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Jeta de santo: (Antología poética, 1974-1997)
Jeta de santo: (Antología poética, 1974-1997)
Jeta de santo: (Antología poética, 1974-1997)
Ebook311 pages3 hours

Jeta de santo: (Antología poética, 1974-1997)

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Estamos ante una poesía labrada y grabada en la confección que sólo puede dar el encuentro auténtico del artista con su materia -el lenguaje, la palabra, la imagen- y el entorno al cual no sólo busca describir, sino desentrañar con el asombro de los ojos que ven lo que nos estaba vedado y lo verbaliza con una escritura proscrita por distinta, por ir contra la imagen harto consabida: el lugar común de la poesía previsible.

Dice Mario Raúl Guzmán, prologuista del libro: "Algo más que una lírica: una actitud ante la creación artística en la que importa más que la escritura del poema la conexión poética con la vida".
LanguageEspañol
Release dateSep 5, 2018
ISBN9786071658487
Jeta de santo: (Antología poética, 1974-1997)

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    Jeta de santo - Mario Santiago Papasquiaro

    Jeta de santo

    (ANTOLOGÍA POÉTICA, 1974-1997)

    Jeta de santo

    (ANTOLOGÍA POÉTICA, 1974-1997)

    MARIO SANTIAGO PAPASQUIARO

    Selección de

    Rebeca López y Mario Raúl Guzmán

    Prólogo de

    Mario Raúl Guzmán

    FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

    Primera edición, 2008

        Primera reimpresión, 2016

    Primera edición electrónica, 2018

    Diseño de cubierta: Perricac Compañía Gráfica

    Ilustración de página 3: El músico, de Carlos Coffeen Serpas

    Tipografía de la versión impresa: Anormi, s.l.

    D. R. © Herederos de Mario Santiago Papasquiaro

    D. R. © 2008, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-5848-7 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    SUMARIO

    La bendición de la insensatez,

    por MARIO RAÚL GUZMÁN

    ¿Quién eres? Soy 1 extranjero para Dios /

    para la policía / para mí mismo

    Soy 1 viejo piel roja que no marchará

    jamás en fila india

    Así vinieran del infierno

    Consejos de 1 discípulo de Marx a

    1 fanático de Heidegger

    Índice general

    LA BENDICIÓN DE LA INSENSATEZ

    MARIO RAÚL GUZMÁN

    para mejor esconder su naufragio humano

    a la empeñosa mirada de los comerciantes

    de almas y de mentiras innumerables en ítaca

    destruye sus instrumentos de viaje

    TRISTAN TZARA

    […] discutiendo frente a los confines extremos

    de la lógica y emborronando mucho papel con

    escrituras frenéticas.

    F.T. MARINETTI

    Bulle la vida, brava, libérrima.

    Indómita salta por el ilímite espacio.

    LEÓN DE GREIFF

    Jeta de Santiago

    México, D.F., 1974, 1975, 1976… Las vanguardias y neovanguardias ya eran pasto de tesis universitarias, suplementos culturales y digresiones académicas acerca de lo que se juzgaba extravío exangüe o extravagancia yerta. Hasta homenajes hubo, bienintencionados o bobalicones, en recuerdo de vanguardistas cuyas innovaciones yacían enterradas en los tres tomos de Guillermo de Torre o en el fondo de ese subsuelo lodoso donde hurgan los arqueólogos de bruces. Mario Santiago Papasquiaro (1953-1998) dio por falsas de toda falsedad esas actas de defunción y arremetió contra tales velatorios armado con la lírica de lanzas aceradas de otros ismos que él, enfebrecido, sentía volar por sus venas. Algo más que una lírica: una actitud ante la creación artística en la que importa más que la escritura del poema la conexión poética con la vida. Una actitud asumida, trepidante de cabeza a pies la poesía, como un destino inapelable.

