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Federico García Lorca

Amor de Don Perlimplín


con Belisa en su jardín
Aleluya erótica en un prólogo y tres cuadros

Versión de cámara
Colección Biblioteca básica.

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, de Federico García Lorca

Primera edición: abril de 2014

© Herederos de Federico García Lorca

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ISBN: 978-84-9921-534-1
Depósito legal: B.8.022-2014

Impresión: Liberdúplex

Impreso en España
Printed in Spain
Introducción

El estreno de Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín había


sido programado por el grupo El Caracol para el 5 de febrero
de 1929, pero se prohibió su representación en un momento
en que se respiraba un ambiente retrógrado en la España de
entonces (la obra llegó a ser calificada como «pornográfica»).
Años más tarde, bajo la permisividad de la República, el Club
Teatral Anfistora estrena la obra (junto con La zapatera prodigio-
sa) el 3 de abril de 1933 en el Teatro Principal de Madrid. Tras
el paréntesis de la Dictadura, ha tenido muy poca presencia
en la escena dramática española, aunque en los últimos tiem-
pos ha sido representada por diversos grupos teatrales dentro
y fuera de nuestras fronteras.
Las influencias de la obra van desde la commedia dell’arte
italiana, pasando por el teatro breve del Siglo de Oro espa-
ñol —recordemos al Cañizares del entremés cervantino El viejo
celoso— y por las piezas de Moratín en el xviii (El sí de las niñas, El
viejo y la niña), hasta llegar al teatro simbolista francés del siglo
xix, de fuerte carga poética.
El poeta la define como «aleluya erótica», y de erotismo
está llena. Los personajes desbordan sus deseos en escena.
Son personajes cómicos, condenados, sin embargo, a la
tragedia a la que les va a llevar su exacerbada sensualidad;

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FEDERICO GARCÍA LORCA

capaces de caer en el precipicio del amor carnal, amor sin


sentido, pero inexcusable… El lenguaje poético de García
Lorca viene apoyado por las abundantes repeticiones y por
una escenificación llena de símbolos, como el número cinco
en el cuadro primero (a las cinco se van a dormir, cinco ca-
melias abiertas en las paredes de la alcoba, cinco balcones
del foro sobre la ciudad, cinco silbidos, cinco escaleras, cin-
co sombreros); el color negro, que anuncia y envuelve la tra-
gedia (bandadas de pájaros de papel negro cruzan la escena
al final del prólogo; negra es la noche de bodas); el color
rojo de la pasión, ridícula o no, que sienten los personajes
(el rojo de la capa de Belisa cuando espera a sus amantes en
la noche de bodas; el rojo de la capa del amante, que no es
sino Don Perlimplín)…
Pero recordemos el argumento, muy simple. Marcolfa,
criada del viejo Don Perlimplín convence a este para que se
case con la joven Belisa. Esta, a su vez, es convencida por
su propia madre de la conveniencia de este matrimonio.
En su noche de bodas, Don Perlimplín ya siente que empie-
za a amar a Belisa (ha visto su cuerpo mientras se vestía de
novia), pero esta no siente nada por él. Tras quedarse dormi-
do, dos duendecillos hacen partícipe al público del adulterio
de Belisa. Don Perlimplín despierta y descubre cinco escalas
(suponemos, por lo que nos han dicho los duendes, que por
ellas han subido a la habitación los cinco hombres que han
yacido con Belisa). Don Perlimplín se da cuenta del adulte-
rio, pero le pide a Belisa que le ame. Esta se duerme y el
viejo recita un bello poema de pena de amor: «Amor, amor,
que estoy herido». Ante su nueva situación, el viejo pone en
marcha su acción: enviará a Belisa una carta de amor de un
supuesto amante que le dice que no quiere su alma, sino su
«blanco y mórbido cuerpo estremecido». Belisa sucumbe a
estas palabras y se enamora del amante. Por fin, en el jardín
se desencadena la tragedia: Don Perlimplín se transforma en

