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Ocurre que, desde hace algún tiempo, viene surgiendo un tipo de delincuencia organizada
muy diferente de aquella existente hasta entonces: la que nació en el interior de las
cárceles, por medio de la unión de los presos (a veces a través de un pacto de sangre),
quienes juran lealtad a los “mandamientos” de su respectiva facción, encargada de
protegerlos en el interior de los recintos penitenciarios y de ayudar a sus familias del otro
lado de los muros de la prisión.
El hecho es que la población carcelaria que abarrota las prisiones brasileñas se unió, se
organizó; cooptó nuevos adeptos y simpatizantes; recauda el dinero necesario para su
mantenimiento mediante el pago de “estadías” de los presos o de financiamiento para la
perpetración de crímenes fuera de la prisión o de gerenciamiento de las “bocas-de-fumo”
(fumaderos); hay funcionarios públicos en sus nóminas...
Y vienen las matanzas, las masacres, las rebeliones, las fugas y las muertes de policías.
El ciudadano mira atónito cómo las calles, los barrios, las ciudades son ocupados por las
facciones que imprimen sus sellos en las paredes y determinan el toque de queda.
El Estado se mantiene impávido y coloso, incapaz de reconocer que falló. Y sigue errando
al negar lo obvio.
El crimen se organizó y viene ganando espacio con cada día que pasa.
Quizá sea hora de que el Estado tenga humildad y reconozca su error para que, más tarde,
no pueda decir que perdió.
Original: http://www.oestadoce.com.br/opiniao/e-o-crime-se-organizou