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ESTRUCTURAR EL PASADO

Los israelíes, los palestinos y la autoridad simbólica de los monumentos


arqueológicos
Neil Asher Silberman*

A pesar de las afirmaciones científicas y de las hipótesis intelectuales


comúnmente aceptadas, quisiéramos mostrar que la utilización pública y la imagen
social de los sitios arqueológicos no están más que raramente en concordancia con las
intenciones manifestadas por los arqueólogos. Como lo han demostrado estudios
recientes de la historia de la disciplina, la arqueología en su desarrollo y sus resultados
debe ser considerada a la vez como una actividad académica y social, siempre
evolucionando en un contexto político y teniendo efectos políticos perceptibles1. Por eso
me propongo examinar, lejos de las distinciones filosóficas de los especialistas o de la
historia de la investigación académica, algunas consecuencias culturales, políticas y
económicas de las actividades arqueológicas en el territorio de Israel. Por lo tanto, me
interesará el proceso por el cual, durante los últimos dos siglos, ciertos elementos del
territorio identificados como “sitios arqueológicos” o, en algunos raros casos, como
“monumentos arqueológicos”, han adquirido un estatus específico y han a menudo
disfrutado de un poder simbólico especial que ayudó a dar forma al panorama político y
social moderno del territorio de Israel. Seguiré la evolución de los sitios arqueológicos
en los tiempos modernos desde lugares de peregrinación religiosa, pasando por los
tesoros imperiales hasta los tesoros nacionales. Teniendo en cuenta la distancia
geográfica que separa a Jerusalén, Massada, Meguido y Hazor de la colonia de
Williamsburg y de la plantación de Plymouth, que mostrarán que la tendencia
internacional de utilizar el pasado como recurso recreativo puede alterar
irreversiblemente la apariencia de algunos de los sitios arqueológicos más importantes
de Israel y la orilla izquierda del río Jordán.
En principio es necesario hacer una distinción terminológica simple, para que los
académicos y arqueólogos profesionales no formalicen lo que podría aparecer como una
asimilación apresurada del conjunto de la historia de la arqueología moderna a un
dominio imperialista y a una mitología nacionalista que conduce a la creación de
centros turísticos populares. Por lo tanto, no trataré con cientos de sitios arqueológicos
que son apenas conocidos como científicos, cuyos objetos son discutidos solo en la
literatura académica. Incluso si las interpretaciones de los sitios arqueológicos más
oscuros o efímeros parecen tener un significado ideológico o político2, tengo aquí la
pretensión de interesarme por el paisaje arqueológico, ya que está modelado en la
conciencia pública por el flujo de turistas, por las excursiones escolares al campo y, por
la vulgarización de los descubrimientos arqueológicos a esa parte de la población que
conoce un número relativamente pequeño de sitios y que va allí con regularidad. Por lo
tanto, al medir el impacto social de este número limitado de sitios arqueológicos
israelíes bien conocidos por el público (unos cincuenta sitios administrados por el
Servicio de Parques de Israel), podemos considerarlos como un reflejo de una ideología
pública generalizada.
Por lo tanto, me ocuparé más específicamente de la representación pública de los
monumentos arqueológicos más conocidos y, a menudo, visitados, así como de su
capacidad para hacer que aparezcan como naturales, eternas e inevitables opiniones, de
las actitudes y de las reservas de poder3. Durante las numerosas visitas a sitios
arqueológicos, museos al aire libre y monumentos históricos, la percepción del pasado
compartido por el público está moldeada por una amplia gama de elementos de
presentación, como las reconstrucciones seleccionadas de monumentos destruidos,
folletos, paneles de información y explicaciones de guías para los turistas4. Mostraré que
todos estos elementos convergen para presentar al público una "historia" compuesta o
narrativa cuyas conclusiones precipitadas se extienden mucho más allá de los datos
arqueológicos en los que están basadas5.
Los relatos que reciben apoyo oficial a menudo incluyen un mensaje político
muy fuerte que justifica la política del gobierno vigente, por caso de las reivindicaciones
territoriales particulares o la dominación de facto de un grupo étnico6. Lejos de ser la
prerrogativa de la arqueología en el territorio de Israel, la politización de la arqueología
se puede observar desde el principio de la disciplina hasta la era moderna7, y
particularmente en la relación romántica y literaria se ha establecido entre ciertos sitios
y objetos arqueológicos y ciertos estados-nación modernos8. Entonces, si se trata de
investigaciones que involucran ruinas y vestigios de civilizaciones celtas o
indoeuropeas, en constructores de tumulus, sobre los arquitectos del Gran Zimbabwe, o
incluso sobre los “Hijos del Sol” para la escuela de Manchester9, todas estas
investigaciones presentan la misma tendencia a imponer al paisaje histórico y
arqueológico las marcas de una realidad política contemporánea. Del mismo modo, las
objeciones de “contra-historias”, productos de resistencias políticas modernas que
intentan refutar las hipótesis académicas dominantes y las declaraciones políticas
derivadas de ellas, no debe ser estudiado solamente en el contexto de discusiones
intelectuales, sino también los elementos de un debate político permanente10.
También se puede constatar que el prestigio y la popularidad de los sitios
arqueológicos son afectados por factores económicos y culturales más sutiles, como el
sexo, la utilidad o la eficiencia11. Estos elementos interpretativos reflejan el universo
conceptual más vasto, no solamente de un estado-nación particular, sino también del
capitalismo industrial transnacional moderno y sus fundamentos ideológicos, cuyos
reclamos y consecuencias culturales se extendieron durante las últimas décadas del siglo
XX hasta el punto de superar, o al menos desafiar, en muchas partes del mundo, las
prerrogativas de la soberanía nacional12. En más de un sentido, la visita de un sitio
arqueológico por parte de un turista moderno puede compararse con las prácticas
tradicionales de peregrinación, donde se realizaron e ilustraron rituales religiosos –y
supuestamente se enseñaron- “lecciones aprendidas” de un significado social más
amplio. Pero la comunicación no siempre sigue una línea recta, que dejaría a las
autoridades intelectuales o políticas llegar a un público dócil. Me parece que la forma
retórica de los relatos (narrativas) arqueológicas siempre están modeladas en cierta
medida por la reacción del público a los relatos arqueológicos, y por su posible
aceptación. Mostraré en las páginas que siguen que la historia arqueológica del territorio
de Israel ha llegado a una etapa donde las reacciones y las aspiraciones de los no
especialistas son ahora fundamentales para decidir la prioridad y el financiamiento de
proyectos arqueológicos. Y las muchas implicaciones del desarrollo socio-económico
no es un buen augurio de la interpretación por venir de la historia y la arqueología de
Israel.

