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Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una
persona se siente afectada.
El orgullo es un defecto inherente a todos los seres humanos. Todos tenemos orgullo en diferentes
niveles
El orgullo le hace daño no solo a quien lo padece sino también a quienes están a su alrededor.
El orgullo es tan peligroso y serio como difícil de detectar. Cuando se trata de diagnosticar
nuestros propios corazones, el orgullo nos cuesta identificarlo.
El orgullo infecta nuestra visión, haciéndonos ver a nosotros mismos a través de un lente que
colorea y distorsiona la realidad. El orgullo pintará, inclusive, nuestra fealdad en el pecado como
algo hermoso y digno de elogio.
Salmo 147: 6
Hasta que un día finalmente reconoció que él no era nadie y que sólo Jehová era el único Dios.
Luego de eso Dios en su misericordia lo restauró.
El rey Nabucodonosor llego exclamar que solo “él puede humillar a los que andan con soberbia.”
Esto no significa que debamos tener algún tipo de complejo de inferioridad. Se trata de no ver al
prójimo como si yo fuese mejor que él, pues todos somos iguales ante Dios. Aquí juega un papel
muy importante el amar al prójimo como a nosotros mismos.
Siendo el rey del universo y con todo a su disposición, decidió humillarse para venir a morar con el
hombre – quien a propósito lo recibió mal desde su propio nacimiento – y le entregó su tiempo,
trajo sanidad de muchas enfermedades, liberación, resurrección de muertos y lo más importante,
la salvación de nuestras almas.
El reino de los cielos es para los humildes, así que debemos ejercitar este principio para hallar
gracia ante Dios.
1. Señalamiento de faltas
2. Un espíritu severo
Aquellos que están enfermos de orgullo en sus corazones hablan de los pecados de otros con
desprecio, irritación, frustración o juicio.
Incluso, puede estar al acecho en las oraciones que hacemos por nuestros amigos.
3. La superficialidad
Cuando el orgullo vive en nuestros corazones, estamos mucho más preocupados con las
percepciones de los demás acerca de nosotros que de la realidad de nuestros corazones.
Luchamos con los pecados que tienen un impacto sobre cómo otros nos ven.
“Para el cristiano humilde, mientras más el mundo esté contra él, más callado y quieto estará, a
menos que esté en su cuarto de oración, donde no estará callado”.
“Algunos, en su gran regocijo ante Dios, no han prestado suficiente respecto a esa norma en el
Salmo 2:11 -“Adoren al Señor con reverencia, y alégrense con temblor”.
Otros no sienten confianza delante de Dios. Lo cual suena a humildad, pero en realidad es otro
síntoma del orgullo. En esos momentos, estamos testificando que creemos que nuestros pecados
son más grandes que Su gracia. Dudamos del poder de la sangre de Cristo y estamos atrapados
mirándonos a nosotros mismos en lugar de Cristo.
7. El descuido de otros
El orgullo prefiere algunas personas por encima de otras. Honra a los que el mundo considera
dignos de honor, dándole más peso a sus palabras, sus deseos y sus necesidades.
Puede ser que la mayoría de nosotros luchamos con el orgullo más de lo que pensábamos.
Hay buenas noticias para el orgulloso. La confesión del orgullo señala el comienzo del fin del
orgullo. Indica que ya se está librando la batalla. Porque sólo cuando el Espíritu de Dios se está
moviendo, comenzando a humillarnos, podemos quitarnos los lentes del orgullo de nuestros ojos y
vernos a nosotros mismos con claridad, identificando la enfermedad y buscando la cura