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LEOPOLDO MÁRQUEZ ÁÑEZ

EL RECURSO DE CASACIÓN, LA CUESTIÓN DE HECHO Y EL ARTÍCULO 320 DEL


CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO CIVIL
(Resúmen)

PRESENTACIÓN
Si alguna norma tuviera que escogerse para precisar la naturaleza del Recurso de Casación y la
crucial problemática que en él está involucrada, ella vendría a ser la contenida en el encabezamiento
del artículo 320 del Código de Procedimiento Civil. En efecto, es en esta norma donde se plantea la
difícil distinción entre cuestión de derecho y cuestión de hecho; así como las limitaciones y las
excepcionales facultades del Tribunal de Casación en este aspecto del Recurso. Allí encontramos la
prohibión impuesta a Casación de extenderse al fondo de la controversia y al modo como el juez de la
instancia apreció y valoró los hechos, y así mismo los casos en los que excepcionalmente Casacion
puede conocer de la cuestión de hecho, cuando se denuncie la infracción de norma jurídica expresa que
regule el establecimiento o la valoración de los hechos o delas pruebas, o se haya incurrido en una una
suposición falsa que aparezca como soporte del dispositivo del fallo.

CAPÍTULO I
La naturaleza del Recurso de Casación. Su tipificación dentro de los medios de impugnación.
Imp'licaciones sobre la Cuestión de Hecho

El único entre los procesalistas venezolanos que ha abordado esta importante problemática ha
sido Humberto Cuenca, quien después de hacer una apretada síntesis de la mejor doctrina conocida al
respecto en su época, concluyó estableciendo “que el recurso de casación tiende cada día más a
identificarse con una apelación de tercera instancia, pero de carácter sui géneris” (Curso de Casación
Civil, tomo I, pág. 29).
La doctrina foránea, muy especialmente la italiana, y dentro de ella la expuesta originalmente
por Piero Calamandrei, propugnó una distinción que se convirtió en clásica, con la cual se persiguió
establecer una diferencia conceptual entre los distintos recursos que podían ejercerse contra las
sentencias, consagrándose así la categoría del “medio de gravamen” y la categoría del “medio de
impugnación”, cuyas características vamos a estudiar seguidamente.
El “medio de gravamen” (mezzo di gravame), hay que advertirlo, no expresa al traducirse
literalmente al castellano, su sentido propio y preciso en el idioma italiano, pues en realidad la idea que
en él está involucrada es la de una vía o recurso contra el agravio que la sentencia pueda causar por su
injusticia, y esta vía o medio no es otra cosa que la apelación, cuya causa eficiente es el “vencimiento”
que sufre la parte en la primera instancia del proceso, y el consiguiente daño o agravio que con ello
presuntamente le causa... En cambio, el medio de impugnación, una de cuyas figuras típicas es el
recurso de casación, exige para su ejercicio la existencia de un “vicio” en la sentencia, sea de forma (in
procedendo), sea de fondo (in iudicando), anticipadamente predeterminados por la ley.

1. EL MEDIO DE GRAVAMEN
El medio de gravamen, entendido como la vía o recurso que ejerce la parte contra la
“injusticia” del fallo que la agravia, tiene como razón de su existencia la consideración de política
legislativa que ha aconsejado siempre someter el conocimiento de la causa al examen de otro juez
jerárquicamente superior (ad quem), a quien se confía una nueva revisión de la misma para los fines de
asegurar... la posibilidad de que el fallo finalde la instancia realice propiamente los fines de justicia que
el Estado está comprometido a impartir a los ciudadanos.
Se trata pues de materializar y de llevar a la práctica el derecho de la parte vencida total o
parcialmente, a obtener el doble grado de jurisdicción que las leyes procesales garantizan a través de la
apelación, que viene a ser instrumentalmente, como lo señala Chiovenda, el medio procesal para hacer
pasar el conocimiento de la causa del primer grado de jurisdicción al segundo grado de jurisdicción.
En el medio de gravamen, cuya figura típica es la apelación, se dan tres características que
permiten individualizarla claramente, y de consiguiente diferenciarla de los otros recursos que se
admiten contra la sentencia. La primera de ellas se relaciona con los efectos que provoca su ejercicio; la
segunda hace referencia a la ausencia de los dos momentos, rescindente y rescisorio, que son propios
de otros recursos; y la tercera, la naturaleza de la sentencia sujeta a apelación. Trataremos de revisar de
seguida, someramente, estas importantes características.

I) Dado que la apelación en su función de medio de gravamen involucra una protesta contra la
injusticia de la sentencia de la primera instancia, y habida cuenta del derecho potestativo que se
reconoce a la parte vencida para someterla causa a un nuevo examen por la instancia de alzada
(principio del doble grado de jurisdicción), es de suyo imprescindible reconocer también al ejercicio
del recurso dos consecuencias inmediatas:

1. A través de la primera se transfiere todo y cualquier poder de conocimiento al tribunal superior,


en forma que el tribunal que dictó el fallo apelado (a quo) queda desprovisto de toda
jurisdicción y competencia sobre el fallo apelado, lo que materializa el “efecto devolutivo” de
la apelación, en la medida de la extensión del gravamen, que puede ser total o parcial, y de
acuerdo al alcance que le haya dado la parte vencida al recurso que interpuso, conforme a la
máxima tantum devolutum quantum apellatum.