De los lugares de peregrinaje a las celebraciones del progreso: la creación de la


Tierra Santa cristiana

El prestigio social de los elementos del paisaje de Israel que hoy podríamos
llamar sitios arqueológicos ha estado íntimamente ligado, durante siglos, si no durante
milenios, a peregrinaciones y rituales tradicionales. Aunque los primeros casos de
conservación selectiva o veneración histórica de tumbas y ruinas antiguas se remontan
al Antiguo Testamento (la tumba de Raquel, Génesis 35:20, las ruinas de Ai, Josué
8:29), y a que las prácticas de peregrinación a las tumbas paganas y judías persistieron y
se desarrollaron durante los períodos persa, helenístico y romano, se produjo una
transformación decisiva con la adopción del cristianismo como la religión oficial del
Imperio Romano al siglo IV de nuestra era13. Mientras los judíos continuaban viajando a
Jerusalén en pequeñas cantidades –cuando las condiciones lo permitían14- la
investigación de sitios bíblicos (y en particular sitios del Nuevo Testamento), su
conservación y restauración, su inclusión en las redes de peregrinación, influyeron en la
relevancia de peregrinaciones, regionales e internacionales, fuertemente en la
importancia de las provincias bizantinas de la Primera, Segunda y Tercera Palestina en
la conciencia imperial (así como en su economía). Desde el siglo VII, los líderes
musulmanes en Palestina favorecieron el establecimiento de nuevas tradiciones de
peregrinación15 y muchos sitios cristianos continuaron atrayendo visitantes16. En
realidad, más que la oposición a las prácticas fundadas en la religión es la competencia
entre grupos religiosos rivales y entidades políticas por el control de diversos sitios de
peregrinación que se convirtieron en un elemento central en los conflictos
internacionales en Tierra Santa durante la Edad Media y el período otomano17.
La Reforma provocó un cambio notable en las actitudes cristianas con respecto a
los sitios antiguos en la Tierra Santa. Mientras se realizaron peregrinaciones católicas,
gran parte del mundo protestante rechazó las convenciones ritualistas de peregrinación
y, tras la elección de una lectura metafórica y espiritualizada de la Biblia, desarrolló una
concepción abstracta y algo imaginaria de la geografía y de la historia bíblica18. Sin
embargo, esta imagen idealizada de Tierra Santa se halla enfrentada a las realidades de
la Palestina moderna, cuando los primeros exploradores protestantes comenzaron a
llegar a principios del siglo XIX19. Una consecuencia fue la creación de una nueva
"Arqueología bíblica", gracias principalmente a las innovaciones conceptuales y a la
incesantes exploraciones de un gran investigador estadounidense, el profesor Edward
Robinson. Aunque Robinson habría sido precedido por un número investigadores
agnósticos, de nacionalidades y orientaciones religiosas diversas, quienes habían
cuestionado el valor histórico de los sitios de peregrinación tradicionales20, él sabía
cómo usar su familiaridad por un lado con la Biblia y fuentes clásicas, y por otro, con la
terminología geográfica árabe de la época, para reconstruir lo que consideraba el
auténtico paisaje histórico de Palestina21. Como no estaba satisfecho con los lugares
tradicionales de peregrinación y con los métodos religiosos de legitimación en vigor,
Robinson fue el primero en utilizar un método para identificación de sitios antiguos de
importancia en el que las evidencias empíricas, si no eran sacro-santas, jugaron un papel
central. Así que se dedicaron a rediseñar la geografía de Tierra Santa a través de un
estudio basado en la historia positiva. Sucedió así que este nuevo proyecto intelectual,
que iba a transformar el significado espiritual de ciertos elementos del paisaje, pronto
fue superado por ambiciones territoriales contemporáneas de las diversas potencias
europeas del Medio Oriente.
Como he descrito con mayor detalle en otra parte22, la carrera por los mejores
sitios para explorar y por la posesión de sitios bíblicos recién descubiertos se convirtió
finalmente en una cuestión de prestigio diplomático para las potencias europeas rivales,
mientras que el Imperio otomano se desintegró y se convirtió en un objetivo interesante
para Occidente, que deseaba instalar una presencia a la vez política, cultural y
económica. Durante la segunda mitad del siglo XIX, la exploración arqueológica fue
uno de los intentos más visibles conducidos por los europeos con ese fin23. Sociedades
nacionales permanentes para la exploración de Palestina fueron creadas en Gran Bretaña
(1865), Estados Unidos (1870), Alemania (1877) y Francia (1890).
La competencia entre investigadores de varias naciones occidentales fue a veces
amargo; los importantes sitios arqueológicos del país no fueron tanto considerados
como lugares sagrados sino como fuentes de antigüedades rentables. Generadores de
prestigio al final de la amarga competencia entre ingleses, alemanes y franceses por la
“Estela de Mesha”, de las zonas arqueológicas de influencia fueron establecidas en
diversas partes del país, mientras que las autoridades otomanas garantizaron
“concesiones” virtuales para las excavaciones británicas en el sur, para los franceses en
Jerusalén y sus alrededores, y para los alemanes en el norte24. Sin embargo, incluso más
que estas reivindicaciones específicas, esta actividad arqueológica tuvo un efecto
acumulativo sobre la percepción del paisaje moderno. En muchos casos, los sitios
antiguos se atribuyó a sitios antiguos un peso histórico mucho más significativo en
términos políticos que en las aldeas modernas; los límites geográficos de Tierra Santa
(que había sido durante mucho tiempo dejados imprecisos y mal definidos, sino que
finalmente se convirtieron en las fronteras legales del mandato sobre Palestina después
de la Primera Guerra Mundial) fueron determinados no por censo o debate político, sino
principalmente por expertos en arqueología de la investigación occidental de Palestina
patrocinado por los británicos25.
