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ÍNDICE:
4. Biografía esencial.
1. INTRODUCCIÓN.
Tecnologías del yo, una de las obras culmen de Foucault, y varios textos afines,
son complejos de clasificar en la gran amplitud de su espectro teórico. No por nada se
dice, escrito a mano de Morey, que la ruptura de dicho autor alteró una escena filosófica
hasta entonces liderada por Sartre, y lo que él mismo calificaba de “insuperable”,
refiriéndose, cómo no, a la filosofía marxista; la piedra inamovible a través del tiempo.
La filosofía del autor gira, si es que puede establecerse un eje, alrededor de la
cuestión de la mirada etnológica de Nietzsche. Se trata en todo momento de salir del
etnocentrismo fosilizado de la cultura occidental mayormente, y abrirse a una
racionalidad retrospectiva -aludiendo al filósofo alemán de nuevo, de quien Foucault
toma el relevo-, para romper con ese horizonte marxista y transformar dicha etnología
en una etnología interna. Así pues, nunca podría hacerse “historia del pensamiento”, tal
y como él lo llama, alineándose y estando en conformidad con dicho pensamiento, es
decir, legitimando la razón moderna.
Se descubre, con sorpresa, años más tarde de la publicación de este texto, de
que Maurice Florence; nombre que daba autoría a varios artículos, no era más que un
seudónimo del propio Foucault, lo cual es relevante también para su obra; pues él no
quería que se le leyera a él, sino a su obra; que su obra se leyera a sí misma; y hasta el
momento de su muerte clamó por el derecho al anonimato y al pseudónimo; el derecho
a no tener rostro; el philosophe masqué.
A lo largo de este ensayo analizaremos cómo la obra de Focault se clasifica a sí
misma muy distintamente; no sólo es una ruptura con todo lo anterior sino que ella
misma rota sobre su propia organización, conduciendo a sus estudiosos a error en
multitud de ocasiones. Veamos la forma más tradicional de organizar su obra;
Esto es; en tres etapas intelectuales. Muy en general; encontraríamos la
arqueología, desde el 61 al 69, donde datan obras como L’archéologie du savoir, obra
de grandísima importancia para comprender muchas de las problemáticas del autor.
Después, está la genealogía, donde, si bien la arqueología trataba de describir los
fenómenos y sus objetos de estudio, la genealogía trata de explicar el por qué de ese
camino y no de cualquier otro alternativo, datándose esta etapa hasta el 78. En esta
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Tecnologías del yo; la dicotomía histórica de los cuidados y el conocimiento
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segunda etapa encontramos obras como La volonté de savoir. Finalmente, está, a partir
de 1978, donde acuña conceptos clave como la gobernabilidad, trata la subjetividad y
problemáticas casi permanentes en toda su obra como la sexualidad -de la cual habla en
profundidad en este libro, y las “tecnologías”.
Esta clasificación ha conducido a error en numerosas ocasiones; pues puede
inducir a pensar que cada una de las etapas sustituye a la anterior, cuando debe
entenderse como un círculo que engloba, que complementa al otro, pero que nunca lo
sustituye. De hecho, la diferencia entre la arqueología y la genealogía no es en absoluto
esencial; se trata de procedimientos descriptivos y explicativos; la arqueología trata de
liberarse de las sujeciones antropológicas de cualquier dominio de pensamiento y
describir los fenómenos, y la genealogía explica por qué la historia del pensamiento
siguió ese camino, y no cualquier otro. Para entender la obra de Foucault según esta
clasificación debemos alejarnos de la comodidad cronológica.
Según autores como Deleuze, la problemática filosófica, según la aportación de
Foucault, puede ser el hecho de que da respuesta a tres preguntas; qué puedo saber,
qué puedo hacer, y quién soy yo.
Sin embargo, según el propio Foucault, si bien con la genealogía estudia las
relaciones de poder que condicionan un rumbo u otro de conocimiento, y con la
arqueología estudia el propio conocimiento, el saber; lo que él añade, es que el título
que pondría a su propia obra sería “genealogía de la moral”; donde se dé a entender el
marco diáfano; la genealogía, la explicación, que permite relativizar la validez de las
particiones tradicionales; es decir, que, para explicar, cuestiona y se sale del marco de
pensamiento vigente; la reflexividad etnológica de la que hablábamos antes.
