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EXTRAS CREPUSCULO

EMMET Y EL OSO

Me sorprendió encontrar un extraño vinculo creciendo entre Emmet y yo,


especialmente teniendo en cuenta que él había sido el que más miedo me daba de
todos ellos. Tenia que ver con el modo en que ambos habíamos sido elegidos para
entrar en la familia; los dos habíamos sido amados – y habíamos amado en respuesta
– mientras éramos humanos, aunque por poco tiempo para él. Solo Emmet recordaba
– y solo él comprendía el milagro que Edward era para mí.

Hablamos de ello por primera vez una tarde mientras los tres estábamos sentados en
los sofás de la habitación principal, Emmet entreteniéndome tranquilamente con
recuerdos que eran mejores que cuentos de hadas, mientras Edward se concentraba en
el canal de cocina – había decidido que quería aprender a cocinar, ante mi
incredulidad, y le era difícil sin el apropiado sentido del gusto o del olfato. Después
de todo había algo que no sabia hacer de forma natural. Su perfecto entrecejo se
frunció mientras el famoso chef sazonaba otro plato de acuerdo a su gusto. Yo
suprimí una sonrisa.

“Para ese entonces él ya había terminado de jugar conmigo, y supe que iba a
morir.” Recordó Emmet suavemente, dando un giro al relato de sus años humanos
con la historia del oso. Edward no nos prestaba ninguna atención; ya la había oído
antes. “No podía moverme, y mi conciencia se estaba disipando, cuando escuché lo
que pensé que seria otro oso, y una lucha por ver quien se quedaba con mi cadáver,
supuse. De repente sentí como si volara. Me imaginé que había muerto, pero intenté
abrir los ojos de todos modos. Y entonces la vi -” Su rostro parecía incrédulo ante el
recuerdo; yo le comprendía completamente, “– y supe que estaba muerto. Ni siquiera
me importaba el dolor – luché por mantener mis párpados abiertos, no quería
perderme ni un segundo el rostro del ángel. Estaba delirando, por supuesto,
preguntándome por que no habíamos llegado al cielo aún, pensando que debía de
estar más lejos de lo que yo había creído. Y entonces me llevó ante Dios.” Él rió con
su risa profunda y atronadora. Yo entendía perfectamente qué alguien hubiese
pensado aquello.

“Pensé que lo que ocurrió a continuación era mi juicio final. Había tenido un poco
de demasiada diversión durante mis 20 años humanos, así que no me sorprendieron
las llamas del infierno” Rió de nuevo, aunque yo me estremecí. El brazo de Edward
me rodeó con más fuerza de forma inconsciente.

“Lo que me sorprendió fue que el ángel no se marchó. No podía entender como algo
tan hermoso podía estar en el infierno junto a mí – pero estaba agradecido. Cada vez
que Dios venia a echarme una ojeada, yo temía que se la llevase, pero nunca lo hizo.
Comencé a pensar que quizás esos predicadores que hablaban de un Dios piadoso
tenían razón después de todo. Y entonces el dolor desapareció…y me lo explicaron
todo.

Les sorprendió lo poco que me afectó todo ese asunto de los vampiros. Pero si
Carlisle y Rosalie, mi ángel, eran vampiros ¿Qué tan malo podía ser aquello?” Yo
asentí, completamente de acuerdo, mientras él continuaba. “Tuve unos cuantos
problemas con las reglas…” rió entre dientes. “Tenias las manos llenas conmigo al
principio, eh?” el empujón juguetón de Emmet al hombro de Edward nos balanceó a
los dos. Edward dejó escapar un leve gruñido sin apartar la vista de la TV.

“Así que ya ves, el infierno no es tan malo si consigues mantener a un ángel a tu


lado” me aseguró de forma traviesa. “Cuando él consiga aceptar lo inevitable, te irá
bien”

El puño de Edward se movió tan rápidamente que no vi lo que golpeó a Emmet


lanzándole sobre el respaldo del sofá. Los ojos de Edward no se apartaron de la
pantalla.

“Edward!” le reprendí, horrorizada.

“No te preocupes, Bella” Emmet estaba tan sereno, de vuelta en su asiento. “Sé
dónde encontrarle” Miró por encima de mi hacia el perfil de Edward. “Tendrás que
hacerlo alguna vez” advirtió.
Edward a penas si gruñó de nuevo como respuesta sin alzar la mirada.
Prom:
“¿Cuándo me vas a decir que está pasando, Alice?”

“Ya lo veras, se paciente” ordenó, haciendo muecas.

Estábamos en mi coche pero ella conducía. Tres semanas más y ya no estaría caminando
escayolada, y entonces iba poner muy firmemente mi pie sobre el asunto de conducir. Me
gustaba conducir.

Estábamos a finales de mayo, y la tierra alrededor de Forks encontraba de alguna manera


la forma de ser aún más verde de lo normal. Era precioso, por supuesto, y yo estaba
volviéndome algo reconciliada con el bosque, sobre todo a causa de pasar más tiempo allí
de lo normal. No éramos muy amigos aún, la naturaleza y yo, pero nos estábamos
acercando. El cielo estaba gris, pero eso también era agradable. Era un gris perlado, no
sombrío del todo, no lluvioso, y casi suficiente calido para mí. Las nubes eran gruesas y
seguras, esa clase de nubes que se han convertido agradables para mí, debido a la libertad
que garantizaban. Pero a pesar de estos entornos agradables, me sentía nerviosa. Por una
parte debido al comportamiento extraño de Alice. Ella había insistido este sábado a la
mañana en que era el día de las chicas fuera, llevándome hasta Port Angeles para
hacernos la manicura y la pedicura, rechazando dejarme tener la modesta sombra rosa
que yo quería y ordenando a la manicurista que me pintara con un brillante rojo oscuro –
incluso insistió en que me pintara las uñas de mi pie escayolado.

Cuando acabamos Alice me llevó a una tienda de zapatos, aunque solo me podía probar un
zapato de cada par. En contra de mis vigorosas protestas, ella me compro un par de lo
más impráctico, caro, tacones stiletto – cosas peligrosas, sujetas solamente por las cintas
gruesas del satén que se cruzaban sobre mi pie y se ataban en un ancho arco detrás de mi
tobillo. Eran de un azul profundo, un azul jacinto, y en vano intenté explicar que no tenía
nada con lo que ponerme esos zapatos. Incluso con mi armario embarazosamente lleno de
ropa que ella me había comprado en L.A. – la mayor parte de la ropa todavía demasiado
ligera para ponérsela en Forks – estaba convencida de que no tenía nada en ese tono. E
incluso si hubiese tenido ese tono exacto escondido en algún rincón de mi armario, mi
ropa no hacía juego con los tacones Stiletto. Yo no hacía juego con los tacones Stiletto –
podía caminar apenas con seguridad en calcetines. Pero mi lógica irrebatible no hacía
mella en ella. Ella incluso no volvería a discutir. (¿?)

“Bien, no son de Biviano, pero lo van a tener que hacer” murmuró descontenta, y entonces
no hablaría más mientras desencadenaba su tarjeta de crédito con los atemorizados
empleados. Me consiguió la comida en un sitio de comida rápida a través de la ventana,
diciéndome que tenía que comer en el coche, pero negándose a explicarme la razón de
tanta prisa. Además, de camino a casa le tuve que recordar varias veces que mi coche no
era capaz de funcionar como un coche deportivo, incluso con las modificaciones de
Rosalie, y que por favor le diera a la pobre cosa una rotura (and to please give the poor
thing a break).
Normalmente, Alice era mi chofer preferido. Ella no parecía aburrida conduciendo veinte
o treinta millas sobre el límite de velocidad, la manera que algunas personas no podían
soportar. Pero la agenda secreta de Alice era solo la mitad del problema, por supuesto. Yo
estaba también patéticamente ansiosa porque no había visto el rostro de Edward en casi
seis horas y eso tenía que ser un record en los últimos dos meses.

Charlie había estado difícil, pero no imposible. El estaba reconciliado con presencia
constante de Edward cuando volvía a casa, sin encontrar nada sobre lo que discutir
cuando nos sentábamos para hacer nuestros deberes en la mesa de la cocina— incluso
parecía disfrutar de la compañía de Edward mientras los dos gritaban juntos a los juegos
de ESPN. Pero no había perdido nada de su original severidad cuando sostenía la puerta a
Edward exactamente a las diez cada noche de la semana. Por supuesto, Charlie era
completamente inconsciente de la habilidad de Edward para regresar con su coche a casa
y estar de vuelta en mi ventana en menos de diez minutos.

Él era mucho más agradable con Alice, a veces un tanto embarazoso. Obviamente, hasta
que tuviera mi voluminosa escayola algo más manejable, necesitaba la ayuda de una
mujer. Alice era un ángel, una hermana; todas las noches y todas las mañanas ella
aparecía para ayudarme con mis rutinas diarias. Charlie estaba enormemente agradecido
de ser relevado del horror de una hija casi adulta que necesitaba ayuda para ducharse—
esa clase de cosa estaba lejos de ser de su comodidad, y también de la mía, para ese tema.
Pero era con más que gratitud que Charlie llevó a llamarla “Ángel” como apodo, y la
miraba con ojos perplejos cuando ella bailaba sonriente por la pequeña casa,
iluminándola. Ningún ser humano podía no ser afectado por su increíble belleza y gracia,
y cuando ella se deslizaba por la puerta cada noche con un cariñoso, “Te veo mañana,
Charlie”, le dejaba atontado.

“Alice, ¿vamos a casas ahora?” le pregunté en ese momento, las dos entendiendo que me
refería a la casa blanca junto al rió.

“si.” hizo una mueca, conociéndome bien. “Pero Edward no está ahí.”

Fruncí el ceño. “¿Donde está?”

“Él tenía algunos recados que hacer”

“¿Recados?” repetí tajante. “Alice,” mi tono se volvió engatusado, “por favor dime que
está pasando.”

Ella sacudió la cabeza, todavía haciendo muecas firmemente. “Me estoy divirtiendo
mucho,” explico. Cuando entramos en la casa, Alice me llevo directa arriba, al baño de su
habitación. Me sorprendió encontrar a Rosalie ahí, esperando con una sonrisa celestial,
detrás de una silla rosa. Un arsenal de herramientas y productos cubrían el largo
mostrador.

“Siéntate,” ordenó Alice. La consideré cuidadosamente por un minuto, y entonces,


decidiendo que ella estaba preparada para usar la fuerza si era necesario, cojeé hasta la
silla y me senté con la dignidad que podía manejar. Rosalie inmediatamente empezó a
cepillarme el pelo.

“¿Supongo que no me dirás sobre que va esto?” le pregunte.

“Me puedes torturar,” murmuró, absorta con mi pelo, “pero nunca hablare.”

Rosalie sujeto mi cabeza en el lavabo mientras Alice frotaba mi pelo con un champú que
olía como a menta y a pomelo. Alice pasó la toalla a través del enredo mojado
furiosamente, entonces roció casi una botella entera de algo más—este olía como a
pepinos—en el pelo mojado y me pasó la toalla otra vez.

Entonces, peinaron el lío rápidamente; lo que olía a pepino hizo que el enredo se
comportara. Puede que pidiera algo de eso. Luego cada una cogió un secador y se
pusieron a trabajar.
Mientras pasaban los minutos, y ellas siguieron descubriendo nuevas secciones de pelo
empapado, sus caras empezaron a tomar una expresión un poco preocupada. Yo sonreí
alegremente. Algunas cosas incluso ni los vampiros podían acelerar.

“Tiene una porción tremenda de pelo,” comentó Rosalie con voz ansiosa.

“¡Jasper!” llamó claramente Alice, pero no en voz alta, “¡encuéntrame otro secador!”

Jasper vino a su rescate, subiendo de alguna manera con dos secadores más, que apuntó a
mi cabeza, profundamente divertido, mientras ellas seguían trabajando.

“Jasper…” empecé esperanzada.

“Lo siento, Bella, no estoy autorizado a decir algo.” escapó agradecido cuando finalmente
estuvo todo seco y poufy(¿?). Mi pelo sobresalía tres pulgadas de mi cabeza.

“¿Que me habéis hecho?” pregunté con horror. Pero ellas me ignoraron, sacando una
caja de rodillos calientes.
Intenté convencerlas de que mi pelo no se rizaba, pero me ignoraron, embadurnando algo
que era de un color amarillo malsano a través de cada mechón antes de darle vueltas
alrededor de un rulo caliente.

“¿Encontraste zapatos?” preguntó intensamente Rosalie mientras trabajaban, como si la


respuesta fuese de vital importancia.

“Si—son perfectos,” ronroneó Alice con satisfacción.

Vi a Rosalie en el espejo, cabeceando como si un gran peso hubiese sido sacado de su


mente.

“Tu pelo se ve bien,” hice notar. No que no estuviese siempre ideal—pero ella lo tenía
levantado esa tarde, creando una corona de rizos de oro suave encima de su cabeza
perfecta.

“Gracias” sonrió. Ahora habían empezado con la segunda tanda de rizos.

“¿Qué piensas sobre el maquillaje?” preguntó Alice.

“Es un dolor” ofrecí. Ellas me ignoraron.

“No necesita mucho—su piel está mejor desnuda,” reflexiono Rosalie.

“Pintalabios,” decidió Alice.

“Y rimel y lápiz de ojos,” agregó Rosalie, “solo un poco.”

Suspire fuertemente. Alice se rió nerviosamente. “Se paciente, Bella. Nos lo estamos
pasando bien.”

“Bien, mientras seas (as long as you are)” murmure.

Ellas tenían ahora todos los rulos ceñidamente e incómodamente sujetos a mi cabeza.

“Vamos a vestirla.” La voz de Alice se emocionó con expectación. Ella no esperó a que yo
cojeara fuera del baño bajo mi propia energía. En lugar de eso, me levantó y me llevó a la
grande habitación blanca de Rosalie y Emmett. En la cama, había un vestido. Azul jacinto,
por supuesto.

“¿Qué te parece?” gorjeó Alice.

Esa era una buena pregunta. Era suave con volantes, aparentemente era para ser puesto
bajo y por debajo de los hombros, con largas mangas que se fruncían en las muñecas. El
fino corpiño estaba rodeado por otra, pálida-florecida, tela Jacinta, que se plegaban
juntos para formar un fino volante abajo en el lado izquierdo. El material florecido era
largo atrás, pero abierto en la parte delantera por varias capas correspondientes de
volantes de suave jacinto, aclarado en tono cuando alcanzaban el dobladillo té-
longitud/tramo de la parte baja.

“Alice,” gemí. “¡no me puedo poner eso!”

“¿Por qué?” exigió en voz fuerte.

“¡La parte de arriba es see-though (yo supongo que se refiere a que es muy descubierta,
que no tapa casi vamos xD)!”

“Esto va debajo” Rosalie aguantó una mirada siniestra, una prenda azul pálido.

“¿Que es esto?” pregunté aterrada.


“Es un corsé, tonta,” dijo Alice, impaciente. “Ahora ¿te lo vas a poner, o tengo que llamar
a Jasper y pedirle que te sujete mientras lo hago yo?” me amenazó.

“Supuestamente eres mi amiga” le acusé.

“Se buena Bella,” suspiró, “No recuerdo ser humana y estoy intentando tener algo de
diversión aquí. Además, es por tu propio bien.”

Me quejé y me ruborice mucho, pero no les llevo mucho tiempo que me pusiera el vestido.
Lo tenía que admitir, el corsé tenía sus ventajas.

“Guau,” respire, mirando hacia abajo. “Tengo hendidura.”

“Quien lo habría adivinado,” Alice se rió entre dientes, encantada con su trabajo. Aunque
yo no estaba completamente vendida.

“¿No creéis que este vestido en un poco demasiado…no se, atrevido…para Forks?”
pregunté vacilante.

“Yo creo que las palabras que estas buscando son haute couture(¿?)” se rió Rosalie.

“No es para Forks, es para Edward,” insistió Alice. “Es exactamente apropiado.”

Entonces, me llevaron de vuelta al baño, desenrollando los rizos con dedos voladores.
Para mi asombro, cayeron cascadas de rizos. Rosalie sujeto la mayoría de ellos arriba,
enrollándolos cuidadosamente en una equime(¿?) melena de rizos que se desbordaron en
una gruesa línea por mi espalda. Mientras ella trabajaba, Alice pintó rápidamente una
fina raya alrededor de cada uno de mis ojos, ya con rimel, y pasó cuidadosamente un
pintalabios rojo oscuro por mis labios. Luego se fue de la habitación y volvió rápidamente
con los zapatos.

“Perfecto,” respiró Rosalie mientras Alice los sujetaba para admirarlos.

Alice ató el mortal zapato expertamente, y luego miró mi escayola con especulación en sus
ojos.

“Supongo que hemos hecho lo que hemos podido,” sacudió su cabeza tristemente. “¿no
crees que Carlisle nos dejaría…? Miró a Rosalie.

“Lo dudo,” replicó Rosalie secamente. Alice suspiró.

Ambas levantaron sus cabezas entonces.

“Él está de vuelta” yo sabía a que ‘él’ se referían, y me sentí energéticas mariposas en mi
estomago.
“Él puede esperar. Hay una cosa más importante.” dijo Alice firmemente. Ella me levanto
otra vez—una necesidad, estaba segura de que no podía andar en ese zapato—y me llevo a
su habitación, donde ella gentilmente me dejo de pie en frente de su ancho, borde dorado,
espejo.

“Ahí” dijo. “¿Ves?”

Mire fijamente a la extraña en el espejo. Ella parecía muy alta en el alto zapato, con la
larga, estrecha línea del ceñido vestido añadiéndose a la ilusión. La blusa décolleté –
dónde su excepcionalmente impresionante busto (parte de arriba, pecho) atrajo mi
atención otra vez. —hacía parecer su cuello muy largo, mientras las columnas de
brillantes rizos bajaban por su espalda. El color jacinto de la tela era perfecto, destacando
la cremosidad de su piel de marfil, las rosas en el sonrojo de sus mejillas (the roses in the
blush on her cheeks). Ella estaba muy guapa, lo tenía que admitir.

“Bien, Alice” sonreí. “veo.”

“No lo olvides,” ordenó.

Ella me levantó otra vez, y me llevo a las escaleras.

“¡Date la vuelta y cierra tus ojos!” ordenó bajando las escaleras. “Y estate fuera de mi
cabeza—no lo arruines.”

Ella vaciló, caminando más despacio de lo normal bajando la escalera hasta que pudo ver
que él había obedecido. Entonces voló el resto del camino. Edward estaba en la puerta, de
espalda a nosotras, muy alto y oscuro—Nunca antes le había visto vestir de negro. Alice
me sentó verticalmente, alisando la tela de mi vestido, poniendo un rizo en su lugar, y
entonces me dejó ahí, y se fue a sentar al banco del piano a mirar. Rosalie se sentó con
ella en la audiencia.

“¿Puedo mirar?” su voz era intensa con expectación—hizo que mi corazón palpitara
irregularmente.

“Si…ahora,” dirigió Alice.

Él se giro inmediatamente, y entonces se quedo congelado en el sitio, abrió los ojos de par
en par. Yo podía sentir el adulador calor en mi cuello y teñir mis mejillas. Él estaba
magnífico; Sentí un parpadeo del viejo miedo, que él era solo un sueño, no era posible que
fuese real. Él vestía un tuxedo, y pertenecía a una película, no a mi lado. Le mire fijamente
con aterrorizada incredulidad.
Caminó lentamente hacía mi, vacilando con un pie cuando me alcanzó.

“Alice, Rosalie…gracias,” respiró sin dejar de mirarme. Oí la risa ahogada de placer de


Alice.

Caminó hacía delante, ahuecando una mano fría debajo de mi mandíbula, e inclinándose
para presionar sus labios en mi garganta.

“Eres tu,” murmuró contra mi piel. Se apartó, y había flores blancas en su otra mano.

“Fressia,” me informó mientras se fijaba en mis rizos. “Completamente redundante, por lo


que concierne a la fragancia, por supuesto.” Se inclinó para verme otra vez. Sonrió con
esa sonrisa que me paraba el corazón. “Estás absurdamente hermosa.”

“Estás en mi misma línea,” mantuve mi voz tan clara como pude manejar. “Justo cuando
me convezco a mi misma de que eres real, te pones de manifiesto apareciendo así y tengo
miedo de que este soñando otra vez.”

Él me levantó rápidamente en sus brazos. Me sujeto cerca de su cara, sus ojos quemaban
cuando me puso incluso más cerca.

“¡Mira el pintalabios!” ordenó Alice.

Él se rió rebeldemente, pero en cambio, dejó caer su boca al hueco encima de mi


clavícula.

“¿Estás lista para irnos?” preguntó.

“¿Me va a decir alguien cual es la ocasión?”

Él se rió otra vez, mirando por encima de su hombro a sus hermanas. “¿No lo ha
adivinado?”

“No,” rió tontamente Alice. Edward rió con deleite. Fruncí el ceño.

“¿Qué me estoy perdiendo?”

“No te preocupes, lo entenderás muy pronto,” me aseguró.

“Déjala en el suelo, Edward, para que pueda sacar un foto,” Esme estaba bajando las
escaleras con una cámara plateada en sus manos.

“¿Fotos?” murmuré, mientras él me ponía cuidadosamente sobre mi pie bueno. Estaba


teniendo un mal presentimiento sobre todo esto. “¿Aparecerás en la foto?” pregunté
sarcásticamente. Me sonrió.

Esme nos tomo varias fotografías, hasta que Edward irónicamente insistió en que se nos
iba a hacer tarde.

“Os veremos allí,” dijo Alice mientras él me llevaba a la puerta.

“¿Alice estará allí?” Me sentí un poco mejor.


“Y Jasper, y Emmett, y Rosalie.”

Mi frente se arrugo con concentración mientras intentaba adivinar el secreto. Él rió


disimuladamente ante mi expresión.

“Bella,” me llamó Esme, “Tu padre está al teléfono.”

“¿Charlie?” preguntamos simultáneamente Edward y yo. Esme me trajo el teléfono, pero


él me lo arrebató cuando ella intentó dármelo a mí, manteniéndome lejos fácilmente con
un brazo.

“¡Oye!” protesté, pero él ya estaba hablando.

“¿Charlie? Soy yo. ¿Qué pasa?” sonó preocupado. Mi cara palideció. Pero entonces su
expresión se volvió divertida y de repente malvada.

“Dale el teléfono, Charlie—déjame hablar con él.” Lo que fuese que estaba pasando,
Edward se estaba divirtiendo un poco demasiado como para que Charlie estuviera en
algún peligro. Me relajé ligeramente.

“Hola, Tyler, soy Edward Cullen,” su voz era muy amistosa, en apariencia. Pero yo ya le
conocía lo bastante para detectar el leve rastro de amenaza en su tono. ¿Qué estaba
haciendo Tyler en mi casa? Caí en la cuenta de la terrible verdad poco a poco.

“Lamento que se haya producido algún tipo de malentendido, pero Bella no esta
disponible esta noche.” El tono de su voz cambió, y la amenaza se hizo más evidente
mientras seguía hablando. “Para serte totalmente sincero, ella no va a estar disponible
ninguna noche para cualquier otra persona que no sea yo. No te ofendas. Y lamento
estropearte la velada” No sonaba como si lo sintiera en absoluto. Y entonces, cerró el
teléfono con un golpe con una ancha y estúpida sonrisa en su rostro.

“¡Me llevas al baile de fin de curso!” Le acusé furiosa. Mi cara y cuello se ruborizaron
con cólera. Pude sentir las lágrimas de rabia que se empezaban a acumular en mis ojos. Él
no esperaba una reacción tan fuerte, eso estaba claro. Apretó los labios y estrechó lo ojos.

