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Capítulo 1
El juramento de fraternidad de los Tres Héroes en
el Jardín de los Melocotones;
Una victoria destroza a los rebeldes en el campo
de batalla

Bajo el dominio del cielo, y tras un largo período de división, se tiende a la unidad; tras
un largo período de unidad se tiende a la división. Así ha sido desde tiempos inmemoriales.
Cuando el gobierno de la Dinastía Zhou se debilitó, siete reinos rivales surgieron1,
enfrentándose los unos a los otros hasta que el reino Qin se impuso al resto y tomó el control del
imperio2. Pero para cuando el destino del reino Qin fue conformado otros dos reinos, Chu y
Han, lucharon por la supremacía. Y Han fue el vencedor3.
El aumento de la fortuna de Han comenzó cuando Liu Bang, el Supremo Ancestro4, mató
a una serpiente blanca para alzar la bandera de la sublevación, la cual no cesó hasta que todo el
imperio se sometió por completo a Han (202 AC). Esta magnífica herencia fue pasando de mano
en mano de un emperador Han a otro durante doscientos años, hasta que fue interrumpida por la
rebelión de Wang Mang5. Pero Liu Xiu, el Último Fundador Han, restituyó el imperio al
momento6, y los emperadores Han pudieron continuar con su gobierno durante otros doscientos
años hasta los días del emperador Xian, que tuvo el funesto destino de ver el comienzo de la
escisión del renio en tres partes, la historia conocida como los Tres Reinos.
Pero los dos predecesores del gobernador Xian – los emperadores Huang y Ling –
provocaron que el reino se sumiera en un estado de gestión pésima, llevándolos a un mal
gobierno durante su estancia en el Trono del Dragón durante la mitad del siglo II.

1
Hasta el momento de este relato (168 DC), China había tenido cinco dinastías: la Mitológica (5.000-
2.200 AC), la Dinastía Xia (2.200-1.700 AC), la Dinastía Shang (1.700-1.050 AC), la Dinastía Zhou (1.050-
221 AC), la Dinastía Qin (221-206 AC) y la Dinastía Han (206 AC-220 DC). La Edad de los Siete Estados fue
entre 475-221 AC, que también fue conocido como el Periodo de los Estados Enfrentados. Los siete
principales estados fueron Qin, Chu, Yan, Qi, Wei, Zhao y Han.
2
Al final del Periodo de los Estados Enfrentados, Qin conquistó al resto y consolidó el imperio. El primer
emperador de los Qin fue honrado con la construcción de la Gran Muralla.
3
Qin sólo gobernó durante una generación, tras lo cual los antiguos estados volvieron a emerger.
4
Liu Bang (o Gao Zu) (256-195 AC) fue el fundador de la dinastía Han, también conocida como Han
Occidental (capital en Changan). Era de una familia de campesinos. Su primer trabajo de funcionario fue
como asistente del magistrado en Pei. Formó parte de la rebelión de los pasantes contra la dinastía Qin.
Luchó bajo la bandera Chu. Ascendió a general, y después a rey de Han. En el 206 AC derrotó a Xiang Yu
y ganó el control del imperio.
5
Wang Mang (45 AC- 23 DC) fue regente y sobrino de la emperatriz viuda Wang. Ocupó el trono desde
el año 9 al 23 DC.
6
Liu Xiu (o Guang Wu) (5 AC- 57 DC) (reinado 25-57 DC) restauro a los Han después de la usurpación de
Wang Mang. A los Liu Xiu restaurados también se les llamó Han Orientales (capital en Luoyang) o Han
Tardío.

2
El emperador Huang pagó a las personas competentes de su entorno con su indiferencia, y
depositó su confianza en los eunucos del palacio7. Vivió y murió, dejando el cetro al emperador
Ling, cuyos consejeros fueron el Mariscal Regente Dou Wu y el Guardián Imperial Chen Fan8.
Dou Wu y Chen Fan, disgustados por los abusos de los eunucos en los asuntos de estado,
urgieron la destrucción del estado de poder abusivo de los eunucos. Pero el Jefe Eunuco Cao Jie
no estaba dispuesto a ser depuesto tan fácilmente. El complot se filtró, y los honestos Dou Wu y
Chen Fan fueron condenados a muerte, concediendo así aún más poder a los eunucos.
Llegó el día de la luna llena del cuarto mes, segundo año, de la era de la Calma
Establecida (168 DC), cuando el emperador Ling consiguió un lugar en la Sala de los Virtuosos.
Cuando se encontraba cerca del trono un precipitado torbellino surgió en una esquina de la sala
y ¡zas!, de las vigas del techo bajó flotando una monstruosa serpiente negra, la cual se enrolló
en el asiento del trono. El emperador cayó desmayado. Todos los que se encontraban en las
inmediaciones se levantaron de inmediato y se lo llevaron a su palacio, mientras que los
cortesanos se dispersaron y huyeron. La serpiente desapareció.
Pero a eso le sucedió una terrible tempestad, tronando, granizando y cayendo torrentes de
agua, prolongándose hasta la medianoche y haciendo estragos en todos lados. Dos años más
tarde un terremoto sacudió la capital Luoyang, provocando un enorme maremoto por toda la
costa provocando, a su paso, que arrastrara a todos los habitantes a lo más profundo del mar.
Otro augurio demoníaco se recuerda diez años después, cuando el nombre del reino fue
cambiado al de Armonía Radiante, un mes después se vio un arco iris en la Habitación del
Dragón. Lejos de la capital una parte de las montañas Yuan se derrumbaron dejando una enorme
fisura en su costado.
Ésos fueron varios de los presagios que sucedieron. El emperador Ling, profundamente
conmovido por aquellos signos de disgusto del Cielo, promulgó un edicto pidiendo a sus
ministros una explicación para aquellas calamidades y maravillas.
El consejero de la corte Cai Yong respondió francamente: ―La caída de los arcos iris y el
cambio de sexo de las aves de corral son debidas a las interferencias de los comerciantes y de
los eunucos en los asuntos del estado.‖
El emperador leyó este informe con un profundo suspiro, y el Jefe Eunuco Cao Jie, desde
su sitio detrás del trono, notó ansiosamente esos signos de pena. Cuando se le presentó la
oportunidad Cao Jie informó a sus compañeros y urgió una acusación contra Cai Yong, que fue
conducido a la corte donde le exiliaron a un arresto domiciliario.
Con esta victoria los eunucos se volvieron más audaces. Diez de ellos, rivales en maldad
y versados en actos satánicos, formaron un grupo conocido como los Diez Séquitos
Acompañantes: Zhang Rang, Zhao Zhong, Cheng Kuang, Duan Gui, Feng Xu, Guo Sheng, Hou
Lan, Jian Shuo, Cao Jie, y Xia Yun.
Uno de ellos, Zhang Rang, tuvo gran influencia con el emperador, convirtiéndose en su
consejero más recompensado y más influyente. El emperador le llamó ―Padre Adoptivo‖. Y así
el corrupto sistema de administración fue yendo de mal en peor, hasta que el país estuvo
preparado para revelarse y los bandidos comenzaron a actuar.
En aquella época, en el país de Julu, existía una familia llamada Zhang, la cual se
componía de tres hermanos llamados Zhang Jue, Zhang Ba, y Zhang Lian. Zhang Jue, el mayor,

7
Desde tiempos remotos los eunucos eran contratados en China para dos funciones: como guardias o
sirvientes en los harenes u otras dependencias femeninas o como chambelanes de los reyes. La posición
de confidencialidad de los eunucos les solía permitir ejercer influencia en sus reales señores y solían
usarlo para conseguir beneficio propio y poder.
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El Mariscal Regente era el cargo militar más importante que existía, al igual que Guardián Imperial era
el cargo administrativo superior.

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fue un estudioso que dedicó su vida a la medicina. Un día, mientras recolectaba hierbas en el
bosque, Zhang Jue conoció a un venerable anciano particularmente inteligente, de ojos
esmeralda y complexión fuerte que caminaba con un báculo de roble. El anciano llamó a Zhang
Jue a una caverna y allí le dio tres volúmenes del Libro del Cielo.
— Éste libro —dijo el anciano— es el Arte Esencial de la Paz. Con la ayuda de estos
volúmenes podrás convertir el mundo y salvar a la humanidad. Pero debes ser firme o, ten por
seguro, vas a sufrir grandes calamidades.
Con humilde obediencia Zhang Jue cogió el libro que el hombre le ofrecía y preguntó por
el nombre de su benefactor.
— Soy el Santo Ermitaño de la Tierra del Sur— le respondió, y entonces desapareció en
el aire.
Zhang Jue estudió el maravilloso libro con entusiasmo y se esforzó día y noche para
mejorar su manejo. Antes de que pasara mucho tiempo consiguió dominar el viento y gobernar
la lluvia, y comenzó a conocer el Camino Místico de la Paz.
El en primer mes del primer año de la Estabilidad Central (184 DC) una terrible plaga
asoló la tierra, tras lo cual Zhang Jue distribuyó varios medios para remediar la catástrofe. Las
ansiadas medicinas surgieron buen efecto, y pronto consiguió el título de Digno y Sabio
Maestro. Comenzó a tener discípulos y seguidores que se iniciaron en los misterios a los que
envió por todos lugares. Ellos, al igual que su maestro, escribieron hechizos y recitaron
encantamientos, y su fama se fue extendiendo aún más.
Zhang Jue comenzó a organizar a sus discípulos. Estableció treinta y dos zonas, la mayor
de ellas con diez mil o más miembros, y la más pequeña con la mitad de esa cantidad. En cada
ámbito puso un jefe al que le dio el nombre militar de general. Les exhortó sobre la muerte del
cielo azul y del dominio del culto al oro; decía que un nuevo ciclo estaba empezando y que les
traería una gran fortuna a toda la humanidad. Y sus discípulos persuadieron a la gente de que
dibujaran con tiza los símbolos del nuevo ciclo en la entrada principal de sus casas.
Con el aumento del número de adeptos de Zhang Jue también aumentó su ambición. El
Digno y Sabio Maestro comenzó a soñar con un imperio. Uno de sus seguidores, Ma Yuanyi,
fue enviado a palacio con regalos para ganarse el favor de los eunucos.
A sus hermanos Zhang Jue les dijo:
— Para un plan como el nuestro la parte más difícil siempre es ganarse el favor popular.
Pero esa parte ya la tenemos hecha. Una oportunidad como ésta no la debemos dejar pasar.
Y comenzaron los preparativos. Muchos pendones amarillos y banderas fueron hechos, y
se eligió un día para el alzamiento. Entonces Zhang Jue le envió varias misivas al eunuco Feng
Xu9 a través de uno de sus seguidores, Tang Zhou quien, ¡vaya!, traicionó su confianza e
informó a la corte del complot. El emperador llamó a su fiel Mariscal Regente He Jin y le
encargó que se ocupara del asunto. Ma Yuanyi fue capturado y decapitado. Feng Xu y muchos
más fueron encarcelados.
Así vio la luz el complot. Los hermanos Zhang se vieron forzados a irse al campo.
Adoptaron títulos grandiosos: Zhang Jue el Señor del cielo, Zhang Ba el Señor de la Tierra y
Zhang Biang el Señor de los Humanos. Y con estos nombres sacaron adelante el siguiente
manifiesto:
La buena fortuna de los Han ya se ha acabado, y el Sabio y Digno Hombre ha aparecido.
Escuchad todos atentamente, y seguid el camino de la rectitud, pues éste sólo conduce a la paz.
No faltó el apoyo. Hasta en el más recóndito pueblo ciñeron a sus cabezas turbantes
amarillos y se unieron al ejército del rebelde Zhang Jue, y así consiguieron en poco tiempo una

9
Uno de los Diez Séquitos Acompañantes

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fuerza de diez mil unidades, y las milicias oficiales se dispersaron en cuanto escucharon la
noticia.
El Mariscal Regente y Guardián del Trono, He Jin, supervisó en persona las
preparaciones para enfrentarse a los Turbantes Amarillos, y en un edicto instó a todo el mundo a
que se enfrentara a los rebeldes. Al mismo tiempo tres generales imperiales, Lu Zhi, Huangfu
Song, y Zhu Jun, marcharon contra los rebeldes por tres direcciones distintas con un ejército de
soldados veteranos.
Mientras tanto, Zhang Jue condujo su ejército a la ciudad de Youzhou, la región noreste
del imperio10. El Protector Imperial11 de Youzhou era Liu Yan, un descendiente de la familia
imperial. Cuando tuvo conocimiento del avance de los rebeldes llamó a su oficial Zhou Jing
para conocer la situación en que se encontraban.
— Ellos son muchos y nosotros pocos. Tenemos que reclutar más unidades si queremos
hacerles frente— dijo Zhou Jing.
Liu Yan estuvo de acuerdo, y puso anuncios para reclutar voluntarios que hicieran frente
a los rebeldes. Uno de ellos lo puso en la provincia de Zhuo, donde vivía un hombre de gran
espíritu.
Ese hombre no había ido nunca a la escuela ya que no le encontraba satisfacción a eso de
estudiar. Pero era amable y generoso, aunque hombre de pocas palabras, ocultando todas sus
emociones ante una calma exterior. Siempre anheló con vehemencia una gran empresa y por eso
cultivó la fraternidad de las personas como seña de identidad. Era una persona alta. Sus orejas
eran largas, y sus lóbulos le tocaban los hombros y sus manos colgaban por debajo de las
rodillas. Sus ojos eran grandes y prominentes y era capaz de mirar hacia sus orejas. Su piel era
clara como el jade y sus labios rojos y carnosos.
Era descendiente del príncipe Sheng de Zhongshan, cuyo padre fue el emperador Jing12,
el cuarto emperador de la dinastía Han. Su nombre era Liu Bei. Muchos años antes uno de sus
antepasados fue gobernador de ese mismo condado, pero fue destituido de su cargo por una
negligencia en una ceremonia cortesana. Sin embargo, esa rama familiar no fue olvidada en la
corte mientras los años iban pasando poco a poco. Su padre, Liu Hong, fue un estudioso y
virtuoso oficial, pero murió joven. Su viuda y sus huérfanos se quedaron solos, y Liu Bei,
cuando era un chaval, consiguió cierta reputación por su devoción filial.
En esa época la familia se sumió en una pobreza total, y Liu Bei se ganaba la vida
vendiendo sandalias de paja y esteras de esparto. El hogar familiar se encontraba en un pueblo
cerca de la ciudad gobernante Zhuo. Cerca de su casa había una enorme moreda, cuya silueta
parecía desde lejos la cubierta de una carreta. Aunque no había nada de lujo en su modo de vida,
un adivino predijo que algún día habría en su familia alguien de gran distinción.
Cuando era un niño, Liu Bei jugaba con los otros niños del pueblo bajo el árbol, y cuando
lo escaló dijo:
— ¡Soy el Hijo del Cielo y éste es mi carruaje!
Su tío, Liu Yuanqi, reconoció que no era un chico ordinario y se fijó en que su familia no
era capaz de cubrir sus actuales necesidades.

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La antigua China estaba dividida en nueve regiones administrativas o zhous, y tenían una capital del
mismo nombre. Las nueve regiones eran Bingzhou, Jingzhou, Jizhou, Liangzhou, Qingzhou, Xuzhou,
Yizhou, Youzhou y Yuzhou, y todas ellas fueron creadas a la misma vez. Durante el periodo de los Tres
Reinos llegaron a haber más regiones, como Xizhou, Yangzhou y Yongzhou.
11
El Protector Imperial era el oficial de más cargo de una región administrativa.
12
Reinó del 157-141 AC.

5
Cuando Liu Bei cumplió quince años su madre le mandó de viaje para su educación.
Durante un tiempo sirvió a Zheng Xuan y a Lu Zhi como sus maestros, y se hizo gran amigo de
Gongsun Zan.
Liu Bei tenía veintiocho años cuando los Turbantes Amarillos hicieron su llamamiento en
busca de soldados. La lectura de la noticia le entristeció mucho, y suspiró profundamente
cuando la vio.
— Señor, ¿por qué suspira si no ha hecho nada para ayudar a su país?— dijo una voz
chirriante, imponiéndose a su llanto.
Se volvió rápido hacia el hombre que había dicho eso y se encontró con alguien de más o
menos su misma edad, con una cabeza alargada como un leopardo, ojos grandes, mentón
afilado, y un bigote como el de un tigre. Hablaba con un tono de voz grave y lucía tan
imponente como un apuesto corcel. En cuanto Liu Bei le vio supo que no era una persona
normal y le preguntó quién era.
— Zhang Fei es mi nombre— le respondió el extraño—. Vivo cerca de aquí cuando soy
un granjero; y soy un viticultor y un carnicero también; y me gustaría conocer a gente
distinguida. Tu suspiro cuando has leído la noticia ha hecho que me fije en ti.
— Soy de la Familia Imperial, Liu Bei es mi nombre— respondió—, y mi deseo es poder
destruir a esos Turbantes Amarillos y poder restablecer la paz en la tierra pero, ¡ay de mí!, soy
incapaz.
— Mi deseo es el mismo— respondió Zhang Fei—. Supongo que tú y yo podríamos
reunir varias tropas e intentarlo, a ver lo que podemos hacer.
Eran noticias felices para Liu Bei, y los dos se dirigieron a la posada del pueblo para
hablar sobre el proyecto. Mientras bebían, y bastante, un hombre alto apareció llevando una
carretilla por la carretera. Se detuvo en la entrada y entró a la posada buscando descansar del
camino y pidió algo de bebida.
— ¡Y que sea rápido!— añadió—. Tengo prisa para entrar en el pueblo y ofrecerme como
voluntario en el ejército.
Liu Bei observó al recién llegado, detalle por detalle, y observó que el individuo poseía
una constitución enorme, una larga barba, una piel suave como la de una manzana, y gruesos
labios escarlata. Tenía los ojos de un fénix, y unas finas y tupidas cejas como gusanos de seda.
Su apariencia en general era digna e imponente. Enseguida Liu Bei cruzó la habitación, se sentó
a su lado y le preguntó su nombre.
— Soy Guan Yu— le respondió— soy natural de la rivera oriental del río, pero he sido un
fugitivo durante cinco años porque maté a un rufián que, desde que se volvió rico y poderoso, se
convirtió en un tirano. Ahora he venido a unirme al ejército.
Entonces Liu Bei le contó a Guan Yu sus propias intenciones, y los tres se marcharon a la
granja de Zhang Fei donde podrían hablar sobre su gran proyecto.
— Los melocotoneros del huerto de detrás de la casa están en plena flor— dijo Zhang
Fei—. Mañana iniciaremos un sacrificio aquí y declararemos solemnemente nuestra intención
ante el Cielo y la Tierra, y nosotros tres nos convertiremos en hermanos de intenciones y
sentimientos: así comenzaremos con nuestro gran cometido.
Liu Bei y Guan Yu accedieron de buena gana.
Los tres comenzaron a actuar como uno solo, y al día siguiente prepararon los sacrificios,
un buey negro, un caballo blanco y vino para las libaciones. Bajo el humo del incienso que ardía
en el altar bajaron sus cabezas y recitaron este juramento:
Nosotros tres, Liu Bei, Guan Yu y Zhang Fei, originarios de diferentes familias, nos
hemos convertido en hermanos de sangre, prometemos que nos ayudaremos hasta que
cumplamos con nuestros propósitos. Rescataremos a los demás en caso de necesidad;

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ayudaremos a los demás cuando estén en peligro; juramos que serviremos al estado y
salvaremos a la gente. No nacimos el mismo día, pero buscamos morir juntos. El Cielo, el que
manda en todo y la Tierra, la que lo crea todo, pueden leer en nuestros corazones. ¡Si
abandonamos el camino de la rectitud y de la olvidada bondad el Cielo y la Humanidad pueden
castigarnos!
Se levantaron de su postramiento. Los otros dos reverenciaron a Liu Bei como su
hermano mayor, y Zhang Fei quedó como el menor de los tres. Esta solemne ceremonia fue
representada, otro buey fue muerto y un banquete, al que invitaron a los lugareños, fue hecho.
Trescientas personas tomaron parte en los festejos, y comieron y bebieron hasta altas horas de la
noche en el jardín de los melocotoneros.
Al día siguiente fueron reunidas armas. Pero no había caballos para montar. Fue una gran
pena. Pero pronto fueron agraciados con la presencia de dos comerciantes de caballos con una
manada de ellos.
— ¡Así es como nos ayuda el cielo!— dijo Liu Bei.
Y los tres hermanos se marcharon a darle la bienvenida a los comerciantes. Eran Zhang
Shiping y Su Shuang de Zhongshan. Viajaban todos los años al norte a comprar caballos.
Estaban de vuelta a casa debido a los Pañuelos Amarillos. Los tres hermanos les invitaron a la
granja, donde el vino fue generosamente servido. Entonces Liu Bei les contó su plan de
esforzarse por buscar la tranquilidad. Zhang Shiping y Su Shuang quedaron gratamente
complacidos y entonces le dieron a los hermanos cincuenta buenos corceles y, además,
quinientas onzas de oro y plata y mil quinientas libras de acero adecuado para forjar armas.
Los hermanos expresaron su gratitud y los comerciantes se marcharon. Los herreros
fueron llamados para forjar armas. Para Liu Bei se hicieron un par de espadas legendarias; para
Guan Yu se fabricó un arma de mango largo y de cuchilla curvada llamada el Sable del Dragón
Verde, cuyo peso alcanzaba las mil veinte libras; y para Zhang Fei se hizo una lanza de diez
pies llamada la Alabarda Serpiente. Para cada uno también fabricaron un casco y una armadura
completa.
Cuando las armas estuvieron preparadas las tropas, que ahora las formaban cinco mil
unidades, marcharon con el comandante Zhou Jing, quien le presentó al Protector Imperial Liu
Yan. Cuando la ceremonia de presentación acabó Liu Bei declaró quiénes eran sus ancestros y
Liu Yan accedió a una relación afectiva.
Muchos días antes de que se anunciase que la rebelión se había producido el cabecilla de
los Turbantes Amarillos, Cheng Yuanzhi, había invadido la región con una tropa de cincuenta
mil soldados. Liu Yan ofreció a Zhou Jing y a los tres hermanos que se enfrentasen a él con los
cinco mil hombres. Liu Bei tomó gustosamente el mando de la vanguardia y marchó al pie de
las Montañas de los Valientes donde vieron a los rebeldes. Los rebeldes llevaban una melena a
la altura de los hombros y en su frente lucían un turbante amarillo.
Cuando ambos ejércitos se ordenaron uno frente al otro Liu Bei cabalgó al frente, Guan
Yu al flanco izquierdo y Zhang Fei al derecho.
Blandiendo su látigo, Liu Bei comenzó a increpar a los rebeldes gritándoles:
— ¡Oh, desgraciados! ¿Por qué no desmontáis y os dejáis atar?
El líder Cheng Yuanzhi, lleno de rabia, mandó a uno de sus generales, Deng Mao, para
que iniciase la batalla. Entonces se adelantó Zhang Fei, y su Alabarda Serpiente se prestó a
atacar. Una estocada y Deng Mao fue derribado de su caballo, con el corazón totalmente
atravesado. Enseguida se montó Cheng Yuanzhi en su corcel y cabalgó, espada en mano,
dispuesto a matar a Zhang Fei. Pero Guan Yu sacó su Sable del Dragón Verde y cabalgó hacia
Cheng Yuanzhi. En cuanto lo tuvo a la vista el terror se apoderó de Cheng Yuanzhi, y antes de
que pudiera defenderse el gran sable cayó, cortándolo en dos mitades.

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Dos héroes han llegado para sembrar de la guerra la alarma,
Cabalgan siempre hacia adelante, empuñando cada uno su arma.
De tres grandes reinos sus valientes actos cuentan,
Y de cómo aquel acto tuvo lugar los poetas cantan.

Su líder cayó, los rebeldes arrojaron sus armas y huyeron. El oficial de los soldados los
persiguió y varios miles de ellos se rindieron, y así la victoria fue completa. Y así esta parte de
la rebelión fue abolida.
A su vuelta, Liu Yan en persona se dirigió a las tropas y repartió recompensas. Pero al día
siguiente llegó una carta del Protector Imperial Gong Jing de la región de Qingzhou diciendo
que los rebeldes habían puesto sitio a la capital y que estaba cerca de caer. Se necesitaba ayuda
urgentemente.
— Iré— dijo Liu Yan, y enseguida volaron las noticias.
Y partió con sus propios soldados, más un refuerzo de cinco mil hombres de parte de
Zhou Jing. Los rebeldes, viendo que la ayuda llegaba de camino, atacaron con fiereza. Las
tropas de socorro eran muy pequeñas en comparación a las atacantes y vieron que iban a ser
aplastadas, por lo que se retiraron unas diez millas donde formaron un campamento.
— Ellos son muchos y nosotros pocos— dijo Liu Bei a sus hermanos—. Sólo podremos
vencerles con una estrategia superior.
Y así fue preparada una emboscada. Guan Yu y Zhang Fei, cada uno con unas tropas
selectas, marcharon a través de las colinas, por la izquierda y la derecha, y allí se ocultaron.
Cuando los gongs sonaran acudirían a ayudar al ejército principal.
Los preparativos finalizaron y los tambores sonaron con fuerza para la marcha de Liu Bei.
Los rebeldes les respondieron. Pero Liu Bei de repente se retiró. Creyendo que era su
oportunidad, los Turbantes Amarillos avanzaron en masa dejando las colinas. Entonces los
gongs comenzaron a sonar para la emboscada. Guan Yu y Zhang Fei salieron en tropel por los
flancos y Liu Bei se dio la vuelta para enfrentarse a los rebeldes. Bajo un ataque por tres flancos
los rebeldes tuvieron numerosas bajas y huyeron hacia las murallas de la ciudad de Qingzhou,
pero el Protector Imperial Gong Jing salió con su ejército para atacarles y los Turbantes
Amarillos fueron completamente derrotados y muchos de ellos murieron. Qingzhou tardó
mucho tiempo en volver a estar en peligro.

Los soldados eran fieros como leones,


Por la estrategia han salido campeones.
Llegó un héroe; ganó gran fama,
Ahora la corona si quiere reclama.

Después de las celebraciones en honor a la victoria el comandante Zhou Jing propuso


volver a Youzhou.
Pero Liu Bei dijo:

8
— Nos han informado que el Comandante Imperial Lu Zhi está siendo hostigado por una
horda de rebeldes dirigidas por Zhang Jue a Guangzong. Lu Zhi una vez fue mi profesor, y
quisiera ir a ayudarle.
Y así Liu Bei y Zhou Jing se separaron, y los tres hermanos con sus tropas dirigieron sus
pasos hacia Guangzong. Encontraron el campamento de Lu Zhi, donde fueron recibidos en
audiencia, y declararon los motivos de su llegada. El comandante los recibió con gran regocijo,
y permanecieron con él mientras hacía sus planes.
En esta ocasión se enfrentaron ciento cincuenta mil soldados de parte de Zhang Jue y
cincuenta mil de parte de Lu Zhi. Aún no hubo ninguna escaramuza.
— Soy capaz de retener a esos rebeldes aquí— le dijo Lu Zhi a Liu Bei—. Pero los otros
dos hermanos, Zhang Ba y Zhang Lian están haciendo una fuerte oposición a Huangfu Song y a
Zhu Jun en Yingchuan. Te daré unos miles de soldados más, y con ellos podrás ir a ver qué está
pasando, y podremos decidir un momento para concertar un ataque.
Liu Bei partió tan rápido como le fue posible a Yingchuan. Al mismo tiempo las tropas
imperiales eran atacadas con éxito, y los rebeldes se habían retirado hasta Changshe. Habían
acampado en la tupida maleza.
Viendo eso, Huangfu Song dijo a Zhu Jun:
— Los rebeldes han acampado en la hierba. Podemos atacarles con fuego.
Los Comandantes Imperiales ordenaron a cada hombre que cortaran un fardo de hierba
seca y prepararon una emboscada. Esa noche el viento soplaba con fuerza, y durante la segunda
guardia iniciaron un incendio. Las tropas de Huangfu Song y de Zhu Jun atacaron a los rebeldes
a la misma vez e incendiaron su campamento. Las llamas se alzaban altas en el cielo. Los
rebeldes se sumieron en gran confusión. No hubo oportunidad de coger las armas o de preparar
a los caballos: huyeron en todas direcciones.
La batalla continuó hasta el amanecer. Zhang Lian y Zhang Ba, con un grupo de rebeldes
veteranos, creó una vía de escape. Pero una tropa de soldados con banderas carmesí aparecieron
repentinamente frente a ellos. Su líder era un hombre de mediana estatura con ojos pequeños y
una larga barba. Era Cao Cao, un hombre de Beijuo que ostentaba el cargo de Comandante de
Caballería. Su padre fue Cao Song, pero él no era realmente un Cao. Cao Song había nacido de
la familia Xiahou, pero fue criado por el eunuco Cao Teng y adoptó el apellido familiar.
Desde que fue joven Cao Cao fue virtuoso en la caza y agraciado cantando y bailando.
Era ingenioso y astuto. Su tío, viendo que su ahijado no paraba de hacer travesuras, se preocupó
por él y le contó a su padre sus fechorías. Discutió con su padre.
Pero Cao Cao le devolvió el golpe cuando llegó la ocasión. Un día, viendo que su tío
venía, cayó al suelo pretendiendo que le habían asaltado. Su tío alarmado corrió a decírselo a su
padre, el cual acudió enseguida, encontrándose al muchacho en perfecto estado de salud.
— Pero tu tío dijo que te habían atacado, ¿estás mejor?— preguntó su padre.
— No me han asaltado nunca ni me han atacado— dijo Cao Cao—, pero he perdido el
afecto de mi tío, y él ahora te está engañando.
Después de eso, cada vez que su tío podía contarle alguna de sus faltas, su padre no le
hacía caso. Y por eso el muchacho creció libre e incontroladamente.
Una vez un hombre llamado Qiao Xuan le dijo a Cao Cao:
— La rebelión está al caer, y sólo un hombre de gran habilidad puede ser capaz de
restaurar el orden. Ese hombre eres tú.
Y He Yong de Nanyang le dijo:
— La dinastía de Han está a punto de ser abolida. Aquel que puede restaurar la paz es
este hombre y sólo él.
Cao Cao fue a preguntar sobre su futuro a un sabio de Runan llamado Xu Shao.

9
— ¿Qué clase de hombre soy?— preguntó Cao Cao.
El adivino no contestó, y Cao Cao le formuló la pregunta una vez tras otra.
— En la paz eres una persona capaz; ¡en el caos eres un astuto héroe!
Cao Cao se regocijó gratamente cuando escuchó la respuesta.
Cao Cao se graduó a los veinte años y consiguió una reputación de piadoso e íntegro.
Comenzó su carrera como comandante en una región sin capital de distrito. En las cuatro
puertas de la ciudad que guardaba colgó estacas de varios tipos que usaba para castigar
cualquier infracción de la ley según la categoría de la ofensa. Una vez el tío del eunuco Jian
Shuo13 fue sorprendido una noche por la calle usando una espada y fue arrestado. Los agentes
que lo hicieron fueron eliminados. Tras eso, no hubo nadie que se atreviera a ofenderle de
nuevo, y el nombre de Cao Cao comenzó a sonar para poner orden. Pronto se convirtió en
magistrado de Dunqiu.
Al comienzo de los Turbantes Amarillos, Cao Cao ascendió al cargo de General y le
asignaron el mando de cinco mil jinetes y marchó a ayudar en la lucha en Yingchuan. Acababa
de encontrarse con la reciente derrota de los rebeldes a quienes descuartizó en pedazos.
Murieron cientos, e innumerables pendones y tambores y caballos fueron capturados, junto con
una enorme suma de dinero. Sin embargo, Zhang Ba y Zhang Lian se escaparon; y tras una
entrevista con Huangfu Song, Cao Cao marchó en su persecución.
Mientras, Liu Bei y sus hermanos marchaban rápido hacia Yingchuan, cuando escucharon
el estruendo de la batalla y vieron las llamas alzándose altas en el cielo. Pero llegaron
demasiado tarde para la batalla. Vieron a Huangfu Song y a Zhu Jun a quienes les dijeron las
intenciones de Lu Zhi.
— La fuerza rebelde acaba de ser rota aquí— dijeron los comandantes—, pero
seguramente van a marchar a Guangzong para unirse a Zhang Jue. Lo mejor que podéis hacer
ahora es volver a toda prisa.
Los tres hermanos volvieron sobre sus pasos. A mitad del camino se encontraron a un
grupo de soldados escoltando a un prisionero que trasladaban en un carro con barrotes. Cuando
estaban cerca vieron que el prisionero no era otro que Lu Zhi, el hombre al que habían ido a
ayudar. Desmontaron enseguida, y Liu Bei preguntó qué había pasado.
— Iba a rodear a los rebeldes y a ponerme en condiciones de derrotarlos, cuando Zhang
Jue usó sus poderes sobrenaturales e impidió mi victoria. La corte envió al eunuco Zhuo Feng
para averiguar sobre mi culpabilidad, y ese oficial me exigió un soborno. Le expliqué lo
apretada de mi situación en ese momento y le pregunté cuándo, según las circunstancias, podría
enviarle un regalo. Se marchó muy enfadado e informó que me había escondido tras mis
murallas y no había presentado batalla y que desmoralicé a mi ejército. Por eso he sido
destituido por Dong Zhuo y ahora tengo que ir a la capital a responder de los cargos.
Esta historia enfureció a Zhang Fei. Estaba dispuesto a acabar con la escolta y liberar a
Lu Zhi. Pero Liu Bei le detuvo.
— El gobierno tomará la decisión correcta— dijo Liu Bei—. ¡No debes precipitarte!
Y la escolta y los tres hermanos tomaron caminos diferentes.
Era inútil continuar en dirección a Guangzong, por lo que Guan Yu propuso volver a
Zhuo, y volvieron a tomar el camino. Dos días después escucharon el clamor de la batalla tras
unas colinas. Se apresuraron para llegar al frente, y cuando llegaron contemplaron a los
soldados gubernamentales sufriendo graves pérdidas, y vieron cómo el campo estaba lleno de
Turbantes Amarillos. En los pendones rebeldes ondeaba el nombre Zhang Jue el Señor del
Cielo escrito en grande.

13
Uno de los Diez Séquitos Acompañantes

10
— ¡Vamos a atacar a ese Zhang Jue!— dijo Liu Bei a sus hermanos, y galoparon hacia la
batalla.
Zhang Jue había derrotado a Dong Zhuo y así fue como consiguió su ventaja. Se
encontraba en una intensa persecución cuando los tres hermanos se precipitaron contra su
ejército, provocando a su paso gran confusión, y haciéndole retroceder quince millas. Entonces
los hermanos volvieron con el general rescatado a su campamento.
— ¿Qué cargos ostentáis?— preguntó Dong Zhuo, cuando tuvo ocasión de hablar con los
hermanos.
— Ninguno— le respondieron.
Y Dong Zhuo les trató con menosprecio. Liu Bei se retiró con calma, pero Zhang Fei
estaba furioso.
— ¡Hemos rescatado a este sirviente de una sangrienta batalla— se quejó Zhang Fei— y
ahora él se muestra desagradable con nosotros! Sólo su muerte podría aplacar mi ira.
Zhang Fei se dirigió a la tienda de Dong Zhuo, amenazándole firmemente con una afilada
espada.

Así como fue en la antigüedad y lo es hoy día,


Una simple criatura puede tener gran valía,
Pero el poder de la burocracia se imponía;
Zhang Fei, el franco y desafiante,
¿A tu igual dónde puedes encontrar?
Para con el ingrato mundo acabar
Muchos muertos sería el resultante.

El destino de Dong Zhuo será desvelado en próximos capítulos.

11
1
Capítulo 2
Zhang Fei azota al Oficial Gubernamental;
El complot de He Jin para matar a los Eunucos.

Dong Zhuo nació en en la lejana ciudad noroccidental de Lintao en la Tierra del Valle del
Oeste. Como gobernador de Hedong, Dong Zhuo fue arrogante y despótico. Pero el día en que
trató con Liu Bei con soberbia desmedida fue su última vez, pues ni Liu Bei ni Guan Yu
trataron de frenar a su colérico hermano Zhang Fei.
— Recuerda que es el gobernador regional— dijo Liu Bei—. ¿Quiénes somos nosotros
para juzgarlo y ejecutarlo?
— Es desagradable recibir órdenes de un desgraciado como éste. ¡Estaría mejor si lo
matase! Podéis quedaros si queréis, yo me largaré a algún lejano lugar— dijo Zhang Fei.
— Nosotros tres somos uno tanto en la vida como en la muerte; esto no es algo que se
pueda hacer por separado. Nos iremos todos juntos.
Así habló Liu Bei, y su hermano quedó satisfecho. Por tanto, los tres partieron sin perder
tiempo hasta que se encontraron con Zhu Jun, quien les recibió y aceptó su ayuda para atacar a
Zhang Ba. Mientras tanto, Cao Cao se alió con Huangfu Song y trataron de destruir a Zhang
Lian, teniendo lugar una gran batalla en Quyang.
Zhang Ba comandaba unas ochenta mil tropas. El rebelde había acampado su ejército en
una posición ventajosa en la retaguardia de las montañas. El ataque sobre ellos se había
decidido, Liu Bei era el líder de la vanguardia. En el bando rebelde un general de Zhang Ba,
Gao Sheng, salió para ofrecerle batalla. Liu Bei envió a Zhang Fei para acabar con Gao Sheng.
Cabalgando a pleno galope, Zhang Fei cargaba con su lanza en liza. Tras varios envites Zhang
Fei hirió a Gao Sheng, quien fue derribado de su caballo. En ese momento Liu Bei ordenó al
ejército principal que avanzara.
Entonces Zhang Ba, mientras todavía estaba montado, se soltó el pelo, apretó su espada y
recitó un conjuro. Acto seguido el viento comenzó a azotar y el trueno a caer, mientras una
densa y negra nube surcó el cielo para posarse sobre la tierra. Y así pareció que los caballeros y
los infantes eran innumerables, quienes marchaban a la carga hacia las tropas imperiales. El
miedo se apoderó de ellos, y Liu Bei dirigió a sus tropas, pero estaban completamente
desordenadas y regresaron derrotados.
Zhu Jun y Liu Bei consideraron la situación.
— Zhang Ba usa magia— dijo Zhu Jun—. Mañana, entonces, prepararé un contrahechizo
que prepararé con la sangre del sacrificio de un cerdo y un cordero. Esa sangre será rociada
sobre sus huestes y se arrojará desde el precipicio que hay sobre ellos por soldados que se
arrastrarán hasta allí. De esta manera deberíamos poder romper el poder de su arte chamánico.
Y así fue hecho. Guan Yu y Zhang Fei tomaron cada uno a cien soldados y los llevaron a
lo alto de los precipicios tras las montañas con una buena provisión de sangre de cerdos y
corderos y con toda clase de cosas asquerosas. Y así, al día siguiente, cuando las banderas
rebeldes fueron ondeadas y sus tambores golpeados llamando a la batalla, Liu Bei avanzó para
enfrentarse a ellos. Y en el preciso momento en que los ejércitos se encontraban, Zhang Ba, otra
vez, realizó su magia y, otra vez, los elementos se aliaron con los rebeldes. La arena volaba en
nubes, los guijarros se lanzaban al suelo, enormes masas de vapor negro surcaban el cielo, e
inquietas masas de pies y caballos descendían desde las alturas. Liu Bei se volvió, como antes,
para huir y los rebeldes le persiguieron. Y en cuanto pasaron las montañas las trompetas
sonaron, y los soldados ocultos explotaron sus bombas, arrojando excrementos y salpicando
sangre. La enorme horda de soldados y jinetes en el aire aletearon hacia el suelo como

2
fragmentos de papel, el viento cesó de soplar, el trueno se silenció, la arena cayó y los guijarros
se posaron sobre la hierba.
Zhang Ba vio enseguida cómo su magia había sido contrarrestada y se volvió para
retirarse. Entonces fue atacado por los flancos por Guan Yu y por Zhang Fei, y por la
retaguardia por Liu Bei y por Zhu Jun. Los rebeldes estaban rodeados. Liu Bei, viendo a lo lejos
el estandarte que rezaba Zhang Ba El Señor de la Tierra, galopó hacia él, pero lo único que
consiguió fue herirlo con una flecha en el brazo izquierdo. Herido como estaba, Zhang Ba
retrocedió hasta la ciudad de Yangcheng, donde se fortificó y donde fue asediado por Zhu Jun.
Los exploradores llegaron con noticias a Huangfu Song y entregaron este informe:
— El comandante Huangfu Song ha sido muy afortunado, y Dong Zhuo ha sufrido
numerosos reveses. De esta forma la corte ha puesto a Huangfu Song donde se merece. Zhang
Jue ha muerto antes de la llegada de Huangfu Song. Zhang Lian se ha incorporado al ejército de
su hermano, pero no se han hecho avances contra Huangfu Song, cuyo ejército ha conseguido
siete victorias consecutivas. Y Zhang Lian ha sido muerto en Quyang. Además de eso, la tumba
de Zhang Jue fue exhumada, el cadáver decapitado y la cabeza, después de exponerla, fue
enviada a la capital Luoyang. El populacho se rindió. Por esos servicios Huangfu Song fue
promovido a General de los Carros Voladores14 y a Protector Imperial de Juzhou 15.
» Huangfu Song no olvidó a sus amigos. Su primer acto cuando fue alzado al poder fue
conmemorar el Trono respecto al caso de Lu Zhi, que le restauró entonces en su antiguo cargo
por su conducta meritoria. Cao Cao también recibió un ascenso por sus servicios y se está
preparando para ir a Jinan para su nuevo cargo.
Tras escuchar esas cosas, Zhu Jun intensificó su asedio contra Yangcheng, y la próxima
disolución de la rebelión era cada vez más evidente. Entonces uno de los oficiales de Zhang Ba,
Yan Zheng, mató a su líder y trajo su cabeza como muestra de sumisión. De esta forma la
rebelión en esa parte del país fue sofocada, y Zhu Jun hizo este informe al gobierno.
Sin embargo la llama de los Turbantes Amarillos todavía no había sido sofocada. Otros
tres rebeldes, Zhao Hong, Han Zhong y Sun Zhong, reunieron unos treinta mil simpatizantes y
comenzaron a asesinar y a saquear y a incendiar, llamándose a sí mismos los vengadores del
Maestro Zhang Jue
La corte ordenó al exitoso Zhu Jun que dirigiera a sus veteranas y victoriosas tropas para
destruir a los rebeldes. Avanzó hasta la ciudad de Wancheng donde los insurrectos estaban
guarnecidos. Cuando Zhu Jun llegó, Han Zhong fue a enfrentarse a él. Zhu Jun envió a Liu Bei
y sus hermanos para que atacaran la esquina suroriental de la ciudad. Han Zhong ordenó a la
mejor parte de sus hombres que defendieran la ciudad. Mientras tanto Zhu Jun encabezaba a dos
mil jinetes para atacar la esquina opuesta. Los rebeldes, pensando que iban a perder la ciudad,
abandonaron el sudoeste y regresaron a la ciudad para ayudar a los defensores. Liu Bei presionó
con vehemencia en la retaguardia y así fueron completamente dirigidos. Tomaron refugio en la
ciudad la cual entonces fue sitiada. Cuando la hambruna hizo acto de presencia entre los
asediados enviaron un mensaje ofreciendo la claudicación, pero Zhu Jun rechazó la oferta.
— Incluso el fundador de la Dinastía Han, Liu Bang el Ancestro Supremo— dijo Liu Bei
a Zhu Jun—, podría estar de acuerdo con la misiva y aceptarla, ¿por qué la has rechazado?
— Las condiciones son diferentes— respondió Zhu Jun—. En aquellos días el desorden
era universal y la gente no tenía fijado un señor 16. Por eso una rendición era bienvenida y
suponía una recompensa ya que animaba a la gente a que se les uniera. Ahora el imperio está
unido, y los Turbantes Amarillos son los únicos que no están contentos. Aceptar su rendición no
supondría nada bueno. Permitir bandidos, cuando eso pase, es dar pie para permitirlo todo, y

14
General de los Carros Voladores era el segundo cargo militar más importante, justo por detrás de Mariscal
Regente.
15
El Protector Imperial era el oficial más alto en la región administrativa o zhou. La antigua China estaba dividida en
nueve regiones. Cada región tenía una capital, normalmente del mismo nombre. Las nuevas regiones eran
Bingzhou, Jingzhou, Jizhou, Liangzhou, Qingzhou, Xuzhou, Yizhou, Youzhou y Yuzhou. Después de eso se crearon
más regiones. Durante el periodo de los Tres Reinos había más de esas nueve regiones. Unas de esas nuevas
regiones eran Xizhou, Yangzhou y Yongzhou.
16
Al final de la dinastía Qin, la anarquía gobernaba el imperio. Los levantamientos estaban a la orden del día, y Liu
Bang fue uno de los líderes rebeldes.

3
permitirles rendirse cuando han sido derrotados es permitirles el bandidaje. Tu plan no es
bueno.
— Dejarlos convertirse en bandidos no es bueno— respondió Liu Bei—. Pero la ciudad
se ha rendido como un barril de acero. Si la propuesta de los rebeldes es rechazada, pueden caer
presa de la desesperación y luchar hasta la muerte, y nos encontraríamos con la dificultad de
tener que enfrentarnos a una miríada de hombres así. Además, en la ciudad hay muchos que no
tienen nada que ver con ellos, todos cercanos a la muerte. Llevémoslos hasta una esquina y sólo
atacaremos a los contrarios. Con toda seguridad se rendirán y no tendrán deseo de luchar. Así
tomaremos la ciudad.
Zhu Jun vio que el consejo era bueno y lo siguió. Como estaba previsto los rebeldes
escaparon, encabezados por Han Zhong. Los sitiadores cayeron entonces sobre los que se
habían rendido, y Han Zhong fue abatido. Los rebeldes se desperdigaron por todas direcciones.
Pero los otros dos cabecillas rebeldes, Zhao Hong y Sun Zhong, llegaron con grandes refuerzos,
y como parecían muy fuertes, los soldados imperiales se retiraron y una nueva unidad de
rebeldes volvió a ser apostada en Wancheng.
Zhu Jun acampó a tres millas de la ciudad y se preparó para atacar. Justo entonces llegó
un cuerpo de caballería y de infantes del este. Los encabezaba un general de amplio rostro y
cuerpo tenso como un tigre alerta, y un torso como un oso enorme. Su nombre era Sun Jian. Era
nativo de Fuchun en el viejo estado de Wu y descendiente del famoso Sun Zi el Estratega 17.
Cuando tuvo diecisiete años, Sun Jian fue con su padre al río Qiantang y vio un grupo de
piratas que habían saqueado a un mercader y estaban dividiéndose el botín en la rivera del río.
— ¡Podemos capturarlo!— dijo a su padre.
Y así, empuñando su espada, corrió hacia el botín y gritó hacia esa dirección de forma
que parecía que llamara a sus hombres para que acudieran. Eso hizo que los piratas creyeran que
los soldados les iban a caer encima y huyeron, abandonando todo lo que tenían. Sun Jian mató a
un pirata. De esta forma obtuvo renombre y fue recomendado para oficial.
Entonces, en colaboración con los oficiales locales, reclutó una banda de mil unidades y
ayudó a sofocar la rebelión de Xu Chang, quien se autoproclamó el Emperador del Sol y tenía
diez mil soldados. El hijo del rebelde, Xu Hao, también fue ejecutado con su padre. Por esto
Sun Jian fue encomendado por el Protector Imperial Zhang Min en el memorial del trono y
recibió además una promoción para el puesto de magistrado de Yandu, entonces Xuyi, y
entonces Xiapi.
Cuando la rebelión de los Turbantes Amarillos empezó, Sun Jian reunió junto con los
jóvenes de su pueblo, algunos de clase burguesa, una tropa de mil quinientos soldados veteranos
y se lanzaron a la liza. Ahora había alcanzado el campo de batalla.
Zhu Jun dio la bienvenida a Sun Jian con alegría y le ordenó atacar la puerta sur de
Wancheng. Las puertas norte y este fueron atacadas simultáneamente por Liu Bei y Zhu Jun,
pero la puerta este se dejó libre para dejar a los rebeldes una oportunidad para salir. Sun Jian fue
el primero en traspasar la muralla y cercenó la vida de más de veinte rebeldes con su propia
espada. Los insurrectos corrieron, pero el líder Zhao Hong cabalgó directamente a Sun Jian con
su lanza dispuesta a la carga. Sun Jian saltó de la muralla, se apoderó de la lanza y con ella
derribó a Zhao Hong del caballo. Entonces Sun Jian montó en el caballo de Zhao Hong y
cabalgó aquí y allá, acabando con todo el que se le cruzara.
Los rebeldes huyeron hacia el norte. Encontrándose con Liu Bei, declinaron luchar y se
dispersaron. Pero Liu Bei alzó su arco, colocó una flecha y disparó a su líder Sun Zhong, que
cayó al suelo. El ejército principal de Zhu Jun llegó, y después de una tremenda matanza, los
rebeldes se rindieron. De esta forma se rompió la paz entre los diez condados en el área de
Nanyang.

17
Sun Zi, también conocido como Sun Wu, Suntzu, sun-tzu o Sun Tzu, fue el autor del famoso tratado El Arte de la
Guerra. General de Wu en los periodos de la Primavera y del Otoño, Sun Zi hizo el estado más poderoso durante su
vida derrotando a Chu y conquistando Yue. Su tratado El Arte de la Guerra sigue siendo hoy en día una lectura muy
popular.

4
Zhu Jun volvió a la capital Luoyang, donde fue ascendido a General de la Caballería
Voladora18, y recibió el gobierno de Henan. No olvidó a quienes le habían ayudado a conseguir
la victoria, y de esta forma informó de los méritos de Liu Bei y Sun Jian al trono.
Sun Jian, teniendo amigos influentes y contactos en los que apoyarse, enseguida concertó
una cita para postular a Comandante de Changsha y fue a asumir su nueva cartera. Pero Liu Bei,
perjudicado por el informe de Zhu Jun, esperó en vano su nombramiento, y los tres hermanos
acabaron muy disgustados.
Un día Liu Bei viajó solo a la capital para concertar una cita oficial con la corte y fue
atendido por Zhang Jun, a quien le relató sus servicios y le contó su aflicción. Zhang Jun se
sorprendió inmensamente por esa negligencia y un día en la corte le habló al emperador sobre
ello.
— Los Turbantes Amarillos se han rebelado porque los eunucos venden oficios y trafican
con cargos— le dijo—. Sólo hay trabajo para sus amigos y castigo para sus enemigos. Esto
condujo a la rebelión. Por tanto estaría bien ejecutar a los Diez Eunucos y exponer sus cabezas y
proclamar lo que se ha hecho por todo el imperio. Y entonces se recibirá la justa recompensa.
De este modo la tierra podría volver a la tranquilidad.
Pero los eunucos se opusieron con fiereza y dijeron que Zhang Jun estaba insultando al
Emperador, y el Emperador ordenó a los guardias que expulsaran a Zhang Jun.
Sin embargo, los eunucos formaron un consejo y uno de ellos dijo:
— Alguien habrá que haya prestado servicio contra los rebeldes y se encuentre resentido
por haber sido pasado por alto.
Y así realizaron una lista de gente poco importante por y para ser preparados para un
ascenso. Entre ellos estaba Liu Bei, quien recibió el puesto de magistrado del condado de Anxi,
al cual procedería sin retraso después de licenciar su ejército y mandarlos a sus hogares. Podría
conservar dos docenas a modo de escolta.
Los tres hermanos llegaron a Anxi, y la administración del condado pronto fue reformada
e impusieron la acertada norma de que en un mes no habría ningún infractor de la ley. Los tres
hermanos vivieron en armonía, comiendo en la misma mesa y durmiendo en el mismo diván.
Pero cuando Liu Bei estaba en sesiones públicas o en compañía de otros, Guan Yu y Zhang Fei
podían sustituirle y hacer sus deberes cotidianos.
Cuatro meses después de su llegada recibieron una orden general para la reducción del
número de oficiales militares ocupando puestos civiles, y Liu Bei comenzó a temer que podría
ser desechado. Cuando el respectivo inspector oficial, llamado Du Biao, se encontraba en las
cercanías fue a encontrarse con la banda. Pero la reverenciosa bienvenida de Liu Bei, hizo que
no hubiera vuelta atrás, ahorrándose un golpe de su látigo y sentándose en su caballo. Eso hizo
que Guan Yu y Zhang Fei se enfurecieran. Pero lo peor estaba por llegar.
Cuando el inspector había llegado a su alojamiento tomó asiento en su estrado, dejando a
Liu Bei por debajo suya. Después de mucho tiempo se dirigió a Liu Bei.
— Magistrado, ¿cuál es su origen?
— Soy descendiente del Príncipe Sheng de Zhongshan— respondió Liu Bei—. Desde mi
primer combate contra los rebeldes de los Turbantes Amarillos en el condado de Zhuo he estado
involucrado en otras treinta batallas, en las cuales he conseguido algo de mérito sin importancia.
Mi recompensa ha sido este ministerio.
— ¡Mientes sobre tus ancestros, y tu testimonio sobre tus servicios es falso!— rugió el
inspector—. La corte ha ordenado la degradación de la gente de clase baja como tú y de los
oficiales corruptos.
Liu Bei murmuró algo ininteligible y se retiró. A la vuelta a su ministerio celebró consejo
con sus secretarios.
— Esta actitud pomposa sólo significa que el inspector busca un soborno— les dijo—.
Nunca he tratado de ser injusto con la gente por el valor de una simple moneda: ¿de dónde voy
entonces a sacar la cuantía para un soborno?

18
General de la Caballería Voladora era el segundo cargo militar más importante, justo por debajo de Mariscal
Regente y con el mismo rango que General de los Carros Voladores.

