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Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas


Maestría en Sociología
Asignatura: Sociología del arte
Profesora: Luz Teresa Gómez
Estudiante: Ángela Cifuentes Avellaneda

Reseña: Construir, habitar pensar


Martín Heidegger 1951

“Pero donde está el peligro


crece también lo salvador”
Hölderlin IV 190

En 1951 Heidegger da una conferencia en la ciudad de Darmstadt a propósito de una


realidad problemática que empieza a afrontar la Alemania de la posguerra; los lugares y
los espacios están completamente destruidos y surge para aquel entonces una nueva
forma de construcción que se basa en lo funcional exclusivamente. Por ello, nace para el
filósofo una serie de cuestionamientos sobre lo qué implica construir y a partir de ello
encuentra en su camino de investigación unas relaciones profundas entre el construir y
el habitar. No se puede pensar después de leer la conferencia de Heidegger que los dos
términos estén separados ni siquiera aislados parcialmente, porque el construir haya su
esencia en el habitar y a la inversa.

Pero entonces ¿qué es habitar? Esta es la pregunta con la que parte Heidegger su
conferencia y para resolverla afirma: “al habitar llegamos, así parece, solamente pro el
medio del construir. Éste, el construir, tiene a aquel, el habitar, como meta” (1, 1951) su
primera afirmación ya marca un camino concreto entre la coexistencia de los dos
verbos, sin embargo no se puede reducir la idea del habitar a lo que solemos entender
como el morar, puesto que cada uno de los lugares en los que reside el hombre como ser
existente, allí entonces habita. Por tanto, se construye pensando en el habitar, sin reducir
el habitar al morar, construir es encontrar lugares para el habitar del ser humano donde
despliegue su esencia, construir y habitar implica en términos Heideggerianos darle un
lugar al Dasein.
Cada espacio y cada lugar se convierte en la casa del ser humano, y la lucidez de
algunos personajes de la literatura como la del Flaco en Acelere lo reconocen: “Así
continué en la caminata que es lo único que ligeramente alivia la tensión hasta encontrar
la ternura de mi paisaje en las casas que conozco, en los techos que identifico desde
cualquier lugar del universo” (Esquivel, 1985, p. 26) Y así como el personaje de la
novela caleña, es posible encontrar en el arte una innumerable cantidad de artistas que
concuerdan con la visión Heideggeriana sobre la relevancia que tiene el espacio como
escenario para la existencia del hombre.

Ahora bien, la pregunta y la preocupación Heideggeriana cobra tanto significado en la


época en que se escribe como en esta, porque los diseños que ahora hacen parte del
construir cotidiano en especial en las ciudades de la periferia invitan a reflexionar sobre
una realidad demasiado compleja por la falta de armonía entre espacio, tierra, lugar y
ser humano, las casas se apiñan una tras otra sin dar lugar al ser humano que desea ser
un andariego, tal como lo nota Fernando en La virgen de los Sicarios:

“Las comunas son, como he dicho, tremendas. Pero no me crean mucho que
sólo las conozco por referencias, por las malas lenguas: casas y casas y
casas, feas, feas, feas, encaramadas obscenamente las unas sobre las otras,
ensordeciéndose con sus radios, día y noche, noche y día a ver cuál puede
más, tronando en cada casa, en cada cuarto, desgañitándose en vallenatos
y partidos de fútbol, música salsa y rock, sin parar la carraca. ” Vallejo, La
virgen de los Sicarios. (1994)

Pensemos por ejemplo el habitar en medio de estas casas o el surgir de la escuela de los
peripatéticos liderada por Aristóteles, ellos se caracterizaban por el pensar mientras
paseaban, y así lograban alcanzar la claridad en sus ideas, imaginémonos entonces este
mismo ejercicio en medio del bullicio, los caminos desgastados, los peligros de los
callejones oscuros y las multitudes errantes. ¿sería algo curioso, tal vez imposible? esto
se debe a que probablemente las formas arquitectónicas de hoy han conllevado a una
arquitectura que tiene miedo pensar y por ello los andariegos se han contagiado de esto
mismo.
Heidegger va a señalar tras una hermenéutica filológica, un poco al estilo nietzscheano,
que la palabra construir tiene una relación más cercana de lo que se piensa con el habitar
puesto que viene de Buan que en el alto alemán significa: habitar, residir y que además
está relacionada con Bin, el verbo ser en Alemán, por ende habitar y construir tienen un
profundo significado enraizado en la existencia del hombre o más bien esta se enraiza
en el significado ya que Ich Bin, yo soy, es entonces, yo habito. En este sentido el ser
humano es en la medida en que habita, el ser humano es un ser mortal arrojado al
mundo y existente en el espacio que le ofrece la tierra, sin la tierra el ser humano no
podría existir porque ella es la que lo permite, sin embargo, “el habitar no se piensa
nunca plenamente como rasgo fundamental del ser del hombre” (Heidegger, 1951) y por
el contrario al ser el habitar algo tan cotidiano se pierde de vista en su alcance tan
profundo.

