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PERDER EL AÑO O UNA GENERACIÓN ?

Ferney Rodríguez Vargas

Docente Instituto Técnico Laureano Gómez

Localidad Engativá – Bogotá, Colombia

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*¿Perder el año u otra generación?*

Reportaba El Tiempo en su edición del 26 de agosto de 2010 que “el 30% de


estudiantes va perdiendo el año escolar”. La razón aducida es el cambio en la
evaluación, o en otras palabras el advenimiento de la exigencia académica a una
generación de estudiantes que desconocía esta palabra en la práctica.

Esta cifra aunque preocupante (en el colegio donde laboro el porcentaje es mucho
mayor) no lo es tanto como la declaración hecha por Jaime Naranjo, subsecretario de
Calidad y pertinencia a El Tiempo: “Estamos muy sorprendidos porque encontramos
que el 30% de los niños está reprobando y eso sería una catástrofe porque ellos van a
abandonar la escuela o van a ser señalados de fracaso escolar”

Sin embargo, para la mayor parte de maestros esto no es una sorpresa. Desde el 2009
muchos maestros advertían que el cambio del 230 en el que se obligaba a promocionar
estudiantes con 6 u 8 materias perdidas para no sobrepasar el 5% de repitencia crearía
un choque en el primer año de su implementación. Esta predicción se vio reforzada a
medida que avanzaba el 2010. Pues los estudiantes seguían dejando todo para última
hora y aprender nunca fue la prioridad para la mayoría.

La catástrofe de Naranjo no es tan grande como que ha venido ocurriendo en la última


década por la cultura de la mediocridad que vino de la mano del decreto 230. El rector
de la Javeriana Joaquín Sánchez S. J hablaba de la verdadera catástrofe en el ADN del
15 de julio: “Yo tengo una crítica sobre la situación del programa de cobertura del
Gobierno. Ha sido una intensión muy loable que tengo que aplaudir, ´pero ojo: la
calidad de loes estudiantes que llegan nos preocupa muchísimo. Tienen problemas de
lectoescritura y en matemáticas, y la universidad tiene que soportar a veces las
deficiencias de un mal bachillerato”

Una situación que llevó que durante la vigencia del 230 se hicieran promociones de
estudiantes de muy mala calidad. Recuerdo como encontré en grado 11, en el año
2008, un estudiante que no sabía las tablas de multiplicar ¿cómo pretender entonces
que hiciera un cálculo estequiométrico en química? Pero este no es un caso aislado,
tras una encuesta que hice la mayor parte de esa promoción no podía distinguir entre
un adjetivo y un sustantivo ¿cómo pretender entonces que aprendieran algo de
inglés? No obstante así perdieran cuatro, cinco o seis materias tenían que ser
promocionados. Si se pasaba del 5% inmediatamente el CADEL vendría a recordar lo
que la ley decía.
Así pues la ley del menor esfuerzo se convirtió en parte de la idiosincrasia de la
juventud colombiana. Lo peor era que año tras año los estudiantes aplicados eran
menos ¿para qué me esfuerzo si fulano que nunca hace nada también pasa? Decían
con más frecuencia los estudiantes. Así empezó un descenso en la exigencia. De leer
varios libros al año se pasó a solo uno, luego a unos ensayos, y ya presentar una
lectura de más de una página era “darse garra”

Pero volvamos a las palabras del señor Naranjo. Él nos dice que los reprobantes
“abandonaran la escuela o serán señalados” Pues esto depende también de los
padres. Más de uno de los adultos actuales en algún momento del pasado perdió un
año, y esto no significó la muerte o la pérdida de un órgano vital. Es más muchos
agradecen este hecho porque les hizo reflexionar y cambiar en su actitud y
compromiso. Respecto a la deserción es importante tener en cuenta que medir la
calidad solo en términos de cobertura y permanencia está generando promociones de
estudiantes que pasaron por la escuela, pero esta nunca pasó por su cerebro.

Muchas veces los funcionarios de la educación o los legisladores –como los que
aprobaron el 230- que están muy alejados de un aula a diario dicen, hacen y ordenan
sin tener en cuenta que con exigencia hay excelencia. Recuerdo como hace pocos
días una delegada de Cuba que venía a colaborar en nuestro colegio con un curso
piloto asistió a ver una clase. Con antelación le pedimos que asistiera sin presentarse
a los estudiantes como una delegada extranjera. Antes de mitad de año, con otros
delegados los estudiantes se portaron como ángeles cuando se les avisó que una
comisión cubana acompañaría una clase. En esta oportunidad la delegada entró
acompañando a la maestra como si fuese una madre que buscaba cierta información.
La diferencia fue monumental, Vio de primera mano la irreverencia, matoneo, grosería
y demás. El modelo de clase cubano, que en el papel funciona perfectamente se vio
interrumpido por las reiteradas interrupciones de una pelea en vivo, el matoneo de
otros, y el irrespeto de unos pocos que no pueden retirarse del aula porque "se les
atenta el derecho a la educación", aunque ellos, con su actitud, se lo niegan al resto de
la clase. La profesora cubana salió del aula como los docentes colombianos.
Estresada, desanimada por no poder haber alcanzado los objetivos pedagógicos
trazados para ese día. Tras hablar con ella me dijo “en mi vida jamás había visto tanta
grosería. Esa falta de respeto por el maestro no ocurre en Cuba”

Con la ayuda del modelo cubano se busca mejorar los aprendizajes en el aula. Pero
esto de poco sirve si no se le da al maestro y a la escuela herramientas – o dientes –
con los cuales exigir respeto y condicionar la permanencia. Espero que la
retroalimentación de la experiencia de esta maestra llegue a oídos de los que toman
decisiones.