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INTRODUCCIÓN

el amante, con su capa roja, y se da muerte entre los brazos


de Belisa, quien, desconcertada, descubre que su amante era
su propio marido.
Todos los personajes, todos los actores de la obra, y es-
pecialmente los protagonistas, Don Perlimplín y Belisa, se
presentan como títeres, más que como personajes humanos.
Visten de forma extravagante, con ropas de colorido extremo,
con flecos y llamativos estampados… Los hechos importan-
tes, como la decisión de la boda, el amor que va naciendo
en Perlimplín o los engaños de Belisa, se trivializan por el tra-
tamiento escénico (vestuario, simbología escenográfica), por
algunos de los diálogos casi infantiles y por la presencia de los
Duendes. Es el juego de lo trágico y de lo cómico, animado
por un juego de contrastes entre los cuatro personajes: la ino-
cencia de Perlimplín y la sensualidad desbordante de Belisa;
el paternalismo tierno de Marcolfa y la hipocresía interesada
de la madre.
El soporte grotesco viene definido por los cuernos de Don
Perlimplín, materializados en los cuernos de ciervo que vemos
sobre su cabeza cuando los Duendes abandonan la escena,
pero nuestro personaje se va a convertir en héroe trágico. Ahí
está la esencia dramática lorquiana del mismo. Es tímido e
inexperto en el amor y es un cornudo que, en clave donjuanes-
ca, llega al suicidio por amor. Su muerte, lejos de empañar la
culminación de la farsa, engendra la esperanza de un nuevo
ser, Belisa, a quien Perlimplín ha entregado un alma con la
que vivir.
Aunque personaje guiñotesco, el descubrimiento del enga-
ño lo dignifica como personaje y espolea su capacidad de me-
tamorfosis. En sus versos vemos cómo Perlimplín abandona
definitivamente la infancia y la inocencia. Ama el cuerpo de
Belisa y el dolor que le produce lo convierte en amante uni-
versal:

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FEDERICO GARCÍA LORCA

Amor, amor
que estoy herido.
Herido de amor huido;
herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos,
garganta rota y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
herido de amor huido,
¡herido!
¡Muerto de amor!

Este Perlimplín lorquiano, con su muerte, se ha conver-


tido en un personaje romántico, que ofrece a su amada el
sentido profundo del amor y un alma con que enfrentarse
a su nueva existencia. Como expresa Marcolfa: «Belisa, ya
eres otra mujer… Estás vestida por la sangre gloriosísima de
mi señor».
Y detengámonos en el Don Juan que crea el propio Don
Perlimplín:

No temas. Hace quince días vi a ese joven por vez primera. Te puedo
decir con toda sinceridad que su belleza me deslumbró. Jamás he vis-
to un hombre en quien lo varonil y lo delicado se den de una manera
tan armónica. Sin saber por qué pensé en ti.

Andrógino en su belleza deslumbrante, enamorado explí-


citamente del cuerpo de Belisa, el joven encarna lo que Per-
limplín quisiera ser para seducirla, lo que ella busca en sus
múltiples intentos de satisfacer su sensualidad.
Belisa, esposa joven e infiel, aunque descrita por su madre
como blanca y pura, es impetuosa y frívola… Esta y Marcol-
fa, la criada de Don Perlimplín, sirven de apoyo para el des-

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INTRODUCCIÓN

encadenamiento de la acción. La Madre convence y fuerza a


Belisa para que se case con el viejo y Marcofa (fiel a su señor
y sensata) anima a este para que se case con Belisa (aunque
al final mostrará arrepentimiento en vista de la infidelidad de
la joven). Son mujeres caracterizadas como hábiles tejedoras
de engaños (también lo es Belisa cuando utiliza sus encantos
corporales para deslumbrar a su marido).
Y los otros personajes, los Duendes, se dirigen al público
para dejarles entrever la infidelidad de Belisa en su noche de
bodas. Ellos evitan que el espectador vea lo que ha ocurrido
durante la noche, pero se lo cuentan a este a su manera.
Pero además, Federico García Lorca logra que el espec-
tador tenga su importancia escénica. El público cree asistir a
una obra de risa, cuyo protagonista es un guiñol, un fantoche
ridículo y viejo. Pero hay un punto de inflexión cuando Don
Perlimplín cuenta a Belisa por qué se casó.