    Huroneándolo todo, convulso y pueril, Mario Santiago se sublevó adolescente contra la creencia tópica de que las vanguardias constituyen un capítulo de la historia de la literatura. Eran esos años en los que en México se entronizaba la obra preciosista y presuntamente singular del grupo Contemporáneos, y su polo opuesto, el movimiento estridentista, era recordado poco menos que como una disparatada curiosidad –y rechazado como broma de mal gusto el reciclamiento de sus gracejadas. Contra la judicatura del patrón esteticista, Mario Santiago ensayó varias de las poses con que en los años veinte los estridentistas se afanaron en poner por delante lo que todos llevamos detrás de la irreal máscara de la vida. En El movimiento estridentista –a propósito: hoy joyel de anticuario, el travieso libro de Germán List Arzubide es en rigor el último manifiesto de su grupal irreverencia léxica– puede uno enterarse de que esos poetas presurosos de escándalo y de ruido surgieron en la hora en que negamos todos los caminos anteriores […] para plantear un problema de vida nueva y ansia en traje de diario. Su retórica, lanzada desde el balcón de las audacias, era sin rubor sucursal mexicana de las vanguardias europeas, acusadamente del futurismo italiano: Volamos en aeroplano y sobre las cabezas doloridas de tedio cantamos con la fuerza de la hélice que rompe las teorías de la gravedad; somos ya estridentistas y apedrearemos las casas llenas de muebles viejos.

    List Arzubide se enorgullecía de que él y sus camaradas fueron a hablar a las juventudes de una forma vital, fecunda y fuerte de la poesía, que los impotentes y los tontos habían convertido en un desahogo de cenáculos y que […] sacamos a la calle para ponerla en contacto con la multitud y con la vida. Creía no sin jactancia que la suya era una rauda crónica a galope de alas de la palpitación de las voces insomnes que, divergentes del pasado, se abren hacia los universos insospechados. Tampoco sospechaba que, a diferencia de la poemática que en la estridencia perpetraron, sus improperios –él les llamaba sabotajes del ingenio– mantendrían algo de su vigencia politicocultural a lo largo de siete décadas de régimen despótico priista. Así, arremetieron contra los poetas oficiales que consolaban sus puerperales livideces meciéndose en la cuna del presupuesto; contra una turba de viejos desastrados de ideas que en las universidades envenenan a una juventud raquítica y ambigua; contra el arte oficial […] exhibido con su traje decenal de presupuestos; contra los maestros estratificados en los cenáculos y contra la farsa de su ciencia de anaquel; contra quienes en los mostradores de la burocracia vendían un lugarcito en la cúspide de la literatura… Destemplado y colérico el estridentismo: Al imbecilismo de los periodistas y al odio oficial de las academias, nosotros opusimos nuestra gran risa despreciativa y altanera, que todavía duele a los poetas de los ministerios que, usufructuando el favor del Estado, no fueron capaces sino de adquirir una gloria de papel que los reporteros están siempre dispuestos a vender a bajo precio (los dicterios de List Arzubide valen aquí por los de Manuel Maples Arce, aventados a diestra y siniestra en el primer manifiesto en un estilo ridículo de tan pretencioso. Invectivas envueltas en parrafadas hoy casi ilegibles).

    Cinco décadas después un joven chileno que hacía dueto con su contemporáneo estricto Mario Santiago publicó en una revista mexicana (por esas fechas arteramente desfigurada) una nota en la que insertaba al estridentismo en un horizonte laudatorio de vanguardia. Da por suyas unas palabras de List Arzubide al afirmar que se necesitaba tener un espíritu muy heroico para sobrevivir y crear y difundir una poesía nueva en el México de 1928: un movimiento que no antecede a la revolución, pero que se va extinguiendo con esta revolución. Su admiración obnubila la flamante pubertad de su talante crítico: "Del periodo 1921-1928 quedan sin embargo libros que son útiles. Algunos como Andamios interiores y Poemas interdictos, de Maples Arce, y Esquina, de List Arzubide, nos sirven para comenzar a ver de una manera diferente la tradición de la poesía mexicana. Estrellas bailadoras que sólo tuvieron una edición, pero que nos esperan en la garganta tibia de un hada muerta hace mucho. Para que brillara sin ambigüedades el doble filo de la daga que por aquel entonces este autor empuñaba (revolución política/revuelta artística; o bien: transformar el mundo/cambiar la vida; o bien: Marx/Rimbaud), cita latamente a León Trotski: No sólo se gastan los partidos en el poder, sino también las escuelas artísticas. Los procedimientos de la creación se agotan y cesan de herir los sentimientos del hombre: es el signo inconfundible de que una escuela está madura para entrar en el cementerio de las posibilidades agotadas; es decir, en la Academia. La creación viva no puede salir adelante sin desviarse de la tradición oficial, de las ideas y sentimientos canonizados, de las imágenes y giros impregnados de la lacra de la costumbre. Cada nueva orientación busca un nexo más directo y sincero entre las palabras y las percepciones. La lucha contra la simulación en el arte se transforma siempre, más o menos, en lucha contra la falsedad de las relaciones sociales. Porque es evidente que si el arte pierde el sentido de la hipocresía social, cae inevitablemente en el preciosismo. Y concluye su nota el joven chileno con retórica subsidiaria del 68 parisino: Los estridentistas no pudieron sostener esas barricadas ácidas de la nueva poesía, pero nos enseñaron más de una cosa sobre los adoquines (Roberto Bolaño, El estridentismo", en Plural, núm. 61, octubre de 1976. En el núm. 62, de noviembre, aparecieron sus entrevistas a Arqueles Vela, Maples Arce y List Arzubide).

