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El documento describe cómo nacemos con mentiras grabadas en nuestro subconsciente que causan daño, pero que Jesús puede sanar nuestro corazón de estas mentiras a través de la verdad de su amor. También habla de cómo, al reconocer nuestros pecados y dejarnos invadir por el Espíritu Santo, podemos ser sanados y liberados para ser portadores del poder sanador de Jesús. Finalmente, examina las zonas profundas de nuestro ser que necesitan sanación, incluyendo la mente, las emociones y el esp
El documento describe cómo nacemos con mentiras grabadas en nuestro subconsciente que causan daño, pero que Jesús puede sanar nuestro corazón de estas mentiras a través de la verdad de su amor. También habla de cómo, al reconocer nuestros pecados y dejarnos invadir por el Espíritu Santo, podemos ser sanados y liberados para ser portadores del poder sanador de Jesús. Finalmente, examina las zonas profundas de nuestro ser que necesitan sanación, incluyendo la mente, las emociones y el esp
El documento describe cómo nacemos con mentiras grabadas en nuestro subconsciente que causan daño, pero que Jesús puede sanar nuestro corazón de estas mentiras a través de la verdad de su amor. También habla de cómo, al reconocer nuestros pecados y dejarnos invadir por el Espíritu Santo, podemos ser sanados y liberados para ser portadores del poder sanador de Jesús. Finalmente, examina las zonas profundas de nuestro ser que necesitan sanación, incluyendo la mente, las emociones y el esp
1. Nacemos con mentiras grabadas en el subconsciente: “nadie me quiere”, “soy un
estorbo”, “no sirvo para nada”, “todos me miran mal”, “yo soy el culpable de todo”, “no tengo remedio”, “piensan mal de mí”, “es mejor quedarte callado” … 2. Mentiras que van acompañadas de propósitos dañinos: “tengo que brillar para que me acepten”, “tengo que dominar para que no me aplasten”, “no me fiaré de nadie”, “cuando pueda, me vengaré” … 3. Mentiras y propósitos que están en el subconsciente y no se desarrollan a nivel de razón, sino de sentimientos. 4. Predicar la verdad de que al final el Padre nos espera, porque somos de Dios y a Él debemos regresar, porque nos ama como somos, porque nuestro nombre está escrito en su Corazón; predicar la verdad de que Jesús está siempre conmigo para romper mis cadenas y liberarme de toda mentira. Él solo desea mi felicidad. Jesús me ofrece el amor eterno del Padre y el don del Espíritu, la gracia y el perdón, la sanación y la liberación, la comunión de los hermanos, la vida eterna. Y esta verdad es sumamente consoladora, me libera y hace que necesite muy pocas cosas para vivir en paz y ser feliz. Predicar la verdad de que Jesús puede sanar mi corazón de toda mentira. 5. Reconocer sencillamente mis pecados, complejos, conflictos, sentimientos negativos, enfermedades, achaques, prejuicios, heridas del corazón, resentimientos, mi incomprensión hacia los demás, la incapacidad de reconocer mi propia dignidad y la de los demás. Y luego escuchar “las palabras llenas de gracia que salían de la boca” (Lc 4, 22) de Jesús; contemplar a Jesús, “que pasó por esta vida haciendo el bien curando a todos los oprimidos” (Hch 10, 38), que viene para poner su mano sanadora sobre mi cuerpo, mi mente y mi corazón “tomando mis flaquezas y cargando con mis enfermedades” (Mt 8, 17), para “que no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16) 6. Llamados a ser portadores del poder liberador de Jesús por medio del Espíritu Santo que el Padre nos envía en su nombre. Si nos abrimos a la acción del Espíritu en el silencio de la oración y nos dejamos poseer por Él, entonces “nos lo enseñará todo” (Jn 14, 26) y nuestra predicación de que “el Reino de Dios está cerca” (Mt 10, 7), irá acompañada de los mismos signos liberadores de Jesús y de sus discípulos, “porque no se fundan en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Cor 2, 4). Evangelización y sanación son finalmente la misma cosa. 7. Saberme llamado a este ministerio a pesar de mis miserias; creer que a través de mí quiere ejercer su poder y su amor para sanar y rehacer lo más profundo del corazón del hombre; ofrecerme al Señor como instrumento suyo de sanación y liberación, que son también camino de la presencia del Reino, talentos que el Señor pone en mis manos para el bien de mis hermanos: “Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”. (Mt 10, 7-8) “Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una multitud de hombres y mujeres... hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados”. (Hch 5, 14-16) “Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados”. (Hch 8, 5-7) “Precisamente el padre de Publio se hallaba en cama atacado de fiebres y disentería. Pablo entró a verle, hizo oración, le impuso las manos y le curó. Después de este suceso los otros enfermos de la isla acudieron y fueron curados”. (Hch 28, 8-9) “Había allí sentado, un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento y que nunca había andado. Este escuchaba a Pablo que hablaba. Pablo fijó en él su mirada y viendo que tenía fe para ser curado, le dijo con fuerte voz: «Ponte derecho sobre tus pies.» Y él dio un salto y se puso a caminar”. (Hch 14, 8-10) 8. La mayor liberación consiste en dejarnos invadir por el Espíritu del Dios, “porque el Señor es el Espíritu y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor 3, 17) 9. Examinar las zonas profundas dañadas de mi ser: La mente, dominada por el negativismo, pesimismo, sospecha y duda La afectividad, dominada por la tristeza, el miedo, la ansiedad, la angustia, la culpabilidad y otros sentimientos negativos El espíritu, ahogado por el pecado, el rencor, el odio, la venganza, la falta de perdón o la desconfianza