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L A EMIGRACION DE NAVARROS Y VASCONGADOS

A L W E V O MUNDO Y SU REPERCUSION EN
LAS COMUNIDADES DE ORIGEN

Valentíil Viízquez de Prndn Vnllejo


luan Rosco A~noresCnrrednno

Uiliversidmi 1113 Navarra


111traducción

l. Con esta poiiencia pretendemos resumir el estado de la cuestión en lo que se refiere a esa pecu-
liaridad de la emigración vasco-navarra al Nuevo Mundo, de paso que suscitamos algunos iiiterrogantes
que nos han surgido, y posibles líneas de invcstigacióii. No se trata, en modo alguno, de un estudio siste-
mático sobre tema tan amplio y con tan variadas rcpercusioiies.
2. La emigración vasca y navarra a América se singulariza tanto por su elevado volumeii en relación
al total de emigrantes y, sobre todo, respecto al peso demográfico de estas dos regiones en el conjunto peiiin-
sular, como por las características de su asentamiento en los territorios de acogida.
Las razones por las que el vasco-navarro marcha a Ainérica, lo mismo en el siglo XVII que en el
XIX, se asemejan a las del resto de la emigracióii española, pero también se dan en esas causas matices
peculiares.
Pero quizá sea oportuno, antes de seguir adelante, precisar aquí el porqué hemos recogido en un
mismo grupo a los vascoiigados y a los navarros. Las razones son varias. La primera, que, aun salvadas
distancias iiistituciorialcs -Navarra fue un Reino coi1 sus itistihicioiies propias hasta 1841- y peculiaridades
1 d e sus habitantes -sólo eii uiia parte d e Navarra predomina la etnia y cultura vascas-, existe una afinidad
innegable que expresa perfectamente el término Euskalerría.
Eii segundo lugar, esta realidad de "proximidad" entre vascoiigados y navarros se tradujo, en la
emigración, en contactos y relaciones más estrechos que con otros grupos españoles.
En tercer lugar, durante la época colonial, algunas de las fuentes que se están trabajando, en alguna
manera, los aproxima. Me refiero a babajos concretos que se realizan actualmente por miembros del Depar-
tamento de Historia Moderna de la Universidad de Navarra, en el Archivo diocesano de Pamplona, diócesis
que incluía hasta el siglo XiX la mayor parte d e Guipúzcoa.
Por lo demás, resulta claro que en las provincias marítimas -Vizcaya y Guipúzcoa- se dan otras
coiidiciones diferentes no sólo de Navarra, siiio de la provincia de Alava; esta se asemeja más a la Navarra
media y meridional.

El flujo migratorio: su cunntificnciórz

1. La cuantificacióii del flujo migratorio sigue siendo el principal problema para los iiivestigadores,
incluso para los que estudian la segunda etapa de emigracióii, los siglos XIX y XX, debido al retraso de
134 V. VÁ~QUEZ
DE PRADA
Y J.B. AMORES

