manifestación en los
pronombres personales – p. ej. yo (nominativo)/ me (acusativo/ dativo)/ mí (oblicuo)8-.
Cuando una categoría no tiene manifestación en una lengua determinada se dice que está
encubierta (covert), por oposición a las que se manifiestan (overt).
Así como una categoría puede no tener manifestación en una lengua, o bien tener una
expresión reducida, como el caso en español, también puede suceder que una misma categoría
adopte más de un recurso para su expresión en una lengua determinada. Así, p.ej. sucede con
el género en español, que puede expresarse tanto morfológicamente, o sea dentro de la
estructura de la palabra, como en niñ-o/ niñ-a; como sintácticamente, a través de un contraste
como el que se da entre el dentista/ la dentista–; o incluso léxicamente, por un cambio de
palabra, como en toro/ vaca. Y lo mismo sucede con el aspecto, que puede manifestar su
oposición básica, perfectivo/imperfectivo, morfológicamente –cantó (perfectivo, sin mostrar
el desarrollo o estructura interna del evento)/ cantaba (imperfectivo, cursivo, en desarrollo),
pero también por recursos sintácticos como las perífrasis, que indican distintas fases del
desarrollo del evento –empezó a cantar (aspecto inceptivo)/ terminó de cantar (aspecto
culminativo)/ está cantando (aspecto progresivo)/ etc.,- o bien léxicamente, mediante los
significados que transmiten los verbos. En este sentido, p.ej., mientras entrar indica una
acción puntual, dormir se refiere a un evento durativo.
3. El enfoque cognitivo
7 El nominativo es el caso que corresponde a la función sujeto –Yo canto muy bien-; el acusativo, a la de objeto
directo –Me vio en la fiesta-; el dativo, a la de objeto indirecto –Me regalaron un piano-; y el oblicuo, también
llamado terminal o prepositivo, es el que se emplea después de preposiciones – Lo trajo para mí-.
8 El nominativo es el caso que corresponde a la función sujeto –Yo canto muy bien-; el acusativo, a la de objeto
directo –Me vio en la fiesta-; el dativo, a la de objeto indirecto –Me regalaron un piano-; y el oblicuo, también
llamado terminal o prepositivo, es el que se emplea después de preposiciones – Lo trajo para mí-.
Mientras en la concepción tradicional aristotélica cada categoría era considerada una especie
de recipiente que se llenaba con un conjunto de propiedades “necesarias y suficientes” que
servían para caracterizar a la categoría e identificar sus miembros, en años más recientes,
algunos estudios empíricos hechos desde la psicología cognitiva, entre los que destacan los de
Rosch (1973 y 1978), han alertado acerca de algunas falacias de esta interpretación.
Básicamente, estos experimentos han puesto de manifiesto que los miembros de las categorías
no tienen todos el mismo estatus, es decir, que existen mejores y peores ejemplos de cada una
y que, a diferencia de lo que sostenía la tradición aristotélica, las categorías no son
absolutamente independientes ni del sujeto que efectúa la categorización, ni de determinados
factores socio-culturales, ni de la manera particular en que la mente realiza la categorización,
es decir, de los esquemas mentales mediante los que se organiza la experiencia. En este
sentido, Jackendoff (1983: 24) sostiene que
[…] quizás el resultado general más significativo de la escuela de psicología de Gestalt (ver
Wertheimer (1923), Kohler (1929), Kofka (1935)) fue su demostración de la extensión hasta la
cual la percepción es el resultado de la interacción entre el input del medio ambiente y
principios activos en la mente que imponen estructura sobre ese input.
En esta nueva perspectiva ya no se sostiene que percibamos el mundo tal cual es (v. supr.
§2.2), sino una construcción de él moldeada por nuestras capacidades cognitivas, a la que
Jackendoff denomina el “mundo proyectado”. En cuanto a la categorización, para este autor,
en primer lugar, los juicios que formulamos, si bien se producen por mecanismos automáticos
de los que no somos conscientes, no son absolutamente mecánicos, sino que se hacen
creativamente, en el sentido de que responden a reglas que vamos aplicando según los casos.
En segundo lugar, y en contra del principio lógico de bivalencia 9, Jackendoff sostiene que
nuestros juicios de categorización responden al esquema sí/ no/ no seguro, lo cual muestra
que la estructura interna de las categorías y conceptos lexicales por los que estas se expresan
no puede responder exclusivamente a un conjunto de condiciones “necesarias y suficientes”.
En tercer lugar, no son raras las instancias en que no podemos hablar de verdad o falsedad
absoluta, dado que se reconocen múltiples casos dominados por características graduales, que
han conducido a los estudiosos a adoptar un concepto como el de “límite difuso” (que
proviene de la teoría matemática de los conjuntos difusos (fuzzy sets), desarrollada por el
matemático Zadeh (1965) y popularizada en lingüística por Lakoff (1972)).
