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INTERPRETANDO A BAJTIN:
LITERATURA Y CULTURA DE LA RESPONSABILIDAD
He dedicado muchas páginas a tratar de responder a la pregunta con que nos convoca
este seminario salmantino, a saber, ¿cuál es el lugar de Bajtín en el territorio de las
Ciencias Humanas Europeas? Este envite me da la oportunidad, así pues, de regresar y
poner al día el trabajo de revisión crítica de los distintos diálogos sostenidos por Bajtín
y su Círculo con el pensamiento de su tiempo, así como de proseguir la proyección y
contraste de sus ideas con otras corrientes teóricas posteriores a las de su contexto
intelectual 1.
Muy numerosas son las citas del propio Bajtín que pueden traerse a colación para
dilucidar la cuestión previa. Aunque referida en principio al problema del texto, mi
preferida es la siguiente, por lo mucho que nos dice sobre el carácter posiblemente no
existente y desde luego muy limitadamente comprendido del lugar ocupado por su obra
en el citado panorama:
2M. Bajtin, “El problema del texto en la Lingüística, la Filología y otras ciencias humanas”, en
Estética de la creación verbal ; trad. de Tatiana Bubnova, México, Siglo XXI 1979, pág. 294
es necesario establecer una serie de puentes3 . Y ello teniendo en cuenta las dificultades
y riesgos de los intentos de fijación del Bajtín auténtico, dada la discontinuidad,
fragmentación, la no conciencia o confianza en la posibilidad de publicación de buena
parte de los textos hoy “canónicos” de Bajtín y la falta de claridad en el proceso de
edición de las Obras completas (llamadas a fijar la oscilación de las interpretaciones
sobre los textos bajtinianos)4. El tradicional contexto bajtiniano de polarización entre
el “Bajtín ético” de los lectores post-soviéticos rusos y liberales occidentales (el Bajtín
de la justificación moral filosófica, no político y anti-marxista) y el “Bajtín social” de los
lectores materialistas occidentales (los lectores radicales), ha adolecido en exceso de
una obsesión por totalizar a Bajtín bajo un arco explicativo único a menudo reductor de
la riqueza de su obra y que obvia las limitaciones de su pensamiento. Mi propuesta aquí
es continuar en la senda de poner a prueba las ideas e intuiciones de Bajtín de cara a
una crítica relevante de la cultura, guardando siempre el respeto por Bajtín, como
objeto/sujeto de interpretación, a través de un “diálogo intercontextual” lo más
riguroso posible.
3Esta dicotomía es agudamente planteada por Peter Hitchcock, editor de Studies in the Archive
and Beyond, Bakhtin/”Bakhtin”, en South Atlantic Quaterly, Duke, vol. 97, n.3/4, summer/fall.
4 Hasta la fecha sólo ha aparecido el vol. V de este complejo proyecto: M.M. Bakhtin, Sobranie
sochinenii, T. 5. Raboty 1940-kh - nachala 1960-kh godov ("Obras completas Vol. 5. Obras
desde los años 40 a principios de los 60s"); eds. Bocharov, S.G., Gogotishvili, L.A, Moscú,
Russkie slovari, 1996.
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Siguiendo la particular migración de las ideas de Bajtín, creo que es posible conectar
su concepto primero de responsabilidad 5con su teoría cultural que, una vez cumplido
el giro lingüístico en el sentido del signo ideológico de Voloshinov/Bajtín, combina la
caracterización dialógica de la identidad (intersubjetividad de la primera etapa), de los
lenguajes y de los estilos dentro de la novela para acabar comportando una teoría de la
comunicación social discursiva. La noción de responsabilidad (otvesstvetnnost) estaba
en la base del intento bajtiniano de superar la cesura entre los acontecimientos
experimentados efectivamente en nuestra vida y el sentido que les otorgamos, entre
vida y cultura, convirtiendo así nuestra palabra en un acto plenamente responsable.
