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PAGINA SOBRE LEZAMA ESCRITO SOBRE “DADOR” { rosa ser norma de las rosas Juan Ramon Juin, IGA USTED A CASA @ altas horas de la noche, después de una obiante jornada. Al entrar enciende la luz. La habitacién se amina. Hasta ese momento nada llama la atencidn. Sin em- BO, Sh, porque cn ese mismo instante, por supuesto sin que ni motamente lo imagine, acaba usted de inaugurar —es la labra que emplea Lezama— una inmensa catarata, como ‘cinetama, en pleno corazén de Ontario. En suma, acaba de var el soporte esencial de la poesta de Lezama: lo vivido icudmente, que, mediante el recurso al reldmpago y a las incidencias, cuyos efectos a veces resuenan en otra galaxia, propone desmantelar toda causalidad visible, légica, aris- ica, a fin de llegar al “incondicional poético” total. Por otra parte no serfa usted el primero en vivir esta prictica Ia oblicuidad: nada menos que san Jorge, segtin Lezama, pasd orah{ cuando clavé su lanza vengadora en el diabslico Dragon, Ponstaté que su propio caballo se desplomaba, derribado por 'golpe incondicionado, inmediato, fulgurante y fatal. No rue orkut a Luzama una de esas pinas confitadas que, ‘en Steaux, recuerdan la reposteria barroca donde antiguamente se §ntrelazaban los simbolos del castillo. Ni siquiera he podido construir algunas frases acerca de su obra, tan semejante a rosetones pitagéricos 0 a las ctipulas cercanas al techo del mundo donde se esculpen a manera de pares de ojos dorados. Me estén prohibidos la pagina y el comes, y, con ello, el acceso al maestro. Rindo, consiguientemente, por definicién, un testimonio olvidable. El texto de Lezama es para mi, a diario, la yerticali- dad del gético al borde del rfo y, cerea de otro rio, el rumor de los molinos de oraciones. Son numerosos los hombres y leopardos que en los tiltimos afios del siglo x11 no hicieron caso del tiempo en que les tocé vivir, En cuanto a mi, una oscura resignacién sella mi aleja- Consiguientemente, podria decirse que la poesfa ataca siem- micnto. te por donde no se espera, como una guerrilla extremada- Inscribo en la patria de la pégina, en mintisculas, mi trdn- fie nfévthe inclarh/dedccgnnisics, sito.ala Bra de Lezama, 2Un cjercicio més? Lezama propone uno de los més extra- ios, apoyndose en algunas anécdotas zoolégicas, heredadas, « és de Caillois, de un minucioso observador de las costum- nocturnas de ciertos animales marinos. Se trata de gusa- 0s ciliares que, sobre la arena, retroceden con enorme ¢ inva- ble precisién hasta lo que constituye el limite de la marea O bien, afirma Lezama, retroceden esa misma distan- ‘cuando no hay marea. Algo asi como lo que sucede con 143 6 ESCRITO SOBRE“DABOR™ insectos que durante el apareamiento matan ala hembra y van iis alli de lo deseado, por lo cual son, para decirlo en lengua je técnico, hipertélicos. No hay mejor definicién de la poesta di Lezama: siempre va més alld del fin propuesto; es desmesurada y excesiva, Al lector fe toca encontrar aplicaciones practicas er el mundo austero de la economia y del rigor en que vive. Dador) coleccién de pocmas publicada en La Habana en 1960, cuya traduccién francesa constituye una hazaita verda- deramente temeraria de tipo alpinista. La coleccién ¢s, en tér- minos del autor, el centro o el cenit de la obra lezamiana en vvergo, realizada en sonidos. ;Cémo se ha de leer esta obra? Bustando no la voz, el “mensaje” directo, sino mas bien su eco, la sorpresa de su efecto més alld o al lado, en las margenes, fuera del libro, como si a labor del sonido, por una energia no causal, resonara en otra parte. El poeta, como un célebre hechicero cubano de los aiios cincuenta que curaba emplean- do vasos de agua colocados sobre los aparatos de radio, mag- netiza a distancia, recurte “a los conjuros, a los ritos, al cere- monial vivo del hombre primitivo”. Poesfa oscura, como lo es todo ito, que es preciso seguir, literalmente saborear: Lezama invoca el ejemplo de los antiguos trovadores entregados al hes~ metismo del srovar clus, y también de aquellos reyes nérdicos ‘euyos poemas dibujaban verdaderos jeroglificos y que a veces hacfan el papel de bufones en su propia corte. Quién inventé esa técnica de la sorpresa? No cabe ninguna vacilacién al respecto: un celoso fordgrafo? dejé de él un ico- nno-kodak majesttoso, como si hubiera previsco su préxima “canonizacién’” en el cielo de los ciclones periédicos de las letras cubanas. Lezama era, por principio de cuentas, un per- sonaje de Botero, Rubens colombiano cuyos modelos, bien sa- risfechos tras una siesta criolla o de los festivos