Sie sind auf Seite 1von 3

Cuaderno de experiencias lingüísticas

José Antonio Gonzalo Gimeno

Análisis de los modelos del nivel textual

2º curso de Lingüística y lenguas aplicadas

Facultad de Filología, Universidad Complutense de Madrid

Un día, estaba en El Prado, y unos turistas de lengua eslava pasaron cerca. Lo pude reconocer
por los sonidos palatalizados y las líquidas velarizadas. Además, como estudio las lenguas
polaca y búlgara, entendí lo que dijeron (está escrito ahí abajo), por la similitud entre las
lenguas que estudio. Sin embargo, no sé ni qué lengua hablaban ni soy capaz de repetir lo que
dijeron.

Aquí veo el continuo en el que se puede adscribir la variación lingüística, cómo algunas
lenguas, o dialectos de ellas, son intercomprensibles, de modo que no se pueda establecer una
clarísima, nítida y estanca clasificación de lenguas, dialectos, registros…

Los continuos se ven en todas las facetas y aspectos de la vida, del conocimiento… No son las
clasificaciones, distinciones, taxonomías y demás sino un constructo en el que inscribimos
nuestro conocimiento (con lo que es más fácil y cómoda su comprensión, y así podemos
trabajar), pero para nada exactos ni, muchos menos, reales.

El otro día, en el metro, subiendo las escaleras mecánicas contrarias, había una pareja
discutiendo a gritos en un idioma extranjero. Era claramente griego. Suena como el español,
prácticamente igual, como si un español estuviera pronunciando sílabas sin sentido. Entre
otras cosas, pronuncian la s como nosotros, con el ápice de la lengua contra los alvéolos.

Es curioso como una lengua que, a pesar de ser igualmente indoeuropea, pertenece a una
familia distinta al español puede parecerse tanto fonéticamente.

Estoy aprendiendo búlgaro desde el año pasado y, pese a todo lo distintos que puedan parecer
y, efectivamente, ser, bien desde el principio he ido dándome cuenta y comentando con mis
profesores cuan parecido resulta ser con el español. Para una mente que piensa en español,
reconozco que la lengua búlgara acaba siendo cómoda, como si se pudieran calcar los patrones
que tenemos hechos en español, de manera que a veces la traducción es prácticamente literal.
Estudio, asimismo, polaco, perteneciente a la misma familia que el búlgaro, pero puedo decir
que no me encuentro en las mismas condiciones. Igual que puedo en Bulgaria mantener
conversaciones sencillas con relativa facilidad y comodidad, esto mismo en polaco me
resultaría imposible (he intentado ambas cosas).

Parece como si el latín hubiera evolucionado hacia el español en la misma dirección que el
eslavo antiguo hacia el búlgaro. Es, el búlgaro, en todo caso, la lengua eslava más parecida al
español.
Ayer tuve que ir a un lugar a pedir información y, después de explicarme lo básico que tenía
que decirme, la persona con la que estaba hablando me dijo: “Si no tienes ningún apuro,
podemos seguir hablando.”

Le tuve que preguntar a qué se refería, porque tenía acento de argentino/chileno/uruguayo


(que no soy capaz de diferenciar).

“Apuro” lo entiendo como reparo, vergüenza..., sin embargo, mi amigo lo empleaba para
querer decir “quehacer, recado”.

Ayer asistí a una charla/taller llevada a cabo por gente de corte bastante feminista. Con una de
las mujeres que lo conducía he hablado ya un par de veces acerca de las concordancias,
términos marcados y no marcados en las oposiciones lingüísticas (en este caso, entre los
géneros masculino y femenino) …

Esta mujer suele concordar en femenino para referirse a grupos de gente, o emplear el fonema
/e/ para no hacer referencia ni al femenino ni al masculino (“Buenas tardes a todas, todes y
todos”.). En un momento dado, dijo, literalmente: “En esto estamos todas de acuerda”.

Esto me llamó mucho la atención, ya que “de acuerdo” nunca lo concordamos en nada (ni
masculino, ni femenino, ni plural, ni singular) porque no es un adjetivo. Pero solo el hecho de
que acabe en /o/ le hizo relacionarlo directamente con el género masculino, que nada tiene
que ver con el género masculino del que se hablaba en la charla (serie de características que se
asocian normalmente con el comportamiento de los hombres) ni, mucho menos, con el sexo
biológico.