Junto con estos planteos, también debe considerarse el hecho de que ciertos atributos pueden
estar ausentes en algunos miembros de una categoría, lo que generalmente interpretamos
9 Según el principio de bivalencia de la lógica clásica, una proposición solo puede ser verdadera o falsa, no
existen valores intermedios de verdad.
como excepciones. Este tema ya había sido considerado por Wittgenstein (1953), quien, al
estudiar el significado de la palabra inglesa game (juego), reconoció que no se encuentra una
característica común a todos los miembros de la clase, que van desde juegos de salón, que
involucran habilidad, como el ajedrez; hasta competencias deportivas como el fútbol,
incluyendo otros casos donde no existe competencia, como la ronda infantil. Para explicar
esta amplitud en el interior de una misma categoría, Wittgenstein recurre al concepto de
“parecido de familia”, según el cual los distintos miembros de una clase, como los de una
familia, comparten características – color de ojos, altura, tono de voz, etc. -, aunque no
necesariamente todos posean las mismas.Junto con estos planteos, también debe considerarse
el hecho de que ciertos atributos pueden estar ausentes en algunos miembros de una categoría,
lo que generalmente interpretamos como excepciones. Este tema ya había sido considerado
por Wittgenstein (1953), quien, al estudiar el significado de la palabra inglesa game (juego),
reconoció que no se encuentra una característica común a todos los miembros de la clase, que
van desde juegos de salón, que involucran habilidad, como el ajedrez; hasta competencias
deportivas como el fútbol, incluyendo otros casos donde no existe competencia, como la
ronda infantil. Para explicar esta amplitud en el interior de una misma categoría, Wittgenstein
recurre al concepto de “parecido de familia”, según el cual los distintos miembros de una
clase, como los de una familia, comparten características – color de ojos, altura, tono de voz,
etc. -, aunque no necesariamente todos posean las mismas.
Frente a este panorama, en apariencia caótico, la respuesta de Jackendoff es que la
propiedades que deben ser consideradas son de tres tipos: 1) necesarias, como p.ej. el
concepto de “color” , que es indispensable para describir un término como rojo; 2)
graduales, que “especifican un valor focal o central” y permiten, p.ej., definir las tonalidades
de un color; y 3) típicas, que son todas aquellas que, como las rayas en los tigres o el color
rojo en las manzanas, son características, pero pueden faltar, lo cual permite dar cuenta de los
casos marginales y de las excepciones.
¿Cómo se conjugan los distintos tipos de propiedades? En la línea de las reglas de buena
formación propuestas por el psicólogo gestáltico Wertheimer (1923), Jackendoff propone
reconocer sistemas de reglas de preferencia, que seleccionan entre las opciones posibles
estableciendo una estructura preferida, que responde a la jerarquía de saliencia o prominencia
entre las propiedades. Cuando todas las posibilidades favoritas se conjugan, estamos frente a
un estereotipo de la categoría – una manzana roja, p.ej-. Al reunir la mayor cantidad de
opciones preferidas, estos casos son los que mejor se comprenden y recuerdan. En esta
concepción, los estereotipos surgen “como un fenómeno emergente del máximo refuerzo entre
las reglas de preferencia” (Jackendoff 1983:136). Si se inscriben en un marco/ guión
(frame/script) de referencia, las reglas de preferencia permiten reponer valores por defecto a
partir de lo que resulta más esperable para un determinado caso. Así, p.ej. al hablar de un
tigre, por defecto vamos a pensar en un animal “[…] de pelaje amarillento y con listas oscuras
en el lomo y la cola […] y, al igual que el DRAE en la definición que acabamos de transcribir,
no vamos a tener en cuenta que, aunque minoritarios, también existen los tigres blancos.
Las características expuestas hacen que los hablantes intuitivamente puedan reconocer la
pertenencia de los elementos a una clase y distinguir, en consecuencia, entre miembros
centrales y periféricos. Una conceptualización más amplia como la que estamos presentando,
permite considerar que las categorías no se presentan como cerradas, sino que exhiben una
estructura con límites borrosos, donde es posible ubicar los casos marginales o dudosos.
Ahora bien, ¿qué nos dice la perspectiva cognitiva esbozada respecto de las categorías
lingüísticas? En principio, las categorías lingüísticas responden a las características generales
de la categorización que acabamos de presentar. Desde este enfoque, oposiciones del tipo de
‘objeto’ frente a ‘evento’/ ‘estado’/ ’actividad’; ‘masculino’ versus ‘femenino’ o ‘ahora’/
’antes’/ ‘después’, constituyen puntos de referencia cognitivos mediante los cuales
conceptualizamos algún aspecto de la realidad o del mundo y lo manifestamos
lingüísticamente.