5
Al día siguiente el inspector tuvo a los oficiales de menor rango frente a él y les forzó a
prestar testimonio de cómo su señor oprimía a la gente. Liu Bei fue una y otra vez a rebatir ese
cargo pero los porteros siempre le impedían el paso y no pudo entrar.
Ahora Zhang Fei había estado todo el día ahogando sus penas en vino y había bebido
demasiado. Llamó por su caballo y cabalgó hasta el hospicio del inspector, y en la puerta vio a
una pequeña muchedumbre de cabello cano llorando amargamente. Preguntó por qué.
— El inspector ha completado un informe cargado con acusaciones falsas contra nuestro
magistrado, con el único fin de hacer daño al virtuoso Liu Bei. Hemos venido a implorarle
clemencia pero no se nos ha permitido entrar. Es más, hemos sido golpeados por los porteros.
Esto provocó que el irascible y ebrio Zhang Fei estallara en furia. Sus ojos se abrieron
hasta casi salírseles de sus órbitas; rechinó sus dientes; descabalgó en un instante y entró a la
fuerza en el edificio pasando ante los asustados porteros y se dirigió a los aposentos traseros.
Allí encontró al Inspector Imperial Du Biao sentado en alto con los oficiales subordinados
postrados a sus pies.
— ¡Opresor del pueblo, bandido!— bramó Zhang Fei— ¿Me conoces?
Pero antes de que el inspector pudiera responder, Zhang Fei le agarró por el pelo y lo
lanzó contra el suelo. Después lo arrastró hacia el exterior y lo ató al poste que había frente al
edificio. Entonces, partiendo una fusta de un sauce, Zhang Fei le dio a su víctima una severa
paliza, sólo deteniendo su mano cuando la vara fue demasiado corta como para seguir
pegándole.
Liu Bei se encontraba solo, carcomiendo su desdicha, cuando escuchó gran tumulto tras
la puerta. Preguntó qué pasaba.
— ¡El General Zhang Fei ha atado a alguien al poste y le está apalizando!— le dijeron.
Saliendo enseguida Liu Bei vio quién era la desafortunada víctima y le preguntó a Zhang
Fei la razón.
— Si no golpeamos a este desgraciado hasta la muerte, ¿qué podemos esperar?— dijo
Zhang Fei.
— ¡Sálveme, noble señor!— lloró el inspector.
Ahora Liu Bei tenía que mostrarse bondadoso y misericordioso como siempre, por lo que
tenía que liberar al oficial de la captura de su hermano y dejarle ir.
Entonces Guan Yu llegó, diciendo:
— Hermano, después de tus magníficos servicios sólo has conseguido este insignificante
condado, y aun así has sido insultado por este tipo. Un matorral espinoso no es lugar para un
fénix. Matemos a este individuo, marchémonos y vayamos a casa hasta que podamos desarrollar
un plan mayor.
Liu Bei se contentó con colgar el sello oficial en el cuello del inspector, diciendo:
— Si me entero que haces daño a la gente ten por seguro que te mataré. Ahora dispongo
de tu vida, y te devuelvo el sello. Nos vamos.
El inspector fue con el gobernador de Dingzhou a quejarse, y las órdenes fueron arrestar a
los hermanos, pero se marcharon a Daizhou y buscaron refugio con Liu Hu, quien les protegió
debido a la noble casta de Liu Bei.
En este momento los Diez Séquitos Acompañantes tenían todo en sus manos, y
ejecutaron a todo aquel que no estuvieran de su lado. De cualquier oficial que hubiera ayudado a
acabar con los rebeldes demandaron regalos; y si no respondían a su petición eran retirados de
su cargo. Los Comandantes Imperiales Huangfu Song y Zhu Jun fueron víctimas de esas
ingrigas y fueron privados de sus ministerios, mientras que por otro lado los eunucos recibían
los más altos honores y recompensas. Trece eunucos fueron ennoblecidos, incluído Zhao Zhong,
quien fue añadido al rango de General de la Caballería Voladora y Zhang Rang19 poseyó los
más caros caseríos alrededor de la capital. El gobierno crecía peor y peor, y todo el mundo
estaba irritado.
La rebelión estalló en Changsha conducida por Ou Xing, y en Yuyang por Zhang Ju y
Zhang Chun. Fueron enviados memorandos en gran número, como copos de nieve en invierno,
pero los Diez los sorprendieron a todos. Un día el Emperador fue a un banquete a uno de los

19
Dos de los Diez Séquitos Acompañantes.

6
jardines con los Diez, cuando el Consejero de la Corte Liu Tao apareció de repente mostrando
gran aflicción. El Emperador le preguntó qué le pasaba.
— Señor, ¿cómo puede estar festejando con estos mientras el imperio se encuentra en su
último suspiro?— dijo Liu Tao.
— Todo va bien— respondió el Emperador—. ¿Dónde hay algo que vaya mal?
— Los bandidos se encuentran en grandes bandas por todos lados y saquean las
ciudades— dijo Liu Tao—. Y todo es por culpa de los Diez Eunucos quienes venden
ministerios y dañan a la gente, aprueban leyes oficiales opresorias y engañan a sus superiores.
Todas las personas virtuosas han sido cesadas de sus cargos y mandados a sus hogares, y están
construyendo y guardando únicamente su posición. Más oficiales regionales han sido solicitados
que citas imperiales. La autoridad central está siendo socavada por intereses locales. ¡La
desgracia se halla frente a sus ojos!
Tras esto los eunucos se quitaron los sombreros y se arrojaron a los pies de su maestro.
— Si el Ministro Liu Tao nos desaprueba— dijeron— no merecemos permanecer en
nuestro cargo. Pondremos nuestras vidas a disposición y regresaremos a nuestras villas.
Cederemos nuestras propiedades para sufragar los gastos militares.
Y lloraron amargamente.
El Emperador se volvió enojado hacia Liu Tao, diciendo:
— Tú también tienes sirvientes, ¿por qué no soportas a los míos?
Y acto seguido el Emperador llamó a los guardias para que ejecutaran a Liu Tao y se lo
llevaron para matarlo.
— Mi muerte no significa nada— lloró en voz alta Liu Tao—. ¡La pena es que la Dinastía
Han, después de cuatro siglos de reinado, está a punto de caer!
Los guardas lo arrastraban ya y estaban preparados para llevar a cabo la orden del
Emperador cuando un ministro los detuvo, gritando:
— ¡Deteneos! Esperad hasta que hable con Su Majestad.
Se trataba del Ministro del Interior, Chen Dan. Fue con el Emperador, a quien le dijo:
— ¿Qué falta ha cometido el Consejero Liu Tao para condenarlo a muerte?
— Ha vilificado a mis sirvientes y me ha insultado a mí— dijo el Emperador.
— Todo el imperio comería la carne de los eunucos si pudieran, y además, Su Alteza,
usted los trata como si fueran parientes suyos. No han hecho ningún mérito, pero han creado
nobles. Además, Feng Xu estuvo asociado con los Turbantes Amarillos. ¡A menos que Su
Majestad se dé cuenta de eso, el estado va a derrumbarse!
— No hay pruebas en contra de Feng Su— contestó el emperador—. Sobre los Diez
Eunucos, ¿acaso hay alguno que no sea fiel?
Chen Dan golpeó su frente en los peldaños del trono y no desistió en su protesta.
Entonces creció la furia del Emperador y ordenó su cese y su encarcelamiento con Liu Tao. Esa
noche Liu Tao y Chen Dan fueron asesinados.
Entonces los eunucos enviaron un nuevo edicto a Sun Jian convirtiéndolo en Gobernador
de Changsha, con órdenes de sofocar la rebelión de Ou Xing. En menos de dos meses Sun Jian
informó que el condado se encontraba en calma. Se creó para él el título de Señor de Wucheng.
Mientras, Liu Yu fue hecho Protector Imperial de Youzhou y le encargaron dirigirse a
Yuyang y contener a Zhang Ju y a Zhang Chun. Liu Hu de Daizhou recomendó a Liu Bei a Liu
Yu. Liu Yu dio la bienvenida a Liu Bei, le dio el rango de comandante y le envió contra los
rebeldes. Luchó con y contra ellos y rompió por completo sus espíritus. Zhang Chun fue cruel, y
sus líderes se volvieron contra él. Uno de sus oficiales entonces le mató y le cortó la cabeza,
después de que los otros se rindieran. El otro líder, Zhang Ju, vio que todo estaba perdido y se
suicidó.
Yuyang estaba ahora tranquilo, y los servicios de Liu Bei fueron informados al trono, y
recibió pleno perdón por el insulto del inspector imperial. Fue hecho Magistrado Suplente de
Xiami, entonces Comandante Oficial de Gaotang. Entonces Gongsun Zan rogó los antiguos
servicios de Liu Bei, y fue promovido a Magistrado de Pingyuan. Esta situación era muy
próspera, y Liu Bei recuperó algo de su antiguo estatus anterior a los días de adversidad. Liu Yu
también recibió un ascenso y fue promovido a Gran Comandante.

7
En el verano del sexto año de la Estabilidad Central (189 DC), el Emperador Ling estaba
seriamente enfermo y llamó a He Jin a Palacio para disponer sobre el futuro. He Jin había
nacido en una humilde familia de carniceros, pero su hermana se convirtió en una concubina de
rango y le trajo un hijo al Emperador, llamado Liu Bian. Después de eso se convirtió en la
emperatriz He, y He Jin se convirtió en el poderoso Mariscal Regente20.
El Emperador tenía como amante a una bella joven llamada la Señorita Wang, quien le
había dado un hijo llamado Liu Xian. La Emperatriz He había envenenado a la Señorita Wang
por celos, y el bebé fue dado al cuidado de la Emperatriz Dong, que era la madre del Emperador
Ling. La Señora Dong fue la esposa de Liu Chang, Señor de Jiedu. Mientras fue emperador de
Huan no tuvo ningún hijo propio y adoptó al hijo de Liu Chang, quien le sucedió como el
Emperador Ling. Después de su ascensión, el Emperador Ling trajo a su propia madre a Palacio
a vivir y le concedió el título de la Emperatriz Viuda.
La Emperatriz Dong siempre había tratado de persuadirla para llamar a su hijo Liu Xian,
como el Claro Heredero, y frente al Emperador quiso gentilmente al chico y estuvo dispuesta a
hacer como su deseada madre. Cuando su fin estaba cerca, uno de los eunucos, Jian Shuo, dijo:
— Si Liu Xian es el heredero, He Jin debería ser eliminado para prevenir contraataques.
El Emperador lo vio así también. Puso a Jian Shuo al frente de los ocho ejércitos del
Jardín del Oeste con órdenes de controlar a los partidarios de Liu Bian. Y llamó a He Jin en
audiencia.
Pero en la misma puerta de la Ciudad Olvidada, He Jin fue advertido de su peligro por el
Comandante Pan Yin, quien le dijo:
— ¡Tiene que ser una trampa de Jian Shuo para destruirte!
He Jin volvió apresuradamente a sus cuarteles y llamó a muchos de los ministros a su
lado, y comenzaron a considerar cómo poder matar a los eunucos.
En esta asamblea un hombre habló en contra del complot.
— La influencia de los eunucos data desde hace un siglo y medio, durante los reinados de
los Emperadores Chong y Zhi. Se ha expandido como hierbajos nocivos en todas direcciones.
¿Cómo esperamos destruirlos? Deberemos mantener el secreto de este complot bajo cualquier
concepto o todos nuestros clanes serán exterminados.
He Jin bajó la mirada y vio al General de los Estándares Militares Cao Cao.
He Jin estaba muy preocupado por estas palabras y gritó:
— ¿Qué podéis saber súbditos como vosotros sobre cómo gobernar?
Y en medio de la confusión Pan Yin dijo:
— El Emperador no lo será más. Los eunucos han ideadon un plan secreto para matarlo y
forjar un comando para el Mariscal Regente para entrar en Palacio y ocupar la sucesión. Y para
prevenir problemas han inscrito el nombre de Príncipe Xian en el asunto.
Y como Pan Yin terminó de hablar, el edicto llegó llamando a He Jin.
— Por el momento el asunto es instaurar el legítimo heredero— dijo Cao Cao—.
Podremos encargarnos de los traidores después.
— ¿Quién se atreverá a unirse a mí para apoyar al Príncipe Bian, el legítimo heredero?—
preguntó He Jin, el Mariscal Regente.
Por una vez avanzaba una postura, gritando:
— ¡Dame cinco mil veteranos, e irrumpiremos en Palacio, estableceremos al verdadero
heredero, mataremos a los eunucos y limpiaremos el gobierno! Entonces la paz llegará al
imperio.
El enérgico interlocutor fue Yuan Shao, hijo del antiguo Ministro del Interior Yuan Feng
y sobrino del Guardián Imperial Yuan Wei. Yuan Shao entonces ostentaba el cargo de
Comandante Imperial.
He Jin reunió cinco mil guardias reales. Yuan Shao les consiguió equipamiento completo
y los comandó. He Jin, apoyado por He Yong, Xun You, Zheng Tai, y más de otros treinta
ministros y oficiales de alto rango, fueron a palacio. En la entrada, donde se encontraba el ataúd
del difunto Emperador, pusieron a Liu Bian en el trono. Después de que la ceremonia terminase
y todos se hubieran reverenciado ante el nuevo Emperador, Yuan Shao fue a arrestar al Eunuco

20
Mariscal Regente era el cargo militar más importante que había, mientras que Guardián Imperial lo era el civil.

8
Jian Shuo, el cual huyó aterrorizado del jardín del Palacio y se ocultó en unos arbustos, donde
fue descubierto y matado por Guo Sheng, uno de los Diez Eunucos. Los guardias bajo el mando
de Jian Shuo se rindieron todos.
— Sus bandas se han roto. ¡Es el momento más oportuno para matar a todos los eunucos!
Pero Zhang Rang y los eunucos del Diez olieron el peligro y se apresuraron para ver a la
Emperatriz He.
— El artífice para dañar a tu hermano era Jian Shuo— dijeron—: Sólo él estaba
involucrado y no los demás. Ahora el Mariscal Regente, aconsejado por Yuan Shao, quiere
matarnos a todos. ¡Imploramos su piedad, oh, Su Majestad!
— ¡No tengáis miedo!— dijo la Emperatriz He, cuyo hijo se acababa de convertir en
emperador—. Yo os protegeré.
Se dirigió hacia su hermano, y dijo:
— Tú y yo somos de origen humilde, y debemos nuestra buena fortuna a los eunucos. El
desacertado Jian Shuo ahora está muerto, ¿de verdad es necesario que todos los demás sigan su
misma suerte sólo porque lo diga Yuan Shao?
Y He Jin obedeció su deseo. Se dirigió a su grupo, diciendo:
— El verdadero ofensor, Jian Shuo, ha cumplido con su falta, y su clan será castigado.
Pero no tenemos que exterminar a todo su grupo por el error de uno sólo.
— ¡Matadlos, cada raíz y cada rama— gritó Yuan Shao—, o volverán a buscaros la ruina!
— Está decidido— dijo cordialmente He Jin—. No hay más que hablar.
Pocos días después He Jin recibió la Silla del Secretariado, y sus asociados recibieron
puestos importantes.
Ahora la Emperatriz Dong invocó al eunuco Zhang Rang y su grupo para un concilio.
— Fue lo primero que me imaginé de la hermana de He Jin— dijo—. Hoy su hijo está en
el trono, y todos los oficiales son sus amigos, y su influencia es enorme. ¿Qué podemos hacer?
— Su alteza debería administrar el estado ‘desde las sombras’— respondió Zhang
Rang—; crear al último hijo del Emperador Liu Xiang como un príncipe; darle a tu hermano, el
Tío Imperial Dong Chong, un gran cargo y un puesto en el ejército; y usarlo. Eso hay que hacer.
La Emperatriz Dong lo aprobó. Al día siguiente asumió la corte y redactó un edicto según
esos términos. Hizo a Liu Xian Príncipe de Chenliu y a Dong Chong General de la Caballería
Voladora21, y permitió a los eunucos participar de nuevo en los asuntos de estado.
Cuando la Emperatriz He se enteró preparó un banquete al que invitó a su rival la
Emperatriz Dong.
En medio del festejo, cuando todo el mundo estaba bajo la influencia del vino, la
Emperatriz He ofreció una copa a su invitada, diciendo:
— No sería adecuado que nosotras nos involucrásemos en asuntos de estado. Al principio
de la Dinastía Han, cuando la Emperatriz Lu puso sus manos sobre el gobierno, todos sus clanes
fueron condenados a muerte22. Deberíamos permanecer contentas, encerradas en nuestros
palacios, y dejar los asuntos del estado a los oficiales del estado. Eso debería ser bueno para el
país, y creo que actuarás así.
Pero lo único que consiguió fue el enfado de la Emperatriz He, diciendo:
— Sólo estás muerta de envidia, Señora Wang. Ahora, relájate mientras puedas mientras
tu hijo ocupe el trono y tu hermano sea poderoso, antes de que escuches esas mismas palabras.
¡Ordenaré que tu hermano sea decapitado, y eso me resultará tan fácil como dar una palmada!
— He tratado de persuadirte con palabras amables— le respondió la Emperatriz He
cuando tuvo ocasión—. ¿Por qué te has cabreado?
— Tú, hija de un carnicero de baja alcurnia, ¿qué conoces de los ministerios?— gritó la
Emperatriz Dong.
Y la pelea se volvió más intensa.
21
General de la Caballería Voladora era el segundo cargo militar más importante, justo por detrás de Mariscal
Regente y con el mismo rango que General de los Carros Voladores.
22
La Emperatriz Lu fue esposa de Liu Bang, el fundador de los Han. Después de la muerte de Liu Bang, retuvo la
autoridad imperial. Nombró a miembros de su propia familia en puestos de suma importancia para el estado y
pretendía reemplazar por completo a la familia reinante Liu por la suya propia. Pero esos planes se frustraron por su
muerte (180 DC).

9
Los eunucos persuadieron a las señoras para que lo dejaran. Pero por la noche la
Emperatriz He llamó a su hermano a Palacio y le contó lo que había pasado. Él salió y tomó
consejo con los principales oficiales de estado. A la mañana siguiente la corte se reunió y emitió
el siguiente comunicado:
« La Emperatriz Dong, siendo la madre adoptiva de Liu Sian, Príncipe de Chenliu, un
príncipe regional —sólo colateral— no podrá ocupar ninguna parte del Palacio. Será trasladada
a su antiguo feudo de Hejian y partirá inmediatamente.»
Y mientras se envió una comitiva para llevarse a la Emperatriz Dong, una fuerte escolta
fue apostada en la morada del Tío Imperial Dong Chong. Se llevaron su sello de oficial y él,
sabiendo que era el final, se suicidó en sus aposentos privados. Sus subordinados, quienes
lamentaron su muerte, fueron expulsados por los guardias.
Los eunucos Zhang Rang y Duan Gui, habiendo perdido a sus patrones, enviaron grandes
regalos al hermano menor de He Jin, He Miao, y a su madre, la Señora Wuyang, y de esta forma
consiguieron una buena imagen ante la Emperatriz He para poder ganarse su protección. Y así
ganaron una vez más el favor de la corte.
En el sexto mes de ese año, los emisarios secretos de He Jin envenenaron a la Emperatriz
Dong en su residencia en el país. Sus restos fueron trasladados a la capital y enterrados en los
Sepulcros Wen23. He Jin fingió una enfermedad y no asistió al funeral.
Un día el comandante Yuan Shao fue a ver a He Jin diciendo:
— Los dos eunucos Zhang Rang y Duan Gui están extendiendo el rumor de que tú has
causado la muerte de la última emperatriz y están conspirando por el trono. Ésta es una excusa
para ti para destruirlos. No dudes esta vez, o lo pagarás como Dou Wu y como Chen Fan, que
ya perdieron su oportunidad porque no supieron guardar bien el secreto y lo pagaron con sus
propias vidas. Ahora tú y tu hermano tenéis a muchos comandantes y oficiales detrás vuestro, y
la destrucción de los eunucos puede realizarse con facilidad. Esta oportunidad nos la ha enviado
el cielo. ¡No hay que retrasarse!
— Déjame que piense sobre ello— le respondió He Jin.
Los sirvientes de He Jin escucharon a hurtadillas la conversación e informaron
secretamente a las presuntas víctimas, las cuales enviaron suculentos regalos al hermano menor
He Miao.
Corrompido por eso, He Miao fue a hablar con su hermana la Emperatriz He y le dijo:
— El General es el jefe que apoya al nuevo Emperador, el cual no es ni gracioso ni
misericordioso pero sí un completo sanguinario. Si mata a los eunucos sin ninguna razón puede
provocar una revolución.
Poco después entró He Jin y le contó su determinación de acabar con los eunucos.
— Esos oficiales cuidan de los asuntos de palacio y son viejos sirvientes— argumentó
ella—. Para matar a antiguos sirvientes justo después de la muerte de su maestro podría parecer
un menosprecio al ancestral templo de la dinastía.
Y como He Jin era de mente vacilante, murmuró una aceptación y la dejó.
— ¿Qué ha pasado?— preguntó Yuan Shao cuando se lo encontró.
— No va a aceptar. ¿Qué podía haber hecho?
— Reúne un ejército y mátalos. Es algo imperativo. ¡No hay que volver a consentírselo!
— Es una gran idea— dijo He Jin. E impartió órdenes para que los soldados marcharan
sobre la capital.
Pero el Secretario Chen Lin objetó:
— ¡No! No hay que actuar sin consideración. El proverbio dice ‘taparse los ojos y robarse
a sí mismo sólo lo hacen los tontos’. Si por nimiedades no podéis conseguir vuestros deseos,
¿qué pasará con las cosas grandes? Ahora, con el favor del emperador y con el ejército bajo tu
mando, eres como el altanero tigre y el inmenso dragón: puedes hacer lo que quieras. El usar tan
enormes poderes contra los eunucos podría brindarte una victoria tan fácil como quemar un pelo
con un horno encendido. Sólo actúa con premura: usa tus poderes y golpea una vez, y todo el
imperio estará contigo. Pero concentrar fuerzas en la capital, reunir muchos aguerridos soldados
en un punto, cada uno con propósitos diferentes, es volver tus armas contra ti mismo, situar tu

23
Un cementerio para oficiales de la corte y la familia real.

10
persona bajo el poder de otro. Nada, salvo el fracaso, puede salir de eso, y los estragos se
sucederán.
— El punto de vista de un ratón de biblioteca— dijo He Jin con una sonrisa.
Entonces uno de los partidarios de He Jin aplaudió riendo.
— ¡Solucionar esta cuestión es tan fácil como volver nuestras manos! ¿Por qué hablamos
tanto?
Quien habló fue Cao Cao.

Podría vos retirar a gente maligna de mi trono soberano


Entonces busca consejo en el deseo del pueblo llano.

Lo que Cao Cao dijo será desvelado en capítulos posteriores.

11
1
Capítulo 3
En el Jardín Wenming, Dong Zhuo denuncia a Ding Yuan;
Con Liebre Roja, Li Su soborna a Lu Bu.

Lo que Cao Cao dijo fue esto:


— Los diabólicos eunucos ocupan un rango muy antiguo, pero la causa real de los
problemas presentes es la indecorosa influencia que les han permitido los emperadores y el
favoritismo ciego que han disfrutado. Pero por una encerrona ha obligado a contratar a este tipo
de demonio, y con librarse de los principales culpables es más que suficiente. ¿Por qué
aumentar la confusión convocando tropas de las provincias? Cualquier deseo de matarlos a
todos se conocerá con celeridad, y el plan fallará.
— Entonces, Cao Cao, tendrás algún otro plan— dijo He Jin con menosprecio.
Cao Cao dejó la reunión proclamando:
— ¡El único que sumiría al mundo en caos es He Jin!
Entonces He Jin envió con premura muchas cartas secretas y amplias a varias sedes.
Hubo que recordar que Dong Zhuo había fallado en su intento de destruir la rebelión de
los Turbantes Amarillos. Habría sido castigado de no haber sobornado a los Diez Eunucos
fuertemente para su protección. Después, a través de conexiones en la capital, obtuvo una
promoción rápida a general de General del Ejército de Vanguardia, a Señor de Aoxiang, a
Protector Imperial en la región occidental de Xizhou y a Comandante de un ejército de
doscientos mil soldados. Pero Dong Zhuo fue traicionero y desleal hasta la médula. Así, cuando
recibió la llamada de la capital, se regocijó gratamente y no perdió tiempo en obedecer. Dejó a
su hijo político, Dong Zhuo, un enorme ejército y a cuatro generales, Li Jue, Guo Si, Zhang Ji y
Fan Chou.
El consejero de Dong Zhuo y del hijo político, Li Ru, dijo:
— Ha llegado una llamada formal, pero hay muchas sombras en ella. Estaría bien lanzar
un memorial proclamando nuestros deseos e intenciones. Entonces podremos proceder.
Y así Dong Zhuo compuso algo así:
Su sirviente sabe que las continuas rebeliones tienen su origen en Zhang Rang y los
Siervos Acompañantes del Departamento de Interior, quienes actúan en contra de cualquier
precepto conocido. Ahora, para detener la ebullición del caldero, la mejor forma es atajarlo
con fuego; acabar con abscesos, aunque dolorosos, es mejor que nutrir al demonio. He
asumido el desafío del avance militar hacia la capital, con su permiso, y ahora ruego que
Zhang Rang y los otros eunucos sean cesados por el bienestar de la dinastía y del imperio.
He Jin leyó este memorial y se lo enseñó a sus partidarios.
— Es una bestia salvaje— dijo entonces el Ministro Zheng Tai—. ¡Si él viene, sus
víctimas serán personas!
— Eres demasiado temeroso— respondió He Jin—. Te pasa lo mismo con los grandes
proyectos.
— Hace mucho tiempo conocí a este hombre— añadió Lu Zhi—. Aunque sea de
apariencia inocente tiene el corazón de un lobo. Dejadle que venga y la calamidad vendrá con
él. Detenedle, no le permitáis su llegada, y de esta forma evitaréis una sublevación.
He Jin era obstinado, y Zheng Tai y Lu Zhi renunciaron a sus puestos y se retiraron, y ya
hicieron más que la mitad de los ministros de estado, mientras He Jin envió una cálida
bienvenida a Dong Zhuo, quien pronto acampó en el Lago Shengchi y se estacionó allí para
futuras acciones.
Zhang Rang y los eunucos sabían que este movimiento iba dirigido hacia ellos y dijo:
— Esto es un complot de He Jin. Si no golpeamos primero, todo nuestro clan podría ser
exterminado.

2
Y así fueron ocultados una banda de unos cincuenta rufianes armados en la Puerta de la
Gran Virtud en el Palacio de la Felicidad, donde la Emperatriz vivía, y entonces fueron a verla.
— El General, fingiendo actuar bajo órdenes, ha reclutado un ejército y lo ha conducido a
la capital para destruiros— dijeron—. ¡Os ha traicionado, Su Majestad, huya y sálvese!
— Id con el General y confesad vuestras culpas— dijo la Emperatriz.
— Si lo hiciéramos seríamos cortados en picadillo! Mejor llame al General a su presencia
y ordénale que se detenga. Si él no lo hace entonces rogaremos pero moriremos en su presencia.
La Emperatriz He mandó la orden requerida.
He Jin estaba a punto de ir con ella cuando el Secretario Chen Lin le recomendó que no
entrase, diciendo:
— Los eunucos están tras la orden con toda seguridad y eso quiere decir que no es bueno
para ti.
Pero puede que He Jin sólo viera la orden de la Emperatriz y no se diera cuenta de todo
eso.
— Esto es un edicto de la Emperatriz, eso está claro— le dijo—. ¿Qué tiene de malo?
— Nuestro plan no va a a ser un secreto mucho más— dijo Yuan Shao—. Detente a no
ser que estés preparado para luchar por tu cuenta.
— ¡Entonces saca primero a los eunucos!— dijo Cao Cao.
— ¡Niños estúpidos!— dijo He Jin—. ¿Qué pueden hacer ellos contra el hombre que
tiene a las fuerzas del imperio en su mano?
— Si vas entonces te acompañaremos como guardias, sólo como precaución— dijo Yuan
Shao.
Con lo cual Yuan Shao y Cao Cao eligieron a cinco mil de los mejores hombres bajo sus
órdenes, y a su cabeza pusieron a Yuan Shu, un hermano de Yuan Shao. Yuan Shu, vestido con
cota de malla, dispuso sus tropas fuera de la entrada de la Ciudad Olvidada, mientras Yuan Shao
y Cao Cao, asiendo espadas, fueron como escoltas.
Cuando He Jin estaba en las inmediaciones del Palacio de la Felicidad, el oficial del
Departamento de Interior dijo:
— Las órdenes son permitir el paso al Mariscal Regente y a nadie más.
Y así la escolta fue detenida en el exterior. He Jin entró con la cabeza bien alta. En la
Puerta de la Gran Virtud se encontró con Zhang Rang y con Duan Gui, y sus seguidores
enseguida se pusieron en torno suyo. He Jin comenzó a sentirse alarmado.
Entonces Zhang Rang, con tono áspero, comenzó a revelarle:
— ¿Qué crimen ha cometido la Emperatriz Dong para que tuviera que ser ejecutada? Y
cuando la Madre del País fue enterrada, ¿quién fingió una enfermedad y desatendió sus
quehaceres? ¡Te hemos elevado a ti y a tu miseria, dando a tu familia de vendedores ambulantes
la dignidad y la riqueza que ahora gozas, y esta es tu gratitud! Haces que nos partamos de risa.
Nos has llamado sórdidos y sucios, ¿quién es ahora el impúdico?
He Jin estaba aterrado y afligido, y buscaba una forma de escapar, pero todas las puertas
estaban cerradas. Los eunucos le habían encerrado, y entonces los asesinos aparecieron y le
cortaron en pedazos.
En días de Hans, y en años de su mandato de la serpiente estaban cerca,
Estúpido y falto de tacto fue He Jin, aún aguantaba su alto cargo,
Muchos fueron quienes le avisaron, pero como si no oyese se hizo el sordo,
Y por lo tanto de las espadas de los eunucos cayó presa.
Así murió He Jin. Yuan Shao y Cao Cao esperaron durante mucho tiempo. Al poco rato,
impacientes por el retraso, llamaron a la puerta.
— ¡Su carruaje espera, Mi General!
Como respuesta la cabeza de He Jin fue arrojada por la muralla. Un decreto fue
proclamado:
¡He Jin fue considerado traidor y, por tanto, ha sido ejecutado! Se perdona a sus
partidarios.
— ¡Los eunucos han asesinado al Primer Ministro!— gritó Yuan Shao—. ¡Que todos
aquellos que quieran acabar con ese malvado grupo venga y me ayude!

3
Entonces la puerta fue incendiada por uno de los generales de He Jin, Wu Kuang. Yuan
Shu a la cabeza de su guardia entró con violencia y mató a los eunucos sin preocuparle edad o
rango. Yuan Shao y Cao Cao allanaron la parte interior de Palacio. Cuatro de los eunucos, Zhao
Zhong, Cheng Kuang, Xia Yun y Guo Shen, huyeron a la Portería de la Flor Azul donde fueron
cortados en pedazos. El fuego rugió, destruyendo los edificios.
Cuatro de los Diez Séquitos Acompañantes, Zhang Rang, Duan Gui, Cao Jie y Hou Lan,
guiados por el primero, llevaron a la Emperatriz, el Emperador Bian y el Príncipe Xian de
Chenliu hacia el Palacio Norte.
Lu Zhi, desde que tuvo un trabajo dócil, permaneció en casa, pero el escuchar de la
revolución en Palacio le dotó de valor, cogió su lanza y se preparó para luchar.
Vio al eunuco Duan Gui apresurándose hacia la Emperatriz y le llamó.
— Tú, rebelde, ¿cómo te atreves a secuestrar a la Emperatriz?
El eunuco huyó. La Emperatriz saltó por una ventana y fue puesta en un lugar seguro.
El General Wi Kuang irrumpió en uno de los compartimentos interiores donde encontró a
He Miao, espada en mano.
— ¡Tú también estabas en el complot para asesinar a tu propio hermano!— gritó Wu
Kuang—. ¡Deberías morir con los demás!
— ¡Déjanos matar al conspirador contra su hermano mayor!— gritaron muchos.
He Miao miró alrededor: sus enemigos le rodeaban por todos lados. Fue muerto por
descuartizamiento.
Yuan Shu dispersó a sus soldados para que buscaran a los familiares de los eunucos sin
que se dejaran a ninguno. En la matanza muchos hombres todavía imberbes fueron muertos por
error.
Cao Cao se dedicó él mismo a apagar los incendios. Entonces imploró a la Emperatriz He
que asumiera el control de los asuntos, y los soldados fueron enviados a perseguir a Zhang Rang
y rescatar al joven Emperador y al joven Príncipe de Chenliu.
Mientras tanto Zhang Rang y Duan Gui se apresuraron en llevarse al Emperador y al
Príncipe. Atravesaron el humo y el fuego y viajaron sin detenerse hasta que alcanzaron las
Montañas Beimang. Acababa de pasar la medianoche. Escucharon un gran estruendo a su zaga y
vieron a soldados persiguiéndoles. Su líder, Min Gong, un comandante en Henan, estaba
gritando.
— ¡Traidores, deteneos, deteneos!
Zhang Rang, viendo que estaba todo perdido, saltó al río, donde se ahogó.
Los dos chicos, ignorando el significado de toda esa confusión y aterrados por lo que
presenciaban, no se atrevieron ni a llorar. Se deslizaron a las hierbas altas de la ladera del río y
se ocultaron. Los soldados buscaron por todos lados pero no los encontraron. Todavía
continuaron hasta altas horas de la madrugada, totalmente empapados, tiritando de frío y muy
hambrientos. Se tumbaron en la tupida hierba y lloraron el uno en los brazos del otro,
silenciosamente, para que nadie pudiera descubrirlos.
— Este no es un sitio en el que estar— dijo el Príncipe Xian—. Tenemos que encontrar
una forma de salir.
Y así los chicos anudaron sus ropas juntas y trataron de arrastrarse por la orilla. Estaban
en un malezal de arbustos espinosos, y estaba muy oscuro. No podían ver ningún terreno.
Estaban desesperados cuando, todos a una, millones de luciérnagas surgieron frente a ellos y
comenzaron a volar en círculos frente al Emperador.
— Dios nos está ayudando— dijo el Príncipe Xian.
Siguieron a las luciérnagas y poco a poco encontraron un camino. Caminaron por él hasta
que sus pies no les permitió seguir más adelante cuando, viendo un montón de paja cerca del
camino, treparon a él y se dejaron caer.
Este montón de paja estaba cerca de una granja. Por la noche, mientras el granjero
dormía, tuvo una visión de dos brillantes soles rojos detrás de su morada. Alarmado por el
portento se vistió rápidamente y fue a ver lo que pasaba. Entonces vio una luz brillante
proveniente del montón de paja. Se dirigió rápidamente allí y entonces vio a los dos jóvenes
tumbados.
— ¿De qué familia proceden, jóvenes caballeros?— preguntó el granjero.

4
El emperador estaba demasiado asustado para responder, pero su compañero dijo:
— Él es el Emperador. Ha habido una revolución en la Ciudad Olvidada y hemos huido.
Yo soy su hermano, el Príncipe de Chenliu.
El granjero reverenció una vez y otra, y dijo:
— Me llamo Sui Lie. Mi hermano Sui Yi es el depuesto Ministro del Interior. Mi
hermano estaba disgustado con los traidores de los eunucos y por eso se resignó y huyó de allí.
Los dos chavales fueron acogidos en la granja, y su anfitrión, de rodillas, le ofreció un
refrigerio.
Se decía que Min Gong había ido en persecución del Eunuco Duan Gui. Al poco Min
Gong alcanzó a Duan Gui y gritó:
— ¿Dónde está el Emperador?
— ¡Ha desaparecido! ¡No sé dónde está!
Min Gong mató a Duan Gui y colgó la sangrante cabeza en el pescuezo de su montura.
Entonces envió a sus tropas que buscaran en todas las direcciones, y él también cabalgó con el
mismo propósito. Al rato llegó a la granja. Sui Lie, viendo lo que colgaba del cuello del caballo,
le interrogó y, satisfecho con su historia, fue conducido con el Emperador. El encuentro fue
afectuoso. Todos lloraron de la emoción.
— El estado no puede permanecer sin su gobernante— dijo Min Gong—. Le ruego a Su
Majestad que vuelva a la ciudad.
En la granja no había más que un mísero rocín y éste fue ensillado para el Emperador. El
joven Príncipe fue tomado al cargo de Min Gong. Y así dejaron la granja. No se habían alejado
una milla de la granja cuando se encontraron con otros oficiales y con muchos centenares de
guardias y soldados que formaron un improvisado desfile. En él estaba Wang Yun, Ministro del
Interior; Yang Bia, Gran Comandante; Chunyu Qiong, Comandante del Ejército de la Izquierda;
Zhao Meng, Comandante del Ejército de la Derecha; Bao Xin, Comandante del Ejército de la
Retaguardia; y Yuan Shao, Comandante del Ejército Central. Las lágrimas se derramaron con
libertad en cuanto los ministros se encontraron con su Emperador.
Un hombre fue enviado delante a la capital para exponer la cabeza del Eunuco Duan Gui.
Tan pronto como les fue posible el Emperador fue ubicado en una montura mejor y al
joven Príncipe en un caballo para sí mismo. De este modo el Emperador volvió a Luoyang, y de
todo lo que había pasado circuló una cancioncilla en las calles de la ciudad:

Aunque el príncipe no formule órdenes ni el emperador no gobierne,


Desde las Montañas Beimang vendrá un brillante desfile.

El desfile no había terminado cuando vieron acercarse a un gran cuerpo de soldados


ondeando banderas ocultando el sol y levantando una enorme nube de polvo. Los oficiales
palidecieron, y el Emperador se alarmó enormemente. Yuan Shao aguantó en vanguardia.
— ¿Quién eres?— dijo Yuan Shao.
De entre las sombras de las embravecidas banderas salió un líder, diciendo:
— ¿Tienes al Emperador?
El Emperador estaba demasiado aterrado para contestar, pero el Príncipe de Chenliu
avanzó al frente y preguntó:
— ¿Quién eres tú?
— Dong Zhuo, Protector Imperial de la Región de Xizhou.
— ¿Has venido a proteger al Trono o a robarlo?— dijo el Príncipe Xian.
— He venido a protegerlo— dijo Dong Zhuo.
— Si ese es el caso, el emperador está aquí. ¿Por qué no has desmontado?
Dong Zhuo desmontó con premura y rindió homenaje en un lado del camino. Entonces el
Príncipe Xian habló cortésmente con él. El Príncipe había manejado la situación de forma

5
perfecta de principio a fin y por eso Dong Zhuo admiró su valor desde su corazón, y entonces
fue cuando surgió su primer deseo de deponer al Emperador a favor del Príncipe de Chenliu.
Alcanzaron el Palacio el mismo día, y allí se realizó una afectuosa entrevista con la
Emperatriz He.
Pero cuando restauraron el orden en el Palacio, el Sello Imperial Hereditario, el sello
especial del Emperador, desapareció.
Dong Zhuo acampó fuera de las murallas, pero cada día era visto con una escolta de
soldados armados así que la gente de a pie se encontraba en un estado de constante agitación.
Hasta entraba y salía de Palacio despreocupadamente como si tuviera todo el derecho a hacerlo.
El Comandante del Ejército Real Bao Xin habló de la traición de Dong Zhuo a Yuan
Shao, diciendo:
— Este hombre oculta deseos demoníacos y debería ser suprimido.
— No puede hacer nada hasta que el gobierno esté más asentado— dijo Yuan Shao.
Entonces Bao Xin vio al Ministro del Interior Wang Yun y le preguntó qué opinaba.
— Permitamos que se discuta— fue su respuesta.
Bao Xin no dijo nada más pero dejó la capital y se retiró a las Montañas Taishan.
Dong Zhuo persuadió a los soldados de los hermanos He Jin y He Miao para que se
pasaran a sus órdenes, y habló en privado con su consejero Li Ru sobre deponer al Emperador a
favor del Príncipe de Chenliu.
— El gobierno está sin un auténtico cabecilla. No hay mejor ocasión que ésta para llevar
a cabo su plan. Retrasarlo lo arruinará todo. Convoque mañana una asamblea con los oficiales
en el Jardín Wenming y expóngales la situación. Ejecute a todos los que se opongan, y su
prestigio quedará asentado.
Así habló Li Ru, y sus palabras congraciaron mucho a Dong Zhuo.
Y así al día siguiente Dong Zhuo celebró un banquete e invitó a muchos invitados. Como
todos los oficiales estaban aterrorizados por él ninguno se atrevió a abstenerse de ir. Dong Zhuo
llegó el último al jardín y ocupó su lugar con su espada ceñida a su cinto. Cuando varias rondas
de vino fueron servidas Dong Zhuo detuvo el servicio y la música y comenzó a hablar.
— Tengo algo que decir. ¡Que todo el mundo guarde silencio!
Todos se volvieron hacia él.
— El emperador es el señor de todo. Si es carente de dignidad y se comporta de modo
indecoroso, no es un heredero adecuado de los prerrogativos ancestrales. Quien ahora ocupa el
trono es alguien débil, inferior al Príncipe de Chenliu en inteligencia y amante de la erudición.
El Príncipe es el adecuado para el trono en todos los aspectos. Deseo deponer al Emperador y
disponer al Príncipe en su lugar. ¿Qué opináis vosotros?
La asamblea escuchó en perfecto silencio, nadie se atrevió a ser el primero en pronunciar
una palabra de disconformidad. Pero uno se atrevió, se levantó repentinamente de su lugar,
golpeó la mesa y gritó:
— ¡No! ¡No! ¿Quién eres tú para atreverse a pronunciar esas palabras tan atrevidas? El
Emperador es el hijo del anterior Emperador y no hay nada mal en eso. ¿Entonces por qué hay
que deponerlo? ¿Eres un rebelde?
Quien habló fue Ding Yuan, el Protector Imperial de Bingzhou.
Dong Zhuo fusiló con la mirada a Ding Yuan, rugiendo:
— ¡Los que estén conmigo continuarán viviendo, los que se opongan morirán!
Dong Zhuo desenvainó su espada y se dirigió hacia el objetor. Pero el atengo Li Ru se
percató mientras estaba tras Ding Yuan como un particular peligro como un secuaz suyo, quien
ahora empuñaba su alabarda amenazantemente, y cuyos ojos ardían con ira.
Y así Li Ru se interpuso con premura, diciendo:
— Pero esta es el salón de festejos, y los asuntos de estado deberían quedar fuera. Los
detalles podrán ser discutidos mañana en su totalidad.
Su compañero logró persuadir a Ding Yuan para que lo dejara, y tras su salida de tono
Dong Zhuo dijo:
— ¿Lo que he dicho es justo y razonable?
— Está equivocado, Ilustrísimo Señor— dijo Lu Zhi—. Al igual que pasaba con el
antiguo Emperador Tai Jia de la Dinastía Shang, que estaba poco instruido. Por lo tanto el

6
Ministro Yi Yin24 le encerró en el Palacio Tong hasta que fue reformado. Después el Príncipe de
Changyi ascendió al trono, y en veintisiete días cometió más de tres mil faltas categóricas. Por
lo tanto el Mariscal Regente Huo Guang25 declaró en el templo ancestral que el Príncipe de
Changyi fue depuesto. Nuestro actual Emperador es joven, pero es inteligente, benevolente y
listo. No ha cometido ni un solo error. Usted, Señor, es un protector imperial de una región
fronteriza y no un oficial de la corte y no tiene experiencia en la administración del estado. Las
puras intenciones de Yi Yin y de Huo Guang no justificaban sus actos. El Maestro dijo: ‘Sólo
con el propósito de Yi Yin uno puede actuar como Yi Yin. Si no, es tanto como una traición.’
Dong Zhuo empuñó su ira para matar al atrevido Lu Zhi, pero otros dos oficiales
protestaron.
— ¡El Ministro Lu Zhi es el blanco de todo el país, y su muerte violenta podría
conmocionar los corazones de todo el mundo!— dijeron los Consejeros de la Corte Cai Yong y
Peng Bo.
Dong Zhuo entonces desvió su mano.
— Un tema tan importante como la deposición y la sustitución de emperadores no es algo
que debería tratarse después de una fiesta con vino— dijo entonces Wang Yun—. Tratémoslo
en otra ocasión.
Y así se dispersaron los invitados. Dong Zhuo se situó en la puerta con su espada desnuda
viéndolos partir. Estando así, Dong Zhuo vio a un lancero galopando de un lado para otro en un
fiero corcel y preguntó a Li Ru quién era.
— Es Lu Bu, el hijo adoptivo de Ding Yuan. Debería mantenerse fuera de su camino, mi
señor.
Dong Zhuo entró y así él no pudo verle. Pero al día siguiente le informaron que Ding
Yuan había salido de la ciudad con un pequeño ejército y estaba desafiando en busca de batalla.
Dong Zhuo, con sus tropas, aceptó el desafío. Y los dos ejércitos se encararon en formación.
Lu Bu era una figura llamativa en vanguardia. Su pelo estaba ordenado con un bonito
tocado de oro, y estaba ataviado con un atuendo de batalla bordado con cientos de flores, un
casco con un faisán bordado y una coraza de plata, y en torno a su talle tenía un reluciente
cinturón de jade con un broche con la forma de la cabeza de un león. Con su lanza en ristre
cabalgó hasta situarse junto a su maestro Ding Yuan.
Ding Yuan, cabalgando hacia adelante, apuntó con su dedo a Dong Zhuo, comenzando a
insultarle.
— El hecho desafortunado de este estado fue cuando los eunucos se volvieron tan
poderosos que la gente se encontraba como si estuvieran bajo la suela de sus zapatos. Ahora tú,
desprovisto de todo mérito, tratas de hablar de deponer al emperador correcto y sentar a otro.
¡Eso es nada menos que desear una rebelión!
Dong Zhuo no respondió a Lu Bu y, ansioso por la lucha, cabalgó directo hacia él. Dong
Zhuo se retiró y el ejército de Ding Yuan entró en acción. La batalla fue a favor de Ding Yuan,
y las tropas derrotadas se retiraron diez millas e hicieron otro campamento. Allí llamó Dong
Zhuo a sus oficiales para un consejo.
— Este Lu Bu es una maravilla— dijo Dong Zhuo—. ¡Si estuviera de mi lado podría
desafiar al mundo entero!
24
Yi Yin fue un ayudante y uno de los principales ministros del Rey Tang, el fundador de la Dinastía Shang. Tras la
muerte del Rey Tang, Yi Yin sirvió a sus hijos y a sus nietos. Poco después de Tai Jia, el nieto del Rey Tang ascendió al
trono y cometió numerosos errores y Yi Yin, actuando como regente, exilió a Tai Jia al Palacio Tong, el lugar del
enterramiento del Rey Tang. Después de tres años Yi Yin le devolvió el trono. Tai Jia finalmente se convirtió en un
emperador progresista. La Dinastía Shang se extendió durante 650 años (1.700-1050 AC). Fue este acto de Yi Yin
más que sus servicios levantando un imperio lo que le convirtió en inmortal. Se cuestionó si lo que hizo estuvo bien
por destronar temporalmente al rey, hasta que surgió un veredicto final por Mencius quien pensaba que su meta
justificaba ampliamente sus actos. Este hecho histórico atestiguaba la extensión del poder ejercido por el primer
ministro en aquellos días.
25
Huo Guang (¿?-68 AC) fue general y regente de Han. Después de que el Emperador Wu muriese Huo Guang se
convirtió en regente de tres emperadores sucesivos, y el segundo de ellos fue el Príncipe de Changyi, quien estuvo
en el trono sólo veintisiete días. Huo Guang hizo declarar al Príncipe de Changyi no apto para gobernar y le depuso.
Aunque Huo Guang contribuyó mucho a la estabilización del imperio, tras su muerte, fue degradado por el
emperador y muchos de sus familiares fueron ejecutados con cargos de conspiración.

7
Tras esto un hombre avanzó diciendo:
— ¡Esté contento, mi señor! Yo soy un paisano suyo y le conozco muy bien: es valeroso,
pero no ingenioso; cedámosle la iniciativa cuando vea que tiene ventaja. Con esta pequeñez, y
usando mi elocuencia, puedo convencerle de que deponga las armas y se pase a nuestro lado.
Dong Zhuo quedó deleitado y admirado por el interlocutor. Era Li Su, un general del
Ejército Imperial del Tigre.
— ¿Qué argumentos usarás con él?— preguntó Dong Zhuo.
— Tienes un buen caballo, Liebre Carmesí, uno de los mejores que se hayan criado.
Tengo que tener este corcel, y oro y perlas para ganar su corazón. Entonces iré y le persuadiré.
Abandonará el servicio a Ding Yuan para ofrecerse a usted sin duda alguna.
— ¿Qué opinas?— dijo Dong Zhuo a su consejero Li Ru.
— Uno no puede tenerle resentimiento a un caballo por ganar un imperio— fue su
respuesta.
Y así le entregaron a Li Su lo que había pedido, mil onzas de oro, diez ristras de bonitas
perlas, un cinturón enjoyado y a Liebre Carmesí, y con esa compañía fue Li Su con su paisano.
Li Su alcanzó el campamento y dijo al guardia:
— Por favor, dile al General Lu Bu que un viejo amigo ha venido a verle.
Fue admitido de inmediato.
— Honorable hermano, ¿ha estado bien desde la última vez que nos vimos?— le soltó
más que le saludó Li Su.
— ¡Hacía mucho tiempo que no nos veíamos!— respondió Lu Bu, devolviéndole la
indirecta—. ¿Y dónde estás ahora?
— Soy general en el Ejército Imperial del Tigre. Cuando me enteré que eras un fuerte
partidario del Trono no podría decir cómo me regocijé. Ahora he venido a regalarte un exquisito
caballo, un corcel de cinco-mil-millas-en-un-día, uno que atraviesa ríos y escala montañas como
si se trataran de llanuras. Su nombre es Liebre Carmesí. Será una adecuada contribución por tu
valor.
Lu Bu mandó a sus guardas que sacaran al caballo. Tenía un pelaje de un color rojo como
el sol, ni un solo pelo de otro color. Medía diez palmos desde la cabeza a la cola, y de las
pezuñas al pescuezo ocho palmos. Cuando relinchaba el sonido llenaba el firmamento y sacudía
el océano.

Distinguid al rápido e incansable corcel, ved el polvo levantado en volandas,


Ahora nada por el río, luego escala la montaña, la púrpura niebla rasgando,
Rompe desdeñoso las riendas, sacude de su cabeza las enjoyadas bridas,
Es como un fiero dragón descendiendo de lo más alto del cielo.

Lu Bu estaba encantado con el caballo y dijo:


— ¿Qué te tengo que dar a cambio de una criatura semejante?
— ¿Qué puedo esperara a cambio? Te lo he entregado por tu sentimiento de rectitud—
respondió Li Su.
Vino fue servido y bebieron.
— Nos veíamos mucho de pequeños, pero ahora es con su honorable padre con quien me
suelo encontrar constantemente— dijo Li Su.
— Estás borracho— dijo Lu Bu—. Mi padre lleva muerto años.
— Eso no; he hablado con Ding Yuan, el hombre del día.
Lu Bu se arrancó.
— Sí, estoy con él, pero sólo porque no puedo hacerlo mejor.
— Señor, su talento es más grande que los cielos, más profundo que los mares. ¿Hay
alguien en el mundo que no se reverencie ante su nombre? Fama, riqueza y honores son suyos
por derecho. ¡Y dice que no puede hacer más que ser un simple subordinado!
— Si sólo pudiera encontrar un maestro al que servir…— dijo Lu Bu.

8
— El pájaro inteligente elije la rama en la que posarse; el sirviente sabio selecciona al
maestro al que servir. Aprovecha la oportunidad cuando se presenta, para arrepentirse que no
sea demasiado tarde.
— Ahora estás en el gobierno. ¿Quién crees que es el más valiente de todos?— preguntó
Lu Bu.
— Desprecio a todos menos a Dong Zhuo. Es alguien que acata la sabiduría y venera la
erudición; es entendido a la hora de recompensar y de castigar. Seguro que está destinado a ser
un gran hombre.
— Espero poder servirle, pero me temo que no hay forma de hacerlo— dijo Lu Bu.
Entonces Li Su sacó sus perlas y oro y el cinturón enjoyado y lo dispuso ante su anfitrión.
— ¿Qué es esto? ¿Y qué significa?— preguntó Lu Bu.
— Envía fuera a tus sirvientes— respondión Li Su, y entonces continuó—. Dong Zhuo
respeta enormemente tu bravura y ha enviado esto por mí. Liebre Carmesí también es de parte
suya.
— Pero si él me agasaja así, ¿qué puedo hacer yo para corresponderle?
— Si un estúpido como yo puede ser general en el Ejército Imperial del Tigre, no hay
forma de describir todos los honores que te esperan a ti— dio Li Su.
— Lo siento, no hay ningún servicio que pueda ofrecer.
— Hay un servicio que puedes hacer— dijo Li Su—, y es extremadamente fácil llevar a
cabo; pero no debes postergarlo.
Lu Bu permaneció largo rato en silencio, y entonces dijo:
— Debería matar a Ding Yuan y pasar al servicio del ejército de Dong Zhuo. ¿Qué opinas
de eso?
— Si hicieras eso no habría un servicio mejor. Pero es algo que hay que hacer
rápidamente.
Y Lu Bu prometió a su amigo que debería tomar la decisión cuanto antes y marcharse al
día siguiente.
Y así Li Su se marchó. Esa noche, durante la segunda guardia, Lu Bu entró, espada en
mano, en la tienda de su señor. Se encontró a Ding Yuan leyendo con la luz de un solitario
candil.
Viendo quién venía, Ding Yuan dijo:
— Hijo mío, ¿qué estás tramando?
— Soy un héroe audaz— dijo Lu Bu—. ¡No creas que yo he elegido voluntariamente ser
hijo tuyo!
— ¿A qué viene ese cambio, Lu Bu?
Como respuesta Lu Bu pegó un corte, y la cabeza de Ding Yuan cayó a la tierra.
Entonces Lu Bu llamó a los guardias y dijo:
— Era un hombre injusto, y he tenido que matarlo. Abandonarle quienes estén conmigo.
El resto puede marcharse.
La mayoría huyó. Al día siguiente, con la cabeza del hombre asesinado como regalo, Lu
Bu se dirigió a Li Su, quien le llevó ante Dong Zhuo. Éste le recibió con una cálida bienvenida e
hizo que le sirvieran vino.
— Tu presencia es bienvenida así como el suave rocío por la reseca hierba— dijo Dong
Zhuo.
Lu Bu hizo que Dong Zhuo se sentara y entonces mostró señal de obediencia, diciendo:
— ¡Permítame que me postre ante usted como mi padre adoptivo!
Dong Zhuo le dio a su nuevo aliado una armadura de oro y túnicas de seda y celebró un
banquete de bienvenida. Entonces se separaron.
Desde entonces el poder y la influencia de Dong Zhuo se incrementó rápidamente. Le dio
la señoría de Hu, un estado antiguo, y el rango de Comandante del Ejército de la Izquierda a su
hermano Dong Min. Nombró a Lu Bu Señor de Luoyang, Comandante de la Capital del Distrito
y Comandante de la Caballería. Dong Zhuo se hizo a sí mismo Ministro de Fomento, Gran
Comandante y Comandante del Ejército de Vanguardia.
El consejero Li Ru nunca cesó de urgirle para que llevara a cabo el plan de deponer del
trono al joven Emperador.