En efecto, el primer Bajtín postula así una filosofía del acto responsable, un
pensamiento participativo y actualizador (pensamiento-acción), cuya orientación a lo
concreto supone una crítica, desde dentro, al neokantismo, reconociendo el papel
jugado por lo dado en lo creado (no todo se desprende del sujeto trascendental)9 . Sin
5 M. Bajtín, “Hacia una filosofía del acto ético”. En Hacia una filosofía del acto ético. De los
borradores y otros escritos; trad. de T. Bubnova; I. Zavala y A. Ponzio (com.). Barcelona,
Anthropos 1997.
6 Iris Zavala ya propuso el término responsividad para referirse a esta idea, “M. Bajtín:
responsividad, sujeto, poética social y lo imaginario social”. Insula 522, págs. 13.15, 1992.
7 G. Lukacs, Teoría de la novela. Buenos Aires, Siglo XX, 1966.
8 C. Magris, “Gran estilo y totalidad”, en El anillo de Clarisse. Tradición y nihilismo en la
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embargo, habrá de producirse la contribución de Medvèdev y Voloshivov para que se
ofrezcan los conceptos con los que proponer un conocimiento del mundo empírico (su
refracción). Este pensamiento contesta el teoricismo epistemológico, ético y estético
imperantes en su tiempo a través de la alternativa de una unidad responsable entre
pensamiento y acto realizado.
El primer gran diálogo de Bajtín tiene lugar con el edificio filosófico kantiano, donde
aún había espacio para ensayar una “filosofía práctica” y resultaba más fácil acceder al
terreno de lo concreto individual. Su objetivo era salir del pensamiento teorético que
reducía al otro a lo mismo, cosificándolo y apostar por un pensamiento participativo a
través de su “peculiar revisión” de la ética neokantiana de la escuela de Marburg,
Simmel y Scheler.
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Para Bajtín los valores son previos a la experiencia y se dan de forma emocional-
volitiva (siguiendo a Scheler y Hartmann 13), lo que Pascal llamaba la lógica u orden a
priori del corazón. Los valores son intuidos fenomenológicamente por un sujeto cuya
estructuración sentimental le permite acceder a aquéllos de un modo en el que el
intelecto no puede hacerlo. Para Bajtín el vínculo con el “acontecimiento único”
(sobytie) de la existencia es una cuestión de asentimiento emocional. Al igual que en
Scheler (anticipando de alguna manera a Derrida), para Bajtín las esencias de los
valores no son perceptibles inmediatamente en el “acontecimiento abierto del ser”, sino
que se pueden intuir en los encuentros con “el otro”14. El ensayo Autor y héroe en la
actividad estética 15es un desarrollo de esta fenomenología en el terreno del arte,
específicamente en la literatura narrativa (algo ya anticipado en la obra del filósofo
ruso Engelgardt, entre otros16). La totalización que el autor concede al héroe,
transformándole en un ser ético, representa la forma más completa de revelación ética
al margen del teoricismo. Esta convergencia, como recuerda Brandist, era señalada por
Hartmann en su Etica de 1926.
13 Scheler, Max (1973) Formalism in ethics and non Formal ethics of Values. Evanston,
Northwestern Univ. Press.
Hartmann, N. (1932) Ethics (3 vol.) London, Allen & Uwin.
14 C. Brandist, Ethics, Politics, p. 239.
15 M. Bajtín, “Autor y héroe en la actividad estética”, traducido en sus dos fragmentos, en M.
Bajtín, Hacia una filosofía del acto ético, págs. 82-105, y en M Bajtín, Estética, págs. 13-190.
16 Bajtín cita a Engelgardt en varias notas al pie en Problemas de la poética de Dostoievsky,
Knowledge. New Haven & London, Yale Univ. Press, p. 64 (mi traducción).
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Cassirer por tanto, facilitó el cambio de perspectiva en Bajtín desde una fenomenología
intersubjetiva, más bien estática, a la interacción de formas culturales dentro de una
totalidad histórica a la vez que preservaba un ideal regulativo y teleológico basado en
las ideas más que en los hechos. En este primer momento las instituciones y las
prácticas actuales no tenían aún cabida.
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heurístico. Esto no significa, me anticipo a la crítica de los escépticos y críticos a
ultranza de las lecturas “postestructurales” de Bajtín, que el pensamiento dialógico se
reduzca a mero discurso foucaultiano o gramsciano.