Las categorías lingüísticas, tanto las mayores, como las clases de palabras, o las menores,
como sus “accidentes” o categorías gramaticales, también se interpretan mejor desde una
concepción que no reclame uniformidad absoluta entre sus miembros y permita distinguir
entre casos centrales y periféricos. Para la categoría “nombre”, p. ej., sustantivos como mesa,
libro o zapato serán mejores representantes que felicidad o producción, que aunque tienen
algunas de las características morfosintácticas de la clase, no se corresponden con su
significado prototípico relacionado con “nombrar personas, animales u objetos”. Desde el
punto de vista cognitivo, esto implica que los primeros – mesa, libro, etc.- en tanto responden
mejor al sistema de preferencias elaborado por la lengua para la clase, serán más fácilmente
percibidos como miembros por los hablantes, mientras que los segundos –felicidad,
producción-, que son de tipo abstracto, seguramente presentarán más dificultad. Al mismo
tiempo, palabras que pueden considerarse a caballo entre dos clases, como terminal – la
terminal de ómnibus (sustantivo)/ una enfermedad terminal (adjetivo) o cantar – A mí me
gusta cantar (verbo)/ El cantar de los cantares (sustantivo), sin duda, también resultan más
problemáticas para clasificar.
Así concebidas, internamente las categorías lingüística no solo se forman con miembros
centrales o focales, sino que también muestran efectos de gradación, asimetrías y marcación:
un miembro es tomado como neutro o no marcado –p. ej. el masculino en el género, que
puede abarcar simultáneamente lo femenino como lo masculino, como cuando decimos Los
leones (tanto machos como hembras) viven en la sabana africana, mientras que el otro
miembro, por defecto, se emplea solo cuando es necesario ser más específico: Las leonas
(solo las hembras) están preñadas.
Hasta ahora hemos asumido la existencia de las categorías presentadas en la introducción (v.
§1). No obstante, creemos, ha llegado el punto en que resulta necesario justificar la lista
presentada. ¿Son solo esas las categorías pertinentes o existen más y las hemos dejado de lado
solo porque no tienen manifestación morfológica en español?
Para identificar las categorías más extendidas, Bybee (1985) se vale de una muestra de 50
lenguas representativas de las lenguas del mundo, que había sido recogida por motivos
independientes por Perkins (1980) y reunía lenguas no emparentadas genéticamente ni
pertenecientes a la misma área geográfica o cultural. Una vez examinados los datos, la autora
sostiene (1985: 13):
Cuando uno mira casualmente alrededor de las lenguas del mundo, uno queda
impresionado por el hecho de que las mismas o muy similares categorías flexionales
aparecen en una lengua tras otra. Los sistemas verbales muy comúnmente flexionan en
aspecto y/o tiempo, modo, y persona y concordancia en número con el sujeto. Algo
menos frecuentemente, parece, uno encuentra flexión para causativos, negación, voz y
concordancia de objeto. Para los nombres, número, género, y otros tipos de
clasificadores, caso y a veces deixis se expresan flexivamente. Estas listas no son
exhaustivas, por supuesto, pero el hecho de que es posible armar una lista relativamente
corta de elementos semánticos a menudo expresados flexionalmente indica que debe
haber algunos principios generales que gobiernan la expresión flexional (Trad. nuestra)
Según la mencionada autora, los dos principios que rigen la existencia de las categorías
flexivas son dos: relevancia y generalidad.
Para ser relevante, un contenido semántico debe afectar directamente o modificar el contenido
de otro. Para Bybee, además, la relevancia depende de la prominencia cognitiva o cultural.
Así, p.ej. el aspecto que “representa las diferentes maneras de considerar la constitución
temporal interna de una acción o estado” (Comrie 1976: 3) es más relevante para el verbo, que
el número, que solo indica la cantidad de personas que realizan la acción o estado. Para la
autora, este diferente grado de relevancia entre el aspecto y el número, también se refleja en el
orden de estos elementos en la estructura de la palabra, así en chateábamos, la desinencia
-ba que marca aspecto (además de tiempo y modo), está más cerca de la raíz chat-, es más
interna, que la desinencia de número (y persona) –mos. Por otra parte, el número, en cambio,
es relevante para el nombre, ya que las entidades que estos describen (al menos en la categoría
focal, de los sustantivos comunes y concretos) son esencialmente discretas y contables.
