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EL ATEÍSMO EN NUESTROS DÍAS.

Hemos de recurrir a la razón natural que todos se ven obligados


a aceptar, aun cuando en las cosas divinas pueda fallar o sea
falible.
(Tomás de Aquino, Suma contra Gentiles, I, c.3)
Buenas noches estimados hermanos.

“En una revista he leído brevemente la sentencia de un intelectual alemán que decía
de sí mismo que respecto a la cuestión de Dios era agnóstico, que ni se puede
demostrar a Dios ni negar absolutamente su existencia, que la cuestión sigue abierta.
Contraria mente a esto, sí que estaba convencido de la existencia del infierno; un
vistazo a la televisión le bastaba para constatar que existe. Mientras que la primera
parte de esta confesión corresponde del todo a la conciencia moderna, la segunda
resulta extraña e incomprensible, al menos en una primera lectura. Pues, ¿cómo se
puede creer en el infierno si Dios no existe?”1 Con estas palabras el entonces cardenal
Joseph Ratzinger iniciaba un pequeño ensayo. Ahora sirve de preámbulo para
vislumbrar la realidad en que vivimos.

No sólo se puede vivir de teoría ¡hay que vivirla! Es un postulado en el cual todos
estaríamos de acuerdo, por la simple razón de que el hombre no es su pensamiento,
bien es que su pensamiento es parte de él. Es preciso recordar que el ateísmo como
teoría siempre ha existido, de la forma que sea. Ahora en esta época se podría decir:
no hay que vivir de lo teórico sino de lo práctico, en otras palabras la vida se vive no
se piensa. ¿La vida? ¿el mundo?¿el hombre?¿la realidad? ¿Dios? Cuestionar ¿para
que?, se cuestiona si lo cuestionado va a traer beneficios para vivir cómodamente o
para genera dinero, o cualquier tipo de provecho. No es el problema más grande lo
precedente pero ello también es obstáculo en la medida que es pereza mental para
vivir mejor de lo que se vive. Y entonces se deja ver un pequeño boquete de la
gravedad del problema: el hombre ha perdido el sentido, si, el sentido de su vida; se
decidió a vivir engañado y en auto suficiencia absurda.

1
RATZINGER, J., Convocados en el camino de la Fe. Cristiandad, Madrid, 2005, pag. 293.
Pareciera que quiero hacer tiempo con lo dicho, porque el tema es el ateísmo
contemporáneo. La palabra ateísmo es conocida por todos nosotros aunque citando
a Julián Marías se tiene que: “El ateísmo, a su vez, no es tampoco rigurosamente
unívoco, porque bajo esta palabra se pueden entender diferentes interpretaciones,
no se trata siempre de lo mismo”2. En su caso habla de un ateísmo existencialista, en
este es un ateísmo práctico, en el cual no importa tanto la argumentación que se dé
para probar la inexistencia de Dios, bien es que sólo basta la propia satisfacción, y si
Dios es o no es, está o no está es lo de menos. En las palabras del filósofo y teólogo
Henry de Lubac se introduce en la siguiente cuestión:

“¿Es necesario evocar aún ciertas variaciones demasiado ligeras sobre el "mundo
adulto", o sobre un "cristianismo ateo", sobre una "fe sin Dios", sobre la oposición
pura y simple a la fe y a la religión, etc.? Tales fórmulas, que al menos tenían un
significado preciso en sus primeros autores y que desde entonces podían
proporcionar materia para una discusión seria, no hacen más que engendrar
confusión, intranquilidad y vértigo, cuando las lleva el "aire del tiempo" y se
mezclan con desprecio de toda lógica.”3

Entre los siglos XVIII y finales del XX el dialogo con el ateísmo tenía bases para
poder dialogar, sin embargo en nuestra época no hay un dialogo con el ateísmo
practico, su base es el relativismo, la falta de verdad. ¿Cuál es el problema? dirían
ellos (los ateos prácticos) si se cree en Dios o no, ¿qué importancia tiene? ¿por qué
tanta insistencia? es más con su propia vida, sin decir ni una palabra, la negación de
un ser Absoluto es inevitable.

Ante ello existen dos extremos que por el hecho de serlo son peligrosos: el ateísmo
practico que sin importancia de la argumentación, aun siendo irracional, niega a
Dios, no hay razón de la contraparte que lo convenza, que si se le juzga
oportunamente algunas veces es causado más por las malas experiencias que han

2
Marías J., en catedra Pablo VI. El problema del ateísmo, SÍGUEME, Salamanca, 1967, pág. 99
3
LUBAC, Henry de., Ateísmo y sentido del hombre, católica, Madrid, 1969, pag. 39.
tenido las personas autodenominadas ateas y resaltan tanto el aspecto negativo
hecho que no les permite ver algo más. Pero también está el que dice creo en Dios,
como flatus vocis, pero actúa total y libremente en contra de estas palabras, en su
significado más profundo, que para él no tienen sentido un Dios misericordioso,
justo, bondadoso, único, trascendente, simplemente no le dice nada en realidad.

“también, en efecto, esta vida cristiana puede, todo es posible, puede ser fachada,
tras la cual se oculta ante el mundo y más aún ante ella misma, la mortal
enfermedad, la enfermedad para la muerte, la enfermedad de la secreta
incredulidad, de la desesperación, la parálisis del hombre interior que es impotente
para salir de la cárcel de su finitud a la luz, al bien, a una realidad única libre, sin
fronteras, levantado sobre toda muerte, la realidad única del Dios vivo. Puede pasar
uno por cristiano, no porque cree, sino porque logra velarse a sí mismo su
incredulidad, que en su desnudez le causaría horror.”4 Esperemos y nosotros no
seamos el caso…

Se puede decir, aun cuando, el problema se va agrandando, que la falta de sentido


en la existencia se va perdiendo, y si el hombre pierde su sentido, ¿Qué será de él?
Entonces basta echar un vistazo a la realidad para ver como esta. No se trata de
condenar al ateísmo, ni se trata tampoco de hacerse el valiente con fanfarronería,
sino de tener verdadero valor (humano y cristiano) para exponerse…

Para terminar es necesario hacer mención de Santo tomas de Aquino cuya fiesta
celebramos con gran alegría para ello que mejor que citarlo textualmente a modo de
recomendación, dice: “Luego es propio del sabio contemplar, principalmente, la
verdad del primer principio, y juzgar de las otras verdades, así también le es propio
impugnar la falsedad contraria.” Muchas gracias.

Néstor Daniel Cervantes Rojas


I víspera de la fiesta de Santo Tomás de Aquino
27/01/16

4
RAHNER, k., Angustia y salvación. RAZÓN Y FE, Madrid, 1962, pag. 20.

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