20 M. Bajtín “El problema del texto”, pág. 296. Véase D. Sánchez-Mesa, Literatura y cultura,
págs. 117-125.
21 K. Hirschkop, Mikhail Bakhtin, págs. 198-199.
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La tan citada distinción bajtiniana sobre las posibilidades del conocimiento, como
polos extremos, de las personalidades y de las cosas 22 (distinción neo-kantiana),
implicaba el carácter moral de la decisión de abordar a los otros como personalidades y
no como “cosas” (principio hermenéutico), incluso si se trata de un libro u otro tipo de
texto cultural. Es cierto que la personalidad a la que aspira Bajtín tiene un contexto
explicativo ligado a los traumas y transformaciones de la Europa moderna. Lo
fundamental aquí es que esa “otredad” sólo puede darse de manera discursiva, en la
interacción comunicativa con los otros, de forma intersubjetiva. Del mismo modo que
esas personalidades son históricas, así lo es nuestro conocimiento de ellas. Aunque en
los comienzos de Bajtín el lenguaje no era sino el único lugar donde la fuerza ética de la
actualidad se preservaba y era susceptible de ser recuperada por la filosofía,
convirtiéndose, como “acto ético” y acontecimiento, en la sutura entre dos territorios
aparentemente condenados a la separación en la modernidad, la cultura y el “mundo
de la vida”; más adelante, en los años 20, el giro lingüístico fue la clave para superar las
limitaciones de aquel enfoque neokantiano y fenomenológico sobre la variedad de los
objetos de la comprensión (dependiente de la introspección en la estructura de la
conciencia, al modo de Husserl). El conocimiento que adquirimos del otro (con la
profundidad de los símbolos) tiene una dimensión ética que no nos deja indemnes,
como tampoco al otro. A decir de Hirschkop, en el momento en el que Bajtín destapa la
caja de la ética, se está preparando el salto a lo político. Los ciudadanos no se
descubren entre sí recurriendo a una suerte de “verdad interna” (del tipo del concepto
de “conciencia de clase”), sino experimentando en la comunicación intersubjetiva como
ciudadanos y/o camaradas. La democracia, en este sentido, no es la mera expresión
libre de las creencias o los compromisos, sino la cuestión de las formas en que se
asumen dichas creencias y compromisos 23.
Hemos visto que el problema de “la verdad” (pravda) es una cuestión que Bajtín se
plantea en aquellos primeros años, momentos desde los que podemos ensayar un
nuevo contraste con la escuela hermenéutica filosófica. Sabemos que los neokantianos
habrían “teorizado” un concepto de verdad que, si bien propio sólo del espíritu
humano, no podía darse sino ante y entre una multiplicidad de conciencias, por su
naturaleza social y en tanto que acontecimiento. Sólo en el momento en que Bajtín
comienza a hablar de dialogismo queda claro que la verdad depende de esa comunidad
dialógica que anda en su búsqueda. Así , a diferencia de la teoría de Habermas, quien
22 Mijaíl Bajtín “Hacia una metodología de las ciencias humanas”, en Estética de la creación
40
basa la verdad en la capacidad del sujeto para, en una situación ideal de comunicación
(sin trabas), persuadir a los otros de algo por la fuerza de su argumentación, siendo
dicha verdad, eso sí, siempre falsable, para Bajtín, sin embargo, la verdad se halla
formalmente unificada no por la noción del “mejor argumento” sino en virtud de la
acción dialógica (la toma de posición o decisión hacia el acuerdo o el desacuerdo) que
deviene así en la precondición en toda esfera de actuación cultural (ciencia, arte,
política, religión, etc.). En esta primera etapa (“Autor y héroe”, “Hacia una filosofía del
acto ético”) Bajtín localiza en el lenguaje mismo la virtud de enlazar con los contenidos
verdaderos de la cultura. Y ello dentro de una concepción bastante subjetivista o
personalista del enunciado, que es el acto concreto e irremplazable de una posición
única en el mundo ético. Es la naturaleza estética del lenguaje, más tarde dialógica, la
que explica la capacidad de penetración ética del lenguaje. Si, al principio, la forma de
acceder a la palabra como acontecimiento (lo “concreto”) es desde la perspectiva del
“participante” en el diálogo, la perspectiva que acabará siendo la gran aportación de
Bajtín es la propia de la relación autor-héroe porque, una vez conectada con la realidad
del funcionamiento heteroglósico de las lenguas naturales (giro lingüístico del Círculo,
pero también textos sobre la novela de los años 30), es la autoría del creador del marco
polifónico o proto-polifónico el que nos proporciona un nuevo foco de luz sobre
aspectos de la vida democrática a los que el diálogo no llega y que son fundamentales
para analizar y comprender la dinámica de relaciones intersubjetivas. Se trata de
catalogar y describir los modos de apropiamos de los lenguajes ajenos como campo de
pruebas para el establecimiento de normas de interacción, de relación intersubjetiva
con los otros.