En cuanto a la generalidad, Bybee plantea que “una categoría flexional debe ser aplicable a
todas las raíces de la categoría semántica y sintáctica apropiada y debe ocurrir en el contexto
sintáctico apropiado” (op.cit: 17). Para ser general y aplicable a todas las raíces de una clase
de palabra dada, el contenido de la categoría debe ser mínimo, así p.ej. el número solo indica
cantidad de entidades afectadas de una forma muy general: uno (singular), más de uno
(plural), dos (dual), etc.; el tiempo, por su parte, solo señala si un evento sucedió antes,
durante o después del momento de habla o acto del coloquio. Si el contenido de una categoría
fuera muy específico no se podría aplicar a todos los miembros. Así, la persona es una
categoría que se aplica a todos los verbos y los que no se conjugan en todas las personas,
como los verbos impersonales –llover, granizar, acontecer-, se consideran defectivos, es decir
que constituyen casos periféricos o marginales, las “excepciones” de la teoría clásica, y lo
mismo sucede con los sustantivos que, por diversos motivos no varían en número y están
fijados en singular -cenit- o en plural –víveres, nupcias-. Según plantea Bybee, esta
generalidad de los contenidos transmitidos por las categorías es la que lleva diacrónicamente a
estos elementos a reducirse tanto fonológica como semánticamente hasta convertirse en
elementos desinenciales. Por otra parte, para que este proceso ocurra, el significado que la
categoría transmite debe ser “suficientemente útil comunicativamente para asegurar una gran
frecuencia de ocurrencia” (l.c.). Al tener un valor muy general y no idiosincrásico, el
significado que manifiesta la categoría es fácilmente comprendido por los hablantes, que no
vacilan en aplicar productivamente el proceso, así cada nuevo verbo creado en español, será
conjugado en tiempo, y a cada nuevo sustantivo, se le asignará la flexión en número, excepto,
que pertenezcan a un subgrupo marginal, al que no corresponda aplicar dichas categorías. De
estas características se deriva que las categorías flexionales son obligatorias y su significado
debe ser predecible.
Más allá de los dos principios generales que rigen la existencia de las categorías en las
lenguas, cómo podemos acercarnos a lo que cada una de ellas particularmente transmite. ¿Es
posible identificar algún significado que englobe todos los sentidos en que es usada una
categoría determinada en las distintas lenguas, de modo tal que permita definirla en un sentido
universal? Smith (1991: 22) sostiene que “los sistemas aspectuales de las diferentes lenguas
son asombrosamente similares – aunque,..., también varían en formas sutiles y no sutiles”, lo
cual también puede aplicarse al resto de las categorías. Por eso, no obstante las semejanzas,
siempre ha sido sumamente difícil para los especialistas ponerse de acuerdo en cuanto al
significado básico o central de cada categoría, no solo en diferentes lenguas, sino incluso
dentro de la misma.
Con mayor o menor grado de complejidad, casi todas las categorías lingüísticas poseen más
de un significado, entre los cuales no siempre es sencillo establecer conexiones. Sin embargo,
si aplicamos una perspectiva cognitiva, muchas de estas cuestiones se vuelven más
comprensibles. Desde este enfoque, las categorías no tienen que tener un solo significado
compartido por todos los miembros que las manifiestan. Por el contrario, se acepta que están
constituidas por conglomerados de significados, puesto que lo que determina que una una
manifestación corresponda a una categoría dada es que exprese ciertos significados centrales
que se consideran típicos de esa categoría.
En principio, las categorías se organizan en sistemas con subcategorías contrastantes:
femenino/masculino, singular/plural, anterior/simultáneo/posterior, etc. Además, como ya
hemos visto, las lenguas no solo recurren a distintos medios para expresar las categorías, sino
que, también, en cada una de ellas, el conjunto de significados y oposiciones presentes se
combinan según reglas de preferencia distintas, de modo que, aunque todos pueden ser
encuadrados dentro de las posibilidades que ofrece el repertorio universal, los sistemas
resultan específicos de cada lengua. En cuanto a las oposiciones, tampoco todas las lenguas
manifiestan las mismas, así, mientras en español las dos subclases o variantes del género son
femenino y masculino, las lenguas clásicas y también otras, como el ruso o el alemán, cuentan
también con un género neutro, y ciertas lenguas africanas, americanas y australianas poseen
complejos sistemas de género que contemplan varias subcategorías en parte vinculadas con la
oposición semántica ‘animado’/ ‘-animado’ y en parte relacionadas con “propiedades salientes
de la entidad denotada como su forma y tamaño” (Katamba 1993: 235).
Aun cuando dos lenguas puedan expresar los mismos significados respecto de una categoría,
es posible que los articulen en forma diferente, ya que cada manifestación puede llegar a
sumar significados "aditivos", cuya combinación con los significados principales varía de
lengua a lengua. Así, p. ej., mientras en español es posible hacer una aseveración neutra en
indicativo, en otras lenguas no existe tal posibilidad, ya que el modo de la aseveración
siempre suma alguna otra calificación, que lo convierte en no objetivo (Lyons 1977).
