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Ensayo 2

Sociología del Gueto


Andrés Felipe Vásquez Mosquera. Código 1432678.

La segregación residencial es un fenómeno tanto social como urbanístico, atañe tanto al espacio
como a las distintas dinámicas sociales. Como se sabe, en casi todo el mundo en distintas épocas,
se ha venido presentando un proceso de urbanización. La gente del campo, por distintos motivos,
migra a la ciudad. Lo cual configura de forma particular el espacio y las dinámicas sociales urbanas.
Este proceso empezó su auge en Colombia cerca de los años sesenta. Hoy, en 2016, la población
urbana es mayoría frente a la población rural. Ahora bien, para distintos autores la ciudad es el pico
máximo de la civilización humana; es el sitio donde miles de voluntades, gustos y consciencias
interactúan, creando una compleja trama social y espacial. La escuela de Chicago, en Estados
Unidos, es quizá la primera que se dedicó a estudiar dicho fenómeno. Esto fue cerca de los años
treinta del pasado siglo. Por su parte, en América Latina y particularmente en Colombia, los estudios
sobre este fenómeno han sido más bien de una cantidad baja. Sin embargo, gracias a los análisis
comparativos con otras partes del mundo y a los pocos estudios que hay, se puede hablar
científicamente del tema.

Por ejemplo, el concepto de Gueto se usó por primera vez para designar a un grupo de judíos
asentados en Venecia en el siglo XVI. Allí, los judíos fueron segregados de manera casi extrema, los
confinaron en un barrio exclusivo para ellos y les privaron de algunos de sus derechos. El concepto
de Gueto fue evolucionando, tanto en el lenguaje coloquial como en el lenguaje académico. En la
academia, Loïc Wacquant es quizá el autor más reconocido sobre el tema. Para él, los guetos dejaron
de existir y lo que tenemos hoy son hiperguetos. Estos se caracterizan por una fuerte despoblación,
sobre todo de las personas con mejores ingresos económicos; hay exclusión económica: la economía
informal y la ilegal prevalecen, ya que a los residentes de un hipergueto se les niega el acceso al
mercado laboral; además, allí no existen instituciones que suplan las necesidades de sus habitantes
(Waqcuant).

Ahora, hay que pensar si este concepto puede aplicarse a América Latina y a Colombia. Hay autores
que proponen que los barrios segregados (a distinto grado) en América Latina se están
“guetificando”. Podemos mencionar a Francisco Sabatini y a la bella Isabel Brain, según ellos:
“Iguales o, incluso, menores niveles de segregación espacial (…) estarían dando lugar hoy a
fenómenos de “guetización” de los barrios populares (drogas, crimen, deserción escolar) que no
existían antes o que eran mucho menores.” (Sabatini y Brain, 2008, p. 10) Algunas de las
características del gueto tal como lo presentan estos dos autores, son las mismas que presenta el
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hipergueto de Wacquant, pero no todas ellas. Drogas, crimen y deserción escolar son factores que
conllevan desintegración del tejido social.

El tema que le interesa a Sabatini y a Brain no es tanto el proceso de guetización, sino cómo la
segregación, de una u otra manera, determina ese proceso. Estos autores combaten un conjunto de
mitos sobre la segregación: El primero, que no importa para nada dónde sean ubicadas las personas
de escasos recursos, lo que importa es que tengan una casa. El segundo, que la segregación espacial
es una especie de espejo donde se ven reflejadas las dinámicas sociales, es decir, que si hay una
sociedad muy separada por clases, el espacio naturalmente estará separado por clases. El tercero,
que a las personas de una condición social les gusta más vivir con personas de esa misma condición,
si soy negro prefiero vivir con negros, si soy un ricachón liberal prefiero vivir con otros ricachones
liberales. Todos estos mitos quedan descartados a través de datos empíricos. (Sabatini y Brain, 2008)

Para Brain y para Sabatini, la desigualdad social no necesariamente trae segregación residencial. En
sociedades con profundas desigualdades como la chilena, las clases sociales están bien definidas y,
por tanto, no se ven obligadas a usar la segregación como recurso para conservar su identidad.
Argumentan los autores, que es en sociedades donde las elites y las clases medias no tienen una
identidad muy fuerte, pero que buscan consolidarla, cuando buscan que clases más bajas vivan lo
más alejadas posible. A esto le llaman “adolescencia urbana”. (Sabatini y Brain, 2008)