La tesis central de Ken Hirschkop consiste así en situar en la diferencia entre diálogo y
dialogismo lo que convierte a este último en interesante para nuestra vida social y
política. Más allá de la manida abstracción con que se invoca al diálogo como panacea
de toda solución democrática de conflictos, el dialogismo proyectaría cierta luz sobre
aquellas zonas de la comunicación social que no pueden ser explicadas por dicha
obsesión por el diálogo. Pongamos el caso de más grave y radical actualidad: frente al
diálogo de sordos del Consejo de Seguridad de la ONU en la reciente crisis de Iraq,
puede ser mucho más rentable, políticamente hablando, el análisis crítico del
dialogismo de los enunciados implicados en el debate y, en su caso, la parodia de los
mismos. La acción de los géneros secundarios, donde entra en juego toda la jerarquía
de poder implícita en la vida heteroglósica de los lenguajes, se reconoce así como un
rasgo ineluctable de la vida política social de las naciones modernas. La representación
de las imágenes de los discursos, ahí está la clave que puede ser explotada por un
41
pensamiento político de lo dialógico, eso sí, en conexión con el funcionamiento de los
filtros institucionales, muy vagamente atendidos por Bajtín. Puede que el modelo de
relación dialógica entre el autor y el héroe no tenga las cotas de simetría que se
atribuyen al diálogo, si bien, como contrapartida, ofrece una perspectiva mucho más
realista en cuanto que permite una caracterización de los contextos discursivos en los
cuales se forjan las culturas modernas, en toda su compleja diferenciación y
constitución intersubjetiva 24.
Voloshinov acentuaría el giro social de Bajtín hacia “lo concreto”, secularizándolo (la
entonación emocional-valorativa pasa ahora a vincular al lenguaje con el contexto
sociohistórico). Lo que hace “único e irrepetible” cada enunciado no es, según
Hirschkop, su particular lugar y momento en el espacio y el tiempo, sino su relación
con los valores, el hecho de que implica la toma de posición personal con consecuencias
intersubjetivas. Y, al tratar de proporcionar una ciencia de “lo único e irrepetible”, tal
es el proyecto del Círculo, llega siempre la mezcla o ambigüedad entre principios
teóricos (“todo lenguaje es heteroglósico”) y éticos (“aquel es un lenguaje monológico”),
normativos e históricos, filosóficos y crítico-culturales a la hora de definir y usar los
conceptos teóricos (entonación, género, enunciado).
incontaminado por la concreción social e histórica” –mi trad.- (Mihail Bakhtin, pág. 221).
42
universo irresponsable, sino a Kafka, Camus e incluso Sartre, donde el peso del
componente ético resulta más evidente27.
En suma, podemos colegir que entre Saussure y su idea del lenguaje como sedimento
histórico sin justificación en la acción ética subjetiva y Dostoievsky, que lo convertiría
en “puro acontecimiento”, en fuerza de argumentación y justificación pero sin
aparente concretización material, había que encontrar el punto medio, punto que
Hirschkop identifica en la novela. El estilo de la novela desembocará en un concepto
mucho más rentable para nosotros, el de “géneros discursivos” que son los que
vinculan lenguaje y sociedad. A partir de “Discurso en la novela”, la dialogía se define
en función de la interrelación de los lenguajes sociales.
