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FRANCISCO JAVIER BARBA REGIDOR

Estructura y dinámica de
la Tierra

Introducción a los procesos geodinámicos globales

2019
Estructura y dinámica de la Tierra 2019

1. INTRODUCCIÓN
La Tierra es un planeta dinámico. Esta circunstancia, relativamente extraña en el contexto del
Sistema Solar, ha hecho de la Tierra un planeta diferente incluso entre los más parecidos a él,
los denominados planetas terrestres o interiores.
Fruto de esa dinámica, las cordilleras y los continentes que las soportan, los océanos y los
volcanes que los estiran, en su conjunto, han configurado, junto con los procesos
meteorológicos, todo un complejo de formas superficiales que son como un libro abierto de la
propia historia que lo ha construido.
Sin embargo, nuestro conocimiento de toda esa dinámica y de la historia acaecida ha sufrido
profundos cambios en el breve plazo de los últimos 250 años, y, especialmente, en los últimos
seis decenios. Desde Hutton a la actualidad, la ciencia geológica ha ido construyendo un
cuerpo de doctrina cada vez más complejo -lo mismo o más que la misma historia del planeta-,
que, con toda seguridad, será tanto o más complejo en las futuras próximas décadas. La
tecnología de apoyo en el estudio de la estructura y de la dinámica terrestre ha proporcionado
novedosos e importantes datos, con imágenes notablemente inquietantes sobre el estado
profundo de nuestro planeta y de las implicaciones que éste, y su evolución en el tiempo,
pueden llegar a tener en los procesos superficiales. En definitiva, una imagen cambiante de la
Tierra.
En la actualidad, algunas ideas tradicionales precisan de una reformulación, de una
simplificación acaso; a veces, de una ampliación o, por qué no, de una extirpación de los
manuales al uso, en donde sólo deben quedar como conceptos de uso ya obsoleto. La
dificultad de acercarnos a la actualidad de lo que hoy entendemos por estructura y dinámica
terrestre sugiere la necesidad de llevar a cabo una actualización en ese sentido. Esta es la
tarea que se va a iniciar a continuación.

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2. ESTRUCTURA TERRESTRE: NUEVOS MODELOS


2.1. Las referencias
Existen numerosas referencias que nos acercan en los últimos casi cuarenta años a los
cambios en la concepción de la estructura interna de la Tierra. No es fácilmente olvidable la
recopilación titulada "Deriva Continental y Tectónica de Placas", llevada a cabo por
H.Blume edic. en 1974, que, bajo la colección "Selecciones de Scientific American", tuvo
sucesivas reediciones en castellano hasta principios de los ochenta. Otra monografía de cierto
interés lo fue en su momento el número 86 de la revista Investigación y Ciencia, titulado
Dinamismo terrestre (noviembre de 1983). Posteriormente, este texto fue sucesivamente
reeditado, recogiéndose otros artículos que habían ido saliendo con posterioridad a aquél y
que se referían a los aspectos dinámicos del planeta. El documento a que nos referimos, con el
título genérico "La Tierra: estructura y dinámica", fue editado bajo la selección de A. Udías
en 1988 por Prensa Científica, bajo la colección Libros de Investigación y Ciencia.
Estas tres obras, recopilaciones a su vez de diversos artículos aparecidos en Investigación y
Ciencia hasta entonces, supusieron una pequeña revolución en el conjunto de los
conocimientos que una buena parte de los profesores de Enseñanza Secundaria, que,
habiendo iniciado su carrera docente antes de empezar a divulgarse la nueva teoría, tuvieron
la oportunidad de conocer para empezar a tratar de ponerse al día en la nueva visión del
planeta.
En este tiempo, además, se han venido editando en español por la Editorial Rueda una serie de
manuales de uso bien conocido escritos por F. Anguita y algunos otros autores. Hasta aquí, ese
viene a ser todo el bagaje de la información asequible y disponible en las librerías españolas.
Cualquier intento para ponernos al día al respecto pasa irrevocablemente por la consulta de
textos publicados especialmente en inglés y, ocasionalmente, en francés y sus filiales
españolas (Boillot, 1984; etc.). Una relación de algunas de estas referencias se incluye al final
en el capítulo de la Bibliografía.
Algunas referencias más modernas acerca del tema hay que buscarlas en diferentes revistas
científicas. Unas, más generalistas (Science, Nature); otras, menos (Geology, TerraNova, etc.),
pero todas ellas más elitistas que la ya mencionada y tradicional revista de divulgación
Investigación y Ciencia ("Scientific American") o su sucedánea francófona –y ya,
desgraciadamente, desaparecida- Mundo Científico ("La Recherche").
2.2. La estructura terrestre y la tecnología
Se ha dicho que no hay ciencia sin tecnología; pero también que no puede haber revolución
tecnológica si la ciencia no contribuye a su desarrollo. Estamos, en consecuencia, ante un
dilema serio que conecta tan íntimamente la ciencia con la tecnología y ésta con la anterior
que prácticamente se nos muestran como un algo indisoluble. Si la gran revolución galileana
de la Astronomía, por ejemplo, vino dada por el descubrimiento del telescopio como
herramienta de observación más precisa, la correspondiente al concepto que hoy tenemos de
la Tierra y su interior -y su dinámica- ha venido dada por la creciente capacidad del ser
humano de encontrar hasta en los sucesos catastróficos -los terremotos- la clave para
desentrañar los misterios del interior perturbado de ese mismo planeta. La sismología se nos
ha convertido en una de las más eficaces herramientas en este afán, y, junto con el estudio del

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paleomagnetismo de las rocas, han sido las claves para explicarnos ciertas circunstancias de
por qué los materiales geológicos están donde están y como están.
2.2.1. Las primeras aproximaciones al conocimiento de la estructura interna de la
Tierra
2.2.1.1. El momento de inercia y la densidad terrestre.
La primera referencia acerca de cómo pueden variar las características físicas en el interior de
la Tierra las encontramos en el momento de inercia, I, de la Tierra.
En un cuerpo esférico, este parámetro viene dado por la expresión matemática I = ZMR2, en
donde M es la masa de ese cuerpo, R su radio y Z una constante cuyo valor es 2/3 si, en el caso
de un casquete esférico, toda su masa está concentrada en su superficie. Si, en cambio, la masa
se concentra en el centro, Z vale cero (Z = 0). Si la densidad de la esfera es constante en todos
sus puntos, Z = 2/5.
Por ello, I nos da, por medio de Z, una idea de la concentración de masa respecto al centro del
cuerpo. Si Z>2/5, la parte central será menos densa, por término medio, que la superficial, e,
inversamente, en el caso de que Z<2/5, la parte central sería más densa en su conjunto que la
superficial.
Como en la Tierra Z=0'3306, esto es menor de 2/5, la densidad será, por término medio,
mayor conforme nos acerquemos al centro.
2.2.1.2. La variación de la densidad y de la presión en el interior terrestre
Continuando con la metodología aportada por el método anterior, Bullen calculó las
densidades en profundidad desde la parte superior del manto -donde supuso un valor de 3'32
g/cm3, valor aproximadamente igual a la del olivino, mineral que creía constituyente de esta
zona-. A partir de estos datos, calculó la masa y el momento de inercia del manto. Luego,
supuso que la densidad de la corteza era constante, deduciendo que su masa y su momento de
inercia eran tan pequeños que los efectos sobre los cálculos siguientes resultarían mínimos.
Restando las masas y los momentos de inercia de la corteza y el manto de las cantidades
correspondientes a la totalidad de la Tierra, dedujo la masa y el momento de inercia del
núcleo. Asombrosamente, el valor de Znúcleo obtenido era de 0'57, esto es, más propio de un
cuerpo con densidad decreciente con la profundidad.
El propio Bullen reconocía que estos resultados no eran posibles; como veremos, las pruebas
sísmicas demuestran que el núcleo externo debe ser líquido, con lo que, gravitacionalmente,
se puede comprender la inestabilidad de un líquido denso "flotando" sobre otro más ligero (!).
Después de diversos análisis, se concluyó que casi con toda seguridad el valor de Z en el
núcleo debía ser de 0'385 a 0'390, que implica, en primer lugar que la densidad crecía con la
profundidad, y, en segundo lugar, que había algún error en la consideración de la densidad del
manto.
La aceptación de un valor de Z para el núcleo menor de 0'4 implicaría una densidad para el
manto de hasta casi 37. Si el análisis de probabilidades de los tipos de rocas que pudieran ser
compatibles con estos valores fue difícilmente concluyente en aquellos momentos, en la
actualidad un incremento de este tipo puede ser entendido como debido a cambios en las
coordinaciones químicas de las fases minerales a medida que aumenta la profundidad y, por
tanto, la presión de carga.
Un esquema actualmente aceptado de la distribución de las densidades en el interior terrestre
se muestra en la figura 1, con un importante salto a los 2990 km de profundidad, límite que
veremos marcado más adelante por medio de otros métodos de análisis.

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Figura 1.
Distribución de las densidades (banda de puntos) de los materiales geológicos en el interior de la Tierra y de las
variaciones en la presión (línea quebrada).
Extrapolando estos valores a las variaciones de la presión con la profundidad, la gráfica de
Bullen muestra la existencia de saltos equivalentes a los mostrados por las variaciones en la
densidad, lo que insiste en la heterogeneidad profunda del planeta, esto es, en su fuerte
estructuración en capas separadas por superficies más o menos netas.
2.2.2. La sismología y la tomografía sísmica
El fundamento del método sísmico es bien conocido: los terremotos liberan energía partícula
a partícula en forma de vibraciones profundas -las ondas profundas, P y S- que, al llegar a la
superficie pueden, a la vez de descomponerse en ondas superficiales -y catastróficas-, llegar a
ser capturadas por sismógrafos más o menos eficaces que rápidamente pueden
proporcionarnos datos de llegada de los trenes de onda que, una vez analizados y comparados
con los registros de otras estaciones, nos suministrarán interesantes datos del retardo sufrido
por las ondas sísmicas de profundidad, bien por haber recorrido caminos más largos, bien por
haber atravesado rocas menos dispuestas a dejar pasar esos trenes de onda, o todo lo
contrario.
En efecto, la observación precisa del comportamiento de estas ondas aporta interesantes
deducciones de las variaciones de rigidez de las capas rocosas del interior terrestre. Ello viene
dado por el hecho de que tanto la velocidad de propagación de las ondas P como la de las
ondas S viene controlada directamente por el módulo de cizalla o "rigidez", , de modo que la
expresión de ambas velocidades es la siguiente (véase desarrollo en Udías y Mezcua, 1997, p.
142a145):

en donde Vp y Vs representan las velocidades respectivas de las ondas P y S, siendo K el


coeficiente volumétrico o de compresibilidad de las rocas, y p es la densidad de los materiales
atravesados. Se deduce de aquí que la velocidad de ambas ondas depende directamente de la
rigidez, no de la densidad, de los materiales atravesados.
De aquí, se puede deducir fácilmente que, sea cual sea el valor de K, de  y de , Vp>Vs. Es
decir, nos proporciona el fundamento de por qué las ondas P son más rápidas que las ondas S.
Igualmente, se justifica que, en aquellos medios en que u sea nulo, las ondas S no se desplacen,
pues su velocidad se anula.
Además, como cualquier onda -de sonido, luminosa, etc.- que trate de pasar de un medio de
rigidez "x" a otro de rigidez "z", ésta tratará de hacerlo en función del ángulo de incidencia

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desde el medio de entrada, en función de la energía disponible y, especialmente, en función de


las diferencias en la rigidez entre ambos medios. Se podrá, así, bien refractar, bien reflejar a
medida que el ángulo de incidencia aumente.
En el caso de la refracción, se sabe que se puede expresar matemáticamente por medio de la
ley de Snell, en donde las relaciones trigonométricas se refieren a los senos de los ángulos en
el medio de incidencia (i) y refractado (r), en tanto que i y r son los valores de la rigidez en
ambos medios respectivamente:

(2)
La importancia de esta expresión está en que nos brinda la posibilidad de establecer cuál va a
ser la trayectoria de la onda sísmica en función de la variación de la rigidez del medio
incidente al medio refractado. Así, se puede demostrar que, si aumenta la rigidez, la
trayectoria se aleja de la normal, con lo cual geométricamente adquirirá un trazado cóncavo,
tendiendo la onda a salir a la superficie; al contrario, si el medio incidente es más rígido que el
medio refractado, la trayectoria será convexa, en que la onda buscará el interior terrestre con
preferencia a la superficie. Las figuras 2A y 2B resumen, respectivamente ambos casos. El
Anexo I representa el fundamento de esto.

Figura 2.
Trayectorias seguidas por las ondas sísmicas en dos planetas diferentes; H: hipocentros. En (A), la rigidez es mayor
con la profundidad; en (B), la rigidez es mayor cerca de la superficie que en profundidad. El Anexo I explica este
fenómeno.
Estos datos, además, nos introducen en la posibilidad de usar de manera combinada todos
ellos, contribuyendo a desentrañar poco a poco la naturaleza y el estado de los materiales
profundos, así como las variaciones de ambos aspectos, la geometría y las dimensiones de las
capas en que ese planeta esté estructurado.
Precisamente, cada capa se encuentra separada de la siguiente por superficies más o menos
nítidas, a veces, verdaderas zonas de transición de algunos kilómetros de espesor; son las
discontinuidades sísmicas, así denominadas porque en estas zonas o superficies las ondas
sísmicas cambian bruscamente de comportamiento (velocidad, trayectoria).
Por otro lado, parece elemental pensar que, cuanto más tupida sea la red de sismógrafos
extendida por toda la Tierra, mayor será la cantidad de datos disponibles de la mayor
cantidad posible de interior terrestre, que se podrán cruzar unos con otros para mostrarnos
una imagen tridimensional del estado térmico -y de rigidez- de las rocas más profundas-; algo
así como lo que normalmente ocurre con las ecografías que se les hacen a las embarazadas,

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aunque con ultrasonidos, no con terremotos. La imagen conseguida puede darnos una idea
fidedigna de lo que un útero puede albergar en ese instante; en nuestro caso, lo que se
recogerá será la geometría de las masas frías y calientes, más rígidas y menos rígidas,
respectivamente. En definitiva, se tratará de una representación certera de la circulación
energética -y material- en esas capas profundas: la circulación convectiva, tan importante
para desentrañar las causas de los movimientos superficiales de esos fragmentos terrestres
denominados placas litosféricas por su composición silicatada. Una referencia asequible y
obligada acerca de esta técnica se puede encontrar en el artículo de Anderson y Dziewonski
que, publicado en Diciembre de 1984 en Investigación y Ciencia se recoge de nuevo en la
recopilación de 1988 ("La Tierra: estructura y dinámica").

(a)
Figura 3.
a) Distribución de las velocidades de
propagación de las ondas P y S en el interior de
la Tierra, según Jeffreys (1939) y Gutenberg
(1959). b) Esquema de la estructura sísmica de
la Tierra deducida a partir de la gráfica de la
figura 2.a; según Bullen (1963) Abreviaturas: L,
Litosfera A, Astenosfera. M, Mesosfera. E,
Endosfera. C, Corteza. MS, Manto superior. MI,
Manto inferior. NE, Núcleo externo. NI, Núcleo (b)
interno.
El estudio del comportamiento elástico de los materiales rocosos profundos al paso de las
ondas sísmicas nos suministra, por lo tanto, un amplio abanico de informaciones. De un lado,
que nuestro planeta está estructurado en capas más o menos concéntricas; que estas capas
están separadas por superficies más o menos nítidas llamadas discontinuidades; que el
estado de rigidez de dichas capas se puede poner de manifiesto por medio de las variaciones
de las velocidades de las citadas ondas. El método para determinar éstas se recoge en el Anexo
II.
Es bien conocido el diagrama de las velocidades de propagación de las ondas P y S hasta el
centro de la Tierra. Este diagrama, elaborado por Jeffreys en 1939 para el caso de las ondas
primarias, coincide bastante bien con el posteriormente obtenido por Gutenberg en 1959. En
ambos casos se detectan tres saltos significativos para las velocidades; uno cerca de la
superficie, marcado por la posteriormente denominada discontinuidad de Mohorovicic -o
simplemente Moho-, que separa la corteza del manto; otro a los 2990 km de profundidad, o
discontinuidad de Gutenberg, entre el manto y el núcleo. Por último, una tercera, a unos
5000 km de profundidad, dentro del núcleo, la discontinuidad de Lehman, que diferencia
dos niveles, el externo y el interno, cuyas diferencias mutuas de rigidez quedan marcadas por
la gráfica de velocidad de las ondas S según Gutenberg. Así8 (ver figura 3), la discontinuidad
de los 2990 km, habida cuenta que las ondas S pierden absolutamente su energía cinética -
velocidad cero- al llegar a la superficie del núcleo externo, representa a esa profundidad un

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cambio de estado físico al menos entre el manto inferior y el núcleo externo; el primero,
sólido, el segundo fluido.
Más recientemente, en las inmediaciones de la propia superficie de discontinuidad de
Gutenberg, se cita la existencia de una zona de transición desde un lado a otro, con posible
intercambio de materiales; esta región, conocida como nivel D es, a su vez, la fuente de
importantes "corrientes en chorro" de materia y calor que, después de atravesar el manto y
llegar a la superficie terrestre, en donde forman puntos calientes, con vulcanismo asociado (p.
ej. Hawaii), se denominan plumas térmicas. La existencia de este nivel permite, una vez más,
ponernos ante la eventualidad de que, al menos desde el punto de vista estructural, las
transiciones bruscas no lo son tanto como pudiera parecerlo.
En efecto, bajo esta misma configuración, la transición del núcleo externo al interno, o
discontinuidad de Lehman, no es ni mucho menos un corte o salto tan brusco, como tampoco
lo es la en otro tiempo conocida discontinuidad de Repetti o de los 650-670 km de
profundidad, dentro del manto terrestre, en donde se separaban el manto superior y el
inferior.
2.2.3. El geomagnetismo y la naturaleza y la dinámica profundas.
Otro método para el conocimiento del interior de la Tierra es el que nos brinda el magnetismo
terrestre que ha quedado grabado en las rocas de la Tierra. Este método parte de la idea
fundada de que el campo magnético de la Tierra, que se comporta como un dipolo, es el
responsable del magnetismo de algunos materiales geológicos en la superficie terrestre. Este
magnetismo de la Tierra se interpreta que es debido a causas profundas que tienen que ver
con la estructura y con la dinámica del núcleo. Los modelos modernos lo atribuyen a que éste,
el núcleo terrestre, actúa como una dinamo autoexcitable. Para ello se requiere una
naturaleza metálica por parte de él, a la vez que un estado líquido del mismo para que, al
moverse continuamente por corrientes helicoidales -corrientes ciclónicas- polarice los
electrones del núcleo generando el campo magnético del planeta. El fundamento de ello
parece encontrarse en el hecho de que, según el principio de la dinamo, un conductor que se
mueve dentro de un campo magnético produce comentes eléctricas, pero éstas, al circular por
el núcleo, producirían también un campo magnético. Por eso se denomina "autoexcitable",
porque las corrientes producidas por el campo magnético existente contribuyen a su vez a
crearlo o mantenerlo. El campo magnético original, necesario para "poner en marcha" la
dinamo, puede ser debido a corrientes eléctricas muy débiles creadas por termoelectricidad:
corrientes producidas por dos conductores que están en contacto y a diferente temperatura,
lo que puede ser el caso del núcleo externo e interno.
La existencia, pues, de este magnetismo, nos obliga a pensar en principio en tres ideas básicas
en cuanto a la naturaleza y a la dinámica de las capas más profundas que forman el núcleo de
la Tierra: una naturaleza metálica, un estado fluido y un flujo constante de materia y energía.
Pero, ¿de qué tipo de elementos químicos estarán constituidas esas capas tan inaccesibles que
forman no ya sólo el núcleo, sino también el mismo manto?
2.2.4. Los meteoritos y su valor como indicadores de la composición de las capas
profundas de la Tierra.
La idea de que los planetas y el Sol se formaron a la vez a partir de una nebulosa en
contracción y en rotación da pie a posibilitar un estudio comparado de los meteoritos con
respecto a las diferentes capas terrestres. Clásicamente, los meteoritos se pueden entender no
precisamente como rocas procedentes de ningún planeta destruido por catastróficas
colisiones en el espacio del Sistema Solar. Más bien, al contrario; se trata de cuerpos que no
llegaron a tener la oportunidad de colisionar con la suficiente capacidad de liberación de calor
como para coalescer con otros para formar primeramente un planetésimo, luego un

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protoplaneta, después un planeta en toda regla. Anguita (1988) señala que el origen de estos
cuerpos hay que buscarlos probablemente no fuera del cinturón de asteroides. Las colisiones
allí existentes podrían contribuir a la "colocación" en órbitas inestables de los fragmentos
resultantes, de modo que la resonancia con Júpiter los envía a órbitas que crucen con la de los
planetas interiores, entre otras, la de la Tierra, convirtiéndolos propiamente en meteoritos.
C.
Carbonáceos
Condritos (5%)
Litometeorito (86%) C. ordinarios
s
Acondritos (81%)
(95%)
(9%)
Siderolitos
Meteoritos
(1%)

Sideritos
(4%)

Figura 4.
Clasificación de los meteoritos y proporción relativa cuya caída está documentada.

Precisamente, estos cuerpos, minúsculos en comparación con los planetas y satélites del
propio sistema, tras rozar y destruirse parcialmente en las atmósferas de aquellos cuerpos
que las tuvieran, caerían sobre su superficie generando impactos generalmente violentos, uno
de cuyos vestigios es la existencia da cráteres de impacto, más frecuentes en aquéllos que
carecen de atmósfera (Luna, Mercurio, etc.). Cabe suponer, por tanto, que los meteoritos,
estadísticamente, pueden presentar una composición en poco o en nada diferente a la de las
diferentes capas de los planetas interiores, los terrestres, y, por lo tanto, de la Tierra.
Anguita (1988, Tabla 2.6) incorpora un modelo de clasificación de estos cuerpos, señalando
que hay tres tipos básicos: sideritos, litometeoritos -equivalentes a los aerolitos de
Martínez Frías et al., 1989- y siderolitos (Figura 4). Los primeros, compuestos por una
aleación de Fe y de Ni, sugieren una constitución comparable a la del núcleo terrestre; los
litometeoritos vienen a ser una mezcla de diversos silicatos (sobre todo con piroxeno y
olivino), distinguiéndose entre condritos y acondritos, según tengan o no cóndrulos en su
interior, estructuras esferoidales interpretadas comúnmente como pequeñas gotas de
material fundido producidas durante las primeras colisiones ocurridas en la nebulosa que dio
lugar al Sistema Solar; por su composición, se distingue entre las condritas las carbonáceas de
las ordinarias. En cuanto a los siderolitos, vendrían a ser una mezcla de los otros dos.
Una referencia interesante para profundizar en la naturaleza y el significado de estos cuerpos
puede encontrarse en el trabajo ya citado de Martínez Frías et al.
2.2.5. Otros métodos.
Otros métodos utilizados para conocer la naturaleza, el estado y la disposición de las rocas del
interior terrestre son, aunque de diferente utilidad, el gravimétrico, el geoeléctrico, el flujo
térmico o los métodos directos, que, implicando el estudio directo de las rocas presentes,
comprende los sondeos y la geología minera. Aquí abordaremos, finalmente, sólo de los tres
primeros.
2.2.5.1. El método gravimétrico
Se basa este método en las relaciones entre la aceleración de la gravedad (g) y la densidad ()
de los materiales geológicos (figura 5). Según estas relaciones, cualquier variación de este

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último parámetro determinará una variación en el mismo sentido del primero.

Figura 5.
Relaciones entre la aceleración de la gravedad y la densidad de los materiales terrestres, en donde se deduce que
aquélla es función directa de ésta.
Evidentemente, estas relaciones parten de unas expresiones matemáticas que son sólo una
aproximación a la resolución del problema. En efecto, la igualdad entre distancia y radio
terrestre (d = R) para todo cuerpo situado en la superficie de la Tierra sería sólo válida en el
caso de que la Tierra fuera una esfera perfecta. Sin embargo, no lo es, sino que se trata de una
figura más próxima a un elipsoide de revolución, con dos radios extremos, uno ecuatorial y
otro polar, más pequeño éste que el primero. Este elipsoide se dibuja sobre la superficie de los
océanos y su prolongación ideal bajo los continentes.
Frente a esta figura, se habla también de geoide para referirnos a una figura virtual producida
por una superficie terrestre equipotencial a la gravedad. Esta figura se elevaría por encima del
elipsoide debajo de los continentes, y se hundiría por debajo de los océanos.
Bajo estas premisas, parece lógico pensar que, en principio, la aceleración de la gravedad ("g")
sería diferente en el polo que en el ecuador. Para resolver este problema, se ha desarrollado la
denominada Fórmula Internacional de la Gravedad, que determina el valor teórico de "g"
para cada punto de la superficie terrestre en función de la latitud (9). Esta fórmula es la
representada a continuación:
gt = 978049 (1+0'0052884 sen2 - 0;0000059sen22)
De acuerdo con Udías y Mezcua (1997, p. 54 y sigs.), la aproximación de primer orden de la
forma de la Tierra a un elipsoide de revolución es de gran importancia en Geodesia. Esta
figura viene definida por su semieje mayor o radio mayor (a) y el aplanamiento (), en donde
éste viene dado por la siguiente expresión:  = (a-c)/a, siendo c el semieje menor. En 1983, la
Asociación Internacional de Geodesia (IAG) -en la XVIII Asamblea General de la Unión
Internacional de Geodesia y Geofísica (IUGG) celebrada en Hamburgo- estableció el Sistema
Geodésico de Referencia 1980 con los valores siguientes:
GM 3,986005 x 1014 m3s-2, para M = 5'976 x 1024 kg (IUA, 1964)
A 6.378.137 m
 7,292115 x 10-15 s-1 (= velocidad angular)
 1/298257
J2 1,08263 x 10-3 (coeficiente denominado "factor de forma dinámica", que depende de la
diferencia entre los momentos de inercia en una dirección horizontal y la otra vertical,
frente al radio máximo y a la masa terrestre)
En relación con los valores de los elipsoides de referencia, se han deducido fórmulas estándar
de la gravedad normal a nivel del mar en función de la latitud. La expresión que corresponde
al Elipsoide de Referencia 1967, y que fue adoptada en la misma Asamblea de la IAG, conocida

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como Fórmula de la Gravedad 1967, es, para  = colatitud:


 = 9,78032 (1 +0'0053025 sen2 - 0,0000058sen22) ms-2
Esta fórmula está basada en el valor de g = 9,812603 ms-2 para Postdam. Este dato es un valor
de referencia para todas las medidas de la gravedad y se refiere al valor absoluto de la
gravedad en esta ciudad de Alemania. El término en sen22 corresponde a una corrección al
elipsoide.
La fórmula de la gravedad correspondiente al Sistema Geodésico de Referencia 1980, con una
exactitud de 1 ms-2, para  = latitud, es
 = 9,780327 (1+0,0053024 sen2 - 0,0000058sen22 ) ms-2
Sin embargo, este valor de la aceleración de la gravedad no es definitivo para cada punto.
Cuando se determina el valor real de "g" con un gravímetro, el nuevo valor es claramente
diferente del teóricamente obtenido por medio de la fórmula. Se producen así las anomalías
gravimétricas, que pueden ser de dos tipos, positivas (el valor real de "g" es mayor que el
teórico) y negativas (el valor real es menor que el teórico). Tanto unas como otras tienen una
interpretación diferente: las anomalías positivas implican, en aplicación de las relaciones
constatadas entre "g" y "", un exceso de masa, en tanto que las negativas se interpretan como
debidas a un déficit de masa.

Figura 6.
Correcciones gravimétricas y su aplicación.
Para valorar la influencia de diferentes factores en la génesis de estas anomalías
gravimétricas, se llevan a cabo distintas correcciones (figura 6). Una vez determinadas y
calculadas todas, se relacionan algebraicamente con el signo sumativo (+) o restante (-) en
función de su carácter. Así, la corrección latitudinal -que sólo se calculará si el "g" teórico no
ha considerado el valor de la latitud- se sumará siempre y cuando hayamos tenido en cuenta
el valor de "g" en el Ecuador (latitud cero). En cambio, la de aire libre restará si la estación
está elevada sobre el nivel del mar. Por ello, la atracción de las masas contenidas en esa altura
incrementará la atracción gravitatoria, por lo que la corrección de Bouguer será sumativa. La
topografía se sumará también si hay grandes relieves positivos alrededor de la estación; se
restarán si hay grandes depresiones en el entorno.
Un ejemplo de aplicación de esta técnica la tenemos en la figura 7. En ella se constata la
existencia de una anomalía residual o total negativa para una región elevada a casi dos mil

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quinientos metros sobre el nivel del mar. Esto no sólo no es una casualidad sino que es lo
usual en las áreas continentales, en tanto que en las áreas oceánicas la anomalía suele ser
positiva. ¿Cómo puede interpretarse una circunstancia de este tipo, cuando, al contrario de lo
que es, parece que en los océanos, más bajos que los continentes, están cubiertos de agua,
frente a las rocas de los propios continentes, más de dos veces y media más densas que aquél.
2.2.5.2. La isostasia y el juego de los equilibrios de los bloques corticales.
Observaciones de esta índole son antiguas. Es conocida la controversia planteada por el hecho
de que las grandes cordilleras presentan menos atracción gravitatoria de la que les
correspondía. La primera solución que se dio para explicar este hecho era invocar a la
existencia de las rocas sedimentarias y otras rocas ligeras y de composición granítica (SIAL)
para explicar esta anomalía. De hecho, se suponía que todos los defectos y excesos de masas
por encima o por debajo del nivel del geoide habrían de estar compensados, de modo que, a
cierta profundidad, el material pudiera encontrarse en equilibrio hidrostático; de acuerdo con
esto, la masa adicional en las montañas y su ausencia en las regiones oceánicas habrían de
estar compensadas con un defecto o con un exceso de masa, respectivamente, para lograr la
condición de equilibrio. El problema se planteaba ahora al buscar hasta qué profundidad se
producía esta compensación. Esto es, dónde se encontraba la superficie a partir de la cual
dejaría de existir tal anomalía. A esta superficie se la denominó en consecuencia superficie de
compensación gravimétrica.

