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La cooperación para el desarrollo y la administración de la población

El presente tiene como objetivo presentar cómo la cooperación internacional puede configurarse como
una fractura del estado en tanto asume funciones de la adminsitración de la población. Para iniciar este
análisis parto de la definición del estado realizada por Jessop (2017):
“El núcleo del aparato estatal está compuesto por un conjunto relativamente unificado de
instituciones y organizaciones empotradas en la sociedad y formalizadas socialmente y que son
estratégicamente selectivas, cuya función socialmente aceptada es la de definir y aplicar
decisiones colectivas vinculantes para los miembros de una sociedad, de una determinada área
territorial, en nombre del interés común o la voluntad general de una comunidad política
imaginada que se identifica con ese territorio”. P 93.
En este planteamiento el autor considera algunas de las características genéricas que sustentan la
existencia del estado como una forma específica de organización macropolítica, a saber:
1. Aparato estatal: designa al conjunto de instrumentos coercitivos, administrativos y simbólicos;
políticamente organizados con autoridades soberanas frente a su propia población y frente a
otros estados. Dicho aparato ejerce su poder a través de la fuerza, la ley, el dinero y el
conocimiento.
2. Territorio estatal: es la división de la tierra en áreas más o menos demarcadas que son
gobernados por una autoridad política con poder para tomar decisiones vinculantes sobre los
residentes de dicha área.
3. Población del estado: es un objeto de la política de estado y en tanto objeto se enumera,
clasifica y gobierna según los hogares, las familias y son susceptibles de intervención en temas
como la natalidad, nupcialidad, migración, envejecimiento y en general con estrategias para
gobernar a la población (biopolítica) y disciplinar los cuerpos (anatomopolítica).
4. Idea de estado: expresado en la construcción de metas colectivas compartidas. El resultado de
dicha construcción es la ideología y la hegemonía.
Bajo esta misma perspectiva el autor presenta diferentes formas de declive del estado: a) fracaso de la
capacidad para alcanzar las metas colectivas establecidas en los proyectos estatales y los efectos de
gobierno, b) pérdida de control sobre el territorio estatal, c) disolución de la población. (Jessop, 2017)
De acuerdo a estas premisas, Monedero (2017, p. 203ss) plantea que a pesar del aparente declive de
estado éste no ha desaparecido en el ordenamiento de la política y lo político, sino que ha mutado de
un estado de bienestar hacia un estado neoliberal; y que dicha transformación se ha dado por lo
siguiente: los estados nacionales, con apoyo de élites, asumieron la lógica transnacional que tiene

1
como consecuencia la perdida de estatalidad nacional, soberanía y capacidad de maniobra. Este
traslapamiento entre la política y la lógica de producción capitalista ha implicado para los estados la
renuncia a su legitimidad democrática dado que deben asumir compromisos organismos
supranacionales que trabajan bajo la lógica neoliberal que afectan la forma en que se organizan: en el
uso de la ley para resolver conflictos y controversia comerciales1 –vg OMC- , la creación de ejércitos
supranacionales para ejercer las funciones represivas cuando los estados nacionales fracasen y en la
forma como se implementan políticas sociales en un territorio determinado dadas las orientaciones de
organismos –vg Unión Europea-. Y es sobre esta última fractura que quisiera profundizar.
Si reconocemos que el es estado ya no es un actor hegemónico, dominante y autónomo en la
producción y reproducción de la política, sino que es sobre todo emergencia de prácticas particulares
de gobierno, implica que los análisis se deben concentran en el poder y en sus efectos concretos –
microfísica del poder sustentada en los planteamientos de Foucault, citado por Jessop (2017, p 118)-.
Asimismo es necesario reconocer que en estas formas particulares de relacionamiento emergen otros
actores que sustituyen algunas de las funciones que tradicionalmente se encargaron al estado, en
concreto del gobierno de la población.
De Sousa- Santos (2004), al igual que Monedero, plantea que la crisis del estado está en su función de
la promoción de las intermediaciones no mercantiles entre ciudadanos, que ejercía a través de las
políticas fiscales y sociales; sin embargo la creciente exigencia de mejorar la sintonía entre las
estrategias de hegemonía y de confianza, por un lado, y las estrategias de acumulación, por otro, bajo
el predominio de esta última, ha fortalecido todas aquellas funciones del Estado que propician la
difusión del capitalismo global (p, 73ss). Y es en esta crisis donde se presenta un “renacimiento” del
tercer sector2 como una nueva forma de política del estado.
Este nuevo actor de la política tiene diferencia entre países centrales y periféricos. Mientras en lo
países centrales el contexto viene marcado ante todo por la crisis, desde finales de la década de los
setenta, del estado de bienestar. Esto significa que el sector no renace en un contexto de intensas luchas
sociales y políticas en pro de la sustitución del estado de bienestar por formas más desarrolladas de
cooperación, solidaridad y participación, sino que renace coincidiendo con el inicio de una fase de
retraimiento de las políticas progresistas, cuando los derechos (…) económicos y sociales conquistados