Me casé… por lo que fuera, pero no te quería. Yo no había podi-


do imaginarme tu cuerpo hasta que lo vi por el ojo de la cerradura
cuando te vestían de novia. Y entonces fue cuando sentí el amor.
¡Entonces! Como un hondo corte de lanceta en mi garganta.

Aquí empieza el drama, aquí es donde el espectador toma


conciencia de lo que puede ocurrir, aquí empieza a compade-
cerse de la suerte de Don Perlimplín. Porque Lorca plantea el
quehacer del espectador en la escenificación mientras denun-
cia la moral del público español de la época.
Y cada cuadro transcurre en un espacio de la casa de Don
Perlimplín. Lorca da unas simples pinceladas para mostrar-
nos un espacio de cuento: el comedor (en el prólogo: «paredes
verdes con sillas y muebles pintados de negro»; en el cuadro
tercero, cuando la tragedia es ya inminente: «las perspecti-
vas están equivocadas deliciosamente. La mesa, con todos los
objetos pintados como en una “cena primitiva”»), la alcoba

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FEDERICO GARCÍA LORCA

(«en el centro hay una gran cama con dosel y penachos de


plumas. En las paredes hay seis puertas») y el jardín («jardín
de cipreses y naranjos»). En este jardín, el cuerpo de Belisa se
va identificando con el escenario. Ella, tan llena de amor y de
voluptuosidad, espera a su amante:

VOCES.
Por las orillas del río
se está la noche mojando.
Y en los pechos de Belisa
se mueren de amor los ramos.
PERLIMPLÍN
¡Se mueren de amor los ramos!
VOCES.
La noche canta desnuda
sobre los puentes de marzo.
Belisa lava su cuerpo
con agua salobre y nardos.
PERLIMPLÍN.
¡Se mueren de amor los ramos!
VOCES.
La noche de anís y plata
relumbra por los tejados.
Plata de arroyos y espejos.
Y anís de tus muslos blancos.

El estribillo resume la espacialidad natural y pone en el


mismo lugar a ambos personajes principales, quienes compar-
ten su conciencia del deseo con el jardín y con la naturaleza
anhelante.
Pronto se desencadena el final: Don Perlimplín se va a sui-
cidar; Belisa lo va a amar; y será una mujer nueva, libre y con
alma.

12
INTRODUCCIÓN

Insistimos: estamos ante una «aleluya erótica» bellísima,


poseedora de los elementos poéticos, prosísticos y dramáti-
cos más definitorios de la obra de Federico García Lorca.
Pero lo mejor es que dejemos paso a la lectura de la misma
y animemos a su representación.
Pilar CIRUELO

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Amor de Don Perlimplín con Belisa
en su jardín
Federico García Lorca
AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN

PERSONAJES:
Perlimplín
Belisa
Marcolfa
La Madre
Duende 1.º
Duende 2.º

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Prólogo

Casa de Don Perlimplín. Paredes verdes con sillas y muebles pin-


tados en negro. Al fondo, un balcón por el que se verá el balcón
de Belisa. Perlimplín viste casaca verde y peluca blanca llena de
bucles. Marcolfa, criada, el clásico traje de rayas.
PERLIMPLÍN.
¿Sí?
MARCOLFA.
Sí.
PERLIMPLÍN.
Pero ¿por qué sí?
MARCOLFA.
Pues porque sí.
PERLIMPLÍN.
¿Y si yo te dijera que no?
MARCOLFA. (Agria.)
¿Qué no?