“No te pongas difícil, Bella”

“Bella, vamos todos,” animó Alice, de repente en mi hombro.

“¿Por qué me haces esto?” exigí.

“Será divertido.” Alice era todavía brillantemente optimista.

Pero Edward se inclinó para murmurar en mi oreja, su voz de terciopelo y seria. “Solo
eres humana una vez, Bella. Humor me (¿?)”

Entonces dirigió contra mí la fuerza de sus abrasadores ojos dorados, fundiéndose mi


resistencia con su calor.

“Bien” contesté con un mohín, incapaz de echar fuego por los ojos con la eficacia
deseada. “Me lo tomaré con calma. Pero ya veras” advertí “En mi caso, la mala suerte se
está convirtiendo en un hábito. Seguramente me romperé la otra pierna. ¡Mira este zapato!
¡Es una trampa mortal!” Levanté la pierna para reforzar la idea.

“Humm” miró atentamente mi pierna más tiempo del necesario, y entonces miró a Alice
con ojos brillantes “otra vez, gracias.”

“Llegareis tarde a donde Charlie” nos recordó Esme.

“Está bien, vamos,” me columpió hacia la puerta.

“¿Esta Charlie al tanto de esto?” pregunté con los dientes apretados.

“Por supuesto,” sonrió.

Estaba preocupada, así que no lo advertí al principio. Solo fui consciente de un coche
plateado, y asumí que era el Volvo. Pero entonces se paró tan despacio para ponerme allí
que pensé que me iba a sentar en el suelo.

“¿Que es esto?” pregunté, sorprendida de encontrarme en un no familiarizado cópe (¿?).


“¿Dónde está el Volvo?”

“El Volvo es mi coche diario” me dijo con cuidado, aprensivo de que yo podía tener otro
ataque. “Este es un coche de una ocasión especial”

“¿Que pensará Charlie?” sacudí la cabeza con desaprobación mientras me subía y


encendía el motor. Ronroneó.

“Ah, la mayor parte de la gente en Forks piensa que Carlisle es un coleccionador ávido de
coches.” Se apresuró por el bosque hacía la carretera.

“¿Y no lo es?”

“No, ese es más mi hobby. Rosalie colecciona coches, también, pero ella prefiere perder el
tiempo con sus entrañas antes que conducirlos. Ella trabajo mucho en éste para mi.”

Aún me estaba preguntando por qué volvíamos a casa de Charlie cuando ya estábamos en
frente. La luz de porche estaba encendida, aunque aun no había anochecido. Charlie
seguramente estaba esperando, probablemente asomándose por la ventana ahora. Empecé
a ruborizarme, preguntándome si la primera reacción de mi padre hacía el vestido no
sería similar a la mía. Edward paseó, demasiado despacio para él, alrededor del coche
para alcanzar mi puerta—confirmando mi sospecha de que Charlie estaba al acecho.

Entonces, mientras Edward me levantaba con cuidado fuera del pequeño coche, Charlie--
muy inusitadamente—salió a la entrada para saludarnos. Mis mejillas ardían; Edward lo
advirtió y me miro interrogante. Pero no necesitaba estar preocupada. Charlie no me
había visto aún.

“¿Es esto un Aston Martin? Preguntó a Edward en una voz reverente.

”Si—El Vanquish.” Los bordes de su boca se retorcieron, pero logró controlarlo.

Charlie lanzó un silbido.

“¿Quieres probarlo?” Edward sujetó la llave.

Los ojos de Charlie finalmente se apartaron del coche. Miró a Edward con incredulidad---
con una diminuta esperanza.

“No,” dijo reacio, “¿Que diría tu padre?”

“Carlisle no tendrá inconveniente,” dijo Edward sinceramente, riéndose. “Adelante”


apretó la llave el la mano dispuesta de Charlie.

“Bien, solo una vuelta rápida…” Charlie ya acariciaba el guardabarros con una mano.

Edward me ayudo cojeando a la puerta principal, levantándome tan pronto como


estuvimos dentro, y llevándome a la cocina.

“Eso salió bien,” dije. “El no tuvo la oportunidad de flipar con mi vestido.” Edward
parpadeó. “No pensé en ello,” admitió. Sus ojos recorrieron otra vez mi vestido con una
expresión crítica. “Supongo que ha estado bien que no tomáramos el camión, clásico o
no.”
Aparté mal dispuesta la mirada de su rostro el suficiente tiempo para darme cuenta de que
la cocina estaba inusualmente oscura. Había velas en la mesa, muchas, quizás veinte o
treinta velas blancas. La vieja mesa estaba oculta por una larga y blanca tela y había dos
sillas.

“¿Es en esto en lo que has estado trabajando hoy?”

“No—esto solo me llevó un momento. Fue la comida lo que me llevó todo el día. Sé que te
parecen los restaurantes lujosos que abruman, no hay muchas opciones que caigan en esa
categoría por aquí, pero decidí que no podías quejarte sobre tu propia cocina.” Me sentó
en una de las blancas sillas envueltas, y empezó a reunir cosas del frigorífico y del horno.
Me di cuenta que había solo cubiertos para una persona.

“¿No vas a alimentar a Charlie, también? tiene que volver a casa con el tiempo.”

“Charlie no puede comer nada más--¿Quién piensas que fue mi degustador? Tenía que
estar seguro de que todo era comestible.” Puso un plato delante de mi, lleno de cosas que
parecían muy comestibles.
Suspiré.

“¿Estás aún loca?” pasó la otra silla alrededor de la mesa para poder sentarse junto a mi.

“No. Bueno, si, pero no en este momento. Estaba solo pensando –ahí va, en la cosa que
puedo hacer mejor que tú. Esto tiene buena pinta.” Suspiré otra vez.

El se rió entre dientes. “Aún no lo has probado—se optimista, puede que esté horrible.”

Comí un trozo, me detuve, y entonces hice una mueca.

“¿Está horrible?” preguntó asustado.

“No, está fabuloso, naturalmente.”

“Que alivio,” sonrió, tan perfecto. “No te preocupes, todavía hay muchas cosas en las que
eres mejor.”

“Nombra una.”

No contestó al principio, el apenas paso levemente su frió dedo por la línea de mi


clavícula, sosteniendo mi mirada con ojos ardientes hasta que sentí mi piel arder y
sonrojada.

“Ahí está eso,” murmuró, tocando el carmesí de mi mejilla. “Nunca he visto a nadie
ruborizarse tan bien como lo haces tú.”

“Genial,” fruncí el ceño. “La reacciones involuntarias—algo de lo que puedo estar


orgullosa.”

“También eres la persona más valiente que conozco.”

“¿Valiente?” me burlé.

“Pasas todo tu tiempo libre en compañía de vampiros; eso precisa coraje. Y no vacilas en
ponerte a una proximidad peligrosa de mis dientes…”

Sacudí mi cabeza. “Sabía que no podías sugerir algo.”

Se rió. “Yo soy serio, tú no. Pero no importa. Come.” Me cogió el tenedor, impaciente, y
empezó a alimentarme. La comida estaba perfecta, por supuesto.

Charlie volvió a casa cuando ya había casi acabado. Miré su rostro con cuidado, pero mi
suerte se mantenía, estaba demasiado deslumbrado por el coche como para darse cuenta
de cómo estaba vestida. Devolvió las llaves a Edward.
“Gracias, Edward,” sonrió soñador. “Eso es un coche.”

“De nada.”

“¿Cómo estaba todo?” Charlie miró mi plato vacío.

“Perfecto.” Suspire.

“Ya sabes, Bella, puedes dejarle que cocine para nosotros de nuevo alguna vez,” insinuó.

Dirigí a Edward una mirada oscura. “Estoy segura de que lo hará, papá.”

No fue hasta que estuvimos al otro lado de la puerta cuando Charlie se despertó
completamente. Edward tenía su brazo alrededor de mi cintura, para el equilibrio y el
apoyo, mientras cojeaba en el inestable zapato.

“Mm, pareces…muy mayor, Bella.” Podía oír el principio de la desaprobación paternal.

“Alice me vistió. No pude decir mucho en algo.”

Edward rió tan bajo que solo le oí yo.

“Bien, si Alice…” se ablandó. “ Estás guapa, Bells” se detuvo con un rayo astuto en sus
ojos. “Así que, ¿debería estar esperando que aparezca algún joven más en esmoquin esta
noche?” gemí y Edward rió disimuladamente. Como podía alguien ser tan inconsciente
como Tyler, no lo podía entender. No era como si Edward y yo hubiésemos sido reservados
en el instituto. Íbamos y volvíamos juntos, me había llevado a todas mis clases, me sentaba
con él y su familia en la comida, y él tampoco era tímido en cuanto a besarme ante
testigos. Tyler claramente necesitaba ayuda profesional.

“Eso espero,” Edward sonrió a mi padre. “Hay un refrigerador repleto de sobras—diles


que se ayuden a si mismas.”

“No creo—ésas son mías,” murmuró Charlie.

“Apunta los nombres para mi, Charlie,” El indicio de amenaza en su voz era
probablemente sólo audible para mí.

“Ah, ¡ya basta!” ordené.

Agradecidamente, al final nos metimos en el coche y nos fuimos.


DE COMPRAS CON ALICE

El coche era liso, blanco y potente; sus ventanas estaban tintadas de un negro limo. El
motor ronroneó como un gran coche mientras nos apresurábamos a través de la oscura
noche. Jasper conducía con una mano, despreocupadamente según parecía, pero el
poderoso coche voló hacia delante con perfecta precisión.

Alice se sentó conmigo en el asiento de piel negra. De alguna manera, durante la larga
noche, mi cabeza había acabado contra su cuello de granito, sus fríos brazos
envolviéndome, su mejilla apoyada en lo alto de mi cabeza. El frente de su fina camisa de
algodón estaba frío, húmedo por mis lágrimas. Ahora y entonces, si mi respiración crecía
desigual, ella murmuraría de forma calmante; en su veloz y aguda voz, los estímulos
sonaban como cantando. Para mantenerme en calma, me centré en el tacto de su fría piel;
era como una conexión física con Edward.

Ambos me habían asegurado –cuando me percaté, con pánico, de que todas mis cosas
seguían en la furgoneta- que dejarlo atrás era necesario, algo que hacer con el olor. Me
dijeron que no me preocupara por las ropas ni el dinero. Trataba de creerles, haciendo un
esfuerzo para ignorar lo incómoda que estaba en el equipo de prueba de Rosalie (¿?
supongo que se refiere a alguna ropa de Rosalie, un chándal, no sé…). Era una cosa trivial
de la que preocuparse.

En las llanas carreteras, Jasper nunca condujo el robusto coche a menos de 120 millas por
hora. Parecía completamente inconsciente de los límites de velocidad, pero nunca vimos un
coche patrulla. Las únicas rupturas en la monotonía de la conducción fueron las dos paradas
que hicimos para carburante. Noté ociosa que Jasper fue adentro a pagar a efectivo ambas
veces.

El amanecer comenzó a abrirse cuando estábamos en alguna parte en el norte de California.


Miré con los ojos secos, semicerrados, como la luz gris se irradiaba a través del cielo
despejado. Estaba exhausta, pero el sueño había desaparecido, mi mente demasiado llena de
imágenes perturbadoras como para relajarme en la inconsciencia. La destrozada expresión
de Charlie –el brutal gruñido de Edward, con los dientes al descubierto- la penetrante
mirada fija del perseguidor –la expresión triste de Laurent- la mirada muerta en los ojos de
Edward después de que él me besara la última vez; como si todavía centellearan frente a
mis ojos, mis sentimientos alternando entre el terror y la desesperación.

En Sacramento, Alice pidió a Jasper que parara, para conseguirme comida. Pero sacudí mi
cabeza cansadamente, y le dije que siguiese conduciendo con voz apagada.

Unas pocas horas después, en un suburbio a las afueras de L.A. (Los Ángeles), Alice le
volvió a hablar suavemente, y él salió de la autovía al sonido de mis débiles protestas. Un
gran centro comercial era visible desde la autovía, y se dirigió allí, entrando en el
estacionamiento, abajo en la planta subterránea para aparcar.

“Quédate en el coche”, le ordenó a Jasper.


“¿Estás segura?” él sonaba receloso.

“No veo a nadie más por aquí”, dijo ella. Él asintió, accediendo.

Alice me cogió de la mano y me sacó del coche. Se aferró a mi mano, manteniéndome


cerca de ella mientras caminábamos por el oscuro garaje. Ella rodeó el borde del garaje,
manteniéndose en las sombras. Aprecié cómo su piel parecía brillar en la luz del sol que se
reflejaba de la acera. El centro comercial estaba abarrotado, varios grupos de compradores
pasaban, algunos girando la cabeza para vernos pasar cerca.

Caminamos bajo un puente que cruzaba desde el nivel superior del aparcamiento al
segundo local de un gran almacén, siempre manteniéndonos fuera de la luz solar directa.

Una vez dentro, bajo las luces fluorescentes del almacén, Alice parecía menos destacada –
simplemente una muchacha alarmantemente pálida, pero con oscuros ojos y pelo negro
puntiagudo. Estaba segura de que las ojeras bajo mis propios ojos eran más evidentes que
las suyas. Todavía captamos la atención de alguno que echó un vistazo en nuestra
dirección. Me preguntaba lo que pensaban que veían. La delicada y danzarina Alice, con su
llamativo rostro de ángel, vestida de un modo ligero, pálidas prendas que no disminuían lo
suficiente su palidez, manteniendo sus manos conmigo, obviamente controlando, mientras
yo arrastraba cansadamente mis torpes pies pero costosas ropas, mi agarrotado pelo
enrollado en nudos a mi espalda.

Alice me condujo inevitablemente a la tienda de alimentos.

“¿Qué quieres comer?”

El olor de las comidas rápidas grasientas dobló mi estómago. Pero la mirada de Alice no
dejaba lugar a la persuasión. Pedí sin entusiasmo un bocadillo de pavo.

“¿Puedo ir al baño?” pregunté en cuanto nos dirigimos a la cola.

“Vale”, y cambió de dirección, sin soltar mi mano.

“Puedo ir sola”. La atmósfera banal del genérico centro comercial me hizo sentir lo más
normal que había tenido desde nuestro desastroso juego de anoche.

“Lo siento, Bella, pero Edward va a leer mi mente cuando esté aquí, y si ve que te he
dejado fuera de mi vista durante un minuto…” ella se calmó, no dispuesta a contemplar las
horribles consecuencias.

Al menos esperó fuera del abarrotado cuarto de baño. Me lavé la cara, así como las manos,
ignorando las asustadas miradas de las mujeres de mi alrededor. Traté de peinarme el pelo
con los dedos, pero rápidamente me rendí. Alice cogió mi mano de nuevo en la puerta, y
volvimos lentamente a la cola de la comida.
Yo estaba retrasándome, pero ella no se mostraba impaciente conmigo.

Me miraba comer, primero despacio y luego más deprisa a medida que volvía mi apetito.
Bebí la soda que ella me compró tan rápido que me dejó por un momento –sin quitarme la
vista de encima, claro- para conseguirme otra.

“La comida que tú comes es definitivamente más conveniente” comentó cuando acabé,
“pero no parece más divertido”.

“Me imagino que cazar es más excitante.”

“No te haces idea.” Centelleó con una amplia sonrisa de brillantes dientes, y varias
personas giraron la cabeza en nuestra dirección.

Tras tirar nuestra basura, me condujo por lo anchos pasillos del centro comercial, sus ojos
reluciendo aquí y allá ante algo que ella quería, acarreándome junto a ella en cada parada.
Se detuvo por un momento ante una cara boutique para comprar tres pares de gafas de sol,
dos de mujer y uno de hombre. Noté la mirada del vendedor hacia ella con una nueva
expresión cuando ella le entregó una inusual y pulcra tarjeta de crédito con líneas doradas
cruzándola. Encontró una tienda de accesorios donde tomó un cepillo y gomas del pelo.

Pero en realidad no dejó los negocios hasta que me introdujo en el tipo de tiendas que yo
nunca frecuentaba, porque el precio de un par de calcetines estaba fuera de mi alcance.

“Tienes aproximadamente una talla 2.” Era una declaración, no una pregunta.

Me utilizó como una mula de carga, lastrándome con una escalonada cantidad de ropa.
Aquí y allí podía verla alcanzando una talla extra-pequeña cuando escogía algo para ella
misma. Las prendas que seleccionaba para sí misma eran todas en materiales ligeros, pero
con longitud o largas hasta el suelo, diseñadas para cubrir el máximo posible de su piel. Un
sombrero negro de paja de ala ancha coronó la montaña de ropas.

La dependienta tuvo una reacción similar ante la inusual tarjeta de crédito, volviéndose más
servicial, y llamando a Alice “señorita”. Aunque el nombre que pronunció era
desacostumbrado. Una vez de nuevo fuera del centro comercial, con nuestros brazos
cargados de bolsas, de las cuales ella cargaba la parte de un león, le pregunté sobre ello.

“¿Qué te llamó?”

“Esa tarjeta de crédito dice Rachel Lee. Vamos a ser muy cuidadosos para no dejar ningún
tipo de pista para el rastreador. Vayamos a cambiarte.”

Pensé sobre ello cuando ella me llevó de vuelta a los aseos, poniéndome en el recinto para
minusválidos de modo que tuviera sitio para moverme. La escuché rebuscando en las
bolsas, para finalmente pasarme un ligero vestido azul de algodón por encima de la puerta.
Agradecida me quité los vaqueros muy largos y muy ajustados de Rosalie, di un tirón a la
blusa que me envolvía en todos los lugares erróneos, y se los arrojé por encima de la puerta.
Me sorprendió pasándome un par de suaves sandalias de piel por debajo de la puerta –
¿cuándo las había adquirido? El vestido me sentaba asombrosamente bien, el costoso corte
evidente en la manera en que encajaba a mi alrededor.

En cuanto dejé el recinto noté que estaba tirando las ropas de Rosalie a la papelera.

“Guarda tus zapatillas de deporte”, dijo. Las puse arriba de una de las bolsas.

Volvimos al garaje. Alice logró menos miradas esta vez; estaba tan cubierta por bolsas que
su piel era apenas visible.

Jasper estaba esperando. Se deslizó fuera del coche ante nuestro acercamiento –el maletero
estaba abierto. Mientras alcanzaba primero mis bolsas, echó a Alice una mirada sarcástica.

“Sabía que debía haber ido”, murmuró.

“Sí”, reconoció ella, “te habrían apreciado en el baño de mujeres”.

Él no respondió.

Alice removió rápidamente entre sus bolsas antes de ponerlas en el maletero. Le pasó a
Jasper un par de gafas de sol, poniéndose ella otro par. Me pasó el tercer par, y el cepillo
del pelo. Y sacó una camisa larga, fina, negra transparente, poniéndosela encima de su
camiseta, dejándola abierta.

Por último, añadió el sombrero de paja. En ella, el improvisado traje parecía corresponder a
una pista de aterrizaje (¿? runway). Ella agarró un puñadó más de ropas y, envolviéndolas
en una bola, abrió la puerta trasera e hizo una almohada sobre el asiento.

“Necesitas dormir ya”, ordenó firmemente. Avancé despacio y obedientemente en el


asiento, posando mi cabeza al instante, acurrucándome en mi lado. Estaba medio dormida
cuando el coche arrancó.

“No deberías haberme comprado todas estas cosas” mascullé.

“No te preocupes por eso, Bella. Duerme.” Su voz era reposada.

“Gracias”, suspiré, y caí en un incómodo sueño.

Fue el dolor de dormir en una posición apretada lo que me despertó. Estaba todavía
exhausta, pero de repente estaba nerviosa en cuanto recordé dónde estaba. Me senté para
ver el Valle del Sol fuera, delante de mí; la extensión amplia, llana, de tejados, palmeras,
autopistas, niebla tóxica y piscinas, abrazada por los peñascos pequeños y rocosos que
llamamos montañas. Estuve sorprendida de no sentir ninguna sensación de alivio, sólo una
añoranza fastidiosa de los cielos lluviosos y los espacios verdes del lugar que para mí
significa Edward. Sacudí mi cabeza, intentando hacer retroceder el inicio de desesperación
que amenazaba con abrumarme.
Jasper y Alice estaban hablando; conocedores, estoy segura, de que estaba consciente de
nuevo, pero no dieron ninguna señal de ello. Sus veloces y suaves voces, una grave, una
aguda, enlazándose musicalmente a mi alrededor. Deduje que estaban discutiendo dónde
permanecer.

“Bella”, Alice se dirigió a mí casualmente, como si ya fuera parte de la conversación,


“¿Cuál es el camino al aeropuerto?”

“Sigue por la I-10” dije automáticamente, “pasaremos justo por él.”

Pensé por un momento, mi cerebro todavía confuso por el sueño.

“¿Vamos a volar a algún sitio?” pregunté.

“No, pero es mejor estar cerca, por si acaso.” Abrió su teléfono móvil, y por lo visto llamó
a información. Hablaba más despacio de lo habitual, preguntando por hoteles cerca del
aeropuerto, de acuerdo con una sugerencia, luego esperando mientras era puesta en
contacto. Hizo reservas para una semana bajo el nombre de Christian Bower, recitando a
toda prisa un número de tarjeta de crédito sin siquiera mirarlo. La escuché repitiendo
direcciones por el bien del operador; estoy segura de que ella no necesitaba ayuda con su
memoria.

La vista del teléfono me había recordado mis responsabilidades.

“Alice”, dije cuando ellá acabó. “Necesito llamar a mi padre.” Mi voz era seria. Ella me
pasó el teléfono.

Era a última hora de la tarde; estaba deseando que él estuviera en el trabajo. Pero respondió
al primer tono. Me abatí, imaginando su ansiosa cara por el teléfono.

“¿Papá?” dije vacilante.

“¡Bella! ¿Dónde estás, cariño?” la fuerte revelación llenó su voz.

“Estoy en la carretera.” No era necesario hacerle saber que yo había hecho un recorrido de
3 días durante la noche.

“Bella, tienes que dar la vuelta.”

“Necesito ir a casa.”

“Cariño, hablemos de esto. No necesitas irte sólo por un chico.” Podría decir que él estaba
siendo muy cuidadoso.

“Papá, dame una semana. Necesito pensarme las cosas, y luego decidiré si vuelvo. No tiene
nada que ver contigo, ¿de acuerdo?” Mi voz tembló levemente, “te quiero, papá. Sea lo que
sea lo que decida, te veré pronto. Lo prometo.”

“De acuerdo, Bella.” Su voz era resignada. “Llámame cuando llegues a Phoenix.”

“Te llamaré desde casa, papá. Adiós.”

“Adiós, Bella.” Vaciló antes de colgar.

Por lo menos estaba de buenas con Charlie de nuevo, pensé mientras devolvía el teléfono a
Alice. Ella me observaba atentamente, quizás esperando por otro bajón emocional. Pero yo
sólo estaba muy cansada.

La familiar ciudad voló por mi oscura ventanilla. El tráfico era ligero. Transitamos
rápidamente por el centro de la ciudad y luego viramos alrededor de la parte norte de Sky
Harbour International, girando al sur en Temple. Sólo en el otro lado del húmedo cauce del
Río Salt (Río de la Sal), a una milla o así del aeropuerto, Jasper salió ante la orden de Alice.
Ella le dirigió fácilmente a través de las superficiales calles a la entrada del aeropuerto
Hilton.

Yo había estado pensado en el Motel 6, pero estaba segura de que ellos se cepillarían
cualquier preocupación por el dinero. Aparentaban tener una reserva sin fin.