Incluso dentro de una misma lengua, no todas las formas manifiestan o reúnen los valores de
la misma manera, así, en español, mientras las formas simples pueden ser, según el caso,
imperfectivas (presentan el evento en desarrollo) o perfectivas (presentan el evento
globalmente, sin mostrar su desarrollo o estructura interna), y las compuestas, manifiestan
aspecto perfecto (presentan el evento como concluido), las correspondientes progresivas,
suman a los valores aspectuales de las simples y de las compuestas, el significado adicional
de ‘actualidad’ o ‘acción efectivamente realizada’–estoy/ estaba/ estuve/ estaré/ he estado/
etc. cantando-. Otro ejemplo de significado “aditivo” puede ser el pretérito anterior del
español -hube cantado– que, al significado temporal de ‘anterioridad’, propio de las formas
compuestas, añade el valor de ‘inmediato o cercano’, referido al pasado10.
Todas estas cuestiones hacen que la caracterización y, sobre todo la diferenciación de cada
categoría sea una tarea sumamente compleja. Por tanto, aunque el concepto de cada
categoría, definido sobre la base no de uno, sino de un conjunto de significados, básicos y
derivados o principales y secundarios, sea universal, los sistemas que estas categorías
conforman deben ser especificados para cada lengua, es decir, constituyen un verdadero
“parámetro de variación”. Todas estas cuestiones hacen que la caracterización y, sobre todo
la diferenciación de cada categoría sea una tarea sumamente compleja. Por tanto, aunque el
concepto de cada categoría, definido sobre la base no de uno, sino de un conjunto de
significados, básicos y derivados o principales y secundarios, sea universal, los sistemas que
estas categorías conforman deben ser especificados para cada lengua, es decir, constituyen
un verdadero “parámetro de variación”.
10 Si bien se trata de una forma prácticamente desaparecida actualmente, excepto en algún uso literario o de la
lengua escrita. Al respecto, v. Rojo y Veiga 1999.
Dada la preminencia que le damos en nuestra selección de categorías a aquellas que tienen
manifestación flexional, en el siguiente subapartado vamos a introducir algunos conceptos
básicos que nos permitirán comprender mejor este aspecto de las categorías.
Veamos ahora qué funciones cumplen los sufijos de flexión. Ya vimos que no cambian la
palabra sino que simplemente ofrecen “una variante”. Si consideramos las clases de palabras,
vemos que algunas, como los sustantivos, los verbos y los adjetivos, son variables, mientras
que otras, como las preposiciones y las conjunciones, son invariables. ¿Por qué, entonces,
algunas palabras varían? Podemos partir de un ejemplo como (3):
3. El pasajero llegó a la estación.
Cuando queremos hacer referencia a varios pasajeros, no podemos decir:
De las categorías flexionales reconocidas por Bybee en su estudio, las presentes en español
son las siguientes: género, que se manifiesta solo en el nombre; número, en el nombre y en el
verbo; caso, en el pronombre; persona en el pronombre y en el verbo; y tiempo, aspecto y
modo, solo en el verbo. Asimismo en este libro también trataremos la deixis como significado
que remite a la situación comunicativa y está presente en las categorías de tiempo y persona;
así como también, al tratar el caso igualmente nos ocuparemos de la voz, ya que ambas son
categorías íntimamente relacionadas y de gran nivel de abstracción en español
Género Tiempo
Caso Modo
Aspecto
Persona Persona
Número Número
Tabla 1
11 La clase conjugacional se refiere a las desinencias que toma el verbo en relación a la conjugación a la que
pertenece. Para el español, p.ej., existen tres clases conjugacionales señaladas, respectivamente por las vocales
temáticas: -a- para la primera conjugación –amar-, -e-, para la segunda –temer,- e –i- para la tercera –partir. Esta
clasificación implica diferencias en la conjugación entre las clases, p.ej. que los verbos en –a- forman el
imperfecto en –ba – amaba- y los en –e y en –i, en cambio, lo formen en –ía- -temía, partía.
12 En las lenguas como el ruso, en las que el verbo también concuerda en género con el sujeto, también se
consideraría a esta categoría, en esta función, como de concordancia.
independiente y el verbo está en indicativo; en (13), dado que el verbo matriz –dijo- es
declarativo, se mantiene el indicativo en la incluida; en (14), en cambio, como el verbo matriz
–pide- tiene valor exhortativo, exige subjuntivo en el verbo subordinado.
12. El trabajo está listo.
13. Juan dijo que el trabajo está listo.
14. El jefe pide que el trabajo esté listo temprano.
Por último, en cuanto al caso, solo se la considera una categoría configuracional en tanto sirve
para marcar a la palabra en relación con la función sintáctica que cumple en la oración en la
que está incluida.