aplicación del control estadístico y la imprecisión de los datos oficiales. La cuaiitificación está en relación
directa con las fuentes y éstas unas veces faltan y otras presentan múltiples dificultades para un tratamiento
-
riguroso
Esto es especialmeiite claro por lo que respecta a la primera etapa, la época colonial. Magnus Morner,
en un conocido artículo1,expuso los límites de los resultados realizados hasta entonces, d e paso que ofrecía
sus propias estimaciones. Pero existe un cierto acuerdo en aceptar como más fiables las cifras que publicó
¡3oyd-~owman': según este autor, los vascos, entendidos en sentido amplio, alcaiuaron un 6% del total
d e emigrantes en los primeros 15 años de la colonización, el mismo porcentaje que los procedentes de las
dos Castillas o de Extremadura, regiones con más población. Y si nos fijamos en otros datos más concretos
que aparecoi en la misma obra, encontramos proporciones entre el 8 y el 16% de vascos en los núcleos
urbanos más poblados de esos primeros decenios, lo que indica ya un primer rasgo sigiiificativo que persis-
tirá en el futuro: la preferencia del vasco-navarro por el asentamiento urbano.
Durante la etapa d e la conquista y primera coloniucióii del continente, los vascos sobresalen, como
es bien conocido, en la expansión hacia el norte del virreinato iiovohispano; la fundación y primeros estable
cimientos de Zacatecas, Nueva Vizcaya, Nuevo Leóti, Santa Fe de Nuevo México y la exploración d e las
costas califomianas van unidas a personajes como Cristóbal y Juan de Ofiate, Juan d e Tolosa, Diego y Fran-
cisco de Ibarra, Francisco de Urdiiiola, Martíii de Zavala y Sebastián Vizcaíno. Asimismo, los primeros
obispos de México (Zumárraga) y Oaxaca (Mendieta) encabezan una larga lista de notables eclesiásticos
vascos en la Nueva España del XVI.
2. Algunos datos que proporciona Morner en el articulo citado sugieren que la emigración vasco-
navarra debió intensificarse en el siglo XVII. Otros autores, como W. ~ o r a hparccen
~, confirmar esta opinión.
Esto se corresponde con los primeros resultados de los trabajos en curso de realización aludidos. Las auto-
ridades locales se quejan de que: "en 1640, d e cuatro partes de gentes de Vizcaya, las tres son d e mujeres,
por los muchos hombres que salen y no ~ u e l v e n "Durante
~. este siglo, los altos costes del transporte, la
itisepridad de la navegación -de hecho se reduce drásticamente eii la segunda mitad- y el criterio restrictivo
d e la Corona, parecen sugerir un retroceso emigracional; sin embargo, esos mismos factores bien pudieron
fomentar los viajes ilegales, a juzgar por la reiteración y agravamiento de las penas para los emigrantes
clandestinos.
Podemos aceptar esta hipótesis, muy probable, por la mayor facilidad para obviar los trámites
oficiales, amparados en la fraiiquicia de que gozaban en sus actividades marítimo-comerciales; la R.C. de
27 de enero de 1582 daba preferencia a las naos vizcaínas en la Carrera de Indias y a los vizcaínos para
ir como macshes. Y, además, por la mayor dificultad que . para
. ejecutar el control tenían las autoridades
sevillanas. Algunos datos pueden co~ifirmariiidirectameiite esta hipótesis, como el que en 1689 la segunda
comunidad española más numerosa en la ciudad de México fueran los vascos, por detrás de los andaluces
y muy por delante de los mo~itañeses~.
El declive de la consh~icciótinaval y de la actividad de las ferrerías, así como d e la pesca y

' MOKNER, M. (1975): "La emigración espafiola al Nuevo Mundo antes de 1810. Un infoniicdcl estado de la investigación",
cn A~iirnriode Esfitdios Americnni~s,XXXII, Sevilla, págs. 43-131.
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pág. 63.
Cit. en NADAL OLLER, J. (1976): La yoMnciÓ>c wyañoln ( S i ~ l o sXVI a X X ) . Barcelona,
"UGENIO MARTINEZ, M". (1983): "México", en Historia Gnitwnl de iespnna y América, t. X I , 1, Rialp, Madrid, pág. 464.
navegación durante ese siglo jno podían hacer pensar también en un crecimieiito del flujo vasco hacia
América?
Hasta el momento no disponemos d e nuevos estiidios cuantitativos fiables, pero es d e esperar que
en los aiios inmediatos, cuando vean la luz las pacicntcs investigaciones que se estáii llevando a cabo, tenga-
mos resultados más significativos, si bien nunca definitivos. Por tanto, en este aspecto, hemos de confor-
manios, más que con cifras cuantitativas precisas, sobre todo para la etapa colonial, con estimaciones relativas
en porcentajes.
3. Lo que sí es seguro es que esta emigración se hace más intensa en el siglo XVIII, cuando aumentan
las posibilidades tanto comerciales como de hacer carrera en la burocracia, como consecuencia de las reformas
de los gobiernos ilustrados. Al igual que en Espaiin, la administración indiatia manifiesta, al menos ya desde
el siglo xVII~,una clara preferencia por la designación de navarros y vascongados para los puestos que
requerían una mayor confianza y preparación técnica, como eran los de la Real Hacienda; confianza a la
que entonces respondieron con una absoluta fidelidad; los ejemplos se podrían multiplicar.
La presencia de vascongados y navarros crece osteiisiblemente en Lima y en ~ é x i c o además, ~;
se desarrollará con fuerza, desde principios del siglo, en otras zonas donde hasta entonces esa presencia
era minoritaria, como Chile, Venezuela o el Rio de la plataE.
Los navarros aparecen en este siglo citados expresamente en las fuentes. Además d e estar situados
en los puestos de gobierno en América, Ilegaii a constituir nada menos que el 13% de los matriculados
en el Consulado gaditanoy. Esto último facilitaría, sin duda, un aumento de la emigración navarra, como
parecen mostrar los primeros resultados de las investigaciones que se están realizandoi0. Gerónimo d e
Ustáriz, en su famoso tratado T h e o r í a y p r i c t i c a d e cornercio y d e 7iiurUza (1924,17421, pone en segundo lugar,
de entre las provincias que en esos momentos enviaban más gente a América, a Navarra, por detrás sola-
mente de Cantabria, entendida como Santaiider, Vizcaya y Guipúzcoa.
Las investigaciones antes citadas se están haciendo sobre fuentes poco utilizadas Iiasta ahora, como
son los archivos tiotarialcs, los provinciales, municipales y los diocesanos, que conservan, por ejemplo,
abundantes series de expedientes sobre limpieza de sangre de los que pretenden emigrar.
Señalemos también que la mayor libertad d e navegación y comercio en el XVIII, iniciada con los
navíos de registro y aumentada con el régimen de libre comercio, multiplica las dificultadespara cuantificar
el flujo migratorio, partiendo de fuentes oficiales, precisamente en la época en la que debió crecer más;
por otra parte, debieron ser más frecuetites que antes los retornos y los viajes estrictamente comerciales.
Por ello, el análisis sistcmático de las fuentes citadas proporcionará datos significativos, pero difícilmente
un número, siquiera aproximado, del flujo migratorio.
4. La emigración vasca y navarra a América alcanza un volumeii inusitado a partir de 1850, formando
parte del masivo traslado de poblacióti europea al nuevo continente, que se produce enhe esa fecha y 1930.
Como es conocido, este hecho está motivado por la diferencia de oportunidades eiitre una Europa
superpoblada -con un excedente de mano de obra campesina que no puede absorber la iiicipiente revolución