2. A través de la segunda se despoja a la sentencia apelada de toda fuerza ejecutoria, impidiéndose


que el mandato concreto que ella contiene pueda llevarse a un a ejecución efectiva mientras el
Superior no lo confirme. Esta consecuencia materializa el llamado “efecto suspensivo” de la
apelación, que es absoluto respecto de cualquier sentnecia definitiva, salvo disposiciones
especiales, como lo son la sentnecia definitiva en los interdictos posesorios (art.701), la que se
dicte en los interdictos prohibitivos (art. 704, 718), y la que declare la quiebra (art. 1.059
Ccom).

II) El segundo aspecto que interesa destacar para caracterizar el medio de gravamen es la
ausencia de un momento o etapa rescindente y de un momento o etapa rescisoria, que en cambio sí
aparecen claramente diferenciados en el recurso de casación, que no es un medio de gravamen, sino un
medio de impugnación propiamente dicho.

1. En la apelación no hay momento rescindente ni rescisorio, en razón de que el primero supone


una etapa procesal llamada iudicium rescindens, la cual tiene por objeto la constatación de un
“vicio” en el fallo impugnado, que de ser fectivamente declarado anula dicho fallo y abre
automáticamente una segunda etapa procesal, llamada iudicium rescisorium, cuya resolución
compete a otra autoridad judicial, esto es, la instancia de reenvío, a quien corresponde
pronunciar la sentencia sustitutiva de la que resultó anulada. Esto es característico del recurso
de casación y no del de apelación.

2. En la apelación, por definición, no hay momento rescindente ni rescisorio, porque el objeto de


este recurso, como medio de gravamen que es, es la subsanación de la injusticia del fallo en
primer grado, y no la constación de un “vicio”, de forma o de fondo, que es lo esencial en los
medios de impugnación como es el caso del recurso de casación.

III) Un último y tercer aspecto característico de la apelación como medio de gravamen, se


relacionda con la condición o naturaleza jurídica de la sentencia apelada durante la pendencia del
recurso. Se ha dado al respecto diversas explicaciones:

1. Una primera corriente consideró que la sentnecia sujeta a recurso de apelación debía tipificarse
dentro de los actos sometidos a condición resolutoria, bastando para excluir este enfoque la
circunstancia de que la tesis de la condición resolutoria no explica porqué el fallo apelado no
puede ser ejecutado.

2. Chiovenda por su parte dió la explicación según la cual la sentencia sujeta a recurso no es una
verdadera setencia, sino una “situación jurídica”, un estado de expectativa y de pendencia que
no puede devenir sentencia sin el concurso de otro elemento, que no puede ser otro que la
decadencia del recurso, o la confirmatoria del juez superior... A esta última corriente adhirió
Calamandrei...

Estas consideraciones doctrinales ciertamente que carecen de toda relevancia práctica en los
sistemas procesales que como el nuestro no reconocen ejecución provisional de las sentencias, pero es
de todos modos significativo su conocimiento como una comprobación adicional del carácter de medio
de gravamen que tiene la apelación.

2. EL MEDIO DE IMPUGNACIÓN
No obstante que autores como Satta sostienen la tesis de la unidad de lo smedios de
impugnación, considerando la destinción con el medio de gravamen... creo que en realidad la
diferenciación... sí tiene una apropiada justificación doctrinaria y positiva que es necesario destacar.

En efecto, existen dos consideraciones que por sí solas justifican la distinción...:

I) Por la primera, el medio de impugnación se da en la medida en que la sentencia presente un


“vicio”, esto es, como lo dice Calamandrei, “un defecto de construcción”, que obsta a la eficacia
normal de la sentencia, la cual, de no existir tal vicio, desplegaría a plenitud todos sus efectos.
En el campo procesal, los defectos de construcción que pueden afectar una sentnecia se
reconducen en los motivos o fuentes que pauta el Código de Procedimiento Civil para dar lugar bien al
recurso de casación o, en su caso, al de invalidación. En este sentido, cuando el artículos 313 CPC erige
en vicios de la sentencia la falta de cumplimiento de los requisitos pautados en el artículos 243 (vicio
de forma), o coloca como motivo del recurso de casación la errónea interpretación, o la falsa aplicación
de la ley, o la infracción de ley propiamente dicha (vicios de fondo), está consagrando los vicios que
dan lugar a la “impugnación” de la sentencia, precisamente por los “defectos de construcción” a que
alude Calamandrei.
II) La segunda consideración tiene todavía mayor relevancia conceptual, en cuento pone en
juego los objetivos específicos que se persiguen particularizadamente con el medio de gravamen y con
el medio de impugnación. El medio de gravamen persigue impedir que se perfeccione un estado
jurídico.procesal (la sentencia de la primera instancia), sometido por el ejercicio de la apelación a una
situación de expectativa y de pendencia. Por lo contrario, el medio de impugnación tiene un objetivo
distinto, que consiste en la modificación de un estado jurídico-procesal creado por la sentencia de
segunda instancia, estado que no podrá variarse sino en la medida en que se denuncie el vicio o defecto
de construcción del fallo, que previamente ha tipificado el legislador.
En Venezuela, impropiamente, el recurso de casación, que es un típico medio de impugnación,
tiene un efecto claramente suspensivo de la sentencia de segundo grado, el cual aparecía relativamente
atenuado por la disposición contenida en el artículo 443 del Código dereogado (Pendiente el recurso de
casación, el Juez o Tribunal ante el cual se haya anunciado dictará, a solicitud de la parte interesada,
todas las medidas preventivas necesarias, a fin de que no se haga ilusoria la ejecución de la sentencia
contra la cual se haya intentado...). La reforma de 1987 eliminó esta atenuante, y recondujo la
problemática de las medidas que se solicitaran después de la sentencia de apelación, a la regulación
general de las medidas preventivas, contenida en el Libro Tercero del nuevo Código, lo que se hizo
para erradicar toda polémica sobre la naturaleza preventiva o ejecutiva de las mismas.
Y en cuanto al efecto devolutivo, característico y esencial en la apelación como medio de
gravamen que es, cabe decir que su exclusión en los medios de impugnación es absoluta, puesto que el
objetivo de conocimiento del Tribunal de Casación es el vicio o defecto de construcción del fallo que a
través de ellos se impugna, y nunca el mérito de la controversia, que es de lo que conoce el juez de
apelación.
Todo lo expuesto pone en evidencia que es un contrasentido calificar el recurso de casación
como una “apelación de tercera instancia”, pues su ubicación dentro de los medios de impugnación
es indiscutible, vista la diversa causa y el diverso objeto que le son reconocidos frente a la apelación.
Visto de esta manera, el medio de impugnación propiamente dicho, como es el caso del
recurso de casación, viene a identificarse con aquellos medios de recurso que la doctrina tradicional ha
calificado como “extraordinarios”, frente al recurso “ordinario” típico que es la apelación. Para
diferenciarlos, se ha dicho que el criterio distintivo debe basarse en la causa del recurso respectivo, esto
es:

− Si la ley concede el recurso de como medio normal de control para conseguir una sentencia “justa”,
a través de un nuevo examen de la controversia por el Superior, y no se requiere de otra
justificación más allá de este fin genérico, el recurso es ordinario.

− En cambio, sería extraordinario el recurso cuando la ley señala un motivo particular, taxativamente
indicado, en forma que no basta la genérica aspiración a la “justicia” de la sentencia... Para definir
el el recurso extraordinario, nos dice Jaime Guasp que este viene a ser aquel en que se exigen para
su interposición motivos determinados y concretos y en que el órgano jurisdiccional no puede
pronunciarse sobre la totalidad de la cuestión litigiosa, sino solamente sobre aquellos sectores
acotados de l amisma que la índole del recurso establezca particularmente (Derecho Procesal Civil,
Tomo Segundo, pág. 712).

En la apelación, el juez superio cumple las dos etapas del juicio rescindente y del juicio
rescisorio, revocando la sentencia del Juez a quo, y dictando en el mismo acto la sentnecia que la
sustituye; mientras que en Casación, por principio, el juicio rescindente o anulatorio sobre la sentnecia
recurrida corresponde al Tribunal de Casación, pero la sentencia que sustituye la anulada corresponde
al juez de reenevío.

3. LA UNIDAD INSTRUMENTAL DE LOS RECURSOS


Lo que hemos explicado hasta ahora nos permite establecer una clasificación de los recursos
que conoce el proceso civil, conforme a la cual es posible distinguir entre el medio de gravamen o
recurso ordinario, que es la apelación; y el medio de impugnación o recurso extraordinario, en el que
incluimos el recurso de casación. En efecto, así el medio de gravamen (la apelación) como el medio de
impugnación típico (el recurso de casación), presentan como denominador común el propósito que
ambos persiguen, esto es, evitar la formación de la cosa juzgada, la cual, sin el ejercicio oportuno de
uno u otro de estos medios, dará a la sentnecia el carácter de fallo irrevocable e imperativo,
subsanándose así cualquier vicio que dicho fallo pudiera presentar.
Aunque obedezcan a causas distintas, tanto el medio de impugnación como el medio de
gravamen presentan caracteresinstrumentales semejantes, pues, aunque por vías y finalidades
diferentes, ambos medios presentan los siguientes rasgos comunes:

1. En primer lugar, uno y otro constituyen un medio para remover o subsanar la injusticia que en
el sentir del recurrente presenta el fallo recurrido. Cabe recordar que la finalidad última del
proceso es la obtención de una sentencia “justa”, esto es, un pronunciamiento que sea conforme
con el derecho objetivo del Estado, para quien la justicia representa “...una exigencia con
stitucional, y una condición de estabilidad y de progreso” (Renso Provinciali, “Delle
Impugnazioni in generale”, pág. 12, en Trattato del Processo Civile).

2. En segundo lugar, tanto el medio de gravamen como el medio de impugnación tienen como
finalidad esencial la de provocar una nueva decisión, que remueva y sustituya la sentencia
impugnada por vía de apelación, o por vía del recurso de casación. Sólo una nueva decisión
podrá dar como resultado la sentencia justa que se pone como objetivo último del proceso. Pero
hay que tener en cuenta, sin embargo, que la nueva decisión aparece como un resultado
inmediato en la apelación, habida cuenta de que el Juez superior que resuelve este recurso
asume simultáneamente las fases rescindente y rescisoria; mientras que en el recurso de
casación, en principio, la nueva decisión representa un resultado mediato y diferido, ya que al
Tribunal de Casación sólo corresponde la fase rescindente o anulatoria, y al Reenvío la fase
rescisoria con el pronunciamiento de la nueva sentencia. Por otra parte, el recurso de casación
no apareja efecto devolutivo, el cual es esncial y característico del recurso de apelación.