Este giro, según los lectores radicales de Bajtín, marca un punto de inflexión decisivo
en la politización de su oposición al esquema saussuriano de la vida del lenguaje en
sociedad. A partir de este momento, Bajtín se concentrará en la novela, teorizándola
hasta identificarla prácticamente con lo que entendía por literatura, es decir, la
máxima autoconciencia y explotación de las posibilidades dialógicas y dialogizantes del
lenguaje.
polifonía en las novelas de Dostoievsky”, en Iris Zavala (coord.) Bajtín y sus apócrifos,
Barcelona, Anthropos, 1996, págs. 121-122.
28 M. Bajtín, Problemas de la poética, pág. 80.
29 Ken Hirschkop, Mikhail Bakhtin, p. 222, (mi trad.).
30Ofrezco aquí una síntesis revisada de mi artículo “Dialogical Thinking in the Digital Era:
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ofrecernos algunas vías interesantes para plantearnos el fenómeno que más parece
definir al sujeto de la sociedad virtual, la comunicación, en un momento además en el
que percibimos ya claramente cambios importantes en las relaciones entre tecnología y
cultura, desde el paradigma de los medios de comunicación masivos al de la llamada
era digital.
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intercambio simbólico dominante en el momento en el que la percepción que tiene la
gente del mundo no-ficticio empieza a estar permanentemente mediatizado por filtros
comunicativos audiovisuales, por imágenes (de la televisión a los sistemas de realidad
virtual) que tienden a tomar el lugar de la realidad como garantes de la verdad. Las
culturas menos desarrolladas tecnológicamente, aunque no experimenten el mismo
espacio mediático, sufren también los resultados de esta situación32. El caso es que, sin
referencias contextuales, sin la posibilidad de acceder a ellas o simplemente de
entenderlas como necesarias, las posibilidades de manipulación a escala planetaria por
parte de los que ostentan el control de los medios pueden llegar a ser terribles. El
debate actual sobre el tratamiento mediático de la guerra es un síntoma trágico de lo
que hablamos.
En resumen, comunicar en la sociedad virtual supone algo así como salir del aquí y
ahora para ocupar provisional y difusamente un espacio (esta es la sensación
manifestada por los internautas asiduos) en el que el texto, la personalidad, la voz, la
escritura se ven despojadas de su condición de presentes, para convertirse en entidades
nómadas, inmateriales, actualizables. Este territorio es el ciberespacio, un espacio
virtual en el que la propia idea de espacio se ve atravesada por la de tiempo. Es un
espacio hecho de rapidez, de sincronía o inmediatez comunicativa . No casualmente el
concepto fue popularizado por un novelista, el norteamericano William Gibson 33.
32Con casos tan interesantes como la “tele-emigración” de que nos habla Rey Chow, Materia,
media, migraciones, en Eutopías. Documentos de trabajo. Valencia, Univ. de Valencia/Centro
de Semiótica y Teoría del espectáculo, vol. 39, 1994.
33William Gibson, Neuromante; trad. J. Arconada y J. Ferreira. Minotauro, Barcelona, 1989,
pág. 69-70.
34 Para un análisis más detenido en este sentido, véase D. Sánchez-Mesa, “Dialogical Thinking”,
págs. 120-131.
45
4.1. Comunidades y sujetos virtuales. Identidad y cuerpo en la cibercultura.
46
exterioridad es posible en el ciberespacio. Unas tecnologías de la comunicación
progresivamente orientadas hacia la inmersión del usuario en un entorno virtual,
difícilmente pueden alcanzar, en principio, el crédito de favorecer encuentros
dialógicos en el sentido bajtiniano.
Con lo dicho más arriba no pretendo sugerir que Bajtín basara su idea de la
comprensión dialógica en la visualidad, sino más bien en la responsabilidad, en la
implicación insustituible de cada uno de nosotros en el acontecimiento del ser. Con
todo el bagaje neokantiano, mejor conocido ahora, que comporta la poética bajtiniana,
sabemos de la naturaleza discursiva del dialogismo, perceptible en la bivocalidad de la
palabra escrita, donde resuenan los acentos de las voces y es posible escuchar los
matices e intenciones ideológicas que pugnan por el sentido en direcciones diversas.
