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Albert Einstein contra el ateísmo arrogante

P. J. Ginés
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El genial físico y matemático reconocía su fascinación por "la figura luminosa


del Nazareno" y criticaba el fanatismo de ciertos ateos. (Publicado el 4 de
mayo de 2007)

El siglo XXI ha empezado con una moda literaria: los libros groseros de ateos
arrogantes. Cuanto más groseros son y más tonterías históricas acumulan,
más libros venden. En estos libros, la religión -especialmente la cristiana- es
culpable del SIDA, la pobreza, la estupidez, el nazismo, el terrorismo
mundial, el fracaso de tu matrimonio y que tus tostadas salgan siempre
quemadas.

Michel Onfray en Francia con su Tratado de Ateología, Sam Harris con Carta
a una nación cristiana, el biólogo Richard Dawkins con El Espejismo de Dios
(The God Delusion), Steven Weinberg, Daniel Dennett… En España se ha
apuntado al mini-boom del género Fernando Savater con un libro rutinario,
poco pensado y menos trabajado, con el que sacarse un dinerito extra
atizándole a la fe.

Grandes mentes

La fe cristiana, o al menos la deísta, puede que sea verdadera. O puede que


no. Que muchos hombres inteligentes hayan militado a favor o en contra del
deísmo puede hacer pensar en nuestra capacidad de buscar la verdad
usando la inteligencia.

"¿Si el cristianismo es tan razonable por qué Celso, Plotino, Hobbes,


Maquiavelo, Voltaire, Rousseau, Goethe, Melville, Jefferson, Shaw, Russell,
Franklin, Sartre, Camus, Nietzsche, Marx, Freud y Skinner lo rechazaron?",
pregunta el Handbook of Christian Apologetics de Peter Kreeft y Ronald K.
Tacelli.

Dejando aparte que parece que Voltaire sí murió católico y reconciliado y


que Camus en sus últimos años redescubrió la fe cristiana, una respuesta
rápida - aunque un poco anglocéntrica - puede ser que "el listado de no
creyentes es fácil de superar con Pablo, Juan, Agustín, Tomás de Aquino,
Anselmo, Buenaventura, Scoto, Lutero, Calvino, Descartes, Pascal, Leibniz,
Berkeley, Galileo, Copérnico, Kepler, Newton, Newman, Lincoln, Pasteur,
Kierkegaard, Shakespeare, Dante, Chesterton, Lewis, Solzhenitsin, Tolstoy,
Dostoyevsky, Tolkien, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, T.S. Eliot, Dickens,
Milton, Spenser y Bach, por no mencionar un tal Jesús de Nazaret".
Y continua el manual de Kreeft y Tacelli:

"las mentes brillantes a menudo rechazan el cristianismo porque no quieren


que sea verdad, porque no está de moda o simplemente porque el
cristianismo pide obediencia, arrepentimiento y humildad".

Einstein y los ateos

Es curioso que en ninguna de estas listas de mentes brillantes salga el genial


físico y matemático Albert Einstein. Y es que Einstein era deísta. Creía en un
Dios que daba orden y armonía al Universo. Siempre rechazó ser ateo,
incluso rechazó ser panteísta. Dios no estaba en el Universo, sino detrás del
Universo. Sin embargo nunca aceptó que fuese un Ser Personal. Y mucho
menos que interviniese alterando las leyes naturales. Einstein no creía que
Dios tuviese libre voluntad, pero es que tampoco creía que los hombres la
tuviesen.

En EEUU se acaba de publicar una nueva biografía de Einstein a cargo de


Walter Isaacson, que además ha publicado algunas líneas en TIME
(www.time.com) sobre la fe de Einstein.

"A lo largo de su vida, Einstein fue constante al rechazar la acusación de ser


ateo. 'Hay gente que dice que no hay Dios, pero lo que realmente me enfada
es que me citan para apoyar su punto de vista', dijo a un amigo.

Al contrario que Sigmund Freud o Bertrand Russell o George Bernard Shaw,


Einstein nunca sintió la necesidad de denigrar a los que creían en Dios. Al
contrario, tendía a denigrar a los ateos: 'lo que me separa de la mayoría de
esos que se llaman ateos es un sentimiento de radical humildad hacia los
secretos inalcanzables de la armonía del cosmos', explicaba.

'Los ateos fanáticos', escribió en una carta, 'son como esclavos que aún
sienten el peso de las cadenas que arrojaron tras un duro esfuerzo. Son
criaturas que en su pleito contra la religión tradicional como opio de las
masas, no pueden escuchar la música de las esferas".