Entramos en el aparcamiento bajo la sombra de un gran toldo, y dos botones se colocaron


rápidamente al lado del impresionante automóvil. Jasper y Alice bajaron del coche,
pareciéndose mucho a estrellas del cine con sus oscuras gafas. Yo bajé torpemente, rígida
por las largas horas en el coche, sintiéndolo acogedor. Jasper abrió el maletero, y el solícito
personal rápidamente colocó nuestras bolsas de la compra en un carrito. Estaban demadiado
bien entrenados como para mostrar ninguna mirada sorprendida ante nuestra carencia de un
verdadero equipaje.

El coche había estado muy fresco en su oscuro interior; andando por la tarde de Phoenix,
hasta en la sombra, era como pegar mi cabeza dentro de un horno de asar. Por primera vez
en ese día, me sentí en casa.

Jasper cruzó en un paso con seguridad por el vestíbulo vacío. Alice se mantuvo con cuidado
a mi lado, los botones tras nosotros llevando con impaciencia nuestras cosas. Jasper se
acercó al escritorio con su aire inconscientemente majestuoso.

“Bower”, fue todo lo que dijo a la aparentemente profesional recepcionista. Ella


rápidamente procesó la información, con sólo un mínimo vistazo hacia el ídolo de pelo
dorado delante suyo, traicionando su cuidadosa eficiencia.

Fuimos conducidos rápidamente a nuestra gran suite. Sabía que los dos dormitorios eran
por mera apariencia. Los botones descargaron eficientemente nuestras bolsas mientras me
sentaba cansadamente en el sofá y Alice danzaba a examinar otros espacios. Jasper les dio
la amno cuando se iban, y la mirada que intercambiaron en su salida hacia la puerta era más
que satisfecha; era complacida. Luego estuvimos solos.
Jasper fue a las ventanas, cerrando las dos niveles de cortinas con seguridad. Alice apareció
y dejó caer un menú de servicio de habitaciones en mi regazo.

“Pide algo” aconsejó.

“Estoy bien”, dije sin entusiasmo.

Me lanzó una oscura mirada, y recuperó el menú. Quejándose de algo acerca de Edward,
levantó el teléfono.

“Alice, de verdad”, comencé, pero me miró en silencio. Apoyé mi cabeza en el


reposabrazos del sofá y cerré los ojos.

Una llamada en la puerta me despertó. Salté tan rápido que me deslicé por la derecha del
sofá al suelo y me golpeé la frente contra la mesa de centro.

“Ouh”, dije, aturdida, acariciándome la cabeza.

Escuché a Jasper reírse una vez, y levanté la vista para verle tapándose la boca, intentando
ahogar el resto de su diversión. Alice llegó a la puerta, presionando sus labios firmemente,
los bordes de su boca estirándose.

Me ruboricé y me eché hacia atrás en el sofá, sosteniendo mi cabeza en mis manos. Era mi
comida; el olor de carne roja, queso, ajo y patatas arremolinándose de manera atractiva a mi
alrededor. Alice llevó la bandeja tan hábilmente como si hubiera sido camarera durante
años, y la colocó en la mesa ante mis rodillas.

“Necesitas proteínas” explicó, levantando la plateada tapa semiesférica (literalmente


“cúpula”, pero se refiere a esas campanas de metal que salen en las pelis de hoteles
elegantes tapando los alimentos) para mostrar un gran filete y una decorativa escultura de
patata. “Edward no estará contento contigo si tu sangre huele anémica cuando él esté aquí.”
Estaba segura de que estaba bromeando.

Ahora que podía oler la comida estaba hambrienta de nuevo. Comí veloz, sintiendo volver
mi energía en cuanto los azúcares llegaron a mi torrente sanguíneo. Alice y Jasper me
ignoraban, viendo las noticias y hablando tan rápida y calladamente que no pude entender
ni una palabra.

Un segundo golpe sonó en la puerta. Salté sobre mis pies, evitando por poco otro accidente
con la medio vacía bandeja en la mesa de centro.

“Bella, necesitas calmarte” dijo Jasper, mientras Alice respondía a la puerta. Un miembro
del personal de limpieza le dio una pequeña bolsa con el logotipo del Milton y se fue
rápidamente. Alice lo trajo y me lo entregó. Lo abrí para encontrar un cepillo de dientes,
pasta de dientes, y todas las demás cosas críticas que me había dejado en mi camioneta. Las
lágrimas aparecieron en mis ojos.
“Sois tan amables conmigo…”, miré a Alice y luego a Jasper, agobiada.

Había notado que Jasper era normalmente el más cuidadoso en mantener las distancias
conmigo, de modo que me sorprendió cuando vino a mi lado y colocó su mano en mi
hombro.

“Ahora eres parte del clan”, bromeó, sonriendo calurosamente. De repente sentí un pesado
agotamiento fluyendo por mi cuerpo; mis párpados eran de alguna manera demasiado
pesados para mantenerse abiertos.

“Muy sutil, Jasper” escuché a Alice decir en tono sarcástico. Sus fríos y delgados brazos
resbalaron bajo mis rodillas y a mis espaldas. Ella me levantó, pero yo estaba dormida antes
de que me depositara en la cama.

Era muy temprano cuando me desperté. Había dormido bien, sin sueños, y estaba más
alerta de lo que solía estar al despertar. Estaba oscuro, pero había destellos azulados de luz
proviniendo desde debajo de la puerta. Alcancé el lado de la cama, intentando encontrar
una lámpara en la mesilla de noche. Una luz apareció sobre mi cabeza, resoplé, y Alice
estaba allí, arrodillándose a mi lado en la cama, su mano en la lámpara que fue
insensatamente montada sobre la cabecera.

“Lo siento”, dijo mientras yo me desplomaba de alivio hacia atrás, sobre la almohada.
“Jasper tiene razón”, continuó, “necesitas relajarte”.

“Bien, no le digas eso a él”, me quejé. “Si él intenta relajarme más, entraré en coma.”

Se rió tontamente. “Lo has advertido, ¿eh?”

“Si él me golpeara la cabeza con un sartén habría sido menos obvio.”

“Necesitabas dormir.” Se encogió de hombros, sonriendo todavía.

“Y ahora necesito una ducha, ¡hala!” Me di cuenta de que todavía llevaba el ligero vestido
azul, el cual estaba más arrugado de lo que tenía derecho a estar. Mi boca sabía turbia.

“Creo que vas a tener una magulladura en la frente”, mencionó mientras me dirigía al baño.

Después de haberme aseado, me sentí mucho mejor. Me puse las prendas que Alice dejó
para mí en la cama, una camisa verde militar que parecía estar hecha de seda, y pantalones
cortos marrones de lino. Me sentí culpable, ya que mis nuevas cosas eran mucho más
agradables que cualquiera de las prendas que había dejado atrás.

Fue agradable hacer algo por fin con mi pelo; los champúes del hotel eran de una marca de
buena calidad y mi pelo resplandeció de nuevo. Me tomé mi tiempo en secarlo con perfecta
rectitud. Tuve el presentimiento de que no haríamos gran cosa hoy. Una estrecha
inspección en el espejo reveló una sombra oscureciendo mi frente. Fabuloso.

Cuando al fin aparecí, la luz brillaba al máximo alrededor de los bordes de las gruesas
cortinas. Alice y Jasper estaban sentados en el sofá, mirando fija y pacientemente la
televisión, con el sonido casi apagado. Había una nueva bandeja de comida en la mesa.

“Come”, dijo Alice, señalándola firmemente.

Me senté obediente en el suelo, y comí sin sentir la comida. No me gustaba la expresión de


ninguna de sus caras. Estaban demasiado quietos. No apartaban la vista de la pantalla, ni
siquiera cuando echaban anuncios. Empujé la bandeja a un lado, con el estómago
repentinamente revuelto. Alice miró hacia abajo ahora, observando con mirada disgustada
la bandeja todavía llena.

“¿Qué es lo que va mal, Alice?” pregunté dócilmente.

“Todo va bien.” Me miró con ojos abiertos y sinceros que no me creí ni por un segundo.

“Bien, ¿qué hacemos ahora?”

“Esperaremos a que Carlisle llame.”

“¿Y no debería haber llamado ya?” Me pareció que me iba acercando al meollo del asunto.
Los ojos de Alice revolotearon desde los míos hacia el teléfono que estaba encima de su
bolso; luego volvió a mirarme.

“¿Qué significa eso?” me temblaba la voz y luché para controlarla, “¿qué quieres decir con
que no han llamado?”

“Simplemente que no tienen nada que decir.” Pero su voz sonaba demasiado monótona y el
aire se me hizo más difícil de respirar.

“Bella”, dijo Jasper con una voz sospechosamente tranquilizadora, “no tienes de qué
preocuparte. Aquí estás completamente a salvo.”

“¿Crees que es por eso por lo que estoy preocupada?” pregunté con incredulidad.

“¿Entonces por que?” Él estaba también confundido. Aunque podía sentir el tono de mis
emociones, no podía saber las razones que las motivaban.

“Ya oíste a Laurent”, mi voz era sólo un susurro, pero estaba segura de que podía oírme, sin
duda. “Dijo que James era mortífero. ¿Qué pasa si algo va mal y se separan? Si cualquiera
de ellos sufriera algún daño, Carlisle, Emmett… Edward...” Tragué saliva. “Si esa mujer
brutal le hace daño a Carol o Esme...” hablaba cada vez más alto, y en mi voz apareció una
nota de histeria. “¿Cómo podré vivir después sabiendo que fue por mi culpa? Ninguno de
vosotros debería arriesgarse por mí...”
“Bella, Bella, para...” me interrumpió Jasper, sus palabras fluyendo rápidamente. “Te
preocupas por lo que no debes, Bella. Confía en mí en esto: ninguno de nosotros está en
peligro. Ya soportas demasiada presión tal como están las cosas, no hace falta que le añadas
todas esas innecesarias preocupaciones. ¡Escúchame!” me ordenó, porque yo había vuelto
la mirada a otro lado. “Nuestra familia es fuerte. Nuestro único temor es perderte.”

“Pero ¿por qué...?” Alice me interrumpió esta vez, tocándome la mejilla con sus dedos
fríos.

“Edward lleva solo casi un siglo. Ahora te ha encontrado, y nuestra familia está completa.
¿Crees que podríamos mirarle a la cara los próximos cien años si te pierde?”

La culpa remitió lentamente cuando me sumergí en sus ojos oscuros. Pero, incluso mientras
la calma se extendía sobre mí, sabía que no podía confiar en mis sentimientos con Jasper
presente.
FIN
Luna nueva
llamada que tuvo Rosalie con Edward

El móvil de mi bolsillo sonó de nuevo. Era ya la vigésimo quinta vez que sonaba en
veinticuatro horas. Barajé la opción de levantar la tapa para ver al menos quién trataba de
contactar conmigo. Tal vez se trataba de algo importante. A lo mejor Carlisle me
necesitaba.

Reflexioné un rato sobre ello, pero no me moví.

No estaba realmente seguro de dónde estaba. En algún ático oscuro y claustrofóbico, lleno
de ratas y arañas. Las arañas me ignoraban, y las ratas se mantenían a cierta distancia de mí.
El aire era denso, con un fuerte aroma a fritanga (o como dice más finamente Stephenie: “a
aceite de cocina” XDD), carne rancia, sudor humano, y la prácticamente sólida capa de
polución que era de hecho visible en el aire húmedo, como una fina película negra que se
había depositado encima de todo. Debajo de mí, cuatro historias de una desvencijada
vivienda (según el diccionario, se trataría de “una vivienda modesta”) convivían conmigo,
formando parte de mí. No me molestaba en separar sus voces de mis pensamientos –
producían un fuerte clamor en español que no escuchaba. Tan sólo dejaba que los sonidos
me entraran por un oído y me salieran por el otro. Insignificante. Todo ello era
insignificante. Mi propia existencia era insignificante.

El mundo entero era insignificante.

Con mi frente presionada contra mis rodillas, me pregunté cuánto tiempo sería capaz de
seguir así. A lo mejor era inútil. A lo mejor, si mi intento estaba condenado al fracaso de
todas maneras, debería dejar de torturarme y volver…

La idea era tan tentadora, tan saludable – como si las palabras por sí solas contuvieran un
fuerte sedante que borrara la montaña de dolor debajo de la que estaba enterrado – que me
hacía jadear, me mareaba.

Podría dejarlo ahora, podría volver.

La cara de Bella, siempre tras de mis párpados, me sonreía.

Era una sonrisa de bienvenida, de perdón, pero no ejercía la influencia que mi


subconsciente probablemente intentaba darle.

Desde luego que no podía volver. ¿Qué era mi dolor, después de todo, en comparación con
su felicidad? Ella debería ser capaz de sonreír, libre de cualquier tipo de miedo o peligro.
Libre de un futuro eterno y desangelado. Ella se merecía algo mejor que eso. Ella se
merecía algo mejor que yo. Cuando dejara este mundo, iría a ese lugar que tan prohibido
estaba para mí, sin importar mi conducta en este mundo.

La idea de ese final definitivo era mucho más intensa que el dolor que ya sentía. Mi cuerpo
temblaba sólo de pensarlo. Cuando Bella tuviera que irse al lugar al que pertenecía y al que
yo nunca podría ir, yo no podría quedarme atrás. Tiene que haber olvido. Tiene que haber
alivio.

Esa era mi esperanza, pero no había garantías. “Dormir o, incluso, soñar. Ay, siempre
igual” me dije. Incluso aunque no fuera más que cenizas, ¿de alguna manera seguiría
sintiendo la tortura de su pérdida?

Un escalofrío me recorrió la espalda de nuevo.

¡Maldita sea! Lo había prometido. Le había prometido que no volvería a atormentar su vida
de nuevo, trayendo mis oscuros demonios a ella. No iba a volver a su mundo. ¿Podría
reportarle algún bien? ¿Cualquier mínimo bien?

La idea de volver al pequeño y permanente nublado pueblecito que siempre sería mi


verdadero hogar en este planeta volvió a colarse en mis pensamientos de nuevo.

Sólo para asegurarse. Sólo para ver que ella estaba bien, segura y feliz. No para intervenir.
Ella nunca se enteraría…

No. Mierda, no.

El móvil vibró de nuevo.

“Mierda, mierda, mierda”, gruñí.

Podría aprovechar la distracción, supuse. Abrí el móvil (supongo que es uno de estos con
tapa que tiene todo el mundo… Menos yo :p) Observé los números, dándome el primer
susto que había sentido en seis meses.

¿Por qué estaría Rosalie llamándome? Ella sería probablemente la que más se estaba
divirtiendo con mi ausencia.

Debía de tratarse de algo realmente importante si ella necesitaba hablar conmigo. De


repente empecé a preocuparme por mi familia y apreté el botón de llamada.

“¿Qué?, le pregunté muy tenso.

“Oh, wow. Edward me ha respondido al teléfono. Me siento tan honrada…”

Tan pronto como oí su tono de voz, supe que mi familia estaba bien. Debía de estar muy
aburrida. Resultaba difícil adivinar sus motivos sin tener sus pensamientos como guía.
Rosalie nunca había tenido mucho sentido para mí. Sus impulsos estaban normalmente
basados en los más retorcidos sentidos de la lógica.
Colgué y cerré el móvil bruscamente.

“Déjame en paz”, susurré para mí mismo.

Como era de esperar, el móvil volvió a sonar de nuevo.

¿Seguiría llamándome hasta que le pasara a otro el mensaje con el que tenía planeado
molestarme? Probablemente. Pasarían meses hasta que se sintiera cansada de este juego.
Barajé la posibilidad de dejar que se pasara el resto del año apretando una y otra vez el
botón de rellamada… y entonces suspiré y respondí al teléfono otra vez.

“Vete directa al grano.”

Rosalie me lanzó de sopetón las palabras: “Supuse que te gustaría saber que Alice está
ahora mismo en Forks.”

Abrí los ojos y me quedé mirando fijamente a las vigas de madera podrida a tres pulgadas
de mi cara.

“¿Qué?” Mi voz era llana, sin emociones.

“Sabes como es Alice – Como si ella lo supiera todo. Como tú” Rosalie se rió sin gracia. Su
voz tenía un deje de nerviosismo, como si de repente no estuviera del todo segura sobre lo
que iba a hacer.

Pero mi rabia hizo difícil que me preocupara qué problema tenía Rosalie.

Alice me había jurado que seguiría mi iniciativa por respeto a Bella, sin importar si estaba
de acuerdo o no con mi decisión. Ella había prometido que dejaría a Bella sola… tanto
tiempo como yo lo hiciese. Claramente, había pensado que tarde o temprano me doblegaría
al dolor. A lo mejor tenía razón respecto a eso.

Pero no lo había hecho. No aún. Así que, ¿qué estaba haciendo en Forks? Quería estrujar su
cuello tan delgado. Seguramente Jasper no me dejaría acercarme tanto a ella, aunque una
vez que captara un atisbo de la furia que manaba de mí…

“¿Sigues ahí, Edward?”

No respondí. Apreté el puente de mi nariz, preguntándome si era posible que un vampiro


tuviera migrañas.

Por otro lado, si Alice ya había vuelto…

No. No. No. No.

Había hecho una promesa. Bella se merecía una vida. Había hecho una promesa. Bella se
merecía una vida.

Me repetí estas palabras como un mantra, tratando de apartar mi mente de la seductora


imagen de la ventana oscura de la habitación de Bella; la puerta a mi santuario.

No había duda de que tendría que arrastrarme, si volvía. Eso no me importaba. Podría
felizmente pasarme una década entera de rodillas si estuviera con ella.

No, no, no.

“¿Edward? ¿No te importa siquiera por qué Alice ha ido allí?”

“No precisamente.”

La voz de Rosalie se volvió ligeramente pagada de sí misma, encantada, sin duda, de


haberme sonsacado una respuesta. “Bueno, desde luego, no está rompiendo exactamente las
reglas. Quiero decir, bueno, en realidad nos dijiste que nos mantuviéramos lejos de Bella,
¿no? El resto de Forks no importa”.

Parpadeé muy despacio. ¿Bella se había ido? Mis pensamientos rondaban alrededor de esa
idea tan inesperada. Aún no se había graduado, así que debía de haber vuelto con su madre.
Eso era bueno. Podría vivir a la luz del sol. Era bueno que hubiera sido capaz de dejar las
sombras tras de sí.

Traté de tragar, pero no pude.

Rosalie soltó una risita nerviosa. “Así que no tienes por qué estar enfadado con Alice”

“Entonces, ¿por qué me has llamado Rosalie, si era para meter a Alice en líos? ¿Por qué me
molestas? Ugh!”

“¡Espera!”, dijo, sintiendo, correctamente, que podía volver a colgarle de nuevo. “¡Esa no
es la razón por la que te he llamado!”

“¿Entonces por qué? Dímelo rápido y déjame en paz.”

“Bueno…”, dudó.

“Suéltalo de una vez, Rosalie. Tienes diez segundos.”

“Pensé que deberías volver a casa”, dijo rápidamente. “Estoy cansada de aguantar a Esme
afligida todo el tiempo a Carlisle sin reírse. Deberías sentirte avergonzado de de lo que les
has hecho. Emmet te echa de menos todo el rato y me pone nerviosísima. Tienes una
familia. Crece de una vez y piensa en algo más que en ti mismo.”

“Interesante consejo, Rosalie. Deja que te cuente una pequeña historia de una olla y una
tetera… (Supongo que se trata de una fábula popular o algo así)
“Yo pienso en ellos, no como tú. Si no reimporta cuánto daño les has hecho a los demás,
¿al menos de importa lo que ha sufrido Esme? Ella te quiere más que le resto de nosotros, y
lo sabes. Vuelve a casa.”

No respondí.

“Pensé que una vez que todo esto de Forks hubiera terminado, te repondrías.”

“Forks nunca fue el problema, Rosalie”, dije tratando de ser paciente. Lo que había dicho
de Esce y Carlisle me había calado hondo. “Sólo porque Bella – era duro decir su nombre
en voz alta – se haya mudado a Florida, no significa que yo sea capaz de… Mira, Rosalie.
Lo siento de verdad, pero, créeme, nadie se sentiría más feliz si yo estuviera allí.”

“Mmm…”

Ahí estaba, esa nerviosa vacilación de nuevo.

“¿Qué es lo que no me estás contando, Rosalie? ¿Se encuentra Esme bien? ¿Es Carlisle…?”

“Ellos están bien. Es sólo que… bueno, yo nunca dije que Bella se hubiese mudado.”

No hablé. Desaté una conversación en mi cabeza. Sí, Rosalie había dicho que Bella se había
mudado. Había dicho: “En realidad nos dijiste que nos mantuviéramos lejos de Bella, ¿no?
El resto de Forks no importa”. Y luego: “Pensé que una vez que todo esto de Forks hubiera
terminado…” Así que Bella no estaba en Forks. ¿Qué quería decir entonces? ¿Bella no se
había mudado?

Entonces Rosalie volvió a hablar rápidamente, soltando las palabras enojada esta vez.

“No quieren que te lo diga, pero me parece estúpido. Cuanto antes te repongas de esto,
antes las cosas volverán a la normalidad. ¿Por qué dejar que te deprimas por oscuras
esquinas de todo el mundo sin necesidad para ello? Puedes volver a casa ahora. Podemos
volver a ser una familia de nuevo. Se acabó.”

Mi mente parecía rota. No encontraba sentido a sus palabras. Parecía como si hubiera algo
muy, muy obvio en lo que me decía, pero no tenía ni idea de lo que era. Mi cerebro
barajaba la información, buscando extraños enlaces entre ella. No tenía sentido.

“¿Edward?”

“No entiendo lo que dices, Rosalie.”

Hubo una larga pausa, equivalente a varios latidos del corazón de un humano.

“Está muerta, Edward”


Hubo una pausa aún más larga.

“Yo… lo siento. Tienes derecho a saberlo, vamos, eso es lo que creo. Bella… se tiró de un
acantilado hace dos días. Alice lo vio, pero era demasiado tarde para hacer nada. Creo que
habría ayudado, quiero decir, que habría roto su palabra, si hubiera tenido tiempo. Ella
volvió para hacer todo lo posible por Charlie. Ya sabes cuánto se ha preocupado siempre
por él.”

La línea quedó muerta. Me llevó unos segundos darme cuenta de que había sido yo el que
había apagado el móvil.

Me senté en el suelo polvoriento un rato, el espacio se había congelado. Era como si el


tiempo se hubiera terminado; como si el universo se hubiese parado.

Poco a poco, me fui moviendo como un hombre viejo. Volví a encender el móvil y marqué
el único número al que me había prometido no volver a llamar nunca.

Si lo cogía ella, colgaría. Si lo cogía Charlie, le sonsacaría la información que necesitaba


engañándolo. Probaría que el chiste sin gracia de Rosalie estaba equivocado, y entonces
volvería a mi nada.

“Residencia Swan”, respondió una voz que no había oído nunca. Una voz ronca y profunda
de hombre, pero con un deje aún juvenil.

No me paré a pensar en las implicaciones de aquello.

“Soy el Dr. Carlisle Cullen”, dije, imitando perfectamente la voz de mi padre. “¿Puedo
hablar con Charlie?”

“No está aquí”, respondió la voz, sorprendiéndome un poco el enfado de su voz. Las
palabras eran casi un gruñido. Pero eso no importaba.

“Bueno, ¿dónde está entonces?”, pregunté, poniéndome cada vez más impaciente.

Hubo una pequeña pausa, como si el extraño quisiera negarme cierta información.

“Está en el funeral”, respondió finalmente el chico.

Colgué el móvil otra vez.


la llamada que tuvo Rosalie (desde el punto de vista de esta) con
Alice cuando esta se dio cuenta que se habia equivocado con lo de
Bella
Cálculo erróneo

Un minúsculo sonido –no aquí, sino a unas cien yardas al norte- me hizo saltar. Mi mano se
aferró automáticamente al teléfono, cerrándolo y ocultándolo de la visión en el mismo
movimiento.

