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«La naissance littéraire de la biopolitique», dans Michel Foucault, la littérature et les

arts, Actes du colloque de Cerisy-la-Salle, juin 2001 ; Philippe Artières (ed.), Paris, Kimé,
2004, pp. 47-70.

Revel hace remontar el origen o germen del concepto de biopolítica, tardío dentro de la obra
de Foucault (desde la segunda mitad de los años 70), a sus análisis sobre literatura o
lingüística de la década precedente: ¿tiene sentido considerar este interés por el lenguaje, el
discurso y la escritura el terreno de cultivo de esa nueva problematización de las relaciones
de la subjetividad, el poder y las prácticas de libertad? De entrada, es paradójico por dos
motivos:
1) Desafía la división tradicional que hacemos de la obra de Foucault y que separa los
periodos y temas de sus investigaciones para, en su lugar, explicar compleja pero
coherentemente sus aparentes discontinuidades. No se trata de ver en ella un proyecto
unitario o teleológico, un diseño secreto, sino un trabajo continuo, renovado sin cesar y cuyo
movimiento hace necesario cambiar los paradigmas metodológicos, las herramientas
conceptuales e incluso los campos de investigación. Leer las discontinuidades, virajes y
transformaciones como etapas de un razonamiento que procede por reformulaciones y
desplazamientos sucesivos.
2) Escapa a una reducción simple y anodina que hace que Foucault, como todos los
pensadores franceses, haya tratado la cuestión del lenguaje en los 60 y la del poder en los 70.
¿Cómo pensar la singularidad de Foucault más allá de su identificación generacional con un
cierto medio? No verlo como algo independiente, pero tampoco como un mero epifenómeno.
Nacimiento literario de la biopolítica: enraizamiento lingüístico y estilístico para uno de los
conceptos foucaultianos más complejos, pues la biopolítica es una bisagra entre la analítica
del poder y ciertos temas de la producción última de Foucault (subjetividad e invención de sí,
ética y estética, relaciones con el cuerpo y en general con la vida).
Antes de nada, ¿cuál fue el verdadero interés de Foucault por el discurso y en qué medida la
literatura es tanto una subcategoría como un punto ciego? Nacimiento literario y no
lingüístico o discursivo.
2 diferentes estatus del lenguaje en Foucault:
1) El primero ―identificable con el estructuralismo― es fruto de un interés por la
materialidad del signo (vs. la hegemonía del sentido, de matriz fenomenológica), que lo lleva
a acercarse a la lingüística, la gramática general, etc., y por la historización de las
estructuras de los discursos del saber, que lo lleva a hacer una lectura arqueológica de estos.
Discurso: conjunto de enunciados que pueden pertenecer a campos diferentes pero que sin
embargo obedecen a reglas de funcionamiento comunes (no solo lingüísticas o formales,
también de repartos históricamente determinados: razón/sinrazón). Llamado en esa primera
época epistémè: sistema de recurrencias en el que las diferencias, variaciones,
heterogeneidades y singularidades forman un isomorfismo dotado de una función normativa y
reglada, que produce mecanismos de organización de lo real a través de la producción de
saberes y de la inducción de estrategias y prácticas. Se trata, entonces, de aislar las leyes de
funcionamiento, las regularidades internas, dentro de esas masas discursivas, y al mismo
tiempo de historizar los procedimientos de identificación y clasificación propios de cada
periodo. La arqueología foucaultiana es un análisis lingüístico ubicado en el seno de una
interrogación más amplia sobre las condiciones de emergencia de ciertos dispositivos
discursivos que sostienen a menudo prácticas o las engendran.
2) El segundo es designado a veces como un verdadero “esoterismo estructural”: trabajo
sobre Raymond Roussel y aplicación de este modelo a una serie de gestos de escritura en los
años siguientes. Práctica que parece rehusar el análisis lingüístico y la arqueología:
experiencia de habla que precisamente en tanto que es habla, señala el “afuera” de todo
lenguaje y denuncia su economía interna y los repartos fundadores.