Bajtín enseña más a escuchar que a ver 36. Ese dialogismo discursivo que nos invita a
escuchar en los enunciados literarios y en los cotidianos, no puede amputarse del
entorno heteroglósico, esto es del dialogismo sociolingüístico, en que se producen
dichos enunciados. La cuestión de si hay o no exterioridad en el modo de comunicación
emergente de la cibercultura se contesta comprobando si hay o no en dicho modo
espacio para la historia, para el contexto, para la toma de conciencia y reflexión sobre
la materialidad del proceso de producción de sentido. Y resulta que el discurso
recurrente de la cibercultura es el de la libertad respecto a las constricciones
contextuales que impone la materialidad del cuerpo, libertad respecto a la autoridad
del autor, a la presencia, a la physis, libertad respecto a la historia y sus injustas
desigualdades, libertad, hay que suponer, respecto a la misma responsabilidad... La
escucha, al menos hasta ahora, no resulta muy compatible con la velocidad y el
sinsentido de su ruido de fondo.
Sin duda, uno de los capítulos más y mejor recuperados por parte de la crítica
relevante de Bajtín en lo que toca a los intentos de reflexión teórica y crítica sobre los
problemas de la identidad contemporánea, es el de la interpretación de la teoría del
cuerpo grotesco bajtiniana como lecho seminal de ideas para ensayar un modelo de
identidad postmoderna adecuada al contexto comunicativo de la cibercultura.
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La pregunta clave ha sido ya apuntada antes por Jenaro Talens: ¿qué tipo de sujeto
social es el que está emergiendo? 37. La posible respuesta debería comenzar
estableciendo las conexiones entre una serie de discursos y sus procesos materiales,
subyacentes a la ideología postmoderna de la celebración de los efectos liberadores de
la cibercultura, cuyo efecto es lo podemos llamar el desvanecimiento de los cuerpos 38.
Este fenómeno va más allá de traumas psicológicos o terrores milenarios. Está
conectado a una nueva fase de producción de capital, de consumo y comunicación. De
hecho, los posibles cambios operados por la informática en la forma en que
experimentamos nuestros cuerpos parecen verificar esa sensación creciente de que
éstos se tornan poco a poco tan inmateriales como los bits que vuelan entre las
terminales de ordenador a las que nos encontramos conectados, ayudándonos a
olvidar la materialidad de los procesos de producción en los que esas máquinas y
nuestro propio trabajo están implicados.
Muy interesante es la cercanía de algunas de las categorías con las que K. Hayles
describe los modos de inscripción de estos discursos en nuestros cuerpos y el análisis
que hiciera Bajtín sobre la función del cuerpo en la cultura popular y de lo grotesco en
la imaginería carnavalesca de la obra de François Rabelais 39. Hayles distingue así
entre, por un lado, el cuerpo (the body) y la noción de incorporación (embodiment)
por otro; entre inscribing practices (prácticas que inscriben) e incorporating practices
(prácticas que incorporan). Así, mientras que el cuerpo se entiende así como un
constructo discursivo que es siempre normativo y relativo a una serie de criterios
reguladores, la incorporación o embodiment es siempre contextual, localizada en el
tiempo y el espacio (en una cultura y una fisiologías determinadas). Aquella
normalización inscrita en el cuerpo, según Hayles, puede tener lugar al tiempo que el
individuo accede a determinadas experiencias de incorporación, las cuales adquieren
estabilidad y cierta estructuración a través de ese discurso regulador, al que también
48
pueden resistirse40 La distinción conceptual introducida por Hayles, junto a la
investigación de experiencias de incorporación por parte de individuos a lo largo de la
historia puede ser relevante para evitar aquella reducción del cuerpo a pura
información, al discurso, precisamente una de las lacras de ciertas teorías
postestructuralistas sobre el cuerpo como, por ejemplo, la de Michel Foucault y su
teoría del panopticum 41.
