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El orgullo

Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una
persona se siente afectada.

Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, jactancia, soberbia, altivez.

El orgullo es un defecto inherente a todos los seres humanos. Todos tenemos orgullo en diferentes
niveles

El orgullo le hace daño no solo a quien lo padece sino también a quienes están a su alrededor.

El orgullo nos priva de vivir una vida en de armonía.

No nos permite acercarnos a Dios.

El orgullo es el pecado que probablemente detiene más de clamar por la salvación.

El orgullo es tan peligroso y serio como difícil de detectar. Cuando se trata de diagnosticar
nuestros propios corazones, el orgullo nos cuesta identificarlo.

El orgullo infecta nuestra visión, haciéndonos ver a nosotros mismos a través de un lente que
colorea y distorsiona la realidad. El orgullo pintará, inclusive, nuestra fealdad en el pecado como
algo hermoso y digno de elogio.

Lo que dice la Biblia del orgullo:

Salmo 147: 6

A. Es contencioso. Proverbios 13: 10.

B. Precede a la deshonra y a la humillación. Proverbios 11:2; 16:18

C. Es presumido y escarnecedor. Proverbios 21: 24

II. Dios y el orgullo

A. Dios aborrece el orgullo. Proverbios 8: 1

B. Dios castiga al orgulloso. Daniel 5:20


El rey Nabucodonosor prácticamente se creía un dios. El relato cuenta que él tuvo un sueño y el
profeta Daniel lo interpretó. Luego de interpretarlo y revelarle al rey Nabucodonosor que debía
reconocer que sólo Jehová es Dios, este rey siguió con su soberbia y sufrió un castigo muy
humillante: se volvió como una bestia y se fue a comer pasto con los otros animales.

Hasta que un día finalmente reconoció que él no era nadie y que sólo Jehová era el único Dios.
Luego de eso Dios en su misericordia lo restauró.

El rey Nabucodonosor llego exclamar que solo “él puede humillar a los que andan con soberbia.”

III. Dios y la humildad

A. Dios da gracia al humilde. Proverbios 3: 34.

B. Dios guía a los humildes. Salmo 25: 9

C. Dios atiende al humilde. Salmo138: 6

D. Dios exalta al humilde. Salmo 147: 6

¿Cómo ejercitar la humildad?

A-No tener un concepto superlativo de nosotros mismos.

La humildad tampoco consiste en andar con apariencias falsas.

B. Ver a los demás como superiores a nosotros. Filipenses 2: 3

Esto no significa que debamos tener algún tipo de complejo de inferioridad. Se trata de no ver al
prójimo como si yo fuese mejor que él, pues todos somos iguales ante Dios. Aquí juega un papel
muy importante el amar al prójimo como a nosotros mismos.

C. Aceptar la corrección. Job 5: 17


D. Humillarnos ante Dios para que sea él quien nos exalte y no nosotros a nosotros mismos.
Santiago 4

Jesús es el ejemplo máximo de humildad.

Siendo el rey del universo y con todo a su disposición, decidió humillarse para venir a morar con el
hombre – quien a propósito lo recibió mal desde su propio nacimiento – y le entregó su tiempo,
trajo sanidad de muchas enfermedades, liberación, resurrección de muertos y lo más importante,
la salvación de nuestras almas.

El reino de los cielos es para los humildes, así que debemos ejercitar este principio para hallar
gracia ante Dios.

Algunos síntomas del orgullo.

1. Señalamiento de faltas

Cuando estoy escuchando un sermón o estudiando un pasaje, el orgullo impulsa la terrible


tentación de evitar la obra del Espíritu en mi corazón, en lugar de eso quiero planificar una
conversación potencial para las personas que según yo “realmente necesitan escuchar.

La persona espiritualmente orgullosa lo muestra hallando culpa en otros.

2. Un espíritu severo

Aquellos que están enfermos de orgullo en sus corazones hablan de los pecados de otros con
desprecio, irritación, frustración o juicio.

Incluso, puede estar al acecho en las oraciones que hacemos por nuestros amigos.

3. La superficialidad

Cuando el orgullo vive en nuestros corazones, estamos mucho más preocupados con las
percepciones de los demás acerca de nosotros que de la realidad de nuestros corazones.
Luchamos con los pecados que tienen un impacto sobre cómo otros nos ven.

4. Una actitud defensiva


Los que permanecen en la fortaleza hallada en la justicia de Cristo, encuentran un escondite
seguro contra los ataques de los hombres y Satanás.

“Para el cristiano humilde, mientras más el mundo esté contra él, más callado y quieto estará, a
menos que esté en su cuarto de oración, donde no estará callado”.

5. Presunción delante de Dios

La humildad se acerca a Dios con la humilde seguridad en Cristo Jesús.

“Algunos, en su gran regocijo ante Dios, no han prestado suficiente respecto a esa norma en el
Salmo 2:11 -“Adoren al Señor con reverencia, y alégrense con temblor”.

Otros no sienten confianza delante de Dios. Lo cual suena a humildad, pero en realidad es otro
síntoma del orgullo. En esos momentos, estamos testificando que creemos que nuestros pecados
son más grandes que Su gracia. Dudamos del poder de la sangre de Cristo y estamos atrapados
mirándonos a nosotros mismos en lugar de Cristo.

6. Desesperación por atención

El orgullo tiene hambre de atención, respeto y adoración en todas sus formas.

Quizás suena a presunción desvergonzada acerca de nosotros mismos.

No debemos buscar la gloria que viene de los hombres sino la de Dios.

7. El descuido de otros

El orgullo prefiere algunas personas por encima de otras. Honra a los que el mundo considera
dignos de honor, dándole más peso a sus palabras, sus deseos y sus necesidades.

Puede ser que la mayoría de nosotros luchamos con el orgullo más de lo que pensábamos.

Hay buenas noticias para el orgulloso. La confesión del orgullo señala el comienzo del fin del
orgullo. Indica que ya se está librando la batalla. Porque sólo cuando el Espíritu de Dios se está
moviendo, comenzando a humillarnos, podemos quitarnos los lentes del orgullo de nuestros ojos y
vernos a nosotros mismos con claridad, identificando la enfermedad y buscando la cura

Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí


camino malo, y guíame en el camino eterno. (Salmo 139:23-24)

Marcos 9:33-37 (RVC) ¿Quién es el mayor?

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