Clases de Merleau-Ponty sobre la lingüística de Saussure (ENS, finales de los 40): la lengua es
el objeto de la lingüística (ciencia del funcionamiento del lenguaje) y el habla queda afuera
de todo acercamiento lingüístico, en tanto objeto impregnado por la dimensión subjetiva del
locutor, que escapa de la descripción general. En Foucault hay un eco de esta división, que se
sustituye por dos oposiciones que se alternan: discurso/lengua (el primero se rebela al orden
del lenguaje y no parece someterse a él, como Roussel) y discurso/habla (al contrario: el
primero es el eco lingüístico de la articulación saber-poder descrita a través de los
mecanismos de identificación, distribución y taxonomización; el habla, subjetiva, encarna la
práctica de resistencia frente a este). Al final se quedará con esta última ―el discurso como
espacio del orden―, pero toma esa idea de Saussure sobre un límite del análisis lingüístico,
un afuera o un objeto imposible: 3 figuras que se encuentran al mismo momento (1962-1966)
en textos sobre la literatura y los literatos, como si el concepto de habla quedara cristalizado
en torno a la literatura como algo que muestra esta “exterioridad” del lenguaje. Crean una
situación paradójica, ya que en esa misma época sus libros afirman la imposibilidad absoluta
de una exterioridad a la episteme de una época dada (nunca se está fuera de su propio
tiempo), cuyas determinaciones se sufren.
Primer matriz de la exterioridad: transgresión (sobre Bataille, 1963). No hay límite que no
llame a la transgresión, pues no hay espacio que designe inmediatamente su exterioridad. Si
hay límite hay un acto de reparto, que dibuja, a contrapelo de su propia función de
contención la posibilidad del gesto que lo niega. La transgresión es la reafirmación ineludible
de un límite.
Segunda matriz: exterioridad, de mano de Blanchot, sin caer en la trampa dialéctica. Esta es
una experiencia, la experiencia del afuera (desaparición del sujeto en el pensar/hablar, el
lenguaje debe registrar su lugar vacío). La lengua escapa a la dinastía de la representación y
el habla literaria se desarrolla a partir de sí misma: red de puntos distintos que se sitúa con
respecto a otros en un espacio que los alberga y separa.
Foucault y Saussure se pueden vincular gracias a esta idea de que una cierta experiencia del
lenguaje rehúsa el análisis lingüístico, el discurso objetivante. ¿En qué se distinguen? Para S.
la subjetividad del habla era lo que la excluía del análisis científico, para F. es la
desaparición del sujeto la que marca la especificidad de la experiencia de una exterioridad al
orden discursivo. Orden del discurso / desorden del habla: opuestos y simétricos por esta
toma de partido por pensar el lenguaje como estructura sin referencia alguna a quien lo pone
en práctica. Sin embargo, aunque F. trata de entender y formular esta exterioridad en
términos lingüísticos, estructurales, muestra una gran fascinación por las figuras que
encarnan ese afuera (Roussel, Pierre Rivière).
Lección de Lacan: no hay un lenguaje único, sino lenguajes (el inconsciente está estructurado
como uno), rompiendo con la unidad del campo lingüístico. Al estallar esta unidad, hace falta
pensar en la diferencia radical como fundamento (exterioridad, heterogeneidad), como algo
que está en la base del análisis estructural: varios sistemas, varios regímenes de signos, varios
órdenes. La oposición desorden del habla/orden del discurso es menos el descubrimiento de
la potencia del desorden subjetivo que la afirmación de la existencia de múltiples órdenes,
inconmensurables, sin que haya posibilidad alguna de reconducirlos a uno solo, hegemónico o
fundador: no se puede integrar el esoterismo estructural bajo otra cosa que las estructuras
que se da a sí mismo. Se trata por tanto de descubrir estas otras estructuras: ¿cómo funciona
la experiencia del afuera, esto es, el estallido de la experiencia de la interioridad y el
descentramiento del lenguaje hacia su propio límite? (cf. Blanchot)
El nombre de Merleau-Ponty no aparece, pero esta figura habita en el empeño del Foucault
literario por decir lo invisible de los intersticios del mundo, el desvío de los signos, el hueco y
la materia de un lenguaje que se quiere inaugural y no la repetición de un orden, experiencia
y no instrumento de designación (La Prose du monde como título del primer capítulo de Las
palabras y las cosas).