Figura 7.
Ejemplo para el estudio de las anomalías gravimétricas a partir de las correcciones a realizar en una estación en
los Estados Unidos de Norteamérica.
Las primeras propuestas datan del siglo XIX. De un lado Pratt proponía que esta superficie
debía ser paralela de alguna manera a la superficie del geoide a una determinada profundidad.
Ello implicaría que para que los bloques continentales pudieran explicar de este modo las
irregularidades topográficas debían representar bloques de igual masa, pero de diferente
volumen y densidad. La figura 8b recoge esta propuesta.
La alternativa se debe a Airy. Este autor suponía que la superficie de compensación isostática
debería ser simétrica a la topografía, de modo que los bloques corticales resultantes, de
diferente volumen y de masa distinta, debían tener todos inexcusablemente una densidad
comparable. La figura 8a recoge la visión gráfica de esta hipótesis.
Ambas visiones isostáticas reciben los nombres respectivos de sus autores y de los discípulos
que las divulgaron (y defendieron públicamente una frente a otra); son las hipótesis de Pratt y
Hayford y de Airy y Heiskanen, respectivamente.
¿Cuál de las dos hipótesis es la correcta?
Indudablemente, debemos acudir de nuevo a las anomalías gravimétricas residuales
comentadas anteriormente. Una anomalía negativa en los continentes debe suponer una

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

pérdida de masa en los continentes, más allá de lo que debiera ser la profundidad a la cual la
corteza se separa del manto paralelamente al geoide. Si esto es así, esta superficie estaría
hundida en el manto. Y al contrario, una anomalía positiva en los océanos implicaría que el
manto se "inyecta" hacia la corteza, empujando a ésta por encima de la que debiera ser esa
superficie paralela al geoide. En definitiva, estaríamos justificando la hipótesis de Airy y
Heiskanen, frente a la de Pratt y Hayford.

Figura 8.
Hipótesis de la localización de la superficie de compensación isostática: a) según Airy; b) según Pratt.
Un modelo de sustentación de las masas continentales como el apuntado no es, en absoluto,
un modelo estático. Muy al contrario, representa un modelo de equilibrio dinámico vertical
entre la litosfera (que comprende a la corteza también) y la astenosfera subyacente, un nivel
relativamente plástico sobre el cual se desplazan las placas litosféricas. Este equilibrio vertical
se llama isostasia (Dutton, 1889): si este equilibrio se altera, tiende a recuperarse con
movimientos ascendentes o descendentes, de modo que una pérdida de carga implicará un
ascenso de las masas continentales, en tanto que una sobrecarga del mismo dará lugar a un
hundimiento. Es fácil comprender qué procesos geológicos son capaces de cargar la litosfera,
y qué otros son capaces de descargarla. De este modo, la superficie de compensación
anteriormente señalada será de compensación isostática.
2.2.5.3. El método geoeléctrico.
Se basa en el hecho comprobado de la existencia de que en el subsuelo terrestre existen
materiales que poseen alta capacidad de conducción de la corriente eléctrica, frente a otros
altamente resistentes. De entre ellos, cabe destacar fundamentalmente los minerales
metálicos así como la humedad de ese subsuelo, bien considerada como agua freática, bien
como simple humedad de los suelos capaces de conducir la electricidad como electrolitos.
Para que esto sea posible es preciso que previamente exista un potencial eléctrico suficiente
como para permitir el flujo de los electrones. Esta diferencia de potencial puede ser debida a
corrientes naturales, que crean potenciales espontáneos. En el primer caso se trata de lo que
se conoce como corrientes telúricas, que son explicadas por medio de fenómenos tales como
capas iónicas, electro filtración, diferencias de pH y electro-ósmosis. Normalmente presentan
valores que van desde una fracción a centenares de milivoltios, revelando, entonces, la
existencia en el subsuelo de una "pila" relativamente potente de metalizaciones de sulfures
y/o zonas grafitosas. En función del tipo de potencial, se puede llegar a discriminar la
naturaleza de las rocas del subsuelo. Así, los sulfures metálicos dan potenciales negativos, al
igual que las mineralizaciones de grafito, que, no obstante, son más variables.
En otras ocasiones se analiza bien la conductividad eléctrica, , bien la resistividad, ; ambas
propiedades son antagónicas. Estas magnitudes intervienen en la ley de Ohm, que relaciona la
densidad de corriente eléctrica, J, con el campo eléctrico, E, por medio de la expresión J¡= ij E
j, en donde los subíndices representarían la variabilidad de estos parámetros en medios
anisótropos; en el caso de cuerpos isótropos, o es un escalar, que sólo para el caso de los
materiales homogéneos será constante.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

TABLA I.
Resistividades eléctricas (en m) según Parasnis (1970)
Mármol >1022 Calcopirita 10-4 a 10-1
Cuarzo >1010 Pizarras grafitosas 10-3 a 101
Halita 106 a 107 Pirrotita 10-5 a 10-3
Granito 5000 a 106 Pirita 10-4 a 101
Areniscas 35 a 4000 Magnetita 10-2 a 101
Morrena 8 a 400 Hematites 10-1 a 102
Calizas 120 a 400 Galena 10-2 a 300
Arcillas 1 a 120 Blenda >104
Lo que se determina sobre un terreno heterogéneo depende del contraste de resistividad
entre las diferentes rocas en el subsuelo frente al paso de una corriente eléctrica producida
desde un generador de corriente alterna. La Tabla I recoge la resistividad de algunos
materiales geológicos. Los fundamentos y
utilidades de los métodos geoeléctricos
pueden encontrarse tanto en el texto de
Udías y Mezcua (1997, cap. 19) como en
los más antiguos y tradicionales de
Parasnis (1970), Griffiths y King (1972),
Orellana (1974, 1982), etc.
El estudio de las variaciones de este
parámetro en la vertical del terreno bajo
un punto considerado plantea un método
particularmente útil en la exploración de
aguas subterráneas. Son los Sondeos
Eléctricos Verticales (SEV), que permiten
constatar la existencia en el subsuelo de
Figura 9. diferentes "capas geoeléctricas", que
Ejemplo de corte geoeléctrico. Según Orellana (en Parasnis, representan otros tantos estratos o
1970). formaciones geológicas cuya naturaleza
puede deducirse de la resistividad de cada una, siempre que se disponga de la información
geológica previa suficiente.
Si un SEV aislado no supone ninguna información significativa, la integración de éste con otros
perfiles alineados permite obtener resultados interesantes de la estructura geológica del
subsuelo. La figura 9 recoge un ejemplo de
corte geoeléctrico tomado de E. Orellana
(en Parasnis, 1970); el Anexo III propone,
en dos conjuntos de gráficas diferentes,
sendos ejemplos para resolver la
estructura geológica profunda escondida
en cada una de ellas.
La utilidad de este método queda limitada
-lo que no deja de ser interesante- al
conocimiento de estructuras de la corteza
superior, de gran utilidad en el campo de
la Geología Aplicada a la exploración y
explotación de determinados recursos Figura 10.
minerales (metales, grafito, agua, etc.). Variación del gradiente geotérmico con la profundidad
(según Ernst, 1969); 150 kilobares equivalen a unos 450 km
de profundidad.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

2.2.5.4. El flujo térmico terrestre.


Una consecuencia del pasado remoto de la Tierra es la intensa energía calorífica que alberga
aún en la actualidad después de los cerca de 4.600 m.a. de vida que tiene. Esta energía sigue
disipándose hacia la superficie y, desde ésta, al espacio. La pérdida de calor a través de las
rocas se lleva a cabo bien lentamente, bien de forma rápida. En el primer caso, se efectúa a
través de los mismos cuerpos rocosos, que, al disponer de un calor específico elevado,
transmiten muy lentamente el calor. Por eso, cada capa terrestre actúa más, en ese sentido,
como escudo térmico que como medio de "evacuación". Las pérdidas más rápidas tienen lugar
aprovechando las grietas, fracturas, etc. corticales, que, más o menos profundas, se traslucen
en la superficie en forma de procesos volcánicos. El vulcanismo es, por lo tanto, un elemento
de constatación de esa energía térmica del planeta.
¿De dónde procede ese calor? Clásicamente se han invocado tres causas mayores: el calor
residual de la etapa planetesimal de la Tierra, la presencia de elementos radiactivos en las
diferentes capas (es sabido que la radiactividad produce calor) y los procesos tectónicos, que,
como manifestación de energía mecánica que se libera por los reajustes de los grandes
bloques litosféricos, puede -y, de hecho, así lo hace- liberar calor. Todos estos factores tienen
una muy diferente influencia en el estado energético interior de la Tierra.

Figura 11.
Flujo calorífico procedente de las dorsales y de las fosas oceánicas. Las gráficas muestran los valores medios del
flujo calorífico; las observaciones indican que tiene lugar una gran dispersión sobre el eje de la dorsal. Algunos
valores alcanzan diez o veinte veces cifras más altas que el promedio mundial, pero el flujo calórico es uniforme
sobre la mayor parte del piso oceánico.

Históricamente se viene hablando de gradiente geotérmico para referirse a las variaciones


de la temperatura -como medida de esa energía calorífica- con la profundidad. Y clásicamente
también, a este gradiente se le ha asignado el valor de 3oC por cada 100 m de profundidad.
Unos sencillos cálculos numéricos nos deben hacer reflexionar acerca de la viabilidad de esta
posibilidad. Con este valor, para los 6.371 km de radio terrestre, la temperatura en el centro
de la Tierra sería 191.130°C por encima de la media superficial. La gráfica de las variaciones
de la temperatura interna terrestre no es lineal (figura 10), sino más bien exponencial, de
modo que aumenta mucho cerca de la superficie y luego deja de hacerlo en esa proporción.
TABLA II.
Variación del flujo térmico en diferentes provincias geotectónicas
ÁMBITOS GEOTECTÓNICOS N Q 
Escudos Precámbricos 214 0'98 0'24
Áreas no orogénicas Post-Precámbricas 96 1'49 0'41
Áreas orogénicas Paleozoicas 88 1'43 0'40
Áreas orogénicas Mesozoicas y Cenozoicas 159 176,00 0'58
Cuencas Oceánicas 683 1'27 0'53
Dorsales Oceánicas 1065 1'90 1'48
Fosas Oceánicas 78 1'16 0'70
Márgenes Continentales 642 1'80 0'93
Las causas de este comportamiento térmico son aparentemente sencillas. En las proximidades

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

de la superficie, al calor residual terrestre se le ha de sumar el procedente de las


deformaciones litosféricas y el de la radiactividad natural, que se sabe que es mayor en las
áreas de litosfera granítica que en las rocas ferromagnesianas (litosfera oceánica y manto). En
superficie, este aporte de calor es diferente de unas zonas geodinámicas a otras. La figura 11 y
la Tabla II recogen la distribución del mismo.
El término con que normalmente se conoce al calor desprendido hacia la superficie desde las
profundidades del planeta recibe el nombre de flujo térmico (Q), que se expresa como
directamente proporcional al gradiente geotérmico (T/z) en función de la conductividad
térmica (K) de los materiales que están transmitiendo el calor; la fórmula es: Q = K(T/z) en
donde T representa la variación de la temperatura y z la de la profundidad. Tal como se
representa en la citada figura 10 y Tabla III, las zonas de dorsal y los arcos volcánicos son
áreas con flujo térmico positivo, en tanto que las áreas aledañas a las fosas oceánicas, donde
tiene lugar el comienzo de la subducción, el flujo térmico es negativo. El valor de este
parámetro en el interior de las grandes placas suele ser neutro. Ello es consecuencia de la
propia estructura y de la correspondiente dinámica de cada una de las capas implicadas en el
modelo de la tectónica de placas de nuestro planeta Tierra, que se aborda más adelante.
2.3. Estructura terrestre: la naturaleza profunda de la Tierra
Los datos proporcionados por los métodos expuestos muestran que nuestro planeta es
heterogéneo. Esto es, está constituido por materiales diversos en diferente estado de
agregación. La distribución en dos unidades mayores separadas a los 2.990 km de
profundidad, tal y como nos sugieren los cálculos de la distribución tanto de las densidades
como de la presión litostática (figura 1), es corroborada y matizada por la velocidad de las
ondas sísmicas (figura 3a), apuntando a una tercera capa, más delgada y superficial, la
corteza, bajo la cual, a su vez, correlativamente, se encontrarán el manto y el núcleo terrestres.
Esta distribución, comúnmente conocida como estructura sísmica, debe ser
convenientemente analizada tanto desde la perspectiva de la distribución más precisa de las
velocidades de las ondas sísmicas en los 300 km más superficiales (figura 25b), como desde la
detección de las zonas de sombra sísmica (figura 24a) o, incluso, desde las trayectorias
seguidas por dichas ondas en ese nivel estructural (figura 24b). Se permite, así, identificar dos
nuevas unidades estructurales de arriba abajo. En la parte más alta, la corteza y la parte del
manto superior más alto y rígido forman la litosfera, que "flotaría" sobre una unidad sólida,
aunque de baja rigidez relativa, ya propiamente dentro del manto superior, llamada
astenosfera (ver figura 3b). El manto restante (superior más bajo e inferior) constituyen la
mesosfera. El núcleo, habida cuenta su composición (a base de Fe como elemento químico
dominante, como luego veremos) se pasaría a denominar siderosfera, si bien también se
suelen utilizar el nombre original, así como el de endosfera para referirnos a la capa más
interna de todas cuantas forman nuestro planeta.
Seguidamente abordamos el estudio de cada una de estas unidades.
2.3.1. Las unidades sísmicas y geoquímicas
2.3.1.1. La corteza terrestre
De espesores notablemente variables de las áreas continentales (de 25 a 70 km) a las
oceánicas (de 6 a 12 km), cada una de ellas presenta características tan diferentes de la otra
que en realidad vienen a ser dos unidades muy distintas. Así, en tanto en los continentes
presenta densidades de 2'7, en los océanos su densidad es de 3'0; además, la primera es
abundante en rocas sedimentarias y metamórficas, en tanto que la segunda se caracteriza por
la existencia dominante de rocas basálticas, lo que incide en aspectos de naturaleza diferente:
la corteza continental contiene alrededor de un 60 % de sílice, en tanto que la oceánica tiene
menos del 50 %.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

a) La corteza oceánica
La corteza oceánica presenta una estratificación típica en tres niveles (figura 12): un nivel 1,
superficial, con sedimentos; un nivel 2, basáltico, y un nivel 3, gabroico, de igual composición
normativa que el nivel anterior, pero formado a partir de la solidificación profunda del magma
basáltico que, al salir a la superficie, generaría, en cambio el basalto de dicho nivel intermedio.

Figura 12.
a) Modelo teórico de la corteza oceánica comparado con un b) complejo ofiolítico (una posible corteza oceánica
levantada en el proceso de creación de una cadena de montañas. Tomado de Anguita y Moreno (1991, fig. 1.3) a
partir de Juteau y otros (1973).
El sondeo perforado en la corteza oceánica situada en el valle de fractura de Costa Rica (pozo
504-B), entre las islas Galápagos y Sudamérica, muestra (ver artículo de Francheteau, en
Dinamismo terrestre, 1983, pp. 58-74, o en Udías: La Tierra, 1988, pp. 88-102) que el nivel 1
está representado por una capa de 275 m de sedimento constituido mayoritariamente por
restos de plantas y de animales microscópicos marinos; bajo esta capa, el nivel 2 representa el
zócalo oceánico, con lavas almohadilladas y coladas laminares alternantes.
Según Boillot (1984), el nivel 1 es prácticamente inexistente cerca de las dorsales,
aumentando su potencia progresivamente hacia el interior de las cuencas oceánicas, donde
puede alcanzar espesores de dos o tres km localmente, con una media de 500 m.
Todos estos sedimentos han conservado la misma posición que tenían cuando se depositaron:
salvo en zonas de fractura y en los márgenes continentales no han sufrido deformación
alguna. Su edad es relativamente reciente, no conociéndose sedimentos anteriores al Jurásico
-sedimentos triásicos sólo se conocen en ciertos márgenes continentales-.
La naturaleza basáltica del nivel 2 o zócalo oceánico sugiere que se ha originado por medio de
erupciones volcánicas submarinas.
En cuanto al nivel 3 o "capa oceánica", menos conocida, su verdadera naturaleza es objeto de
discusiones y controversias. La diferenciación de basaltos a partir de un magma del manto
implica la formación simultánea de rocas mucho más básicas -ricas en olivinos y plagioclasas-
que podrían formar esta capa subyacente; se trataría de una asociación de gabros y
metagabros asociados a peridotitas.
La corteza oceánica ocupa el 60 % de la superficie del globo, estando restringida naturalmente
a los fondos oceánicos. Pero estas regiones sufren esfuerzos tectónicos en las zonas de
convergencia de las placas, que pueden arrastrar porciones de corteza oceánica hacia la
superficie de los continentes, incorporándolas a éstos. Se forman así los denominados
complejos o mantos ofiolíticos de las cadenas plegadas, que serían los testigos de antiguos
océanos desaparecidos por subducción.
Frente a los dos modelos referidos de corteza oceánica -la existente en las inmediaciones de
las dorsales y la propia del interior de los océanos, lejos de las dorsales-, se apunta un tercer

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

tipo: la litosfera de naturaleza peridotítica; son los denominados fondos oceánicos de tercer
tipo (Boillot, 1988). Esta referencia de orden se explica por cuanto hasta entonces los dos
únicos tipos de fondos oceánicos eran, bien los correspondientes a los continentes
sumergidos, con corteza continental (áreas de plataforma continental) afinada durante el
comienzo del rift, bien los constituidos por corteza oceánica, que son los que acabamos de
estudiar arriba.
Este esquema simple se ha visto modificado por el descubrimiento en el océano Atlántico, a la
altura de la costa de Galicia, de fondos submarinos formados por rocas peridotíticas, que no
pertenecen ni a la corteza oceánica tradicionalmente contemplada, ni a la continental, que se
estudia más adelante, sino que se trata de rocas salidas directamente del manto terrestre, a
decenas de kilómetros de profundidad bajo la corteza de la Tierra en esos entornos. Diversas
son las referencias que confirman este hallazgo, que el propio Boillot describe en su artículo
arriba citado. En ellas, el contacto con el agua -tanto el propio de los fondos marinos, como el
existente en el interior de las grietas que atraviesan las rocas de estos ámbitos geológicos, dan
lugar a una serpentinización (alteración hidrotermal que da lugar a la formación de
serpentinas) más o menos acusada de la roca. El resultado es la transformación de una roca de
densidad 3'3 a otra de densidad 2'9.
Según este autor, tradicionalmente se pensaba que estas peridotitas de los fondos oceánicos
constituirían "una especie de virutas arrancadas al manto profundo y subidas de nuevo hasta
el fondo submarino por la acción de las fuerzas mecánicas que actúan en el instante del
corrimiento" de las placas convergentes.
No obstante, los datos de la observación petrográfica de la roca allí existente muestran que
ésta presenta estiramientos del orden del 300 % respecto a su disposición original, y, además,
el estiramiento de la peridotita es perpendicular a la dirección del rift aparecido en el
Mesozoico entre Iberia y América del Norte; es decir, es paralelo al movimiento de separación
de las placas. La ascensión de la peridotita se revela, pues, asociado al proceso de divergencia
litosférica, no al de deslizamiento de dos placas como suponía el esquema clásico. Y mientras
el estiramiento se iba produciendo, sobre la roca se irían abriendo transversalmente grietas
por las cuales colaría el agua del mar, cargada de iones que, de un lado contribuiría a alterar la
peridotita, y de otro a precipitar calcita blanca en las fisuras creadas.
Además del interior del océano Atlántico, en la isla de Zabargad, en la orilla occidental del mar
Rojo, así como en la margen pasiva de Cerdeña, en el mar Tirreno, existen fondos de este tipo.
b) La corteza continental
De espesor variable, su base se sitúa sobre un Moho que se hunde en el manto tanto más
cuanto mayores son las alturas que hay por encima de él, en donde la corteza continental
puede alcanzar, entonces, los 70-80 km de espesor; se habla entonces de las raíces de la
cadena (Boillot, op. cit.). Por el contrario, la corteza tiende a adelgazarse bajo los rifts
continentales y, sobre todo, en los márgenes de los continentes, en donde tiene lugar la
transición de la corteza continental a la oceánica, que es mucho más delgada, como ya queda
señalado.
La estructura tradicional de la corteza continental habla de una estricta estratificación de la
misma, con conceptos tales como SIAL y SIMA que se refieren, respectivamente a la corteza
superior e inferior de los continentes. La primera presentaría un nivel alto con sedimentos y
rocas sedimentarias sobre otras de naturaleza granítica; la segunda, materiales de naturaleza
basáltica, aunque, posiblemente de origen no precisamente magmático en el sentido estricto
del término, con eclogitas como rocas más características.
Frente a estas ideas, la figura 13, que recoge la estructura más compleja de la corteza en cinco
regiones continentales diferentes de la Tierra, se nos plantea una pregunta: ¿dónde se

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

encuentran tanto el SIAL como el SIMA? La imagen muestra formas irregulares de naturaleza
tanto félsica -con minerales silicatados pobres en Fe y Mg- como máfica -con minerales
silicatados ricos en Fe y Mg- atravesando otras manchas que representan conjuntos rocosos
de naturaleza diversa. Las líneas que unen las sucesivas secciones representan niveles de
igual grado metamórfico, por lo que, estrictamente, o bien los conceptos buscados han de ser
reformulados, o bien eliminados como de generalización estructural de los continentes.
Esta mayor complejidad de lo que se creía para la corteza continental no permite sostener la
idea de la existencia de la discontinuidad de Conrad, que tradicionalmente dividiría esta
corteza en un nivel granítico superior y otro basáltico inferior, esto es, el SIAL del SIMA
respectivamente. Las secciones de la figura 13, entre otras, permite constatar (Anguita, 1988)
la existencia dentro de la corteza continental de tres niveles: uno inferior de rocas de
quimismo muy variable -tanto acidas como básicas-, que pueden ser ultrametamórficas
(granulitas), plutónicas (anortositas, gabros) o incluso metasedimentarias (arcillas o calizas
metamorfizadas); un nivel intermedio de quimismo ácido a intermedio, con rocas
intensamente metamorfizadas (neises y migmatitas) y plutónicas (granitos a tonalitas); por
último, un nivel superior, con intrusiones graníticas y rocas sedimentarias y volcánicas
ligeramente metamorfizadas o sin metamorfizar en absoluto.

Figura 13.
(a). Esquema de la corteza continental como se imaginaba en los años 70. (b) ¿Dónde se encuentra el SIAL en cada
una de las cinco secciones verticales de la corteza continental representada (1, Italia; 2 y 3, Australia; 4, Canadá; 5,
Sierra Leona)? Aunque en algunos cortes parecen distinguirse sólo dos niveles, en realidad las líneas horizontales
que unen las secciones, correlacionan sólo intervalos de igual grado de metamorfismo; de los cinco ejemplos, en tan
sólo los casos 2 y 5 hay diferencias químicas globales entre el nivel intermedio y el inferior. Tomado de Fountain y
Salisbury (1981) en Anguita (1988).

Así pues, y aunque las rocas básicas son más frecuentes en los niveles inferiores, y las acidas
en los intermedios y superiores, la zonación vertical más significativa (a veces, la única) de la
corteza se debe al aumento del gradiente metamórfico con la profundidad. Cuando el nivel
inferior es claramente básico, se puede detectar un cambio en las velocidades de los trenes de
ondas sísmicas respecto a los niveles superiores, poniéndose de manifiesto entonces, y sólo
entonces, la discontinuidad de Conrad y, en consecuencia, algo comparable a lo que desde
antiguo se conoce como un SIMA abajo y un SIAL encima. Lo normal, en cambio, es que
abunden los cambios de velocidad, que son lógicos dada la gran heterogeneidad general de la

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

corteza de los continentes.


c) La corteza intermedia
Los márgenes continentales son regiones donde se pasa alternativamente de áreas con
corteza continental a áreas con corteza oceánica. En estas regiones de transición entre unos
dominios geográficos y estructurales, la corteza adquiere características intermedias entre
ambos tipos de corteza; es la corteza intermedia o transicional de Anguita (op. cit.). La
transición, en realidad, se efectúa según parámetros geológicos y geofísicos desconocidos en
la actualidad, cuya resolución, en palabras de Boillot (1984) sería esencial para la
comprensión de los márgenes continentales estables, y, especialmente, de su enorme
subsidencia.

Figura 14.
Esquema de la corteza de transición. Según Boillot et al (1980), tomado de Anguita (1991, fig. 1.5).
Precisamente es este autor (Boillot, 1988) quien en su artículo sobre los fondos oceánicos de
tercer tipo nos muestra un esquema de esta transición debida a un adelgazamiento de la
corteza continental a medida que avanza el estiramiento horizontal que fragmenta los
continentes en una fase de rift para abrir en medio un océano. La figura 14 resume
gráficamente este esquema.
Un esquema diferente de la corteza intermedia lo podemos encontrar en los sistemas de arcos
de islas. En estas regiones, donde la litosfera oceánica subduce para levantar islas de origen
volcánico, se entremezcla junto con los materiales ígneos otros de naturaleza sedimentaria
originados a partir de los anteriores al ser transformados por los agentes atmosféricos y
erosionados por el agua y el viento en superficie para formar materiales sedimentarios que,
depositados y consolidados, formarían estas nuevas rocas.
2.3.1.2. El manto
Una consideración previa a la descripción de las características del manto terrestre, al margen
de las que se puedan hacer a la vista de su comportamiento sísmico, nos la ofrece McKenzie
(1983) en su artículo monográfico sobre esta capa profunda de la Tierra: "sea cual sea la
composición del manto, su fusión total o parcial debe ser capaz de producir basaltos, roca
volcánica común" característica de la corteza oceánica suprayacente. "Enormes volúmenes de
basalto salen expulsados por la erupción de volcanes, lejos de las dorsales". Y como este autor
sugiere, para producir un basalto basta con seleccionar una roca sólida de su misma
composición y fundirla por completo. Uno de los resultados posibles es la eclogita, formada
por granates y piroxenos, minerales densos que son estables a altas presiones.
Sin embargo, hay una alternativa a esta roca como "madre" de los basaltos corticales. Es la
peridotita, de la que se ha hablado al estudiar los fondos oceánicos de tercer tipo. Esta roca
permite interpretar la gran cantidad de magnesio presente al menos en los basaltos más
antiguos; la eclogita no parece albergar la cantidad suficiente como para permitirlo (figura 15).
Al contrario ocurre con la peridotita, cuyos olivinos (forsteritas) presentan grandes cantidades

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

de este metal.
Fragmentos de peridotita son
arrastrados desde grandes
profundidades hasta la superficie por
magmas basálticos y predominan
también en las rocas encontradas en las
chimeneas de kimberlitas -que
contienen diamantes-. Además, la
composición de las condrilas
carbonáceas es similar a la composición
de la peridotita, pero no a la de la
eclogita. Además, en los sondeos
marinos realizados sobre bloques
oceánicos levantados y erosionados se
han encontrado peridotitas bajo los
materiales de la corteza oceánica (ver
atrás: fondos oceánicos de tercer tipo).
Esta hipótesis de la peridotita
Figura 15.
dominante parece sostenerse con las
Rocas que forman el manto. Tomado del artículo de D.P.
temperaturas reinantes en el manto; las McKenzie: El manto terrestre, publicado en el número 86 de
peridotitas se fundirían parcialmente Investigación y Ciencia (1983); figura 8.
dando magmas basálticos. Para estos
materiales, el estado físico sólido que se supone (figura 16) es compatible con el estado
térmico del interior de la Tierra para los materiales que se estima que debe haber en esa capa.
Pero, ¿cuáles son las causas actualmente aceptadas del comportamiento sísmico del manto
terrestre? La figura 16, tomada del artículo de McKenzie (op. cit.), muestra la existencia de
zonas de velocidad relativamente constante que alternan con otras de velocidad creciente con
la profundidad. La reproducción de estas situaciones en el laboratorio, se deduce que las
zonas obedecen a cambios de fase sólida
(reordenación de átomos que forman la
estructura cristalina de los sólidos), y no a
cambios de composición. El material entre la
base de la corteza y una profundidad de
alrededor de 390 km es peridotita, cuyo mineral
más abundante es el olivino; cada átomo de Si
de la estructura del olivino está rodeado por
cuatro átomos de oxígeno. Por debajo de los
390 km hay una zona de transición, donde los
átomos de olivino recristalizan en una
estructura más compacta del tipo del mineral
espinela (MgAl2O4); en esta estructura, el Si
estaría rodeado por cuatro átomos de oxígeno
también, pero a menor distancia que en el caso
Figura 16.
de la estructura del olivino. No obstante, el
Distribución de temperaturas en el interior de la
Tierra y curva aproximada del punto de fusión del mayor y principal cambio de fase tiene lugar a
material del manto. El modelo es coherente con un una profundidad de 700 km; la estructura tipo
manto y un núcleo interno sólidos y un núcleo espinela se desdobla en una mezcla de una
externo líquido. estructura aún más densa que se parece a la del
mineral perovskita (CaTiO3) y de óxido de Mg: cada átomo de Si en esta nueva estructura
estaría rodeado por seis de oxígeno.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

Figura 17.
Perfil sísmico del manto superior, con delimitación de zonas de diferente comportamiento sísmico y las
transformaciones de las estructuras minerales deducidas a partir de los datos experimentales. Tomado de McKenzie
(1983, fig. 9).
En definitiva, estos datos nos muestran la existencia de un manto heterogéneo en cuanto a la
densidad con la profundidad. Esto es, a las presiones confinantes crecientes con la
profundidad, los silicatos existentes estarán tanto más comprimidos, con lo que se explica la
densidad mayor del manto inferior respecto a la del manto superior.
Por otro lado, el manto es anisótropo. Las ondas sísmicas no se propagan con igual velocidad
en todas las direcciones, probablemente debido a la existencia de corrientes que orientan los
minerales alargados de las rocas. La velocidad de propagación será, entonces, mayor en la
dirección del alargamiento. La anisotropía medida en el manto (de un 3 a un 9 % de diferencia
entre las velocidades máxima y mínima) es casi igual a la medida experimentalmente en las
peridotitas (de un 3 a un 10 %).