Bajtín, por su parte, preserva lo que Hayles llama prácticas de incorporación como
clave explicativa de la conflictiva relación entre norma y práctica respecto al cuerpo en
el contexto tardomedieval y humanista. En su reto al orden clásico y su fisiología
canónica, el cuerpo grotesco introduce no sólo la esperanza sino también la posibilidad
real de llevar a cabo prácticas hasta cierto punto liberadoras respecto a las restricciones
de los patrones normativos que los géneros serios inscriben en los cuerpos. Así, el
embodiment de Hayles parece cumplir la misma función que el enunciado en la teoría
del discurso bajtiniana, enlazando con el cuerpo grotesco en su antropología cultural,
mostrando ambas propuestas una orientación polémica frente a los discursos
abstractos reguladores de la experiencia corporal. Empleando las nociones de
embodiment o enunciado corporal, podemos trazar un puente entre Bajtín y Hayles
para recuperar la importancia del contexto tanto en la cognición como en la acción
humana tras algunos intentos tecnoescapistas por clausurarlo.
40 Por ejemplo, el énfasis puesto en el orgasmo vaginal durante gran parte del siglo XX, desde el
psicoanálisis freudiano hasta las novelas de D.H. Lawrence; o bien la nueva demonización de
las prácticas homosexuales tras la aparición del SIDA.
41 M. Foucault , Microfísica del poder; trad, J. Varela y F. Álvarez-Uría. Madrid, Ediciones de la
Piqueta, 1992.
49
proyecto global era trazar la genealogía histórica de un tipo de forma literaria, la novela
polifónica de su admirado Dostoievski, y ello a través de un recorrido en que literatura,
sociedad, lenguaje, cultura, son órganos de un mismo y complejo todo discursivo. Lo
que no deja de llamar la atención es el hecho de que Bajtín, autor de una de las más
gozosas y estimulantes elegías del cuerpo en medio de una de las más cruentas
cruzadas contra el mismo (represión estalinista), que escribe en su exilio forzoso en el
Kazajstán (Kustenai) su tesis doctoral sobre El realismo en Rabelais en los años 40,
sufriera una dolorosa osteomelitis que acabaría en la amputación de su pierna derecha
en 1938. Puede pues, que su fijación en conceptos tales como “finalización”,
“totalidad”, “arquitectónica, esté estrechamente relacionada con la experiencia de la
propia movilidad de la frontera de su cuerpo42. Es en este sentido que podemos decir,
con P. Hitchcock que el cyborg encuentra al grotesco. La posibilidad de reapropiar la
popular figura contemporánea del cyborg en clave de realismo grotesco, permite
introducir importantes correcciones al ya mencionado discurso del desvanecimiento de
los cuerpos y a la tecnoescatología dominante en poderosos sectores de la
cibercultura43. En efecto, el concepto de cyborg plantea interesantes posibilidades
epistemológicas, por su misma liminalidad, para erosionar algunas de las verdades
que, basándose en dualismos más bien monológicos, han sido asumidas en las
formaciones sociales contemporáneas, sin olvidar además su peso en el debate sobre el
control social de la nueva frontera entre carne y tecnología dentro de la fase
transnacional de la historia del capitalismo 44.
En el libro sobre Rabelais el cuerpo grotesco es el cuerpo que excede sus propios
límites, o que no llega a ellos: la deformidad, el gigantismo, las funciones que expanden
el cuerpo o sus fluidos más allá de su envoltura. Bajtín interpreta las imágenes
grotescas en su sentido positivo y profundo, más allá de su sentido superficial de
crítica satírica (buscando los orígenes y aclarando su sentido). Al distinguir el grotesco
respecto de las formas clásica y naturalista de describir el cuerpo humano, Bajtín
42 Peter Hitchcock se plantea la historización del propio cuerpo del escritor ruso, justo cuando
algunas descripciones del cuerpo posmoderno y cibernético recurren a los perfiles del ser
grotesco teorizado por él mismo, “Bakhtin as Borg? Historicizing the Body of Bakhtin” , en M.
Bell y M. Gardiner (eds.) Bakhtin and the Human Sciences. London, Sage, 1998.