Otra de las cosas que distinguen a Einstein de los ateos modernos y groseros
es que reconoce los logros históricos de la Iglesia, especialmente los que
vivió en carne propia. Así, el 23 de diciembre de 1940 declaraba en la revista
TIME sobre la facilidad con que Alemania adoptó la cultura nazi:

"Cuando tuvo lugar la revolución en Alemania, miré con confianza a las


universidades, pues sabía que siempre se habían enorgullecido de su
devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron
amordazadas. Entonces confié en los grandes editores de los diarios que
proclamaban su amor por la libertad. Pero, al igual que las universidades,
también ellos tuvieron que callar, sofocados en pocas semanas. Sólo la
Iglesia permaneció firme, en pie, para cerrar el camino a las campañas de
Hitler que pretendían suprimir la verdad. Antes nunca había experimentado
un interés particular por la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto
y admiración, porque la Iglesia fue la única que tuvo la valentía y la
constancia para defender la verdad intelectual de la libertad moral."

La juventud del genio

Einstein nació en una familia judía sin fe ni práctica religiosa. El único


pariente que iba a la sinagoga era agnóstico y decía al joven Albert que
acudía porque "nunca se sabe".

A los 6 años, sus padres metieron al niño en una gran escuela católica. Era el
único judío entre los 70 alumnos de su clase. Como todos ellos, hizo la
asignatura de religión católica y según Walter Isaacson la disfrutó.

Un poco antes de los 10 el joven Albert decidió ser un judío devoto en


oposición a sus padres: no comer cerdo, mantener el Sabbath, la pureza
kosher, incluso componía sus propios himnos y los cantaba camino del
colegio.

A los 10 años, un estudiante de medicina de 21 años llamado Max Talmud


que cada semana comía en su casa le dejó unos libros de divulgación de
ciencias naturales escritos por Aaron Bernstein, que insistían en la relación
entre la biología y la física. Ahí despegó el intelecto de Einstein hacia la física
y la matemática, un intelecto hasta entonces adormecido.

A los 12 años abandonó el judaísmo. "Leyendo libros de divulgación científica


pronto alcancé la convicción de que muchas de las historias de la Biblia no
podían ser ciertas. La consecuencia fue una orgía decididamente fanática de
librepensamiento con la impresión de que los jóvenes eran
intencionadamente engañados por el estado con mentiras; un impresión
aplastante", cita Isaacson.

Uno no puede evitar pensar que los Onfray, Harris, Dawkins y Weinberg que
hoy se presentan como pensadores maduros y adultos están en la fase
radical que Einstein atravesó a sus 12 años.

Hay que dejar claro que los libros de Aaron Berstein no fueron culpables de
esta falta de fe: sus libros de divulgación no veían incompatibilidad entre
ciencia y fe. "la inclinación religiosa yace en la tenue conciencia que mora en
los hombres de que toda la naturaleza, incluidos los humanos, no es un
juego accidental sino un resultado de la ley de que hay una causa
fundamental a toda la existencia."
En 1929, en una cena en Berlín, teniendo casi 50 años, Einstein ya
empezaba a establecerse en su postura deísta y se negó a comparar la
religión con la superstición astrológica. "No puede ser, ¿no será usted
religioso?", le preguntaron. Y él respondió:

"Intente penetrar con nuestros medios limitados en los secretos de


la naturaleza y encontrará que más allá de todas las leyes
discernibles y sus conexiones, permanece algo sutil, intangible,
inexplicable. Venerar esta fuerza que está más allá de todo lo que
podemos comprender es mi religión. En ese sentido soy, de hecho,
religioso."

Es curioso que Sócrates y Platón consideraran que hasta los 50 años no se


puede ser filósofo, que se necesita toda una vida de entrenamiento en las
ciencias y en la vida misma para alcanzar la sabiduría básica, que el joven no
puede ser sabio. Contagiaron de esta idea al pensamiento filosófico antiguo
y medieval, en contraste con la vivencia cristiana de que jóvenes y niños
pueden ser santos, es decir, sabios a la manera de Dios. Escándalos para
griegos: Jesús niño enseñando en el templo, o el "te doy gracias Padre
porque has enseñado a los pequeños lo que ocultaste a los sabios".

Pero es en 1929, a los 50 años, cuando Einstein formula su veneración por el


misterio, que es algo más que una X en una ecuación o un enigma por
resolver.

La figura luminosa del Nazareno

A esa edad concede una entrevista a George Sylvester Viereck, un


alemán que vivía en EEUU desde niño. Einstein pensaba que Viereck era
judío. En realidad, Viereck presumía de ser pariente del Kaiser y durante la
Segunda Guerra Mundial le detendrían por ser propagandista de la causa
alemana. En la época que entrevistó a Einstein se ganaba la vida
entrevistando grandes hombres… y escribiendo poesía erótica.

- ¿Hasta qué punto está usted influido por el cristianismo?