Coloqué mi pelo sobre mi hombro de un tirón y eché una ojeada furtiva al bosque través de
las altas ventanas. El día era oscuro, nublado; mi propio reflejo era más brillante que los
árboles y las nubes. Miré fijamente mis ojos anchos y asustados, mis labios curvados hacia
abajo, el pequeño pliegue vertical de mi frente...
Fruncí el ceño, cambiando la expresión de culpabilidad por una de desprecio. Atractivo
desprecio. Distraída, observé cómo una fiera expresión satisfizo mi cara, haciendo un
contraste agradable con el oro de mis gruesos rizos. De la misma manera, mis ojos
exploraron el vacío bosque de Alaska, y me hicieron ver que aún estaba sola. El sonido no
había sido nada, un pájaro o la brisa.
No hay necesidad de aliviarse, me dije. No hay por qué disculparse. No he hecho nada
malo.
¿Estaban los otros planeando no decirle nunca la verdad a Edward? ¿Dejarlo revolcarse en
la angustia para siempre en los tugurios repugnantes, mientras que Esme se afligía y
Carlisle conjeturaba cada una de sus decisiones, y la alegría natural de Emmett desaparecía
lentamente en soledad? ¿Era eso justo?
Además, no había manera de guardar secretos a Edward a largo plazo. Antes o después él
vendría a vernos, a ver a Alice o Carlisle por alguna razón, y luego habría descubierto la
verdad. ¿Iba a darnos las gracias por mentirle con nuestro silencio? Difícilmente. Edward
siempre tuvo que saberlo todo; él vive para este sentido del saber. Él habría tenido una gran
rabieta, y se habría enfadado mucho solamente por el hecho de que le hubiéramos
escondido la muerte de Bella.
Cuando se calme y deje atrás este lío, probablemente me dé las gracias por ser la única lo
bastante valiente para ser honesta con él.
Millas a lo lejos, un halcón graznó; el sonido me hizo saltar y mirar a la ventana de nuevo.
Mi cara adoptó la misma expresión culpable de antes y me lancé a mi misma una mirada de
ira en el cristal.
Muy bien, así que yo tenía mi propio orden del día. ¿Era tan malo querer que mi familia
estuviera unida de nuevo? ¿Era tan egoísta echar de menos la paz de cada día, la felicidad
anterior que me habían concedido, la felicidad que Edward parecía haberse llevado con él
en su vuelo?
Yo sólo quería que las cosas fueran como antes. ¿Era tan malo? No parecía tan horrible.
Después de todo, yo no había hecho esto sólo para mí, sino para todos. Esme, y Carlisle, y
Emmett.
No tanto para Alice, aunque yo lo habría asumido... Pero Alice había estado segura de que
las cosas se resolverían al final –que Edward iba a ser incapaz de permanecer alejado de su
pequeña novia humana- así que ella no había estado incómoda por el luto. Alice siempre ha
funcionado en un mundo diferente al del resto de nosotros, encerrada en su realidad
siempre cambiante. Desde entonces Edward fue el único que podría participar en esa
realidad. Había pensado que su ausencia sería más dura para ella. Pero ella estaba segura
como siempre, viviendo el futuro, con su mente en un tiempo que su cuerpo no había
alcanzado todavía. Siempre tan tranquila.
Ella había sido frenética y valiente cuando vio a Bella saltar aunque...
¿Había sido yo demasiado impaciente? ¿Había actuado demasiado pronto?
Puede ser también que haya sido honesta conmigo misma, porque Edward vería cada
poquito de mezquindad en mi decisión tan pronto como volviera a casa. Podía también
reconocer mis malos motivos, aceptarlos ahora.
Sí, estaba celosa por la manera en que Alice trataba a Bella. ¿Habría corrido Alice tan
precipitadamente si me hubiera visto a mí saltar desde un acantilado? ¿Había amado a
aquella banal muchacha humana más que a mí?
Pero esos celos eran algo insignificante. Esto podría haber apresurado mi decisión, pero no
controlarla. Habría llamado a Edward de todos modos. Estaba segura de que él preferiría mi
honestidad directa y franca sobre el engaño más amable de otros. Su bondad estaba
condenada desde principio; Edward habría venido a casa finalmente.
Y ahora él podría venir a casa más pronto.
No era solamente la alegría de mi familia lo que añoraba.
Francamente también echaba de menos Edward. Echaba de menos sus comentarios, su
sarcasmo que congeniaba más con mi propio sentido negro del humor que la naturaleza
chistosa y soleada de Emmett. Echaba de menos la música –su estéreo atronador, su último
descubrimiento independiente y el piano, el sonido que teje sus pensamientos por lo general
remotos en la transparencia de las canciones de Edward. Lo echaba de menos tarareando en
el garaje a mi lado mientras poníamos a punto los coches, el único momento en que
nosotros estábamos perfectamente sincronizados.
Echaba de menos a mi hermano. Seguramente él no me juzgaría demasiado duramente
cuando viera esto en mis pensamientos.
Esto sería incómodo durante un tiempo, lo sabía. Pero cuanto antes volviera a casa, antes
podríamos volver a la normalidad de nuevo...
Registré mi mente en busca de algún tipo de dolor por Bella, y estuve encantada de
descubrir que realmente me afligí por la muchacha. Un poco. Ella había hecho feliz a
Edward como no lo había visto antes. Por supuesto, ella también le hizo más miserable que
ninguna otra cosa en su siglo de vida. Pero yo echaría de menos la paz que ella le había
dado en esos cortos meses. Yo podría realmente lamentar su pérdida.
Este conocimiento me hizo sentir mejor conmigo misma, complacida. Sonreí a mi rostro en
el cristal, enmarcándolo de nuevo en mi pelo dorado y las paredes rojas de cedro del salón
largo y acogedor de Tanya, y disfrutando de la visión. Cuando sonreía, no había ninguna
mujer u hombre en este planeta, mortal o inmortal, que pudiera competir conmigo en
belleza. Era un pensamiento confortable. Quizás yo no era la persona más fácil con quien
vivir. Quizás yo era superficial y egoísta. Quizás yo habría desarrollado un carácter mejor si
hubiera nacido con una cara poco atractiva y un cuerpo aburrido. Quizás habría sido más
feliz de esa manera. Pero eso era imposible de probar. Yo tenía mi belleza; era algo con lo
que podía contar.
Ensanché mi sonrisa.
El teléfono sonó y automáticamente mi mano se tensó, aunque el sonido procedía de la
cocina y no de mi puño.
Supe en seguida que era Edward. Llamaría para comprobar la información que le di. Él no
habría confiado en mí. Aparentemente me vio lo bastante cruel para gastarle una broma
sobre esto. Fruncí el ceño mientras revoloteaba a la cocina para contestar al teléfono de
Tanya.
El teléfono estaba muy al borde del largo y obstaculizador mostrador de carnicero. Lo
atrapé antes de que el primer pitido cesara, y me giré hacia las puertas francesas cuando
contesté. No quería admitirlo, pero sabía que miraba afuera por si regresaban Emmett y
Jasper. No quería que me oyeran hablar con Edward. Se enfurecerían...
- ¿Sí? – pregunté.
- Rose, necesito hablar con Carlisle ahora mismo – Alice habló bruscamente.
- ¡Oh, Alice! Carlisle está cazando. ¿Qué...?
- Bien, pero que me llame en cuanto llegue.
- ¿Qué pasa? Lo detectaré enseguida y haré que te llame...
- No – Alice interrumpió de nuevo -, habré tomado un vuelo. Oye, ¿sabes algo de Edward?
Sentí mi estómago retorcerse, pareció caerse más abajo en mi abdomen. El sentimiento
trajo consigo una extraña sensación de déjà vu, una indirecta débil de una memoria humana
perdida durante mucho tiempo. Náuseas...
- Bien... Sí, Alice. Ahora. He hablado con Edward. Hace tan solo unos minutos –por un
instante barajé la idea de fingir que Edward me había llamado a mí, una simple
coincidencia. Pero por supuesto no había razón para mentir. Edward iba a darme bastantes
problemas cuando regresara a casa.
Mi estómago continuó apretando de manera extraña, pero lo ignoré. Decidí mostrarme
enfadada. Así Alice no me hablaría bruscamente. Edward no quería mentiras; él quería la
verdad. Él me apoyaría en eso cuando volviera a casa.
- Tú y Carlisle estabais equivocados – dije -. Edward no apreciaría la mentira. Él quería la
verdad. La quería. Así que se la di. Le llamé... le llamé muchas veces – admití -. Hasta que
lo cogió. Un mensaje podría haber sido... equivocado.
- ¿Por qué? – Alice jadeó - ¿Por qué lo has hecho, Rosalie?
- Porque cuanto antes dejara esto, antes volveríamos a la normalidad. El tiempo no
facilitaba las cosas, así que ¿por qué aplazarlo? El tiempo no iba a cambiar nada. Bella está
muerta. Edward se afligirá, y luego lo olvidará. Mejor que empiece ahora que más tarde.
- En fin, te has equivocado en ambos casos, aunque, Rosalie, era fácil suponer que iba a ser
un problema, ¿a que sí? – Alice preguntó en un tono violento y cruel.
¿Equivocada en ambos casos? Parpadeé con rapidez, intentando comprender.
- ¿Bella aún está viva? – susurré, sin creer las palabras. Sólo intentaba comprender a qué
casos se refería Alice.
- Sí, exacto. Ella se encuentra perfectamente...
- ¿¿Perfectamente?? ¡La viste saltar desde un acantilado!
- Me equivoqué.
Las palabras sonaron extrañas en la voz de Alice. Alice, quien nunca se equivocaba, nada la
pillaba por sorpresa...
- ¿Cómo? – susurré.
- Es una larga historia.
Alice estaba equivocada. Bella estaba viva. Y yo había dicho...
- Bien, tú has cometido un error – gruñí, convirtiendo mi disgusto en acusación -. Edward
estará furioso cuando llegue a casa.
- Pero en eso también te equivocas – dijo Alice. Podría decir que estaba hablando entre
dientes -. Esa es la razón por la que llamo...
- ¿En qué? ¿En que Edward va a volver a casa? Por supuesto que lo hará – me reí burlona -
¿Qué? ¿Piensas que va a actuar como Romeo? ¡Ja! Algo estúpido, romántico...
- Sí – Alice siseó, su voz era como el hielo -, eso es exactamente lo que vi.
La dura convicción de sus palabras me hizo sentir mis rodillas extrañamente inestables.
Agarré una viga de madera de cedro como soporte, un soporte que mi cuerpo, duro como el
diamante, no podría necesitar – No. Él no es tan estúpido. Él... él debe hacer que...
Pero no pude terminar la frase, porque yo pude ver en mi mente mi propia visión. Una
visión de mí misma. Una impensable visión de mi vida si por alguna razón Emmett dejara
de existir. Me estremecí sólo de pensarlo.
No, no había comparación. Bella era sólo una humana. Edward no quería hacerla inmortal,
así que no era lo mismo. ¡Edward no podía sentir lo mismo!
- Yo... yo no pensé así, Alice. ¡Yo sólo quería que él volviera a casa! – mi voz era casi un
aullido.
- Es un poco tarde para eso, Rose – dijo Alice, más dura y fría que antes -. Guárdate tu
remordimiento para quien te crea.
Hubo un clic, y luego un pitido.
- No – susurré. Sacudí mi cabeza lentamente por un momento -. Edward tiene que volver a
casa.
Miré mi cara en el panel de cristal de la puerta francesa, pero ya no pude verla más. Era
sólo una mancha amorfa de blanco y dorado.
Luego, a través de la mancha, muy lejos en los bosques distantes, un enorme árbol se
tambaleó peligrosamente, perdiendo la sincronía con el resto del bosque. Emmett.
Tiré de la puerta para apartarla de mi camino. Se cerró bruscamente dando un golpe en la
pared, pero el sonido estaba lejos detrás de mí cuando me sumergí en el verde corriendo a
gran velocidad.
- ¡Emmett! – grité - ¡Emmett, ayúdame!
desde el punto de vista de Jacob resumen de como lo vive el lo que pasa

Hay un vampiro cerca. Primero piensas que es la pelirroja, y supones que ha usado la
distracción de la muerte de Harry para entrar furtivamente. No estás seguro de dónde está o
si está observando. Tienes miedo de transformarte y cazarla, en caso de que te rodee
mientras la estás siguiendo. Decides que el mejor plan es llevar a Bella de vuelta a La Push,
dejar a Embry con ella, y cazar a la pelirroja con Sam.

Aunque algo no está bien. El olor está apagado. Es un vampiro, obviamente, pero no el
mismo cuyo olor ha estado quemando tu nariz durante la última semana.

Antes de que puedas darte cuenta, Bella te está diciendo que pares. Su rostro se enciende
más brillante de lo que habías podido ver desde el día que vino buscándote, toda
destrozada. Ella piensa que los Cullen han regresado, y el coche brillante aparcado junto a
su casa sostiene esa teoría. Su entusiasmo te enferma. Todo lo que ella quiere es ir al
encuentro del vampiro, como si ella no fuese parte de su dieta. Estás furioso. Te resulta
difícil calmarte.

Está claro que tendrás que llevártela a la fuerza si quieres impedirle que entre. Ella parece
convencida de que son sus vampiros. Ella ya se ha ido –mentalmente, está a un millón de
millas de ti. Y tú tienes tus responsabilidades. La pandilla ha estado ignorando
completamente los límites del tratado desde la marcha de los Cullen. No puedes dejar que
tus hermanos se metan en problemas, ahora que sabes que los Cullen han vuelto.

Odias dejarla allí, y estás tan enfadado porque eso es lo que ella quiere. El futuro que
parecía tan esperanzador hace unos segundos se desmenuzada en nada. ¿La trae sin cuidado
que la abandonaran? ¿No importa eso? Nunca ha expresado ningún enfado hacia ellos por
lo que la hicieron. Supones que nunca sintió tal enfado. Ella acepta lo que hicieron sin
cuestionarlo.

Necesitas irte, porque no vas a ser capaz de controlarte durante mucho más. Puedes sentir la
furia creciendo. La dejas sola ahí en la calle, deseando más que nada que ella te llamará
luego, que cambiará de opinión. Pero no lo hace.

Correas al hospital, y luego das la vuelta. El enfado ha disminuido un poco, y de nuevo


estás agobiado por su seguridad. Llamas, y ella responde. Es cierto. Los Cullen han vuelto,
y ella elige a los vampiros antes que a ti.

Es una mala noche para los lobos Quileute. Sam establece de nuevo las líneas de patrulla
así que sólo se están protegiendo las millas cuadradas de la reserva. Sam no quiere dejar
ningún agujero –puede haber media docena de vampiros ahí fuera, y sus intenciones no son
claras. Te preocupas por Bella y la pelirroja, pero Sam habla de dejar a los Cullen
encargarse de lo suyo. Detestas la idea de Bella perteneciéndoles a ellos.

El día pasa. Ningún intento de cruzar la línea. Billy llama a Charlie, y parece que sólo uno
de los Cullen ha regresado, y que está con ellos. Esto te saca de tus casillas. Esto afecta a
Sam -¿cuál es la nueva política? ¿Siguen las fronteras en vigor? ¿Durante cuánto tiempo?
¿Están regresando los demás? ¿Están al tanto de lo de la pelirroja? ¿La consideran bajo la
protección de su tratado? Si es así, el tratado está roto. Y si no van a conducirla fuera, la
pandilla les considerará junto con ella. Sam, Billy y el viejo Quil discuten la posibilidad de
una guerra…

Pero primero Sam quiere información –intentar mantenerlo de modo civilizado todo el
tiempo que sea posible- y te presentas voluntario para el trabajo. Insistes en ir en persona.
Necesitas ver su cara, ver cuan profundamente está ella implicada. Dices a Sam que
obtendrás la verdad mejor en persona, porque serás capaz de decir si está mintiendo. No le
estás engañando con tus motivos, pero estás viendo que suena a obligado.

Vas durante el funeral, de modo que podrás hablar con ella honestamente, sin posibilidad
de Charlie interrumpiendo. Jared y Embry no quieren dejarte ahí solo, incluso cuando estás
seguro de que el vampiro se ha ido por el momento. Sabes que se mantendrán cerca, pero
no les quieres escuchando. Quieres ser capaz de hablar francamente con Bella, pero es todo
lo que puedes hacer para mantener la calma. Su casa huele –te quema la nariz. El olor del
vampiro la rodea. Ambos estáis un poco hostiles, pero ella responde tus preguntas. La
Cullen sólo está de visita. Te dices a ti mismo que todo volverá a la normalidad cuando la
vampiro se vaya de nuevo.

No puedes obligarte a marcharte. Puedes ver que la has herido, y te vuelves para
encontrarla llorando. Te sientes peor, y mejor. Mejor porque al menos se preocupa tanto
por ti. Está llorando por ti. Eso ya es algo.

Eres capaz de conversar ahora, pero cuesta. Ella los ama. Los que la dañaron –los ama. Le
importas, también, pero no tanto. Encima, la vampiro está llegando de nuevo… Estás
confundido, no estás seguro de cómo sentirte.

La sostienes en tus brazos, y es como era antes –como debería ser. Tomas su rostro en tu
mano, y de repente quieres besarla más que nada en el mundo. No es como lo habías
planeado –mal momento con la vampiro rondando alrededor por alguna lugar. Pero
tambiñen piensas que tal vez es así como debe ser. Tal vez ella sentirá eso. Ves el conflicto
en sus ojos, y te preguntas hacia que lado se decantará cuando tus labios toquen los suyos.

El teléfono suena en este inoportuno momento, y lo respondes. ¿Qué otra opción tienes?
Puede ser Sam, puede haber problemas. Escuchas el claro y musical tono de voz con el
suave acento inglés, y sabes quién es con la primera palabra. Otro de ellos. Quizás Bella
estaba equivocada respecto al regreso de los demás. Quizás estaba mintiendo.

Bella está enfadada de nuevo cuando el vampiro te cuelga. Antes de que te despejes, hueles
la fresca quemadura de la aproximación de un vampiro. Oyes el débil sonido del casi
silencioso acercamiento de la vampiro. Intentas irte, pero el olor es más fuerte delante de la
estancia. Antes de que puedas salir, la chupasangre está aquí.

Es sólo una minúscula chica, pero después de que Bella te contara lo de los vampiros con
talentos extra, no estás por bajar la guardia. Aunque ella no te presta atención. Ella parece
ausente de su entorno, turbada por algo. Bella llama a su Alice. Alice nombra a Edward una
vez, y Bella se arruga. ¿La ha dañado la vampiro? No has visto nada. Pero te lanzas hacia
delante para agarrar a Bella antes de que la vampiro pueda tocarla, y separarla.

La pequeña vampiro parece muy trastornada, y esto te sorprende. No te habías percatado de


que ellos tenían muchas emociones. Estás impresionado y sorprendido de lo cómodas que
parecen Bella y Alice conversando entre ellas. Eras capaz de pensar que la vampiro no
podría tocar humanos de esa manera sin herirlos. Y Bella está tan natural con Alice –capaz
de interactuar con ella como si Alice fuera humana. Bella parece verla de ese modo –como
una persona, incluso.

La conversación es difícil de seguir. Te enteras de que Edward Cullen está en alguna clase
de problema y es por culpa de alguien llamado Rosalie. Bella está gritando y luego
exigiendo ayudar, y la pequeña vampiro va a dejarla intentarlo, aunque tiene claro que es
una misión suicida.
Eres un chico feliz. Tienes varios amigos tu padre es bastante chulo (guay…),
aunque sea un poco supersticioso. Llevas bastante bien los estudios, no tienes que
esforzarte demasiado, tienes mucha libertad y te encantan todas las cosas
relacionadas con la mecánica.

Un día, la hija del mejor amigo de tu padre aparece, es muy guapa, algo así como
la vecinita de al lado, pero mas que eso, te sientes instantáneamente atraído por
ella, como almas afines. Bella se despega de todos sus amigos del instituto y
parece totalmente embelesada en todo lo que le dices. (Con esta frase tengo
problemillas…..you ere immediately infatuated….creo que es algo así como se
enamora, o que le gusta mucho) pero sabes que esta fuera de tu alcance, ella esta
en el instituto y tu eres un novato, sigue soñando!. Pero sigues pensando mucho en
ella, quizás algún día…

Por supuesto ahora te interesas mucho mas por cualquier cosa que diga tu padre
sobre Charlie. Intentas que pase por alto el tema de los Cullen y siga visitando a
Charlie, a tu parecer Billy es quien se equivoca, le pides que se disculpe y, cosa
rara, el lo hace, quedan para ver un partido, alguien tiene que conducir, sabes que
no estas engañando a nadie, Billy te conoce demasiado.

Ves a Bella con un chico en un cochazo, el coche es lo primero que ves, es una
maravilla de coche, estas impresionado.
Estás lo suficientemente seguro de tu masculinidad como para reconocer que el
chico es realmente guapo, receptivo como eres, te das cuenta de que hay algo entre
ellos, te entristece, pero siempre supiste que algo así pasaría, pero las relaciones de
adolescentes son cortas, así que te animas otra vez. Te preguntas quien es, conoces
a todos los chicos de la zona, y por que tu padre se comporta de manera extraña.

Tienes oportunidad de hablar con Bella y te sientes muy bien, te sientes muy
cómodo con ella, le preguntas por el chico, es un Cullen, así que entiendes la
reacción de Billy, pasas una noche muy placentera con Bella, aunque parezca
distraída y lleve un perfume nuevo que no te gusta.

Cuando llegas a casa tu padre parece haberse vuelto loco, llama a todos sus
colegas supersticioso, escuchas desde tu habitación que le están diciendo que no es
asunto suyo, estas de acuerdo, pero Billy no te ha pedido tu opinión, tu padre
piensa que ese chico es literalmente algún tipo de monstruo, es muy embarazoso.

Billy quiere ver a Charlie otra vez, todavía está muy nervioso por lo de Bella, está
muy tenso y supones que el cree que está violando aquel legendario tratado.
Piensas en decirle que le contaste esa historia a Bella, pero sabes que se cabrearía
contigo, así que no dices nada.

Ves de nuevo a Bella con su novio, obviamente lo es, le da un beso en el cuello


antes de que ella entre. A Billy casi le da un ataque, Oh! Si, vampiros…el viejo va
a humillaros a los dos. Te preguntas porque su novio no hace mas que estar
sentado ahí, en el coche de Bella.

Te sientes peor de lo que pensabas, creías que ya habías aceptado que tuviese
novio, que estas más deprimido de lo que esperabas. Es la diferencia entre
sospechar algo y verlo con tus propios ojos. Tu padre te manda a buscar algo y
mas tarde te das cuenta de que lo único que quería era hablar a solas con Bella,
esperas que no haya hecho el tonto.

La vida sigue, tonteas un poco con las chicas del instituto, pero desaparecen
rápido, todavía piensas en Bella, deseas ir a visitarla, pero tu padre esta un poco
rabioso por el tema de los Cullen, no te permite ir a verla, como si fueses a resultar
herido o algo así .

