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IGNACE DE LA POTTERIE, S. I.

CÓMO PLANTEAR HOY EL PROBLEMA DEL


JESÚS HISTÓRICO
Come impostare oggi il problema del Gesù storico?, iviltà Cattolica, 120 (1969) 11,
447-463

La historicidad de los evangelios, es decir, la relación entre el Jesús histórico y el Cristo


de la fe es uno de los problemas más candentes de la teología actual. La Iglesia, por su
parte, le ha prestado asidua atención durante los últimos años en varios documentos que
definen su postura al respecto y salen al paso de teorías y soluciones que atentan contra
la historicidad de la revelación.

En la primera parte de este trabajo intentaremos clarificar las dificultades que nacen del
estudio moderno de los evangelios. A continuación presentaremos el esbozo de un
método que nos permita encontrar una solución auténtica al problema en sus dos
vertientes: que la historia evangélica está kerigmatizada y, por otro lado, que los
evangelios "narran fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, viviendo entre los hombres,
hizo y enseñó realmente para su eterna salvación" (Dei Verbum 19). En una palabra, es
preciso mostrar que entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe no hay ruptura sino
unidad y continuidad.

EL PROBLEMA

Insuficiencia de la postura clásica

En los últimos años, diversos estudios han demostrado que la autenticidad literaria de
los evangelios no es suficiente argumento de historicidad. En primer lugar, no falta
quien ponga en duda la autenticidad literaria de Mateo y Juan. Aun manteniendo ésta,
sin embargo, el argüir que eran apóstoles -testigos oculares- no prueba que todos sus
relatos tengan valor histórico en lo que a Jesús se refiere, ya que han de tenerse en
cuenta las tradiciones asimiladas en los textos. Es igualmente arbitrario suponer que la
versión griega de Mateo sea simple traducción literal del primitivo texto arameo. Por
otro lado, y con respecto a Marcos, parece claro que además del testimonio de Pedro
confluyen también en el evangelista otras fuentes, así como elementos de naturaleza
redaccional.

La dificultad principal, sin embargo, surge del hecho de que los evangelios no se
pueden concebir como simple testimonio directo e inmediato. En ellos hay, además, una
"actualización" del mensaje de Jesús según las necesidades de la comunidad cristiana,
una larga y laboriosa tradición (historia de las formas: Formgeschichte) y, por otra
parte, una visión teológica propia de cada evangelista sobre los hechos y palabras del
Señor (historia de la redacción: Redaktionsgeschichte), es decir, todo un trabajo de
interpretación teológica.
IGNACE DE LA POTTERIE, S. I.

Teología del kerigma y vida de Jesús

Fue M. Kähler el primero en distinguir entre Jesús y Cristo, según la distinción de los
términos alemanes historisch y geschichlich. Lo importante para la fe, se venía a decir,
no es el "Jesús histórico" sino el "Cristo bíblico" que nos ofrecen los eva ngelios. A
partir de Kähler se ha buscado cada vez más sustituir una teología de la vida de Jesús
por una teología del kerigma.

Así hizo Bultmann, para quien la existencia histórica de Jesús y su predicación son
simple presupuesto del kerigma apostólico que es el auténtico comienzo del
cristianismo. El interés de la fe se reduce al Cristo enseñado en el kerigma: entre el
Jesús histórico y el Cristo bíblico se establece una ruptura radical. Y es así como
Bultmann ha podido concluir: "Sobre el Jesús de la historia no sabemos casi nada".
Según esto los evangelios dejan de ser historia: para la crítica radical serán sólo
kerigma.

Se llega, pues, a una postura absolutamente contraria a la de la teología liberal, como


reacción a la cual surgió precisamente la teología del kerigma. La actitud liberal, en
efecto, buscaba reconstruir la auténtica vida de Jesús, reduciendo la teología a partir de
los hechos brutos de la historia.

Últimas reacciones. Los "post-bultmanianos"

Superadas ambas posturas extremas, en la crítica actual se descubre un retorno al Jesús


histórico sin pretender, claro está, una reconstrucción de tipo positivista y sin olvidar,
por lo mismo, las aportaciones de la historia de las formas y de la historia de la
redacción en lo que tienen de acertado.

Por lo que se refiere a la crítica de Bultmann, se le acusa de "deshistorizar el Nuevo


Testamento", de despersonalizar a Jesús -reducido a simple acontecimiento salvífico (el
factum de su existencia)- y presentarlo como una idea, de arriesgarse a no tomar en serio
la encarnación (al estilo docetista) e, incluso, de cierto neo-gnosticismo: según él, en
efecto, Dios no puede revelarse en la historia sino sólo en la decisión existencial de la
fe.

Otros autores se esfuerzan por llenar de manera positiva el abismo abierto por la
historia de las formas entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Quienes se mantienen
fieles a la importación existencial de Bultmann no buscan, en el Jesús de la historia, una
mera referencia a unos acontecimientos tomados objetivamente (hechos brutos) sino que
se esfuerzan por conocer la actitud personal que el mismo Jesús mantuvo
subjetivamente. Buscan, así, la continuidad entre la predicación de Jesús y la de la
comunidad pascual (Käsemann), entre la fe de Jesús y la de la Iglesia primitiva
(Ebeling), entre el significado del Jesús histórico y el significado del Cristo predicado
(J. Robinson). En esta línea, sin embargo, el interés se centra casi exclusivamente en el
mensaje y palabras de Jesús, descuidando los hechos significativos de su vida.

