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Ley civil y ley moral según el Magisterio

21.

Ley civil y ley moral


según el Magisterio

F. JAVIER ELIZARI*

La relación entre las leyes humanas y la ley moral cuenta con una valiosa
reflexión en la tradición moral cristiana. A medida que la sociedad civil se ha ido
configurando con nuevos rasgos, dicho patrimonio moral se ha ido
enriqueciendo y completando. En esta materia el Magisterio ha asumido
posiciones que intento reflejar en estas páginas.

I. CAMBIOS EN EL DERECHO

1. Situación nueva

“Las leyes civiles [...] en ciertos aspectos son en la actualidad mucho más
cristianas que en otros tiempos” 1. Pero en algunas cuestiones asistimos a un
distanciamiento creciente entre el derecho de la sociedad y las normas de la
Iglesia. Esta ruptura ha producido numerosas reacciones del Magisterio,
especialmente a propósito de las bautizadas como leyes “anti-vida” y “anti-
matrimonio/familia”. El Papa Juan Pablo II, aunque refiriéndose sólo a la
protección jurídica de algunos atentados contra la vida, muestra una gran
inquietud por esta dirección y la califica de nuevo contexto cultural y legal
(Evangelium vitae n. 4.)2, nueva situación cultural (EV, n. 4), con aspectos

* * Profesor en el Instituto Superior de Ciencias Morales, Madrid.


1 OBISPOS DE INGLATERRA Y PAÍS DE GALES, Problemas morales (31.12.1970).
2 A partir de ahora EV.

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inéditos (EV, n. 4), con caracteres nuevos respecto al pasado (EV, n. 11), con
características propias (EV, n. 68). “Se va delineando y consolidando una
nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto
inédito y –podría decirse– aún más inicuo [...]. Amplios sectores de la opinión
pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de
la libertad individual, y sobre todo pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la
autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad
y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias” (EV, n. 4 y
también n. 68). En la nueva situación cultural diseñada por Juan Pablo II hay
varios componentes:
 una amplia opinión pública a favor de la despenalización o legalización de
algunas conductas contra la vida humana que, a los ojos de ese sentir
extendido, pasan de delitos a derechos. “Opciones antes consideradas
unánimemente como delictivas y rechazadas por el común sentido moral,
llegan a ser poco a poco respetables” (EV, n. 4). Se tiende “a perder, en la
conciencia colectiva, el carácter de ‘delito’ y a asumir paradójicamente el de
‘derecho’” (EV, n. 11). En la configuración de la opinión pública se atribuye
un gran peso a los medios de comunicación (EV, n. 17).
 impunidad legal (EV, nn. 4, 11 y 17) para quienes realizan algunas prácticas
contra la vida humana.
 realización gratuita (EV, nn. 4, 11, 17 y 68) de tales acciones, con el apoyo
de la ley. Ello supone la implicación de estructuras públicas sanitarias y de
profesionales de la salud. La gratuidad es un elemento mencionado varias
veces por la encíclica, seguramente por ver en ella un factor que facilita en
alguna medida la comisión de atentados contra la vida.

2. Por qué interviene el Magisterio

Mons. Ricard, Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Francesa, se


hacía eco en 2001 de la irritación de muchos ciudadanos que se preguntan:
“¿Por qué interviene la Iglesia en este terreno? ¿No se sale de sus
competencias? ¿Pretende presionar a la sociedad? ¿Quiere imponer
autoritativamente a las conciencias sus puntos de vista?” 3. Estas preguntas,

3 J.-P. RICARD, L’Église et la dignité de l’être humain (09.02.2001). Los obispos de Bélgica
recogen también la interpelación o acusación de meterse en política: Declaración a

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que muchas veces traducen acusaciones, se centran, al menos en apariencia,


en el mero hecho de que el Magisterio intervenga. Probablemente, si Papas y
Obispos se pronunciaran en la misma dirección o sentido adoptados por los
interpelantes o acusadores, éstos elogiarían sus actuaciones y no protestarían.
La Jerarquía católica se justifica excluyendo unos móviles e indicando los
motivos verdaderos que la mueven. El Magisterio no se atribuye en virtud de su
misión religiosa ninguna competencia propia, antes bien “respeta el campo
propio del poder legislativo y del poder judicial” 4. La Iglesia no busca intereses
confesionales ni pretende imponer su opinión a la sociedad por medios
coercitivos y no democráticos5. De hecho, hace ya décadas, los obispos de
Inglaterra y País de Gales avisaban que en una sociedad como la nuestra, en
buena parte postcristiana, no ha de esperar el cristiano que las leyes obliguen a
los ciudadanos a observar un código moral que no aceptan 6.
El Magisterio descarta tales móviles y funda el hecho de su actuación en la
existencia de valores éticos en juego en determinadas actuaciones jurídicas:
protección de los derechos fundamentales de la persona (EV, n. 71, Donum
Vitae7 III, y muchísimos otros documentos cuya cita no tiene gran interés por su
carácter repetitivo), especialmente de los más débiles y amenazados 8 La Iglesia
no hace política. Se cree en el derecho y la obligación de recordar principios
morales de carácter racional que deben regir la vida de los Estados.