9
El ahora todopoderoso Dong Zhuo preparaba un banquete en la capital con todos los
oficiales de estado como invitados. También ordenó a Lu Bu que apostara una compañía de
hombres armados a derecha e izquierda preparados para la acción. El festín comenzó y
numerosas viandas fueron servidas sin nada que las distinguieran de cualquier otro banquete.
Entonces de repente el anfitrión se levantó y sacó su espada, diciendo:
— El que está por encima de nosotros es débil e indeciso, incapaz para los deberes de tan
alto cargo. Por lo tanto yo, como hicieran antaño Yi Yin y Huo Guang, depondré al Emperador
dándole el título de Príncipe de Hongnong, y pondré en el trono al presente Príncipe de Chenliu.
Y que todos aquellos que no estén de acuerdo que sufran el castigo de la muerte.
El miedo se apoderó de todo el mundo y guardaron silencio, todos menos Yuan Shao,
quien dijo:
— ¡El Emperador es inocente de cualquier culpa, y destronarle a favor de un plebeyo es
una rebelión y nada más!
— ¡El imperio está en mis manos!— gritó Dong Zhuo—. ¿Cuando elija hacer esto, quién
se atreverá a decir que no? ¿Crees que mi espada es roma?
— ¡Si tu espada está afilada, la mía nunca ha estado desafilada!— dijo Yuan Shao
mientras su espada brillaba fuera de su funda.
Los dos hombres permanecieron cara a cara en medio de los asistentes.

Cuando Ding Yuan murió por un traidor y asesino,


La pérdida fue enorme para el bando de Yuan Shao.

La suerte de Yuan Shao será revelado en capítulos posteriores.

10
1
Capítulo 4
La Deposición del Emperador: El Príncipe de Chenliu se
Convierte en Emperador;
Intrigas Contra Dong Zhuo: Cao Cao Regala una Espada.

Dong Zhuo tenía el objetivo de matar a Yuan Shao, pero Li Ru lo controló, diciéndole:
— No debería matar temerariamente mientras haya asuntos pendientes de un hilo.
Yuan Shao, con su espada todavía desenvainada, se marchó de la asamblea. Colgó los
sellos de su ministerio en la puerta este y se fue a la Región de Jizhou.
— Tu sobrino se ha comportado inapropiadamente, pero le perdono por ello— dijo Dong
Zhuo al Guardián Imperial Yuan Wei—. ¿Qué opináis de mi complot?
— Tiene toda la razón— fue la respuesta.
— ¡Si alguien se opone a este gran proyecto morirá de inmediato de acuerdo a las leyes
militares!— dijo Dong Zhuo.
Los ministros, totalmente aterrados, prometieron obediencia, y la fiesta llegó a su fin.
Dong Zhuo preguntó al Consejero Zhou Bi y al Comandante Wu Qion su opinión sobre el
abandono de Yuan Shao.
— Se ha marchado totalmente embargado por la ira— dijo Zhou Bi—. Bajo ese estado de
excitación podría causar mucho daño a nuestros actuales intereses, sobre todo porque la familia
Yuan ha sido conformada por destacados oficiales superiores durante cuatro generaciones, y sus
protegidos y subordinados están en todas partes. Si reúnen a gente audaz y reclutan a sus
huestes, todos los valientes soldados se levantarán en armas, y la región oriental de las
Montañas Huashang se perderá. Es mejor que perdones a Yuan Shao y le envíes una nota.
Estará dispuesto a olvidar y no se nos opondrá.
— Yuan Shao es muy dado a las intrigas, pero ha errado en su decisión y por eso no hay
que temerle. Aún así estaría bien darle algún rango y conseguir de este modo ganar el favor
popular.
Dong Zhuo siguió su consejo, y sin esperar ni un momento envió un mensaje para ofrecer
a Yuan Shao el gobierno de Bohai.
En el primer día del noveno mes, el Emperador fue invitado a desfilar en el Salón de la
Virtud donde había una gran asamblea de oficiales.
Allí Dong Zhuo, espada en mano, se encaró a la concurrencia y dijo:
— El Emperador es un débil e inepto para soportar el gobernar esta tierra. ¡Ahora
escuchad el documento que tengo preparado!
Y Li Ru leyó lo siguiente:
— El sumiso Emperador Ling abandonó demasiado pronto a su gente. El Emperador es el
blanco de todas las personas de esta tierra. Sobre el presente Emperador Bian el Cielo le ha
otorgado minúsculos regalos: en dignidad y porte es deficiente, y en luto es negligente. Sólo la
virtud más completa puede agraciar a la dignidad imperial. La Emperatriz He le ha entrenado
inapropiadamente, y todo el estado administrativo se ha sumido en el caos. La Emperatriz Dong
murió repentinamente y nadie sabe por qué. La doctrina de los tres vínculos, Cielo, Tierra y
Humanidad, y la continuidad de la independencia del Cielo y de la Tierra han sido dañados.
» Pero Liu Xian, Príncipe de Chenliu, es sabio y virtuoso interiormente como bien
parecido exteriormente. Representa todos los cánones apropiados: su luto es sincero, y su
dialéctica es siempre correcta. Los elogios hacia su personan llena el imperio. Es la persona más
indicada para el sagrado deber de consolidar el gobierno de los Han.
» Por tanto el Emperador debe ser depuesto ahora y ser nombrado Príncipe de Hongnong,
y la Emperatriz He debe retirarse de la administración.
» Rezo porque el Príncipe de Chenliu acepte el trono en conformidad con el decreto del
Cielo y de la Tierra, el deseo de la gente, y el cumplimiento de las esperanzas de la humanidad.

2
Cuando el comunicado fue leído Dong Zhuo pidió a los oficiales que bajaran al
Emperador del trono, le retiraran su sello y que hicieran que se arrodillara en dirección al norte,
mostrándose así un leal sirviente del Trono y que esperaba sus órdenes. Además Dong Zhuo
hizo que la Emperatriz He se quitara su vestido real ceremonial y aguardara la orden imperial.
Muchas víctimas de esta opresión lloraron amargamente, y cada ministro presente quedó
profundamente afectado.
Un ministro puso su disgusto en palabras, gritando:
— ¡El falso Dong Zhuo es el autor de este insulto, y yo arriesgaré mi vida para acabar con
él!
Y con esto se abalanzó hacia Dong Zhuo amenazantemente con su bastón de marfil de
oficial.
Fue el Escaño del Secretario Ding Guan. Dong Zhuo hizo que Ding Guan fuera apartado
y, según el procedimiento, ejecutado. Antes de que muriese, Ding Guan no cesó de clamar
contra el opresor, sin mostrar nada de miedo hasta la muerte.

Quien concibió el vil proyecto fue Dong Zhuo el rebelde


Para deshacerse del Rey y agraviar así su legítimo linaje.
Con los brazos cruzados estuvieron los cortesanos, menos uno
Ding Guan, quien se atrevió a gritar cuando el mal se hizo.

Entonces el emperador designado, el Príncipe de Chenliu, fue a la parte superior de la sala


a recibir felicitaciones. Después de esto, el Emperador depuesto, ahora Príncipe de Hongnong,
su madre y la Consorte Imperial, Lady Tang, fueron exiliados al Palacio de la Calma Eterna.
Las puertas de entrada fueron cerradas a cal y canto.
¡Fue lamentable! Allí estaba el joven emperador, después de reinar menos de medio año,
depuesto y puesto otro en su lugar. El nuevo Emperador fue Liu Xian, el segundo hijo del
anterior Emperador Ling. Tenía nueve años de edad, cinco años más joven que su derrocado
hermano. El nuevo estilo de reinado fue renombrado a Inauguración de la Tranquilidad, primer
año (190 DC).
Convertido en Primer Ministro, Dong Zhuo se volvió más poderoso y arrogante. Cuando
se inclinaba ante el Trono no declaraba su nombre. No se apresuraba para ir a la corte. Armado
y acorazado entraba en la sala de recepciones. Amasó una fortuna que excedía enormemente a la
de cualquier otro.
Su consejero, Li Ru, trataba de persuadir a Dong Zhuo constantemente para que
contratara a gente de reputación para ganarse el aprecio público. Así, cuando le dijo que Cai
Yong era un hombre de talento, Dong Zhuo le hizo llamar. Pero Cai Yong no acudió. Dong
Zhuo le envió un mensaje diciéndole que si no acudía él y su familia serían eliminados.
Entonces Cai Yong se dio por vencido y acudió. Dong Zhuo fue muy agraciado con él y le
promocionó tres veces en un mes. Cai Yong se convirtió en Ministro Supremo. Así era la
generosidad del tirano.
Mientras tanto, el gobernante depuesto, su madre y su consorte fueron enclaustrados en el
Palacio de la Calma Eterna y encontraron su suplicio diario gradualmente decreciente. El
Emperador depuesto lloró incesantemente. Un día un par de golondrinas volaban de un lado
para otro inspirándole estos versos:

El verde del césped y la fresca primavera


Sacáis a jugar a las traviesas golondrinas;
Los caminantes se paran en el ondulante arrollo,
Y sus ojos renacerán destellantes y gozosos;
Miro los tejados con mirada fija
Del Palacio que antes habitaba.
Pero aquello que alojé con corazón honrado,
¿no se silenciará cuando los días acaben pasando?

3
El mensajero, que era enviado por Dong Zhuo regularmente al palacio para informarse
sobre los prisioneros, cogió el poema y se lo mostró a su señor.
— ¡Así que muestra su resentimiento escribiendo poemas! Una excusa justa para
quitárselos a todos del medio— dijo Dong Zhuo.
Li Ru fue enviado con diez hombres para consumar el hecho. Los tres estaban en una de
las habitaciones superiores cuando Li Ru llegó. El Emperador se estremeció cuando la criada
anunció el nombre del visitante.
Al poco entró Li Ru y le ofreció una copa de vino envenenado al Emperador, el cual le
preguntó que qué significaba eso.
— La primavera es la estación de la mezcla y el intercambio armonioso, y el Primer
Ministro le envía esta copa de vino de longetividad— dijo Li Ru.
— Si fuera vino de longetividad, usted también bebería— dijo la Emperatriz He.
Entonces Li Ru se volvió brutalmente franco.
— ¿No vas a beber?— preguntó.
Llamó a hombres armados con dagas y cuerdas y pidieron al emperador que los mirase.
— La copa o ellos— le dijo.
— Deje que la criada beba en el lugar de su señor— dijo Lady Tang—. ¡Dispondrá de la
madre y del hijo, lo prometo!
— ¿Y tú quién eres para morir por un príncipe?— dijo Li Ru.
Entonces ofreció la copa a la Emperatriz una vez más y le pidió que bebiera.
Volvió a clamar contra su hermano, el débil He Jin, el autor de todos estos problemas. No
iba a beber.
Entonces Li Ru se acercó al Emperador.
— Permíteme despedirme de mi madre— suplicó, y lo hizo con estas palabras:

El cielo y la tierra ha cambiado,


¡Ay! El sol y la luna han dejado sus cursos,
Yo, una vez el centro de todas las miradas, llevado a todos los confines,
Mi vida cerca de su fin está, oprimido por un ministro arrogante,
Vanas son mis lágrimas derramadas pues ya nada me vale.

Lady Tang cantó:

El cielo se está desmoronando, la tierra desprendiéndose,


Yo, la criada de un emperador, me apenaría el no seguirle.
Hemos llegado al principio, la prisa y la muerte no andan juntas;
¡Ay! Estoy sola con gran dicha en mi corazón que no sanará nunca.

Cuando ambos cantaron estos versos rompieron a llorar el uno en los brazos del otro.
— El Primer Ministro está esperando mi informe— dijo Li Ru—, y lo estáis retrasando
demasiado. ¿Creéis que tenéis alguna esperanza de socorro?
— Los rebeldes nos están obligando a morir, a una madre y a un hijo, y el Cielo nos ha
abandonado— dijo la Emperatriz, estallando en otro brote de ira—. ¡Pero tú, la herramienta de
este crimen, morirás sin duda!
La ira de Li Ru creció más de inmediato, poniendo sus manos sobre la Emperatriz y
lanzándola por la ventana. Entonces ordenó a los soldados que estrangularan a Lady Tang y
obligó al muchacho a que tragara el vino de la muerte.
Li Ru informó lo acontecido a su maestro quien ordenó que fueran enterrados fuera de la
ciudad. Después de esto la conducta de Dong Zhuo se volvió más atroz que antes. Pasaba las
noches en Palacio, deshonrando a las concubinas imperiales, e incluso durmiendo en el Diván
del Dragón.

4
Una vez condujo a sus soldados a la ciudad de Yangcheng cuando los lugareños, hombres
y mujeres, se reunieron de todos lados para el festival anual de primavera. Sus tropas
sometieron el lugar y lo saquearon. Se llevaron el botín de los carros de carga, hicieron mujeres
prisioneras y más de un millar de cabezas cortadas. La procesión volvió a la Capital Luoyang y
publicaron una historia sobre que habían obtenido una gran victoria contra unos rebeldes.
Quemaron las cabezas bajo las murallas y las mujeres y las joyas fueron repartidas entre los
soldados.
Un general llamado Wu Fu estaba disgustado por esta ferocidad y buscó la oportunidad
para matar a Dong Zhuo. Wu Fu vestía constantemente un peto bajo sus ropas cortesanas y
llevaba oculta una afilada daga. Un día, cuando Dong Zhuo llegó a la corte, Wu Fu se encontró
con él en las escaleras y trató de apuñalarlo. Pero Dong Zhuo era un hombre muy poderoso y
rechazó a Wu Fu hasta que Lu Bu acudió en su ayuda. Lu Bu aniquiló al asaltante.
— ¿Quién te ha dicho que te rebeles?— dijo Dong Zhuo.
— Tú no eres mi príncipe y yo no soy tu ministro, ¿dónde está la rebelión?— gritó Wu Fu
tras estallar—. Tus crímenes llenan los cielos, y cada persona debería matarte. ¡Me lamento por
no poder hacerte pedazos con carros de guerra para apaciguar la cólera del mundo!
Dong Zhuo ordenó a los guardias que se lo llevaran y lo descuartizaran. Wu Fu sólo cesó
de maldecir cuando cesó su vida.
Este fue un sirviente de los últimos días de Han muy honesto.
Su valor fue tan alto como los cielos, inigualable en todos los tiempos;
En la corte intentó matar al rebelde, ¡su fama es grande!
Por todos los tiempos la gente le llamará héroe.
A partir de entonces Dong Zhuo siempre llevó una guardia personal.
En Bohai Yuan Shao escuchó del abuso de poder de Dong Zhuo y le envió una misiva
secreta al Ministro del Interior Wang Yun:
Este rebelde de Dong Zhuo ha ultrajado al cielo y ha depuesto sus leyes. La gente normal
no se atreve a hablar de ello: eso es comprensible. Y tú has padecido sus agresiones como si no
supieras nada de ello. ¿Cómo eres entonces un sumiso y leal ministro del trono? He reunido un
ejército y deseo limpiar la habitación real, pero no creo que la tarea vaya a ser fácil. Si eres
voluntarioso entonces encontrarás la oportunidad para conspirar contra este hombre. Si fueras
a usar la fuerza, yo seré tu comandante.
La carta llegó pero Wang Yun parece ser que no tuvo oportunidad de conspirar contra
Dong Zhuo.
Un día, mientras una muchedumbre se encontraba presente, muchos de ellos antiguos
sirvientes, Wang Yun dijo a sus colegas:
— Es mi cumpleaños, espero que vengáis a una pequeña fiesta en mi humilde morada
esta noche.
— Por supuesto que iremos— gritaron—, y le deseamos una larga vida.
Esa noche las mesas fueron desplegadas en el comedor, y sus amigos se reunieron allí.
Cuando ya se llevaban varias rondas de vino, el anfitrión se tapó repentinamente su cara y
comenzó a llorar.
Los invitados estaban pasmados.
— Señor, es su cumpleaños, ¿por qué está llorando?— le dijeron.
— No es mi cumpleaños— respondió Wang Yun—. Pero quería reuniros a todos y temía
que Dong Zhuo sospechara, por eso he usado esta excusa. Ese hombre insulta al Emperador y
hace lo que quiere por lo que las prerrogativas imperiales se encuentran en un peligro inminente.
Pienso en los días en que nuestros ilustres fundadores destruyeron a los Qin, aniquilaron a los
Chu y obtuvieron el imperio. ¿Quién podría haber previsto que hoy ese Dong Zhuo haya
subyugado a todos a su voluntad? Por eso es por lo que lloro.
Entonces todos lloraron con él.
Sentado entre los invitados, además, estaba Cao Cao, quien no participó en los llantos
pero sí aplaudió y rió sonoramente.
— Si todos los oficiales del gobierno lloran hasta el amanecer, y desde el amanecer lloran
hasta el anochecer, ¿quién va a matar a Dong Zhuo?— dijo Cao Cao.
Wang Yun se volvió hacia él con ira.

5
— Tus antepasados se cebaron con la recompensa de los Hans. ¿No eres capaz de mostrar
gratitud? ¿Acaso puedes reírte?
— Me río de lo absurdo de una asamblea como esta que es incapaz de llevar a cabo la
muerte de un solo hombre. Inútil e incompetente como soy, voy a cortarle la cabeza y a colgarla
de las puertas de la ciudad como ofrenda a la población.
Wang Yun dejó su asiento y se dirigió hacia Cao Cao.
— Estos últimos días— continuó Cao Cao— he estado inclinando mi cabeza ante Dong
Zhuo con el único propósito de encontrar una oportunidad de destruirlo. Ahora está
comenzando a creer en mí, y por eso puedo acercarme a él a veces. Tienes una espada con siete
piedras preciosas que podrías prestarme, y yo iré a palacio y le mataré. No me preocupa si
muero en el intento.
— ¡Qué gran fortuna para el mundo si fuera así!— dijo Wang Yun.
Con esto Wang Yun sirvió una copa a Cao Cao quien se la bebió de un trago y firmó un
juramento. Después, la espada atesorada fue sacada y entregada a Cao Cao quien se la guardó
entre sus ropas. Se terminó su vino, se disculpó ante los invitados, y dejó la sala. Mucho antes
de que los demás se marchasen.
Al día siguiente Cao Cao, con su espada corta ceñida, llegó al palacio del Primer
Ministro.
— ¿Dónde está el Primer Ministro?— preguntó.
— En una pequeña habitación de huéspedes— le respondieron los sirvientes.
Y así Cao Cao se fue y encontró a su anfitrión sentado en un diván. Lu Bu estaba a su
lado.
— ¿Por qué llegas tan tarde, Cao Cao?— dijo Dong Zhuo.
— Mi caballo es viejo y lento— contestó Cao Cao.
Dong Zhuo se volvió hacia su guardaespaldas Lu Bu.
— Han llegado muchos buenos caballos del oeste. Ve y elige un buen ejemplar para
regalárselo.
Y Lu Bu se marchó.
— ¡Este traidor está condenado!— pensó Cao Cao. Ahora tenía que atacarle, pero Cao
Cao sabía que Dong Zhuo era muy fuerte y tenía miedo de actuar. Esperó para asegurarse su
asalto.
La corpulencia de Dong Zhuo era tal que no podría permanecer mucho sentado, por lo
que rodó por el sofá hasta quedarse de cara al interior.
— Ahora es mi oportunidad— pensó el asesino, y agarró la espada con firmeza.
Pero en el momento en que Cao Cao iba a apuñalarle resultó que Dong Zhuo le estaba
viendo por el reflejo de un espejo con la espada en la mano.
— ¿Qué estás haciendo, Cao Cao?— dijo Dong Zhuo volviéndose inmediatamente. Y en
ese momento llegó Lu Bu llevando un caballo.
Cao Cao se dejó caer sobre sus rodillas y dijo:
— Tengo una maravillosa espada conmigo que me gustaría entregársela como regalo, Su
Benevolencia.
Dong Zhuo la cogió. Tenía una hoja fina, por encima de un pie de longitud, con las siete
piedras preciosas incrustadas y muy afilada; era una buena espada de verdad. Dong Zhuo
entregó el arma a Lu Bu mientras Cao Cao se quitó la vaina para dársela a Lu Bu.
Entonces salieron para ver el caballo. Cao Cao fue generoso con sus gestos de gratitud y
dijo que le gustaría probar el animal. Entonces Dong Zhuo ordenó a los guardias que trajeran
una silla y unas bridas. Cao Cao condujo a la criatura fuera, fustigándola con su látigo
vigorosamente, y cabalgando hacia el este.
— Cuando acababa de llegar me había parecido como si ese tipo tuviera intención de
apuñalarle pero que se hubiese acobardado en el último instante y hubiese hecho como que te
regalaba el arma para disimular— dijo Li Bu.
— ¡Eso es lo que yo creía!— dijo Dong Zhuo.
Entonces Li Ru entró y dijeron:

6
— Cao Cao no tiene familia aquí en la capital por lo que se hospeda totalmente solo y no
muy lejos— dio Li Ru—. Hazlo llamar. Si acude de inmediato significará que la espada es un
regalo. Pero si pone alguna excusa es que tenía malas intenciones. Y podrás arrestarlo.
Cuatro carceleros fueron enviados para llamar a Cao Cao.
Estuvieron ausentes durante mucho tiempo y cuando volvieron dijeron:
— Cao Cao no había vuelto a su hospedería pero cabalgó velozmente hasta la puerta este.
Cuando los comandantes de la puerta le preguntaron les respondió que portaba un mensaje
especial del Primer Ministro. Se marchó a toda velocidad.
— Le ha podido su conciencia y por eso ha huido. ¡No hay duda, eso quiere decir
asesinato!— dijo Li Ru.
— ¡Y bien que yo creí en él!— bramó Dong Zhuo.
— Se tiene que estar tramando una conspiración. Cuando los atrapemos deberíamos
saberlo todo sobre ello— dijo Li Ru.
Cartas e imágenes del fugitivo Cao Cao fueron enviadas a todas partes con órdenes de
capturarlo. Se ofreció una gran recompensa económica y un título nobiliario, mientras que todo
aquel que le protegiera sería condenado por cómplice.
Cao Cao viajó con premura hacia Qiao, su país de origen. En el camino a Zhongmou fue
reconocido por los guardias en la puerta y hecho prisionero. Fue llevado ante el Magistrado.
Cao Cao declaró que era un mercader llamado Huang Fu. El Magistrado estudió su rostro con
más detenimiento y permaneció pensando en profundidad.
Al rato el Magistrado dijo:
— Supe que eres Cao Cao por un anuncio que vi cuando estuve en la capital. ¿Por qué
tratas de ocultar tu identidad?
El Magistrado ordenó que encarcelaran a Cao Cao hasta el día siguiente que sería
trasladado a la capital para reclamar su recompensa. Le dio a los soldados vino y comida como
recompensa.
Sobre medianoche el Magistrado envió a un sirviente fiel para traer al prisionero a su
habitación privada para interrogarlo.
— Se dice que el Primer Ministro te ha tratado bien. ¿Por qué has atentado contra él?—
dijo el Primer Ministro.
— ¿Cómo pueden las golondrinas y los gorriones entender el vuelo de la grulla y del
ganso salvaje? Soy tu prisionero y voy a ser enviado a la capital por una recompensa. ¿Por qué
tantas preguntas?
El Magistrado ordenó que se retiraran los sirvientes y volviéndose al prisionero dijo:
— No me menosprecies. No soy un mero mercenario, sólo que aún no he encontrado un
señor al que servir.
— Mis ancestros disfrutaron de la generosidad de los Han— dijo Cao Cao—, ¿y debería
ser yo diferente de un pájaro o una bestia si no deseara devolvérselo con gratitud? Tengo que
hincar la rodilla ante Dong Zhuo así que debería encontrar una oportunidad contra él, y eliminar
a este demonio del estado. He fallado esta vez. Supongo que será el designio del Cielo.
— ¿Y a dónde te diriges?
— Regreso a mi tierra. Desde allí podría conseguir reunir a un nutrido grupo de gente
para que me ayuden a derrocar al tirano. Esa es mi voluntad.
Acto seguido el Magistrado aflojó él mismo las cuerdas que atenazaban al prisionero,
liberándolo, e inclinándose dijo:
— Me llamo Chen Gong. Mi anciana madre y mi familia se encuentran en la región
oriental de Dongjun. ¡Me siento profundamente afectado por tu fidelidad y rectitud, y voy a
abandonar mi puesto para seguirte!
Cao Cao quedó muy complacido con este giro de los acontecimientos. Chen Gong reunió
algún dinero para los gastos del viaje y le dio a Cao Cao una ropa diferente. Entonces cada uno
tomó una espada y cabalgaron hacia Qiao.
Tres días después de su marcha llegaron a Chenggao. Cao Cao señaló a la aldea hundida
en el bosque con su látigo y dijo:
— Aquí vive mi tío, Lu Bushe, un hermano declarado de mi padre. ¿Deberíamos ir y
preguntar por las novedades de mi familia y buscar un sitio donde pasar la noche?

7
— ¡Excelente!— dijo su compañero Chen Gong, y se dirigieron adelante. Desmontaron
en la puerta de la granja y entraron.
Lu Bushe los saludó y le dijo a Cao Cao:
— He escuchado que el gobierno ha enviado órdenes severas en todas direcciones para
arrestarte. Tu padre ha ido a ocultarse a Chenliu. ¿Cómo ha sido que ha acabado esto así?
— Si no hubiera sido por el buen acto de este hombre que me acompaña— dijo Cao
Cao— ahora mismo habría sido descuartizado.
— Eres la salvación de la familia Cao— dijo Chen Gong postrándose ante Lu Boshe—.
Pero siéntase cómodo y descanse, le buscaré una cama en mi humilde morada.
Entonces Lu Boshe se levantó y salió del comedor donde había estado tanto tiempo.
— No hay buen vino en la casa— dijo cuando salió—. Voy al pueblo a conseguir algo
para usted.
Y se montó rápidamente en su burro y partió. Los dos viajeros permanecieron sentados
mucho tiempo. De repente escucharon en la parte trasera de la casa el sonido de un cuchillo
afilándose.
— No es mi tío realmente— dijo Cao Cao a Chen Gong—. Estoy empezando a dudar el
motivo de su marcha. Escuchemos.
Y así salieron silenciosamente a un cobertizo de paja en la parte trasera.
Al rato alguien dijo:
— Atar antes de matar, ¿no?
— Lo que me imaginaba— dijo Cao Cao—. ¡Si no atacamos primeros nos van a matar!
Cao Cao y Chen Gong saltaron de la nada, espada en mano, y mataron a todos los
miembros de la familia, varones y féminas, un total de ocho personas.
Después de esto buscaron en la casa. En la cocina encontraron un cerdo atado preparado
para matarlo.
— Has sido muy desconfiado— dijo Chen Gong— ¡y hemos asesinado a gente inocente!
Cao Cao y Chen Gong montaron de nuevo y partieron. Al poco se encontraron con su
anfitrión Lu Boshe volviendo a casa, y sobre la silla de montar vieron dos vasijas de vino. En
sus manos llevaba frutas y verduras.
— ¿Por qué se van, señores?— los llamó Lu Boshe.
— La gente perseguida no se puede permitir relajarse— dijo Cao Cao.
— ¡Pero ya había mandado matar un cerdo! ¿Por qué rehúsan mi humilde hospitalidad?
He rezado por su bienestar.
Cao Cao no le hizo ningún caso, jaleando a su caballo para seguir adelante. Pero de
repente empuñó su espada y se volvió hacia Lu Boshe.
— ¿Quién va?— llamó Cao Cao.
Lu Boshe se giró para mirar, y en ese instante Cao Cao mató a Lu Boshe.
Chen Gong tenía miedo.
— Ya nos hemos equivocado bastante antes— gritó Chen Gong—. ¿Y ahora esto por
qué?
— ¿Crees que lo soportaría pacientemente cuando llegase a casa y viese a su familia
asesinada? Si diera la alarma y nos encontraran entonces sí estaríamos muertos con seguridad.
— Matarlo deliberadamente está muy mal— dijo Chen Gong.
— ¡Es mejor que le fallemos al mundo a que el mundo nos falle a nosotros!— fue su
respuesta.
Chen Gong guardó silencio, pensativo. Cabalgaron una buena distancia bajo la luz de la
luna y al rato se proveyeron de una posada para resguardarse. Habiendo dado de comer primero
a sus caballos, Cao Cao pronto se durmió, pero Chen Gong permaneció pensando.
— Le he tomado por un hombre íntegro y lo he dejado todo por seguirle, pero es tan cruel
como un lobo. Si acabo con él ahora no podrá hacer más daño después— fue lo que pensó.
Y Chen Gong se levantó con la intención de matar a su compañero.

En su corazón late la crueldad y el veneno, hombre de deshonor;


No se difiere en nada de su gran enemigo Dong Zhuo.

8
La futura fortuna de Cao Cao será contada en capítulos posteriores.

9
1
Capítulo 5
Cao Cao apela a los Poderosos Señores;
Los Tres Hermanos Luchan Contra Lu Bu.

Al final del último capítulo Chen Gong iba a matar a Cao Cao. Pero Chen Gong
reflexionó:
— Me he unido a él para hacer las cosas correctas. Si lo mato ahora sólo podré hacer
agravios, y la gente podría condenarme. Mejor me marcho en silencio.
Levantándose de su cama antes del alba, Chen Gong montó en su caballo y cabalgó hacia
el este hacia su país natal de Dongjun.
Cao Cao despertó con el día y perdió su compañero.
— Chen Gong cree que soy alguien brutal debido a las frases egoístas que he usado, y por
eso se ha ido— pensó—. Debo continuar yo también y no rezagarme más aquí.
Y así Cao Cao viajó tan rápido como le fue posible hacia Qiao. Cuando vio a su padre le
relató lo que había pasado y dijo que quería disponer de todas las propiedades familiares y
reclutar soldados con el dinero.
— Nuestras posesiones son muy modestas— dijo su padre— y no son suficientes para
hacer nada. Sin embargo hay un graduado aquí, un Wei Hong, descuidado de riquezas pero
cuidadoso de virtud, cuya familia es muy rica. Con su ayuda podríamos tener esperanza de
éxito.
Una fiesta fue preparada, y Wei Hong fue invitado.
Cao Cao le dio un discurso:
— Los Hans han perdido su señorío y Dong Zhuo es un tirano de verdad. Se burla de su
príncipe y es cruel con la gente, quienes rechinan los dientes con rabia. Restauraría a los Hans,
pero mis medios son insuficientes. Señor, apelo a su lealtad y a su espíritu público.
— Lo he deseado durante mucho tiempo— respondió Wei Hong— pero, lamentándolo
mucho, no he encontrado a la persona adecuada para emprender el cometido. Ya que tú, Cao
Cao, tienes un deseo tan noble, yo dedicaré gustosamente todas mis propiedades a la causa.
Estas fueron noticias felices y el llamamiento a las armas fue preparado en el acto y
hecho tanto en la lejanía como en las postrimerías. Así se estableció un cuerpo de voluntarios y
se erigió una gran bandera blanca de reclutamiento con las palabras Lealtad y Honor inscritas
en ella. La respuesta fue rápida, y los voluntarios llegaron tantos como gotas de lluvia.
Un día vino un tal Yue Jing de Yangping y otro Li Dian de Julu. Esos dos fueron
nombrados asistentes personales de Cao Cao. Otro era Xiahou Dun de Qiao. Era descendiente
de Xiahou Ying 26 de los antiguos. Xiahou Dun había sido entrenado desde su más tierna
adolescencia en el uso de la lanza y de la porra. Cuando sólo tenía catorce años se encontraba
muy unido a cierto maestro marcial. Un día una persona habló despectivamente de su maestro, y
Xiahou Dun lo mató. Por su muerte, sin embargo, tuvo que huir y estuvo exiliado durante algún
tiempo. Ahora vino a ofrecer sus servicios, acompañado por su sobrino Xiahou Yuan. Cada uno
trajo un millar de soldados entrenados. En realidad esos dos eran hermanos de Cao Cao de
nacimiento puesto que el padre de Cao Cao era originario de la familia Xiahou, y no tuvieron
más que ser adoptados por la familia Cao.

26
Xiahou Ying (¿?-173) fue un comandante general de Liu Bang. Fue ennoblecido como el Marqués de Ruyin y
comúnmente se le llamaba el Señor de Tang.

2
Unos días después llegaron los dos sobrinos de Cao Cao, Cao Ren y Cao Hong, cada uno
con un millar de seguidores. Los dos iban acompañados con jinetes bien adiestrados en el uso de
las armas.
La instrucción comenzó, y Wei Hong gastó su tesoro libremente en comprar ropas, armas,
banderas y pendones. De todos los lugares llegaron regalos en forma de cereales y grano.
Cuando Yuan Shao recibió la llamada a las armas de Cao Cao reunió a todos los que
estaban bajo su mando, un total de treinta mil soldados. Entonces marchó de Bohai a Qiao para
jurar fidelidad a Cao Cao. Después un manifiesto fue emitido:
Cao Cao y sus cómplices, movidos por su sentido del deber, emiten esta proclama. Dong
Zhuo ha desafiado al Cielo y a la Tierra. Está destruyendo el estado y dañando a su príncipe.
Está contaminando el Palacio y oprimiendo al pueblo. Es vicioso y cruel. Sus crímenes se están
acumulando. Ahora hemos recibido una orden secreta para reclutar soldados y nos hemos
comprometido a limpiar el imperio y a destruir a los demonios. Vamos a reunir un ejército
voluntario y a ejercer todos nuestros esfuerzos para mantener la dinastía y socorrer a los
ciudadanos. Responded a esto, oh Nobles, ofreciendo a vuestros soldados.
Hubo muchas respuestas a la convocatoria de todos lados y se mostró la siguiente lista:

1. Gobernador de Nanyang – Yuan Shu


2. Protector Imperial de la Región de Jizhou – Han Fu
3. Protector Imperial de la Región de Yuzhou – Kong Zhou
4. Protector Imperial de la Región de Yanzhou – Liu Dai
5. Gobernador de Henei – Wang Kuang
6. Gobernador de Chenliu – Zhang Miao
7. Gobernador de Dongjun – Qiao Mao
8. Gobernador de Shanyang – Yuan Yi
9. Señor de Jibei – Bao Xin
10. Gobernador de Beihai – Kong Rong
11. Gobernador de Guangling – Zhang Chao
12. Protector Imperial de la Región de Xuzhou – Tao Qian
13. Gobernador de Xiliang – Ma Teng
14. Gobernador de Beiping – Gongsun Zan
15. Gobernador de Shangdang – Zhang Yang
16. Gobernador de Changsha – Sun Jian
17. Gobernador de Bohai – Yuan Shao

Estos contingentes variaban en tamaño, desde diez mil hasta treinta mil, pero todos ellos
estaban completos con sus oficiales, civiles y militares, y líderes marciales. Estaban
encabezados por la Capital Luoyang.
El Gobernador de Beiping, Gongsun Zan, mientras, pasó a través del condado de
Pingyuan por su cuenta con sus fuerzas de quince mil unidades. Allí vio entre moredas una
bandera amarilla bajo la que marchaba una pequeña compañía. Cuando se encontraba cerca de
ellos vio que su líder era Liu Bei.
— ¿Qué estás haciendo aquí, mi buen hermano?— preguntó Gongsun Zan.
— Fuiste una vez amable conmigo, y con su recomendación he conseguido la
magistratura de este condado. He escuchado que estaba cruzando estas tierras y he venido a
saludarle. ¿Puedo rogarle, mi hermano mayor, que acepte la hospitalidad de mi ciudad y que
descanse su montura?
— ¿Quiénes son esos dos?— dijo Gongsun Zuan, refiriéndose a los hermanos de Liu Bei.
— Son Guan Yu y Zhang Fei, mis hermanos bajo juramento.
— ¿Lucharon contigo contra los Turbantes Amarillos?— preguntó Gongsun Zan.
— Todo lo que conseguí fue gracias a sus esfuerzos— dijo Liu Bei.
— ¿Y cuáles son sus ocupaciones?
— Guan Yu es un arquero a caballo y Zhang Fei es un arquero a pie.
— ¡Así es como se entierran a las personas!— dijo Gongsun Zan, suspirando. Entonces
continuó—. Toda la nobleza va a destruir al rebelde Dong Zhuo. Hermano mío, harías mejor

3
abandonando este nimio lugar y unirte a nosotros en la restauración de la Casa de los Han. ¿Por
qué no?
— Me gustaría ir— dijo Liu Bei.
— Si me hubieras dejado matarlo aquella vez no tendríais ese problema ahora— dijo
Zhang Fei a Liu Bei y a Guan Yu.
— Pero así están las cosas, preparémonos y vayamos— dijo Guan Yu.
Y así, sin más, los tres hermanos, con unos cuantos jinetes, se unieron a Gongsun Zan y
marcharon con él para unirse al gran ejército.
Uno tras otro fueron llegando los señores feudales y acampando. Sus campamentos se
extendían por setenta millas o más. Cuando llegaron todos Cao Cao, como el cabecilla, preparó
bueyes y caballos para sacrificarlos y llamó a todos los señores a una gran asamblea para decidir
sobre el plan de ataque.
Entonces habló el Gobernador de Henei, Wang Kuang:
— Ha sido un noble sentido de la justicia el que nos ha movido a juntarnos hoy aquí.
Ahora lo primero que tenemos que hacer es elegir un jefe y jurarle obediencia.
— Durante cuatro generaciones los oficiales del estado de más alto rango han pertenecido
a miembros de la familia Yuan, y sus protegidos y sus partidarios están por todas partes. Como
descendiente de los antiguos ministros de Han, Yuan Shao es la persona indicada para ser
nuestro jefe.
Yuan Shao declinó este honor una y otra vez. Pero todos decían:
— ¡Tiene que ser él! ¡No puede ser ningún otro!
Y entonces accedió.
Al día siguiente un altar conmemorativo de la reunión fue construido, y se hincaron en
torno a él los pendones de todos los asistentes en las cinco direcciones del espacio. Y
dispusieron en torno al mismo yacs blancos y hachas de oro y emblemas de autoridades
militares y los sellos de los líderes.
Todo estaba preparado, el jefe supremo fue invitado a ascender al altar. Vestido con
atuendo ceremonial y con una espada en el cinto, Yuan Shao ascendió reverenciado. Allí quemó
incienso, hizo reverencias y recitó el juramento:
La Casa de los Han ha caído bajo días diabólicos, la cuerda de la autoridad imperial se
ha roto. El ministro rebelde, Dong Zhuo, ha tomado ventaja de la discordia para su trabajo
demoníaco y las calamidades han caído sobre familias honorables. La gente navega bajo el
timón de la crueldad. Nosostros, Yuan Shao y sus confederados, temerosos por las
prerrogativas imperiales, hemos creado una fuerza militar para rescatar al estado. Nos
comprometemos a emplear toda nuestra fuerza y a actuar acordes con el máximo de nuestras
fuerzas. No puede haber actos dudosos ni egoístas. Cualquier miembro de este concilio podría
perder su vida y no legar a la posteridad. ¡Cielo Todopoderoso y Tierra Universal y los
iluminados espíritus de nuestros antepasados, sed nuestros testigos!
Finalizada la lectura Yuan Shao untó con la sangre del sacrificio sus labios y los de
aquellos con quienes compartió la plegaria. Todos quedaron profundamente afectados por la
ceremonia y muchos derramaron lágrimas.
Una vez hecho el jefe supremo fue bajado de lo alto del altar y conducido a su tienda,
donde tomó el lugar principal y los demás se ordenaron acordes a su rango y su edad. Se sirvió
vino.
Al rato Cao Cao dijo:
— Nos concierne a todos obedecer al jefe que este día se ha encumbrado y apoyar al
estado. No debe de haber sentimientos de rivalidad o de superioridad basados en números.
— Indigno como yo soy, pero como jefe electo debo impartir imparcialmente recom-
pensas por méritos así como castigos por ofensas— respondió Yuan Shao—. Dejemos que cada
uno vea si obedece las leyes nacionales y los preceptos militares; ninguno de estos deben de ser
rotos.
— ¡Sólo sus órdenes serán obedecidas!— gritaron todos.
— Mi hermano, Yuan Shu, es nombrado Jefe de Comisaría— dijo Yuan Shao—. Debe de
encargarse de que todo el campamento esté bien suministrado. Pero lo necesario ahora es un

4
líder de vanguardia que debería ir al Paso del Río Si y provocar una batalla. Las demás fuerzas
tomarán posiciones estratégicas de apoyo.
Entonces el Gobernador de Changsha, Sun Jian, se ofreció para el cometido.
— ¡Eres fiero y valiente, al igual que este servicio!— dijo Yuan Shao.
Las fuerzas bajo el mando de Sun Jian partieron y se presentaron ante el Paso del Río Si.
Los guardias allí apostados enviaron un mensajero a la capital para anunciar al Primer Ministro
lo apremiante de la situación.
Una vez que Dong Zhuo aseguró su posición se entregó a una vida de lujos sin medida.
Cuando las urgentes noticias llegaron al Consejero Li Ru, fue de inmediato con su maestro,
quien alarmado convocó un gran concilio.
Lu Bu tomó la iniciativa y dijo:
— No tema, padre. He observado a los señores tras el Paso y sus fuerzas son ridículas. ¡Y
con los guerreros de su fiero ejército me encargaré de matarlos a todos y de exhibir sus cabezas
en las puertas de la capital!
— ¡Con tu ayuda puedo dormir seguro!— dijo Dong Zhuo.
Pero alguien tras Lu Bu rompió a hablar, diciendo:
— ¡Un cuchillo de carnicero para matar una gallina! ¡No es necesario que vaya el
general, yo cortaré sus cabezas tan fácilmente como si sacara algo de mi bolsillo!
Dong Zhuo miró al que hablaba y sus ojos se toparon con un robusto hombre de fiero
semplante, ágil y flexible como una bestia. Tenía una cabeza redonda como un leopardo y
hombros como un gorila. Su nombre era Hua Xiong de Guanxi. Dong Zhuo se regocijó de las
atrevidas palabras de Hua Xiong y le nombró Comandante de la Valiente Caballería, y le
entregó cinco mil jinetes y hombres de a pie. Hua Xiong y otros tres generales, Li Su, Hu Zhen
y Zhao Cen partieron rápidamente hacia el Paso del Río Si.
Entre los señores feudales Bao Xin, el Señor de Jibei, estaba celoso porque la elección
como Líder de la Vanguardia de Sun Jian podría traerle grandes honores. Por eso Bao Xin
intentó encontrarse con el enemigo primero, y por eso envió secretamente a su hermano, Bao
Zhong, con trescientos soldados para que se adelantaran. En cuanto esta pequeña unidad cruzó
el Paso ofrecieron batalla.
Reaccionando rápido, Hua Xiong y la cabeza de los cinco mil jinetes armados barriendo
hacia el Paso, gritando:
— ¡No huyáis, rebeldes!
Pero Bao Zhong estaba preocupado y regresó. Hua Xiong empezó, su brazo en alto, la
espada cayó, y Bao Zhong fue cortado en dos hasta su montura. Muchos de la compañía de Bao
Zhong fueron capturados. La cabeza de Bao Zhong fue enviada al palacio del Primer Ministro.
Hua Xiong fue promovido a Comandante en Jefe.
Al poco Sun Jian se acercó al Paso. Tenía cuatro generales, Cheng Pu de Tuyin, cuya
arma era una lanza espinada de acero con una hoja encabezada por una serpiente; Huang Gai de
Lingling, quien manejaba un látigo de acero; Han Dang de Lingzhi, que usaba un sable pesado;
y Zu Mao de Wujun, quien luchaba con un par de espadas.
El comandante Sun Jian vestía un casco de fina plata rodeado con un turbante púrpura.
Llevaba a través de su cuerpo su espada de lingote de hierro antiguo y cabalgaba en un caballo
pinto de crines sueltas.
Sun Jian avanzó hacia el Paso y llamó a los defensores, gritando:
— ¡Ayudantes de un tirano! ¡Rendíos rápido!
Hua Xiong intentó que Hu Zhen dejara fuera a cinco mil contra Sun Jian. Cheng Pu con
lanza de serpiente cabalgó hacia el flanco de Sun Jian y entabló batalla. Después de bastantes
ataques Cheng Pu mató a Hu Zheng en el campo de batalla con una puñalada en la garganta.
Entonces Sun Jian dio la señal para que el ejército principal avanzase. Pero desde el Paso las
tropas de Hua Xiong cayó bajo una lluvia de piedras, poniendo en apuros a demasiados de los
asaltantes, los cuales se retiraron al campamento de Liangdong. Sun Jian envió el informe de la
victoria a Yuan Shao.
Sun Jian también envió un mensaje urgente por provisiones al comisario.
Pero un consejero dijo al Controlador Yuan Shu:

5
— Este Sun Jian es todo un tigre en el este. Podría tomar la capital y destruir a Dong
Zhuo, podríamos tener a un tigre en lugar de a un lobo. No le envíes grano. Priva de comida a
sus tropas y eso decidirá el destino de ese ejército.
Y Yuan Shu puso oído al detractor y no envió grano ni forraje. Al poco los hambrientos
soldados de Sun Jian mostraron su insatisfacción con indisciplina, y los espías cargaron con las
noticias de los defensores del Paso.
Li Ru hizo un complot con Hua Xiong, diciendo:
— Lanzaremos esta noche un ataque rápido contra Sun Jian por el frente y la retaguardia
y así podremos capturarlo.
Hua Xiong estuvo de acuerdo y se preparó para el ataque. Así los soldados atacantes
fueron avisados y tuvieron una cena completa. La oscuridad rodeó al Paso y se acercaron
cautelosamente por caminos secretos tras el campamento de Sun Jian. La luna estaba brillante y
el viento fresco. Llegaron sobre medianoche y los tambores resonaron para un ataque inmediato.
Sun Jian enseguida se atavió con sus útiles para la batalla y aguantó. Corrió directo hacia Hua
Xiong y los dos guerreros se enfrentaron. Pero antes de que hubiesen intercambiado muchos
golpes el ejército de Li Ru llegó desde la retaguardia y prendió fuego a todo lo que pudiese
arder.
El ejército de Sun Jian se sumió en la confusión y huyeron desordenadamente. Se produjo
una refriega, y pronto sólo Zu Mao quedó del lado de Sun Jian. Esos dos pasaron a través del
Paso y huyeron. Hua Xiong se lanzó en su persecución, Sun Jian cogió su arco y lanzó dos
flechas en rápida sucesión, pero ambas erraron. Encajó una tercera flecha en la cuerda, pero tiró
del arco con tanta fuerza que lo rompió. Tiró el arco al suelo y se lanzó a pleno galope.
— El turbante púrpura de mi señor es una marca que identificarán fácilmente los
rebeldes— dijo Zu Mao—. ¡Démelo, y yo me lo pondré!
Así intercambió Sun Jian su yelmo de plata con el turbante por el casco de su general, y
los dos hombres partieron en direcciones opuestas. Los perseguidores sólo se fijaron en el
turbante púrpura y Sun Jian pudo encontrar una vía de escape.
Zu Mao, perseguido muy de cerca, se arrancó su tocado y lo puso sobre un poste de una
casa medio quemada por la que pasó y lo arrojó al tupido bosque. Las tropas de Hua Xiong
vieron que el turbante púrpura permanecía inmóvil desafiante pero sin acercarse, por lo que se
detuvieron rodeándolo y le dispararon flechas. Cuando se dieron cuenta del engaño se lanzaron
y lo atraparon.
Ese era el momento que estaba esperando Zu Mao. Entonces se lanzó adelante, girando
sus dos espadas, y derribando al líder. Pero Hua Xiong fue demasiado rápido. Con un fuerte
grito Hua Xiong golpeó a Zu Mao y le derribó del caballo. Hua Xiong y Li Ru continuaron
intercambiando golpes hasta que cayó el día, y dirigieron a sus tropas de regreso al Paso.
Cheng Pu, Huang Gai y Han Dang encontraron a su jefe a la vez y reunieron a los
soldados. Sun Jian estaba muy afligido por la pérdida de Zu Mao.
Cuando llegaron las noticias del desastre a Yuan Shao se disgustó enormemente y llamó a
todos los señores a un concilio. Ellos acudieron y Gongsun Zan fue el último en llegar.
Cuando todos se sentaron en la tienda Yuan Shao dijo:
— El hermano del General Bao Xin, desobedeciendo las normas que he hecho para
nuestra guía, fue temerariamente a atacar el enemigo: Ha sido asesinado y junto a él muchos de
nuestros soldados. Ahora Sun Jian ha sido derrotado. Por eso nuestro espíritu bélico ha sido
dañado, ¿y qué se ha conseguido?
Todos guardaron silencio. Levantando sus ojos, Yuan Shao miró alrededor de uno a otro
hasta llegar a Gongsun Zan, y entonces se fijó en tres hombres que se encontraban tras el asiento
de Gongsun Zan. Tenían una apariencia muy llamativa, y los tres sonreían cínicamente.
— ¿Quiénes son esos hombres que hay tras de ti?— dijo Yuan Shao.
Gongsun Zan pidió a Liu Bei que se adelantara y dijo:
— Éste es Liu Bei, Magistrado de Pingyuan y un hermano mío que compartió mi humilde
hogar cuando éramos estudiantes.
— Debes de ser el Liu Bei que acabó con la rebelión de los Turbantes Amarillos— dijo
Cao Cao.

6
— El mismo— dijo Gongsun Zan, y ordenó a Liu Bei que que hiciera una reverencia a la
asamblea, para luego relatar sus servicios y su origen, con todo lujo de detalles.
— Puesto que está de lado de Han debería estar sentado— dijo Yuan Shao, y pidió a Liu
Bei que tomara asiento.
Liu Bei se lo agradeció modestamente, declinándolo.
— Estas consideraciones no son para tu fama y tu oficio— dijo Yuan Shao—. Te respeto
como un descendiente de la familia imperial.
Y así Liu Bei tomó asiento en los últimos sitios de la larga fila de señores. Y sus dos
hermanos con los brazos cruzados se pusieron tras él.
Todavía estaban en la reunión cuando llegó un explorador diciendo que Hua Xiong, con
una compañía de jinetes blindados, estaba cayendo desde el Paso. Iban mofándose de que Sun
Jian había capturado el turbante púrpura del extremo de un mástil de bambú. El enemigo
empezó de inmediato a lanzar insultos a todo el que tuvieran al alcance y desafiándolos a luchar.
— ¿Quién va a ir a presentarles batalla?— dijo Yuan Shao.
— Yo iré— dijo Yu She, un renombrado general de Yuan Shu, dando un paso adelante.
Y Yu She fue, y casi de inmediato alguien volvió para decir que Yu She había fallado en
el tercer ataque a Hua Xiong.
El miedo comenzó a apoderarse de la asamblea.
Entonces el Protector Imperial Han Fu dijo:
— Tengo un bravo guerrero en mi ejército. Pan Feng es su nombre, y él podrá matar a ese
Hua Xiong.
Y Pan Feng fue ordenado salir al encuentro de su rival. Con su gran hacha de guerra en su
mano Pan Feng montó y cabalgó adelante. Pero pronto vino la nefasta noticia de que el General
Pan Feng también había caído. Los rostros de los reunidos palidecieron.
— ¡Es una pena que mis dos generales, Yan Liang y Wen Chou, no estén aquí! Entonces
tiene que haber alguien que no tenga miedo de ese Hua Xiong— dijo Yuan Shao.
Aún no había acabado cuando desde el fondo una voz dijo:
— ¡Iré yo, tomaré la cabeza de Hua Xiong y lo mataré ante usted!
Todo el mundo se volvió hacia el que hablaba. Era alto y tenía una larga barba. Sus ojos
eran como los de un fénix y sus cejas gruesas y tupidas como gusanos de seda. Su rostro era
moreno y su voz profunda como el sonido de una gran campana.
— ¿Quién es?— preguntó Yuan Shao.
Gongsun Zan dijo que era Guan Yu, hermano de Liu Bei.
— ¿Y qué es?— preguntó Yuan Shao.
— Forma parte del séquito de Liu Bei como jinete arquero.
— ¿Qué? ¡Nos está insultando!— rugió Yuan Shu desde su lugar—. ¿No tenemos un
líder? ¿Cómo osa un arquero a hablarnos así? ¡Deberíamos castigarlo!
Pero Cao Cao intervino.
— ¡Paz, oh Yuan Shu! Ya que este hombre ha dicho tan grandes palabras es porque es
realmente valiente. Dejémosle intentarlo. Si falla entonces podremos reprehenderle.
— Hua Xiong se reirá de nosotros si sólo le enviamos un simple arquero a luchar contra
él— dijo Yuan Shao.
— Este hombre no parece una persona corriente. ¿Y cómo sabrá el enemigo que no es
más que un arquero?— dijo Cao Cao.
— Si fracasa podrás disponer de mi cabeza— habló Guan Yu.
Cao Cao les pidió que se calmaran con vino y ofreció una copa a Guan Yu cuando salió.
— Ya veréis— dijo Guan Yu—. Volveré enseguida.
Guan Yu se marchó con su arma en su mano y saltó a la silla. Los de la tienda escucharon
el fiero retumbar de los tambores y entonces se produjo un tremendo sonido como si los cielos
cayeran y la tierra se abriera, las colinas temblaran y las montañas se hicieran pedazos. Y
tuvieron una dolorosa preocupación. Y mientras estaban tratando de escuchar ¡mira! el suave
tintineo del cascabel de un caballo llegó, y Guan Yu volvió, lanzando a sus pies la cabeza del
líder caído, su enemigo Hua Xiong.
¡El vino corrió a raudales!
Esta valerosa acción fue celebrada en verso:

7
El poder del hombre ocupa el primer lugar en el mundo,
En la puerta del campamento el retumbar de los tambores se escuchó;
Entonces Guan Yu tomó la copa de vino que mostraría su valor,
Y el vino corrió cuando Hua Xiong había sido matado.