El propio ensalza también, cómo él mismo busca a lo largo de su obra lo que él
nombra como; las tres formas de objetivización; aquello que transforma al ser humano
en sujeto. Según este otro criterio; el primer modo sería aquel en el que se investiga; la
filología, la economía, o la biología. Después, estaría la clasificación del ser según
criterios con él mismo y con los otros; ser sano, o loco, bueno, o malo. Y, por último, la
ya famosa problemática reincidente de la sexualidad, o la subjetividad -que, en la obra
Tecnologías del yo, encierra el debate emparejado de la obligación a decir la verdad -a
la que nos lleva la moral cristiana entre otras cosas, como son el principio del cuidarse o
del conocerse-, y la prohibición a hacer.
Con todo, Foucault tiene su propio nombre también para el resto de la filosofía
universal. Lo que él hace, y aquello a lo que dicha filosofía se encamina en su actualidad,
es lo conocido como ontología histórica de nosotros mismos. Este estudio comienza con
los principios de Kant y Descartes; y responde a la pregunta ¿quiénes somos nosotros
en este momento preciso de la historia? Refiriéndose a nosotros y a nuestra situación
presente. Para él, la filosofía contemporánea se dirige a lo que él denomina, en su
Lección sobre la Iustración, como analítica de la verdad. Mientras que el resto de la
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Existe una forma más; el askesis: un recordar. Se trata de memorizar las reglas
de conducta y de hacer un ejercicio de memoria. No se renuncia a uno mismo, sino que
se adquiere y asimila la verdad, para llegar al paraskeuazo -estar preparado-. Los
ejercicios del askesis son melete y gymnasia. El primero de ellos es una meditación;
consiste en preparar un discurso; imaginarse una alternativa como si estuviera
ocurriendo en el presente; ponerse en la peor situación para examinar cómo
reaccionaría uno. Esto revela una verdad que debemos aceptar para conocernos, no
rechazar, nunca renegar de ella.
Después está la gymnasia, prácticas de abstinencia para entrenarse; como la
abstinencia sexual, u otros rituales de purificación.
Foucault menciona también la interpretación de los sueños, de forma de que una
vez más, cada uno debe interpretar sus propios sueños como cercanos a Dios en función
de su día, su rutina, de la que debe hacer memoria.
Analizando brevemente la cultura del cristianismo de los primeros siglos en
relación al cuidarse y conocerse; existen dos prácticas fundamentales; la exomologésis
y la exagoreusis. De ellas, la primera es una expresión simbólica, dramática, teatral, del
penitente en la que él es un pecador que pide su estatuto como pecador y en la religión
se le ofrece, para su purificación, un castigo ejemplar y digno de una religión. El pecador
muestra sus heridas, se somete al martirio y renuncia a sí mismo; Ego non sum, ego.
Rompe con su identidad pasada de forma violenta. La segunda forma consiste en una
continua verbalización, en obediencia. En el cristianismo no hay purificación sin
renuncia; ya sea con el martirio y la violencia o con la renuncia al propio yo verbalizada.
no cometa abusos de poder; entre otras cosas, pero no debe nunca juzgar a la razón;
pues no se trata de culpabilidad o inocencia, de racionalidad o irracionalidad.
Para el estudio de todo esto, el autor se remite al origen y a la transformación
histórica de las relaciones, y, en consecuencia, de la racionalidad del poder. Aquí entran
las dos etapas mencionadas anteriormente; el poder pastoral o pastorado, y el poder
político.
Debemos atender claras diferencias entre el modelo del pastor y el modelo del
Rey. El pastor cuida de un rebaño, no de una tierra, y promete dicha tierra al rebaño. El
rey o jefe, cuidad de una tierra, y la población que en ella se encuentra la administra;
aquí comienzan las diferencias. Dios se nos plantea como un pastor, nos promete una
tierra. El pastor agrupa, conduce, es un guía para el rebaño, reúne a los individuos
dispersos; la existencia del rebaño se debe por entero a la del pastor; debe salvarlo.
Además, es bondadoso con cada uno de los individuos, constantemente y de forma
ininterrumpida; al pastor se le pide que alimente, sane y guíe a las ovejas en todo
momento; al dios griego, por otro lado, se le piden tierras fecundas, cosechas
abundantes, pero no que mantenga un rebaño día a día. El pastor es abnegado, vive en
preocupación constante por la salvación y el bien de su rebaño, por el que se desvive.
Sin embargo, la metáfora del pastor no aparece en Isócrates, ni en Aristóteles, ni
en Demóstenes. Se cree que pudiera ser una influencia hebraica en la literatura griega
la aparición de la misma. Pese a ello, el mismo Isócrates incide en la idea de los deberes
del magistrado; la abnegación, la preocupación constante. Platón, por otro lado, sí que
hace una mención continua al pastor; aparece la idea del jefe político como pastor;
pastor de hombres.