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

2.3.1.3. El núcleo
La primera evidencia de la existencia del núcleo data de Oldham (1906), al examinar
sismogramas en los que observaba que las ondas S experimentaban un retraso de una decena
de minutos para distancias angulares al foco superiores a 120-130° (figura 17). Su deducción
era que tenían que propagarse a través de una estructura interna, un núcleo, en que la
velocidad de las ondas era menor a causa de un cambio de propiedades. El primero en
determinar su posición respecto a la
superficie terrestre -2990 km de
profundidad- fue Gutenberg (1914). En
1936, Lehman, al observar el
comportamiento de las ondas P en el
interior de esta zona, dedujo la existencia
de un "grano" central. Jeffreys (1926) fue
el primero en proponer una naturaleza
fluida para el núcleo, mientras que el
carácter sólido del grano fue propuesto
por Bullen en 1946. La fluidez del núcleo
externo es compatible con la amplitud
observada de las deformaciones
periódicas de la Tierra -de algunas
decenas de centímetros- debidas a la
Figura 18. atracción de la Luna y el Sol.
Deducción de la existencia del núcleo. Comportamiento de las
Los datos referidos al núcleo terrestre
ondas P y S en profundidad y deducción de la discontinuidad
de Gutenberg (manto/núcleo). proceden exclusivamente, bien de
pruebas indirectas, bien de la geofísica,
bien de la experimentación e, incluso, de la comparación con datos de la composición de
cuerpos cósmicos y de otros datos de naturaleza fisicoquímica. Algunos de estos primeros
datos son las densidades, que oscilan entre 10 y 13 gcc-1.
Otro dato es la existencia de un importante campo
magnético, del que el núcleo es el responsable; este
campo energético es originado por la naturaleza
metálica de estas capas profundas unido al hecho -ya
constatado por las pruebas sísmicas- de su estado físico
fuertemente contrastado -líquido en el externo, sólido
en el interno- y a la rotación del conjunto planeta
diferente de la del núcleo sólido más profundo. La
geoterma en el núcleo interno -al igual que para el
manto inferior- está por debajo del punto de fusión de
los materiales estimados para esta capa, en tanto que Figura 19.
está por encima del punto de fusión del núcleo externo Correlación entre volumen atómico y
(figura 16). número atómico para mostrar que dos de los
elementos químicos más aptos para
Un dato que es sostenible también con esta idea de soportar las grandes presiones del núcleo
la presencia del Fe en el interior de la Tierra es que terrestre son el Fe y el Ni.
los elementos químicos allí existentes deben tener un
radio (volumen) iónico compatible con la enormes presiones reinantes en esa capa. Ello
exige un elemento de número atómico suficientemente alto como para aportar una
densidad compatible con la del núcleo. Correlacionando número atómico y volumen atómico
(figura 19) se muestra cómo además del Fe, el Ni es otro elemento metálico que puede
estar presente.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

Sobre la naturaleza del núcleo, Birch (1952), al poner de manifiesto una relación empírica
lineal entre la velocidad de las ondas P y la densidad del material que atraviesan, pudo
estimar la composición química de esta capa. De este modo, utilizando la curva velocidad-
densidad medida por sismología en el caso del núcleo, propuso la naturaleza férrica del mismo.
Este resultado, que concuerda muy bien con el hecho de que el núcleo, de ese modo podía ser
"sede de la geodinamo", es compatible con la idea de que ningún otro elemento que posea
las propiedades del núcleo es suficientemente abundante en el cosmos para poder ser
posible candidato. Todo hace pensar que, aparte de los elementos volátiles, la abundancia de
los diferentes elementos en la Tierra es similar a la abundancia cósmica. Por lo tanto, en la
Tierra se tiene que encontrar globalmente la composición del Sol y de los meteoritos
condríticos. Más concretamente, el cociente
entre el número de átomos de Fe y el número
de átomos de Si tiene que ser 0'9. Y, tal como
nos indica la observación, las rocas del manto
son excesivamente pobres en Fe, por lo cual
debe encontrarse en proporciones
mayores en estas profundidades del planeta.
Para encontrar una relación Fe/Si correcta, se
necesita, según Hinderer et al. (1991), un
núcleo constituido casi exclusivamente por Fe,
al que se le añade una pequeña proporción de
Ni (no mayor del 4% en masa). Pero esta
composición no es totalmente satisfactoria,
pues da una densidad demasiado elevada y
unas velocidades sísmicas demasiado
pequeñas respecto a las observaciones. Por lo
tanto, se ha de admitir la presencia en
disolución de una pequeña cantidad de
elementos ligeros en la composición del
núcleo externo. La naturaleza de estos
elementos está todavía en debate, pero los
mejores candidatos son el oxígeno y el azufre.
En las condiciones de temperatura y de
presión que reinan en el núcleo, estos dos
elementos dan compuestos solubles en el Fe
(óxidos y sulfures de Fe). Una proporción del 6
Figura 20.
La densidad como función de la presión, representada
al 12 % de azufre y del 7 al 8 % de oxígeno
en una comparación de los valores observados en el basta para obtener las propiedades del
manto y en el núcleo con datos experimentales de Fe núcleo líquido. Jeanloz (1983, figura 6) analiza
y aleaciones de este metal que podrían existir en el la posible presencia de cada uno de estos
núcleo. La comparación está corregida por la candidatos en una gráfica que correlaciona la
adecuación de los datos experimentales a las
temperaturas del interior terrestre y al estado líquido
densidad resultante con la
del núcleo externo, como se expresa para el Fe presión/profundidad (figura 20) y lo compara
con la zona punteada. Según el Instituto de con datos referidos al manto terrestre.
Tecnología de California y el Laboratorio Posteriormente, Wanke y Dreibus (1997),
Nacional de Los Álamos, en Jeanloz (1983, fig. 6). según expone Jacobs (1997), presentan nuevas
evidencias de que el silíceo es el componente ligero más abundante en el núcleo externo, en
tanto que Kilburn y Wood, al mismo tiempo describen modelos geoquímicos que indican que el
Si y el S son incompatibles mutuamente durante la fase de separación del núcleo y que no
pueden estar juntos como elementos ligeros en el núcleo externo. Sin embargo, no existe
ninguna razón de hecho, como reconoce el propio Jacobs (op. cit.) para creer que exista un sólo

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

tipo de elemento ligero.

Figura 22.
Variación global en el espesor de la litosfera a partir de las medidas del flujo térmico terrestre. Tomado de
Chapman y Pollack (1977) en Summerfield (1991).
Respecto al núcleo interno, existe el consenso reconocido en Hinderer et al. (op. cit.) de que el
"grano" crece lentamente por cristalización del núcleo líquido a medida que la Tierra se
enfría. Sin embargo, la naturaleza del cuerpo que cristaliza es sujeto de controversias; se
trata bien de hierro casi puro, bien de una aleación de este metal con elementos ligeros, que
se encuentran en una proporción netamente inferior a la del núcleo líquido.
En cualquiera de ambos casos, a causa de esta cristalización, el líquido inmediatamente en el
exterior del grano está enriquecido en los elementos ligeros rechazados/repelidos por el
sólido cristalizado. Estos elementos ascenderían a través del núcleo externo hasta la
discontinuidad núcleo-manto, bajo la que podrían quedar de nuevo capturados. La zona
anómala revelada en las propiedades acústicas de la interfase entre ambos núcleos podría
constituir la zona de no asimilación por parte de la fase cristalina de Fe metálico de esos
elementos ligeros (figura 21).
En cualquier caso, la determinación de la naturaleza química del núcleo interno resulta mucho
más difícil por la imposibilidad de reproducir en el laboratorio de forma duradera las
condiciones de presión y de temperatura que reinan en la superficie del grano, allí donde se
reproduce la cristalización.
Una revisión reciente sobre el estado del conocimiento sobre esta parte del interior de la
Tierra se debe a Jacobs (1997). En él se analizan tanto aspectos recopilatorios sobre el tema,
como algunos aspectos relevantes de su comportamiento (papel en la geodinamo,
conductividad, anisotropía o rotación). En este sentido, la única referencia a la naturaleza
química que se hace del núcleo interno señala a Poirier (1994), afirmando que el Fe,
posiblemente con algo de Ni, sea el elemento básico de este nivel; el límite con el núcleo
externo es, igualmente, composicional, señalando que se trataría, realmente, de un límite de
fase.
2.3.2. Las unidades dinámicas
Se estudian a continuación las unidades estructurales dinámicas de la Tierra que permiten
definir e interpretar los procesos globales de fragmentación de los continentes, de

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

formación de océanos, de levantamientos orogénicos, de desarrollos magmáticos y sísmicos, o,


entre otros de naturaleza no precisamente geológica, los de distribución de especies
biológicas o del comportamiento aprehendido por parte de los individuos de las diversas
especies afectadas tras millones de años de evolución biológica paralela a la transformación
de la superficie del planeta.
a) La Litosfera
Comprende, como ya se ha comentado, la totalidad de la corteza más la porción del manto
superior que llega hasta el canal de baja velocidad. Al igual que ocurre con la corteza, hay que
hablar de una litosfera continental y de una litosfera oceánica; la primera parece más potente
y más plástica que la segunda. Su potencia se sitúa entre los 200 km bajo los continentes y unos
40 de km bajo los océanos; las medidas del flujo térmico sobre la superficie terrestre aportan
valores mayores, de espesor máximo de hasta 300 km en el interior de algunos continentes
(figura 22).
Por su peculiar constitución, se puede hablar de dos partes diferentes dentro de la litosfera
(figura 23), una superior, con características geoquímicas propias de la corteza constituyente,
y una inferior, con características geoquímicas propias del manto. Estas diferencias
geoquímicas implican además diferencias de comportamiento; así, el manto litosférico es más
rígido que la base de la corteza, pues la composición de ésta, con minerales cercanos a su
punto de fusión, hace de ella poco resistente mecánicamente, actuando el sistema corteza
continental somera-corteza continental inferior-manto superior rígido como un bocadillo de
dos niveles rígidos con otro dúctil intermedio (figura 24).

Figura 23.
Los dos tipos de litosfera. A la izquierda, creación de nueva litosfera oceánica (Lio) en una dorsal (1). LEYENDA:
(1): Dorsal de expansión axial con su valle de rift, en donde se crea nueva corteza oceánica por el influjo basáltico
desde la zona (5), situada abajo, en donde se recoge material del manto (M2), que ha sufrido fusión parcial en la
astenosfera ascendente (As). A la derecha, litosfera continental (Lic), con (01): Corteza oceánica superior
(basalto). (02): Corteza oceánica inferior (rocas máficas y ultramáficas). La corteza oceánica –Co- tiene un espesor
constante de 5 km. (2): Llanuras abisales, de una profundidad media aproximada de 5000 m, con una delgada
cubierta sedimentaria. (3): Elevación continental o del margen pasivo de la corteza continental (Cc); el espesor de
la litosfera rígida del manto superior (M1 o Msc) aumenta lejos del eje de expansión (1) debido a su progresiva
disminución de temperatura.

b) La Astenosfera
Constituye la denominada capa de baja velocidad de las ondas sísmicas en el manto
superior; también se le conoce como “canal de baja velocidad” (figura 25b). Su descubrimiento
fue debido esencialmente no sólo a esa circunstancia, que suponía un retraso en la llegada de

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

determinados trenes de ondas, sino también al deducido cambio de trayectorias (figura 25a),
así como a la marcha que las ondas sísmicas mostraban en su interior (figura 25b). Se sitúa bajo
la base de la litosfera hasta una profundidad media de unos 250 km (figura 26a).

Figura 24.
La litosfera continental como un emparedado de dos niveles rígidos (comportamiento frágil a dúctil-frágil: en
blanco) y plástico (comportamiento dúctil en punteado), en contraste con la oceánica, de rigidez homogénea.
Modificado de Molnar (1988) en Anguita y Moreno (1991).
El origen sugerido para esta capa se encontraría en la intersección del gradiente térmico de la
Tierra con la curva del punto de fusión (húmedo) de la peridotita (figura 27), roca que, como ya
se ha discutido, se estima que es la típica de estas profundidades.
Esta idea de la existencia de una capa plástica por debajo de la litosfera, la astenosfera, es
compatible con la de cambios importantes en la velocidad de propagación de las ondas
sísmicas. Así, las ondas S, según modelos basados en investigación con la ayuda de potentes
ordenadores llevados a cabo por F. Press, saltan de 3'6 a 4'6 km/sg a la altura de la
discontinuidad de Mohorovicic; la velocidad sigue aumentando hasta aproximadamente los
70 km, en que pasa a 4'2 km/sg. A mayor profundidad en el manto, la velocidad vuelve a
aumentar gradualmente. En condiciones normales, la velocidad de las ondas debería
aumentar con la profundidad; por lo tanto, algo extraño debe ocurrir a unos 70 km de
profundidad. Anderson y otros proponen una explicación convincente de la causa de esta
disminución: la fusión parcial del manto debiera ser la responsable.

(a)

Figura 25.
Identificación de la existencia de la astenosfera. (a) A través de la localización de las zonas de sombra sísmica y de las
trayectorias seguidas en consecuencia por dichas ondas, según Anderson (1981): La capa plástica del manto
terrestre. En Deriva Continental y Tectónica de Placas. Ed. Blume. (b) Por medio del seguimiento de las ondas sísmicas
por el interior de la capa de baja velocidad.

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Figura 26.
(a) Estructura dinámica de la Tierra y posición relativa de la litosfera y de la astenosfera. (b) Gráfica que muestra
las velocidades de propagación de las ondas sísmicas P y S en los niveles superficiales de la Tierra (corteza y
manto).
El material del manto es un conjunto de silicatos cuyas propiedades de fusión son sumamente
complejas. Con todo, se sabe que el manto no se funde completamente a una temperatura
única, como lo hace el hielo, por ejemplo. Su fusión, por el contrario, tiene lugar dentro de un
rango de temperaturas. Al principio del proceso de fusión sólo se funde una pequeña parte del
material. Este fenómeno de fusión parcial provoca una disminución de la velocidad de las
ondas sísmicas, en especial de la velocidad de las ondas de cizalla. A partir de los datos
sísmicos, se puede llegar a deducir que la fusión parcial (de un 1 a un 10 %) ha reblandecido
el manto a una profundidad entre 70 y
250 km de profundidad; esta capa sería
precisamente la astenosfera. Su
importancia, como más adelante se verá,
se encuentra en la posibilidad que
ofrece de poder entender cómo y por
qué puede llegar a deslizarse sobre ella,
al comportarse ésta como una superficie
viscosa, la litosfera y, más
concretamente, cada uno de los
fragmentos en que ésta está dividida, las
placas litosféricas, en cuya dinámica se
sustenta el desarrollo de la teoría de la
tectónica de placas, que en su
momento se estudiará.
Sin embargo, como recogen Anguita y
Moreno (1991, p. 11), existen ciertas Figura 27.
dudas de la existencia de una Origen sugerido para la capa de baja velocidad (Astenosfera)
astenosfera como capa continua por debido a la intersección del gradiente geotérmico de la Tierra
debajo de la litosfera; esto es, se duda con la curva del punto de fusión (húmedo) de la peridotita.
acerca de la universalidad de esta capa plástica. La mayoría de los autores responde
afirmativamente, pero en algunas zonas antiguas bajo los continentes, este nivel no se detecta
con claridad, pasándose directamente de la litosfera a la mesosfera.
En http://www.aepect.org/astenosfera/astenosfera/intro.htm puede seguirse el debate
acerca de la existencia o no de esta unidad bajo el conjunto de la litosfera.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

2.3.3. Otras unidades estructurales: las zonas de transición


La idea tradicional de que los cambios de una capa a otra eran rápidos venía a dar satisfacción
a un modelo de estructura en capas superpuestas e independientes. Estos modelos eran
alimentados en parte por las gráficas de velocidad de propagación de las ondas sísmicas con la
profundidad, que implican saltos bruscos de unos niveles a otros en diagramas cuya
resolución es tan limitada como una tecnología que no permitía detectar cambios graduales
antes de las grandes caídas o los grandes ascensos en las velocidades. La tecnología de los
superordenadores y la posibilidad de reproducir en laboratorios las condiciones de presión y
temperatura lo más próximas posibles a las de las diferentes profundidades terrestres ha
suministrado nuevas posibilidades en la concepción estructural del planeta.
Esta circunstancia ha dado lugar a una imagen un tanto diferente de esas transiciones capa a
capa. El concepto de discontinuidad sísmica en buena medida debe ser entendido como una
zona de transición que, en ocasiones, es sólo de centenares de metros -algo aparentemente
irrelevante en relación con un radio terrestre de millares de kilómetros- pero que es
importante a la hora de dilucidar la naturaleza y la causa de determinados comportamientos
de los materiales geológicos ante los esfuerzos generados desde los horizontes más internos.

Figura 28.
Formas que adquiere la capa D" como resultado de las reacciones químicas entre manto y núcleo, en esencia, la roca
del manto se disuelve parcialmente en el Fe líquido del núcleo externo, produciéndose unos "posos" ricos en metales
que se depositan en el límite entre manto y núcleo. La convección del manto tiende a dispersar los productos bajo las
regiones de flujo descendente y a acumularlos en las regiones de flujo ascendente. Puede que haya una fina capa
enriquecida en oxígeno y, quizás, en Si y Mg en la parte interior de la interfase núcleo-manto. Tomado de Jeanloz y
Lay (1993, fig. 5).
Si la mayoría de estas discontinuidades no son tan netas como pareciera antaño, otras
(Conrad) han pasado a los libros de Geología como conceptos históricos, sin valor conceptual
hoy. En cambio, el resto (Repetti, Gutenberg, Lehman) representan ahora zonas de transición
en el sentido anteriormente apuntado. Y genéricamente se viene hablando de ellas como
capas D, numerándose a cada una de ellas correlativamente de arriba hacia abajo con los
correspondientes subíndices o, incluso con símbolos prima: Repetti sería la capa D1 o D';
Gutenberg, la D2 o D", y Lehman, la D3 o D’’’, cuando, en buena lógica, la letra D sólo debería
corresponder a D".
No obstante, desde un punto de vista histórico, esta denominación no parece la apropiada. En
efecto, los primeros geólogos etiquetaron las partes internas del planeta con letras del

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

abecedario, en vez de llamarlas corteza continental, corteza oceánica, manto superior, manto
inferior y núcleo externo y núcleo interno. Las "capas" intermedias que se fueron
descubriendo -esas zonas de transición- se distinguirían añadiendo símbolos prima a las
letras. Algunas de ellas cambiaron su nombre; la transición manto-núcleo, en cambio,
conservó el suyo, D" (Jeanloz y Lay, 1993).
En esencia, estas zonas de transición, se las llame como se las llame, son zonas de
acomodación de los (diferentes) materiales en contacto a un lado y a otro de la
correspondiente "discontinuidad" para adaptarse y reaccionar química y estructuralmente
ante las condiciones fisicoquímicas cambiantes en ese lugar.
En la actualidad la capa D -de manera
genérica- viene a ser precisamente a la
transición manto-núcleo. Una lectura
imprescindible al respecto es el
artículo de Jeanloz y Lay (op. cit.), en
donde se abordan aspectos referentes
a esta transición tan importante, cuya
dinámica (figura 28), en palabras de
los autores, influye en el ligero
balanceo del eje de rotación terrestre y
en el campo geomagnético, a la vez
que las variaciones que acontecen en
esta región profunda modulan,
además, los movimientos de
convección del manto, causantes de la
deriva continental y de la tectónica de
placas.
Algunos de los procesos invocados
Figura 29. que tienen lugar en este nivel es la
Formación y ascenso de las plumas térmicas del manto desde la formación de penachos térmicos
capa D". Según Strobach (1985) en Anguita y Moreno (1991, fig. (plumas térmicas, figura 29) que tras
1.36).
un ascenso lento y largo pueden llegar
a perforar la litosfera desarrollando en su superficie los denominados puntos calientes
capaces de desencadenar y contribuir a la fragmentación de los continentes. Sin embargo,
como luego veremos, es conocido que no siempre estas plumas térmicas alimentan los bordes
constructivos de las placas salvo en el caso concreto, por ejemplo, de Islandia.

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3. DINÁMICA LITOSFÉRICA: LA TECTÓNICA DE PLACAS


3.1. Antecedentes.
La Ciencia moderna es consecuencia de una larga (o corta) historia de investigaciones y de las
correspondientes aportaciones de quienes se han dedicado al estudio de las grandes
cuestiones y a la búsqueda, en consecuencia, de una respuesta racional, basada en
observaciones, mediciones, experimentaciones, comparaciones, etc. La Ciencia actual es
consecuencia de su propia historia. Parece, en consecuencia, necesario, iniciar el estudio de
este nuevo paradigma que es la tectónica de placas a través de su historia y de la historia de
las concepciones que se han venido teniendo de alguna de sus consecuencias, como la deriva
continental, entre otras.
3.1.1. Los desplazamientos continentales antes del siglo XX
La revisión que se aborda a continuación no pretende hacer alarde de erudición sobre el tema,
como tampoco quiere ser exhaustiva, recogiendo todas las aportaciones que se han venido
haciendo al respecto a lo largo de los años. Muy al contrario, se trata de una pequeña
introducción que incluye sólo algunos de los personajes y de las propuestas hechas por ellos
sobre el tema que nos ocupa.
Es particularmente Francis Bacon (1620) el primer autor a quien se le puede atribuir la idea
de los desplazamientos continentales. Sus observaciones estaban basadas en la disponibilidad
de una cartografía ya suficientemente fiable de la distribución de continentes y océanos
alrededor de 1620, en que escribió su obra Novum Organum. No obstante, en sus textos, lejos
de sugerir un alejamiento progresivo de África y América del Sur, se limitaba a señalar ciertas
similaridades entre las costas pacífica de América del Sur y atlántica de África.
En 1666, F. Placet, moralista francés, señala en su obra La corruption du gran et petit Monde,
entre diversas ideas fantásticas, que antes del Diluvio las tierras no debían encontrarse
divididas. La separación de América no se produjo por la deriva, sino más bien por el
hundimiento de la Atlántida y la elevación concomitante de un continente occidental, que
también podría haberse originado por una aglomeración de islas. Estas ideas, de alguna
manera, se mantienen aún en las conjeturas posteriores del Conde de Buffon (1707-88) y de
Alexander von Humboldt (1769-1859), explorador alemán que, asombrado por la
congruencia de las costas oriental suramericana y occidental africana, interpretó el Océano
Atlántico como un vasto valle invadido por el mar.
Élie de Beaumont fue el primero en proponer (1829) que la Tierra se encuentra en estado de
contracción térmica. En su magna obra, Notice sur les systémes de montagnes (1852),
argumenta que el enfriamiento gradual del globo terrestre da lugar a compresión lateral y
forma montañas. Creía este autor que la orogénesis era un acontecimiento a escala terrestre y
la utilizó por primera vez para dividir la historia de la Tierra, interpretando las discordancias
angulares y creando así la base de las teorías orogénicas posteriores de Stille y otros. Estas
"revoluciones" orogénicas estaban de acuerdo con las observaciones de Cuvier, padre del
Catastrofismo Biológico, sobre los drásticos cambios en el mundo biológico.
Tras ellos, Antonio Snider-Pellegrini (1858) es el primer autor que señala claramente una
ruptura y el alejamiento a la deriva de los continentes atlánticos. En su obra La création et

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

ses mystères dévoilés, este anticuado -por el "ambiente geológico" en que le tocó vivir-
catastrofista norteamericano, de acuerdo con sus especulaciones aboga en favor de que
cuando la masa en fusión de la Tierra se enfrió y cristalizó, los continentes quedaron de un
solo lado creándose una inestabilidad que sólo se resolvió después del Diluvio: en ese
momento, extensas catástrofes fracturaron y separaron las Américas del Viejo Mundo. La
complementariedad de las costas de América del Sur y de África es citada como una prueba
explícita (figura 30). La perspectiva catastrofista aún recurrente en la obra de este autor
entra pronto en desprestigio ante el auge de la perspectiva actualista y gradualista de la
obra de Charles Lyell, Principies of Geology, aparecida en 1830.

Figura 30.
Reconstrucción, según Snider-Pellegrini (1858) de la posición de Norteamérica, África y Europa durante el
Carbonífero (A). Tomado de http://www.mhsg.de/fileadmin/Demo/Demo_Die_Erde/Data/Plattentektonik.
Un nuevo punto de vista surge para interpretar los espacios oceánicos desde una perspectiva
cósmica. George Darwin (1879) propone que la Luna habría nacido de la Tierra en una etapa
inicial de la historia de esta última dejando una gigantesca cicatriz en el Pacífico, caracteriza a
este nuevo acontecimiento catastrófico como núcleo desde el cual desarrollar la idea de los
desplazamientos continentales. Este planteamiento es recogido por Osmond Fisher (1882),
que indica que una consecuencia probable de ello habría sido el desplazamiento lateral y la
fragmentación de la corteza granítica enfriada. Es particularmente interesante su hipótesis,
recogida en su obra Physics of the Earth's crust, de que el interior de la Tierra, relativamente
fluido, debía estar sometido a corrientes de convección que se alzaban debajo de los océanos y
caían debajo de los continentes, constituyendo una notable anticipación de ideas posteriores.
F.B. Taylor (1910) es propiamente ya el autor de la primera hipótesis lógicamente elaborada
y coherente sobre lo que hoy denominamos los desplazamientos continentales. El punto de
partida de su hipótesis, expuesta en su obra Bearíng of the Tertiary mountain belt on the origin
of the Earth's plan no es la coincidencia del contorno de los continentes que bordean el
Atlántico, sino la disposición de las cadenas montañosas del Terciario en Eurasia. En las
fronteras sur y este de Eurasia (figura 31), y también en la región mediterránea, se
encuentran series de arcos montañosos, cuya cara convexa mira hacia el océano, que
muestran señales de compresión lateral en la forma de estratos plegados y yuxtapuestos.
Siguiendo a Suess (The face of the Earth), autor de la descripción de estas cadenas, las
interpreta como resultado de hundimientos oceánicos y de presiones tangenciales dirigidas
hacia el océano y procedentes de ciertos vértices septentrionales llamados "horsts", después
de la contracción producida por el enfriamiento de la Tierra. Taylor encontró que la hipótesis
convencional de la contracción no explicaba satisfactoriamente la distribución ni la juventud
de las cadenas montañosas del Terciario. Pensó, en cambio, en un "gran desplazamiento" de la
corteza terrestre desde el norte hacia la periferia de Asia. La península Indostaní, un antiguo

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escudo, obstaculizó este avance provocando el inmenso amontonamiento del Himalaya y la


meseta del Pamir, situados al norte, mientras más al este los plegamientos podían girar con
mayor libertad hacia Malasia e Indonesia.