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' O Vid. la comunicación presentada en esta niisilia Reunióii por AKAMUUKU ZUDAIRE, J. M. y USUNAKIZ GARAYOA,
J. M., LB m i g r a c i ó ~ de
i riaunrros y guipuzconiios hacia r l N!<<woMirrrdo drrrnrite la Ednd Moderrin: fir<~irfesy balarice de resi~ltndoi.
industrial- y los nuevos territorios -especialmente las tierras templadas suramericanas y el Oeste de Norte-
américa-, necesitados de mano de obra cualificada para su expansión económica. Como respondiendo a
esta doble necesidad, a uno y otro lado del Atlántico se produce u11cambio radical de las políticas emigra-
cionistas.
Para cuantificar este nuevo flujo, aunque se dispone de muchos más datos, las dificultades no son
menores que en la etapa preestadística. Se cuenta con series oficiales más seguras a partir de 1850, a un
lado y otro del Atlántico, pero no suficieiites al menos hasta 1882 en España, cuando comienza a elaborarlas
de modo sistemático e1 recién creado Instituto Geográfico y Estadístico.
Ciñéndoiios a nuesko ámbito geográfico, de 1830 a 1880, contamos con algunos estudios parciales
realizados sobre los datos que proporcionan los arcliivos notariales". Pero resultan más interesantes para
determinar las características de la emigración que el volumen de la misma. No obstante, parecen indicar
con claridad que el carácter masivo de ese flujo se inicia ya en este periodo, con lo cual podemos aventurar
la Iiipótesis d e que la región a que nos referimos, especialmente en su zona marítima, se anticipa a la emi-
gración masiva del resto de España. 0 , quizá, fuera mejor decir que, como nunca se ha interrumpido, en
los periodos más propicios para las salidas se observa más claramente. Así, en el caso del valle navarro
del Baztán, estudiado por C. Idoate, destaca la intensidad del fenómeno migratorio: durante este periodo,
alrededor de 1.600 personas, de una población estable de 8.500, salen para Ambrica.
Para el periodo de 1882 a 1930 las fuentes oficiales españolas, según el cuadro que ofreceJ. ~ a d a l " ,
dan un total de 1.042.775 emigrantes; sin embargo, para el mismo periodo, las estadísticas d e los países
receptores hablan d e tres millones y medio. Aparte de los defectos que se han detectado en estas últimas -
como las duplicaciones- parece claro que muchos pasaron ilegalmente y otros lo hicieron con carácter
temporal.

