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Los amores difíciles de Maxim Gorki

Cultura
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14 abril 2014
Yan Shenkman

Dibujado por Natalia Mijáilenko






El gran escritor proletario Maxim Gorki, autor del drama 'Los bajos fondos' o la novela
'La madre' nunca tuvo suerte con las mujeres. Él las amaba, pero ellas a él, no.

A los 19 años Gorki se encontraba completamente solo e incluso intentó suicidarse. La


bala le atravesó un pulmón, por lo que el resto de su vida sufrió enfermedades
pulmonares. Al volver en sí se fue directamente al psiquiatra. El médico le dijo:
“Encuentra a una muchacha que entienda de amor. Te hará bien.”

Gorki encontró a una mujer casada 6 años mayor que él. Aquel romance fue un fracaso.
Ella se negó a abandonar a su marido. Se separaron, y al cabo de dos años volvieron a
encontrarse. Cuando descubrió que estaba viviendo sola, sin su marido, le embargó tal
felicidad que se desmayó. Volvieron a salir juntos y se fueron a vivir a unos baños
situados en el patio de la casa de un sacerdote alcohólico. Esto daba a la relación un
encanto particular.

Gorki vivía la sexualidad como algo doloroso. Siendo todavía un adolescente, solía
acudir a orgías sexuales, aunque nunca tomó parte en ellas. Permanecía junto a la pared
cantando canciones populares con la esperanza de expiar así los pecados de los que
copulaban y ponerlos en el buen camino. Más tarde describió estas escenas en la
novela La vida de Klim Samguín.

Durante un tiempo Gorki vivió con una joven prostituta, diciendo que trataba de ponerla
en el buen camino. Después conoció a una actriz del Teatro del Arte de Moscú, María
Andréieva, alumna de Stanislavski. También estaba casada. Gorki viajó a EE UU con
ella para tratar reunir dinero para apoyar la revolución, y la presentaba a todo el mundo
como su mujer. Al final la prensa armó un escándalo y tildó al escritor de anarquista y
polígamo. En los hoteles se negaban a alojarlos juntos, diciéndoles: “¿Se creen que esto
es Europa?”. Así que Gorki no llegó a conseguir los fondos necesarios para la causa
revolucionaria. El amor se lo impidió.

Después de la revolución se convirtió en un autor al que acudían a pedirle ayuda. Una


vez lo visitó una joven poeta, que llegó llorando: llevaba un bebé, pero su pecho había
dejado de producir leche. Inmediatamente Gorki escribió una carta a la institución
encargada de distribuir leche y, para acelerar el trámite e indicó que el niño era su hijo
ilegítimo. Acto seguido un tumulto de madres jóvenes fue a buscarlo. Al poco tiempo el
camarada encargado de la leche se rebeló y dijo que no estaba en condiciones de
proporcionar leche a tal cantidad de hijos de Gorki, y que el propio escritor debería
avergonzarse.

En 1919 conoció a una mujer de apellido Benkendorf-Budberg. También se llamaba


María y se convirtió en su secretaria. Tenía fama de ser una aventurera internacional. Se
decía que estaba relacionada con el espionaje inglés y, al mismo tiempo, con el NKVD.
La llamaban la “mi lady rusa” en referencia a la protagonista de la novela de Dumas Los
tres mosqueteros.

Se fueron a vivir juntos. Todo habría ido bien, pero entonces llegó a Rusia el famoso
escritor inglés de ciencia ficción H.G. Wells. No pudo encontrar una habitación de hotel
y se alojó en casa de Gorki. Wells dejó un retrato repulsivo de la mujer de Gorki: “Va
desaliñada, unas inquietantes arrugas surcan su frente y tiene la nariz rota. Come
deprisa, engullendo enormes bocados, bebe mucho vodka y su voz es ronca, grave,
probablemente porque es una fumadora empedernida”.

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Pero todo esto no fue un obstáculo para que Wells tuviera una aventura con ella.
Supuestamente una noche se equivocó de puerta y se metió en su habitación. Por la
mañana Gorki los descubrió en la misma cama. María trató de tranquilizarle: “¡Mira que
eres…! ¡Incluso para la mujer más ardiente resultaría demasiado estar con dos escritores
famosos a la vez! ¡Y, además, Herbert es mayor que tú!”.

Tras la muerte de Gorki ella se marchó a vivir a Londres. La aventura con Wells
continuó y derivó en una relación estable. Según cuentan, podía beber tal cantidad de
ginebra sin diluir, que ni un experto marinero, y aun así nunca llegaba a emborracharse.
Incluso en los últimos años de su vida empezaba la mañana con cien gramos de vodka
y, solo después, se sentaba a desayunar. Pero no llegó a casarse con Wells. Nunca pudo
olvidar a Gorki. Fue una mujer poco común la pareja del escritor proletario. Una mujer
sobre la que aún siguen circulando leyendas.

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