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AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN

PERLIMPLÍN.
No.
MARCOLFA.
Dígame, señor mío, las causas de ese no.
PERLIMPLÍN.
Dime tú, doméstica perseverante, las causas de ese sí. (Pausa.)
MARCOLFA.
Veinte y veinte son cuarenta…
PERLIMPLÍN. (Escuchando.)
Adelante.
MARCOLFA.
Y diez, cincuenta.
PERLIMPLÍN.
Vamos.
MARCOLFA.
Con cincuenta años ya no se es un niño.
PERLIMPLÍN.
Claro.
MARCOLFA.
Yo me puedo morir de un momento a otro.
PERLIMPLÍN.
¡Caramba!
MARCOLFA. (Llorando.)
¿Y qué será de usted solo en este mundo?
PERLIMPLÍN.
¿Qué sería?

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PRÓLOGO

MARCOLFA.
Por eso tiene que casarse.
PERLIMPLÍN. (Distraído.)
¿Sí?
MARCOLFA. (Enérgica.)
Sí.
PERLIMPLÍN. (Angustiado.)
Pero… Marcolfa. ¿Por qué sí? Cuando yo era niño una
mujer estranguló a su esposo. Era zapatero. No se me ol-
vida. Siempre he pensado no casarme. Yo con mis libros
tengo bastante. ¿De qué me va a servir?
MARCOLFA.
El matrimonio tiene grandes encantos, mi señor. No es lo
que se ve por fuera. Está lleno de cosas ocultas. Cosas que
no está bien que sean dichas por una servidora… Ya ve…
PERLIMPLÍN.
¿Y qué?
MARCOLFA.
Me he puesto colorada. (Pausa. Se oye un piano.)
UNA VOZ. (Dentro, cantando.)
Amor, amor.
Entre mis muslos cerrados
nada como un pez el sol.
Agua tibia entre los juncos,
amor.
¡Gallo, que se va la noche!
¡Que no se vaya, no!

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AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN

MARCOLFA.
Verá mi señor la razón que tengo.
PERLIMPLÍN. (Rascándose la cabeza.)
Canta bien.
MARCOLFA.
Esa es la mujer de mi señor: la blanca Belisa.
PERLIMPLÍN.
Belisa… Pero no sería mejor…
MARCOLFA.
No… Venga ahora mismo. (Le coge de la mano y se acercan al
balcón.) Diga usted Belisa.
PERLIMPLÍN.
Belisa…
MARCOLFA.
Más alto.
PERLIMPLÍN.
¡Belisa!
(El balcón de la casa de enfrente se abre y aparece Belisa resplan-
deciente de hermosura. Está medio desnuda.)
BELISA.
¿Quién me llama?
MARCOLFA. (Escondiéndose detrás de la cortina del balcón.)
Conteste.
PERLIMPLÍN. (Temblando.)
La llamaba yo.

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PRÓLOGO

BELISA.
¿Sí?
PERLIMPLÍN.
Sí.
BELISA.
Pero ¿por qué sí?
PERLIMPLÍN.
Pues porque sí.
BELISA.
¿Y si yo le dijera que no?
PERLIMPLÍN.
Lo sentiría…, porque… hemos decidido que me quiero
casar.
BELISA. (Ríe.)
¿Con quién?
PERLIMPLÍN.
Con usted…
BELISA. (Seria.)
Pero… (A voces.) ¡Mamá, mamá, mamaíta!
MARCOLFA.
Esto va bien.
(Sale la Madre con una gran peluca dieciochesca, llena de pájaros,
cintas y abalorios.)
BELISA.
Don Perlimplín se quiere casar conmigo. ¿Qué hago?