Sin embargo, más allá de las competencias nacionales, un fenómeno más
importante ha transformado la significación potencial de cada uno de los sitios
arqueológicos en Tierra Santa. Hacia finales del siglo XIX, la desintegración política y
económica del Imperio Otomano hizo cada vez más fácil la administración de sus
territorios y su pueblo por parte de las potencias europeas. Los exploradores
occidentales –en tanto representantes autoproclamados de la “cruzada” conquistadora y
civilizadora representada por el avance europeo26- comenzaron a hacer una distinción
entre los pueblos modernos de estas regiones y los logros de sus antiguas civilizaciones,
de una manera que recuerda a singularmente los otros tipos de arqueología colonialista
tan magistralmente descrita por Bruce Trigger27. En el caso de Palestina, los estratos
superpuestos de yacimientos arqueológicos en los túmulos del país fueron interpretados
como la ilustración y la evidencia tangible de un proceso continuo de conquistas
“raciales”, en el que las razas más “poderosos” siempre habían triunfado sobre las razas
más “pasivas”28. Los exploradores europeos, por supuesto, estaban convencidos de la
“potencia” de su propia raza. Así, después de las primeras excavaciones de W. M. F.
Petrie en Monte el-Hesy en 1890, pasando por las grandes excavaciones estratigráficas
del periodo de entre guerras, los sitios de excavación en Tierra Santa obtuvieron un
doble significado: ilustraron la veracidad de los relatos históricos del Antiguo
Testamento al tiempo que confirmaron las incesantes conquistas de Palestina (en su
carácter históricamente ineludible) por los grandes imperios del mundo.
Podemos decir que la transformación más relevante que ha intervenido en el
significado social de los sitios antiguos de Tierra Santa se ha producido durante la
administración del país por las autoridades del mandato británico. Con el
establecimiento de un departamento de antigüedades, moderno y burocrático y el
establecimiento de leyes que protegen un conjunto reconocido de sitios antiguos29, los
diversos túmulos funerarios, ruinas, tumbas y sitios antiguos de aldeas adquirieron un
estatus legal específico que tuvo prioridad sobre el significado religioso o mágico que
podrían haber tenido. Frecuente se ha hecho mención de las disputas entre los habitantes
judíos, cristianos y musulmanes del país, por un lado, y la llegada de expediciones
arqueológicas por otro lado, en lo que respecta a los derechos de propiedad de sitios
antiguos, y este fenómeno pone en evidencia el nuevo equilibrio de fuerzas30. Mientras
que los lugares tradicionales de peregrinación religiosa del país eran mantenidos por
representantes de diferentes sectas y “denominaciones”, según el statu quo heredado de
la era otomana, los antiguos sitios de Palestina devinieron en un área de reinterpretación
histórica activa, de identificación ideológica y de legitimación política. Las
excavaciones, como la guerra, se habían convertido en “la búsqueda de la política por
otros medios”.
El auge de la arqueología israelí

La relación espiritual del pueblo judío con los monumentos materiales y los
antiguos hitos geográficos del territorio de Israel se ajustaron al esquema clásico de
peregrinación, durante los siglos posteriores a la supresión de la autonomía de Judea por
el Imperio Romano. Como ya lo he señalado, las ruinas del Templo de Jerusalén ha
conservado su importancia para los judíos como símbolo tangible de su anterior
independencia nacional y, con el tiempo, de los sitios asociados con las actividades
reales o legendarias de los primeros rabinos o de los primeros patriarcas, deviniendo en
el centro de atracción de nuevos rituales de peregrinación, principalmente, pero no
exclusivamente, en la Alta Galilea31. Aunque las fuentes que tratan del mantenimiento
de los lugares de peregrinación judíos durante la Edad Media son limitadas32, hemos
percibido que hacia el final del período otomano, la responsabilidad de la preservación
del carácter sagrado de los sitios tradicionales de culto, y en ocasiones de Su
mantenimiento físico, fue devuelto a diversas entidades benéficas y asociaciones
rabínicas de Jerusalén y Safed33. Es por esta razón que a los ojos de los judíos de las
provincias otomanas de Palestina, las inexplicables degradaciones perpetradas por los
arqueólogos europeos durante sus excavaciones en los monumentos e incluso en los
restos de los ancestros israelitas despertaron con frecuencia indignación y protesta
pública34.
Sin embargo, como Yaacov Shavit ha demostrado en un estudio esclarecedor y
detallado35, un interés en lo que podría llamarse arqueología moderna eventualmente
surge en los círculos de la intelectualidad judía centroeuropea, al interior de un largo
proceso, estrechamente relacionado con fenómenos de aculturación social y evolución
de la comunidad judía en Europa. La difusión de las ideas nacionalistas modernas en
Europa ha sido acompañada por una moda romántica por las novelas históricas, por las
colecciones de antigüedades y la “invención de la tradición” en muchos países con
variadas situaciones políticas y económicas36. De esta manera, la cultura judía se
transformó en Europa y aparecieron nuevas nociones de historia positiva e identidad
política en los programas escolares37 y en la literatura popular38. A lo largo del siglo
XIX, los periódicos judíos revelaron con entusiasmo los descubrimientos arqueológicos
en Mesopotamia y Egipto que ayudaron a confirmar o a dilucidar la historia bíblica. El
interés local por las antigüedades y por la geografía histórica del territorio de Israel
condujo finalmente a la creación de la Sociedad para la Exploración de la Palestina
Judía39 en 1912. En algunos círculos, al menos, la estructura de la historia judía
evolucionó a partir de una narrativa del pacto, el exilio y desde la redención, donde Dios
mantuvo una posición central, hasta una epopeya política, menos espiritual, de carácter
y destino nacional. Así las primeras excavaciones de la antigua sinagoga de Hammat
Tveria por la Sociedad para la Exploración de la Palestina Judía, dirigida por Nahum
Slouscz en 1920, y aquellas de la antigua sinagoga Beit Alpha de la Universidad
Hebrea, dirigida por Eleazar Sukenik en 1929, vincularon fuertemente los sitios
arqueológicos excavados al patrimonio judío en el territorio de Israel40.
Durante los años del mandato británico, las excavaciones mantuvieron
principalmente la prerrogativa de las grandes empresas extranjeras, debido a los gastos
que ellas necesitaban y de las dificultades y logísticas. Aunque el departamento de
arqueología de la Universidad Hebrea había realizado varias excavaciones a pequeña
escala durante las décadas de 1930 y 1940, el interés de la comunidad judía en Palestina
por la arqueología se expresa por primera vez en la exploración del campo y por el
estudio geográfico, antes que por el culto de sitios arqueológicos particulares. El
desarrollo y difusión de lo que se ha llamado durante generaciones de escolares y
adolescentes el yediat ha-aretz, el “conocimiento del territorio”41, precedió los
desarrollos posteriores de la arqueología como la etnoarqueología y encuestas
regionales. Sin embargo, dos fenómenos tuvieron una significación ideológica
importante, incluso si no fue mencionado explícitamente: la identificación de los
pueblos árabes modernos con sitios bíblicos hasta ahora no localizados; el estudio de los
comportamientos modernos de los árabes de Palestina así como de la cultura material,
esta última para entender la función de los objetos recolectados durante las
excavaciones. La cultura fellah fue explícitamente tradicional como estacionaria;
consecuentemente, no presentaba interés más que como vestigio fosilizado del pasado.