Figura 31.
Dirección de las derivas continentales según F.B. Taylor (1910). Sugirió Taylor que los continentes tendrían que
haberse desplazado en las direcciones que se indican para que se lograse el arrugamiento de las rocas que ahora
constituyen nuestras montañas modernas (líneas gruesas) y las cadenas de islas (líneas de trazos). Tomado de
Hallam (1976, fig. 2).
En el sur de Europa, en cambio, sería más complicado establecer las direcciones de estas
líneas, lo que Taylor atribuía a la relativa pequeñez del sector europeo de la corteza y, por lo
tanto, a la relativa debilidad de las berzas impulsoras, así como al empuje tangencial del este y
la resistencia del bloque africano, entre otras razones. Apoyaba la existencia de un
desplazamiento de la corteza desde altas a bajas latitudes, citando el ejemplo de Groenlandia,
a la que consideraba un resto del antiguo bloque de donde se habrían desgajado Canadá y el
norte de Europa siguiendo la línea de las zonas de torsión o "rifts". Ello representa un
sustancial cambio respecto a su referente Suess, que atribuía la estrecha semejanza de las
rocas y estructuras paleozoicas a ambos lados del Atlántico al hundimiento de la Atlántida y
no a desplazamiento alguno de los bloques continentales implicados. Respecto al Hemisferio
Sur, sus referencias son más escasas, considerando para Australia un desplazamiento hacia el
nordeste en base a la presencia de cinturones orogénicos terciarios en Nueva Guinea y zonas
aledañas.
La Cordillera Central del Atlántico, ya por entonces conocida como una importante cadena
montañosa submarina paralela a las costas, era para este autor la línea de la zona de "rift"
entre África y América del Sur. Pero en tanto que este último continente se habría desplazado
hacia el oeste -como lo demuestra la existencia de la Cordillera de los Andes-, la ausencia de
jóvenes cadenas montañosas similares del lado africano indicaba que no había habido
movimientos posteriores al Carbonífero en este continente.
Por último, Taylor no atendió demasiado al mecanismo del desplazamiento continental en su
monografía de 1910, pero en trabajos posteriores sugirió la acción de las mareas cuando la
Luna fue capturada, que no perdida, durante el período Cretácico.
Posteriormente, H.B. Baker (1911, 1928) mantiene aún la idea de que había alguna relación

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entre el nacimiento de la Luna en el Pacífico y el desplazamiento lateral de las masas


continentales, llegando incluso a sugerir que dicho acontecimiento podría haber ocurrido en
una época tan relativamente joven como el Terciario. Asimismo, utilizó la ensambladura de las
montañas a ambos lados del Atlántico para justificar los desplazamientos de las masas
continentales implicadas, resultando un modelo de reconstrucción no muy diferente del
aportado por Snider-Pellegrini.
3.1.2. Alfred Wegener y la teoría de los desplazamientos continentales
3.1.2.1. La Ciencia Geológica en los albores del Siglo XX.
Frente a los planteamientos metodológicos de la tradición geológica y geofísica
angloamericana de finales del siglo XIX y principios del XX, que ponía el acento en las
propiedades de una Tierra sólida y parecía negar, p. ej., la posibilidad de la migración de los
polos, la escuela alemana contemporánea, no bien conocida en el mundo científico de habla
inglesa por causas idiomáticas, entre otras razones, habían incluso introducido en la geofísica
datos provenientes de la meteorología y la climatología -cosa que no hacían sus colegas
ingleses y norteamericanos- y habían adoptado una idea movilista según la cual segmentos de
la corteza terrestre flotaban sobre un interior líquido, todo lo cual podía explicar -sin grandes
ideas más o menos fantásticas- la posibilidad de un desplazamiento de los polos magnéticos
del planeta.
En estos comienzos del siglo XX se suponía que la Tierra era en su origen una masa en fusión
que se hallaba en un proceso de solidificación y, consiguientemente, contracción. Los
materiales más ligeros habrían ascendido a la superficie originando las rocas ígneas y
metamórficas de tipo granítico y otros sedimentos asociados. Todo este conjunto recibía el
nombre de SAL (más tarde redenominado como SIAL) por ser relativamente rico en silicatos
de Al, Na y K. Debajo de éste habría rocas más densas llamadas SIMA, parecidas, si no iguales
al basalto, al gabro o a la peridotita, ricas en silicatos de Mg, Fe y Ca.
Las montañas, a su vez, debían su origen a la contracción terrestre. Una presión en forma de
arco hacía que ciertos sectores de la superficie terrestre se hundieran originando océanos, en
tanto que los continentes permanecerían firmes sobre las aguas constituyendo bloques no
fracturados o "horsts". Con el transcurso del tiempo, ciertas zonas continentales se hundieron
a su vez y más rápidamente que las zonas adyacentes, de modo que fueron anegadas por el
mar, mientras que el temporalmente estabilizado suelo oceánico de otrora volvía a emerger
como tierra seca.
En este contexto, la identidad total o casi total de muchas plantas y animales fósiles
encontrados en distintos continentes se asumía como una prueba de la existencia de antiguas
conexiones terrestres a través de lo que ahora eran profundos océanos. La aceptación de estos
puentes intercontinentales, a la luz de la distribución actual de continentes y océanos, debía
plantear movimientos mundiales verticales de ascenso y descenso del nivel del mar
(eustatismo, de acuerdo con Suess), que, incluso, podían inferirse del estudio del registro
estratigráfico de las sucesivas transgresiones y regresiones marinas sobre los continentes.
Según el propio Suess, las regresiones serían debidas al hundimiento de las cuencas oceánicas
y las transgresiones al llenado parcial de estas cuencas con sedimentos procedentes de la
denudación de las áreas continentales. Por lo tanto, el agua descendía de los continentes
cuando los océanos se hacían más profundos, o los recubría a consecuencia de la
sedimentación sobre el suelo oceánico.
3.1.2.2 Wegener y "Die Entstehung der kontinente und Ozeane"
a) Introducción: los antecedentes
Según el propio Wegener, la sospecha de que los continentes podían haberse movido

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34
Estructura y dinámica de la Tierra 2019

lateralmente le había surgido de la observación de la coincidencia de los contornos a ambos


lados del Atlántico. La lectura al año siguiente (1911) de un artículo paleontológico que
probaba la existencia de un puente terrestre remoto entre África y Brasil reavivó su interés
por el tema iniciándole en la búsqueda de nuevas evidencias de este fenómeno que le
permitieran desarrollar su hipótesis primitiva, que expuso por primera vez en una
conferencia en Frankfurt en enero de 1912. Más tarde, en ese mismo año, publica dos breves
comunicaciones con el mismo título -"Die Entstehung der kontinente" (El origen de los
continentes)- en el "Pettermans Mitteilungen" y en la "Geologische Rundschau".
La primera versión en forma de libro, y por
consiguiente más extensa y desarrollada,
data de 1915 -"Die Entstehung der kontinente
und ozeane" {El origen de los continentes y de
los océanos)-, publicándose sucesivas
ediciones revisadas en 1920, 1922 y 1929. La
edición de 1922, la tercera, más difundida,
fue publicada en 1924 al inglés, francés, ruso
y español. En la edición inglesa -"The origins
of continents and oceansu-, la expresión "die
verschiebung der kontinente" original de
Wegener era traducida -correctamente-
como "continental displacement"
(desplazamiento continental). Pero la
expresión creada posteriormente -
"continental driff (deriva continental)-
pasó a sustituir a la primera, sin duda más
correcta en su significado.
Ya en el artículo de "Petermans Mitteilungen"
no sólo adelanta la hipótesis, sino que pone
de manifiesto sus previsiones de
modificaciones posteriores; de igual modo,
inicia sus argumentaciones geofísicas y, más
adelante, expone pruebas geológicas en
defensa de su idea de que los continentes,
Figura 32. anteriormente unidos, se han separado y,
Reconstrucción de Wegener de las diferentes posiciones todavía hoy, se siguen alejando. Incluso, tenía
de los continentes desde el Carbonífero, hace 300 la esperanza de que futuras observaciones
millones de años, (a) hasta el Cuaternario, hace un geodésicas demostraran que el movimiento
millón de años (c); en b, hace 80 millones de años.
continuaba todavía y deducía el movimiento
Tomado de Hallam (1976, fig. 3).
de los polos a partir del desplazamiento de
las antiguas líneas climáticas. No obstante, quedaba por resolverse el mecanismo causante de
los desplazamientos continentales, proponiendo como posibilidades las fuerzas de las mareas
y la fuga desde los polos o "pohlflucht.
La edición de 1929, más elaborada, presenta una mayor cantidad de evidencias,
particularmente interesantes desde un punto de vista paleoclimático (Wegener era un
afamado climatólogo, autor en 1924 en colaboración con su suegro, W. Köppen, de un libro
sobre los climas antiguos). Es esta la edición más leída en la actualidad y la que sirve de base
para ediciones en otros idiomas. En ella, Wegener observa que la hipótesis de una Tierra que
se contrae por enfriamiento es muy vulnerable desde muchos puntos de vista:
1. los acortamientos Terciarios, tan importantes que obligaban a recalcular la contracción
terrestre durante ese período;

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

2. la distribución localizada, nunca al azar, y en estrechos cinturones alargados, de las


cadenas montañosas;
3. la radiactividad natural de las rocas, fuente importante de calor, que obligaba a
replantear el enfriamiento de la Tierra, y
4. los datos sobre la gravedad, la isostasia y la subsidencia, que determinaban la
imposibilidad de pensar en hundimientos de los puentes terrestres.
A partir de estas premisas, la idea de los desplazamientos horizontales de los continentes
permitía postular la existencia de un proceso iniciado ya en el Mesozoico y que continúa en
nuestros días, con un supercontinente, el
PANGEA, que, al quebrarse, daría lugar a los
diferentes fragmentos cuyo alejamiento en el
tiempo habría determinado la distribución
actual de los continentes y de los océanos
(figura 32), aportando para ello numerosos
datos geofísicos, geológicos y biológicos.
América del Sur y África habrían empezado a
separarse en el Cretácico, al igual que América
del Norte y Europa, si bien, éstos, habrían
conservado un contacto por el norte hasta el
mismo Cuaternario. Durante el
desplazamiento de las américas hacia el oeste,
por compresión, se habían levantado en sus
bordes frontales o cerca de ellos las cordilleras
occidentales, aunque las Antillas y el Arco de
Scottia se habían quedado rezagados en el
Atlántico. El Océano Índico empezó a abrirse
en el Jurásico, pero el movimiento principal
tuvo lugar en el Cretácico y Terciario. Una gran
extensión de tierra al norte de la India se había
amontonado por delante en el trayecto de ésta Figura 33.
hacia Eurasia, formándose así el Himalaya. Máximos de la distribución de frecuencias de las
Australia-Nueva Guinea habían cortado su elevaciones en la superficie de la Tierra según
conexión con la Antártida en el Eoceno y se Wegener en 1929. Tomado de Hallam (1976, fig. 4).
trasladaron hacia el norte hasta llegar al Archipiélago indonesio, en el Terciario Superior.
Una edición en español a cargo de la Editorial Metáfora ha sido publicada en 2011, con un
muy interesante estudio introductorio de Francisco Anguita Virella, que se ha encargado,
junto con Juan C. Herguera García de la traducción de la versión original.
b) Argumentos de Wegener a favor de los desplazamientos continentales
Los argumentos que aporta Wegener a favor de los desplazamientos continentales son de
cuatro tipos:
1. Geofísicos.
1.1. La distribución estadística de la topografía de las áreas continentales y oceánicas,
incompatible con la idea de hundimientos y elevaciones al azar a partir de un nivel
original uniforme, que daría lugar a una distribución normal o gaussiana (figura 33).
Además, esta idea es compatible con la existencia de dos capas corticales separadas, una
superior y siálica, menos densa que la inferior, simática, constituyente del suelo
oceánico.
1.2. Asimismo, cualquier variación en la cantidad de masa en la capa superior, que, por

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

isostasia, podría dar lugar a hundimientos o


ascensos relativos, permitía aseverar que del
mismo modo que los bloques continentales
podían moverse verticalmente sobre este
substrato, no había ninguna razón que les
impidiera moverse también horizontalmente
siempre que existieran fuerzas suficientemente
capaces para impulsarlas.
1.3. Los datos petrológicos y gravimétricos,
combinados y complementados por la
información sísmica, sugerían que los océanos se
apoyaban sobre un material más denso que el de
los continentes y que parecía estar formado por
peridotitas (olivino y piroxeno), dunita (olivino) o
quizás eclogita (granate y piroxeno), con una capa
superior basáltica (olivino, piroxeno, plagioclasa
cálcica y magnetita).
2. Geológicos.
Figura 34
2.1. Las similitudes de las costas a ambos lados del Antiguas posiciones relativas de
Atlántico. Sudamérica y África, según du Toit en
2.2. Los cinturones de plegamiento de Sudáfrica y Wegener (2011), que permiten establecer
Buenos Aires, que parecen continuarse de un correlaciones a ambos lados del océano
Atlántico.
continente a otro (figura 34).
2.3. Las antiguas mesetas gneísicas africana y brasileña, ambas kimberlíticas y con diversos
tipos de rocas ígneas,
2.4. Las series marinas del final del Paleozoico en Sudáfrica (Serie de Karroo) y de Brasil
(Serie de Santa Catarina), similares y con intercalaciones en los mismos niveles
estratigráficos de tillitas.
2.5. Cadena Caledoniana de Europa occidental, que se continúa en Terranova y Escocia, al
igual que ocurre con la Cadena Hercínica europea.
A B

Figura 35.
A. Distribución actual de algunos géneros de lombrices de la familia de los Megascolécidos, sobreimpuesta a una
reconstrucción pre-Jurásica, basada en la teoría de la deriva, según Michaelsen en Wegener, 2011, figura 6.4. B.
Distribución actual de la familia de las lombrices Lumbricina, sobreimpuesta a un mapa de reconstrucción para el
Eoceno, de acuerdo con la teoría de la deriva, según Michaelsen en Wegener, 2011, figura 6.4.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

3. Paleontológicos y biológicos.
3.1. La necesidad de considerar conexiones terrestres (o, en el caso de organismos neríticos,
alguna clase de vínculo entre las plataformas continentales submarinas) para
interpretar las identidades o semejanzas de flora o fauna entre los distintos continentes
(Mesozoico de Brasil,y África, Australia y África-India, Sudáfrica-Madagascar e India).
Los ejemplos citados por Wegener eran, entre otros, el reptil Mesosaurus (del Pérmico
de Sudáfrica y Brasil) y la Pteridofita Glossopteris, del Paleozoico de Gondwana).
3.2. La compartición por parte de los marsupiales australianos y sudamericanos de parásitos
idénticos o muy similares.
3.3. Las afinidades entre las familias de lumbrícidos y megascolécidos de Europa y
Norteamérica, de América del Sur y África, de Australia, India, Sudáfrica y Patagonia,
cuya distribución implica la necesidad de una “deriva continental”.
4. Paleoclimáticos.
Los criterios de esta índole que presenta son:
4.1. presencia de tillitas sobre pavimentos
estriados de rocas resistentes: huellas de
glaciarismo;
4.2. gruesas capas de carbón: climas
húmedos (y probablemente muy
cálidos);
4.3. depósitos de yeso y de sal gema: climas
cálidos, con mayor evaporación que
precipitación;
4.4. depósitos calcáreos: condiciones
tropicales a subtropicales (relaciones
entre solubilidad del carbonato y
temperatura);
4.5. ausencia de anillos de crecimiento anual
en los troncos de los árboles: ausencia de
estacionalidad, condiciones tropicales.
4.6. reptiles de gran tamaño: climas cálidos. Figura 36.
La glaciación Permo-Carbonífera. Las zonas en negro
Las implicaciones geográficas y climáticas que representan el supuesto casquete polar y la línea más
estos argumentos suponen son, esencialmente, gruesa el posible ecuador contemporáneo, según
las siguientes: Wegener en 1929. Tomado de Hallam (1976, fig. 7).
1. Glaciaciones Permocarboníferas en América del Sur, Sudáfrica, India y Australia. La
extensión de las tillitas y su posición secuencial indican una ubicación del centro de los
hielos al sur (10° S) (figura 36), que, de no haber ocurrido los invocados
desplazamientos continentales, darían lugar a una extensión del glaciarismo hasta el
Ecuador, en tanto que en el Hemisferio Norte el clima habría permanecido tropical a
subtropical.
2. Características de los carbones de los Estados Unidos de Norteamérica, Europa y China,
que dibujan un cinturón tropical a 90° del centro de una gran región de hielo continental
(figura 37).
3. Carbones Pérmicos de África del Sur, con floras diferentes y con anillos estacionales,
implicando una migración hacia el Sur de los cinturones climáticos, y, por tanto, de los
polos climáticos ("pohlflucht").

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

4. Según Wegener, la migración polar ¿se debía al movimiento de toda la corteza sobre el
substrato o a una modificación interna del eje de rotación? Sobre esta última posibilidad,
invocaba un "ciclo de transgresión" de los mares: el ensanchamiento ecuatorial a 90° de
los polos daría lugar a que durante el desplazamiento de los polos, el ensanchamiento en
las áreas continentales se habría retardado más que el de las áreas marinas, que habrían
respondido inmediatamente; en las zonas continentales por delante del polo que se
desplaza deberían existir huellas de una regresión creciente.
c) El mecanismo de los desplazamientos continentales según Wegener.
Ante la dificultad de encontrar un
mecanismo válido, Wegener invocaba la
posibilidad de la influencia de la fuerza
del "pohlflucht (migración de los polos)
en la explicación del movimiento de los
continentes hacia el Ecuador. Ésta es una
fuerza diferencial gravitatoria motivada
por el hecho de que la Tierra es un
esferoide achatado en los polos.
Para explicar la presunta deriva hacia el
oeste de los continentes, pensaba en
Figura 37.
alguna fuerza determinada por la acción Los cinturones climáticos del Carbonífero y el Pérmico; las
de las mareas, sosteniendo que el zonas sombreadas son áridas. C, carbón; I, hielo; D, arenisca
frenado de la Tierra por la acción mareal desértica; S, sal; G, yeso. Según Wegener (1929), modificado
debía afectar especialmente a las capas en parte. Tomado de Hallam (1976, fig. 8).
exteriores y producir por lo tanto su desplazamiento sobre las capas internas, bien en
conjunto, bien de fragmentos continentales desgajados.
3.1.2.3. Los primeros detractores y abanderados de Wegener.
Entre los primeros, destacaríamos a en primer lugar a Philip Lake, que, en 1922, publica un
comentario tan bien intencionado como escéptico de la segunda edición del libro de Wegener,
en el cual trata de destruir la teoría de éste. Ese mismo año, en la reunión anual en Hall de la
British Association se discute la hipótesis en un debate "vivaz pero no concluyente".
En 1923, en una reunión de la Royal Geographical Society, el propio Lake insiste en sus
planteamientos contra los desplazamientos continentales, siendo respaldado en su
intervención por las de Lamplaugh, que se muestra escéptico, aunque comprensivo; OIdham,
que incluso se preocupa en demostrar que las ideas de Wegener no eran en modo alguno
originales, reclamando la originalidad de ellas para un autor inglés del siglo pasado (Osmond
Fisher, 1882; ver atrás). También, a H. Jeffreys, pionero en Geofísica matemática, que se
constituyó en el crítico más vehemente e influyente de todos en contra de la teoría de los
desplazamientos de los continentes. Estas críticas las publica más tarde en un gran tratado de
Geofísica (The Earth, 1924) dando paso a la serie de críticas más dura por parte de autores
que constituían lo que se podría denominar la "escuela geofísica de la Tierra ultrasólida", que
consideraba que se podía demostrar de manera definitiva que la Tierra poseía una rigidez
demasiado grande para permitir que los continentes se trasladen por su superficie.
En el Simposio de la Asociación Americana de Geólogos del Petróleo (A.A.P.G.) en Nueva York,
en 1926, con opiniones en general adversas, además del propio Wegener, defienden la
hipótesis Taylor y van Waterschoot. En contra se manifiestan, particularmente, R. T.
Chamberlin, geólogo americano, que muestra algo más que una oposición a esas ideas,
elaborando incluso una lista de no menos de 18 puntos que, según él, destruían la teoría;
Bailey Willis, geólogo estructural, y William Bowie -ambos norteamericanos- que inciden en

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

sus críticas a un SIMA más blando que la corteza. También Washington, petrólogo
norteamericano, que discute la afirmación de Wegener acerca de la similitud de las rocas
ígneas citadas en su obra. Berry, paleontólogo, incluso llega a poner en duda la categoría
investigadora de Wegener, en tanto que LongweII, que se muestra al menos interesado, no
queda convencido.
Schuchert, paleogeógrafo de Yaie, que explicaba las similitudes de flora y fauna entre
continentes, si se aceptaba algún puente terrestre, como, p.ej., en el Ártico, discutía la
precisión de los encajes continentales, que implicaban serias distorsiones cartográficas.
En 1931, el propio Jeffreys, en una discusión de la Sección de Geografía de la British
Association, contesta muy críticamente la hipótesis de Holmes sobre la convección térmica de
las capas profundas de la Tierra. A su vez, G.G. Simpson, paleontólogo norteamericano, en
nombre de la casi total unanimidad de los paleontólogos, se manifiesta en 1943 en contra de
las ideas de Wegener en un artículo enérgico y convincente que adquirió una gran influencia
en América, y en el cual destruía la alternativa del puente intercontinental de la deriva,
manifestándose además a favor de la idea de que los animales cruzaran el océano por azar,
mediante lo que él denominaba "sweepstakes routes". Años más tarde, no obstante, este
autor acabó "convirtiéndose" finalmente a la deriva continental ante las numerosas evidencias
de la Geofísica oceánica.
B. Willis, en 1949, en el Simposio celebrado en Nueva York organizado por la "Society for the
study of the Evolution" -cuyas actas fueron publicadas en 1952 en el "Bulletin of the American
Museum of Natural History"- para debatir el problema de la conexión por tierra a través del
Atlántico sur, acaba tildando a la "deriva continental" como un "cuento de hadas", "una
fantasía fascinante que ha capturado la imaginación de muchos".
En 1950, finalmente, Gevers, en su elogio fúnebre de Du Toit, no puede por menos que volver
a la carga denotando el desinterés y la falta de atención recibida por la "deriva continental"
dentro de la comunidad científica en los últimos años.
A su vez, de entre tos defensores de las ideas de Wegener, destacan, entre los más
significativos, Albrecht, que manifiesta a Köppen, durante las sesiones de la Reunión
Geodésica Internacional de 1922, lo interesante que resultaría la puesta a prueba de la idea de
su yerno. Así mismo, Argand, geólogo suizo, uno de los fundadores y desarrolladores de la
teoría de los mantos de corrimiento en los Alpes, en 1922, en el XIII Congreso Internacional de
Geología en Bruselas, que expone sus ideas movilistas, aceptando la de Wegener de
continentes flotantes y de la plasticidad de los materiales rocosos sometidos a un esfuerzo
mecánico muy continuado, añadiendo incluso muchos detalles aportados por sus
investigaciones sobre las cordilleras.
DaIy, geólogo americano, expone sus ideas movilistas en su libro "Our mobile Earth" (1926),
aceptando la realidad de la deriva, pero manteniendo reservas respecto al mecanismo
propuesto y sugería una alternativa: los continentes se deslizaban lateralmente bajo la
influencia de la gravedad debido a un ensanchamiento de las regiones polares y ecuatoriales,
con una depresión entre ellas (hipótesis de deslizamiento hacia abajo -"downslidincf- o del
corrimiento de tierras -"landslíclincf1-. Incluso llegó a plantear la formación actual de los
continentes por fragmentación de un único supercontinente, el PANGEA, a su vez formado por
coalescencia de todas las masas de tierra preexistentes. Posteriormente se retractó de sus
ideas, extremadamente movilistas, pero continuó creyendo que el deslizamiento gravitatorio
era la causa principal de la formación de las montañas.
Bailey, geólogo estructural norteamericano, era favorable a la hipótesis de la deriva
continental porque permitía explicar con exactitud las similitudes e intersección de los
plegamientos caledoniano y hercínico a ambos lados del Atlántico norte.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

Holmes, por su parte, no sólo apoyó la teoría, sino que la difundió y la reforzó notablemente
proponiendo un mecanismo del movimiento continental mucho más plausible (1928, 1931).
Para ello abogaba por una corteza apoyada sobre un sustrato cuya rigidez disminuiría
rápidamente con la temperatura, lo que podía permitir la existencia de una circulación
convectiva profunda tal que la rotación terrestre desviaría las corrientes ascendentes hacia el
oeste, en tanto que las descendentes lo harían hacia el este. Debido a la mayor concentración
de U y Th, elementos radiactivos causantes del calor interno terrestre, en las rocas graníticas,
las corrientes debían surgir debajo de los continentes y extenderse en todas las direcciones
hacia las regiones periféricas. Por encima de los lugares en que nacían y se separaban las
corrientes, aparecería una región estirada de la corteza continental y finalmente se dividiría
en fragmentos, dejando sitio a una cuenca disruptiva subsidente que se convertiría en un
nuevo océano, en el cual se descargaría el exceso de calor. La capa superior granítica de la
corteza aumentaría de potencia debido a la fluencia diferencial de sus niveles hacia el fondo
oceánico que les obstruía. Este engrosamiento de la potencia de la corteza en el borde frontal
de los continentes en movimiento sería la causa de la formación de las montañas. Otras
consecuencias geológicas eran deducidas por Holmes a partir de estos planteamientos. La
figura 38 recoge la interpretación de Holmes de la deriva continental.
A. Du Toit, geólogo estructural sudafricano, autor en 1937 de Our wandering continents
(Nuestros continentes vagabundos), no sólo aportó (1927) datos utilizados por Wegener en
la cuarta edición de su libro, sino que presentó nuevas y abundantes pruebas, en particular de
tipo geológico, a favor de la deriva. Intenta este autor establecer una mayor precisión en los
encajes de los bordes continentales en sus plataformas. Asimismo, trata de explicar la
formación de los cinturones orogénicos pre-Terciarios; además, en vez de aceptar un único
supercontinente, PANGEA, prefería creer en uno septentrional, LAURASIA, y en otro
meridional, GONDWANALAND, separados desde el Paleozoico superior por el mar de TETHYS.
Incluso retoma la idea de Argand de una rotación levógira de la Península Ibérica durante el
Eoceno, abriendo el Golfo de Vizcaya y causando movimientos compresivos en los Pirineos.

Figura 38.
Interpretación de Holmes de la deriva continental. Adaptado de Hallam (1976, fig. 10).
Por último, Seward, paleobotánico británico, que en 1929 reafirma su simpatía por la
solución de la deriva y que más tarde perfeccionó (Plant life through the ages, 1931).

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

3.1.3. La década de los cincuenta: exploración de los fondos oceánicos


Al final de la Segunda Guerra Mundial, con el
desarrollo y aplicación de nuevas técnicas de
exploración, tiene lugar un espectacular
cambio en la mentalidad científica: las ideas
estabilistas van cediendo paulatinamente
paso a una concepción movilista. Algunos de
los aspectos cuyo estudio y conocimiento
participan de este cambio son:
1. El magnetismo de las rocas. El
magnetismo de las rocas, fenómeno conocido
ya desde la antigüedad y desarrollado desde
comienzos de siglo por Brunhes, aunque
ignorado durante muchos años hasta la
aparición de los primeros magnetómetros de
gran sensibilidad (Blackett), que Figura 39.
permitieron hacer estudios de una mayor Migración polar desde el Precámbrico hasta el presente
en Europa (línea continua) y en Norteamérica (línea
gama de muestras de rocas es el resultado de
discontinua). Simplificado del diagrama de Runcorn
un magnetismo fósil permanente que se (1962, fig. 19, en Hallam (1976, fig. 14).
puede utilizar a modo de brújula fósil para
determinar la dirección del campo magnético antiguo o paleomagnético.
Los trabajos del grupo de Cambridge (S.K. Runcorn, K.M. Creer y E. Irving) a mediados de
los cincuenta en rocas de Europa de edades muy diferentes pudieron demostrar un cambio
uniforme con el tiempo, anterior al Terciario
superior, de la posición del Polo Norte a partir de
una posición cercana a Hawaii en el Precámbrico
superior, que parecían confirmar los postulados
de Wegener sobre la deriva polar. En un primer
momento no se vio claramente si el polo se
movía igualmente en relación a cada uno de los
continentes (deriva polar) o si se obtenían rutas
distintas de continentes distintos (deriva
continental). Los primeros resultados que
apuntaban a esta segunda posibilidad se debían a
Runcorn en lo que respecta a Europa y América
del Norte. Los caminos de la deriva polar se
determinaron para ambos continentes, pero se
discernía una diferencia sistemática, pues el
Figura 40.
Reconstrucción. de Gondwana a partir de datos
camino del Precámbrico y del Paleozoico
paleomagnéticos. África se encuentra sobre sus americano se desplazaba 30° de longitud hacia el
coordenadas actuales, el desplazamiento polar está oeste. Después del Triásico desaparecía la
representado por la línea gruesa. Simplificado de diferencia (figura 39).
McEIninny y Luck (1979, fig. 1) por Hallam (1976,
fig. 16). Runcorn consideraba que la anomalía podría
desaparecer si se cerraba el Atlántico norte,
trasladando América del Norte junto a Europa, tal y como había propuesto Wegener. Ello
implicaba que los continentes se habían separado en un determinado momento entre el
Triásico y el presente, algo que estaba en contra de las ideas vigentes entonces, y algo en
contra de lo que el propio Runcorn había sido "educado". Resultados en la misma dirección
aunque aplicados a otros continentes fueron aportados simultáneamente por el grupo del
Imperial College, dirigido por el propio Blackett, que permitió reafirmar las ideas de Runcorn

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

al aportar datos de todo el mundo y presentarlos de modo que la deriva continental aparecía
ya como una realidad evidente. Desde ese momento (1956) en adelante, Runcorn pasó a ser
un defensor de primera línea de la migración lateral de los continentes.
Aplicado el mismo método de trabajo a los continentes del Hemisferio Sur (y a "alguno" del
Hemisferio Norte), el resultado era comparable: las diferencias del camino polar en distintos
continentes quedaban eliminadas si se admitía que alguna vez habían estado reunidos en
Gondwanalandia. Un extenso análisis de datos paleomagnéticos de todos los continentes del
sur, realizado por M.W. McElhinny y G.R. Luck lleva a una reconstrucción de
Gondwanalandia sorprendentemente parecida a la propuesta originariamente por du Toit
(figura 40).
Otro de los resultados sorprendentes de la época venía dado por el hecho de que Laurasia y
Gondwana, aunque antiguos
supercontinentes en la línea predicha
por du Toit, presentaban datos
paleomagnéticos que indicaban que
habían ocupado situaciones
levemente yuxtapuestas (McElhinny
y Briden). La primera interpretación
dibujó una "megacizalla" o torsión de
Tethys. Un nuevo análisis del
problema por Briden y sus
colaboradores excluyó esta
posibilidad, favoreciendo una
reconstrucción que implicaba la
existencia de un único
supercontinente, el PANGEA (figura
41). Figura 41.
Reconstrucción de Pangea en el Período Triásico basada en la
Otro aspecto intrigante y no menos reconstrucción de Smith y Briden (1970?). Las zonas sombreadas
interesante de investigación en fueron afectadas por deformaciones en el Terciario y sus
relación con el paleomagnetismo se posiciones son en consecuencia inciertas, tomado de Hallam
(1976, fig. 34).
refería a las inversiones de la
polaridad por plazos breves, que se observaron por primera vez cuando en elementos
sucesivos de secuencias de lava de finales del Terciario y del Cuaternario de Islandia se
comprobaron direcciones de polarización alternativamente virando de norte a sur y
viceversa, esto es con diferencias sucesivas de 180°.
En un principio, y durante mucho tiempo, se discutió si estos cambios reflejaban inversiones
del campo magnético de la Tierra o si estaban inducidos en las rocas debido a algún agente
relacionado con la mineralogía. La prueba más concluyente de la primera de las dos hipótesis
fue aportada a comienzos de los sesenta por los resultados obtenidos a partir de la datación
de las lavas por la medida de la desintegración del K-40 en Ar-40: si rocas de la misma edad
en distintas partes del mundo, enormemente separadas, están magnetizadas en la misma
dirección, entonces se hace muy difícil desechar los datos o atribuirlos a efectos químicos o
mineralógicos locales casuales. Quedó así probado que la última inversión del campo
geomagnético había ocurrido hace un millón de años y que la inversión inmediatamente
anterior, un millón y medio de años antes (Cox y colaboradores, Tarling, etc.).
3.1.3.1 El desarrollo de la investigación oceanográfica geológica y geofísica
A partir de la década de los cincuenta tiene lugar un gran afán investigador de la topografía y
de la geología submarina que culmina con la declaración del Año Geofísico Internacional de
1957-58. Los mapas obtenidos, más perfectos que nunca gracias a las nuevas tecnologías

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

desarrolladas en los años precedentes, permiten subdividir topográficamente los océanos en


tres provincias principales:
I. los márgenes continentales: plataforma continental, pendiente continental y fosas;
II. el suelo de la cuenca oceánica: fondos abisales, montes submarinos;
III. las cadenas montañosas o dorsales centro-oceánicas.