Bella se escapa de casa, cuando Billy te lo cuenta te sientes abatido, te preocupas


por ella, no puedes dormir bien por la noche, no sabias que fuese tan infeliz y estas
molesto por obedecer a Billy y no ir a visitarla, podrías haberla ayudado de alguna
manera…

Y entonces Charlie llama a Billy y le dice que Bella ha tenido un accidente en


Phoenix, se ha caído por una ventana y está en el hospital. Las noticias son como
una taladradora en tu cabeza. Cuando Billy se entera de que el Doctor Cullen la
está cuidando ruega a Charlie que vaya con ella, pelean de nuevo, te ofreces para
llevarle hasta allí y Billy empieza a “berrear” (se supone que llora, pero no me
imagino a Billy llorando XD) Te marchas, pero de pronto escuchas a Billy
hablando por teléfono con alguien, chillando algo sobre tratados y guerras, no
puedes oírlo bien a través de la puerta, pero oyes como habla sobre que los Cullen
han herido a Bella y también sobre Sam, no tienes ni idea de por que Sam Uley
forma parte de la conversación, pero no lo piensas mucha, estas demasiado
preocupado por Bella.

Bella mejora y vuelve a casa, te mueres por verla, al menos podrías llevarle
algunas flores o algo, pero Billy te lo prohíbe y nadie te deja un coche, están todos
de parte de Billy. No puedes creer como la estupida superstición de los vampiros
esta creciendo (o saliéndose de madre XD).

Entonces Billy cambia de parecer, quiere que vayas a hablar con Bella, pero quiere
que le fastidies su promoción (baile de fin de curso), estas mortificado, pero el
insiste y realmente quieres verla, así que vas allí, Bella esta preciosa, le das el
mensaje de Billy, pero para tu tranquilidad, se ríe contigo sobre el tema, ves como
mira a Edward Cullen y sabes que esta completamente fuera de tu alcance, pero no
te importa, por que sabes que siempre seréis amigos, quieres que sea feliz y
obviamente este chico la hace feliz, te sientes mal por el pésimo comportamiento
de Billy con los Cullen y deseas que exista una manera (políticamente correcta
XD) de disculparse. Bella lleva ese perfume horrible otra vez, te preguntas por que
le gusta llevarlo.
Cita:
Pasas un buen verano en La Push. Pasas casi todo el tiempo en el garaje, trabajas
unas pocas horas a la semana en la tienda para conseguir algún dinero extra,
quedas con Embry y Quil, vas a algunas citas en grupo. Una chica está colada por
ti, pero para ti no es más que una amiga. Billy sigue preocupado por Bella, y tú no
puedes evitar prestar especial atención cuando se menciona su nombre. Parece que
una estúpida banda se está montando en el pueblo, y tú y tus amigos os reís de la
“tripulación” de Sam a sus espaldas.

El colegio empieza de nuevo, y todo transcurre con normalidad.

Una noche, Billy recibe una llamada frenética de Charlie. Bella ha desaparecido,
probablemente perdida en el bosque, en su opinión. Billy le promete ayuda. Ya
estás saliendo por la puerta, pero él te dice que no vayas (Nota: en la versión
original simplemente dice “no”, pero bueno, supongo que se refiere a que no vaya
para allá ) Estás tan trastornado, que decides ir a pie de todas formas. No llegas
allí hasta las tres de la mañana, cuando todo el mundo se está yendo. Te dicen que
Bella está dormida, así que no entras. Ves a Sam, Pared y Paul allí, lo cual te
cabrea. Mr. Weber se ofrece a acercarte a casa cuando te ve caminando solo. Él es
el que te cuenta que los Cullens se han ido. La gente ya anda cotilleando sobre
ello. Edward dejó a Bella en el bosque, así fue como ella se perdió (literalmente,
sería “se metió en problemas”, pero me pega más lo otro, no sé por qué )

Al principio, tus emociones son confusas. Tienes que admitir que te sientes
contento, pero tratas de dejar a un lado esos sentimientos. Son equivocados – Bella
debe se sentirse muy infeliz. Esperas que esté bien.

Entonces, empiezas a averiguar más detalles al respecto. Charlie está desesperado,


y llama a Billy continuamente en busca de ayuda. Pero ninguna de tus hermanas
pasó nunca por algo así, así que Billy no puede ayudar mucho. Oyes cómo Bella
está rota, quizás en estado catatónico, sin comer ni dormir.

Empiezas a odiar a Edward Cullen. ¿Cómo puede hacerle esto a alguien tan bueno
y amable? ¿De qué clase de monstruo se trata? Sientes haber querido disculparte
con él alguna vez en el pasado.

A la vez, te aturde que la gente en La Push esté tan exaltada con la marcha de los
Cullens. Casi te molesta. Están celebrando el mismo hecho que ha devastado a
Bella.

El tiempo pasa, y Charlie está cada vez más preocupado. Billy deja de prohibirte
ver a Bella, pero tú sabes instintivamente que ella no quiere verte – no quiere ver a
nadie. Intentas no preocuparte por ella, pero es difícil teniendo a Billy al lado
farfullando sobre ella todo el tiempo. Charlie dice que actúa como un zombi. No
ha vuelto a sonreír desde que Edward se fue.

Los meses pasan. Un día, oyes el rugido de un motor familiar fuera de la casa.
Casi no puedes creerlo, pero Bella ha parado en el momento menos pensado. Estás
encantado hasta que le echas un vistazo más a fondo. Parece peor de lo que habías
imaginado. Ha perdido demasiado peso y los círculos bajo sus ojos son
prácticamente negros. Su pelo parece más oscuro y su cara blanca como la de un
muerto. Es como si se pudiera partir en dos. Pero entonces te mira a los ojos y
sonríe con una sonrisa de verdad. Se alegra de verte. Es poca cosa, pero significa
mucho para ti.

Prestas atención a todo lo que dice y hace, pero siempre poniendo cuidado en que
no se de cuenta. Comparas su comportamiento con todo lo que has oído a través
de Charlie. Te cuenta lo de las motos y te emocionas. Eso es algo que se te da muy
bien, y te encantaría enseñarle un poquito. Ella parece completamente a gusto, y tú
te sientes igual. Es como si ella hubiera estado contigo cada día desde el año
pasado – no tiene sentido el no haberla visto en meses. Os compenetráis
perfectamente, como siempre lo habéis hecho. Almas gemelas.

Empiezas a darte cuenta conforme van pasando los días de que hay algo que se te
da bien aparte de los coches: hacer a Bella feliz. No igual que como estaba antes,
pero al menos mucho mejor que como ha estado últimamente. Charlie y Billy se
pasan todo el día colgados del teléfono y tú te sientes entusiasmado al saber que la
estás ayudando. Ves cómo mejora y mejora – sonriendo y riendo más a menudo, e
ilusionándose con tus pequeños planes – e interiormente te sientes agradecido por
poder hacer esto por ella.

Aunque ella no vuelve a la normalidad, te tomas sus comportamientos extraños


con calma. Parece que se está reinventando a sí misma, y le dejas su espacio para
poder hacerlo, ajustándote a ella y siguiendo el camino que marque (Esta frase fue
bastante difícil de traducir; no sabía muy bien qué expresión del español usar
equivalente a la del inglés XDD Espero que se entienda)

Las cosas con Bella van bien, pero si no fuera por ella, tu vida sería una mierda.
Embry se ha unido al disparatado culto de Sam, y estás aterrorizado a la vez que
enfadado con él. No te habla. Quil y tú tratáis de imaginaros qué es lo que pasa,
pero nada tiene sentido. Billy es tan exasperante respecto a ese tema… Y encima
te mira divertido todo el tiempo. Te preocupa. Se lo cuentas a Bella, y ella te hace
sentir mejor porque se lo toma en serio también. Te abraza, y tu corazón casi
explota.

Por supuesto te das cuenta de que te estás enamorando de ella. También sabes que
ella no está preparada, y que no piensa en ti de ese modo. Sabes que debes ser
paciente, aunque cruzas los dedos para que algún día te vea otra manera. Te
alegras de ser tan alto; no pareces tener dieciséis años. Te estás empezando a
poner fuerte (vamos, cuadrao como él solo XDD) sin siquiera levantar esas pesas
que Quil está siempre haciendo, y eso también te hace feliz. Ella te dice que estás
bastante guapo.

Te propone que salgas con sus amigos del colegio, pero todos los planes se vienen
abajo, quedando sólo Bella, tú y Mike Newton (Me pareció importante cambiar el
orden :p) La tensión se palpa en el ambiente. Te sientes muy bien al ver que a ella
no le gusta ese chico. No se siente tan a gusto con él como se siente contigo. Casi
no le habla. Esa terrible película te está prestando más que cualquiera que hayas
visto antes. Te prefiere a ti. Es obvio.

El otro chico se pone enfermo. Esperas por él con Bella, y te sientes raro. Es
extraño – te sientes extrañamente poderoso, lleno de confianza. Estás como
flotando, y te sorprendes hasta tú mismo de las cosas que le dices a ella.
Simplemente, dejas que todo salga fuera. Ella admite que eres su favorito, aunque
claramente aún suspira por la sacudida que le dio aquel que rompió su corazón.
Durante medio segundo, te dejas llevar por esa increíble rabia de que nadie podría
herirla tanto. Desearías poder matarlo. Esta emoción tan salvaje te sorprende, y la
desechas rápidamente.

Llevas a Bella a casa, lleno de esperanza. Esto va a funcionar. Tú eres el único con
el que ella es feliz. Te necesita. Harás todo lo que esté en tu poder para que
continúe siendo feliz. Se lo prometes. Te sientes genial. Sólo un poco más de
tiempo…

Llegas a casa y Billy te mira de ese modo tan exasperante. Te sientes nervioso,
como si miles de agujas se te clavaran en tu piel. La habitación está muy caliente –
Bella dijo que tenías fiebre. Casi no puedes mantenerte en pie.

Billy dice que estás raro, todo serio, y a la vez esa rabia tan extraña te corroe. Esta
vez, no puedes pararla. Sientes cómo da vueltas fuera de control, y cuanta más
furia, más fuerte hace temblar todo tu cuerpo. Parte de ti sabe que tu reacción es
estúpida, pero casi todo tu ser está poseído por la furia. Todo está caliente, como si
la habitación estuviera en llamas. Puedes sentir el calor en tus huesos.

Y entonces, para tu horror y asombro, el temblor se acentúa y sientes como si tu


cuerpo se partiera en dos. Estás aterrado. Sólo dura un segundo, pero es el segundo
más largo de tu vida. Sientes como si explotaras, y crees que estás muriendo.

Pero tu cuerpo se para solo antes de llegar a ese punto – no te rompes en trozos.
Estás en una nueva postura que no comprendes. Tu cabeza prácticamente choca
contra el techo y observas a Billy desde gran altura. El temblor ha parado, pero la
ira sigue ahí. Todo sigue caliente y rojo. Tratas de gritarle a Billy, para que se
explique, pero de tu boca sale un espantoso aullido. Avanzas un paso hacia él, y la
habitación tiembla. Tus labios han retrocedido sobre tus dientes y puedes oír tus
aullidos y quieres zarandear a Billy y preguntarle qué te ha hecho. Alargas la
mano hacia él, y esas enormes zarpas se mueven inmediatamente en vez de tu
mano. Te miras a ti mismo, y un aullido aterrorizado sale de entre tus dientes.

Billy te habla como si fueras un niño pequeño, despacio y lento, diciéndote que te
tranquilices, que todo saldrá bien. Pero no te dice qué ha pasado – qué eres. T
pones furioso de nuevo, pero no parece sorprenderse. ¿Estaba esperando que esto
sucediera? ¿Por qué no te había avisado?

Billy se acerca al teléfono y llama a alguien. Tan pronto como oyes el nombre de
Sam, te pones hecho una furia. Sam está metido en todo esto. Un rugido terrible
llena la casa. Billy parece asustado, y tú te encuentras cara a cara con él, con tus
mandíbulas muriéndose por morder. Te obligas a retroceder, y oyes ese aullido
asustado de nuevo.

Es entonces cuando empiezas a oír voces en tu cabeza. Pero son mucho más que
voces. Tras las palabras, puedes ver imágenes, puedes sentir emociones. En tan
sólo unos segundos, lo entiendes todo. Ves el mundo que hay tras esas palabras, la
respuesta a tu pregunta. Eres un hombre lobo, un monstruo.

Embry es el que más te ayuda. Reconoces su voz aunque no tenga ningún sonido.
Ves cómo se siente aliviado de tenerte con él ahora. Sam le deja que te explique, le
deja que te hable, pero fuera de la casa (Billy se acerca a ti y abre la puerta con
cuidado – aunque tus hombros apenas pueden pasar por ella) (este trocín no lo
pude traducir muy bien sorry) En los árboles tras la casa, ves a los demás por
primera vez. Son grandes y terribles. Te horroriza saber que eres como ellos.

Te espera una noche muy larga. Ellos te lo enseñan todo. Todas las historias y
leyendas que has oído a lo largo de tu vida son historias reales. Es como aterrizar
en Oz, teniendo el color de todas las cosas cambiado, con la diferencia de que este
mundo no es ese lugar bonito lleno de “munchkins” (en mi vida lo había oído
sorry); sino una película de terror. Eres uno de los monstruos. Te explican por qué
ha ocurrido esto, y resulta ser la peor parte. Porque los vampiros también son
reales. Y es su culpa que te hayas transformado en esto. Por si fuera poco, no sólo
los chupa-sangre son reales, sino que además tu mejor amiga, la chica que te
gusta, está todavía enamorada de uno de ellos. Al principio no te creerás que ella
sabía la verdad, pero ellos te convencen de que es perfectamente consciente. Eso
te pone enfermo, recordar cuánto sufre por él.

Tú también eres un monstruo, pero no uno de lo malos. Existes para proteger a tu


familia de los malos. No es tan reconfortante como parece, sobre todo cuando te
cuentan que tu nuevo estatus de protector legendario significa que no puedes estar
alrededor de la gente normal nunca más. Eres demasiado peligroso para ellos por
ahora. En seis meses, en un año, puede. Tienes que seguir yendo a la escuela para
mantener el secreto, pero no debes correr más riesgos innecesarios. En el colegio,
debes centrar toda tu energía en permanecer tranquilo. Olvida tus estudios. Trata
tan sólo de no matar a nadie.
Y Bella está fuera de cualquier duda. Cuando protestas, ves los recuerdos de Sam.
Es como si estuvieras allí. Le ves declarándose a Emily. Escuchas la respuesta que
lleva a Sam a una furia irracional – la furia que es el sello distintivo y la maldición
de la existencia de los lobos. Sientes cómo explota, con su mano aún extendida
hacia ella. Ves sus zarpas destrozar su rostro. La ves caer inconsciente en el suelo.
Sientes su pánico, su terror. Es tan fuerte que él no puede volver a su forma
normal para ayudarla. Piensas que la estás viendo morir (aunque sabes
perfectamente que sobrevivió, te destroza – Vomitas por el dolor del recuerdo)
Ves a Pared y a Paul apresurarse para ayudar, llevando a Sue Clearwater (una
enfermera – la mejor opción cuando uno de los miembros del hospital es un
vampiro). Sue cuida de Emily mientras Sam se retuerce en su agonía por el
bosque, escondiéndose, todavía incapaz de calmarse lo suficiente para volver a su
forma normal…

Y sabes que tienen razón, que no puedes ver a Bella. Tendrás que romper tu
promesa. Le harás daño, igual que el otro monstruo.
Narcóticos

Me desplomé sobre la almohada, jadeando, con la cabeza dándome vueltas. El brazo ya no


dolía, pero no sabía si era debido al efecto calmante que me había provocado el beso. Algo
tiró, escurridizo, de los bordes de mi memoria...
- Lo siento – dijo, también sin aliento -. Eso es pasarse de la raya.
Para mi propia sorpresa, me reí tontamente.
- Qué gracioso – farfullé, y solté otra risita tonta.
Él frunció el ceño en la oscuridad. Parecía serio. Era para morirse de risa.
Me tapé la boca para amortiguar la risa que Charlie habría oído.
- Bella, ¿nunca has tomado Percocet antes?
- No creo – me reí tontamente de nuevo - ¿Por qué?
Entornó los ojos, y no pude parar de reír.
- ¿Cómo está tu brazo?
- No puedo sentirlo. ¿Está ahí todavía?
Suspiró cuando me reí de nuevo.
- Intenta dormir, Bella.
- No, quiero que me beses otra vez.
- Estás sobreestimando mi autocontrol.
Me reí por lo bajo.
- ¿Qué te tienta más, mi sangre o mi cuerpo? – mi pregunta me hizo reír.
- Hay un empate – sonrió abiertamente a pesar de sí mismo -. Nunca te he visto colocada.
Eres muy divertida.
- No estoy colocada – intenté contener las risitas tontas para probarlo.
- Duerme hasta que se te pase – sugirió.
Comprendí que me estaba poniendo en ridículo, lo cual no era raro, pero aún era
embarazoso, así que seguí su consejo. Puse mi cabeza en su hombro de nuevo y cerré los
ojos. De vez en cuando se me escapaba otra risita histérica. Pero eso se hizo más
infrecuente a medida que las drogas me adormecían hacia la inconsciencia.

***

Me sentía realmente fatal por la mañana. Mi brazo quemaba, y me dolía la cabeza. Edward
dijo que yo tenía resaca, y me recomendó Tylenol bastante más que Percocet antes de besar
mi frente con indiferencia y sumergirse fuera de mi ventana.
No pude aliviar mi presentimiento de que la expresión de su cara era lejana y afable. Estaba
algo preocupada por las conclusiones a las que él podría haber llegado durante la noche
mientras me veía dormir. La ansiedad parecía aumentar la intensidad de los fuertes latidos
de mi cabeza.
Tomé una doble dosis de Tylenol, tirando el pequeño frasco de Percocet en la papelera del
baño.
Jacob no rompe las reglas (incluye el epílogo original)

La mayor diferencia (y es una ENORME diferencia) entre el primer borrador de Luna


Nueva y la copia final es esta: originalmente, Bella nunca descubre que le pasa a Jacob.
Entonces era un libro más corto, faltando las setenta páginas cruciales donde Jacob y
Bella compartían todos sus secretos y cimentaban su relación en algo que rebasa la
amistad.

(Antes de ponerte a leer, no dejes que esta versión te confunda. Esto no es como
“realmente habría pasado”. Como conocedora del desarrollo del carácter de Jacob, esta
versión original parecía más y más improbable. (Por supuesto que Jacob iba a romper las
reglas… ¡es Jacob!) Esto es como un esqueleto… sólo huesos, no carne.)

Intenta imaginar esto: Bella va a casa de Jacob a exigir la verdad sobre el “líder”. Jacob
aparece con Sam y los otros, y entonces acepta hablar con Bella en privado. Él la deja
(por falta de una palabra mejor que lo describa) y a ella le rompen el corazón por segunda
vez en el libro. Bien, todo esto suena familiar. Pero entonces esa noche… no pasa nada.
Jacob no rompe las reglas y escala por su ventana para hablar con ella. Jacob no le lanza
indirectas, intentando ayudarla a descubrir que ella ya lo sabe. Bella todavía está aislada,
sola. Ella no tiene ni idea de que Victoria esta allí fuera, dándole caza, ni que los
licántropos están allí fuera, protegiéndola.

Sin embargo, Bella es demasiado persistente en tener una respuesta de Jacob. No tiene el
mismo valor que le brota que estropeó su relación con Edward al principio de Luna Nueva
para pararla aquí. No, Jacob le DEBE algo mejor que esto, maldita sea, y ella va a
conseguir lo debido.

De todas maneras, no puede encontrarle y con el tiempo su búsqueda le lleva a la cima del
acantilado. Ella recuerda ver a “la banda” saltando al vacío- y sabes que adicta está ella
por sus alucinaciones. El salto de acantilado es su inspiración en esta versión. Cuando
Jacob le salva la vida esta vez, la interacción entre ellos cambia 180 grados de la versión
final…

“¿Cómo vamos a salir de aquí? Tosí y escupí las palabras. Tenía demasiado frío y no podía
sentir mucho el calor de su cuerpo mientras me abrazaba con cuidado por encima de las
olas, ni el dolor en mi espalda. Parecía como si la corriente se estuviera arrastrando contra
mis piernas, no dispuesta a parar, pero mis piernas estaban entumecidas y pude haberlo
estado imaginando.

“Voy a llevarte a remolque a la playa. Vas a quedarte suelta como si estuvieras inconsciente
y no luchar. Eso lo hará más fácil.”

“Jake,” dije con inquietud. “El agua es demasiado fuerte. Probablemente no puedas hacerlo
por ti mismo, tan sólo tira de mí.”
“Te he sacado del agua, ¿no?” Me abrazaba de manera demasiado apretada para mí para ver
su cara, pero su voz sonaba ligeramente arrogante.
“Lo has hecho,” coincidí dudosa. “¿Cómo lo has hecho? La corriente…”
“Soy más fuerte que tú.”
Hubiera discutido, pero el agua decidió salir de mi estómago justo entonces.
“De acuerdo,”dijo cuando hube vomitado. “Necesito sacarte de aquí. Recuerda, estate
quieta.”
Estaba demasiado débil para discutir, pero estaba aterrada de abandonar la seguridad de la
roca y dejar que las olas me tuvieran de nuevo. Tan conforme como había estado hacía dos
minutos con la idea de ahogarme, ahora tenía miedo. No quería volver a la oscuridad. No
quería que el agua cubriera mi cara otra vez.
Pude sentirla cuando Jacob salió de la roca. Yo estaba apoyada y el aún me estaba
abrazando bajo sus brazos mientras tiraba hacia la orilla. El agua llegaba hasta nosotros, y
me dejé llevar por el pánico y comencé a dar patadas.
“Deja eso”, dijo bruscamente.
Luché por estar inmóvil, y fue más difícil de lo que había pensado, aunque estuviera
exhausta, poniendo trabas a mis miembros que no querían nada más que flotar inmóviles.
Fue increíble- nos precipitamos a través del agua como si una cuerda nos remolcara a la
orilla. Jacob era el nadador más fuerte que había visto. Los empujones y agarrones de la
corriente parecían incapaces de interrumpir la ruta recta que él cruzaba a través de las olas.
Y era rápido. El record mundial del ritmo.
Entonces sentí la arena raspando mis talones.
“Está bien, puedes levantarte, Bella.”
Tan pronto como se soltó de mí, caí de cara a las olas que estaban por encima de mis
rodillas.
Me sacó antes de que pudiera tragar más agua, echándome fácilmente sobre sus hombros y
dando zancadas hacia la orilla. No dijo nada, pero su respiración sonaba irritada.
“Por allí,” murmuró para sí mismo, y cambió de dirección. Yo sólo podía ver, colgada por
sus hombros, sus desnudos pies dejando huellas enormes en la húmeda arena.
Me sentó en un terreno arenoso que realmente parecía seco. Ahí estaba oscuro- Me di
cuenta de que estábamos en una cueva poco profunda que la marea había ido desgastando
bajo la roca. La lluvia no podía alcanzarme directamente, pero un poco de bruma hacía
rebotar la arena fuera y me golpeaba.
Estaba temblando tanto que mis dientes hacían ruido- el sonido era como súper castañuelas.