Las implicaciones intelectuales de una tesis como esa han sido estudiadas en los últimos
años por varios investigadores42. Los efectos políticos y sociales se hicieron más visibles
cuando surgió una dicotomía central en el paisaje físico del territorio de Israel entre el
pasado y el presente, lo moderno y lo primitivo, lo árabe y lo judío43.
Como he sugerido en otra parte44, uno de los efectos más marcados de los
desarrollos militares y políticos de 1948, que aún no han sido estudiados, fue la
modificación profunda en el paisaje histórico físico. En seis meses, entre mayo y
noviembre, muchos sitios del paisaje físico del joven estado de Israel que habían sido
identificados como “antiguos” fueron desplazados durante maniobras militares,
migraciones poblacionales, la creación de nuevas colonias y estas operaciones se
acompañaron de una remodelación artificial del territorio45. Además, el sector oriental
de Jerusalén, con la fascinante Cúpula de la Roca, la “Torre de David” y las tumbas en
el valle de Kidron, fue removido de la esfera física de las actividades educativas y
religiosas israelíes. Si las consideraciones recientes sobre las consecuencias de los
acuerdos territoriales posteriores a 1948 se han centrado en los dominios diplomáticos y
políticos, me gustaría mostrar que este estado de cosas ha creado una situación cultural
atípica -al menos con respecto al paisaje histórico del Estado de Israel recientemente
creado. Una gran parte de lo que se había identificado como “antiguo” (es decir, los
pueblos árabes y los lugares antiguos más famosos de Jerusalén) fueron desplazados de
repente, o bien colocados fuera de su alcance, resultando en un profundo desequilibrio
entre “antiguo” y “moderno” en el paisaje nacional46. Por eso yo quisiera mostrar que en
los años 1950 y principios de los 1960, los sitios arqueológicos han comenzado a
adquirir una importancia considerable en la sociedad israelí, no solamente en la
búsqueda de “raíces” personales, como se ha sido sugerido muchas veces47, sino
también en aquella tentativa institucionalmente concertada para restablecer el equilibrio
cronológico de un paisaje vivo.
La historia del auge de la arqueología israelí ha sido contada por testigos que
han participado en ella, algunos partidarios, otros críticos. No hay necesidad de rastrear
aquí la historia intelectual y social del movimiento de la arqueología como religión-
nacional, si no es para remarcar que, en los primeros tiempos, las ilustraciones tomadas
de la cerámica y la arquitectura de la Edad de Bronce reemplazaron rápidamente a las
aldeas árabes y los fellahs, para convertirse en las imágenes preferidas de los anuncios
para viajes y manuales escolares, así como para una vasta gama de medios de
comunicación exhibidos en público, por caso, en los relatos de Pascua. Más allá de las
divergencias académicas sobre los problemas arqueológicos puntuales48 o sobre los
métodos de excavación49, la arqueología y sus producciones visibles se convirtieron en
el principal medio para ilustrar una historia nacional autodefinida. Es importante
enfatizar que todos los mensajes no eran nacionalistas; los conceptos modernos de
progreso tecnológico, de eficiencia e incluso relaciones entre hombres y mujeres se
tuvieron en cuenta en la interpretación y la reconstrucción de sitios arqueológicos. La
arqueología israelí transmitió así una gran variedad de mensajes públicos, desde el
noble martirio de los rebeldes de Masada y Bar-Kokhba hasta la opulencia del estilo
romano (irónicamente contradictorio) de palacios y dl templo de Herodes, o las villas
de la ciudad alta de Jerusalén. En efecto, la percepción israelí común del pasado se ha
comprometido tan firmemente con una perspectiva materialista y modernista que los
arqueólogos israelíes a veces fueron vistos como intrusos blasfemos y tratados con
desprecio y hostilidad por facciones políticas y religiosas ultra-ortodoxas del mundo
judío50.

La versión palestina

Al igual que los judíos y los cristianos en las provincias otomanas de Palestina,
los musulmanes en estas áreas desarrollaron una relación física con el pasado basado en
el paisaje, el culto a las antiguas ruinas elegidas y la veneración de las tumbas de los
santos51. En su mayor parte, la relación de los palestinos musulmanes con su pasado
consistía en una mezcla de tradiciones altamente localizadas y panislámicas. Sin
embargo, es ciertamente en la época del período otomano que las reconstrucciones y los
adornos múltiples de un lugar central de peregrinación, la Cúpula de la Roca en
Jerusalén, revelaron sutilmente la evolución de los vínculos políticos o los primeros
lineamientos de una conciencia nacional, cuando incluso este fenómeno no colocaba en
cuestión ni amenazaba marcos historiográficos anteriores. Así, todas las
reconstrucciones y restauraciones sucesivas de la Cúpula de la Roca, por el Sultán
Soliman el Magnífico (1545-1566), por Ahmet III (1720-1722), Mahmut II (1817),
Abdul-Medjid (1853), Abdul-Aziz (1874-1875), por Las autoridades del mandato
británico (1918-1928) y, finalmente por el Reino Hachemita de Jordania (1960-1967 y
desde 1992 hasta el presente), han utilizado un despliegue espectacular y arquitectónico
de signos conmemorativos que funcionan como una retórica visual y política hacia el el
presente y el pasado52. De hecho, la santidad tradicional y la importancia política del
complejo Haram ash-Sharif son todavía muy poderosas hoy en día para conducir a las
autoridades islámicas a ocultar o eliminar los restos arqueológicos recientemente
descubiertos53.
Hasta una época reciente, la arqueología ha jugado más que un papel burlón en
la cristalización de la conciencia árabe palestina. Desde los primeros momentos del
movimiento nacional, a principios del siglo XX, la mayoría de los intelectuales
palestinos árabes se interesaron en la historia de su gente preferían los estudios literarios
y la etnología54; dejaron las excavaciones a investigadores extranjeros, o no participaron
más que de acuerdo a sus capacidades logísticas o técnicas. Para la mayoría de los
palestinos rurales, la arqueología no proporcionó, en el mejor de los casos, más que un
empleo temporal entre dos temporadas de cosecha55. Las relaciones entre los primeros
arqueólogos europeos y la población rural del país fueron incluso a menudo
abiertamente hostiles o fríamente instrumentales. En el caso de las excavaciones de
Robert Alexander Stewart Macalister, en Gezer, a principios del siglo XX, los
campesinos palestinos fueron considerados la causa del estancamiento del país en el
época moderna56, y el empleo de fellahs en sucesivas empresas arqueológicas, de gran
escala, de los alemanes, americanos, ingleses y franceses no despertaron mucho interés
del público musulmán hacia la arqueología como un medio de autodefinición nacional.