Figura 42.
(a) Una de las primeras representaciones del sistema montañoso del centro del océano, basada en la figura 19 de
Heezen, en Runcorn (1962). La línea gruesa es el valle axial (rift oceánico) de ese sistema montañoso (la dorsal); las
líneas de trazo discontinuo, las profundas fosas oceánicas, (b) Perfiles topográficos transversales que muestran el
gran parecido entre la Cordillera Atlántica y el Valle del Rift africano. Adaptado de la figura 20 de Heezen, en
Runcorn, 1962. Ambas figuras han sido sacadas de Hallam (1976,figs. 17y18).
Las muestras geológicas se obtienen mediante dragados y por medio de perforaciones
superficiales que penetran unos metros en los sedimentos blandos.
La nueva visión que se va alcanzando permite constatar la juventud de las rocas de los fondos
marinos (post-Cretácico), así como la configuración de los sistemas de cordilleras o dorsales
centro-oceánicas, tanto topográfica como estructural o dinámicamente. Así, en 1962, Heezen
publica un mapa de la distribución de las dorsales por todos los océanos (figura 42.a)
elaborado a partir de los estudios realizados en la década precedente. Precisamente, en 1953,
J. C. Swallos descubre el valle central o "rift" de dichas dorsales, e, incluso, su descubrimiento

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

por Heezen y Ewing en el sistema del océano Índico permitió a éstos postular acerca de la
base de la amplia similaridad de topografía y sismicidad, así como de la evidente continuidad
geográfica que el valle axial presentaba en la falla de África oriental a través del Golfo de Aden
(figura 42.b). La consideración de la topografía transversal de estos sistemas como
resultantes de una tensión en la corteza estaba llamada a tener gran significación para la
comprensión del suelo oceánico.
Además, la constatación de que en ninguna parte de los océanos, a excepción de algunas de las
islas en las Seychelles, aparecen rocas ígneas de tipo granítico y que en ningún caso se
descubrieron rocas sedimentarias de edad anterior al Cretácico Medio, permitió romper con
la idea de que los océanos no serían sino rasgos primordiales.
El desarrollo de las técnicas de medición de la gravedad, gracias a la construcción de
gravímetros que podían operar desde barcos en movimiento para obtener perfiles continuos,
así como el de las técnicas sísmicas, tanto de reflexión como de refracción, que permitieron
descubrir la existencia, primeramente, de la discontinuidad de Mohorovicic en la base de la
corteza, así como que, en general, los océanos carecían de rocas siálicas, de baja densidad,
corroboraban la no existencia de vestigio alguno de continentes sumergidos.
El gradiente del flujo térmico a través del suelo oceánico. Su determinación mostró que
apenas es diferente del que se pudo encontrar en los continentes -en éstos se encontraron
valores mucho menores de los que se esperaban para ellos a causa de la radiactividad de las
rocas-. Del mismo modo, se constató que el flujo de calor debajo del sistema central oceánico
era significativamente mayor que en cualquier otro lugar del océano.
Es a partir de la década de los 50 cuando también se desarrollan técnicas de investigación
magnetométrica utilizando ya magnetómetros -remolcados por aviones y/o barcos-
convenientemente construidos, capaces de proporcionar medidas progresivamente más
fiables. En particular se registra gráficamente de una manera continua toda una serie de
anomalías magnéticas (véase atrás y más adelante) que, en ocasiones, llegan a representar
sólo pequeñas diferencias, del orden de miligauss, de los valores medios de la intensidad
magnética total en la dirección del campo geomagnético.
Estas anomalías, descubiertas en principio a finales de los cincuenta en el este del océano
Pacífico, fueron asignadas en principio a alineaciones norte-sur de fragmentos alargados de
alguna roca portadora de magnetita (el basalto) y magnetizados en forma contrastante con las
rocas vecinas hacia el este y el oeste. Este descubrimiento fue complicado con el de la
existencia de zonas de fracturas oceánicas que no sólo desplazaban las cordilleras axiales, sino
también los peculiares registros oscilatorios de las anomalías. Ello permitió constatar que la
corteza oceánica se comportaba con una rigidez comparable a la de los continentes, y que
bloques de corteza podían desplazarse a grandes distancias.
A estos datos habría que unir los correspondientes al análisis del geólogo estructural
australiano Carey (1958), en el que tras un minucioso estudio de las cadenas de plegamientos
y otros fenómenos tectónicos obtiene una Tierra donde los continentes estaban unidos a
finales del Paleozoico en la forma prevista por Wegener, pero con un diámetro equivalente a
las tres cuartas partes de las dimensiones actuales; según este autor, los continentes no sólo
no habían derivado, sino que se dispersaron mientras la Tierra se expandía rápidamente. A
pesar de lo asombroso de estas ideas, algunas de ellas quedarían demostradas posteriormente
(origen del golfo de Vizcaya, apertura de los mares Tirreno y de Liguria, etc.).
3.1.4. La nueva situación.
A finales de la década de 1950 se hacía precisa una nueva idea que sirviera de base desde la
que construir un nuevo modelo dinámico de la Tierra. Esta nueva idea fue la que R.S. Dietz
denominó "expansión de los fondos oceánicos', que fue presentada en 1960 por H. Hess en

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

forma de "preprint” a partir de multicopista y publicada en 1962. Su intento fue integrar


hechos aparentemente inconexos, como:
1. la evidente juventud de los fondos oceánicos;
2. el sistema circumpacífico de arcos insulares y fosas oceánicas adyacentes, con volcanes y
poderosos sismos que sugieren profundas fallas que se hunden desde la periferia del
océano;
3. el extenso sistema de crestas oceánicas con su peculiar sismicidad, su flujo térmico
elevado, vulcanismo y fosas axiales que traducían tensiones en la corteza.
La propuesta era que el fondo oceánico se creaba en las crestas oceánicas, se extendía hacia las
fosas oceánicas y luego se introducía bajo éstas en el manto. Entonces, relacionó sus modelos de
fondo oceánico en expansión con la deriva continental, planteando que los continentes eran
transportados en el mismo proceso, el cual estaba dirigido por corrientes de convección del
manto -idea ésta que ya había sido anticipada anteriormente por Holmes y Fisher-. No
obstante, la falta aún de datos que permitieran sostener esta hipótesis de trabajo le hizo
rebautizarla con el término significativo de "geopoesía".
A pesar de todo ello, en 1963, F. Vine, geofísico británico de Cambridge, retoma la hipótesis
de Hess para explicar las enigmáticas bandas de anomalías magnéticas que se encuentran
paralelamente a la cresta de Carlsberg en el océano Índico. En un principio, la idea de los
diferentes autores interesados en el tema
(Raff, Masón, Vacquier, Girdier -que
interpretó años antes el mar Rojo como un
nuevo océano incipiente que se está
abriendo y que estaría ligado de alguna
manera al sistema de crestas oceánicas de
África oriental-golfo de Aden, océano
Índico-) apuntaba a que estas bandas eran
debidas a roca imantada y no imantada o a
la magnetización inversa y a la remanente;
en todo caso, siempre lejos de relacionar
la existencia de inversiones globales con la
expansión del fondo oceánico. La relación
fue establecida precisamente por el propio
Vine en colaboración con D. Matthews
(Vine y Matthews, 1963: Magnetic
anomalies over oceanic ridges. Nature.
199) y por L. Horley (éste en cartas
presentadas en 1963 a Nature y al Journal
of Geophysical Research, en ambos casos
con el mismo resultado negativo, y
artículo publicado en 1964 en
colaboración con Larochelle en la Roy.
Soc. Canadá Spec. PubI-, 8). Al propio Vine,
sin embargo, se deben la práctica totalidad
de las pruebas presentadas por aquella Figura 43.
Registros de anomalías magnéticas en el noroeste del
época para confirmar la hipótesis. Faltaba Pacífico, cerca de las costas de Canadá y Estados Unidos.
por demostrar entonces que las anomalías Las líneas rectas indican la posición de las fallas que
fueran simétricas a cada lado de las desplazan los registros de anomalías. Según Vine (1966, fig.
crestas oceánicas. 1; en
http://geophysics.eas.gatech.edu/classes/Geophysics/misc/
La exploración activa del fondo oceánico Intro_Plate_tectonics.html).
en esos años en el Observatorio geológico

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

Lamont de la Universidad de Columbia, en Nueva York, era llevada a cabo tanto por
investigadores partidarios del estabilismo tradicional (M. Ewing, director) como partidarios
de una Tierra movilista (B. Heezen y N. Opdyke). Así mismo, se debe a Talwani, Le Pichón y
Heirtzier una investigación (1965) de las anomalías magnéticas sobre las crestas de
Reykjanes, al sur de Islandia, en la que acababan rechazando la hipótesis de Vine y Matthews.
En ese mismo año, Tuzo Wiison y Vine colaboran en un estudio sobre la cresta de Juan de
Fuca -mar adentro frente a la isla de Vancouver (figura 43)-, observando que la distribución
de anomalías magnéticas se adaptaba allí a la hipótesis de Vine y Matthews, y calculando,
mediante la utilización de la nueva escala de tiempo de inversión geomagnética de Cox, Doell
y Dalrymple para los últimos 3 m.a., la velocidad de expansión del fondo oceánico. A pesar de
las irregularidades de los resultados y de las dudas planteadas en principio en el propio Vine
sobre su hipótesis, ésta fue refrendada a finales de ese mismo años gracias a los nuevos datos
aportados por Dalrymple en una reunión de la Geological Societv of América en Kansas City.
El espaldarazo definitivo hubo de esperar a los trabajos del grupo de Lamont en la cresta
Pacífico-Antártica, en 1966 (perfil Eltanin-19).

Figura 44.
(a) Representación esquemática de la apertura del Atlántico en los términos del concepto de fallas de
transformación, según Wilson (1965, fig. 6). (b) Diagrama que ilustra la aplicación del teorema de Euler a las
placas litosféricas, según Morgan (1968, fig. 4). (c) La geometría esférica de la tectónica de placas: polo de
rotación y líneas de latitud, según Oxburg (1972). Las figuras (a) y (b), tomadas de Hallam (1976, figs. 23 y 30). La
figura (c), de Águeda et al. (1983, fig. 8.15).
La primera vez que aparece en la literatura el término "tectónica de placas" tiene lugar en
1965 en un artículo en Nature de J. Tuzo Wilson. La sismicidad, el vulcanismo y las
cordilleras y arcos insulares, las crestas oceánicas y las grandes fallas de movimiento
horizontal le permitieron establecer la existencia de cinturones móviles unidos de manera
continua aunque irregular, los cuales dividían la superficie de la Tierra en varias placas

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

anchas y rígidas. Define las fallas transformantes (figura 41) y presenta un modelo
simplificado de la apertura del océano Atlántico que muestra de qué manera se desarrollan
estas fallas. A su vez, el desarrollo teórico completo se debe a J. Morgan (1968), que extiende
el concepto de fallas transformantes a una superficie esférica y divide la superficie terrestre
en 20 bloques rígidos, unos grandes y otros pequeños, separados por límites de tres tipos:
1) dorsales oceánicas, donde se crea la corteza oceánica;
2) fosas oceánicas, donde la corteza se destruye, y
3) fallas transformantes, donde la corteza ni se crea ni se destruye.
Ya que la corteza es demasiado delgada como para presentar la resistencia requerida, creía
que estas placas se habrían de extender unos 100 km. hasta la llamada capa de pequeña
velocidad del manto -la astenosfera-, más débil. La zona relativamente rígida de los 100 km.
superiores, que Morgan denominó tectosfera, se conoce ahora más generalmente como
litosfera. Aplicó también el teorema de Euler (figura 44 b) para explicar el movimiento de las
placas sobre una superficie -la terrestre-esférica y pudo incluso calcular el valor del cambio de
velocidad de expansión del fondo oceánico en distintos lugares basándose para ello en datos
del Atlántico.
En este mismo año Heirtzler y sus colaboradores (1968) elaboran una escala cronológica
para acontecimientos magnéticos que llegaba hasta el Terciario, suponiendo velocidades de
expansión constantes. Simultáneamente, se inicia el programa JOIDES ("Joint Oceanographic
Institutes Deep Earth Sampling" Programme) con ayuda del barco Glomar Challenger y
equipos multinacionales de científicos, pudiéndose obtener testigos de más de 1000 m de
longitud bajo 6000 m de agua. Se encontró que la edad de los sedimentos existentes
directamente sobre la capa basáltica aumentaba al alejarse de la dorsal Atlántica, implicando
una velocidad de separación de 2 cm/año, lo que venía a confirmar la escala cronológica de
Heirtzler. El grupo del Glomar Challenger pudo determinar que los sedimentos más antiguos
del Pacífico eran del Jurásico Medio a Superior y se encontraban en el NW del océano; en el
caso del Atlántico, situados al W, eran, igualmente del Jurásico Medio a Superior.
El número de placas mayores (seis) es determinado posteriormente por Le Pichon (1968) y
se definen nuevas placas menores. A partir de ese momento, la expresión "deriva de los
continentes" deja de ser adecuada, a pesar de que los continentes se mueven: forman parte de
una placa dada y desde luego "no derivan" a través de los océanos.
Un principio básico de la tectónica de placas es que la cantidad de corteza (mejor, litosfera)
creada en los bordes divergentes de las placas debe ser igual a la destruida en los
convergentes, bajo las fosas, por "subducción". La sismología confirmaba por esta época que
bajo las islas del
océano Pacífico se
producía la
destrucción de la
litosfera por
subducción, tal y
como Hess -y antes
Benioff- había
previsto. Esto dio
lugar al reconocido Figura 45.
artículo de Isacks, Diagrama explicativo de la tectónica de placas. Según Isacks, Oliver y Sykes (1968), en
Oliver y Sykes1, Hallam (1976, fig. 33).

1 Isacks,B.; Oliver,J. y Sykes,L.R. (1968); Seismology and the new global tectonics. J. geophys. Res., 73:585-599.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

entre cuyas aportaciones cabe destacar la reconocida "figura 1", que ilustra
esquemáticamente los conceptos fundamentales en la emergente teoría de la tectónica de
placas (figura 45).
Las pruebas a que a partir de entonces se sometió la nueva teoría no hicieron sino reforzarla
y, en todo caso, enriquecerla, modificándola allí donde era preciso para hacer de ella un nuevo
paradigma en el sentido de Kuhn. Implicó ello la explicación de numerosas consecuencias de
naturaleza diversa (magmáticas, orogénicas, paleobiogeográficas, evolutivas, etc.) que
revitalizaron el panorama de las Ciencias de la Tierra.
Pero la historia no acaba aquí. Continúa con las aportaciones de diverso signo, tanto
partidarias como encarnizadamente adversarias, en un debate cada vez más favorable a las
primeras, en particular merced a datos tan significativos como los aportados por proyectos de
investigación como el franco-americano proyecto FAMOUS de investigación de los fondos
submarinos, o las determinaciones de la velocidad de los movimientos relativos de los
continentes obtenidas por el satélite LAGEOS.
3.2. La tectónica de placas: fundamentos y argumentos.
A lo largo de las páginas anteriores hemos podido comprobar que la tectónica de placas es
una teoría fundamental en la manera de expresar la evolución geodinámica del globo
terrestre. Varios son los puntos en los que se apoya esta teoría:
 La existencia de un canal de baja velocidad en el manto superior. Este canal es una capa
de baja rigidez (viscosidad de 1020 poises), la astenosfera, que se comportará
plásticamente, en contraste con la litosfera, que es un millón de veces más rígida (1026
poises).
 La litosfera está dividida en fragmentos (placas litosféricas) separados por cinturones
lineales tanto sísmicos (figura 46) como volcánicos (figura 47).
 En términos de tiempo geológico, la litosfera oceánica es un sistema que se recicla a gran
velocidad, ya que está siendo continuamente producida y destruida. Tras su creación,
que tiene lugar en las dorsales oceánicas (bordes constructivos de placa), la litosfera
oceánica se separa de éstas (extensión o expansión del fondo oceánico) hasta llegar a
los bordes destructivos de placa (zonas de subducción) marcadas por una trinchera
oceánica donde es destruida mediante subducción (introducción por debajo) u
obducción (cabalgamiento) respecto a otra placa.
 En este transporte, los continentes son pasajeros de las placas litosféricas, y pueden
colisionar entre sí cuando llegan a reunirse en las zonas de subducción. Las
interacciones continuas de las placas (que explican que sus bordes sean sísmicos)
incluyen una tercera modalidad: el deslizamiento lateral de una placa respecto a otra en
los bordes pasivos de placas; son las fallas transformantes.
 Esta dinámica implica conceptos sencillos de geometría esférica (ver figura 41). Los
movimientos de las placas litosféricas están, así, interrelacionados en todo el planeta, lo
que ha permitido la acuñación del término tectónica global para referirnos a la
interpretación en el globo terrestre de la totalidad de los procesos geológicos en el
marco de la tectónica de placas.
 Aunque casi toda la actividad geológica interna se produce en los bordes de placa, esta
regla tiene dos excepciones: cuando una colisión es muy importante, la deformación
puede afectar más allá del propio borde destructivo de la placa, abarcando a la totalidad
de las placas. Además, la existencia de volcanes activos lejos de los bordes de las placas
ha forzado al reconocimiento de la existencia de focos térmicos independientes de
aquéllos (puntos calientes), que son provocados por el ascenso de un penacho de
material caliente (plumas térmicas) desde la base del manto terrestre y que, en
superficie terminan desarrollando un volcán activo (Hawaii, p. ej.). Sin embargo, los

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puntos calientes no son exclusivos del interior de las placas, pudiendo estar situados
también en un borde de placa, si se trata de un borde constructivo, la extensión del
fondo oceánico transportará el material volcánico depositado en las dos placas
formando un reguero doble, con una cresta volcánica a cada lado del borde de placas,
como ocurre con las dorsales asísmicas de Río Grande y de Walvis, al oeste y al este,
respectivamente de la dorsal atlántica meridional, si el punto caliente está situado lejos
del borde de una placa móvil, dejará una sola cresta (sistema Hawaii-Emperador, p. ej.).
 En una zona de subducción, el calor surgido hacia la superficie (debido a fricción, a
compresión de placa, a densificación de sus minerales,...) puede hacer que la litosfera se
torne dúctil, llegando incluso a fundirla parcialmente; se crearía así un borde
constructivo satélite, cuya actividad podría llegar a separar del continente su borde. Esta
extensión tras arco (figura 48), documentada en varios mares interiores de Asia, como
el mar de la China o el del Japón, ha sido definida como el cuarto proceso básico en
tectónica de placas, tras los de construcción, destrucción y deslizamiento.

Figura 46.
Sismicidad global: epicentros de 15.966 terremotos de magnitud 4'5 a 5'5 ocurridos desde 1965 a 1975 a
profundidades menores de 700 km. Datos del NOAA recopilados por Hutchinson y Lowman y recogidos por Lowman
(1981).

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Figura 47.
Tectónica global y actividad volcánica en el último millón de años. Recopilado por Lowman (1997). Imagen
procedente de http://denali.gsfc.nasa.gov/research/lowman/Lowman_map1_lg.jpg

Figura 48.
El proceso de extensión tras-arco. Figuras de
http://en.wikipedia.org/wiki/Back-arc_basin.
Los principios anteriormente enunciados, tomados y adaptados de Anguita y Moreno (op.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

cit.} son el resultado de un conjunto de argumentaciones diversas que tienen su punto de


partida en las aportadas por Wegener en el primer tercio de este siglo y que ya se han
comentado anteriormente (apartado 3.1.2.2.; págs. 34 y sigs.).
Si los mayores detractores en su momento de las ideas movilistas que este autor auspiciaba
fueron entonces los geofísicos, las primeras y más concluyentes pruebas aportadas para
apoyar la nueva concepción global del planeta eran las que los geofísicos traían. Una revisión
interesante de algunas de estas pruebas -referidas a los bordes de las placas litosféricas, a la
orogénesis y al vulcanismo o a la deriva continental es aportada por Udías y Mezcua (1997,
págs. 421-441). Indudablemente, es el estudio del magnetismo remanente en las rocas la
prueba más sostenible al respecto.
Más atrás (apartado 2.2.3.) se ha abordado el estudio del campo magnético terrestre como
introducción para aportar ideas acerca de la naturaleza profunda de los materiales terrestres
y su dinámica. A continuación, se extiende este estudio para establecer las pruebas de la
tectónica de placas.
Algunas substancias sufren una imantación cuando son sometidas a un campo magnético; es
decir, desarrollan su propio campo magnético. Se llaman substancias ferromagnéticas a
aquéllas que se imantan de modo que su extremo próximo al polo N del campo externo se
convierte en polo S del imán que se forma en ellas, y viceversa. Son ejemplos de este
comportamiento metales tales como el Fe, el Ni, el Ti y el Co y minerales como la magnetita, la
hematites, la ilmenita o la titanita. Substancias paramagnéticas son las que se imantan como
las anteriores, pero muy débilmente. Las substancias diamagnéticas, en cambio, serían las
que se imantan en sentido contrario a las ferromagnéticas: el extremo próximo al polo N se
imanta como polo N, por lo que serán repelidas por el campo magnético externo. Ejemplos de
estas últimas son metales como el Cu, el Pb, la Ag, el Au y fluidos como el agua y el CO 2. La
imantación diamagnética suele ser de muy débil intensidad.
Las rocas contienen a menudo minerales ferromagnéticos; los principales de ellos suelen ser
la magnetita, la titanomagnetita, la hematites y la titanohematites. Estos minerales pueden
imantarse debido al campo magnético terrestre existente en un momento dado. El
magnetismo que adquieren se denomina magnetismo natural remanente (NRM) y puede
permanecer siempre que la roca no sufra otro campo magnético de igual o mayor intensidad y
sentido contrario o que se caliente.
Las substancias imanadas pierden su imantación por encima de una temperatura
determinada (punto de Curie), que es de alrededor de 500°C para las rocas. Una roca que
esté a mayor temperatura y se enfríe, al pasar justo por debajo del punto de Curie adquiere
una magnetización que es mucho más intensa que el NRM; se produce así el magnetismo
termorremanente (TRM). Éste se adquiere a partir del campo magnético terrestre y la
intensidad con que se imantan las rocas es menor que la del propio campo. No obstante, es
muy superior en intensidad al NRM y no se borra con un campo igual y de sentido contrario a
no ser que las rocas estén de nuevo cerca de su punto de Curie; esto es, a menos que se
calienten y se encuentre camino de una nueva fusión.
En consecuencia, las rocas volcánicas, que salen a la superficie a temperaturas muy superiores
al punto de Curie y se enfrían rápidamente, adquieren una magnetización intensa que
depende del campo magnético terrestre en ese punto en el momento de su efusión, con la
ayuda de aparatos sensibles (magnetómetros), se puede medir la magnetización de las rocas y
deducir como era el campo magnético en el momento de su efusión. Como, además, se pueden
datar las rocas radiométricamente, podemos llegar a conocer el tipo de campo magnético en
la antigüedad. El estudio del campo magnético terrestre en el pasado se denomina
paleomagnetismo y su utilidad -excepcionalmente en el desarrollo de la tectónica de placas-
es extraordinaria.

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La determinación del campo magnético en una roca


de determinada edad nos dice en qué dirección se
encontraba el polo N magnético y, gracias a su
inclinación magnética, a qué distancia aproximada.
Varias determinaciones en rocas de igual edad en
puntos separados de un continente nos dan varias
direcciones que convergen en un punto, lo que ayuda
a precisar mucho la posición de los polos en ese
tiempo, para esa edad. Cuando se estudian rocas de
distintas edades se van obteniendo una serie de
posiciones de los polos que, una vez unidas, dan una
curva que se conoce como deriva polar aparente. La
figura 39 muestra un ejemplo de este tipo de curvas,
utilizadas en su momento como prueba para
argumentar la deriva de los continentes.
Podría pensarse que esa curva representa la posición
absoluta del polo, que ha cambiado a lo largo de la
historia, mientras que el continente se mantenía fijo.
No obstante, cuando se trazan las curvas de deriva
Figura 49. polar para varios continentes se ve que no coinciden
Magnetismo remanente de una serie vulcano- en absoluto (figura 36). Como no puede pensarse que
sedimentaria del Terciario de Japón cada continente tenía sus propios polos magnéticos,
mostrando una inversión del campo
hay que admitir que lo que se ha movido no son los
magnético en las capas inferiores.
polos, sino los continentes respecto a éstos. Por eso
las curvas de deriva se llaman "aparentes" y por eso es tan importante el paleomagnetismo:
suministra una prueba absolutamente objetiva de la deriva continental, ayudando a
reconstruir la posición de los continentes en el pasado.
Otra utilidad del estudio del paleomagnetismo en las rocas viene dado porque las
inclinaciones magnéticas registradas en éstas se mantienen siempre que esas rocas no hayan
sido deformadas ni se calienten por encima del punto de Curie; ello permitirá calcular sus
paleolatitudes aun en el caso de que los continentes hayan girado. Las orientaciones de un
continente en la antigüedad se calculan a partir de la dirección de los paleopolos. No pueden
calcularse paleolongitudes porque lo que se obtiene es la orientación y la latitud, pero el
continente en cuestión pudo estar, en principio, en cualquier longitud dentro de esa latitud.
Para calcular paleolongitudes se utilizan criterios adicionales como conocimientos sobre las
posiciones relativas de los continentes entre sí y con respecto a los océanos.