Cao Cao estaba muy excitado por este suceso.


Pero la voz de Zhang Fei se escuchó, diciendo:
— Mi hermano ha matado a Hua Xiong. ¿A qué estamos esperando? ¿Por qué no
cruzamos el Paso y atrapamos a Dong Zhuo? ¿Podríamos tener una ocasión mejor?
De nuevo resonó la enfadada voz de Yuan Shu:
— Nosotros, los oficiales superiores, somos demasiado dóciles y blandos. ¡Hay un
insignificante seguidor de un pequeño magistrado atreviéndose a alardear de sus habilidades
ante nosotros! Echadlo de la tienda, he dicho.
Pero Cao Cao se interpuso.
— ¿Podríamos considerar su puesto ya que ha realizado un gran servicio?
— Si quieres albergar tal honor a un simple magistrado entonces simplemente yo me
desentiendo— dijo Yuan Shu.
— ¿Una palabra es suficiente para rechazar una gran iniciativa?— dijo Cao Cao.
Entonces le dijo a Gongsun Zan que llevara a los tres hermanos a su tienda, y los otros
jefes se dispersaron. Esa noche Cao Cao les envió secretamente regalos de carne y vino para
tranquilizarlos tras su aventura.
Cuando las tropas de Hua Xiong regresaron y contaro la historia de la derrota y la muerte,
Li Ru quedó muy complugido. Escribió una carta urgente a su maestro quien convocó a sus
consejeros en un concilio.
Li Ru puso al corriente de la situación, diciendo:
— Hemos perdido a uno de nuestros mejores líderes, y el poder rebelde se ha vuelto muy
grande. Yuan Shao es el cabecilla de esa confederación, y su tío, Yuan Wei, es el poseedor del
título de Guardaespaldas Imperial. Si éstos en la capital se unen a aquellos en el campo
podremos pasarlo mal. Por eso tenemos que eliminarlos. Y por eso le pido, Señor Primer
Ministro, que tome personalmente el mando de su ejército y destruya esta confederación.
Dong Zhuo estuvo de acuerdo y ordenó a sus dos generales, Li Jue y Guo Si, que tomaran
cinco mil tropas y tomaran la residencia del Guardián Imperial Yuan Wei, matando a todo el
mundo sin reparar en la edad, y que llevaran la cabeza de Yuan Wei fuera de la puerta como
trofeo. Y Dong Zhuo comandó doscientos mil soldados que avanzaron en dos ejércitos. Los
primeros cincuenta mil estaban bajo el mando de Li Jue y Guo Si, y fueron a apoderarse del
Paso del Río Si. No tenían necesariamente que luchar. Los otros ciento cincuenta mil estaban
bajo el mando directo de Dong Zhuo y se dirigieron hacia el Paso de la Trampa del Tigre. Sus
consejeros y comandantes, Li Ru, Lu Bu, Fan Chou, Zhang Ji y otros, marcharon con el ejército
principal.
El Paso de la Trampa del Tigre se encontraba a quince millas de la Capital Luoyang. Tan
pronto como llegaron Dong Zhuo dio a Lu Bu treinta mil soldados e hicieron una dura
empalizada en torno al Paso. El cuerpo principal con Dong Zhuo ocuparía el Paso.
Las noticias de estos movimientos llegaron a los jefes confederados. Yuan Shao convocó
un concilio.
— La ocupación del Paso podría cortar nuestros ejércitos en dos— dijo Cao Cao—; sin
embargo tenemos que oponernos a Dong Zhuo de todas formas.
Y a ocho de los comandantes, Wang Kuang, Qiao Mao, Bao Xin, Yuan Yi, Kong Rong,
Zhang Yang, Tao Qian y Gongsun Zan, les ordenaron ir en dirección del Paso de la Trampa del
Tigre para oponerse al enemigo. Cao Cao y sus tropas marcharon con ellos como reserva para
ofrecer su ayuda en caso de ser necesaria.

8
De los ocho Wang Kuan, el Gobernador de Henei, fue el primero en llegar, y Lu Bu le
presentó batalla con tres mil jinetes armados. Cuando Wang Kuang hubo ordenado su ejército,
caballería e infantería, en formación de batalla, tomó su puesto bajo la gran gran bandera y echó
un vistazo a su enemigo.
Lu Bu era una figura llamativa en el frente de las tropas. En su cabeza llevaba un tocado
con una triple curvatura de oro rojizo con colas de faisanes. Vestía una túnica cruzada de
terciopelo rojo de seda de Xichuan bordado con cientos de flores, con una malla de oro
superpuesta adornada con la cabeza boquiabierta de un animal, engastada con anillos a los lados
y ceñido con un cinturón abrochado por una bonita cabeza de un león como broche. Su arco y
flechas las llevaba en sus hombros, y llevaba una larga alabarda triple. Estaba sentado sobre su
bufante corcel Liebre Roja. Lu Bu aparentaba ser el hombre entre los hombres, al igual que
Liebre Roja era el caballo entre los caballos.
— ¿Quién se atreve a luchar con él?— preguntó Wang Kuang girándose en dirección
contraria a él.
Respondió a la petición un valiente general de Henei llamado Fang Yue espoleando a su
montura hacia adelante, con su lanza dispuesta para la batalla. Lu Bu y Fang Yue se
encontraron: antes del quinto envite Fang Yue cayó bajo un golpe de la alabarda tridenta, y Lu
Bu se precipitó hacia adelante. Las tropas de Wang Kuang no pudieron aguantar y se
desperdigaron por todas direcciones. Lu Bu cargó y mató a todo el que se cruzó en su camino.
Era irresistible.
Afortunadamente otras dos tropas dirigidas por Qiao Mao y Yuan Yi llegaron y
rescataron al herido Wang Kuang, y Lu Bu se retiró. Los tres, habiendo perdido muchas tropas,
se retiraron diez millas y montaron una empalizada. Y mucho antes de terminar cinco
comandantes llegaron y se les unieron. Formaron un consejo y estuvieron de acuerdo en que Lu
Bu era un héroe al que ninguno se podía enfrentar.
Y mientras permanecían sentados ansiosos e indecisos les anunciaron que Lu Bu había
vuelto para desafiarles. Montaron en sus caballos y se colocaron caa uno al frente de ocho
regimientos, cada unidad situada en puestos elevados. Frente a ellos estaba el ejército rival en
formación, comandado por Lu Bu, con innumerables jinetes e infantes, con pendones
espléndidos oteando al viento.
Atacaron a Lu Bu. Mu Shun, un general del Gobernador Zhang Yang, cabalgó son su
lanza en ristre, pero cayó pronto al primer envite contra Lu Bu. Eso asustó a los demás.
Entonces cargó Wu Anguo, un general bajo las órdenes del Gobernador Kong Rong. Wu Anguo
empuñaba su maza de hierro presta a acabar con su rival. Lu Bu hizo girar su alabarda y espoleó
a su corcel para encontrarse con Wu Anguo. Los dos lucharon, intercambiando golpes durante
diez veces, cuando un ataque de la alabarda tridenta rompió la muñeca de Wu Anguo. Dejó caer
su maza al suelo y se rindió. Entonces los ocho jefes avanzaron con sus ejércitos para rescatarlo
y Lu Bu se retiró a su formación.
La lucha cesó entonces, y tras eso volvieron a su campamento para celebrar otro concilio.
— No hay nadie que pueda hacer nada contra el poder de Lu Bu— dijo Cao Cao—.
Deberíamos llamar a todos los señores y elaborar un buen plan. Si sólo cayera Lu Bu entonces
Dong Zhuo podría ser matado fácilmente.
Mientras el concilio estaba en marcha llegó de nuevo Lu Bu para desafiarlos, y de nuevo
los comandantes se movilizaron contra él. Esta vez Gongsun Zan, blandiendo su lanza, fue al
encuentro del enemigo. Después de bastantes intercambios de golpes Gongsun Zan se volvió y
huyó; Lu Bu le persiguió a todo galope con Liebre Roja. Liebre Roja era un caballo de
cincuenta-millas-en-un-día, rápido como el viento. Los señores vieron a Liebre Roja ganar
terreno rápidamente haciendo volar a su jinete, y la alabarda de Lu Bu estaba preparada para
golpear a Gongsun Zan justo detrás del corazón. En ese momento surgió un tercer jinete de ojos
redondos y resplandecientes y bigote erizado, y armado con una alabarda de serpiente de diez
pies.
— ¡Detente, maldito cabrón!— bramó—. ¡Yo, Zhang Fei de Yan27, te estoy esperando!

27
Yan era un estado del periodo de los Estados Combatientes. Se encontraba en el noreste, al norte de Qi.

9
Viendo a su oponente Lu Bu cesó en su persecución de Gongsun Zan y se encaró con su
nuevo adversario. Zhang Fei estaba regocijado, y cabalgó hacia él con todas sus energías. Los
dos comenzaron un duro enfrentamiento, e intercambiaron un centenar de golpes sin que
hubiera ventaja en ningún bando. Entonces Guan Yu, impaciente, cabalgó con su enorme y
pesado sable del dragón verde y atacó a Lu Bu por el otro flanco. Los tres corceles formaron un
triángulo y sus jinetes lucharon durante treinta asaltos, pero Lu Bu se mantuvo firme.
Entonces Liu Bei cabalgó en ayuda de sus hermanos, sus espadas dobles estaban prestas
al ataque. El corcel de crines sueltas fue dispuesto en un ángulo, y ahora Lu Bu tenía que
enfrentarse con tres guerreros que le rodeaban y quienes le atacaban uno tras otro, y todos a él,
los destellos de las armas de los guerreros parecían como brillantes lámparas suspendidas en el
año nuevo. Y los soldados de los ocho ejércitos miraban atentamente con asombro tal batalla.
Pero la defensa de Lu Bu comenzaba a flaquear y la fatiga a apoderarse de él. Mirando
con dureza a la cara de Liu Bei, Lu Bu fingió un fiero ataque que hizo retroceder al hermano.
Entonces, bajando su alabarda, Lu Bu se lanzó hacia la apertura y se marchó.
¿Pero acaso parecía que le iban a dejar escapar? Giraron sus monturas y se lanzaron al
galope. Los soldados de los ocho ejércitos desgarraron sus gargantas con atronadoras ovaciones
y se lanzaron todos a la carga, urgiendo después a Lu Bu a que buscara refugio en el Paso de la
Trampa del Tigre. Y quienes encabezaban la persecución eran los tres hermanos.
Un antiguo poeta contó esta famosa lucha con estos versos:

En los reinos de Huan y Ling llegó el fatal día de Han,


Su gloria declinó como el sol se pone al final del día.
Dong Zhuo, el infame ministro de estado, destronó al joven Bian.
Es cierto que el nuevo Xian era débil, demasiado tímido para su edad.
Entonces Cao Cao proclamó en el exilio esos malvados hechos,
Y los grandes señores, movidos por la ira, sus fuerzas unieron.
En concilio se reunieron y eligieron a Yuan Shao su jefe,
Conjurándose a mantener la tranquilidad y la estirpe gobernante.
De los guerreros que aquella época combatieron Lu Bu fue el más fuerte.
Su valor y habilidad se cantaba por los cuatro mares.
Vestía su cuerpo con una armadura de plata como las escamas de un dragón,
En su cabeza tenía plumas de faisán su casco de oro,
En su cinto un cinturón de broche dos cabezas de bestias salvajes enzarzadas,
Su talle, un traje bordado se ceñía a sus formas,
Su veloz corcel volaba sobre la llanura, como un soplo de viento,
Su terrible alabarta tridenta brillaba con el sol como el reflejo de un lago.
¿Quién osaría cabalgar hacia él para batalla presentarle?
Las entrañas de los confederados se encogieron de miedo y temblaron los corazones
Entonces saltó Zhang Fei, el valeroso guerrero del norte,
Blandiendo en sus enormes manos su larga alabarda de serpiente,
Su bigote se erizaba de ira, poniéndose tenso como alambres.
Sus redondos ojos brillaron, lanzando destellos por doquier.
Ninguno flaqueó en la lucha, pero no se resolvió la contienda.
Guan Yu se destacó adelante, con el alma iracunda,
Su sable del dragón verde brilló blanca con el reflejo del sol,
Su brillante ropaje coloreado de batalla como alas de mariposas ondeó,
Ángeles y demonios aullaron y bramieron los truenos de sus corceles,
En sus ojos había ira, un fuego que sólo se podía aplacar con sangre.
Liu Bei fue el próximo en unirse a la batalla, empuñando sus espadas gemelas,
Los cielos temblaron ante la majestuosidad de su cólera.
Los tres acosaron a Lu Bu y durante mucho la batalla permaneció igualada,
Siempre bloqueaba sus golpes, nunca a destiempo lo hacía.
El ruido de sus gritos rasgaron el cielo, y la tierra resonó con ello,
El fragor de la batalla a la helada estrella polar alcanzó.
Agotado, sintiendo que su fuerza le abandonaba, Lu Bu en huir pensó,
Miró a las montañas a su alrededor y allí por refugio se dirigió,
Entonces, recogiendo su alabarda y buscando una abertura,
Huyó con premura, abandonando así la batalla;
10 Cabizbajo, buscando salvación, puso su corcel al galope,
Desviando su mirada y huyendo al Paso de la Trampa del Tigre.
Los tres hermanos continuaron la persecución hasta el Paso. Levantando la vista vieron
una enorme sombrilla de gasa negra ondeando en el viento del oeste.
— Está claro que aquí está Dong Zhuo— gritó Zhang Fei—. ¿De qué sirve perseguir a Lu
Bu? ¡Mejor vayamos a por el jefe rebelde y arranquemos al demonio de raíz!
Y encaminó su corcel hacia el Paso.

Acaba con el jefe si puedes para sofocar la rebelión;


Si necesitas un servicio maravilloso encuentra antes a un hombre maravilloso.

Los próximos capítulos desvelarán el resultado de la batalla.

11
1
Capítulo 6
La Capital en Llamas, Dong Zhuo Comete una Atrocidad;
Sun Jian Rompe su Juramento Ocultando el Sello
Hereditario Imperial.

Zhang Fei cabalgó hacia el Paso, pero los defensores le arrojaron piedras y flechas en
torrente por lo que no pudo entrar y se volvió. Los ocho jefes se congratularon en felicitaciones
a los tres hermanos por sus servicios, y el relato de su victoria fue enviado a Yuan Shao, quien
ordenó a Sun Jian que avanzara inmediatamente.
Acto seguido Sun Jian, con dos leales generales, Cheng Pu y Huang Gai, fueron hacia el
campamento de Yuan Shu.
— Dong Zhuo y yo no tenemos ninguna disputa personal— dijo Sun Jian trazando
figuras en la tierra con su bastón—. Ahora mismo tengo que lanzarme a la batalla sin reparar en
las consecuencias, exponiendo mi persona al peligro de herirme y luchar sangrientas batallas
hasta su amargo final. ¿Y por qué? Podría ser porque eso significaría tomar las riendas de mi
país de un rebelde y… para la ventaja personal de su familia. Aún usted, teniendo en cuenta los
calumniosos comentarios de cierto consejero, que me negó ocultamente los abastecimientos que
eran absolutamente necesarios para mi, y que me llevaron a la derrota. ¿Cómo puede explicarlo,
General?
Yuan Shu, confuso y asustado, no tuvo palabras para responder. Ordenó la muerte del
calumniador para aplacar a Sun Jian.
— Hay un oficial que ha venido desde el Paso para verle, General— le dijeron a Sun
Jian—. Está en el campamento.
Sun Jian entonces pidió permiso y volvió a su campamento, donde encontró que el
visitante era Li Jue, uno de los muchos comandantes de confianza de Dong Zhuo.
— ¿Por qué has venido?— dijo Sun Jian.
— Eres la única persona a la que mi maestro respeta y admira— respondió Li Jue—, y él
me ha enviado para proponerle una alianza matrimonial entre las dos familias. Mi señor desea
que su hija se convierta en la esposa de su hijo.
— ¡Qué! ¡Dong Zhuo, ese rebelde y renegado, ese trastornador del Trono! ¡Desearía
poder destruir sus nueve generaciones y poder ofrecer así un servicio al imperio! ¿De verdad
crees que deseo hacer una alianza con una familia como esa? No te voy a matar como es mi
deber hacerlo, pero vete, ¡y vete rápido! Cede el Paso y os perdonaré la vida. ¡Si os retrasáis
moleré vuestros huesos a polvo y haré picadillo de vuestra carne!

2
Li Jue levantó sus brazos sobre su cabeza y se marchó. Volvió junto a su maestro y le
contó la brusca recepción que había tenido. Dong Zhuo preguntó a su consejero Li Ru cómo
responder a esto.
— La última derrota de Lu Bu ha minado algo el deseo de nuestro ejército por luchar—
dijo Li Ru—. Podría estar bien volver a la capital y eliminar al Emperador de Changan, ya que
los niños últimamente cantan por la calle:

En el oeste un Han, en el este un Han.


El borrego (emperador) en Changan no sería molestia.

— Si medita sobre este pareado— continuó Li Ru—, se aplica a la coyuntura actual. La


mitad de la primera línea se refiere al fundador de la dinastía, Liu Bang el Ancestro Supremo,
quien ha acabado gobernando en la ciudad occidental de Changan, la cual fue capital durante
veinte reinados. La otra mitad corresponde a Liu Xiu, el Último Fundador Han quien gobierna
desde Luoyang, la capital oriental durante los últimos veinte reinados. La revolución de los
cielos puede llevarle a estos momentos iniciales. Por eso, si elimina Changan no tendrá
necesidad de preocuparse.
Dong Zhuo estaba extremadamente complacido y dijo:
— ¡Si no me lo dices no me doy cuenta!
Entonces, llevando a Lu Bu consigo, Dong Zhuo partió hacia la Capital Luoyang.
Una vez allí llamó a un gran concilio a todos los oficiales en el Palacio y se dirigió a
ellos:
— Después de dos siglos de mandato, la fortuna real se encuentra exhausta, y he
percibido que el aura del poder ha emigrado a Changan, adonde ahora deseo mover la corte.
Será mejor que os preparéis todos para el viaje.
— Ruego que reflexione— dijo Yang Biao, Ministro del Interior—. La Tierra Sin Pasos28
está totalmente destruida. No hay razón para renunciar a los templos ancestrales y abandonar las
tumbas imperiales que allí hay. Temo que la gente se alarme. Son fáciles de alarmar pero
difíciles de apaciguar.
— ¿Te opones a los planes del estado?— dijo Dong Zhuo enfadado.
Otro oficial, el Gran Comandante Huang Wan, apoyó a su colega.
— En la era del Recomienzo (23-25 D.C.) Fan Chong de los rebeldes Cejas Púrpuras
quemó el área de Changan y redujo el lugar a astillas 29. Todos los habitantes se dispersaron
salvo unos pocos. Es un error abandonar esos palacios para terrenos baldíos.
— El Este del Paso está lleno de insurrectos, y todo el imperio está rebelado— contestó
Dong Zhuo—. La ciudad de Changan está protegida por las Montañas Yaohan y el Paso Hangu.
Además, Longyou está cerca, de donde se puede producir fácilmente madera, piedra, ladrillos y
materiales para la edificación. En un mes más o menos se pueden levantar palacios. ¡Por eso
tragaos vuestras insolentes palabras!

28
La Tierra Sin Pasos, o Guanzhong, era el área circundante a Changan.
29
En los años finales de la usurpación de Wang Mang los rebeldes pululaban por todo el país. Los Cejas Púrpuras
eran una de las más activas de las bandas de los ladrones. Finalmente capturaron Changan y Wang Mang fue
asesinado en la lucha.

3
Enseguida el Ministro de Trabajo Xun Shuang expuso otra protesta sobre los disturbios
populares, pero Dong Zhuo también lo mandó callar.
— ¿Cómo puedo detenerme a considerar a un poco del populacho cuando mis planes
afectan a todo el imperio?— dijo Dong Zhuo.
Ese día los tres objetores, Yang Biao, Huang Wan y Xun Shuang, fueron removidos de
sus cargos y rebajados al rango de plebeyos.
En cuanto Dong Zhuo salió para montarse en su carruaje se encontró con otros dos
oficiales que le habían jurado obediencia. Eran el Presidente del Secretariado Zhou Bi y el
Comandante de las Puertas de la Ciudad Wu Quiong. Dong Zhuo se paró y les preguntó que a
qué estaban esperando.
— Esperamos poder disuadirle de trasladar la capital a Changan— dijo Zhou Bi.
— Vosotros me persuadisteis para darle un cargo a Yuan Shao— respondió Dong Zhuo—
¡Ahora se ha convertido en un traidor, y vosotros sois del mismo grupo!
Y así, sin más, ordenó a sus guaridas que se los llevaran fuera de la ciudad y los
ejecutaran. La orden de marchar a la nueva capital fue inmediatamente promulgada.
Hablando con Dong Zhuo, Li Ru le señaló:
— Andamos cortos de dinero y de comida, y la gente adinerada de Luoyang podrían ser
fácilmente saqueados. Es una buena ocasión para relacionarlos con los rebeldes y confiscarles
sus pertenencias.
Dong Zhuo envió cinco mil soldados a saquear y a asesinar. Capturaron varios miles de
propietarios acaudalados y, poniendo astas de banderas en sus cabezas diciendo que eran
traidores y rebeldes, los condujeron fuera de la ciudad y los mataron. Sus propiedades fueron
expropiadas en su totalidad.
La tarea de conducir a los habitantes, varios millones de ellos, fue dada a dos de los
comandantes de Dong Zhuo, Li Jue y Guo Si. La gente fue dividida en grupos, cada uno entre
dos regimientos de soldados, quienes los condujeron a Changan. Un enorme número cayó en el
camino y murió en la cuneta, y la escolta saqueó a los fugitivos y deshonró a las mujeres.
Numerosos lamentos se alzaron al cielo.
Las órdenes finales de Dong Zhuo al abandonar la Capital Luoyang fue quemar todos los
edificios de la ciudad: casas, palacios, templos y todo aquello que pudiera ser pasto de las
llamas. La capital se convirtió en un infierno en la tierra.
Dong Zhuo envió a Lu Bu a profanar los sepulcros de los emperadores y sus consortes de
las joyas que en ellas había, y los soldados rasos aprovecharon la ocasión para desenterrar las
tumbas de los oficiales y saquear los cementerios de la gente acaudalada. El espolio de la
ciudad, oro y plata, perlas y sedas, y ricos ornamentos llenaron varios miles de carromatos. Con
eso y la persona del Emperador y su corte, Dong Zhuo marchó a la nueva capital en el primer
año de la Inauguración de la Tranquilidad (190 D.C.).
Luoyang siendo abandonada y con el general de Dong Zhuo en el Paso del Río Si, Zhao
Cen evacuó este punto estratégico, el cual Sun Jian una vez ocupó. Liu Bei y sus hermanos
tomaron el Paso de la Trampa del Tigre y los señores confederados avanzaron.
Sun Jian se precipitó hacia la última capital la cual todavía permanecía ardiendo. Cuando
llegó un denso humo se extendía por varias millas a la redonda. Ni un solo ser viviente, ni un
ave, ni un perro o un ser humano permaneció allí. Sun Jian ordenó a sus soldados que apagaran
el fuego y que establecieran el campamento de los señores confederados.
Cao Cao fue a ver a Yuan Shao y dijo:
— Dong Zhuo se ha ido al oeste. Debemos perseguirle y atacar su retaguardia sin perder
más tiempo. ¿Por qué permanece inactivo?

4
— Todos nuestros compañeros están agotados, y no hay nada que ganemos atacando—
dijo Yuan Shao.
— Este momento era el más propicio mientras reinaba la confusión; los palacios arden, el
Emperador secuestrado, todo el mundo disgustado, y sin nadie sabiendo lo que va a pasar. El
villano va a caer dentro de poco, y un solo golpe podría exterminar a Dong Zhuo. ¿Por qué no
perseguirlo?
Pero todos los señores confederados parecían tener una única idea en mente, y era
posponer toda acción. Por eso no hicieron nada.
— ¡Estas indignas personas no pueden discutir nada digno!— gritó Cao Cao.
Entonces él y sus seis generales, Xiahou Dun, Xiahou Yuan, Cao Ren, Cao Hong, Li
Dian y Yue Jing, y diez mil tropas comenzaron la persecución.
El camino a la nueva capital pasaba a través de Yingyang. Cuando Dong Zhuo llegó allí
el Gobernador Xu Rong fue a darle la bienvenida al desfile.
— Como hay cierto peligro de que nos persigan— dijo Li Ru— sería buena idea ordenar
al Gobernador de este lugar que tendiera una emboscada fuera de la ciudad. Permitirá el paso a
los perseguidores y después les cortará la retirada, entonces nuestro ejército se enfrentará al de
ellos. Eso le enseñará a los demás a que no nos persigan.
Entonces Dong Zhuo ordenó a Lu Bu que comandara la retaguardia. Enseguida se vio a
Cao Cao llegando, y Lu Bu rió ante la artimaña de su colega. Dispuso sus tropas en posición de
batalla.
Cao Cao cabalgó hacia adelante, gritando:
— ¡Rebeldes, secuestradores, pastores de personas! ¿¡Dónde vais!?
— ¡Traidor simplón! ¿Qué palabras tan feas son esas?— respondió Lu Bu.
Entonces del ejército de Cao Cao se adelantó Xiahou Dun con su juego de lanzas, y Lu
Bu y Xiahou Dun entablaron combate. La lid estaba comenzando a endurecerse cuando Li Ru
con una cohorte llegó por la izquierda. Cao Cao ordenó a Xiahou Yuan que aguantara esa
acometida. Sin embargo por el otro lado apareció Guo Si y su compañía. Cao Cao mandó a Cao
Ren contra Guo Si. La avalancha por tres bandas fue demasiado para aguantar, y el ejército de
Lu Bu comenzaba a dominar, por lo que Xiahou Dun tuvo que retirarse a la unidad principal.
Mientras tanto las tropas de Lu Bu atacaban y completaron la derrota. El derrotado ejército de
Cao Cao regresó a Yingyang.
Llegaron hasta la falda de una colina sobre la madrugada, y la luna brillaba como si fuese
de día. Allí pararon para volver a formar. Mientras ponían los calderos para preparar la comida
escucharon un gran estruendo proveniente de todas direcciones y las tropas del Gobernador Xu
Rong cayeron sobre ellos en una emboscada.
Cao Cao, movido por el frenesí, montó y huyó. Corrió en dirección de Xu Rong, quien le
estaba esperando. Entonces giró en otra dirección, pero Xu Rong disparó una flecha tras él
alcanzándole en el hombro. Con la flecha todavía en la herida Cao Cao huyó por su vida. Así
fue a través de la colina, dos soldados se escondían a la espera entre la hierba y le sorprendieron
hiriendo a su caballo, el cual cayó y derribó a su jinete. Y como había caído de su montura fue
atrapado y hecho prisionero.
Justo entonces llegó un caballero, cabalgando a todo galope y agitando su espada, sesgó a
los captores y rescató a Cao Cao. Era Cao Hong.
— Estoy condenado, mi buen hermano— dijo Cao Cao—. ¡Vete y sálvate tú!
— ¡Mi señor, monte en mi caballo, rápido! ¡Yo iré a pie!— dijo Cao Hong.
— ¿Qué pasará si vienen esos miserables?— dijo Cao Cao.
— ¡El mundo puede vivir sin Cao Hong, pero no sin usted, mi señor!
— Si vivo te deberé mi vida— dijo Cao Cao.

5
Y así montó. Cao Hong se arrancó su peto, empuñó su espada y fue a pie tras el caballo.
Así procedieron cuando comenzaba a despuntar el alba, en el momento en que vieron ante ellos
un amplio arrollo, y tras ellos escucharon los gritos de los perseguidores cada vez más cerca.
— Este es mi destino— dijo Cao Cao—. ¡Estoy muerto!
Cao Hong ayudó a Cao Cao a bajar de su caballo. Entonces quitándose su uniforme de
guerra y su casco Cao Hong cargó al hombre herido a su espalda y se metió en el arrollo.
Entonces llegaron a la otra orilla los perseguidores desde donde les dispararon flechas.
Cao Cao continuó todo mojado. El amanecer estaba cerca. Continuaron otras diez millas
y entonces se sentaron a descansar bajo un precipicio. De repente fuertes gritos fueron
escuchados y un grupo de caballos apareció. Era el Gobernador Xu Rong quien había vadeado
el río más arriba. En ese mismo momento Xiahou Dun y Xiahou Yuan, con muchas docenas de
hombres, se presentaron.
— ¡No toquéis a mi señor!— gritó Xiahou Duno a Xu Rong, quien se apresuraba
también.
Pero el combate fue corto. Xu Rong rápidamente clavó una lanza a Xiahou Dun, y sus
tropas fueron dispersadas. No mucho antes otros generales habían llegado. Alegría y tristeza se
juntó en su ser. Se reunieron unos cientos de soldados y entonces volvieron a Luoyang.
Cuando los señores confederados entraron en Luoyang, Sun Jian, después de extinguir los
fuegos, acampó dentro de las murallas y situó su propia tienda cerca del Templo Dinástico. Su
gente limpió los escombros y cerraron las tumbas abiertas. Las puertas fueron enrejadas. En el
lado del Templo Dinástico puso gran toldo conteniendo tres apartamentos, y allí pidió reunirse a
los señores y reemplazó las inscripciones sagradas con solemnes sacrificios y rezos.
Esta ceremonia terminó, los demás se fueron y Sun Jian volvió a su tienda. Esa noche las
estrellas y la luna disputaban entre ellas en su brillo. Mientras Sun Jian permanecía sentado al
aire libre mirando hacia el cielo vio una niebla extendiéndose sobre la estrella de la constelación
del Dragón.
— La estrella del Emperador está apagada— dijo Sun Jian entre suspiros—. No es
sorprendente una rebelión de los ministros azoten al estado, que la gente sea sustituida por
polvo y ceniza y que la capital esté reducida a escombros.
Y sus lágrimas comenzaron a caer.
Entonces un soldado ubicado en el sur dijo:
— ¡Hay un rayo de luz de colores saliendo de un pozo!
Sun Jian ordenó a su gente que encendiera antorchas y que descendieran al pozo. Al poco
encontraron el cadáver de una mujer, que al estar demasiado descompuesto podría llevar
muchos días. Iba ataviada con las ropas de Palacio y de su cuello colgaba una bolsa bordada.
Abriéndola una caja roja fue encontrada, con una cerradura de oro, y cuando la caja fue abierta
vieron un sello de jade, de forma cuadrada, de cuatro pulgadas por lado. En el sello había un
delicado grabado de cinco ladrones entrelazados. Una esquina estaba rota y había sido reparada
con oro. Había ocho caracteres en el grabado del sello que se podían interpretar así:
He recibido la orden del Cielo: Mi tiempo siempre podrá ser largo y próspero.
Sun Jian se lo mostró a su consejero, el General Cheng Pu, quien enseguida lo reconoció
como el Sello Hereditario Imperial del Emperador.
— Este sello tiene una historia— dijo Cheng Pu—. En los viejos días Bian He30 vio un
fénix sentado en una piedra en particular en la falda de las Montañas Jing. Le ofreció la piedra a

30
Bian He del estado de Chu (hacia el 800 A.C.) encontró una piedra de jade en las Montañas Jing y se la regaló a los
dos reyes de Chu, pero fue condenado a que le amputaran los pies porque la piedra resultó ser falsa. Cuando un
nuevo rey tomó el trono, Bian He lo volvió a intentar, y en esta ocasión la piedra fue reconocida por la pureza del
jade.

6
la corte. El Rey de Chu partió la piedra y encontró una pieza de jade. En el vigésimo sexto año
de la Dinastía Qin (221 A.C.), un tallador de jade hizo un sello con la pieza, y Li Si 31, el Primer
Ministro del Primer Emperador, grabó los caracteres. Dos años después, mientras el Primer
Emperador estaba navegando en el Lago Dongting, llegó una horrible tormenta. El Emperador
arrojó el sello al agua como como un ofrecimiento conciliatorio y la tormenta cesó de
inmediato. Diez años después otra vez, cuando el Primer Emperador estaba haciendo una visita
y estaba llegando a Huaying, un anciano salió de la cuneta ofreciendo el sello a uno de los
sirvientes diciendo: «ha sido restaurado por el dragón ancestral» y desapareció. De esta forma
esta joya volvió a Qin.
» Al año siguiente el Primer Emperador murió. Después Zi Ying, el siguiente Emperador
de Qin y el abuelo del Primer Emperador regalaron el sello a Liu Ban el Ancestro Supremo, el
fundador de la Dinastía Han. Doscientos años después, en la rebelión de Wang Mang, la madre
del Emperador, la Señora Yuan, golpeó a dos de los rebeldes, Wang Xun y Su Xian, con el sello
y rompió una esquina, la cual fue reparada con oro. Liu Xiu, el Último Fundador Han, tomó
posesión de ello en Yiyang, y desde entonces ha sido legado regularmente.
» He escuchado que este atesorado sello se perdió durante el problema en Palacio cuando
los Diez Séquitos Acompañantes huyeron con el Emperador. Se perdió con la vuelta de Su
Majestad. Ahora, mi señor, helo aquí y sin duda vendrá la dignidad imperial. Pero no debe
quedarse aquí en el norte. Debe irse rápidamente a su hogar de Changsha, al sur del Gran Río 32,
donde podrá elaborar planes para la ejecución del gran designio.
— Tus palabras concuerdan exactamente con mis sentimientos— dijo Sun Jian—.
Mañana pondré una excusa de que no me siento bien y me iré.
Le dijeron a los soldados que guardaran el secreto del descubrimiento. Pero uno de ellos
era compatriota del jefe electo de la confederación, Yuan Shao. Pensó que podría suponerle gran
ventaja, por lo que abandonó el campamento y traicionó a su maestro. Fue al campamento de
Yuan Shao, informó del secreto, y recibió una generosa recompensa. Yuan Shao mantuvo la
información en su propia tienda.
Al día siguiente Sun Jian iba a marcharse, diciendo:
— No me encuentro bien y desearía volver a Changsha.
Yuan Shao rió, diciendo:
— Sé qué mal padeces. ¡Se llama el Sello Hereditario Imperial!
Eso fue un impacto para Sun Jian, el cual palideció, pero dijo:
— ¿A qué vienen esas palabras?
— Los ejércitos fueron movilizados para el bien del estado y para aliviarlo de la
opresión— dijo Yuan Shao—. El sello es una propiedad del estado; y desde que tú le pusistes
las manos encima has pasado públicamente de mí como jefe. Cuando Dong Zhuo sea asesinado
se debería volver al gobierno. ¿Qué pretendes ocultándolo y marchándote?
— ¿Pero cómo podría haber caído el sello en mis manos?— dijo Sun Jian.
— ¿Dónde está el objeto que has encontrado en el pozo cerca del Pasillo de los
Dechados?
— No lo tengo. ¿Por qué me hostiga así?
— ¡Entrégalo rápido o será lo que te condene!
Sun Jian lanzó un juramento hacia los cielos diciendo:
— ¡Si tengo esa joya y la estoy ocultando que mi final sea tortuoso y mi muerte violenta!
— Después de tal juramento no creemos que él pueda tenerlo— dijeron todos los señores.
31
Li Si (280-208 A.C.) fue el hombre de estado responsable de muchas de las políticas radicales e innovaciones
culturales hechas en Qin después del 221 D.C.
32
El Yangtze o río Yangzi, cuyo flujo transcurre desde el oeste al este hasta la ciudad del pacífico de Shanghai.

7
Entonces Yuan Shao llamó a su informante.
— Cuando sacastes esa cosa del pozo, ¿estaba este hombre allí?— preguntó a Sun Jian.
Sun Jian estalló en ira, y se abalanzó para matar al hombre.
Yuan Shao desenvainó su espada, diciendo:
— ¡Toca a este soldado y me estarás insultando a mí!
Detrás de Sun Jian los Generales Cheng Pu, Huang Gai y Han Dang dieron un paso
adelante; detrás de Yuan Shao, los Generales Yan Lian y Wen Chou estaban prestos a actuar. En
un momento en todos los bandos se desenvainaron las espadas de sus fundas. Pero la confusión
era la nota dominante y Sun Jian aprovechó para dejar la asamblea. Enseguida levantó su
campamento y se marchó a su hogar.
Yuan Shao no estaba satisfecho. Escribió a la Región de Jingzhou y envió la misiva a un
fiel sirviente diciendo que el Protector Imperial Liu Bao que detuviera a Sun Jian y devolviera el
sello.
Justo después de esto llegaron las noticias de la derrota y el infortunio de Cao Cao, y
cuando estaba llegando a casa, Yuan Shao salió a darle la bienvenida y a conducirlo al
campamento. También se preparó un banquete para consolarlo.
Durante el banquete Cao Cao dijo apenado:
— Mi objetivo fue por el bien público, y todos ustedes, nobles señores, me han apoyado.
Mi plan era coger a Yuan Shao con sus tropas de Henei al acercarse a Mengching; y mis tropas
hacia Qiao para conseguir Chenggao; mientras ustedes conseguían Suanzao, para acercarse a los
pasos de Huanyuan y Daigu, y para tomar posesión de los graneros, para tomar control de
puntos estratégicos, y así asegurar la Capital del Distrito. Planeaba para Yuan Shu con su
ejército de Nanyang ocupar los condados de Danshi y Xilin e ir hacia el Paso de Wu para ayudar
a los tres de apoyo. Todo era para fortificar nuestras posiciones y no para luchar. Tomar ventaja
con unas diversas coaliciones militares que podrían mostrar al imperio una posibilidad de acabar
con la rebelión. Podríamos haber convencido al pueblo que se unieran a nuestro bando en contra
de Dong Zhuo. La victoria podría haber estado a nuestro alcance. Pero entonces llegaron los
retrasos y las dudas y la pasividad, y la confianza de la gente se ha perdido, y yo estoy apenado.
No hubo respuesta posible y los invitados se marcharon. Cao Cao vio que los demás
desconfiaron de él, y en su corazón supo que nada podría ser llevado a cabo. Por eso se llevó sus
tropas a la Región de Yanzhou 33.
Entonces Gongsun Zan dijo a Liu Bei:
— Este Yuan Shao es un incompetente, y las cosas se están volviendo caóticas. Será
mejor que nos marchemos también.
Y levantó también su campamento y se fue al norte. En Pingyuan dejó a Liu Bei al mando
y se fue a reforzar su propia posición y a refrescar sus tropas.
El Protector Imperial de Yanzhou, Liu Dai, quiso pedir prestado grano del Gobernador de
Dongjun, Qiao Mao. Fue denegado, y Liu Dai atacó el campamento, mató a Qiao Mao y asumió
el control de todo su ejército. Yuan Shao veía romperse la confederación por lo que se se
marchó también hacia el este.
De camino a casa Sun Jian estaba pasando a través de la Región de Jingzhou. El Protector
Imperial de Jingzhou, Liu Biao, era un vástago de la casa imperial y nativo de Shanyang.
Cuando era joven hizo amistad con mucha gente famosa, y él y sus compañeros fueron llamados
los Ocho Sabios. Los otros siete eran:
1. Chen Xian de Runan
2. Fan Pang de Runan

33
Liu Dai era el Protector Imperial de Yanzhou en aquel momento.

8
3. Kong Yu de Luting
4. Fan Kang de Bohai
5. Tan Fu de Shanyang
6. Zhang Jian de Shanyang
7. Cen Zhi de Nanyang
Liu Biao era amigo de todos ellos. Tenía a tres personas famosas ayudándole en el
gobierno de la región. Eran Kuai Liang y Kuan Yue de Yanping, y Cai Mao de Xiangyang.
Cuando la carta de Yuan Shao detallando el agravio de Sun Jian llegó Liu Biao ordenó a
Kuai Yue y a Cai Mao bloquear el camino con diez mil soldados. Cuando Sun Jian estaba cerca
las tropas fueron dispuestas para la lucha y los líderes se situaron al frente.
— ¿Por qué estás bloqueando el camino con tropas armadas?— preguntó Sun Jian.
— ¿Y por qué tú, un sirviente de Han, ocultas el sello especial del Emperador?
Entrégamelo y te dejaré ir— dijo Kuai Yue.
Sun Jian, iracundo, ordenó salir al General Huang Gai. En el otro bando Cai Mao cabalgó
con su espada presta para la contienda. Pero tras unos envites Hnang Gai atestó a Cai Mao un
golpe con su fusta de hierro en la armadura justo sobre el corazón. Cai Mao giró su montura y
se retiró, y Sun Jian se abrió paso con premura.
Sin embargo, llegó el sonido de gongs y tambores en las colinas de detrás, y allí estaba
Liu Biao en persona con un gran ejército.
Sun Jian cabalgó directo a él y le dijo:
— ¿Por qué tú, creyendo lo que dice una carta de Yuan Shao, estás tratando de
coaccionar al jefe de una región vecina?
— Has ocultado una joya del estado, y yo quiero devolverla— fue la respuesta de Liu
Biao.
— ¡Si eso fuera así yo tendría que morir violentamente!
— Si quieres que te crea permíteme registrar tu equipaje.
— ¿Qué fuerza tienes tú para atreverte a burlarte de mí así?
Y sólo la rápida retirada de Liu Biao previno la batalla. Sun Jian continuó con su camino.
Pero tras la segunda colina fue presa de una emboscada, y Kuai Yue y Cai Mao se lanzaron en
su persecución. Sun Jian se encontró acorralado.

¿Qué mueve a un hombre a apropiarse de la jolla del estado


Si su sola posesión sólo le acarrea conflictos?

Cómo Sun Jian afronta la dificultad será contado en breve.

9
1
Capítulo 7
Yuan Shao Lucha Contra Gongsun Zan en el Río Pan;
Sun Jian Ataca a Liu Biao a Través del Gran Río.

Al final del último capítulo Sun Jian se rindió. Sin embargo, ayudado por Cheng Pu,
Huang Gai y Han Dang finalmente cruzaron espadas, aunque les costó más de la mitad de sus
tropas. Sun Jian volvió de de las Tierras del Sur, al sudeste del Gran Río 34. De ahora en adelante
Sun Jian y Liu Biao serán enemigos declarados.
Yuan Shao estaba en Henei. Encontrándose corto de provisiones envió una misiva al
Protector Imperial de Jizhou, Han Fu, por la cual obtuviera los medios para abastecer a su
ejército.
Entonces Peng Ji, uno de los consejeros de Yuan Shao, dijo:
— En verdad la suya es la fuerza más poderosa aquí. ¿Entonces por qué depender de la
comida de otros? La región de Jizhou es rica y próspera. ¿Por qué no hacerse con ella?
— No tengo un buen plan— respondió Yuan Shao.
— Puede mandarle una carta en secreto a Gongsun Zan, pidiéndole que ataque,
prometiéndole su apoyo. El Protector Imperial Han Fu de Jizhou, siendo incapaz, le pedirá que
se haga cargo de su región, y se podrá hacer con ella sin mover un dedo.
Y así la carta fue enviada. Cuando Gongsun Zan vio la propuesta para hacer un ataque
conjunto y dividir el territorio estuvo de acuerdo en aceptar su ayuda. Al mismo tiempo Yuan
Shao había enviado una advertencia a Han Fu sobre el trato de Gongsun Zan. Han Fu solicitó
consejo de los Consejeros Xun Chang y Xin Ping.
— El Gobernador Gongsun Zan de Beiping está comandando un enorme y poderoso
ejército— dijo Xun Chang—. Si viene a atacarnos no podremos hacerle frente, especialmente si
cuenta con la ayuda de Liu Bei y sus hermanos. Actualmente Yuan Shao es atrevido como el
que más, y tiene a su disposición más líderes famosos. Usted no puede hacer nada mejor que
pedirle que se encargue de la administración de esta región. Yuan Shao aceptará la oferta con
generosidad, y no tendrá que tener miedo de Gongsun Zan.
Han Fu estuvo de acuerdo y envió el mensaje a Yuan Shao de mano de Guan Chun.
Pero el Comandante Geng Wu se quejó a su maestro, diciendo:
— Yuan Shao es un hombre necesitado con un ejército hambriento y dependen de
nosotros para su existencia igual que un infante lactante de su madre. Corta el suministro de
leche y el infante muere. ¿Por qué deberíamos cederle la región? Será peor que abrirle las
puertas del redil a un tigre.
— Soy uno de los clientes de la familia Yuan— respondió Han Fu—, y conozco las
habilidades de Yuan Shao, las cuales son mejores que las mías. ¿Por qué estás tan celoso? Los
consejos antiguos eran más sabios.
— ¡Jizhou está perdido!— suspiró Geng Wu.
Cuando se extendieron las noticias más de treinta oficiales de Jizhou dejaron su trabajo y
la ciudad. Sin embargo, Geng Wu y Guan Chun se ocultaron en los suburbios a la espera de la
llegada de Yuan Shao.
No tuvieron que esperar demasiado. Varios días después Yuan Shao llegó con sus
soldados, y Geng Wu y Guan Chun trataron de asesinarlo con sus cuchillos. Fallaron en el
intento. Los generales de Yuan Shao, Yan Liang y Wen Chou, decapitaron a Geng Wu y a Guan
Chun al instante. De este modo ambos murieron, y el objeto de su odio entró en la Ciudad de
Jizhou35.

34
El río Yangtze, que discurre de oeste a este desembocando en el Pacífico, en Shangai.
35
Cada región tenía una capital, la cual solía tener en muchas ocasiones el mismo nombre que la región.

2
El primer acto de Yuan Shao fue conferir a Han Fu un título altamente sonoro —el de
General Que Demuestra Gran Valor y Vigor en su Ejército—, pero la administración fue
confiada a cuatro confidentes de Yuan Shao —Tian Feng, Ju Shou, Xu You y Peng Ji—, los
cuales enseguida privaron al Protector Imperial de todo el poder. Con un gran disgusto, Han Fu
abandonó todo pronto, incluso a su familia, y cabalgó solo para coger refugio con el Gobernador
de Chenliu, Zhang Miao.
Al escuchar de la invasion de Yuan Shao, Gongsun Zan envió a su hermano, Gongsun
Yue, para ver al usurpador y demandar su parte de la región.
— Quiero ver a tu hermano mayor en persona. Él y yo tenemos cosas que discutir— dijo
Yuan Shao.
De esta forma Gongsun Yue fue mandado de vuelta. Pero después de viajar unas quince
millas del camino de vuelta, Gongsun Yue vio aparecer un grupo de soldados.
— ¡Somos guardias del Primer Ministro Dong Zhuo!— gritaron los soldados.
Gongsun Yue murió al instante por una lluvia de flechas. Algunos de los seguidores de
Gongsun Yue que lograron escapar portaron las noticias posteriormente al hermano mayor.
Gongsun Zan estaba muy cabreado y dijo:
— Yuan Shao se ha crecido más que yo para atacar, y ahora ha tomado posesión. Además
pretende que los asesinos de mi hermano no eran su gente. ¿No debería vengar el agravio
cometido hacia mi hermano?
Gongsun Zan condujo todas sus fuerzas al ataque. Conociendo el movimiento, Yuan Shao
envió su ejército y se encontraron en el Río Pan. Hicieron alto cada uno en una rivera opuesta
del río, sobre el que había un puente.
Gongsun Zan tomó su aposta en el puente y gritó al enemigo:
— ¿¡Os atrevéis a engañarme, renegados!?
Yuan Shao cabalgó al otro extremo del puente y, dirigiéndose a Gongsun Zan, respondió:
— Han Fu me ha brindado hospitalidad porque está en desacuerdo con el gobierno. ¿Y a
ti qué te importa?
— Antiguamente eras considerado como un espíritu leal y público— respondió Gongsun
Zan—, y nosotros te elegimos como jefe de la confederación. Ahora tus actos prueban tu
crueldad y principios y tu corazón de rastrero traidor. ¿Cómo puedes mirar al mundo a la cara?
— ¿Quién le va a capturar?— gritó Yuan Shao henchido en rabia.
Wen Chou se lanzó con su lanza. Gongsun Zan cargó hacia el lado del puente enemigo,
donde los dos entablaron batalla. Durante diez tandas fue testigo Gongsun Zan del terrible poder
de Wen Chou, y entonces se apartó. El enemigo llegó. Gonsgun Zan tomó refugio dentro de su
formación, pero Wen Chou la penetró y cabalgó a través de ella, matando a diestra y a siniestra.
El cuarto mejor general de Gongsun Zan le ofreció batalla, pero cayó bajo el primer golpe del
valeroso guerrero, y los otros tres huyeron. Wen Chou continuó limpiando la retaguardia del
ejército. Gongsun Zan se retiró a las montañas.
Wen Chou forzó su caballo al máximo galope, gritando con voz ronca:
— ¡Baja! ¡Desmonta y ríndete!
Gongsun Zan huyó por su vida. Lanzó su arco y su aljaba a sus criados, tiró su casco y su
pelo cayó en torrente a su espalda mientras cabalgaba de aquí allá entre las inclinadas colinas.
Entonces su corcel tropezó y él se cayó, rodando y rodando hasta el pie del barranco.
Wen Chou ahora estaba muy cerca y equilibró su lanza para el asalto. Entonces apareció
repentinamente del refugio de un montículo de matorrales a la izquierda un general de aspecto
juvenil, pero montando su corcel con bravura y portando una robusta lanza. Cabalgó
directamente hacia Wen Chou, y Gongsun Zan trepó a la ladera para observar mejor.
El nuevo guerrero era de estatura media con tupidas cejas y ojos grandes, rostro ancho y
barbilla dura, un joven de presencia autoritaria. Los dos intercambiaron una cincuentena de
golpes pero todavía no lograba tomar ventaja ninguno. Entonces la fuerza de rescate de
Gongsun Zan llegó, y Wen Chou se volvió y huyó. El joven no le persiguió.
Gongsun Zan bajó rápidamente la colina y preguntó al muchacho quién era.
— Me llamo Zhao Yun y soy de Changshan— respondió haciendo una reverencia—.
Primero serví a Yuan Shao, pero cuando vi que era desleal a su príncipe y descuidado con las

3
necesidades de su pueblo le dejé y emprendí el camino para ofrecerle mi servicio. Este
encuentro en este lugar ha sido totalmente inesperado.
Gongsun Zan estaba totalmente complacido y los dos se marcharon juntos al
campamento, donde comenzaron los preparativos para una nueva batalla.
Al día siguiente Gongsun Zan se preparó para la batalla dividiendo su ejército en dos
flancos. Dispuso cinco mil jinetes en el centro, todos montados en caballos blancos. Gongsun
Zan antiguamente había realizado servicio contra las tribus fronterizas del norte, los Hombres de
Qiang, donde siempre ponía sus caballos blancos en la vanguardia de su ejército, y así consiguió
el apodo de General Que Comanda Caballos Blancos. Las tribus siempre entraban en pánico,
por lo que acababan huyendo cuando los caballos blancos, sus animales sagrados, aparecían.
Del lado de Yuan Shao, Yan Lian y Wen Chou eran los líderes de la vanguardia. Cada
uno contaba con un millar de arqueros y ballesteros. Pusieron la mitad en cada lado de forma
que el flanco izquierdo disparara al derecho de Gongsun Zan y el derecho disparara al izquierdo.
En el centro estaba Qu Yi con ocho mil arqueros y diez mil infantes a pie y a caballo. Yuan
Shao tomó el mando de las fuerzas de reserva en la retaguardia.
En esta lucha Gongsun Zan empleó a su nuevo partidario Zhao Yun por primera vez y,
como Gongsun Zan no tenía la completa certeza de las buenas intenciones de Zhao Yun, le dejó
al mando de una compañía en la retaguardia. El líder de la vanguardia era Yan Guang, y el
propio Gongsun Zan comandó el cuerpo principal. Ocupó su lugar a caballo en el puente junto a
un enorme estandarte rojo en el que estaba bordado en oro las palabras Comandante General.
Desde el amanecer hasta la puesta de sol los tambores tronaron para el ataque, pero el
ejército de Yuan Shao no se movió. Qu Yi hizo que sus arqueros se ocultaran tras sus escudos.
Escucharon el rugido de las explosiones, el silbido de las flechas y el retumbar de los tambores,
mientras Yan Guan se aproximó por el otro lado, pero Qu Yi y sus hombres se mantuvieron
completamente imperturbables y no se movieron ni un ápice. Esperaron hasta que Yan Guang
estuvo suficientemente cerca de ellos y entonces, como el sonido de una bomba resonando en el
aire, todos los ocho mil hombres lanzaron sus flechas en una nube. Yan Guang se quedó
inmóvil, desconcertado, y debería haberse retirado, pero Qu Yi cabalgó furioso hacia él,
descargando una estocada con su espada y matándolo.
Y así el ejército de Gongsun Zan perdió la batalla. Las dos alas que debían haber llegado
al rescate se quedaron rezagadas hostigadas por los arqueros de Yan Liang y de Wen Chou. Las
tropas de Yuan Shao avanzaron derechas por el puente. Entonces Qu Yi cabalgó a la cabeza,
mató al portador del estandarte y rajó repetidas veces el pendón bordado. Viendo esto Gongsun
Zan volvió grupas y partió.
Qu Yi le siguió. Pero en cuanto alcanzó al fugitivo se abalanzó sobre él Zhao Yun con su
lanza en ristre dispuesto a la carga. Después de varios envites Qu Yi fue enviado al suelo.
Entonces Zhao Yun atacó a los soldados y le dio la vuelta a la situación. Adentrándose en el
frente, precipitándose en él, marchaba como si no tuviera rival y, viendo eso, Gongsun Zan se
volvió y volvió de nuevo a la lucha. La victoria final estaba de su lado.
Los exploradores llegaron con las noticias del desarrollo de la batalla. Yuan Shao escuchó
las buenas noticias de los sucesos de Qu Yi rasgando el estandarte bordado, capturando la
bandera y a su perseguidor. Entonces Yuan Shao no tuvo precaución de salir con su general
Tian Feng y unos pocos guardias para echar un vistazo al enemigo y disfrutar de su victoria.
— ¡Jaja!— rió Yuan Shao—. Gongsun Zan es un inútil.
Pero mientras Yuan Shao hablaba vio enfrente al temible Zhao Yun. Sus guardias se
apresuraron en poner a punto sus arcos, pero antes de que pudieran dispararlos Zhao Yun se
encontraba entre ellos y fueron cayendo allí por donde él pasaba. El resto huyó. En ese
momento el ejército de Gongsun Zan rodeó a Yuan Shao.
Entonces Tian Feng dijo a su maestro:
— ¡Señor, tome refugio en ese edificio abandonado!
Pero Yuan Shao arrojó su casco al suelo, gritando:
— ¡Un hombre valeroso muestra su rostro a la muerte en la batalla antes que esconderse
tras un muro!
Esta valerosa forma de hablar dio nuevo coraje a los soldados que ahora luchaban
bravamente y lo que supuso que Zhao Yun no pudiera seguir avanzando. Yuan Shao se reforzó

4
al poco con la llegada de su cuerpo principal y Yan Liang, y los dos ejércitos cargaron adelante.
Zhao Yun sólo pudo ponerse a salvo de la presión de Gongsun Zan. Entonces la lucha se
reanudó en el puente. Pero las tropas de Yuan Shao todavía estaban llegando y luchaban
abriéndose paso por el puente, forzando a una multitud de adversarios a probar las aguas en las
cuales muchos se ahogaron.
Yuan Shao estaba liderando en persona y sus tropas todavía avanzaron. Pero no mucho
más de a dos millas de distancia, de repente un gran estruendo se escuchó de detrás de unas
colinas, de las cuales de repente aparecieron unas tropas encabezadas por Liu Bei, Guan Yu y
Zhang Fei.
Hasta Pingyuan llegaron las noticias entre su protector y su enemigo, Yuan Shao, y fue
entonces cuando enviaron ayuda. Ahora los tres jinetes, cada uno con su peculiar arma,
marchaban hacia Yuan Shao, quien estaba tan asustado que su alma parecía que se le iba a salir
del cuerpo y volar hasta los confines del cielo.
Su espada cayó de su mano y huyó por su vida. Había corrido a través del puente cuando
Gongsun Zan hizo entrar a su ejército, y volvieron al campamento.
Después de los usuales saludos, Gongsun Zan dijo:
— Si no hubierais venido en nuestra ayuda habríamos estado en grandes aprietos.
Liu Bei y Zhao Yun eran antiguos conocidos, y lo primero que hacían siempre cuando se
encontraban era darse un afectuoso abrazo.
Yuan Shao había perdido aquella batalla, y Gongsun Zan no quería arriesgarse a otra.
Reforzaron sus defensas y los ejércitos permanecieron inactivos durante un mes. Mientras tanto
las noticias de la lucha habían llegado a la Capital Changan, y Dong Zhuo fue llamado.
Su consejero, Li Ru, fue a ver a su maestro y dijo:
— Los dos líderes activos hoy en día son Yuan Shao y Gongsun Zan, quienes se han
enzarzado en el Río Pan. Pretende que tienes un edicto imperial para mediar por la paz entre
ellos y todos te premiarán con su gratitud por tu intervención.
— ¡Bien!— dijo Dong Zhuo.
Así envió al Guardian Imperial, Ma Midi, y al Ministro de Asuntos Internos, Zhao Qi, a
la misión. Cuando esos hombres estaban llegando al Norte del Río Amarillo, Yuan Shao mandó
a recibirlos a treinta millas de sus cuarteles generales y recibió a los comandos con los mayores
respetos. Entonces los dos oficiales fueron con Gongsun Zan e hicieron saber su recado.
Gongsun Zan leyó cartas a su adversario proponiéndole amistad. Los dos emisarios volvieron a
informar del éxito de su misiva. Gongsun Zan retiró su ejército. También envió un memorial
elogiando a Liu Bei, quien fue ascendido al rango de Gobernador de Pingyuan.
La despedida entre Liu Bei y Zhao Yun fue afectiva. Se estrecharon las manos
largamente, sus ojos se llenaron de lágrimas, y ninguno quería separarse del otro.
— Solía pensar que Gongsun Zan era un héroe de verdad— dijo Zhao Yun entre
sollozos—, pero ahora veo que no es diferente de Yuan Shao. Los dos son iguales.
— Pero ahora tú estás a su servicio. Seguro que nos volveremos a ver— le respondió Liu
Bei.
Los dos hombres se separaron en medio de un gran llanto.
Ahora que Yuan Shu estaba en Nanyang escuchó que su hermano había llegado a Jizhou,
envió una petición de un millar de caballos. La solicitud fue rechazada y la enemistad creció
entre los hermanos. Yuan Shu además envió a Jingzhou una petición de grano, la cual el
Protector Imperial Liu Biao no envió. Cargado de resentimiento, Yuan Shu escribió a Sun Jian
tratando de hacer que atacara a Liu Biao. La carta rezaba así:
«Cuando Liu Biao te detenga en tu camino a casa, sabe que será por instigación de mi
hermano. Ahora los dos juntos tienen planeado caer sobre tus territorios del sudeste del Gran
Río, allí donde una vez heriste a Liu Biao. Capturaré a mi hermano para ti y así todo
resentimiento será apaciguado. Tú tendrás a Jingzhou y yo tendría Jizhou».
— No soporto a Liu Biao— dijo Sun Jian cuando terminó de leer la carta—. Es verdad
que trató de impedir mi vuelta a casa, y seguro que tendré que esperar muchos años por mi
venganza si dejo pasar esta oportunidad.
Convocó un concilio.
— No debería creer a Yuan Shu. Es muy falso— dijo Cheng Pu.