5. La última oleada de emigrantes responde a las facilidades otorgadas en Argentina y Uruguay


como consecuencia de la restricción de la emigración italiana desde 1911. Pero poco después estalla la
Primera Guerra Mundial, que señala el final de la masiva emigración vasca al nuevo contitietite, no solamente
por el conflicto sino, sobre todo, por factores internos de los países receptores: en Argentina ha terminado
la expansión d e la primera revolución agrícota-ganadera y aparece el nacionalismo xenófobo; en los EE.UU.,
el otro gran foco receptor de la emigración vasca, la política de extensión de las reservas forestales y la
consiguiente lucha contra el pastoreo nómada -la actividad vasca por excelencia en el Oeste de este país-
determina un descenso importante d e la emigración que, sin embargo, reaparecerá con fuerza a partir de
1945. La 1 Guerra, por otro lado, supuso un fuerte crecimiento de la economía española y fomentó enor-
memente el contrabando fronterizo, de tanta importancia para la cconomía del Norte d e Navarra.
Entre 1916 y 1930 el flujo migratorio alcanza todavía cifras significativas, aunque muy inferiores
a las de la etapa anterior. A partir de esa última fecha los gobiernos americanos se ve11obligados a frenar
la inmigración, como consecuencia d e la situación creada por la crisis del 29, que incluso obligó a muchos
a retornar. Los exiliados d e la reciente guerra civil coiistituycii un nuevo coiitiiigeiite emigratorio notable
d e estas regiones a América.

" PILDAIN SALAZAR, M". (1984): Ir n Am4rirn. Lo n?~i,~rncid>r


unscn n Alnirica (Guip~ízcon1840-1870). Can Cebastián; e
D O A T E IZQUIETA, C. (1989): Emigración naunrrn del Valle del IHoztáii a Aii~Pricnert el s. XIX, I'arnploiia.
l2 NADAL, J.: 0 p . cit.
LA EMIGRACIÓNDE NAVARROS Y VASCONGADOS AL NUEVO MUNDO 137

Las causas

Tanto se ha hablado de este tema que convendría ponerse de acuerdo para llegar a un intento de clasificación.
En principio, nos parece acertada la terminología que usó Morner en el citado artí~ulo'~, donde se refiere
a unas "fuerzas de repulsión", que son las que motivan la salida del lugar de origen, y otras que llama
"de atracción", las que achían desde el país receptor. En ambos casos podemos distinguir enhe unos factores
de tipo estructural y otros más coyunturales; y aún podríamos matizar diferencias entre la época colonial
y la contemporánea; pero, para no complicar demasiado el cuadro, no lo liaremos.

Fuerzas de repulsión, o factores intwnos err el país de origen. a) La conjunción de una alta densidad
de población, basada en un elevado índice de fertilidad y escasez de tierra disponible, tanto por la confi-
guración física del País como por las limitaciones impuestas por el sistema hereditario, que favorece al
único heredero. Algún autor recuerda, no obstante, que esa costumbre hereditaria se reduce a Guipúzcoa
y la zona montañosa de Alava, Vizcaya y de Navarra; pero en el resto (buena parte de Alava y la mayor
parte de Navarra) el escaso valor de la legítima habría servido precisamente para costear el pasaje a América,
al menos en el último siglo.
La presión demográfica, de carácter estructural, es admitida por todos y tienden a confirmarlo los
datos conocidos tanto para la Edad Moderna, cuando parece que la población vasca apenas sufrió los
desastres bioclimáticos y epidémicos que asolaron el resto de la península14,como para la época contem-
poránea, en la que el índice de crecimiento es el doble que el del conjunto de la población española; sin
embargo, una buena parte d e este crecimiento se debe a la inmigración, sobre todo a partir de 1876, como
resultado del desarrollo económico que experimenta la zona; por ello, también para esta época habría que
determinar la validez del argumento d e la presión demográfica.
b) La hadición marítimo-comercial explicaría la importante proporción cuantitativa vasca en la
emigración colonial. De hecho, al iniciarse la empresa americana, únicamente en el País Vasco y la cornisa
caiitábrica existe una experiencia de navegación de altura, junto con unos pocos andaluces atlánticos; pero
vizcaínos, guipuzcoanos y cántabros contaban además con una tradición en la industria naval y metalúrgica;
indushia que recibió, desde el primer momento, el apoyo real. Los navíos vascos y cántabros abastecieron
mayoritariamente la empresa colonizadora durante el XVI.
c) La resistencia del campesiiiado vasco-navarro a cualquier forma de trabajo dependiente o asala-
riado, que le integrara en el mundo servil o en el proletariado; dicho d e forma positiva, la inclinación a
la independencia personal y económica, que se revela de modo general en el espíritu individualista, aven-
turero y emprendedor, y en la búsqueda de posibilidades en otros lugares.
d ) La política o legislación del gobierno y de la Corona, alentadora de la emigración, de la que encon-
tramos claros ejemplos tanto para la llamada época Moderna como en la Contemporánea. Así -uno de los
muchos ejemplos que se podrían citar- la Instrucción Real de 1511 a los oficiales de la Casa de Contratación
para que, entre ohas cosas, enviaran agentes a Vizcaya y a las demás regiones del Norte donde "hay gente
sobrada e las tierras son estériles, para que de allí vaya toda la más xente de travaxo por ser pueda"15.