3. Fuentes magisteriales utilizadas

Existe un número ingente de documentos del Magisterio surgidos como


reacción a actos jurídicos de la sociedad: ley constitucional de Brasil (1989),
carta de derechos fundamentales de la Unión Europea, políticas fiscales,
agrarias, de inmigración, asilo, refugiados y extranjeros, políticas carcelarias y
de detención de personas, normas de comercio mundial, limitaciones a la
libertad religiosa, etc. Pero seguramente, el número más elevado de
propósito de la despenalización del aborto, n. 10 (23.06.1989).
4 OBISPOS BELGAS, Declaración sobre el aborto, Introducción (06.04.1973).
5 Mons. RICARD, d. c. (nota 13). OBISPOS BELGAS, d. c. (nota 13).
6 OBISPOS DE INGLATERRA Y PAÍS DE GALES, d. c. (nota 1).
7 En adelante DV.
8 Esta consideración se repite hasta la saciedad en los documentos del Magisterio.

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pronunciamientos del Magisterio se da respecto a actos del derecho


relacionados con temas de Bioética. Dentro de ellos destaca la despenalización
del aborto y en menor grado, leyes relativas a la anticoncepción, esterilización,
técnicas de reproducción asistida, eutanasia, genética, etc. Fuera de la
Bioética, otro ámbito ha motivado bastantes actuaciones del Magisterio. Me
refiero a las leyes “anti-familia”: divorcio, uniones de hecho, uniones de
homosexuales, etc. Otros documentos de carácter general, no relacionados
con actos jurídicos particulares de la sociedad, también abordan nuestro tema
(Cf. Centesimus Annus, nn. 46-47; Veritatis splendor, n. 101)9.
En estas páginas me ciño de modo muy preferente a documentos más bien
centrados en la defensa de la vida humana. Entre ellos destaca la carta
encíclica de Juan Pablo II, Evangelium vitae” (1995) que nos ofrece una larga
sección (nn. 68-74) sobre “ley civil y ley moral”. Ella va a constituir la referencia
principal en mi trabajo. Con menor extensión y desde una perspectiva más
restringida, la del aborto, trata el tema la Declaración sobre el aborto
provocado (1974), cuyo autor es la Congregación vaticana para la defensa de
la fe, en su quinta parte: “La moral y el derecho” (nn. 19-23). Entre ambos se
sitúa la Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad
de la procreación (1987), del mismo organismo vaticano, en su apartado III,
titulado “Moral y ley civil”. El horizonte de este documento son las técnicas de
reproducción asistida en torno a las cuales se perciben amenazas posibles
para el no nacido y agresiones a la dignidad de la procreación humana y del
matrimonio. Acudo también a otros textos romanos así como a diversos
documentos episcopales.
Entre todos ellos, dentro de un núcleo sustancial compartido, encontramos
un pensamiento con algunas variaciones. El hecho de la mayor o menor
extensión concedida al tema, la tradición más o menos democrática de los
países en que vive la Iglesia, su presencia mayoritaria o minoritaria en una
sociedad, los diferentes momentos en que se redactan los textos, la
sensibilidad de los autores, etc. contribuyen a que los documentos
magisteriales varíen algo en su tono, acentos u omisiones.
En gran parte de los escritos del Magisterio se define la relación entre ley
civil y ley moral sin prestar gran atención, al menos explícita, a los diferentes
9 En adelante CA. y VS. respectivamente.

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Ley civil y ley moral según el Magisterio

sistemas políticos que puede adoptar una sociedad, como dando a entender
que todos ellos deben atenerse al modelo que la Iglesia propone por ser válido
en cualquier situación. Éste es el horizonte que abordo en la IIª sección. En la
IIIª me haré eco más expresamente al pensamiento del Magisterio sobre la
relación ley civil-ley moral en el contexto de una sociedad democrática y plural.

II. LEY CIVIL Y LEY MORAL

Alrededor de tres puntos intento ordenar la aportación del Magisterio en esta


cuestión: función de la ley civil, derecho penal, actitud ante leyes injustas.
Papas y Obispos son bien conscientes de la secularización de nuestras
sociedades y tienen muy en cuenta este hecho a la hora de definir el modelo de
relación entre ley civil y ley moral. Por encima de las alusiones religiosas que a
veces aparecen, la propuesta eclesial se intenta fundamentar en “principios
racionales” (DV, III). Está, por lo tanto, dirigida a cualquier ser humano,
independientemente de su posicionamiento ante el hecho religioso. Por eso no
ha de extrañar que el modelo propuesto por la Iglesia forme “parte también del
patrimonio de las grandes tradiciones jurídicas de la humanidad” (EV, n. 71).

1. Función de la ley civil

En las primeras palabras sobre esta cuestión, Evangelium vitae señala algo
muy obvio: el cometido de la ley civil es distinto y más limitado que el de la ley
moral (EV, n. 71; Declaración sobre el aborto provocado, n. 20). Diferencia que
no ha de interpretarse como separación, oposición o contradicción 10. Antes bien
–idea central para el Magisterio– entre ley civil y ley moral existe una relación
que se intenta definir excluyendo algunos ámbitos y afirmando otros.

a.- Cometidos excluidos

Es una evidencia innecesaria de señalarse que la ley civil no debe “dictar


normas que exceden la propia competencia” (DV, III; EV, n. 71).