“Ven aquí,” dijo Jacob, pero no tuve que moverme. Me envolvió con sus cálidos brazos y
me abrazó contra su pecho desnudo. Yo me estremecí, pero él estaba quieto. Su piel estaba
demasiado caliente- como si la fiebre hubiera vuelto.
“¿No te estás congelando?” tartamudeé.
“No.”
Me sentía avergonzada. No sólo era mucho mejor que yo en el agua, sino que en ese
momento me había hecho ver que débil era.
“Soy una cobarde,” dije entre dientes.
“No, eres normal.” Había amargura en su voz. Siguió hablando rápidamente, sin darme la
oportunidad de preguntar qué quería decir. “¿Piensas contarme qué demonios estabas
pensando que hacías?” Exigió.
“Salto de acantilado. Divertirme”. Increíble, pero aún salió algo más de agua de mi
estómago. Eligió ese momento para hacer su reaparición.
Esperó hasta que pude respirar de nuevo. “Parece que te has divertido.”
“Lo hice, hasta que di contra el agua. ¿No deberíamos ir a conseguir ayuda o algo?” Mis
dientes aún estaban tiritando, pero entendió lo que le decía.
“Están viniendo.”
“¿Quién está viniendo?” pregunté, recelosa y sorprendida.
“Sam y los demás.”
Hice una mueca. “¿Cómo habrán sabido que necesitamos ayuda?” Mi tono era escéptico.
Bufó. “Porque me vieron correr y lanzarme sobre el acantilado detrás de ti.”
“¿Me estabas observando?” le acusé con un débil tono de ultraje.
“No, te escuché gritar. Si te hubiera visto, te hubiera parado. Eso fue realmente estúpido, ya
sabes.”
“Tus amigos lo hacen.”
“Ellos son más fuertes que tú.”
“Soy una buena nadadora,” protesté, a pesar de la evidencia de lo contrario.
“En una piscina poco profunda”, alegó. “Bella, se está haciendo un huracán ahí fuera. ¿No
consideraste todo eso?”
“No,” admití.
“Estúpida,” repitió.
“Si,” coincidí con un suspiro. Tenía demasiado frío y estaba muy cansada.
“Despierta,” Jacob me sacudió de forma violenta.
“Déjame,” me quejé. “No me voy a dormir.”
“Entonces abre los ojos.”
Sinceramente, no me había dado cuenta de que estaban cerrados. No se lo dije. Sólo los abrí
y dije, “Bien.”
“¿Jacob?” La llamada se oía claramente a pesar del ruidoso viento y las olas. La voz era
muy profunda.
Jacob se inclinó hacia fuera para así no gritar en mi oído. “¡En la cueva, Sam!”
No los escuché acercarse. De repente, la pequeña cueva se llenó con oscuras piernas
marrones. Miré hacia arriba, sabiendo que mis ojos estaban llenos de desconfianza e ira,
consciente de la proximidad de Jacob. Sus brazos me protegían, pero de pronto me sentí
como la única protectora.
La tranquila cara de Sam fue la primera cosa que vi. Una confusa sensación de déjà vu me
abrumó. La oscura cueva no era muy diferente del bosque por la noche, y, de nuevo, yo
permanecía débil e indefensa a sus pies. Me estaba salvando de nuevo. Le miré con odio,
enfadada.
“¿Está bien?” le preguntó a Jacob con la voz segura de un único adulto entre niños.
“Estoy bien,” refunfuñé.
Nadie me escuchó.
“Necesitamos hacerle entrar en calor- se está quedando somnolienta.” Le contestó Jacob.
“¿Embry?” preguntó Sam, y uno de los chicos dio un paso adelante para darle a Jacob un
montón de mantas. El tono de orden en la voz de Sam me irritaba a no poder más. Era
como si ninguno de ellos pudiera hacer nada hasta que él lo permitiera. Le miré con el ceño
fruncido intensamente mientras Jacob me cubría con las bastas mantas.
“Vamos a sacarla de aquí,” Sam daba instrucciones de forma fría. Se dobló hacia mí con
sus manos hacia fuera, pero paró cuando me encogí fuera de él.
“La tengo, Sam,” dijo Jacob, poniendo sus brazos debajo de mí y levantándome de forma
fluida mientras ascendía a sus pies.
“Puedo andar,” protesté.
“De acuerdo.” Jacob me puso de pie y esperó.
Mis rodillas se doblaron. Sam me cogió mientras caía; instintivamente, luché contra sus
manos.
Jacob me cogió de nuevo, alejándome de Sam y balanceándome hacia sus brazos. Era
ridículamente fuerte para su edad. Fruncí el ceño con furia mientras Sam plegaba las
mantas alrededor de mí.
“Paul, ¿tienes ese poncho?”
Otro chico dio un paso adelante sin hablar y añadió una capa de plástico cubriendo las
mantas.
Yo estaba en ese punto, envuelta en capas de protección, cuando me di cuenta de que Sam
y los demás no estaban más vestidos que Jacob. Había supuesto que Jacob se había
despojado de la mayor parte de sus prendas antes de saltar detrás de mí, pero todos estaban
con los pies y el pecho desnudos, llevando cada uno sólo un par de pantalones cortos o
vaqueros cortados, goteando mojados por la lluvia. La lluvia goteaba por su pelo y corría en
riachuelos bajo la lisa piel marrón de sus pechos; parecía que no se habían dado cuenta.
Bajo mi montón de mantas, tiritaba incontroladamente y me sentía como un ridículo bebé.
“Vamos,” ordenó Sam, y salieron en fila de la cueva.
Había un sendero que se dirigía hacia arriba desde la playa. Subieron ágilmente el abrupto
camino, Jacob tan rápido como el resto. Ninguno le ofreció ayuda, y el nunca la pidió. No
parecía que le molestara que sus manos no estuvieran libres. Nunca tropezó.
Sam y los otros tres iban delante de nosotros, y, mientras miraba como escalaban con la
facilidad de las cabras montesas, descubrí que bien encajaban con el paisaje. Se mezclaban
armoniosamente con los colores de las rocas y los árboles, el movimiento del viento; ellos
pertenecían a este lugar.
Inspeccioné a Jacob, y el encajaba también. Las nubes y la tormenta y el bosque
enmarcaban su nueva cara perfectamente. Él parecía hasta más natural, más que en casa,
más de lo que mi feliz Jacob lo había parecido mientras estaba en su garaje casero, su
propio pequeño reino. Era inquietante.
Alcanzamos la cima más lejana bajo la carretera de la que me lancé. Pude ver un bulto
borroso y de color oxidado al sur, y adiviné que eso era mi monovolumen.
Quería intentar andar de nuevo, pero Jacob ignoró mi murmuro de súplica. Se pegaron al
borde del bosque, como si pudieran moverse más rápidamente en los árboles que por la
carretera. Y se estaban moviendo rápidamente; mi monovolumen se estaba acercando más
rápido de lo que debería.
“¿Dónde están tus llaves?” preguntó Jacob mientras nos acercábamos. Su respiración
todavía era uniforme y regular.
“En mi bolsillo,” contesté automáticamente antes de darme cuenta de lo que él estaba
sugiriendo.
“Dámelas.”
Le miré con odio, pero su cara estaba tranquila y decidida. Malhumorada, forcé mi mano en
mis vaqueros mojados y saqué mi llave. Me moví por las mantas hasta que mi mano estuvo
libre. La levanté.
“¿Para ti o para Sam?” pregunté agriamente.
Puso los ojos en blanco. “Yo conduciré.”
En un momento, un rápido movimiento, inclinó su cabeza hacia mí y cogió la llave de mi
mano con sus dientes.
“¡Hey!” protesté, sobresaltada, mientras saltaba en sus brazos.
Sonrió irónicamente alrededor de la llave.
En ese momento estábamos en el monovolumen; Sam abrió la puerta del copiloto y Jacob
me metió. Jacob fue al lado del conductor mientras el resto se metieron atrás. Eché una
ojeada de forma culpable a la ventana de atrás, donde sus amigos se sentaban impasibles,
medio desnudos en la machacante lluvia.
“¿Qué estabais haciendo ahí fuera, de todas maneras?” le pregunté a Jacob. “¿Ibais a nadar
en el huracán, también?”
“Estábamos corriendo,” dijo rápidamente.
“¿En la lluvia?”
“Si… para suerte tuya.”
Me callé y miré por la ventana.
No nos habíamos desviado de la 110 como había supuesto, en lugar de eso nos dirigíamos a
casa de los Black.
“¿Por qué me estás llevando a tu casa?”
“Voy a coger mi moto y ponerla atrás para el camino de vuelta- a menos que tú quieras que
me quede con tu monovolumen.”
“Oh.”
“Además, quiero que Billy te eche una ojeada. No quiero que Charlie oiga sobre esto hasta
que esté seguro de que estás bien. Probablemente me arreste por intento de asesinato o
algo,” añadió agriamente.
“No seas estúpido,” repliqué.
“Está bien,” coincidió. “Hay estúpidos de sobra por aquí cerca… ¡salto de acantilado!”
Me sonrojé y miré fijamente hacia delante.
Jacob me llevó hasta el interior de la casa. El resto nos siguieron en silencio. La cara de
Billy era inexpresiva.
“¿Qué ha pasado?” preguntó, dirigiendo sus preguntas hacia Sam antes que a su hijo o a mí
misma. Le miré con el ceño fruncido.
“Hice salto de acantilado”, dije rápidamente, antes de que Sam pudiera responder.
Billy sólo levantó una ceja y mantuvo sus ojos en Sam.
“Está fría, pero creo que estará bien con algo de ropa seca,” dijo Sam.
Jacob me colocó en el único pequeño sofá, y rápidamente lo empujó hasta el radiador. Las
patas del sofá hicieron mucho ruido contra el suelo de madera. Entonces desapareció en su
pequeño armario de una habitación.
Billy no dijo nada sobre el mojado estado de su hijo, ni del de ningún otro. Nadie parecía
preocupado por la hipotermia excepto en mi caso.
Me sentía mal por empapar el sofá, pero no podía mantener mi cabeza erguida para al
menos salvar la usada tela de mi pelo. Estaba demasiado exhausta. Hasta lo alto,
amenazadoras figuras se reunían en la diminuta habitación, alineándose en las paredes
inmóviles, no podía mantener mis ojos abiertos. Por fin estaba cálida cerca del zumbido del
radiador, y mis pulmones dolían de un modo que me empujaban hacia la inconsciencia
antes de que pudiera mantenerme despierta.
“¿Debería levantarla para cambiarle?” le escuché susurrar a Jacob. Se dirigía sin duda a
Sam.
“¿Cómo está su piel?” contestó la profunda voz de Sam. Quería mandarle otra turbia
mirada, pero mis ojos no se abrían.
Los dedos de Jacob rozaron ligeramente mi mejilla.
“Cálida.”
“Déjala dormir entonces, creo.”
Estaba contenta de que fueran a dejarme sola.
“¿Y Charlie?” preguntó Jacob.
Billy contestó esta vez. “Se precipitaría aquí abajo nada más enterarse. Vamos a esperar a
que la tormenta pase para llamarlo.”
Buena respuesta, pensé. Ahí estaba, rodeada por los extraños hombres que había llegado a
temer, y me sentía más segura y cálida que de costumbre.
Alguien habló, una voz que no reconocía. “¿Quieres que nosotros tres vayamos fuera?”
Hubo una pausa. “Creo que si,” dijo Sam al fin. “La tormenta es un abrigo perfecto, no
deberíamos ser pillados de improviso.”
“¿Están los tres seguros?” preguntó Billy, sonando tenso.
Alguien rió con una risa gutural. “No hay ningún problema.”
“Si hay tan sólo uno,” reparó Sam de forma severa. Nadie contestó, pero escuché la puerta
abriéndose.
“Control, hermanos míos,” dijo Sam de nuevo, en el tono de alguien que está dando una
familiar despedida. “Velocidad y seguridad para vosotros.”
Me despejé ligeramente por este cambio, pero mantuve mi respiración constante.
“Hermanos,” repitieron los otros al unísono. Escuché que la voz de Jacob participaba.
La puerta se cerró de forma silenciosa. No hubo ningún sonido en un largo tiempo, y la
calidez me empujaba hacia la inconsciencia de nuevo. Estaba a punto de sucumbir cuando
Sam habló tranquilamente.
“No has querido dejarla.”
“Si se despierta, creo que te tendría miedo.” Jacob sonó a la defensiva.
“No puedes hacer esto, Jacob. Ha estado bien salvarle la vida hoy, por supuesto. Pero no
puedes mantenerte cerca suya.”
Tuve que morderme la lengua para frenar la ácida respuesta que quería darle. En ese
momento era más importante escuchar.
“Sam…Yo…Creo que puedo hacerlo. Creo que puede ser seguro.”
“Un momento de ira, y todo eso se derrumbaría. ¿Qué cerca estuviste de volverte ayer por
la tarde?”
Jacob no contestó.
“Sé lo difícil que es.”
“Sé que lo haces,” dijo Jacob con conocimiento. No, quería gritarle. ¡No te sometas así!
“Sé paciente,” le aconsejó Sam. “En un año o así…”
“Ella se habrá ido,” concluyó Jacob implacablemente.
“Ella no es para ti,” dijo Sam suavemente.
Jacob no contestó, y yo solté unas lágrimas. Odiaba estar de acuerdo con Sam por encima
de cualquier cosa. Y no veía por qué este hecho debería suprimir nuestra amistad.
Estaba demasiado caliente para concentrarme, y en el silencio que le siguió a este
intercambio perdí la lucha contra mi cansada mente. De forma cercana, escuché una
exquisita voz murmurando una nana familiar, y supe que estaba dormida.

***
La sección anterior parecía una buena introducción al epílogo original de Luna Nueva. Si
continuamos con este universo alternativo, recuerda que, mientras Bella sabe que algo
pasa con Jacob, aún no tiene ninguna pista de que es un hombre lobo. En el epílogo, ella y
Edward están juntos en Forks de nuevo, y las cosas vuelven a la normalidad…

Epílogo – Humano

Era uno de esos raros días soleados, el tipo de día que menos me gustaba. Y Edward no
podía mantener su promesa cada minuto. El tenía necesidades
“Alice podría quedarse de nuevo,” propuso el pasado viernes por la noche. Pude ver la
inquietud detrás de sus ojos- el miedo a que perdiera los estribos cuando me dejara sola e
hiciera alguna locura. Como recuperar mi moto de La Push, o jugar a la ruleta rusa con la
pistola de Charlie.
“Estaré bien,” dije con falsa confianza. Muchos meses fingiendo habían perfeccionado mis
habilidades de engaño. “Tú también tienes que comer. Además podríamos volver a la
rutina.”
Casi todo había vuelto a la normalidad, en menos tiempo de lo que yo hubiera creído
posible. El hospital acogió a Carlisle con los brazos abiertos sin disimular su alegría por el
hecho de que Esme no se hubiera adaptado a la vida de Los Ángeles. Gracias al examen de
Cálculo que me había perdido mientras estuve en el extranjero, Alice y Edward estaban en
mejor situación para graduarse de lo que yo lo estaba en ese momento. Charlie no estaba
muy satisfecho conmigo ni hablaba con Edward, pero al menos permitió que él pudiera
volver a entrar en casa. Tan sólo yo no tenía permitido salir de ella.
“De todas maneras, tengo todos estas redacciones por escribir,” suspiré, señalé con la mano
hacia el montón de solicitudes de escuelas- Edward había rebuscado cada una de las
escuelas apropiadas cuya fecha tope estaba aún abierta- en mi escritorio. “No necesito
distracciones.”
“Eso es verdad,” dijo con fingida severidad. “Tienes mucho que hacer para mantenerte
ocupada. Y yo volveré cuando oscurezca de nuevo.”
“Tómate tu tiempo”, le dije de forma ligera, y cerré los ojos como si estuviera cansada.
Estaba intentando convencerle de que confiaba en él, lo que era verdad. Él no tenía que
saber lo de mis pesadillas de zombie. No se trataban de que me faltara confianza en él- iban
de que no podía confiar en mí misma.
Charlie estaba en casa, cosa que no era muy normal al ser sábado. Estuve trabajando en la
mesa de la cocina para que pudiera verme más fácilmente. Pero yo era aburrida de ver, y él
raramente dejaba de ver el televisor para comprobar que yo aún seguía ahí.
Intenté concentrarme en los formularios y las preguntas, pero fue difícil. De vez en cuando
me sentía sola; mi respiración se apresuraba y tenía que luchar para calmarme. Me sentía
como la pequeña locomotora que podía- una y otra vez me decía a mí misma-puedes
hacerlo, puedes hacerlo, puedes hacerlo.
Así que, cuando tocaron a la puerta, la distracción fue más que bienvenida. No tenía ni idea
de quien podía ser, pero realmente no me importaba.
“¡Yo voy!”, grité, levantándome de la mesa en un santiamén.
“De acuerdo,” dijo Charlie de manera ausente. Mientras corría al recibidor, estaba claro que
no se había movido ni un palmo.
Yo ya tenía una sonrisa de alivio y de bienvenida en mi cara, preparada para deslumbrar al
vendedor ambulante o a testigos de Jehová.
“Hola, Bella,” Jacob Black me devolvió la sonrisa sarcásticamente cuando la puerta se
abrió.
“Oh, Jacob, hola,” murmuré, sorprendida. No había sabido nada de él desde que había
conseguido volver viva de Italia. Había aceptado su último adiós como final. Me dolía
cuando pensaba en ello, pero para ser totalmente honesta, mi mente había estado demasiado
ocupada en otras cosas como para echarle de menos tanto como debería.
“¿Estás libre?” Preguntó. El cortante filo no había desaparecido de su voz, y dijo esas
palabras en particular con algo más de resentimiento.
“Eso depende.” Mi voz se volvió ácida, haciendo juego con la suya. “No estoy ocupada,
pero estoy en arresto domiciliar. Así que precisamente libre, no.”
“Sin embargo, estás sola, ¿verdad?” aclaró sarcásticamente.
“Charlie está aquí.”
Frunció sus grandes labios. “Me gustaría hablar contigo a solas…si me dejas.”
Apoyé mis manos indefensas. “Puedes preguntarle a Charlie,” dije con un oculto triunfo.
Charlie nunca me iba a dejar salir de casa.
“No me refería a eso.” De repente sus oscuros ojos estaban más serios. “No es el permiso
de Charlie lo que te estoy pidiendo.”
Le miré con el ceño fruncido de forma oscura. “Mi padre es el único que me dice que
puedo y no puedo hacer.”
“Si tú lo dices,” se encogió de hombros. “¡Hola Charlie!” Gritó por encima de mi hombro.
“¿Eres tú, Jake?”
“Sí. ¿Puede dar Bella un paseo conmigo?”
“Claro,” declaró Charlie de manera despreocupada, y mi sonrisa expectante, esperando la
negación, se tornó hasta fruncirse.
Jacob levantó sus cejas en desafío.
El reproche de sus ojos me hizo moverme más rápido de lo que lo hubiera hecho de otra
manera. Al segundo estaba saliendo por la puerta, cerrándola detrás de mí.
“¿Dónde quieres ir?” pregunté, con una falsa alegría.
Por primera vez, me miró inseguro de sí mismo. “¿De verdad?” preguntó. “¿De verdad
estarás a solas conmigo?”
“Claro,” dije frunciendo el ceño. “¿Por qué no?”
No contestó. Me miró fijamente durante un largo minuto con ojos confundidos, recelosos.
“¿Qué?” exigí saber.
“Nada”, dijo entre dientes. Comenzó a dirigirse al bosque.
“Vamos por este camino”, sugerí, haciendo un gesto a la calle hacia el oste. Había tenido
suficiente de ese trozo de bosque en particular para siempre.
Me echó una ojeada rápidamente, receloso de nuevo. Entonces se encogió de hombros para
sí mismo y deambuló lentamente hacia la acera de la carretera.
Esta era su fiesta, así que mantuve mi boca cerrada, aunque con cada segundo me estaba
entrando más curiosidad.
“Tengo que decirlo, estoy sorprendido,” dijo finalmente cuando estábamos a mitad camino
de la esquina. “¿No te lo contó todo la pequeña chupasangre?”
Me di la vuelta y comencé a volver a casa.
“¿Qué?” preguntó, confundido, observando mis enfadadas zancadas fácilmente.
Paré y le miré con el ceño fruncido. “No voy a hablar contigo si vas a estar insultando.”
“¿Insultando?” parpadeó con sorpresa.
“Puedes referirte a mis amigos por sus nombres propios.”
“Oh.” Aún parecía un poco sorprendido de que yo encontrara ofensiva su palabra. “Alice
entonces, ¿verdad? No puedo creer que haya mantenido su boca cerrada.” Comenzó a bajar
la calle y yo le seguí de mala gana.
“No sé de que estás hablando.”
“¿Aún no te has cansado de jugar a hacerte la tonta?”
“No estoy jugando,” dije con acritud. “Por lo que se ve, soy tonta.”
Me observó cuidadosamente. “Hummm,” murmuró.
“¿Qué?” reclamé.
“¿De verdad no te ha dicho nada sobre mí?”
“¿Sobre ti? ¿El qué sobre ti?”
Sus ojos se entrecerraron como si estuviera escrutando mi cara de nuevo. Entonces sacudió
la cabeza con resignación y cambió de tema.
“¿No te han hecho elegir aún?”
Inmediatamente supe a qué se refería.
“Te dije que no lo harían. Tú eres el único obsesionado con escoger un bando.”
Esbozó una leve sonrisa, y sus ojos se entrecerraron. “Ya lo veremos.”
De repente, se agachó y me agarró en un entusiasta abrazo de oso que levantó mis pies del
suelo.
“¡Déjame!” luché inútilmente. Era demasiado fuerte.
“¿Por qué?” rió.
“¡Porque no puedo respirar!”
Me soltó, dando un paso atrás con una maliciosa sonrisa en su cara.
“Estás drogado,” le acusé, mirando hacia abajo con vergüenza, fingiendo alisar mi
camiseta.
“Sólo recuerda que te lo advertí,” dijo con una sonrisa afectada, agachándose de nuevo- no
lo bastante lejos- para coger mi cara con sus grandes manos.
“Hum, Jacob…” protesté, mi voz se elevó una octava, y una mano se alzó para cubrir mi
boca.
Me ignoró, inclinando su cabeza para presionar sus labios firmemente en mi frente durante
un prolongado segundo. El beso parecía haber empezado como una broma, pero su cara
mostraba enfado cuando la levantó.
“Deberías dejar que te bese, Bella,” dijo mientras daba un paso atrás, dejando caer sus
manos. “Puede que te gustase. Algo cálido para variar.”
“Te lo dije desde el principio, Jacob.”
“Lo sé, lo sé,” suspiró. “Es mi culpa. Soy el único que he cogido la granada sin la anilla.”
Miré hacia abajo, mordiéndome el labio.
“Aún te echo de menos, Bella,” dijo. “Mucho. Y entonces, justo cuando podíamos por lo
menos volver a ser amigos, él vuelve.”
Le miré ceñuda. “Sino fuera por Sam, podríamos ser amigos de todas maneras.”
“¿Eso crees?” de repente Jacob sonrió, y la sonrisa fue arrogante. “Está bien, te dejaré en
sus manos entonces.” Era obvio que el pronombre que había dicho con burla no se refería a
Sam.
“¿Qué quieres decir?”
“Seremos amigos- si él no tiene ningún problema con eso,” propuso Jacob, y entonces
empezó a reírse con algo que le parecía realmente divertido.
Fruncí el ceño, pero no iba a dejar pasar esta inesperada oportunidad. “Bien.” Sostuve mi
mano hacia fuera delante de mi. “Amigos.”
Sacudió mi mano con una afectada sonrisa. “La parte irónica de esto- es que si él te dejara
ser mi amiga,” bufó con mofa, “probablemente funcionaría. Soy mejor en esto que los
demás. Sam dice que soy un natural.” Puso cara de asco.
“¿Un natural qué?” pregunté confundida.
“Dejaré que el chupasangre te lo cuente- cuando te explique por qué no tienes permitido ser
amiga mía.” Jacob rió de nuevo.
Me giré automáticamente, pero me agarró del hombro.
“Lo siento. Se me escapó. Quería decir… Edward, por supuesto.”
“Por supuesto. Recuerda que has hecho un trato,” le recordé de forma sombría.
“Mantendré mi parte del pacto, no te preocupes por eso.” Rió entre dientes.
“No cojo la broma,” me quejé.
“Lo harás.” Continuó riéndose. “Aunque no puedo garantizarte que pienses que sea
divertida.”
Comenzó a deambular hacia la casa, así que creía que había dicho lo que tenía planeado
decir.
“¿Cómo está Sam?” pregunté con tono insulso.
“No está satisfecho, como tu probablemente creías,” dijo, era así de hecho. “No puedes
esperar que estemos emocionados porque los vampiros hayan regresado al pueblo.”
Le miré ceñuda, mi cara estaba congelada por la conmoción.
“Oh, vamos, Bella,” gimió, poniendo los ojos en blanco.
Fruncí el ceño y miré a lo lejos, mientras él se reía entre dientes otra vez. Mi ira se iba
encendiendo.
“¿Cómo está Quil?” le reproché.
Su expresión se volvió ceñuda de inmediato. “No le veo demasiado,” gruñó.
“Bien.”
“Es sólo cuestión de tiempo,” dijo con voz enferma y enfadada. “Ahora.”
“¿Ahora qué?”
“Ahora que tus amigos han vuelto.”
Nos estuvimos mirando con enfado el uno al otro durante un momento.
“No puedo hablar contigo si vas a estar así,” decidí al fin.
No esperaba que se echara atrás, pero lo hizo.
“Tienes razón. No estoy siendo muy simpático, ¿no? No debería desperdiciar este
momento- probablemente esta será la ultima conversación que tengamos.”
“Voy a disfrutar de verdad demostrando que estás equivocado,” murmuré.
“Eso es gracioso. No creo que yo vaya a disfrutar demostrando que tú te equivocas del
todo.”
Habíamos vuelto a la casa. Jacob caminó conmigo hasta el porche, pero se paró allí.
“¿Esperas su regreso pronto?” preguntó Jacob por casualidad.
“¿Te refieres a Edward?”
“Sí… Edward.” Parecía que le costara decir el nombre. Había tenido menos problemas con
“Alice”.
“Más tarde,” dije en un tono impreciso.
Jacob entrecerró los ojos al sol, brillando entre las poco características delgadas nubes.
“Ah,” dijo, entendiéndolo claramente demasiado bien todo. “Dile que le digo “hola.””
Se dejó llevar por otra larga carcajada.
“Seguro,” refunfuñé.
“No puedo decirte cuanto deseo que pudieras ganar esta,” dijo cuando terminó, su sonrisa
se desvaneció. “La Push no es divertido sin ti.”
Tan rápido que mi respiración se quedó en shock, Jacob puso sus brazos alrededor de mí de
nuevo.
“Adiós, Bella,” murmuró, exhalando afectuosamente entre mi pelo.
Antes de que pudiera reponerme y responder, Jacob se dio la vuelta y se dirigió a la calle,
sus manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros. Fue entonces cuando me pregunté
como habría llegado hasta aquí. No había ningún vehículo a la vista. Pero sus largas piernas
le alejaban muy rápidamente, tendría que haber gritado para preguntárselo. Y estaba segura
de que se iba a encontrar con Sam en algún lugar cercano.
Parecía como si todo lo que hiciera con Jacob fuera decir adiós. Suspiré.
Charlie no levantó la mirada cuando pasé por su lado.
“Ha sido corto,” observó.
“Jacob se está volviendo un mocoso,” le dije.
Rió brevemente, con los ojos en el televisor.
Me lleve los trabajos conmigo a la habitación, decidida a concentrarme mejor. Sabía que si
estaba en la cocina, no podría quitar los ojos del reloj de encima del horno en un largo
tiempo. En mi habitación, era capaz de sencillamente encender la alarma del reloj para
resolver el problema. Tenía cinco solicitudes listas para mandar por correo cuando el
sonido de la lluvia distrajo mi atención. Eché una ojeada a la ventana. Aparentemente, el
agradable tiempo se había pasado. Sonreí fugazmente, y empecé con la siguiente pregunta.
Todavía tenía por delante de mí varias horas.
Algo duro me cogió toscamente por la cintura y me tiró de forma brusca a la cama. Antes
de que pudiera aspirar aire para gritar, mi espalda se dio contra la lejana pared. Estaba allí
clavada por algo duro y frío- y familiar. Un gruñido bajo, de aviso, se deslizó entre sus
dientes.
“Edward, ¿qué pasa? ¿Quién hay aquí?” susurré aterrada. Había demasiadas respuestas
malas a esa pregunta. Habíamos llegado tarde. Nunca debería haberles escuchado, debería
haber hecho que Alice me hubiera transformado en seguida. Comencé a hiperventilar de
miedo.
Y entonces Edward dijo, “Hmm,” con una vez que ni siquiera sonaba vagamente
preocupada. “Falsa alarma.”
Inspiré profundamente, calmada. “Bien.”
Se dio la vuelta, echándose hacia atrás ligeramente para darme espacio. Puso sus manos en
mis hombros, pero no me puso muy cerca de él. Sus ojos escrutaban mi cara, y su perfecta
nariz se arrugó ligeramente.
“Siento esto,” se rió abiertamente de manera arrepentida. “He sobre reaccionado.”
“¿A qué?” pregunté.
“En un minuto,” me prometió. Dio un paso atrás y me miró con una extraña expresión que
no pude descifrar. “Primero, ¿por qué no me cuentas que has estado haciendo hoy?”
“He sido buena,” dije sin aliento. “Lo tengo medio acabado.”
“¿Sólo medio?” dijo en broma, sus ojos recorriéndome con la extraña mirada de nuevo.
“Has vuelto pronto. Y no me estoy quejando.” Ahora que había empezado a recobrarme del
momento de pánico, podía sentir como brotaba la felicidad dentro de mí. Había vuelto.
“¿Has hecho algo más?” continuó, expectante.
Me encogí de hombros. “Jacob Black pasó por aquí.”
Asintió con la cabeza, sin sorprenderse. “Ha escogido bien su momento. Supongo que
habrá estado esperando a que me fuera.”
“Probablemente,” admití, y de repente me puse nerviosa. “Porque, Edward, él…bueno,
parece que lo sepa todo. No sé por qué ha empezado a creer a Billy ahora-“
“Yo sí,” murmuró.
“¿Qué?” pregunté, con la guardia bajada de nuevo.
Pero Edward se alejó, su cara estaba distante y pensativa.
Comencé a irritarme. “Esto es muy molesto. ¿Me vas a contar qué está pasando?”
“Quizás,” pero vaciló. “¿Puedo pedirte un favor primero?”
Gemí. “Vale.” Fui a sentarme a la cama, intentando reunir los dispersos papeles. “¿Qué
quieres?” Debería saber que no hay mucho que pueda hacer por él. Preguntarlo estaba casi
de sobra.
“Apreciaría muchísimo que me prometieras que vas a estar alejada de Jacob Black. Sólo
para mantener mi paz interior.”
Me quede boquiabierta. Me quedé mirándolo fijamente con una horrorizada incredulidad.
“Estás bromeando,” dije incrédula.
“No, no lo estoy haciendo.” Me miró fijamente con ojos sombríos. “Por poco me das un
ataque al corazón ahora mismo- y no es la cosa más fácil de hacer.”
No entendí a que se refería con eso, sólo que estaba haciendo exactamente lo que yo había
estado tan segura de que no haría. “No puedes estar en serio. No puedes estar diciéndome
que escoja un bando de verdad.”
“¿Escoger un bando?” preguntó, frunciendo el ceño.
“Jacob me dio que tendría que escoger, que no me dejarías ser amiga suya- y yo le dije que
eso era ridículo.” Le miré con ojos suplicantes- suplicándole validar mi confianza.
Sus ojos se entrecerraron ligeramente. “Por mucho que realmente odie estar de acuerdo con
Jacob Black…” empezó a decir.
“¡No!” gemí. “¡No puedo creerlo!” Di una patada malhumorada y mi ordenado montón de
solicitudes se revolvió por el suelo.
Sus ojos se fueron volviendo fríos. “Puedes escoger el otro bando,” me recordó.
“¡No seas idiota!” gruñí.
“No me había dado cuenta de que era tan importante para ti,” dijo Edward con voz lúgubre.