Por lo demás, la corriente existencialista apenas presta atención a los criterios de


historicidad del material evangélico, aspecto por el que se interesa cada vez más la
crítica actual -protestante y católica-, como en seguida veremos.
IGNACE DE LA POTTERIE, S. I.

ESBOZO DE UN MÉTODO

Para un estudio seriamente crítico de los sinópticos se han de tener en cuenta tanto el
análisis literario como la interpretación teológica.

Del Cristo de los evangelios al Jesús histórico (análisis)

Intentamos ahora rehacer en lo posible la historia de las tradiciones


(Traditionsgeschichte) y separar los elementos "redaccionales" -de los evangelistas- de
lo que proviene de la tradición anterior hasta sus estratos más primitivos. Se admite,
pues, como válida la idea fundamental de la historia de las formas y de la historia de la
redacción.

Sólo aquellos elementos que se remontan al principio de la tradición ofrecen suficiente


garantía de historicidad. Y para llegar al Jesús histórico hay que descartar las
modificaciones de los evangelistas en su redacción (con actualizaciones, por ejemplo,
de tipo parenético: cfr Lc 9, 23 ) y las formas literarias y temas teológicos debidos a la
interpretación presinóptica. Un ejemplo del primer caso sería el bautismo de Jesús: un
hecho histórico es explicado por la Iglesia primitiva a base de un género literario
judaico -el de "visión interpretativa"-, por el que los judeo-cristianos expresaron su fe en
Jesús, Hijo de Dios (Lentzen-Deis). La interpretación eucarística de la multiplicación de
los panes sería un ejemplo del segundo caso: es la liturgia primitiva el lugar de origen
de semejante tema teológico.

El sentir de la crítica actual es unánime sobre la necesidad de realizar este análisis. Lo


primero y esencial -se dice- es escribir una historia de la tradición (W. G. Kümmel, N.
Perrin) : hemos de ir del evangelio a las fuentes y de las fuentes a Jesús (B. Rigaux,
LéonDufour). De igual manera proceden Jeremias en su trabajo sobre las parábolas y
Dupont en su obra Les béatitudes. La Iglesia, por su parte, confirma esta necesidad: "...a
fide communitatis apostolicae in Jesum Christum gressum facere ad historicam
existentiam Eíus".

Un análisis de esta índole puede llevarnos a los últimos estratos de la tradición. Pero,
¿son realmente históricos estos últimos elementos?, ¿con qué criterio afirmamos o
negamos que tal o cual elemento del kerigma primitivo corresponde a una palabra o
hecho personal de Jesús? Es el problema de los criterios de historicidad, de los que
enunciaremos los que parecen más válidos y son admitidos con mayor unanimidad por
la crítica.

Criterio del testimonio múltiple (H. K. McArthur, N. Perrin, escuela inglesa) : ha de


tenerse por auténtico el dato que se encuentra en todas o casi todas las fuentes de los
sinópticos (Mc, Q, especiales de LO. Para la escuela bultmaniana, sin embargo, este
criterio adolece de exclusiva dependencia de las fuentes escritas, sin tener en cuenta la
problemática de la historia de las formas acerca de la tradición oral anterior: un dato
puede haber cobrado semejante testimonio múltiple por desempeñar una función
importante en la comunidad judeo-cristiana inicial, influyendo así en ulteriores estratos
de la tradición. Ahora bien: para negar de esta manera la historicidad de un dato
semejante primero se ha de demostrar verdaderamente este su supuesto origen
comunitario (como, por ejemplo, parece haberse logrado con respecto al bautismo de
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Jesús, al que ya nos hemos referido). Claro está que un juicio acabado sobre la
autenticidad deberá tener siempre en cuenta también lo s otros criterios.

Criterio de la desemejanza a discontinuidad: deben considerarse auténticos los


elementos evangélicos (palabras de Jesús sobre todo) que sean irreductibles a las
concepciones del judaísmo o a las de la tradición posterior de la Iglesia, especialmente
la judeo-cristiana. Para algunos este criterio sería casi el único válido (Bultmann,
Käsemann). Admitida su utilidad y garantía, su vigencia no puede ser sin embargo
exclusiva, en el sentido de que cualquier elemento de cariz judaico o judeocristiano
hubiera de ser -por esto mismo- inauténtico. Veamos ahora la aplicación de este criterio
en algunos ejemplos. Jesús se ha dirigido a Dios con el término "Abba", sin
antecedentes en la concepción judaica: sólo Él puede llamar a Dios "Padre mío" y en Él
pueden hacerlo también los hombres (jeremías). De igual manera -y contrariamente al
parecer de Bultmann y G. Klein- las expresiones "venid conmigo" y "pescadores de
hombres" (Mc 1, 16-20) son auténticas de Jesús: en el judaísmo era el discípulo quien
elegía a su maestro, y no al revés -como hace Jesús con autoridad-, y la comunidad
apostólica no habla nunca de "seguir a Jesús" al referirse a su fe en Cristo; en cuanto a
la imagen "pescadores de hombres", en boca de Jesús tiene un peculiar significado
soteriológico, que desborda el sentido punitivo-escatológico de que gozaba en textos
precristianos. Los relatos del bautismo y tentaciones son también casos patentes de
discontinuidad, esta vez, con la Iglesia primitiva: los cristianos no podían inventar
escenas de este género, que no responden a la situación vital (Sitz im Leben) de la
comunidad post-pascual.

