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Sobre la sanación

1. Nacemos con mentiras grabadas en el subconsciente: “nadie me quiere”, “soy un


estorbo”, “no sirvo para nada”, “todos me miran mal”, “yo soy el culpable de todo”,
“no tengo remedio”, “piensan mal de mí”, “es mejor quedarte callado” …
2. Mentiras que van acompañadas de propósitos dañinos: “tengo que brillar para que
me acepten”, “tengo que dominar para que no me aplasten”, “no me fiaré de nadie”,
“cuando pueda, me vengaré” …
3. Mentiras y propósitos que están en el subconsciente y no se desarrollan a nivel de
razón, sino de sentimientos.
4. Predicar la verdad de que al final el Padre nos espera, porque somos de Dios y a Él
debemos regresar, porque nos ama como somos, porque nuestro nombre está
escrito en su Corazón; predicar la verdad de que Jesús está siempre conmigo para
romper mis cadenas y liberarme de toda mentira. Él solo desea mi felicidad. Jesús
me ofrece el amor eterno del Padre y el don del Espíritu, la gracia y el perdón, la
sanación y la liberación, la comunión de los hermanos, la vida eterna. Y esta verdad
es sumamente consoladora, me libera y hace que necesite muy pocas cosas para
vivir en paz y ser feliz. Predicar la verdad de que Jesús puede sanar mi corazón de
toda mentira.
5. Reconocer sencillamente mis pecados, complejos, conflictos, sentimientos
negativos, enfermedades, achaques, prejuicios, heridas del corazón,
resentimientos, mi incomprensión hacia los demás, la incapacidad de reconocer mi
propia dignidad y la de los demás. Y luego escuchar “las palabras llenas de gracia
que salían de la boca” (Lc 4, 22) de Jesús; contemplar a Jesús, “que pasó por esta
vida haciendo el bien curando a todos los oprimidos” (Hch 10, 38), que viene para
poner su mano sanadora sobre mi cuerpo, mi mente y mi corazón “tomando mis
flaquezas y cargando con mis enfermedades” (Mt 8, 17), para “que no perezca, sino
que tenga vida eterna” (Jn 3, 16)
6. Llamados a ser portadores del poder liberador de Jesús por medio del Espíritu Santo
que el Padre nos envía en su nombre. Si nos abrimos a la acción del Espíritu en el
silencio de la oración y nos dejamos poseer por Él, entonces “nos lo enseñará todo”
(Jn 14, 26) y nuestra predicación de que “el Reino de Dios está cerca” (Mt 10, 7), irá
acompañada de los mismos signos liberadores de Jesús y de sus discípulos, “porque
no se fundan en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Cor 2, 4).
Evangelización y sanación son finalmente la misma cosa.
7. Saberme llamado a este ministerio a pesar de mis miserias; creer que a través de mí
quiere ejercer su poder y su amor para sanar y rehacer lo más profundo del corazón
del hombre; ofrecerme al Señor como instrumento suyo de sanación y liberación,
que son también camino de la presencia del Reino, talentos que el Señor pone en
mis manos para el bien de mis hermanos: “Id proclamando que el Reino de los Cielos
está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad
demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”. (Mt 10, 7-8)
“Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una multitud de
hombres y mujeres... hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas
y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra
cubriese a alguno de ellos. También acudía la multitud de las ciudades vecinas a
Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran
curados”. (Hch 5, 14-16)
“Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba
con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las
señales que realizaba; pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando
grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados”. (Hch 8, 5-7)
“Precisamente el padre de Publio se hallaba en cama atacado de fiebres y disentería.
Pablo entró a verle, hizo oración, le impuso las manos y le curó. Después de este
suceso los otros enfermos de la isla acudieron y fueron curados”. (Hch 28, 8-9)
“Había allí sentado, un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento y que nunca había
andado. Este escuchaba a Pablo que hablaba. Pablo fijó en él su mirada y viendo que
tenía fe para ser curado, le dijo con fuerte voz: «Ponte derecho sobre tus pies.» Y él
dio un salto y se puso a caminar”. (Hch 14, 8-10)
8. La mayor liberación consiste en dejarnos invadir por el Espíritu del Dios, “porque el
Señor es el Espíritu y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor 3,
17)
9. Examinar las zonas profundas dañadas de mi ser:
 La mente, dominada por el negativismo, pesimismo, sospecha y duda
 La afectividad, dominada por la tristeza, el miedo, la ansiedad, la angustia, la
culpabilidad y otros sentimientos negativos
 El espíritu, ahogado por el pecado, el rencor, el odio, la venganza, la falta de
perdón o la desconfianza

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