placeres de la + Dader, poems, traducidon del cubano por Géraed de Catan, col Baroco, lam: sation, Paris 1981 ee Ferinde, ESCRITO SOBRE "DADOR™ 45 ‘mesa, se van haciendo corpulentos, robustos, esféricos como planetas. Cuello y corbata en el calor estival de Ia isla, un enor- ‘me puro cn la boca, cuyas volutas azulosas trazan en el aire las espirales de una frase barroca, y cuya vitola dorada con blaso- hes coloniales proporcionaba a Lezama apoyo para un discurso teplero de cubanismos cfusticos acerca de algin tema solemne “dela cultura espafola, En el pequefio saldn de la calle Trocadero, repleto de cua- dros, muebles de mimbre y piramides de libros magicamente equilibrados, todo se convertia en voluptuosidad, incluso la ‘yor grave de bajo caucasiano, vacilante, con aspiraciones y expiraciones extrahamente distribuidas —a la manera de las ‘comas en sus textos— a causa del asma que padecié desde la infancia. Su vida (1910-1976) estuvo consagrada a la conquis- ‘tade un aliento normal, como el de Paradiso, novela-monu- mento barroco cuyo personaje principal, que nacié ahogado "por una crisis respiratoria, llegé a poscer el més dificil de los fitmos poéticos, una diccidn segura y el canto. Voluptuosidad o, més bien, bulimia de todos los saberes y de todos los frutos: Lezama iba de Tao-Te-Kin al mango, o de Mallarmé a las pifias confitadas, con la velocidad, con la vora- cidad que sélo poseen quienes jamds han sido desengafiados por Ia realidad de que hablan sin aproximarse a ella. Porque ‘este hombre cuyo enciclopedismo asombraba a los mds mani- ticos sabios alemanes, jamés sali, por asf decirlo, de su isla, de su barrio y casi de su alcoba: vivi6 tanto antes como después de la revolucién en el més perfecto de los exilios donde queda abolida toda distancia; evocaba con igual desenvoltura y la misma minuciosidad un arrozal ceilanés inundado, el rosetén sur de la catedral de Nuestra Sefiora, o la nariz faltante de una dama flaviana del Museo de Termes. El pregén del primer ve dedor de aguacates maduros por la tarde en la vieja Habana, se convertia en suspizo de hada volante que trazaba circulos dora- dos en un mandala tibetano. M6 ESCRITO SOBRE “DADOR® Paradiso, novela de deformacién —como un retrato del autor reflejado cn un espejo convexo— y-Oppiano Licario, s.1 continuacién, constituyen, por asi decirlo, el dibujo imagina- tio de esta vida, y Dado, su postrera transmutacién podtica, la transformacién en luz pura del fuego de la imagen. De que es Dador este libro repleto de saber oriental, de referencias rena- centisras, de teologia catdlica —Lezama era ferviente devoto de la Virgen Marfa, su madre—, de Géngora y de Mallarmé? Paraddjicamente, yo escucho en sus paginas, como un efecto de boomenang ede magia, 1a vox de mis padres, el runt aina- ble de la lengua cubana, la vor de la isla, cantante, ronca, baja, “abajada” por el mar. “PARADISO” Y LA CUESTION DE LA NOVELA* UN cunano nesconocipo, casi secreto, que jamés sali de la isla, ni de la ciudad de La Habana, ni —o poco menos— de _@8e-amontonamiento de cuadros y muebles coloniales que _conformaban su casa, dio una de las respuestas més justas, ‘mds consecuentes y, en mi opinién, mds importantes a la cues. ti6n de la novela, a la pertinencia o a la facultad de esctibirla hoy en dia, a los efectos de ese géncro de “trabajo” sobre cl cuerpo y sobre la vida de un autor, a la significacién del relato ‘Por si mismo, haciendo a un lado las pequefias maquiinaciones mundanas y las “claves" que pueda contener el texto, José Lezama Lima (1910-1976), autor de Paradiso, hizo de la fijeza (titulo de uno de sus libros de poemas) no sdlo el cen- tro de su vida, también el centro de su obra, donde todo, absolutamente todo, se toma como un escarabajo encerrado €n un pisapapeles de cristal. La fijeza que se apodera de cada personaje o de cada objeto es un recubrimiento proliferante de ‘imagenes y sonidos, que, a su vez, los protege y los borra: asi, cuando se entra a ui capilla churrigueresca, se ven bailar los angeles en las volutas, y se advierte que todas esas lineas curves son como lazos arquitecténicos. Ahora bien, esa fijeza fisica sdlo era el reverso de una extre- ma movilidad mental: sin abandonar su sillén —Lecama ‘Padecia mucho de asma y era muy robusto, por no decir obe- -s0—este poeta tan epuldn de palabras como de platillos exéti- 05, logré fundar no sélo una nueva ret6rica sino también una teologia y, derivandolas de las dos, un nuevo concepto del barroco. | Jot Lena Lins, Parad, rd dl exp oe Die Conte, ei, Pat 197 wr

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