Si bien estos aportes y distinciones nos parecen pertinentes y serán tenidos en cuenta en el
desarrollo de los distintos capítulos de este libro, como planteo básico para la presentación de
las categorías vamos a ofrecer una perspectiva distinta.
En este libro vamos a ofrecer un enfoque que busca vincular el sentido y funcionamiento
lingüístico de las categorías con sus orígenes discursivos. Así es posible, creemos, hacer
extensiva a todas las categoría, la afirmación de Hopper (1982: 4) respecto del aspecto:
En cuanto a sus funciones, se derivan de su uso discursivo, que aporta una función central “en
cierto sentido universal y un conjunto de funciones aditivas que no son universales, aunque
algunas pueden ser comunes y…representan extensiones semánticas gramaticalizadas de la
función discursiva”
En función de estos planteos, consideramos que estas categorías gramaticalizan -es decir,
manifiestan mediante los recursos gramaticales de la lengua- aspectos que los hablantes
extraen de la situación extralingüística. La clasificación que aquí se propone considera la
vinculación estrecha que tienen las categorías con la situación comunicativa, la cual está en el
origen de la conceptualización que hace el hablante de la realidad que luego transmite
lingüísticamente.
La Tabla 3 muestra el reordenamiento de las categorías que proponemos en función de
una gradación que parte de aquellas fuertemente vinculadas con la situación comunicativa,
que incluye al hablante, al oyente y su entorno; pasa por las categorías que se centran en la
determinación de los eventos y entidades en torno a los que gira la comunicación; y llega
hasta aquellas que, ubicadas en un mayor nivel de abstracción, son las encargadas de la
representación del evento en la estructura oracional.
CATEGORÍAS GRAMATICALES
De la Situación Comunicativa Del Evento De la Escena Oracional
Persona Aspecto Caso
Tiempo Género
Modo Número
Tabla 3
15. Un grupo de científicos argentinos está trabajando en una vacuna contra el mal de Chagas.
Esta oración constituye una afirmación y por lo tanto, se presenta en modo indicativo,
con lo cual el hablante está manifestando algo que corresponde a la realidad. Ahora, si alguien
dijera:
16. Me gustaría/ Ojalá que la vacuna contra el mal de Chagas estuviera pronto a disposición de los
afectados por la enfermedad.
Al emitir un deseo, el hablante, en (16), ya no se ubica en el plano de la realidad fáctica sino
en el de otra realidad virtual o posible, que pertenece, en este caso, al plano de su
intencionalidad. Este desplazamiento mental se logra, lingüísticamente, mediante el uso de
otra forma del modo indicativo, el potencial, o con el agregado de una adverbio modal como
ojalá en la oración principal y con el empleo del subjuntivo en la subordinada. Los modos
verbales y otros recursos de la modalidad permiten la instalación de situaciones en realidades
alternativas a las que efectivamente ocurren en el mundo percibido. Entonces, el modo tiene
que ver con el grado de realidad que adjudicamos a un evento. No obstante, a pesar de
ubicarla con las categorías de la situación comunicativa, el modo, que tiene una vinculación
menos estrecha con ella, no se considera deíctico. No es un señalamiento a la situación
comunicativa directo como el que realizan la persona y el tiempo, aunque sí es una categoría
vinculada, a través del hablante y su posicionamiento frente al evento que transmite, a la
situación comunicativa.