“No puedes estar celoso”, gemí con incredulidad.


Husmeó una vez, y arrugó su nariz de nuevo. “Bueno, huele como si hubieseis estado
bastante juntos esta tarde.”
“Eso no fue cosa mía.” Me sonrojé.
Lo notó. Arqueó una ceja.
“No hay absolutamente ninguna razón para que puedas estar celoso de cualquier persona o
cosa. ¿Cómo puedes no saber eso? Pero Jacob es importante para mí. Es el mejor amigo
humano que tengo. Es como de mi familia. Sino fuera por Jacob…” mi voz se desvaneció,
sacudiendo mi cabeza. La muerte no es la peor cosa que me hubiera pasado sin Jacob.
“Mejor amigo humano,” repitió Edward en voz baja, mirando fijamente de forma ausente
por la ventana durante un segundo antes de girarse hacia a mí. Vino para sentarse a mi lado,
aunque dejando un pequeño espacio entre nosotros, cosa que me sorprendió. “Tengo que
admitirlo, le debo una- una como mínimo – por salvarte la vida de la tumba de agua. Sin
tener en cuenta eso, yo…preferiría que mantuvieras la distancia. Porque si estoy celoso o
no, no es la cuestión. Deberías darte cuenta de que ahora con la única cosa con la que no
cedo es tu seguridad.”
Parpadeé con sorpresa. “¿Seguridad? ¿Qué demonios quieres decir?”
Suspiró, frunciendo el ceño. “En realidad no es mi secreto para contarlo. ¿Por qué no le has
preguntado a Jacob que estaba pasando?”
“Lo he hecho.”
Puso su dedo en sus labios, recordándome que bajara la voz.
“Acabo de hacerlo, otra vez,” continué con enfado, pero de forma mas silenciosa. “Y Jacob
dijo, “Dejaré que el chupasangre te lo cuente- cuando te explique por qué no tienes
permitido ser amiga mía.””
Sólo puso sus ojos en blanco, así que continué.
“También me dijo que te dijera “hola,”” añadí, usando el mismo tono de mofa que Jacob.
Sacudió la cabeza, entonces sonrió arrepentido. Puso sus manos en mis hombros,
sosteniéndome a muy poca separación de él, como si intentara conseguir una mejor vista de
mi expresión. “De acuerdo, entonces,” dijo. “Te lo contaré todo. De hecho, te explicaré
cada diminuto detalle y contestaré cada sencilla pregunta que hagas. Sólo algo más,
¿podrías hacer algo por mi primero?” Arqueó sus cejas, casi disculpándose, y arrugó su
nariz de nuevo. ¿Te importaría lavarte el pelo? Apestas totalmente a hombre lobo.”

Tengo que admitirlo, aún tengo una pequeña mancha con la última frase.
"Bádminton"
Entré en el gimnasio mareada, temblorosa. Entré en el vestuario dando tumbos (...) sólo
siendo ligeramente consciente de que había más gente a mi alrededor. La realidad no
empezó a mostrárseme hasta que no tuve una raqueta en las manos. No pesaba mucho, pero
yo la sentía insegura (peligrosa) en mi mano. Pude ver unos cuantos de mis compañeros de
clase mirarme furtivamente. El entrenador Clapp nos ordenó emparejarnos formando
equipos. Afortunadamente, algunos vestigios de la cortesía de Mike todavía sobrevivían;
vino hacia mí.
-"¿Quieres hacer equipo conmigo?"- preguntó animadamente.
-"Gracias Mike, no tienes porqué hacer esto, ya lo sabes"- Hice una mueca.
-"No te preocupes, me mantendré lejos de tí"- Sonrió. A veces era muy fácil estar
interesada en Mike. No fue sin problemas.
Intenté alejarme de Mike, para que el pudiera mantener el "birdie" (la bola?) en juego, pero
el entrenador Clapp se acercó y le ordenó permancer en su lado de la pista para que yo
pudiera participar. Se quedó mirando, para hacer cumplir sus palabras. Con un suspiro, me
coloqué más hacia el centro de la pista, manteniendo mi raqueta erguida, con cautela. Vi
adoptar un aire despectivo a la chica del otro equipo cuando sacaba el "birdie" (la bola? xD)
- debí haberla lesionado en la parte de Baloncesto - la lanzó a unos pocos pies de la red,
directamente hacia mí. Me abalancé de manera torpe, apuntando mi golpe en la dirección
de la pequeña peste de goma, pero olvidé tener la red en cuenta. Mi raqueta rebotó desde la
red con sorprendente fuerza, golpeando mi mano y rebotando en mi frente antes de golpear
el hombro de Mike cuando él corrió para coger la bola que yo había perdido
completamente. El entrenador Clapp tosió o amortiguó una risita.
-"Lo siento, Newton"- farfulló, lléndose, asique pudimos volver a nuestras posiciones
originales, menos peligrosas.
-"¿Estás bien?"- Preguntó Mike masajeando su hombro, mientras yo me frotaba la frente.
-"Sí, ¿y tú?" - Respondí dócilmente, recuperando mi arma.
-"Creo que lo superaré" - Movió su hombro en círculos, asegurándose de que aún podía
moverlo.
-"Me quedaré aquí atrás" - Caminé hasta la esquina trasera de la pista, manteniendo mi
raqueta con cuidado detrás de la espalda.
Siete escenas cortas:

Esta es la sección más larga que corte de Luna Nueva: la mayor parte es del capitulo
original seis (“statement” back then), más siete escenas cortas que continuaron el
argumento de “scholarship” a través de la novela, todo el camino hasta el final. Yo
pensaba que era todo algo gracioso, pero mis editores no estaban de acuerdo. No era
necesario, así que se sacrificó en el altar de la redacción.

--Primera escena. El día después que Bella va a la película zombi con Jessica.

Todavía echaba de menos Phoenix en raras ocasiones. Cuando provocaba. Ahora, por
ejemplo, cuando me dirigía al Banco Federal de Forks a depositar mi cheque de pago.
Qué no hubiese dado por la conveniencia de un cajero automático. O por lo menos el
anonimato de un extraño detrás del mostrador.

“Buenas tardes, Bella” me saludó la madre de Jessica.

“Hola, señora Stanley”

“Es muy agradable que pudieses salir con Jessica la otra noche. Ha sido demasiado
tiempo” (y aquí viene la palabra “tsked” que esta mal escrita así que yo interpreto xD) Me
chasqueó la lengua, sonriendo para hacerlo un sonido más amistoso. Algo acerca de mi
expresión debía estar apagado porque de repente su sonrisa era de madera (¿? Se le
quedo la sonrisa petrificada?) y se pasó la mano nerviosamente por el pelo donde se
atasco durante un minuto; su pelo era tan rizado como el de Jessica y aseado en un difícil
arreglo de rígidos rizos.

Le devolví la sonrisa dándome cuenta que iba un segundo tarde. Mi tiempo de reacción
estuvo oxidado.

“Si” dije en un tono que espere que fuese sociable. “He estado muy ocupada, ya sabes.
Colegio…trabajo…” Me di prisa en pensar en algo más que añadir a mi corta lista pero
me quede en blanco.

“Seguro” sonrió mas afectuosamente, probablemente contenta de que mi respuesta sonara


algo normal y bien ajustada.

De pronto pensé que igual no me estaba engañando a mí misma cuando asumí que esa era
la razón tras su sonrisa. Quien sabe que le había contado Jessica sobre la otra noche.
Fuese lo que fuese, no estaba totalmente sin corroborar. Yo era la hija de la excéntrica ex
de Charlie—la demencia puede ser genética. Primera socia de los anormales de Forks:
salté por esto último rápidamente, estremecedor. Victima reciente de un coma andante.
Decidí que había un argumento bastante bueno para mi estado de locura, sin contar
incluso con las voces que escuchaba ahora, y me pregunté si la señora Stanley realmente
pensaba eso.
Debió de haber visto la especulación es mis ojos. Apartó la mirada rápidamente a la
ventana que estaba detrás de mí.

“Trabajo” repetí, volviendo a llamar su atención mientras ponía mi cheque en el


mostrador. “Que es por lo que estoy aquí, por supuesto”.

Ella sonrió otra vez. Su pintalabios se estaba agrietando a medida que progresaba el día, y
estaba claro que sus labios estaban mucho más llenos de lo que eran en realidad.

“¿Cómo va todo en la tienda de los Newton?” preguntó brillantemente.

“Bien, la temporada esta dando buenos resultados” contesté automáticamente aunque ella
conducía por el aparcamiento del abastecedor olímpico (¿?) todos los días--habría visto
los coches no familiarizados. Ella probablemente sabía el reflujo y flujo del negocio mejor
que yo.

Cabeceó distraídamente mientras picoteaba (¿? Pecked at) las llaves del ordenador
delante suyo. Mis ojos vagaron a través del mostrador marrón oscuro, con su línea de
setenta de naranja fuerte recortando las orillas. Las paredes y la alfombra habían sido
mejoradas a un gris más neutral, pero el mostrador atestiguaba a la decoración original
del edificio.

“Mmm” el murmullo de la señora Stanley estuvo un tono más alto de lo normal. Volví la
mirada hacia ella, solo interesada a medias, preguntándome si había una araña en el
mostrador que la había asustado.

Pero sus ojos estaban todavía pegados a la pantalla del ordenador. Sus dedos estaban
inmóviles ahora, su expresión sorprendida e incomoda. Esperé, pero no dijo nada más.

“¿Hay algo mal?” ¿Estaban los Newton intentando pasar cheques sin fondos?

“No, no” dijo entre dientes rápidamente, mirándome con un extraño brillo en sus ojos.
Parecía estar reprimiendo alguna clase de entusiasmo. Me recordó a Jessica cuando tenía
un nuevo chisme que se moría por compartir.

“¿Te gustaría una impresión de tu saldo?” me preguntó la señora Stanley (ponía la


Señora Newton pero esta claro que esta mal…) con ansia. No era mi habito—mi cuenta
crecía tan despacio y predecible que no era difícil hacer las matemáticas en mi cabeza.
Pero su cambio de tono me pico la curiosidad. ¿Qué había en la pantalla del ordenador
que la fascinaba?

“Claro” decidí.

Golpeo una llave y la impresora expulso rápidamente un corto documento.

“Aquí lo tienes” arrancó el papel con tal prisa que lo rasgó en la mitad.
“Ay, lo siento” revoloteo alrededor del mostrador, nunca encontrándose con mi curiosa
mirada hasta que encontró un rollo de cinta. Pego los dos trozos de papel y me lo dio.

“Eh gracias” murmuré. Con el trozo de papel en la mano. Me gire y me dirigí a la puerta
principal tomando una mirada rápida para ver si podía ver cual era el problema de la
señora Stanley.

Pensé que mi cuenta debía de estar sobre los quinientos treinta y cinco dólares. Estaba
equivocada. Era treinta y seis con cincuenta y no treinta y cinco.

Y había veinte de extra también.

Me congelé donde me paré, intentando entender los números. La cuenta tenía veinte mil
dólares más antes de lo que había cobrado hoy, que había sido añadido correctamente.

Por un breve minuto consideré cerrar mi cuenta inmediatamente. Pero suspiré una vez.
Volví al mostrador donde la señora Stanley estaba esperando con interés en sus brillantes
ojos.

“Ha habido algún tipo de error en el ordenador, señora Stanley” le dije, devolviéndole el
papel. “Debería de haber solo quinientos treinta y seis con cincuenta”

Ella rió con complicidad. “Pensaba que era un poco extraño”

“En mis sueños, ¿bien?” reí yo también, sorprendiéndome con la normalidad de mi tono.

Ella escribió en el ordenador vigorosamente.

“El problema esta aquí…hace tres semanas muestra un deposito de veinte mil dólares de…
mmm…otro banco parece. Yo imaginaría que alguien metió sus números mal.”

“¿En cuantos problemas me metería si retirase el dinero?” pregunté.

Rió distraídamente entre dientes mientras seguía escribiendo.

“Mmm” dijo otra vez, su frente se arrugó en tres pliegues profundos. “Parece como si
fuese una transferencia de cable. No tenemos muchos de estos. ¿Sabes que? Voy a que la
señora Gerandy eche un vistazo a esto…” Su voz se fue apagando mientras se alejaba del
ordenador, su cuello se estiro para mirar a través de la puerta que estaba tras ella.

“Charlotte, ¿Estas ocupada?” llamo.

No hubo respuesta. La señora Stanley tomó la declaración y anduvo rápidamente por la


puerta trasera donde debían de estar las oficinas.

Fije la mirada por un minuto en la puerta que había desaparecido, pero no reapareció. Di
la vuelta y miré distraídamente por las ventanas exteriores, viendo la lluvia gastando el
vidrio. La lluvia caía en corrientes imprevisibles, a veces inclinada torcidamente en el
viento. No seguí el tiempo mientras esperaba. Intente dejar mi mente en blanco, pensando
en nada, pero yo no podía parecer volver a ese estado de semi-inconsciencia.

Finalmente escuche voces detrás de mí nuevamente. Me giré para mirar a la señora


Stanley y a la esposa del Doctor Gerandy enfilando hacia la sala principal con la misma
sonrisa educada en ambas caras.

“Siento todo esto, Bella” dijo la señora Gerandy. “Debería ser capaz de aclarar esto con
una corta llamada. Puedes esperar si quieres” hizo gestos a una fila de sillas de madera
contra la pared. Parecían como si pertenecieran a la mesa del comedor de alguien.

“Esta bien” accedí. Caminé hacía las sillas y me senté justo en el medio, de repente
deseando tener un libro. No había leído nada durante un tiempo fuera del colegio. Y
incluso entonces, cuando alguna historia ridícula de amor era parte del plan (currículum).
Haría trampas con notas de precipicio (cliff). Era un alivio estar trabajando en “Granja
animal” ahora. Pero tenía que haber otros libros seguros. Novelas de suspense políticas.
Misterios de asesinato. Los asesinatos horripilantes no eran ningún problema: siempre que
no hubiese un ingenuo, romántico argumento secundario con el que tratar.

Estuve tanto tiempo que me irrité. Estaba cansada de mirar la aburrida habitación gris,
sin un retrato para aliviar las blancas paredes. No podía ver a la señora Stanley mientras
barajaba un montón de papeles, deteniéndose ahora para añadir algo en el ordenador—
me miro una vez, y cuando atrapó mi mirada pareció incomoda y dejo caer un archivo.
Pude escuchar la voz de la señora Gerandy, un refunfuño débil saliendo de la habitación
trasera, pero no era lo suficientemente clara para decirme otra cosa que no fuese que ella
había mentido acerca de la duración necesaria de la llamada telefónica. Estaba tardando
tanto que se podía esperar que cualquiera dejara su mente en blanco, y si esto no acababa
pronto, no podría ser capaz de ayudarle (a no dejar la mente en blanco supongo…). Iba a
tener que pensar. Me aterre silenciosamente, intentando animarme con un tema seguro
para el pensamiento.

Fui salvada por la reaparición de la señora Gerandy. Le sonreí con gratitud cuando
empujó su cabeza alrededor de la puerta, su pelo grueso, nevoso que atrajo mi mirada
inmediatamente.

“Bella, ¿quieres venir un momento?” preguntó, y me di cuenta de que tenía el teléfono en


su oreja.

“Claro” murmure mientras desaparecía.

La señora Stanley tuvo que abrir la otra mitad de la puerta hasta el final del mostrador
para dejarme pasar. Su sonrisa estaba ausente. No se encontró con mis ojos. Estaba
absolutamente segura de que estaba planeando escuchar a escondidas.

Mi mente paseó por las posibilidades concebibles mientras volvía rápidamente a la


oficina. Alguien estaba lavando (¿?) dinero por mi cuenta. O quizás Charlie estaba
aceptando sobornos y yo estaba fastidiando su cubierta. Pero, ¿Quién tendría esa clase de
dinero con el que sobornar a Charlie? Igual Charlie estaba en la chusma (mob) aceptando
sobornos y utilizando mi cuenta para lavar dinero. No, no podía imaginarme a Charlie en
la chusma. Puede que fuese Phil. ¿Cómo de bien conocía a Phil después de todo?

