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En esa tesitura, también, se colocaba Barrow, para quien el álgebra no era matemática
sino magnitudes geométricas expresadas de manera simbólica.
álgebra. Para Descartes, por ejemplo, representaba o una longitud o un área, mientras
John Wallis fue incluso más lejos que estos intelectuales, derivó todos los resultados del
Libro V de Euclides de manera algebraica.
El punto que debe señalarse aquí refiere de nuevo a la fundamentación del álgebra, que
no se podía dar en términos similares a los de la geometría griega. Algunos buscaron
métodos y nociones geométricas asociadas a procesos algebraicos o aritméticos, pero
resultaba imposible. ¿Cómo representar números complejos, negativos o irracionales?
Si bien los más críticos rechazaron el álgebra y la aritmética que aparecía tan
inconsistente, la realidad es que la mayoría optó por usarlas. Con ello se dio un cambio
en los criterios para validar los resultados matemáticos y de sus métodos, con una
mayor apelación a la prueba y el error, la heurística, la intuición, los argumentos físicos
y la inducción que dominaría por muchos años. De hecho, hasta el siglo XIX.
Esto último es importante; no se podía dar en términos lógicos una respuesta apropiada
para justificar la validez del álgebra y la geometría con base en los criterios de la
Antigüedad clásica aplicados a la geometría. Esto no solo valoriza los prejuicios o
debilidades matemáticas de la época, sino también retrata una época completa, que ha
retomado las tradiciones clásicas y las ha avanzado pero que todavía no encuentra todas
las afirmaciones propias de su desarrollo. Por otra parte, nos señala el sentido histórico
de los métodos, los significados y el lugar de los criterios de las matemáticas y las
ciencias en general.