l3 MORNER, M.: Op. cit.


l4FERNANDEZ ALUADALEJO, P. (1975): La crisis dtl A~rtiguoR@gi~.ilnoien Guipúzcon, 1766-1833: cambio econdlnico e historia.
Madrid.
l5 MORNER, M.: Op. cit., pág. 88.
138 V. VÁZQUEZ DE PRADA
Y J.B. AMORES

Unicamente en las épocas de crisis internas o externas, como durante el siglo XVlI y en los primeros decenios
del XIX, se encuentran disposiciones oficiales contrarias a la emigración.
A partir de 1853 y hasta 1907 la legislación española elimina progresivamente todos los obstáculos
a la emigración; y la opinión pública de principios de siglo demuestra estar en consonancia con esa política,
en lo que parece una preocupación general por el desajuste que se produce entre el rápido crecimiento
vegetativo de la población y la incapacidad de la inicial revolución industrial para absorber la mano de
obra excedenteT6.
e) Aunque se ha de precisar aún la posible relación que tienen con el hecho migratorio, podemos
citar otras fuerzas que tendrían un carácter más coyuntural:
- el aumento del índice de crecimiento vegetativo de la población al mejorar la dieta alimenticia
con la introducción de nuevos cultivos, como el maíz, y de nuevos instrumentos de cultivo, como la layaI7;
-la crisis de la construcción naval, de las ferrerías y del comercio desde, al menos, las décadas finales
del XVI;
-la pérdida de una buena parte d e la actividad bacaladera a manos inglesas, durante el siglo XVIII,
que podría explicar en parte, quizás, el aumento de la participación del capital vasco en las Compañías
comerciales;
- la incapacidad de la incipiente revolución industrial d e la segunda mitad del XIX para absorber
el excedente d e población;
- periodos de escasez y hambre, como los conocidos de 1690-95, 1708-18 ó 1846-47;
- la pérdida de tierras d e pastoreo con el avance de las roturaciones en la primera mitad del XIX;
- el exilio voluntario por motivos bélicos e ideológicos, como se sabe que ocurrió, en algunos casos
concretos, al finalizar cada una de las guerras carlistas, y con la reciente guerra civil; así como la ancestral
resistencia del joven vasco a enrolarse en ejércitos que considera extranjeros;
- por último, algunos autores señalan la influencia que debió ejercer una arraigada tradición emi-
gratoria en determinadas poblaciones o comarcas; esto, aunque es difícil d e medir, ayudaría a explicar que
persista la intensidad emigratoria en esas zonas en momentos en que la coyuntura, al menos en teoría,
no la favorecen.

Fuerzas de atracción debieron ser: a) La imagen idealiazada del destino, que es potenciada de forma
coyuntural por las noticias de expediciones victoriosas al inicio de la colonización, o d e descubrimiento
d e riquezas mineras -ya sean las de Zacatezas en 1546 o las d e Califomia a mediados del XIX-, o por el
regreso de indianos enriquecidos a su tierra natal.
b) La legislación poblacionista de las Repúblicas conservadoras del Cono Sur americano a partir
d e 1853, fecha de la Constitución argentina en la que se incluye el firme propósito d e favorecer la
inmigración.
C)Las mayores facilidades del transporte, sobre todo en la época contemporánea, debido a la paz
marítima d e que goza el Atlántico, al desarrollo tecnológico y de los instrumentos de pago.
d) La existencia de parientes bien situados en tierra americana, que ofrecen posibilidades d e trabajo
y una rápida inserción social en el nuevo país.

l6FERNANDEZ DE PINEDO, E. (1988): Los movimientos ,nifrnforios vascos, en especial hncin América, en SANCHEZ
ALBORNOZ, N,, comp. (1988): Españoles hacia Arnériui. Ln miyració>i eri mnsa, 1880-1930, Madrid, págs. 105-123.
" FEKNANDEZ ALBADALEJO, P.: Op. cit., págs. 85-88.
L A EMIGRACIÓN DE NAVARROS Y VASCONGADOS AL NUEVOMUNDO 139