43 Donna J. Haraway, Manifiesto para cyborgs. Ciencia, Tecnología y Feminismo Socialista a
finales del siglo XX. En Eutopías 2ª época. Valencia; Centro de Semiótica y teoría del
espectáculo (Univ. Valencia), Episteme & Asociación Vasca de Semiótica, 1995, pág 6. Destaca
también en nuestro contexto el trabajo de Giulia Colaizzi, The cyborguesque. Subjectivity in the
Electronic Age. Eutopías 2ª época; vol. 103. Valencia, Episteme, S.L., 1995.
44 P. Hitchcock, “Bakhtin as ´borg”, pág. 5.
50
identifica una concepción particular del todo corporal y sus límites: “Lo grotesco se
interesa por todo lo que parece querer salir del cuerpo, todo lo que sale, hace brotar,
desborda el cuerpo, todo lo que busca escapar de él. Así es como las excrecencias y
ramificaciones adquieren un valor particular, todo lo que, en suma, prolonga el cuerpo,
uniéndolo a los otros cuerpos o al mundo no corporal” 45. Los ojos desorbitados, la boca
abierta, la nariz enorme, son las partes claves para lo grotesco en el rostro. Por otro
lado, “el cuerpo grotesco es un cuerpo en movimiento. No está nunca listo ni acabado,
está siempre en estado de construcción, de creación y él mismo construye otro
cuerpo”. 46
Lo grotesco tiene que ver por tanto con la superación de las fronteras entre los cuerpos,
del aislamiento en cápsulas de los mismos. En la cibercultura los cuerpos están
conectados a las máquinas, y entre unos y otros pero de una forma que los convierte en
entidades cada vez más aisladas; su contacto es virtual. El cyborg rompe las fronteras
entre el cuerpo y lo que no es el cuerpo y, aunque a menudo no sea en el sentido
regenerador y ambivalente del grotesco carnavalesco (pensemos en la interesante y
abyecta reflexión de David Cronemberg en Crash), nada impide pensar que no pueda
ser así (Blade Runner, de Ridley Scott).
51
Hoy, más que nunca, hace falta reencontrar el contacto, nos dice Paul Virilio. Hoy más
que nunca hace falta una rematerialización del cuerpo y del mundo, una oposición al
aislamiento a que conduce la dinámica publicitaria de la cultura de los medios de
masas. Bajo el imperio de la velocidad experimentamos el empequeñecimiento de la
tierra en nuestra representación mental, estrechamiento que puede desembocar en la
pérdida de nuestro cuerpo. Virilio es taxativo a este respecto: “No hay cuerpo propio
sin mundo propio, sin situación. Ser es estar presente aquí y ahora. La telepresencia
deslocaliza la situación, el cuerpo”47 . Tal vez, de forma irónica, no estemos muy lejos
de la inversión crítica de Nietzsche y su Amad a vuestro alejado como a vosotros
mismos... En el dominio de valores propuestos en la arquitectónica bajtiniana este
adagio es aceptable en virtud del concepto amplio de la historia del sentido que supone
el gran tiempo, pero nunca a costa de pasar por encima o por delante del amor al
prójimo. Bajtín, además, piensa en el alejado más en términos históricos que en
términos de sincronía temporal. Lógicamente él no podía pensar con los parámetros
con los que los nuevos medios de comunicación nos permiten relacionarnos con el
mundo hoy: ubicuidad, instantaneidad e inmediatez, la visión aparentemente “total”... ,
un entorno tal que hace especialmente urgente la reflexión sobre las nuevas relaciones
intersubjetivas y sus conexiones con las instituciones propias de la democracia.
La demora en aquello que se quiere conocer, el diálogo profundo y duradero con los
textos, la idea apenas esbozada pero clave del gran tiempo, entrelazada a aquella otra
del “yo para el otro- el otro para mí”, forman junto al modelo de comprensión
dialógica (inclusión dialógica+ exterioridad+ responsividad), una línea conductora
para comprender la arquitectónica filosófica que podemos aplicar a nuestro entorno.
El cuerpo grotesco encuentra al cyborg, y en ese desplazamiento de la lógica de
rentabilidad que moldea el imaginario de la globalidad post-capitalista, hallamos
grietas y umbrales en los que ensayar estrategias de demora, de conocimiento real de
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nuestros objetos de estudio, de encuentro realmente comprensivo con los prójimos y,
por supuesto, con los alejados.
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