La exterioridad corre siempre el riesgo de reconducir la experiencia del afuera a la dimensión
de la interioridad, está el problema de dotarla de un lenguaje que le sea fiel y la dificultad
de hacer cohabitar el espacio de la exterioridad radical que parece dibujar con una
descripción arqueológica de los dispositivos discursivos en la que no hay afuera posible: “(...)
on est toujours à l’intérieur. La marge est un mythe. La parole du dehors est un rêve qu’on
ne cesse de reconduire” («L’extension sociale de la norme», DE III, nº 173). La posibilidad de
pensar una diferencia absoluta (y no lo otro de lo mismo, una vez más) parece obstaculizada
de antemano por el recurso a las metáforas espaciales: F. parece liberarse de las trampas
dialécticas de la transgresión de los límites, pero no puede afirmar la heterogeneidad radical
de la experiencia del afuera más que recurriendo a dos subterfugios (experiencia
inconmensurable / hacer como si el afuera pudiera pensarse sin hacer alusión al adentro). En
el texto de Blanchot hace uso del pliegue, para romper con el círculo vicioso afuera/adentro
(similar a límite/transgresión), que se dan en él a la vez separada y simultáneamente.
Tercera gran matriz: a partir de la disyunción lenguaje/pensamiento (sobre ella se articula el
giro lingüístico de la filosofía contemporánea). Este desajuste palabras-cosas es precisamente
el que permite hacer la arqueología de la manera en que las palabras, a partir de la edad
moderna, han pretendido regir y poner en orden el mundo, cómo hemos pretendido construir
un principio de inteligibilidad sin resto, como si el lenguaje pudiera ser por sí mismo el
garante y la posibilidad del sentido compartido y de la representación objetiva. Historizar
esta relación con el poder de las palabras: saberes sobre el mundo > poder sobre las cosas del
mundo. Nombrar es transformar las cosas en objetos.
Algunos problemas persisten: 1) ¿hay algo que pueda escapar al poder de las palabras?
¿podemos decir lo incalificable? ¿hay palabras para todo? ¿no tiene límites el poder del
lenguaje? 2) al disociar pensamiento y lenguaje (el acto de pensar del de nombrar), ¿no nos
vemos forzados a admitir que el pensamiento piensa fuera del lenguaje? ¿Y no sería mejor
pensar que el pensamiento es siempre lenguaje, esto es, que la manera en que pensamos está
estructurada de antemano en función de un orden del que el lenguaje no es más que una
cara? Hacer una historia de los sistemas de pensamiento, de cómo el pensamiento está
siempre ordenada por el discurso.
La enciclopedia china de Borges como uso esotérico de las palabras que no se pliega a las
reglas comunes del pensamiento y que abre una brecha en un orden que creíamos absoluto:
límite del pensamiento objetivante, que no se puede constituir allí donde debe afrontar las
palabras en forma de objetos imposibles. Esta deviene la deconstrucción de dos planes (el
pensamiento es a la vez un cogito y el pensamiento de algo): no hay necesidad de sujeto
pensante para hacer la prueba del lenguaje / el objeto se niega a aparecer tras las palabras
que fracturan el espacio de antemano.