Las características de la emigración vasco-navnrra


En este apartado veremos una serie de aspectos que definen con más claridad la peculiaridad de la emi-
gración vasca en relación a la del resto de la península.
1. Tipología del emigrante: a) en cuanto a la edad y el sexo, los pocos datos de que se dispone
iiidican que el vasco emigrante suele ser mayoritariametite varón, bastante joven y soltero; si tomamos
como ejemplo el estudio realizado por C. Idoate para el Baztán, el 67% de los emigrantes tienen entre 15
y 25 años, y el 90% d c los que salen en los dos primeros decenios son varones. En la época más recicntc
llama la atención el número deadolescentes, muchas veces casi niños, que son enviados a los nuevos países;
pero esto, como el aumento de la emigración femciiiiia -que llega a suponer el 30%, aproximadamente,
a partir de 1880- e incluso de utiidades familiares casi completas, supone siempre la preexistencia en el
lugar de destino de un ambiente d e acogida;
b) la cualificación profesional es distinta, por razones obvias, en la primera y en la segunda etapa.
Con la independencia desaparecen para los españoles -especialmente para los vascongados y una partc
d e los navarros, que gozaban de hidalguía universal- las posibilidades dc ocupar situaciones de privilegio;
a partir de entonces, el emigrante vasco es fundamentalmente un campesino-pastor; sin embargo, se ha
señalado tambiéiil' la elevada proporción d e artesanos e industriales vascos de entre los que emigran
a partir de 1880; un caso específico es el de los pastores vascos que emigran al Oeste norteamericano.
2. Las características del viaje de los emigrantes contemporáneos Iian sido bien estudiadas, entre
otros, por Pildain Salazar y Carlos Idoate; quizás cstc último es más preciso en el análisis de los distintos
elementos, como pueden ser las agencias de transporte vasco-francesas, las distintas modalidades de pago
y el modo d e actuar d e los agentes dc contratación que, como señala Pildain, solían ser dc dos tipos: los
oficiales, representantes de las agencias, que actuaban legalmente, y los llamados enganchadores, enviados
o pagados por los gobicrnos americaiios y que no estaban bien vistos ni por las autoridades ni por el pueblo.
3. El destino elegido durante la época coloiiial parecen ser los núcleos urbanos más desarrollados -
capitales virreinales y puertos importantes- adcmás de las zonas mineras de México y Alto Perú. En el
siglo XVIII se produce una mayor diversificación de la presencia vasca y navarra, paralela a la de la actividad
comercial, y así tendríamos que citar Venezuela, por la actividad de la Compañía Guipuzcoana de Caracas,
Chile y el Río de la Plata, pero sin que se modifique el modo de asentamiento urbano.
En los siglos XiX y principios del XX, de un 60 a un 70% d e los emigraiites vascos se dirigen a los
países del Río d e la Plata, y en mucha menos proporción a Cuba, México, Chile y Venezuela. Resulta llama-
tivo el número nada despreciable de vascos que marchan a Filipinas hasta su independencia y quizá no
han sido bien explicadas las causas dcl fenómeno: ¿Puede suponer una continuidad de los intereses mer-
cantiles y financieros d e la Compañía Guipuzcoana transformada en la de Filipinas a finales del XVIII?
Mientras tanto, se está produciendo una emigración, exclusivamente vasca, a las tierras del Oeste
norteamcricano; llegaron allí a partir d e 1848, cuando se inicia la fiebre del oro en las tierras californianas,
procedentes al principio d e Chile y d e México pero enseguida también desde la península; este fenómeno

l8 FERNANDEZ DE FINEDO, E.: Op. cit., págs. 119-120.