Figura 50.
Historia del campo magnético terrestre desde el Cretácico Superior. En negro, períodos de polaridad normal; en
blanco: períodos de polaridad invertida. Tomado y resumido de Uyeda (1980, fig. 4.14).
Además de indicar en qué dirección se encontraban los polos y, aproximadamente, a qué
distancia, las determinaciones paleomagnéticas permiten determinar dónde estaban el N y el
S magnéticos. Se observó enseguida que algunas determinaciones indicaban que los polos

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

magnéticos no siempre se encontraban en la misma posición, sino que se habían producido


inversiones. La figura 49 es un croquis de una serie vulcano-sedimentaria del Terciario en el
Japón con la orientación de las líneas de flujo marcada por flechas, cuya longitud es
proporcional al magnetismo remanente. Las flechas apuntan al polo N magnético. El campo
magnético actual está representado por las flechas superiores y puede observarse que las
capas inferiores muestran la misma inclinación magnética pero con la polaridad invertida.
Como en el corto intervalo de tiempo transcurrido entre la formación del muro y del techo de
la serie no puede aceptarse la idea de que Japón girase 180°, hay que admitir que se produjo la
inversión de la polaridad del campo magnético terrestre.
Se observa en este caso y en muchos otros que la
inversión se realiza de modo que el campo
magnético terrestre disminuye su intensidad y, al
mismo tiempo, cambia la posición de los polos y,
después, aumenta de nuevo a la vez que la
posición de los polos vuelve a ser
aproximadamente la misma. La inversión se
realiza de forma relativamente rápida, en unos
pocos miles de años y, una vez efectuada, el
campo permanece con su polaridad estable
durante varios centenares de miles de años. La
media de los períodos normales, es decir, con la
polaridad actual, es de unos 420.000 años, y la de
los periodos inversos de 480.000. Sin embargo, el
actual período normal dura ya 700.000 años, lo
que puede indicar que un cambio esté próximo.
Dentro de los períodos también se registran
algunas inversiones cortas, de unos 10.000 años
de duración.
La figura 50 muestra la historia del campo
magnético desde el Cretácico Superior hasta
nuestros días, con las franjas en negro
representando la polaridad actual y la blancas la
inversa. El cambio de polaridad debe tener que
ver con cambios en las corrientes dentro del
Figura 51. núcleo externo. El hecho de que la situación de
Modelo de expansión oceánica basado en la dorsal los polos se mantenga aproximadamente igual
Juan De Fuca, en el Pacífico occidental y detalle de aunque se invierta su polaridad se debe a que las
las bandas de anomalías magnéticas. La banda
corrientes están en gran parte condicionadas por
central más ancha (negro) corresponde al intervalo
de polaridad normal (Bruhnes). Abajo: el movimiento del núcleo interno, sólido, con
construcción por computadora de las variaciones respecto al manto inferior, que se comporta como
de intensidad del campo magnético mostrando la un fluido de enorme viscosidad, casi un sólido. El
absoluta simetría a ambos lados de la dorsal movimiento está relacionado con la rotación
(tomado de J.L. Benedetto, 2018, modificado y
diurna de la Tierra y probablemente se debe a un
simplificado de Vine y Matthews, 1963).
cierto retraso en la rotación del núcleo interno
con respecto al manto, que es favorecido por la baja viscosidad relativa del núcleo externo. La
causa del retraso, o precesión, parece encontrarse en que la elipticidad del núcleo interno es
diferente de la de la Tierra en su conjunto. La atracción solar y lunar produce entonces una
especie de frenado en el núcleo, que no es ni una esfera ni un elipsoide aplastado perfecto, y
que puede moverse bastante libremente en el interior. Esto genera corrientes toroidales o
ciclónicas en el núcleo externo, con el eje de las espirales orientado aproximadamente en una

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

dirección N-S. El retraso en el giro del núcleo es responsable además de la variación secular
del campo magnético, con su giro de unos 0'18° por año. Aparentemente, el ecuador del
núcleo interno gira hacia el oeste varios
metros al día con respecto a la superficie de
la Tierra.
Las corrientes ciclónicas, a su vez, no son
estables, sino que cambian lentamente pero
de forma continua, por lo que el campo
magnético se modifica: a veces se mueven de
forma que el campo magnético que crea se
suma al existente y a veces de forma que se
restan. En este último caso, el campo
magnético va disminuyendo en intensidad
hasta desaparecer. A partir de ese momento,
el campo magnético que se crea es de
polaridad opuesta y va aumentando en
intensidad por el mecanismo de la dinamo
autoexcitable, hasta que alcanza un valor
más o menos estable durante un cierto
intervalo de tiempo.
Las inversiones en el campo magnético
fueron descubiertas hacia 1950 y, en 1958,
Masón y Raff comprobaron la existencia de
anomalías magnéticas en bandas paralelas
Figura 52.
en el fondo de los océanos. No sólo las
Interpretación de Hess (1962) de la expansión del fondo bandas eran aproximadamente paralelas
marino desde la cordillera central de los océanos. entre sí, sino que se distribuían
Tomado de Martínez Catalán (op. cit.). simétricamente a ambos lados de unas
curiosas cordilleras submarinas que se acaban de descubrir recientemente y se denominan
dorsales oceánicas ("ocean rídges"). La figura 50 muestra las anomalías positivas (en negro)
y negativas (en blanco) alrededor de las dorsales de Juan de Fuca (línea B-C) y Cordillera
Gorda (línea D-E), que son segmentos de la gran dorsal del Pacífico y se encuentran en la costa
del Pacífico, entre Canadá y los EE.UU. La figura 51 representa en el centro un fragmento de
las anomalías magnéticas en la dorsal de Juan de Fuca. Debajo se muestra un perfil del campo
magnético en una transversal donde se aprecia una serie de máximos (anomalías positivas) y
de mínimos (anomalías negativas). Dado que el fondo de los océanos está constituido por
rocas volcánicas basálticas debajo de una delgada capa de sedimentos, las anomalías deben
estar relacionadas con la magnetización remanente de las rocas volcánicas. Allí donde la
magnetización se produjo en un campo magnético como el actual, ambos se suman, dando una
anomalía positiva, mientras que donde la magnetización se produjo en un campo magnético
invertido, el campo magnético remanente se resta del actual produciendo una anomalía
negativa.
Hemos visto ya que en 1962, R.S. Dietz introdujo el concepto de la expansión del fondo
oceánico basándose en una idea original de H.H. Hess. Dado que las anomalías se distribuían
simétricamente en bandas paralelas y de la misma anchura a ambos lados de las dorsales y
que se sabía que cada varios cientos de

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

miles de años se producían inversiones en la


polaridad magnética, Hess intuyó que la
corteza de los océanos se formaba de manera
continua en las dorsales.
El proceso se debería a que en las dorsales, el
manto peridotítico salía a la superficie y se
hidrataría serpentinizándose, lo que no es
correcto, como se verá más adelante. Pero lo
más importante es que, una vez formada, la
corteza se irá separan-do progresivamente de
la dorsal, a medida que se forma nueva corteza
oceánica en ella y, en cada momento, se
imantaría según la polaridad del campo
magnético. La figura 52 representa el modelo
de Hess, en tanto que la 53 muestra
gráficamente cómo se produciría la formación
de corteza en la dorsal a partir del material del
manto, así como el alejamiento progresivo que
sufre la corteza recién creada hacia los lados
de la dorsal. También se ilustra con bandas
negras y blancas las anomalías magnéticas
producidas por las inversiones periódicas del
campo terrestre. Aunque Hess llegó a su
conclusión de una forma perfectamente Figura 53.
científica, las consecuencias de la misma le Creación de la corteza oceánica en las dorsales y
adquisición de un magnetismo termorremanente,
asustaban un poco, por lo que él mismo se representado por medio de bandas, que produce las
defendía cuando explicaba su modelo diciendo anomalías simétricas con respecto a la dorsal. Tomado
que era "geopoesía". de Uyeda (1980; fig. 3.3).

Según el modelo, la corteza oceánica debía ser muy joven cerca de las dorsales y más vieja
lejos de ellas, lo que enseguida se pudo comprobar. El conjunto de imágenes de la figura 54
muestra la comprobación de esta hipótesis en las rocas más antiguas de las islas del océano
atlántico (fig. 54a) y en los resultados del Proyecto de dragado de los fondos marinos (DSDP:
"Deep See Drilling Project”) en un conjunto de estaciones -marcadas con números- situadas en
un corte transversal de la dorsal atlántica a una latitud aproximada de 30° Sur. Igualmente, la
imagen (c) permite comprobar que la corteza oceánica formada durante el Terciario y el
Cuaternario (más joven de 65 Ma; en gris) se sitúa inmediatamente a cada lado de las
principales dorsales; las líneas negras paralelas a la dorsal son isócronas, es decir, líneas que
unen puntos de la corteza oceánica de igual edad, dibujadas a intervalos de 10 Ma. Puede
apreciarse que en el Atlántico están más próximas entre sí que en el Pacífico, lo que implica
que la litosfera de aquel océano se crea más lentamente que la de éste. La expansión del suelo
oceánico ("ocean floor spreading") explicaba por primera vez de una manera comprensible la
deriva continental, de modo que los continentes se comportaban como meros pasajeros sobre
una litosfera que los iba desplazando desde unos bordes -los de expansión- hasta otros -los de
destrucción-.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

Figura 54.
La edad de las rocas basálticas de los fondos oceánicos; (a) en las rocas más antiguas de las islas atlánticas; (b) los
resultados del DSDP; (c) la corteza oceánica más joven de 65 Ma (en rojo) en los océanos de la Tierra; isócronas
cada 10 Ma. Los esquemas (a) y (b), tomados de Uyeda (1980, figs. 3.2 y 3.13); (c), de
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/f/f5/Earth_seafloor_crust_age_1996_-_2.png
Incluso, una vez demostrada la expansión del fondo oceánico y el subsiguiente
desplazamiento continental, se comprenden algunos de los más intrincados misterios del
Reino Animal que, a su vez, pueden ser utilizados como argumentos en favor de la nueva
teoría. Se entiende ahora la extraña migración que anualmente efectúa el frailecillo oceánico
desde el Polo Sur al Polo Norte, pues va saltando (figura 55a) desde la Antártida a la
Patagonia; atraviesa luego el Atlántico hasta llegar a Sudáfrica y vuelve de nuevo a atravesarlo
varias veces en un sentido y otro para ir recalando sucesivamente en Brasil, África Ecuatorial
y Norteamérica. Sus paradas de descanso fueron heredadas de sus antepasados, que

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

realizaban una migración por el camino más corto (figura 55b) y fueron mantenidas
generación tras generación pese a la disgregación del Pangea. Y como éstas, existen otras
pruebas del mismo tipo que son las unas argumento de la tectónica de placas y de la deriva
continental y éstas consecuencia de las otras.

Figura 55.
Migración anual del frailecillo oceánico (a) y su causa (b). Tomado de Martínez Catalán (op. cit.).
Otras pruebas de naturaleza diferente a las ya reseñadas a lo largo de este documento pueden
ser consultadas en el texto de Anguita y Moreno (1991, apartado 1.5, págs. 23 a 33), a las
cuales nos remitimos.
3.3. La tectónica de placas: placa litosférica y bordes de placa litosférica.
Una vez establecido el mecanismo por el que los continentes se separan, surge
inmediatamente el problema del mantenimiento del perímetro de la Tierra: si se crea litosfera
de manera continua, la corteza debe ser destruida en algún sitio para mantener el perímetro
constante.
Los geofísicos Wadati y Benioff habían descubierto en los años cincuenta que los focos de los
terremotos producidos en las profundas fosas oceánicas ("trenches") que bordean el Pacífico
se distribuían en profundidad en una banda cuya inclinación era de unos 45° y que alcanzaba
una profundidad de 700 km (figura 56). Poco antes, Gutenberg y Richter habían sugerido
que las fosas se debían a cabalgamientos, pero ahora quedaba claro que no eran
cabalgamientos normales, sino las zonas donde la corteza se destruía introduciéndose en el
manto. En realidad, el buzamiento (inclinación) de la zona en la que se localizan los focos
varía de unos 20°, como es el caso de la fosa de Perú-Chile, hasta los 90° de las islas Marianas.
Se denominan zonas de Benioff o de Wadati-Benioff a estas zonas donde se consume la
litosfera oceánica creada en las dorsales.
También se conocen como zonas de subducción, en donde este último término viene a
significar que algo es conducido hacia abajo.
La figura 57 muestra un mapa conceptual del marco teórico de la tectónica de placas, con
indicación de sus causas en origen, como de los elementos propios de dicha teoría.
Igualmente, a la derecha, se representan algunas de las consecuencias de la tectónica de
placas, de las que nos ocuparemos más adelante.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

El movimiento de las placas, su creación y destrucción o el deslizamiento de unas junto a


otras, configuran, junto con las consecuencias de todo ello lo que se conoce como nueva
tectónica global. En la actualidad se reconoce la existencia de 7 grandes placas (figura 58:
Pacífica, Antártica, Sudamericana, Norteamericana, Euroasiática, Africana, Indoaustraliana) y
varias placas menores (Nazca, Cocos, Arábiga, Filipina, Caribeña, de Juan de Fuca o Farallón,
Scottia, Turca, Iraní, etc.); sus límites son las zonas de mayor actividad sísmica del planeta por
lo general. La mayor parte de ellas incluyen litosfera tanto oceánica como continental. Sólo la
Pacífica carece de litosfera continental.

Figura 56.
Localización de los focos de los terremotos bajo arcos de islas activos y márgenes continentales de tipo pacífico: su
disposición define la inclinación de la zona de Wadati-Benioff, también llamada zona de subducción. Ver
explicación en el texto. Tomado de Martínez Catalán (op. cit.).

La deriva de los continentes, pues, se explica a partir de dos mecanismos combinados: se crea
litosfera oceánica en las dorsales y se destruye en las zonas de subducción. Y comoquiera que
lo que se mueve no son sólo los continentes, sino toda la litosfera en su conjunto, que no se
comporta además como un "todo-uno", sino como un conjunto de piezas de puzle encajadas
unas entre otras, en las que los contactos vienen dados por dorsales y zonas de subducción,
entre otros tipos de bordes -ver más adelante-, piezas a las que denominamos por su
naturaleza placas litosféricas, la teoría que permite explicar las relaciones dinámicas entre
todas ellas recibe el nombre de tectónica de placas.

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

Figura 57.
Mapa conceptual de la tectónica de placas.

Figura 58.
Mapa de las placas litosféricas y sus bordes respectivos. Figura tomada de
http://www.granadanatural.com/imagenes/blog_articulos/mapa_de_las_placas_tectonicas_terrestres.jpg.
En esta teoría, el movimiento se explica que se produce sobre la astenosfera, que comienza

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

donde lo hace el canal de baja velocidad del manto superior, en una zona donde las rocas se
encuentran en un estado comparable a un líquido muy viscoso-un sólido con capacidad de
fluir. Las placas, en este modelo, vienen a ser estrictamente fragmentos de litosfera terrestre
cuya forma es la de un casquete esférico de forma irregular, que se mueven sobre la
astenosfera. Su espesor es el de la litosfera y varía, como es lógico, según se trate de litosfera
continental o de litosfera oceánica, entre los 200 y los 40 km.
Las zonas donde se ponen en contacto dos placas se denominan bordes o límites de placa.
Éstos pueden ser de dos tipos: activos y pasivos. Según el concepto original, los bordes
activos representaban aquéllos en los que se generaba estrictamente el movimiento de las
placas, bien creación (bordes divergentes), bien destrucción (bordes convergentes); los
bordes pasivos, las fallas transformantes, como su nombre señalaba, pretendía recoger la
idea de que en ellos las placas se deslizaban una sobre otra como respuesta al movimiento
combinado de los activos. Los bordes divergentes estaban representados en los océanos por
las dorsales oceánicas y en los continentes por los rift continentales. Los bordes
convergentes, a su vez, estarían representados por las zonas de subducción, cuando una
litosfera se consume por debajo de otra, y por las zonas de colisión, cuando los fragmentos
litosféricos enfrentados, al ser de igual densidad, no puede subducir uno debajo de otro y,
entonces, chocan, colisionan simplemente. La figura de Isacks y colaboradores (figura 45)
recoge gráficamente estos bordes: donde las flechas en la superficie se separan generan los
bordes divergentes; donde las flechas coinciden, los bordes divergentes. Donde dos flechas
paralelas muestran sentido distinto al lado de una fractura representan las fallas
transformantes.
3.3.1. Los bordes divergentes
Como ya se ha señalado, están representados por las dorsales y por los rift continentales.
Las primeras son unas alineaciones montañosas alargadas en cuyo centro se produce la
creación de litosfera oceánica y la consiguiente expansión del suelo marino. Forman una red
de unos 60.000 km de longitud y su presencia ocupa la tercera parte de la superficie del fondo
de los océanos, dando lugar a abombamientos que elevan aquél desde los 5.500 m de
profundidad media de las llanuras abisales colindantes a los 2.500-3.500 de la crestería de la
dorsal medioatlántica. La anchura promedio de su área de influencia topográfica es de 1.000 a
3.000 km.
En el centro del abombamiento existe una especie de valle alargado y profundo (rift valley)
que no es otra cosa que una fosa tectónica limitada por una serie de fallas directas o normales
(figura 59). su anchura es de unos 20 a 30 km y su profundidad con respecto a los bordes es
de varios cientos de metros. La exploración mediante minisubmarinos de estas
morfoestructuras ha permitido constatar que las dorsales lentas, como la del Atlántico, que
crean litosfera oceánica a un ritmo de 1-2 cm/año, tienen valle de rift, pero que las rápidas
como la del Pacífico oriental, con velocidades de expansión de hasta 18 cm/año, carecen de él.
En el rift de las dorsales lentas e intermedias se encuentran volcanes, lavas basálticas
recientes, y fallas y grietas igualmente recientes. Entre los basaltos, son típicas las
denominadas lavas almohadilladas, masas esferoidales más o menos aplastadas que se
forman al salir la lava por una grieta en forma de grandes gotas aisladas que se van
superponiendo unas a otras. Otra forma típica de las lavas es en "dedos de guante", especie de
tubos curvos que se forman al desparramarse la lava desde los puntos de emisión. La lava
debe salir al exterior a unos 1200°C.
En las dorsales rápidas, las lavas almohadilladas son más escasas, siendo frecuentes las lavas
muy fluidas (lavas pahoehoe), que cubren grandes extensiones y rellenan irregularidades en
la topografía submarina. Eso indica que su emisión se produjo a mayor temperatura. Muy

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

típicas de estas dorsales son las surgencias hidrotermales, emanaciones de agua caliente
(entre 60 y 400°C), alrededor de las cuales se concentra una intensa vida animal que incluye
unos característicos gusanos tubícolas alargados, crustáceos y moluscos bivalvos. Las
surgencias más calientes llevan en disolución gran cantidad de sulfuros, lo que les da el
aspecto de fumarolas de humo negro.

Figura 59.
Formación de corteza oceánica en una dorsal. Obsérvese la geometría de fosa del rift y los diferentes lechos o capas
de la corteza. De Francheteau (1983, fig. 4).
Algunos rasgos geofísicos propios de estos ambientes (figura 60) son recogidos por Udías y
Mezcua (1997); incluyen elevado flujo térmico y anomalías gravimétricas (anomalías de
Bouguer) negativas en la zona del rift, en tanto que en los márgenes del mismo la tendencia es
a la recuperación de las condiciones propias de anomalía positiva típica de las áreas
oceánicas. El flujo térmico, medido en unidades de flujo térmico (HFU), que en los continentes
y en los océanos oscila entre 1 '4 y 1 '5 HFU, en las dorsales es de 3 a 10 veces mayor; lo
mismo ocurre con el gradiente geotérmico, que es de unos 300°C/km.
La anomalía de Bouguer se interpreta como debida fundamentalmente al estado en que el
manto subyacente, afectado por la descompresión debida a las grietas existentes y a la
inyección de agua marina, tiene rebajado el punto de fusión de las rocas, lo que se traduce por
un aumento creciente de volumen y, por lo tanto, por una disminución del mismo rango en la
densidad; como la aceleración de la gravedad depende directamente de este parámetro, la
pérdida de densidad debe ser lo suficientemente eficiente como para afectar de ese modo a la
aceleración gravitatoria.
Otra observación al respecto viene dada de la forma suave de la curva, que indica la
deficiencia de masa que se extiende a bastante profundidad, aumentando el grosor de la
astenosfera bajo el eje de la dorsal, sin que exista una verdadera raíz cortical que corresponda
a la altura entre 3.000 y 4.000 m de la cresta oceánica sobre los fondos abisales. En cuanto a
las anomalías de aire libre, son suaves, positivas o prácticamente nulas, indicando que, en

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

efecto, la elevación de la dorsal está compensada isostáticamente.


Estas observaciones gravimétricas
muestran que el mecanismo responsable de
estas cadenas submarinas es de distinto
carácter del de las cordilleras en los
continentes, cuyas alturas están
compensadas isostáticamente con mayores
grosores corticales. La compensación de las
dorsales oceánicas es más profunda,
afectando a toda la astenosfera con
contrastes muy pequeños de densidad.
Debajo de ellas, la litosfera es delgada
(menos de 50 km) y va engrosando a
medida que se separa de su eje.
En cuanto a los datos sísmicos, éstos
muestran una distribución de los epicentros
a lo largo de una franja estrecha que sigue
el eje de la dorsal, con sismos de magnitud
moderada (menos de 6'5) y una
profundidad superficial (menos de 30 km).
Estas alineaciones marcan, con asombrosa
Figura 60. exactitud, la situación de las zonas de
Esquema de una dorsal oceánica y curvas de anomalías expansión a lo largo de la superficie de los
gravimétrica y magnética y de flujo térmico. Según Udías océanos. El mecanismo de los terremotos es
y Mezcua (1997, fig. 22.5). predominantemente de fallas directas,
correspondiente a esfuerzos tensionales horizontales y perpendiculares al eje de las dorsales.
Las superficies de falla buzan hacia el valle central y se distribuyen a ambos lados del mismo y
constituyen las estructuras tectónicas propias de ambientes sometidos a esfuerzos
distensivos como los que contribuyen a la fragmentación de los continentes y a desarrollar en
el margen continental originado, como se verá más adelante al hablar del ciclo de Wilson,
bloques de falla que se hunden progresivamente tanto más cuanto más se adentran en el
océano que se abre entonces allí.
El conjunto de procesos que contribuyen a la formación de la litosfera oceánica en las dorsales
combina la fusión parcial del manto en la zona central de la dorsal y el ascenso de los magmas
basálticos producidos con el hecho de que la propia litosfera ya creada se va separando
progresivamente. Por debajo del rift existe una o varias cámaras magmáticas (figura 56).
Parte del magma sale al exterior al separarse la litosfera formando las lavas, si bien una parte
rellena fisuras formando los diques y otra se solidifica en la misma cámara magmática,
formando los gabros del nivel 3 (véase figura 11a) de la corteza oceánica. La separación abre
continuamente las grietas, de modo que los diques son abiertos después de solidificarse para
dar cabida a otros nuevos. Debido a las altas temperaturas y a la presencia de agua, que se
filtra por las fracturas, la litosfera oceánica recién formada puede sufrir transformaciones
metamórficas. Este metamorfismo, de fondo oceánico, es típicamente de grados muy bajo y
bajo, aunque en el nivel 3 y en el subyacente (nivel 4, ya por debajo del Moho, con velocidades
para las ondas P de 8'1 km/s) se puede alcanzar el grado medio. Es siempre de baja presión,
debido al elevado gradiente geotérmico, y, a menudo, se describe como hidrotermal debido a
la influencia que en él ejerce la circulación de agua muy caliente.
La litosfera mantélica por debajo del rift es muy delgada y consiste en unos pocos kilómetros
de rocas harzburgíticas (rocas compuestas por olivinos magnesianos y un ortopiroxeno
también rico en este metal). Ello se debe a que esta zona tiene un gradiente geotérmico

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

elevado y, por lo tanto, una temperatura elevada a poca profundidad. Lo que diferencia esta
parte de la litosfera de la astenosfera no es la composición química o mineralógica, sino su
diferente comportamiento ante los esfuerzos, causado por la diferencia de la temperatura. Se
suele admitir que el límite entre la litosfera y la astenosfera se sitúa en la isoterma de los
1.200°C. Por debajo de ésta, es decir, a más temperatura, las rocas se comportan como un
líquido viscoso a largo plazo, aunque para las ondas sísmicas son un sólido en el que su
velocidad es 1 km/s menor que en las inmediatamente superiores. A medida que las rocas se
alejan del rift, se van enfriando, lo que hace que la isoterma de 1.200°C esté cada vez a mayor
profundidad. Lo que sucede en realidad es que rocas astenosféricas se van incorporando a la
litosfera y ésta es cada vez más gruesa.
Como la litosfera mantélica está más fría que la astenosfera, pesa más. Ello explica que el
fondo oceánico descienda unos 3.000 m desde el rift hacia las llanuras abisales. La ecuación
que relaciona la profundidad del fondo oceánico en metros con la edad de la corteza en
millones de años, válida para cortezas de hasta 70 Ma es:

A partir de esta edad, la litosfera aumenta de grosos mucho más lentamente. El descenso del
fondo oceánico con la edad de la corteza explica la existencia de unos curiosos edificios
volcánicos troncocónicos denominados guyots, que son acumulaciones de material basáltico
culminados en una meseta plana que a menudo tiene restos de antiguos arrecifes coralinos.
De hecho son volcanes que se formaron cerca de una dorsal debido a un gran aporte de
magma basáltico localizado en agunos puntos del rift o en sus proximidades. Se elevaban
originalmente más de 2.500 m sobre el fondo oceánico en el centro de la dorsal, por lo que su
parte superior quedó expuesta a la erosión marina -lo que explica su superficie plana-. A
medida que se creaba nueva corteza, los volcanes se iban alejando al tiempo que se
sumergían. Al principio, desarrollaron arrecifes, hasta que la profundidad de su meseta
superior era excesiva para el progreso de la vida de los corales. Los guyots más antiguos
pueden encontrarse hoy con su meseta a más de 2.500 m de profundidad, emergiendo de las
llanuras abisales.

Figura 61.
A. Estructura de una dorsal oceánica típica. 1, Zona neovolcánica (alrededor de 1 km de anchura); 2, zona de grietas
paralelas (de 0'5 a 2 km de anchura); 3, graderíos tectónicos (de alrededor de 10 km de anchura. B. Proceso de
formación de esta estructura (“rifting”); figura procedente de
http://blue.utb.edu/paullgj/physci1417/Lectures/Plate_Tectonics.html

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En cuanto a los rift continentales, existe un interesante artículo de Courtillot y Vink (1988)2
que nos introduce en el concepto desde los modelos de fracturación de los continentes por
medio de la existencia de valles de fractura en el interior de esos continentes en donde tendrá
lugar la formación de corteza oceánica. Para ello, en primer lugar se desarrolla un sistema de
fracturas dentro de la placa -posiblemente aprovechando zonas de debilidad mecánica
preexistentes, como puede ser una zona de sutura antigua, donde pudo haber tenido lugar
una primitiva colisión continental-, o bien, como propuso Morgan, según un modelo
actualmente aceptado, por la acción de ascenso de una pluma térmica, capaz de originar
abombamientos o domos en la corteza con apertura de sistemas de fisuras repartidas
radialmente cada 120°. Conforme se desarrollan las fracturas, la corteza continental se estira
y se adelgaza. Más adelante, el proceso se podrá continuar en dos de las grietas, en función del
posible alineamiento de dos o más domos por la existencia de tantos otros puntos calientes,
quedando el tercer brazo abandonado de cada abombamiento formando áreas de
sedimentación generalmente estables (aulacógenos).
Bajo esta perspectiva, los brazos activos poco a poco propenden a la oceanización progresiva
a medida que el estiramiento y adelgazamiento cortical avanzan. El estiramiento, por un lado,
generará fallas directas que se inclinan hacia el interior del valle formado, de manera
comparable a lo que hemos comentado respecto a la estructura del rift oceánico. Por lo que
respecta al adelgazamiento, será lo que favorezca, tras el hundimiento por densificación de la
litosfera, la entrada de las aguas marinas para abrir el primer esbozo de lo que más adelante
pueda ser propiamente un nuevo océano.
Topográficamente, la imagen que ofrece una morfoestructura como ésta muestra unos rasgos
no muy diferentes de los ofrecidos por la estructura de una dorsal (figura 61). La figura 5 del
artículo de Courtillot y Vink (op. cít.) nos muestra una panorámica desde el eje del valle de
fractura del Golfo de Aden, que abre por el N el valle de rift africano.
Igualmente, nos introduce en lo que se ha dado en llamar zonas trabadas, entornos donde
las dos placas permanecen todavía unidas a pesar del estiramiento allí existente. Estas zonas
trabadas no pueden impedir la fracturación de la corteza que se encuentra entre ellas, por lo
que empieza a intruir corteza (litosfera) oceánica basáltica. Se crean entonces valles de
fractura que se extienden rápidamente a través de una litosfera que se está adelgazando
progresivamente. Los vértices de los valles penetran en las zonas trabadas y empiezan a
romperlas y a separarlas quedando algunos brazos abortados a lo largo de los cuales la
extensión deja de producirse.
El vulcanismo en estas áreas es bimodal, es decir, se compone de dos tipos de rocas: acidas y
básicas, son muy típicas las rocas alcalinas y peralcalinas, muy ricas en Na, aunque entre las
rocas básicas también son frecuentes las toleíticas (con cierto porcentaje elevado en sílice).
Más recientemente, el artículo de Manighetti (1997) nos sitúa en el rift africano para
relacionarlo con la fragmentación continental y con la apertura del mar Rojo, desarrollando el
modelo anterior.
A medida que la extensión avanza, los márgenes donde el estiramiento origina los bloques de
falla que se van hundiendo progresivamente cuando más cerca están del eje del valle se
constituyen en márgenes continentales de tipo pasivo, que no son estrictamente bordes de
placa por cuanto éste se va quedando cada vez más lejos en el mismo eje del valle. Allí,
precisamente, se formará con el tiempo la dorsal oceánica desde la cual se continuará el
proceso de extensión del suelo oceánico.

2V. Courtillot y G.E. Vink (1988): Así se parten los continentes. En A. Udías (ed.): La Tierra: estructura y
dinámica. Libros de Investigación y Ciencia. Prensa Científica: 179-187.

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3.3.2. Los bordes convergentes


Como ya hemos señalado, corresponden bien a las zonas de subducción, bien a las zonas de
colisión en función del tipo de litosfera que en cada caso se ponga frente a frente. Así, las
primeras se formarán cuando litosfera oceánica se enfrente bien a otra litosfera oceánica,
bien a litosfera continental; las segundas, cuando se converjan litosferas continentales, si la
subducción implica consumición y destrucción de litosfera oceánica, la colisión continental da
lugar a un apilamiento de litosfera continental con posible arrastre de litosfera oceánica
pinzada como consecuencia de la compresión, en definitiva, con la subducción y la colisión se
muestra cómo en estos procesos, la litosfera oceánica siempre es destruida -obligándola a que
se regenere continuamente merced a la acción de las dorsales-, en tanto que la continental se
tiende a conservar en el tiempo, si no a crecer a expensas de la anterior.
Geográficamente, las zonas de subducción se ubican básicamente en una orla que dibuja con
cierto paralelismo dentro del océano las costas del océano Pacífico. En estas zonas, la mayoría
de la actividad sísmica como la volcánica del planeta se concentra en estas áreas; además, son
las únicas donde se registran los sismos profundos que alcanzan los 700 km. estos terremotos
son debidos al propio avance de la litosfera oceánica subducente bajo la litosfera subducida,
así como a la deformación que aquella litosfera sufre para acomodarse progresivamente a la
subducción desde los instantes previos al inicio del arrastre hacia el interior del manto.
Como la subducción está ligada a la creación de litosfera en las dorsales, entre otras razones
por simple geometría, existirán tanto zonas de subducción rápidas como lentas. Por otra
parte, la convergencia de las placas no es siempre perpendicular a la fosa. Por el contrario, es
frecuente que el movimiento relativo sea oblicuo, actuando la zona de subducción como una
gran falla inversa con una componente de desgarre.