10 CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA, Familia, matrimonio y “uniones de hecho”, n. 17


(21.12.2000); CONSEJO PERMANENTE DEL EPISCOPADO FRANCÉS, Declaración sobre las
técnicas de reproducción asistida (10.01.1994).

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1) Sustituir a la conciencia

Este principio teórico comúnmente admitido por el pensamiento filosófico


ético y por las diversas teorías jurídicas, es recordado por el Magisterio en
diversos momentos. “En ningún ámbito de la vida la ley civil puede sustituir a la
conciencia” (DV, III; EV, n. 71). Más que en el principio, los documentos
oficiales de la Iglesia se detienen 11 en señalar el riesgo de que el derecho venga
a sustituir de hecho a la conciencia, como regulador de la conducta moral, por
una identificación entre legal y moral. En este punto la Jerarquía da la impresión
de no confiar mucho en la educación como medio para conjurar este peligro.

2) Imponer una opción moral

“Es verdad que la ley no está para zanjar las opiniones o para imponer una
con preferencia a otra”12.

3) Injerirse en la intimidad de las personas

En los documentos analizados, pocas veces aparece, al menos


explícitamente, esta cuestión. Los obispos de Inglaterra y País de Gales
afirman con claridad que la ley concierne sólo, de por sí, a los actos públicos.
Los privados no son incumbencia del derecho sino en la medida en que afecten
al bien público. Pero incluso algunos actos privados que, a juicio de los mismos
obispos, tienen consecuencias públicas evidentes, como el adulterio, no deben
convertirse en un delito. Ello constituiría una injerencia intolerable en la vida
privada y en la libertad individual13.

4) Reprimir todo lo inmoral

Con dos afirmaciones algo diferentes, la Declaración sobre el aborto


provocado de 1974 dice: “La ley civil no puede [la cursiva es mía] castigar

11 CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA, d. c. (nota 10), n. 47; OBISPOS BELGAS, d. c. (nota
4); MONS. G. DUCHÈNE, Intervention devant le groupe de travail de la Commission de
l’Assemblée nationale (18-08-1979).
12 Declaración sobre el aborto provocado, n. 20. El Estado no tiene como rol el imponer a
los ciudadanos uno u otro sistema moral en sus detalles: OBISPOS ESCANDINAVOS, El
aborto y la responsabilidad del cristiano, n. 19 (julio 1971).
13 OBISPOS DE INGLATERRA Y PAÍS DE GALES, d. c. (nota 1).

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Ley civil y ley moral según el Magisterio

todas las faltas” (se entiende, morales). “La ley no está obligada a castigar
todo”14. Este papel de la ley, descrito así de forma negativa, se expresa también
positivamente como el poder y, a veces, el deber, por parte del Estado de tolerar
conductas inmorales, el llamado principio de tolerancia, o de tolerancia civil. Los
textos del Magisterio son muy genéricos a la hora de establecer los criterios para
discernir cuándo está justificada en concreto la tolerancia, suelen limitarse a
señalar una comparación entre los males previsibles de las dos opciones:
prohibir y no prohibir. “La autoridad pública puede, a veces renunciar a reprimir
aquello que provocaría, de estar prohibido, un daño más grave” (EV, n. 71)15. A
veces se hacen algunos añadidos: en aras del orden público (DV, III) 16 o del bien
público17. A veces, el reconocimiento del principio de tolerancia, va acompañado
de algunas cautelas. Que la renuncia a castigar no se vea como una
autorización18 o legitimación19 de ciertas conductas. También se ha de estar
atentos para evitar algunos riesgos: caer en una extensión abusiva de la
tolerancia, presentar la conducta tolerada como un derecho creado por la
legislación permisiva.

b.- Función propia de la ley civil

Al describir la función de la ley civil, los documentos del Magisterio usan


diversas formulaciones: organizar la vida social lo mejor posible, garantizar una
ordenada convivencia social en la justicia (Cf. EV, n. 71). La formulación más
repetida dice relación expresa al bien común. “La misión de la ley civil consiste
en garantizar el bien común de las personas” (DV, III; EV, n. 71). El bien común
es el “fin y criterio regulador de la vida pública” (EV, n. 70).

14 Declaración sobre el aborto provocado, nn. 20 y 21. No se han de criminalizar todos los
actos reprensibles: OBISPOS ESCANDINAVOS, d. c. (nota 12). Cf. CONSEJO PERMANENTE DEL
EPISCOPADO ITALIANO, Documento sobre el aborto (11.01.1972) y OBISPOS IRLANDESES,
Declaración a propósito de un proyecto de ley (04.04.1978).
15 Cf. también Declaración sobre el aborto provocado, n. 20.
16 No se ha de identificar el concepto de orden público en textos del Magisterio (cf. más
adelante nota 22) con la idea negativa frecuentemente asociada a esta expresión.
17 OBISPOS DE INGLATERRA Y PAÍS DE GALES, d. c. (nota 1).
18 Declaración sobre el aborto provocado, n. 20.
19 CONSEJO PERMANENTE DEL EPISCOPADO FRANCÉS, d. c. (nota 10).