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Ampliando lo planteado por el autor, también en el ámbito del derecho penal existe la CPI para el juzgamiento de
crímenes de lesa humanidad.
2
El autor reconoce que el concepto de tercer sector no es de fácil definición: “Tercer sector” es la denominación,
residual e imprecisa, con la que se intenta dar cuenta de un vastísimo conjunto de organizaciones sociales que se
caracterizan por no ser ni estatales ni mercantiles, es decir, todas aquellas organizaciones sociales que, siendo
privadas, no tienen fines lucrativos y que, aunque respondan a unos objetivos sociales, públicos o colectivos, no son
estatales: cooperativas, mutuas, asociaciones no lucrativas, ONGs, organizaciones casi-no gubernamentales,
organizaciones de voluntarios, comunitarias o de base. De Sousa Santos (2014, p 68)

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por las clases trabajadoras después de 1945, empiezan a ponerse en tela de juicio, su sostenibilidad
empieza a cuestionarse y su recorte empieza a considerarse inevitable. En este sentido su renacimiento
se da en un vacío ideológico. (De Sousa Santos, 2014, p 75ss).
Por su parte en los países periféricos y semiperiféricos se destacan dos condiciones: 1- el crecimiento
acelerado desde la década de los setenta de las llamadas ONG tenía escasos antecedentes locales y 2-
ese crecimiento ha venido inducido (…) principalmente por los países centrales, cuando éstos
empezaron a canalizar sus ayudas al desarrollo a través de actores no estatales. El contexto político en
estos países no es el de la crisis de un inexistente estado de bienestar sino el que viene configurado por
el objetivo de crear mercado y sociedad civil proporcionando unos servicios básicos que el estado no
está, y a menudo nunca estuvo, en condiciones de prestar. (De Sousa Santos, 2014, p 77ss).
Sin embargo, en ambos casos, De Sousa Santos (2014, p77ss) ha identificado algunos riesgos de que el
tercer sector reemplace al estado en la provisión de servicios sociales, entre otros que este se consolide
como apaciguador de las tensiones generadas por los conflictos políticos resultantes del ataque
neoliberal a las conquistas políticas logradas por los sectores progresistas y populares. Asimismo, que
la autonomía externa de las organizaciones del tercer sector no sea sino la otra cara de un autoritarismo
interno; por tanto los derechos de los asociados y de las poblaciones beneficiadas se transforman,
entonces, en benevolencia represiva, la libertad, en subversión, y la participación, en sujeción. La
transformación de los asociados o beneficiarios en clientes o consumidores no atenúa el riesgo de
autoritarismo sino que puede llegar a potenciarlo, sobre todo cuando se trata de grupos sociales
vulnerables.
Por su parte, Tortosa (1998, p16ss) plantea que el funcionamiento del tercer sector es funcional para la
derecha liberal, dado que las ONG pueden ocupar, sin mayores riesgos para la estabilidad social
necesaria para la acumulación de capital y el beneficio, el terreno que abandona el estado y permiten
plantear las cosas como “beneficencia” sin entrar en el peligroso terreno de los derechos y sobre todo
permite que la cooperación sea la continuación de la política internacional por otros medios, en tanto
subordinan los intereses al donante y no a los beneficiarios Asimismo apartan a la gente de la
militancia en los movimientos anti-sistémicos, desmovilizan, desvían de la discusión central que es la
del poder en el estado y lo despolitizan.
Así, una de las formas de financiación del tercer sector en los países periféricos y semiperiféricos se
canaliza a través de la cooperación para el desarrollo entendida como “el conjunto de actuaciones,
realizadas por actores públicos y privados, entre países de diferente nivel de renta con el propósito de
promover el progreso económico y social de los países del sur de modo que sea más equilibrado en
relación con el norte y resulte sostenible”. (Gómez y Sanahuja, 1999 p17)