La señora Gerandy estaba todavía al teléfono, e indicó con su barbilla hacia la silla
plegable de metal que estaba frente a su escritorio. Estaba garabateando apresuradamente
en la parte posterior de un sobre. Me senté preguntándome si Phil tenía un pasado oscuro
y si yo iba a ser encarcelada.

“gracias… sí…bien… pienso que es todo…sí… sí… muchas gracias por tu ayuda” La
señora Gerandy derrochó una sonrisa en el auricular del teléfono antes de colgar. No me
miró ni enfadada, ni sombría; sino emocionada y confusa, me recordaba a la señora
Stanley en el vestíbulo. Le doy vueltas a saltar a trabes de la puerta y asustarla.

Pero la señora Gerandy habló:

“bien supongo que tengo muy buenas noticias para ti…aunque yo no puedo imaginar
como no has sido informada de ello” ella me miró fijamente con mirada critica, como si
esperaba que yo de repente me abofeteara la frente y dijera ``Oh. 20000 dolare. Se me
había olvidado completamente``

“¿buenas noticias?” provoqué. Las palabras implicaban que el problema era demasiado
complicado para que ella lo desenredara. Ella tenia la impresión que yo era mas rica que
hace unos pocos minutos.(¿?)

“bien si de verdad no sabes…¡felicidades! Tienes una beca en” buscó en sus garabatos
“la Compañía Confianza del Pacífico Noroccidental”

“¿una beca?” repetí con incredulidad.

“Sí ¿no es emocionante? Mi bondad(¿?) podrás estudiar en la universidad que tu quieras”

Fue en el preciso momento, mientras ella sonreía de oreja a oreja alegremente por mi
buena fortuna, en el que pensé que no sabía exactamente de donde venía el dinero. A pesar
de la repentina prisa, enojo, sospecha, indignación y dolor, intenté hablar con calma.

“una beca que deposita 20000 dólares en efectivo en mi cuenta” destaqué “en vez de
pagarme el colegio. Ni por asomo va a asegurarse de que yo uso el dinero para el colegio
nada más”

Mi reacción la puso nerviosa. Pereció tomar ofensivas mis palabras.

“sería muy imprudente no usar el dinero para el propósito, Bella, querida. Esto es una
oportunidad una vez en la vida”
“Por supuesto” respondí ácidamente “y esta Compañía Confianza del Pacífico
Noroccidental que mencionas ¿exactamente porque me eligieron a mi?”

Consultó sus notas otra vez, pronunció un ligero ceño debido a mi tono.

“es muy prestigiosa, ellos no conceden una beca como esta todos los años”

“Apostaré(¿?)”

Ella echo una ojeada y miró hacía otra parte rápidamente

“el banco de Seattle que gestionó el fondo me reexpidió al hombre que administró la
asignación de la beca. Él dijo que esta beca está basada en mérito, género y localización.
Es un equipo de estudiantes femeninos en pequeñas ciudades que no tienen las
oportunidades disponibles en las grandes ciudades”

Parece que alguien pensó que era divertido.

“¿méritos?” pregunté con desaprobación “yo tengo un 3´7 de nota media. Puedo llamar a
tres chicas en Forks con mejores notas que yo y una de ellas es Jessica. Junto a ella yo
nunca solicitaría el ingreso en esta beca”

Ella se había puesto muy nerviosa ahora, recogió su bolígrafo y lo dejó otra vez,
preocupada cogió su colgante y lo sostuvo entre el pulgar y el índice. Ojeo sus notas otra
vez.

“él mencionó que…” miró la parte de atrás del sobre, no segura de que hacer con mi
actitud “ellos no aceptan solicitudes. Pensaron rechazar solicitudes y elegir estudiantes
que son injustos parar por alto. Consiguieron tu nombre de una solicitud que mandantes
para ventajas financieras basadas en ayudas para la universidad de Washington”

Me quedé con la boca abierta. No sabía que la solicitud había sido rechazada. Fue algo
que rellené hace mucho tiempo. Antes de…
Y no tuve que hacer el seguimiento de otra posibilidad, aunque la fecha tope ya había
pasado. No pude parecer enfocarlo al futuro, pero la universidad de Washington era el
único sitio que me mantenía cerca de Forks y de Charlie. (siento que no tengo mucho
sentido pero esk no e podido traducirlo mejor, no me maten plis)

“¿Cómo consiguieron la solicitud rechazada?”

“no estoy segura, querida” la señora Gerandy estaba triste. Quiso emoción y había
recibido hostilidad. Deseé tener alguna manera para explicar que la negativa no estaba
dirigida a ella “pero el administrador dejó su número si tuenes alguna pregunta puedes
llamarlo tu misma. Estoy segura de que él podrá asegurarte de que el dinero es realmente
para ti”
Yo estaba en duda de eso.

“querría ese número”

Ella escribió rápidamente en un trozo rasgado de papel. Hice una nota mental de donar
anónimamente un cuaderno de pegar (ese que tiene una parte que se puede pegar) al
banco.

“¿supongo que dejaría una dirección de e mail?” pregunté escépticamente. No quería


acumular facturas a Charlie.

“Actualmente su” sonrió, feliz de tener algo que yo parecía querer. Llegó al otro lado del
escritorio a escribir otra línea en mi trozo.

“Gracias me pondré en contacto con el tan pronto como llegue a casa” mi boca fue una
dura línea.

“genial” dijo la señora Gerandy con indecisión “deberías estar feliz sobre esto. Es una
gran oportunidad”

“No voy a coger 20000 dólares que no e ganado” repliqué intentando guardar el filo de
indignación apagado de mi voz.

Ella se mordisqueó el labio y miró hacía abajo otra vez. Ella pensó que estaba demasiado
loca. Bien, iba a decirlo fuerte (¿?)

“¿qué?” pregunté.

“Bella…” ella paró y yo esperé con los dientes apretados “es considerablemente más de
20000 dólares”

“¿perdón?” me ahogué.

“de hecho 20000 dólares es justo el pago inicial. Por ahora tú recibirás 5000 dólares
todos los meses hasta el final de tu carrera universitaria. Si te matricularas en una escuela
de bachiller, la beca continuaría pagada por ello” se emocionó de nuevo cuando me contó
esto.

No pude hablar al momento, estaba demasiado enfurecida. 5000 dólares al mes por un
ilimitado tiempo. Quería hacer añicos algo.

“¿Cómo?” me las arregle para levantarme.

“No entiendes lo que significa”

“¿como conseguiré 5000 dólares al mes?”


“serán transferidos en tu cuenta aquí” respondió perpleja.

Hubo un breve segundo en silencio.

“Voy a cerrar esa cuenta ahora mismo”, dije con voz plana.

Llevó quince minutos convencerla de que hablaba en serio. Ella tenía un acopio
interminable de razones de por qué esta era una mala idea. Argumenté acaloradamente
hasta que al fin se me ocurrió que ella estaba preocupada por darme los veinte mil.
¿Tendrían tanto a mano?

“Mire, señora Gerandy”, la apremié. “Sólo quiero retirar mis quinientos. Apreciaría
profundamente que usted devolviera el otro dinero de vuelta al lugar de donde vino. Yo lo
aclararé con este…” comprobé el papelito, “… Sr. Isaac Randall. Realmente es un error.”

Eso pareció relajarla.

Unos veinte minutos más tarde, con un rollo de quinientos, uno de veinte, uno de diez, uno
de cinco, uno de uno, y cincuenta centavos en mi bolsillo, escapé del banco con alivio. La
señora Stanley y la señora Gerandy estaban de pie una al lado de otra en el mostrador,
observándome por detrás con los ojos como platos.

***

- Escena dos: esa misma noche, después de comprar las motocicletas y visitar a Jacob por
primera vez… -

Cerré la puerta tras de mí y saqué de mi bolsillo mi fondo para estudios (nota: sus ahorros
para estudios, el dinero del banco). Parecía bonito el pequeño rollo en lo alto de la palma
de mi mano. Lo introduje en el dedo del pie de un inmaculado calcetín y luego lo empujé al
fondo de mi cajón de ropa interior. Probablemente no era el escondite más original, pero
ya me preocuparía de encontrar algo más original después.

En mi otro bolsillo estaba el trozo rasgado de papel con el número de teléfono de Isaac
Randall y su dirección de email. Lo desenvolví y lo puse sobre el teclado de mi ordenador,
entonces encendí el interruptor, moviendo nerviosamente el pie mientras la pantalla se
encendía lentamente a la vida.

Cuando estuve conectada, abrí mi cuenta gratuita de correo. Me dilaté, tomándome tiempo
para borrar la montaña de publicidad que se había generado en los pocos días desde que
había escrito a Renee. Eventualmente estaba desocupada de trabajo, y organicé una nueva
composición de carpetas.

La dirección de mail era de “irandall”, así que asumí que iba directamente a quien yo
quería.

<<Estimado Sr. Randall>>, escribí.

<<Espero que recuerde la conversación que tuvo esta tarde con la señora Gerandy del
Banco Federal de Forks. Mi nombre es Isabella Swan, y parece ser que usted tiene la
impresión de que he sido premiada con una muy generosa beca de la Compañía Confianza
del Pacífico Noroccidental.

>>Lo siento, pero no puedo aceptar esta beca. He solicitado que el dinero que ya había
recibido sea devuelto a la cuenta de la que partió, y he cerrado mi cuenta en el Banco
Federal de Forks. Por favor, concedan la beca a un candidato diferente.

>>Muchas gracias, I.Swan>>

Me llevó unos pocos intentos hacer que sonara bien - formal, e inequívocamente final. Lo
leí dos veces más antes de enviarlo. No estaba segura de qué tipo de direcciones había
recibido este Mr. Randall acerca de la falsa beca, pero no podía ver ninguna irregularidad
en mi respuesta.

***

-Escena tercera: Unas pocas semanas después, justo antes de la "cita" de Bella y Jacob
con las motos...

Cuando volví, me abalancé sobre el correo en la entrada. Rápidamente hojeé las facturas y
los anuncios, hasta que alcancé la carta que estaba en el fondo del montón.

Era un sobre de negocios, dirigido a mí - con mi nombre escrito a mano, lo cuál era
inusual. Miré la dirección del remitente con interés. Interés que rápidamente se convirtió
en náuseas y nervios. La carta era de la Oficina de Asignación de Becas de la Compañía
Confianza del Pacífico Noroccidental. No había ninguna dirección debajo del nombre.

Probablemente era sólo un reconocimiento formal de mi rechazo, me dije. No había


ningún motivo para ponerse nerviosa. Ningún motivo en absoluto, excepto por el pequeño
detalle de que no pensar minuciosamente en ninguna parte de esto podría enviarme en una
espiral de descenso a zombilandia. Sólo eso.

Dejé el resto del correo en la mesa para Charlie, recogí mis libros del
suelo de la sala de estar, y me apresuré escaleras arriba. Una vez en mi habitación, cerré
la puerta y rasgué el sobre. Tuve que recordarme permanecer enfadada. El enfado era la
llave.

Estimada Señorita Swan,


Permítame felicitarle formalmente por haber sido beneficiada por la
Prestigiosa beca J. Nicholls de la Compañía Confianza del Pacífico Noroccidental. Esta
beca es otorgada muy raramente, por lo que usted debe sentirse orgullosa de saber que el
Comité de Asignación eligió su nombre por unanimidad para tal honor.

Ha habido una serie de pequeñas dificultades en asignar sus sumas de dinero, pero por
favor, no se preocupe. Me he encargado del asunto para asegurarme de que usted está al
margen de la más mínima inconveniencia posible. Se adjunta un cheque bancario de
25.000 dólares; la condecoración inicial más la mensualidad de su primer mes.

Una vez más la felicito por su logro. Por favor, tenga en cuenta los mejores deseos de la
compañía Confianza del Pacífico Noroccidental
para su futura carrera académica.

Un cordial saludo,
I. Randall.

El enfado no era un problema.Miré en el sobre y, como ya sabía, había un cheque dentro.

"¿Quién es esta gente?" gruñí, apretando los dientes, arrugando la carta con una mano,
hasta convertirla en una cerrada bola.

Hurgué furiosamente en mi papelera, para sacar el número de teléfono del señor I.


Randall. No me importaba que hubiese pasado bastante tiempo, ésa iba a ser una
conversación realmente corta.

"¡Oh, mierda!" bufé. La papelera estaba vacía. Charlie había sacado mi basura.

Tiré el sobre con el cheque a la cama y desarrugué la carta otra vez. Estaba en papel de la
compañía, con "Departamento de Asignación de Becas de Pacífico Noroccidental" escrito
en verde oscuro en la cabecera, pero no había información, ni dirección, ni número de
teléfono.

"Mierda"

Me tiré en el borde de la cama e intenté pensar claramente. Obviamente, ellos iban a


ignorarme. No podía aclarar mis pensamientos. Probablemente no iba a cambiar nada si
yo llamara.

Así que sólo había una cosa que podía hacer. Volví a arrugar la carta, destrocé el sobre
con el cheque y todo, y bajé las escaleras sigilosamente.

Charlie estaba en la sala de estar, con la televisión encendida, a todo volumen. Fui a la
cocina, al fregadero, y tiré allí las bolas de papel. Después hurgué en nuestro cajón de
trastos variados hasta encontrar una caja de cerillas. Encendí una, y la puse con cuidado
en una grieta del papel. Encendí otra, e hice lo mismo. Casi voy a por una tercera, pero el
papel estaba ardiendo tranquilamente, así que no había necesidad.

"¿Bella?" llamó Charlie por encima del sonido de la televisión.

Abrí el grifo rápidamente, sintiendo satisfacción a medida que la fuerza del agua acababa
con las llamas, convirtiéndolas en un montón de cenizas.

"¿Sí, papá?" Metí las cerillas de nuevo en el cajón y lo cerré rápidamente.

"¿No te huele a humo?"

"No, papá."

"Umm..."

Enjuagué el fregadero, asegurándome de que todas las cenizas se iban por el desagüe.

Volví a mi habitación, sintiéndome ligeramente apaciguada. Ellos podrían mandarme


todos los cheques que quisieran, pensé con gravedad. Siempre podría coger más cerillas...

***

-Escena cuarta: Durante el período de tiempo en el que Jacob la estaba evitando...

En el umbral de la puerta había un paquete de FedEx. Lo cogí con curiosidad, esperando


que la dirección del remitente fuera de Florida, pero la mandaban desde Seattle. No había
ningún remitente escrito por fuera de la caja.Estaba dirigido a mí, no a Charlie, así que lo
puse sobre la mesa, y rasgué la caja para abrirla. En cuanto vi el logo verde oscuro de la
Compañía Confianza del Pacífico Noroccidental, sentí como volvían las náuseas. Me senté
sobre la silla más cercana sin mirar la carta, el enfado volvía lentamente.

No era capaz de leerla, aunque no era larga. La saqué, la puse boca abajo sobre la mesa,
y miré de mala gana el fondo de la caja, para ver qué había debajo. Había un sobre de
papel sobresaliendo. Me asustaba abrirlo, pero estaba lo suficientemente enfadada, y lo
hice.

Mi boca era una firme línea cuando rasgué el papel sin preocuparme de abrirlo
descorriendo el pestillo de la solapa. Tenía demasiadas cosas de las que ocuparme en ese
momento.

Estaba en estado de shock. ¿Qué otra cosa podía ser sino esto?: Tres gruesos montones de
facturas, amarrados cuidadosamente con anchas bandas de goma. No tuve ni que mirar
los encabezamientos. Sabía exactamente cuánto tratarían de forzarme a caer. Debían de
ser 30.000 dólares.
Sujeté el sobre con cuidado mientras me levantaba para tirarlo al fregadero. Las cerillas
estaban en el fondo del cajón de los trastos variados, justo donde las había dejado antes.
Cogí una y la encendí.

Ardía cerca de mis dedos mientras yo miraba el odioso sobre. No podía hacer que mis
dedos lo dejaran caer. Sacudí la cerilla antes de que me quemase, torciendo la cara en una
mueca de disgusto.
Cogí la carta de la mesa, la convertí en una bola y la lancé al otro cuenco del fregadero.
Encendí otra cerilla y la puse sobre el papel, mirando con satisfacción cómo ardía. Cogí
otra cerilla. De nuevo, la incliné, quemando el sobre. Otra vez, ardió cerca de mis dedos
antes de que la soltase sobre las cenizas de la carta. No podía creerme que estaba
quemando 30.000 dólares.

Pero... ¿Qué iba a hacer con esto? No tenía ninguna dirección a la que devolverlo -
Estaba casi segura de que la compañía no existía.

Y entonces, se me ocurrió que sí tenía una dirección.

Puse de nuevo el dinero en la caja de FedEx, arrancando la etiqueta, de modo que si


alguien lo encontraba, sería imposible para él contactar conmigo, y la puse de nuevo en el
camión (:O!), refunfuñando incoherencias. Me prometí a mí misma que esta semana haría
algo insensato con mi motocicleta. Haría acrobacias si era necesario.

Odié cada milímetro del vehículo mientras pasaba entre los sombríos árboles, apretando
los dientes hasta que me dolió la mandíbula. Las pesadillas serían fieras esta noche, no
podía ser de otra manera. Los árboles se abrían sobre los helechos, y conduje furiosa
entre ellos, dejando a mi paso una doble línea de tallos aplastados y con lodo. Me detuve
frente a los escalones de la entrada.

La casa parecía estar igual, dolorosamente vacía, muerta. Sabía que estaba proyectando
mis propios sentimientos en su apariencia, pero eso no cambió el modo en que me miraba.
Cuidadosamente de no mirar por las ventanas, caminé hacia la puerta principal. Deseé
desesperadamente volver a ser una zombie por un minuto, pero la insensibilidad ya había
desaparecido hacía tiempo.

Dejé la caja con cuidado en el umbral de la casa abandonada, y me giré para


marcharme.Me detuve en la primera escalera. No podía dejar un montón de basura
enfrente de la puerta. Eso era tan malo como quemarlo.

Con los ojos bajos, me giré de nuevo y cogí la caja ofensiva. Tal vez podía donarla
anónimamente a alguna buena causa. A una organización benéfica para gente con
enfermedades de la sangre, por ejemplo.

Pero yo estaba sacudiendo mi cabeza mientras volvía en el monovolumen. Era su dinero,


y, maldita sea, seguiría siendo suyo. Si fue robado de su porche/pórtico/entrada delantero,
era su culpa, no la mía.
Mi ventana estaba abierta, y antes que bajarme, arrojé la caja con todas mis fuerzas hacía
la puerta.

Nunca he tenido muy buena puntería. La caja se aplastó fuertemente a través de la ventana
delantera, dejando un agujero tan grande que parecía como si hubiese tirado una
lavadora.

“¡Mierda!” grité en voz alta, cubriéndome el rostro con las manos.

Debería de haber sabido que no importaba lo que hiciese, únicamente haría que las cosas
fuesen a peor.

Por suerte, entonces el enfado se reafirmo a si mismo. Esto era su culpa, me recordé a mi
misma. Estaba sólo devolviendo sus bienes. Era su problema que él me hubiese hecho
hacer esa faena. Además, el sonido del cristal haciéndose añicos fue como una especie de
calma – me hizo sentir un poco mejor en un modo perverso.

Realmente no me convencí a mi misma, pero quite el punto muerto del monovolumen y a


pesar de todo me fui. Esto era lo más cerca que pude haber venido para enviar el dinero
de vuelta al sitio que le pertenecía. Y ahora yo tenía una impulsión conveniente encima de
la caja de la gota para la entrega del mes siguiente (no he conseguido encontrar el sentido
a esta frase así que os pongo la frase tal y como es en ingles: “and now I had a convenient
drive up drop box for next month’s installment”). Eso era lo mejor que podía hacer.

Volví a pensar sobre ello cien veces después de llegar a casa. Fui hacia la guía telefónica
buscando vidrieros, pero no había extraños (¿?) a los que pedir ayuda. ¿Cómo explicaría
la dirección a la que se tenía que dirigir? ¿Me tendría que arrestar Charlie por
vandalismo?

***

-Escena cinco: la primera noche en que Alice vuelve tras ver el “intento de suicidio” de
Bella. –

“¿Jasper no quiso venir contigo?”

“No aprueba que yo interfiera.”

Inspiré. “No eres la única.”

Se puso rígida, y luego se relajó. “¿Tiene esto algo que ver con el agujero en la ventana
delantera de mi casa y la caja llena de billetes de cien dólares en el suelo de la sala de
estar?”

“Sí”, dije con enfado. “Siento lo de la ventana. Fue un accidente.”

“Por lo general suele pasarte. ¿Qué hizo?”


“Algo llamado Confianza del Pacífico Noroccidental me concedió una beca muy extraña e
insistente. No era más que una tapadera. Quiero decir, no puedo imaginar que él quisiera
que supiera que era él, pero espero que no crea que soy tan estúpida.”

“Vaya, ese gran estafador”, murmuró Alice.

“Exactamente.”

“Y me dijo a MÍ que no mirara.” Sacudió su cabeza con irritación.

***

-Escena seis: con Edward la noche después de Italia, en la habitación de Bella…

"¿Hay alguna razón por la que el peligro no pueda resistirse a tí más de lo que yo puedo?"

"El peligro no lo intenta" Refunfuñé.

"Por supuesto, suena como si estuvieras buscando el peligro activamente. ¿En qué estabas
pensando, Bella? Miré en el pensamiento de Charlie el número de veces que has estado en
la sala de emergencias recientemente. ¿He dicho ya que estoy furioso contigo?" Su suave
voz sonó más apenada que furiosa.

"Por qué? No es asunto tuyo." Dije, avergonzada.

"En realidad, recuerdo que me prometiste no hacer nada imprudente."

Mi contestación fue rápida. "¿Y no prometiste tú algo sobre no intervenir?"

"En el momento en que tú cruzaste la línea,- dijo con cuidado - yo estaba cumpliendo mi
parte del trato."

"¡Oh! ¿De veras? Cuatro palabras, Edward: Confianza del Pacífico Noroccidental."

Levantó su cabeza para mirarme; su expresión estaba llena de confusión e inocencia,


demasiada inocencia. Esa expresión lo delató.

"¿Debería eso decirme algo?"

"Es sumamente insultante, - me quejé - ¿Te crees que soy estúpida?"

"No tengo ni idea de qué estás hablando", dijo, con los ojos muy abiertos.

"Da igual" refunfuñé.


***

-Escena séptima: La conclusión de esta trama: la noche/mañana en la que llegan a casa de


los Cullen para la votación...

De repente, la luz del porche se encendió y pude ver a Esme en el umbral de la puerta. Su
pelo ondulado color caramelo estaba echado hacia atrás, y llevaba en la mano un tipo de
paleta.

"¿Están todos en casa?" Pregunté esperanzada mientras subíamos las escaleras.

"Si" Cuando respondió, las ventanas se llenaron de luz. Miré hacia la más cercana para
ver quién se había dado cuenta de nuestra llegada, pero un pegote gris que había enfrente
de ella se me metió en el ojo. Miré la suave perfección del cristal y me di cuenta de lo que
Esme estaba haciendo con una paleta en el porche.

"¡Oh! ¡Vaya, Esme, siento mucho lo de la ventana! Iba a..."

"No te preocupes por eso - me interrumpió con una risita - Alice me contó la historia, y
debo decir que no te culparía a propósito. Fulminó con la mirada a su hijo, que estaba
mirándome con desafío a mí.
Levanté una ceja. Él miró hacia otro lado y refunfuñó algo sobre regalos de caballos.
(¡¿caballos?

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