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El bien común, una expresión prácticamente inexistente en la ética filosófica


–habría que ver si el mismo contenido no se encuentra en ella en otros
términos– presenta un contenido variado. Los documentos pontificios y
episcopales escogen, según los casos, unas u otras formulaciones sobre el
bien común. Los obispos escandinavos 20 se acogen a un documento del
Vaticano II21: “El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida
social con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr
con mayor plenitud y facilidad sus propia perfección”. Siguiendo a otro texto del
Vaticano II (cf. DH, n. 7)22, para “Evangelium vitae” son componentes del bien
común la protección de los derechos fundamentales de la persona y la
promoción de la paz y de la moralidad pública (EV, n. 71). Poco más adelante,
el mismo documento precisa el sentido del bien común seleccionando algunos
puntos del tratamiento más amplio 23 que ofrece la encíclica “Pacem in terris” de
Juan XXIII: ”En la época moderna se considera realizado ante todo el bien
común cuando se han salvado los derechos y los deberes de la persona
humana. De ahí que los deberes fundamentales de los poderes públicos
consisten sobre todo en reconocer, respetar, armonizar, tutelar y promover
aquellos derechos, y en contribuir por consiguiente a hacer más fácil el
cumplimiento de los respectivos deberes” (EV, n. 71). La protección de los
derechos fundamentales, unas veces presentada como componente del bien
común, otras sin señalar este aspecto, es una constante repetida dentro de los
documentos del Magisterio como perteneciente a la misión de la ley civil.

2. El derecho penal

El Magisterio se guarda de identificar derecho con derecho penal. Sabe muy


bien que los caminos de la sociedad para defender la dignidad humana y los

20 OBISPOS ESCANDINAVOS, d. c. (nota 12), n. 19 a.


21 CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 74,
tomada a su vez de un pasaje de la encíclica de Juan XXIII, Mater et Magistra.
22 “Tutela eficaz de los derechos de todos los ciudadanos, y su pacífica armonización, la
solicitud conveniente por una paz pública estimable –que sea convivencia en el orden y
en verdadera justicia– y la necesaria defensa de la moralidad pública. Todo esto
constituye una parte fundamental del bien común, y entra en el concepto de orden
público”.
23 JUAN XXIII, Pacem in terris: Acta Apostolicae Sedis 55 (1963) 272ss.

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Ley civil y ley moral según el Magisterio

derechos fundamentales de la persona son múltiples. “Una legislación positiva


en los terrenos sociales, culturales y pedagógicos puede y debe emplearse
siempre más para proteger la vida humana” 24. Muchos otros textos del
Magisterio presentan un horizonte similar. Llama la atención –aunque puedan
aventurarse explicaciones– que esta visión más amplia sobre la protección de
la vida humana, de los derechos fundamentales de la persona, a pesar de su
reiteración en los documentos oficiales, sea tan ignorada en los debates
sociales, casi monopolizados por la penalización o despenalización de ciertas
conductas.
Sobre el derecho penal, como camino para proteger la vida humana, existen
algunos matices diferentes en los textos magisteriales. En ocasiones aparece
como un medio obligado para el Estado: “El respeto y la protección que se han
de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la
ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus
derechos” (DV, III)25. La represión penal es descrita, a veces, como el medio
ordinario utilizado por la ley por considerarlo el más eficaz, pero la pena no es
el único, ni quizás el mejor medio para promover la vida 26.

3. Responsabilidades morales ante leyes injustas

La introducción de leyes injustas sitúa a la conciencia recta ante difíciles


problemas morales. El tema está muy presente, aunque de modo desigual, en
los textos del Magisterio. Entre todos ellos hemos de destacar la Evangelium
vitae que dedica un espacio notable a las responsabilidades en una triple
dirección: mejora o corrección legislativa, objeción de conciencia y no
cooperación, puntos que presento, aunque con brevedad, para que no falte
este aspecto dentro de la exposición de conjunto del pensamiento magisterial.

a.- Mejora o corrección legislativa

24 OBISPOS ESCANDINAVOS, d. c. (nota 12), n. 19 f. Cf. también Evangelium vitae, n. 90.


25 Cuando, poco más adelante, este mismo documento se refiere a la protección jurídica
de la familia en relación con las técnicas de reproducción asistida, no menciona al
derecho penal, camino que sí exige al defender el derecho a la vida.
26 Cf. por ejemplo, OBISPOS SUIZOS, Declaración sobre la interrupción voluntaria del
embarazo (05.09.2001); CONSEJO PERMANENTE DEL EPISCOPADO ITALIANO, Instrucción
pastoral (08.12.1978); OBISPOS ESCANDINAVOS, d. c. (nota 12); OBISPOS HOLANDESES,
Declaración sobre el aborto provocado (08.10.1974).