13 El guión delante de una palabra indica un valor negativo, así ‘–animado’ se lee ‘no animado’.
14 Para los papeles temáticos que cumplen los argumentos del verbo, v. nota 15 infr.
percepción de ellas es básicamente espacial y, al menos en sus orígenes, sobre todo en lenguas
indoeuropeas, se relaciona con distinciones que tienen que ver con conceptos tales como
‘±-animado’15 y, dentro del universo de lo ‘animado’ se solía aplicar una diferenciación
vinculada con la distinción sexual entre machos y hembras. No obstante, en otras familias de
lenguas se pueden advertir otro tipo de clasificaciones que tienen en cuenta, además de las
mencionadas, distinciones que consideran diferentes cuestiones, tales como el tamaño, la
forma y otras dimensiones en relación con los objetos o bien si se trata de vegetales o de
elementos de la naturaleza. Actualmente se considera que, el origen semántico del género es
residual y que se ha perdido la vinculación con la motivación inicial, de modo que los
hablantes no son conscientes de ella y se pueden dar situaciones como la que ocurre en el
alemán actual, en el que existen nombres de personas, como das Mädchen (la muchacha) o
das Kind (el niño), que tienen género neutro, por lo tanto, el género constituye básicamente
una distinción gramatical. No obstante, en todas las lenguas existen mecanismos que separan
los nombres en géneros o clases, que determinan su funcionamiento. Así, en (17) decimos los
fanáticos y no *las fanáticos; y en (18), usamos el para paquete y la para mesa. En (17) hay
referencia a una entidad animada, por lo que la manifestación de género es morfológica y
remite a la oposición entre ‘femenino’/’masculino’; en (18), en cambio, ambas entidades –el
paquete y la mesa- son [-anim]’ y su género es inherente, por lo que se manifiesta solo por la
concordancia con el determinante (el para libro y la para mesa). Según vemos, entonces, el
género es el clasificador nominal por excelencia, ya que divide a los nombres en clases
(femenino, masculino, neutro, etc., según las lenguas). Ahora bien, en nuestros intercambios,
no podemos hacer referencia ni a las entidades ni a los eventos en que participan sin
categorizarlos. Esta categorización implica que mediante el lenguaje demos cuenta de cómo
los percibimos. Con respecto a las entidades, nuestra percepción de ellas es básicamente
espacial y, al menos en sus orígenes, sobre todo en lenguas indoeuropeas, se relaciona con
distinciones que tienen que ver con conceptos tales como ‘±-animado’ 16 y, dentro del
universo de lo ‘animado’ se solía aplicar una diferenciación vinculada con la distinción sexual
entre machos y hembras. No obstante, en otras familias de lenguas se pueden advertir otro
tipo de clasificaciones que tienen en cuenta, además de las mencionadas, distinciones que
consideran diferentes cuestiones, tales como el tamaño, la forma y otras dimensiones en
relación con los objetos o bien si se trata de vegetales o de elementos de la naturaleza.
Actualmente se considera que, el origen semántico del género es residual y que se ha perdido
15 Los rasgos semánticos que componen las palabras se colocan convencionalmente entre comillas simples.
16 Los rasgos semánticos que componen las palabras se colocan convencionalmente entre comillas simples.
la vinculación con la motivación inicial, de modo que los hablantes no son conscientes de ella
y se pueden dar situaciones como la que ocurre en el alemán actual, en el que existen nombres
de personas, como das Mädchen (la muchacha) o das Kind (el niño), que tienen género
neutro, por lo tanto, el género constituye básicamente una distinción gramatical. No obstante,
en todas las lenguas existen mecanismos que separan los nombres en géneros o clases, que
determinan su funcionamiento. Así, en (17) decimos los fanáticos y no *las fanáticos; y en
(18), usamos el para paquete y la para mesa. En (17) hay referencia a una entidad animada,
por lo que la manifestación de género es morfológica y remite a la oposición entre
‘femenino’/’masculino’; en (18), en cambio, ambas entidades –el paquete y la mesa- son [-
anim]’ y su género es inherente, por lo que se manifiesta solo por la concordancia con el
determinante (el para libro y la para mesa). Según vemos, entonces, el género es el
clasificador nominal por excelencia, ya que divide a los nombres en clases (femenino,
masculino, neutro, etc., según las lenguas).
Además de la clasificación que impone el género, nuestra conceptualización de las entidades,
tanto [anim] como [-anim], las concibe como cuantificables. Así, la mayor parte de las
lenguas distingue mediante la categoría de número, entre el singular ‘uno’, en muchas lenguas
no marcado, y el plural o ‘más de uno’. También, como ya hemos dicho, muchas lenguas
presentan distinciones más finas que añaden nociones como dual (para dos), trial (para tres) o
paucal (para pocos), entre otras posibles. Además de ser una categoría nocional vinculada con
la cuantificación, en muchas lenguas, incluido el español, el número es también una categoría
de concordancia tanto en el sintagma nominal como en la relación entre el verbo y su sujeto.
En el verbo, tanto persona como número son categorías periféricas que no cuantifican el
evento sino que señalan cuántas y cuáles son las personas que intervienen en el evento.
Además de la clasificación que impone el género, nuestra conceptualización de las entidades,
tanto [anim] como [-anim], las concibe como cuantificables. Así, la mayor parte de las
lenguas distingue mediante la categoría de número, entre el singular ‘uno’, en muchas lenguas
no marcado, y el plural o ‘más de uno’. También, como ya hemos dicho, muchas lenguas
presentan distinciones más finas que añaden nociones como dual (para dos), trial (para tres) o
paucal (para pocos), entre otras posibles. Además de ser una categoría nocional vinculada con
la cuantificación, en muchas lenguas, incluido el español, el número es también una categoría
de concordancia tanto en el sintagma nominal como en la relación entre el verbo y su sujeto.
En el verbo, tanto persona como número son categorías periféricas que no cuantifican el
evento sino que señalan cuántas y cuáles son las personas que intervienen en el evento.