ha sido muy bien estudiado por W.A. Douglass y J. Bilbao en su conocida obraT9.
4. La peculiaridad del asentamiento vasco-navarro en los nuevos países: a) La empresa colonial
pareció hecha a la medida de la idiosincrasia socio-profesional vasca y a su espíriiu emprendedor; de hecho
dominan desde el principio, como ya hemos ido viendo, los sectores claves d e la economía colonial, con
una especial incidencia en el comercio donde ocupan, desde muy pronto, sus propias posiciones dentro
del monopolio andaluzz0 y en los poderosos Consulados virreiiiales, y en la minería.
Esa presencia irá creciendo cuantitativa y cualitativamente, d e modo que, en la segunda mitad del
siglo XVIII, adquieren una posición relevante y decisiva, llegando a constituir uno d e los grupos más influ-
yentes en la sociedad colonial americana. Como ejemplos podríamos citar el de la Compañía Guipuzyoana
y su influencia en Venezuela; lo mismo ocurre con la Compaííía de La Habana -donde la participación
vasca es mayoritaria- que marca el inicio del despegue económico de Cuba; controlan el sector minero novo-
hispano junto con los montañeses2', y el del alto Perúz2;y son actores d e primer orden en el significativo
aumento de la actividad comercial de Buenos Aires y de Chilez3.
Nos atrevemos a apuntar una diferencia con el asentamiento del emigrante castellano: el vascongado
y el navarro rara vez se convierten en terratenientes; cuando lo hacen por vía de matrimonio con una rica
heredera criolla, es para incrementar su base de poder y de influencia social o política, pero con el objetivo
final de conseguir mayor facilidad para sus operaciones mercantiles, como se ve claramente en el caso de
Chile que luego citaremos.
b) El campesino-pastor que emigra al Río de la Plata ó a California entre 1840 y 1870 suele llegar
con lo puesto; trabaja varios años como pastor asalariado o como peón; despubs compra sus propias cabezas
de ganado y arrienda unas tierras a bajo precio y por bastantes años; sus herederos inmediatos suelen ad-
quirir las tierras y organizan una gran estancia ganadera o la dividen entre ellos, pero empezando desde
una posición mucho más ventajosa; terminarán por entrar - como sus antepasados- en los circuitos comer-
ciales y financieros, con fuertes participaciones en las industrias que surgen alrededor d e esas economías
de exportación (leclierías,frigoríficas, navieras, etc.). Otros, menos ambiciosos aparentemente, se dedicarán
a la hostelería, llenando de ventas y Iioteles baratos los nuevos caminos. Por último, no deja d e haber
bastantes que no consiguen, hasta dos generaciones m6s tarde, una posición desahogada, pues empezaron
y continuaron muclios años como empleados en diversos servicios urbanos y en la construcción.
c) LOmás característico del asentamiento vasco-navarro es lo que se ha venido en llamar "&lidandad
etno-racial", muy bien estudiada por los anteriormente citados Douglass y Bilbao, quienes, para objetivar
esa realidad, parten acertadamente de un doble requisito: la existencia d e una conciencia étnica que se mani-
fiesta de variadas formas, pero sobre todo en una actitud de grupo ante los otros y, de parte de éstos, la

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l3 MARILUZURQUiJO, J. M. (1989): "Proyeccióii y liniitcs del comercio vasco e n el Río d e la I'lata", e n Los vascos y Américn.
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LA EMIGRACIÓN DE NAVARROS Y VASCONGADOS AL NUEVOMUNDO 141

percepción de la singularidad de diclio grupo. Esta .solidaridad adquiere, durante la época colonial, la forma
de una comunidad d e intereses que les proporciona una mayor facilidad para el acceso al crédito y les
lleva a constituir redes comerciales y d e influencia para conseguir el favor de las autoridades.
Esta peculiar solidaridad de grupo no dejó de tener manifestaciones de orgullo, e incluso de arro-
gancia, respecto a los otros grupos de blancos, peninsulares y criollos, hasta el punto de provocar frecuen-
temente la irritación y oposición de dichos grupos, que ven perder sectores de poder e influencia en favor
de los vasco-navarros. Esta situación degeneró, a veces, en serios conflictos sociales, de los que los más
conocidos son la guerra entre vicrrñas y vascongados eii el Alto Perú (1622-1625) y la rebelión contra la Com-
pañía de Caracas en 1749, pero que se dan tambi6n en otras zonas del Imperio, como México o Chile. La
fidelidad d e vascos y navarros a las reformas borbónicas, el hcclio de que sean sujetos activos muclias veces
de ellas, así como su predominio en el murido financiero y comercial, les llevará a ganarse la enemiga de
las poderosas élites criollas.
Para la época contemporánea, la obra de Douglass y Bilbao abunda eii ejemplos concretos de ese
mismo fenómeno; a ella nos remitimos. Se pueden observar, sin embargo, algunas diferencias con la época
colonial. Por un lado vemos cómo esa solidaridad se hace más fuerte y cerrada, lo que puede explicarse
por un doble motivo: los nuevos emigrantes llegan allora a un país extranjero, con una sociedad muclio
más abierta que la colonial, y sin el privilegio de ser considerados españoles; pero, además, esa conciencia
étiiica ha adquirido nuevos matices e intensidad en la misma Peiiítisula frente al resto de los españoles.
Por otro, y con el paso de los años, esa solidaridad se cuartea, por decirlo así, diferenciándose en tres grupos:
los vascoespañoles, los vascofranceses y los navarros; sin duda, las luchas políticas del XiX español tienen
muclio que ver en este proceso.
Todavía cabe hacernos alguna pregunta que seria interesante poder responder algún día: ¿Se dio
esa solidaridad entre los vasco-americaiios criollos y las nuevas oleadas de emigrantes vasconavarros a
partir de 1840, a pesar del trauma de la Independencia y los dos decenios posteriores? Aunque no parece
que pudiera ser un fenómeno general, por las muchas diferencias que se darían entre los dos grupos y
porque la zona elegida por esa segunda oleada no Iiabía sido aiites de un especial asentamiento vasco,
¿pudo darse en México, Chile, Venezuela o Perú, doiide si existían poderosos núcleos vaxoamcricanos?