Estas cosas me hacen reflexionar acerca del género gramatical y de cómo no tiene
correspondencia con el sexo ni el género social (las sociedades en las que se hablan lenguas sin
género gramatical, o con más de dos, siguen teniendo independientemente sus propias
construcciones en cuanto al comportamiento de los diferentes sexos). También me hizo pensar
en cómo las personas, no necesariamente versadas en temas lingüísticos, se interesan por
dichos temas y se fijan y prestan atención al lenguaje alrededor de ellas (aunque no puedan
comparar, por ejemplo, con el conocimiento gramatical de otras lenguas), como es asimismo el
fin de este cuaderno de experiencias lingüísticas.

Estuve este verano trabajando en Francia (y, obviamente, debiendo comunicarme en francés
con todo el mundo). El francés no es mi idioma materno y, cuando llegué allí, podía apañarme,
pero no con la comodidad que permite la fluidez y la relajación a la hora de hablar. Un día, a
una señora que estaba fregando el suelo por donde iba a tener que pasar (pisándole el fregado
y ensuciando su trabajo), le dije: “Excusez-moi, Madame, ja vais tout vous pisser”.
Inmediatamente hube pronunciado esto, fui consciente de lo que había dicho: “Perdone,
señora, se lo voy a mear todo”. Pues en francés, “pisser” no quiere decir “pisar”, sino “mear”.
Espero que la mujer entendiera mi condición de extranjero y no tomara en sentido literal lo
que dije que iba a hacer (sobra decir que no lo hice).

Los llamados falsos amigos, además de, en ciertas ocasiones como esta, muy divertidos, son
asimismo muy interesantes. Siendo el español y el francés idiomas tan cercanos entre sí, es
posible producir este tipo de malentendidos. Con idiomas más distintos, por muy distintos que
sean, es más complicado que se lleguen a producir estos malentendidos (nunca en búlgaro me
he encontrado en una situación similar, si bien sí me he encontrado en situaciones de
imposibilidad comunicativa e incomprensión mucho más a menudo que en francés).

Llevo un tiempo fijándome que la gente aquí en Madrid, para hablar de sucesos ocurridos el
mismo día -incluso hace pocos instantes-, emplea en numerosas ocasiones el pretérito
indefinido, en lugar del pretérito perfecto. Al salir de un examen, por ejemplo, alguien ha
dicho: “¿Te diste cuenta de que vino Menganito?” cuando, según la manera de hablar de mi
tierra -y hasta hace poco pensaba que de todo España, excepto Galicia, Asturias, León…
siempre se utiliza, en esos casos, el pretérito perfecto. De hecho, al oírlo lo siento como un
típico error de extranjero que está aprendiendo a hablar en español.

Tengo un buen amigo extranjero con el que nos ayudamos en nuestras respectivas lenguas,
corrigiendo lo que nos suena poco natural en el hablar del otro. Y siempre corrijo este “error”,
que para mí es tan claro. Pero claro, estando en Madrid, ¿cómo puedo seguir sosteniéndole
que eso no se puede decir -pese a que estoy convencido, basándome en cómo ha hablado
siempre mi entorno-?

Una de las expresiones que más gracia causan a mis conocidos en Madrid de mi manera de
hablar es el conector parentético “pues”. Efectivamente, aquí, decir cosas como “Te llamo
pues mañana” o “El examen es pues en el aula 15” se enmarcan en un registro, si se puede
decir así, algo pueblerino y no especialmente esmerado en el hablar.

Por otro lado, en prácticamente la totalidad de textos académicos, aparece este conector,
situado entre comas, lo que hace que el texto “suba de rango”.

Me parece muy curioso como el mismo hecho lingüístico puede estar considerado
sociolingüísticamente de una manera tan drásticamente diferente, y aprovecho cualquier
oportunidad para mostrar a mis conocidos cada vez que un texto académico aparece la
palabra “pues”.

Estaba en un concierto el otro día, y resulta que el grupo de los teloneros era de Valencia. En
un momento dado, se pusieron a cantar en valenciano retando al público a entenderlos.

Yo lo pude entender con bastante facilidad, y no precisamente porque hable catalán.

De gente que sí habla catalán, he oído en bastantes ocasiones que el acento de los dialectos
del sur es más parecido, en la fonética, al español.

No sé cómo será, pero en mi tierra hay gente (desgraciadamente muy poca) que habla en
diversos dialectos de la fabla aragonesa, según el valle. Resulta que al principio llegué a pensar
que estaban hablando en aragonés, para mi gran sorpresa y emoción. Pude darme cuenta, a la
segunda frase, de que no era aragonés.

Además, enseñé a un amigo de habla catalana unas canciones en aragonés, y enseguida


relacionaba muchas de las palabras con palabras catalanas. Asimismo, llegó a decir que, de
alguna manera, parecía que estuviesen hablando en valenciano.

Das könnte Ihnen auch gefallen