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GUERRA, RESISTENCIA, EJERCICIO DEL COMÚN

Intervención de Toni Negri en el Seminario ‘Subvertir el


Presente. Democracia global y proyecto de la multitud´.
Venecia 20 de noviembre 2004.

Antonio Negri Lunes 13 de diciembre 2004

Discúlpenme, pero el deseo va y viene. Por ejemplo, tras una


mañana agotadora de viajes malogrados, el deseo, debo decir, está
muy bajo. Creo que también para el movimiento van así las cosas. A
veces el deseo se pega estas palizas que lo calman.
El hecho de que hayamos inventado la guerra no ya como
conclusión de la política sino como su base misma forma parte de esta
intención profunda del poder deseoso del desastre, que es
precisamente asestar golpes preventivos que frenen la capacidad de
resistir. Esta situación de la guerra es una situación que es
perversamente grave, difícil. Y cuando hablamos de la guerra como
elemento preventivo, continuo, como de revestimiento mismo del
poder imperial, la cosa es perversamente preocupante. Es horrible,
asusta.
Y debemos decirlo porque es inútil tener deseos eufóricos ante
estos elementos terribles.
En más nos encontramos ante una situación caracterizada por el
triunfo de la fuerza que ha decidido esta guerra y que planea
mantenerla. Leer los diarios de este día es una especie de horrible
catálogo geopolítico de operaciones de guerra que tienen intención de
hacer y de continuar.
Naturalmente, se trata de meter en cintura Oriente Medio,
comenzando por Irak y continuando por Palestina. Se trata, entonces
de estabilizar el nuevo orden allí, en ese marco. Y ésta, ténganlo
presente, no es una operación que suceda simplemente para afirmar
intereses americanos específicos: funciona como instrumento de
control de la alianza atlántica.
Oriente Medio es el lugar de donde llega la energía a Europa, y
es por ello que sobre Oriente Medio se fija la posibilidad de Europa
para desarrollar una política más o menos libre.
Estas relaciones deben ser siempre tenidas en cuenta detrás de
los problemas de la guerra.
La guerra siempre se hace para obtener resultados y esta
situación geopolítica es una situación terriblemente dura,
impresionante y difícil de evaluar.
Entonces, decir que la guerra ha devenido la base de la política
significa también hallar los fines de la política dentro de la guerra; es
decir, significa no escandalizarse simplemente por esto, sino que la
política, cuando alcanza este nivel de destrucción es porque en su
interior posee finalidades instrumentales absolutamente específicas. Y
por ello debemos habituarnos a trabajar, estudiar y razonar a este
nivel.
Decía, primero, que sentimos hoy repetir en los diarios las
declaraciones de la Casa Blanca, las de los nuevos actores que se
están configurando en este mundo, sobre la necesidad de una guerra
iraní. Debemos tenerlo presente, también esto es algo que abre
nuevos y enormes desequilibrios. Hablar de guerra iraní significa
atacar el vientre blando asiático que contacta con los grandes
territorios rusos. En el proyecto de hegemonía americano,
evidentemente, este proyecto está viviendo los plazos que el eje del
mal, así definido, ha determinado. Dentro de estos plazos el ataque a
Irán se está aproximando, y los intentos de la diplomacia europea, tan
honestos como ingenuos, están encontrándose con la grave
reafirmación de este proyecto.
En tercer lugar continúa el discurso sobre Corea del Norte.
También ese es otro ataque específico dentro de la guerra, dentro de
la posibilidad de guerra inmediatamente afirmada como guerra
preventiva, en tanto la guerra es un una guerra policial, de
intervención rápida, por lo que dentro de este peligro de guerra entran
en juego las consideraciones referentes a China.
Luego estamos en una situación de guerra que espanta y en
estos días comienza a renovarse por parte de los neoconservadores
triunfantes la cuestión de ordenar las cosas en América Latina donde
se están afirmando varios regímenes anti-americanos y comienza la
repetición continuada de este problema, y cuando comienzan estas
repeticiones siempre debe esperarse algo peor.
Queda claro que una vez dicho esto también hay que ver otros
aspectos que van en sentido opuesto.
Queda claro que en lo que respecta hoy a la política americana,
ésta -en su prepotencia y arrogancia- está minada por algunas otras
condiciones que son también fundamentales e importantes.
Son aquellos elementos referidos a la legitimación efectiva de la
guerra y estos elementos se refieren -para sintetizar- a la cada vez