- De niño recibí instrucción tanto en la Biblia como en el Talmud. Soy judío,


pero estoy embelesado por la figura luminosa del Nazareno.

- ¿Acepta la existencia histórica de Jesús?

- Incuestionablemente. Nadie puede leer los evangelios sin sentir la


presencia real de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningún
mito está lleno de tal vida.
- ¿Cree usted en Dios?

- No soy un ateo. No creo que pueda llamarme panteísta. El


problema implicado es demasiado vasto para nuestras mentes
limitadas. Estamos en la posición de un niño pequeño entrando en
una gran biblioteca llena de libros en muchos idiomas. El niño sabe
que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe cómo. No
entiende los idiomas en que están escritos. El niño tenuemente
sospecha que hay un orden misterioso en la ordenación de los libros
pero no sabe cuál será. Esta es, me parece, la actitud de incluso el
humano más inteligente hacia Dios. Vemos el universo
maravillosamente ordenado y obedeciendo ciertas leyes, pero sólo
tenuemente entendemos estas leyes.

- ¿Es este un concepto judío de Dios?

- Soy un determinista, no creo en el libre albedrío. Los judíos sí creen en el


libre albedrío. Creen que un hombre modela su propia vida. Yo rechazo esa
doctrina. En ese tema, no soy judío.

- ¿Es ése el Dios de Espinoza?

- Me fascina el panteísmo de Espinoza, pero admiro aún más su contribución


al pensamiento moderno porque fue el primer filósofo que trató del cuerpo y
el alma como un todo, no como dos cosas separadas.

- ¿Cree usted en la inmortalidad?

- No. Y una vida es bastante para mí.


Einstein y el poeta bengalí Rabindranath Tagore se encontraron en 1930 y hablaron de
música, arte y pensamiento (aquí en inglés).

La emoción del misterio

Einstein pronto vio que sus opiniones sobre estos y otros temas interesaban
a muchos, así que en 1930 publicó un credo, "En qué creo", apoyando a un
grupo de derechos humanos. En él defendía la noción de misterio.

"La emoción más hermosa que podemos experimentar es lo misterioso. Es la


emoción fundamental que está en la cuna de todo verdadero arte y ciencia.
Aquel a quien esta emoción le es ajena, que ya no puede maravillarse y
extasiarse en reverencia, es como si estuviera muerto, un candil apagado.
Sentir que detrás de lo que puede experimentarse hay algo que nuestras
mentes no pueden asir, cuya belleza y sublimidad nos alcanza sólo
indirectamente: esto es la religiosidad. En esto sentido, y sólo en este, soy
un hombre devotamente religioso."

Posteriormente dio una charla en el Seminario de la Union Teológica de


Nueva York, del que salieron frases en los periódicos que se hicieron
famosas. Allí es donde dijo que "la ciencia puede ser creada sólo por
quienes están profundamente imbuidos por la aspiración hacia la
verdad y el entendimiento". Y que "la fuente de este sentimiento, sin
embargo, brota de la esfera de la religión". Su frase más famosa de ese
día se cita a menudo: "la ciencia sin la religión es coja; la
religión sin la ciencia es ciega".

El Einstein determinista

Einstein aceptaba un Dios detrás de las leyes inmutables del cosmos. Lo que
no aceptaba es un Dios con poder o voluntad de cambiar estas leyes. Para
él, las leyes físicas estaban predeterminadas… y las acciones de los hombres
también.

En su credo se adhirió a la frase de Schopenhauer: "un hombre puede hacer


lo que quiera, pero no querer lo que quiera". Los deseos, ilusiones, maldades
y bondades de un hombre vienen dados, determinados, por leyes
inmutables.

Eso no quiere decir que por razones prácticas no debamos encerrar a los
asesinos, aunque filosóficamente creamos que, en realidad, no son
responsables, que estaban "obligados" a asesinar.
"Sé que filosóficamente un asesino no es responsable de su crimen, pero
prefiero no tomar el té con él", declaró.
Vivir "como si fuésemos libres y éticos" (aunque no lo seamos) era la
propuesta de Einstein para una sociedad más civilizada. Una especie de vivir
una ficción… que funcione. Apoyó que EEUU desarrollara la bomba atómica
para frenar el nazismo, pero luego luchó por el control de la energía nuclear.
Ayudó a refugiados judíos, habló en defensa de la justicia racial, plantó cara
al McCarthismo, intentó trabajar en defensa de la paz.

"Para Einstein fue la ausencia de milagros lo que reflejaba una providencia


divina, el hecho de que el mundo fuese comprensible, que siguiese leyes…
eso era digno de reverencia", concluye su biógrafo Walter Isaacson.

Fuente: Forum Libertas

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