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Se pide un esfuerzo para eliminar o, al menos, corregir y mejorar las leyes


que permiten atentados contra la vida, siempre “teniendo en cuenta las
posibilidades concretas”, “respetando a todos y según la lógica de la
convivencia democrática” y a sabiendas de que “en el contexto de las
democracias pluralistas, es difícil realizar una eficaz defensa legal de la vida
por la presencia de fuertes corrientes culturales de diversa orientación” (EV, n.
90).

b.- Objeción de conciencia

La objeción de conciencia es una obligación. Para el cristiano tiene sus


precedentes en el Nuevo Testamento (He 5,29) y en el Antiguo, en el no
acatamiento de las órdenes del Faraón por parte de las comadronas de los
hebreos (Ex 1,17). La objeción de conciencia es, al mismo tiempo, un derecho
que debe estar legalmente protegido (Cf. EV, nn. 73 y 74).

c.- No cooperación

Acogiendo una doctrina que los manuales de moral exponen con detalle,
rechaza como siempre ilícita la cooperación formal, “cuando la acción realizada,
o por su misma naturaleza o por la configuración que asume en un contexto
concreto, se califica como colaboración directa en un acto contra la vida humana
inocente o como participación en la intención inmoral del agente principal” (EV, n.
74). Esta forma de cooperación no es justificable apelando al respeto de la
libertad ajena ni apoyándose en que la ley la prevé y exige (Cf. EV, n. 74). Entre
las formas de cooperación rechazada se mencionan el participar en campañas
de opinión a favor de una ley abortista y el darle el propio voto (Cf. EV, n. 73).
La Evangelium vitae no utiliza el otro término cooperación material, ni
expone con detenimiento la compleja doctrina moral sobre este punto. Ofrece
indicaciones y algún ejemplo. No sería una colaboración moralmente ilícita el
votar a favor de una ley abortista más restrictiva como alternativa a otra más
permisiva, vigente o en fase de votación, siempre que se verifiquen dos
condiciones: imposibilidad de evitar o abrogar completamente la ley más
permisiva, claridad y notoriedad de la oposición personal del votante al aborto
(cf. EV, nn. 73 y 74). Un caso poco mencionado en los documentos
magisteriales es el voto a un partido en cuyo programa figura la

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Ley civil y ley moral según el Magisterio

despenalización del aborto. Los obispos escandinavos creen que en algunos


casos tal voto puede ser moralmente lícito27.

III. LA LEY CIVIL EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y PLURAL

Democracia y pluralismo moral son dos conceptos distintos. Pero no parece


concebible una democracia que no sea moralmente plural. A pesar de esta
práctica inseparabilidad, trataré por separado de ley y democracia, de ley y
pluralismo pues diversos textos del Magisterio ponen el acento en uno u otro
punto. Para el primer tema me serviré básicamente de la encíclica Evangelium
vitae; para el segundo, de varios textos episcopales.

1. Ley civil y democracia

El valor moral del derecho en un régimen democrático no se consigue por la


decisión de la mayoría sino por la conformidad con la ley moral.
Consecuentemente, la encíclica critica las leyes que no responden a este
postulado. Y dentro de este contexto, aplica duras palabras a la democracia.

a.- Entre la aprobación y la descalificación

No debe existir duda alguna del gran aprecio moral que al Magisterio le
merece la democracia como forma de gobierno. La encíclica se refiere a ella
como un positivo “signo de los tiempos” e invita a los cristianos a situarse
dentro de la lógica democrática. “Si hoy se percibe un consenso casi universal
sobre el valor de la democracia, esto se considera un positivo ‘signo de los
tiempos’, como también el Magisterio de la Iglesia ha puesto de relieve varias
veces” (EV, n. 70)28. En otro lugar, la misma encíclica anima a actuar dentro de
la lógica de la convivencia democrática a quienes tienen responsabilidades “en
la elaboración de proyectos culturales, económicos, políticos y legislativos que,
respetando a todos y según la lógica de la convivencia democrática” (EV, n.
90).

27 OBISPOS ESCANDINAVOS, d. c. (nota 12), n. 20 g.


28 En la nota de este n. 70 se citan dos documentos: la encíclica Centesimus annus, n. 46,
de Juan Pablo II y el Radiomensaje de Navidad de Pío XII (24.12.1944).

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En la Evangelium vitae y en otros textos de Juan Pablo II, no así en textos