Aunque cristianos y árabes de Palestina habían ocupado cargos directivos en el
departamento de Antigüedades durante el Mandato Británico, ninguna excavación
independiente fue llevada a cabo por instituciones culturales o educativas palestinas.
El papel de la arqueología en la constitución de la conciencia nacional palestina
no tuvo un desarrollo sustancial durante la administración de Cisjordania durante el
Reino Hachemita de Jordania desde 1948 hasta 1967. Todos los recursos disponibles de
la la actividad arqueológica local fueron utilizados para insertar las antigüedades
encontradas en ambas riberas del Jordán en una historia jordana única. Algunos meses
después del final de la guerra israelí de 1948, el Museo Arqueológico Palestino
(generalmente conocido actualmente como el Museo Rockefeller), aunque concebido
como un centro para el estudio de la arqueología en Palestina y dirigido por una junta
directiva internacional, no fue más que una administración dependiente del
Departamento de Antigüedades de Jordania. Su presidente hasta 1956 fue el arqueólogo
Gerald Lankester Harding, un antiguo administrador colonial británico. Durante las
décadas de 1950 y 1960, los trabajos arqueológicos se multiplicaron sobre la ribera
occidental con el apoyo de Jordania57. Sin embargo, esta actividad puede ser
considerada como una extensión del período del mandato. En efecto, todos los
proyectos más importantes (Qumran, Tell el-Farah [N], Schechem, Taanach, Beit Zur,
Dothan) fueron llevados a cabo por instituciones extranjeras, y se concentraron en las
vinculaciones con la Biblia. Finalmente, en el personal de excavación, notamos una
ausencia virtual de investigadores locales o estudiantes en las posiciones más altas. Las
excavaciones, así como los monumentos históricos que finalmente fueron exhumados,
del reinado de Jordania tuvieron un alcance limitado principalmente destinado al
turismo y al prestigio internacional.
Aunque el nombramiento en 1960 de un investigador palestino, Awni Dajani,
para el cargo de director del Departamento de Antigüedades de Jordania marcó el inicio
de una nueva era58, el interés en la arqueología era bajo antes de la guerra de 1967. En
los archivos del Museo Rockefeller, encontramos, para los años de 1950 y 1960,
numerosas iniciativas para fomentar la asistencia a los museos para grupos escolares y
ciudadanos comunes pero muchos informes expresaron la decepción causada por la
debilidad de esta asistencia. Sin embargo, durante los años de 1980, bajo la presión de la
administración israelí y con el crecimiento exponencial de los estudios superiores en las
universidades palestinas, es que comienza la afirmación de un pasado arqueológico
estrictamente “palestino”. Si los primeros intentos fueron abiertamente polémicos59, los
esfuerzos posteriores se centraron en renovar los enfoques arqueológicos para resaltar la
continuidad histórica y cultural60. Invirtiendo, con ironía, el yediat ha-aretz [La tierra
prometida de Israel] de los primeros eruditos judíos de Palestina, los elementos de la
cultura tradicional del pueblo palestino fueron valorados como la encarnación sostenible
(y no la fosilización) de las relaciones igualitarias e incluso como la expresión estilística
de las antiguas sociedades palestinas.
Igualmente importante fue el vínculo cada vez más consciente entre el estudio de
la cultura material y los reclamos políticos modernos de la soberanía del territorio árabe
palestino. Un intento (con una dimensión arqueológica, al menos en parte) para elaborar
una lista sistemática de la ubicación y de la naturaleza de las aldeas árabes destruidas
después de 1948 al interior de las fronteras del Estado de Israel fue concebida por su
instigador como un importante trabajo de erudición que también tenía “una pertinencia
actual en la búsqueda de una solución honorable y pacífica para este conflicto de un
siglo de antigüedad”61. Así, los montones de muros de piedras rotas y los cimientos de
casas desnudas que durante mucho tiempo habían sido desdeñados adquirieron una
creciente importancia política como datos arqueológicos antes que como encarnaciones
físicas de la historia nacional. A un nivel más práctico y legal, las negociaciones de
1993 entre Israel y la reciente Autoridad Palestina formada, culminó en un feroz debate
sobre el futuro de los sitios arqueológicos en áreas de las cuales los israelíes estuvieron
dispuestos a retirarse62. Sitios antiguos, especialmente en el distrito de Jericó, devinieron
en una causa importante, aunque fue de corta duración. El hecho de que los sitios u
objetos en cuestión –manuscritos hebreos y arameos o los palacios de invierno de
Herodes, por mencionar algunos- pudieran ser vinculados significativamente a la
historia del pueblo palestino era menos importante que la opinión de todas las naciones
modernas según las cuales, el control de las antigüedades en un territorio era una
prerrogativa inalienable de la soberanía63. Por lo tanto, como había sido el caso en
numerosas otras naciones, la conciencia palestina evolucionado hacia el reconocimiento
del valor y la importancia de monumentos arqueológicos no religiosos; y esta
conciencia realmente adquirió su ascenso con el surgimiento de las instituciones del
Estado-nación y sus prerrogativas.

Disneylandia en Tierra Santa

Desde finales del siglo XX, es posible discernir un nuevo elemento importante
para la construcción del pasado en el territorio de Israel. Mientras que las imágenes
ideológicas en conflicto del patrimonio nacional y el patrimonio territorial continúan
dando forma a las representaciones tradicionales y a las interpretaciones populares, una
conciencia instrumental (incluso se podría decir “post-ideológica”) tiene una influencia
creciente sobre la atribución de medios a los arqueólogos. Con la reorganización del
Departamento de Antigüedades de Israel, en la primavera de 1990, como un Servicio de
Antigüedades independiente, bajo la dirección de un director energético con los medios
legales para administrar de manera independiente ciertos ingresos y desarrollar su
dispositivo administrativo y profesional64, la participación del gobierno en las
actividades arqueológicas ha alcanzado un nivel sin precedentes. Entre 1990 y 1994, la
cantidad de empleados a tiempo completo en este departamento se ha cuadruplicado y
su presupuesto anual efectivo se ha duplicado65. Al asociarse activamente con otras
instituciones como el Ministerio de Turismo y el Ministerio de Trabajo, el
Departamento de Antigüedades se ha embarcado en un ambicioso programa de
excavaciones a gran escala en el país, especialmente con proyectos altamente visibles,
destinados al turismo, en los vastos sitios grecorromanos de Beit She'an, Cesarea y
Banias.