Cuando mencionábamos lo de los peripatéticos y los problemas que presenta la


construcción actual, surgía entonces un nuevo trazo que nos acercaba más a la lucidez
heideggeriana puesto que cuando la arquitectura no piensa en el habitar entonces ocurre
lo que se plantea en la cita de Vallejo, se da un construir pobre no frente a lo económico
sino frente a la consciencia sobre el mismo habitar, en donde los humanos coexisten
pero niegan la existencia del otro con el ruido retumbante que hace cimbrear los vidrios
y martilla los oídos de los hombres. Habitar en este caso no responde sólo a necesidades
positivistas sino también a la esencia humana que se conjuga en lo que Heidegger
denomina la unidad primogenia: la cuaternidad, así habitar debe buscar la armonía entre
cuatro elementos: los mortales quienes están en la tierra y deben conducirse a su fin: la
muerte, la tierra, la cual es la que permite la existencia de los mortales y la vida en sí,
los divinos quienes han dejado leves rastros para acercar al hombre a la divinidad y el
cielo, que representa el pasar de las estaciones, del día y la noche en sí, el cambio del
tiempo.

La cuaternidad entonces reconoce dos elementos esenciales el espacio: cielo y tierra y el


tiempo: mortales y divinos, cada uno está enlazado al otro y hace parte de las dos
dimensiones esenciales del existir, y así como el habitar del mortal vive a la espera de
los divinos en la tierra y es carcomido por el paso del tiempo, así mismo ocurre con las
construcciones que el hombre habita, ellas hacen parte de ese existir y también son
arrasadas por el espacio y el tiempo, por eso conservarlas e intervenirlas es la muestra
de la misma lucha del ser humano para mantener su propia existencia.

Para cumplir con los designios de la cuaternidad entonces el ser humano debe sentir
tanto arraigo con la tierra como las plantas, así como el fragmento que menciona
Heidegger de Peter Hebel: «Somos plantas - nos guste o no admitirlo - que deben salir
con las raíces de la tierra para poder florecer en el éter y dar fruto.» (Obras, ed.
Altwegg, III, 314). Serenidad (4, 1994). En esta medida en la que el ser humano se
ancla a la tierra florece en ella y da frutos, es en esta medida en la que habita, pero esto
solo es posible de lograr de manera armónica con un construir que como lo dice
Heidegger no solo esté pensado en el aedificare, el erigir, sino que también se construye
como collere, es decir como cultura y como cuidado.

En resumen, habitar implica pensar cada construcción como la metáfora que emplea
Heidegger del puente con el que explica cómo este logra colindar el espacio y mantener
la armonía de la cuaternidad. El puente representa un camino entre la vida y la muerte,
es además una forma de unir la tierra y de permitir el paso de los mortales, él coexiste
con la tierra sin interrumpir el fluir del agua, está bajo el correr del cielo y enlaza a los
humanos con los divinos, así da sitio, une fronteras (péras en griego) que no son donde
termina algo sino por el contrario donde empieza. El puente además es una
construcción, es un lugar, que le da nombre al espacio donde reside y al espacio abierto
que existe como spatium, es decir, como espacio intermedio, pero todo esto se debe al
espacio como extensio, es decir, al espacio matemático intangible pero real.

Bibliografía
Esquivel, Alberto. (1985) Acelere. Plaza y Janes.
Heidegger, Martin. (1951) Construir habitar pensar. artículo online:
http://www.geoacademia.cl/docente/mats/construir-habitar-pensar.pdf
Heidegger, Martin. (1994) Serenidad. Ed. Serbal. Barcelona
Heidegger, Martin. (1998) Y ¿para qué poetas? – Caminos del Bosque. Ed.
Alianza.Madrid
Vallejo, Fernando. (1994) La virgen de los sicarios. Alfaguara.

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