episcopales, encontramos también un tono de cierta dureza hacia la
democracia. Aun teniendo presente que en esos pasajes no se trata de juicios
generales, globales sobre el régimen democrático, sino de leyes particulares
respecto a la protección de la vida, algunos términos y expresiones han
producido reacciones negativas en la sociedad. A propósito de tales leyes la
encíclica habla de “totalitarismo fundamental”, de un “Estado tiránico”, de
“trágica apariencia de legalidad”, de “traición al ideal democrático en sus
mismas bases”, de la democracia como “palabra vacía”. Todos estos textos,
reproducidos a continuación están en los nn. 20 y 70. “La democracia, a pesar
de sus reglas, va por un camino de totalitarismo fundamental. El Estado deja de
ser la ‘casa común’ donde todos pueden vivir según los principios de igualdad
fundamental y se trasforma en Estado tiránico [la cursiva aparece en el texto],
que presume de poder disponer de la vida de los más débiles e indefensos”
(EV, n. 20)29. Poco más adelante, se añade: “Parece que todo acontece en el
más firme respeto de la legalidad, al menos cuando las leyes que permiten el
aborto o la eutanasia son votadas según las, así llamadas, reglas
democráticas. Pero en realidad estamos sólo ante una trágica apariencia de
legalidad, donde el ideal democrático [...] es traicionado en sus mismas bases”
(EV, n. 20). “Cuando una mayoría parlamentaria o social decreta la legitimidad
de la eliminación de la vida humana aún no nacida, incluso con ciertas
condiciones, ¿acaso no adopta una decisión ‘tiránica’ respecto al ser humano
más débil e indefenso?” (EV, n. 70). Y al final del mismo n. 70 se hace un juicio
de hecho muy poco favorable a la democracia a la que se presenta como
frecuentemente aquejada de grandes déficits morales: institución más al
servicio de los fuertes que de los débiles, institución maniobrera del poder y de
la opinión pública: “En los mismos regímenes participativos la regulación de
intereses se produce con frecuencia en beneficio de los más fuertes, que tienen
mayor capacidad para maniobrar no sólo las palancas del poder, sino incluso la
formación del consenso. En una situación así, la democracia se convierte
fácilmente en una palabra vacía” (EV, n. 70).

29 Ver algunas críticas a la democracia en Centesimus Annus, n. 46, reproducidas en


Veritatis splendor, n. 101.

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b.- Valor moral de la ley civil: no por la mayoría sino por la conformidad
con la verdad moral

A diferencia de otros regímenes políticos o sistemas de gobierno, en la


democracia “las leyes y decisiones se adoptan sobre la base del consenso de
muchos” (EV, n. 90). Este hecho responde a una idea extendida en la sociedad
rechazada por el Magisterio. “En la cultura democrática de nuestro tiempo se
ha difundido ampliamente la opinión de que el ordenamiento jurídico de una
sociedad debiera limitarse a percibir y asumir las convicciones de la mayoría y,
por tanto, basarse sólo sobre lo que la mayoría misma reconoce y vive como
moral” (EV, n. 69)30.
Para Evangelium vitae el carácter moral de la democracia “no es
automático, sino que depende de la conformidad con la ley moral a la que,
como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse; esto es,
depende de la moralidad de los fines que persigue y de los medios de que se
sirve” (EV, n. 70). A propósito de la democracia se afirma aquí lo dicho en otra
parte, refiriéndose a la ley en general, sin alusiones a los regímenes políticos:
“En continuidad con toda la tradición de la Iglesia se encuentra también la
doctrina sobre la necesaria conformidad de la ley civil con la ley moral” (EV, n.
72).
Utilizando otro lenguaje, se vincula la calidad moral de la democracia con
los valores: “el valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que
encarna y promueve; fundamentales e imprescindibles son ciertamente la
dignidad de cada persona humana, el respeto de sus derechos inviolables e
inalienables, así como considerar el ‘bien común’ como fin y criterio regulador
de la vida política” (EV, n. 72). De aquí, la urgencia de “descubrir de nuevo la
existencia de valores humanos y morales esenciales y originarios, que derivan
de la verdad misma del ser humano y expresan y tutelan la dignidad de la
persona. Son valores, por tanto, que ningún individuo, ninguna mayoría y
ningún Estado nunca pueden crear, modificar o destruir, sino que deben sólo
reconocer, respetar y promover” (EV, n. 72). Por lo tanto, “en la base de estos
valores no pueden estar provisionales y volubles ‘mayorías’ de opinión, sino
sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, en cuanto ‘ley natural’
30 Ideas parecidas se encuentran en el n. 68.

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inscrita en el corazón del hombre, es punto de referencia normativa de la


misma ley civil” (EV, n. 70). “Ponemos en guardia contra la idea de que tales
cuestiones pueden resolverse por una decisión mayoritaria” 31: “el derecho
originario e inalienable a la vida se pone en discusión o se niega sobre la base
de un voto parlamentario o de la voluntad de una parte –aunque sea
mayoritaria– de la población” (EV, n. 20). Sirviéndose de las reglas mayoritarias
se llega a legitimar jurídicamente la muerte de los no nacidos 32.