En contraste con pequeñas operaciones de restauración y proyectos personales
de los directores y subdirectores de un departamento de Antigüedades pasivos y de
pequeña escala, estos nuevos empresas arqueológicas pensadas para responder a los
problemas económicos y sociales modernos (junto a las preguntas puramente
académicas o quizás independientemente de ellas). En caso de Beit She'an en particular,
los problemas del desempleo y el interés de los países en desarrollar una industria
turística local fueron factores importantes y sin duda decisivos en la organización inicial
de las excavaciones66. Estas metas estuvieron ciertamente presentes en las excavaciones
anteriores emprendidas por Israel. Durante las primeras excavaciones de Yadin en la
década de 1950, se había empleado una mano de obra conformada principalmente de
inmigrantes recién llegados a Israel, que se habían sido asentado en Rosh Pinna; y las
excavaciones de Masada en la década de 1960 llevaron a la creación de uno de los sitios
turísticos más visitados67. Pero hasta que estos desarrollos recientes, estos factores
fueron todos secundarios al objetivo principal de la compañía, que era generalmente la
selección de sitios para el conocimiento que podría contribuir a problemas históricos
específicos o su integración en el Servicio de Parques Nacionales de Israel, que por su
magnitud proporciona una narrativa material de la historia del pueblo de Israel y el
advenimiento del Estado de Israel68.
Los nuevos grandes proyectos están extrañamente fuera de las narraciones
arqueológicas tradicionales de Israel (y en gran medida no tienen relación con ellas).
También manifiestan, un hecho único, una admiración, desprovista de sentimientos
nacionales, hacia la arquitectura clásica, la tecnología antigua y la vida urbana. Mientras
que los vastos sitios grecorromanos, en el curso de desarrollos turísticos, incluyen en
sus historias episodios poco placenteros del despotismo imperial (Cesarea), el
paganismo herodiano (Banias) y las masacres colectivas de ciudadanos judíos inocentes
(Cesarea y Beit She'an), estas historias generalmente han sido ignoradas, o en cualquier
caso no han sido presentadas para justificar la decisión de hacer de estos sitios lugares
de conmemoración. La elección de proyectos arqueológicos en las ciudades
grecorromanas es una tendencia internacional en la explotación de ruinas arqueológicas
monumentales como lugares de recreación rentables. Los visitantes descubren
panoramas o disfrutan de experiencias “interactivas” que se derivan de esta elección y
que importan más que los relatos edificantes o sugestivos69.
Mientras que, a nivel internacional, la financiación de proyectos académicos y
culturales se fue reduciendo, y que, en general, el presupuesto y las autoridades
arqueológicas (así como los protectores de las maravillas de la naturaleza y paisajes
idílicos) se han visto obligados a solicitar cada vez más fuentes de financiación
independientes. Estrategias operativas de explotación económica de los sitios
arqueológicos se han multiplicado, particularmente en relación con la "Lista del
Patrimonio Internacional" del Banco Mundial que desde la década de 1980, se solicita
en todo el mundo, y desde el mismo Banco Mundial, aún en la década de 1980, ha
decretado que ciertos sitios arqueológicos importantes fueron impulsores de proyectos
de desarrollo. Esta forma de planificación económica ya es familiar en los Estados
Unidos y en Europa, donde los Servicios Nacionales de Antigüedades, a menudo en
colaboración con empresas privadas, han desarrollado complejas redes de ocio para
financiar la construcción de atractivos turísticos, nuevas peregrinaciones destinadas sino
a los penitentes, si a familias de vacaciones, a excursiones organizadas en autos con aire
acondicionado, autos alquilados, en casas rodantes70. Sin embargo, el modelado del
contenido de estos sitios es un desafío aún más sutil e importante que la infraestructura
o método de presentación del pasado, puesto que el éxito o el fracaso de muchos de
estos proyectos se evalúa de acuerdo con el número de visitantes (y según el dinero
reportado). Por tanto, debemos tener en cuenta los deseos y las expectativas de una
audiencia potencial. Y en una situación donde las partes del mercado y el atractivo de
un público se ha convertido en las principales motivaciones para la planificación de las
exposiciones arqueológicas, solo los más delirantes de los organizadores de parques
elegiría resaltar las penas, injusticias, racismo y sufrimiento que, si bien son un aspecto
de la historia digno de mención, e incluso subrayado, probablemente no produciría el
efecto deseado en vacacionistas o agentes de turismo que organizan itinerarios.
¿Estamos todavía lejos de un mundo romano o una tierra bíblica a lo Walt
Disney en Israel o bajo los auspicios de la Autoridad Palestina? Esta es una pregunta
que tenemos el derecho de hacer. De todos modos, los profesionales que diseñan los
parques, los consultores de relaciones públicas y los promotores de turismo ya juegan
un papel importante en la construcción de un paisaje histórico para el territorio de Israel.
Como en otras partes del mundo, los arqueólogos se encuentran con mayor frecuencia
frente a una delicada elección: convertirse en cómplices consentidos de proyectos de
desarrollo económico o ser considerados como obstáculos para el progreso y el
desarrollo. La transformación del prestigio y el sentido de los sitios arqueológicos en el
territorio de la Biblia han recorrido un largo camino desde el día en que el patriarca
Abraham compró la gruta de Machpelah. Durante siglos, muchos de estos sitios fueron
investidos con un significado religioso; en la era moderna devinieron en los objetos de
atención del poder mismo. Sin embargo, en esta nueva era de la posguerra fría y en este
mundo post-ideológico de inversiones trasnacionales y consumo, podría ser que el
público turista obtenga exactamente el tipo de historia que desea ver. Y si las tendencias
actuales continúan, el resultado no será mucho más atractivo moral o estéticamente que
los primeros casos del chovinismo arqueológico, religioso o nacionalista. El pasado
fundado en el beneficio será necesariamente más que una triste parodia: imágenes de
Ben-Hur y de Espartaco extraídos de los cómics populares rozarán los codos con
imágenes más antiguas de Joshua, Umar Ibn al-Khattab y Eleazar ben-Yair. Y
trágicamente, podremos encontrarnos más pobres, y no más ricos, porque algunos
paisajes históricos de Israel, una vez considerado sagrado y luego transformado en
imágenes ordenadas de nación y progreso, se han transformado tan fácilmente, para
obtener ganancias, en los parques temáticos del siglo XXI, ahora deshistorizados.