3. En tercer lugar, el objeto de ambos medios o recursos es la sentencia “injusta”, que es la que
encierra el pronunciamiento que la parte contra quien se dicta pretende que sea modificada, lo
que nos lleva a considerar los dos puntos de vista fundamentales desde los cuales puede
enfocarse la sentencia, esto es, como “acto jurídico” y como “acto de juicio”, distinción que
tiene un alto valor de clarificación.

4. LA SENTENCIA COMO ACTO JURÍDICO Y COMO ACTO DE JUICIO. SU


RELACIÓN CON LA CUESTIÓN DE HECHO
Es posible (y no solamente posible sino aún necesario) establecer una clara distinción entre la
validez y la justicia de la sentencia, pues tal distinción es la que explica y da fundamento sistemático a
la aplicación y buen entendimiento de los errores in procedendo e in iudicando en los que el
pronunciamiento judicial puede incurrir, dando lugar con ello a las fuentes o motivos del recurso de
casación.
El que la sentencia sea un acto jurídico pone de relieve su intrínseca similaridad con todos los
numerosos actos jurídicos que regula el derecho sustantivo: contratos, testamentos, actos
administrativos, en el sentido de que constituyen manifestaciones de voluntad regladas, sometidas al
cumplimiento de las exigencias que pauta el ordenamiento jurídico, así en muchos casos para la forma,
como siempre para el fondo, en una manera tal que de fallar esas exigencias el acto de que se trate nace
expuesto a una ineficacia eventual, que en la mayoría de los casos dependerá de una impugnación del
interesado y de un reconocimiento jurisdiccional de la nulidad o anulabilidad que se invoque. Este
concepto general es aplicable desde luego a la sentnecia, cuya construcción está sometida a precisos y
particulares requisitos, como los que consagra el CPC en sus artículos 243, 244 y 246.
Tratándose de una sentencia dictada en la primera instancia del proceso, el incumplimiento de
esos requisitos se alegará ante el juez de la segunda instancia (208 CPC). De igual modo, cuando el
incumplimiento de los requisitos indicados se produzca en la sentencia del juez superior, la alegación
respectiva se hará ante el Tribunal Supremo de Justicia, en Sala de Casación Civil, conforme a lo
previsto en el artículo 210.
A través de estas disposiciones, más las que se contemplan a propósito de la Casación de
forma (art. 313, ordinal 1º), se persigue asegurar la meta de que la sentencia, como acto jurídico,
satisfaga todas las exigencias de orde intrínseco y extrínseco que el legislador impone a esta particular
especie de acto jurídico que es el pronunciamiento judicial. Con ello adquiere el principio delegalidad
de las formas procesales una particular vigencia y fuerza, en el sentido de que la sentencia debe
responde a las condiciones legales de modo de expresión, de lugar y de tiempo, en el cual consiste
aquel principio, ya que la sentencia es el acto al cual están preordenadas todas las demás actuaciones
del proceso, es su acto final, y en él se encierra y refleja la actividad jurisdiccional del Estado.
En este orden de ideas, y como ocurre con cualquier acto jurídico, la sentencia es susceptible
de ser anulada por el incumplimiento de los requisitos que establoece la ley procesal.
El que la sentencia sea “nula” o “anulable” cuando se incumplan en ella los requisitos que
exige la ley procesal, es una cuestión que no puede enfocarse utilizando los criterios que gobiernan esta
materia en el Derecho Civil, pues independientemente de la calificación que se de al efecto del vicio
(nulidad o anulabilidad), la regla en materia procesal es la de que la preclusión de los recursos subsana,
en principio, todos los vicios que pueda presentar la sentencia, en forma tal que si el vicio que ella
presente no se hace valer a través de la apelación o del recurso de casación, ella se tendrá como
enteramente válida y desplegará a plenitud todos sus efectos: a esta regla general escapa únicamente el
caso de la sentencia “inexistente” (artículo 246 CPC).
La existencia de remedios contra las sentencias presupone que éstas son actos anulables (si es
un acto nulo, no tendría necesidad de remedios particulares, sino que sólo es objeto de declración).
Tal anulabilidad encuentra un remedio, tratándose de una sentencia de última instancia, en el
recurso de casación conforme a las previsiones del artículo 313, ordinal 1º. Es así pues, que a través de
los recursos de apelación y de casación, la anulabilidad de la sentencia encuentra los remedios típicos
que consagra el derecho procesal a objeto de garantizar la pureza de la sentnecia como Acto Jurídico.
Pero además de un acto jurídico, la sentencia es un Acto de Juicio y con ello se trata de
destacar que el efecto jurisdiccional que ella tiende a desplegar sobre la controversia que decide, se
apoye en una sentencia justa, entendiendo por tal “aquella que sea conforme al Derecho Objetivo del
Estado, excluida la consideración de toda otra norma, sea política, moral, equitativa, de derecho
natural, o similar” (Renzo Provinciali, Delle Impugnazioni in Generale, Tratatto del Processo Civile).
Debiendo ser así, es manifiesto que el acto de juicio que la sentencia presupone se base en una exacta
aplicación de la Ley, para lo cual el juez tiene ante sí los dos polos fundamentales de su decisión: el
Hecho y la Norma, ya que es solo mediante la correcta apreciación y calificación del hecho, y de su
concreta y positiva comparación con la norma, que el acto de juicio dará lugar a la sentencia justa, y es
quí, precisamente, donde pueden ocurrir los errores de juzgamiento (in iudicando) que conducen a la
vía de casación , por constituir la fuente o motivo del recurso de casación (art- 313, ord. 2º CPC).
La incursión de Casación en el campo de los hechos responde a un carácter absolutamente
excepcional, sólo desaeble en la medida en que los correctivos impuestos a la soberanía de la instancia
contribuyan a confirmar que la sede de Casación es de Derecho, y nunca una tercera instancia de la
causa, conforme a la naturaleza extraordinaria de este medio de impugnación de la sentencia.
El principio general que ha gobernado tradicionalmente esta materia en Venezuela desde el
Código de Procedimiento Civil de 1887, prohíbe al Tribunal de Casación extender su examen al
establecimiento y la apreciación de los hechos que hayan efectuado los jueces de la instancia, a menos
que se aleguen las situaciones excepcionales taxativamente señaladas por la ley procesal.
Tal prohibición se justifica, y se continúa justificando, por el propósito de evitar que el
Tribunal de Casación, esto es, la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, se convierta
en una tercera instancia, lo cual daría al traste con las finalidades del recurso.
La necesidad de establecer correctivos a la soberanía de la instancia sobre la cuestión de
hecho, ha sido una meta de política legislativa que ha perseguido conciliar la naturaleza del recurso de
casación y la función del Tribunal que lo decide, con las exigencias de la justicia en el caso concreto,
permitiendo al Tribunal de Casación examinar la cuestión de hecho cada vez que ella involucre una
infracción de la Ley. Sólo de esta manera es que puede conseguirse la sentencia justa a la cual se aspira
por el Estado, haciendo que el acto de juicio en que ella consiste realice la voluntad de la ley,
estableciendo y apreciando los hechos correctamente, y aplicando a éstos la precisa norma que
corresponda.