Así como las entidades se conciben espacialmente, los eventos, de naturaleza más abstracta,
se conceptualizan en su transcurrir. Las lenguas, en las que la categoría de aspecto es una de
las más extendidas, necesitan precisar de qué tipo de evento se trata –durativo, puntual,
repetido, etc.-, lo que se conoce como aspecto léxico o de situación, y también cómo lo enfoca
el hablante -en proceso, completado, en alguna de sus fases (inicial, terminal, etc) o en sus
resultados-, lo que constituye el aspecto gramatical o de punto de vista. Toda esta información
que el aspecto proporciona resulta esencial para nuestra comprensión de los eventos. El
aspecto nos dice de qué tipo de evento se trata y en ese sentido cumple la misma función que
el género en el ámbito nominal: es un clasificador del evento. No obstante, el aspecto también
está atravesado por la cuantificación que tiene en cuenta la pluralización de los sucesos e
informa si el evento es uno o múltiple, si se repite en forma habitual, etc. (De Miguel 1999,
Giammatteo 2004).
17 Más específicamente el término latino voz (vox) se utiliza para hacer referencia a la manifestación de la
diátesis en la morfología verbal, sin embargo, en este libro se ha optado por utilizar ambos términos, latino voz-
y griego diátesis- indistintamente. (v. cap. 9).
18 Los argumentos del verbo representan los distintos participantes que intervienen en el desarrollo del evento.
P. ej., un verbo como leer, involucra dos argumentos: alguien (Agente) que lee algo (Tema); hablar, sólo pide
uno (agente) y poner exige tres: alguien (Agente) pone algo (Tema) en algún lugar (Locativo).
19 El argumento Agente representa al participante que voluntariamente causa y realiza una acción, como Juan
en Juan estudia mucho. El agente es típicamente ‘animado’. Cuando el causante de la acción no tiene el rasgo
‘animado’ se identifica como Causa o Fuerza, como la inundación en La inundación anegó la ciudad; o como
Instrumento - el medio u objeto empleado para realizar la acción -, como Luis cortó el pan con el cuchillo.
20 Convencionalmente, el papel temático que se enlaza con la función sujeto se subraya.
21 El argumento Tema representa al objeto efectuado, afectado o trasladado o cuya existencia o posición se
predica, como el libro en Esteban lee un libro.
22 El argumento Agente representa al participante que voluntariamente causa y realiza una acción, como Juan
en Juan estudia mucho. El agente es típicamente ‘animado’. Cuando el causante de la acción no tiene el rasgo
‘animado’ se identifica como Causa o Fuerza, como la inundación en La inundación anegó la ciudad; o como
Instrumento - el medio u objeto empleado para realizar la acción -, como Luis cortó el pan con el cuchillo.
23 Convencionalmente, el papel temático que se enlaza con la función sujeto se subraya.
24 El argumento Tema representa al objeto efectuado, afectado o trasladado o cuya existencia o posición se
predica, como el libro en Esteban lee un libro.
25 El argumento Locativo es el que designa una ubicación en relación con el evento, como la silla en María se
sentó en la silla.
Las alternancias manifiestan diferentes posibilidades –puntos de vista – para dar cuenta en la
estructura oracional de una situación extralingüística determinada y, en ese sentido, permiten
al hablante “construir” distintas representaciones del evento en función de sus intereses
comunicativos. Así, mediante el uso de una u otra estructura –activa, pasiva, media, entre
otras-, el hablante puede tanto focalizar, es decir, destacar algún participante determinado, o
por el contrario, sacarlo de escena, desfocalizarlo hasta eliminarlo.
25. a.El uso excesivo agotó los recursos. (Se destaca la Causa)
b. Los recursos se agotaron por el uso excesivo. (Se destaca el Tema)
c. Los recursos se agotaron (solos). (Se elimina la Causa y se sugiere una lectura de proceso
según la cual el agotamiento de los recursos se produjo “naturalmente”)
Por último, no está de más destacar que detrás de la manifestación lingüística de la situación
comunicativa y de sus participantes, de los eventos que suceden en ella, así como las
entidades que intervienen y las maneras en que las lenguas los representan en la que hemos
denominado la escena oracional, siempre está el hablante. La presentación que este hace de
los sucesos está siempre atravesada por diversos contextos – discursivo, social, histórico-
cultural, entre otros – que traspasan su hic et nunc, a partir de los cuales, sirviéndose de las
categorías que le provee la lengua, presenta los sucesos desde una perspectiva determinada,
que puede ser más o menos subjetiva. Así “[t]odas las conceptualizaciones relacionadas con la
perspectiva son el resultado de “nuestro estar en el mundo” en una determinada localización y
de una determinada manera” (Croft y Cruse 2008: 92) tanto como de contemplar la situación
presentada desde un determinado punto de vista. Así en toda comunicación, junto con unos
hechos definidos siempre estamos transmitiendo nuestra propia visión de los mismos.
Referencias bibliográficas