5
— Quiero vengarme por mis propios motivos. ¿Qué importa si él me ayuda?— dijo Sun
Jian.
Despachó a Huang Gai para preparar una flota fluvial, armarla y aprovisionarla. Grandes
naves de guerra fueron cargadas con caballos. La fuerza pronto estuvo lista.
Las noticias de esos preparativos llegaron a Liu Biao, y enseguida llamó a sus consejeros
y a sus guerreros.
Kuai Liang le dijo que se librara de toda ansiedad, y dijo:
— Ponga al General Huang Zu a la cabeza del ejército de Jiangxia para que haga el
primer ataque y usted, Señor, apóyele con fuerzas desde Xiangyang. Deje venir a Sun Jian por
el río y que remonte los lagos. ¿Qué fuerza le quedará cuando llegue aquí?
Así mandó Liu Biao a Huang Zu que se peparase para partir, y un gran ejército fue
armado.
En este punto habría que decir que Sun Jian tenía cuatro hijos, todos ellos de la unión con
su esposa que pertenecía a la familia Wu. Sus nombres, por orden de edad, eran Sun Ce, Sun
Quan, Sun Yi y Sun Kuang. Sun Jian tenía una segunda esposa que era hermana de su primera
mujer. Y su segunda mujer le dio un hijo y una hija, el primero llamado Sun Lang y la segunda
Sun Ren. Sun Jian además adoptó a un hijo de la familia Yu que se llamaba Sun Hu. Y él tenía
un hermano menor llamado Sun Jing.
Mientras Sun Jian preparaba su expedición su hermano Sun Jing, con sus seis hijos, se
encaró a él tratando de disuadirlo, diciendo:
— Dong Zhuo es el verdadero gobernante del estado, ya que el Emperador es un pelele.
Todo el país está sublevado, todo el mundo está luchando por el territorio. Nuestra región está
completamente en paz, y es un error ir a la guerra simplemente por un pequeño resentimiento.
Te lo ruego, hermano, piensa antes de actuar.
— No digas más, hermano— respondió Sun Jian—. Deseo que mi fuerza sea conocida
por todo el imperio, ¿y me estás pidiendo que no vengue mis agravios?
— Entonces padre, si tienes que ir, deja que le acompañe— dijo el hijo mayor Sun Ce.
Esta petición fue concedida, y padre e hijo embarcaron para ir a hacer estragos a la ciudad
de Fankou.
Ahora Huang Zu había apostado arqueros y ballesteros a lo largo de la rivera del río.
Cuando las naves se acercaron una nube de flechas cayó sobre ellos. Sun Jian ordenó a sus
tropas que se pusieran a cubierto en los barcos, los cuales navegaron de un lado para otro,
recibiendo los disparos durante tres días. Muchas veces trataron de tomar tierra, y lo que
lograron fue un baño de flechas. Al final los defensores dispararon todas sus flechas y Sun Jian,
que las recogió, descubrió que tenía un montón. Entonces, con vientos propicios, las tropas de
Sun Jian se las disparó de vuelta. Los que se encontraban en las laderas se desbandaron y se
retiraron. El ejército entonces tomó tierra. Dos divisiones mandadas por Cheng Pu y por Huang
Gai partieron hacia el campamento de Huang Zu por diferentes caminos, y entre ellos marchaba
Han Dang. Bajo este triple ataque Huang Zu estaba perdido. Abandonó Fankou y retrocedió
hasta Dengcheng.
Dejando las naves bajo el mando de Huang Gai, Sun Jian dejó la fuerza perseguidora.
Huang Zu llegó de su ciudad y presentó batalla en campo abierto. Cuando Sun Jian había
dispuesto su ejército cabalgó hacia el estandarte. Sun Ce, enfundado en una armadura, se situó
junto a su padre.
Huang Zu llegó al galope con dos generales, Zhang Hui de Jiangxia y Chen Sheng de
Xiangyang.
Hostigando con su látigo, Huang Zu acusó a su enemigo:
— ¡Puñado de rebeldes de Changsha! ¿Por qué invadís la tierra del vástago de la casa
gobernante?
Zhang Hui lanzó un desafío, y Han Dang aceptó el combate. Los dos campeones lucharon
durante treinta envites, y entonces Chen Sheng, viend que su general se estaba agotando, se
lanzó en su ayuda. Sun Jian vio que Chen Sheng llegaba, puso a un lado su lanza, cogió su arco
y lanzó una flecha alcanzando a Chen Sheng en el rostro. Cayó de su caballo. El pánico dominó
al compañero de Zhang Hui y no fue capaz de defenderse durante más tiempo. Entonces Han
Dang, con un tajo de su espada, partió el cráneo de Zhang Hui por la mitad.

6
Ambos habían caído, Cheng Pu galopó para hacer prisionero a Huang Zu, quien había
arrojado su casco, bajado de su corcel, y mezclado para salvaguardarse entre sus tropas. Sun
Jian encabezó el ataque y condujo al enemigo al Río Han donde ordenó a Huang Gai moverse a
la ladera superior del río y amarrar allí.
Huang Zu mandó retroceder a sus derrotadas tropas y dijo a Liu Biao:
— Sun Jian era demasiado fuerte para mi ejército.
Kuai Liang fue llamado para aconsejar, y dijo:
— Nuestros nuevos soldados derrotados ahora no tienen corazón para la lucha. Por tanto
tenemos que fortificar nuestra posición, mientras esperamos ayuda de Yuan Shao. Entonces
podremos rescatarnos nosotros mismos.
— ¡Un movimiento estúpido!— dijo Cai Mao—. El enemigo está a las puertas de la
ciudad. ¿Tenemos que quedarnos de brazos cruzados mientras esperamos que nos maten? Dame
tropas y saldré a luchar hasta la muerte.
Así Cai Mao fue puesto al frente de diez mil soldados y salió hacia las Montañas Sian
donde apostó su frente de batalla. Sun Jian comandaba a los invasores, ahora eufóricas por los
sucesos.
Cuando Cai Mao se acercaba Sun Jian le miró y dijo:
— Es hermano político de Liu Biao. ¿Quién va a capturarlo?
Cheng Pu cogió su lanza de acero y se lanzó a la carga. Después de varios envites Cai
Mao se volvió y huyó. El ejército de Sun Jian se lanzó y sembró todo el campo de cadáveres, y
Cai Mao tomó refugio en Xiangyang.
— Cai Mao debería ser ejecutado por un consejo de guerra— dijo Kuai Liang—. Esta
derrota fue por culpa de su obstinación.
Pero Liu Biao no estaba muy dispuesto a castigar al hermano de su recién contraída
esposa.
Sun Jian sitió Xiangyang y atacó sus murallas a diario. Un día sopló un fuerte vendaval, y
el astil que portaba su estandarte se rompió.
— ¡Qué mal augurio!— dijo Han Dang—. Deberíamos retirarnos.
— Tenemos que ganar cada batalla y la ciudad es una punta de lanza para la campaña—
dijo Sun Jian—. ¿Acaso tenemos que renunciar porque el viento ha roto un palo?
Ignoró el consejo y atacó las murallas con vigor renovado.
Dentro de la ciudad los defensores habían visto el augurio. Kuai Liang le dijo a Liu Biao:
— Anoche vi que una gran estrella que corresponde al territorio de Sun Jian caía del
cielo. Deduzco que eso significa la caída de Sun Jian.
Entonces Kuai Liang aconsejó a Liu Biao que pidiera ayuda a Yuan Shao tan rápido
como fuera posible.
Así escribió Liu Biao. Entonces pidió que quién era capaz de romper el cerco con la carta.
Lu Gong, un guerrero de gran fuerza, se ofreció para este servicio.
— Si vas a emprender este servicio escucha mi consejo— dijo Kuai Liang—. Tendrás
cinco mil soldados: escoge buenos ballesteros. Rompe la formación enemiga y marcha a las
Montañas Xian. Serás perseguido; pero envía mil soldados a las montañas que preparen grandes
piedras, y sitúa mil arqueros emboscados en el bosque. No te servirán para librarte de tus
perseguidores, pero te darán tiempo para preparar el lugar de la emboscada. Lanza rodando las
piedras pendiente abajo y dispara saetas. Si tienes éxito lanza una serie de bombas como señal, y
los ejércitos de la ciudad saldrán en tu ayuda. Si no eres perseguido, huye todo lo rápido que
puedas. Esta noche hay luna nueva y debe ser una buena oportunidad. Comienza cuando se
ponga el sol.
Lu Gong, habiendo recibido esas directrices, preparó sus fuerzas para salir. En cuanto el
día tocó a su fin salió en silencio por la puerta este.
Sun Jian estaba en su tienda cuando escuchó voces, y un soldado vino a informarle:
— ¡Hay un grupo de jinetes saliendo de la ciudad!
Sun Jian montó al instante y cabalgó con treinta caballeros para descubrir la causa. Las
tropas de Lu Gong ya se habían escondido en el vasto bosque. Sun Jian cabalgó al frente de su
escolta, y enseguida se encontró solo y cercano al enemigo. Entonces recibió el alto. Fue cuando
Lu Gong se volvió y le presentó batalla. Pero apenas habían intercambiado unos simples golpes

7
cuando Lu Gong huyó otra vez, tomando el camino entre las montañas. Sun Jian le siguió pero
pronto perdió la pista de su enemigo.
Sun Jian apareció en la montaña. Entonces los gongs sonaron y de la cima cayó una lluvia
de piedras, mientras de entre los árboles las flechas caían a millares. Sun Jian fue alcanzado por
muchas saetas y una gran piedra le aplastó la cabeza. Tanto él como su montura murieron. Sun
Jian sólo tenía treinta y siete años cuando murió.
Su escolta fue subyugada y cada hombre de la misma fue asesinado. Entonces Lu Gong
lanzó una serie de cohetes, la señal del éxito, como estaba pactado. Tras esa señal Huang Zu,
Kuai Yue y Cai Mao salieron con tres ejércitos de la ciudad y cargaron contra las tropas de
Changsha, sumiéndolos en una gran confusión.
Cuando Huang Gai escuchó el sonido de la batalla llevó a las tropas a las naves. Se
encontró con Huang Zu y tomó a Huang Zu prisionero tras una breve lucha.
Cheng Pu portó las malas noticias a Sun Ce. Mientras buscaba un camino de huida se
encontró con Lu Gong. Cheng Pu puso su caballo a todo galope y se enfrentó a Lu Gong.
Después de unos cuantos golpes Lu Gong fue derribado por un golpe de lanza. La batalla se
volvió general y continuó hasta que cayó la luz diurna, cuando cada ejército se retiró. Liu Biao
se refugió en el interior de la ciudad.
Cuando Sun Ce volvió al río escuchó que su padre había perecido en la batalla, y que su
cuerpo había sido llevado al interior de las murallas enemigas. Profirió un enorme grito, y el
ejército le secundó con lágrimas y lamentos.
— ¿Cómo puedo volver a casa dejando el cadáver de mi padre con ellos?— gritó Sun Ce.
— Tenemos a Huang Zu como nuestro prisionero— dijo Huang Gai—. Envía un emisario
a la ciudad para discutir la paz, intercambiando nuestro prisionero por el cuerpo de nuestro
señor.
Apenas había terminado de hablar cuando un oficial del ejército, Huan Ji, se ofreció como
mensajero, diciendo:
— Soy un viejo amigo de Liu Biao. Me ofrezco como voluntario para esta misión.
Sun Ce aceptó. Y Huan Ji fue y la paz fue discutida.
Liu Biao le dijo a Huan Ji:
— El cuerpo está preparado en un ataúd y listo para ser entregado en cuanto vuelva
Huang Zu. Cesad la lucha y nunca más invadáis los territorios de los demás.
Huan Ji le agradeció y se marchó.
Pero en cuanto Huan Ji dio unos pasos, Kuai Liang rompió a hablar, diciendo:
— ¡No, no! Déjame hablar y veré que ni un simple enemigo puede sobrevivir. Te
prometo que antes mato a este hombre que aceptar su trato.

Persiguiendo a su enemigo, Sun Jian es matado;


En una misión de paz, Huan Ji es amenazado.

El destino del embajador se desvelará en el próximo capítulo.

8
1
Capítulo 8

Wang Yun Prepara el Plan del Encadenamiento;


Dong Zhuo se Enfurece en el Pabellón del Fénix.

Ésto fue lo que Kuai Liang dijo:


— Sun Jian ahora se ha ido, y su hijo es demasiado joven. Aprovechemos este momento
de debilidad para irrumpir en Changsa, y será tuya en menos tiempo que dura el sonido de un
tambor. Si devuelves el cadáver e instauras la paz, les darás la oportunidad de volverse
poderosos, y un demonio resultará de Jingzhou.
— ¿Cómo puedo dejar a Huang Zu en sus manos?— dijo Liu Biao.
— ¿Por qué no sacrificar a este patoso guerrero por la región?
— Pero él les un amigo querido y abandonarlo está mal.
Y así se le permitió a Huan Ji volver a su lugar con el cometido de que el cuerpo inerte de
Sun Jian debía ser intercambiado. Sun Ce liberó su prisionero, llevándose el ataúd de su padre, y
la lucha cesó. Sun Jian fue enterrado en las llanuras de Que. Cuando la ceremonia terminó Sun
Ce se llevó a su ejército de vuelta a casa.
En Changsa, el territorio al sur del Gran Río36, Sun Ce se autoimpuso la tarea de un buen
gobierno. Siendo humilde y generoso, invitó a su lado a personas sabias y valerosas y así trajo
todo lo mejor y más bravo que podía aportar al país.
Mientras tanto, Dong Zhuo en la Capital Changan, donde escuchó sobre la muerte del
turbulento Sun Jian, dijo:
— ¡Un demonio que oprimió duramente mi corazón ha sido eliminado!
Preguntó por los hijos que Sun Jian dejó, y cuando le dijeron que el mayor tenía unos
diecisiete venció a toda la ansiedad que tenía.
Desde ese momento su arrogancia y su espíritu autoritario crecieron más y más. Se llamó
a sí mismo “Rector Imperial”, un nombre pleno de honores, y todo en su conducta imitaba a un
jefe de un estado imperial. Creó para su hermano menor, Dong Min, el título de Señor de
Huazhou y le hizo Comandante del Ejército de la Izquierda. Un sobrino, Dong Huang, fue
hecho Consejero de la Corte y le puso al comando de la Guardia del Palacio, y todos de su clan,
jóvenes o viejos, fueron ennoblecidos. A ochenta millas de la capital, Dong Zhuo diseñó una
ciudad llamada Meiwo, una réplica exacta de Changan, con sus palacios, sus graneros, sus
ministerios, y sus cuarteles, y encargó a un cuarto de millón de personas que la construyeran.
Allí acumuló provisiones suficientes para veinte años. Seleccionó ocho mil de las más bellas
doncellas y las envió a vivir a la nueva ciudad. Las riquezas acumuladas eran incalculables en
todas sus formas distintas. Toda su familia y sus criados fundaron barrios en esta nueva ciudad.
Dong Zhuo visitó su ciudad en intervalos de un mes más o menos, y cada visita era como
un progreso imperial, con puestos en los lados de la carretera para refrescar a los oficiales y
cortesanos que les atendían en la Puerta Real noroccidental y les veían partir.
En una ocasión Dong Zhuo preparó un gran banquete que reunió a todos aquellos que
estaban de su bando; y mientras transcurría la velada llegaron un gran número de rebeldes del
norte que se habían rendido voluntariamente. El tirano los dispuso sobre una mesa y les impuso
una gran cantidad de crueldades sin sentido. Las manos de uno de ellos fueron separadas y los
pies ocuparon su lugar; a otro le arrancaron los ojos; otro perdió su lengua. A algunos los
hirvieron hasta matarlos. Los agónicos chillidos rasgaron lo más alto de los cielos, y los
cortesanos se desmayaron de terror. Pero el autor de estas vejaciones comía y bebía, charlaba y
reía como si no pasara nada.
Otro día Dong Zhuo estaba presidiendo una gran reunión de oficiales, los cuales estaban
sentados en dos largas filas. Después de que se sirvieran varias rondas de vino, Lu Bu entró y
susurró unas palabras al oído de su maestro.

36
El río Yangtze o Yangzi, que cruza del oeste al este hasta desembocar en el Pacífico en Shangai.

2
Dong Zhuo sonrió y dijo:
— Él siempre es así. Lleva al Ministro Zhang Wan afuera.
Todos los demás palidecieron. Al poco rato un sirviente trajo la cabeza en un plato rojo
del hombre en cuestión y se la mostró a su anfitrión. Los más próximos murieron del susto.
— No tengáis miedo— dijo Dong Zhuo sonriendo—. El Ministro Zhang Wan estaba
confabulado con Yuan Shu para asesinarme. Una carta que él escribió cayó en las manos de mi
hijo, por lo que he tenido que matarlo. Caballeros, quien no tenga motivos no tiene que tener
miedo.
Los oficiales se dispersaron con premura. Uno de ellos, el Ministro del Interior Wang
Yun, que fue testigo de todo, volvió a su palacio muy pensativo y profundamente afligido. Esa
misma noche, la cual la luna estaba resplandeciente, tomó a su séquito y dio un paseo por su
jardín privado. Estando cerca de una enredadera levantó la vista al cielo y las lágrimas
comenzaron a bajarle por la cara. De repente escuchó susurros en el Pabellón de los Empleados
y a alguien suspirando profundamente. Observando a hurtadillas vio que se trataba de una de las
doncellas que se dedicaban a cantar en el palacio, de nombre Diao Chan.
Esta doncella había sido criada en su residencia, donde había sido cultivada en cante y en
baile. A los veintiuno, acababa de convertirse en una mujer adulta, una inteligente y bella chica
a la que Wang Yun consideraba más como a una hija que como a una criada.
Después de escucharla durante un tiempo, Wang Yun entonces la llamó.
— ¿Qué diablura estás haciendo aquí, muchachita?
La doncella se derrumbó sobre sus rodillas aterrada, diciendo:
— ¿Por qué su indigna doncella se atrevería a hacer algo mal?
— ¿Entonces qué andas suspirando ahí en la oscuridad?
— ¿Puede hablar su doncella desde el fondo de su corazón?
— Cuéntame toda la verdad, y no omitas nada.
— Esta doncella ha sido destinataria de bondadosos favores— dijo la chica—. Le han
enseñado a cantar y a bailar y ha sido tratada tan amablemente que se ha vuelto una gran devota
del señor, aunque él no se dé cuenta por ser tan insignificante. Ella después se enteró que su
señor fruncía el ceño de dolor y supo que era debido a los problemas del estado. Pero no se
atrevía a preguntar. Esta noche él parecía más triste que de costumbre, y ella se volvía más
miserable por el pesar de su señor. Pero no sabía que estaba siendo observada. ¿Acaso no podría
ella ser de alguna ayuda aunque le supusiera un sinfín de muertes?
Una idea cruzó la mente de Wang Yun, e hincó su bastón en la hierba. Y dijo:
— ¿Quién podría pensar que el destino de Han estuviera en tus manos? ¡Ven conmigo!
La chica le siguió al interior de la casa. Entonces despachó a todos los sirvientes que se
mantenían a la espera, puso a Diao Chan en una silla y se inclinó tras ella. Se encontraba
asustada y se lanzaba al suelo, cuestionándose aterrada qué estaba pasando.
— Puedes simpatizar con la gente de Han— dijo Wang Yun, y la fuente de sus lágrimas
volvieron a brotar.
— Mi señor, como su doncella acaba de decir, úsela como más guste: su doncella nunca
se echará atrás— dijo la chica.
Wang Yun se arrodilló, diciendo:
— La gente está al borde de la destrucción, el príncipe y sus oficiales están en peligro, y
tú, tú eres la única salvadora. El miserable de Dong Zhuo quiere deponer al Emperador, y nadie
de entre todos nosotros puede detenerle. Ahora él tiene un hijo, un auténtico y aguerrido
guerrero, pero el audaz padre y el audaz hijo tienen debilidad por la belleza, y yo voy a usarla en
lo que podría llamar el plan del „encadenamiento‟. Primero deberé proponerte en matrimonio
con Lu Bu y entonces, después de que te hayas prometido, te presentaré a Dong Zhuo, y tú
deberás aprovechar cada oportunidad para forzarlos a destrozarse el uno al otro y para que estén
en continuas disputas, causando que el hijo acabe matando a su padre adoptivo y haciendo que
se acabe convirtiendo en un gran demonio. Entonces podrás restaurar los altares de la tierra que
podrá volver a vivir. Todo esto se conseguirá con tu poder: ¿lo harás?
— Su doncella promete no retroceder ni ante la muerte. Puede usar mi pobre existencia
como desee, y yo haré todo lo que esté en mi mano.
— ¡Pero si esto sale a la luz lo perderemos todo!

3
— Pierda miedo— dijo ella—. ¡Si su doncella no muestra gratitud, puede hacer que sea
ensartada por una lluvia de espadas!
— ¡Gracias, gracias!— dijo Wang Yun.
Entonces Wang Yun tomó del tesoro familiar muchas perlas y le dio bonitas joyas así
como elegantes tocados de oro, y de esta guisa fue enviada como regalo a Lu Bu, el cual quedó
profundamente agradecido y fue a agradecerle al donante. Cuando Lu Bu llegó fue recibido en
la entrada por el propio Wang Yun y se encontró con una mesa llena de exquisiteces para su
deleite. Fue conducido a los aposentos privados y ubicado en el asiento de honor.
— Yo no soy más que un simple oficial en el palacio del ministro— dijo Lu Bu—. Usted
es un alto cargo del estado. ¿Por qué recibo este tratamiento?
— Porque no hay un héroe como usted en todo el mundo. El pobre Wang Yun se inclina
ante un oficial de poco rango; el pobre Wang Yun se inclina ante su habilidad.
Esto gratificó a Lu Bu mucho, y su anfitrión continuó con elogios y alabanzas y
sirviéndole vino y hablando sobre las virtudes del Primer Ministro y su secuaz.
Lu Bu reía y bebía grandes copas.
En ese momento la mayoría de los sirvientes habían sido despachados, y sólo unos pocos
permanecían incitando a beber al invitado.
— ¡Dejadla entrar!— dijo Wang Yun cuando el invitado estaba bastante ebrio.
Enseguida aparecieron dos sirvientas, vestidas de blanco, flanqueando a una exquisita y
fascinante Diao Chan.
— ¿Quién es ella?— preguntó Lu Bu, sobresaltándose en la sobriedad.
— Esta es mi pequeña, Diao Chan. Espero que no se moleste con mi familiaridad. Pero
usted está siendo muy cordial, por eso pensé que le gustaría verla.
Wang Yun pidió a Diao Chan que sirviera una copa de vino, y sus ojos se encontraron
con los del guerrero.
Wang Yun, fingiendo embriaguez, dijo:
— Mi pequeña le suplica, General, que tome una copa o dos. Todos dependemos de
usted, toda nuestra casa.
Lu Bu pidió a Diao Chan que se sentara. Ella pretendía pedir retirarse. Su señor la
presionó para que se quedara, diciendo que debía hacerlo porque el invitado era un amigo
cercano. Y así ella tomó asiento modestamente cerca de su señor.
Lu Bu mantuvo su copa en alto frente a la criada, mientras bebía copa tras copa de vino.
— Me gustaría regalársela como una doncella: ¿quiere aceptarla?— dijo Wang Yun.
El invitado se arrancó.
— Si ese es el caso, debe aceptar mi absoluta gratitud— dijo Lu Bu.
— Elegiremos un día no muy lejano y se la enviaremos al palacio.
Lu Bu estaba lleno de felicidad. No podía dejar de mantener su vista posada en Diao
Chan, y le lanzaba encantadoras miradas a sus ojos líquidos.
Sin embargo, la hora de la partida del invitado llegó, y Wang Yun dijo:
— Me gustaría pedirte que se quede a pasar la noche, pero el Primer Ministro podría
sospechar algo.
Lu Bu le agradeció una y otra vez y partió.
Varios días después, cuando Wang Yun estaba en la corte y Lu Bu estaba ausente, Wang
Yun se postró ante Dong Zhuo y dijo:
— Desearía que viniera a cenar a mi humilde morada: ¿podría Su Ilustrísima aceptar la
invitación?
— Si me invitas acudiré con premura— fue la respuesta.
Wang Yun se lo agradeció. Entonces Wang Yun se fue a casa y preparó en el recibidor un
banquete en el que había cada una de las más exquisitas delicadeces de la tierra y del mar.
Bonitos bordados adornaban el sillón del jefe en el centro, y elegantes cortinas fueron tendidas
por dentro y por fuera. A mediodía del día siguiente, cuando el Primer Ministro llegó, Wang
Yun le recibió en la entrada con todas las reverencias. Wang Yun esperó mientras Dong Zhuo
salía de su carro, y Dong Zhuo y un centenar de su guardia armada atestaron el recibidor. Dong
Zhuo tomó su asiento preferencial, su séquito se dispuso en dos líneas a diestra y siniestra,

4
mientras Wang Yun permanecía humildemente al final de las mismas. Dong Zhuo hizo que su
gente condujera a Wang Yun a un lugar junto al suyo.
— Las virtudes del gran Primer Ministro son tan abundantes como las altas montañas—
dijo Wang Yun—. Ni si quiera los antiguos sabios, Yi Yin37 y el Duque de Zhou38, podrían
conseguir tales gracias.
Dong Zhuo sonrió. Se sumió en los platos y en el vino, y comenzó la música. Wang Yun
atendió a su invitado con continuos halagos y estudiadas deferencias. Cuando ya era tarde y el
vino había hecho su efecto, Dong Zhuo fue invitado a la habitación interior. De esta forma
despachó a sus guardias y acudió.
Allí el anfitrión levantó una copa y bebió con su invitado, diciendo:
— Desde que era muy joven he entendido algo de astrología y he tenido que estudiar el
aspecto de los cielos. Leí que los días de Han estaban contados, y que los méritos del gran
Primer Ministro supondrían el respeto de todo el mundo, de la misma forma que el Rey Shun
sucedió al Rey Yao, y el Rey Yu continuó el trabajo del Rey Shun 39, todo gracias a sus propios
méritos, conforme con los designios del Cielo y los deseos de la gente.
— ¿Cómo me atrevería a esperar eso?— dijo Dong Zhuo.
— Desde los días de antaño, aquellos que caminan por el camino correcto han
reemplazado a aquellos que se desvían del mismo; aquellos que carecen de virtudes han caído
ante quienes la poseen. ¿Puede alguien escapar del destino?
— ¡Si el decreto del Cielo recae sobre mí, tú deberías mantener el primer lugar en cuanto
a mérito!— dijo Dong Zhuo.
Wang Yun se postró. Entonces las luces fueron traídas y todos los sirvientes fueron
despachados, dejando únicamente a unas doncellas para servir el vino. Y la mañana llegó de
esta forma.
Al rato dijo Wang Yun:
— La música de estos bardos de diario es demasiado vulgar para sus oídos, pero resulta
que tenemos a una doncella en casa que seguro le complacerá.
— ¡Excelente!— dijo el invitado.
Entonces bajaron el telón. Los estridentes tonos de los instrumentos de caña resonaron en
la habitación, y varios sirvientes llevaron al poco a Diao Chan, la cual entonces bailó fuera del
telón.
Existe un poema que la elogia:

En un palacio esta doncella había nacido,


Tan tímida, tan grácil, tan delgada,
Como un pajarito revoloteando por la mañana
A través del rocío de lilas en su capullo.
Si esta exquisita doncella fuese sólo mía
Nunca más por una mansión suspiraría.

37
Yi Yin fue ayudante y primer ministro del Rey Tang, el fundador de la Dinastía Shang. Después de la muerte del
Rey Tang, Yi Yin sirvió a su hijo y a su nieto. Poco después Tai Jia, el nieto del Rey Tang, ascendió al trono, cometió
muchos errores, y Yi Yin, actuando como regente, exilió a Tai Jia al Palacio Tong, el lugar de enterramiento del Key
Tang. Después de tres años Yi Yin le devolvió al trono. Tai Jia finalmente se convirtió en un emperador progresista.
La Dinastía Shang duró 650 años (1.700-1.050 AC). Fue este acto de Yi Yin más que sus servicios levantando un
imperio lo que le hizo inmortal. Lo que hizo deponiendo temporalmente al rey del trono fue largamente
cuestionado, hasta que Mencius emitió un veredicto final diciendo que el fin justificaba ampliamente los medios.
Este evento histórico es una muestra del enorme poder que tenían los primeros ministros en aquellos días.
38
El Duque de Zhou fue hermano del Rey Wu, que fue el fundador de la Dinastía Zhou. Tras la muerte del Rey Wu,
el Duque de Zhou sirvió a su joven hijo como regente. El Duque de Zhou completó la dominación Shang, y ayudó a
establecer el armazón de la administración Zhou, la cual sirvió de modelo a las futuras dinastías chinas. La Dinastía
Zhou perduró durante 800 años (1.050-221 AC).
39
El Rey Yao, el Rey Shun y el Rey Yu (2.400-2.200 AC) fueron los tres gobernantes modelo de la antigua China.
Ascendieron al trono por sus virtudes y sus méritos, y no por herencia. El Rey Yu, además, fue el fundador de la
Dinastía Xia.

5
Otro poema reza así:

La música cae, la bailarina viene, la golondrina planea,


Una dulce damisela como la seda de suave;
Su belleza cautiva al invitado, sumiéndolo en la tristeza,
Ahí lo ha dejado para su partida inminente.
Ella sonríe; no hay oro que compre esa sonrisa, no sonríe así a nadie más,
No hay que adornarla con joyas increíbles.
Pero cuando la danza termina y las coquetas miradas vienen y van,
¿Entonces el elegido de esa belleza será quién?

El baile terminó. Dong Zhuo pidió entonces que entrase la doncella, y ella entró,
postrándose conforme se iba acercando. Él estaba muy complacido con su belleza y su modesta
elegancia.
— ¿Quién es?— dijo Dong Zhuo.
— Una cantante. Se llama Diao Chan.
— ¿Entonces puede cantar?
El señor le pidió que cantara, y ella lo hizo con el acompañamiento de unas castañuelas.
Aquí hay una muestra que describe su belleza juvenil:

Levántate, grácil doncella,


Tus brillantes labios de cereza,
Tus dientes blancos como perlas,
Destila amor tu fragancia;
La fría muerte es la recompensa
Por querer amarte, oh doncella.

Dong Zhuo estaba encantado y la elogiaba efusivamente. Ella le agradeció regalándole


una copa de vino que él tomó de sus manos, y entonces le preguntó su edad.
— Su indigna doncella tiene veintiún años— respondió.
— ¡Un hada perfecta!— dijo Dong Zhuo.
Entonces Wang Yun se levantó y dijo:
— Si el Primer Ministro no tiene reparos me gustaría ofrecerle esta pequeña hada.
— ¡No hay forma de agradecerte lo suficiente por tu amabilidad!
— Ella debería ser más afortunada si fuera su sirvienta— dijo Wang Yun.
Dong Zhuo agradeció a su anfitrión profusamente.
Entonces se dieron órdenes para preparar un carruaje cerrado y enviar a Diao Chan al
palacio del Primer Ministro.
Al poco Dong Zhuo se marchó, y Wang Yun le acompañó todo el camino.
Después de que se hubiera marchado, Wang Yun cabalgaba de vuelta a casa. A mitad de
camino se encontró con dos líneas de guardias con lámparas rojas que estaban escoltando a Lu
Bu, el cual iba a caballo y armado con su tridente en ristre.
Cuando vio a Wang Yun, Lu Bu se refrenó, deteniéndose, agarrándole de la manga, y
diciéndole enfadado:
— Me prometiste a Diao Chan, y ahora se la has dado al Primer Ministro: ¿qué tontería es
esta?
— Este no es lugar para hablar— le detuvo Wang Yun—; le suplico que venga conmigo a
mi casa.
Y los dos se fueron juntos, y Wang Yun condujo a Lu Bu a una habitación privada.
Tras el usual intercambio de saludos cordiales, Wang Yun dijo:
— ¿Por qué cree que me estoy equivocando, General?

6
— Alguien me ha dicho que has enviado a Diao Chan al palacio del Primer Ministro en
un carruaje cubierto: ¿Qué significa eso?
— Claro que no lo entiende. Ayer, cuando estaba en la corte, el Primer Ministro me dijo
que tenía que decirme algo en mi propia casa. Así es que, naturalmente, me preparé para su
recepción, y mientras estábamos cenando dijo “he oído algo sobre una chica llamada Diao Chan
que le has prometido a mi hijo Lu Bu. Creía que sólo eran unos rumores, por eso quería
preguntarte si es verdad. Además, me gustaría verla”. No podía decir que no, así que vino y tuve
que postrarme ante el señor de los señores. Entonces dijo que fue un día afortunado y que
debería llevársela con él y proponerla en matrimonio con usted. Piense un momento, señor:
cuando el Primer Ministro ha venido en persona, ¿acaso podría yo impedírselo?
— No lo has hecho tan mal— dijo Lu Bu—. Pero durante un tiempo te he malentendido.
Espero que aceptes mis disculpas.
— La chica tiene un pequeño ajuar, el cual le enviaré a su hogar en cuanto ella esté con
usted.
Lu Bu le dio las gracias y se marchó. Al día siguiente fue al palacio para descubrir la
verdad, pero no escuchó nada. Entonces tomó rumbo a los aposentos privados e interrogó a los
sirvientes. Al poco uno de ellos le dijo que el Primer Ministro había dado cobijo a una nueva
concubina la noche de antes y todavía no se había levantado. Lu Bu estaba furioso. Lo siguiente
que hizo fue arrastrarse hacia la alcoba de su maestro.
En aquel momento Diao Chan se estaba levantando y se estaba arreglando el cabello en la
ventana. Mirando afuera vio una gran sombra caer a través del pequeño lago. Reconoció el
tocado, y oteando alrededor vio quien creía que era: Lu Bu. Acto seguido frunció el ceño,
simulando un gran pesar, y con un fino pañuelo se limpió los ojos una y otra vez. Lu Bu
permaneció mirándola largo tiempo.
Poco después fue a dar los buenos días. Dong Zhuo estaba sentado en la recepción.
Viendo a su secuaz, Dong Zhuo preguntó si había alguna nueva.
— Nada— fue la respuesta.
Lu Bu esperó mientras Dong Zhuo tomaba su desayuno. Mientras estuvo con su maestro
miraba a través de la cortina y vio a la mujer tras la cortina mostrando su rostro a medias de
cuando en cuando y lanzándole amorosas miradas hacia él. Sintió que estaba siendo amado, y
sus pensamientos volaban hacia ella. Entonces Dong Zhuo se dio cuenta de su expresión y
comenzó a sospechar.
— Si no hay nada puedes irte— dijo Dong Zhuo.
Lu Bu se retiró malhumorado.
Dong Zhuo ahora no pensaba en nada que no fuera su nueva criada y durante un mes al
menos desatendió todos los demás asuntos, entregándose por completo al placer. Una vez que
estaba un poco indispuesto, y que Diao Chan estaba constantemente a su lado, permaneció
siempre solícita prestándole toda su atención. Ella le complacía en cada capricho. Dong Zhuo
cada vez la quería más y más.
Un día Lu Bu fue a interesarse por el estado de salud de su padre. Dong Zhuo estaba
dormido, y Diao Chan estaba sentada a la cabecera de su lecho. Con una inclinación miró al
visitante, con una mano en su corazón, la otra sobre el durmiente Dong Zhuo, y sus lágrimas
cayeron. Lu Bu sintió cómo se le rompía el corazón. Dong Zhuo abrió sus ojos con pereza; y
viendo la mirada de su hijo fijada en algo tras él, se volvió para ver de qué se trataba.
Reprendió furiosamente a su hijo, diciendo:
— ¿Te atreves a hacerle el amor a mi preciosidad?
Ordenó a los sirvientes que echaran a Lu Bu, gritando:
— ¡No le dejéis entrar nunca más!
Lu Bu se marchó a casa encolerizado. Se encontró por el camino con Li Ru, y le contó la
causa de su ira.
El consejero se precipitó a ver a su maestro, y dijo:
— Señor, aspira a ser el gobernante del imperio. ¿Entonces por qué por un pequeño error
va a culpar al General? Si se vuelve contra usted entonces todo habrá acabado.
— ¿Entonces qué puedo hacer?— dijo Dong Zhuo.

7
— Llámelo mañana; trátelo bien; abrúmelo con regalos y bonitas palabras; y todo irá
bien.
Y así hizo Dong Zhuo. Mandó llamar a Lu Bu y se mostró muy gentil y dijo:
— Me mostré muy irritado y precipitado ayer debido a mis dolencias y me equivoqué
contigo, lo reconozco. Olvídalo.
Le dio a Lu Bu trescientas onzas de oro y veinte rollos de seda. Y así se sofocó la disputa.
Pero aunque el cuerpo de Lu Bu se encontraba con su padre adoptivo Dong Zhuo, su corazón
estaba con su prometida Diao Chan.
Dong Zhuo estaba completamente recuperado y fue a la corte de nuevo, y Lu Bu le siguió
como siempre. Viendo que Dong Zhuo se enfrascaba en una conversación con el Emperador, Lu
Bu, armado como estaba, salió del palacio y cabalgó hasta la residencia de su jefe. Amarró su
montura a la entrada y, alabarda en mano, fue al apartamento privado para buscar a su amada.
Encontró a Diao Chan, y ella le pidió salir al jardín donde podría unirse a él enseguida. Él fue,
portando su alabarda con él, y se apoyó contra la baranda del Pabellón del Fénix esperando a
Diao Chan.
Bastante tiempo después apareció, balanceándose grácilmente mientras caminaba bajo los
marchitos sauces y tronchando las flores a su paso. Era exquisita, un hada perfecta del Palacio
de la Luna.
— Aunque no soy la verdadera hija del Ministro él me ha tratado como si lo fuese— dijo
cuando llegó, con lágrimas en sus ojos—. El deseo de mi vida fue realizado cuando él me
prometió contigo. ¡Pero oh! Pensar en la maldad del Primer Ministro, robándome como ha
hecho. He sufrido muchísimo. He deseado la muerte, pero no te había contado la auténtica
verdad. Por eso he vivido, sobreponiéndome a mi pena de la mejor forma que he podido pero
sintiendo que me faltaban las fuerzas para seguir viviendo. Ahora que te he visto, puedo acabar
con todo. Mi pobre cuerpo mancillado no es adecuado para servir a un héroe. ¡Ahora puedo
morir frente a tus ojos y demostrarte así mi autenticidad!
Mientras hablaba se encaramó a la baranda curvada con intención de arrojarse al estanque
de nenúfares. Lu Bu la atrapó en sus fuertes brazos y la atrajo hacia sí.
— Lo sabía: siempre he conocido tu corazón— sollozó—. Lo que pasa es que nunca
hemos tenido oportunidad de hablar.
Ella enzarzó sus brazos sobre Lu Bu.
— Si no puedo ser tu esposa en esta vida lo seré en todas las que están por venir—
susurró.
— Si yo no me caso contigo en esta vida, no soy un héroe— dijo él.
— Cada día es como un año interminable. ¡Por piedad! ¡Rescátame! ¡Mi señor!
— Sólo me he escapado por un breve momento, y me preocupa que ese viejo rebelde
sospeche algo, por lo que no puedo estar mucho aquí— dijo Lu Bu.
Diao Chan se aferró a su túnica, diciendo:
— Si tienes tanto miedo de ese viejo jefe, entonces no veré nunca otro amanecer.
Lu Bu se detuvo.
— Dame un momento para que piense— dijo.
Y enarboló su alabarda para irse.
— En lo más profundo de la reclusión del harem he escuchado las historias de tus
proezas. Eres el hombre que excede a todos los demás. Siempre he creído que tú, por encima del
resto de los héroes, eres incapaz de descansar bajo el yugo de otros.
¡Y volvieron a llover lágrimas!
Arrugas de lástima afloraron a su cara. Apoyando su alabarda contra la barandilla, se
volvió y hundió a la chica en su pecho, tranquilizándola con dulces palabras. Los amantes se
abrazaron, balanceándose de un lado a otro con emoción. No eran capaces de decirse adiós.
Mientras Dong Zhuo perdía su secuaz, y llenaba de dudas su corazón. Dejó al Emperador
con premura, montó en su carruaje y volvió a su palacio. Una vez en las puertas reconoció al
caballo de Lu Bu, Liebre Roja, atado. Dong Zhuo interrogó a los porteros, y ellos le dijeron que
el General estaba dentro. Despidió a sus siervos y fue solo a los apartamentos privados. Lu Bu
no estaba allí. Entonces llamó a Diao Chan, pero no obtuvo ninguna respuesta. Preguntó que
dónde estaba, y las criadas le dijeron que estaba en el jardín entre las flores.

8
Entró Dong Zhuo en el jardín, y allí vio a los amantes en el pabellón en lo más
apasionado de su conversación. El tridente alabarda de Lu Bu estaba apoyado en la barandilla
junto a él.
Un aullido de rabia escapó de Dong Zhuo y sobresaltó a los amantes. Lu Bu se volvió, vio
quién había, y huyó. Dong Zhuo cogió la alabarda y corrió en su persecución. Pero Lu Bu era
ágil de piernas mientras que su maestro era más robusto. Viendo que no era capaz de atrapar al
fugitivo, Dong Zhuo arrojó la alabarda. Lu Bu se defendió del ataque y el arma cayó al suelo.
Dong Zhuo la recogió de nuevo y continuó a la carga. Pero esta vez Lu Bu se había anticipado.
Mientras Dong Zhuo estaba corriendo por la puerta del jardín, chocó contra otro hombre que
entraba corriendo y cayó al suelo.
Creció su cólera dentro suya y subió en oleadas hacia el cielo.
Chocó su inmanejable cuerpo en una forma incierta contra el suelo.

Muy pronto veremos quién era el otro que corría.

9
1
Capítulo 9

Lu Bu mata a Dong Zhuo movido por Wang Yun;


Li Jue ataca la Capital por consejo de Jia Xu.

La persona que chocó con el furioso Dong Zhuo era su más fiel consejero Li Ru. Li Ru no
había sido herido por el impacto y ayudó de inmediato a levantarse a Dong Zhuo por su propio
pie y le ayudó a llegar a la biblioteca, donde se sentaron.
— ¿A qué has venido?— dijo Dong Zhuo.
— En cuanto traspasé sus puertas, escuché que se encontraba en sus jardines privados
enfrentado a su hijo adoptivo. Entonces llegó Lu Bu corriendo y gritando que lo iba a matar, y
yo llegué tan rápido como pude para interceder por él cuando accidentalmente choqué con
usted. Lo siento mucho. Merezco la muerte.
— ¡El desgraciado! ¿Cómo podría soportar verle jugando con mi cielo? Voy a matarlo
por esto.
— Su Ilustrísima está cometiendo un error. Es la historia de la ‘borla arrancada’ otra vez.
Supongo que recordará el banquete de la antigüedad donde todos los invitados tuvieron que
romper las borlas de sus sombreros. En aquel banquete, el Rey Zhuang de Chu no hizo ningún
alboroto por los libertinos que hicieron la corte a su majestad, a pesar de que las borlas de su
sombrero en su mano delataban a Jiang Xiong. Su moderación le puso en Buena posición, y el
mismo Jiang Xiong salvó su vida cuando fue rodeado por los soldados de Qin. Después de todo
Diao Chan no es más que una criada, pero Lu Bu es su más fiel amigo y su comandante más
aterrador. Si aprovecha esta oportunidad para darle a la chica, su generoso gesto le conferirá una
gratitud imperecedera. Le ruego, señor, que lo medite profundamente.
Dong Zhuo vaciló durante mucho tiempo. Tomó asiento murmurando para sí mismo. De
repente dijo:
— Lo que dices es correcto. Tengo que meditarlo bien.
Li Ru se marchó satisfecho. Dejó a su maestro a solas con sus asuntos. Dong Zhuo se fue
a sus aposentos privados y llamó a Diao Chan.
— ¿Qué hacías con Lu Bu?— le dijo.
Ella comenzó a llorar, diciendo:
— Su doncella estaba en el jardín entre las flores cuando se abalanzó sobre mí. Yo me
asusté y huí. Me preguntó que por qué escapaba de un hijo de la familia y me persiguió hasta el
pabellón donde usted nos vio. Él sostenía esa alabarda en su mano todo el tiempo. Noté que era
un hombre vicioso y que quería forzarme, por lo que intenté arrojarme al estanque de los lirios,
pero me atrapó en sus brazos y me inmovilizó dejándome indefensa. Por suerte usted apareció
en ese momento y me salvó la vida.
— Supongo que te voy a enviar con él— dijo Dong Zhuo.
Entonces ella estalló en lágrimas.
— ¿Qué es lo que su doncella ha hecho mal? ¡El honor que tengo de servirle sólo a Su
Ilustrísima no puede ser comparable con el de ser dada a un mero subordinado! ¡Nunca! Antes
prefiero la muerte.
Y agarró una daga del suelo para matarse.
Dong Zhuo se la arrancó de las manos, poniéndole los brazos tras ella, y le gritó:
— ¡Sólo era una broma!

2
Ella por fin se calmó apoyándose en su pecho, ocultando su cara y sollozando
amargamente.
— Esto es obra de Li Ru— le dijo—. Todo lo ha urdido él. Ha sido sugerencia suya, lo
sé. Poco le importa la vida del Rector Imperial o la mía. ¡Oh! Me lo comería vivo.
— ¿De verdad crees que podría soportar perderte?— dijo Dong Zhuo.
— Creía que me amaba, aunque no debería estar aquí. Ese Lu Bu tratará de arruinarme si
lo hago. Tengo miedo de él.
— Iremos a Meiwo mañana, tú y yo, y seremos felices juntos y no tendremos
preocupaciones.
Se secó las lágrimas y le dio las gracias. Al día siguiente Li Ru volvió a persuadir a Dong
Zhuo para enviarle a la damisela con Lu Bu.
— Es un día propicio— dijo Li Ru.
— Él y yo mantenemos una relación de padre e hijo. No es muy correcto que haga eso—
dijo Dong Zhuo—. Pero no diré nada más sobre su falta. Debes decirle eso y calmarle tan bien
como puedas.
— No estará siendo seducido por la mujer, espero— dijo Li Ru.
— ¿Le darías tu esposa a alguien así?— dijo Dong Zhuo, rojo de ira—. No vuelvas a
decir eso nunca más. Será mejor que no lo hagas.
Li Ru salió de la habitación. Cuando estaba fuera levantó sus ojos al cielo, diciendo:
— ¡Somos gente muerta, asesinados por la mano de esa muchacha!
Cuando un erudito de la historia investigó este episodio escribió un verso o dos:

Es introducir a una mujer


Y suceder las conspiraciones;
Los soldados, o las armas,
No son realmente necesarias.
Ellos luchan sus sangrientas batallas,
Y valientemente hacen sus actos;
Pero en el jardín de una casa en verano
La victoria ha sido vencida.

Se dio la orden para viajar a Meiwo, y toda la asamblea de oficiales en pleno salió para
dar lustre a la partida. Diao Chan, desde su carruaje, vio a Lu Bu entre la multitud. Ella cruzó
sus ojos con él y asumió un aspecto de profunda melancolía. Después de que el desfile
comenzara y cuando su carruaje hubiera desaparecido en la distancia, el frustrado amante
fustigaba su corcel mientras veía la nube de polvo de la comitiva alejarse. Una tristeza indecible
afligía su corazón.
— ¿Por qué no acompaña al Primer Ministro, General, en lugar de estar aquí mirando?—
dijo una voz.
Era Wang Yun.
— Tengo que estar confinado en casa unos días por enfermedad— continuó—, por lo que
no tengo que verle. Pero tenía que salir para ver partir al Primer Ministro. Este encuentro es de
lo más afortunado. ¿Pero por qué se queda aquí mirando?
— Es por causa de su hija— dijo Lu Bu.
— ¡Hace ya mucho tiempo que no nos veíamos!— dijo fingiendo gran asombro.
— Ese viejo rufián se ha enamorado de ella y la quiere para sí mismo.
— Eso no puede ser verdad.
Lu Bu le contó toda la historia mientras Wang Yun escuchaba en silencio, pero golpeando
el suelo como si estuviera irritado y perplejo.
— No me imaginaba que fuera como una bestia— dijo después de un largo tiempo Wang
Yun.