Hay un matrimonio que ha generado resultados perversos en la educación


colombiana. Priorizar la permanencia y cobertura con hacer valer solo los derechos de
los estudiantes, sin hacer énfasis en los deberes. Esto ha llevado a que los
estudiantes se han vuelto altaneros, groseros y nada se pueda hacer. Las reflexiones
sobre lo valores se siguen haciendo, pero no importa si el estudiante consume droga y
la expende dentro del colegio con conocimiento de todos. Tal jíbaro no puede retirarse
del sistema porque se le vulnera su derecho a la educación, y así tenga su debido
proceso solo basta una decisión de alguien tras un escritorio para obligar a reintegrar
a tal sujeto.

Los resultados de esto se evidencian a diario. Viene a mi mente la agresión física de


varios estudiantes a los maestros de su colegio en el Centro Educativo Distrital José
María Vargas de la Localidad de Ciudad Bolívar el pasado junio. Cuatro maestros
resultaron heridos y varios más amenazados. Si las secretarias de educación creen
que quitarle dientes a la disciplina escolar es una enseñanza para la vida, bien podría
el gobierno eliminar todo tipo de multa y comparendo a las faltas de tránsito en aras al
derecho a movilizarse. ¿Qué resultaría de ello? El caos. Es lo mismo.

Y es que a la par de la flexibilización hasta lo ridículo de la promoción durante la época


del 230, se dio un creciente abandono de los padres de sus responsabilidades. La
escuela se convirtió en un parqueadero de estudiantes. Y como siempre, en las
reuniones de padres los acudientes de los estudiantes pilos siempre estaban, los de
los casos que requerían mayor atención y seguimiento no aparecían. Esto dice mucho
de la causa de estos problemas.

Mi preocupación actual, a parte de las señaladas, es que ahora que el decreto 1290
permite establecer cierto nivel de calidad por parte de los centros educativos, se
pretenda volver a la permisividad por ser políticamente correctos. Viene a mi mente el
caso de un colegio de concesión en el que labora mi mejor amiga. A ellos se les dijo
que debían buscar todas las estrategias para que los estudiantes aprobaran - Hasta ahí
normal- porque el Distrito pagaba un millón por cada estudiante al año, y que si había
una alta pérdida los estudiantes se retirarían con las consabidas consecuencias
económicas. ¿Entonces qué es lo que prima en estos casos?

Otros directivos docentes del distrito también están preocupados en que una alta
pérdida académica sea mal vista por una administración que prioriza la permanencia y
cobertura. Toca preguntar si es menester seguir haciendo énfasis en esto cuando
genera estudiantes en los que la responsabilidad, dedicación, cumplimiento y
puntualidad le son tan lejanos como la sonda espacial Voyager 1

El Espectador hizo eco de la alta perdida llevada hasta el momento, el 2 de septiembre


de 2010. Me parecieron ilustrativos varios comentarios de los lectores. Veamos:

Dice flecha veloz 1943: Si se compara un bachillerato de los años 60', con el actual, se
pone de bulto alarmantes diferencias: el de antaño era un estudiante muy intelectual,
sus conceptos matemáticos, sociales, etc. eran óptimos, pero sobre todo, era un
alumno muy responsable y exigente. Comparen un bachiller del Externado Nacional
Camilo Torres de ese tiempo con uno de ahora. No hay nada que hacer. El de hoy es
mediocre, alevoso y facilista, con un pensum que aterra por lo pobre. Antes uno se
ganaba la estadía en el Colegio por notas, por conocimiento, por conducta; ahora la
cosa es facilito: promoción automática. En síntesis, señores: en lugar de avanzar
merced a los avances técnicos de que gozan nuestros muchachos hemos retrocedido
unos 50 años. Y la culpa es de los gobiernos, no de los maestros.

Dice Pepe 1972208: Con educación pésima, todo regalado hasta las notas, sin
indicadores de calidad educativa, con una psicología absurda de no castigo, de todo
es psicológico, padres ausentes de su hogares, cero formación moral y civismo...que
se puede esperar, les están enseñando desde niños a "no hago mas naa. Como la
canción.”

Dice “Gidi”: Es mejor que pierdan uno ó varios años y entiendan que en la vida real,
sólo si se es bueno se surge; si se es mediocre como la gran mayoría de ellos...te
despiden o haces quebrar hasta tu propia empresa. Desafortunadamente se venía
gestando la mas funesta, mediocre e inútil juventud; ya hemos perdido varias
generaciones, ojalá estas nuevas se puedan salvar!!

La verdadera catástrofe no es la que este año se de una alta perdida de año (si lo
permiten los que no están en el aula sino tras un escritorio lejano a un colegio real)
sino la mediocridad y falta de valores que un sistema sin normas de exigencia
académicas y de convivencia ha gestado. La disyuntiva ahora es ¿exigencia o
mediocridad? ¿perder el año o perder otra generación?

Socializar con cada institución y padres de familia.


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" Maturing is to lie less to ourselves "

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