    En una carta fechada en 1927 José Juan Tablada celebraba la irrupción de los estridentistas, esos coyotes remontados porque no quieren ser perros […] coyotes alterados de belleza y acción, que aúllan a las estrellas del Ideal, en medio de la noche de la estulticia. El poeta que injertó el hai-kú en maceta tricolor veía en las declaraciones de List Arzubide y en los manifiestos de Maples Arce la multiplicación celular de nuevos organismos, la arquitectura caleidoscópica de minerales por venir, la evolución de gérmenes vivaces hacia la flor y quizá hacia el fruto.

    Quizá –esa palabra descubre la cautela con que Tablada acotaba su entusiasmo de viejo lobo de bar por aquello que él veía venir no una realización sino una posibilidad. No pudieron –diría Bolaño, pero nos veremos ya después a la hora del balance. No pudieron dar el fruto –podría sintetizarse, si escucháramos a dúo al viejo y al joven. Vanidad de vanidades: Sólo nosotros existimos, todos los demás son sombras pegajosas. Declaración atribuida a Arqueles Vela por List Arzubide; soberbia en sí misma (espléndida si tuviese fundamento), el halcón maligno del tiempo la exhibió en el aire presuntuosa un instante antes de arrojarla al polvo de los caminos que conducen a la hemeroteca. De los estridentistas quedó la aldaba de una imagen fugitiva; casi nada que no sea fierro viejo del atestado museo poético nacional. Infecunda protesta desahuciada de impalpable. Mas en su momento removieron aguas estancadas: el hedor los dejó con un palmo de narices.

    En la poesía de Mario Santiago saltan algunas liebres de ascendencia estridentista; unas cuantas si apreciamos la feracidad de su amplio territorio, y rápidamente desaparecen en el abigarrado matorral. Es en cambio una rareza que uno de los versos que él grabó indeleble en su broquel, ya convertido en cruzado de su propia guerra, no sea de ninguno de los inquilinos de Estridentópolis sino de aquel retraído del grupo sin grupo Contemporáneos que hizo de la poesía lírica una profesión melancólica: Gilberto Owen: Si he de vivir, que sea sin timón y en delirio. Verso con el cual Mario Santiago trazó (alterándolo levemente) una línea de conducta: Si he de vivir que sea sin timón & en el delirio.

    Roberto Bolaño –lo registro al contrastar las huellas de estos dos lobeznos de la misma estepa en el tiempo– en sus poemas juveniles no incorpora signos exteriores vanguardistas sino ágiles procedimientos narrativos que lo encaminarían, trabajador perseverante, a la escritura de novelas y relatos. Se alejó muy pronto ya no digamos de los caballeros andantes del estridentismo sino de la pandilla sin pandilla del infrarrealismo que él fundara mediados los años setenta con Mario Santiago y otros jóvenes cabreados. Diestro en su regocijo, regresaría muchos años después por la puerta grande de la parodia. A todo Amadís de Gaula se le llega su Quijote. El ánimo burlesco, el remedo hilarante del heroísmo adolescente, la irrisoria candidez: tal es el tono en que cantan Los detectives salvajes la canción postrera de las vanguardias en la figura estrambótica de la última de ellas –plena de patetismo por extemporánea. Los goznes chirriando de befa; las bisagras desternillándose de risa; los pernos rechinando de mofa: no había otra manera de abrir sin forzar el portón del cementerio de las posibilidades agotadas. El rastreo del estridentismo, no obstante la velocidad del pespunte narrativo, tiene en el novelón de Bolaño el regusto de la nostalgia de las cosas improbables, la extrañeza de lo que pudo ser, para decirlo a la manera acaso presagiosa de List Arzubide.

    México, D.F., 1977, 1978, 1979…

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