*
Neil Asher Silberman, “Structure le passé. Les Israéliens, les Palestiniens et l’autorité symbolique des
monuments archéologiques” en Fraçois Hartog – Jacques Revel (dir.), Les usages politiques du passé,
Paris, Éditions de L’École des Hautes Études en Sciences Sociales, 2001, pp. 99-115. Traducido del
francés por Miguel Ángel Ochoa.
1
Bruce G. Trigger, A history of archeological thought, Cambridge, Cambridge University Press, 1989;
Thomas C. Patterson, Toward a social history of archeology in the United States, Fort Worth, Harcourt
Brace, 1995; Philip L. Kohl & Clare Fawcett (eds.), Nationalism, politics of archeology, Cambridge,
Cambridge University Press, 1995.
2
Cf. por caso, Misia Landau, Narratives of human evolution, New Haven, Yale University Press, 1991;
Neil A. Silberman, “Promised lands and chosen peoples. The politics and poetics of archaeological
narratives” en Philip L. Kohl & Clare Fawcett (eds.), Nationalism, politics…, pp. 249-262.
3
Mark P. Leone, “Archaeology’s relationship to the present and the past” en Richard A. Gould &
Michael A. Schiffer (eds.), Modern material culture: the archaeology of us, New York, Academic Press,
1981; Joan M. Gero, “Socio-politics and the woman-at-home ideology” en American Antiquity, 50, 1985,
p. 342-350; Thomas C. Patterson, “Development, ecology, and marginal utility in anthropology” en
Dialectical Anthropology, 15, 1987, p. 15-31.
4
Ver Jo Blatti (ed.), Past meets present. Essays about historic interpretation and public audiences,
Washington, Smithsonian Institution Press, 1987; Warren Leon & Roy Rosenzweig, History museums in
the United States. A critical assessment, Urbana, University of Illinois Press, 1989.
5
Como lo demuestran Russell G. Handsman et Mark P. Leone, “Living history and critical archaeology
in the reconstruction of the past” en Valerie Pinsky & Alison Wylie (eds.), Critical traditions in
contemporary archaeology, Cambridge, Cambridge University Press, 1989.
6
Ver los artículos contenidos en Philip L. Kohl & Clare Fawcett (eds.), Nationalism, politics…
7
Bruce G. Trigger, A history of archaeological thought...
8
Bernand Lewis, History: remembered, recovered, invented, New York, Simon & Schuster, 1975; Karel
Sklenar, Archaeology in Central Europe: the first 500 years, New York, St Martin’s Press, 1983;
Benedict Anderson, Imagined communities: reflexions on the origins and spread of nationalism, Londres,
Verso, 1983.
9
Escuela ultra-difusionista de inicios del siglo xx, cf. Colin Renfrew, “Colonialism and megalithismus”
en Antiquity, 41, 1967, p. 276-288.
10
Ver Elazar Barkan, “Mobilizing scientists against nazi racism, 1933-1939” en George. W. Stocking Jr.
(eds.), Bones, bodies, behavior, Madison, University of Wisconsin Press, 1988; Neil A. Silberman,
“Promised lands and chosen peoples…”.
11
David Lowenthal, The past is a foreign country, Cambridge, Cambridge University Press, 1985; Mark
P. Leone, Parker B. Potter & Paul. A. Shackel, “Towards a critical archaeology” en Current
Anthropology, 28, 1987, pp. 283-302.
12
Eric Hobsbawm, The age of extremes. A history of the world, 1914-1991, New York, Pantheon Books,
1994, cap. XIV.
13
David Hunt, Holy Land pilgrimage in the later Roman Empire, AD 312-460, Oxford, Clarendon Press,
1982; Robert L. Wilken, The land called holy: Palestine in Christian history and thought, New Haven,
Yale University Press,1992; Joan E. Taylor, Christiana and the Holy Places. The myth of Jewish-
Christian origins, Oxford, Oxford University Press, 1993.
14
Benjamin Mazar, The mountain of the Lord, Garden City, Doubleday, 1975, pp. 94, 257, 285.
15
Abd. A. Duri, “Jerusalem in the early Islamic period” en Khalil. J. Asali, (ed.), Jerusalem in history,
New York, Olive Branch, 1990.
16
Robert Schick, “Christian life in Palestine during the early Islamic period” en Biblical Archaeologist,
51, 1988, pp. 218-221, 239-240.
17
Robert Simon, “The struggle for the Christian Holy Places in Eretz-Israel in the Ottoman period, 1516-
185” (en hebreo) en Cathedra, 17, 1980, pp. 107-126.
18
Cf. Mason I. Lowance, The language of Canaan. Metaphor and symbol in New England from the
puritans to the transcendentalists, Cambridge, Harvard University Press, 1980.
19
Neil A. Silberman, “Desolation and restoration. The impact of a biblical concept on Near Eastern
archaeology” en Biblical Archaeologist, 54, 1991, pp. 76-87.
20
Neil A. Silberman, Digging for God and country, New York, Knopf, 1982.
21
Edward Robinson, Biblical researches in Palestine, Mount Sinaï, and Arabia Petraea. A journal of
travels in the year 1838, Boston, Crocker & Brewster, 1841.
22
Neil A. Silberman, Digging for God and country...
23
Otros se referían a educación, salud, misiones e ingeniería civil: David Kushner (ed.), Palestine in the
late Ottoman period: political, social, and economic transformation, Jerusalem, Yad Izhak Ben-Zvi,
1986.
24
Neil A. Silberman, Digging for God and country…
25
Uri Ra’anan, Frontiers of a nation, Westport, Hyperion Press, 1976.
26
Según la expresión clásica que ha dado Robert Alexander S. Macalister, A history of civilization in
Palestine, Cambridge, Cambridge University Press, 1912.
27
Bruce G. Trigger, “Alternative archaeologies: nationalist, colonialist, imperialist” en Man, 19, 1984,
pp. 355-370.
28
Neil A. Silberman, “Petrie and the founding fathers” en Av-raham Biran & Joseph Aviram, (eds.),
Biblical archaeology today, Jerusalem, Israel Exploration Society, 1990.