CAPÍTULO II
La Cuestión de Hecho en Casación. Perfiles Generales de esta Problemática. Su Evolución en
Venezuela

Es difícil entender la problemática de la cuestión de hecho en Casación si no se toma como


punto de partida la naturaleza de este recurso extraordinario, explicada anteriormente, y las
consiguientes finalidades institucionales y políticas que a través de él se persiguen.
Sabemos que el recurso de Casación emergió como consecuencia de los objetivos
estrictamente políticos que persiguieron los padres de la Revolución Francesa, dentro de los cuales
destacaban el llevar a efecto el principio de la separación de los poderes, y la subordinación
incondicional de la acción del Estado a la normativa de la Ley.
En el campo jurisdiccional, y por efecto del dogma revolucionario que consagraba la igualdad
de todos los ciudadanos ante la ley, resultaba mandatorio crear una vía procesal que permitiera someter
a un órgano del Estado toda violación de la ley cometida por los jueces de instancia, con lo cual se
sustraía del poder monárquico todo lo concerniente a la aplicación de la ley, quedando así esta facultad
como exclusiva del órgano creado al efecto por la Asamblea Nacional. Aquella vía procesal fue el
Recurso de Casación, y el órgano respectivo fue el Tribunal de Casación.

1. EL AXIOMA DE LA DEFENSA DE LA LEY Y SUS COROLARIOS


El dogma básico de la Revolución Francesa residió en el principio de la separación de poderes,
entendido y aplicado éste como el único medio constitucional y político para limitar estrictamente los
poderes del soberano, y de consiguiente la arbitrariedad ínsita en el sistema del Estado absolutista.
Bajoo el concepto político de la Revolución, sin embargo, la función de aplicación de la ley por los
jueces debía estar sujeta, por los vicios y la hipertrofia de las instituciones judiciales a que dió lugar la
práctica del antiguo régimen, a un estricto co ntrol por parte del Poder Legislativo, en forma tal que a
los jueces les fue negada toda facultad de interpretación de la ley, debiendo limitarse rigurosamente a la
aplicación de su texto, pues como decía Robespierre: “Ese término, jurisprudencia de los Tribunales
debe ser desterrado de nuestra lengua. En un Estado que tiene una constitución y una legislación, la
jurisprudencia de los Tribunales no debe ser otra cosa que la ley”. De consiguiente, el principio de la
defensa de la ley vino a representar en el sistema surgido de la Revolución una magnificación de la
voluntad parlamentaria expresada por la Asamblea Nacional, a costa de la minimización de la jerarquía
y de las funciones del Poder Judicial.
Por todo ello pues, el Tribunal de Casación surgido de la Revolución Francesa de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 1º del Decreto del 27 de noviembre de 1790, no fue colocado como vértice
jerárquico del Poder Judicial, sino instituido como un órgano de control de los jueces, al servicio del
Poder Legislativo.
Por otra parte, en el mente de los creadores del Tribunal de Casación privaban dos ideas
básicas: Bajo la primera de ellas, a los jueces no correspondía interpretar la ley, pues en la medida en
que se alejaran de su texto contrariaban la voluntad legislativa, y se erigiían ellos mismos en
elegisladores; y bajo la segunda, consideraban que la facultad de interpretación de le ley era privativa
del Poder Legislativo, de modo que la prohibición dada a los jueces para interpretar la ley se convirtió
en norma positiva bajo un Decreto de 16 de agosto de 1790. Tal prohibición impuesta a los jueces
comprendió tanto la interpretación auténtica, es decir, la interpretación de la ley en abstracto que
correspondía al Poder Legislativo, por obvias y naturales razones, como también la interpretación de
las leyes en concreto, es decir la investigación sobre su sentido y alcance, para adaptar la ley a las
exigencias del caso concreto, que absurdamente los padres de la Revolución adjudicaron también al
Poder Legislativo.
A los fines de reglamentar y de hacer efectivo ese poder interpretativo de la ley que se
reconocía como función privativa del Poder Legislativo, se estableció un medio típico, el recurso de
urgencia o référé, que comprendía dos tipos, el référé facultativo, por medio del cual los jueces en caso
de graves dudas podían dirigirse directamente al Poder Legislativo para la aclaración de las mismas; y
el référé obligatorio, que se producía cuando después de una segunda casación un tercer tribunal
insistía en una interpretación distinta de la establecida por el Tribunal de Casación, en cuyo caso el
Poder Legislativo correspondía dictar una ley interpretativa que zanjaba la cuestión.
Afortunadamente, el restringido y absurdo sistema consagrado por la Asamblea Nacional bien
pronto demostró su inconsistencia y su ineficacia, puesto que además de llenarse el Parlamento francés
de numerosos référé, que no podía evacuar, la administración de justicia llegó a una situación tan
crítica que condujo virtualmente a la eliminación de tales référé, y a la irrupción incontenible de la
interpretación por parte de los jueces. Al promulgarse el 24 de marzo de 1803 el Código Civil, o