3
Tomando a Lu Bu de la mano añadió Wang Yun:
— Ven a mi casa y allí hablaremos sobre eso.
Y así se fueron a la casa y se retiraron a una habitación secreta. Tras varios refrigerios, Lu
Bu le contó todo el episodio en el Pabellón del Fénix tal y como había sucedido.
— Parece que ha corrompido a mi pequeña y que ha destrozado su vida— dijo Wang
Yun—. Va a ser objeto de vergüenza y ridículo para todo el mundo. Y quienes no se rían de él
lo harán de usted y de mí. ¡Ay! Yo soy viejo y carezco de poder y no puedo hacer nada. ¡Más
lamentable que culpable! Pero usted, general, es un guerrero, el mayor héroe en el mundo.
Todavía puede poner fin a esta vergüenza y exponer este desdén.
Una ola de fiereza cruzó el rostro de Lu Bu. Golpeó la mesa con fuerza y rugió.
Su faustuoso anfitrión trató de calmarlo, diciéndole:
— Yo ya lo he olvidado. No debería haber hablado así. ¡No se enfade, lo siento mucho!
— ¡Voy a matar a ese miserable, lo juro! No hay otra forma con la que pueda calmar mi
vergüenza.
— ¡No, no! No diga esas cosas— dijo Wang Yun, poniendo su mano sobre la boca del
otro—. Va a traernos problemas a mí y a mi familia.
— Cuando alguien ha nacido agraciado no puede ser paciente durante demasiado tiempo
bajo el yugo de otra persona— dijo Lu Bu.
— Se necesita a alguien más grande que el Primer Ministro para limitar el alcance de un
talento como el suyo, señor.
— No me importaría matar al viejo miserable si no fuera por la situación en la que nos
encontramos. Me asusta provocar la hostil crítica de la prosperidad.
— Su nombre es Lu Bu— dijo Wang Yun sacudiendo su cabeza—; el suyo es Dong
Zhuo. ¿Dónde estaban los sentimientos paternalistas cuando alzó la alabarda contra usted?
— Sus palabras están llenas de razón— dijo Lu Bu con vehemencia.
Wang Yun vio los efectos de sus palabras y continuó:
— Podría ser un acto de lealtad el restablecer a la Casa Han, y la historia transmitiría su
nombre a la posteridad con perpetuas alabanzas. Si le presta su ayuda a Dong Zhuo será un
traidor y su nombre será mancillado en los tiempos futuros.
Lu Bu se levantó de su asiento y se inclinó ante Wang Yun.
— Lo he decidido— le dijo—. No tiene que tener miedo, señor.
— Pero también puede fallar y entonces nos traería grandes infortunios— dijo Wang
Yun.
Lu Bu sacó su daga, se pinchó el brazo, y juró por la sangre vertida.
Wang Yun cayó sobre sus rodillas y le agradeció.
— Entonces sacrificarse por Han no será en vano, y usted será nuestro salvador. Pero esto
debe permanecer en secreto, y yo le diré cómo se podrá llevar el complot a cabo.
Lu Bu lo tomó con gran emoción
Wang Yun hizo partífices de sus confidencias a dos colegas, el Ministro Shisun Rui y el
Comandante Imperial Huang Wan.
— El momento es favorable— dijo Shisun Rui—. El Emperador se acaba de recuperar de
sus dolencias, y podemos despachar a un orador capaz a Meiwo para persuadir a Dong Zhuo
para que venga a discutir unos asuntos. Mientras tanto obtendremos un decreto secreto como
autorizados por Lu Bu para poner una emboscada dentro de las puertas del Palacio para matar a
Dong Zhuo cuando entre. Éste es el mejor plan que adoptar.
— ¿Pero quién se atrevería a ir?— preguntó Huang Wan.
— Li Su, General del Ejército Imperial del Tigre, podría ir. Pertenece a la misma región
que Lu Bu y está muy disgustado con el Primer Ministro por no promocionarle. Su marcha
podría asegurarnos que el plan se vaya a completar.
— Bien— dijo Wang Yun—. Veamos qué opina Lu Bu al respecto.
Cuando Lu Bu fue consultado les dijo que si la persuasión de ese Li Su le había llevado a
matar a Ding Yuan, su antiguo benefactor.
— Si Li Su rehúsa esta misión le mataré— dijo Lu Bu.
Y mandaron buscar a Li Su.
Cuando Li Su llegó, Lu Bu dijo:

4
— Anteriormente me hablaste de matar a Ding Yuan e ir a por Dong Zhuo. Ahora hemos
descubierto que Dong Zhuo es un demonio para el Emperador y un opresor para el pueblo. Sus
inquietudes son muchas, y es odiado por dioses y humanos. Vas a ir a Meiwo, di que tienes una
misiva del Emperador para convocar al Primer Ministro en el Palacio. Él vendrá, y será llevado
a la muerte. Tú te llevarás el mérito de ser leal y de restaurar a los Hans. ¿Asumirás este
cometido?
— Yo también deseaba matarlo— fue la respuesta—. Pero no pude encontrar quien me
ayude. ¿Cómo puedo vacilar? Su intervención es un acto del Cielo.
Y Li Su partió una flecha en dos como registro de su promesa.
— ¡Si así sucede, un rango honorable será tuyo!— dijo Wang Yun.
Al día siguiente Li Su, con una pequeña escolta, partió para Meiwo y se anunció a sí
mismo como portador de un decreto. Fue conducido a la presencia de Dong Zhuo. Tras haber
hecho sus reverencias, Dong Zhuo preguntó cuál era el decreto.
— Su Majestad se ha recuperado y desea que sus ministros se encuentren con él en
Palacio para considerar el tema de la abdicación en su favor. Eso es lo que su llamamiento dice.
— ¿Y qué piensa Wang Yun del asunto?
— Actualmente Wang Yun ha comenzado la construcción de la Terraza de la Abdicación
y sólo aguarda la llegada de mi señor.
— ¡Esta noche soñé que un dragón se enrollaba en mi cuerpo— dijo Dong Zhuo
gratamente complacido—, y ha traído consigo este feliz evento! No debo rehusar la
oportunidad.
Entonces Dong Zhuo dio instrucciones a sus cuatro generales de confianza para partir con
seguridad a la ciudad. Li Jue, Guo Si, Fan Chou y Zhang Ji se encargaron de guardar Meiwo
con tres mil soldados del Ejército del Oso Volador. Entonces Dong Zhuo anunció su intención
de partir al día siguiente.
— Cuando sea Emperador, tú serás Comandante del Distrtito de la capital— dijo.
— Tiene mi agradecimiento— dijo Li Su.
Dong Zhuo fue a despedirse de su nonagenaria madre.
— ¿Adónde vas, hijo mío?— preguntó.
— Voy a recibir la abdicación de Han; y dentro de poco va a ser la Emperatriz.
— Me he sentido nerviosa y temblorosa estos días. Es una mala señal.
— Cualquiera que se vaya a convertir en la Madre del Estado debe tener
premoniciones— dijo su hijo.
Le dejó con esas palabras.
Justo antes de partir le dijo a Diao Chan:
— Cuando sea Emperador tú serás la Dama del Palacio.
Ella se inclinó en agradecimiento, pero se sabía interiormente regocijada.
Dong Zhuo salió, montó en su carruaje, y comenzó su travesía hacia la Capital Changan
con una escolta imponente. En menos de diez millas la rueda del carruaje se rompió. Se bajó y
montó en un caballo. En otras diez millas el caballo bufó y relinchó, volvió su grupa y golpeó
las riendas.
Dong Zhuo se volvió hacia Li Su y preguntó qué eran esas cosas portentosas.
— Significa que va a recibir la abdicación de los Hans, con el que se renovarán todas las
cosas: el montar el carro enjoyado y sentarse en el trono de oro.
Y Dong Zhuo quedó complacido y convencido con esa respuesta. Durante el segundo día
de la travesía un violento vendaval se desató, y el cielo se vio cubierto con una gruesa niebla.
— ¿Qué significa ésto?— dijo Dong Zhuo.
El astuto Li Su hizo una interpretación para ello, diciendo:
— Está siendo ascendido al lugar del dragón: allí debe haber una brillante luz y un
refulgente vapor para dignificar su majestuoso acercamiento.
Dong Zhuo no tuvo más dudas. Al poco llegó y encontró muchos oficiales esperando
fuera de las puertas de la ciudad para recibirle, todos, pero Li Ru estaba enfermo e incapaz de
dejar su habitación. Se enteró de ello y se aproximó a su propio palacio, donde Lu Bu llegó para
felicitarle.

5
— Cuando me siente en el trono tú comandarás todos los ejércitos del imperio, a caballo
y a pie— dijo Dong Zhuo.
Esa noche Dong Zhuo durmió en medio de su escolta. En los suburbios esa noche algunos
niños jugaban cantando una cancioncilla, y las palabras llegaron a la alcoba llevadas por el
viento.

La hierba en los prados y campos está fresca y verde,


Sin embargo, esperando diez días, ninguna espada se ve.

La canción sonó agorera pero Li Su estaba preparado otra vez con una interpretación
feliz:
— Sólo significa que Lius está cerca de desaparecer, y los Dongs de ser elevados.
A la mañana siguiente, con los primeros rayos del amanecer, Dong Zhuo se preparó para
su aparición en la corte. En el camino vio a Taoísta, vestido con una túnica negra y tocado con
un turbante blanco, y portando en su mano un largo bastón con una larga tira de tela blanca
atada. Al final de la larga tira había dibujada una boca 40.
— ¿Qué significa ésto?— dijo Dong Zhuo.
— Es un loco— dijo Li Su, y le dijo a los guardias que se lo llevaran de allí.
Dong Zhuo entró y encontró a todos los oficiales en la corte flanqueando el camino. Li Su
caminó junto a su carruaje, con la espada en la mano. Cuando Li Su alcanzó la puerta norte de la
Ciudad Olvidada encontró a los soldados de Dong Zhuo dispuestos fuera y sólo los arrieros del
carro del Palacio, unos veinte o así, estaban preparados para avanzar.
Cuando Dong Zhuo llegó cerca de la Recepción vio que Wang Yun y todos los otros
oficiales estaban en la puerta armados.
— ¿Por qué están todos armados?— preguntó Dong Zhuo a Li Su.
Li Su guardó silencio y ayudó a poner el carruaje rápidamente frente a la entrada.
— ¡El rebelde está aquí!— gritó entonces Wang Yun—. ¿Dónde están los verdugos?
Con esta llamada saltaron de los lados soldados armados con alabardas y lanzas que
atacaron a Dong Zhuo. No llevaba puesto el peto que solía vestir, y una lanza le atravesó el
pecho.
Se hundió en su carruaje llamando desesperadamente a su hijo:
— ¿Dónde está Lu Bu?
— ¡Aquí, y con un decreto para acabar con un rebelde!— dijo Lu Bu, apareciendo delante
de su ‘padre’.
Acto seguido apuñaló con su alabarda tridente el pecho de la víctima. Entonces Li Su
cercenó la cabeza y la levantó en el aire.
Lu Bu, con su alabarda en ristre en su mano izquierda, introdujo la derecha en su pecho
donde guardaba el decreto, gritando:
— ¡El decreto estaba dictado para matar al rebelde Dong Zhuo, para nadie más!
Toda la asamblea aclamó:
— ¡Larga vida a Wan Shui! ¡Nuestro Emperador!
Un simpatico poema fue escrito por compasión:

A través del tiempo, oh noble, y sé soberano,


O si no es posible sesga el consuelo de la riqueza;
El Cielo nunca es parcial, pero severamente justo,
Meiwo aguanta fuerte, todavía no yace en la arena.

40
La vara, el bastón y la boca forman una letra china que lleva implícito el nombre de Lu Bu.

6
La sed de sangre despertó, Lu Bu alentó el sacrificio de Li Ru, quien había sido el
confidente del Primer Ministro asesinado, y Li Su fue voluntariamente en su búsqueda. Pero
justo entonces un vocerío se escuchó en las puertas, y dijeron entonces que el mayordomo había
llevado a Li Ru atado. Wang Yun ordenó su ejecución inminente en la plaza del mercado.
La cabeza de Dong Zhuo fue expuesta en una transitada calle. Estaba muy gordo, y los
guardias hicieron antorchas clavando tablas en su cuerpo, vertiendo la grasa corporal en el
suelo. Los transeúntes arrojaron la cabeza y rechazaron el cuerpo a patadas.
Wang Yun ordenó una fuerza de cinco mil unidades bajo Lu Bu, Huangfu Song, y Li Su
para destruir Meiwo. Aprendiendo las noticias de su maestro, Li Jue, Guo Si, Fan Choy y Zhang
Ji huyeron al oeste rápidamente durante la noche con su Ejército del Oso Volador a la región de
Liangzhou.
Cuando llegaron a Meiwo, la primera acción de Lu Bu fue tomar a Diao Chan bajo su
custodia. Entonces mataron a cada miembro de la familia Dong, sin mostrar compasión por
nadie, ni tan siquiera de su longeva madre. Las cabezas del hermano de Dong Zhuo, Dong Min,
y su sobrino, Dong Huang, fueron expuestas públicamente en la plaza del mercado. En Meiwo
había cautivas muchas jóvenes damas de buenas familias. Éstas fueron puestas libres. Todas las
propiedades fueron confiscadas. La riqueza era enorme: varios cientos de miles de onzas de oro,
millones de monedas de plata, perlas, gemas, seda, terciopelos, pieles, almacenes de grano.
Cuando volvieron a informar de lo sucedido, Wang Yun recompensó y festejó a los
soldados. Banquetes fueron servidos en la Recepción del Ministerio a los cuales fueron
invitados todos los oficiales. Bebieron y se felicitaron los unos a los otros. Mientras los festejos
se sucedían fue anunciado que alguien había llegado y se estaba lamentando frente al cadáver de
Dong Zhuo expuesto en la plaza del mercado.
— Dong Zhuo ha sido asesinado— dijo Wang Yun, con ira—. Todo el mundo se alegra
de haberse deshecho de él, y ahora hemos encontrado a alguien que se lamenta de su pérdida.
¿Quién es?
Y así Wang Yun dio orden de arrestar al doliente y que lo condujeran ante él. De
inmediato le hicieron entrar, y cuando le vio todos estaban asustados. Pues no era otro más que
el Historiador Imperial Cai Yong41.
Wang Yun habló a Cai Yong con ira, diciendo:
— Dong Zhuo ha sido ejecutado como un rebelde, y toda la tierra se regocija por ello. Tú,
un ministro de Han, en lugar de regocijarte, lloras por él. ¿Por qué?
Cai Yong confesó su falta, diciendo:
— Soy alguien sin talento, reconozco que es verdad. No soy quien le vuelve la espalda a
la dinastía y a Dong Zhuo. Ya una vez experimenté su favor, y podría no ayudar a estar de duelo
por él. Sé que mi falta es grave, pero ruego que comprendan la razón. Si dejan mi cabeza y tan
sólo se llevan mi pie podrán usarme para continuar la Historia de Han, por lo cual podría tener
la buena fortuna de expiar mi error.
Todos se lamentaban por Cai Yong, pues era un hombre de gran talento, y rogaron que si
podía ser perdonado.
El Guardián Imperial, Ma Midi, intercedió secretamente por él, diciendo:
— Cai Yong es famoso como erudito, y puede escribir una gloriosa historia, y es poco
aconsejable ejecutar a un hombre afamado por su rectitud sin consideración.
Pero fue en vano, pues el Gran Ministro ahora fue duro e implacable.
— Hace siglos, el Emperador Wu 42 perdonó a Sima Qian43 y le contrató en los anales—
dijo Wang Yun—, con el resultado de que muchas calumniadoras historias se han transmitido

41
Cai Yong había tenido una ilustre carrera como oficial de la corte. Cuando Dong Zhuo se hizo cargo de la corte, Cai
Yong renunció a su puesto como ministro. Después, Dong Zhuo buscaba incrementar la influencia del gobierno
sobre los señores locales, y de esta forma invitó a Cai Yong a que volviera, amenazándolo que si rechazaba mataría
a toda su familia. (capítulo 4) La hija de Cai Yong, Cai Yan, fue una renombrada poetisa.
42
El Emperador Wu, también llamado Liu Che (reinó entre los años 141-87 AC) fue el gobernante más duradero de
los emperadores Han. El emperador Wu fue tal vez quien más influenció al emperador Han, quien no sólo se
preocupó de expandir el territorio sino de desarrollar el comercio con otras regiones (la Ruta de la Seda, por
ejemplo). El emperador prestó especial atención a la longevidad, y en su corte se realizaban rituales con asiduidad.

7
hasta nosotros. Éste es un periodo emergente de gran perplejidad, y no deberíamos permitir que
un malicioso hombre como él dedicara su pluma a criticar aquello concerniente a la corte de un
joven príncipe y que abuse de nosotros como quiera.
Las protestas y las súplicas fueron en vano, y Ma Midi se retiró. Pero dijo a sus colegas:
— ¿Entonces a Wang Yun no le preocupa el futuro? La gente digna son el sostén
principal del estado; las leyes son los cánones de las conductas. El destruir el sostén principal y
nulificar las leyes es apresurar la destrucción.
Todo lo que dijo Wang Yun era inflexible. Cai Yong, cuya ofensa fue una expresión de
gratitud, fue apresado y allí fue estrangulado. La gente aquel día lloró por Cai Yong, para
aquellos que se negaron a ver ofensa alguna en sus actos, y que su muerte fue un duro castigo.

Dong Zhuo, el dictador,


Tiranizaba el estado,
Cayó y tocó fondo
Repartiendo sus fallos.
Zhuge Liang en su clausura
Estaba contento con soñar,
Se sintió valioso y nunca
Ayudó a los planes del apóstata.

Aquellos generales, Li Jue, Guo Si, Fan Chou y Zhang Ji, a quienes Dong Zhuo había
dejado para guardar Meiwo, huyeron cuando su maestro fue matado y se marcharon a la
provincia de Shanxi en la región de Liangzhou. Desde allí enviaron un memorial implorando
amnistía. Pero Wang Yun no les escuchó.
— Cuatro de ellos eran los ejecutores de las agresiones de Dong Zhuo. Ahora, aunque
soliciten una amnistía general, esos hombres deberían ser excluídos de ello— dijo Wang Yun.
El mensaje fue devuelto y anunciaron a los cuatro que no esperaran perdón, y lo único
que pudieron hacer fue huir.
Entonces su consejero, Jia Xu, dijo:
— Si renunciamos a nuestros ejércitos y huimos por separado podríamos caer víctimas
fácilmente de cualquier lugareño ambicioso que quiera vendernos. Deberíamos engatusar a la
gente de Shanxi para que nos sigan y hacer un ataque sorpresa sobre la capital y vengar así a
Dong Zhuo. Si lo lográsemos, dominaríamos la corte y el imperio. Y siempre habría tiempo
suficiente para correr si fracasamos.
El plan fue aceptado, y enseguida propagaron el rumor de que Wang Yun pretendía
masacrar a toda la provincia.
Haciendo esto pusieron a la gente en estado de terror, dieron un paso adelante y dijeron:
— No obtendremos nada provechoso si morimos por nada. ¡Revelémonos y luchemos!
De esta forma engatusaron a la gente para que se les unieran y así reunieron una hueste de
unos cien mil. Esta horda fue dividida en cuatro partes y todas ellas partieron para asaltar la
capital Changan. Por el camino formaron filas con el hijo político de su último jefe, el
Comandante Imperial Niu Fu, quien marchó con cinco mil tropas desde Xiliang. Niu Fu había
partido para vengar a su suegro, y se convirtió en el Líder de Vanguardia de la horda.
Mientras avanzaban las noticias llegaron a Wang Yu, quien consultó con Lu Bu.
— Sólo son un montón de ratas— dijo Lu Bu—. No creo que haya tantos. Deberías ser
menos ansioso.

43
Sima Qian (145-85 AC), astrónomo, experto en calendarios, y el primer gran historiador chino, es el autor de
“Récords Históricos” o Shi Ji, el cual está considerado como el documento histórico chino más importante anterior
al siglo segundo.

8
Y así Lu Bu y Li Su fueron a enfrentarse a ellos. Éstos estaban adelantados y se
encontraron con Niu Fu. Lucharon; Niu Fu fue superado y se retiró tras sufrir una matanza. Pero
inesperadamente Niu Fu volvió en un ataque nocturno, encontrando a Li Su desprevenido y
conduciendo a las fuerzas de Li Su durante diez millas, matando a muchos.
Li Su informó de su derrota, y Lu Bu descargó su ira en él, diciendo:
— ¡Has arruinado mi reputación como guerrero y destruido nuestro espíritu de lucha!
Y Lu Bu ejecutó a Li Su, exponiendo su cabeza en el campamento.
Al día siguiente Lu Bu avanzó con sus propias fuerzas y entabló batalla con Niu Fu.
Aplastó a Niu Fu y le expulsó. Aquella noche Niu Fu hizo llamar a su más leal hombre, Hu
Chier, para aconsejarle.
— Lu Bu es demasiado valiente como luchador para nosotros como para esperar
vencerle— dijo Hu Chier—. Nuestra causa es vana. Nuestra mejor opción es desertar de esos
cuatro generales, ocultar sus valías, y dejar el ejército con unos cuantos de nuestros seguidores.
El plan de Hu Chier fue adoptado, y los dos traidores y algunos otros aquella noche
recogieron sus cosas y dejaron el campamento. No eran más de media docena. Llegaron al río y,
mientras cruzaban, Hu Chier, tentado por el lujo y la riqueza, mató a sus acompañantes.
Entonces fue a ofrecer la cabeza de Niu Fu a Lu Bu. Éste inquirió en la manera de obtenerla, y
cuando un seguidor le contó la verdad, ejecutó al doblemente traidor Hu Chier.
Entonces Lu Bu avanzó contra los rebeldes y cayó sobre las fuerzas de Li Jue. Lu Bu
atacó sin darles tiempo a formar para la batalla. Los caballos se encorvaron las lanzas se
quebraron, el ejército se hizo añicos irresistiblemente, y Li Jue, sin ofrecer resistencia,
retrocedió un largo trecho. Li Jue tomó posición bajo a una montaña a quince millas de distancia
y una vez allí mandó llamar a sus seguidores a un concilio.
— Aunque Lu Bu es bravo en batalla, no es un estratega y por eso realmente no es tan
formidable— dijo Li Jue—. Apostaré a mis tropas a la entrada del desfiladero, y le incitaré a
atacar cada día; y cuando venga tras de mí, el General Guo Si podrá golpear en su retaguardia,
de la misma forma que Peng Yue44 cuando luchó contra Chu. Mientras nos hallemos alternando
ataque y retirada de esta forma, los Generales Fan Chou y Zhang Ji marcharán en diferentes
direcciones hacia Changan. De esta forma, con un ataque desde dos direcciones deberíamos
acabar con Wang Yun y con Lu Bu.
Se encargaron ellos mismos de llevar a cabo este cometido. Tan pronto como Lu Bu
alcanzó las montañas unas tropas de Li Jue llegaron para atacarle. Lu Bu cargó con furia hacia
el enemigo, que se retiró hacia las colinas, desde las que les lanzaron una lluvia de flechas y de
piedras. Las tropas de Lu Bu retrocedieron. En ese momento llegó un informe de que la
retaguardia estaba siendo atacada y allí apareció Guo Si. Entonces Lu Bu giró hacia el nuevo
enemigo, pero de inmediato los tambores tocaron a retirada, y Lu Bu no pudo enfrentarse a
ellos. Mientras llamaba a su ejército, los gongs sonaron en el otro lado y su antiguo enemigo Li
Jue llegó para atacarlo desde la vanguardia. Pero antes de que Lu Bu pudiera participar en la
batalla su retaguardia volvió a ser atacada por Guo Si, quien se retiró inmediatamente en su
momento.
De este modo Lu Bu fue atormentado hasta que su pecho casi ardió de la rabia. La misma
táctica continuó durante varios días. Nunca pudo luchar contra sus enemigos ni escapar de ellos.
Sus tropas no tuvieron descanso.
En medio de esa maniobra de distracción, un jinete llegó al galope trayendo un informe:
— La capital se encuentra en un peligro inminente por un ataque doble de Fan Chou y de
Zhang Ji.
Entonces Lu Bu ordenó marchar para salvar la capital, la cual se convirtió en una derrota
cuando sus oponentes Li Jue y Guo Si llegaron en su persecución. Las pérdidas fueron enormes.
Pronto llegó a Changan y encontró a los rebeldes en enorme número y la ciudad se rindió
en breve. Lu Bu atacó pero obtuvo poco efecto, y como su temperamento se volvió más salvaje
con la derrota, muchos de sus soldados se pasaron al bando de los rebeldes.

44
Peng Yue (¿?-196 AC) fue un general de Liu Bang. Él y Liu Bang fueron amigos cercanos en su Pei nativo, donde Liu
Bang consiguió un pequeño ministerio. Fue ennoblecido como Rey de Liang.

9
Cayó en una profunda melancolía. Entonces el resto de los adeptos de Dong Zhuo que se
encontraban en la ciudad, conducidos por Li Meng y Wang Fang, comenzaron a prestar apoyo a
los atacantes; y poco a poco abrieron las puertas de la ciudad en secreto y los sitiadores entraron
a raudales. Lu Bu se exprimió a sí mismo al máximo pero no pudo cambiar la corriente. A la
cabeza de varios centenares de caballeros se abrió paso a través de la Puerta de la Cerradura
Negra y llamó a Wang Yun, quien se encontraba al otro lado.
— La situación es desesperada. ¡Ven conmigo a un lugar seguro!
— Si he sido agraciado con el espíritu divino del estado— respondió Wang Yun—,
entonces debería poder restaurar la calma como deseo. Pero si no lo tengo entonces ofrezco mi
cuerpo como sacrificio. No temblaré ante el miedo. ¡Envía mi gratitud a los nobles partidarios
tras el Paso por sus esfuerzos, y pídeles que recuerden a su país!
Lu Bu insistió a Wang Yun una y otra vez, pero Wang Yun no se marchó. Al poco
comenzaron las llamas a crepitar por toda la ciudad, y Lu Bu tuvo que irse, abandonando a su
familia a su destino. Huyó buscando refugio con Yuan Shu.
Li Jue, Guo Si y sus seguidores cabecillas dieron carta blanca a sus rufianes, quienes
robaron y asesinaron a sus anchas. Muchos oficiales de alto rango perecieron. Los Ministros
Chong Fu, Lu Kui y Zhou Huan y los Comandantes Imperiales Cui Lie y Wang Qin murieron
en la lucha.
En ese momento los rebeldes penetraron por la entrada del Palacio, y los cortesanos
suplicaron al Emperador que fuera a la Puerta de la Paz Propagada para tratar de sofocar el
motín.
A la vista del paraguas amarillo, Li Jue y Fan Chou detuvieron sus ejércitos, y todos
gritaron:
— ¡Wan Shui! ¡Larga vida al Emperador!
El Emperador se dispuso en la torre y se dirigió a ellos:
—Nobles, ¿qué significa entrar así en la capital de esta forma tan brusca y sin haber sido
convocados?
Los dos líderes alzaron la vista y dijeron:
— Dong Zhuo, el Primer Ministro de Su Majestad, ha sido asesinado por Wang Yun, y
estamos aquí para vengarle. No somos rebeldes, señor. Entréguenos a Wang Yun y retiraremos
nuestras tropas.
Wang Yun en ese momento se encontraba entre los cortesanos y estaba junto al
Emperador.
Escuchando sus demandas, Wang Yun dijo:
— El plan fue hecho para el beneficio del Trono. Pero como ese demonio ha crecido
tanto, Su Majestad no tendrá pesar en perderme. He sido tratado como un demonio, por tanto
bajaré con esos rebeldes.
El Emperador se volvió con pena y con dudas. Pero el leal ministro saltó del muro,
gritando:
— ¡Wang Yun está aquí!
Los dos líderes desenfundaron sus espadas, gritando:
— ¿Por qué crimen murió nuestro señor?
— Sus crímenes llenaron los cielos y curbieron la tierra; no hay lengua que pueda
mencionarlos. El día que murió fue un día de regocijo en toda la ciudad, como bien sabes— dijo
Wang Yun.
— Y si era culpable de algún crimen, ¿qué es lo que tenemos que hacer y no hemos hecho
para que sea olvidado?
— Rebeldes sediciosos, ¿por qué estoy intercambiando palabras con vosotros? Estoy
preparado para morir.
Y Wang Yun fue asesinado a pie de la torre.

10
Movido por el sufrimiento de la gente,
Enfadado por la tristeza de su príncipe,
Wang Yun abarcó la muerte del traidor,
Aquello que debería encontrar alivio.
Todo el mundo sabía que era un héroe,
Al estado siempre le fue leal:
Viviendo una magnífica torre guardó,
Su alma todavía la sigue custodiando.

Encontrándose el leal ministro muerto a los pies del Emperador procedieron a exterminar
a toda su familia. Todo el mundo estuvo de luto.
Entonces dijeron los rufianes a los demás:
— Habiendo llegado tan lejos, ¿qué podría haber mejor que marcharse con el emperador
y completar nuestro plan?

El traidor toleró su crimen,


La rebelión debía cesar;
Pero sus licenciosos seguidores
Del imperio destruyeron la paz.

El destino del Emperador se revelará en el próximo capítulo.

11
1
Capítulo 10

Reuniendo sus armas, Ma Teng se mueve para rescatar al Emperador;


Comandando un ejército, Cao Cao marcha para vengar a su padre.

En el último capítulo, los dos maliciosos rebeldes, Li Jue y Guo Si, se propusieron matar
al Emperador Xian, pero sus seguidores Zhang Ji y Fan Chou se opusieron a ello.
— No. La gente no aprobará ahora su muerte. Restauradle en el poder, y tendremos una
comunidad dentro de Changan ostentando el control. Retirad sus partidarios, y podremos
alcanzar su muerte. Y el imperio estaría en nuestras manos.
Y así cesaron el ataque. El Emperador habló de nuevo desde la torre, diciendo:
— ¿Por qué permanecéis aún aquí? Habéis matado a Wang Yun; ahora retirad a esos
soldados.
A lo que Li Jue y Guo Si respondieron:
— Sus sirvientes desean recompensas de categoría por sus buenos servicios para con su
dinastía.
— ¿Y qué categoría, Señores?
Los cuatro escribieron sus peticiones y las enviaron al Emperador, quien no tuvo más
remedio que acceder al requerimiento, y así fueron creados:
Li Jue fue nombrado General de la Caballería Voladora, Señor de Chiyang, Comandante
del Distrito de la Capital, Administrador de la Corte y concedida la Insignia Militar.
Guo Si fue nombrado General del Ejército de la Retaguardia, Señor de Meiyang,
Administrador de la Corte, y concedida la Insignia Militar.
Fan Chou fue nombrado General del Ejército de la Derecha y Señor de Wanian.
Zhang Ji fue nombrado General de la Caballería Voladora y Señor de Pingyan.
Li Meng y Wang Fang, por abrir las puertas de la ciudad, fueron nombrados
Comandantes Imperiales.
Tras recibir rangos nobiliarios, Li Jue y Guo Si se lo agradecieron al Emperador y se
marcharon al campamento en Xunung, los suburbios de Changan. Los líderes subalternos
rebeldes también fueron gratificados con rangos. Y una vez más la capital se libró de tropas en
ella.
Los seguidores de Dong Zhuo, aterrados por lo sucedido, no olvidaron a su líder caído.
Buscaron su cadáver para darle sepelio, pero sólo pudieron descubrir unos pocos fragmentos.
Entonces pidieron a varios escultores que tallaran una estatua en madera olorosa en su memoria,
colocándola de forma apropiada, e imbuyéndola en rezos y sacrificios nobles. Los restos fueron
vestidos con ropas principescas, alojándolo en un ataúd espléndido. Eligieron Meiwo para su
tumba y eligieron un día de gratos auspicios para trasladar su ataúd allí.
Pero una terrorífica tormenta eléctrica llegó durante la inhumación, y la tierra se inundó.
El ataúd fue hecho pedazos por la riada, y algo parecido pasó por la noche. Y, de nuevo, una
tercera vez más en otro lugar hizo que la tierra impidiera la marcha. Mientras tanto, las llamas
del duelo se extinguieron. De esta forma se dijo que el Cielo estaba sumamente enfadado con
Dong Zhuo.
Desde ahora Li Jue y Guo Si manejaron el auténtico poder del cetro, y lo usaron para
oprimir al pueblo. Además reemplazaron a los sirvientes de Palacio por su propia gente, quienes
mantenían una estrecha y continua vigilancia sobre el Emperador, quienes le entorpecían y
molestaban enormemente. Todos los nombramientos y degradaciones se hacían por los dos
rebeldes. Debido a su popularidad llamaron a Zhu Jun a la corte, haciéndole Ministerio de
Asuntos Internos y asociándole así al gobierno.

2
Un día llegó un informe de que el Gobernador de Xiliang, Ma Teng, y el Protector
Imperial de Bingzhou, Han Sui, con unas cien mil tropas, se aproximaban rápidamente a la
capital con la intención de atacar a los rebeldes en nombre del Emperador.
En esta ocasión esos líderes provenientes de poniente habían hecho planes minuciosos.
Ma Teng y Han Sui habían enviado a amigos de confianza a la capital para encontrar apoyos.
Habían conspirado con tres oficiales, los Consejeros de la Corte Ma Yu y Chong Shao, y el
Comandante Imperial Liu Fan, para ser sus aliados internos y conjurarse contra los rebeldes.
Aquellos tres obtuvieron del Trono dos edictos secretos confiriendo el título de Comandante
Que Guarda Occidente a Han Sui. Con esa fuerza los dos comandantes unieron fuerzas y
comenzaron su marcha.
Los cuatro líderes de las fuerzas de ataque, Li Jue, Guo Si, Fan Chou y Zhang Ji,
convocaron un concilio con sus generales para estudiar cómo realizar el ataque.
El Consejero Jia Xu dijo:
— Mientras la llegada de los atacantes aún esté lejana nuestro plan es fortificar y prevenir
la falta de alimentos que pudiéramos tener. En un centenar de días sus provisiones se gastarán, y
tendrán que retirarse. Podemos perseguirles y entonces podríamos capturarlos.
Li Meng y Wang Fang se pusieron en pie, diciendo:
— Ese es un mal plan. Dadnos diez mil tropas y acabaremos con todos ellos y os
ofreceremos sus cabezas como trofeo.
— Luchar inmediatamente significaría la derrota— dijo Jia Xu.
— Si fallamos estamos dispuestos a perder nuestras cabezas— gritaron a una Li Meng y
Wang Fang—. Pero si ganamos entonces será tu cabeza la que rodará.
Entonces Jia Xu aconsejó a Li Jue, diciendo:
— A setenta millas al oeste de la capital se encuentran las Montañas Zhouzhi. Su puerto
es angosto y difícil. Envía a los Generales Zhang Ji y a Fan Chou para ocupar ese puesto
aventajado y que se fortifiquen, y así podrán apoyar a Li Meng y a Wang Fang.
Li Jue y Guo Si aceptaron ese consejo. Mandaron quince mil jinetes e infantes, y Li Meng
y Wang Fang marcharon con gran moral. Hicieron un campamento a noventa millas de
Changan.
El ejército del oeste llegó. Ma Teng y Han Sui enviaron sus tropas al ataque. Encontraron
a sus oponentes Li Meng y Wang Fang en formación de batalla.
Ma Teng y Han Sui cabalgaban al frente uno junto al otro. Señalando a los líderes
rebeldes los comandantes los insultaban, gritando:
— ¡Son unos traidores! ¿Quién va a capturarlos?
Las espadas bramaban con fiereza cuando llegó un joven general con una complexión
limpia y blanca como el jade, ojos como estrellas fugaces, cuerpo grácil y fuertes extremidades.
Iba armado con una larga lanza y montando un excelente corcel. Este joven líder era Ma Chao,
hijo de Ma Teng, y entonces tenía diecisiete años.
Pero el muchacho tenía una valentía suprema. Wang Fang, confiándose por su juventud,
galopó para enfrentarse a él. Antes de que hubiesen intercambiado unos cuantos envites Wang
Fang fue desarmado y cayó por la punzada de la lanza del joven Ma Chao. El vencedor se
volvió para retirarse dentro de la formación, pero Li Meng cabalgó hacia Ma Chao para vengar
a su colega caído.
Ma Chao no vio a Li Meng, pero su padre le advirtió.
— ¡Te están persiguiendo!
Ma Teng gritó con fuerza cuando vio que el perseguidor estaba dando alcance a la
montura de su hijo. Ahora Ma Chao era sabedor de que estaba siendo perseguido, pero
pretendió no saber nada, esperando que su seguidor estuviera lo suficientemente cerca y empuñó
su lanza para la lucha. Entonces Ma Chao se volvió repentinamente. La lanza sólo golpeó el aire
vacío; y cuando los caballos pasaron, el poderoso brazo de Ma Chao arrojó a Li Meng de su
silla. De este modo los soldados de Li Meng y Wang Fang perdieron a sus comandantes y
huyeron en todas direcciones. El ejército de Ma Teng y de Han Sui se lanzaron en su
persecución, y se anotaron una gran victoria. Se apostaron en uno de los puertos e hicieron
campamento. Entonces decapitaron a Li Meng y expusieron su cabeza.

3
Cuando Li Jue y Guo Si escucharon que los dos jactancionsos generales habían caído a
manos de un muchacho supieron que Jia Xu les había dado un buen consejo y que había sido
bendecido con el don de la clarividencia. Por lo que evaluaron su plan con más importancia y
decidieron actuar a la defensiva. Rehusaron todas las oportunidades de combate.
Después de un par de meses, como se había previsto, las reservas de las fuerzas de
Xiliang se habían agotado y los líderes comenzaban a considerar la retirada.
En este momento, un sirviente doméstico de la familia Ma Yu traicionó a su señor y contó
la conspiración de que tres oficiales de la corte pretendían asistir a los atacantes. Los dos jefes,
Li Jue y Guo Si, en venanza, agarraron a los tres conspiradores —Ma Yu, Chong Shao y Liu
Fan—, con cada miembro de su personal, y los ejecutaron en la plaza del mercado. Las cabezas
de los tres fueron expuestas en la entrada principal de la capital.
Encontrándose cortos de alimentos y escuchando de la destrucción de sus tres partidarios
en la ciudad, el único camino para Ma Teng y Han Sui fue la retirada. Entonces Zhang Ji fue en
persecución de Ma Teng, y Fan Chou fue tras Han Sui. El ejército en retirada de Ma Teng fue
duramente azotado, y sólo los desesperados esfuerzos de Ma Chao hicieron ahuyentar a los
perseguidores.
Fan Chou persiguió al otro ejército. Cuando se encontraba cerca, Han Sui se acercó y
dirigiéndose a él dijo:
— Usted y yo, señor, somos de aldeas vecinas. ¿Entonces por qué tenemos que ser
enemigos?
— Tengo que obedecer las órdenes de mi señor— contestó Fan Chou.
— Estoy aquí por el servicio al estado. ¿Por qué me presionas tan duramente?— dijo Han
Sui.
Tras esto Fan Chou volvió grupas, llamó a sus tropas, y dejó marchar a Han Sui en paz.
Sin darse cuenta, un sobrino de Li Jue había sido testigo de esta escena; y cuando vio que el
enemigo se marchaba con libertad él volvió y se lo contó a su tío. Enfadado porque el enemigo
había escapado, Li Jue tuvo que mandar otro ejército para tomar venganza por su general.
Pero su consejero Jia Xu llegó de nuevo diciendo:
— La gente ya está intranquila, sería peligroso provocar otra guerra. Sin embargo, invite
a Fan Chou a un banquete y, mientras se desarrolle la fiesta, ejecútele por abandono del deber.
Le pareció bien a Li Jue, y de esta forma el banquete tuvo lugar. Zhan Ji y Fan Chou
aceptaron sus invitaciones y asistieron jovialmente.
Hacia la parte final del convite un cambio repentino se produjo en el anfitrión Li Jue, y
preguntó a Fan Chou de improviso:
— ¿Por qué has intrigado con Han Sui? ¿Te estás volviendo un traidor?
El infeliz invitado estaba desconcertado. Antes siquiera que pudiera formular una réplica
vio aparecer a los asesinos con espadas y hachas. Todo terminó en un momento, y la cabeza de
Fan Chou rodó bajo la mesa.
Aterrado por este suceso, su compañero en la invitación Zhang Ji se arrastró en el suelo.
— Fan Chou era un traidor— dijo el anfitrión, cogiendo a Zhang Ji por el brazo—, y ha
tenido su merecido. Tú eres mi amigo y no tienes que tener miedo.
Li Jue le dio a Zhang Ji el comando del ejército de Fan Chou con el cual Zhang Ji volvió
a sus cuarteles generales en Hongnong.
Ninguno de los líderes entre los dirigentes se atrevió a intentar atacar en el reciente grupo
de los descontentos de Dong Zhuo, mientras que por el otro lado Jia Xu nunca cesó de urgir a
sus señores de que se esforzaran por el bienestar del pueblo y así convencer a la gente que esté
de su lado. Y con esos términos el gobierno comenzó a prosperar, y la corte a reafirmar su
autoridad.
Sin embargo, un nuevo problema se cernía en la figura del resurgir de los Turbantes
Amarillos en Qingzhou. Llegaron, bajo numerosos caciques, en número de cientos de miles y
saquearon cualquier lugar a su alcance.
El Ministro Zhu Jun dijo que conocía a uno que podría destruir su sedición, y cuando le
preguntaron que quién era el hombre que proponía, Zhu Jun dijo:
— Usted quiere destruir esa horda de rebeldes; sin embargo fracasará salvo que cuente
con el servicio de Cao Cao.

4
— ¿Y quién es él?— preguntó Li Jue.
— Es el Gobernador de Dongjun. Tiene un gran ejército, y sólo tiene que ordenarle
actuar. La rebelión se aplacará.
Un mensajero partió a toda prisa con una orden para Cao Cao y Bao Xin, Señor de Jibei,
para actuar juntos en el sofoco de la rebelión. En cuanto Cao Cao recibió la orden de la corte,
planeó con su colega atacar primero los rebeldes en Shouyang. Bao Xin hizo una brecha justo
por el centro e inflingió daño siempre que pudo, pero cayó en batalla. Cao Cao persiguió a los
rebeldes hasta que huyeron. Diez mil se rindieron. Entonces Cao Cao puso a sus antiguos
enemigos en la vanguardia. Cuando su ejército alcanzaba algún lugar, muchos más se rendían y
se unían a él. Tras tres meses con esas tácticas, había ganado muchos miles entre soldados y
civiles.
De esos nuevos reclutas con los más fuertes y audaces fue hecho el Ejército de Qingzhou,
y los demás fueron enviados a casa a sus granjas. En consecuencia de este suceso el prestigio y
la fama de Cao Cao se volvió fantástica y crecía día a día. Informó de su éxito a la Capital
Changan y fue recompensado con el título de General Que Guarda el Este.
En sus cuarteles generales en Yanzhou 45, Cao Cao fue recibido por sabios consejeros y
valerosos guerreros y muchos se reunieron en torno suyo. Dos inteligentes personas, tío y
sobrino, llegaron a la vez, ambos desde Yanzhou, llamados Xun Yu y Xun You. El tío una vez
estuvo al servicio de Yuan Shao.
Cao Cao se regocijó cuando hubo ganado al mayor de los Xun a su causa, diciendo:
— ¡Xun Yu es mi Zhang Liang46!
Hizo a Xun Yu General de Campo. El sobrino Xun You era famoso por su habilidad y
había estado a servicio en la corte cuando estaba en Luoyang, pero había abandonado esa
carrera y retirado a su pueblo. Cao Cao le hizo Instructor Militar.
— Hay cierto sabio en algún lugar de Yanzhou— dijo Xun Yu a Cao Cao—, pero
desconozco a quién sirve.
— ¿De quién se trata?
— Cheng Yu. Forma parte de la parte oriental de Yanzhou.
— Sí, he oído sobre él— dijo Cao Cao.
Y así un mensajero fue enviado a su lugar de origen para preguntar. Cheng Yu se había
marchado a las montañas para ocuparse de un estudio, pero acudió a la invitación de Cao Cao.
— Soy indigno de tus recomendaciones— dijo Cheng Yu a su amigo Xun Yu—, y soy
una persona ruda e ignorante. ¿Acaso has olvidado a tu vecino Guo Jia? Él es realmente capaz.
¿Por qué no despliegas la red para captarlo?
— He estado cerca de olvidarlo— dijo entonces Xun Yu.
Entonces Cao Cao llamó a ese hombre, quien tras eso fue invitado.
Guo Jia, discutiendo largo y tendido sobre el mundo con Cao Cao, recomendó a Liu Ye
de Henan, quien era descendiente de Liu Xiu el Fundador del Último Han. Cuando Liu Ye
llegó, encontró la forma de invitar a dos más: Man Chong de Shanyang y Lu Qian de Wucheng,
quienes eran conocidos por Cao Cao por su reputación. Ellos dos dieron la noticia de su nuevo
señor a Mao Jie de Chenliu, quien también llegó para ofrecer sus servicios. Entonces, el famoso
líder, con sus varios cientos de tropas, llegó para ofrecer su servicio. Se trataba de Yu Jin de
Taishan, un jinete y arquero experto, y ejercitaba a sus hombres en cualquier forma de ejercicio
marcial. Fue hecho inspector militar.
Entonces otro día Xiahou Dun trajo a un seguidor para presentárselo a Cao Cao.
— ¿Quién es él?— preguntó Cao Cao.

45
Yanzhou pertenecía a Liu Dai, pero él la delegó en Cao Cao, y él usó la región como su base.
46
Zhang Liang, también conocido como Zhang Zifang, era el maestro de estrategias para Liu Bang. Su familia había
servido al estado de Han como jefes de ministros durante el periodo de la Guerra de Estados. Se dice que recibió el
libro de estrategias de un misterioso anciano. Cuando era joven, Zhang Liang confabuló para asesinar al Primer
Emperador, pero fracasó. Posteriormente se rebeló de nuevo contra Qin. Se unió a Liu Bang (206 A.C.) para luchar
contra Qin y después Chu. Recomendó Han Xin a Liu Bang. Debido a la perspicacia de Zhang Liang era llamado por el
nombre de “El Maestro del Emperador”. Después de que Liu Bang ganara el imperio, Zhang Liang fue hecho noble
con el título de Señor de Liu, pero no tomó su cargo sino que se retiró de la política y se dedicó a viajar.

5
— Es de Chenliu y su nombre es Dian Wei. Es el más audaz de los audaces, y el más
fuerte de los fuertes. Era uno de los hombres de Zhang Miao, pero se peleó con sus compañeros
de tienda y mató algunas docenas con sus puños. Entonces huyó a las montañas donde le
encontré. Yo estaba fuera disparando y le vi persiguiendo a un tigre por un arroyo. Le convencí
para que se uniera a mi tropa, y ahora le recomiendo.
— Veo que no es un hombre corriente— dijo Cao Cao—. Es delgado y alto, y parece
muy poderoso y audaz.
— Así es. Una vez mató a un hombre para vengar a un amigo y cargó con su cabeza por
toda la plaza del mercado. Lo vieron cientos, pero nadie se atrevió a acercarse. El arma que usa
ahora son un par de lanzas, cada una pesará unas ciento veinte libras, y se coloca de un salto en
la silla de montar con ellas bajo el brazo.
Cao Cao pidió al hombre que hiciera muestra de sus habilidades. Y de esta forma Dian
Wei galopó de un lado a otro cargando las lanzas. Entonces vio a lo lejos entre las tiendas un
gran pendón ondeando peligrosamente por la fuerza del viento a punto de caerse. Una multitud
de soldados trataban en vano de mantenerla en pie. Bajó de un salto, gritó a los hombres que se
apartaran y sujetó firmemente el estandarte con una mano, manteniéndolo perfectamente
erguido a pesar del fuerte viento.
— ¡Es el viejo E Lai47 otra vez!— dijo Cao Cao.
Dio a Dian Wei un puesto en su guarnición y además hizo a Dian Wei regalos, tales como
una túnica bordada que estaba vistiendo y un rápido corcel con una espléndida silla.
Cao Cao le proporcionó gente para que le sirviera, y así tuvo consejeros en el lado civil y
valientes generales en el ejército. Se volvió famoso en todo el Puerto del Este.
Ahora el padre de Cao Cao, Cao Song, estaba viviendo en Langye, donde había ido a un
lugar libre del revuelo de las peleas de las guerrillas. Cao Cao deseaba que se le uniera. Como
un hijo devoto, Cao Cao envió al Gobernador de Taishan, Ying Shao, que escoltara a su padre a
Yanzhou. El anciano Cao Song leyó la carta con regocijo, y su familia se preparó para la
partida. Entre todos serían unos cuarenta, con un séquito de un centenar de sirvientes y muchos
carros.
Su camino les llevó por la región de Xuzhou donde el Protector Imperial, Tao Qian, era
un recto y sincero hombre quien se encontraba en buenos términos con Cao Cao desde hacía
mucho, pero, hasta ahora, no había encontrado buenas razones para afianzar la unión.
Escuchando que la familia del gran hombre estaba cruzando por su región, Tao Qian fue a
darles la bienvenida, tratándolos con gran cordialidad, festejando y entreteniéndolos durante dos
días; y cuando se marcharon les escoltó hasta sus fronteras. Además, envió con ellos al General
Zhang Kai con una escolta especial de quinientos guardas.
Todo el grupo alcanzó el condado de Huafei. Era finales de verano, empezando el otoño,
y se detuvieron en aquel lugar por una enorme tormenta. El único refugio era un viejo templo y
hacia allí fueron. La familia ocupó las habitaciones principales y la escolta las alas laterales. Los
hombres de la escolta estaban empapados, enfadados y descontentos.
Entonces Zhang Kai llamó a algunos de sus oficiales de confianza a un lugar secreto y
dijo:
— Somos antiguos Turbantes Amarillos y sólo obedecemos a Tao Qian porque no
tenemos más alternativa. Nunca hemos podido negarnos. Ahora está aquí la familia Cao con un
sinfín de bártulos, y podemos ser ricos muy fácilmente. Sólo tenemos que hacer un ataque
sorpresa a tercera hora de la noche y matarlos a todos. Después escapamos por las montañas y
entonces tendremos todo el tesoro para nosotros.
Todos estuvieron de acuerdo. La tormenta continuó por la noche y como Cao Song
esperaba sentado ansiosamente algún signo de que descampara, pudo escuchar un rumor
proveniente del oeste del templo. Su hermano, Cao De, desenvainando su espada, fue a ver qué
estaba pasando, y Cao De cayó de una estocada. Cao Song agarró a una de las concubinas de la
mano, apresurándose con ella hacia el pasillo trasero del templo para así poder escapar. Pero la
dama era gorda y no pudo pasar por las estrechas puertas, por lo que ambos se escondieron en
uno de los pequeños retretes del patio. Sin embargo, los encontraron y los mataron.

47
E Lai, cuya fuerza física era extraordinaria, fue un general del Rey Zhou, el último rey de la Dinastía Shang.

6
El infeliz Gobernador Ying Shao huyó por su vida a Yuan Shao. Los asesinos huyeron
hacia el Sur del Río Huay con su botín tras haberle prendido fuego al viejo templo.

Cao Cao, a quien las edades elogiaron,


Mató a su anfitrión en su antiguo vuelo;
Mas un justo castigo nunca tuvo,
A su familia también asesinaron.

Algunos de la escolta escaparon y llevaron las fatídicas noticias a Cao Cao. Cuando lo
escuchó cayó al suelo en medio de un llanto desgarrador. Tuvieron que alzarlo entre varios.
— La gente de Tao Qian ha matado a mi padre— musitó entre dientes—: No puede estar
el mismo cielo sobre mi cabeza y las suyas. Voy a hacer que Xuzhou muerda el polvo. Sólo de
esta forma podré satisfacer mi venganza.
Cao Cao dejó un pequeño ejército de treinta mil unidades al mando de Xun Yu y de
Cheng Yu para guardar los cuarteles generales y los tres condados de Juancheng, Fanxia y de
Dongjun. Entonces él dispuso del resto para destruir Xuzhou y vengar a su padre. Xiahou Dun,
Yu Jin y Diang Wei eran los Líderes de la Vanguardia, y tenían la orden de Cao Cao de asesinar
a cada habitante de cada ciudad capturada.
En ese momento el gobernador de Jiujiang, Bian Rang, era un amigo íntimo de Tao Qian.
Al escuchar que Zuzhou estaba bajo asedio, Bian Rang envió cinco mil tropas en auxilio de su
amigo. Enfadado con este movimiento, Cao Cao envió a Xiahou Dun para detener y matar a
Bian Rang mientras todavía estuviera en marcha.
Al mismo tiempo Chen Gong estaba al cargo en Dongjun, y también estaba en buenos
términos con Tao Qian. Al escuchar que Cao Cao deseaba destruir toda la población, Chen
Gong llegó con premura para ver a su antiguo compañero48. Cao Cao, conociendo el recado de
Chen Gong, lo pospuso primero y no le llegó a ver. Pero Cao Cao no pudo olvidar el favor que
recibió con anterioridad de Chen Gong, y al poco rato fue llamado a su tienda.
— Se dice que vas a cobrar venganza de la muerte de tu padre en Xuzhou— dijo Chen
Gong—, destruyendo a su gente. He venido para tener unas palabras. El Protector Imperial Tao
Qian es humano y buen hombre. No estaba mirando por su propio beneficio, sino que ha sido
víctima de los hechos y de los demás. Su noble padre encontró su desafortunada muerte de
manos de Zhang Kai. Tao Qian es inocente. Y todavía lo son más los ciudadanos, y
asesinándolos te convertirás en un demonio. Te ruego que recapacites.
— ¡Una vez me abandonaste y ahora tienes la imprudencia de venir a verme!— replicó
Cao Cao furioso—. Tao Qian ha matado a toda mi familia, y yo tomaré su corazón como
venganza. ¡Lo prometo! Puedes hablar por tu amigo y decir lo que quieras. Yo no voy a
escucharte.
La intercesión fracasó. Chen Gong suspiró y se marchó.
— ¡Ay! No puedo ir con Tao Qian y mirarle a la cara.
Y así Chen Gong cabalgó al condado de Chenliu para ofrecer sus servicios al Gobernador
Zhang Miao.
La venganza del ejército de Cao Cao arrasaba con cada lugar por el que pasaba, matando
a la población y profanando sus cementerios.
Cuando Tao Qian escuchó los terrible sucesos volvió la vista al cielo, diciendo:
— ¡Tengo que ser culpable de algún error anterior para que el Cielo haya arrojado esta
terrible maldición sobre mi pueblo!
Convocó a sus oficiales para consultarles.
Uno de ellos, Cao Bao, dijo:

48
Chen Gong es el magistrado que perdonó a Cao Cao después de que fallara al asesinar a Dong Zhuo.
Chen Gong y Cao Cao entonces viajaron como fugitivos a Qiao, pero cada uno tomó un camino (capítulo
4).