29
Gobierno de Palestina, “Provisional schedule of historic sites and monuments” en Official Gazette, 15
de junio de 1929.
30
Neil A. Silberman, “Visions of the future: Albright in Jerusalem, 1919-1929” en Biblical
Archaeologist, 56, 1993, pp. 8-16.
31
David Rusof, Sha’arei Meiron (en hebreo), Jerusalén, Sha’arei Ziv Institute, 1992.
32
Hillel H. Ben-Sasson, “The image of Eretz-Israel in the view of Jews arriving there in the late Middle
Ages” en Moshe Ma’oz (ed.), Studies on Palestine during the Ottoman period, Jerusalem, Magnes Press,
1975; Joshua Prawer, “The Hebrew itineraries of the crusader period” (en hebreo) en Cathedra, 41, 1986,
pp. 65-90.
33
Yehoshua Ben-Arieh, Jerusalem in the nineteenth century: the emergence of the new city, Jerusalem,
Yad Izhak Ben- Zvi, 1986, pp. 16-31; Shimon N. Shur, History of Safed (en hebreo), Tel Aviv, Dvir,
1983.
34
Neil A. Silberman, Digging for God and country, pp. 72, 184.
35
Yaacov Shavit, “‘Truth shall spring out of the earth’: the development of Jewish popular interest in
archaeology in Eretz-Israel” (en hebreo) en Cathedra, 44, 1987, pp. 27-54.
36
Eric J. Hobsbawm & Terence Ranger, The invention of tradition, Cambridge, Cambridge University
Press, 1983.
37
Rachel Elboim-Dror, Hebrew education in Eretz-Israel (en hebreo), Jerusalem, Yad Izhak Ben-Zvi,
1986.
38
Ruth Shenfeld, From king messiah to messiah of flesh and blood, Tel Aviv, Papyrus Publishing House,
1986.
39
Abraham Brawer, “From the early days of the Israel exploration society” en Joseph Aviram (ed.),
Western Galilee and the coast of Galilee, Jerusalem, Israel Exploration Society, 1965.
40
Neil Silberman, A prophet from amongst you. The life of Yigael Yadin, Reading, Addison-Wesley,
1993, pp. 19-27.
41
Yaacov Shavit, “Truth shall spring out of the earth”…
42
En particular Albert E. Glock, “Tradition and change in two archaeologies” en American Antiquity, 50,
1985, pp. 464-477, quien propuso una bibliografía.
43
Cf. Michael Grätz, “The war of independence. The conflict of models in Israeli culture” (en hebreo) en
Tsiyonut, Supplément 14, 1989, pp. 9-50.
44
Neil A. Silberman, A prophet from amongst you…, pp. 230-231.
45
Benny Morris, The birth of the Palestinian refugee problem, Cambridge, Cambridge University Press,
1987; Abraham Golan, “The transfer of abandoned rural lands to Jews during Israel’s war of
independence” (en hébreu) en Cathedra, 63, 1992, p. 122-154
46
Cf. David Lowenthal, The past is a foreign country, pp. 35-73.
47
Moshe Dayan, Living with the Bible, New York, William Morrow, 1978.
48
Cf. Shlomo Bunimovitz, “How the mute stones speak” en Biblical Archaeology Review, 21 (2), 1995,
pp. 58-67, 96-100.
49
Comenzando con William G. Dever, “Two approaches to archaeological method – the architectural and
the Stratigraphic” en Eretz-Israel, 11, 1973, pp. 1-8.
50
Para el célebre caso de las excavaciones de la ciudad de David, ver Zoel Meshi-Zahav & Yahuda
Meshi-Zahav (eds.), The slope of the Temple Mount: battle diary, Jerusalem, Meshi-Zahav, 1985.
51
Taufik Canaan, Mohammedan saints and sanctuaries in Palestine, Jerusalem, Palestine Oriental
Society, 1927.
52
Cf. Beatrice St Laurent, “The Dome of the Rock. Restorations and political implications, 1720 to the
present” en 1993, ponencia inédita presentada en el encuentro annual de American Schools of Oriental
Research; Beatrice St Laurent & Andras Riedlmayer, “Restorations of Jerusalem and the Dome of the
Rock and their political significance, 1537-1928” en Muqarnas, 10, 1993, p. 76-84
53
Stephen J. Adler, “The Temple Mount in court” en Biblical Archaeology Review, 17 (5), 1991, pp. 60-
68, 72.
54
M. Muslih, The origins of Palestinian nationalism, New York, Columbia University Press, 1988.
55
Neil A. Silberman, “Visions of the future…”.
56
Robert Alexander S. Macalister, A history of civilization in Palestine, pp. 121-129.
57
Philip J. King, American archaeology in the Mideast, Philadelphie, American Schools of Oriental
Research, 1983
58
Ibid., p. 200.
59
Dimitri C. Baramki, The art and architecture of ancient Palestine, Beyrouth, Palestine Liberation
Organization Research Center, 1969.
60
Ghada Ziadeh, “The present is our key to the past” en Bir Zeit Research Review, 4, 1987, pp. 40-65.
61
Walid Khalidi (ed.), All that remains: the Palestinian villages occupied and depopulated by Israel in
1948, Washington, Institute for Palestinian Studies, 1992, p. xxxiv.
62
Cf. Hershel Shanks, “Peace, politics, and archaeology” en Biblical Archaeology Review, 20 (2), 1994,
pp. 50-57, 94.
63
Según los términos de Clyde Haberman, “Israel hunts antiquities, angering Arabs” en New York Times,
15 noviembre de 1993.
64
Abraham Rabinovich, “Inside the Israel Antiquities Authority” en Biblical Archaeology Review, 20 (2),
1994, pp. 40-45.
65
Pasando de dos milloness de dólares a veintidós millones de dólares, según Rabinovich, ibid., p. 44.
66
Hershel Shanks, “Glorious Beth Shean” en Biblical Archaeology Review, 16 (4), 1990, pp. 16-31, cita
p. 18.
67
Neil A. Silberman, A prophet from amongst you…
68
Para un proceso similar de incorporación presentando la historia “official” de los Estados Uidos, ver
John Bodnar, Remaking America. Public memory, commemoration, and patriotism in the twentieth
century, Princeton, Princeton University Press, 1992.
69
Cf. Neil A. Silberman, “The battle that Disney should have won” en Lingua franca, 5 (1), 1994, pp. 24-
28.
70
Para un estudio representativo, ver Warren Leon & Roy Rosenzweig, History museums in the United
States…; Jo Blatti, (ed.), Past meets present…

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