Código Napoleón, se restituyó a los jueces la facultad para la interpretación de la ley que naturalmente
debió corresponderles siempre, siendo característico que esta facultad fue enunciada en el artículo 4 no
tanto como una potestad de los jueces sino como una obligación de los mismos, a través del texto
siguiente: “El juez que se abstuviere de decidir, bajo pretexto de silencio, de obscuridad o de
insuficiencia de la ley, podrá ser perseguido como culpable de denegación de justicia”. Este texto
aparece reproducido más o menos con los mismos términos en el artículo 9 del Código de
Procedimiento Civil derogado, equivalente al artículo 19 del Código vigente. Esta norma del Código
Napoleón dio la entrada oficial y definitiva al poder de interpretación de la ley por parte de los jueces, y
determinó, como era natural, profundos cambios en las funciones y en la propia naturaleza del Tribunal
de Casación.
La institución de Casación creada por la Revolución nació condicionada por tres signos
fundamentales, a saber:

1. En primer lugar, la prohibición de Casación de extenderse al fondo de la controversia;

2. En segundo lugar, el estricto carácter negativo de la función del Tribunal de Casación, limitado
únicamente a declarar la contravención expresa al texto de la ley;

3. En tercer lugar, y como derivación necesaria de los dos anteriores, el reenvío, esto es, la
remisión de la causa al tribunal que debía conocerla, a objeto de que dictara la sentencia de
mérito.

(1) Que la casación no pudiera conocer el fondo de la controversia era la consecuencia más
que forzada de su condición no judicial o no jurisdiccional, pues el Decretode creación de la Casación
de 27 de noviembre de 1790 colocó al Tribunal de Casación al lado del Poder Legislativo, como un
órgano auxiliar de éste, en forma que hubiera sido ostensiblemente violatorio del principio de la
separación de los poderes el atribuirle al Tribunal de Casación, luego de haber anulado el fallo por
contradicción expresa al texto de la ley, la facultad de conocer y de pronunciarse sobre el fondo de la
controversia, pues ello hubiera sido tanto como permitir al legislador mismo el ejercicio de atribuciones
que correspondían al Poder Judicial.
La ley del 1º de abril de 1837 colocó a la Corte de Casación Francesa como vértice de la
organización judicial ya que al eliminarse el référé obligatorio ante el Poder Legislativo, la Casación
francesa pasó a ser la suprema dirimente de las controversias, al asumir el poder de indicar la doctrina o
principio de derecho aplicable al caso concreto. De ahí en adelante, la Corte de Casación en Francia se
convirtió ciertamente en factor uniformador de la jurisprudencia, y de consiguiente, en supremo rector
del Poder Judicial.
Una parte de la doctrina ha considerado que al reconocerse al Tribunal de Casación el poder
de establecer con efecto vinculante para el reenvío el principio de derecho conforme al cual la
controversia concreta debe ser resuelta, se está violando con ello la prohibición de que el Tribunal de
Casación entra a establecer uno de los términos del silogismo en que se resuelve la sentencia de la
instancia sobre el mérito de la controversia.
El Código de Procedimiento Civil italiano de 21 de abril de 1942 consagró en su artículo 384
del modo más enfático y categórico el carácter vinculante del principio de derecho establecido por la
Corte de Casación en los siguientes términos: “La Corte, cuando acoge el Recurso por violación o falsa
aplicación de la norma de derecho, enuncia el principio al cual el juez de renevío debe someterse”
Dentro de esta correinte ha estado afiliada Venezuela desde el Código de Procedimiento Civil de 1897,
que el nuevo Código de 16 de marzo de 1987 ha tratado de desarrollar hasta sus consecuencia más
exhaustivas y relevantes.
(2) El carácter negativo del fallo de casación, y la consiguiente necesidad del reenvío a la
instancia, vinieron a representar corolarios ineludibles del principio de la separación de los poderes,
pues no formando parte el Tribunal de Casación de la organización judicial, y conceptuado más bien
como un órgano del Poder Legislativo, el resultado de su control no podía ser más que negativo,
únicamente con poder para anular el fallo de la instancia dictado en contravención expresa del texto de
la ley. En esta forma, el Tribunal de Casación estaba llamado nada más a ejercer aquella función de
nomifilaquia o control de los jueces, que le impedía, bajo pena de usurpación de funciones, extender su
actividad al señalamiento de principios o directrices que chocarían con la esfera privativa y reservada
del Poder Judicial.
(3) Bajo la doctrina tradicional, el carácter negativo de la Casación y la consiguiente
necesidad del reenvío, han encontrado su caracterización más diáfana a través de la distinción entre el
iudicium rescindens (juicio rescindente), y el iudicium rescisorium (juicio rescisorio), figuras éstas a
través de las cuales se ha pretendido establecer una demarcación de competencia y de facultad entre el
Tribunal de Casación y el Tribunal de reenvío, en forma que corresponde al Tribunal de Casación el
juicio rescindente o anulatorio, y al Tribunal de Reenvío el juicio rescisorio. De acuerdo con este
esquema tradicional:

− Al Tribunal de Casación correspondería únicamente el conocimiento y decisión del juicio


rescindente, esto es, el que conduce a la anulación de la sentencia impugnada, entendido de tal
modo que el Tribunal de Casación no puede llevar su actividad más allá de esta declaración de
nulidad, que es lo que caracteriza su efecto meramente negativo;

− Y al Tribunal de reenvío, correspondería el conocimiento y decisión del juicio rescisorio, es


decir, el conocimiento y decisión de aquel proceso que conduce a producir la nueva sentnecia de
última instancia que resuelva la controversia de mérito.

La filosofía del nuevo Código en cuanto a la reforma del Recurso de Casación está orientada
en el sentido de que, visto que el Recurso como una institución en la cual se concilia el interés privado
con el eminente interés público de salvaguardar la integridad de la legislación, no puede seguir
obedeciendo a principios y reglas que no guardan relación alguna con la realidad presente ni con el
sitial preeminente que en el orden judicial corresponde a la Sala de Casación. EN esta forma pues, para
la correcta interpretación y aplicación de de las innovaciones del nuevo Código, debe tenerse presente
al evolución de esta institución que ya no debe continuar limitada por los ortodoxos dogmas que
presidieron su nacimiento.

2. LA CUESTIÓN DE HECHO FRENTE A LA CUESTIÓN DE DERECHO


En la sistemática del Recurso de Casación, la distinción entre cuestión de hecho y cuestión de
derecho constituye el tema fundamental, pues la propia finalidad de la institución requiere del deslinde
más preciso posible entre amabs cuestiones.
El Tribunal de Casación está limitado, por la índole del recurso, a conocer y decidir
únicamente la cuestión de derecho que a través de él se le somete, para de esa manera asegurar la
integridad de la legislación por medio de la uniformidad de la jurisprudencia (321 CPC).
En su Curso de Casación Civil Humberto Cuenca afirmaba con acierto que: “Desde el punto
de vista político, el recurso de casación es una garantía judicial que contribuye a hacer efectivo el
derecho de igualdad de los ciudadanos ante la ley, pues su función es hacer que se aplique
uniformemente la ley a todas las personas. Mediante él, Casación mantiene y vigila la integridad
sutancial y formal de las leyes”.
Tal función política del recurso de casación implica el que por su intermedio, el Estado
persigue uno de los fines que le es propio e inmanente: asegurar la observancia de la Ley, es decir, su
cumplimiento exacto por parte de los jueces que ejercen la jurisdicción de instancia.
La política legislativa tradicional ha enseñado que esta finalidad se puede lograr por medio de
un órgano jurisdiccional que tenga a su cargo el poder de anulación de los fallos dcitados por los demás
tribunales que le están sometidos, en ejercicio de una función propiamente jurisdiccional, en la cual
representa su punto culminante.
El desenvolvimiento ulterior de la institución quitó al Tribunal de Casación aquel oficio en
cierto sentido represivo, para convertirlo en vértice de la organización judicial y órgano decisivamente
cooperativo de la uniformidad jurisprudencial.
El Tribunal de Casación concentra su actividad en la cuestión de derecho, sin tomar en cuenta,
en principio, la cuestión de hecho.
Así, la exclusión de la quaestio facti del ámbito del conocimeinto de Casación permite
realizar, al menos conceptualmente, el objtivo de la fiel observancia de la ley y de la aspirada
uniformidad jurisprudencial.
Este patrón o principio rector de su actividad ha colocado en efecto al Tribunal de Casacion en
un sitial jerárquico desde el cual, y en principio, no hay punto de mira para los hechos, sino
exclusivamente para el derecho, ya que aquellos vienen establecidos y apreciados conforme a las reglas
que gobiernan la actividad de la instancia.
Para el cumplimeinto de tal principio, Casación tendría ante sí, como objeto de su actividad y
para su control, las sentencias dictadas por los demás órganos jurisdiccionales que le están sometidos,
mientras que el objeto de la actividad de los jueces de instancia lo sería, directamente, la legalidad de la
conducta de los particulares, y por consiguiente, los conflictos de intereses que surgen de esa conducta.