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En este sentido, la cooperación tiene incidencia en la forma como un estado puede administrar la
población dado que una variable para el acceso a los recursos de dicha cooperación se relaciona con
criterios de selectividad de los países para ser objetos de donación, tal y como lo plantea Sanahuja
(2012, p135ss) otorgar más recursos a los países que muestren un mayor compromiso en la lucha
contra la pobreza basándose en estudios que afirman que la eficacia de la ayuda depende de
la existencia de “buenas” políticas en el país receptor (…) estableciendo un marco de incentivos
correcto, en el que los países que hagan mayores esfuerzos de reforma reciban más fondos, y no al
revés. Sin embargo dichos planteamientos no están exentos de cuestionamientos: ¿qué políticas
son “adecuadas” y quién lo establece? son preguntas marcadamente ideológicas; ¿son los receptores
los responsables del éxito de la cooperación? cuando se evidencia que es difícil que la ayuda sea eficaz
si los donantes no se coordinan, debilitan las instituciones locales con centenares de proyectos aislados,
utilizan la ayuda como instrumento de política exterior orientado a lograr ventajas políticas,
estratégicas, comerciales o de otra índole, y en sus políticas no se aplica el principio de coherencia.
Sobre el particular del uso de la cooperación como estrategia para incidir en la agenda pública de
intervención del estado para incorporar lógicas transnacionales en la implementación de políticas
sociales se puede ejemplificar con los resultados de un estudio realizado por Zamora (2013, p62ss) que
realizó una revisión crítica sobre los flujos de cooperación por parte de una Unión Europea para la
consolidación de los laboratorios de paz en el Magdalena Medio Colombiano3, encontrando que: con el
respaldo de la cooperación europea (aunque no exclusivamente ésta) en la región se ha contribuido a
implementar un modelo de desarrollo que ha favorecido la extensión de la agroindustria palmera a
través de iniciativas como la Palma Campesina que, dado el contexto regional, es una iniciativa
marcada por un conjunto de problemáticas asociadas a violaciones de derechos humanos. Así, este
modelo no contribuye a agenciar buena parte de sus reivindicaciones históricas, dado que el pequeño
campesino ha tenido que articularse a la lógica de acumulación global donde se le traslada costos y
riesgos de la producción, con modelos de flexibilización laboral (sin posibilidad de organización
sindical) y manteniéndose patrones de desplazamiento y apropiación ilegal de territorios.
Por su parte, Reis (2007) en una revisión de los documentos de la estrategia de cooperación del
gobierno colombiano en el año 2007 –período presidencial de Álvaro uribe Vélez- encontró que los
textos evitan reconocer la existencia de un conflicto armado interno en Colombia, y presentan al estado

3
Está constituido por el extenso territorio que acompaña el curso del río Magdalena en el centro de Colombia.
Comprende más de sesenta municipios en ocho departamentos: Antioquia, Bolívar, Boyacá, Caldas, Cesar,
Cundinamarca, Magdalena y Santander en el que históricamente han hecho presencia una multiplicidad de agentes que
configuran relaciones sociales conflictivas: la burguesía transnacional los grupos subversivos (el Ejército de
Liberación Nacional, ELN, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC-EP) y los grupos
paramilitares

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y gobierno colombiano, no como parte de este conflicto, sino como víctima de los grupos armados
ilegales, lo que facilita la intromisión de estos proyectos en estrategias que combinan la acción militar
con la social.
Con estos dos precedentes, para el cierre del presente texto podríamos preguntarnos ¿Es la cooperación
una estrategia de despolitizar la acción del estado? ¿Dicha despolitización implicaría el devenir de una
nueva ciudadanía, tal y como lo plantea Lechner (2000), un ciudadanía instrumental que descree de la
política y cree en la administración? ¿Para los países periféricos y semiperiféricos el estado debería
limitarse a gestionar la colibranza para hacer eficiente la cooperación al desarrollo?. Algunas
respuestas a estos cuestionamientos se podrían identificar realizando investigaciones desde la
perspectiva de la gubernamentalidad donde la cooperación para el desarrollo se pudiera leer desde las
racionalidades políticas, programas de gobierno y tecnologías de gobierno.

Referencias
De Sousa-Santos, B (2004). Reinventar la democracia. Quito, Ecuador: Abya Yala.
Gómez, M y Sanahuja (1999). El sistema internacional de cooperación al desarrollo. Madrid, España:
Cideal.
Jessop, B. (2017). El estado: pasado, presente y futuro. Madrid, España:Catarata.
Lechner, N. (2000). “Nuevas Ciudadanías”. En Revista de Estudios Sociales, No. 5. Bogotá,
Colombia: Universidad de los Andes. http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/815/81500504.pdf
Monedero, J (2017). Los nuevos disfraces del leviatan. Estado en la era de la hegemonía neoliberal.
Barcelona, España: Akal.
Reis, B. (2007). El concepto de la cooperación civil-militar en el caso colombiano. En América
Latina en movimiento. Recuperado de https://www.alainet.org/es/print/124276
Sanahuja, J. (2012). ¿Más y mejor ayuda?: Los Objetivos del Milenio, la Declaración de París y
las tendencias en la cooperación al desarrollo. En: Eikasia. Revista de Filosofía, año IV,
26, julio. pp 125-161 http://www.revistadefilosofia.org
Tortosa, J. (1998). Motivaciones legítimas, propuestas honestas, contextos tozudos. En compasión y
cálculo: un análisis crítico de la cooperación no gubernamental al desarrollo. Barcelona,
España: Icaria editorial
Zamora, E. (2013). Elementos críticos sobre cooperación internacional en el Magdalena Medio
colombiano. En Íconos. Revistas de ciencias sociales. N. 47. Septiembre pp 47-67.

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