Sin embargo, ¿es esto así en todas las ciudades de América Latina? Observemos el caso más cercano,
la ciudad de Cali. El censo de 2005 muestra como la población con peores condiciones se encuentra
asentada en las zonas de ladera: Aguablanca, Siloé y Terrón Colorado (comunas 1, 20, 13, 14, 15 y
21). Mientras las clases altas están ubicadas en el corredor norte-sur, en especial en las comunas 2,
22 y 19. En las comunas “bajas” la movilidad es mucho más complicada, pues son zonas alejadas del
centro económico de la ciudad; también presentan pésimas condiciones laborales, educativas y
económicas. Es interesante ver que esta segregación también tiene un componente étnico-racial.
Es la población afro la que tiene peores condiciones. Se puede decir, que en Cali hay unas clases
altas bien definidas y unas clases bajas también bien definidas. Sin embargo, hay un fuerte
componente de exclusión residencial.

Sabatini y Brain proponen que en algunos sitios donde los suelos son menos costosos, las compañías
deciden construir ahí conjuntos residenciales cerrados para aumentar sus ganancias. Pero en Cali,
eso es algo que no se ve. Los conjuntos residenciales cerrados son un fenómeno que se presenta en
Cali más o menos desde los años setenta, pero que tiene sus orígenes en algunos planteamientos
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del siglo XIX y del siglo XX. Pues bien, se dice que los conjuntos residenciales cerrados son un modo
de auto-segregación voluntaria por parte de las clases altas y medias. Según los planteamientos de
Sabatini y Brain, a estas clases no les importa tanto vivir al lado de personas de diferente clase social
como se cree. En Cali, lo que se ve es que los conjuntos residenciales cerrados están ubicados en
zonas donde predominan los estratos socioeconómicos altos y medios. En las comunas de ladera, el
oriente y el centro de la ciudad, casi no hay de este tipo de residencias. O sea, no se ven procesos
de gentrificación notables. Quizá el caso de “ciudad paraíso” sea una excepción.

Se puede observar que los conjuntos residenciales cerrados son el mecanismo de auto-segregación
contemporáneo por excelencia. En Cali ha habido un considerable aumento de este tipo de
proyectos urbanos. Las clases bajas tienen acceso a algunos de estos, que son subsidiados por el
Estado o bien donados por alguna de esas compañías hipócritas que hoy llaman filantrópicas. El
grueso de los conjuntos residenciales cerrados están hechos y habitados por las clases altas y
medias. En ese sentido, en la ciudad de Cali las clases bajas están amontonadas en sectores
deprimidos y las clases altas y medias se están autosegregando. Esto puede acarrear fuertes
rupturas en el tejido social de la ciudad. Para Brain y para Sabatini: “No existen impedimentos
culturales, sociológicos ni económicos para conseguir menores grados de segregación social del
espacio en las ciudades latinoamericanas” (Sabatini y Brain, p. 6). Quizá para ellos la voluntad
política condicionada por factores económicos y sociales no sea un factor que impida ese tipo de
iniciativas. Pero más allá de eso, ellos no tienen en cuenta el factor racial. En Cali y en Cartagena hay
segregación racista. Las aseveraciones de estos autores quizá no sirvan para toda América Latina.

Por otro lado, para entender el tema de la auto-segregación de las clases altas y medias en los
conjuntos residenciales cerrados, es menester preguntarnos por sus orígenes. Bueno, al menos sus
orígenes económicos. Al menos en Colombia, los conjuntos residenciales cerrados tienen eran
controlados por el Estado hasta, más o menos los años ochenta y noventa, cuando aparecieron las
políticas neoliberales. Se privilegió al capital, la industria inmobiliaria privada se vio ampliamente
favorecida: el Estado creo fondos para que estas compañías crearan conjuntos residenciales. Con la
irrupción de capital financiero en ese negocio se presentó una “financiarización”. La industria
inmobiliaria se volvió muy rentable, era una forma fácil y segura de movilizar capital. Los conjuntos
residenciales se convirtieron en su producto estrella. (MArtinez, 2016) Brain y Sabatini tenían razón
al afirmar que “la segregación en nuestras ciudades es más el resultado de la búsqueda de
“plusvalías” que del afán por consolidar diferencias entre grupos sociales.” (Sabatini y Brain, 2008).

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