3. CONCEPTO Y LÍMITES DE LA CUESTIÓN DE HECHO. EVOLUCIÓN


LEGISLATIVA Y JURISPRUDENCIAL EN VENEZUELA
Según Loreto, la cuestión de hecho “conceirne a la alegación y establecimiento del supuesto
concreto condicionante en la proposición normativa” (Loreto, Luis, Ensayos jurídicos, pág. 279). Esta
comprensiva definición indica claramente que la cuestión de hecho se relaciona con la actividad de
alegación y prueba de los hechos constitutivos de la demanda o de la excepción, y aun la de su examen
y apreciación por el órgano jurisdiccional, con cuyas actividades se pretende demostrar la existencia
histórica del hecho específico real, y su coincidencia o identidad con el hecho específico legal. De
dicha coincidencia o identidad dependerá el que se haga concreta en la sentencia la consecuencia
jurídica abstracta prevista en la ley (cuestión de derecho).
No oobstante que la definición dada arriba parece limitar la cuestión de hecho al estudio de los
acontecimientos que en el campo real del proceso son o deben ser probados, lo cierto es que la cuestión
de hecho parece haber repasado aquel estricto límite.
Esa temática alude a la pregunta de si entra o no en la esfera de la Casación todo lo que
concierne al establecimiento y valoración de los hechos y de las pruebas, el falso supuesto, los hechos
notorios, las máximas de experiencia, la noción de standard jurídico, entre otra cuestiones.
Aquel concepto de la cuestión de hecho que le debemos a Loreto, responde integralmente al
principio que ha gobernado nuestro sistema de casación, bajo el cual se prohíbe al Alto Tribunal
extender su examen al fondo de la controversia, y al modo como los jueces de instancia establecieron y
apreciaron los hechos y las pruebas, a menos que, bajo el sistema actual, se denuncie la infracción de
norma jurídica expresa que regule el establecimiento o la valoración de los hechos o delas pruebas, o
que se denuncie una falsa suposición, según lo dispuesto en el artículo 320 CPC.
El período inicial de la vigencia del recurso, estuvo dominado por una estricta limitación a la
cuestión de derecho, excluyente de cualquier examen y consideración de la quaestio facti resuelta por la
instancia.
Comienza a aparecer, sin embargo, a partir de 1883, en la doctrina de la Corte, una muy
importante y quizá revolucionaria atenuación de aquél riguroso principio (en 21 de diciembre de ese
año, la Corte expresó que “sólo tiene facultad para inquirir si a los hechos establecidos por el Tribunal
sentenciador se ha aplicado bien o mal el derecho, ínterín no se alegue ninguna infracción de las
reglas reguladoras de la libertad de apreciación”; “es a los jueces entenciadores a quienes
corresponde sobre el verdadero significado o mérito, es decir, respecto al valor legal de las pruebas
evacuadas, que constituye el derecho de apreciación, el cual es soberano y está fuera de la
jurisdicción de esta Corte, en tanto que no se demuestre que en esa apreciación de pruebas, se
infringieron las reglas de sana crítica, reguladoras del criterio jurídico,prescritas en el Código de
Procedimiento”). A partir pues de este momento, se hacen más frecuentes en la doctrina de casación las
decisiones que al paso demarcar limitaciones a la soberanía de la instancia sobre la cuestión de hecho,
amplían a su vez el campo del recurso, con lo cual se preparó jurisprudencialmente la reforma que en
ese punto consagró el Código de Procedimiento de 1897.
El CPC de 14 de mayo de 1897, consagró por primera vez como norma positiva el principio al
que dió entrada la doctrina innovadora del Alto Tribunal en las sentencias antes mencionadas (artículo
422). El CPC de 18 de abril de 1904 reprodujo en su artículo 424 el texto del artículo 422 del Código
anterior. Fue después, con el CPC de 4 de julio de 1916, que el legislador, conservando el mismo
principio, entró a especificar los casos que hacían excepción a la regla general, y que permitían a
Casación extender su examen a la cuestión de hecho, sistema éste que rigió pormás de setenta años,
hasta la entrada en vigor del nuevo Código, el 16 de marzo de 1987, en cuyo artículo 320 se regula
integralmente esta problemática.
El artículo 435 del CPC de 1916 reprodujo el principio establecido en el artículo 424 del CPC
de 1924, con casi idéntico texto, pero completando la formulación de la norma al enunciar
taxativamente los casos en los que excepcionalmente la Corte de Casación podía extender su examen
en la cuestión de hecho. Dichos casos, en el número de tres, fueron los siguientes:

1. Cuando los jueces hayan dado por probado un hecho con pruebas que por la ley sean
improcedentes para demostrarlo;

2. Cuando a una prueba que no reúna los requisitos exigidos por la ley le hayan dado, sin
embargo, ,los efectos que ésta le atribuye, como si estuviera debidamente hecha;

3. Cuando basen sus apreciaciones en falso supuesto, atribuyen do la existencia en un instrumento


o acta del expediente menciones que no contenga, o dando por demostrado un hecho con
pruebas que no aprezcan de autos, o cuya inexactitud resulte de actas o instrumentos del
expediente mismo no mencionados en la sentencia.

4. EL PRINCIPIO GENERAL SOBRE LA CUESTIÓN DE HECHO HASTA EL CÓDIGO


DE 1916

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