Figura 62.
Bloque diagrama esquemático de una zona de subducción y sus principales partes; tomado de Burchfield (1988, fig.
6).
La figura 62 muestra las características principales de una zona de subducción. el primer
elemento que resalta es el prisma de acreción tectónico, llamado así para diferenciarlo del
sedimentario que caracteriza los márgenes continentales pasivos; también se le conoce como
complejo de subducción o cuña de acreción. Es un conjunto de sedimentos cabalgados

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

sobre sí mismos y que, a menudo, incluyen láminas o fragmentos de litosfera oceánica (en
negro). La fosa submarina ("oceanic trench") es una depresión estrecha (de unos 100 km) y
profunda (8 a 9 km como media, aunque al pie de las Marianas alcanza los 11 km), que se
localiza en el frente del más exterior de los cabalgamientos, es decir, en el límite entre la
corteza oceánica indeformada y el complejo de subducción. Los cabalgamientos son más
jóvenes hacia la litosfera oceánica que subduce y se van formando a medida que nueva
litosfera -con su correspondiente lecho 1 sedimentario- va llegando a la zona de subducción.
Los cabalgamientos más jóvenes son, por tanto, los inferiores. Los más viejos ocupan la parte
superior de la pila y a menudo forman una especie de cresta llamada umbral externo ("outer
are ridge") o rotura de pendiente de la fosa ("trench-slope break").
Cuando el complejo está bien desarrollado, el umbral externo puede llegar a emerger, dando
lugar a una alineación de islas. Algunas zonas del complejo de subducción están formadas por
una mezcla caótica de sedimentos y rocas volcánicas, que en parte es de origen sedimentario
por deslizamientos de pendientes, desmembración de capas y mezcla de fragmentos y, en
parte, también, pueden ser de origen tectónico, debida a múltiples cizallas anastomosadas y
superpuestas. Estas unidades se denominan mélanges y son muy características de los
complejos de subducción.
Aunque los cabalgamientos son la estructura más característica del complejo de subducción,
en sus partes profundas se produce también deformación dúctil con desarrollo de
esquistosidad ("cleavage"). Las rocas sedimentarias y la propia corteza oceánica, cuando
alcanzan una profundidad de unos 25 a 40 km, sufren un metamorfismo de bajo grado y alta
presión que los transforma en los denominados esquistos azules, así llamados por el
desarrollo de glaucofana, un anfíbol azul, en las rocas de composición básica. Más abajo aún,
la corteza oceánica se transforma en eclogita.
Por detrás del complejo de subducción suele existir una cuenca sedimentaria que se denomina
cuenca externa ("fore are basin"), que se nutre tanto del umbral externo, si está emergido,
como, sobre todo, del siguiente elemento, el arco volcánico. Una vez dentro del manto, la
corteza oceánica subducida funde parcialmente debido al calor, pero también a que contiene
bastante agua, lo que rebaja el punto de fusión favoreciendo el desencadenamiento de ésta.
Los magmas producidos atraviesan el manto y acaban llegando a la corteza, donde extruyen
formando un cinturón de volcanes muy activo. Los magmas del arco volcánico son básicos,
intermedios y ácidos, formándose estos últimos en la corteza continental por fusión inducida
por el calor que aportan los magmas básicos. El magmatismo es típicamente calcoalcalino, es
decir, rico en Ca, y las rocas más características, si bien no las más abundantes, son las
andesitas, algo más ricas en Si que los basaltos. Éstos son, a su vez, no obstante, las rocas
volcánicas más abundantes de muchos arcos.
El arco volcánico se forma aproximadamente en la vertical de la línea, donde la litosfera
oceánica subducida se encuentra a una profundidad de unos 100 km, es decir, a unos 100 km
de la fosa en zonas de Benioff que buzan 45° y más lejos las que buzan menos. La parte de la
corteza oceánica que no funde junto a la litosfera mantélica se incorpora al manto
astenosférico a unos 800 km de profundidad, donde las temperaturas de la lámina
descendente, que hasta esa profundidad eran más bajas, se homogeneízan con las del manto
en unos 2.200° C.
La zona del arco volcánico no sólo se caracteriza por el vulcanismo. Gran cantidad de los
magmas producidos no llegan a hacer efusión, cristalizando como rocas intrusivas. El calor
que aportan induce en las rocas adyacentes un metamorfismo de alta temperatura y baja
presión, debido a que el gradiente geotérmico es muy alto. Por eso, la signatura metamórfica
de las zonas de subducción y sus arcos volcánicos asociados consiste en dos cinturones
metamórficos emparejados y paralelos: el de alta presión en la zona de subducción y el de

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baja presión en el arco volcánico.


Ya se ha comentado que la litosfera oceánica es cada vez más gruesa y pesada cuanto mayor es
su edad. Este engrosamiento la vuelve inestable y provoca el inicio de la subducción. De
hecho, no existe ninguna corteza oceánica más antigua de 180 Ma, salvo los fragmentos que
fueron emplazados sobre los continentes y que denominamos ofiolitas. Estos fragmentos
representan sólo la cien milésima parte de la corteza oceánica creada a lo largo del
Fanerozoico, por lo que prácticamente toda la corteza oceánica creada hace 540 Ma hasta
hace 180 Ma ha sido consumida. La densidad de la litosfera oceánica fría es de 0'06 g/cm3
mayor que la astenosfera., por lo que siempre tiene tendencia a hundirse. No obstante, para
hacerlo necesita romperse y los esfuerzos necesarios para ello sólo se alcanzan cuando la
litosfera es ya muy gruesa. El lugar idóneo para la rotura es el límite entre la litosfera
continental y la correspondiente oceánica, que es donde está la más vieja litosfera oceánica. Y,
además, es una zona de debilidad, donde la acumulación de sedimentos procedentes de la
denudación de los continentes genera esfuerzos añadidos obligando a que esta zona sufra
hundimientos subsidentes que ayudan al estiramiento y al adelgazamiento de la litosfera
antes de provocar, definitivamente, la rotura.
Al parecer, esa es la causa de la inversión que se produce en la mitad del ciclo de Wilson. La
inestabilidad de la litosfera en un océano ya viejo transforma sus márgenes pasivos en activos.
Los márgenes continentales activos convergentes son , por lo tanto, márgenes pasivos
reactivados. Los sedimentos de talud y glacis del prisma de acreción sedimentario se
deforman dando lugar al complejo de subducción. Los sedimentos de la plataforma se
deforman también, a menudo por una reactivación de las fallas normales lístricas, como
cabalgamientos. Además, son intruidos por los magmas del arco volcánico y metamorfizados
en los cinturones metamórficos de alta y baja presión.
Sin embargo, no todas las zonas de subducción se localizan en márgenes continentales. En el
Pacífico occidental existe una serie de archipiélagos arqueados que se conocen con el nombre
de arcos de islas. Éstos están formados por una gran acumulación de material volcánico y
plutónico, así como por sedimentos que provienen de la erosión del edificio volcánico, pero
tienen en general una raíz de corteza continental, Están separados del continente por unas
cuencas oceánicas denominadas cuencas marginales o traseras de arco ("back-arc basins"),
de hasta 2.000 km de anchura, compuestas de litosfera oceánica joven creada en su propia
dorsal (ver figura 48: el proceso de extensión tras-arco). Fuera de la existencia de estas
cuencas, los arcos de islas tienen esencialmente las mismas características descritas más atrás
comunes para todas las zonas de subducción.
Para entender la formación de los arcos de islas, hemos de mencionar cuáles son los
mecanismos que mueven las placas. Éstos se estudian más adelante. En la actualidad, la
hipótesis más aceptada es que se forman a partir de márgenes continentales activos que se
separan del continente por creación de una cuenca oceánica estrecha por detrás. La
separación se produce por la migración de la fosa hacia el mar abierto, lo que se debe al peso
de la litosfera oceánica. Entonces, la subducción se inicia cuando la litosfera oceánica es
suficientemente gruesa como para poder romper su unión con la litosfera continental. Esta
última no se hunde porque pesa menos que la astenosfera pues la corteza continental es más
gruesa y más ligera. Una vez producida la rotura e iniciada la subducción, la tendencia al
hundimiento es muy grande al no haber ligaduras que la retengan, y además porque la parte
ya subducida es un peso que tira del resto de la placa hacia abajo. Las partes subducida y no
subducida emigran hacia el mar abierto y, con ella, la fosa. Por procesos que no se
comprenden aún bien, esta migración arrastra parte del margen activo desarrollando la
cuenca marginal por detrás de él.
La razón de que en el Pacífico occidental haya un gran número de arcos de islas y que, en

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cambio falten en el oriental debe estar relacionada con la apertura del océano Atlántico. Así, el
avance hacia el oeste de la placa americana (en su conjunto) ha provocado la subducción de
gran parte de la litosfera oceánica del Pacífico, por lo que la dorsal de este océano no está en
una posición centrada (figura 58), sino muy al este y parcialmente subducida ella misma. La
litosfera oceánica del Pacífico oriental es, por tanto, joven, con lo que no resulta probable su
desplome, con la consiguiente separación del arco volcánico y formación de una cuenca
marginal.

(A)

(B)
Figura 63.
A. Diferencias geométricas entre las zonas de subducción de tipo andino y Marianas, B. Diferencias de proceso entre
ambos tipos de bordes de placa. Tomado de Anguita y Moreno (1991).
La forma curvada de los arcos de islas parece deberse al comportamiento rígido, aunque

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elástico, de la litosfera y puede entenderse con el símil de la pelota de ping-pong: la litosfera


es un casquete esférico, y, si una parte de ella subduce, tiende a mantenerse sin excesivas
deformaciones internas; ello implica que las distancias entre todos sus puntos tienden a
conservarse y ello se puede lograr adquiriendo una forma esférica pero invertida, es decir,
cóncava hacia arriba, como sucede cuando se abolla una pelota de ping-pong. La intersección
entre la superficie esférica original y la nueva es la zona de flexión de la placa y su forma es la
de una circunferencia. El hecho de que la forma de la traza de las fosas en los arcos de islas se
aproxime a la de una circunferencia indica que la explicación es razonable.
La subducción continuada de una litosfera oceánica puede llevar a dos fragmentos
continentales inicialmente separados a chocar. Este sería el estadio final del ciclo de Wilson -
del que nos ocuparemos más adelante- y el mecanismo que contribuye más eficazmente a la
construcción de los grandes continentes. Cuando un continente viaja solidariamente con una
litosfera oceánica en subducción y llega a la fosa, puede subducir él mismo una cierta distancia
Debido a la flotabilidad de los continentes, la subducción de los mismos es no obstante
limitada y, además, sus partes más ligeras nunca son incorporadas al manto. La corteza
continental acida e intermedia se crea en los arcos volcánicos, aunque ese crecimiento parece
haber sido más rápido en la primera mitad de la historia de la Tierra, en tanto que en la
actualidad este crecimiento es menor. A diferencia de la corteza oceánica, la "siálica", una vez
formada, puede transformarse, pero no destruirse, simplemente porque flota, por lo que
puede afirmarse que los continentes no son geodegradables.

Figura 64.
Esquema que muestra el segmento
activo en una falla transformante entre
los fragmentos de dorsal separados por
la propia falla. Las semiflechas rojas
marcan el sentido de los movimientos a
los lados de algunas de las fallas
transformantes. Allí donde ese
movimiento es contrario a un lado y a
otro, la densidad de los terremotos es
mayor (nube de puntos anaranjados).
Tomado y modificado de
https://indagadores.files.wordpress.co
m/2014/01/placa-juan-de-fuca-
indagadores-wp.jpg
Mientras la subducción puede consumir miles de kilómetros de corteza oceánica, la corteza
continental no puede subducir más allá de unos pocos cientos de kilómetros, y eso sin llegar a
introducirse en la astenosfera, sino manteniéndose pegada a la base de la corteza continental
subducida. No obstante, es una subducción en el sentido más literal de la palabra, que deriva a
su vez del término subfluencia empleado por Ampferer ya en 1909 para referirse a la
estructura de los Alpes, en los que se observaba que parte de la corteza continental se había
metido por debajo de sí misma. En consecuencia, se ha propuesto distinguir dos tipos de

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subducción: 1, subducción A (por Ampferer) y 2, subducción B (por Benioff), según que la


corteza subducida sea de tipo continental u oceánica respectivamente.
Finalmente, Anguita y Moreno (1988, fig 6.9 y tabla 6.2) muestran gráficamente un esquema
de las diferencias tanto geométricas como de procesos y estructuras resultantes en las zonas
de subducción (figura 63) ligadas a un margen continental activo (tipo andino) o a arcos de
islas (tipo Marianas).
3.3.3. Los bordes pasivos: las fallas transformantes
Estas estructuras se definen como desgarres que conectan dos tipos de fallas o asociaciones
de fallas y cuya actividad se limita a la zona comprendida entre ellas. Es fácil demostrar esta
restricción desde un punto de vista geométrico y dinámico (figura 64). En realidad fueron
definidas para explicar la cinemática de las placas y su significado se entiende mejor en el
contexto de la tectónica de placas. De hecho, las fallas transformantes son desgarres
aproximadamente verticales que representan límites de placa transcurrentes y que conectan
con bordes de placa convergentes o divergentes. La figura 65 representa una serie de casos
posibles.

Figura 65.
Ejemplos de fallas transformantes. Las líneas dobles representan las dorsales y las líneas con púas las zonas de
subducción, con las púas indicando la posición de la litosfera subducida.
Las fallas transformantes más frecuentes se encuentran transversalmente a las dorsales. En la
figura 58 se puede apreciar cómo cualquiera de las dorsales está en realidad formada por una
serie de segmentos en los cuales se crea corteza, separados por fallas transformantes
paralelas a ella. En realidad existen muchas más, una cada 50 ó 100 km aproximadamente. La
mayoría de estas fallas son cortas, dislocando la dorsal unas pocas decenas de kilómetros. Sin
embargo, hay algunas, como las de la zona ecuatorial del Atlántico que muestran dislocaciones
de varios cientos de kilómetros a casi mil. El movimiento de estas fallas puede apreciarse en la
figura 64, donde las dorsales están representadas por líneas dobles. Si se tratase de una falla
de desgarre convencional, posterior a la dorsal, la zona de fractura 1 sería sinistral, pues en el
bloque norte, por ejemplo, la dorsal aparece a la izquierda de donde lo hace en el bloque sur.
Sin embargo, este movimiento es aparente; la falla actúa a la vez que la corteza oceánica es
creada y, al expandirse el fondo oceánico, la corteza del bloque norte a la derecha de la dorsal

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se mueve hacia la derecha, y, la del bloque sur a la izquierda de la dorsal, se mueve a la


izquierda, con lo que el movimiento de desgarre es dextral.
Este tipo de fallas tiene movimiento esencialmente entre los dos fragmentos de la dorsal y, en
el caso general, entre los límites de placa que conecta, mientras que si se tratase de un
desgarre común, debería extenderse a ambos lados a una distancia considerable para
amortiguar el desplazamiento. La figura 64 muestra con mayor detalle el funcionamiento de
una transformante dorsal-dorsal. Su explicación es obvia.

Figura 66.
Evolución de una transformante dorsal-dorsal con el tiempo. La trama en (d) representa la zona deformada por
cizalla simple, en la cual pueden encontrarse anfibolitas.
Las fallas transformantes tienen actividad sísmica poco profunda y suele estar marcada por
surcos (figura 67) en el fondo del océano, sobre todo las mayores, y a lo largo de ellas se han
dragado anfibolitas y serpentinitas. Los surcos no se forman evidentemente por erosión, dado
que esta es casi inexistente en el fondo oceánico. La hipótesis más aceptada es que cuando un
segmento de dorsal se acaba contra una falla transformante, entra en contacto con litosfera
oceánica más vieja y, por tanto, más fría. Entonces, el gradiente geotérmico en esa zona es
menor que en el resto de la dorsal y el material fundido se enfría a más profundidad, con lo
que el propio fondo oceánico se genera a mayor profundidad.

Figura 67.
(a) Distintos tipos de perfiles topográficos transversales a las fallas transformantes, que ponen de manifiesto la
existencia de un surco en la traza que marca la posición de la falla, con umbrales laterales. (b) Esquema de una
transformante dorsal-dorsal que muestra la diferente profundidad del océano a ambos lados de la transformante y
su progresivo hundimiento debido al enfriamiento, pudiendo entonces producir componentes normales en la fallas,
incluso fuera del tramo comprendido entre las dorsales; figura procedente de
http://www.britannica.com/EBchecked/topic/602598/transform-fault

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Debido a la dislocación de las dorsales, la profundidad del fondo oceánico cambia de un lado a
otro de las fallas transformantes. A medida que la
litosfera oceánica se aleja de la dorsal en la que se
formó, va hundiéndose. Este hundimiento
diferencial a un lado y otro de la transformante
producirá componentes de falla normal en ella.
Fuera de la zona comprendida entre los dos
segmentos de dorsal, estos movimientos normales
debidos al enfriamiento de la litosfera son los
únicos que se producen de manera regular en las
fallas que, por lo demás, ya son inactivas en esa
región.
Las transformantes dorsal-dorsal tienden a ser
paralelas al movimiento de las placas, si bien,
ocasionalmente, este movimiento puede ser algo
oblicuo, produciendo una cierta convergencia o
una cierta divergencia, estos fenómenos se deben a
la interacción de todas las grandes placas entre sí,
que configuran un patrón de movimiento que es
inestable y evoluciona continuamente, pero que
suelen ser de duración relativamente corta, Figura 68.
Forma aproximada de los márgenes de
reorientándose rápidamente las fallas para Sudamérica y África, y de la forma que tendría la
adaptarse a las nuevas condiciones. Por lo tanto, dorsal atlántica si la expansión pudiera
los segmentos de dorsal suelen ser efectuarse de manera oblicua a la dorsal (a).
perpendiculares al movimiento de las placas y las Abajo, (b), desarrollo de varios segmentos de
transformantes dorsal-dorsal paralelas, aunque el dorsal separados por transformantes, lo que
permite la expansión oblicua respecto al trazado
límite de placas considerado en su conjunto sea medio de la dorsal, pero normal siempre a los
oblicuo. Así, por ejemplo, la dorsal atlántica en la segmentos de la misma.
zona ecuatorial (figura 58) tiene una dirección NO-
SE, mientras que el movimiento relativo entre África y Sudamérica es E-0. Sin embargo, en
detalle, los segmentos de la dorsal son N-S y las transformantes E-0 (figura 68).
Otros tipos de fallas transformantes unen dos fosas o una dorsal y una fosa. Distintos casos
transformantes fosa-fosa pueden verse en la figura 65 (b, c, d), donde las líneas con púas
representan las zonas de subducción en el sentido ya apuntado con anterioridad. Un esquema
en perspectiva de una transformante de este tipo puede verse en la figura 45, a la izquierda, y
un caso real se da en el este de Australia (figura 58), donde existe una falla transformante que
conecta las fosas de Nuevas Hébridas, al norte, con la de Kermadec-Tonga, al sur, y que llega
hasta Nueva Zelanda.
Ejemplos de transformantes dorsal-fosa se muestran en la citada figura 65 (e, f) así como
otros casos más complejos que se proponen para discusión y análisis.
Casos más complejos son los que muestran una relación transformante fosa-unión triple,
como el que recorre la costa occidental de Canadá para unir la fosa de Aleutianas y el sur de
Alaska con la dorsal de Juan de Fuca y la fosa occidental de la placa norteamericana, en casos
como éste, el margen continental es tectónicamente activo pero no se caracteriza por un
proceso subductivo, sino por movimientos transcurrentes. Este tipo de márgenes, que no
suelen ser muy estables en el tiempo, se denominan márgenes transformantes o
transcurrentes.
Por último, un tema objeto de debate es el que conduce a la determinación de cómo se
originan este tipo de estructuras. Desde las ideas tradicionales de Wilson (figura 44a) a las

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más recientes del grupo de Bonatti y otros, la Tabla III recoge algunas de ellas.
TABLA III.
Hipótesis que tratan de explicar el origen de las fallas transformantes
Principal impulsor Hipótesis Confirmaciones/objeciones
Son arcos de círculo centrados en el
J.T. Wilson polo de rotación de la placa (figura No siempre concuerda la geometría
69)
Son estructuras de contracción La distribución y el desarrollo no
D. Turcotte
térmica son regulares
Son estructuras continentales
E. Bonatti Concuerda sólo en el Atlántico
heredadas

3.4. Causas y consecuencias del movimiento de las placas litosféricas.


3.4.1. Las posibles causas del
movimiento de las placas
Existen numerosas discusiones sobre el
mecanismo de la tectónica de placas,
habiéndose descartado las teorías
antiguas sobre contracción y expansión
terrestres. El mecanismo más probable
de transferencia de energía calorífica
desde el interior terrestre parece ser la
convección térmica, aunque es objeto de
discusión la forma en que ocurre la
convección y cómo se utiliza esa energía
para mover las placas, si la convección es
exclusiva de la astenosfera o si el resto
de las capas (mesosfera y núcleo) están
también sometidas a este proceso.
La convección en el manto depende de su Las fallas transformantesFigura 69.
como arcos de círculo centrados en
propia constitución. Se han detectado el polo de rotación de la placa. Figura procedente de la
dos discontinuidades importantes en el Enciclopedia Británica
mismo, a 400 y 650 km, discutiéndose si (http://www.britannica.com/EBchecked/media/49484/Th
se deben a cambios en la estructura de eoretical-depiction-of-the-movement-of-tectonic-plates-
across-Earths).
los componentes o a diferencias en la
composición química. En el primer caso sería posible una celdilla única (figura 70b, a la
izquierda), siempre que tos cambios de fase tuvieran lugar rápidamente, mientras que si
existe cambio de composición, tendría que haber dos celdillas diferentes acopladas, con
transferencia de calor entre las mismas por conducción (figura 70b a la derecha).
El peso atómico no cambia a través de la zona de transición, según los datos de las densidades
y velocidades sísmicas, por lo que las corrientes de convección podrían cruzarla en el caso de
que los cambios de fase tuvieran lugar rápidamente. Estos cambios de fase tendrían un efecto
positivo sobre la convección, ya que al ser dependientes de la temperatura, como la del olivino
a espinela, las transformaciones de presión baja a alta tendrían lugar a menor profundidad
que la media en las columnas descendentes, y la de alta a baja a mayor que la media en las
columnas ascendentes, con efectos gravitatorios que ayudarían al sistema convectivo (figura
70). Según diversos investigadores (Ringwood e Irifune, 1988), cuando las placas oceánicas
viejas descienden y llegan a profundidades de 650 km, se doblan y engrosan plásticamente
hasta formar un megalito (figura 71) que se encuentra en equilibrio a esta profundidad y que,
si se encuentra en la región descendente de una celdilla de convección del manto, puede ser
incorporada al manto inferior.

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(a)

(b)
Figura 70.
La convección térmica: (a) células convectivas convencionales; (b) las dos soluciones clásicas a la convección en
el manto. Explicación en el texto. Tomado de Anguita y Moreno (1991).
Gran número de autores son partidarios de extender la convección a la escala de todo el
manto, incluso conservándose sectores del mismo que no han sufrido mezcla durante gran
parte de la historia de la Tierra. La presencia de terremotos a 650 km de profundidad indica
que la litosfera circula hasta la base de la zona de transición y ello es una prueba de la
convección profunda. Estos terremotos pueden ser debidos a la elasticidad de la litosfera
incluso a estas profundidades, aunque el cese de los mismos indica que se alcanza un
calentamiento de la misma en el manto.
El movimiento de las placas debe ser
compensado con un flujo de retorno en las
profundidades del manto, de tal manera que
el material desplazado por las placas
descendentes sea compensado con material
que fluye hacia los centros de expansión.
Diversos autores han sugerido que el
material que está siendo desplazado por las
zonas de subducción del Pacífico debe
dirigirse a otros océanos que aumentan de
tamaño, y la configuración de este flujo de
retorno debe cambiar considerablemente
Figura 71. con el tiempo al cambiar la configuración de
Formación de un megalito como consecuencia de la
subducción y de una capa de harzburgita y basalto
las placas.
(otrora, litosfera oceánica) entre los 600 y los 700 km de
El problema que se plantea a continuación es
profundidad.
el de la distribución de las células
convectivas. Se cree que éstas se encuentran bajo las áreas oceánicas, donde se precisa su
presencia para explicar el flujo calorífico que no se puede originar en la corteza oceánica,

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existiendo sólo una forma secundaria de convección bajo los continentes, que se manifiesta
por la presencia de actividad volcánica espasmódica de tipo termopluma que libera de vez en
cuando el calor acumulado bajo las regiones continentales.
Según modelos relativamente recientes, como el de impulso lateral del movimiento de las
placas, la litosfera oceánica representa el papel de la parte superior fría de las células
convectivas, por lo que sería de esperar que la distribución de estas células se adapte a la
configuración de las placas oceánicas, de modo que las zonas ascendentes calientes estén
situadas bajo las dorsales y las frías descendentes bajo las zonas de convección.
Una solución buscada para determinar la
distribución areal de las células de
convección se basa en las anomalías
gravitatorias generadas, de modo que las
grandes estructuras profundas habrán de
tener un efecto sobre el nivel del mar o
geoide. Éste estará abombado sobre un
exceso de masa y deprimido sobre el defecto
correspondiente. Tales anomalías de masa se
deberán reflejar en la batimetría de los Figura 72.
Ilustración esquemática del flujo a gran escala en las
océanos, corregida para la subsidencia de la proximidades de una dorsal y las celdillas longitudinales
litosfera oceánica con la edad. Las de pequeña escala superpuestas.
termoplumas (plumas térmicas calientes
ascendentes) se asocian a anomalías positivas en el geoide, en tanto que las frigoplumas
(plumas térmicas frías descendentes) So hacen con anomalías negativas. Sin embargo, no
existe correspondencia entre anomalías positivas en el geoide y dorsales oceánicas, e incluso
algunas dorsales están asociadas a anomalías negativas. Además, los márgenes constructivos
de las placas no se encuentran necesariamente asociados con las partes ascendentes de
celdillas de convección, por lo que la expansión oceánica en algunas ocasiones se muestra
como un fenómeno pasivo en que llega material del manto a una zona de fusión.
Las anomalías del geoide indican que la convección en el manto tiene tugar a escala horizontal
menor que la de las placas. El alargamiento paralelo a la dirección de expansión parece
sugerir, al menos para el caso de las placas rápidas, la presencia de una circulación convectiva
a dos escalas. La escala menor, con dimensión horizontal perpendicular a la dirección de
expansión de unos 500 km, tiene forma de rollos alargados que se extienden desde la base de
la litosfera hasta unos 650 km de profundidad, con ejes paralelos a la dirección de expansión
(figura 72). Estas celdillas son necesarias para explicar el flujo calorífico observado en la
litosfera oceánica más antigua según McKenzie y colaboradores. Las células pequeñas
secundarias no parecen causar ningún arrastre efectivo neto en la base de la litosfera, por lo
que no afectarán al movimiento de las placas. La circulación a gran escala, con dimensiones
horizontales de unos 5.000 km, está formada por las propias placas y el flujo de retorno
complementario en profundidad. No se conoce la profundidad de la base de las células de
convección, pero la geometría de las anomalías se explica mejor por la inestabilidad de una
capa límite caliente relativamente somera.
La tomografía sísmica ha proporcionado mucha información importante sobre la estructura
tridimensional del manto. Ya que la convección es impulsada por las diferencias laterales en
temperatura y densidad, dichas variables afectan a la velocidad sísmica, que disminuye con el
descenso de la densidad y el aumento de la temperatura (Anderson y Dziewonski, 1984). Si se
determinan las velocidades en el manto, se pueden deducir las diferencias de temperatura y
densidad que son consecuencia de la convección.
También, cartografiando la anisotropía sísmica verticalmente y lateralmente, es posible