7
— Ahora el enemigo está sobre nosotros: no podemos sentarnos y esperar la muerte con
los brazos cruzados. Al menos yo estoy dispuesto a presentar batalla.
Tao Qian sacó el ejército de mala gana. Vio el ejército de Cao Cao a la distancia
desplegándose como el hielo y moviéndose de un lado a otro como la nieve. En su centro había
una gran bandera blanca y a ambos lados estaba escrito ‘Venganza’.
Cuando hubo alineado sus tropas Cao Cao cabalgó vestido de blanco luto e insultó a Tao
Qian.
Pero Tao Qian avanzó, y desde debajo de su enseña hizo una gran reverencia y dijo:
— Desearía ser amigo suyo, Ilustrísimo Señor, y por eso envié a Zhang Kai a escoltar a
su familia. No sabía que su corazón rebelde no había cambiado. El error no me conduce a la
mentira, como puede ver.
— ¡Viejo miserable! Has matado a mi padre, y ahora no mascullas más que
insensateces— dijo Cao Cao.
Y preguntó quién iría a hacerse con Tao Qian.
Xiahou Dun ofreció sus servicios y se lanzó a la carga. Tao Qian huyó a la parte interior
de su formación; y como Xiahou Dun llegaba, Cao Bao salió para enfrentarse a él. Pero justo
cuando se encontraban los dos caballos un huracán barrió el lugar, y la arena y los guijarros
volaban por la acción del viento por todos lados, sumiendo el lugar en una gran confusión.
Ambos se alejaron.
Tao Qian se retiró adentro de la ciudad y llamó a sus oficiales a un concilio.
— Las fuerzas que nos atacan son demasiado fuertes— dijo—. Me ofreceré como
prisionero y dejaré que caiga su venganza sobre mí. Tengo que salvar a la gente.
Pero se escuchó una voz diciendo:
— Tiene ya aquí un largo gobierno, y la gente le quiere. De tan fuerte como es el
enemigo no tienen la necesidad de derribar nuestras murallas, sobre todo cuando son defendidas
por usted y su gente. Tengo un plan para sugerirle que creo que podría hacer que Cao Cao
muriese en un lugar donde no encontraría funeral.
Estas audaces palabras sorprendieron a la audiencia, y preguntaron con entusiasmo de qué
trataba el plan.

Haciendo propuestas para la Amistad, Tao Qian encontró un odio a muerte.


Pero, donde el peligro se torna más amenazador, una puerta a la seguridad descubre.

El siguiente capítulo desvelará quién era el que allí habló.

8
Capítulo 11

Liu Bei Rescata a Kong Rong en Beihai;


Lu Bu Derrota a Cao Cao Cerca de Puyang.

Fue Mi Zhu quien dijo que sabía cómo derrotar a Cao Cao definitivamente. Mi Zhu
provenía de una acaudalada familia de comerciantes en Donghai que operaba en Luoyang. Un
día, viajando de vuelta a casa desde esa ciudad en un carruaje se encontró a una señorita
exquisitamente bella caminando sola por la carretera, a quien le pidió que se sentara con él en su
vehículo. Se detuvo y le brindó su lugar a ella, la cual le invitó a compartir el asiento con él. Se
montó, pero se mantenía totalmente rígido sin mirar hacia ella en ninguna ocasión. Viajaron
durante varias millas cuando ella le mostró su gratitud y se apeó.
— Soy la Diosa del Fuego de las Tierras del Sur— dijo en cuanto se bajó—. Estoy de
camino para ejecutar un edicto del Dios Supremo para incendiar tu morada, pero tu extremada
cortesía me ha llegado a lo más profundo y ahora quiero advertirte. Regresa rápido y retira tus
objetos de valor, porque yo tengo que llegar esta noche.
Tras esto desapareció. Mi Zhu terminó su viaje rápidamente y, en cuanto hubo llegado,
sacó todo de su casa. Esa noche el fuego comenzó en la cocina, tal y como debía de pasar, y se
extendió a toda la vivienda. Tras esto dedicó sus riquezas para socorrer al pobre y para confortar
al desvalido. Tao Qian le dio la magistratura que en este entonces ocupaba.
El plan que Mi Zhu propuso era el siguiente:
— Iré a Beihai y suplicaré ayuda al Gobernador Kong Rong. Otra persona debería ir a
Qingzhou en una misión similar para conseguir el socorro del Protector Imperial Tien Kai. Si
los ejércitos de esos dos lugares marchan sobre Cao Cao se retirará con total seguridad.
Tao Qian aceptó el plan y escribió dos cartas. Pidió voluntarios para ir a Qingzhou, y
Chen Deng se ofreció sin dudar y, tras haber partido, Mi Zhu fue formalmente asignado con la
misión del norte. Mientras tanto, Tao Qian y sus generales podían permanecer en la ciudad
cuanto quisieran.
Kong Rong era natural de Qufu, en el antiguo estado de Lu. Fue uno de la vigésima
generación de los descendientes del gran Maestro Confucio. Kong Rong era considerado un
muchacho muy inteligente, así como precoz. Cuando contaba con diez años de edad fue a ver a
Li Ying, el Gobernador de Henan, pero el portero le puso reparos para poder entrar.
— Soy un amigo íntimo del Ministro Li Ying— y en cuanto Kong Rong dijo esto fue
admitido.
Li Yin preguntó a Kong Rong qué relación existía entre sus familias que justificara el
término íntimos.
— Mi antiguo ancestro, Confucio— respondió el chico—, preguntó a su ancestro, el
Taoísta Laozi, sobre ceremonias. Y de esta forma nuestras familias se han conocido la una a la
otra durante generaciones.
Li Ying estaba atónito por el ingenio del muchacho.
Al poco, el Gran Ministro Chen Wei fue de visita, a quien Li Ying contó la historia del
joven invitado.
— Este chico es fantástico— dijo Li Ying, refiriéndose a Kong Rong.
— No hay duda de que este avispado chico se convertirá en un hombre inteligente.
— Por lo que dice, señor— le dijo el muchacho—, usted fue sin duda uno de los chicos
más listos.
El consejero del ministro y el gobernador rieron, diciendo:
— Este chaval tiene madera de noble.
De este modo, la niñez de Kong Rong se hizo famosa. Y como hombre ascendió hasta
Comandante Imperial y estaba entronado como Gobernador de Beihai, donde se hizo famoso
por su hospitalidad. Solía usar estos versos:

Ten la habitación llena de amigos


Y las copas también de vino.
Así es como me gusta mi destino.

Tras seis años en Beihai la gente se volvió devota suya. El día que Mi Zhu llegó, Kong
Rong estaba, como de costumbre, sentado entre sus invitados, y el mensajero fue hecho pasar
sin demora. En respuesta al motivo de la visita, Mi Zhu presentó la carta de Tao Qian y diciendo
que Cao Cao estaba presionando la ciudad de Xuzhou y que el Protector Imperial rogaba ayuda.
— Tu señor y yo somos Buenos amigos— dijo Kong Rong—, y tu presencia aquí me
obliga a ofrecer socorro. Sin embargo, tampoco tengo ninguna disputa con Cao Cao, por lo que
primero le escribiré a él para mediar por la paz. Si rehúsa mi oferta entonces tendré que poner el
ejército en movimiento.
— Cao Cao no escuchará ninguna propuesta de paz. Está demasiado seguro de su
fuerza— dijo Mi Zhu.
Kong Rong escribió su misiva y además dio órdenes para revistar sus tropas. Justo en ese
momento sucedió otra rebelión de los Turbantes Amarillos, diez mil de ellos, y los rufianes
comenzaron a robar y a asesinar en Beihai. Fue necesario hacerse cargo de ellos primero, y
Kong Rong sacó a sus tropas de la ciudad.
El líder rebelde, Guan Hai, cabalgaba al frente, diciendo:
— Sé que este condado es fructífero y podremos llevarnos más de diez mil carros de
grano. Dádmelos y nos retiraremos; negaos, y derribaremos los muros de la ciudad y
destruiremos cada alma en ella.
— Soy un sirviente de los magníficos Hans— le replicó Kong Rong—, a quien le han
confiado la seguridad de esta tierra. ¿Crees que me someteré a unos rebeldes?
Guan Hai fustigó su montura, enarboló su espada sobre su cabeza y se lanzó a la carga.
Zong Bao, uno de los generales de Kong Rong, cogió su lanza y salió para plantar batalla, pero
tras unos pocos envites Zong Bao fue muerto. Enseguida los soldados cayeron en pánico y se
abalanzaron apresuradamente a la ciudad en busca de protección. Entonces los rebeldes sitiaron
la ciudad por todos lados. Kong Rong estaba muy descorazonado; y Mi Zhu, quien ahora no
veía esperanzas para la resolución de su misión, se acongojaba más allá de las palabras.
La vista desde las murallas de la ciudad era extremadamente triste, ya que los rebeldes se
contaban en enormes cantidades. Un día, estando en la muralla, Kong Rong vio a lo lejos un
hombre armado con una lanza galopando entre los Turbantes Amarillos esparciéndolos de aquí
allá como si fueran briznas de paja ondeando en el viento.
Al poco el hombre alcanzó la base de la muralla y gritó:
— ¡Abrid el portón!
Pero los defensores no iban a abrir a un desconocido, y durante el retraso una horda de
rebeldes rodeó al jinete cercándolo contra el foso. Entonces se giró sobre sus talones, el guerrero
cargó contra sus asediadores lanzándolos en todas direcciones haciéndolos retroceder. Tras esto
Kong Rong ordenó a los guardias abrir las puertas y permitir al extraño entrar. En cuanto estuvo
dentro descabalgó, puso a un lado su lanza, ascendió la muralla e hizo una humilde reverencia al
Gobernador.
— Me llamo Taishi Ci, y soy del condado de Laihuang. Apenas volví a casa ayer desde el
norte para ver a mi madre cuando escuché que su ciudad estaba en peligro por un ataque
rebelde. Mi madre me dijo que usted había sido muy bueno con ella y me pidió si podía
ayudarle. Y así partí solo, y aquí estoy.
Eso resultó alentador. Kong Rong había oído hablar de la reputación de Taishi Ci como
un valiente guerrero, a pesar de que nunca se habían visto. El hijo se había marchado de su
hogar y Kong Rong se hizo cargo de su madre, quien vivía a unas millas de la ciudad,
tomándola bajo su protección especial, e hizo que no pasara ningún padecimiento. Eso hizo
ganarse el corazón de la anciana mujer y ella le envió a su hijo en muestra de agradecimiento.
Kong Rong le mostró su aprecio tratando a su invitado con gran respeto, haciéndole
regalos de ropas y armaduras, sillas de montar y caballos.
— Deme mil soldados— dijo súbitamente Taishi Ci—, y saldré y ahuyentaré a esos tipos.
— Eres un gran guerrero, pero ellos son muy numerosos. Es un asunto muy serio salir
contra ellos— contestó Kong Rong.
— Mi madre me envió por su bondad hacia ella. ¿Cómo podré mirarla a la cara si no soy
capaz de levantar el sitio? Prefiero conquistar o morir.
— He hescuchado que Liu Bei es uno de los héroes mundiales. Si pudiéramos conseguir
su ayuda no deberíamos tener duda del resultado. Pero no hay a quién enviar.
— Iré yo en cuanto reciba su misiva.
Y así Kong Rong escribió una carta y se la dio a su ayudante.
Taishi Ci cogió su arma, montó su corcel, agarró su arco y su aljaba a su cinto, tomó su
lanza en su mano, ató su alforja a su silla de montar y salió al galope de la ciudad. Se fue
completamente solo.
A lo largo del foso un gran grupo de sitiadores estaban reunidos, y fueron a interceptar al
solitario jinete. Pero Taishi Ci cargó contra ellos y atestó numerosos tajos y así luchó por abrirse
camino.
Guan Hai, escuchando que un jinete estaba abandonando la ciudad, se preguntó quién
podría ser el recadero y le persiguió con un grupo de arqueros. Guan Hai los desplegó y así el
mensajero estuvo completamente rodeado. Entonces Taishi Ci dejó a un lado su lanza, tomó su
arco, ajustó sus flechas una a una y las disparó a su alrededor. Y un jinete caía de su corcel con
cada tañido del arco de Taishi Ci, por lo que los perseguidores no se atrevieron a acercarse.
Así tuvo vía libre y cabalgó con celeridad hacia Liu Bei. Taishi Ci alcanzó Pingyuan, y
después de saludar apropiadamente a su anfitrión le contó cómo Kong Rong estaba rodeado y
que le envió por ayuda. Entonces le presentó la carta, la cual leyó Liu Bei.
— ¿Y tú eres?— preguntó Liu Bei.
— Soy Taishi Ci, natural de Laihuang. No estoy relacionado con vínculos de sangre con
Kong Rong, únicamente con vínculos de vecindad, pero sí lo estoy por los lazos de los
sentimientos y siento como propios sus pesares y sus infortunios. Los Turbantes Amarillos se
han interesado en su ciudad, y él se encuentra afligido por no poder atacarles, y la destrucción
está muy cerca. Usted es conocido como alguien humanitario, recto, y entusiasta de ayudar al
afligido. Por tanto, a su orden he asumido todo el riesgo abriéndome camino luchando contra
sus enemigos para rogarle que le salve.
Liu Bei sonrió, diciendo:
— ¿Y él había oído hablar de Liu Bei?
Y así Liu Bei, junto con Guan Yu y Zhang Fei, tomaron tres mil soldados y marcharon a
ayudar a levantar el sitio. Cuando el líder rebelde Guan Hai vio esas nuevas fuerzas acercarse,
dispuso a su ejército para enfrentarse a él, y creyendo que iba a ser fácil dispuso un regimiento
demasiado pequeño.
Los hermanos y Taishi Ci con ellos se dispusieron con sus caballos en el frente de su
formación. Guan Hai se precipitó hacia adelante. Taishi Ci estaba preparado para luchar, pero
Guan Yu había abierto el combate. Cabalgó al frente y los dos corceles se encontraron. Los
soldados lanzaron un gran ruido. Tras varias tandas el sable del dragón verde de Guan Yu
ascendió y cayó, y con el golpe acabó con el líder rebelde.
Esta fue la señal para que Zhang Fei y Taishi Ci tomaran parte, y avanzaron uno junto al
otro. Con sus lanzas listas cargaron, y Liu Bei alentó a sus tropas a avanzar. El Gobernador
sitiado vio a sus valientes rescatadores acabando con los rebeldes como tigres con un rebaño de
ovejas. Nadie pudo aguantarles, y entonces envió a sus propias tropas para que se unieran a la
batalla y así los rebeldes se encontraron entre dos ejércitos. Las fuerzas rebeldes fueron
completamente vencidas y muchas tropas se rindieron, mientras el resto huía en todas
direcciones.
Los vencedores fueron bien recibidos en la ciudad, y tan pronto como fue posible un
banquete fue preparado en su honor. Mi Zhu fue presentado a Liu Bei. Mi Zhu contó la historia
del asesinato de Cao Song por Zhang Kai, la represalia de Cao Cao sobre Suzhou, y que él había
venido en busca de ayuda.
— El Protector Imperial Tao Qian es un hombre bondadoso de gran carácter— dijo Liu
Bei—, y es una lástima que sufriera esa injusticia por un error que no ha cometido.
— Usted es un vástago de la familia imperial— dijo el Gobernador Kong Rong— y ese
Cao Cao está dañando a la gente, un hombre fuerte abusando de su fuerza. ¿Por qué no viene
conmigo a rescatar a las víctimas?
— No me atrevo a rehusarme, pero mis fuerzas son pocas y tengo que actuar con
cautela— dijo Liu Bei.
— Creo que mi deseo de ayudar surge de que se trata de un viejo amigo, además de que
también está actuando correctamente. No creo que el corazón de usted no esté inclinado a hacer
lo correcto— dijo Kong Rong.
— Así sea, vaya primero y deme tiempo para ver a Gongsun Zan donde podré pedir
prestadas más tropas y caballos— dijo Liu Bei—. Acudiré al poco.
— ¿Seguro que no romperá su promesa?— dijo el Gobernador.
— ¿Qué clase de hombre se cree que soy?— preguntó Liu Bei—. El sabio una vez dijo
‘La muerte es común para todos; la persona sin la verdad no puede sostenerse a sí misma’.
Puede que consiga las tropas o no, pero sin duda yo iré.
Y así fue acordado el plan. Mi Zhu partió de vuelta mientras Kong Rong se preparó para
su expedición.
Taishi Ci le dejó, diciendo:
— Mi madre me pidió que viniera en su ayuda, y ahora usted está felizmente a salvo. Han
llegado cartas de mi conciudadano, Liu Yao, el Protector Imperial de Yangzhou, llamándome
allá, y tengo que ir. Le veré de nuevo.
Kong Rong presionó con recompensas a Taishi Ci, pero no aceptó ninguna y partió.
Cuando su madre le vio estaba muy alegre por su éxito diciendo que estaba regocijada por ser
capaz de probar su gratitud, y tras esto él partió a Yangzhou.
Liu Bei se marchó con su amigo Gongsun Zan para pedirle su apoyo para ayudar a
Xuzhou.
— Cao Cao y tú no sois enemigos. ¿Por qué te entrometes en los asuntos de los demás?—
inquirió Gongsun Zan.
— Lo he prometido— contestó Liu Bei—, y no quiero romper mi palabra.
— Te prestaré dos mil caballos e infantes— dijo Gongsun Zan.
— También desearía tener los servicios de Zhao Yun— añadió Liu Bei.
Gongsun Zan accedió a esto también. Entonces se fueron, las tropas de Liu Bei
marchando al frente y Zhao Yun, con las unidades prestadas, iba en retaguardia.
Mientras tanto, Mi Zhu volvió diciendo que Kong Rong había conseguido los servicios de
Liu Bei. El otro mensajero, Chen Deng, volvió e informó que Tien Kai también iba a brindarles
ayuda. Entonces fue cuando el corazón de Tao Qian latió con calma.
Pero ambos líderes, aunque habían prometido socorro, se sintieron enormemente
aterrados de su antagonista y acamparon en las colinas a gran distancia, procurando no acercarse
demasiado a los cuarteles de Cao Cao, el cual, sabiendo que venían, dividió su ejército en dos
partes para encontrarse con ellos, y posponiendo así el ataque a la ciudad.
Al poco Liu Bei llegó y fue a ver a Kong Rong, quien dijo:
— El enemigo es muy poderoso, y Cao Cao dirige su ejército con destreza. Debemos ser
cautelosos. Debemos extremar la mayor de las precauciones antes siquiera de disparar una
flecha.
— Lo que yo temo es la hambruna en la ciudad— dijo Liu Bei—. No podrán aguantar
mucho tiempo. Pondré a mis tropas a tu servicio, mientras yo, con Zhang Fei, nos abrimos
camino para ver a Tao Qian y consultar con él.
Kong Rong lo aprobó, y así Tien Kai y él tomaron posiciones en formación de punta de
lanza, con Guan Yu y Zhao Yun en cada flanco a modo de apoyo.
Entonces Liu Bei y Zhang Fei lideraron un millar de tropas que cargaron contra el ejército
de Cao Cao, tomándolos por el flanco de su campamento cuando surgió un gran replicar de
tambores, y caballos y pies batieron como olas en el océano. El líder era Yu Jin.
Yu Jin espoleó su montura y gritó:
— Hombre malvado de algún lugar, ¿dónde vas?
Zhang Fei escuchó a Yu Jin pero no se dignó a contestarle. Sólo cargó para atacar al que
hablaba. Después de que hubieran intercambiado una serie de golpes, Liu Bei enarboló sus
espadas dobles en señal a sus tropas para que avanzasen, y condujo a Yu Jin entre ellas. Zhang
Fei atrajo a los perseguidores y de esta forma alcanzaron los muros de la ciudad.
Desde las murallas los sitiados vieron un enorme estandarte bordado en blanco de Liu Bei
de Pingyua, y el Protector Imperial ordenó entonces abrir las puertas para que entraran los
rescatadores. Liu Bei fue recibido cordialmente, conducido a la residencia, y un banquete fue
preparado en su honor. Los soldados también lo festejaron.
Tao Qian estaba encantado con Liu Bei, admirando su gran espíritu, su presencia y su
forma de hablar clara y directa. Tao Qian bizo que Mi Zhu ofreciera el sello y la insignia de la
oficina del protector. Pero Liu Bei retrocedió sorprendido.
— ¿Qué significa esto?— dijo Liu Beil
Tao Qian said, "There is trouble on every side, and the kingly rule is no longer
maintained. You, Sir, are a member of the family and eminently fitted to support them and their
prerogatives. I am verging on senility, and I wish to retire in your favor. I pray you not to
decline, and I will report my action to the court."
— Hay problemas a cada lado— dijo Tao Qian—, y las leyes reales no se han mantenido
mucho tiempo. Usted, señor, es un miembro de la familia real y un adecuado y eminente
candidato para apoyarla y a sus prerrogativas. Yo estoy al borde de la senilidad, y me gustaría
retirarme en su favor. Le ruego que no lo rechace, y yo informaré de mi acto a la corte.
Liu Bei se levantó de su asiento y se inclinó ante su anfitrión, diciendo:
— Un vástago de la familia puede que yo sea, pero mi mérito es pequeño y mi virtud
exigua. Dudo de mi aptitud para mi actual puesto, y sólo un sentimiento de hacer lo correcto me
ha enviado en su ayuda. Escuchar esas palabras me hace dudar. Seguro que cree que he venido
con codicia en mi corazón. Que Dios no me ayude más si de verdad yo he querido eso.
— Es el sentimiento real de un pobre anciano— dijo Tao Qian.
Una vez tras otra Tao Qian reiteró su oferta de confiar la región de Xuzhou a Liu Bei,
pero éste continuó rechazándola.
En medio de todo esto llegó Mi Zhu, diciendo:
— Los enemigos han alcanzado las murallas, y hay que hacer algo para ahuyentarlos.
Este momento puede esperar a una situación más tranquila.
— Debo escribir a Cao Cao para insistirle en que levante el sitio— dijo Liu Bei—. Si se
rehúsa le atacaremos en el acto.
Fueron enviadas órdenes a los tres campamentos para que permanecieran quietos
mientras la carta pudiera llegar a Cao Cao.
Sucedió que Cao Cao estaba celebrando un concilio cuando el mensajero con la carta
bélica fue anunciado. La misiva fue entregada en mano y, cuando la abrió y la leyó, descubrió
que era de Liu Bei.
Así decía la carta de forma muy aproximada:
«Desde que me encontré con usted fuera del puerto, el destino nos ha asignado bandos
diferentes en el mundo, y no he sido capaz de pagar mi respeto hacia usted. Respecto a la
muerte de su noble padre fue debido a la viciosa naturaleza de Zhang Kai y no debido a una
falta de Tao Qian. Ahora, mientras los restos de los Turbantes Amarillos están causando
estragos por todos lados, y los partidarios de Dong Zhuo tienen su sede central en la capital,
desearía que usted, Ilustrísimo Señor, considerase la crítica posición de la corte sobre sus
reivindicaciones personales, y que desvíe sus fuerzas del ataque sobre Xuzhou hacia rescatar el
estado. Podría servir para la felicidad de la ciudad y para el imperio entero.»
Cao Cao estalló en un torrente de improperios:
— ¿Quién es este Liu Bei que se atreve a escribirme y a exhortarme así? Además, está
siendo satírico.
Cao Cao impartió órdenes para ejecutar al portador de la carta y para redoblar el sitio.
Pero Guo Jia protestó, diciendo:
— Liu Bei ha venido desde lejos para ayudar a Tao Qian, y está intentando probar el
resultado de la política antes de que resuenen las armas. Le ruego, mi señor, que le responda con
unas pocas palabras que suenen calmadas y que les invite a la seguridad. Entonces ataque con
vigor y la ciudad caerá.
Cao Cao encontró bueno el consejo, y así redactó el mensaje, diciéndole que esperaba una
respuesta. Mientras esto sucedía un jinete llegó portando malas noticias:
— Lu Bu ha invadido Yanzhou, y ahora carga sobre Puyang. Los tres condados restantes,
Juancheng, Fanxia y Dongjun, están bajo duros ataques.
Cuando Li Jue y Guo Si, los dos partidarios de Dong Zhuo, triunfaron en su ataque en la
capital, Lu Bu había huído con Yuan Shu. Sin embargo, Yuan Shu receló de él por su
inestabilidad y rehusó recibirlo. Entonces Lu Bu fue a intentarlo con Yuan Shao, que era
hermano de Yuan Shu. Yuan Shao aceptó al guerrero e hizo uso de él en un ataque sobre Zhang
Yan en Changshan. Pero este hecho le llenó de orgullo, y su conducta arrogante sobre el resto
de los comandantes de Yuan Shao le puso en el punto de mira para ser asesinado. Para escapar
de eso Lu Bu huyó con Zhang Yang49, gobernador de Shangdang, quien aceptó sus servicios.
Sobre estas fechas Pang Shu, quien había sido ocultado y protegido por la familia de Lu
Bu en Changan desde su desaparición, le restauraron. Este acto enfureció a Li Jue y a Guo Si
hasta el punto de matar a Pang Shu y escribir al protector de Lu Bu para que hiciera lo mismo.
Para escapar de esto Lu Bu tuvo que huir de nuevo y esta vez se unió a Zhang Miao, el
Gobernador de Chenliu.
Lu Bu llegó con el hermano de Zhang Miao, Zhang Chao, quien le presentó a Chen Gong.
— La ruptura del imperio ha comenzado— dijo Chen Gong a Zhang Miao—, y los
guerreros se están apoderando de cuanto pueden. Es raro que usted, con la gran ventaja de
población y provisiones con que cuenta, no luche por la independencia. Cao Cao ha partido en
una expedición hacia el este, dejando su territorio indefenso. Lu Bu es uno de los guerreros de
hoy en día. Si atacan juntos y toman Yanzhou, entonces podría proceder a la dominación.
Zhan Miao se mostró encantado y decidió intentarlo. Ordenó un ataque, y al poco Lu Bu
estuvo en posesión de Yanzhou y todas sus inmediaciones menos los tres pequeños condados de
Juancheng, Fanxia y Dongjun, los cuales fueron vigorosa y desesperadamente defendidos
conjuntamente por Xun Yu y Cheng Yu. El primo de Cao Cao, Cao Ren, luchó muchas batallas
pero fue derrotado repetidamente, y el fatídico mensajero había llegado a él pidiéndole ayuda
inmediata.
Cao Cao estaba enormemente preocupado por esto y dijo:
— Si pierdo mi propia región no tendré un hogar al que volver. Tengo que hacer algo de
una vez.
— Lo mejor que podríamos hacer es hacernos amigos de Liu Bei a cualquier precio y
volver a Yanzhou— dijo Guo Jia.
Entonces Cao Cao escribió a Liu Bei, dando la carta al mensajero que aguardaba, y
levantó el campamento. Las noticias de que el enemigo se iba fueron muy gratificantes para Tao
Qian, quien entonces invitó a varios defensores a la ciudad de Xuzhou y preparó banquetes y
festejos como muestra de su gratitud.
En una de éstas, cuando los festejos acabaron, procedió con su deseo de retirarse a favor
de Liu Bei.
Situando a Liu Bei en un asiento de gran honor, Tao Qian se inclinó ante él y se dirigió
hacia la concurrencia:
— Soy viejo y débil, y mis dos hijos carecen de la habilidad para manejar un oficio tan
importante como éste. El noble Liu Bei es un descendiente de la casa imperial. Es noble en
virtudes y de gran talento. Dejándole a él el gobierno de la región es la única forma que me
puedo retirar con confianza y dedicarme a cuidar de mi salud.

49
Zhang Yang estaba entre los dieciocho señores que marcharon contra Dong Zhou en la Trampa del Paso
del Tigre.
— He venido por petición del Gobernador Kong Rong— respondió Liu Bei—, porque era
lo correcto. Xuzhou está a salvo; pero si yo ahora la tomo seguro que el mundo dirá que soy un
hombre pícaro y avaricioso.
— No debe rechazarlo— dijo Mi Zhu—. La Casa de Han está en declive, su reinado se
está desmoronando, y ahora es el momento de actos valientes y servicios notables. Esta es una
región fértil, muy poblada y rica, y usted es el hombre que gobernará en ella.
— Pero no puedo aceptarlo— dijo Liu Bei.
— El Protector Imperial Tao Qian está muy enfermo— dijo Chen Deng—, y no podrá ver
los sucesos. No puede rechazarlo, Señor.
— Yuan Shu proviene de una familia de gobernantes— dijo Liu Bei— quienes han
ostentado altos cargos del estado cuatro veces en tres generaciones. La muchedumbre lo respeta.
¿Por qué no le invitáis a él a este cargo?
— Porque Yuan Shu es un esqueleto seco en una tumba oscura: no merece la pena ni
mencionarlo. Esta oportunidad es un regalo del Cielo, y nunca dejará de lamentar esta pérdida.
Así habló Kong Rong, pero Liu Bei todavía seguía rechazándolo obstinadamente.
Tao Qian le suplicó entre lágrimas, diciendo:
— Moriría si usted me deja, y aquí no habrá nadie para que me cierre los ojos.
— Deberías aceptar la oferta que te han hecho, hermano— dijo Guan Yu.
— ¿Por qué tanto escándalo?— preguntó Zhang Fei—. Nosotros no hemos tomado el
lugar. Es él quien desea dártelo.
— Estáis todos persuadiéndome de que haga algo que está mal— dijo Liu Bei.
Viendo que no podía persuadir a Liu Bei, Tao Qian dijo entonces:
— Ya que usted está totalmente decidido por lo menos consienta acampar en Xiaopei. Es
sólo un pueblo pequeño, pero desde allí podrá observar y conocer la región.
Todos ellos pidieron a la vez a Liu Bei que aceptara, por lo que finalmente dio su brazo a
torcer. La fiesta de la victoria ya había terminado y llegó la hora de las despedidas. Cuando
Zhao Yun se preparó para irse, Liu Bei le cogió de las manos mientras se le escapaban unas
lágrimas. Kong Rong y Tien Kai se marcharon a sus respectivos hogares.
Cuando Liu Bei y sus hermanos tomaron como morada Xiaopei lo primero que hicieron
fue reparar las defensas, y entonces sacaron proclamas para calmar a los habitantes.
Mientras tanto Cao Cao se había marchado a su propia región.
Cao Ren le alcanzó y le dijo:
— Lu Bu es muy poderoso, y tiene a Chen Gong como consejero. Yanzhou se puede dar
ya por perdido, a excepción de tres condados que han sido enérgica y desesperadamente
defendidos por Xun Yu y por Cheng Yu.
— Tengo entendido que Lu Bu es un guerrero audaz y nada más; no tiene astucia
alguna— dijo Cao Cao—. Por eso no debemos temerle realmente.
Entonces dio órdenes para hacer un fuerte campamento desde el que podría maquinar
algún plan victorioso.
Lu Bu, conociendo el regreso de Cao Cao, llamó a dos de sus generales a su mando, Xue
Lan y Li Fang, y les asignó la tarea de guardar la ciudad de Yanzhou, diciendo:
— Llevo mucho tiempo esperando una oportunidad para usar vuestras habilidades. Ahora
os daré diez mil soldados, y tendréis que proteger la ciudad mientras yo voy a atacar a Cao Cao.
Aceptaron el cometido.
Pero Chen Gong, el estratega, llegó enseguida diciendo:
— General, se va a ir, ¿pero adónde?
— Voy a apostar a mis tropas en Puyang, esa posición ventajosa.
— Está cometiendo un error— dijo Chen Gong—. Los dos que ha elegido para defender
la ciudad no están a la altura para la tarea asignada. Para esta expedición recuerde que sobre
sesenta millas hacia el sur se encuentra el traicionero camino de las Montañas Taishan, una
posición muy ventajosa donde podría ubicar a sus mejores hombres para una emboscada. Cao
Cao marchará de vuelta a casa a marchas forzadas cuando escuche lo que está pasando. Si ataca
cuando la mitad de sus tropas hayan pasado este punto podrá acabar con él.
— Voy a ocupar Puyang y ver qué pasa. ¿Cómo puedes cuestionar mi gran plan?
Y así Lu Bu dejó a Xue Lan al cargo de Yanzhou y se marchó.
Cuando Cao Cao se aproximó al tramo peligroso del camino cerca de las Montañas
Taishan, Guo Jia le advirtió de que extremara las precauciones porque allí seguramente le
tenderían una emboscada.
Pero Cao Cao rió, diciendo:
— Todos conocemos el carácter de Lu Bu. Xue Lan está guardando la ciudad. ¿De verdad
crees que Lu Bu ha preparado una emboscada? Debería decir a Cao Ren que asedie Tanzhou, y
yo ir a Puyang.
In Puyang, when Chen Gong heard of the enemy's approach, he spoke, saying, "The
enemy will be fatigued with long marches, so attack quickly before they have time to recover."
En Puyang, cuando Chen Gong escuchó que se aproximaban sus oponentes habló,
diciendo:
— El enemigo debe estar fatigado por la larga marcha, así que hay que atacarlo rápido
antes de que tenga tiempo para descansar.
— Yo, un simple jinete, no estoy preocupado de nada. Actuaré como desee. ¿Crees que
tengo miedo de ese tal Cao Cao? Déjalo que acomode su campamento; me haré cargo de él tras
eso.
Ahora Cao Cao se encontraba en las inmediaciones de Puyang, e hizo su campamento. Al
día siguiente sacó a sus comandantes y dispuso sus ejércitos en campo abierto. Cao Cao ocupó
su puesto a caballo entre los dos estandartes, observando mientras sus oponentes llegaban y
formaban en un área circular.
Lu Bu estaba al frente, flanqueado por ocho de sus generales, todos hombres fuertes:
Zhang Liao de Mayi, apoyado por Hao Meng, Cao Xing y Cheng Lian; Zang Ba de Huaying,
apoyado por Wei Xu, Song Xian y Hou Cheng. Comandaban un ejército de cincuenta mil en
total.
Los tambores comenzaron su atronadora melodía, y Cao Cao, encarándose a su oponente,
dijo:
— Tú y yo no tenemos ninguna disputa, ¿entonces por qué invades mis tierras?
— El imperio de Han es la posesión de todo. ¿Por qué deberías ser tú diferente?—
respondió Lu Bu.
Tras decir esto Lu Bu ordenó a Zang Ba que se adelantara y que presentara un desafío. De
lado de Cao Cao el desafío fue aceptado por Yue Jing. Los dos corceles se aproximaron el uno
al otro; dos lanzas fueron alzadas a ambos lados, y ambos intercambiaron cerca de treinta golpes
sin que ninguno cobrara ventaja. Entonces Xiahou Dun cabalgó para ayudar a su colega y, en
respuesta, salió Zhang Liao del lado de Lu Bu. Y los cuatro lucharon.
Entonces una temible ira se apoderó de Lu Bu. Empuñando su alabarda tridente, impulsó
a su Liebre Roja hacia donde se estaba llevando a cabo la batalla. Viendo que se aproximaba,
Xiahou Dun y Yue Jin huyeron, pero Lu Bu continuó, y el ejército de Cao Cao perdió ese día.
Se retiraron diez millas e hicieron un nuevo campamento. Lu Bu pasó revista a sus tropas.
El día se presentó en contra para Cao Cao, el cual llamó a un concilio, y Yu Jin dijo:
— Desde la cumbre de las montañas hoy hemos visto un campamento de nuestros
enemigos al oeste de Puyang. Allí dentro no habrá muchos hombres, y tras la victoria de hoy no
estará defendido. Ataquémoslo, y si podemos tomar el campamento causaremos temor en el
corazón de Lu Bu. Este es nuestro mejor plan.
Cao Cao así lo pensó también. Él y seis de sus generales —Cao Hong, Li Dian, Mao Jie,
Lu Qian, Yu Jin y Dian Wei— y veinte mil soldados entre montados y a pie partieron esa noche
por un sendero secreto hacia el campamento.
En ese campamento Lu Bu estaba regocijándose por la victoria de aquel día, cuando Chen
Gong le recordó, diciendo:
— El campamento del oeste es un enclave importante, y podría ser atacado.
— El enemigo no se atrevería a acercarse tras la derrota de hoy— contestó Lu Bu.
— Cao Cao es un comandante muy capaz— replicó Chen Gong—. Debería mantener una
buena guardia para que él no le ataque por sorpresa.
Y así se hicieron los preparativos para la defensa. A los generales Gao Shun, Wei Xu y
Hou Cheng les ordenaron marchar allí.
Cao Cao llegó al campamento al anochecer e inmediatamente comenzó un ataque por los
cuatro costados. Los defensores no los pudieron rechazar. Corrieron en todas direcciones, y el
campamento fue capturado. Cerca de la cuarta guardia, cuando el grupo defensor llegó, Cao Cao
salió para encontrarse con ellos y con Gao Shun. Entonces empezó otra batalla que se alargó
hasta el amanecer. Sobre esa hora un fuerte sonido de tambores se escuchó en el oeste, y dijeron
a Cao Cao que el propio Lu Bu en persona se acercaba. Acto seguido Cao Cao abandonó el
ataque y huyó.
Gao Shun, Wei Xu y Hou Cheng le persiguieron, Lu Bu tomando la delantera. Dos
generales de Cao Cao, Yu Jin y Yue Jing, atacaron a los perseguidores, pero no pudieron
controlarlos. Cao Cao se dirigió al norte. Pero tras unas colinas aparecieron Zhang Liao y Zang
Ba atacando. Lu Qian y Cao Hong fueron enviados para detener a los atacantes, pero ambos
fueron derrotados. Cao Cao buscó resguardo en el oeste. Su retaguardia allí se encontró de
nuevo con cuatro generales de Lu Bu, Hao Meng, Cao Xing, Cheng Lian y Song Xian.
La lucha se volvió desesperada. Cao Cao se precipitó sobre la formación enemiga. El
estruendo fue terrible. Sobre ellos cayeron flechas como si de una lluvia torrencial se tratase, y
no pudieron hacer progresos.
Cao Cao estaba desesperado y gritó lleno de terror:
— ¿Quién puede salvarme?
Entonces apareció de entre la multitud Dian Wei con sus lanzas dobles, gritando:
— ¡No tenga miedo, mi señor!
Dian Wei saltó de su caballo, apoyó sus lanzas dobles contra un muro y puso a su alcance
un puñado de hachas de guerra. Volviéndose a sus partidarios dijo:
— Cuando los rufianes se encuentren a diez pasos llamadme.
Entonces se fue con grandes zancadas, resguardándose, protegiéndose de las flechas. Los
caballeros de Lu Bu les siguieron, y cuando estaban cerca, los compañeros de Dian Wei
gritaron:
— ¡Diez pasos!
— ¡Cinco, entonces llamad!— gritó Dian Wei, y continuó.
— ¡Cinco pasos!— casi al instante.
Entonces Dian Wei se giró y lanzó las hachas. Con cada lanzamiento un hombre mordía
el polvo y nunca fallaba un hachazo.
Tras matar a diez o más el resto huyó, y Dian Wei recuperó rápidamente su corcel, cogió
sus lanzas gemelas y se lanzó de nuevo a la batalla con un vigor jamás visto en nadie antes. Sus
oponentes cedieron uno a uno, y fue capaz de llevar a Cao Cao a salvo fuera del fragor de la
batalla. Cao Cao y sus comandantes fueron a su campamento.
Pero poco después el ruido de los perseguidores llegó a sus oídos, y al pronto apareció Lu
Bu en persona.
— ¡Cao Cao, rebelde, no huyas!— gritaba Lu Bu mientras se aproximaba con su alabarda
lista para golpear.
Todos se detuvieron y miraron a las caras de los otros: los soldados estaban cansados, sus
monturas exhaustas. Temían ser atacados, y buscaron alrededor algún lugar para refugiarse.

Puedes poner a salvo a tu señor del fragor de la batalla,


¿Pero qué pasa si el enemigo os persigue sin tregua?

No podemos decir aquí qué pasó con el destino de Cao Cao, pero se relatará en el
próximo capítulo.
Capítulo 12
Tao Qian Ofrece por Tercera Vez Xuzhou a Liu Bei;
Cao Cao Reconquista Yanzhou de Lu Bu.

El último capítulo terminó con Cao Cao en gran peligro. Sin embargo llegó ayuda.
Xiahou Dun, con un escuadrón de soldados, encontró a su jefe, detuvo a los perseguidores, y
luchó contra Lu Bu hasta el anochecer. La lluvia caía en torrentes abnegándolo todo; y cuando
el día tocaba a su fin lograron zafarse y alcanzar el campamento. El rescatado recompensó a
Dian Wei generosamente y así avanzó en su rango.
Cuando Lu Bu alcanzó su campamento llamó a su consejero Chen Gong, el cual propuso
una nueva estrategia.
— En Puyang hay una rica y destacada familia— comenzó diciendo—, llamada Tian, que
se cuentan en miles, capaces de poblar un condado entero ellos solos. Haga que uno de sus
miembros vaya al campamento de Cao Cao con una supuesta carta sobre la ferocidad de Lu Bu,
y con el odio de la gente, y con el deseo de librarse de él. Y diciendo que sólo Gao Shun
permanece guardando la ciudad, y que ellos les ayudará a quien vaya a ayudarles. Entonces
nuestro enemigo Cao Cao se introducirá en la ciudad, y nosotros lo destruiremos con fuego o
con una emboscada. Sus habilidades podrán estar próximas al universo, pero no podrá escapar.
Lu Bu pensó que esta estratagema se podía probar, y ordenó a la familia Tian que enviara
la carta.
Poco después de la derrota, cuando Cao Cao no sabía a ciencia cierta el siguiente paso a
tomar, la carta secreta fue recibida y leída con regocijo. Prometía ayuda interna y decía que la
señal sería una bandera blanca con la palabra ‘Rectitud’ escrita en ella.
— ¡El cielo me va a dar Puyang!— dijo Cao Cao con júbilo.
Y así recompensó al mensajero con generosidad y comenzó a prepararse para la
expedición.
Entonces llegó Liu Ye diciendo:
— Lu Bu no es un estratega, pero Chen Gong está lleno de ingenio. Temo que esta carta
sea una farsa, y debería ser cuidadoso. Si va, hágalo únicamente con un tercio de su ejército,
dejando al resto fuera de la ciudad como reserva.
Cao Cao estuvo de acuerdo en tomar esta precaución. Fue a Puyang donde encontró
banderas ondeando alegremente. Mirando con cautela vio entre ellas, en la puerta oeste, la
insignia blanca con la inscripción acordada. Su corazón se regocijó.
Ese día, sobre el mediodía, las puertas de la ciudad se abrieron, y dos unidades de
soldados aparecieron como si fueran a luchar. Gao Shun era el comandante de vanguardia, y
Hou Cheng el de retaguardia. Cao Cao ordenó a su general, Dian Wei, que se enfrentara a ellos.
Sin embargo ninguna tropa les presentó batalla, sino que se refugiaron en la ciudad. Con este
movimiento Dian Wei y sus tropas habían sido atraídas muy cerca del puente levadizo. Desde
dentro de la ciudad muchos soldados no vieron ninguna oportunidad de aprovechar la confusión
para escapar.
— Somos protegidos de la familia Tian— dijo entonces Cao Cao, y les dio la carta
secreta.
— La señal se dará sobre primera hora hacienda sonar un gong. Ese será el momento de
atacar. Las puertas se abrirán.
De esta forma Cao Cao ordenó a Xiahou Dun marchar por la izquierda y a Cao Hong por
la derecha. Cao Cao mandaba el ejército principal, junto a Xiahou Yuan, Li Dian y Yue Jing,
hacia la ciudad.
Li Dian rogó cautela a su señor, diciendo:
— Mi Señor, debería permanecer fuera de la ciudad. Permita que nosotros vayamos
primero.
Pero Cao Cao le ordenó guardar silencio, diciendo:
— Si yo no voy, ¿quién irá al frente?
Y así a primera hora Cao Cao tomó la delantera. La luna todavía no había aparecido.
Como se encontraba cerca de la puerta oeste escucharon un sonido chisporroteante, entonces un
alto griterío, y entonces se movieron antorchas de aquí para allá. Después las puertas fueron
abiertas por completo, y Cao Cao, fustigando su montura, galopó al interior.
Pero cuando alcanzó la residencia del gobernador notó que las calles estaban
completamente desiertas, y entonces supo que había sido emboscado. Ordenó retirada a sus
seguidores mientras volvía grupas. Esa fue la señal para otro movimiento. Una explosión de una
bomba que dio la señal se escuchó al alcance de la mano, resonando por todos lados con gran
estruendo. Gongs y tambores tronaron alrededor con un rugido similar al de un río desbordado
arrasando con todo, o el océano hirviendo desde la profundidad. Desde el este y el oeste
llegaron tropas ansiosas por atacar, comandadas por los generales de Lu Bu, Zhang Liao y Zang
Ba.
Cao Cao salió corriendo hacia el norte sólo para encontrar este camino cercado por Hao
Meng y por Cao Xing. Cao Cao intentó ir por la puerta del sur, pero se encontró como enemigos
a Gao Shun y a Hou Cheng. Cao Cao mandó a su fiel comandante Dian Wei, con ojos furiosos y
dientes apretados, como último recurso para que abriera camino, con el enemigo encima de
ellos.
Pero cuando Dian Wei alcanzó el puente colgante, miró tras él y perdió a su maestro.
Inmediatamente se volvió y se metió por un callejón. Fue entonces cuando se encontró con Li
Dian.
— ¿Dónde está nuestro señor?— gritó Dian Wei.
— Le estoy buscando— contest Li Dian.
— ¡Rápido! Tenemos que ayudarle a salir— jaleó Dian Wei—. Voy a buscarle.
De esta forma Li Dian fue en busca de ayuda, y Dian Wei se abrió camino buscando por
todos lados a Cao Cao. No llegó a ser encontrado. Precipitándose fuera de la ciudad, Dian Wei
corrió hacia Yue Jing, quien le preguntó dónde estaba su señor.
— He entrado a la ciudad dos veces buscándole, pero no lo he encontrado— dijo Dian
Wei.
— Vayamos juntos— respondió Yue Jin.
Cabalgaron hasta la puerta. Pero los sonidos de las explosiones en la puerta de la torre
asustaron al caballo de Yue Jing, quien se rehusó a entrar. De esta forma Dian Wei entró solo,
lanzándose al humo y atravesando las llamas. Dedicándose a buscar por todos lados.
Cuando Cao Cao vio a su tenaz protector Dian Wei abriéndose camino y luchando contra
la rendición, hizo un nuevo intento de alcanzar la puerta norte. En el camino, dibujada por la luz
a su espalda, vio la figura de Lu Bu dirigiéndose hacia él con su alabarda tridente preparado
para matar. Cao Cao se cubrió la cara con las manos, azotó su corcel y galopó hacia adelante.
Pero Lu Bu llegaba galopando tras él y golpeándose el casco con la alabarda gritó:
— ¿Dónde está Cao Cao?
Cao Cao se volvió y, poniendo su caballo por delante provocativamente, gritó:
— ¡Aquí, el del pardo!
Escuchando esto Lu Bu dejó de perseguir a Cao Cao para galopar tras el jinete del corcel
pardo.
De esta forma salió con alivio Cao Cao por la puerta este. Entonces formó filas con Dian
Wei, quien le tomó bajo su protección y luchó durante el aprieto, dejando un reguero de muerte
tras su camino hacia la puerta. Ahí el fuego ardía con furia, y grandes llamas se precipitaban por
todos lados. El elemento tierra parecía haber cedido su lugar al elemento fuego. Dian Wei
rechazó las teas ardientes con su lanza y cabalgó hacia el humo abriendo un camino para su
señor. Justo cuando estaban pasando por la puerta una viga ardiendo cayó de la torre de la
puerta. La mano y el brazo de Cao Cao fueron gravemente quemados y su pelo y su barba
chamuscados. Dian Wei volvió a su rescate. Afortunadamente Xiahou Yuan llegó a su altura, y
entre los dos cogieron a Cao Cao y lo subieron al caballo de Xiahou Yuan. Y de esta forma
lograron salir de la ciudad en llamas. Pero todavía tenían que atravesar una dura batalla hasta el
amanecer.
Cao Cao volvió a su campamento. Sus oficiales se apiñaron en torno a su tienda, ansiosos
por noticias sobre su salud. Se recuperó al pronto y rió cuando pensó en su huída.
— Me he equivocado con esa tonta trampa, pero me tomaré mi venganza— dijo.
— Espero que nos dé un nuevo plan pronto— dijo Guo Jia.
— Voy a volver ese ardid en mi propio beneficio. Enviaré el informe de que he ardido en
el fuego, y de que he muerto en la quinta hora. Él vendrá a atacarnos en cuanto la noticia llegue
a sus oídos, y yo le tendré una emboscada preparada en las Montañas Maling. Esta vez lo
atraparé.
— ¡Realmente es una gran estratagema!— dijo Guo Jia.
Así los soldados se pudieron de luto, y el informe de la muerte de Cao Cao llegó a todo el
mundo. En cuanto Lu Bu lo escuchó preparó su ejército para hacer un ataque sorpresa, tomando
el camino por las Montañas Maling hacia el campamento de su enemigo.
Cuando estaban cruzando el paso de las montañas escucharon los tambores llamando para
avanzar, y los soldados emboscados los rodearon por completo. Sólo tras una lucha desesperada
consiguió librarse de la refriega y con unas tropas muy diezmadas volvió a su campamento en
Puyang. Allí fortaleció sus defensas y no fue tentado para la batalla.
Ese año la langosta apareció de repente, y consumió toda hoja verde. Hubo hambruna, y
el grano del noreste subió hasta más de cincuenta monedas por carro. La gente incluso llegó al
canibalismo. El ejército de Cao Cao sufrió por la espera, y entonces marcharon hacia
Juancheng. Lu Bu tomó sus tropas de Shanyang. Por tanto, la lucha cesó forzosamente.
En Xuzhou, el Protector Imperial Tao Qian, de unos sesenta años de edad, cayó
repentinamente enfermo de gravedad, y llamó a su confidente a sus aposentos, Mi Zhu, para
hacer preparativos para el futuro.
Cuando estuvo en situación el consejero dijo:
— Cao Cao ha abandonado su ataque a este lugar porque su enemigo ataca Yanzhou; y
ahora han firmado la paz únicamente por la hambruna. Pero Cao Cao seguramente retomará su
ataque en primavera. Cuando Liu Bei rechazó la renuncia de su puesto en su favor, se
encontraba repleto de salud. Ahora se encuentra débil y enfermo, y puede considerarlo una
razón para retirarse. No se volverá a rehusar de nuevo.
De esta forma se envió un mensaje a la guarnición en el pequeño pueblo de Xiaopei
llamando a Liu Bei a un consejo militar. Acudió con sus hermanos y una pequeña escolta. Fue
llamado a la habitación del convaleciente. Poniéndole al día rápidamente sobre su salud, Tao
Qian enseguida se refirió a los motivos reales de llamar a Liu Bei.
— Señor, le he llamado por la única razón de que estoy gravemente enfermo y puedo
morir en cualquier momento. Le ruego, Ilustrísimo Señor, que considere que los Hans y su
imperio son más importantes que cualquier otra cosa, y que de esta forma asuma los símbolos
del cargo de esta región, el nombramiento y el sello, y así podré descansar en paz.
— Usted tiene dos hijos, ¿por qué no delega en ellos su carga?— dijo Liu Bei.
— Carecen de los requisitos adecuados. Creo que usted los podrá instruir cuando yo ya
no esté, pero no les ceda la dirección de los asuntos.
— Pero yo soy inadecuado para un puesto tan importante.
— Le recomendaré a alguien que podrá asistirle. Se trata de Sun Qian de Beihai, quien
podrá ser nombrado para el cargo.
Dirigiéndose hacia Mi Zhu, Tao Qian dijo:
— El noble Liu Bei, aquí presente, es el hombre más prominente del momento, y debes
servirle bien.
Liu Bei todavía tenía reparos de aceptar el cargo, pero entonces el Protector Imperial,
apuntando a su corazón indicando sinceridad, falleció.
Cuando los lamentos ceremoniosos de los oficiales terminaron, la insignia de oficial fue
entregada a Liu Bei. Pero él no hizo toma de posesión de la misma. Los siguientes días los
habitantes del pueblo y sus alrededores se encaminaron hacia la residencia del gobernador,
inclinándose entre lágrimas, pidiendo a Liu Bei que aceptara el cargo.
— Si no lo hace no podremos vivir con tranquilidad— decían.
Sus hermanos se unieron a estas peticiones, hasta que finalmente consintió en asumir los
deberes administrativos. De inmediato nombró a Sun Qian y a Mi Zhu sus Consejeros, y a Chen
Deng su Secretario. Trasladó su ejército de Xiaopei a la ciudad de Xuzhou, y mandó proclamas
para tranquilizar a la gente.
También atendió las ceremonias de enterramiento; él y todo su ejército vistieron de luto.
Tras los sacrificios adecuados y los rituales, fue encontrado una fosa para el último Protector
Imperial cerca del curso del Río Amarillo. El testamento del difunto fue remitido a la corte.
Como estaba previsto, las noticias de lo acontecido en Xuzhou llegaron a los oídos de
Cao Cao, entonces en Juancheng.
— He perdido mi venganza— dijo con ira—. Ese Liu Bei ha entrado a comandar la
región sin gastar ni una sola flecha: se ha sentado y ha conseguido su deseo. ¡Pero yo me
encargaré de matarlo y entonces le enviaré a Tao Qian su cadáver en venganza por la muerte de
mi noble padre!
Se enviaron órdenes al ejército para prepararse para una nueva campaña contra Xuzhou.
Pero el Consejero Xun Yu hizo recapacitar a Cao Cao, diciendo:
— El Ancestro Supremo afianzó la Tierra Dentro del Paso50 y su ilustre successor en el
trono, Liu Xiu, tomó Henei. Primero consolidó su posición antes de poder comandar todo el
imperio. Todos sus éxitos se consiguieron paso a paso. De ahí que lograra sus grandes designios
pese a tan grandes dificultades.
» Ilustrísimo Señor, su Tierra Dentro del Paso y su Henei son Yanzhou y el Río Amarillo,
lo primero que tuvo, y los cuales son puntos de suma importancia estratégica para el imperio. Si
emprende esta expedición contra Xuzhou dejando muchas tropas aquí para la defensa no podrá
llevar a cabo su propósito; si deja demasiados pocos Lu Bu caerá sobre nosotros. Y finalmente,
si pierde estas tierras y fracasa en la toma de Xuzhou, ¿dónde podrá retirarse? Esa región no está
vacante. Aunque Tao Qian se haya ido, Liu Bei la tiene; y puesto que la gente le apoya él
luchará hasta la muerte por ellos. Abandonar este lugar por aquél es como cambiar lo grande por
lo pequeño, como cambiar el tronco por las astillas, como abandonar el cobijo y correr hacia el
peligro. Le ruego que reflexione bien.
— No es bueno mantener a los soldados ociosos durante la escasez— contestó Cao Cao.
— Si ese es el caso, tal vez sea más productivo atacar los condados orientales de
Chencheng, Yingchuan y Runan, y alimentar su ejército con sus provisiones. Los restos de los
Turbantes Amarillos, He Yi y Huang Shao, se encuentran allí con reservas y tesoros de todas
clases que han amasado con sus saqueos allí por donde pasaban. Los rebeldes de esa calaña se
vencen con facilidad. Derrótalos y podrá alimentar a su ejército con su grano. Además, muchos
de la corte y del populacho se le unirán en agradecimiento.
Esta nueva apelación gustó mucho a Cao Cao, y enseguida comenzó con los preparativos
para marchar. Partieron Xiahou Dun y Cao Ren a guardar Juancheng, mientras que el ejército
principal, bajo su propio mando, avanzó para tomar Chencheng. Esto terminaría cuando fuera a
Runan y a Yingchuan.
Los actuales líderes de los Turbantes Amarillos, He Yi y Huang Shao, sabían que Cao
Cao se aproximaba. Sacaron un gran ejército para mostrar oposición. Se encontraron en las
Montañas de las Cabras. Aunque los rebeldes eran numerosos, estaban mal equipados, apenas
un grupo de bestias sin organización y faltos de disciplina. Cao Cao ordenó a sus fuertes
arqueros y a sus vigorosos ballesteros que los mantuvieran a raya.
Dian Wei salió para presenter un desafío. El líder rebelde eligió a un campeón de segunda
categoría por su parte, quien apenas aguantó y fue derrotado en el tercer envite. Entonces el
ejército de Cao Cao avanzó, e hicieron campamento en las Montañas de las Cabras.
Al día siguiente el rebelde Huang Shao en persona condujo su ejército y presentó batalla
en formación circular. Un líder avanzó a pie para ofrecer combate. Vestía turbante amarillo en
su cabeza y túnica verde. Su arma era una maza de hierro.
— Soy El Hombre, el demonio que caza a través del cielo— gritó—. ¿Quién se atreve a
luchar contra mí?