2. Ley civil y pluralismo moral

El tema del pluralismo moral puede tratarse como mero fenómeno moral o
por sus repercusiones para el derecho de una sociedad plural. Este segundo
aspecto es el que ahora interesa.
Frecuentemente se alega el pluralismo moral de la sociedad como un
motivo para que las leyes despenalicen algunas conductas sobre cuya
moralidad hay pareceres dispares. Los obispos belgas, refiriéndose al aborto
escriben: “Algunos aceptan y defienden la licitud del aborto. Éste sería, por lo
tanto, un asunto de libertad de opinión. La sociedad no puede permitir que una
parte de los ciudadanos imponga sus puntos de vista a los demás, limitando
indebidamente su libertad”33. En esta cuestión se distinguen dos planos, el de la
pura opinión (derecho a la propia opinión, a exponerla, propagarla, defenderla)
y la posibilidad de traducirla en hechos sin prohibiciones ni sanciones legales.
En el plano teórico, la libertad de opinión goza de grandes derechos: “El
verdadero pluralismo implica, en primer lugar, el respeto de las personas,
cualesquiera que sean sus ideas. Exige, después, dejar a las personas las
oportunidades para expresar sus opiniones y para actuar en consecuencia
mientras sus conductas no contradigan el verdadero bien común y respeten los
derechos ajenos [...]. En un plano puramente teórico podríamos preguntarnos si

31 OBISPOS ALEMANES, Reflexión sobre la bioética (7.03.2001).


32 JUAN PABLO II, Discurso a los participantes en dos congresos internacionales sobre el
Derecho y la familia (24.05.1996), n. 3.
33 OBISPOS BELGAS, d. c. (nota 4).

170
Ley civil y ley moral según el Magisterio

la sociedad civil debiera llegar hasta admitir la propaganda de las ideas más
subversivas”34.
Cuando se trata de actuar según las propias ideas en una sociedad plural,
los obispos belgas dan algunas indicaciones. “La libertad y el derecho de cada
uno terminan donde comienzan la libertad y derechos ajenos. Si alguien, por
ejemplo, pretendiera apropiarse de los bienes de su prójimo, ¿se puede exigir
que la sociedad le autorice a actuar de acuerdo con esa convicción? Con
mayor razón, si alguien en su modo de pensar llegara a contradecir los
derechos esenciales de la persona –especialmente el derecho a la vida– y
pretendiera traducir sus pensamientos en actos, la sociedad, guardiana y
protectora de los derechos de todos sus miembros, no podría permitir tal
actuación ni que se reconociera valor a semejante opción o que ésta fuera
institucionalizada”35. Pocos años después, el mismo episcopado belga escribía:
“Sería inmoral invocar la libertad de opinión en perjuicio del derecho a la vida,
principio primordial. No se trata aquí de un plano teórico, el de las puras
opiniones. Se reivindica el derecho de pasar de la opinión a los actos. Nadie se
atrevería a reclamar la libertad de opinión para poder torturar. A fortiori para
acabar con la vida de inocentes”36. El Estado está obligado a proteger los
bienes jurídicos y los derechos de las personas contra ataques deliberados de
terceros, aunque éstos respondan a una ética o concepción personal 37.

3. Anotaciones finales

Evangelium vitae se refiere al valor moral de los procedimientos


democráticos empleados en la elaboración del derecho y a los contenidos
morales que dicho derecho debe reflejar.

a.- Procedimientos

34 Ibídem.
35 Ibídem.
36 OBISPOS BELGAS, Declaración a propósito de la despenalización del aborto, I. n. 4
(23.06.1989).
37 OBISPOS HOLANDESES, d. c. (nota 26).

171
F. JAVIER ELIZARI

En nuestra sociedad muchos pensadores comulgan con el Magisterio


cuando éste mantiene que las mayorías parlamentarias o sociales no
garantizan necesariamente resultados justos en las normas que de ellas
dimanan. Decirlo es afirmar algo tan obvio que tales afirmaciones no suponen,
en sí mismas, ningún descrédito para la democracia. También los regímenes
participativos pueden equivocarse. No son infalibles. Las mayorías no poseen
el monopolio de la justicia. Así como la decisión individual no está justificada
por ser decisión sino por estar basada en razones, igualmente las decisiones
mayoritarias no se justifican por sí mismas.
La encíclica no presta especial atención a destacar los valores morales que,
en principio, están presentes en los procedimientos democráticos, empleados
en la elaboración del derecho. “El proceso jurídico-político articulado en torno al
principio de decisión colectiva por mayorías supone la incorporación al derecho
de algunos componentes morales básicos. En particular, el reconocimiento de
cada uno como agente moral igual a los demás en materia de decisión jurídico-
política y la exigencia ética de la autonomía individual reflejada en un
conjunto de libertades (de expresión, elección, propuesta, etc.) como
requisitos concomitantes al proceso de toma de decisiones” 38. Los
procedimientos, aun encarnando estos valores, tampoco aseguran por sí
mismos la justicia de los resultados.
Con frecuencia la presencia de estos valores en los procedimientos
democráticos es más o menos deficiente porque son muchas las dificultades
que impiden conseguir el ideal. Evangelium vitae, sin detenerse mucho en este
punto, indica algunas deficiencias en esta materia. “En los mismos regímenes
participativos, la regulación de intereses se produce con frecuencia en
beneficio de los más fuertes, los cuales tienen mayor capacidad para maniobrar
no sólo las palancas del poder, sino incluso la formación del consenso” (EV, n.
70). Semejantes observaciones y otras que pudieran hacerse, por sí mismas,
no significan un desdoro para la democracia en cuanto tal. Son una invitación a
mirar la realidad con verdad y a esforzarse para que los juegos de intereses y
poderes, siempre amenazadores éticamente, no quiten calidad moral a los
procedimientos en la elaboración de las normas. Si aun con procedimientos

38 F. J. LAPORTA, Ética y derecho en el pensamiento contemporáneo, en: V. CAMPS,


Historia de la Ética. 3. La Ética contemporánea, Edit. Crítica, Barcelona 1985, 291.