mayor dependencia de la moneda americana de los mercados
financieros mundiales. He aquí por qué, pese a todo, en el plano
financiero, monetario, la gran cooperación capitalista, la construcción
cada vez más intensa del capital colectivo, avanza a nivel mundial; por
ello es evidente la rigidez de las relaciones internacionales, no
simplemente de América contra Francia o Alemania, sino en general
contra los bloques continentales que se han constituido en este
período. En tercer lugar, siempre debe evaluarse, y espero que Naomi
Klein o algún otro lo haga, la crisis interna de la política americana, la
crisis cultural que, en el vacío de la izquierda, comienza a
determinarse.
¿Qué cuadro queda de todo esto? Se reafirma que la guerra se
ha vuelto parte de la política, que el estado de excepción se ha
tornado permanente desde esta perspectiva. Pero también queda en
evidencia una cierta precariedad, una cierta dificultad en el desarrollo
de estas políticas.
Tengo muy presente esta dificultad porque sólo teniéndola
presente- y sin hacer hipótesis absolutas sobre el peligro de guerra-
tenemos la posibilidad de abrir una iniciativa política.
¡Frente al peligro de guerra absoluta, frente al estado de
excepción absoluto, la única respuesta es el terrorismo, hablemos
claro! ¡Es el extremismo arriesgado al extremo! Ya una vez estuvimos
en esta situación y nos equivocamos.
Debemos tener siempre presentes, de manera absolutamente
precisa, las contradicciones, los espacios, la precariedad que se
determinan en este terreno. Porque sólo si las tenemos presentes
tendremos la posibilidad de la iniciativa política, y cada vez que
tengamos iniciativa política, decimos como multitud, pero también
decimos simplemente como movimientos concretamente existentes,
tendremos también la posibilidad de abrir de vez en vez nuevos
frentes, nuevas iniciativas y, sobre todo, nuevas esperanzas.
Lo que en ningún caso podemos asumir es una falta de
esperanza ante la omnipotencia de la guerra. Si es cierto que la guerra
se ha vuelto parte de lo político, ¡no es cierto que esto deba generar
desesperación! Es una ruptura, una posibilidad, un espacio, dentro del
cual debemos saber movernos.
Por ello creo que la disposición imperial absoluta no ha concluido
en absoluto. Es un proceso que avanza, un proceso dentro del cual se
determinan diversas fases. Estas diversas fases son sobre todo partes
de las aristocracias imperiales, como las habíamos llamado en su
momento, es decir, estados-nación y grupos continentales que están
jugando una relación que, si no es de fuerza en niveles decisivos, es
de todos modos de pesada asociación con esta arrogante iniciativa
americana, con su pretensión hegemónica. Evidentemente, tanto sobre
el plano de la moneda como sobre el militar o el cultural, son
alternativas que se proponen cada tanto.
Cuando decimos como ejemplo que de América Latina o de
Europa o de China pueden nacer elementos de bloqueo de la instancia
imperial americana, no estamos diciendo que finalmente americanos,
latinos, europeos o chinos no terminen por ponerse de acuerdo,
porque los intereses del capital colectivo son en última instancia los de
la reproducción del sistema. Pero no subvaloremos estos pasajes.
Estos son pasajes dentro de los cuales existen posibilidades de
intervención, espacios de intervención. No creo que en este período en
particular, se pueda arribar a una definición imperial estable -veamos
los conflictos que están sucediendo alrededor, por ejemplo, de la
reorganización de las Naciones Unidas.
Evidentemente son conflictos que se instalan detrás de los
enormes problemas de distribución de poder entre las elites
dominantes. Miremos los conflictos que ocurren alrededor de la
balanza de pago o monetario americano y el juego continuo entre
nuestra moneda y el dólar. También aquí están en juego enormes
problemas que dejan espacios para la acción. Y esta situación durará
un largo período y será con toda probabilidad la situación que
tendremos ante nosotros; es casi una situación cíclica, en suma, con
apertura y clausura de espacios, de afirmaciones de la guerra y, por la
otra parte, también de resistencia sobre el plano de la gran política, de
la geopolítica.
Es precisamente el carácter cíclico de estos acontecimientos lo
que dejará espacios también a los movimientos.
Y es justamente desde este punto de vista que quisiera tipificar
un momento -si es esta la situación- algunas cosas que se derivan de
esta descripción que estoy haciendo y que pueden determinar
