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Introducción: Hoy día hay muchísimos autores de libros, y libros muchos más. Hay
para todos los gustos y necesidades; se considera que se escriben muchos
artículos médicos y científicos cada día, tantos que el hombre no alcanza a leerlos
y menos a asimilarlos, pero son sin duda interesantes, pues hablan de la salud del
hombre y los nuevos descubrimientos y avances de la ciencia. Ahora
estudiaremos un libro único, celestial, su contenido es vital, es propiedad de Dios,
pues lo llama “Su libro”… es el LIBRO DE LA VIDA:
Nota: Por las condiciones del cielo mismo (me refiero a la habitación de
Dios) el material que lo compone es único. Es celestial también porque está
en el cielo y su escritura es única. Así como hay lenguas celestiales,
también hay escrituras celestiales, recordemos que Daniel tuvo que
interpretar con la ayuda de Dios el mensaje escrito en la pared para el rey
Belsasar (Daniel 5:5).
Nota: El versículo nos enseña un nuevo título: “el libro de la vida del
Cordero”, el término Cordero nos recuerda el sacrificio en el altar, y señala a
Cristo, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y es “del Cordero”
porque destaca que la fe en él es el camino para que nuestro nombre sea
inscrito allí.
1. Vestiduras blancas,
2. Nuestro nombre permanecerá para siempre en el libro de la vida,
3. Nuestro nombre será confesado por Cristo delante del Padre y sus
ángeles.
Nota: La frase “Todos los muertos” involucra a todos aquellos impíos desde
los antediluvianos hasta el tiempo futuro cuando Dios establezca Su reino
en la tierra. “Grandes y pequeños” indican: poderosos y débiles, ricos y
pobres, doctores y analfabetas, sin distinción de raza, ni color. “De pie ante
Dios” como un acusado cuando espera su sentencia.
Nota: La frase “y fueron juzgados los muertos”, nos recuerda que la muerte
no cancela el juicio venidero. Estos pecados son aquellos que no han sido
perdonados, pues los hombres no se arrepintieron de ellos, no aceptaron la
sangre de Jesús para redención de sus pecados por cuanto no creyeron en
él.
Nota: Todos cuyos nombres están inscritos en el libro de la vida, son salvos
de la condenación eterna (lago de fuego), y es una razón de sumo gozo
para el creyente, Jesús lo dijo, Lc. 10:17-20.
En ésta tierra estamos de paso, somos extranjeros porque somos del cielo;
por eso el apóstol Pablo dijo: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de
donde también esperamos al Salvador, a Jesucristo nuestro Señor” (Fil.
3:20).