Fin de los años 60. Con El orden del discurso (última vez que vuelve al tema sobre el peligro
que aflora en la superficie de las palabras) se cierra la década lingüístico-literaria de F. con
su séquito de paradojas, comenzando por el extraño privilegio subversivo de la literatura, que
pretende contradecir el orden lingüístico manteniendo la disolución del sujeto y la posibilidad
del análisis estructural. Este abandono corresponde al paso de una arqueología a una
“dinástica del saber”: no solo la descripción de un régimen de discursividad y de su eventual
transgresión, sino el análisis de la relación que existe entre estos grandes tipos de discurso y
las condiciones históricas, económicas, políticas de su aparición. Pasaje de la arqueología a la
genealogía. Este desplazamiento permite plantear el problema de las condiciones de
desaparición de un régimen discursivo y de una determinación histórica: prácticas de
resistencia.
Sin embargo, ampliar el tema del discurso al de las prácticas es difícil sin tener en cuenta al
sujeto de dichas prácticas: resistir a la objetivación reapropiándose de la propia subjetividad.
Es aquí donde está el verdadero pasaje de lo literario a lo político: descubrimiento de que
esta resistencia no se encuentra solo en los objetos imposibles, sino en la resubjetivación
(donde se construye la investigación sobre la política en el seno de la analítica de los
poderes).
Analítica del poder: no hay un poder sustantivo (entidad coherente, unitaria y estable), sino
relaciones de poder que suponen condiciones históricas de emergencia complejas e implican
efectos múltiples. Hay que ver cada uno de los polos de la relación (genealogía del poder
indisociable de una historia de la subjetividad) y cuestión del cómo se ejerce (instrumentos,
campos, red y efectos). Las relaciones de poder como modos de acción complejos sobre la
acción de los demás: cuestión de la libertad. Poder y libertad no están enfrentados, sino que
son indisociables: el poder no tiene una función meramente represiva sino productiva (de
efectos de verdad, subjetividades, luchas) y los fenómenos de resistencia pueden situarse
dentro del poder al que contestan y no en un improbable “afuera”.
Alianza poder-saber (con Nietzsche contra Platón) como constante del poder. Variables: de
los signos de fidelidad y ofrendas a la idea de producción y prestación productiva (nacimiento
de las disciplinas que integran el cuerpo de los individuos y que posteriormente controlan las
poblaciones a través de una serie de biopoderes que administran la vida). Circulaciñon del
poder en el cuerpo social al completo y diversidad de sus aplicaciones: variabilidad de
fenómenos de sujeción/subjetivación.
Es este tema de la subjetivación (producción de subjetividad) el que permite pasar del viejo
tema de la exterioridad a una estructura ordenada, del afuera de la objetividad o del rechazo
de los procedimientos de objetivación a una formulación política no espacializada: resistencia
bajo la forma de una práctica de libertad. Subjetivación =/= retorno a las viejas figuras del
sujeto cartesiano = proceso según el cual se obtiene la constitución de un sujeto, proceso
creador por el que una subjetividad se afirma no solo de manera negativa (contra el orden,
relaciones de poder, etc), sino positivamente en el mundo = movimiento constituyente.
Modos/procesos de subjetivación del sh, se corresponden a dos tipos de análisis: el de los
modos de objetivación que transforman a los sshh en sujetos / de la manera en que la
relación con uno mismo (técnicas de sí) permite constituirse como sujeto de su propia
existencia, horadando en el seno mismo de las relaciones de poder un espacio de libertad.
El problema de la producción histórica de las subjetividades pertenece a la vez a la
descripción arqueológica de la constitución de un cierto número de saberes sobre el sujeto, a
la descripción genealógica de las prácticas de dominación y de las estrategias de gobierno a
las que se puede someter a los individuos y al análisis de las técnicas a través de las cuales los
hombres, trabajando la relación que les une consigo mismos, se producen y se transforman.
Lugar inasignable de la subjetividad en movimiento que sigue siendo para F. el producto de
determinaciones históricas, pero también el espacio inédito de un trabajo sobre sí cuyas
modalidades son a su vez históricas pero que hace surgir la dimensión del afuera (creación,
invención, lo inédito, lo preobjetivo) en el interior mismo de las relaciones de poder. Doble
anclaje en el que se anuda la posibilidad de la resistencia subjetiva de las singularidades.