Las consecuencias de la emiguaclótz


en ambas orillas

Este es el aspecto que nos parece menos estudiado de todos los que se refieren a la emigración, quizás
porque exige un especial esfuerzo d e análisis de diversos factores y en diferentes campos. Vamos a intentar
resumir algunas ideas que no pasan de sugerencias para futuras investigaciones.
1. En América, a nuestro juicio, la peculiar presencia vasco-navarra, con todas las características
que hemos resumido en el apartado anterior, debió gciierar un efecto transforrrindor, tanto en la estructura
social, como en la economía e incluso en el aspecto ideológico:
-el carácter emprendedor y dinámico de su manera de actuar en el proceso económico es evidente
que desarrolla nuevas potencialidades: sin duda, el crecimiento de la producción y la expansión comercial
de determinadas zonas del Imperio se debe en grati parte a la acción de vascongados y navarros;
142 V. VÁZQUFL DE PRADAY J.B. AMORES

- la mayor flexibilidad de su propia estructura social iiiterna pudo contribuir a romper esquemas
excesivamente rígidos, propios de la sociedad estamental y de castas, facilitando la movilidad social;
- ofrece, sobre todo en la época contemporánea, un modelo de convivencia social que compagina
admirablemente el principio del éxito individual con cl de solidaridad, aunque quizás a costa de un rcduc-
cionismo d e grupo frente a otros;
-una mentalidad abierta en lo social, compatible con una fuerte y sólida religiosidad que se funda-
menta, entre otras cosas, en una especial valoración de la familia.
Una muestra de algo de lo que venimos diciendo lo encontramos en el Chile del siglo XVIII, cuando
se incremente la llegada d e vascos tras la apertura de la ruta del Cabo de Hornos; estos hombres, dedicados
fundamentalmente al comercio, se enlazan con la vieja aristocracia terrateniente y formarán un nuevo p p o
dirigente muclio más dinámico, que pone las bases del futuro predominio chile110 en el Pacífico sur-
americanoz4.
No deja de resultar llamativo, por último, la frecuencia con que los apellidos vascos aparecen entre
los principales protagonistas, ya sean militares o civiles, del proceso de independencia en todo el continente.
2. Sobre las consecuencias de esta emigración para las comunidades de origen se ha escrito algo
más, aunque aún queda mucho por descubrir y, sobre todo, por interpretar adecuadamente.
Sabemos, en primer lugar, que el negativo efecto demográfico causado en las dos Castillas durante
la colonia no se da en nuestras regiones, donde el crecimiento d e la población es sostenido desde los albores
d e la Edad Moderna, o a lo más pasa por breves periodos de estancamiento. En todo caso, la emigración
masiva del XIX y XX provoca una inversión del proceso emigratorio norte-sur de la Edad Moderna, al
coincidir con el desarrollo industrial del Norte.
Parece claro, pero todavía habrá que demostrarlo con estudios más concretos, el positivo efecto
económico que debió suponer la entrada de una buena parte del capital comercial vascoamericano, al menos
durante el siglo XVIII. Como también sería interesante evaluar, en lo posible, el capital que regresó a la
península tras la expulsión de los españoles de algunas de las nacientes Repúblicas, como es el caso de
los Ibarra mexicanos.
Del papel que jugaron los caudales indianos en la promoción social y económica de muchas familias
vascas, nos dice G. d e Ustáriz que contribuían a "facilitar que tomen estado diferentes parientes y parientas
suyas que quizá no lo hubieran executado por falta de dotes".
Una última pregunta que podríamos hacernos es hasta qué punto las remesas d e los emigrantes
del XIX, o el regreso de éstos ya enriquecidos, pudieron contribuir al despegue industrial de la zona desde
el último cuarto del siglo.

'' SAKABIA VIEJO, M". (1989): "La sociedad, en Ibidrrn, t. XI, 2, Madrid, pág. 210.

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