contragolpes positivos y negativos, en lo que respecta a la vida de los
movimientos. Dentro de este proceso cíclico, entonces, de fases que
son fases de guerra y por tanto inevitablemente represivas, y por otra
parte fases de asociaciones que pueden de alguna manera determinar
momentos de apertura. He aquí, en lo que respecta a las primeras, o
sea a las fases de guerra, de propaganda militar, que nos hallamos
evidentemente ante los efectos que tienen tanto sobre los
movimientos, como sobre las situaciones internas en general,
elementos que podemos describir fácilmente. Cuando la guerra se
vuelve el único elemento en la configuración de lo político, queda claro
que la identificación y el engrandecimiento del enemigo interno pasa a
ser un elemento absolutamente fundamental de la política. Al
engrandecimiento del enemigo externo siempre se corresponde un
enemigo interno, un enemigo a combatir.
Sabemos lo que ha sucedido en los Estados Unidos en los
últimos años en torno a las leyes que han debilitado la democracia
americana, al menos aquella democracia formal a la que estaban
habituados los americanos.
Y ahora surge la pregunta, desde esta perspectiva, asumiendo a
partir de estos dos elementos el momento fuerte de agresión y, por
otra parte, el momento de reflexión y de asociación, deteniéndonos
por ahora simplemente en el primer momento: ¿cómo se responde a
esta incentivación del elemento de guerra y, por ende, a la
incentivación por parte del poder de aquellos que son los elementos de
represión interna, de identificación del enemigo, de su aislamiento y,
finalmente, de su eliminación?
Creo que sobre este terreno se trata de luchar por la paz la
democracia, decididamente, sin dudas y sin preocupaciones. Paz y
democracia son palabras realmente viejas, sabemos perfectamente
cuánto han sido mistificadas paz y democracia, y utilizadas contra la
clase trabajadora, el movimiento obrero, los movimientos subversivos
en general y los movimientos sociales de liberación.
Sin embargo, creo también que hoy estas palabras pueden ser
retomadas de un modo nuevo, como nuevas consignas en profundidad
pese a la vetustez, la antigüedad y la ambigüedad que revelan -la paz
sostiene la línea Varsovia y la democracia es siempre la de los amos,
para decirlo de modo absolutamente preciso-, sobre estos elementos
tal vez valga la pena tender un velo por el momento.
Mientras, por el contrario, vale la pena esclarecer los nuevos
caracteres que representa hoy una lucha por la paz y por la
democracia, porque la lucha por la paz y por la democracia hoy
significan resistencia.
Es decir, resistencia a la agresión y se trata de una verdadera
agresión que a partir del nivel de la guerra es llevada a cabo contra el
enemigo interno, y el enemigo interno es aquel que contesta al orden
social, político y económico existente.
En realidad es muy difícil lograr articular este discurso si no se
hace sobre un conjunto de pasiones, antes de razonarlo en cuanto
elemento de racionalidad política.
A mi me sucedía hace algunos días, frente a alguien que me
preguntaba por la resistencia iraquí, por la lucha iraquí -podía llamarla
la insurgencia iraquí o, como me dicen, podía llamarla resistencia -y he
respondido: “¿Habéis visto los cuadros de Goya?.. ¿Los de los fusilados
en Madrid?” Ciertamente aquellos eran reaccionarios fusilados en aquel
momento y probablemente el mismo Goya estaba de parte de los
franceses, de la revolución y hasta de Napoleón. Pero los que allí eran
fusilados como Cristo, dentro de esa luminosidad de un acto de
resistencia, de indignación contra el poder y de resistencia contra el
poder, son algo que renueva la historia.
Yo no sé que sucede dentro del islamismo, pienso que dentro del
islamismo debe haber muchos elementos de la antigua tradición del
socialismo árabe, que haya tantos elementos de resistencia por esta
vía -pero de esto podríamos hablar en otra ocasión- pero lo que me
interesa es aprehender este elemento de irreductible humanidad que
está allí dentro, y por lo tanto esta resistencia que está muy ligada a
un sistema de indignación por la libertad perdida, de resistencia por la
afirmación de nuevos valores de vida, de cooperación, de comunidad,
por lo que resulta importante que esta resistencia será evidentemente
mantenida hasta el fin. Pero cuando nosotros decimos resistencia,
habiéndola asociado a un terreno de paz y de democracia, no
hablamos en términos tradicionales sino que lo hacemos en términos
constituyentes: la resistencia es una resistencia que inmediatamente
