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La alegría
Sin embargo, la alegría también puede ser causada por la tristeza porque recordamos
aquello que amamos, según dice Santo Tomás. Es decir, los apóstoles, cuando
recordaban a Cristo en su ausencia, antes de la resurrección, se alegraban y
consolaban con su recuerdo. Más aún si él mismo les había dicho que iban a volver a
verlo, aunque en su momento no lo entendieran.
Así también, el recordar las cosas tristes pasadas puede ser causa de alegría porque
ya no se tiene ese mal o por lo menos no se tiene con la misma fuerza que entonces.
Por eso San Agustín dice que: “muchas veces recordamos alegres las cosas tristes, y
sanos los dolores sin dolor, y entonces estamos más alegres y contentos.” Porque
cuanto mayor ha sido el peligro en el combate, tanto mayor es el gozo en el triunfo”.1
Este también sería el caso de los discípulos pero luego de la resurrección, cuando, al
recordar la tristeza de los días anteriores, se alegraran de que ya pasó, teniendo al
maestro nuevamente con ellos. ¿Qué gozo más grande que éste?
1
La tristeza puede considerarse de dos maneras: una, en cuanto existe en acto; otra, en cuanto está en la
memoria. Y de una y otra manera la tristeza puede ser causa de delectación. En efecto, la tristeza existente en
acto es causa de delectación, en cuanto que trae a la memoria la cosa amada, de cuya ausencia uno se entristece,
y, sin embargo, con la sola aprehensión de ella se deleita. Pero el recuerdo de la tristeza se convierte en causa de
delectación por razón de la evasión subsiguiente, pues el carecer de un mal se considera como un bien. De ahí que
por el hecho de que un hombre conoce haberse liberado de algunas cosas tristes y dolorosas, se acrecienta en él la
materia del gozo, conforme a lo cual dice San Agustín en XXII De civ. Dei que muchas veces recordamos alegres las
cosas tristes, y sanos los dolores sin dolor, y entonces estamos más alegres y contentos. Y en VIII Confess.: Cuanto
mayor ha sido el peligro en el combate, tanto mayor es el gozo en el triunfo. [34923] Iª-IIae q. 32 a. 4 co. Causas
de la delectación
2016 05 06 - Seminaristas (1ª homilía)
tengamos más lejos la cruz, la cual veremos como una causa de tristeza. Algo
totalmente ajeno al cristianismo, y aún más ajeno a la vida religiosa.
Por tanto, debemos buscar con todas nuestras fuerzas amar a Cristo como lo hicieron
sus discípulos, incluso en medio de nuestras propias miserias. Porque el amar a Cristo
no es algo de la sensibilidad o una cuestión de consolación, sino de un querer, de
querer hacerlo. San Agustín lo remarca diciendo: “ el deseo y la alegría no son otra
cosa que la voluntad en consonancia con las cosas que queremos”.2
Incluso San Juan de la Cruz lo dice hermosamente en su Cántico Espiritual: “el alma
que ama a Dios, más vive en la otra vida que en ésta, porque (el alma) más vive
donde ama que donde anima; y así, tiene en poco esta vida corporal”.
Pidamos a la Virgen amar a Cristo con un amor espiritual, para que sólo él sea causa
de nuestra alegría y nunca veamos las cruces como males que soportar.
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● Redacción: 2 horas. (me avisó a las 10pm que iba predicar al día siguiente)
● Faltó definir bien la idea desde el principio. Me demoré mucho en elegir la idea
principal.
● Me compliqué revoloteando por textos para sacar ideas.
● Fue muy útil e-Sword, Gomá y la Suma en internet.
2
Hay, sin embargo, esta diferencia entre la delectación de uno y otro apetito, que la delectación del apetito
sensible se halla acompañada de una mutación corporal, mientras que la delectación del apetito intelectivo no es
otra cosa que el simple movimiento de la voluntad. Y en este sentido dice San Agustín en XIV De civ. Dei que el
deseo y la alegría no son otra cosa que la voluntad en consonancia con las cosas que queremos. ( Iª-IIae q. 31 a. 4
co.)