50
La Tierra Dentro del Paso, o Guanzhong, era la zona alrededor de Changan.
Cao Hong profirió un gran grito y saltó de su silla para aceptar el desafío. Avanzó a pie
espada en mano y los dos se enzarzaron en un fiero combate en frente de los dos ejércitos.
Intercambiaron unos cincuenta golpes sin que ninguno de los dos lograra tomar ventaja.
Entonces Cao Hong fingió ser derrotado y huyó. EL Hombre fue tras él. Cuando estaba cerca
Cao Hong hizo una finta y se giró hacia él, hiriendo a su adversario. Otro tajo, y El Hombre
cayó muerto.
Inmediatamente Li Dian se lanzó en medio de los Turbantes Amarillos y puso sus manos
sobre el jefe rebelde Huan Shao, tomándolo prisionero. Las tropas de Cao Cao entonces
atacaron y dispersaron a los rebeldes. El tesoro capturado y la comida eran inmensos.
El otro líder rebelde, He Yi, huyó con unos cuantos cientos de arqueros hacia las
Montañas Kobei. Pero mientras iban en camino apareció de repente una fuerza dirigida por un
espadachín, el cual se presentará en su momento. Este valiente era un hombre fornido, robusto y
fuerte. Con un talle de diez palmos de contorno. Usaba una espada larga.
El desconocido obstruía la vía de escape. He Yi enarboló su lanza y cargó contra él. Pero
tras su primer encuentro el valiente atrapó a He Yi bajo su brazo y lo convirtió en su prisionero.
Todos los rebeldes se tornaron presa del pánico, arrojándose de sus caballos y permitiendo ser
capturados. Entonces el vencedor los condujo como ganado a un cercado con altas empalizadas.
Al momento Dian Wei, que todavía perseguía a los rebeldes, alcanzó las Montañas
Kobei. El espadachín salió para encontrarse con él.
— ¿También eres un rebelde de los Turbantes Amarillos?— dijo Dian Wei.
— Tengo a varios cientos de ellos prisioneros en este cercado.
— ¿Por qué no los sueltas?— dijo Dian Wei.
— Lo hare si consigues esta espada de mi mano.
Esto molestó a Dian Wei, que atacó. Se enfrascaron en un combate que duró durante dos
largas horas y todavía estaba sin decidir. Lucharon hasta el anochecer y entonces, como sus
caballos estaban agotados, el combate fue suspendido.
Mientras tanto, los hombres de Dian Wei corrieron para contar la historia de la
maravillosa lucha a Cao Cao quien quedó maravillado, ordenó que le siguiera a varios oficiales
y fue para ver el resultado.
Al día siguiente el desconocido guerrero partió al galope de nuevo, y Cao Cao le vio. El
corazón de Cao Cao se regocijó cuando vio un héroe tan valiente y deseó ganarse sus servicios.
De esta forma Cao Cao ordenó a Dian Wei que fingiera su derrota.
Dian Wei cargó en respuesta al desafío, y una treintena de tandas se sucedieron en la
lucha. Entonces Dian Wei se volvió y huyó hacia su bando. El valiente le siguió y se puso muy
cerca. Pero una lluvia de flechas le mantuvieron a raya.
Cao Cao enseguida apartó a sus hombres una milla y media y envió secretamente a un
cierto número cavar un agujero y envió tropas armadas con ganchos para preparar una
emboscada.
Al día siguiente Dian Wei fue enviado con un centenary de jinetes. Su adversario no
estaba nada dispuesto a enfrentarse con Dian Wei.
— ¿Por qué el líder derrotado se atreve a enfrentarse a mí de nuevo?— gritó mientras
reía.
El espadachín espoleó a su corcel para lanzarse a la pelea, pero Dian Wei, tras una débil
muestra de lucha, giró su montura y se marchó. Su adversario trató de atraparlo, sin lograrlo, y
él y su caballo cayeron en el agujero. Los hombres con los ganchos lo tomaron cautivo,
atándolo, y llevándolo frente a Cao Cao.
En cuanto vio al prisionero, Cao Cao salió de su tienda, despachó a los soldados y desató
las cuerdas del cautivo con sus propias manos. Entonces sacó ropas y lo vistió, ofreciéndole
asiento y preguntándole quién era y de dónde provenía.
— Me llamo Xu Chu. Soy de Qiao. Cuando se produjo la rebelión varios centenaries de
parientes y yo construimos una fortaleza con los precipicios como protección. Un día vinieron
los ladrones, pero tenía piedras preparadas para ellos. Les dije que si no me dejaban en paz se
las arrojaría todas, matando a todos cada vez que vinieran. Eso ahuyentó a los ladrones. Otro día
volvieron y estábamos escasos de grano. Así acordamos intercambiar bueyes de tiro por grano.
Ellos entregaron el grano y se estaban llevando los bueyes cuando los animales se asustaron y
salieron en estampida hacia sus corrales. Yo cogí dos bueyes por las colas, una en cada mano, y
tiré de ellos unos cien pasos o así. De esta forma no nos molestaron más.
— He oído de ti una gran hazaña— dijo Cao Cao—. ¿Te quieres unir a mi ejército?
— Ese es mi mayor deseo— dijo Xu Chu.
Entonces Xu Chu llamó a su clan, varios centenares en total, y se sometieron
formalmente a Cao Cao. Xu Chu recibió el rango de general, así como amplias recompensas.
Los dos líderes rebeldes, He Yi y Huang Shao, fueron ejecutados. Runan y Yingchuan ahora
estaban perfectamente pacificadas.
Cao Cao replegó su ejército y volvió entonces a Juancheng. Xiahou Dun y Cao Ren
salieron para recibirle, y le contaron que los espías habían informado que la ciudad de Yanzhou
estaba baja de defensas. Los generales de Lu Bu, Xue Lan y Li Fang, habían entregado toda su
guarnición a saquear los alrededores. Le apremiaron a que lucharan sin perder tiempo.
— Con nuestros soldados frescos por la victoria, la ciudad caerá con el primer golpe de
un tambor— dijeron.
Así Cao Cao condujo el ejército hacia la ciudad. El ataque era inesperado, pero los dos
líderes, Xue Lan y Li Fang, precipitaron a sus pocos soldados a la lucha. Xu Chu, el último
recluta, dijo que deseaba capturar a esos dos y que quería hacerlo como regalo de bienvenida.
Le asignaron dicho cometido, y así se lanzó a la carga. Li Fang avanzó con su alabarda
para encontrarse con Xu Chu. El combate fue corto y Li Fang cayó en el segundo envite. Su
colega Xue Lan se retiró con sus tropas. Pero se encontró con que el puente levadizo había sido
alzado por Li Dian, por lo que no pudo encontrar abrigo en la ciudad. Xue Lan envió sus tropas
hacia Juye. Pero Lu Qian los persiguió y los mató con su arco. Sus soldados se dispersaron por
todos lados. Y de esta forma Yanzhou fue reconquistada.
Lo siguiente que propuso Cheng Yu fue una expedición para tomar Puyang. Cao Cao
salió con su ejército en perfecto orden. El líder de la vanguardia era Dian Wei y Xu Chu;
Xiahou Dun y Xiahou Yuan mandaban el flanco izquierdo; Li Dian y Yue Jing comandaban el
flanco derecho; Yu Jin y Lu Qian dirigían la retaguardia. Cao Cao en persona comandaba el
centro.
Cuando se aproximaron a Puyang, Lu Bu deseó salir en persona y solo para atacar, pero
su consejero Chen Gong protestó, diciendo:
— General, no debería salir hasta la llegada del resto de oficiales.
— ¿De quién debería tener yo miedo?— dijo Lu Bu.
De esta forma arrojó las precauciones al viento y salió de la ciudad. Se encontró con sus
enemigos y comenzó a insultarles. El temible Xu Chu fue a luchar contra él, pero tras una
veintena de envites ninguno de los dos combatientes logró tomar ventaja.
— Él no es de la clase que un solo hombre pueda vencer— dijo Cao Cao.
Y envió a Dian Wei a atacar a Lu Bu desde otra dirección. Lu Bu recibía el doble de
ataques. Poco después los comandantes de los flancos se les unieron, Xiahou Dun y Xiahou
Yuan atacando por la izquierda; Li Dian y Yue Jing rodeándolo por la derecha. Lu Bu tenía seis
oponentes. Esa prueba era demasiado para él por lo que volvió grupas y cabalgó de vuelta a la
ciudad.
Pero cuando los miembros de la familia Tian vieron que volvía derrotado alzaron el
puente levadizo.
— ¡Abrid las puertas! ¡Dejadme entrar!— gritó Lu Bu.
— ¡Nos hemos pasado a Cao Cao!— respondieron los Tian.
Eso fue demasiado duro de escuchar y el hombre derrotado los insultó antes de largarse.
Chen Gong salió por la puerta este llevando con él la familia del general.
De esta forma Puyang pasó a formar parte de Cao Cao, y por sus actuales servicios la
familia Tian fue perdonada de sus errores anteriores.
Sin embargo, Liu Ye dijo:
— Lu Bu es una bestia salvaje. Si le permitimos seguir con vida se volverá un gran
peligro. ¡Acabemos con él!
Ordenaron a Liu Ye permanecer en Puyang. Por tanto, Cao Cao estaba determinado a
perseguir a Lu Bu hasta Dingtao, donde fue en busca de refugio.
Lu Bu, Zhang Miao y Zhang Chao fueron convocados en la ciudad. Gao Shun y otros
generales salieron por avituallamiento. El ejército de Cao Cao llegó pero no atacó en muchos
días, y al poco se retiraron quince millas e hicieron un fuerte. Era la época de la cosecha, y
ordenaron a sus soldados que segaran el grano para comida. Los espías informaron de esto a Lu
Bu quien fue a ver. Pero cuando vio que la fortaleza de Cao Cao estaba próxima a un bosque
temió una emboscada y se retiró. Cao Cao escuchó que Lu Bu vino y se fue y comprendió la
razón.
— Ha temido una emboscada desde el bosque— dijo Cao Cao—. Pondremos banderas
allí y le engañaremos. Hay un largo terraplén cerca del campamento pero tras él no hay agua.
Allí prepararemos una emboscada para caer sobre Lu Bu cuando venga a incendiar el bosque.
Así escondió Cao Cao a todos sus soldados tras el talud excepto a unos pocos centenares
de tambores, y se llevó consigo muchos campesinos para entretenerlos en el fuerte como si no
estuviera vacío.
Lu Bu volvió y contó a Chen Gong lo que había visto.
— Este Cao Cao es muy astuto y está lleno de vilezas— dijo su consejero—. No haga
nada.
— Esta vez voy a usar fuego y a quemar su emboscada— dijo Lu Bu.
A la mañana siguiente Lu Bu salió, y vio banderas ondeando por todo el bosque. Ordenó
a sus tropas que prendieran fuego por todos lados. Pero para su sorpresa no salió nadie desde el
fuerte. Continuaba escuchando el batir de los tambores, y dudó de si le fallaba la mente.
Entonces vio un grupo de soldados moverse desde el refugio del fuerte. Galopó hacia allí para
ver de qué se trataba.
Entonces las señales sonaron; las tropas ocultas salieron y todos sus líderes avanzaron.
Xiahou Dun, Xiahou Yuan, Xu Chu, Dian Wei, Li Dian y Yue Jin atacaron todos a una. Lu Bu
estaba perdido y huyó hacia campo abierto. Uno de sus generales, Cheng Lian, fue muerto por
una flecha de Yue Jing. Dos tercios de sus tropas se perdieron, y los derrotados restos fueron a
contarle a Chen Gong lo que había sucedido.
— Mejor nos vamos— dijo Chen Gong—. Una ciudad vacía no puede ser tomada.
Así Chen Gong y Gao Shun, tomando al jefe de su familia con ellos, abandonaron
Dingtao. Cuando los soldados de Cao Cao entraron en la ciudad se encontraron que no había
resistencia. Zhang Chao se suicidó quemándose. Zhang Miao huyó a Yuan Shu.
De esta forma todo el noreste cayó bajo el poder de Cao Cao, que inmediatamente
tranquilizó a la gente y reconstruyó las ciudades y sus defensas.
Lu Bu formó filas con sus generales en su retirada, y Chen Gong también se le volvió a
unir, de forma que no estuvo completamente derrotado.
— No tenemos más que un pequeño ejército— dijo Lu Bu—, pero todavía es suficiente
para acabar con Cao Cao.
Y así tomó el camino de vuelta. De hecho:

De esta forma es alterna la fortuna, victoria, derrota,


¿El feliz conquistador de hoy mañana es quien se retira?

Lo que fue del destino de Lu Bu se sabrá después.


Capítulo 13
Li Jue y Guo Si se Enfrentan en Duelo en Changan;
El Emperador Establece Anyi como la Nueva Capital.

El último capítulo contó la derrota de Lu Bu, y cómo éste reunió a los restos de su ejército
en Dingtao. Cuando todos sus generales se hubieron reunido comenzó a sentirse suficientemente
fuerte para terminar sus asuntos con Cao Cao de una vez por todas.
Chen Gong, que se oponía a esta resolución, dijo:
— Ahora mismo Cao Cao es demasiado fuerte. Busquemos algún lugar donde reponernos
un poco antes de intentarlo.
— Supongo que podríamos ir con Yuan Shao— dijo Lu Bu.
— Envíe primero para averiguarlo.
Lu Bu estuvo de acuerdo.
Las noticias de la lucha entre Cao Cao y Lu Bu habían alcanzado Jizhou, y uno de los
consejeros de Yuan Shao, Shen Pei, le advirtió, diciendo:
— Lu Bu es una bestia salvaje. Si toma posesión de Yanzhou seguro que también tratará
de apropiarse de esta región. Por su propia seguridad, señor, debería ayudar a aplastarlo.
Por lo tanto Yuan Shao envió a Yan Lian con cincuenta mil tropas para destruir a Lu Bu.
Los espías se enteraron de esto y se lo comunicaron a Lu Bu, quien estaba tremendamente
molesto y llamó a Chen Gong.
— Vaya a por Liu Bei, quien recientemente ha ocupado la sucesión en Xuzhou.
Y así Lu Bu fue allá.
Escuchando esto, Liu Bei dijo:
— Lu Bu es un héroe, y le recibiremos con honor.
Pero Mi Zhu se oponía encarecidamente a recibirlo, diciendo:
— Es una cruel y sanguinaria bestia.
— ¿Cómo podría haber evitado la desgracia Xuzhou si él no hubiera atacado Yanzhou?—
respondió Liu Bei—. No puede ser nuestro enemigo ahora que ha venido buscando asilo.
— Hermano, tu corazón es demasiado bueno. Aunque puede ser como dices, es mejor que
estemos preparados— dijo Zhang Fei.
El Nuevo Protector Imperial, con un gran séquito, se encontró con Lu Bu a diez millas de
las puertas de la ciudad, y los dos jefes cabalgaron el uno junto al otro. Procedieron en la
residencia y allí, una vez que las elaboradas ceremonias de bienvenida terminaron, se sentaron
para conversar.
— Después de que Wang Yun y yo conspiráramos para matar a Dong Zhuo, y tras mi
desgracia en la sedición de Li Jue y de Guo Si— dijo Lu Bu—, vagué en busca de algún lugar, y
ninguno de los nobles orientales de las Montañas Huashang mostraron interés en recibirme.
Cuando Cao Cao con sus malvadas ambiciones invadieron esta región y usted, Señor, vino en su
rescate, yo le ayudé atacando Yanzhou y de esta forma dividí parte de su fuerza. Entonces no
creí que fuera a ser víctima de un vil complot y que perdiera a mis líderes y a mis soldados. Pero
ahora, si lo desea, le ofrezco mis servicios con los que poder cumplir grandes designios.
— Cuando el difunto Tao Qian murió no había nadie para administrar Xuzhou, por lo que
yo asumí el cargo temporalmente— respondió Liu Bei—. Ahora que usted está aquí, General, lo
más adecuado es que renuncie en su favor.
Tras lo cual Liu Bei entregó la insignia y el asiento de la autoridad a Lu Bu, el cual estaba
a punto de aceptarlo, cuando vio a Guan Yu y a Zhang Fei, quienes se encontraban tras el
Protector Imperial, mirándole ferozmente con ojos cargados de furia.
Así que Lu Bu puso una sonrisa y dijo:
— Yo no soy más que un hombre de armas, no podría gobernar una gran región como
ésta.
Liu Bei repitió su oferta. Pero Chen Gong dijo:
— El gran huésped no oprime a su anfitrión. No debe tener miedo, Señor Liu Bei.
Entonces Liu Bei desistió. Fueron servidos banquetes y moradas preparadas para el
invitado y su séquito.
Tan pronto como fue conveniente, Lu Bu volvió a la fiesta. Liu Bei fue con sus dos
hermanos. Hacia mitad del banquete Liu Bei pidió a Lu Bu que se retirase a una habitación
privada interior, donde Guan Yu y Zhang Fei le siguieron. Allí Lu Bu ofreció ceder a su esposa
y su hija a su benefactor. Aquí también Liu Bei se mostraba excesivamente modesto.
— Buen hermano menor, no debes ser tan modesto— dijo Lu Bu.
Zhang Fei escuchó lo que dijo Lu Bu, y sus ojos se encendieron, gritando:
— ¿Qué clase de hombre eres tú para llamar a nuestro hermano „hermano menor‟? Es un
miembro de la familia gobernante, una hoja de jade en un broche de oro. Sal fuera, y nos
enfrentaremos en un duelo en el que te daré trescientos puñetazos por el insulto.
Liu Bei enseguida calmó al impulsivo, y Guan Yu le persuadió de que se retirase.
Entonces Liu Bei se disculpó, diciendo:
— Mi pobre hermano habla sin pensar cuando bebe. Espero que no le culpe.
Lu Bu asintió, pero no dijo nada. Poco después los invitados se fueron. Pero como el
anfitrión escoltó a Liu Bei hasta su carruaje pudo ver a Zhang Fei galopando en su dirección
armado para la lucha.
— ¡Lu Bu, tú y yo lucharemos en el duelo de los trescientos puñetazos!— bramó Zhang
Fei.
Liu Bei pidió a Guan Yu que lo mantuviera a raya. Al día siguiente Lu Bu llegó para
despedirse de su anfitrión.
— Usted, oh Señor, me recibió amablemente, pero tengo miedo de sus hermanos y no
congeniamos. Así que buscaré algún otro asilo.
— General, si se va la culpa será mía. Mi maleducado hermano le ha ofendido y se
merece la mayor de las disculpas. Mientras tanto, ¿qué tal si pasa una temporada en el pueblo
donde estuve acampado, en Xiaopei? El lugar es pequeño y humilde, pero está cerca, y me
encargaré que se le suministre todo lo que necesite.
Lu Bu le dio las gracias y aceptó su oferta. Condujo sus tropas allí y estableció su
residencia. Tras su marcha Liu Bei enterró su enfado, y Zhang Fei no volvió a hacer referencia a
lo sucedido.
Cómo Cao Cao había subyugado el este de las Montañas Huashang había sido relatado
antes. Conmemoró el Trono y fue recompensado con el título de General que Exhibe una Virtud
Fuerte y como Señor de Feiting. En aquel tiempo el rebelde Li Jue estaba comandando la corte,
y se nombró a sí mismo Mariscal Regente, y su colega Guo Si se hizo llamar Gran Comandante.
Sus conductas eran abominables, pero nadie se atrevía a criticarlos.
El Guardián Imperial Yang Biao y el Ministro Zhu Jun hablaron en privado con el
Emperador Xian y dijeron:
— Cao Cao tiene doscientas mil tropas y consejeros y líderes muy capaces. Podría ser
beneficioso para el imperio si ofreciera su apoyo a la familia imperial y ayudara a librarse del
gobierno de ese grupo de demonios.
Su Majestad lloró:
— Estoy cansado de los insultos y menosprecios de esos desgraciados y me alegraría
mucho si desaparecieran.
— Tengo pensado un plan para enajenar a Li Jue y Guo Si y así hacer que se destruyan el
uno al otro. Entonces Cao Cao podría venir y limpiar la corte— dijo Yang Biao.
— ¿Cómo te encargarás de ello?— preguntó el Emperador.
— La esposa de Guo Si, la Señora Qiong, es muy celosa, y podemos hacer uso de su
debilidad para hacer que se peleen.
Y así Yang Biao recibió instrucciones para actuar, con un edicto secreto para apoyarle. La
esposa de Yang Biao, la Señora Kai, buscó una excusa para visitar a la Señora Qiong en su
palacio y, en el transcurso de la conversación, dijo:
— Se dice que hay una relación secreta entre el General, su marido, y la esposa del
Ministro Li Jue. Es un gran secreto, pero el Ministro Li Jue lo sabe, y está intentando perjudicar
a su marido. Creo que debería tener cuidado con esa familia.
La Señora Qiong estaba sorprendida, pero dijo:
— Me he preguntado por qué ha estado durmiendo fuera últimamente, pero no pensé que
hubiera nada vergonzoso relacionado con eso. No me habría enterado nunca de no habérmelo
dicho. Tengo que ponerle fin a esto.
En cuanto la Señora Kai se marchó, la Señora Qiong pensó entusiastamente en la
información que acababa de recibir.
Pasaron algunos días, y Guo Si fue a la vivienda de Li Jue a cenar.
La Señora Qiong no le apeteció ir y dijo:
— Ese Li Jue es una persona muy grave, y nadie puede ir contra sus designios. Ustedes
dos no tienen el mismo rango, y si decide deshacerse de usted, ¿qué será de su pobre sierva?
Guo Si no le prestó atención, y su mujer no pudo convencerle de que se quedara en casa.
Más tarde, casi ya de noche, llegaron varios regalos al palacio de Li Jue, y la Señora Qiong puso
veneno a escondidas en las delicadeces antes de que se las entregaran a su señor.
Guo Si iba a probar algo pero ella dijo:
— Es imprudente que coma cosas que vienen de fuera. Mejor dele primero a probar a un
perro.
Así hicieron y el perro murió. Este incidente hizo que Guo Si dudara de las bondadosas
intenciones de su colega.
Un día, tras finalizar las tareas de la corte, Li Jue invitó a Guo Si a su palacio. Tras la
llegada de Guo Si por la noche, y tras una gran cantidad de vino, acabó cogiendo un cólico. Su
esposa dijo que sospechaba que fuera veneno y enseguida le administró un vomitivo, el cual le
alivió el dolor.
Guo Si comenzó a enfadarse, diciendo:
— Siempre hemos hecho todo juntos y siempre nos hemos ayudado el uno al otro. Si no
doy el primer golpe acabaré seriamente herido.
De esta forma Guo Si comenzó a preparar a sus guardias para cualquier emergencia.
Esto se lo dijeron a Li Jue, y su enfado creció mucho, diciendo:
— ¡Así que Guo Si está haciendo eso!
Entonces Li Jue puso a sus guardias en camino y fue a atacar a Guo Si. Ambas casas
tenían a unos diez mil, y la lucha se volvió demasiado seria y se acabó convirtiendo en una
auténtica batalla campal dentro de los muros de la ciudad. Cuando todo terminó ambos bandos
se lanzaron al saqueo de los ciudadanos.
Entonces un sobrino de Li Jue, Li Xian, rindió el Palacio, puso al Emperador y a la
Emperatriz en dos carruajes, y asignó a Jia Xu y a Zuo Lin para que se los llevase. La
servidumbre de Palacio los siguió a pie. Como salieron por la puerta trasera se encontraron con
el ejército de Guo Si, el cual comenzó a disparar con flechas al desfile. Mataron a muchos
criados antes de que el ejército de Li Jue apareciera y los obligara a retirarse.
Los carruajes lograron salir de Palacio y finalmente llegaron al campamento de Li Jue,
mientras que los soldados de Guo Si saquearon el Palacio y se llevaron a todas las mujeres a su
campamento. Entonces el Palacio fue prendido en llamas.
En cuanto Guo Si escuchó sobre el paradero del Emperador se lanzó a atacar el
campamento de Li Jue. El Emperador se encontraba tremendamente alarmado entre esas dos
facciones opuestas. De hecho:
Lentamente los Han decayeron pero con Liu Xiu renovaron su vigor,
Veinte gobernaron antes que él, y después otros veinte le siguieron.
Los dos últimos unos ineptos fueron, rindieron peligrosamente el trono,
Aquellos fueron unos días degenerados, con el poder a los eunucos dado.
Entonces fue He Hin el simple, el inepto, quien comandó el ejército,
Llamó a los soldados a la capital, por alimañas permitiendo ser mandado;
Aunque expulsó a los leopardos, tigres y lobos enseguida entraron.
Por la peor escoria de Xizhou todo tipo de vilezas se produjeron.
Wang Yun, de corazón honesto, engatusó a ese desgraciado con una mujer,
Mucho esperaba de su secuaz, así vio del fruto del desacuerdo la simiente.
Se produjeron conflictos, y la paz moró poco tiempo en el imperio.
Nadie sospechaba que Li Jue y Guo Si fueran a continuar con su infierno,
Mucho del dolor del Reino Medio; para eso todavía se esforzaron más.
La necesidad acechaba a Palacio, la tristeza por el entrechocar de las armas;
¿Por qué se esforzaban los guerreros? ¿Por qué se dividió así la tierra?
Se habían apartado del camino recto designado por el Cielo a las almas.
Los reyes deben considerar esas cosas; sobre ellos cayó una pesada carga,
Caudillos en todos sus reinos no es un cargo común para cualquiera,
Si el Rey dudara o cayera, calamidades en toda la población caerían,
El imperio se inundaría con su sangre y se llenaría con sus ruinas.
Envuelto en pena y pesar te leo lo que dicen los registros históricos;
Larga es la historia de los años; mayor aún la historia de los infortunios.
Por lo que alguien podría reinar, principalmente debe ejercitarse para ello.
Esto y un puño de acero, debería ser suficiente para mantenerlo.

Llegó el ejército de Guo Si, y Li Jue salió para presentarle batalla. Las tropas de Guo Si
no tuvieron éxito y se retiraron. Entonces Li Jue se llevó a los presos imperiales a Meiwo con su
sobrino Li Xian como carcelero. Se redujeron las reservas, y la hambruna hacía acto de
presencia en los rostros de los eunucos. El Emperador envió a Li Jue para pedir cinco carros de
arroz y cinco dotes de carne de buey para sus sirvientes.
Li Jue respondió enfadado:
— La corte tiene comida día y noche. ¿Por qué piden más?
Envió carne podrida y arroz pasado, y el Emperador estaba muy enojado por el nuevo
insulto.
El Consejero Imperial Yang Qi le aconsejó paciencia, diciendo:
— Li Jue es una criatura vil pero, ante las presentes circunstancias, Su Majestad debería
ceder. No debe provocarle.
El Emperador se encorvó guardando silencio, pero cayeron lágrimas sobre sus
vestimentas. Entonces alguien llegó con las nuevas de que una fuerza de caballería, con sus
sables brillando al sol, se aproximaba para rescatarlo. En aquel momento escucharon el sonido
de los gongs y de los tambores.
El Emperador mandó que salieran para ver de quién se trataba. Pero era Guo Si, y la
tristeza cayó sobre ellos de nuevo. Al rato surgió un gran estrépito. Era Li Jue que había salido
para luchar contra Guo Si, quien había insultado su nombre.
— Te he tratado bien, ¿y ahora intentas matarme?— dijo Li Jue.
— Eres un rebelde, ¿por qué no iba a matarte?— gritó Guo Si.
— ¿Osas llamarme rebelde cuando soy el guardián del Emperador?
— Lo tienes secuestrado, ¿cómo puedes llamarte guardián?
— ¿A qué vienen tanto palabrerío? Procedamos a batallar y resolvamos la situación en un
combate individual, el vencedor tomará al Emperador y se irá.
Los dos generales lucharon frente a sus ejércitos, pero ninguno lograba imponerse al otro.
Entonces vieron acercarse a ellos a Yang Biao al galope, gritando:
— ¡Parad un momento, oh Comandantes! He organizado una fiesta de oficiales para
alcanzar la paz.
De esta forma los dos líderes se retiraron a sus campamentos. Al poco Yang Biao, Zhu
Jun y otros seis oficiales salieron y fueron al campamento de Guo Si. Fueron puestos en
confinamiento.
— Hemos venido con buenas intenciones— protestaron—, y somos tratados así.
— Li Jue se ha fugado con el Emperador; tenemos que tener a sus oficiales— dijo Guo
Si.
— ¿Qué quiere decir? Uno tiene al Emperador, el otro a sus oficiales. ¿Qué es lo que
quieren?— dijo Yang Biao.
Guo Si perdió la paciencia y sacó su espada, pero el Comandante Yang Mi le persuadió
de que no asesinara al que hablaba. Entonces Guo Si soltó a Yang Biao y a Zhu Jun pero retuvo
al resto en el campamento.
— Nosotros somos dos oficiales del Trono, y no podemos ayudar a nuestro señor. Hemos
nacido para nada— dijo Yang Biao a Zhu Jun.
Dándose el brazo el uno al otro lloraron y cayeron desmayados sobre la tierra. Zhu Jun se
fue a casa, cayendo gravemente enfermo y muriendo.
Tras eso, los dos adversarios lucharon cada día durante cerca de tres meses, perdiendo
cada uno muchos soldados.
En ese momento Li Jue se volvió profano y practicaba magia. Solía llamar a brujas para
que redoblaran tambores y convocaran espíritus, incluso en el campamento. Jia Xu solía
quejarse a él, pero sin éxito.
— El tal Jia Xu, aunque sea un amigo de Li Jue, parece que nunca ha perdido el sentido
de la lealtad hacia Su Majestad— dijo Yang Qi al Emperador.
Poco después Jia Xu se presentó.
El Emperador despachó a sus sirvientes y dijo a Jia Xu, todavía lloroso:
— ¿Puedes apiadarte de los Han y ayudarme?
— Jia Xu se postró, diciendo:
— Ese es mi mayor deseo. Pero, Señor, como se dice: deje a su sirviente idear un plan.
El Emperador secó sus lágrimas, y al pronto entró Li Jue. Llevaba una espada consigo y
andaba a zancadas hacia el Emperador, cuyo rostro se volvió del color de la arcilla.
Entonces dijo Li Jue:
— Guo Si ha fallado en su deber y ha apresado a los oficiales de la corte. Él desea matar a
Su Majestad, y de no ser por mí podría ser capturado.
El Emperador juntó sus manos a modo de saludo y le agradeció a Li Jue, el cual entonces
se fue.
Mucho después Huangfu Li entró. El Emperador, sabiendo que se trataba de un hombre
muy persuasivo y que procedía del mismo condado que Li Jue, le ordenó que fuera e intentara
acordar la paz entre ambas facciones.
Huangfu Li aceptó la mission y primero fue a ver a Guo Si, a quien le dijo:
— Desearía que liberase a los oficiales si Li Jue devuelve al Emperador su libertad.
Entonces Huangfu Li fue al otro bando. A Li Jue le dijo:
— Puesto que soy un hombre de Xiliang, el Emperador y los oficiales me han
seleccionado para traer la paz entre usted y su adversario. Guo Si ha consentido cesar las
hostilidades. ¿Está de acuerdo con la paz?
— Yo derroté a Lu Bu; he estado manteniendo el gobierno durante cuatro años y tengo
muchos grandes servicios en mi crédito como para que todo el mundo lo sepa. Ese otro tipo, ese
ladrón de caballos, se ha atrevido a coger a los oficiales del estado y se ha puesto en mi contra.
He jurado que voy a matarlo. Mira a tu alrededor. ¿No crees que mi ejército es lo
suficientemente grande como para acabar con él?
— Eso no marca la diferencia— dijo Huangfu Li—. En los días antiguos en Youqiong,
Hou Yi, orgulloso y confiado en la habilidad de sus arqueros, no compartió con nadie y gobernó
solo, y murió solo. Después usted mismo ha visto cómo el poderoso Dong Zhuo era traicionado
por Lu Bu, quien había recibido numerosos beneficios de sus manos. En nada de tiempo la
cabeza de Dong Zhuo estaba colgada de la puerta. Así que el tener simplemente fuerza no es
suficiente para asegurarte su seguridad. Ahora es general, con las hachas y los látigos y con
todos los símbolos del rango y un gran cargo; sus descendientes y todo su clan ocupa puestos
distinguidos. Tiene que confesar que el estado le ha recompensado generosamente. Cierto, Guo
Si ha capturado a los oficiales del estado, pero usted ha hecho lo mismo al „Más Venerado‟.
¿Quién es peor de los dos?
Li Jue desenfundó su espada lleno de ira y gritó:
— ¿El Hijo del Cielo te ha enviado para mofarte de mí y para deshonrarme?
Pero su comandante, Yang Feng, lo retuvo.
— Guo Si todavía está vivo— dijo Yang Feng—, y asesinar al mensajero imperial podría
ser una excusa de cara al público para levantar un ejército contra usted. Y todos los nobles
formarían parte.
Jia Xu también persuadió a Li Jue, y poco a poco su furia se fue calmando. Huangfu Li
fue invitado a marcharse.
Pero Huangfu Li no estaba satisfecho con su fracaso. En cuanto dejó el campamento gritó
en voz alta:
— Li Jue no obedecerá las órdenes del Emperador. ¡Matará a su príncipe para ocupar su
lugar!
El consejero Hu Miao trató de acallar a Huangfu Li, diciendo:
— No pronuncie esas palabras. Sólo conseguirá hacer que la muerte caiga sobre usted.
Pero Huangfu Li le chilló también, diciendo:
— Tú también eres un oficial del estado, y todavía apoyas al rebelde. Cuando el príncipe
es avergonzado, el ministro muere. Ese es nuestro código. ¡Si mi destino es morir a manos de Li
Jue, que así sea!
Y Huangfu Li mantuvo un torrente de insultos. El Emperador escuchó sobre el incidente,
llamó a Huangfu Li y le envió a su propio país de Xiliang.
En ese momento más de la mitad de las tropas de Li Jue eran de Xiliang, y tenía además
el apoyo de los Qiang, la tribu norteña tras la frontera. Cuando Huangfu Li propagó que Li Jue
era un rebelde y también aquellos que le habían ayudado, y que ese podría ser un día de gran
pesar, esas historias molestaron a los soldados.
Li Jue envió a uno de sus oficiales, el General Wang Chan del Ejército del Tigre, a
arrestar a Huangfu Li; pero Wang Chan tenía sentido del deber y estimó que Huangfu Li era un
hombre honorable. En lugar de ejecutar las órdenes, Wang Chan volvió para decir que Huangfu
Li no pudo ser encontrado.
Jia Xu intent ganarse el afecto de las tribus bárbaras, a las cuales les dijo:
— El Hijo del Cielo sabe que sois leales a él y que habéis luchado con bravura y que
habéis pasado padecimientos. Ha enviado una orden secreta para que vayáis a casa, y entonces
os recompensará.
Los miembros de las tribus tenían una queja con Li Jue por no pagarles, y así escucharon
prestos a las insidiosas persuasiones de Jia Xu y desertaron.
Entonces Jia Xu aconsejó al Emperador:
— Li Jue es codicioso por naturaleza. Ha desertado y está debilitado. Se le debe conceder
un alto cargo para ser llevado por el mal camino.
Y así el Emperador nombró oficialmente a Li Jue Mariscal Regente. Esto le complació
gratamente, y atribuyó este ascenso a la potencia de las plegarias de sus sabias brujas y a sus
indicaciones. Recompensó a esa gente más generosamente.
Pero su ejército se había perdido. Por lo que su comandante, Yang Feng, estaba enfadado.
Yang Feng dijo al General Song Guo:
— Hemos tomado todos los riesgos y nos hemos expuesto a las piedras y a las flechas en
su servicio, y no nos ha dado ninguna recompensa, atribuyendo todo el mérito a sus brujas.
— Quitémosle del medio y rescatemos al Emperador— dijo Song Guo.
— Explota una bomba como señal, y yo atacaré desde fuera.
De esta forma los dos se pusieron de acuerdo para actuar conjuntamente aquella misma
noche durante la segunda guardia. Pero habían sido escuchados, y el fisgón se lo dijo a Li Jue.
Song Guo fue atrapado y ejecutado. Aquella noche Yang Feng esperó afuera por la señal y
siguió esperando, hasta que salió Li Jue en persona. Entonces comenzó una refriega que duró
hasta la cuarta guardia. Pero Yang Feng escapó y huyó a Xian.
Pero desde ese momento el ejército de Li Jue comenzó a desmoronarse, y comenzó a
notar sensiblemente las bajas causadas por los frecuentes ataques de Guo Si. Entonces llegaron
noticias de que Zhang Ji, al frente de un gran ejército, se aproximaba desde Shanxi para traer la
paz entre ambas facciones. Zhang Ji prometió que atacaría al que se mostrara recalcitrante. Li
Jue trató de ganarse su favor enviando rápidamente a Zhang Ji un mensaje diciendo que estaba
preparado para la paz. Y así lo hizo Guo Si.
De esta forma los conflictos entre las facciones rivales finalmente terminaron, y Zhang Ji
lo conmemoró pidiendo al Emperador ir a Hongnong cerca de Luoyang.
El Emperador estaba encantado, diciendo:
— Llevo tiempo esperando volver al este.
Zhang Ji fue recompensado con el título de Comandante de la Caballería Voladora y fue
honrado notoriamente. Zhang Ji vio que el Emperador y la corte estaban bien provistos de
provisiones. Guo Si liberó a todos los oficiales cautivos, y Lu Jue preparó transporte para mover
a la corte al este. Li Jue ordenó compañías de su Guardia Real para escoltar a la caravana.
El avance discurrió sin incidentes hasta las inmediaciones de Xinfeng. Cerca del Puente
de Baling un viento otoñal del oeste empezó a soplar con gran violencia, y pronto el clamor del
vendaval se escuchaba por encima de los pasos del gran cuerpo de la caravana. Se detuvieron en
el puente e impidieron el paso.
— ¿Quién viene?— gritó una voz.
— La Carroza Imperial está de paso, ¿y quién eres tú para detenerla?— dijo Yang Qi,
cabalgando al frente.
Dos líderes del grupo de los bloqueadores avanzaron hacia Yang Qi, diciendo:
— El General Guo Si nos ha ordenado que guardemos el puente y detengamos a todos los
espías. Dices que el Emperador está aquí: debemos verle, entonces os permitiremos pasar.
Así la Cortina de perlas se corrió y el Emperador dijo:
— Yo, el Emperador, estoy aquí. ¿Por qué no se retiran para dejarme pasar, caballeros?
— ¡Wan shui! ¡Larga vida! ¡Larga vida!— gritaron todos a una, y se apartaron para
permitir a la corte avanar.
Pero cuando le informaron que se habían ido, Guo Si estaba muy enfadado, diciendo:
— Pensé en ser más listo que Zhang Ji, coger al Emperador, y mantenerlo en Meiwo.
¿Por qué dejas que se escape?
Ejecutó a los dos oficiales, se lanzó en persecución de la caravana, y los alcanzó a la
altura del condado de Huaying. El ruido de un gran vocerío surgió tras los viajeros, y una fuerte
voz ordenó:
— ¡Detened la comitiva!
El Emperador rompió en lágrimas.
— ¡Hemos caído de la madriguera del lobo a las fauces del tigre!— dijo.
Nadie sabía qué hacer; todos estaban demasiado asustados. Pero cuando el ejército
rebelde se encontraba sobre ellos escucharon el redoble de los tambores y tras unas colinas llegó
una cohorte de un millar de soldados precedidos por una gran bandera que portaba el nombre
Han del General Yang Feng.
Habiendo sido derrotado por Li Jue, Yang Feng huyó a las estribaciones de Xian y vino a
ofrecer sus servicios tan pronto como escuchó del viaje del Emperador. Viendo que ahora era
necesario luchar, se dispuso en la línea de batalla.
El general de Guo Si, Cui Yong, avanzó y comenzó a lanzar un torrente de insultos.
Yang Feng se volvió y dijo:
— ¿Dónde está Xu Huang?
A modo de respuesta llegó un valiente guerrero portando un hacha pesada de batalla.
Galopó con su veloz caballo directamente hacia Cui Yong, quien cayó derrotado tras el primer
golpe. Tras esto las fuerzas se precipitaron hacia adelante y se dirigieron a Guo Si. El ejército
derrotado retrocedió unas siete millas.
Yang Feng cabalgó hacia donde se encontraba el Emperador, quien cortésmente dijo:
— Es un gran servicio el que has rendido: has salvado mi vida.
Yang Feng hizo una reverencia y se mostró agradecido, y el Emperador pidió ver al
actual verdugo del líder rebelde. Así fue conducido hacia la carroza donde hizo reverencias y
fue presentado como Xu Huang de Hedong.
El Emperador reconoció el mérito del guerrero.
Entonces la caravana prosiguió su camino, Yang Feng actuando como escolta hasta las
inmediaciones de la ciudad de Huaying, el lugar donde se detendrían durante la noche. El
Comandante del lugar, Duan Wei, les suministró ropas y alimentos. Y el Emperador pasó la
noche en el campamento de Yang Feng.
Al día siguiente Guo Si, tras haber reunido sus tropas, apareció delante del campamento,
y Xu Huang llegó para presentar batalla. Pero Guo Si sacó su ejército de forma que rindió
completamente el campamento, y el emperador estaba en el medio. La posición era totalmente
crítica, cuando la ayuda apareció en la forma de un general galopando desde el sudeste, y los
rebeldes desistieron en su asalto. Entonces Xu Huang los castigó y así se anotó la victoria.
Cuando tuvieron ocasión de ver a su salvador descubrieron que era Dong Cheng, el tío
del Emperador o el “Tío del Estado”. El Emperador lloró mientras le relataba sus penas y
peligros.
— Debe mostrarse lleno de valor, Señor— dijo Dong Cheng—. El General Yang Feng y
yo hemos prometido acabar nosotros mismos con los rebeldes Li Jue y Guo Si y de esta forma
purificar el mundo.
El Emperador mandó viajar al este tan pronto como fuera posible, y así marcharon día y
noche hasta que alcanzaron su destino en Hongnong.
Guo Si condujo de vuelta a su derrotado ejército. Al encontrarse con Li Jue le contó el
rescate del Emperador y dónde había ido.
— Si llegan a las Montañas Huashang y reciben apoyo en el este enviarán sus proclamas
por todo el país, llamando a las armas a los nobles contra nosotros, y nosotros y nuestras
familias estaremos en peligro— dijo Guo Si.
— Zhang Ji está ocupando Changan, y debemos ser cautelosos. No hay previsto un
ataque conjunto a Hongnong, por lo que podremos matar al Emperador y dividirnos el imperio
entre nosotros— dio Li Jue.
Guo Si encontró apropiado el plan, por lo que sus ejércitos se reunieron en un lugar y
unidos saquearon los campos. En su camino a Hongnong sembraron la destrucción allá por
donde pasaban.
Yang Feng y Dong Cheng escucharon sobre la llegada de los rebeldes cuando partían en
un largo viaje, por lo que ambos se volvieron y decidieron encontrarse con ellos en Dongjian.
Li Jue y Guo Si habían hecho previamente su plan. Como las tropas leales eran pocas en
comparación con sus propias hordas, podrían aplastarlas como si fueran hierba. Así, cuando el
día de la batalla llegó, se arrojaron cubriendo las colinas y llenando las llanuras. Yang Feng y
Dong Cheng se dedicaron únicamente a la protección del Emperador y de la Emperatriz. Los
oficiales, los sirvientes, los eruditos y los funcionarios, toda la parafernalia de la corte fue
abandonada a su suerte. Los rebeldes hicieron estragos en Hongnong, pero los dos protectores
llevaron a salvo al Emperador a Shanbei.
Cuando los generales rebeldes mostraron signos de persecución Yang Feng y Dong
Cheng empuñaron sus espadas de doble filo. Enviaron para ofrecer discutir los términos de la
paz con Li Jue Y con Guo Si; al mismo tiempo enviaron un edicto secreto para conseguir la
ayuda de los líderes de los rebeldes de los Olas Blancas, Han Xian, Li Yue y Hu Cai. Los Olas
Blancas eran una rama de los Turbantes Amarillos, y Li Yue era un bandido que había inspirado
a los rebeldes por todo el país. Pero la necesidad de ayuda era demasiado desesperada.
Esos tres, habiéndoles prometido perdón por sus crímenes y un cargo de oficial,
respondieron sin dudar a la llamada, y de esta forma el bando leal fue fortalecido, por lo que
Hongnong fue reconquistado. Pero mientras tanto Li Jue y Guo Si arrasaban con cualquier lugar
por donde pasaban, matando a ancianos y débiles, y obligando a los fuertes a unirse a sus filas.
Cuando marchaban a una lucha enviaba a esos civiles reclutados al frente, y los llamaba los
soldados “Que Desafían a la Muerte”.
La fuerza de Li Jue y de Guo Si era arrolladora. Cuando Li Yue, el líder de los Olas
Blancas, se aproximó con su ejército, Guo Si ordenó a sus soldados dispersar ropas y objetos de
valor por la carretera. Los antiguos ladrones no pudieron resistir la tentación, por lo que una riña
comenzó. Entonces los soldados de Guo Si cayeron sobre sus desordenados rivales causando
grandes daños. Yang Feng y Dong Chen tuvieron que llevarse al Emperador hacia el norte.
Li Jue y Guo Si les persiguieron.
— El peligro es grave— dijo Li Yue—. Le ruego, Su Majestad, que monte un caballo y
vaya delante.
— No puedo soportar abandonar a mis oficiales— respondió el Emperador.
Lloraron y forcejearon lo mejor que pudieron. El líder de los Olas Blancas, Hu Cai, murió
en un ataque.
El enemigo se acercaba mucho, y el Emperador abandonó su carruaje y continuó a pie.
Yang Feng y Dong Cheng le escoltaron hasta la orilla del Río Amarillo. Li Yue buscó un bote
para llevarlo a la otra orilla. El tiempo estaba muy frío y el Emperador y la Emperatriz se
abrazaron fuertemente tiritando. Llegaron al río pero las orillas eran demasiado altas, y no
pudieron bajar al bote. Entonces Yang Feng propuso atar juntas las bridas de los caballos y bajar
al Emperador suspendido por el talle. Sin embargo, el hermano de la Emperatriz, Fu De,
encontró varios fajos blancos de seda de soldados muertos, y enrollaron en ellos a las dos
personalidades imperiales, y de esta forma fueron bajados hasta cerca del bote. Entonces Li Yue
tomó su posición en la proa con su espalda inclinada. Du Fe llevó a la Emperatriz en su espalda
al bote.
El bote era demasiado pequeño para llevarlos a todos, y aquellos que fueron incapaces de
permanecer a bordo se agarraron al cable, pero Li Yue lo cortó y se cayeron al agua. Entonces
llevaron al Emperador a la otra orilla y luego volvieron a por el resto. Había gran dificultad para
abordar el bote, y tuvieron que cortar de un tajo los dedos y las manos de aquellos que persistían
en subir a la embarcación. Los lamentos se alzaron a los cielos.
Para cuando alcanzaron la otra orilla se perdieron muchos, sólo quedó una docena del
séquito del Emperador. Yang Feng encontró un carro tirado por bueyes y transportó al
Emperador y a la Emperatriz a Dayang. No tenían comida y por la noche buscaron refugio en
una pobre casa sin techo. Los aldeanos les dieron algo de mijo cocido pero era demasiado
áspero para poder ser tragado.
Al día siguiente el Emperador otorgó títulos a todos aquellos que le brindaron protección.
Li Yue fue hecho General Que Conquista el Norte, y Han Xian fue nombrado General Que
Conquista el Este.
La fuga continuó. Al poco dos oficiales de rango llegaron con el cortejo, y se postraron
ante Su Majestad con muchas lágrimas. Eran el Guardia Imperial Yang Biao y el Ministro Han
Rong. El Emperador y la Emperatriz alzaron sus voces y lloraron con ellos.
— Los rebeldes han confiado en mis palabras— dijo Han Rong a su colega—. Usted debe
permanecer como guardia del Emperador, y yo tomaré mi vida en mis manos y trataré de traer la
paz.
Después de que Han Rong se fuera, el Emperador descansó durante un tiempo en el
campamento de Yang Feng. Pero Yang Biao pidió al Emperador que se dirigiera hacia Anyi y
estableciera allí la capital. Cuando la comitiva llegó al pueblo se encontraron que no había ni un
solo edificio notable, y la corte vivió en cobertizos de paja desprovistos de puertas. Suplieron
estas carencias con unas vallas de espinos como protección, y dentro de estas moradas el
Emperador celebró un concilio con sus ministros. Los soldados acamparon en torno a las cercas.
Ahora Li Yue y los rufianes de sus seguidores mostraron sus verdaderos colores.
Manejaron los poderes del Emperador a su antojo, y los oficiales que les ofendían fueron
apaleados o insultados incluso en presencia del Emperador. Proporcionaban a propósito vino de
la peor calidad y carne áspera para el consumo del Emperador. Luchaba por tragar lo que le
enviaban. Li Yue y Han Xian participaban recomendando para el Trono nombres de convictos,
soldados rasos, hechiceros, sabandijas y personas de peores calañas, las cuales conseguían
cargos oficiales. Así hubo más de doscientas personas. Como los sellos no marcaban su
estampa, piezas de metal fueron machacadas con cualquier clase de figura. Los asuntos de la
corte nunca fueron degradados hasta tal bajeza.
Ahora Han Rong fue a ver a Li Jue y a Guo Si. Tras escuchar sus vigorosas persuasiones,
los dos generales rebeldes accedieron a liberar a los oficiales y personal de Palacio.
Una hambruna sucedió aquel mismo año y la gente se vio rebajada a comer hierba de los
bordes de las carreteras. Hambrientos, deambulaban de aquí a allá. Pero la comida y la ropa fue
enviada al Emperador de parte del gobernador de Henei, Zhang Yang, y del gobernador de
Hedong, Wang Yi, y la corte comenzó a disfrutar de un pequeño reposo.
Dong Cheng y Yang Feng enviaron trabajadores a restaurar los palacios en Luoyang con
la intención de mover la corte allá. Li Yue se opuso a eso.
— Luoyang es la capital original en contra del mísero pueblo de Anyi— argumentó Dong
Cheng—. Trasladarla puede ser cuando menos razonable.
Li Yue concluyó, diciendo:
— Puede que quieras llevarte la corte, pero yo permaneceré aquí.
Pero cuando el consentimiento del Emperador iba a ser dado y se iba a empezar a realizar,
Li Yue envió una orden secreta a Li Jue y a Guo Si para capturar al Emperador. Sin embargo,
este complot se filtró y la escolta se puso así a prevenir este hecho, y fueron presionados a pasar
el puerto de las Montañas Zhiguan tan rápido como les fuera posible. Li Yue escuchó esto, y sin
esperar a que sus colegas rebeldes se les unieran actuó por su cuenta.
Sobre la cuarta guardia, justo cuando la caravana estaba pasando por las Montañas
Zhiguan, se escuchó una voz gritando:
— ¡Detened esos carruajes! ¡Li Jue y Guo Si están aquí!
Eso asustó enormemente al Emperador, y su terror se incrementó cuando vio la falda de
la montaña iluminarse. De hecho:

El grupo rebelde anteriormente fue fraccionado en dos,


Para hacer funcionar sus maldades vuelven a unirse de nuevo.

Cómo escapó el Hijo del Cielo de este peligro se contará en el siguiente capítulo.

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