Sigue habiendo, pese a todo, diferencias entre el pastor y el Rey. El pastor se
encuentra solo ante su rebaño, y sus obligaciones son las de alimentar, cuidar, agrupar,
y organizar la reproducción del rebaño de la mejor manera posible. De todo ello se ocupa
él mismo -lo cual queda recogido en los textos orientales clásicos-. Sin embargo, El Rey
también se encuentra solo ante la ciudad; pero no coincide en nada más. No es el Rey
el que proporciona el alimento, sino el labrador, no es el Rey el que cura sino el médico,
no es el rey el que agrupa, sino la cultura del juglar. Así pues, ¿dónde está la esencia de
lo político si no se es un jefe pastor?
Platón trata de explicar todo esto con el mito del mundo que gira en torno a su
eje en dos sentidos contrarios; en el primer momento; cada especie sigue a un genio-
pastor; a una divinidad, luego viven en felicidad, no se necesita una constitución política
pues la divinidad lo da todo. Después, el mundo gira en el sentido contrario; los dioses
se marchan y los hombres se ben abandonados. ¿Es entonces cuando aparece el político
para convertirse en pastor y ocupar el lugar de la divinidad? Nunca;
Lo que debe hacer el político, el buen jefe, es tejer una sólida red; una sociedad
para la ciudad; en ella, asocia virtudes, habilidades, para cubrir el alimento, el cuidado,
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realiza en el suyo”, así pues; el gobernador debe crear las ciudades tal y como las
divinidades crean el universo; y conducir a los hombres hacia su finalidad; que es la
felicidad a través de su conformidad en la tierra, abarcándolo todo la política.
Otros postulados básicos sobre el poder serían que el mismo poder no es una
sustancia; sino un conjunto de relaciones entre los individuos; relaciones específicas que
si bien están relacionadas con la economía, la comunicación y la producción, su rasgo
distintivo es que quien se encuentra en esa relación de poder, es capaz de determinar
por completo la conducta de otros hombres.
Pese a todo, debemos saber diferenciar que uno no posee el poder ante un
hombre que esté amordazado ante él, que este individuo está sometido, y el poder sólo
se da cuando se consigue que este individuo hable, que se comporte como se quiere. De
esta forma, se llega a la conclusión de que el poder no existe sin que exista también el
rechazo y/o rebelión hacia el mismo; por una de las dos características del mismo, que
son, paradójicamente; la individualización y la totalitarización.
Aquellos que sienten rechazo y quieren rebelarse ante el poder, en
consecuencia, tal como dijimos antes; no deben pues, atacar al poder sin más; sino que
debe cuestionarse la racionalidad de Estado que lo legitima y que le da forma debe
cuestionarse la raíz de la racionalidad política, y sólo cuando esto sea así, entonces se
atacará al revestimiento que supone dicha legitimación de la violencia que la existencia
del poder supone; entonces será cuando ninguna institución pueda ocupar ese lugar.
3. UN ANÁLISIS DE LA OBRA.
Se trata de un texto completo a más no poder, empezando por ello. De la
gramática del autor, poco que decir a parte de su densidad arrolladora que obliga a
detenerte en oraciones y a releer páginas enteras; sin embargo, a la vez es muy sintético
y preciso. He requerido para su análisis de diccionarios escritos adrede para el autor;
pese a todo, los términos que acuña son intuitivos, concisos e increíblemente
completos.
Con respecto a la primera parte del texto; aquella que habla sobre las tecnologías
básicas del yo; el conocerse y el cuidarse a sí mismo; qué menos que alabar el análisis
histórico, puntilloso y detallado de cada etapa en la que los cuidados varían en
significado y práctica; lo cual no dejaba de sorprenderme, además de su incansable
interés por la influencia de la religión cristiana en todos estos procesos; incluso en la
formación del Estado tal y como lo conocemos y de su lógica -o como él la denomina,
racionalidad de Estado-.
Mi breve aporte en lo que a cuidados se refiere; se resume en un esbozode la
brevedad nihilista y deprimente de la actualidad socioeconómica; voraz, pretenciosa y
profundamente carente de ningún sistema de valores.
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Como sociedad que somos, creo que es obvio y no es necesario aclarar que
necesitamos un sistema de valores; un eje sobre el cual girar para un funcionamiento
adecuado de nuestro sistema. Aquello de lo que, como dice Foucault, se pudo encargar
en un principio el pastor; o el filósofo, remontándome a la cultura grecorromana y
medieval, que se vio sustituido por la religión; y después por la ciencia, y que hoy no
encuentra un nuevo pilar de sostención.