Criterio de la conformidad o continuidad: se trata esencialmente de verificar la


coherencia de una palabra o hecho de Jesús con el ambiente palestinense y con su
personal y concreta situación vital (Sitz im Leben Jesu), pero sobre todo con las
características fundamentales de su mensaje (proclamación e instauración del Reino
mesiánico-escatológico). El resultado es sorprendente: la urgencia escatológica aparece
con insospechada reiteración en el estadio primitivo que nos ocupa. Así, las parábolas
de Jesús reflejan claramente la Buena Nueva, la actualidad escatológica del Reino de
Dios. El análisis de las bienaventuranzas, a la luz de este criterio, las revela también
como la Buena Nueva de la venida del Reino mesiánico, si se prescinde del ropaje
social (Lc) o catequético- moral (Mt) que las reviste, debido al esfuerzo de actualización
operado por los respectivos evangelistas (Dupont). Lo mismo se diga del Padrenuestro
cuya forma primitiva, según recientes estudios, era de plegaria por la instauración del
Reino. Este análisis es extensible también a numerosas acciones de Jesús que, al nivel
primitivo, manifiestan la típica resonancia mesiánico-escatológica. Este criterio de
coherencia nos acerca siempre al Jesús histórico.

Características generales de las palabras y acciones de Jesús: este criterio no es sino


un ulterior desarrollo del anterior. Encontramos en las palabras de Jesús una serie de
rasgos incluso formalmente específicos (Schürmann): una excepcional conciencia de sí
("autoconciencia cristológica" ), una nota de decisión, un hablar con autoridad y aquel
acento peculiar -ya indicado- de urgencia escatológica; abundan en los evangelios
expresiones con todos estos matices de profundo "significado cristológico". En cuanto
al contenido, el comportamiento característico de Jesús revela una actitud nueva de
amor hacia los pecadores y de compasión para con los que sufren, mientras que fustiga
la autosuficiencia e hipocresía; sobre todo, manifiesta una orientación radical y decidida
hacia Dios, Señor y Padre (W. Trilling). De igual manera, sus milagros tienen un estilo
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muy propio: nada hay en ellos de publicidad y provecho personal, son siempre "signas
de salvación", íntimamente ligados con la fe y la venida del Reino. Estas diversas
características dan garantías de autenticidad histórica.

Del Jesús histórico al Cristo de los evangelios (interpretación)

El análisis literario y la selección de criterios de historicidad, aunque necesarios, no son,


sin embargo, suficientes para emitir un juicio definitivo sobre el Jesús histórico. Es
preciso profundizar en la interpretación del material evangélico, en sentido inverso: es
decir, hay que ir "de Jesús a los evangelios". Y, en primer lugar, hay que interpretar el
material primitivo al nivel histórico del ministerio de Jesús: este paso nos permitirá
sistematizar las características fundamentales de su obra, en un intento por descubrir
todo el significado teológico, toda la resonancia religiosa de lo que dice y hace Jesús en
el contexto histórico de su vida. No se trata de reconstruir los acontecimientos externos
de su existencia, sino de percibir en ella la primera revelación de la profundidad de su
misterio y de su misión. Aquí precisamente será donde se manifieste aquella resonancia
cristológica, mesiánica y escatológica del mensaje de Jesús que caracteriza igualmente
su situación vital; de explicitar tal resonancia se encarga toda la tradición posterior,
aunque, de ordinario, el sentido primitivo será más rico y profundo que cualquier
explanación o aplicación.

Un segundo paso nos lleva a interpretar la voz de la comunidad pascual para hacer lo
mismo, en un tercer momento, con la redacción propia de los evangelistas. Ta nto el
kerigma primitivo como los evangelios no se limitaron a reproducir exacta y
mecánicamente la vida de Jesús, sino que atendían a su significado para la vida cristiana
según las necesidades de la Iglesia.

A pesar de su intrínseca complejidad, una exégesis según el método de la historia de las


tradiciones será siempre más fidedigna y fecunda y podrá evidenciar que no hay ruptura
entre historia y fe. La revelación cristiana no está contenida solamente en el mensaje
histórico de Jesús, proclamado hacia los 30 años de nuestra era (jeremías); pero
tampoco está contenida tan sólo en el kerigma de la comunidad primitiva (Bultmann) ;
se encuentra en la obra y palabra de Jesús el Cristo, presentada e interpretada por la
Iglesia apostólica y por los evangelistas.

Tradujo y condensó: CARLOS CHÁSCALES

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