172
Ley civil y ley moral según el Magisterio

justos, la justicia de las decisiones por mayoría no es segura, los resultados


justos se tornan más problemáticos con procedimientos democráticos
deficientes. Hemos de añadir que los procedimientos de la democracia, aun
con sus limitaciones y déficits “normales”, superan, sin lugar a duda, en calidad
moral a los adoptados en otros sistemas de gobierno. Evangelium vitae
parece dejar los procedimientos democráticos envueltos en interrogantes y
sospechas. Aun con sus limitaciones y deficiencias, ¿existen otros mejores
para garantizar un derecho más justo?

b.- Contenidos morales

Muchos en la sociedad civil39 comparten básicamente el parecer del


Magisterio, cuando éste rechaza el positivismo jurídico 40 y sostiene la
necesidad de dar una base moral al derecho. Pero al tratar de definirla las
divergencias surgen respecto al Magisterio dentro y fuera de la Iglesia. Textos
oficiales piden que el derecho de la sociedad democrática y plural sea conforme
con la concepción que el Magisterio tiene acerca de la ley moral, de la ley
natural. Tal pretensión es considerada inadecuada, incluso por teólogos católicos,
para una sociedad pluralista y no confesional41. El deseo de la Iglesia de ver un
derecho con la calidad moral que ella pide no tiene otra vía, al parecer, sino la de
la persuasión.

39 Para O. Cayla existe una crisis del derecho democrático positivo; éste sufre un notable
descrédito y en torno a él surge la desconfianza. Lejos de ser una expresión santa e
infalible de la voluntad general, puede errar u oprimir por reflejar solamente la voluntad
partidista de una mayoría política pasajera. Cf. O. CAYLA, Droit, in: M. CANTO-SPERBER,
Dictionnaire d’Éthique et de Philosophie Morale, Presses Universitaires de France, Paris
1996, 439-440. Cf. la crítica del positivismo jurídico en F. J. LAPORTA, o. c., 238-241.
40 “La concepción positivista del derecho, junto con el relativismo ético, no sólo quitan a la
convivencia social un punto seguro de referencia, sino que también ofenden la dignidad
de la persona y amenazan las mismas estructuras fundamentales de la democracia”:
JUAN PABLO II, Discurso a los participantes en dos congresos internacionales sobre el
Derecho y la familia (24.05.1996), n. 7. Casi cincuenta años antes, escribía Pío XII: “El
simple hecho de ser declarada por el poder legislativo una norma obligatoria por el
Estado, tomado aisladamente y por sí solo, no basta para crear un verdadero derecho
[...]. Es el error del positivismo jurídico en el sentido propio y técnico de la palabra”,
Discurso a la Rota Romana (13.11.1949) n. 10.
41 Cfr. L. GONZÁLEZ-CARVAJAL, Entre la utopía y la realidad. Curso de Moral Social, Sal
Terrae, Santander 1998, 253-255.

173
F. JAVIER ELIZARI

Muchos países han dado acogida en su legislación a derechos morales


básicos, aunque estamos siempre ante una tarea inacabada.
Independientemente de este hecho, no pocos creen en la existencia de unos
contenidos morales básicos compartidos por la sociedad que son los que han
de inspirar el derecho de la sociedad. Algunos llaman a ese conjunto “Ética
civil”42. Aun sin emplear esta categoría, quizás no esté muy lejana de su
enfoque la “apelación a ciertos derechos básicos de los individuos, concebidos
como derechos morales anteriores al sistema de normas jurídicas” [...]. “Tales
derechos [...] son concebidos también como algo que no está sujeto al juego de
las mayorías [...]. Las mayorías tienen, así, según este criterio, un límite
infranqueable en la existencia de derechos morales individuales, o, si lo
prefieren expresar de otro modo, los derechos morales básicos suponen para
el individuo un veto automático respecto de las decisiones mayoritarias que
traten de ignorar estos derechos básicos” 43. Si este lenguaje da la impresión de
ser semejante o muy cercano al del Magisterio, la realidad es bien distinta,
pues “parece poco plausible” considerar tales derechos como absolutos, ante la
posibilidad de conflictos entre derechos básicos de distintos individuos 44.
La legitimidad moral del derecho en una sociedad democrática plural se
mide básicamente por su fidelidad a los contenidos morales compartidos,
teniendo presente que nunca constituyen un conjunto cerrado y acabado. La
utilización de procedimientos justos en la elaboración del derecho supone una
cierta garantía, nunca total, de que las normas de la sociedad responderán
mejor a ese ideal.

42 Por ej. L. GONZÁLEZ-CARVAJAL, o. c., 255-257.


43 F. J. LAPORTA, o. c., 292.
44 Ibídem, 293.

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