debe representar elementos constituyentes.
¿Elementos constituyentes unidos a qué? Unidos a aquello que
somos, a la nueva sociedad que representamos, al nuevo modelo de
trabajo en el que estamos insertos, por lo que esta resistencia debe
conseguir de inmediato ser representada en términos programáticos.
Hagamos un pequeño paréntesis. Queda claro que hoy el
sistema de relaciones entre capital y trabajo es un sistema
completamente superado; lo sabemos, hemos hablado largamente del
problema del nacimiento del trabajo intelectual, cognitivo y de este
pasaje, pero en realidad estamos ahora y siempre dominados por esta
pesadilla de las grandes organizaciones sindicales, partidarias, del
movimiento obrero.
Se trata, evidentemente, de romper este esquema: hoy, un nivel
constituyente no puede representarse, y un nivel programático hoy ya
no puede representarse si no lo es sobre un terreno post-socialista.
Tengamos presente que cuando afirmamos esta caracterización post-
socialista, es decir esta inmersión en la producción social, en la
producción común que hoy es el trabajo, no damos luego ningún salto
ulterior. Un salto ulterior significa, por el momento, antes que nada,
hallar el espacio público en donde desarrollar un programa post-
socialista: afirmarlo, estudiarlo, desarrollar una investigación, darle las
primeras formas de organización.
Creo que estas son las cosas que ya hace el movimiento, pero
debemos insistir en ello, insistir como continuidad del movimiento en
la fase de represión.
Sólo si logramos consolidar en la fase de represión este tipo de
afianzamiento podremos alcanzar luego estos logros en las fases de
relativa apertura, aprehender la ocasión, el evento, la posibilidad de ir
más allá.
Aprehender el evento ¿qué significa? Evidentemente, decíamos
antes, están estas aperturas: por un lado este impulso represivo, por
otro, las crisis internas que disparan, por así decirlo, los niveles de
control y de poder; no es verdad que los niveles de control y de poder
sean como máquinas de cemento, son siempre máquinas vitales, y
dentro de estas máquinas está siempre quien comanda y quien
obedece, quien es capaz de masacrar y quien es capaz de resistir.
Pues bien, es precisamente dentro de este momento post-
socialista inervado por la producción social, dentro de las fases cíclicas
que comenzamos a vivir, donde probablemente sea posible tomar los
eventos y las posibilidades.
Hoy la fase es difícil. Pero hoy se trata de radicar ulteriormente,
alargar, crear espacios públicos para el movimiento, pero también de
crear una capacidad que se corresponda al evento, a la eventualidad, a
la ocasión, a la posibilidad que se abre, una decisión que sea capaz de
representar a los movimientos. ¿En qué puede consistir esta ocasión?
No lo sé muy bien. Siempre hemos ido adelante en la crítica del poder,
en la crítica del biopoder, y cuanto más hemos avanzado en el análisis
de esta experiencia de los nuevos sujetos sociales, del nuevo trabajo
-de la multitud, permítaseme- tanto más pienso que ninguno de
nosotros ha tratado de la toma del poder o del ejercicio del poder, por
lo que creo que podríamos comenzar a hablar y liberar nuestra
imaginación constituyente realmente alrededor de una propuesta de
ejercicio del común. ¿Qué significa hoy? Veamos, también hablar de
reapropiaciones es viejo, y aquí no es que nos reapropiemos de cosas
de otros, sino que debemos reapropiarnos directamente de nuestras
cosas, reapropiarnos de lo común.

Cuando entramos, eventualmente quien necesita entrar a un


supermercado no se reapropia de aquella propiedad privada específica,
sino que se reapropia, o mejor dicho ejerce una capacidad de tomarse
para sí, por su mano, de una parte del común que ha producido
aquellas mercancías. Desde exaltación que ha hecho que la producción
del común la reencontramos desde esta perspectiva, es posible
comenzar a inventar formas de gestión de lo común, digo de gestión o
que jueguen hacia esa posibilidad y esta apertura del ciclo político.
Pienso que debemos comenzar a pensar en un ejercicio del común
como clave, como dispositivo de nuevas formas constituyentes; pero
un ejercicio del común no tiene nada que ver con la autogestión del
siglo diecinueve, sino que deberá tener que ver con las que son las
grandes fuerzas colectivas de la producción actual.
Gracias.

Traducción: Eduardo Sadier


Buenos Aires, Argentina
(revisión de autsoc)

texto original en http://www.globalproject.info/art-3047.html

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