Todo aquello que daba sentido a la vida humana se ha visto desvanecido,
primero con Nietzsche. Pese a convivir hoy en día en una era profundamente cientifista
y tecnológica, andropocentrista a más no poder y descaradamente individualista; nos
hemos visto abocados a la soledad que pudiera parecer más absurda en un primer
momento. La globalización, y las tecnologías de comunicaciones; los medios de masas;
el capitalismo; son el nuevo Estado; y tal y como dice Foucault, centralizan -globalizan-,
y a la vez individualizan a todo individuo bajo su dominio.
De esta forma, y sin tener un guía o un clavo ardiendo al que aferrarse, el
individuo se ve solo, abandonado, como decía Platón, cuando el mundo gira a la inversa
y las divinidades se marchan, el rebaño se dispersa; y por mucho que hayamos
“evolucionado”, alterado nuestras formas de vida para alejarnos de nuestra esencia
natural; esto es, sencillamente, imposible. Poniendo un ejemplo biológico y algo cómico;
nuestra fisionomía, la anatomía humana ni siquiera está preparada totalmente para el
bipedismo; no es nuestra posición más cómoda, nuestros pies no están acondicionados
ni preparados para llevar calzado.
Creo que es una excelente metáfora de la voracidad humana; si bien es un
aliciente para alcanzar el conocimiento, tal y como reflejan clásicos del cine como Odisea
en el Espacio -2001- -donde, de forma similar, simios y seres humanos evolucionan
gracias al intrínseco componente de la curiosidad humana, algo innato-, también es
cierto que dicha curiosidad en la actualidad nos halla llevado más lejos de lo que
podamos comprender. Se nos ha dado un poder que supera nuestra concepción del
mundo, una capacidad armamentística nuclear, farmacéutica, económica, tecnológica
que no puede ser administrada por ninguna lógica humana; tenga la moral que tenga, y
lo que ahora me domina es la incertidumbre por ver cómo puede desenvolverse un
mundo cuyos habitantes son como niños con ametralladoras; aunque no debe ser difícil
de adivinar; y más aún si a esto se le suma un sistema económico cíclico y
autodestructivo como es el capitalismo, que genera crisis por sistema; cada vez mayores
-por la globalización-, y desigualdades parejas a ello.
Con todo, y tal y como describe Foucault en el texto; existen formas de cuidados
a uno mismo que a penas se perciben como tal; como ejemplo mismo; la religión.
Podríamos contemplar y afirmar sin lugar a dudas que las religiones totalitarias y
profundamente institucionalistas, como la cristiana, podrían haberse resignificado para
adquirir una forma de cuidados; por extraño que parezca; la costumbre que a algunos
se nos inculca desde pequeños; el rezar por las noches; el plantearse tener un
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interlocutor que nos escucha y con el que dialogamos; lo que, en realidad, es como una
carta hablada; un monólogo. Ello se semeja mucho a las cartas de Aurelio; donde
examinamos a conciencia nuestro día a día, no nos culpamos de las cosas no conseguidas
sino que hacemos un balance y adoptamos una conducta de agradecimiento, de
pasividad.
En ese sentido, la conducta cristiana, la identidad religiosa choca muy
fuertemente con el individualismo al que nos lleva la individualización de la racionalidad
de Estado con el capitalismo; éste nos empuja a una productividad sacrificada,
ininterrumpida; una sociedad positiva donde no hay lugar para el descanso; todo lo que
signifique inactividad es negativo; porque no produce beneficios para el sistema -por
ello, de hecho, se ha considerado durante siglos que las amas de casa no tenían trabajos
reales; puesto que al no ser remunerados, no producen beneficio al Estado-. Sin
embargo, el cristiano adopta una actitud de agradecimiento por la vida; por los recursos;
de conformismo. Dicha actitud, pese a sus innumerables objeciones; puede resultar un
oasis de paz en un mar tempestuoso. Uno se busca a sí mismo en el rezo; en el diálogo
con Dios. En ese sentido; la religión, resignificada; puede resultar mucho más
beneficiosa de lo esperado.
En todo lo anterior tiene mucho que ver, aparte de la racionalidad de Estado; la
gran confusión del “conócete a ti mismo”, antes del “cuídate a ti mismo”. Si no tenemos
herramientas para llegar a ninguno de los dos; nos encontramos convertidos en niños
del siglo XXI, confusos y listos para desatar el vacío moral y la carga social de siglos de
desigualdad, entre otras cosas, en forma de violencia; sobre el mundo.
BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL:
• Círculo de Bellas Artes de Madrid, Casa Europa; Biografía de Michel Foucault. Enlace:
https://www.circulobellasartes.com/biografia/michel-foucault/