Diez años después de las primeras exploraciones literarias de la resistencia (una vez más
pensada sobre el modelo de aquello de lo que se debía librar: a la vez desvío y estructura,
rechazo del modelo objetivo de los saberes y confirmación de la disolución del sujeto) el
lugar de la invención de sí deja de querer ser exterior a la configuración de saberes/poderes y
se aloja por el contrario en su torsión íntima.
Biopolítica (noción ambigua). En un primer momento designa cómo el poder tiende a
transformarse (XVIII-XIX) para gobernar no solo a los individuos a través de ciertos
procedimientos disciplinarios, sino el conjunto de los vivos constituidos en poblaciones
(gestión de la salud, higiene, alimentación, sexualidad, natalidad… que devienen cuestiones
políticas). Población: conjunto de seres vivos y coexistentes que presentan rasgos biológicos y
patológicos particulares y cuya vida misma es susceptible de ser controlada para asegurar una
mejor gestión de la fuerza de trabajo. La vida es a su vez un poder, podemos localizar en la
vida misma (trabajo, lenguaje, cuerpos, afectos, deseos, sexualidad) el lugar de emergencia
de una resistencia radical, de una producción de subjetividad que se daría como movimiento
de “desujeción”. Dimensión ética (problematizar la relación con uno mismo) y estética
(análisis de las condiciones de posibilidad de la producción de subjetividad). Comme le
confirme Foucault en 1982, “ l’analyse, l’élaboration, la remise en question des relations de
pouvoir, et de l’ “ agonisme ” entre relations de pouvoir et intransitivité de la liberté, sont
une tâche politique incessante (...) c’est même cela, la tâche politique inhérente à toute
existence sociale ” (El sujeto y el poder).
Recuperación de la figura del sujeto, cuya presencia habían excluido radicalmente el trabajo
sobre la literatura y el lenguaje. No el sujeto como conciencia autosuficiente y ahistórica, ni
como entidad o cosa, sino como proceso constituyente. Subjetividad: puro momento de
invención en el seno de determinaciones históricas de las que depende al mismo tiempo que
escapa de ellas, producción de ser sin fin ni objetivo que sin embargo abre la posibilidad de
un acontecimiento ontológico, un afuera que no tiene necesidad de exterioridad para marcar
su diferencia, ya que en lugar de buscarla en otra parte, en otro espacio, la inaugura aquí, en
una actualidad reconvertida creativa. Del espacio al tiempo, Foucault encuentra finalmente
el medio de escapar a la dialéctica del límite sin por ello recaer en la aporía de un tiempo
considerado como dimensión de la conciencia fenomenológica: tiempo de la ontología
productiva, kairós creativo.

Nacimiento literario de la biopolítica = reanudar juntos los hilos de dos investigaciones que no
dejan de trabajar dentro de los análisis foucaultianos: 1) conciliación de una crítica radical
del sujeto y de una reinversión de la subjetividad sin objetivación previa; 2) pasaje de una
analítica especializada de la diferencia a una ontología temporal de la creación. Tiempo que
no se reduce al presente (temporalidad de duración media determinada por la noción de
episteme) sino vuelto a su propia actualidad.

Desde el inicio el interés de F. por la literatura anticipó sin duda mucho de lo que iba a
permitir la “respuesta biopolítica” a los biopoderes. Lo que fascinó a F. en la experiencia
literaria era la posibilidad de una invención de nuevas formas lingüísticas, de estructuras
diferentes, de códigos inéditos. En suma: una creación. Lo que fascina diez años más tarde a
F. en la idea de la biopolítica es que a un poder sobre la vida pueda responderle la potencia
de la vida: otra manera de decir que no dejamos de crear y que si el hombre es una figura
sobre la arena destinada a borrarse progresivamente, esta producción de ser está ahí para
hacernos descubrir otras orillas. Biopolítica, producción de subjetividad, actualidad ―varios
nombres que, aventurémonos, probablemente no habrían desagradado a Roussel.

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