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determinar aproximadamente la dirección del flujo del manto. Los autores anteriores han
calculado un modelo tridimensional de velocidades en el manto superior por la inversión de
numerosos datos de llegadas de ondas S. Las dorsales oceánicas están sobre manto de baja
velocidad, los escudos sobre regiones de velocidades muy rápidas y los océanos antiguos
sobre un manto con velocidades elevadas. Las velocidades altas probablemente reflejan la
presencia de material de manto maduro que son más fríos y densos que la media, entre 200 y
400 km de profundidad quedan algunos restos de los caracteres superficiales. La mayoría de
las áreas cratónicas están aún sobre anomalías positivas de velocidad, pero los contrastes de
las velocidades son menores que cerca de la superficie. El origen de este material de alta
velocidad bajo los cratones no se conoce, aunque podría reflejar material que se traslada junto
con ellos, implicando que mantienen una continuidad en profundidad, o también representar
materia! frío subducido que ha sido cabalgado por el continente.
Se observa también que sólo una pequeña proporción del sistema de dorsales oceánicas
retiene velocidades anómalas en este intervalo de profundidades. La dorsal rápida del Pacífico
oriental está sobre materia! del manto casi normal bajo los 200 km. Sin embargo, hay regiones
aisladas bajo las dorsales sobre velocidades bajas que se extienden hasta los 400 km y existen
pruebas de que algunos segmentos de dorsal se alimentan por transporte lateral de material a
profundidades someras. Por debajo de unos 300 km, su distribución es completamente
diferente de la de la superficie. Por ejemplo, existen dos amplias zonas de alta velocidad, una
desde el Pacífico occidental, bajo el sur de Australia a la costa antártica, y otra bajo América
de! Sur, el Atlántico meridional y parte de África. A esta profundidad, las zonas de baja
velocidad asociadas con termoplumas cerca de la superficie cambian a altas velocidades en la
zona de transición. Esto parece indicar que las termoplumas se originan a profundidades
someras, aunque también podrían ser alimentadas desde profundidades mayores por
conductos demasiado estrechos como para ser detectados por e! modelo.
Se sugiere la lectura del artículo de Anderson y Dziewonski (1984) y consultar las figuras que
se adjuntan en él, en particular las figs. 3, 4 y 5. En dicho artículo se repasan igualmente las
direcciones en que tiene lugar el flujo en el manto que se pueden deducir mediante análisis
tomográficos.
Bajo estas perspectivas, las placas litosféricas parecen ser movidas por dos procesos físicos
que se superponen: de un lado por el efecto del tirón ejercido por la propia placa subducida a
medida que ésta va penetrando en el manto y va densificando, y por otro por deslizamiento
gravitacional desde las elevadas dorsales hasta las fosas cuando éstas existen. En este
esquema, como señalan Anguila y Moreno (1991), la fusión que se produce en las dorsales es
pasiva, es una consecuencia esencialmente del descenso de la presión que las fracturas
originadas por la tensión provocan en la astenosfera inmediatamente subyacente. Como ya se
ha puesto de manifiesto anteriormente, existen unas placas más rápidas (las que poseen
bordes destructivos) que otras (las que carecen de ellos); y éste parece ser un argumento que
confirma el modelo expuesto.
3.4.2. Las consecuencias del movimiento de las placas
El gran atractivo de la tectónica de placas desde sus primeras aportaciones fue la posibilidad
de integrar en un modelo Global los procesos geológicos a diferente escala, además de, como
hemos comprobado más atrás, ciertos comportamientos animales o la distribución de los
seres vivos y de sus restos fósiles. El primer autor que trató de sintetizar estas ideas fue Tuzo
Wilson, que propuso un modelo de transformación de un continente que ocupaba una sola
placa en dos continentes soportados por sendas placas diferentes separadas por bordes de
placa que se podían modificar con el devenir del tiempo (Ciclo de Wilson; figura 73). En esta
figura se muestra la evolución de un supercontinente hacia otro supercontinente como
consecuencia del desencadenamiento de los procesos de fragmentación continental,

77
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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

cormación de océanos y movimiento de los fragmentos continentales resultantes hacia una


nueva colisión. El desarrollo en la figura es como sigue:
(1). Un cratón continental (supercontinente) es estable hasta que un cambio en el manto
subyacente una pluma térmica (2) provoque un abombamiento en la superficie del cratón y la
formación de un sistema de fallas directas con formación de un rift continental. En este
segundo estadio, los bloques a un lado y otro del rift comienzan a desplazarse mutuamente en
sentidos inversos; esta situación es la que a día de hoy podemos encontrar en el Valle del Rift
africano.
En la fase siguiente, (3), podemos reconocer que en el eje del rift que se ha formado ha
comenzado a producirse material volcánico que se extiende a ambos lados, que forma una
corteza oceánica primitiva y que contribuye a incrementar la distancia entre los dos bloques
del cratón original. De este modo el espacio producido entre ambos puede ser recubierto de
agua de mar, formándose un proto-océano o mar en ciernes, como el Mar Rojo en la
actualidad. Al tiempo que todo ello va ocurriendo, en los márgenes de ese mar se acumulan
sedimentos procedentes de la erosión de los fragmentos continentales (4); esta situación es la
que actualmente se corresponde con los márgenes del Atlántico.
Si por un excesivo adelgazamiento de la corteza oceánica en el borde con el continente se
produce una ruptura, esa corteza oceánica continuará su movimiento frente a un gran bloque
continental que realizará un movimiento antagónico frente a aquél; ese movimiento (5)
iniciará una subducción y la creación de un orógeno en un borde anteriormente de tipo
atlántico, que ahora pasará a ser de tipo pacífico, con vulcanismo y sismicidad asociadas. Si el
consumo de litosfera en la zona de subducción es más rápida que la creación de litosfera en la
dorsal, llegará un momento que será también consumida en aquélla, por lo que volverán a
reunirse (6) los fragmentos anteriormente unidos que habían iniciado su separación en la fase
2 de este esquema; es el caso del Himalaya actual.
Las fases (7), (8) y (9) son representaciones de la posibilidad de colisiones con otras masas
continentales para volver a producir un nuevo supercontinente, un nuevo Pangea, que, al
tiempo que inicie su fase erosiva, inicie también, en función de la dinámica del manto, unas
nuevas fases de fragmentación continental.
Un esquema clásico de este modelo, tomado de Tarling y Tarling (1986, fig. 43), muestra
(figura 74) paso a paso algunas de estas transformaciones. Otras visiones más precisas
merced a las nuevas perspectivas de las sucesivas investigaciones (figura 75) se detienen en la
formación de un margen continental pasivo, sin avanzar a la formación del margen activo con
subducción asociada.
El magmatismo (figura 76), al igual que el metamorfismo, la sismicidad o la misma orogénesis
(figura 77), son otros de los procesos ligados a la tectónica de placas. Del mismo modo, se
explican mecanismos que en otro tiempo tenían interpretaciones diferentes; es el caso de las
transgresiones y de las regresiones, de las cuales Anguila y Moreno (1991) dan un esquema
ilustrativo por medio de la "deriva continental" y del paso de los continentes sobre
topografías creadas por el ascenso de materiales calientes desde las profundidades del manto.
Por último, no podíamos olvidamos de procesos perseguidos por Wegener: los
desplazamientos continentales. Los nuevos conjuntos de datos, unido a la ayuda de
superordenadores ha permitido llevar a cabo reconstrucciones más precisas (figura 78), en
las que los encajes de algunos continentes no se producen necesariamente en las líneas de
costa actualmente reconocidas, sino en el borde de las plataformas continentales. Aun con
todo, incluso se producen solapamientos y vacíos que hoy son fácilmente interpretados desde
la dinámica relacionada con los ciclos erosivos o desde procesos ígneos o tectónicos.

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Figura 73.
El ciclo de Wilson en nueve etapas.
Explicación en el texto. Figura
tomada de:
http://www.ugr.es/~agcasco/msec
geol/secciones/petro/pet_intro.htm
. Una versión cíclica del mismo
puede encontrarse en:
http://csmres.jmu.edu/geollab/fich
ter/Wilson/wilsoncircl.html

Figura 74.
La evolución de los continentes y de los océanos: una representación del Ciclo de Wilson según Tarling y
Tarling, 1971.

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Figura 75.
La separación continental según Dickinson (1976) e Ingersoll (1988) en Ingersoll y Busby (1995).

Figura 76.
Magmatismo y tectónica de placas.

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Figura 77.
Orógenos perioceánico (tipo Andes; izquierda) e intercontinental (tipo Himalaya; derecha), de acuerdo con la
tectónica de placas. Figuras de orógeno intercontinental, autor: NASA; bajo licencia de Creative Commons, orógeno
perioceánico, autor: Christopher Walker. Imágenes tomadas de http://www.iesabdera.com/bg/bgb1/web-
6/32_orgenos.html

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Figura 78.
Imágenes de la deriva continental, según Ziegler y Scotesse, tomado de Siever (1983).

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Figura 79.
Los bordes de placa en el modelo de la tectónica de placas. Imagen, modificada, procedente de
http://isbelciencia.wordpress.com/2011/10/04/¿existe-la-astenosfera/

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ANEXOS

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ANEXO I

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ANEXO II

SONDEO SOSMOLÓGICO DE LA CORTEZA Y EL MANTO SUPERIOR DE LA TIERRA


Los sismólogos han desarrollado un procedimiento para la determinación en el campo del espesor de
la corteza y la velocidad de las ondas P en la
corteza y en la parte superior del manto.
Se dispone de un conjunto de pequeños
sismómetros sobre la superficie a lo largo de una
línea desde un “punto de explosión” para generar
ondas P. Las ondas se propagan en todas las
direcciones, algunas a lo largo de la superficie,
otras a lo largo de la parte superior del manto, tal y
como se muestra en la figura.
La curva de tiempo de propagación que se obtiene
marca los tiempos requeridos para alcanzar un
sismómetro dado.
El conjunto de ondas propagadas a lo largo de la
superficie dibujan una línea recta desde el origen
de la gráfica con una pendiente 1/v1. Para obtener
la velocidad, v1, de las ondas P en la corteza, se mide la pendiente de la línea. Las ondas que atraviesan
el manto desde un tiempo T de retardo en la llegada de las ondas P que han llegado hasta allí dan una
línea con una pendiente 1/v2. Los valores v1, v2 y T obtenidos de la gráfica sirven para calcular el
espesor a partir de la fórmula siguiente, deducida de las leyes trigonométricas y de Snell:

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ANEXO III
DIAGRAFÍAS ELÉCTRICAS PARA LA RESOLUCIÓN DE ESTRUCTURAS PROFUNDAS.

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ANEXO IV

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ANEXO V

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Estructura y dinámica de la Tierra 2019

ANEXO VI
EL SISTEMA MUNDIAL DE FALLAS Y LA TECTÓNICA DE PLACAS, O 1971 Y TODO ESO
B.C. y G.C.P. King
“En cuarenta minutos
Le pondré un cinto a la Tierra”.
PUCK

Le pusieron un cinto a la Tierra


con el nombre de Falla Mundial ¿Y los bordes? Florecen cual rosas
y se supo del suelo marino en los montes más hondos del mar
y la Deriva Continental. y otros hay que van a se acabar
y consumir debajo de las fosas;
Vine y Matthews se hicieron al mar
y volver les costó gran desvelo: y otros chocan diciendo “perdón”
“Fue por culpa” dijeron “de la y otros cumplen sutiles funciones,
Expansión del Océano Suelo”. o aburridos al fin de ser dos
condescienden a triples uniones.
Pero el mar les confió su historieta:
juvenil, cenozoico torrente, Computando los ecos del sismo
con gran magma subió por la grieta se probó que las placas son ciertas:
y empezó a caminar lentamente. alquimistas de caras despiertas
demostraban las cosas lo mismo.
En un tiempo, la Tierra era plana;
de una placa –una sola y no muchas- Para ingenuos geólogos de antes,
y ya entonces los bordes causaban de las fallas surgían montañas:
discusiones, conflictos y luchas. sobre aquellas cavernas extrañas
derrumbábanse antiguos paisajes.
¡Que se deben doblar para arriba,
como un plato, con mucho cuidado, Mas, ¿qué pruebas tenían los pobres?
si no al fin todo el agua se iría Sólo apenas sus observaciones,
juntamente con todo el pescado. sus piedritas y estratos de fósiles.
¡Anticuadas y escasas nociones!
Hoy se sabe que el mundo es redondo
y que gira y da vueltas al Sol Sólo ahora los sabios, con tino
y esto sí que complica –en el fondo- pronostican que cada mañana
la teoría de la Difusión. toda el África avanza un pasito
hacia el fin de la vieja Gondwana.
¿No será que la Tierra se expande
y que engorda con grande fruición? Girdler-Kan (gravimétricamente)
- No es así, por la gravitación, y McKenzie al timos de sus placas
que machaca su cifra constante. ven al manto mostrar su fea cara
y mover con el pie el continente.
¡Ay, la Tierra, qué tiene esta chica,
cómo cambia de polo magnético! Hoy en día la cosa está que arde.
(Menos mal que el basalto te indica en el África ruge una voz de león.
la verdad con rigor cronométrico). ¡Que ahora mismo, y no más tarde,
detengan la deriva! ¡Coloquen un tapón!
Hoy han vuelto las placas de antaño
renovadas en formas tectónicas;
“sima” y “sial” han pasado este año Addendum: EMPERADOR ESTUDIA EL CIERRE DE LA FALLA
A ser sólo palabras armónicas. AFRICANA (Titular de The Times, 18 de junio de
1971, página 6).
Grandes placas adultas y hostiles
se rodean de cien mil terremotos; Traducción de Carlos Peralta
y plaquitas, más bien infantiles, Editorial LABOR, 1976
recomponen los fragmentos rotos. Modificaciones: FJBR, 2018

92
92
ANEXO VII

93
ANEXO VIII
PERSONAJES QUE HAN CONTRIBUIDO AL CONOCIMIENTO DE LA ESTRUCTURA INTERNA DE LA
TIERRA Y DE LA DINÁMICA GLOBAL DEL PLANETA

Antonio Snider-Pellegrini Francis Bacon


(Francia, 1802–1885) (Inglaterra, 1561-1626)

Andrija Mohorovičić Emil Wiechert


(Volosko, Croacia, 23 de enero de 1857 – Zagreb, (Tilsit, Prusia, 26 de diciembre de 1861–19 de marzo
Croacia, 18 de diciembre de 1936) de 1928)

Alexander Logie du Toit Alfred Wegener


(Sudáfrica, 14 de marzo de 1878–25 de febrero de (Berlín, 1 de noviembre de 1880-Clarinetania,
1948) Groenlandia, 2 de noviembre de 1930)

94
Inge Lehmann Beno Gutenberg
(Østerbro, Dinamarca, 13 de mayo de 1888-21 de (Darmstadt, Alemania, 4 de junio de 1889-California,
febrero de 1993) 25 de enero de 1960)

Arthur Holmes Sir Harold Jeffreys


(Gran Bretaña, 14 de enero de 1890–20 de (County Durham, Inglaterra, 22 de abril de 1891–18
septiembre de 1965) de marzo de 1989.

Stanley Keith Runcorn Allan Cox


(Southport, Inglaterra, 19 de noviembre de 1922– (Santa Ana, California, 17 de diciembre de 1926— 27
San Diego, California, 5 de diciembre de 1995) de enero de 1987)

95
Drummond Hoyle Matthews
Brent Dalrymple
(Porlock, Inglaterra, 5 de febrero de 1931- Taunton,
(Alhambra, California, 9 de mayo de 1937)
Inglaterra, 20 de julio de 1997)

John Tuzo Wilson


Frederick Vine
(Ottawa, 24 de octubre 1908-Toronto, 15 de abril de
(Londres, 17 de junio de 1939)
1993)

Harry Hess Edward Bullard


(Nueva York, 24 de mayo de 1906– Woods Hole, (Norwich, Inglaterra, 21 de septiembre de 1907-
Massachusetts, 25 de agosto de 1969) California, 3 de abril de 1980)

96
William Jason Morgan Xavier Le Pichon
(Savannah, Georgia, 10 de octubre de 1935) (Quinhon, Vietnam, June 18, 1937)

FUENTE DE LAS FOTOGRAFÍAS:


Francis Bacon
http://www.taringa.net/posts/humor/6057044/Las-muertes-mas-Fails.html

Andrija Mohorovičić
http://www.seismosoc.org/publications/SRL/SRL_78/srl_78-6_hs.html

Emil Johann Wiechert


http://en.wikipedia.org/wiki/Emil_Wiechert

Alexander du Toit
http://www.insugeo.org.ar/libros/cg_24/20.htm

Alfred Wegener.
http://www.environmentandsociety.org/upcoming-exhibitions

Inge Lehmann
http://sciencenordic.com/female-scientist-who-discovered-core-earth

Arthur Holmes
https://www.geologyglasgow.org.uk/archive/arthur-holmes/

Sir Harold Jeffreys


https://en.wikipedia.org/wiki/Harold_Jeffreys

Beno Gutenberg
http://174.94.156.30/Zweb/JF/TerreCreuse/Z/Portrait-Gutenberg.jpg

Frederick Vine.
http://www.uea.ac.uk/env/people/facstaff/vinef

Stanley Keith Runcorn


https://alchetron.com/Keith-Runcorn

Allan Cox
http://www.writeopinions.com/allan-v-cox

97
Drummond Mathews
http://www.oxforddnb.com/view/10.1093/ref:odnb/9780198614128.001.0001/odnb-
9780198614128-e-64976/version/1

Brent Dalrymple
http://scarc.library.oregonstate.edu/oh150/dalrymple/index.html

John Tuzo Wilson


https://es.wikipedia.org/wiki/John_Tuzo_Wilson

Harry Hess
https://mountainmystery.com/2015/05/24/1501/

Edward Bullard
https://www.amazon.com/Vintage-photo-EDWARD-BULLARD-
GEOPHYSICS/dp/B07JYBSVL8

William Jason Morgan


http://www.japanprize.jp/en/prize_past_1990_prize02.html

Xavier Le Pichon.
http://www.balzan.org/en/prizewinners/xavier-le-pichon/research-
project_123_792.html

98
ANEXO IX
Imágenes complementarias de interés:

IX.1. Estructura de la Tierra: izquierda, estructura geoquímica o estática; derecha:


estructura geodinámica. Tomada de:
https://agrega.juntadeandalucia.es/repositorio/20062013/10/es-
an_2013062012_9114926/mora_lopez_rosario_web/estructura_interna_de_la_tierra.html

99
IX.2. La estructura de la Tierra en diferentes perspectivas. Tomada de: Tarbuck,E.J. y
Lutgens,F.K. (2005).

100
IX.3. Aspectos estructurales de la corteza terrestre profunda. (a) Perfil sísmico a través de
la Península Ibérica que muestra el paso correlativo hacia el manto litosférico y hacia la
astenosfera a través de las variaciones de propagación de las ondas P (las que están entre
paréntesis, de las ondas S; datos en km/s). En (b), perfil de reflexión de la corteza en el Sur
de Alemania; en la parte central no aparecen los “reflectores” sísmicos corteza media y
profunda ya que en esa zna impactó hace unos 15 Ma un meteorito que creó un cráter de
24 km de diámetro y borró dichos reflectores. Tomada de: Anguita,F. y Moreno,F. (1991).

101
IX.4. Fundamentos de la tomografía sísmica. La velocidad de las ondas P revela el estado
térmico de las rocas a medida que se producen los procesos de circulación convectiva en el
manto terrestre. Las rocas más frías (en tonos azules) se sitúan definiendo cuñas que se
introducen progresivamente desde la superficie terrestre dentro del manto: es la placa
que subduce en las zonas de subducción, desde las fosas oceánicas. En cambio, los colores
rojizos suponen la existencia de rocas muy calientes que ascienden desde la base del
manto y se acercan progresivamente a la superficie.

102
IX.5. Arriba (figura 1.9 de Anguita y Moreno, op. cit.), modelo del manto terrestre basado
en los datos de la tomografía sísmica, viéndose en la base de esta capa la superficie del
núcleo, con zonas más frías (azules) y con zonas más calientes (más pardo-anaranjadas).
Abajo (figura 1.10 de Anguita y Moreno, op. cit.), mapa tomográfico de la superficie del
núcleo terrestre, mostrando la topografía de dicha superficie.

103
IX.6. Mapa mundial de la edad de las rocas del substrato en continentes y océanos
(Commission for the Geological Map of the World and UNESCO, 1991; en:
http://www.jamesmaxlow.com/main/index.php?module=pagemaster&PAGE_user_op=vie
w_page&PAGE_id=5).

104
IX.7. Mapa mundial de las placas tectónicas que muestra la actividad existente en los
bordes que separan a éstas. Figura tomada de
https://agrega.juntadeandalucia.es/repositorio/20062013/10/es-
an_2013062012_9114926/mora_lopez_rosario_web/estructura_interna_de_la_tierra.html

105
IX.8. El movimiento de las placas litosféricas y el papel de las fallas transformantes. En la
figura inferior (procedente de Isacks y otros, 1968), se observa que una placa ideal se
mueve desde el borde constructivo (dorsal oceánica) hasta su borde destructivo (zonas de
subducción). Las fallas transformantes compensan la diferencia de creación de litosfera a
un lado y a otro de cada segmento de dorsal. Tomado de Anguita y Moreno, op. cit.

106
BIBLIOGRAFÍA
TEXTOS:
La siguiente relación de textos no se ciñe exclusivamente a los citados en el documento escrito que
se adjunta. Más bien constituye un conjunto de referencias ineludibles en español (alguna -escasa-,
ineludiblemente, en inglés o en francés) a la hora de ponerse al día en los temas referidos. Además
de los aspectos generalmente incluidos en las relaciones bibliográficas, se añade, cuando se dispone
de él, el correspondiente ISBN o el ISSN, por cuanto se considera que son parámetros numéricos
importantes en toda búsqueda en las librerías de manuales de cualquier índole; en su caso, la
abreviatura n/d significa no disponible.
Águeda,J.A.; Anguita,F.; Araña,V.; López,J. y Sánchez de la Torre,L. (1983): Geología. Ed. Rueda, 448
p. ISBN: 84-7207-009-3
Anguila,F. (1988): Origen e Historia de la Tierra. Ed. Rueda, Madrid: 525 p. ISBN: 84-7207-052-2.
Anguita,F. y Moreno,F. (1991): Procesos Geológicos Internos. Ed. Rueda, Madrid: 232 p. ISBN: 84-
720-063-8.
Boillot,G. (1984): Geología de los Márgenes Continentales. Masson, S.A., Barcelona: 141 p. ISBN:
84-311-0340-X.
Bolt,B. (1985): Terremotos. Edic. Orbis, S.A. Bibl. de Div. Cient. "Muy Interesante", na 38, 266 p.
ISBN: 84-7634-439-2.
Christopherson,R.W. (1994): Geosystems: An introduction to Physical Geography. Macmillan
Coll. Publ. Comp., Toronto, 663 p.+ 4 anexos, ISBN: 0-02-322451-1.
Clark,S.P. (1975): La estructura de la Tierra. Ed. Omega-Fundamentos de las Ciencias de la Tierra,
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Corrales,!.; Rosell,J.; Sánchez de la Torre,L.; Vera,J.A. y Vilas,L. (1977): Estratigrafía. Ed. Rueda, 718
p. (at. cap. 23: 491-518). ISBN: 74-7207-004-2.
Griffiths.G.H. y King,R.F. (1972). Geofísica Aplicada para Ingenieros y Geólogos. Ed. Paraninfo,
Madrid: 231 p. ISBN: n/d.
Hallam,A. (1976). De la deriva continental a la tectónica de placas. Ed. Labor, Barcelona: 174 p.
ISBN: 84-335-2408-9.
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Jimeno,G., Martínez,I. (1997): Selectividad. Geología. Pruebas de 1996. Anaya: 215 p. ISBN: 84-
207-7546-0 (NOTA: existen otras sobre las pruebas de años anteriores).
Jordá Pardo, J.F. (1998). Tectónica de placas: evolución de las ideas sobre la dinámica interna
de la Tierra. Santillana-ciencia hoy. 112 p. ISBN: 84-294-5354-7.
Lambert.D. (1989): Guía Cambridge de la Tierra. EDAF, S.A., Madrid, 256 p. (at., cap. 23: 491-518).
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LePichon,X y Pautot,G. (1985): El fondo de los océanos. Edic. Orbis, S.A. Bibl. de Div. Cient. "Muy
Interesante", no 34, 240 p. ISBN: 84-7634-422-8.
Montgomery,C.W. (2008): Environmental Geology. McGraw-Hill Internat. Edition556 p. ISBN: 978-
0-07-128362-5.
Orellana,E. (1974): Prospección geoeléctrica por campos variables. Ed. Paraninfo, Madrid.
Orellana,E. (1982): Prospección geoeléctrica en corriente continua. Ed. Paraninfo, Madrid.
Parasnis,D.S. (1970): Principios de Geofísica Aplicada. Ed. Paraninfo;208 p. ISBN: n/d.
Press,F. y Siever,R. (1993): Understanding Earth. W.H. Freeman and Com., New York, 593. p. ISBN:
0-7167-2239-9.

107
Santanach,P. (ed.)(1997): ESCI: Estudios Sísmicos de la Corteza Ibérica. Revista de la Sociedad
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Takeuchi,H.; Uyeda,S. y Kanamori,H. (1986): ¿Qué es la Tierra? (El problema de la deriva
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Tarbuck,E.J. y Lutgens,F.K. (2005): Ciencias de la Tierra. Una introducción a la geología física..
Pearson-Prentice Hall, 710 p. ISBN: 84-205-4400-0.
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Interesante", no 58, 131 p. ISBN: 84-7634-576-3.
Tyler Miller,G. jr. (1994): Ecología y Medio Ambiente. Grupo Edit. Iberoamérica, México, 967 p.
ISBN: 970-625-027-1.
Udías,A. (ed.)(1988): La Tierra: estructura y dinámica. Prensa Científica, S.A., Libros de
Investigación y Ciencia: 228 p. ISBN: 84-7593-023-9.
Udías,A. y Mezcua,J. (1997): Fundamentos de Geofísica. Alianza Universidad Textos, 167: 476 p.
ISBN: 84-206-8167-9.
Uyeda.S. (1980): La nueva concepción de la Tierra. Blume ecología, 269 p. ISBN: 84-7031-154-9.
VanCleave.J. (1995): Viaje al interior de la Tierra. Selector, México: 160 p. ISBN: 968-403-875-5.
Varios autores (1981): Deriva Continental y Tectónica de Placas. H.Blume edic., Madrid: 271 p.
ISBN: 84-7214-054-7.
Varios autores (1983): Dinamismo Terrestre. Investigación y Ciencia-Prensa Científica, S.A. no 86
(Noviembre): 164 p. ISSN: 0210-136X.
Varios autores (1996?): Volcanes. Investigación y Ciencia-Prensa Científica, S.A. Colección Temas,
no 8: 112 p. ISBN: n/d.
Vera,J.A. (1994): Estratigrafía. Ed. Rueda, 806 p. (at. cap. 22: 673-746). ISBN: 84-7207-074-3.
WhiteJ.D.; Mottershead,D.N. y Harrison,S.J. (1986): Environmental systems. Alien &Unwin,
London, 495 p., ISBN: 0-04-551064-4.

ARTÍCULOS DE REVISTAS DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA:


(IMPORTANTE: Se incluyen sólo aquellos artículos no recogidos en los manuales recopilatorios de
INVESTIGACIÓN Y CIENCIA -IC- y/o, en su caso, de MUNDO CIENTÍFICO -MC- y del BOLETÍN
GEOLÓGICO Y MINERO -BGM-, o de TÉRRA NOVA -TN-, así como algún documento referido al tema
presente en textos de ámbito geológico)
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111
ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN 1
2. ESTRUCTURA TERRESTRE: NUEVOS MODELOS 3
2.1. Las referencias 3
2.2. La estructura terrestre y la tecnología 3
2.2.1. Las primeras aproximaciones al conocimiento de la estructura interna de la
Tierra 4
2.2.1.1. El momento de inercia y la densidad terrestre. 4
2.2.1.2. La variación de la densidad y de la presión en el interior terrestre 4
2.2.2. La sismología y la tomografía sísmica 5
2.2.3. El geomagnetismo y la naturaleza y la dinámica profundas. 8
2.2.4. Los meteoritos y su valor como indicadores de la composición de las capas
profundas de la Tierra. 8
2.2.5. Otros métodos. 9
2.2.5.1. El método gravimétrico 9
2.2.5.2. La isostasia y el juego de los equilibrios de los bloques corticales. 12
2.2.5.3. El método geoeléctrico. 13
2.2.5.4. El flujo térmico terrestre. 15
2.3. Estructura terrestre: la naturaleza profunda de la Tierra 16
2.3.1. Las unidades sísmicas y geoquímicas 16
2.3.1.1. La corteza terrestre 16
2.3.1.2. El manto 20
2.3.1.2. El núcleo 22
2.3.2. Las unidades dinámicas 25
2.3.3. Otras unidades estructurales: las zonas de transición 29
3. DINÁMICA LITOSFÉRICA: LA TECTÓNICA DE PLACAS 31
3.1. Antecedentes. 31
3.1.1. Los desplazamientos continentales antes del siglo XX 31
3.1.2. Alfred Wegener y la teoría de los desplazamientos continentales 34
3.1.2.1. La Ciencia Geológica en los albores del Siglo XX. 34
3.1.2.2 Wegener y "Die Entstehung der kontinente und Ozeane" 34
3.1.2.3. Los primeros detractores y abanderados de Wegener. 39
3.1.3. La década de los cincuenta: exploración de los fondos oceánicos 42
3.1.3.1 El desarrollo de la investigación oceanográfica geológica y geofísica 43
3.1.4. La nueva situación. 45
3.2. La tectónica de placas: fundamentos y argumentos. 49
3.3. La tectónica de placas: placa litosférica y bordes de placa litosférica. 58
3.3.1. Los bordes divergentes 61
3.3.2. Los bordes convergentes 66
3.3.3. Los bordes pasivos: las fallas transformantes 71
3.4. Causas y consecuencias del movimiento de las placas litosféricas. 74
3.4.1. Las posibles causas del movimiento de las placas 74
3.4.2. Las consecuencias del movimiento de las placas 77

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ANEXOS 85
I. Comportamiento de las Ondas Sísmicas según el ángulo de incidencia
en la superficie de separación entre dos medios. 87
II. Sondeo sismológico de la corteza y el manto superior en la Tierra. 88
III. Diagrafías eléctricas para la resolución de estructuras profundas. 89
IV. Decálogo de la Tectónica Global. 90
V. Artículos de prensa sobre el origen de las Islas Canarias. 91
VI. El Sistema Mundial de Fallas y la Tectónica de Placas, o 1971 y todo
eso. 92
VII. El rastro de Gondwana en Galicia y Portugal. 93
VIII. Personajes que han contribuido al conocimiento de la estructura
interna de la Tierra y la Dinámica Global del planeta. 94
IX. Imágenes complementarias de interés. 99
BIBLIOGRAFÍA 101

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NOTA DEL AUTOR
El presente documento recoge las anotaciones de un curso de
Geología para profesores de Enseñanza Secundaria impartido en
el CPR de Santander durante el curso 1997/98 por el autor del
mismo y recoge modificaciones introducidas durante la revisión
realizada durante el mes de marzo de 2012 y de 2019.

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