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AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN

MADRE.
Buenísimas tardes, encantador vecinito mío. Siem­pre dije a
mi pobre hija que tiene usted la gracia y modales de aquella
gran señora que fue su madre, a la cual no tuve la dicha de
conocer.
PERLIMPLÍN.
¡Gracias!
MARCOLFA. (Furiosa, desde la cortina.)
¡He decidido que…! ¡Vamos!
PERLIMPLÍN.
Hemos decidido que vamos…
MADRE.
A contraer matrimonio, ¿no es así?
PERLIMPLÍN.
Así es.
BELISA.
Pero, mamá… ¿Y yo?
MADRE.
Tú estás conforme, naturalmente. Don Perlimplín es un
encantador marido.
PERLIMPLÍN.
Espero serlo, señora.
MARCOLFA. (Llamando a Don Perlimplín.)
Esto está casi terminado.
PERLIMPLÍN.
¿Crees tú? (Hablan.)

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PRÓLOGO

MADRE. (A Belisa.)
Don Perlimplín tiene muchas tierras; en las tierras hay mu-
chos gansos y ovejas. Las ovejas se llevan al mercado. En el
mercado dan dineros por ellas. Los dineros dan la hermo-
sura… Y la hermosura es codiciada por los demás hombres.
PERLIMPLÍN.
Entonces…
MADRE.
Emocionadísima… Belisa…, vete dentro…, no está bien
que una doncella oiga ciertas conversaciones.
BELISA.
Hasta luego… (Se va.)
MADRE.
Es una azucena… ¿Ve usted su cara? (Bajando la voz.) ¡Pues
si la viese por dentro!… ¡Como de azúcar!… Pero…, per-
dón. No he de ponderar estas cosas a persona tan moderna
y competentísima como usted…
PERLIMPLÍN.
¿Sí?
MADRE.
Sí…, lo he dicho sin ironía.
PERLIMPLÍN.
No sé cómo expresarle nuestro agradecimiento.
MADRE.
¡Oh, nuestro agradecimiento…! ¡Qué delicadeza tan ex-
traordinaria! El agradecimiento de su corazón y el de usted
mismo… Lo he entendido…, lo he entendido…, a pesar de
que hace veinte años que no trato a un hombre.

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AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN

MARCOLFA.
La boda.
PERLIMPLÍN.
La boda…
MADRE.
En cuanto quiera…, aunque (saca un pañuelo y llora) a todas
las madres… Hasta luego… (Se va.)
MARCOLFA.
¡Por fin!
PERLIMPLÍN.
¡Ay Marcolfa, Marcolfa, en qué mundo me vas a meter!
MARCOLFA.
En el mundo del matrimonio.
PERLIMPLÍN.
Y si te soy franco, siento una sed… ¿Por qué no me traes
agua? (Marcolfa se le acerca y le da un recado al oído.) ¿Quién
lo puede creer?
(Se oye el piano. El teatro queda en penumbra. Belisa descorre
las cortinas de su balcón, casi desnuda, cantando lánguidamente.)
VOZ DE BELISA.
¡Amor, amor!
Entre mis muslos cerrados
nada como un pez el sol.
MARCOLFA.
¡Hermosa doncella!

26
PRÓLOGO

PERLIMPLÍN.
Como de azúcar…, blanca por dentro. ¿Será capaz de es-
trangularme?
MARCOLFA.
La mujer es débil si se la asusta a tiempo.
VOZ DE BELISA.
Amor…
¡Gallo, que se va la noche!
Que no se vaya, no.
PERLIMPLÍN.
¿Qué dice, Marcolfa? ¿Qué dice? (Marcolfa ríe.) Y qué es
esto que me pasa? ¿Qué es esto?
(Sigue sonando el piano. Por el balcón pasa una bandada de pája-
ros de papel negro.)
MUTACIÓN

27
Índice

Introducción.............................................................................................................................................. 7

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín. Federico


García Lorca...........................................................................................................................................15
Prólogo................................................................................................................................................. 19
ACTO ÚNICO............................................................................................................................ 29
Cuadro Primero.................................................................................................................... 31
Cuadro Segundo................................................................................................................ 45
Cuadro Tercero.................................................................................................................... 53

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