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Y el crimen se organizó

GRECIANNY CORDEIRO FISCAL DE JUSTICIA

Lunes, 5 de febrero de 2018

El crimen organizado no es algo nuevo. Siempre ha existido y siempre existirá.


No faltan ejemplos. Podemos citar a Al Capone, el famoso gánster estadounidense que
contrabandeaba y comercializaba bebidas en la época en la que estaba vigente la ley seca
en los Estados Unidos.

Existe crimen organizado relacionado al tráfico de drogas y de armas, al tráfico de


personas y de órganos, al lavado de dinero... Lo que diferencia a la delincuencia
organizada de otros tipos de delicuencia es su forma de actuación, estructurada como si
fuera una empresa, en la que cada componente ejerce un determinado rol, con división de
atribuciones, fijándose como objetivo la obtención de ventajas a través de la perpetración
de crímenes. Entonces, no estamos hablando aquí de aficionados, sino de delincuentes
altamente perspicaces.

La delincuencia organizada se caracteriza, además, por tener influencia en los espacios


más diversos, en la esfera privada y pública. Esta última, a su vez, imprescindible para el
éxito de cualquier trabajo criminal, garantizando al delincuente estar siempre adelante,
siempre un paso al frente de aquel que podría detenerlo: el Estado.

Ocurre que, desde hace algún tiempo, viene surgiendo un tipo de delincuencia organizada
muy diferente de aquella existente hasta entonces: la que nació en el interior de las
cárceles, por medio de la unión de los presos (a veces a través de un pacto de sangre),
quienes juran lealtad a los “mandamientos” de su respectiva facción, encargada de
protegerlos en el interior de los recintos penitenciarios y de ayudar a sus familias del otro
lado de los muros de la prisión.

El hecho es que la población carcelaria que abarrota las prisiones brasileñas se unió, se
organizó; cooptó nuevos adeptos y simpatizantes; recauda el dinero necesario para su
mantenimiento mediante el pago de “estadías” de los presos o de financiamiento para la
perpetración de crímenes fuera de la prisión o de gerenciamiento de las “bocas-de-fumo”
(fumaderos); hay funcionarios públicos en sus nóminas...

Y vienen las matanzas, las masacres, las rebeliones, las fugas y las muertes de policías.
El ciudadano mira atónito cómo las calles, los barrios, las ciudades son ocupados por las
facciones que imprimen sus sellos en las paredes y determinan el toque de queda.

El Estado se mantiene impávido y coloso, incapaz de reconocer que falló. Y sigue errando
al negar lo obvio.

El crimen se organizó y viene ganando espacio con cada día que pasa.
Quizá sea hora de que el Estado tenga humildad y reconozca su error para que, más tarde,
no pueda decir que perdió.

Original: http://www.oestadoce.com.br/opiniao/e-o-crime-se-organizou

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